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    Miradas antropolgicas de la ciudad:desafos y nuevos problemas

    Mnica Lacarrieu,* Mara Carman **y Mara Florencia Girola***

    Por qu a ms de un siglo de la institucionalizacin de nuestra discipli-na, los que hemos decidido abocarnos a los estudios antropolgicos urbanosdebemos continuar bajo sospecha? La razn que suele esgrimirse alude alaparente origen disciplinario, cuando la antropologa se reparti las aldeasnativas en proceso de colonizacin y la sociologa se afinc en las metrpolisoccidentales. Ese pecado de origen ha permeado el desplazamiento que,siguiendo a Hannerz (1986), ms por factores externos que internos a la dis-ciplina,1 el antroplogo ha realizado hacia mediados del siglo XX y llega hasta

    el da de hoy con una pregunta insistente: qu es lo que diferencia al quehacerdel antroplogo en la ciudad con relacin al que desarrolla el socilogo en elmismo contexto? A esta altura, y en coincidencia con diversos especialistasde lo urbano, consideramos que las ciudades del presente son un problemasocialmente producido dentro y mediante un trabajo colectivo de construc-cin de la realidad social (Bourdieu y Wacquant, 1995: 178-9), un problemasocial legitimado no slo en el campo acadmico, sino tambin en los medios,

    el mbito poltico y la sociedad en su conjunto que, como tal, debera excederla clsica rivalidad que ha enfrentado antropologa a sociologa, porque lo

    * Doctora en Ciencias Antropolgicas. Facultad de Filosofa y Letras. UBA. Investigadora Indepen-diente del CONICET. Docente del Departamento de Ciencias Antropolgicas, Facultad de Filosofa yLetras, UBA. Docente de la Carrera de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Direccinelectrnica: [email protected]** Doctora en Ciencias Antropolgicas. Investigadora Adjunta del CONICET. Docente de la Carrera deTrabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Direccin electrnica: [email protected]

    *** Doctora en Ciencias Antropolgicas. Investigadora Asistente del CONICET. Docente del Departa-mento de Ciencias Antropolgicas, Facultad de Filosofa y Letras, UBA. Docente de la Carrera de TrabajoSocial, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Direccin electrnica: [email protected]

    Cuadernos de Antropologa Social N 30, pp. 716, 2009 FFyL UBA ISSN: 0327-3776

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    que ocurre en las ciudades no puede ser estudiado por una nica disciplina;el asunto se plantea en torno a la naturaleza y pertinencia del conocimientoantropolgico urbano.

    Como fuera sealado por De la Pradelle (2000), ningn antroplogoque investiga cuestiones indgenas o problemticas rurales parece tener queexplicar de qu se trata su quehacer y si es pertinente o no en el contexto denuestra disciplina. Sin embargo, en esta ausencia de pertinencia y/o legitimidadatribuida a la ciudad como problema antropolgico, hay mucho de origenconstruido por relacin a las problemticas de inters para los primeros antro-plogos en buena medida resultado del campo cientfico, aunque tambindel mbito gubernamental asociado a los pases colonizadores, pero sobre

    todo hay mucho ms de escasa atencin a la perspectiva desde la cual se cons-truye la mirada antropolgica. Acordamos con Ral Nieto (1993) en que laantropologa de aquella poca estuvo marcada por cierto urbano-centrismo,pues la mirada antropolgica se constituy en el contexto de las sociedadeseuropeas industriales y en las instituciones a las que pertenecan los primerosinvestigadores como lo plantea Imilan (2007: 23), nacida al calor de la au-torreflexividad de Occidente, del mismo modo que las otras ciencias sociales,rpidamente parece alejarse del centro del mundo. Sin embargo, este aspec-to, nada menor, slo contribuy a los fines de producir la otredad en el estarall, completamente escindido del estar aqu (Geertz, 1989), lugar negadoe invisibilizado en la produccin terica y emprica antropolgica. As comofuera devaluado este lugar desde el cual partan y se desplazaban y al cual conposterioridad llegaban los antroplogos, del mismo modo, fueron relegadoslos dilogos terico/empricos que fluidamente se desarrollaron entre algunossocilogos de Chicago (como L. Wirth) y el antroplogo conocido por la im-

    postacin terica de la sociedad folk, nos referimos a Robert Redfield (1978),quien elabor el tipo ideal asociado al mbito rural desde ese dilogo con loscientistas dedicados a la ciudad moderna/industrial. Las mltiples negacionesllevaron a instituir un punto cero para la antropologa urbana vinculado a lasmigraciones del campo-ciudad y a los procesos de descolonizacin. Ese puntode partida instituy, pero no legitim, como hemos sealado al comienzode este texto. Y una de las observaciones ms frecuentes es que, a pesar delmovimiento que llev desde las sociedades simples (las que, sin embargo,

    no fueron abandonadas) hacia las sociedades complejas, los antroplogospersistieron, hasta con cierta obstinacin, en la tradicin de la disciplina:

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    es decir, en la bsqueda de comunidades, subculturas, sociedades pequeasy autocontenidas desde las cuales no slo fuera posible encuadrar un otroextrao y aparentemente distante, sino tambin fuera probable la delimitacin

    de un campo etnografiable segn la idea de totalidad y siguiendo los preceptosdel trabajo de campo malinowskiano.El segundo interrogante que, en consecuencia, nos ha perseguido hasta el

    presente es cules son los objetos/sujetos etnografiables en el contexto urbano?,qu compete a la ciudad de los antroplogos (De la Pradelle, 2000) y a losantroplogos de las ciudades (Lacarrieu, 2007)? Con el peso de la tradicin(De la Pradelle, 2000) los estudios antropolgicos urbanos se construyeronentre el rastreo y la delimitacin de comunidades, subculturas o pequeos

    enclaves en los que se fantase, y an hoy en ocasiones se imagina, es posibleencontrar grupos relativamente estables, homogneos, en situacin de co-residencia y caracterizados por relaciones autnticas. Como han sealado losdiferentes autores, esto llev a generar un mosaico de fragmentos, destacadosy sobrepuestos al fondo de una ciudad-decorado e inerte (De la Pradelle, 2000).Estepatchwordfacilit el traslado del ejercicio etnogrfico, al mismo tiempoen que colabor al menos en dos cuestiones: 1) la expansin antropolgica pordiferentes territorios y grupos sociales habitantes de la ciudad (desde jveneshasta migrantes, desde artesanos hasta enfermos en hospitales, desde asenta-mientos hasta barrios); y 2) la contribucin antropolgica a la invencin dela villa, la favela, el asentamiento y del sujeto villero y/o favelado. La bsquedade un otro, ahora prximo, o sea asentado en casa y la focalizacin en unasuerte de aldea urbana, supuso por mucho tiempo que todo lo que sucedieraen la ciudad era pasible de convertirse en objeto de la antropologa urbana.Como ha dicho Hannerz (1986: 13-16), la ciudad se convirti en escenario

    la ciudad sin cuerpo y sin cuerpos (Pillai, 1999), por ende la etnicidady la pobreza, por ejemplo, pueden presentarse en la ciudad, pero no son pordefinicin fenmenos tpicos de la ciudad, es decir que hemos estado condi-cionados por la confrontacin de la mente antropolgica con las realidadesurbanas. Este asunto refiere al primer punto mencionado ms arriba, cuestinque redund en el dilema acerca de si hacer antropologa en la ciudad oantropologa dela ciudad. Al parecer la idea de la ciudad como trasfondo deuna realidad antropolgica flexible y extensible a todo lo que en ella ocurre,

    se ha transformado; y es por ello que este nmero se defini como un espaciode discusin acerca de la antropologa de las ciudades. El cambio permiti

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    asumir que hay problemas que son necesariamente urbanos y otros que no loson, pero con la necesaria condicin de que no hay una nica ciudad, o unasingular forma de hacer ciudad, sino diferentes ciudades resultado de diferentes

    formas de apropiarse que llevan adelante los sujetos y grupos sociales.Acotar lo antropolgicamente urbano a una serie de problemas consi-derados constitutivos de la ciudad, delimit temas y los mismos fueron condi-cionados, segn el segundo punto sealado, por territorialidades paradigmticasde la pobreza urbana (villas, complejos de viviendas populares, barrios pobres),desde las cuales se condicion la invencin del otro. Desde esta perspectiva,la mirada antropolgica persisti en su tradicin ligada a la aldea, el otrolegtimamente devaluado en trminos de nativo y el trabajo de campo,

    mientras los estudios urbanos a ser investigados por nuestra disciplina acabaroncentrados en entornos y grupos ligados a la denominada pobreza urbana.2

    El N 10 de esta revista, dedicado al campo de la antropologa urbana, es unbuen ejemplo en este sentido: la mayora de los artculos focalizaron en ba-rrios pobres, barrios de inmigrantes, asentamientos populares, casas tomadas,viviendas de inters social, entre otros. Este asunto a pesar de que muchosespecialistas han discutido este condicionamiento persiste incluso en las repre-sentaciones acadmicas actuales. Cuando comenzamos a preparar este nmero,redefinido desde el primer ttulo alusivo a la antropologa de las ciudades,algunos artculos fueron catalogados como no pertinentes para este campode la disciplina: un texto sobre msica y ciudad podra, de acuerdo con estecriterio, ser desestimado por encuadrar el problema en el gnero musical, ya seaconsiderando su pertinencia dentro del campo del arte o bien de las industriasculturales, en sntesis, relegando la produccin urbana de la expresin musicaly su lugar dentro de la conformacin de los sujetos involucrados. Es probable

    que el texto de Carlos Fortuna sobre la ciudad de los sonidos o bien el deMara Ana Portal sobre la sacralizacin del espacio pblico, puedan dar cuentade que los objetos y sujetos etnografiables trascienden la aldea villera o elotro pobre en el marco de la ciudad.

    Parafraseando a Nstor Garca Canclini en el prlogo al libroAntropologaUrbana de Amalia Signorelli (1999), este nmero de Cuadernos de Antropo-loga Social pretende repensar nuestras ciudades, y agregaramos revisitar losestudios antropolgicos dedicados al mundo urbano. Repensar lo urbano desde

    una mirada antropolgica implica desafiar y flexibilizar los lmites del adentro(la villa o la vivienda) a fin de desencajar el afuera reflejo de ese adentro, o

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    bien de desnaturalizar las fronteras que dividieron taxativamente el mundo delo privado del pblico, la casa de la calle, la villa del barrio, entre otros. Estedesencaje desafa el potencial de la mirada antropolgica puesta a observar lo

    urbano, toda vez que, al decir de Antonio Arantes (1984), encontramos queestas construcciones espaciales se ven excedidas por zonas transicionales yliminares, lugares en torno a los cuales nuestro trabajo debe focalizar en larevelacin de la lgica implcita que siguen los actores (De la Pradelle, 2000).

    En este sentido, este nmero introduce algunas nuevas cuestiones que,no slo permiten revalorizar el estudio de lo urbano, sino volverlo pertinenteen relacin con nuevos problemas, sujetos, grupos sociales y lugares. Por unlado, trascendiendo los enclaves de la pobreza o los fragmentos en que se

    especula se construyen emprica y tericamente las ciudades contemporneas.Por el otro, excediendo espacios y sujetos de la relegacin social, y colocandoen tensin la produccin y reproduccin de lo social y de lo cultural losprocesos de negociacin y/o disputa que se producen, conducen y reorientanconsiderando no slo las polticas pblicas ligadas a la ciudad como un espaciosolo planificado por los expertos, sino adems los sujetos y grupos sociales quegeneran espacios practicados en base a apropiaciones conflictivas y/o consen-suadas. Dos textos de este dossier dan cuenta de este desafo. El artculo deSetha Low nos plantea revisitar antropolgicamente las ciudades, con la miradapuesta en los espacios pblicos urbanos, pensando los mismos en el sentidodado por De Certeau (1996), como espacios practicados por los sujetos noslo residentes que se apropian y desde all ponen en discusin el espaciopreconcebido desde la planificacin. El trabajo de Mara Ana Portal consigueponer en escena el atravesamiento de problemas que hacen a la produccinde los espacios pblicos: las nuevas apropiaciones que los sujetos individuales

    y colectivos hacen de los mismos con recursos que provienen de las creenciasreligiosas, con las cuales no slo inscriben huellas sobre el espacio, sino tam-bin disputan un nuevo lugar de reconocimiento ciudadano. En una lgicasimilar, el texto escrito por Alejandro Frigerio y Eva Lamborghini, analiza ellugar disputado por los grupos de afrodescendientes en los espacios pblicosdel casco histrico de nuestra ciudad, mediante la prctica de las llamadas detambores. Tanto en el caso de Portal como en el de los ltimos autores, en otrostiempos hubieran sido escritos desechados para un dossier ligado a la antropo-

    loga de las ciudades, y ubicados en campos ligados a la religiosidad popular,a la cultura popular o a la cuestin de la etnicidad, pero en cualquier caso se

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    hubiera desestimado el atravesamiento necesario que se observa con relacina la produccin, reproduccin y transformacin de lo urbano a partir de lasapropiaciones conflictivas que los sujetos diversos ponen en juego.

    Este nmero es un espacio de reflexin sobre las ciudades contempor-neas. Pero no sobre las ciudades como entidades abstractas o racionales, sinovisualizables en su conformacin a partir de procesos polticos, histricos,sociales, culturales y de apropiaciones conflictivas desplegadas en la esfera p-blica por sujetos y grupos diversos. Luego de ms de 11 aos en que apareciel nmero 10 de esta publicacin, ste es un nuevo intento por reapropiarnosde una mirada antropolgica de lo urbano, con perspectivas diferentes que, asu vez, desafan la tradicin antropolgica. Unos breves comentarios sobre

    los diferentes trabajos incluidos en este dossier, contribuirn en avanzar sobrelos desafos planteados y en exponer los problemas que hoy deben ser tratadosen el campo de los estudios antropolgicos de lo urbano.

    El artculo de Setha Low que abre este nmero presenta una interesantereflexin sobre los procesos de renovacin que afectan a los espacios pblicosde las metrpolis latinoamericanas. Focalizando la mirada en la ciudad de San

    Jos de Costa Rica, la autora reconstruye los conflictos generados en torno alrediseo del Parque Centraly la Plaza de la Cultura, dos mbitos centrales yemblemticos de la capital costarricense. El estudio realizado pone de relieveque, con frecuencia, en las transformaciones promovidas en nombre de larecuperacin de un espacio pblico abierto a todos subyacen objetivos pol-tico-econmicos concretos y altamente restrictivos tales como: la atraccin deinversiones extranjeras y la valorizacin inmueble, la difusin de los ideales deurbanidad/civilidad de la clase media y la expulsin de los sectores populares.En este sentido, Low subraya el carcterideolgico yno neutralde las interven-

    ciones urbanas: Los espacios pblicos urbanos que son presentados por losplanificadores y administradores como diseados para el bien comn, son enverdad diseados para promover actividades que excluyen a ciertas personas ybenefician a otras.

    En el original trabajo de Carlos Fortuna, comparece una reflexin sobrelos paisajes sonoros de las ciudades. Si bien existe una tradicin de estudios sobrelas imgenes de la ciudad que se remonta a Kevin Lynch, las ciencias socialeshan tendido a marginalizar, por el contrario, la sonoridad como ingrediente

    cultural de pertinencia social. Si el mirar fue convertido en protocolo meto-dolgico privilegiado de la investigacin social, el autor procura restituir aqu

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    ciertageografa de los sonidos. Fortuna parte de la hiptesis de que los paisajessonoros modernos, ms concretamente los de las grandes ciudades, sugierenun estado mental condicionado de forma permanente por el sonido ambiente

    socialmente vivido. Y el desciframiento de tal paisaje sonoro, cualquiera sea elgrado de su resolucin acstica, se traduce siempre en un acto de atribucinde sentido por parte del habitante de la ciudad.

    El artculo de Mara Ana Portal nos traslada a la ciudad de Mxico conel objetivo de analizar una forma peculiar de apropiacin y significacin delespacio pblico que consiste en la instalacin, por parte de los habitantesmetropolitanos, tanto de altares para vrgenes y santos como de cruces pararecordar a sus muertos. Qu significan estos lugares?, por qu se marcan de

    esa manera?, qu creencias articulan y qu narrativas se construyen en tornoa ellos?, se pregunta la autora. La respuesta a estos interrogantes se convierte,simultneamente, en una revisin terica del concepto de espacio pblico yen una sugestiva reflexin sobre la inscripcin de la religiosidad popular en elpaisaje urbano. As, la autora reconstruye minuciosamente aquellas estrategiasde apropiacin individuales y colectivas que se traducen en una sacralizacinsimblica del espacio pblico y que, mediante la instauracin de conos religiosos,procuran generar lugares de sentido y memoria en una ciudad percibida comocatica, annima e insegura. En consonancia con los planteos de Setha Low,el anlisis de Portal resalta, asimismo, que el espacio pblico es ante todo unmbito de tensiones y negociaciones sociales, de usos conflictivos y contradic-torios que lo redefinen constantemente.

    El trabajo de Juan Manuel Ramrez Siz y Patricia Safa Barraza reflexionasobre ciertos rasgos que poseen las reas metropolitanas de tres importantesciudades mexicanas Mxico DF, Guadalajara y Monterrey. Combinando

    la revisin bibliogrfica con los resultados obtenidos a lo largo de distintosproyectos de investigacin, los autores exploran los significados de cinco ten-dencias urbanas sumamente significativas: la multiculturalidad, la inequidad,lafragmentacin socioespacial, la inseguridady la confrontacin de distintos pro-

    yectos urbanos. La consideracin profunda de estos trminos con sus alcancesy ambigedades representa un ejercicio de reflexin que no slo se refiere acontextos locales especficos, sino que tambin ilumina las principales dinmicasque caracterizan a las grandes ciudades contemporneas.

    En el trabajo de Alejandro Frigerio y Eva Lamborghini encontramostambin una notable aproximacin a las prcticas culturales populares, en este

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    caso vinculada a la apropiacin de espacios pblicos y la generacin de nuevasrepresentaciones. Los autores analizan la expansin espacial del candombede origen uruguayo en la ciudad de Buenos Aires, lo cual discute la imagen

    dominante de dicha ciudad como blanca, moderna y europea. Si esa imagendominante prescribe qu grupos tnicos y cules manifestaciones culturalespueden exhibirse en la ciudad, los candomberos ciertamente desafan dichoorden y proponen un imaginario urbano alternativo, lo cual nos remite nue-vamente a las preocupaciones de Segura acerca de la ciudad como un espaciode representacin.

    Por su parte, el artculo de Hitor Frgoli Jr. y Jessica Sklair exploralos alcances del concepto de gentrification en relacin con las mudanzas y

    permanencias sociales de un barrio del rea central de San Pablo. Una de laspreocupaciones centrales de este trabajo consiste en remarcar las realidadessocioculturales especficas de nuestras ciudades latinoamericanas en las que seencarnan los procesos de gentrification, significativamente distintas del contextoeuropeo. En el caso abordado del barrio Luz de San Pablo, los nuevos usosestilizados de consumo y placer no reemplazan las distintas ocupaciones delespacio pblico por parte de sectores populares. Una de las conclusiones msinteresantes de esta etnografa paulista es que las intervenciones de rehabilitacinurbana emprendidas por el Estado en un barrio degradado de la ciudad nosuponen a prioriprocesos de discriminacin contra poblaciones de baja renta.

    Por su parte, Mara Leticia Mazzucchi Ferreira y Roberto Heiden abordanlas iniciativas de carcter patrimonial que han sido promovidas por el gobiernomunicipal de la ciudad brasilea de So Loureno, con la doble intencin derevalorizar la identidad local y dinamizar la economa del lugar. Como biendemuestran los autores, la implementacin de polticas pblicas de patrimonio

    supone una invencin de latradicin que, en el caso examinado, se tradujo en unrescate del pasado pomerano de la localidad antes menospreciado. El artculoanaliza los efectos que acciones patrimoniales tales como la exaltacin de lospioneros y la reconstruccin de las races europeas originales generan entre loshabitantes de So Loureno, poniendo asimismo de relieve la dimensin pol-tica que asume todo proceso de recuperacin y gerenciamiento de la memoria.

    El trabajo de Hernn Morel muestra, por su parte, de qu modo la ac-tivacin patrimonial del tango en el marco de las polticas oficiales procura el

    desarrollo estratgico de una economa condicionada por el turismo internacio-nal. En este sentido, las construcciones de autenticidaddel tango procuran tanto

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    exacerbar la visibilidad de este gnero urbano, como asociarlo a una identidadprimordialde la ciudad, espectacularizando determinados rasgos genuinos dela cultura. Si, para el caso de la autenticidad del tango en Buenos Aires, una

    cierta imagen citadina se constituye como legtima en detrimento de otras, algosimilar puede ser sealado en torno al caso de la ciudad de La Plata analizadopor Segura. Ramiro Segura se interroga sobre cmo logra estabilizarse la imagenpblica de una ciudad. A travs de qu operaciones simblicas, a travs dequ complejas mediaciones se cristaliza la imagen dominante de una ciudad?

    NOTAS

    1 O en palabras de Imilan (2007: 24), la ciudad aparece como el reducto final al queterminan arribando los antroplogos en un mundo en que sus aldeas se han vaciado [bajo]el influjo del proceso urbanizador La presencia en la ciudad sera consecuencia de haberseguido los pasos de sus nativos. De all, que los antroplogos en la ciudad [parecenestar desubicados o] en el lugar equivocado.2 En diferentes contextos histricos de las ciencias sociales, la nocin de pobreza urba-na fue reemplazada por marginalidad urbana y, ms recientemente, la denominacinse extendi a los sujetos clasificados segn ndices de pobreza urbana, rotulados como

    sectores populares urbanos.

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