Monografia la decena_tragica[1]

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INTRODUCCIÓN En el siguiente trabajo de investigación se da a conocer el hecho histórico conocido como la Decena Trágica del cual han transcurrido noventa y siete años desde aquel 9 de febrero de 1913, fecha en la que nuestro país se encontraba envuelto en una disputa entre hermanos, producto de una lucha armada llamada Revolución Mexicana; precisamente ese día, estalló el llamado “Cuartelazo” de La Ciudadela, en el que el Colegio Militar repite sus gloriosas hazañas de 1840, 1847 y 1858. Siguiendo la línea de conducta por él siempre observada y haciendo honor a sus principios de Lealtad y Patriotismo, presta sus servicios de escolta al Presidente Francisco I. Madero, desde Chapultepec hasta Palacio Nacional. Centenario de la Revolución “Decena Trágica” 3

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HISTORIA DE MEXICO

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INTRODUCCIÓN

En el siguiente trabajo de investigación se da a conocer el hecho histórico

conocido como la Decena Trágica del cual han transcurrido noventa y siete años desde

aquel 9 de febrero de 1913, fecha en la que nuestro país se encontraba envuelto en

una disputa entre hermanos, producto de una lucha armada llamada Revolución

Mexicana; precisamente ese día, estalló el llamado “Cuartelazo” de La Ciudadela, en el

que el Colegio Militar repite sus gloriosas hazañas de 1840, 1847 y 1858. Siguiendo la

línea de conducta por él siempre observada y haciendo honor a sus principios de

Lealtad y Patriotismo, presta sus servicios de escolta al Presidente Francisco I. Madero,

desde Chapultepec hasta Palacio Nacional.

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ANTECEDENTES

La Decena Trágica fue un periodo de diez días, en el que un grupo de

inconformes, se levantaron en armas contra el gobierno del Presidente Francisco I.

Madero.

Este episodio culminó con los asesinatos del Presidente Madero y del

Vicepresidente José María Pino Suárez y con la ascensión a la Presidencia, del

General Victoriano Huerta.

Cuando Francisco I. Madero llegó a la Presidencia de México mantuvo vínculos

con personas afines a Porfirio Díaz; tratando de mantener la estabilidad económica,

social y de preservar la inversión extranjera, no realizó grandes reformas en la

infraestructura de gobierno; y conservó intacto el ejército federal porfirista, licenciando a

las tropas rebeldes.

Esto causó que perdiera el apoyo de muchos revolucionarios que consideraban

que no se identificaba con las clases marginadas. Los hacendados tampoco estaban

contentos ya que esperaban medidas más enérgicas para frenar la revolución

campesina zapatista. La prensa lo hizo objeto de críticas que a veces rayaron en la

ridiculización, lo que fue debilitando su fuerza política.

Cuando algunos rebeldes lo abandonaron, llamó al general Victoriano

Huerta para luchar contra Pascual Orozco y Emiliano Zapata, que se habían levantado

en armas. Las élites militares se sumaron a la oposición buscando la oportunidad para

derrocarlo, entre los dirigentes de este movimiento estaban el general Bernardo

Reyes y el general Félix Díaz, que contaba con el apoyo de los porfiristas en el exilio. 

Después de romper relaciones con Madero, Bernardo Reyes se refugió en San

Antonio, Texas, e intentó organizar desde allá un levantamiento.

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El 16 de septiembre de 1911 proclamó el Plan de la Soledad, que no consiguió

apoyo en Estados Unidos, ni en México. Al ver que su intento resultó fallido, regresó

derrotado a México y se entregó voluntariamente el 25 de diciembre de 1911

en Linares, Nuevo León, desde donde fue trasladado a la cárcel militar de Santiago de

Tlatelolco. Félix Díaz encabezó otro levantamiento en Veracruz el 16 de

octubre de 1912, este con la intención de restablecer el antiguo régimen, pero fue

contenido rápidamente por las fuerzas federales y encarcelado en la Penitenciaría de

Lecumberri. Madero decidió no ejecutarlos.

Los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz, acompañados del

empresario Cecilio Ocón, se reunieron en octubre de 1912 en La Habana, Cuba. Su

intención era organizar una conspiración para derrocar a Madero, por lo que más tarde

visitaron en la cárcel a Reyes y a Díaz, quienes estuvieron de acuerdo con los planes.

Reyes propuso convocar a Huerta a participar en el movimiento, pero él rechazó la

invitación porque consideraba que no era el momento adecuado.

Por otro lado, el gobierno de Estados Unidos

no estaba de acuerdo con la política interna de

Madero. Las huelgas, los reclamos por los

derechos de los trabajadores y las peticiones de las

clases acomodadas de restringir la entrada de

capital extranjero, afectaban a muchas de sus

compañías. Se dio inicio a una campaña contra el

gobierno mexicano evidenciada en la prensa

estadounidense y en las quejas de su gobierno por

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la falta de seguridad para sus ciudadanos radicados en México y por una supuesta

“discriminación” sufrida por estos y sus empresas.

 El embajador Henry Lane Wilson resentido con Madero, a quien había solicitado

un “subsidio económico decoroso” —solicitud que había sido rechazada—, contribuyó

en gran parte a incrementar la presión, difundiendo noticias alarmantes y sugiriendo al

presidente William Howard Taft, la necesidad de una intervención armada o incluso

derrocar al régimen maderista.

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I.- SE INICIA LA SUBLEVACIÓN

La sublevación inició la madrugada del 9 de febrero de 1913 en la ciudad de

México, cuando un grupo de cadetes de la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan y la

tropa del cuartel de Tacubaya se levantaron en armas, comandados por los generales

Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz, se dirigieron a Santiago Tlatelolco y a Lecumberri,

donde pusieron en libertad a los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz. Un grupo de

opositores, con Reyes a la cabeza, se dirigieron a Palacio Nacional, a su llegada

al Zócalo los esperaba una línea de tiradores.

El general Lauro Villar encargado de la defensa salió a recibirlo y frente a la

presencia de una multitud de curiosos Reyes le solicitó que se rindiera. Ante la negativa

de Villar, Reyes intentó irse encima de él en su cabalgadura, lo que desató una

profusión de disparos. En este combate murió Bernardo Reyes, entre 805 víctimas,

mientras que Lauro Villar salió herido. Díaz y Mondragón se refugiaron en la fortaleza

denominada La Ciudadela —instalación estratégica del ejército federal, ya que era un

depósito de armas y municiones, pero pobremente fortificada—, que fue tomada a

traición. El general Ruiz que llegó tarde a la escena del combate fue arrestado y

posteriormente ejecutado.

Madero que se encontraba en el Castillo de Chapultepec fue informado por

teléfono de lo sucedido, alrededor de las 7 a. m., por lo que salió rumbo al Palacio

Nacional, custodiado por cadetes del Colegio Militar y gendarmes de la capital que

habían sido congregados para su defensa por el licenciado Federico González Garza —

gobernador del Distrito Federal—, acompañado por miembros de su gabinete y amigos,

en lo que se denominó la «Marcha de la Lealtad». Durante el trayecto, el presidente se

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encontró con Victoriano Huerta, que había sido avisado de los acontecimientos, y lo

nombró comandante militar de la plaza, en sustitución del general Villar, que fue herido

durante el combate.

 Este hecho sería considerado más adelante un lamentable error. Al llegar a

Palacio, el presidente estructuró la defensa, mandó llamar a varios cuerpos militares y

decidió ir personalmente a Cuernavaca a buscar a Felipe Ángeles y a sus tropas, que

se encontraban combatiendo a Emiliano Zapata.

El 11 de febrero Huerta se

entrevisto en secreto con Díaz,

acordando entre ambos simular que los

sublevados de la Ciudadela estaban

cercados y planear el derrocamiento de

Madero, tratando de causar el menor

número de bajas entre sus

seguidores. Mientras tanto les permitió

el paso de alimentos y suministros. En

los siguientes días, la táctica de la tropa

fe licista consistió en disparar gran

parte de las granadas almacenadas, al parecer con la finalidad de producir un efecto

propagandístico, para atraer la atención y posible intervención estadounidense. Huerta

dirigía a las tropas que eran fieles al presidente, por zonas previamente establecidas

con Díaz, mandándolos al suicidio, al mismo tiempo protegió a sus incondicionales.

Estas escaramuzas causaron muchas víctimas civiles entre los vecinos de la

Ciudadela. 

El embajador Wilson, que apoyaba los planes, estuvo enterado desde el principio

de este convenio y lo notificó al gobierno de Estados Unidos. Además para desacreditar

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al gobierno mexicano y a los embajadores latinoamericanos que estaban a favor de

Madero, trató de intranquilizar a parte del cuerpo diplomático europeo —compuesto por

el contralmirante Paul von Hintze de Alemania, Francis W. Stronge de Inglaterra y

Bernardo J. Cólogan y Cólogan de España— para que le ofrecieran su respaldo.

 Con el apoyo de una parte del cuerpo diplomático solicitó al gobierno substituir

en el control del orden en la capital, a los soldados por la policía, ya como diría más

tarde Manuel Márquez Sterling, ministro de Cuba, esta medida le resultaba muy

conveniente:

El personal policíaco era de la época de Don Porfirio Díaz, así se marginaba a

los soldados revolucionarios y se les daba todo el mando a la policía porfirista que

apoyó en gran medida el Cuartelazo.

Aunque los sublevados estaban sitiados, haciendo obvio que el levantamiento

había fracasado, el objetivo de todo esto era hacer sentir incertidumbre entre la

población, así como temor de una posible intervención estadounidense, haciendo

necesario un "golpe de estado" para alcanzar la paz, que en apariencia, el gobierno de

Madero no lograba conseguir.

El 14 de febrero, el general Aureliano Blanquet, que se encontraba en Toluca

combatiendo al zapatismo al mando del 29° Batallón, llegó a la periferia de la Ciudad de

México y permaneció allí por ordenes de Huerta.

Gustavo Adolfo Madero —hermano del presidente— y Jesús

Urueta descubrieron el 17 de febrero que Huerta estaba en tratos con Félix Díaz y sus

tropas, en lugar de combatirlos. Gustavo detuvo a Huerta y lo llevó ante Madero. Frente

al presidente, Huerta negó ser participe de la conspiración y se comprometió a capturar

a los rebeldes en 24 horas. Sin tomar en cuenta que Huerta había tenido relaciones con

Díaz y Reyes en la época del porfirismo y de los rumores de que intentaría derribar al

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gobierno, Madero lo liberó y le concedió las 24 horas que solicitó para comprobar su

lealtad.

Madero le creyó a Huerta y para que ambos personajes limaran asperezas los

persuadió para reunirse en un restaurante lo que se concretó en una cita.

La mañana del 18 de febrero Huerta y Gustavo Madero se reunieron para almorzar en

el restaurante Gambrinus.

Finalmente, el 17 de febrero, Madero, el vicepresidente José María Pino Suárez

y Felipe Ángeles (a quién más tarde dejaría libre), fueron hechos prisioneros. Mientras

tanto, el embajador Henry Lane Wilson intrigaba en contra del gobierno mandando

insinuaciones de que sólo se podría evitar la intervención armada de los Estados

Unidos con la renuncia de Madero.

El papel de Wilson durante este episodio fue deplorable: hacía ostentación ante

miembros del cuerpo diplomático de conocer los proyectos desleales de Huerta y

notificó al Departamento de Estado de Estados Unidos que los rebeldes habían

aprehendido al presidente y vicepresidente, hora y media antes de que esto sucediera.

(La conocida participación de Wilson bien podría deberse, entre otros motivos, a

promesas petroleras incumplidas por Gustavo A. Madero a quien el embajador llamaba

"pillo").

Cuando Madero y Pino Suárez fueron hechos prisioneros, Wilson ofreció a

Huerta y a Felix Díaz el edificio de la embajada norteamericana para que llegaran a

acuerdos finales, en lo que se llamó el Pacto de la Ciudadela, para hacer creer que

había sido firmado ahí, y conocido popularmente como pacto de la embajada.

En este pacto se desconocía al gobierno de Madero y se establecía que Huerta

asumiría la presidencia provisional antes de 72 horas, con un gabinete integrado por

reyistas y felicistas; que Félix Díaz no tendría ningún cargo para poder contender en las

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futuras elecciones; que notificarían a los gobiernos extranjeros el cese del ejecutivo

anterior y el fin de las hostilidades.

El Plan de San Luis Potosí fue un plan promulgado por el líder político mexicano

Francisco I. Madero, presidente del Partido Nacional Anti reeleccionista, desde San

Antonio, Texas. Fue promulgado en Texas ya que Madero había huido de la prisión de

San Luis Potosí tras ser encarcelado por el General Porfirio Díaz (Presidente de

México). El plan consistía en un llamado al pueblo mexicano a levantarse en armas,

desconociendo la reelección de Díaz en el cargo, anulando las recientes elecciones y

convocando a nuevos comicios.

Además declaraba la no reelección como un principio supremo para México. La

fecha para dar inicio al levantamiento fue el 20 de noviembre de 1910, a las seis de la

tarde. Muy pronto llegaron a la Ciudad de México las copias del Plan de San Luis y el

18 de noviembre de 1910 fue descubierta una conspiración contra Díaz en la ciudad de

Puebla. Esa conjura estaba dirigida por Aquiles Serdán, quien fue asesinado por la

policía. Sin embargo, la rebelión desatada por Madero provocó la renuncia de Porfirio

Díaz en 1911, la ascensión al poder de Madero así como la Revolución mexicana, que

duraría alrededor de una década y cobraría la vida de un número significativo de

mexicanos.

Al Pacto de la Ciudadela siguió la tortura y asesinato de Gustavo A. Madero,

hermano del presidente. A éste le arrancaron el único ojo que tenia, lo patearon, lo

humillaron, lo golpearon continuamente hasta matarlo. Aún después de muerto

continuaron maltratando su cadáver.

A Pino Suárez, Madero y su familia el embajador de Cuba les había comunicado

el ofrecimiento de darles asilo político de parte del gobierno Cubano. Cuba había

dispuesto una embarcación en Veracruz para tal fin.

Las condiciones que puso Madero para firmar su renuncia fueron entre otras que

se le permitiera su exilio y se respetase a su familia.

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Francisco Madero y Pino Suárez se encontraban encerrados en la intendencia de

Palacio Nacional. Victoriano Huerta persuadió al Ministro de Relaciones Exteriores de

Madero, Pedro Lascuráin de que consiguiera del presidente y del vicepresidente su

renuncia. Huerta le había prometido a cambio respetar la vida de ambos.

Huerta hizo saber a Lascuráin su plan: al renunciar Madero y Pino Suárez,

Lascuaráin como Ministro del Exterior sería nombrado presidente, inmediatamente él

debía nombrar a Huerta Secretario de Estado del Despacho de Gobernación para

después renunciar y así quedar este como presidente legal de México.

Lascuráin pidió a Huerta garantías de su palabra de respetar a los presos y éste

con una imagen de la Virgen de Guadalupe que dijo le había dado su madre desde su

infancia y que conservaba desde entonces, juró por esa imagen a Lascuráin que

cumpliría con su palabra.

Lascuráin visitó a los presos e informó del ofrecimiento de Huerta. Madero y Pino

Suárez le entregaron su renuncia. Un tren especial los llevaría a Veracruz y de ahí

tomarían el barco dispuesto por el gobierno Cubano hacia ese país. Todo había sido

arreglado conforme a este

ofrecimiento.

Después se presentaron las

renuncias del presidente y

vicepresidente ante un

Congreso reunido en sesión

extraordinaria y que para

simular el quorum se tuvo

que llamar a los suplentes.

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El Congreso dudó de la autenticidad de las firmas pero Lascuráin comunicó que

él mismo había sido testigo de ellas, por lo que su honorabilidad valió para que en la

votación que se llevó en el Congreso para dar validez a las firmas resolviera a favor del

documento.

El Congreso nombró presidente a Pedro Lascuráin, que había sido Ministro de

Relaciones Exteriores de Madero, quien a su vez como único acto de gobierno -y de

acuerdo al pacto- nombró a Victoriano Huerta Ministro de Gobernación para

inmediatamente renunciar, y dejar a Huerta como presidente provisional legal de

México.

Desde su aprehensión, Madero y Pino Suárez permanecieron en el Palacio

Nacional, esperando en vano un tren que los conduciría al puerto de Veracruz, de

donde se embarcarían a Cuba, cuyo embajador Manuel Márquez Sterling hasta se

había quedado a dormir "en zapatos" en su improvisada habitación, al exilio.

De nada sirvieron las gestiones de sus familiares, amigos, los ministros de

Cuba, Chile y Japón, ante Wilson para que hiciera valer la influencia que tenía sobre

Huerta, ya que el embajador les respondió que él, como diplomático, no podía interferir

en los asuntos internos de México.

El embajador de Cuba había ido a visitar a los prisioneros y ante el temor de

Pino Suárez de ser asesinados pasó la noche con ellos. Madero tenía mejor humor y

motivó a los presentes para pasar una

velada agradable. Pino Suárez dijo que al

ya no serles de utilidad a Huerta, serían

asesinados.

Escribió una carta a su

amigo Serapio Rendón donde le pedía

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Personas en la Ciudadela durante la Decena Trágica

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velar por sus hijos y consolar a su esposa. Sarita, como se conocía a la esposa de

Madero, tenía protección de la delegación japonesa. Ella había ido a entrevistarse con

el embajador norteamericano para abogar por la vida de su esposo. El embajador le

comentó que él le había advertido a Madero mucho tiempo atrás que eso pasaría y que

ahora pagaba las consecuencias de su mal gobierno. Al final dijo a Sara que no se

preocupara, que no le pasaría nada a Madero.

El 22 de febrero Madero recibió en su prisión improvisada la visita de Sara -su

esposa- y de su madre. La madre de éste informó a Francisco de la muerte de su

hermano. Su esposa luego trató de reconfortarlo y motivarlo para pensar en una vida

tranquila en París, luego se dieron un beso y soltó en llanto Sara.

A las 22:00 los mandaron a acostarse para que a las 22:20 los despertásen con

la noticia de que serían trasladados, Madero preguntó al guardia por qué no se les

había informado antes para estar vestidos, pero no le respondió. Bajo órdenes del

general Aureliano Blanquet, confirmadas por Huerta y Mondragón, se trasladó a ambos

en ese momento y en distintos coches a la Penitenciaría de Lecumberri.

Al momento de llegar a Lecumberri (y resumiendo) se desviaron los coches hacia

un lado de la penitenciaría, Francisco Cárdenas, el hombre encargado de asesinar a

Madero, lo ordenó: «Baje usted, carajo» y ante la negativa de este, le disparó en la

cabeza, muriendo en el asiento del coche. Por su parte, Pino Suárez, custodiado por

Rafael Pimienta, igualmente se niega a bajar al oír el disparo, pero Pimienta le apunta

con la pistola, haciendo que Pino Suárez intente huir corriendo pero Pimienta le alcanza

a disparar, ya caído, Cárdenas le ordena a Pimienta matarlo, pero este se resiste y lo

acaba matando el mismo

Cárdenas.

La ciudad se levantó con

la noticia ¡¡¡Ya mataron a

Madero!!! y aunque la primera

reacción fue de indignación, la

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mayoría de los habitantes de la capital se alegraron del cese de hostilidades, se

lanzaron jubilosos a las calles, adornaron las fachadas de sus casas y, en unión de la

prensa, ensalzaron a los vencedores y condenaron a los caídos.

II.- LOS AGUILUCHOS HONRAR EL NIDO

En la madrugada del 9 de febrero

de 1913, el Colegio Militar dormía bajo la

vigilancia de la Guardia en Prevención, de

los rondines del bosque y de los alertas de

los centinelas y de la imaginaria de

cuadra.

Pasada la primera lista del día, el personal de Cadetes pasó al comedor, a tomar

sus alimentos y posteriormente, al toque de reunión, formaron por compañías y el

capitán de cuartel, Francisco A. Cuenca, ordenó a los sargentos primeros, desfilar sus

compañías, para uniformarse de gala, armarse y recibir la dotación reglamentaria de

cartuchos de guerra.

Buena parte de los cadetes se encontraban ya uniformados de gala, para salir

francos, pues era domingo y sólo los arrestados y los noveles, se encontraban

uniformados de diario o de civil, estos últimos, para gozar de la franquicia; en

consecuencia, rápidamente se organizaron las unidades.

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Minutos después de que las tres compañías se encontraron constituidas y

formadas en línea desplegada, llegó al plantel, montado en un caballo tordillo, el señor

Presidente Madero, acompañado del General Ángel García Peña, Ministro de Guerra y

Marina, con el cuello de la camisa desabotonado, y algunas manchas de sangre en la

misma, producidas por una leve herida en la cara.

El Presidente Madero arengó a los cadetes, más o menos en los siguientes

términos:

“Jóvenes cadetes: unos cuantos malos mexicanos, militares y civiles, se han sublevado

esta madrugada, contra mi gobierno. En estos momentos, la situación ha sido

dominada por el pundonoroso General Lauro Villar, Comandante de la Guarnición, y el

Palacio Nacional está en poder de las tropas leales; ustedes, herederos de las puras y

nobles tradiciones de lealtad a las instituciones legalmente constituídas, van a

escoltarme, en columna de honor, hasta el Palacio Nacional, para demostrar al pueblo

capitalino, que hemos triunfado, derrotando a los infidentes y desleales”.

El Director Interino del Colegio Militar, ordenó que se municionaran las

compañías, que se llevaran en un carro de municiones las sobrantes, con una

ametralladora y dos fusiles Rexer, que poseía el Colegio para la clase de descripción

del material. Listo el Colegio, no para desfilar en columna de honor, sino en previsión

para entrar en combate, rompió la marcha por la rampa, con una sección de la 1/a.

Compañía de descubierta, seguidos por el señor Presidente y su comitiva y a

continuación, formando el grueso de la columna, las compañías del Colegio Militar,

hacia el centro de la ciudad, por el Paseo de la Reforma.

La marcha se efectuó por el flanco derecho, desfilando dos hileras por cada lado

del Paseo de la Reforma, y después por las calles, hasta llegar a la altura de jardín

Guardiola. Allí, el Director dispuso que una fracción de alumnos siguiera por la calle de

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5 de mayo, a las órdenes del Mayor Tomás Marín, otra por las de San Francisco y

Plateros (ahora Av. Madero), a las órdenes del Capitán 1/o. Federico Dávalos y el

núcleo principal, a las órdenes del Teniente Coronel Hernández Covarrubias, por la

calle de 16 de septiembre.

Al llegar la columna al edificio de “Los

Leones”, las secciones fueron recibidas a

tiros, sin que hubiera hecho blanco ninguno de

los proyectiles, que principalmente eran dirigi-

dos contra el Presidente de la República,

desde el edificio de la “Mutua”, en la Avenida

5 de mayo, más tarde destinado al Banco de

México.

El señor Presidente, acompañado por el General García Peña, desmontó y se

refugió con su comitiva, en el edificio de la fotografía “Daguerre”, formando la guardia el

pelotón de la 2/a. Compañía, que se encontraba en la bocacalle de Dolores.

Cuando el señor Presidente se guarneció en la fotografía “Daguerre” y los leales

desalojaron a los sublevados del edificio de la “Mutua”, se le presentaron algunos

funcionarios, como el Ministro de Fomento, Ingeniero Manuel Bonilla; el de Hacienda,

Ernesto Madero; el General Victoriano Huerta y otros. Mientras tanto, los Cadetes

siguieron avanzando hacía el Zócalo; la 1/a. Compañía, que lo hacía por San Francisco,

encontró en el trayecto, algunos caballos heridos y, al alcanzar la calle de Isabel la

Católica, el Capitán Dávalos ordenó a una de sus secciones, subir a las azoteas de la Centenario de la Revolución “Decena Trágica”

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joyería “La Esmeralda”, para observar el panorama general hacia la plaza de la

Constitución, pues el tiroteo había arreciado.

Pocos minutos se emplearon en esta maniobra, continuando su avance hasta la

esquina del Portal de Mercaderes, donde hizo alto, en espera de órdenes. El tiroteo en

el Zócalo había cesado y sólo de vez en cuando, un disparo aislado se escuchaba.

Habiendo informado el General Villar al Señor Presidente, que la situación en la

Plaza de Armas o Zócalo, había sido dominada completamente, volvió a montar a

caballo, dirigiéndose, escoltado por el pueblo, hacia Palacio Nacional, cuya guardia

estaba formada por aguiluchos, y reforzada por dos ametralladoras, emplazadas a la

altura de los garitones de la puerta principal. El Presidente desmontó y penetró a las

oficinas de la Comandancia Militar, donde observó los cadáveres del General Reyes y

del Coronel Morelos, que estaban sobre mesas, colocadas en una oficina de la entrada.

Poco después, fue sacado de la Guardia de la puerta principal, el General

Gregorio Ruiz, escoltado por cadetes de la guardia, al jardín de la Emperatriz, donde

fue fusilado.

El Colegio Militar permaneció ese domingo en vivac de alarma, en la calle de la

Acequia, hoy Corregidora, cubriendo las bocacalles con pelotones reforzados, el de la

esquina de Pino Suárez, con un fusil Rexer, y el correspondiente a Correo Mayor, con

otro fusil similar. Entrada la noche, el Colegio se reconcentró en el Cuartel de Zapado-

res, donde permaneció en alarma, hasta la noche del martes 11, cuando marchó a

reincorporarse a su alojamiento, en Chapultepec.

En el curso de ese histórico día, después de escoltar al Presidente, de

Chapultepec a Palacio Nacional, sólo sufrió la baja del Teniente Alumno Gerardo Ríos

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Covarrubias, muerto de un balazo en el corazón, al desembocar en la calle de Tacuba y

la del Empedradillo, hoy Palma.

Nuevamente, el Heroico Colegio Militar se cubrió de gloria, por su patriótica

actuación, inmaculada lealtad y estricto cumplimiento del deber, tradición que le ha

merecido el respeto de toda la nación y que constituye ejemplo para la juventud de

México.

III.- EL DESENLACE

Al llegar a Palacio Nacional, Madero organizó la defensa, mandó llamar a varias

unidades militares (de Tlalpan, de San Juan Teotihuacan, de Chalco y de Toluca) y el

propio Presidente mando traer de Cuernavaca a Felipe Ángeles y a sus fuerzas. Huerta,

mientras tanto, perdía tiempo en detrimento del gobierno, pues había entrado en tratos

con los sublevados y se había sumado a la conspiración.

Finalmente, el 17 de febrero, Madero y el Vicepresidente José María Pino Suárez

fueron hechos prisioneros. Mientras tanto, el Embajador Henry Lane Wilson intrigaba en

contra del gobierno, mandando insinuaciones de que, sólo se podría evitar la

intervención armada de los Estados Unidos, con la renuncia de Madero. El papel de

Wilson durante este episodio, fue deplorable: hacía ostentación ante miembros del

cuerpo diplomático, de conocer los proyectos desleales de Huerta y notificó al

Departamento de Estado de los Estados Unidos, que los rebeldes habían aprehendido

al Presidente y al Vicepresidente, hora y media antes de que esto sucediera.

Cuando Madero y Pino Suárez

fueron hechos prisioneros, Wilson ofreció a

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Huerta y a Díaz, el edificio de la Embajada Norteamericana, para que llegaran a

acuerdos finales, en lo que se llamó el “Pacto de la Embajada”. En este pacto, se

desconocía al gobierno de Madero y se establecía que Huerta asumiría la Presidencia

Provisional, antes de 72 horas, con un gabinete integrado por reyistas y felicistas; que

Félix Díaz no tendría cargo alguno, para poder contender en las elecciones; y que

notificarían a los gobiernos extranjeros, el cese del ejecutivo anterior y el fin de las

hostilidades.

Al “Pacto de la Embajada”, siguió el asesinato de Gustavo A. Madero, hermano

del Presidente. Después, se presentaron las renuncias del Presidente y del

Vicepresidente, ante el Congreso, reunido en sesión extraordinaria. Éste nombró

Presidente Interino a Pedro Lascuráin, Ministro de Relaciones Exteriores con Madero,

quien, sólo media hora después, renunció y nombró Presidente a Victoriano Huerta.

Desde su aprehensión, Madero y Pino Suárez permanecieron en Palacio

Nacional, esperando en vano un tren, que los conduciría al puerto de Veracruz, de

donde se embarcarían a Cuba, al exilio. De nada sirvieron las gestiones de sus

familiares y amigos, así como de los ministros de Cuba, Chile y Japón, ante el

Embajador Wilson, para que hiciera valer la influencia que tenía sobre Huerta, ya que el

Embajador les respondió que él, como diplomático, no podía interferir en los asuntos

internos de México.

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IV.- FIN DE LA DECENA TRÁGICA

El General Aureliano Blanquet dio órdenes, confirmadas por Huerta y

Mondragón, para que la noche del 22 de febrero, trasladaran a Madero y a Pino Suárez,

a la Penitenciaría de Lecumberri. En el trayecto, se simuló un ataque y los prisioneros

fueron asesinados. La ciudad se levantó con la noticia: “Ya mataron a Madero”, y

aunque la primera reacción fue de

indignación, la mayoría de los habitantes de

la capital se alegraron del cese de las

hostilidades, se lanzaron jubilosos a las

calles, adornaron las fachadas de sus casas y

en unión de la prensa, ensalzaron a los

vencedores y condenaron a los caídos.

La tranquilidad volvió a la Ciudad de

México. La alta burguesía, integrada por terratenientes, banqueros, comerciantes e

industriales, vio el fin de aquellos días de horror, con beneplácito, como la mayoría de la

gente y con la confianza de que el nuevo gobierno restablecería las condiciones

políticas, sociales y económicas, en las que habían prosperado. Sin embargo, pronto

vieron que este gobierno no sería como esperaban.

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Victoriano Huerta se instaló en el Palacio

Nacional, el 20 de febrero de 1913 y permaneció

en la Presidencia 17 meses, toda vez que el

usurpador se las arregló para disolver la fuerza de

Félix Díaz, a quien nombró Embajador en Japón.

El gobierno huertista fue dictatorial a partir del 10

de octubre de 1913, cuando disolvió el Congreso

de la Unión. Durante esta dictadura, la vida en la ciudad se militarizó y muchos

ciudadanos, maderistas o no, fueron asesinados. Pero pronto surgió un nuevo líder

revolucionario, en pie de lucha contra el huertismo: el gobernador de Coahuila,

Venustiano Carranza.

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Page 21: Monografia la decena_tragica[1]

V.- CORRIDO DEL CUARTELAZO FELICISTA

(Decena Trágica)

Oigan nobles ciudadanos,

Prestadme vuestra atención,

Voy a cantar un corrido

De la actual Revolución.

Reyes y don Félix Díaz

Echaron muy bien su trazo

Y para vengar rencores

Idearon un cuartelazo.

Señores, tengan presente

Que el día nueve de febrero

Mondragón y Félix Díaz

Se alzaron contra Madero.

Terminaron los combates

El dieciocho de febrero,

Quedando allí prisioneros

Pino Suárez y Madero.

Muchos soldados ya muertos

Centenario de la Revolución “Decena Trágica”23

Page 22: Monografia la decena_tragica[1]

En Palacio y Ciudadela,

Fueron sus restos quemados

En los campos de Balbuena.

Huerta por sus partidarios

Se hizo solo Presidente,

Luego que subió al poder

A Madero dio la muerte.

VI.- CONCLUSIÓN

Se conoce como Decena Trágica al movimiento armado que tuvo lugar del 9 de

febrero al 18 de febrero de 1913 para derrocar a Francisco I. Madero de la Presidencia

de México. La sublevación o derrocamiento se inició en la ciudad de México, cuando un

grupo de disidentes se levantó en armas comandado por el general Manuel Mondragón

y pusieron en libertad a los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz que estaban presos.

Posteriormente asaltaron algunas dependencias de gobierno y decretaron estado de

sitio

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