Michel Foucault y Su Critica a La Idea de Sujeto

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Michel Foucault y su crítica a la Idea de Sujeto Juan López Muñoz Depto. de Filosofía Universidad de Concepción. La Noción De Sujeto En La Filosofía Sostiene Ernst Cassirer que a nuestra condición humana no le es dado “enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato; no puede verla, como si dijéramos, cara a cara. La realidad física parece retroceder en la misma proporción que avanza su actividad simbólica. En lugar de tratar con las cosas mismas, en cierto sentido, conversa constantemente consigo mismo1 . Esta interesante observación no carece, por cierto, de una resonancia kantiana, en tanto lo fenoménico deviene, en este caso, un universo semiótico. Ella nos permite, si se lo considera con detenimiento, advertir un aspecto muy llamativo en esa irrebasable inserción del ser humano en un universo simbólico. Pues llama poderosamente la atención, esa intimidad anterior a toda representación que le permite al hombre “conversar constantemente consigo mismo”. Resulta legítimo, por lo tanto, preguntarse cuál es la condición de esa interioridad. Pues, aunque la filosofía moderna se ha inaugurado con la convicción de que la evidencia de nuestro propio ser es irrefutable, en la certeza fundante de 1 CASSIRER, Ernst, Antropología Filosófica . Fondo de Cultura Económica, México, 1963. Páginas 47-48.

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Michel Foucault y su crítica a la Idea de Sujeto

Juan López Muñoz

Depto. de Filosofía

Universidad de Concepción.

La Noción De Sujeto En La Filosofía

Sostiene Ernst Cassirer que a nuestra condición humana no le es dado “enfrentarse

ya con la realidad de un modo inmediato; no puede verla, como si dijéramos, cara a

cara. La realidad física parece retroceder en la misma proporción que avanza su

actividad simbólica. En lugar de tratar con las cosas mismas, en cierto sentido,

conversa constantemente consigo mismo”1.

Esta interesante observación no carece, por cierto, de una resonancia kantiana, en

tanto lo fenoménico deviene, en este caso, un universo semiótico. Ella nos permite, si se

lo considera con detenimiento, advertir un aspecto muy llamativo en esa irrebasable

inserción del ser humano en un universo simbólico. Pues llama poderosamente la

atención, esa intimidad anterior a toda representación que le permite al hombre

“conversar constantemente consigo mismo”. Resulta legítimo, por lo tanto, preguntarse

cuál es la condición de esa interioridad. Pues, aunque la filosofía moderna se ha

inaugurado con la convicción de que la evidencia de nuestro propio ser es irrefutable, en

la certeza fundante de nuestra conciencia, este supuesto fundamental ha sido puesto en

cuestión una y otra vez por las ciencias humanas a lo largo del siglo xx.

Este tema conoce una larga tradición en el pensamiento occidental, el cual ha

buscado afanosamente, en la cuestión del sujeto, la verdad última del hombre. Desde

Aristóteles hasta el postestructuralismo, una engañosa continuidad pretende que éste

haya sido uno de los tópicos fundamentales de la filosofía. Pero, un acercamiento desde

el contemporáneo pensamiento postmetafísico, evidenciará que, bajo esta continuidad,

cada época responde a una interrogante diversa. De este modo, en momentos distintos él

1 CASSIRER, Ernst, Antropología Filosófica. Fondo de Cultura Económica, México, 1963. Páginas 47-48.

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saber se articula en torno a distintas interrogantes impuesta por la noción de verdad y por

la concepción del ente que fundamenta dicha época: el problema del ser, el problema del

conocimiento verdadero, el problema del hombre.

En la historia de la filosofía la idea de sujeto está vinculada a Aristóteles y a su

propósito de establecer – oponiéndose a Platón - que la verdadera realidad no reside en

un mundo suprasensible. En esta controversia Aristóteles propone el concepto de

sustancia para comprender al ser real. Éste corresponde, por excelencia, al ser individual,

separado, esto es, el que no está inserto como atributo o propiedad de algún otro

individuo. Es a este tipo de realidad individual a la cual corresponde, propiamente

hablando, el nombre de sujeto. Y, si bien es cierto, existe otro tipo de sustancia –

sustancia segunda -, que no corresponde al individuo, sino al género, por ejemplo, ella es

tal sólo derivadamente. La verdadera realidad, la sustancia primera, , se

define en tanto no se predica, ni reside en un sujeto, pues ella es el sujeto2.

Bajo la influencia de esta concepción aristotélica, la noción de sujeto ha estado

referida, en la historia de la filosofía, a la de sustancia. Así, por ejemplo, cuando

Descartes después de poner en evidencia la incertidumbre de todo cuanto se suele

considerar como la realidad, logra arribar a un punto de certeza indubitable afirma en la IV

Parte del Discurso del Método: “Examiné atentamente lo que era yo, ... [y] comprendí

que yo era una sustancia, cuya naturaleza o esencia era el pensamiento ...”3.

Evidentemente, la idea de sustancia como sujeto que piensa, no excluye la existencia de

otras sustancias, pero se convierte en la condición de posibilidad para que lo real sea

cognoscible.

Un cambio de perspectiva tuvo lugar a la luz de la crítica de John Locke y David

Hume. En sus escritos se pone en cuestión la naturaleza de sustrato ontológico que la

filosofía le había reconocido a la idea de sujeto. En su perspectiva, ésta tendría un

carácter ilusorio, al ser sólo un supuesto, falso por cierto, producido por el hábito de referir

2 Ver comentario de J. Tricot en: ARISTÓTELES, Organon. Librairie Philosophique J. Vrin, Paris, 1946. Página 7, nota 1. Allí afirma que, pese a cierta imprecisión en torno a la noción misma de sustancia, la sustancia primera es el individuo, el compuesto de materia y forma. 3 DESCARTES, René. Discurso del Método, Meditaciones Metafísicas, Reglas para la Dirección del Espíritu, Principios de la Filosofía. Porrúa, México, 1995, decimosegunda edición. Página 21.

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el flujo de experiencias sicológicas a un sujeto. Es decir, se trata de una generalización

ilegítima a partir de la experiencia, al igual que las ideas de sustancia y causalidad4 .

La cuestión del sujeto el cual se funda el verdadero conocimiento queda, entonces, en

el centro de la disputa de la filosofía moderna. Así lo pone de manifiesto la obra de Kant,

la que se puede considerar como la superación de la confluencia polémica de empirismo,

racionalismo y escepticismo. Guiada por su interrogante acerca de qué es posible saber,

intentará determinar la naturaleza, alcance y límites del entendimiento humano5, el cual

constituye al objeto de conocimiento a partir de estructuras a priori de la sensibilidad y el

entendimiento.

En la primera mitad del siglo XX la cuestión del sujeto nuevamente se habría de situar

al centro de la discusión filosófica y, pese a la aparente continuidad de un problema que

reaparece, el fondo del problema no se asienta en una reflexión ontológica, ni

cognoscitiva. Por el contrario, desde fuera del campo de la filosofía, la investigación

teórica y la experiencia clínica condujeron al psicoanalista Jacques Lacan a inaugurar una

crítica de la concepción de sujeto, en el marco de un “retorno” a la obra de Freud.

La confluencia de diversas disciplinas del ámbito de las ciencias humanas en torno a

los conceptos fundamentales de la lingüística estructural de Ferdinand de Saussure, hizo

posible el desarrollo de investigaciones que renovaron sus paradigmas epistemológicos.

Tanto en antropología, como en literatura, en filosofía y psicoanálisis se desarrolló lo que,

en ese momento, fue conocido como estructuralismo, corriente de pensadores muy

diferentes entre sí, de generaciones diversas que, sin embargo, participarían de un

mismo espíritu que se reconoce en algunos rasgos fundamentales, entre los cuales

destaca particularmente la centralidad del orden simbólico6.

4 Ver HUME, David. Investigación sobre el Entendimiento Humano. Losada, Buenos Aires, 1945. LOCKE, John. Ensayo sobre el Entendimiento Humano. Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 1994. Páginas 71, 275 – 276.5 TORRETTI, Roberto. Manuel Kant: Estudio sobre los Fundamentos de la Filosofía Crítica. Ediciones Universidad de Chile, Santiago, 1967. Página 154 y siguientes.6 DELEUZE, Gilles. “¿En qué se reconoce el estructuralismo?”. En: AAVV, Historia de la Filosofía. Ideas, doctrinas. Tomo IV. Espasa-Calpe, 1976. Páginas 567-599.

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En el psicoanálisis de Lacan, la concepción freudiana según la cual la conciencia del

hombre se halla escindida por la censura de un ámbito inconsciente, es reelaborada y

profundizada sobre la base del paradigma ofrecido por la lingüística estructural7. En esta

renovadora y controversial perspectiva, el individuo humano es un sujeto, en tanto que es

constituido como tal por un orden simbólico, por tanto debe mediar a través del lenguaje

su devenir humano. De esta forma, lejos de evocar una condición de sustrato, fundamento

ontológico o cognoscitivo, la reflexión acerca del sujeto, en Jacques Lacan, se orienta a

más bien a mostrar que el sujeto no está allí donde filosofía de la conciencia, la teoría del

conocimiento y la psicología del yo le han buscado siempre8.

La Hermenéutica Del Sujeto En Foucault

Una de las líneas de trabajo que Michel Foucault desarrolló en sus últimas obras se

ha denominado “hermenéutica del sujeto”9. La finalidad de ésta ha sido poner de

manifiesto las estrategias y los modos en los cuales la sexualidad llegó a constituirse en

una experiencia moral, y ésta en una suerte de dispositivo cultural capaz de operar como

una instancia productora de subjetividad.

En una conferencia intitulada Tecnologías del Yo10, el propio Foucault, al mirar el

conjunto de sus investigaciones, señalaba: “mi objetivo, desde hace más de veinticinco

años, ha sido el de trazar una historia de las diferentes maneras en que, en nuestra

cultura los hombres han desarrollado un saber acerca de sí mismos: economía,

biología, psiquiatría, medicina y penología”11. Los trabajos reunidos bajo el nombre de

Historia de la Sexualidad, precisamente dan cuenta de esta preocupación, pues el retorno

7 RIFFLET-LEMAIRE, Anika, Lacan, Buenos Aires, Sudamericana, 1992. Página 37-76.8 FRANK, Manfred, Qu’est-ce que le Neo-structuralisme?. Cerf, Paris, 1989. Página 239.9 Un libro acerca de este tema y con este mismo nombre, que ha sido editado por Fernando Álvarez Uría, reúne las lecciones brindadas por Foucault durante 1982 en el College de France. FOUCAULT, Michel, Hermenéutica del Sujeto, Ediciones de La Piqueta, Madrid, 1994.10 Esta conferencia, junto a otros artículos fue editada por Paidós. Ver FOUCAULT, Michel, “Tecnologías del Yo”, en: Tecnologías del Yo, y otros textos afines, Barcelona, Paidós, 1990.11FOUCAULT, Michel Tecnologías del Yo, y otros textos afines, Barcelona, Paidós, 1990. Página 48.

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a las fuentes clásicas grecorromanas, principalmente a las tradiciones estoica y cristiana,

persigue justamente revisar desde allí el desarrollo de este proceso.

Consecuentemente, se halla dentro de su investigación el efecto que este complejo

dispositivo de prescripciones posee sobre los individuos, puesto que los discursos tienen

un efecto de poder que no es sólo coercitivo y por lo tanto restrictivo. Muy por el contrario

“las relaciones de poder no pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una

producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento del discurso”12.

Esta vinculación de poder y discurso no se concreta sólo como la concurrencia en una

relación que les mantendría, pese a todo, distintos y diferenciados. Por el contrario, el tipo

de lazo que les une está más bien del lado de una operación perfectamente

complementaria, pues “lo que hace que el poder agarre, que se le acepte, es

simplemente que no pesa solamente como una fuerza que dice no, sino que de

hecho la atraviesa, produce cosas, induce placer, forma saber, produce

discursos”13.

En una entrevista en la que se refiere a su trabajo sobre el saber, Michel Foucault

hace un planteamiento muy interesante y polémico sin duda. Estudiar las condiciones de

posibilidad que conducen al establecimiento de ciertos dominios de saber lleva a la

evidencia de un requisito fundamental: para que esta mirada “genealógica” sea posible

“es preciso desembarazarse del sujeto constituyente, desembarazarse del sujeto

mismo, es decir, llegar a un análisis que pueda dar cuenta de la constitución del

sujeto en la trama histórica”14.

Lo central de esta afirmación se encuentra, precisamente, en la peculiar relación entre

discurso, poder y subjetividad. Porque el carácter productivo que le reconoce al poder es

ciertamente una perspectiva renovadora y clarificadora, al considerar que los discursos,

en tanto que se encuentran investidos de poder, tienden a posibilitar la constitución de un

particular tipo de subjetividad15. Ésta última noción, que rompe con la usual premisa

12 FOUCAULT, Michel, Op. cit. Página 139 – 140.13 FOUCAULT, Michel, Op. cit. Página 182.14 FOUCAULT, Michel, Op. cit. Página 181.15Jurgen Habermas discute minuciosamente planteamientos de Foucault en relación con la subjetividad y se opone a ellos, fundamentalmente, porque su dependencia de una filosofía de la conciencia le impide dar cuenta real de este proceso y porque ello le termina llevando a desconocer los logros emancipatorios del pensamiento moderno. Ver, HABERMAS, Jürgen, El Discurso Filosófico de la Modernidad, Taurus, Madrid, 1989. Páginas 319 – 349.

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filosófica según la cual el sujeto es una realidad dada de antemano, es explícitamente

postulada en un curso dictado en el College de France en 1976. En esa oportunidad

planteó una idea que es el fundamento de esta tesis, al sostener que “lo que hace que

un cuerpo, unos gestos, unos discursos, unos deseos sean identificados como

individuos, es en sí uno de los primeros efectos del poder. El individuo no es el vis-

a-vis del poder; es, pienso, uno de sus primeros efectos”16.

La subjetividad no está dada como un en-sí, sino que consiste en un proceso de

constitución que remiten a condiciones contingentes que son históricamente

determinadas, en este caso, por la particularidad de cada ciudad. Si nos remitimos a la

ciudad de Concepción, por ejemplo, una serie de grandes tiendas ubicadas comparte el

mismo sector de la ciudad con instituciones bancarias, financieras y un conjunto

numeroso de actividades comerciales y de servicios de distinto tipo.

Este sector a su vez se halla vinculado a numerosos dominios, como la legislación

laboral, los códigos de comercio, las disposiciones del Código Civil y un determinado

concepto de propiedad privada. Las ciencias que diseñan y construyen estos lugares

conforman un corpus de saber tecnológico que actúa como otro dominio, que se añade al

conjunto prácticamente infinito de prescripciones que define usos y acciones pertinentes

en estos sectores públicos.

El individuo, accede a estos lugares como quien ingresa a un juego de rigurosas

reglas operativas, desconocidas de antemano. Éstas prefiguran, prefiguran un tipo de

individuo y lo educan en el pleno sentido de la palabra. En este dispositivo se es

establecido en el lugar del que permanentemente intercambia mercancía y dinero, donde

la equivalencia general de un valor abstracto se erige como ley. En consecuencia el sujeto

queda instalado en un lugar donde el vínculo social tiende a desvanecerse, en tanto esta

línea de subjetivación tiende a ir más allá del ámbito del mercado. Sin pretender deducir

consecuencias desmesuradas, se puede apreciar que el hombre contemporáneo participa

de la vida pública en una forma que tiene más relación con un usuario, que demanda una

administración eficiente del estado antes que con su condición de ciudadano. Así, el

predominio de criterios de eficiencia, competitividad, racionalización, se empieza a

extender a todos los ámbitos de la vida contemporánea desplazando otras categorías.

Ocurre así que toda clase de actividades tienden a asimilarse al modelo de la mercancía, 16 FOUCAULT, Michel, Microfísica del Poder, Ediciones de La Piqueta, Madrid, 1992. Página 144.

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el deporte, el arte, la entretención, la política, subsumiendo en una misma modelización

actividades que históricamente han respondido a otras esferas de valor17. Es posible

suponer que esa forma de participación no ha sido posible sin la expansión de una

sociedad, de una economía, asociadas a una forma urbana.

Un segundo caso llamativo lo ofrece nuestra Universidad, con sus campus abiertos

y espaciosos. En particular, el Foro Universitario que en cuanto obra arquitectónica, ha

sido objeto de toda clase de prescripciones, técnicas y estéticas, que definen la forma de

su diseño y el proceso de su construcción.

Es este Foro un verdadero núcleo de confluencia de los itinerarios individuales. Su

doble disposición hacia lo alto y hacia un foco de atención frontal marcan una misma

apertura. Las escalinatas llevan hacia un nivel donde no hay sino la gratuidad del espacio,

en el que la mirada se abre ampliamente y conducen, también, a un ámbito privilegiado de

apertura para la contemplación del lugar reservado a un orador o un artista. Espacio

desprovisto de determinaciones rigurosas no reconocería en alguna actividad particular,

trabajo, recreación, reflexión, su ley o principio definitorio.

Lo que se ha afirmado de la relación entre individuo y ciudad, hace aparecer un

aspecto hasta ahora no advertido. El afuera , del individuo, es la ciudad, pero un afuera

que en su devenir histórico no es un límite petrificado. En sus avatares y sucesos, las

funciones que delinean el dispositivo urbano señalan una línea que permanentemente se

redefine, se pliega y repliega construyendo, produciendo siempre un adentro: “no otra

cosa que el afuera, sino exactamente el adentro del afuera”18.

Nueva observación y última articulación de esta investigación. El sujeto es una

función, una derivación permanente, abierta a futuras modelaciones. Las configuraciones

de los saberes y las prácticas sociales, el afuera, determinan en su dinámico juego una

línea de plegamiento que definirá la interioridad de los individuos. Así, por ejemplo, la

moral de una época, expresada tal vez en un decálogo, pero también en la prohibición de

cruzar el atrio de los gentiles, dibuja un plegamiento exterior que va acompañado de un

17 Se puede consignar la paradoja de que la censura de algunas expresiones artísticas llegue a su fin por un imperativo de mercado.

18 DELEUZE, Gilles, Foucault, Paidós, Barcelona, 1987. Página 128.

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complemento como su inmediata consecuencia, el cual será expresado en una reflexión

interna. Toda la producción simbólica de una cultura, su religión, su arte y su filosofía,

está también en lo urbano, pero no al modo de un significado que habitase un cuerpo

significante. Esta presencia define y establece unas técnicas del cuerpo que, en una

suerte de pedagogía absoluta, prescriben un tipo de interioridad codificada en un saber

moral19. Es por ello que las palabras de Platón parecen adquirir nuevos colores al ser

leídas sobre el fondo de esta tesis:

“...quizá haya en el cielo un modelo de ella [la ciudad] para el que quiera mirarlo y fundar conforme a él su ciudad interior...”20

De esta forma, la tesis aquí planteada encuentra su cabal formulación al postular una

correlación entre sujeto y ciudad bajo la forma de una relación constituyente. En esta

íntima imbricación se plantea que si la subjetividad humana no constituye una sustancia,

sino que es el resultado de su acceso a un orden simbólico, y que si este acceso está

determinado por circunstancias históricamente configuradas, entonces el discurso urbano

posee la excepcional peculiaridad de ser una forma de subjetivación. En este discurso las

transformaciones que la ciudad experimenta como resultado de los avatares y estrategias

que se dan al interior de ella como dispositivo, tienen su correlato, finalmente, en un tipo

de subjetividad que es consistente con estas transformaciones.

19 DELEUZE, Gilles, Op.cit. Página 135.20 República, 592 b.