Pensamiento de Michel Foucault

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PENSAMIENTO DE MICHEL FOUCAULT Y SU RELACION CON LO PSICOPATOLOGICO ACERCA DE LA PROBLEMÁTICA DE LO “NORMAL” Y LO “PATOLOGICO” INTRODUCCIÓN Para dar comienzo a la problemática que nos convoca en relación al pensamiento de Michel Foucault, partiremos con señalar algunas dificultades para acercarse a su obra. La primera dificultad que nos podemos encontrar a la hora de abordar su pensamiento es la presencia de enfoques parciales, no sistematizados, sobre los problemas abordados. De su lectura se desprende que se opuso a la tendencia iluminista de construir sistemas globalizadores, y a través de un manejo muy peculiar de la información histórica, su visión se compone de series. Estas, más o menos extensas, se aplican a aspectos específicos de la realidad y el autor no muestra demasiado interés en buscar los "puentes vinculares" entre las mismas. Por el contrario una y otra vez señala la relativa independencia que guardan entre sí. No puede entonces extrañarnos que el conjunto de su obra adopte una forma laberíntica para quien se aproxima a sus trabajos por primera vez. Su pensamiento, se mueve entre intersticios dejados por teorías de mayor envergadura, más especializadas, arrastrando tras sí un muy extenso conjunto de influencias y una gran erudición. Una segunda dificultad radica en nuestra propia formación. La ruptura que introduce el autor con la tradición racionalista crea una falta de sintonía profunda con los códigos que maneja. Es necesario penetrar en estos en primer lugar para 1

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PENSAMIENTO DE MICHEL FOUCAULT

Y SU RELACION CON LO PSICOPATOLOGICO

ACERCA DE LA PROBLEMÁTICA DE LO “NORMAL” Y LO “PATOLOGICO”

INTRODUCCIÓN

Para dar comienzo a la problemática que nos convoca en relación al pensamiento de Michel Foucault, partiremos con señalar algunas dificultades para acercarse a su obra.

La primera dificultad que nos podemos encontrar a la hora de abordar su pensamiento es la presencia de enfoques parciales, no sistematizados, sobre los problemas abordados. De su lectura se desprende que se opuso a la tendencia iluminista de construir sistemas globalizadores, y a través de un manejo muy peculiar de la información histórica, su visión se compone de series. Estas, más o menos extensas, se aplican a aspectos específicos de la realidad y el autor no muestra demasiado interés en buscar los "puentes vinculares" entre las mismas. Por el contrario una y otra vez señala la relativa independencia que guardan entre sí.

No puede entonces extrañarnos que el conjunto de su obra adopte una forma laberíntica para quien se aproxima a sus trabajos por primera vez. Su pensamiento, se mueve entre intersticios dejados por teorías de mayor envergadura, más especializadas, arrastrando tras sí un muy extenso conjunto de influencias y una gran erudición.

Una segunda dificultad radica en nuestra propia formación. La ruptura que introduce el autor con la tradición racionalista crea una falta de sintonía profunda con los códigos que maneja. Es necesario penetrar en estos en primer lugar para comprender el alcance de sus posturas, muchas veces revestidas de formas aparentemente contradictorias.

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ACERCA DE LAS INFLUENCIAS EN SU PENSAMIENTO

Uno de los aspectos importantes de su pensamiento es la manera en que concibio la historia. Podemos apreciar una ruptura que introduce con la tradición surgida en el siglo XVIII, que aún se encuentra muy arraigada en el campo de las ciencias sociales. Mientras la continuidad histórica, la racionalidad creciente, fue adoptada de un modo casi natural, definiendo lo que se agrupa bajo la denominación de modernidad, los pasos de Foucault se encaminan con otro rumbo. En este punto se aprecia la influencia del pensamiento científico contemporáneo, así como los aportes de los filósofos Nietzsche y Heidegger.

Estos, ubicados en la antesala de lo que puede denominarse postmodernismo, sientan las bases de una nueva concepción de la sociedad y del devenir del hombre en general. Del primero, quien marca una influencia mayor, tomará, prioritariamente, la genealogía como método de construcción de lo histórico y del segundo la imagen del "ser situado". Pese a ello no puede reducirse las influencias recibidas a las mencionadas. El pensamiento de Marx, en particular a partir de la visión de Althusser, también puede ser rastreado.

El discurso elaborado sobre el poder es en buena medida una respuesta a la elaboración althusseriana de los Aparatos Ideológicos de Estado (AIE). Estos no representan, a juicio de Foucault, sino un aspecto parcial de las relaciones de poder que se presentan en el desenvolvimiento social. Su estructura y contenidos, no pueden ser referenciados exclusivamente a la estructura económico-política. Sí acuerda que instituciones presentadas como espacios neutros dentro de la sociedad, en realidad manejaban dimensiones ideológicas y ejercen formas de poder que se proyectaban sobre los individuos. Hasta ahora la organización escolar era ubicada por los teóricos marxistas como formando parte de un modo vago de la superestructura. Pero la escuela y la cultura en general necesita nuevos caminos de abordaje. Tienen un rol dentro del funcionamiento social muy diferente al de receptáculo pasivo de determinaciones externas.

De modo de llenar el vacío que se produce, recurre al aporte de Weber, si bien curiosamente no es mencionado en sus obras. La importancia de las construcciones culturales para explicar el comportamiento humano de un determinado período, está presente en toda la reflexión de Foucault. Desde que el poder no es concebido bajo una forma única, sino plural y presente en el comportamiento cotidiano del individuo, la cultura, tomando la mayor extensión del concepto, debe ser analizada.

Dado que el componente simbólico es cardinal dentro del funcionamiento cultural, el discurso, la articulación de símbolos de modo de presentar determinados sentidos y significados, debe ser particularmente tenido en cuenta. La violencia simbólica es uno de los puntos que atraen la atención del autor, coincidiendo en esto con los trabajos contemporáneos de Bourdieu – Passeron y del propio Althusser.

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Esas influencias contradictorias que se reflejan en la obra llevaron a que Jean Paul Sartre, por ejemplo, lo acusara de ser un ecléctico, buscando por esa vía descalificarlo.

ACERCA DE SU PENSAMIENTO

El marcar la existencia de campos de luchas laterales, como la libertad sexual, el ecologismo, el feminismo, los movimientos de homosexuales, etc, contribuye a revalorarlos dentro de un cuestionamiento global al sistema. Presentarlos como campos concretos donde se manifiesta los conflictos que sacuden la sociedad y donde no resulta válido reducirlos a un solo plano, a una sola forma, supone cuestionar el conjunto social.

En contraposición al Iluminismo, que planteaba via la razon una suerte de continuidad y evolución de la historia, en la obra de Foucault se ponen en entredicho. El pasado nada nos puede aportar y el futuro no existe en cuanto una perspectiva de crecimiento, de mejoramiento axiológico de la humanidad. Ahora nos encontramos en un presente permanente. Cada individuo busca en su propia subjetividad los caminos de edificar su placer, su dimensión dionisíaca, abandonando el carácter apolíneo. Lo colectivo se diluye en lo individual, en su subjetividad. En el artículo "Nietzsche, la genealogía, la historia", primero de los trabajos agrupados bajo el título de Microfísica del Poder (1971), establece lo absurdo que resulta buscar el origen. Citando al filósofo alemán, transcribe lo siguiente: toda cosa y la razón misma "nacieron de un modo perfectamente razonable, del azar"

No existe una esencia "pura" y verdadera. No existe un punto inicial a partir de la cual podamos trazar una línea evolutiva que, a través de un tránsito ordenado por cada una de las estaciones, nos conduzcan a nuestro presente. Aceptar otra posibilidad es caer en aceptar la presencia de un pre - conocimiento que negaría toda posibilidad positiva. Rechazar la idea de la evolución, del tránsito, de estadios menos evolucionados a otros más elevados, o como quiera llamárselos, deja de lado una de las ideas fundamentales que han regido el pensamiento a partir del Siglo XVIII y genera un vacío. La Historia global, la que reconoce etapas por las que han transitado todos los seres humanos, con prescindencia del espacio, tambalea. Aparece entonces la idea de discontinuidad la que se constituye en una clave de primer orden. Tomando como ejemplo el desarrollo de una función lineal puede afirmarse que la historia presenta una serie de discontinuidades, de tramos en los que no está definida, y de inflexiones, cambios de rumbo positivos o negativos, donde la aceleración puede ser mayor o menor. Esta función presenta tendencias parciales en diferentes tramos los que no pueden absolutizar. Por otra parte no resulta válido tomar la asíntota como representación de la función misma, ya que estaríamos sustituyendo la cosa, con su riqueza de comportamientos, por una construcción a la cual se le impone una determinada lógica y un discurso externo a ella misma. Crearíamos de este modo una meta - realidad a la que sólo la metafísica podría acceder.

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Al no aceptar un encadenamiento único, finito o infinito, de causas y efectos, que definen un proceso evolutivo, ¿cómo podemos alcanzar el conocimiento? ; ¿cómo podemos analizar los diferentes hechos que nos rodean? Para llenar ese espacio introduce dos conceptos complementarios la procedencia y la emergencia.

El primero apunta a "... encontrar bajo el aspecto único de un carácter, o de un concepto, la proliferación de sucesos a través de los cuales (gracias a los que, contra los que) se ha formado"

El conocimiento consolidado no puede ser concebido como un logro que se obtiene, de una vez y para siempre, en todo espacio y todo tiempo. Es un "posible" que permite elaborar una serie, más o menos extensa, con un referente espacio - temporal concreto. Esto introduce el relativismo, en una concepción muy personal del mismo, en la concepción del conocimiento. Esto es particularmente válido en áreas en las que no es posible simplificar y controlar variables. Tal el ejemplo de las ciencias que atienden al comportamiento de lo humano.

La procedencia apunta a mostrar como los conceptos y las cosas presentan una gama muy grande de pliegues y fisuras que lo transforman en una construcción inestable. Tiene además la particularidad de transmitir dicho carácter a todo lo que sobre ella se apoye. Referido concretamente a la sociedad lo anterior, podemos deducir que cualquier tema que se aborde, deberá reunir la mayor información posible sobre él y su entorno, pero la construcción resultante será inestable. Deberá explicitar de un modo exhaustivo la constelación de fenómenos, profundos o superficiales que contribuyen a definirlo. La construcción estará limitada en el espacio y el tiempo. El autor nos cierra el paso al intento de comparar. Tampoco sería válido extrapolar situaciones o modelos de un contexto a otro dado que los mismos responden a combinaciones particulares. Aun cuando intervengan los mismos componentes, nada asegura que tengan igual significado. Al no existir la pretendida esencia, ambos fenómenos más allá de la palabra que los identifica, no tienen nada que ver entre sí, por pertenecer a series diferentes.

El concepto de procedencia tiene pues dos dimensiones complementarias. Por una parte hace referencia a la necesidad de determinar con la mayor exactitud posible, las condiciones y sucesos que posibilitaron la aparición de un hecho. Dado que en esta enumeración se manejan las tres categorías básicas, general, particular e individual, el mismo es producto de una combinación única de las mismas.

La segunda dimensión hace referencia al manejo del concepto construido el cual debe ser empleado de un modo relativo evitando extrapolaciones y generalizaciones. El campo de validez en que se gestara debe ser siempre explicitado e integrado a la serie, inestable, que genera y de la que forma parte.

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Estos dos aspectos permiten a Foucault sortear con relativo éxito y bastante artificialidad, la dificultad de explicar la historia. En efecto. A todo lo expresado hasta aquí no se trata de decretar el fin de la historia en el sentido en que lo planteara Fukuyama, sino de romper con una visión eurocentrista que predominara hasta entonces y de la cual aún se conservan resabios. Esta reacción del autor es compartida por su generación, núcleo donde nacieran las formas que se identificaran como corrientes contraculturales.

El segundo concepto, la emergencia, podría definirse como el punto de surgimiento del concepto o de la "cosa". Constituye un escenario cruzado por fuerzas que se combinan y oponen y dan como resultado la "posibilidad" de que emerjan determinados conceptos y hechos. Estas no surgen en cualquier unidad espacio temporal, sino en aquella que la constelación de fuerzas en juego lo permiten.

Esto significa una ruptura total con la tradición histórica global heredera de una visión eurocentrista, transformada en universal. Manejarse dentro de las coordenadas de aquella tradición histórica es introducir una distorsión total en la identidad del individuo, sustituyéndola por una creación artificial que lo pone con relación a las coordenadas de poder dominantes.

Siguiendo a Nietzsche llega a la conclusión de que toda la historia de la humanidad, no avanza sucesivamente a planos de mayor racionalidad, como lo postulara el positivismo, sino que refleja relaciones de poder. Poder que deja su huella en el propio individuo. El impacto de dichas formas que se proyectan hacia el individuo, pasa a formar parte del propio ser y lo transforman en singular.

Del mismo modo que el médico debe examinar a cada paciente para poder diagnosticar, ha de proceder el historiador. Se podría argumentar que el médico basa su análisis en el conocimiento anatómico – fisiológico característico del ser humano. Pero este argumento no resultaría válido porque lo que el cuerpo y la fisiología que nos define no es sino producto de una serie de cambios, en la que intervinieron mecanismos adaptativos y hereditarios entre otros. Cada cuerpo tiene una dimensión histórica personal. El cuerpo de conocimiento a partir de la cual se diagnostica ha variado y ello debe estar presente en el análisis. El funcionamiento orgánico y la propia anatomía no han sido siempre igual, ha cambiado.

¿Qué papel juega el discurso en relacion a la historia y al conocimiento en general?

Frente a la discontinuidad que presenta la realidad, el discurso plantea una articulación que se introduce desde el exterior. El discurso, tanto del sociólogo, del historiador o cualquiera de los científicos, es una creación de los mismos. Elaborada tanto partir de un contexto exterior que define su entorno, como también de su historia interior. Esas "historias" lo llevan a escuchar determinadas voces y a silenciar otras; a emplear determinadas construcciones, determinados esquemas, presentes en su mente más allá de su propia conciencia. En este

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punto hay una confluencia general con el planteo de Khun y su teoría de los paradigmas. Pero Foucault intenta ir más lejos que aquel. No se limita a considerar el pensamiento y el conocimiento como dependiente del paradigma dominante, sino que la propia realidad es generada por aquel. Es importante su afirmación de que el propio cuerpo no es sino el resultado de las huellas de la historia. Desde el elemento fisiológico hasta la elaboración más sofisticada todo queda comprendido en ese marco. Huellas que no son el resultado de un impacto unidireccional, sino fruto de la lucha que desarrolla el individuo. Lo que nos alimenta, los hábitos de sueño, el ocio, la forma en que organizamos nuestra vida cotidiana, todo ello impacta sobre nuestra capacidad de construir la realidad. Esto que lo ve claramente el saber popular se "extraña" de sí mismo en los planos académicos. En estos últimos la realidad se vive a partir de una meta – realidad elaborada y sostenida a partir de un determinado discurso que tiene la capacidad de autolegitimación.

Dicho discurso es resultado de su propia descripción ya sea con vuelo de águila o a través de ese sistemático acallamiento voces a que hacíamos referencia anteriormente. Podemos señalar como ejemplo del silenciamiento de voces la ausencia de la mujer en la historia. Si recordamos los textos tradicionales en los que nos formamos cada uno de nosotros, encontramos que despliegan una historia de hombres con total ausencia de la mujer. ¿La mujer se limitó exclusivamente a la reproducción? ¿Incidió en los diferentes procesos? Esas son preguntas que no son respondidas por los textos aludidos, elaborados en consonancia con determinado discurso.

Foucault resalta así el rol articulador que ejerce las formulaciones discursivas. Ellas deben ser consideradas elaboraciones de segundo nivel ya que están preexistentes en las redes de poder en que se mueve. Más allá de que estén generadas en experiencias de laboratorio, ajustadas a todas las reglas positivas, la visión estará mediado por un sistema preestablecido. El resultado final también estará sometido a la necesidad de respetar una jerarquización y en general una estructuración previa. Tomando en cuenta esto es que se puede comprender la postura foucaultiana respecto a que el discurso es el que conforma el objeto y posibilita su emergencia en determinado contexto.

Cuando se genera una ruptura, tal el caso de Giordano Bruno, Galileo, o del propio Mendel, o la lucha más cercana en el tiempo de Teyllard de Chardín, se debe enfrentar los mecanismos de poder que se sustentan y sirven de esas estructuras. Modernamente el destino no está marcado por la hoguera de la Inquisición, pero se han ideado otros instrumentos, más sutil de sanción y silenciamiento.

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Sólo cuando se aceptan los axiomas extracientíficos es posible hablar genéricamente de familia, locura, sociedad o cualquiera de los conceptos que podamos elegir. Sólo cuando se aceptan esos axiomas se puede ingresar al universo del "saber" y legitimarse con el mismo. Cada "familia conceptual" en coordenadas precisas espacio – temporales, es una realidad singular. Cuando seleccionamos, en el marco del axioma, determinados elementos dejamos en las sombras otros, podemos trazar una línea continua de evolución. Sobre esa línea se levanta posteriormente una teoría interpretativa que se articula con determinados códigos y formas. Cuando nos enfrentamos a tal resultado, estamos frente a una meta-teoría, a una "máscara" que distorsiona nuestra identidad y nuestra capacidad de comprender.

No existe en relacionamiento directo sujeto – objeto. Dicha relación se encuentra mediada por el conjunto de la cultura, introyectándose en el individuo aún antes de ser consciente de ello. Al estar la cultura cruzada de relaciones de poder, vemos que estas están presentes en el acto de conocer.

En el comienzo de "Las palabras y las cosas" (1964) establece al respecto: " Los códigos fundamentales de una cultura – los que rigen su lenguaje, sus esquemas perceptivos, sus cambios, sus técnicas, sus valores, la jerarquía de sus prácticas – fijan de antemano para cada hombre los órdenes empíricos con los cuales tendrá algo que ver" (4). El parentesco con el pensamiento de Weber es evidente. Para superar esa limitante es necesario desarticular el discurso, la historia global, para hacer crecer la historia general, tal como lo plantea concretamente Foucault en "Arqueología del Saber". Al respecto afirma: " ... el tema y la posibilidad de una historia global comienzan a borrarse, y se ve esbozarse los lineamientos, muy distintos, de lo que podría llamar una historia general" (5)

La historia debe ser entendida entonces como un conjunto de pliegues en donde se combinan diferentes series de hechos. Combinación en donde las líneas de fuerza de cada una de ellas se retroalimentan, se complementan o se oponen entre sí. Por esta razón es que se producen los quiebres. Cuando una determinada combinación de series comienza a oponerse al "orden" instituido, en equilibrio inestable, cuando la fuerza que conjugan en una determinada dirección, entonces se produce la discontinuidad y la aparición de un "nuevo orden".

El discurso en tanto que articulador y vehículo de las relaciones de poder debe ser desmontado por aquel que aspira a cambiar la relación existente. Mientras este hecho no se verifique es imposible hablar de sustitución o anulación de una determinada forma de poder.

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El concepto de Poder es fundamental en la obra de Foucault. Quizás la principal ruptura introducida por Foucault lo constituya el abandono de la línea tradicional de análisis del problema del poder. La reflexión sobre el poder es un área que surge a partir del siglo XVI, en donde se sistematiza la temática del buen gobierno. Anteriormente se encuentran consejos sobre el comportamiento del príncipe. Incluso un papiro del Antiguo Egipto, atribuido a Ptah-hotep visir del Alto Egipto, registra una serie de recomendaciones a su hijo sobre cómo ejercer el poder.

El tema, en su desarrollo, es sacado del exclusivo campo político para ser instalado en la cotidianidad. Sin dejar de reconocer que los intereses hegemónicos de diferente grupos sociales se encuentran detrás de situaciones de poder generalizadas, considera que no es la única manifestación de aquel. Del mismo modo considera situaciones como las planteadas por obras como "El Miedo a la Libertad" de E. Fromm, que buscan explicar comportamientos sociales a partir de pulsiones del inconsciente.

En ambos casos no tenemos ante nosotros sino una parte del problema. El poder es mucho más complejo que lo derivado de las posiciones marxistas o freudianas. Es en esencia un personaje que atraviesa todos los escenarios en los que se despliega la vida humana. "Quiero decir esto: en una sociedad como la nuestra, pero en el fondo de cualquier sociedad, relaciones de poder múltiples atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social; y estas relaciones de poder no pueden disociarse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento del discurso. No hay ejercicio de poder posible sin una cierta economía de los discursos de verdad que funcionen en, y a partir de esta pareja."

Su naturaleza última no puede ser aprehendida sino allí donde su intención está totalmente investida; en el interior de prácticas reales y efectivas y en relación directa con su blanco y campo de aplicación. Resulta lógico entonces no tomar el nivel macro como punto de partida para su análisis sino la multitud de actos que a diario son protagonizados por el individuo. No es algo que se precipita sobre el individuo y que se encuentra institucionalizado en formaciones sociales. No importa la legitimidad del mismo, si emana de los intereses de un grupo hegemónico o si es producto de la voluntad de la mayoría. El planteo parte de que el poder se genera y materializa en una extensa gama de relaciones interpersonales desde las cuales se eleva hasta constituir estructuras impersonales.

En este punto encontramos uno de los "huecos" teóricos a que hacíamos referencia. Preguntas tales como el modo en que se relacionan entre sí diferentes formas de poder, cómo unas pueden ser apropiadas por sectores sociales o cómo pueden cambiar o ser abandonadas no es respondido con claridad. Si como vimos al analizar el discurso existen normas que rigen nuestra percepción, debe existir, a su vez, mecanismos que posibiliten que se estructuren y se reproduzcan. A la vez su permanencia implica una determinada materialización en las prácticas cotidianas. ¿Cuáles son los elementos legitimadores, cuáles los que permiten su sustitución circunstancial o permanente? Parece faltar la respuesta y sólo es

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posible alcanzarla a través de caminos laterales. Por otra parte no podemos dejar de reconocer la presencia de por lo menos dos grandes planos donde se agrupan las diferentes manifestaciones de poder tomando como criterio la extensión de las mismas. Uno estaría constituido por las relaciones interpersonales que no alcanzan a la totalidad de integrantes de un grupo y otro caracterizado por formas institucionalizadas que operan como espacios cerrados. En estos ya no es el poder de un individuo sobre otro sino de un grupo sobre otro, con las características que sus integrantes quiéranlo o no, quedan presos de su ejercicio. Los dos planos en los que habría que considerar el Poder, tienen dinámicas diferentes y generan formas de perpetuación y defensa diferentes.

El poder no tiene una única fuente ni una única manifestación. "...por dominación no entiendo el hecho macizo de una dominación global de uno sobre los otros, o de un grupo sobre otro, sino las múltiples formas de dominación que pueden ejercerse en el interior de la sociedad". Tiene, por el contrario, una extensa gama de formas y naturaleza. Cuando un grupo social es capaz de apoderarse de los mecanismos que regulan una de dichas manifestaciones, lo pone a su servicio y elabora una superestructura que se aplica a los potenciales dominados. " No hay ejercicio de poder posible sin una cierta economía de los discursos de la verdad que funcionen en, y a partir de esta pareja".

Se crea, así, un discurso que lo presenta como un hecho "natural" y procura bloquear las posibilidades de aparición de otros discursos que tengan capacidad cuestionadora. Aparece en escena la disciplina en su doble acepción que mantiene desde su origen, apuntando tanto al conjunto de conocimientos como al control.

Esa necesidad de contar con un discurso de "respaldo", con una determinada forma de verdad, lleva necesariamente a establecer una relación entre poder y saber. Esta relación será clave a partir de la cual interpretar la labor de la escuela como espacio cerrado. Espacio en el que funciona uno de los panópticos que conforman la sociedad.

Refiriéndose al surgimiento de la prisión en su concepción moderna afirma: "El sueño arquitectónico de Bentham se convirtió en una realidad jurídica e institucional en el Estado napoleónico, que sirvió por otra parte de modelo a todos los Estados del siglo XIX. Diría que el verdadero cambio ha sido la invención del panóptico. Vivimos en una sociedad panóptica. Tenemos unas estructuras de vigilancia absolutamente generalizadas, de las que el sistema penal, el sistema judicial es una pieza, y de las que la prisión es a su vez una pieza, de la que la psicología, la psiquiatría, la criminología, la sociología, la psicología social, son sus efectos. (12)

A partir de esta postura sobre la naturaleza y funcionamiento del poder todos actuamos como víctimas y victimarios del poder. Por tanto nos movemos en una situación ambivalente con respecto al poder, participando de él y estando sometidos al mismo.

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Con todo el pensamiento de Foucault no nos presenta un universo cerrado, un individuo preso en una telaraña de líneas de poder. A cada paso se elaboran mecanismos de defensa que van constituyendo la individualidad y abren la puerta a la transformación, más allá de que no surja con claridad la manera en que podrá asociarse con otros para imponerse como detentor del poder. En esto se aparta doblemente de su mentor, L. Althusser, y su teoría de los Aparatos Ideológicos de Estado. Aparece en cambio más cercano al pensamiento de Gramsci en cuanto al manejo del concepto de hegemonía en sustitución al empleo de dominio absoluto.

SOBRE LO “NORMAL” Y LO “PATOLOGICO” EN LA OBRA DE FOUCAULT

La reflexión de M. Foucault es profundamente política. Como “arqueólogo del saber”, nos recuerda constantemente que el poder está en el saber,  pero también que el saber está en el poder. Es el filósofo que piensa los poderes, que analiza su anatomía. Nos descubre con lujo de detalles el encierro de los locos en la época clásica, la nueva cara del hombre que aparece a finales del siglo XVIII, el surgimiento en el siglo XIX de una mirada diferente sobre el cuerpo del enfermo. En su obra descubrimos toda una genealogía de la locura, de la enfermedad y del sexo.

  La historia de la locura presenta el análisis de la separación que se establece entre locura y razón, delineando las formas de esta división desde la época clásica. La locura es una de las fronteras sociales definitivamente decisiva, aquella que señala como los hombres excluyen a otros hombres considerándolos “sin razón”. Foucault nos presenta una génesis social de la exclusión, tal como se materializa en el asilo, entre lo normal y lo patológico. Pero el filósofo no se limita a escribir la historia de la locura, sino que participa con energía en el movimiento anti-siquiátrico, intentando destruir al interior al interior de las instituciones y de la conciencia misma del siquiatra, las modalidades médicas del tratamiento de la locura.

  Sobre ese territorio M. Foucault va a realizar un verdadero trabajo de arqueólogo, reconstruyendo profundamente las sedimentaciones que han conformado la cultura. Al interior de una historia específica reina una identidad, una misma cultura permite a un grupo humano la posibilidad de reconocerse como un Nosotros; pero esta identidad se constituye a través de exclusiones. En el caso de la cultura occidental. Foucault señala los puntos centrales de división: separación  entre la razón occidental y el oriente, entre el sueño y la realidad, entre lo trágico y lo dialéctico, y sobre todo… entre razón y locura.

  Desde el momento que hay razón e historia, hay locura, en ese sentido la historia de la posibilidad de la historia. La historia exige que las obras sean creadas y que palabras cargadas de sentido y de significación sean transmitidas. Pero la locura es lo contrario a la razón, es la ausencia de creación. Los gestos del loco no llegan a nada, sus propósitos delirantes no tienen referencia real. La posibilidad de la

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historia descansa entonces en la decisión de excluir a los “sin razón”: de abolir los gestos y las palabras que no tengan una significación positiva. “no he querido hacer la historia de ese lenguaje –nos dice Foucault- más bien he deseado construir la arquelogía de ese silencio”.

  La función del arqueólogo, opuesta a toda historia retrospectiva sobre el progreso de la razón, parece comenzar ignorando lo que es la locura y proponiéndose mostrar cómo esa “producción de identidad”, inherente a toda cultura, requiere expulsar del espacio común, todo aquello que no se somete a dicha identidad, todo aquello que es por lo mismo, designado negativamente: la diferencia, la incoherencia, la “sin razón”.

  “Vigilar y castigar” analiza otra forma de exclusión diferente de aquella que opera en nombre de la razón: aquí se trata de cuestionar el poder de castigar, de denunciar cómo la siquiatría cambia la práctica del castigo, pero lejos de mejorarla, sólo disfraza bajo aspectos “más humanos” el poder de coerción.

  Esta genealogía de sistemas carcelarios y represivos, nos permite ver cómo a través de “tecnologías” disciplinarias y coercitivas, el individuo se convierte en objeto de conocimiento. Con este curiosos proyecto de “encerrar para corregir”. M. Foucault caracterizaba a la sociedad disciplinaria. La disciplina (reunión del saber y del poder) asegura al poder, el control del individuo. Las relaciones de fuerza aparecen también en las relaciones de reproducción de la familia, en las relaciones sexuales, en las instituciones: pero sobre todo, la disciplina se interioriza, permitiendo la “normalización” sicológica de los individuos.

  La última parte de su obra la constituye la historia de la sexualidad. Esta vez. M. Foucault se propuso analizar las formas por las cuales el individuo se reconoce como sujeto tomando otro sendero teórico que él mismo definió como la “historia humana del deseo”

  En la introducción al último de sus libros “L’usage des plaisirs” (Vol. 2 de la historia de la sexualidad) M. Foucault confiesa que aquello que deseaba verdaderamente  hacer desde  largo tiempo, era centrar su esfuerzo en aclarar algunos elementos que le permitieran realizar una historia de la verdad. Una historia que no se preocuparía por lo que pueda haber de verdad en el conocimiento, sino que fuera una análisis de los “juegos de la verdad”, juegos de o verdadero y de lo falso, a través de los cuales el ser se constituye históricamente como experiencia, es decir, pudiendo y debiendo ser prensado.

 

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“¿A través de qué juegos de verdad el hombre se piensa en su propio ser cuando se percibe como loco, cuando se ve como enfermo, cuando se reconoce como ser vivo hablando y trabajando, cuando se juzga y se castiga como criminal?”.

 Siempre presente. M. Foucault nos sigue incitando a pensar lo impensable, a descubrir los aspectos más obscuros de la dominación social. Su desaparición deja, en efecto, un espacio vacío, un silencio pesado donde se adivinan las sombras de la tristeza y la emoción de aquellos que lo conocieron. Los hombres que manifiestan una tal vocación hacia la verdad son raros. M. Foucault, historiador de la verdad arqueólogo, fue uno de ellos.

SOBRE “EL NACIMIENTO DE LA CLINICA” DE FOUCAULT

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RELACIONES Y CRUCES ENTRE EL PENSAMIENTO DE CANGUILHEM Y FOUCAULT

La discusión sobre la autonomía y especificidad que justifique una epistemología de las ciencias de la salud, pasa necesariamente por la delimitación de su objeto de conocimiento, tradicionalmente estructurado en la forma de un constructo en particular: la enfermedad. (14) El análisis critico de ese concepto y de otras categorías como salud y normalidad, en contraposición al estado patológico, figuran en el debate filosófico que ayudan a determinar el dominio de la medicina que extensivamente originó la definición de diferentes objetos de conocimiento para el área de las ciencias de la salud.

Iniciar esta discusión a partir de los trabajos de Canguilhem (1) e Foucalt (2) parece adecuado, considerando la gran influencia de estos autores en el área. Se percibe que tales reflexiones, con abordajes distintos entre sí, son frecuentemente utilizados como referencias teóricas en los estudios y análisis de concepciones y de prácticas ligadas a los servicios de salud, las actividades profesionales y sus relaciones mediadas en la sociedad; así como la critica al modelo hegemónico de racionalidad biomédica. Al destacarse la relevancia del contexto histórico social de las concepciones políticas como determinantes en la génesis del desarrollo de las ideas científicas, estos autores deban un nuevo impulso y colaboran para el establecimiento de un enfoque contemporáneo de la epistemología, determinando las posibilidades y condiciones del conocimiento científico.

Canguilhem forma parte de la vertiente francesa de la epistemología, que encuentra en Bachelard uno de sus mayores exponentes, del cual sigue el procedimiento de investigación epistemológica a través de su reflexión histórica. Solo que la influencia metodológica de la filosofía de la ciencia está direccionada principalmente para el análisis de las cuestiones sobre el concepto, continuidad y discontinuidad y recurrencia en la historia de las ciencias. (15)

Al percibir la medicina más como "una técnica o un arte situado en la influencia de varias ciencias", que como ciencia propiamente dicha, Canguilhem identifica tanto a la clínica como a la terapéutica como característica fundamentales de la práctica médica, no obstante toda la racionalización científica incorporada a la misma. Esta característica demarca y atribuye hasta cierto punto un propósito para su campo de conocimiento y prácticas, "(...) esto es, una técnica de instauración y restauración de lo normal, que no puede ser enteramente reducida a simples conocimientos". (1) Para profundizar estas cuestiones Canguilhem desarrolla su argumentación explora dos series de cuestiones: el problema de la relación entre las ciencias y las técnicas; y el problema de las normas y de lo normal. Estas cuestiones estarán presentes a lo largo de su obra.

En su trabajo más conocido, Lo normal y lo patológico Canguilhem sustenta la argumentación de la ambigüedad en los equívocos, resultantes de la incapacidad de reconocer dentro de la práctica médica las diferencias entre las situaciones de hecho y valor. Esta dificultad comporta un tipo de error epistemológico significativo que alimenta ideológicamente los procedimientos técnicos, las intervenciones en la base de los conocimientos científicos de la medicina.

El autor desarrolla una argumentación a partir de la problematización sobre el establecimiento del concepto de normalidad y la naturaleza de su diferenciación en relación a la concepción del estado patológico. En el análisis de los conceptos sobre lo normal y lo patológico, Canguilhem examina críticamente la influencia de la tradición

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positivista de Augusto Comte una concepción que prevaleció en la medicina del siglo XIX, según el cual una condición patológica constituye una variación cuantitativa del estado de normalidad, que corresponde a la frecuencia media de fenómenos biológicos. Su proposición sugiere sea posible una aproximación de los conceptos de salud y enfermedad, recurriendo al concepto de normatividad.

Coelho y Almeida Filho (16) en la discusión del trabajo de Canguilhem sobre la normalidad y el concepto de lo patológico, resaltan la necesidad de investigación de orientación epistemológica que profundice en el concepto de salud. Estos autores refieren que para Canguilhem la salud representa una norma de vida superior en relación con la enfermedad e introducen el concepto de normatividad, entendida como la capacidad de instaurar nuevas normas en el proceso que consiste en la propia vida, y no un estado de conformidad ante las normas establecidas. (16) Tal normatividad es solo una de las dimensiones de la salud, en este sentido la enfermedad corresponde a la producción de nuevas normas de ajuste entre el organismo y el medio. En verdad, a diferencia entre lo que se concibe como salud y enfermedad constituye algo no muy preciso y sujeto a variaciones puesto que en la historia de un determinado individuo, lo que ahora significa una condición de normalidad, mañana puede caracterizarse como un estado patológico. Por tanto, la diferencia entre lo normal y lo patológico no está en el aspecto cuantitativo, sino en las características que atribuyen cualidades a una determinada condición.

"Un rasgo humano no sería normal por ser frecuente; más sería frecuente por ser normal, esto es, normativo en un determinado género de vida". (1)

Una de las implicaciones de esta propuesta consiste en una comprensión de que la enfermedad forma parte del proceso que corresponde al estado de salud, puesto que no habría cura sin enfermedad; es decir, un estado temporal de enfermedad es parte de la condición de salud de un individuo. Otra consecuencia con respecto a la diferenciación entre normalidad y salud. El concepto de lo normal no se opone a lo patológico. La normalidad es vista como una categoría amplia que engloba el concepto de salud y enfermedad, ya que ambas expresarían cierta norma de vida, una determinada lógica de organización vital.(1)

El resultado de esta reflexión modifica la forma de percibir la practica clínica, o de una forma más amplia, el proceso de atención de los pacientes, pues el diagnóstico estaría más dirigido a la necesidad de observación del enfermo ya que "La enfermedad no está en algún lugar del hombre. Ella esta en todo el hombre, dentro de él (...) La enfermedad no es solamente desequilibrio o desarmonía, es también, y tal vez, sobre todo, un esfuerzo de la naturaleza del hombre para obtener un nuevo equilibrio. La enfermedad es una reacción generalizada con la intención de curación. El organismo enferma para ser curado."(1)

La terapéutica o tratamiento es visto como un proceso de mediación con vistas a una condición de estabilidad representada por la cura. También en esta propuesta está la posibilidad de percibir la interdependencia entre diferentes niveles organizacionales de la vida que contribuyen para el establecimiento de una normatividad o de "planos de normatividad" que se articulan desde la perspectiva biológica hasta la esfera de las relaciones sociales. (16) En este aspecto se puede recurrir a la contribución de Foucault para el establecimiento de las relaciones de poder que permean históricamente varias actividades sociales, entre los que están los procesos de la atención de salud.

En ese escenario la obra de M. Foucault sigue en determinados aspectos algunas de las perspectivas de Canguilhem, principalmente la interpretación de que la historia no

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corresponde a una sucesión continua de acontecimientos o de hechos que instalan una teoría científica superior; más por lo contrario, ella es resultado del conjunto de las relaciones de continuidad y discontinuidad del que hace la mediación entre saber y poder. Portocarrero, al considerar la cuestión de la historia y de la filosofía de la ciencia, observa que Foucault no está interesado en el conocimiento científico, su filosofía no es con respecto a la ciencia propiamente dicha, sino a la formación del saber; no a su racionalidad, sino a las condiciones externas que la viabilizaban.(16)

Foucault aborda en sus trabajos la cuestión de las relaciones de poder y dominación en la articulación entre el saber y la práctica como condicionantes que tornan posibles su instauración y reproducción. Su perspectiva metodológica se caracteriza por una arqueología y genealogía histórica de los saberes en su relación con estructuras normativas y aparatos de poder.(17) Luego, Foucault direcciona sus investigaciones con el objetivo de rehacer y comprender los procesos de surgimiento y transformación del saber, por medio del análisis de las "prácticas discursivas", que constituyen normas de formación de los objetos, enunciados, conceptos y teorías. En este sentido, se entiende por práctica discursiva: "un conjunto de reglas anónimas, históricas, siempre determinadas en el tiempo y el espacio, que definen en una época dada y para una determinada área social, económica, geográfica o lingüística, las condiciones de ejercicio de la función enunciativa" (17)

Esto implica reconocer el carácter contextualizado, condicionado y condicionante del conocimiento.

En el Nacimiento de la Clínica, Foucault (2) analiza las condiciones históricas que posibilitaron la instalación del discurso médico por medio de la incorporación del conocimiento científico vigente en el siglo XIX. Al determinar "las condiciones de posibilidad de la experiencia médica", el autor presenta la clínica como una reorganización de conocimiento médico, de los métodos, del discurso sobre la concepción de salud; resultado de un desplazamiento epistemológico del objeto y de las relaciones de este como un cuerpo de conocimiento que constituye la base cognitiva y práctica de la llamada racionalidad médica. "La aparición de la clínica como hecho histórico, debe ser identificado como sistema de estas organizaciones. Esta nueva estructura se revela, más ciertamente no se agota en la sustitución a la pregunta "qué tiene usted", por donde comenzaba en el siglo XVIII el diálogo entre el médico y el paciente, con su gramática y su estilo propio, por esta otra que conocemos en el juego de la clínica que es el principio de todo discurso: ¿donde le duele?" (…)(2)

Para Luz, (ii) citada por Koifman,(18) ese desplazamiento, que culmina con el surgimiento de la medicina moderna, tiene sus orígenes a finales del siglo XV, extendiéndose hasta el inicio del siglo XXI.

De la lectura tanto de Lo normal y lo patológico, como en El Nacimiento de la Clínica, se percibe que hay concordancia, o por lo menos complementariedad, entre Canguilhem y Foucault en cuanto a las implicaciones de la institucionalización de la medicina moderna. Como actividades que operan una transformación de su saber, y de su práctica, de su discurso, en fin, de su racionalidad- fundamentada en la experimentación y la observación de estructuras y lesiones internas en el organismo- a la incorporación del discurso científico desplazó el centro de atención del enfermo hacia la enfermedad, de los síntomas para los signos objetivos, descifrados por el médico, al mismo tiempo que el paciente no tiene conciencia de estos fenómenos.

Ante este contexto, la definición de enfermedad pasa a depender cada vez más de las lesiones anatomo-fisiopatológicas, de la estimación de probabilidades y de

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comparación cualitativa de esas lesiones con lo que el discurso médico, o la racionalidad médica considera normal (aquí es entendida como lo que es frecuentemente esperado). De ese modo, la enfermedad pasa a ser entendida como el desvío de lo normal, y tiene su validez evidenciada por el diagnóstico de quien posee el conocimiento científico para confirmarlo, expropiándolo del sujeto que sufre o padece la enfermedad "el derecho a sentir aquello que relata".

Al discutir ese proceso de transformación del conocimiento médico, Lecourt (19) apoya su argumentación en Canguilhem para reconstruir históricamente el cambio de estatuto social, además del epistemológico de la medicina, en el cual la noción de salud y enfermedad, percibida a partir del paciente fue sustituida por la ideología científica de objetivación y naturalización de la enfermedad "(...)

Al lado del síntoma, aparece la interpretación que viene a acrecentar la señal segura que el médico podría hacer aparecer ante él mismo en ausencia de cualquier síntoma" (19)

Al compartir la posición defendida por Canguillen, con respecto a la relevancia de la subjetividad en el discurso de la práctica médica, el autor reconoce las diversas ventajas de la medicina científica y denuncia la pretendida objetividad de la practica médica en la caracterización de la salud y la enfermedad, como oposición entre lo normal y lo patológico, implicando una práctica de cuidado que acaba

"(...) escamoteando, sin que se perciba, la realidad humana del paciente, o sea, de un ser que habla, que goza y sufre; que porque así él piensa, hace evaluaciones sobre sus placeres y sus sufrimientos".(19)

Consideramos que las reflexiones propuestas por Canguillen y Foucault son relevantes para el desenvolvimiento de los factores que intervienen en las prácticas de cuidados de salud. Ellos auxilian, por ejemplo, en la comprensión de fenómenos como la medicalización social; en el papel que el discurso clínico puede desempeñar como refuerzo de los mecanismos de reducción de autonomía y control social.

El modo de ver naturalizado de la enfermedad, como objeto independiente del individuo, el hecho científico dado a priori se refleja en las matrices curriculares donde la formación comienza siempre por el reconocimiento de las partes, de las piezas anatómicas, las estructuras histológicas y organismos celulares. La enfermedad entendida como alteración anatomo-histológica, se profundiza en el desplazamiento epistemológico para otro nivel de determinismo, como si el cuerpo del individuo fuese apenas el resultado de prescripciones genéticas para el futuro médico o enfermero, el individuo es reducido a un campo quirúrgico, o farmacéutico, al que le corresponde un conjunto de estructuras, un complejo de receptores y mediadores químicos.

Este reduccionismo inculca un ver formativo para el cual el paciente acaba siendo un mero coadyuvante, o substrato para la manifestación del estado patológico. Siendo la enfermedad una entidad con existencia propia, prácticamente no hay variaciones, se manifiesta universalmente, se forma posible una descripción exacta que fundamenta el desarrollo de una taxonomía, de una clasificación. Con todo "Cuando clasificamos de patología a un mecanismo funcional aislado, esquematizamos aquello que le torna patológico en su relación de inserción en la totalidad indivisible de un comportamiento individual".(1)

La conciencia de estas cuestiones debería estar presente desde temprano, ya en la formación de los futuros profesionales de la salud, en la fundamentación y aplicación

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de propuestas curriculares más abiertas en la revisión, por lo menos de un abordaje de reconstrucción del objeto de conocimiento y de las relaciones para su apropiación.

Si por un lado la critica de la concepción hegemónica de la enfermedad implica el no reconocimiento como un constructo social, que desmitifica la idea de la objetividad y de la imparcialidad de la "racionalidad médica"; la interpretación de este constructo y de las relaciones que posibilitaran un enfoque critico y, por tanto, contrahegemónico en el área de la salud remite a la reconstrucción histórica de las ciencias de la salud en su articulación con los fenómenos social.

En este sentido, el trabajo epistemológico de Kuhn puede ser considerado un esfuerzo de reconstrucción de la racionalidad científica a partir de la historia de la ciencia; no con el objetivo de presentar argumentos de justificación de la misma, más en vez de esto, buscar entender aspectos psicológicos o sociales que constituyen el hacer científico. Con este enfoque que Kuhn (20) percibirá en el grupo de científicos una comunidad portadora de un conjunto de razones, de procedimientos y objetivos compartidos, lo mismo de forma tácita, para la realización de actividades científicas; o lo que le llamará el paradigma que está íntimamente asociado al concepto de la ciencia normal. (iii)

El elemento central de su teoría reposa en la explicación de la dinámica revolucionaria que caracteriza distintas fases de la ciencia o de una disciplina que busca anhelada cientificidad. A partir de esta perspectiva se distinguen dos fases: una denominada pre-científica y de otra relativa a la ciencia propiamente dicha, marcada por periodos de instauración y consolidación de tradiciones técnicas y metodológicas, reconocidas y compartidas por el grupo de científicos como capaces de resolver los problemas considerados como legítimos para el grupo. Tales periodos constituyen lo que Kuhn llama ciencia normal, portadora de un determinado paradigma.

El proceso de desarrollo científico ocurre a través del establecimiento de anomalías durante el periodo de ciencia normal, las que al persistir contribuyen para la instalación de una crisis paradigmática que, para ser resuelta, conduce a una ruptura al interior de la comunidad científica y al establecimiento de un nuevo paradigma, o sea, al ingreso de una nueva fase de ciencia normal.(20)

Fourez (21) interpreta el concepto de paradigma como un conjunto de reglas, estructuras y representaciones mentales producidas en determinada cultura que tiene el propósito de representar, clasificar, proceder el abordaje del mundo natural. Según esta interpretación, la medicina científica, sus bases conceptuales y sus prácticas- presenta las relaciones y determinaciones sociales de un paradigma, incluso en la organización y división del trabajo del equipo de salud.

El proceso histórico que marcó la reforma de la profesionalización de la enseñanza de la medicina en los Estados Unidos en 1910 apostó a la elaboración del informe de Flexner - a su impacto en la reestructuración de la formación de otras profesiones de la salud - que influyó sobre el discurso y la tradición científica dominante de su época.

Según Queiroz (22), aquel periodo marcó la consolidación de la hegemonía del paradigma mecanicista en la formación de la profesión médica con un grado de prestigio y poder sin competencia, que llegó a su auge con el desarrollo y comercialización de los antibióticos a partir del periodo que va entre 1930 de la postguerra. (22) La interpretación que identifica el desarrollo de la racionalidad médica con base a la autoridad del discurso científico, se complementa con la argumentación de un fenómeno externo, un movimiento dialéctico condicionante y condicionado que

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se presta a ejercer una función definida en los mecanismos de control ejercido en la sociedad capitalista, el cual se designa por medicalización social. (23)

Para Briani (24) la medicina, apoyada en un ideal de la ciencia, en la existencia de una racionalidad determinada históricamente "(...) trasmitida a la enseñanza por intermedio del currículo escrito y el currículo oculto; por códigos de conducta; por las representaciones sociales de las profesiones liberales o por la formación de la identidad médica. (...)", configura un "paradigma médico", "aunque la medicina sea entendida no como ciencia, más como una aplicación de otras ciencias". Para aquella autora, el proceso de reproducción de esa racionalidad se mantiene prácticamente inalterado y guarda estrecha relación con el desarrollo científico en el área biomédica a lo largo del siglo XX, constituyendo un substrato que acaba por reforzar la creencia del referido paradigma.(24)

Aunque la misma autora utiliza la concepción de "paradigma médico social de la era moderna", para caracterizar un discurso fundamentado en la sólida formación científica, con tendencia creciente a la especialización y la incorporación de tecnología, compartido por la comunidad científica que constituye la medicina. Esta comunidad estaría constituida por los médicos, pero también por los sujetos del proceso formativo, profesores y estudiantes de la medicina, hasta por la propia sociedad beneficiada por los servicios médicos. La argumentación de Briani (24) es que tal paradigma ejerce gran influencia en la estructuración del conocimiento médico.

Guedes y colaboradores (25), en el artículo que procura situar los fenómenos subjetivos en el proceso de enfermar, recurren a una categoría para complementar al referencial kuhniano de "la tendencia a la persistencia en los sistemas de ideas". "A pesar de que Foucault demarcó una ruptura a finales del siglo XVIII, el momento en que se da el tránsito de una medicina clasificatoria a la antomoclíinica, la medicina occidental moderna, no dejó de ser eminentemente clasificatoria no tanto como lo era en los siglos 16 y 17, cuando la taxonomía era basada en el modelo de la botánica, pero si anclada en la anatomía patológica: identificar la lesión y encuadrarle en las posibles categorías nosológicas." (25)

En su análisis representan una característica del discurso de la práctica médica que acaba aproximándose a una elaboración teórica anterior a Kuhn: la concepción de que los valores y el conocimiento científico presentan una dinámica de transformación, instauración y extensión al interior de grupos constituidos por científicos y otros autores sociales que será discutido en lo adelante.

La contribución de la epistemología de Ludwik Fleck.

Ludwik Fleck fue un médico y epistemólogo polaco que desarrolló, entre las décadas de 1920 y 1930, una forma de abordar el problema del conocimiento por medio de la epistemología comparativa, como producto de un proceso colectivo y por tanto, de carácter histórico-social, impregnado por determinaciones de orden metafísico y psicológico. El abordaje propuesto en Entstehung und Entwicklung einer wissenschaftlichen Tatsache (gênesis y desarrolló de un hecho científico), permite comprender a génesis y difusión del conocimiento científico. (12) Ileana Löwy sitúa el pensamiento de Fleck en una posición intermedia entre Kuhn y Foucault en este aspecto el se aproxima a Canguilhem al considerar las particularidades del conocimiento médico irreducible a otras formas de conocimiento.(26)

Para mostrar como los hechos son construidos sociológicamente, él analizó el concepto de sífilis, situando históricamente la idea de esa enfermedad en los finales del siglo XV

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más o menos indiferenciada con un conjunto de enfermedad que hoy conocemos como gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual. La reconstrucción histórica de la sífilis identifica como la enfermedad recibe diferentes significados antes de llegar al contexto que posibilitara una definición basada en la reacción de Wassermann. (12)

Fleck desarrolló su reflexión epistemológica, por un lado influenciado por la Escuela Polaca de Filosofía de la medicina, (27) un grupo de profesores médicos que se ocuparon en discutir sobre la práctica de la medicina en el contexto de las fuertes contradicciones de la sociedad polaca de inicios del siglo XX; y por otro, por su experiencia profesional, basada en la práctica y en el trabajo de investigación científica en el área de la bacteriología, siendo incluso considerado uno de los precursores de la inmunología.(iv)

La ideas de este médico-filósofo, por mucho tiempo ignoradas fueron redescubiertas por Thomas Kuhn (que en la introducción de la Estructura de las Revoluciones Científicas, reconoció la influencia de las ideas de Fleck en su obra) (28). La epistemología de Fleck constituye un referente bastante útil, tanto para la reflexión y la investigación sobre el conocimiento de las ciencias duras y blandas, como también contempla otros campos de aplicación del conocimiento, inclusive en los colectivos que corresponden al ciudadano común, al usuario de los productos y procesos obtenidos por la ciencia y la tecnología, por ejemplo, los pacientes beneficiarios de los cuidados ofrecidos por los profesionales de la salud.

La principal elaboración teórica de Fleck constituyó la base para la teoría de la sociología del conocimiento y consiste en la interpretación de que los "hechos científicos" son construidos por comunidades de investigadores, que el mismo denominó "colectivos de pensamiento", responsables de la divulgación de un "estilo de pensamiento"; comprendido y constituido por un conjunto de normas, saber y prácticas que son compartidas por los individuos del colectivo de pensamiento. El autor además propone que el establecimiento de las relaciones entre los sujetos (individual y colectivo) del objeto de conocimiento no se da de forma bilateral; sino que es mediada histórica y culturalmente por el colectivo de pensamiento, portador de un estilo, que sirve forma especial de ver el mundo, una especie de filtro de observación que el sujeto tiene de esa realidad.(12)

El concepto de colectivo de pensamiento es definido y representado por Fleck como (…) una comunidad de personas intercambiando ideas mutuamente y manteniendo intercambio intelectual, también veremos por implicación que esta provee un "soporte" especial para el desarrollo histórico de cualquier campo de pensamiento, visto como el nivel de cultura y conocimiento dados". (12)

Es en este colectivo de pensamiento el que desempeñará en el investigador una leve coerción del pensamiento que le impone, en la mayoría de las veces, de ver, pensar y actuar de una forma diferente a la consensuada colectivamente, hegemónica y compartida en el interior de un colectivo de pensamiento. (…) una constricción definida de pensamiento, es más; (…) una totalidad de preparación y disponibilidad intelectual para una forma particular de ver y actuar en vez de cualquier otra. (12)

La adhesión a un determinado estilo de pensamiento en este caso corresponde a una necesidad socialmente impuesta al investigador, condición para que el mismo sea aceptado; este es un factor de socialización, de inclusión y de visibilidad (y credibilidad) de un determinado colectivo de pensamiento.

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El estilo de pensamiento (EP) no es concebido como algo estático. Para Fleck el proceso de génesis del conocimiento, de un determinado EP, constituye algo dinámico, tiene movimiento, se instaura, extiende, vivencia en un periodo de aceptación entre los individuos de un colectivo de pensamiento (CP); sin embargo, cuando surgen complicaciones, cuestiones o problemas que el EP no consigue responder de forma satisfactoria, se instalan las condiciones que posibilitan su transformación y emergencia de un nuevo estilo de pensamiento. Durante este proceso el EP/CP producen sus propios mecanismos de regulación, estableciendo un conjunto de ideas eficaces y suficientes para mantener la "armonía de las ilusiones" con respecto al conocimiento adscripto al EP, ignorando las situaciones o problemas que no encajan con el EP establecido, o que promueve de forma bien sutil la coerción de pensamiento en el interior del colectivo de pensamiento.

Al realizar la lectura de la obra principal de Fleck, es posible identificar las significaciones de las categorías que nos auxilian a comprender y a conceptualizar mejor qué es un estilo de pensamiento. Así es que el EP puede ser comprendido como memoria social, un modo de ver las cosas, su carácter psico-social e histórico, una forma de concebir los problemas, un sistema determinado de creencias, un cuerpo de conocimientos; que presenta una tendencia hacia la persistencia de la tradición, una estructura orgánica con elementos teóricos y prácticos que se relacionan; algo que moldea la formación; un complejo proceso de formación intelectual que posibilita la adquisición de las facultades físicas y psíquicas, una estructura formal e independiente, como resultado, la confluencia de líneas de pensamiento. El EP en esa perspectiva es visto como un sistema estructural que resiste tenazmente a todo aquello que lo contradiga; una concepción dominante o vigente que ayuda a la consolidación de lo que Fleck apunta como "armonía de las ilusiones", determinada psico/socio/históricamente que es orientadora de un modo de ver la realidad.

Cutolo (28) reúne y sintetiza las categorías que presentan la significación del EP en cinco grandes grupos:

"1. Modo de ver, entender y concebir; 2. Su carácter de proceso, dinámico, sujeto a mecanismos de regulación; 3. Determinado psico/socio/histórico y culturalmente; 4. Que lleva un cuerpo de conocimientos y prácticas; 5. Compartido por un colectivo con formación específica" (28)

Al destacar la mediación que el estilo de pensamiento realiza sobre la producción de conocimiento en su determinación socio-histórico-cultural, Fleck acredita que el conocer representa la actividad más su condicionamiento, por lo que el conocimineto es una creación social por excelencia".(12)

En la fundamentación y construcción de su teoría epistemológica, Fleck describe una concepción para lo que más tarde Kuhn denominara Inconmensurabilidad. Son inconmensurables, los hechos científicos contextualizados y situados históricamente, emergen y sufren transformaciones como resultado de relaciones de continuidad y discontinuidad, de persistencia y transformación de un EP, lo que caracteriza una oportunidad de innovación científica y de establecimiento de una forma de representación social del conocimiento.

Las concepciones implícitas en la reflexión epistemológica de Fleck conducen a una interpretación de la enfermedad no como un estado o categoría aislada. Acerca de la complejidad de la definición de enfermedad, él reconoce la interacción de factores externos históricos (como la formación de los profesionales, la estructura y organización de la actividad, aspectos culturales, etc) y factores intrínsecos no

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históricos (por ejemplo, mecanismos bioquímicos, biología de un agente etiológico), representados por las conexiones activas y pasivas que determinan la forma de conocer una manifestación patológica. (12, 26) La complejidad del evento mórbido y la condicionalidad histórico-social del conocimiento utilizado en su descripción y comprensión, resultan en la imposibilidad de establecerse una separación entre la salud y la enfermedad. Las prácticas del cuidado desde esta perspectiva consideran el fenómeno como proceso dialéctico en constante cambio, y reconoce los factores políticos, ideológicos, culturales, económicos y sociales condicionantes de su significado para el paciente y para los profesionales de la salud.

CONCLUSIONES

Este artículo procura presentar y discutir algunas categorías consideradas importantes para una reflexión epistemológica de la racionalidad biomédica, como el concepto de salud y enfermedad, como constructos subyacentes en los procesos de intervención en salud. En el plano ideológico y político el establecimiento de prácticas asistenciales, la delimitación de competencias entre las profesiones, la institucionalización de los procesos de formación, hasta la formulación de políticas y acciones del Estado en el sector, han sido justificadas junto a la opinión pública por su pretendida autoridad, naturaleza y neutralidad como la "medicina científica".

Ante los desafíos que está la humanidad compelida a enfrentar en este inicio de siglo, hay evidencias que apuntan a la fragilidad de la supuesta neutralidad científica; el enfoque histórico y sociológico del conocimineto y de los procedimientos utilizados por las prácticas médicas posibilita al menos el reconocimiento de la complejidad en el área de la salud. La relevancia se justifica a nuestro modo de ver, por la necesidad de investigar y comprender el proceso de socialización y la dinámica de institucionalización de las prácticas de salud identificadas con un modelo hegemónico excesivamente centrado en el aparato tecnológico.

En un contexto del cuestionamiento del costo humano y económico de esta opción para la sociedad del modo de apropiación de esas tecnologías; la construcción permanente de modelos sanitarios fundamentados en la integralidad de las acciones y la eliminación de inequidades, exigen una profunda reflexión en la dimensión ontológica, epistemológica y ética, del objeto de conocimiento y de las practicas asistenciales de la salud.

Agradecimentos: Ao Prof. Dr. Arden Zylbersztajn, Prof. Dr. Luiz Roberto Agea Cutolo e Profa. Dra. Nadir Ferrari pelas discussões e comentários sobre o texto.

 

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NOTAS

(i) Entendida aquí como un proceso intelectual de abordaje, una forma específica de representación del mundo, desarrollada en el contexto histórico de las sociedades occidentales que representa una lógica interna de construcción y organización de conocimientos, condicionada por factores externos, sociales, políticos, ideológicos y económicos.

(ii) Luz, M. T. Natural, racional, social; razón médica y racionalidad científica moderna. Rio de Janeiro: Campos, 1988.

(iii) Para Kuhn, el termino ciencia normal está relacionado a la concepción de paradigma que significa investigación basada en realizaciones científicas que son reconocidas como fundamentales por la comunidad de científicos, constituyendo los fundamentos de las prácticas científicas compartidas, capaces de formular los problemas y los procedimientos que atraen las atención del grupo de científicos de generaciones posteriores. (20)

(iv) Para comprender el contexto del pensamento epistemológico de Fleck ver DELIZOICOV, D.; CASTILHO, N.; CUTOLO, L.R.A.; Da ROS, M.A.; CORREA-LIMA, A.M. Sociogenese do conhecimento e pesquisa em ensino: contribuições a partir do

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referencial fleckiano. Caderno Brasileiro de Ensino de Física, v. 19, n. especial, p. 52 - 59, junho, 2002.

 

 

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