Monografia de Rosas....

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Departamento de Historia Facultad de Humanidades UNIVERSIDAD NACIONAL DEL COMAHUE Trabajo Práctico Monográfico “Rosas y La Generación del ‘37” Alumna: Natalia Rocha. Legajo Nº: 125499 Fecha de Entrega: 08/03/2013

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Departamento de Historia Facultad de Humanidades

UNIVERSIDAD NACIONAL DEL COMAHUE

Trabajo Práctico Monográfico

“Rosas y La Generación

del ‘37”

Alumna: Natalia Rocha.Legajo Nº: 125499

Fecha de Entrega: 08/03/2013Materia: Argentina I

Equipo Docente: Dra. Graciela BLANCO

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Prof. María Susana PALACIOS

Lugar: San Carlos de Bariloche¡Viva la Confederación Argentina!

INTRODUCCION:

La personalidad de Rosas y el carácter de su gestión como gobernador de Buenos Aires, fue objeto de

arduas polémicas.1

Desde que Juan Manuel de Rosas aparece en la escena política hacia 1820, la vida en Buenos Aires

asumió un “color rosista”. Su imagen se alojó en la vida pública y privada de los ciudadanos, y en el

acontecer económico, cultural y político de la nación.

En un principio; el pensamiento de Rosas era, compartido por el conjunto de las elites rioplatenses: la

construcción de un orden social y político tras dos décadas de inestabilidades provocadas por las guerras

de independencia y civiles. Es por esto que aspectos sustanciales del orden rosista no eran extraños a la

cultura y las prácticas políticas en vigencia. Pero con el correr del tiempo, quienes se manifestaron en un

principio de acuerdo con el gobierno, fueron cambiando de opinión, reprimidos y censurados.

El populismo manipulativo de Rosas, que también utilizó para atraerse el apoyo de los caudillos

provinciales, fue un populismo de claro trazo conservador y antiliberal. Rosas fue un conservador social y

político; fue defensor de la Iglesia. Sus ideas políticas; que nos llega a través de fragmentos y opiniones

extraídas de cartas y conversaciones; son notoriamente conservadoras. Su popularidad fue motivada por

una tremenda máquina represora y propagandista que lo sostuvo en el poder.

Los propagandistas al servicio de su régimen construyeron un violento discurso contra aquellos

considerados como el principal enemigo interior: los unitarios. Sin embargo, cuando la publicidad del

rosismo apuntaba a los “salvajes unitarios”, no tenía por qué referirse necesariamente a los miembros de

este partido, debido a que la categoría de “unitarios” fue utilizada por el discurso del régimen para

uniformar a los diversos enemigos de Rosas; aquellos reales como supuestos; bajo una única

denominación.

La connotación de “Unitario” se convirtió en un término comodín que permitía englobar a sectores muy

distintos: desde los miembros de la Generación de 1837 a los jesuitas, pasando por los federales

disidentes y por los “auténticos” unitarios. Lo único que tenían en común era ser considerados enemigos

por el discurso rosista. 2

El objetivo de este trabajo consiste en relacionar el periodo rosista con la tan nombrada Generación del

37; la oposición política mas conocida de la época; sus ideas e ideales, La Asociación de la Joven

Argentina y la Asociación de Mayo; la influencia del Romanticismo, el Salón Literario y su relación con

1 GOLDMAN, Noemí, “Crisis imperial, revolución y guerra (1806-1820)”, en GOLDMAN, Noemí (Dir.). Revolución, República, Confederación (1806-1852). Bs. As., Sudamericana, 1998. Colec. Nueva Historia Argentina. Tomo 3. pp. 21-692 DOMÍNGUEZ ARRIBAS, Javier; El enemigo unitario en el discurso rosista (1829-1852)

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la literatura; en la cual se hará mención a dos obras que caracterizaron este período: “El Matadero” de

Echeverria y “Amalia” de José Marmol.

DESARROLLO:

Contexto político - social:

Durante los gobiernos de Juan Manuel de Rosas (1829-1852), se construyó un régimen distinguido por

un fuerte autoritarismo y basado en el terror. Su principal consigna política era: "¡Mueran los salvajes

unitarios, viva la Santa Federación!". Se prohibió toda muestra de oposición (especialmente las ideas de

los unitarios) y se hicieron obligatorias aquellas actividades que reflejaban la adhesión al régimen federal.

Asimismo, se reforzó un rígido control sobre las costumbres y los hábitos de la sociedad.

Para Rosas el Orden era un objetivo en sí mismo y consideraba que el tiempo de la revolución había

pasado y que debía retornarse a una estructura política y social estable y jerarquizada.

El discurso político del rosismo se apoyó sobre cuatro bases:

1. El ideal de un mundo rural estable y armónico, con fronteras claras a la propiedad y con jerarquías

sociales bien delimitadas, una sociedad en que cada uno tenía un rol social "natural". Dentro de este orden

republicano, el ideal de virtud era aquel Gran Ciudadano; el cual estaba constituido por aquel individuo

que no solo se ocupa de sus asuntos personales sino que se entrega esforzadamente para la construcción

del orden social.

2. La imagen de una república amenazada por una banda de conspiradores de clase alta, “los unitarios”:

esto creó una división maniquea de la sociedad. La patria no sólo necesitaba héroes, sino también una

serie de malvados (de antihéroes) que pudieran representar al conjunto de los enemigos.

3. La defensa del "Sistema Americano", Rosas uso de un imaginario de "Sistema Americano", una

confraternidad de repúblicas americanas enfrentadas con las ambiciosas monarquías europeas.

4. El Orden: este concepto era central en el discurso ideológico rosista. Restaurar un orden político,

social y económico era su meta. Restablecer el sentido de autoridad en todas las instituciones, no solo las

políticas, sino las económicas y sociales. Rosas no era un revolucionario que perseguía el cambio, sino un

restaurador que buscaba el Orden. El tiempo de la revolución había que dejarlo detrás.3

Con la implementación de estas bases; el régimen impuesto por Rosas se fortalece. La aparente

consolidación del régimen entre 1835 y 1837 da lugar a un moderado renacimiento de las prácticas

asociativas en Buenos Aires, que incluyen el surgimiento de un grupo de intelectuales que se reúne en el

"Salón Literario" en 1837 y edita un periódico destinado a reformar las costumbres4. Este grupo de

hombres de talento excepcional, agrupados primero en torno a la revista La Moda que publicaba Juan

Bautista Alberdi, el Salón Literario y más tarde, la Asociación de Mayo; se unen a la oposición. Dicho

grupo es conocido tiempo después como: la llamada Generación del ’37; que, en 1838 la mayoría de los

3 GOLDMAN, Noemí, “Crisis imperial, revolución y guerra (1806-1820)”, en GOLDMAN, Noemí (Dir.). Revolución, República, Confederación (1806-1852). Bs. As., Sudamericana, 1998. Colec. Nueva Historia Argentina. Tomo 3. pp. 21-694 J. MYERS: La revolución en las ideas: la generación romántica de 1837 en la cultura y en la política argentinas", en GOLDMAN(d ir.): Nueva Historia Argentina, T. 3, 1998, pp. 381-445, E WEWBERGE:l Salón Literario de 1837, Hachette, Buenos Aires, 1977 y P. GONZÁLEZ Civilidad.

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integrantes tuvo que marchar al exilio y desde allí se sumarán a una serie de iniciativas para derrocar al

que paso a considerarse un tirano.5

“Una Juntada y mucha lectura”: La Generación del 37 y El Salón Literario:

Hacia mediados de 1830 varios jóvenes intelectuales dieron vida a un movimiento político y literario,

que luego seria llamado por los historiadores como la “Nueva Generación” “generación romántica”, o

Generación del ’37. Entre sus figuras más destacadas se encontraban: Juan Bautista Alberdi, Bartolomé

Mitre, Domingo Faustino Sarmiento; Esteban Echeverria (el autor de "el Matadero"), José Mármol (el

autor de “Amalia”), Miguel Cané (padre), y Marcos Sastre, entre otros. Estos jóvenes aspiraban a

convertirse en una alternativa política que superara la división recurrente entre unitarios y federales.

Opositores al poderío de Rosas, se destacaban por sus ideas políticas innovadoras expresadas en sus obras

literarias. Cabe mencionar que algunos de estos nombres debemos tenerlos muy en cuenta para el futuro;

ya que dominarían la vida cultural argentina hasta los años 1880.

En gran medida, la generación romántica se gestó en el seno de las instituciones educativas

rivadavianas, en el Colegio de Ciencias Morales (1823-1830) primero, y en la Universidad de Buenos

Aires después. La experiencia educativa de la primera generación romántica también estuvo fuertemente

marcada por las tendencias secularizadoras del régimen rivadaviano, que harían de ella no sólo una elite

“nacional”, sino también una elite cultural de procedencia y de configuración social laicas.6

Este movimiento, constituyó en la historia argentina el primer movimiento intelectual con un propósito

de transformación cultural totalizador, centrado en la necesidad de construir una identidad nacional. Los

ámbitos en los que se desarrolló esta corriente fueron: El Salón Literario, La Asociación de la Joven

Argentina y la Asociación de Mayo

A fines de mayo de 1837, estos jóvenes, cuyas edades oscilaban entre los 25 y 30 años, se reunieron en

un principio en la casa de Miguel Cané, y luego, en la librería porteña de Marcos Sastre, allí,

constituyeron el Salón Literario, espacio donde se realizaban y debatían diversas lecturas y ensayos

escritos por ellos. Cada uno de los trabajos muestra la focalización en la patria como objeto central de

reflexión y la convicción de que son los escritores quienes deben asumir la tarea de pensar un destino para

el país naciente.

La modificación de las costumbres, la propuesta de un sistema legislativo y constitucional coherente, la

búsqueda de una teoría política, la necesidad de crear una literatura nacional son algunas de las cuestiones

que preocupan a estos intelectuales.

Al comienzo Rosas estaba dispuesto a tolerar las reuniones de los jóvenes del ‘37, en tanto que los

temas discutidos no trataran de política, pero pronto advirtió que otra era la actitud de los “jóvenes

románticos”. Ya que lo temas analizados se filtraban y llegaba a conocimiento del gobierno. Asimismo,

cuando se produjo el bloqueo francés, y la toma de la isla Martín García, el periódico “La Moda” que

5 GELMAN, Jorge, La construcción del orden postcolonial. El ‘sistema de Rosas’ en Buenos Aires, entre la coerción y el consenso”. En: Tiempos de América, nº 11, 2004. pp. 27-44.6 MYERS Jorge, “La revolución en las ideas: la generación romántica de 1837 en la cultura y en la política argentinas” en Goldman Noemí (Dir.); Revolución, republica y confederación (1806-1852); Sudamericana; Buenos Aires; 1998;pp. 381-445.

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expresaba las ideas de los jóvenes románticos, no se manifestó en forma crítica contra el bloqueo francés,

por lo cual Rosas los calificó como aliados de ese país extranjero, de quien se habían nutrido en sus ideas.

Así, el Salon Literario tuvo cuatro meses de vida intensa, pero la censura del régimen logró silenciarlo y

Marcos Sastre tuvo que rematar su librería.

La Asociación de la Joven Argentina - La Asociación de Mayo:

En 1838, cuando el Salón Literario fue disuelto por Rosas; Echeverria, inició gestiones en la

clandestinidad para reunir a los jóvenes en una entidad de muy distinta índole. Manifiesta la necesidad de

crear una asociación para fortalecerse y fraternizar en pensamiento y acción. Es así que funda una

sociedad secreta llamada la Asociación de la Joven Argentina o Asociación de Mayo, que se pronunció en

contra de la política del Restaurador.

La Asociación de la Joven Argentina”, estaba inspirada en las asociaciones políticas europeas, como La

Joven Italia. La nueva asociación adquirió su perfil conceptual en un conjunto de textos elaborados por

Alberdi y Echeverría: las "Palabras simbólicas", el "Juramento de la Asociación" y el "Dogma socialista".

Fue a través de esta “Asociación” y de los periódicos editados por sus miembros que la corriente

romántica porteña logró en un inicio expandir su radio de influencia. La primera etapa argentina del

movimiento romántico terminaba así con un proyecto de mayor institucionalización que, para enfrentar la

clausura del espacio bonaerense efectuada por Rosas, buscaría expandirse hacia el conjunto del territorio

argentino. Y hacia las repúblicas limítrofes, Chile y Uruguay.7

Al haber nacido, además, casi todos ellos entre 1805 y 1821, pudieron concebirse a sí mismos como

“hijos de la Revolución de Mayo” y se arrogan la tarea de alcanzar la emancipación intelectual para

concluir la tarea comenzada en mayo de 1810 por la emancipación política: a la etapa desorganizadora y

destructiva de la espada -sostienen-, debe sucederle la de la inteligencia, la razón y la letra. El énfasis

sobre la necesidad de una adaptación de las ideas europeas para resolver los problemas específicamente

americanos y la búsqueda de cierto pragmatismo político mensura la distancia que quieren instaurar

respecto de los liberales rivadavianos de la década del veinte (unitarios), con los que mantienen un

enfrentamiento soterrado que por momentos explota en rótulos que los congelan como la "ignorancia

titulada" o la "vejez impotente", aunque en general deban buscar alianzas con ellos.

La Asociación de Mayo buscaba recuperar la tradición de la Revolución de Mayo, alentar el progreso

material y superar la polarización entre federales y unitarios, para lo cual debían influir sobre la clase

dirigente y asesorarla ideológicamente. Estaban a favor de la democracia representativa como un objetivo

a largo plazo.

Echeverría dejó por sentado su posición frente a los conflictos institucionales que por tanto tiempo

habían enlutado al país: […] “Nosotros no somos unitarios ni federales, porque creemos que unos y otros

han comprendido mal el pensamiento de Mayo o lo han echado en el olvido. No somos unitarios, porque

7 MYERS Jorge, “La revolución en las ideas: la generación romántica de 1837 en la cultura y en la política argentinas” en Goldman Noemí (Dir.); Revolución, republica y confederación (1806-1852); Sudamericana; Buenos Aires; 1998;pp. 381-445.

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estamos persuadidos que el sistema unitario es el peor de los sistemas para el régimen de la República; y

porque hemos aprendido, por el estudio del pasado, que las instituciones fundamentales que el partido

unitario dio a la provincia de Buenos Aires son malísimas. Pero tampoco somos federales en el sentido

que Rosas ha dado a esta palabra para solapar su unitarismo mil veces más exagerado y despótico que el

del partido unitario.”[…]8

Los jóvenes integrantes de la Asociación de La Joven Argentina hacían severas críticas al régimen

rosista, por lo cual Rosas no los soportó y debieron exiliarse. 

El principal lugar de concentración de quienes tenían que emigrar era, por supuesto, Uruguay. En menor

medida Chile y, ocasionalmente, Bolivia y Brasil. En Uruguay los argentinos se vincularon muy

estrechamente a las facciones locales y participaron al máximo en las luchas civiles de ese país, cuya

nacionalidad en aquella época no estaba aun claramente diferenciada de la argentina. En Montevideo, la

emigración argentina se dividía en tres grupos: el primero era el de los unitarios tradicionales

rivadavianos, integrados por Julián Segundo de Agüero, Valentín Alsina, Florencio Varela, entre otros. El

segundo grupo era el federal, el de los “lomos negros” refugiados después de la “revolución de los

restauradores”, integrado por Enrique Martínez, Pedro Agrelo, Félix Olazábal, entre otros. Y el tercer

grupo lo constituyó el de la nueva generación de La Joven Argentina, separada por razones de edad e

ideologías de los dos primeros. A Juan Bautista Alberdi se le sumarian Juan María Gutiérrez, Esteban

Echevarría, Juan Thompson, Félix Frías, etc. La oposición tradicional recibió con reservas la publicación

del “Iniciador”.

Casi todos los exiliados se ligaron al Partido Colorado, una de las dos facciones en que se dividía

Montevideo. El jefe de ese partido era Fructuoso Rivera, un caudillo no demasiado distinto a los

federales, pero aliado a los liberales de ambas orillas del Plata. Su enemigo Manuel Oribe, del Partido

Blanco, más afín a los federales y aliado de Rosas. Los colorados eran fuertes en la ciudad de

Montevideo, entre la clase media y dentro de las muy numerosas comunidades de inmigrantes europeos.

Los emigrados argentinos, que al elegir Chile optaban por un menor compromiso político que los que

en Montevideo vivían de complot, tendían a colaborar con el gobierno local. Este, aunque conservador

era civilista y la solides institucional del país permitía un sensible desarrollo económico y educacional.

Sarmiento fue uno de los que ascendió a posiciones bastante elevadas al gobierno, llegando a estar a

cargo de la Escuela Normal, y recibiendo un apoyo para viajar a Europa a estudiar la educación,

oportunidad que aprovechó para hacer conocer su libro sobre Facundo. Alberdi también pasó en Chile la

época de Rosas, llegando a tener una holgada posición como abogado y publicista.

Son solo unas cuantas ideas:

 Treinta años de gobierno rosista habían dejado una estructura económica sólida y en crecimiento, pero

consideraban que Rosas carecía de las aptitudes ideológicas necesarias para enfrentar la necesidad de

8 ROMERO CARRANZA, A., RODRIGUEZ VARELA, A., VENTURA FLORES PIRAN, E. “Historia Política de la Argentina” (desde 1816 hasta 1862), Buenos Aires, Pannedille, 1971, t. II, p. 999

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insertar al país en el sistema económico capitalista internacional en busca de la aceleración del proceso

económico-financiero y la absorción de capitales de inversión.9

Rosas creía que solo una profunda homogeneización política podría generar la paz y el orden buscado.

Teñir toda la vida política bonaerense de color federal significaba que quien no estuviera con Rosas era

considerado un opositor, y en este esquema no había lugar para el opositor.

 La construcción política del Restaurador era vista por la Generación del 37 como un movimiento

antiliberal, atrasado y antiprogresista, arraigado en la tradición colonial española y con fuerte inserción en

las masas rurales.10

Rosas, representaba para ellos, la oposición a la Revolución de Mayo, ya que creían que su gobierno

implicaba volver al sistema colonial. La Revolución de Mayo, significaba para el grupo, la liberación a

las restricciones de la colonia, que consideraban un logro, al que no se debía renunciar.

Trataban de destruir las facciones, representativas solo de intereses personales, para que surgieran

partidos políticos, orgánicos, que tendieran a un fin de bien común. Ellos no adherían ni al federalismo de

Dorrego ni al de Rosas, pero tampoco al unitarismo. Los primeros eran considerados tiranos, los unitarios,

de no tener criterio social.

La Asociación de la Joven Generación Argentina, encargó a Echeverría la redacción de las Palabras

Simbólicas que resumirían sus pensamientos, cuyo conjunto constituyó el Dogma Socialista.

Todos pensaban con una sólida inquietud básica y elaboraron las ideas fundamentales para constituir la

Nación. Ellos concebían la identidad nacional como creación nueva, reñida en todos sus aspectos con el

legado de España y la vida colonial. En consecuencia, la nación era para ellos una entidad móvil,

cambiante. La interpretación de la revolución, de la nación y de la democracia desarrollada por los

escritores de la Nueva Generación privilegió durante esta etapa la existencia colectiva en contraposición a

la existencia individual.

Ante la continua persecución gubernamental, los románticos argentinos buscaron destinos más

“serenos” para desarrollar su ideario. Así, Echeverría se dirigió al campo, Alberdi a Montevideo;

Bartolomé Mitre, se sumó al grupo, siendo un miembro destacado de la generación. Pronto ese lugar se

constituyó en el centro neurálgico de la comunidad del 37. Por su parte, Sarmiento y Villafañen optaron

por emigrar a San Juan, donde captó numerosos adeptos. Así, las ideas fueron disgregándose por todo el

territorio, de la mano de sus líderes y de los discípulos de estos que una vez imbuidos del mismo espíritu,

lo conducían hacia otros puntos de la patria.

Entre el Romanticismo y la Literatura: El Romanticismo en el Río de la Plata

Durante el periodo de Rosas, la actividad literaria (paralela a la periodística) sirvió corno medio de

expresión y como instrumento de propaganda o de crítica política, abierta o velada. Tal fue el caso de

algunos textos  de varios de los integrantes del movimiento romántico argentino (La Joven Generación

9 HALPERIN DONGHI, Tulio; De la revolución de independencia a la Confederación rosista. Buenos Aires,Paidos, 1993, pag. 296.10 ROMERO, José Luis; Las ideas políticas en Argentina. Buenos Aires, F.C.E., 1996, pag. 131

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Argentina); por ejemplo, los de Domingo F. Sarmiento, Esteban Echeverria, Juan María Gutiérrez y José

Mármol.

El romanticismo irrumpió en la Argentina de la mano de Esteban Echeverría en una fecha muy precisa,

1830, cuando dio a conocer sus primeras producciones poéticas en la prensa porteña. La sensibilidad

romántica prendió rápidamente en la juventud porteña porque implicaba una emancipación de las

tradicionales normas rigurosas, cuya personificación más patente era el gobierno de Rosas. Simbolizaba,

asimismo, una vuelta a la espontaneidad en la captación de la naturaleza y en la expresión de los

sentimientos. Se produjo entonces una profunda exaltación de lo nacional y una fe ilimitada en el

progreso de los pueblos cuya hermandad se glorificaba. El romanticismo (apasionada rebeldía en una

sociedad conservadora) era renovación intelectual, libertad creadora. Y, esas energías en marcha se

conectaban con el imperativo de perfeccionar, completar y concretar el programa transformador de la

Revolución de Mayo, postergada y casi olvidada en medio de los interminables giros políticos.11

El romanticismo literario y el romanticismo político prendieron con su color rebelde y esperanzado. La

codicia de lectura se correspondía naturalmente con el afán de hacer algo por el país, el cuál, entendían

debía perfeccionarse bastante y pronto a través de cauces novedosos. Por ende, los jóvenes de la

generación del 37’, repudiaron cuanta cosa significase restricción o conservadurismo. Ideas e intereses

debían servir a la comunidad, sujeta necesariamente para ellos al progreso continuo y a la paulatina

perfectibilidad.

La generación romantica se propuso completar la soberanía del naciente país (cuyo punto de partida fue

la Revolución de Mayo) con la independencia cultural. La renovación implicaba abandono de un camino

(el colonial) para iniciar el del “espíritu del siglo”. El romanticismo fue el instrumento que escogieron

para realizar tamaña obra.

El Matadero y Amelia, una visión del rosismo:

La nueva literatura intelectual que florece con la Generación del 37 se inició con "El matadero" de

Esteban Echeverría, que fue la primera historia local realista, y su poema "La cautiva" con las pampas

como medio. Su oposición al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, lo

intimó a exiliarse. A medida que iba creciendo el poder rosista, fueron apareciendo más obras opositorias.

Una de las más importantes fue “El Gigante Amapolas” de Juan Bautista Alberdi; “Amalia” de José

Mármol. En el campo de lo que puede considerarse como un ensayo, Domingo Faustino Sarmiento

publicó su Facundo, una visión particular de la vida de Juan Facundo Quiroga desde un punto de vista

marcado por el determinismo.

Esteban Echeverría como José Mármol, trascienden más por sus obras en prosa que por sus versos.

Tanto “El Matadero” como “Amalia”; estaban marcados por la lucha contra el tirano Rosas, con fuertes

adscripciones políticas, se aíslan de la estética romántica cuando representan el universo de sus enemigos

11 Historia Argentina de Luchilo/Romano/Paz Capítulo 12 (Vol. 2)  e Historia La Argentina Contemporánea de Felipe Pigna y otros Tau Anzoátegui, Víctor y Martire, Eduardo. Manual de Historia de las Instituciones Argentinas.

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rosistas. El detalle realista invade entonces para retratar al pueblo adicto a Rosas y a sus funcionarios, y

degradarlos a través de su pintura.

“El Matadero” es “el primer texto realista” del Río de La Plata, que narra una serie de eventos ocurridos

durante una crisis alimentaria en la capital Argentina, concluyendo con la intención de tortura y la muerte

de un unitario en manos de un grupo de federales rosistas. Todo el cuento marcha como una suerte de

metáfora, empleando al dicho matadero como analogía del país, a los terneros sacrificados representando

la oposición, la carne como símbolo de la identidad nacional, los carniceros como la Mazorca, un toro y

un unitario como símbolos de la independencia y el carnicero como el dictador Rosas. El nivel de detalle

empleado en la narración ayuda a la interpretación de las ideas, y esto no solo se ve en “El Matadero”,

sino además en la obra “Amalia” de José Mármol, que, si bien es un texto más sutil, no deja de reflejar el

descontento para con la realidad social que se vivía. El personaje llamado Amalia Saenz, era viuda de

Olabarrieta. Una tucumana que a los 22 años que se nos presenta como símbolo de pureza y

concretización terrena de los más altivos ideales de belleza. No solo su apariencia externa es la condición

por la que Mármol intenta mostrarnos ese “pedacito de cielo”. Hace falta algo más; la nobleza de espíritu

y un cierto linaje proveniente de las familias patricias. Aquellas familias que tan solo unos años atrás

habían realizado enormes sacrificios por la causa independentista y que hoy veían envanecerse bajo las

garras del tirano y opresor. Aquellos que habían nacido ricos y muerto pobres como Manuel Belgrano,

hacían contraste contra otros que habían aprovechado un período convulsionado para amasar enormes

fortunas.

El otro personaje y además el principal de este relato es el joven Daniel Bello, primo de Amalia.

Proveniente de una familia cuyo padre es estanciero y socio de los Anchorena  y “federal sin saber por

qué”. El joven Daniel Bello, quien “casi nunca se equivoca”,  es la voz de la sabiduría y la sagacidad, se

arriesga a cada momento al estar en contacto con el partido unitario exiliado en Montevideo y pertenecer

a los más altos círculos del partido federal porteño. De esta manera, el autor se interpone en la intimidad

del centro del poder rosista, mostrando, a su modo de ver,  cómo piensan y actúan los protagonistas más

importantes del Buenos Aires del año 1840.

Mármol describe a algunos de los más importantes actores de la época, sin que esto implique que se

trate de datos algo más que anecdóticos. Es decir, no importan ciertamente en la interpretación de los

hechos históricos realmente ocurridos, más que para darle un tinte de color. Y sin que en algunos casos,

sus descripciones tengan más provecho que una mera fuente para conocer aspectos de los personajes, que

bien consiguieron ser certeros como no tanto.

CONCLUSION:

Rosas fue el tema de conversaciones y tertulias. Como resultado de ese enfático protagonismo del

caudillo bonaerense, su vida estuvo a expensas de las corrientes de opinión. Cada aspecto de su

personalidad, cada característica familiar y hogareña, su trayectoria como estanciero y militar, sus

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decretos y acciones de político, fueron rebuscados, medidos, comentados, divulgados, unas veces a la luz

de la experiencia personal de los narradores, otras, tergiversados por motivos ideológicos y partidistas.

La posición frente al gobierno de Juan Manuel de Rosas, trajo diversas dicotomías; unos tientan la

asunción de su figura como la del "gran hombre", destinado a pacificar y unificar a la nación, traducían a

un lenguaje accesible los principios del "sistema federal" y su relación con el ideario de Mayo. Otros por

el contrario opinaban todo lo contrario.

Felix Winberg lo manifiesta así: “Rosas condujo y personificó la irresistible corriente nacionalista

antiliberal, antieuropea, autóctona y tradicionalmente española del pueblo argentino, contra la prédica

demagógica y revolucionaria de los logistas, anarquistas y francmasones, como llamaba a los unitarios

agitadores y propagandistas del liberalismo”12.

Precisamente estas actitudes del “Restaurador de las leyes y el orden” hicieron que muchos de la

Generación del 37, entre ellos Esteban Echeverría afirmara: “se ha proclamado la igualdad y ha reinado

la desigualdad más espantosa; se ha gritado libertad y ella sólo ha existido para un cierto número; se

han dictado leyes, y éstas sólo han protegido al poderoso. Para los pobres no han hecho leyes, ni justicia,

ni derechos individuales, sino violencia, sable, persecuciones injustas. Ellos siempre han estado fuera de

la ley”. Al ser parte de la alta sociedad, la Generación del ’37 se veía muy influida por las corrientes

ideológicas revolucionarias europeas, que conllevaban ciertos aires de transformación hacia un gobierno

que no cediese la posibilidad del cambio propuesto. Es por eso que las grandes mentes de la Argentina en

el siglo XIX poco intentaban ocultar su posición de reformistas frente a las autoridades, pese a que las

medidas que posiblemente se tomaran en su contra pudiesen ser drásticas. “El Matadero” es un claro

ejemplo de inconformismo con la realidad social que el federalismo rosista imponía de parte de uno de los

miembros de la Generación en particular, en el caso de Echeverría, y esto demuestra lo mencionado

anteriormente sobre el arte y la literatura como el primordial medio de promoción de ideas.

12 WEINBERG, F. Op. cit., p. 105. 9

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Bibliografía consultada: GOLDMAN, Noemí, “Crisis imperial, revolución y guerra (1806-1820)”, en GOLDMAN, Noemí (Dir.). Revolución, República, Confederación (1806-1852). Bs. As., Sudamericana, 1998. Colec. Nueva Historia Argentina. Tomo 3. pp. 21-69 DOMÍNGUEZ ARRIBAS, Javier; El enemigo unitario en el discurso rosista (1829-1852) GELMAN, Jorge, La construcción del orden postcolonial. El ‘sistema de Rosas’ en Buenos Aires, entre la coerción y el consenso”. En: Tiempos de América, nº 11, 2004. pp. 27-44. HALPERIN DONGHI, Tulio; De la revolución de independencia a la Confederación rosista. Buenos Aires,Paidos, 1993, pag. 296. MYERS Jorge: La revolución en las ideas: la generación romántica de 1837 en la cultura y en la política argentinas", en GOLDMAN(d ir.): Nueva Historia Argentina, T. 3, 1998, pp. 381-445, E WEWBERGE:l Salón Literario de 1837, Hachette, Buenos Aires, 1977 y P. GONZÁLEZ Civilidad. ROMERO, José Luis; Las ideas políticas en Argentina. Buenos Aires, F.C.E., 1996, pag. 131 ROMERO CARRANZA, A., RODRIGUEZ VARELA, A., VENTURA FLORES PIRAN, E. “Historia Política de la Argentina” (desde 1816 hasta 1862), Buenos Aires, Pannedille, 1971, t. II, p. 999

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