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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 65 (2006), 701-732 Músicos para el siglo XXI ROGELIO CABADO (Zamora) Alguien me sugirió que escribiese este artículo de la misma manera que compongo una canción, sería la mejor forma de plasmar mi propio estilo sin caer en un teoricismo que llenara páginas caren- tes del verdadero sentido que me gustaría darle, máxime cuando me piden un artículo en el que abra el alma y exprese cuanto Dios va haciendo en mí desde la música. Muchos de los giros empleados en segunda o tercera persona quieren ser una manera discreta de expre- sar lo que en primera persona vivo y siento. Hace años que me muevo en este mundo maravilloso del arte, concretado en el diseño artístico desde el color y la música, especial- mente. Cuando un pintor se encuentra delante de un lienzo en blanco, siente con frecuencia la sensación del temor y la duda, sobre todo si se trata de crear, dejando de lado estereotipos de color y forma y evitando en todo momento el copiar a nadie. No obstante es impres- cindible tener un abanico amplio de posibilidades, desde su experien- cia de la imagen, desde diferentes puntos de vista de otros creadores, para descubrir con más libertad el propio estilo y personalidad crea- dora. El músico que se encuentra ante una partitura o un papel en blanco o una grabadora, especialmente cuando recibe un encargo, tie- ne la sensación del náufrago en medio de un mar de posibilidades. La respuesta y la salida no está en nadar, ni siquiera amarrarse vital- mente al tronco que zozobra, ... el secreto está en zambullirse, meter- se dentro del mar, dentro de sí mismo. Este ha sido para mí el secreto de «mi música». Intentaré en estas líneas hablar precisamente de ese

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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 65 (2006), 701-732

Músicos para el siglo XXI

ROGELIO CABADO

(Zamora)

Alguien me sugirió que escribiese este artículo de la mismamanera que compongo una canción, sería la mejor forma de plasmarmi propio estilo sin caer en un teoricismo que llenara páginas caren-tes del verdadero sentido que me gustaría darle, máxime cuando mepiden un artículo en el que abra el alma y exprese cuanto Dios vahaciendo en mí desde la música. Muchos de los giros empleados ensegunda o tercera persona quieren ser una manera discreta de expre-sar lo que en primera persona vivo y siento.

Hace años que me muevo en este mundo maravilloso del arte,concretado en el diseño artístico desde el color y la música, especial-mente. Cuando un pintor se encuentra delante de un lienzo en blanco,siente con frecuencia la sensación del temor y la duda, sobre todo sise trata de crear, dejando de lado estereotipos de color y forma yevitando en todo momento el copiar a nadie. No obstante es impres-cindible tener un abanico amplio de posibilidades, desde su experien-cia de la imagen, desde diferentes puntos de vista de otros creadores,para descubrir con más libertad el propio estilo y personalidad crea-dora. El músico que se encuentra ante una partitura o un papel enblanco o una grabadora, especialmente cuando recibe un encargo, tie-ne la sensación del náufrago en medio de un mar de posibilidades.La respuesta y la salida no está en nadar, ni siquiera amarrarse vital-mente al tronco que zozobra, ... el secreto está en zambullirse, meter-se dentro del mar, dentro de sí mismo. Este ha sido para mí el secretode «mi música». Intentaré en estas líneas hablar precisamente de ese

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mundo de profundidades bajo la superficie, clave para sacar a la luzcuanto hay dentro... «la música procede del corazón, y al corazón sedirige; es el lenguaje del alma, de lo que escapa a la razón, su poderde expresión comienza cuando se callan las funciones racionales delcerebro» 1.

EL GOZO DE CREAR

Cuando creo una canción o una obra instrumental, me encuentrocon parámetros que delimitarán una secuencia armónica en el tiem-po. Actualmente estamos acostumbrados a escuchar por las ondas deradio y televisión estilos múltiples, con el fin de llegar y mover lossentimientos del auditorio. La casi infinita variedad de canciones quea diario podemos seleccionar parecen entrar en el nivel de lo válido,en cuanto a estilo, sensibilidad... desde la letra a la música. Me llamóla atención que una alumna no llegara a adquirir uno de mis discosporque... desde emule los cazaría cómodamente en Internet. La deva-luación de la música se ha venido convirtiendo en muchos momentosen una tranquila captura de información digital ágil, que ni muchomenos equilibra el valor, tiempo y dedicación que el compositor hainvertido en aquella obra única para él. Me ha llamado más de unavez la atención la actitud de muchos observadores en una galería decuadros; pasan ante una obra maestra con la misma indiferencia queven pasar un autobús por la calle. Es ...la rosa del principito, de Saint-Exupéry, única para él, y sin embargo para otros muchos es una rosacualquiera más. Su rosa tiene un valor en sí mismo, es la rosa a la queha dedicado su tiempo precioso, sus cuidados y cariños. Eso es lo quela diferencia de las demás y por eso su valor supera el tiempo y elespacio. Es única, irrepetible.

Recuerdo después de algún concierto a más de una persona, es-pecialmente jóvenes, preguntarme cómo hacía mis canciones, cómobuscaba la inspiración, ¿empiezas primero haciendo la letra o lamúsica?, ¿dónde está la piedra filosofal que haga llegar al corazónde la gente, que le toque la fibra en ese punto de resonancia que

1 M. DESCHAUSSÉES, El intérprete y la música, Rialp, Madrid, 2002, 16.

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hace vibrar su vida... y extraiga los sentimientos más ocultos?, ¿enqué lugar y qué moneda hay que introducir para que al accionar unbotón obtengamos como resultado el lote comprado?... Son pregun-tas difíciles que no tienen respuesta inmediata. El arte musical crea-tivo no es una sucesión de números y operaciones que den comoresultado un valor exacto y preciso. La música, como otro arte, esla expresión más elevada del sentimiento personal que brota de lainterioridad de su creador. Es sacar de dentro lo mejor de sí mismoy plasmarlo en una forma que otros puedan captar y a quienes puedaenriquecer. No obstante, cuántas veces el arte, sin ánimo y preten-sión de que alguien lo admire, se convierte en una necesidad vitaldel artista, en expresión imprescindible para no «explotar» y man-tener el equilibrio personal. Kandinsky lo dice de manera muy plás-tica: los ojos del artista siempre abiertos, deben mirar hacia su vidainterior y su oído prestar siempre atención a la necesidad interior.Entonces sabrá utilizar con la misma facilidad los medios permiti-dos y prohibidos para crear. Por ello el artista puede utilizar cual-quier forma para expresarse.

MARIONETA EN LIBERTAD

Nunca imaginé a estas alturas de mi vida, haber grabado unadecena de discos, de las muchas canciones que han ido brotando alo largo de los años en contacto personal con los jóvenes, especial-mente, y entresacadas para esos compactos. Las letras que han bro-tado al hilo de la información y formación recibida, asumida, re-flexionada e impulsada por un gran ideal, eran una clara manera dequerer decir algo a los demás. Esta realidad que a uno le quema pordentro, necesita expresarla para aliviar esa necesidad vital. Recuer-do con gran cariño aquel primer encuentro personal con Jesús deNazareth, en aquella inolvidable tanda de ejercicios espirituales enSalamanca. Tan nítida fue su cercanía en lo más profundo de micorazón, que hoy todavía permanece vivo, inolvidable ese encuen-tro. La alegría y el gozo de aquel «dedo a dedo» creador de laCapilla Sixtina de Miguel Ángel, marcaría el itinerario providente ymilagroso de mi vida a nivel personal y a nivel artístico, con el

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convencimiento claro de que nada de lo que iba haciendo desde labelleza me pertenecía. Simplemente era un administrador de la obramaravillosa de Dios en mí. Ese claro presentimiento me ha acom-pañado desde entonces. Es como una plataforma que impulsa condecisión mi creatividad. Con frecuencia me siento como una ma-rioneta cuyo creador respeta en su libertad. Tuvieron que pasarvarios años hasta que la personalidad se fue fraguando en contactocon los jóvenes, al calor de un grupo cristiano educador en valoreshumanos y cristianos que me hicieron, junto a muchos jóvenes,descubrir lo noble, lo bueno y lo bello. Aquellos contactos con lanaturaleza, la montaña, las cumbres de Gredos, la inmensidad delmar, la extensa plenitud de la planicie castellana, el silencio delugares dedicados a la oración y la contemplación, la conversaciónfraterna con amigos de verdad y maestros que recorrieron antes elcamino de la Vida... despertaron en mí un deseo irrefrenable porexpresar la belleza contenida en mi alma. Así fueron naciendomelodías que componía para otros amigos, que vistieran sus poe-sías, y me sentía feliz cantándolas con ellos, hasta que por primeravez una noche de aquella Navidad inolvidable de 1979, haciendoguardia en un cuartel mientras cumplía el servicio militar, puse porprimera vez una letra religiosa a un villancico, llamémoslo profano.Creí que no había quedado tan mal y ello me animó a continuarcomponiendo letras para vestirlas después de música. Mayor fue eldescubrimiento cuando vi posible crear al tiempo letra y música, yque además parecía gustar y llegar a la gente cuando las cantaba conmi guitarra. Fue una nueva forma para mí de evangelización y dellevar la alegría de mi fe a los demás. No me preocupaba el después,ni siquiera pensé en hacer ningún grupo musical y menos dar girasa modo de recital o concierto, y mucho menos ninguna grabación odisco. Mi único deseo consistió en seguir componiendo cancionesque pudieran expresar mi inquietud y mi vida interior.

Pasado el tiempo no bastaba solamente una canción y una guita-rra, fue necesario enriquecer esas canciones con instrumentos, acom-pañamientos, a fin de llegar a los jóvenes especialmente y conocer latécnica musical, la composición, el canto e instrumentos como el pia-no, la guitarra en más profundidad, el instrumento de la voz y otrosque pudieran embellecer mis propias canciones. Recuerdo de peque-

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ño mi inclinación y facilidad para tocar la flauta, la armónica, percu-siones o la gaita, los teclados..., y así pasaron años y canciones, mu-chas canciones..., y un conocimiento mayor de la técnica musical...,hasta hoy.

LA SOLTURA POR LA TÉCNICA

La formación técnica, la gran suerte de haber dirigido corosvocales y acompañamientos instrumentales, me permitió una mayorsoltura, desde la música polifónica, que siempre me ha apasionado,hasta los solos de piano. Recibir una sólida formación con grandesmaestros en el mundo coral me permitió moverme como pez en elagua en el mundo de la voz. Recuerdo aquellos años en cursosintensivos en el Castillo de la Mota, vestido de polifonía, al calor dela amistad y la música.

Puedo decir con toda sencillez que en mí, la música y la vida hansido una unión sagrada. Creo que no podría concebir mi vida sin esehilo de oro musical que ha tamizado los varios momentos que me hatocado abrazar.

Horas y horas dedicadas al instrumento, al estudio de obras mu-sicales, permitieron superar la barrera de la técnica para volar porestructuras melódicas en libertad. Era necesario despegar del sueloen creatividad para remontar otros vuelos. Lo expresa muy bienMonique Deschussées, en su aliento por formar músicos llenos deautenticidad: «La costumbre es a menudo sinónimo de muerte: dosseres que viven juntos por costumbre pueden no tener grandes cosasque intercambiar: sólo el aburrimiento de una vida cotidiana despro-vista de novedades. La costumbre puede aniquilar el amor, la dis-ponibilidad respecto al otro, a la apertura a lo imprevisto..., tenemosel deber de hacer de nuestra existencia una obra de arte y rechazar elhábito que genera aburrimiento y aislamientos estériles» 2.

2 M. DESCHAUSSÉES, o.c., 17.

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PORTADORES DE BELLEZA Y ESPERANZA

Hoy, en un mundo que bascula entre la luz y la nada, son pre-cisos y urgentes muchos portadores de belleza y de esperanza, comodiminutas estrellas en el firmamento, capaces de iluminar el caminoen la oscuridad de la noche. Y en ese punto, la belleza y la espe-ranza podemos encontrarlas los hombres en la policromía de incli-naciones y tendencias. El espíritu es la fuerza que nos empuja en laapuesta por un ecumenismo lleno de comprensión, humildad y cer-canía. Es el espíritu quien nos une a las personas en puntos muycomunes, a pesar de la disparidad de inclinaciones cuando se buscala verdad. También en muchos no creyentes se expresa la mara-villosa obra creadora del Espíritu: «la armonía del canto y de lamúsica, que no conoce barreras sociales, religiosas, representa unaconstante invitación para los creyentes y para todas las personas debuena voluntad a buscar juntos el abrazo universal del amor, quehace al hombre capaz de construir un mundo de justicia y solidari-dad, de esperanza y de paz» (Benedicto XVI).

Estoy convencido de que la música es la antesala de la viday encierra la vida en sí misma. Contiene el ritmo y el movimiento,los dos elementos claves para toda vida. Son el impacto en el tiem-po, cargado de realidad desde el primer instante. El latido del cora-zón que gobierna la realidad de la existencia, son ritmo y movi-miento. Estos elementos los descubrimos en las tribus más arcaicas.Cuando el músico creyente compone, lo hace desde esa realidadesencial, aunque sea solamente instrumental su obra, pues es de símismo de quien brota esa pieza; más aún, desde esa fuerza primeraque le da la energía para crear. El se convierte en un cauce y pro-cura dejarse hacer y dejarse llevar para transmitir algo que no lepertenece. En él cobra la máxima expresión la música y debe de-jarse influir por esta ola divina que el Padre de los Cielos le rega-la, como instrumento incapaz por sí mismo de dar vida. Es tambiénuna pregunta que no debemos dejar de hacernos: ¿desde dónde com-pongo?, ¿con qué intención canto, toco, hablo...? La música cris-tiana es un instrumento para la trascendencia. Ser fieles a esa lla-mada, a ese «ministerio», es una responsabilidad y una realidad, undon que también podemos perder por dejadez o por negligen-

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cia, pues es un regalo que llevamos los músicos cristianos en vasijasde barro.

EL MUNDO DEL ESCENARIO

El mundo del escenario es tan sugerente y bello como peligroso.Recuerdo con cariño entrañable momentos deliciosos cantando anteun público receptivo y admirado. La sensación generada por el men-saje a través de acordes, melodías y belleza, se transmiten y van yvienen y fluyen en el salón como una ola que va y viene y se llenacada vez más de energía casi divina. A cualquier observador quequisiera descubrir lo que allí ha sucedido, le propondría un ángulo devisión inigualable, como el que aconseja el autor de un óleo sobre suobra... La mejor perspectiva en la música es la observación de losrostros del auditorio, su actitud, su gesto, pero mejor todavía su ros-tro. El rostro es allí espejo de la actitud de su alma. Es en el rostrodonde se esconde la esencia, la intención, la sintonía y sensibilidad,expresada inconscientemente en gestos, admiraciones, movimientos.

Recuerdo aquella canción: «Mi público», que compuse en midespedida después de vivir tantos años en Zamora y dediqué a losque abarrotaban aquel pabellón:

«Cómo deciros tantas cosas, cuando...va susurrando mi guitarra melodías.Quién sabe si volveré a veros.Y qué momentos tan felices juntosal calor de las canciones de mi vidaque pasa como pasa el viento;pero queda la semillaque ha salido de estas pobres manosy cayó en la tierra,¡sabe Dios de qué hortelano!

Qué milagro de amistadqué mirada en soledad, sin ruidoqué misterio de ese duende musical.

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Abrazado a mi guitarraos abrazo de verdad.Ya no existe ni ayer ni mañana,sois mi nueva inspiración colmada,sois la brisa de una Aurora (María) que me canta.

Cómo deciros tantas cosas cuandosintonizáis con mi guitarra melodíasque lleváis dentro del alma.

Os dedico esta canciónsois mi público mejor... que soñé».

Cuántos conciertos han sido y son un auténtico momento deoración, de cercanía al mundo trascendente, de conexión con elmundo interior, con nuestra más genuina sobrenaturalidad y co-nexión de mi yo profundo. Ahora bien, además de ser el escenariouna expresión de la belleza de la creación, es un lugar peligroso deescondidas intenciones.

Me viene a la mente la escena evangélica en la que el Señorrecibe a sus discípulos después de la ardua tarea de evangelizar yhacer milagros en su nombre. El contento de los suyos estaba car-gado de euforia y júbilo. La respuesta del maestro fue contundente:«veo a Satanás bajar del cielo a los abismos...». En muchos momen-tos me ha hecho reflexionar y meditar mucho esta secuencia. ¿Porqué Jesús, manso de corazón, trató de aquella manera tan dura a lossuyos, que además habían venido de trabajar por el Reino a favorde los hombres y les recuerda el momento previo a la creación, detal manera que con seguridad dejó «helados» a los suyos? Nada decuanto hacemos nos pertenece. Recuerdo hace no mucho a un jovenamigo, novel cantante cristiano, que tras sus canciones y el aplausodel público le gustaba decir: Gracias, gracias..., otro amigo queentendía aquella escena evangélica de Jesús, en un momento, congesto pesado y claro le dijo al bajar del escenario: «no digas gracias,porque tú no has hecho nada, eres sólo un cauce, un pobre cauce.Di, gracias Dios mío a ti, Señor, es a ti, es para ti...». Quizá ahí estáel secreto de ese éxito que no nos debe pertenecer. Esa convicción

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hace que no nos derrumbemos en los fracasos aparentes, sea en elescenario, en las grabaciones o en mis limitaciones también musi-cales. Uno de los conciertos que recuerdo con más cariño fue can-tando en un salón de una facultad española, en el que después dehaber invitado a cientos de jóvenes, me encuentro las butacas vacíascon tan sólo cinco personas... los cinco profesores del decanato queme invitaron. Para ellos canté como estaba previsto, con la mismailusión que si tuviera ante mí cientos de jóvenes, y me llené deinmensa alegría por ello. Somos solamente instrumentos, Dios es elautor. Si algo puede frenar nuestro impacto evangelizador es lavanidad, el orgullo, creernos geniales e importantes y... tristementede todo esto hay mucho en nuestros días, también en los diversoscampos de la evangelización. Hemos de hacer lo indecible por serfieles en nuestro mensaje, sin buscarnos a nosotros mismos, sinánimo de adulterar ese mensaje para hacernos más cercanos o mejoraceptados, componiendo no desde frases manidas sino desde laautenticidad de mi vivencia personal. Un mensaje que hay que pre-sentar especialmente a los jóvenes, con el calor y la crudeza de laverdad, sensibilizando sin miedos ni cobardías la Buena Nueva,siendo genuinos con nosotros mismos, haciéndolo atractivo, y fun-diéndonos en la atracción del mensaje ante los demás.

EVANGELIZAR DESDE EL SER

Irradiamos no desde lo que decimos solamente, sino desde loque vivimos. Se autentifica nuestra palabra si va respaldada pornuestra vida; y ciertamente este campo es común a todo evangeli-zador, en cualquier espacio. La música es como la libertad. Desdeahí expresamos y hacemos y nos movemos pero dentro de unoscánones de fe. No debo hacer lo que «me de la gana» con mi propiavida, una vez que salgo del escenario o termino de grabar un disco...El músico cristiano es un ministro en el campo del arte y no le estápermitido claudicar viviendo en una tesitura que se sale del pen-tagrama de la Vida. Su melodía como su vida es un mordiente quedespierta en muchos el bien y el deseo de trascendencia a través dela Iglesia, que le brinda la oportunidad para ser testigo y emisario

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de la Buena Nueva. Así, hace lo posible, incluso con la propia vidapara no defraudar o profanar las ilusiones de Dios-Creador en superegrinación por esta tierra. Es una trayectoria que se concretadesde su vida personal, profesional, familiar o moral. Nuestra mú-sica nos implica, nos impele, remueve, despierta emociones, impul-sa la intención y los actos, y nos exige... A quien primero ha demover su arte, como referencia y aliento de muchos, es al propiomúsico. En esa secuencia depuradora del tiempo, es éste quien seencarga de mantener o borrar la memoria del músico cristiano enfunción de su propia vida.

El músico cristiano es un siervo de los siervos. Esta vocacióndifiere mucho de la de cualquier músico o cantante de ocasión. Sufunción y su misión, como decíamos, es un servicio humilde, porello debe estar continuamente abajándose, un valor poco cotizadoen nuestros días, pero tan en alza desde la tesitura del Evangelio.Me viene a la memoria la secuencia evangélica en la que los discí-pulos venían discutiendo quién era más importante en el Reino delos Cielos... Jesús tomando a un niño les dijo: el que acoge a unniño como estos, a mí me acoge... de los que son como ellos es elReino de los cielos. Recuerdo en una reunión de directores de corolas palabras de una de ellas: «mi coro es humilde, procuramos ha-cerlo lo mejor posible, amo inmensamente la música, porque amo aJesucristo». Me emocionaron sus palabras y vi en ellas la clave dela eficacia apostólica en ese campo. En la intención del músico esfácil caer en la pretensión de aquellos discípulos: ¿Quién es el másimportante?..., tengo editados tantos discos, tantas canciones, hecantado en tales lugares, con tales cantautores cristianos, mis discosestán en tales librerías y mis ventas han sido este año tantas yademás he conseguido hacerme famoso fuera del entorno religioso...Y sueño con los grandes, y discutimos quién es el más importante...y la carcoma del orgullo y la vanagloria no deja crecer el corazóny el alma desde la sencillez y humildad de corazón. Recuerdo conespecial cariño a San Juan de la Cruz, amigo inseparable de mijuventud: A la tarde de la vida, nos examinarán en el Amor. Cristovenció también de la mejor manera... en una cruz: Cuando sea ele-vado sobre lo alto, atraeré a todos hacia mí. Su triunfo fue elescenario de un madero, vino a la tierra desnudo, pobre y frágil...

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quien quiera ser el primero de entre vosotros, que sea el último detodos y el servidor de todos. Quien quiera seguirme, que se nieguea sí mismo, que cargue con su cruz y me siga, pero nuestra cruz nonos faltará, esa cruz que convive a diario con cada uno.

En Jesús, ser el último es... ser último, es no componer genialescanciones, o carecer de los mínimos estudios quizá para apoyar misobras, es carecer de esa voz maravillosa de otros... es... Y... ponien-do a un niño en medio de ellos, como eje de circunferencia deléxito, les dijo: quien me acoge a mí, acoge a un niño de estos yquien me acoge a mí, acoge al Padre que me ha enviado. Qué biensuenan esas palabras de Teresa de Jesús: humildad es andar enverdad. Es la maravillosa contraposición del «Subir bajando» de loshumildes de corazón, de hacerse como niños de Teresita de Lisieux,de los todos y las nadas de San Juan de la Cruz.

Y en la música, y música cristiana, tienen un eco especial. Lamiseria propia se encierra en el escenario en el que continuamentenos movemos, la bendita miseria capaz de hacer milagros con nues-tra vida, una miseria traducida en los pequeños detalles de cada día.Nadie se conoce como uno mismo y conoce la realidad de su fra-gilidad personal, esa que nos cuesta que otros conozcan, pues nosruboriza destapar nuestra pobre realidad. Sin embargo esas imper-fecciones son el mejor regalo para la eficacia en nuestro apostoladoevangelizador, sea en la música o en otra expresión en la vida. SantaTeresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, era una maestra en estaslides: «Ah, si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo quesiente la más pequeña de todas las almas, el alma de vuestra peque-ña Teresa, ni una sola perdería la esperanza de llegar a la cumbrede la montaña del amor, pues Jesús no pide grandes obras, sinosolamente abandono y agradecimiento... He aquí todo lo que Jesúsexige de nosotros. No tiene necesidad alguna de nuestras obras, sinosolamente de nuestro amor» 3.

Esa era para Francisco de Asís la perfecta alegría, el todo desdela nada.

3 TERESA DE LISIEUX, Ms B 1v.

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VIVIR CREANDO

Y desde ahí, desde esa cúspide de humildad es desde donde elEspíritu crece y nos crece con Él. Entonces tiene sentido seguir tra-bajando, esforzándose, estudiando y componiendo mejores piezas,cada vez mejores obras, leyendo en nuestro tiempo sus signos yaprendiendo de lo que el Espíritu va haciendo en otros, tambiéndesde la música profana. Como ha dicho Kandinsky: Toda obra dearte es hija de su tiempo, muchas veces es madre de nuestros sen-timientos. Cada período de la cultura produce un arte propio queno puede repetirse. El intento de revivir principios artísticos pasa-dos puede producir, a lo sumo, obras de arte que son como un niñomuerto antes de nacer... la obra quedará inanimada para siempre.

El artista, el músico cristiano envía luz a las profundidades delcorazón. Lejos del ánimo de competitividad con otros colegas, ne-cesita abrir continuamente y leer las necesidades de la gente, delmundo, de la Iglesia, de los hombres. No somos ángeles, somosseres encarnados, brazos largos de Cristo en el arte y no nos es per-mitido claudicar haciendo lo de siempre.

Es preciso seguir creando. Y una forma de crear es también laejecución de obras inmortales de la música clásica, actualizadasdesde la sensibilidad de los hombres de hoy, a modo de novedad yno de copia reiterativa de algo que fue y ya no es.

Cada vez es más intensa la sed de Dios que existe en cuantosnos rodean. Cuanto más se multiplican las posibilidades de eleccióny opción de las cosas, más se acrecienta en proporción la sed defelicidad, en definitiva la sed de trascendencia.

Me llamó la atención la expresión de una alumna, hace años,recién salido el disco «Vagabundo sin lugar». Una de las cancionesera «Noche oscura», cuya letra preciosa es de San Juan de la Cruz.Me viene emocionada a decirme: me ha gustado muchísimo el dis-co, pero hay una que me ha encantado y me ha tocado el corazón...es esa tuya que dice: «En una noche oscura, con ansias en amoresinflamada...». Me sonreí y no pude por menos que responderle,«ah... es que la letra no es mía, es de un gran amigo...» Eso esnovedad, una novedad de cuatro siglos de vida, porque transmitemucho más que una letra y una música. El fin no está en ese mo-

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mento mágico, sino en lo que contiene en profundidad. Y esa pro-fundidad es eterna. ¿Qué lleva en sí una obra de Velázquez, deMurillo, Dalí, Gaudí, Mozart o Listz, que se hacen eternas? ¿Susecuencia armónica? ¿Su estructura musical o pictórica? Más bienapuntamos al genio de su espíritu, su calidez que penetra la sensi-bilidad de quien la contempla. Con frecuencia nuestra música hoyadolece precisamente de eso, de Vida, de calidez y calidad.

Y en el campo de la música cristiana también corremos esepeligro. Poco a poco van naciendo realidades compositoras, obrasricas en contenido a nivel evangelizador, litúrgico o meditativo.Más que de la técnica más depurada, han surgido de la sensibilidaddel corazón y la necesidad de expresar la fe en variados espacios,desde las melodías delicadas y escuetas de Taizé, hasta composicio-nes sentidas de Brotes de Olivo.

Vivimos hoy un momento estratégico que marcará historia y porello hemos se sentir esa responsabilidad de ser fieles al Espíritu paraque Él haga desde nosotros.

LA CERCANÍA DE UN SAGRARIO

Los santos han escrito sus obras, inspiradas en la cercanía de unsagrario. La teología, se nos decía en la facultad, se hace no sólocon los codos, sino con las rodillas. Trasladando humildemente tan-ta sabiduría, la música cristiana hoy debe hacerse también más conlas rodillas que con la grabadora y la guitarra. Si va respaldadadesde la vida de oración y contemplación, desde la unión con elSeñor, lo más probable es que habiendo pasado nosotros, ella per-manezca, sea eterna. Es necesario hacer música con sentido de tras-cendencia. Con frecuencia nos ha nublado el horizonte una tenden-cia, propia de la década de los setenta y ochenta, de obras de corteprofético, denunciativo y crítico, que sin darnos cuenta, parte deella, se fue alejando de la verdad del evangelio para acercarse mása tendencias liberadoras y reivindicativas, no sólo a nivel social sinode Iglesia. Hoy, sin que falte un estilo de música cristiana que sehiere y sufre con el dolor de los demás, en el tercer mundo o en elbarrio de mi ciudad, es urgente una música evangelizadora, desde la

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contemplación, cercana a los más jóvenes. Con no poca frecuenciame he preguntado cómo llegar a los muchachos ante sus gustos mu-sicales, que saltan y brincan al son de canciones Hip-hop, Reggae-ton o Chill-out como expresión de su sentimiento más genuino.Muchos de ellos alejados de la fe, mantienen fresca una sensibilidadabierta a ser enriquecida. Cuando uno recuerda a los primeros cris-tianos y ve su fuerza arrolladora empapando de evangelio las estruc-turas sociales más impensables, me convenzo de que es posible.Nuestros tiempos no son mucho más difíciles que los suyos. Sifueron ellos capaces de asumir las costumbres y los ritos paganosdel momento con su múltiple idiosincrasia, ¿no vamos a ser noso-tros, los cristianos, capaces de llevar la Buena Nueva de Cristo a loslugares más recónditos de la incredulidad?

Los músicos cristianos tenemos ahí también una grave respon-sabilidad. El talento recibido no es cuestión de apetencia, de esperarel momento, sino de urgencia, de inminencia, con la actitud del mi-sionero que tiene la idea-fuego en su corazón aparejado estoy parapartirme luego, como dice Francisco Javier a San Ignacio en el«Divino Impaciente», dispuesto para partir a las Indias.

¿Podemos condenar algún tipo de música o estilo musical porhaberse creado en un ambiente profano o alejado de la fe? En Puer-to Rico o Estados Unidos crecen los grupos cristianos con la deno-minación «Ministerio de Rap & Regueton cristiano», ¿alguien podráescandalizarse de las infinitas posibilidades creativas de un creyenteque le escuecen las almas en lo más profundo? Quizá nos toquevolver al cristianismo de los orígenes, de aquellos primeros... Lainspiración que genera un Sagrario es una bomba creativa, cargadade armonía y luz.

HUMANIZAR PARA CRISTIANIZAR

En la música cristiana disponemos de muchos campos de tra-bajo y acción. Ahora bien, cada vez me convenzo más de que esurgente humanizar para evangelizar. Recuerdo de Juan Pablo IIaquella memorable frase que en su momento me marcó profunda-mente: Todo lo humano es cristiano. Tras su muerte, grandes pen-

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sadores y personajes contemporáneos no dudaron en ensalzar sutrabajo por los valores: «Sus incesantes esfuerzos para defender lacausa de los valores humanos, serán siempre recordados como unfaro de esperanza contra los desafíos desalentadores del mundode hoy» (Avul Pakir Jainulabdeen Abdul Kalam, Presidente de laIndia). «La Iglesia, el Papa cree en la posibilidad de que los valoressean aceptados por la humanidad de hoy, los valores que fluyen delevangelio, pero que son también valores muy humanos» (CardenalJaime Ortega).

La apuesta hoy por los valores humanos como plataforma deevangelización es una necesidad urgente y continua. Difícilmentepodremos sembrar valores cristianos si no están asumidos, arraiga-dos a un tiempo, al menos, como base y sustrato de una nuevaevangelización. Estos valores son las mismas actitudes que se en-tresacan de los textos de la Biblia, de las palabras de Jesús en elEvangelio: la amistad, la alegría, la paz, la comprensión, la miseri-cordia, la nobleza, la entereza de corazón, donación, abnegación,entrega, docilidad, solidaridad, exigencia, constancia, dominio pro-pio..., y un largo etcétera que muchos viven, desconociendo su raízcristiana. Muchos de estos valores conforman el entramado de suexistencia. Se encuentran, gracias a ellos, más cerca de la verdad.He aquí un hombre de verdad, decía Jesús de Felipe en su primerencuentro.

Y este mundo de los valores es la plataforma necesaria para quelos valores del espíritu se mantengan frescos en el tiempo. Sería muypobre una fe que olvide o prescinda de los valores humanos, seríacomo la semilla del sembrador que cae en terreno pedregoso o entrezarzas... las cosas de este mundo y los afanes de esta vida la ahogan.Adentrémonos un poco más en este mundo de los valores...

«Valor es aquello que hace buenas las cosas, aquello por lo quelas apreciamos y merecen nuestra atención» (Enrique Rojas). Decirvalores humanos es una redundancia, pues los valores están en fun-ción del ser. La condición de su racionalidad es intransferible al serhumano. Estos valores tienen una escala jerárquica que denomina-mos «Escala de valores», unos valores son más importantes queotros: el dinero debe servir a la persona y no la persona al dinero,por ejemplo. Por ello el establecimiento de esa jerarquía muestra

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una cúspide de los valores como tal. La vivencia de ellos abre lapuerta al «Mundo de la trascendencia».

Una obra de arte suscita en nosotros belleza, armonía, es unimpulso a sugerir una motivación que se escapa de lo empírico. Unapersona así es capaz de jerarquizar otras realidades, sean ideológi-cas, institucionales o sociales. Es la razón por la cual una personaes capaz de dar la vida por valores más altos. Qué importante eseducar en ellos y que se conviertan en norma máxima de nuestroobrar. Por eso los que nos movemos en el mundo de la docencia yde la educación de los jóvenes comprendemos que educar es sóloposible desde los valores.

Pues bien, hay un lenguaje que todos entienden, pues todosllevamos en nuestro ser más profundo un germen de los propiosvalores que crece. La música utiliza este lenguaje. Muchas melodíasy canciones que escuchamos en medios de comunicación no sonsino una sed inmensa de trascendencia y de eternidad que muchosdesconocen.

EVANGELIZAR DESDE LOS VALORES

Me vienen a la memoria algunos trabajos personales como «Ro-zando el Viento», «Rosa del Mundo» o «Viento a favor», este últimocreado con motivo del Primer Campeonato Mundial de Aeromode-lismo. Había que componer dieciséis piezas musicales, dos de ellasorquestadas y catorce cantadas. ¿Cómo hacer un disco donde encon-tramos problemas de arranque difíciles de salvar: Un disco monote-mático, una voz solista que puede llegar a cansar a quien escucha, untema que aunque da juego puede aburrir, una letra donde es muy fácilrepetirse? ¿De qué manera conseguir que resulte fresco, variado, ac-tual; y lo que es más difícil, que llegue a todos los públicos, dondetanto el adolescente como la persona madura puedan degustar de susmelodías y sus letras? Y, por último, el escollo de que el Mundialpasa, pero el disco está ahí y conviene darle actualidad continua ensus canciones. Reconozco que no fue un proyecto fácil.

Había que hacer lo indecible y romper una espada a favor de losvalores como sustrato del mundo espiritual, que sea motivador hacia

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el mundo de los valores y una cercanía importante hacia el mundotrascendente. Fue necesario sumergirse en el silencio de la oración yla súplica al Espíritu para que me diese fuerzas, imaginación, sensibi-lidad e inspiración para una creación tan atrevida. ¿Podría? Yo creíaque sí, pues no era un disco donde uno fuese el protagonista oculto,quería que el mismo cielo se encargase de esa tarea. Cuando con fre-cuencia me encuentro con escollos de este tipo, recurro con una con-fianza plena a la Madre, la Virgen María. Ella me ha sacado de mu-chos apuros y esta ocasión no iba a ser una excepción.

Así que me armé de valor y comencé la andadura. Lectura sobretemas relacionados con ese deporte, contacto directo con los orga-nizadores del evento, documentos que se hubieran publicado conese motivo, conocimiento personal de los integrantes del grupo paraquienes iba a componer, investigar sobre temas relacionados, re-flexión sobre los valores que contiene en sí el deporte y este deporteconcreto... toda una serie de cabos necesarios para sustentar el edi-ficio musical a punto de construir. Las canciones debían tener unsentido y un por qué... todo iba cuadrando.

Después de muchas reflexiones, el disco comenzaría por unhimno: el mundial aeromodelístico y terminaría por el himno de losorganizadores del campeonato mundial que organizaba Aerosafa.Dos canciones convenía cantarlas en inglés, las más dinámicas yllamemos universales, ...nos quedaban doce canciones: Ya estaba...el aeromodelismo es un deporte que lleva en sí muchos valores,pues bien, descubramos esos valores: Una dedicada a «los grandesproyectos, un gran ideal», otra al «estilo de vida», que supone sercompetente en esta modalidad, otra a elevar los valores de la «com-petición» noble y justa, otra dedicada al final de la jornada del jovenque surca los cielos. Ahora tres canciones que contengan los trespilares aeromodelísticos: Es un deporte, una ciencia y un arte, unamás dedicada a su relación con la «ecología y el naturalismo», ytres más dedicadas a cada modalidad de vuelo: «Acrobacia (f2b),Carreras (f2c), Combate (f2d). Para completar este abanico, unacanción dedicada a los cadetes que se promocionan en ese deporte.

Ya teníamos los motivos, pero faltaba mucho, pero que muchotrabajo, componer las letras, las músicas, persiguiendo la variedady frescura de las piezas, los arreglos, tarea nada fácil, el archivo

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multimedia que presentara el disco... el diseño de la carátula y ellibreto que acompañaría al CD... y un largo etcétera que necesita-ría una tranquila redacción. Así nació «Viento a favor» con unavariedad de estilos llenos de vida: tecno, hip-hop, salsa, merengue,baladas, orquestaciones... fuerza y variedad multicolor para un mun-dial, y más allá de un mundial. El apoyo y aliento de muchas per-sonas que se entusiasmaron con este proyecto evangelizador desdelos valores, fue clave para que viera la luz un vocero de trascenden-cia y se pudiera abrir una brecha desde los valores.

Estoy convencido que la fuerza de todo ello estuvo en lo másprofundo, en el interior. Lo que había aprendido de joven en cam-pamentos, albergues, encuentros de oración, era momento de po-nerlo en práctica musical y llevar la fuerza que había motivadoaquellos años juveniles a instrumentación y canto. ¿Cómo hacerpara inspirarme, componer, emerger la riqueza que se iba almace-nando en el corazón en la intuición musical? Más tarde abordare-mos esta cuestión. Había nacido un disco que cuidaba y cultivabalos valores humanos. Ese fue mi objetivo.

Pues bien, ¿cuáles son las características necesarias para que unamúsica sea considerada evangelizadora desde los valores? Sería másconcreto apuntarlas una a una: Que esos valores sean cristianos, portanto, dignos de llamarse humanos, sugeridos desde el evangelio. Queel músico o grupo musical desee vivir eso mismo que canta. Que elobjetivo de su música sea transmitir, sugiriendo esa riqueza que con-tienen. Que las letras de sus canciones sean una invitación a mirardentro del corazón, en el amplio sentido de la palabra, invitando a latrascendencia.

MÚSICOS-FRONTERA

Llega el momento de ser músicos en la frontera, sí, Musicos-Fron-tera, es decir, vivir en el límite entre el mundo visible y material,atentos a la realidad de nuestros coetáneos, sensibles a sus dudas yluchas, inquietudes y gustos, atentos a percibir el choque de nuestracivilización. Un mundo material y otro mundo que tamice, envíe ener-gía y dé sentido a ese mundo material, la esfera del espíritu, la pleni-

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tud del mundo espiritual. El siglo XXI o es místico o no será cristia-no, dijo K. Rahner 4. Ciertamente necesitamos músicos, pensadores,artistas, laicos..., cristianos que sirvan de frontera, conectores entrelo humano y lo divino, lazos de unión y equilibradores de un mundovacío que ha perdido su norte, su rumbo seguro. Es, en definitiva,crear armonía entre tanta disonancia, que no es sino despilfarro deenergía y disensión. Si hoy necesitamos dosis inmensas de Unidad, yno sólo entre los seres, sino Unidad interior, de uno consigo mismo,es especialmente la música y la música cristiana la llamada a estable-cer y animar esa unidad interior desde el mundo de la sensibilidad yel corazón. En la música encontramos aquello que queremos encon-trar. Se convierte en un espejo de nosotros mismos. En ella me veocomo me quiero ver. Es un pentagrama escrito de mí mismo cuandocreo, cuando colaboro con el creador.

Hacíamos referencia más arriba a la cantidad de informaciónmusical que a diario se escucha a todas las edades. Son piezas mu-sicales, muchas de ellas, cuyo objetivo es llegar al corazón, eludien-do todo tipo de razonamiento lógico o empírico. El niño comienzasus primeros balbuceos por el cariño de una madre. Desde el senocálido de la madre, el bebé va aprendiendo el amor y el afecto, queal nacer siente alimentado en los pechos maternales. Lo que entrarealmente en el corazón es eso, el cariño, el afecto, la suavidad delamor, como aire cálido que acaricia el rostro después de una rutacansada de montaña. Muchos conocen esta realidad, y por ello ladesprecian y pretenden yugular. San Francisco Javier sabía quela música sería el mejor medio para aprender las verdades de fe,enseñando a los más pequeños. En la película «La misión», aquelmisionero jesuita conquista el corazón de aquellas escondidas tri-bus, gracias al sonido de una flauta.

Sorprendentemente recibí una impresión y una crítica feroz porparte de algunas personas que habitualmente tratan con jóvenes. Enuna de esas noches que llevo a mis alumnos al bosque para quedescubran la belleza del silencio de la naturaleza, en círculo, con latenue luz de un lumen, con el cielo inmenso del cosmos tachonado

4 Cf. K. RAHNER, «Espiritualidad antigua y actual», en ID., Escritos deTeología VII, Taurus Ediciones, Madrid, 1969, 25.

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de estrellas, cuento cuentos a los muchachos, les canto cancionesy ellos corean. Se va caldeando el círculo al paso de los minutos,acompañados del frescor de los robles. Algunos de ellos se echan allorar por la emoción del momento. Su sentimiento juvenil, a flor depiel, les hace comprender el amor a la naturaleza, a los animales delbosque, los árboles, las estrellas y la pradera amiga que los abraza;son una invitación a mirar más alto, más allá de las luminariascelestes. Todo ello sin pretender hablar de Dios, de la alegría de lafe o el hecho religioso.

A los dos días de aquel precioso encuentro, coincido con algu-nos mayores, presentes en aquella actividad. Recibo una críticadurísima contra la dinámica de la actividad, alegando que quiseintroducirme en un terreno que no le pertenece a nadie, que hacerllorar de emoción a un joven se convierte en un delito, pues nadiedebe introducirse en el corazón de los demás. A nadie se puedemotivar a emocionarse, por lo cual había sido un momento manipu-lador... Reflexionando el hecho, los comentarios y la actividad en sí,pude sacar muchas conclusiones, algunas dignas de comentario:Hasta tal punto hemos llegado a la frialdad del corazón, del propiocorazón, que la expresión del sentimiento ajeno se ha convertido enun círculo cerrado a su intimidad, quizá sea una de las razones detantos trastornos psicológicos. No es de extrañar la inmensa tristezaque anida en muchos corazones cerrados herméticamente al hedorcarcomido de sí mismos, en una exaltación del yo absoluto y fríocomo único ser digno. Se intuía ese mundo del sentimiento y silen-cio como un resquicio de trascendencia, de valores humanos; yse comprendía muy bien como antesala de los valores cristianos.¿Por qué ese deseo de cerrar las puertas al amor? ¿Por qué esaobsesión por ahogar la ternura en una injusta y muda ignorancia?Quizá es que cuesta aceptarse uno a sí mismo, tal como es, y acep-tar la riqueza de los demás y la pobreza propia. Esto no es nuevo.El siglo XIX racionalista conocía mucho de esto mismo.

No pocas veces he tenido la experiencia personal de espectadoren un gran concierto. A la salida uno se siente renovado, hasta elpunto casi de haber perdido la propia identidad, replanteando lapropia vida en el amor, la amistad, la muerte o la temporalidad...,aquellos intérpretes desprendían luz, energía, un extraordinario po-

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der humano y espiritual. Y para nada mencionaron la palabra Dios.Simplemente reflejaban la fuerza misteriosa del Espíritu en su inte-rior y en la sintonía hermanada del grupo musical.

Toca pues cantar contracorriente, componer contracorriente einterpretar así. No será nada fácil competir con unos cuarenta prin-cipales, operación triunfo o similares; tampoco es cotizable, porsupuesto si se trata de música cristiana o humana. No, ciertamenteno son valores en alza. Ahora bien, ahí está, es una realidad, y comoel padre de la parábola asomado al balcón de su hogar espera elregreso del hijo pródigo, así la música cristiana seguirá acogien-do en su seno a todos aquellos que deseen beber de las fuentes deagua viva, para conectar a quienes se acerquen a la placidez y elsosiego del abrazo del Padre bueno. Así vivía Juan el Bautista: Yono soy a quien vosotros buscáis, detrás de mí viene uno a quien nosoy digno de desatar la correa de las sandalias.

LAS RAÍCES DE LA INSPIRACIÓN

Pues bien, ¿cuáles son los elementos, los medios, los detona-dores de la creación musical? ¿De dónde brota la inspiración, esamusa perdida y encontrada que recree de melodías y textos un tiem-po consagrado al arte musical? El creador musical como el artistapercibe esa inspiración instantánea sin localizar con certeza su ori-gen, es el momento del flash, de la idea genial que le arrebata unosinstantes. Una idea clara y lúcida. Cuando Gaudí diseña su majes-tuoso «Capricho» en Comillas, «La Sagrada Familia» o el «ParqueGüell» en Barcelona, recoge una idea genial bebida y casi traslada-da de su interpretación, una síntesis de naturaleza e imaginación,todo un genio de sabiduría. Aprovechar esos momentos lúcidos quevienen de manera espontánea, sensible y pasajera, es la clave de lacreación, mezcla de fantasía y realidad, mezcla de poesía y prosaentre la vida y la irrealidad. Todo es posible para el artista, sobretodo cuando su nobleza le impele a crear y no a repetir realidadesy formas ya creadas. Si el Espíritu es infinito en amor y sabiduría,no nos es permitido anquilosarnos cómodamente en el sillón delpasado. Ni los grandes creadores ni los santos han sido así: el Es-

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píritu del Señor sopla, y nadie sabe de dónde viene ni a dónde va,por ello le trasciende, le supera. Una vez realizada la obra intuida,quien menos se cree la autoría, en conciencia, es el propio artista,el propio músico.

Su alma se ha exteriorizado, se ha trasladado al exterior comofuerza centrípeta que todo lo contagia desde el mundo del senti-miento y la justa medida de la razón. No cabe duda de que ese geniose expresa siempre, de muchas maneras, pues el artista lo es siem-pre por ese don recibido. También su vida se convierte en unaexpresión de cuanto lleva dentro, en temas cercanos a su realidadmusical o realidad artística en general, incluso en cuestiones másprosaicas que pueden salirse de su entorno más creativo. Se sienteun instrumento, pero su sensibilidad es una fuente de energía que nose agota. Cuanto más expresa y exterioriza, más siente llenarse elpozo de creatividad de su alma.

Ahora bien, cada uno muestra su estilo, cada músico tiene suidentidad personal en las obras que compone, sin duda, pero difierequizá notablemente de otros estilos creadores en otros músicos, eslo que denominamos su personalidad. Esa personalidad es una re-copilación, una síntesis asumida de los valores en él mismo. Por esoel músico consagrado es una persona de una rica experiencia en lavida, en la relación humana y social, en el mundo de la cultura y delsaber. Todos los resortes que ha vivido, asimilado y asumido sonfuente de riqueza interior. Ese cúmulo de realidades le permitenhacer la síntesis en su trabajo musical, pues a fin de cuentas, laplenitud que se encuentra en una obra maestra que atraviesa el tiem-po y no perece, está en el respaldo vivencial de su creador. Por esome gustaría subrayar que el músico cristiano, consagrado a esa tareaministerial, es un gran humanista, o al menos debe perseguir conentusiasmo esta cima. Le gustaba a Sócrates hacer una distinciónentre el «daïmôn», que era el genio más propio del hombre, y otrotérmino, el «entusiasmo», esto es, la energía exterior de origen so-brenatural, divino. Perseguir ese nivel, esa cultura global no es unatarea sólo suya, es una labor en la que Dios-sabiduría también tieneun papel importante en la medida de su docilidad.

Entusiasmo, sensibilidad, pero con la condición del propio equi-librio: los pies bien puestos en el suelo, a fin de que su obra llegue a

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quienes caminan por ese mismo suelo. Ello es compatible con tantosmomentos de movimiento interior: Angustia, estados de ánimo queintenta superar y asumir, luchas de todo tipo, que lejos de destronarsu equilibrio personal, lo fortalecen. Ello le permite componer la obramás alegre y dinámica aún atravesando momentos de marejada aní-mica, o describir la más sentida pieza de amor en la más oscuranoche interior. Así nació «Noche oscura» de San Juan de la Cruz,transida de las notas poéticas de amor más bellas de la historia de lahumanidad. También la providencia se vale de las circunstancias ha-bituales más triviales para colocar a su intérprete en el arco tenso quedisparado, tocará el blanco de la expresión artística.

Todo artista, todo músico debe ser un creador, sea componiendoletra, música o interpretando con novedad renovada la pieza de hacetiempo. Ahora bien, todo músico creador debe expresar desde supersonalidad, debe expresar también lo que le es propio a esa épocaen la que vive y esas circunstancias concretas en las que vive, ysobre todo debe ser un servidor del arte y los parámetros que havenido marcando en la historia el arte. Este último elemento tiene,digamos... vida eterna, gana fuerza con el tiempo, pues el espíritusopla en el presente e inspira en él ahora. Prueba de ello es unaescultura griega. Cuanto más fuerte sea la participación de los dosprimeros elementos, tanto más fácil será el acceso al alma de nues-tros coetáneos y tanto más se grabará en la historia y en el tiemponuestra creatividad.

SILENCIO CREATIVO

Recuerdo a un viejo y sabio profesor de música que no se can-saba de repetir algo a sus alumnos, que no terminaban de asumir:Los silencios son también notas musicales, respetad los silencios,están cargados de vida. Este pensamiento me ha ayudado mucho alo largo de mi vida musical y artística en la creación de vidrieras.Gracias a esos silencios respira la obra, como el cantante que losprecisa para atacar la siguiente nota. Esos silencios ensalzan ciertaspartes, les dan sentido y equilibrio melódico, son los espacios blan-cos de un cuadro, claros que iluminan y aplican energía en diferen-

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tes puntos para dar el punto a las fuerzas del color, son los huecosvacíos de las obras maestras de la arquitectura que hacen flotar laestructura que parece elevarse del suelo.

Debo confesar que esos silencios han sido el secreto de muchasde mis creaciones. Silencios previos, silencios durante la creación yel silencio posterior. Merecería la pena detenernos un momento aquí.Cuando un compositor, un cantautor se ve ante ese momento detensión creadora, se siente obligado a encasillar lo sublime, sacar laesencia de algo y plasmarlo en música. Es casi como meter lo in-finito entre rejas; lo que no puede palparse en secuencia de signoscodificados, sea en la partitura o en el programa informático-musi-cal. Camina en ese proceso creador como el montañero por sendasdesconocidas y admirándose de los paisajes que a su lado y en elhorizonte va vislumbrando, totalmente diferentes a los que otroencontrara el día anterior: matices de color, formas, contrastes... escasi dejarse llevar y saborear lo que va presintiendo en cada mo-mento. Ahí está lo sublime de su creación, en la novedad instantá-nea y presente. Y todo ello lo descubre desde el silencio. Con fre-cuencia ve solamente el siguiente paso a dar. Sólo el siguiente.

Este silencio es creativo y espacial, cargado de fragilidad y fir-meza a un tiempo. Por ello me gusta tanto el silencio. Reconozcoque todo artista, en la plenitud de la palabra, es de alguna maneraun contemplativo, un pionero del espíritu. Su silencio no es mudo,vacío; ni siquiera lo que denominaríamos un silencio-nirvana, no,sino un silencio-espera; asume el tiempo y no tiene prisa ante él.Así, el músico cristiano juega con ventaja en este camino de lacreación o la interpretación. Su silencio es un silencio orante, silen-cio de los pobres de Yahvé, silencio de desierto que impele a laconversión del corazón. Y desde ahí crea piezas exultantes de gozoy alegría en tonalidades con sostenidos, o concibe momentos denostalgia, tristeza esperanzadora con tonalidades menores. Todo unjuego de luces y sombras que se combinan para hacer que una obrapenetre el corazón de la realidad humana. La música callada, lasoledad sonora, el divino silencio, preludio de eterna armonía (Juande la Cruz - T. Morales).

Debo reconocer que los momentos más difíciles para hacermúsica han sido las peticiones o encargos concretos, y más cuando

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jugabas con un tiempo limitado. Componer contrarreloj, nada peorpara un músico. Me sentía profanando la propia inspiración y unasensación de agobio atraviesa el corazón. Estar por encima de estarealidad es muy difícil, pero también debo reconocer que de no serasí, casi no haríamos nada. Tengo grabados momentos preciosos enveladas de campamento o en reuniones, tomando las ideas esencia-les del momento o lo que se quería transmitir y la urgencia decomponer alguna canción antes de terminar la actividad. Obligasa la imaginación a moverse como una barca en un río desbocado.La emoción irreal del vértigo en la creación... es única. Ahora bien,debo reconocer que no es una forma estable de trabajo. En mediode esa delimitación temporal es preciso moverse e intentar pres-cindir de la presión que agobia y no deja paz. Cuando Juan de laCruz compone sus poesías, cargadas de luz y nostalgia, se sentíaenjaulado en su cuerpo mortal, en la temporalidad con nostalgias deeternidad. Aún así, en medio de ese vivir sin vivir en él, era capazde aconsejar el «Olvido de lo criado;/ memoria del Criador;/ aten-ción a lo interior;/ y estarse amando al Amado» 5.

LA FUERZA DE LA NATURALEZA

La naturaleza ha sido para muchos la mejor fuente de inspiracióny creación. Llevamos en lo más profundo de nuestros genes el cos-mos en miniatura y el fruto de ese cosmos es la naturaleza que noscircunda en nuestro planeta azul. Cuando buscamos semejanzas delas cualidades de Dios, las elegimos en la creación. El libro de lossalmos está repleto de expresiones inspiradas en la naturaleza. Lasterapias actuales en busca del equilibrio psico-somático de la personaaconsejan el contacto con la naturaleza. Nos fundimos en su realidad:sus colores, sus formas infinitas, sus matices, sus texturas, su fuentede paz que penetra la interioridad humana. Francisco de Asís, unenamorado de la creación, supo fundirse con ella, para vivir comoella en total desprendimiento. La creación entera se hermanaba con él

5 SAN JUAN DE LA CRUZ, Letrilla Suma de perfección, poesía XIV en laedición de Obras Completas a cargo de F. RUIZ y J. V. RODRÍGUEZ, Editorial deEspiritualidad, Madrid, 21980 (p. 110).

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y Francisco daba vida a esa misma creación sin molestarla, fundién-dose con ella en una común alabanza a Dios-Amor. La naturaleza nonecesita tantas cosas para subsistir, simplemente que la dejen ser yvivir. Gaudí cuando crea sus obras investiga en la naturaleza, escu-driña los entresijos de figuras naturales para crear, no copiar, cuantove, interpretándolo. Santiago Calatrava en sus maravillosas obrasarquitectónicas delineadas con la finura del propio aire, llega a tras-cender las improntas de la naturaleza para ahondar en el rey de lanaturaleza, el hombre. Y desde las medidas de ese hombre, sus pro-porciones... sus movimientos. Crea y diseña un edificio humano parael propio ser humano, fundido en la naturaleza.

El músico traslada esa realidad que ve, toca, huele y saborea paratraducirla en notas musicales, en secuencias armónicas que consigaponer «los pelos de punta», que haga enharmonía con la naturaleza yencuentre resonancia con aquel que lo escucha. Podría asegurar tam-bién que quien mejor puede expresar esa fusión con la naturaleza esprecisamente el músico creyente, el músico trascendente, el músicocristiano, pues cuenta con un elemento más: su conexión con lo divi-no que baña su inspiración y amplía el abanico de sus posibilidades.Ese mundo espiritual abre una puerta a lo infinito y permite hacerleorientar el sentido de su música desde la serenidad y la paz.

LA PRISA: ENEMIGA DE LA INSPIRACIÓN

Vivimos actualmente a todos los niveles una sacudida violentacontra la paz interior debido a la prisa y la precipitación. Si sobrealgo debemos estar atentos y alerta aquellos que hemos nacido delsilencio de Dios, es precisamente acerca de la grave tentación de laprisa, del vértigo de la velocidad. La prisa ha sido siempre enemigade la paz, y ésta sólo se da si existe la calma. La precipitación es unode los graves males de nuestra civilización contemporánea. Esa velo-cidad lleva en sí un estilo de vida aislado, de «islote». Las relacionessociales son una excusa que me reporta beneficios. Es la filosofía delusar y tirar. Prevalece mi tiempo por encima del de los demás. Es elespíritu trepa, esto es, subir a costa del otro y gracias al otro sin im-portar su nueva situación. Esta fría relación humana es transportable

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al mundo del consumo musical; no me atrevo a decir música. Todoun estilo así trae como consecuencia una des-educación de nuestrosjóvenes que favorece la información, ciertamente, pero no la forma-ción. Es una caricatura de la cultura, pero no cultura. Deja de ser unejercicio de la imaginación, una educación de la creatividad y se pos-terga la reflexión serena y madura... Este es el reto con el que nostoca abordar y la realidad con la que nos toca convivir.

Este lenguaje de «eficacia a costa de», lleva también a confiarmás en los medios y proponerlos como fin. Recuerdo a cierto can-tante español cuya ambición, una vez en la fama, era hacerse con unestudio impresionante al que no le faltase ningún recurso de trabajo.Se hizo con máquinas potentísimas para la composición, mesas demezclas, sintetizadores para arreglar sus propias canciones... des-pués de gastarse grandes sumas de dinero llegó a la conclusiónpráctica de que no tenía tiempo para conocer tantos aparatos yadaptarse a los tiempos exigentes de la composición musical, asíque terminó de nuevo grabando sus canciones con su grabadorasencilla mientras su estudio seguía tan flamante como el día que lodesembaló de las cajas. Al músico cristiano se le piden muchascosas, entre otras que esté al día, que conozca las mejores técnicasde composición, que haga oración, que sea una persona de vidainterior, que haga apostolado con su guitarra o su teclado..., queconozca varios idiomas... y al final descubre que apenas tiene tiem-po para coger su mini-grabadora y componer alguna que otra can-ción con una letra que pueda llegar más o menos a la gente. Meviene a la memoria la escena bíblica de David y Goliat. Con fre-cuencia lo he pensado: de qué le sirve a uno tener todas las posi-bilidades técnicas a su alcance si le falta vida, falta la esencia quees el Espíritu y la fuerza de Dios. Al músico que se abandona en losbrazos de su Padre providente le sobra casi todo. «Mirad las avesdel cielo, los lirios del campo, ni Salomón se vistió como uno deellos». No obstante, no quiere esto decir que no empleemos losmedios a nuestro alcance para llegar al corazón de los hombres, no,pero sí es cierto que las cosas son medios y la técnica es un mediopara llegar, no un fin en sí mismo. Disponer de medios como unbuen equipo un programa informático de apoyo a la composición:Reason, Protools, Cubase o cualquier otro, no deja de ser un medio.

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Convencernos de ello es convertirnos en humildes servidores de lapalabra desde el arte de la melodía.

Ahora bien, también me he encontrado con frecuencia con in-gratas sorpresas. Dicen que la ignorancia es muy atrevida. Reconoz-co que durante años la calidad de muchas de nuestras composicio-nes musicales ha adolecido de un mínimo de técnica y de ... digamosbuen gusto en muchos sectores de la música religiosa. Uno escuchagrabaciones de las tres últimas décadas y no puede por menos deruborizarse ante esa realidad. No es de extrañar que el público, elgran público, muchos de ellos creyentes practicantes que escuchany van a misa los domingos, acostumbrados a la competitividad ferozpor la calidad musical, se rían ante muchas creaciones religiosas.Quizá es que hemos perdido en este campo el tren de la realidadcotidiana. Hay ciertas creaciones que están bien para niños, más quepara ser cantadas por adultos en una celebración. Hay otras que, alo mejor, para cantar en una fiesta y en directo, pueden crear unambiente estupendo de familiaridad..., pero ello queda lejos de ofre-cer algo digno a la altura de otras creaciones de nuestro mundo,y para ello no es necesario sincopar las piezas, cambiar el ritmo oagilizar su velocidad. Alguien se excusó en cierta ocasión dicien-do que una cosa era el estilo de la música religiosa y otra el estilomundano, a lo que respondí: sí, ciertamente, pero si la música reli-giosa no tiene la calidad del estilo mundano, estamos fuera de ondadel mundo y así nunca evangelizaremos las estructuras temporalesdesde el escenario musical. Es un reto, no me cabe duda. Última-mente se van haciendo trabajos de bastante mejor calidad a nivel decomposición y a nivel de acompañamientos, pero queda un largocamino por recorrer. Quizá las nuevas generaciones de jóvenes ten-gan que enganchar el vagón de la música cristiana al tren de la vidaactual. Todavía queda mucho por andar. En esa tarea caminamos yojalá que sean muchos los que se aventuren en esta empresa.

LOS ENVIÓ DE DOS EN DOS

Algo que suele costar con frecuencia a aquellos que vivimos laevangelización desde la música es el trabajo en equipo. Cada vez es

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más necesario unirnos, permanecer conectados, enredados, más enesta aldea global que nos toca vivir, donde la tarea de francotiradorno es sólo difícil, sino que suele ser inoperante y poco eficaz. CuandoJesús envía a los suyos de dos en dos, sabía de la importancia de ello.Dice el evangelio que los envió de dos en dos. El hermano que seapoya en el hermano es roca firme. El evangelizador solitario noes posible. Si no le quedara más remedio que hacerlo así, la Iglesiale acompaña, pero hoy necesitamos estar «enredados». Si leemosen el evangelio que los envió de dos en dos, es que había varios gru-pos de dos, por decirlo de alguna manera, en comunidad, en asocia-ción. Ello sería no sólo una fuente de riqueza para los primeros miem-bros de la Iglesia, sino una manera de irse amando y amasando,queriéndonos y corrigiéndonos. Trabajar así tiene muchas ventajas,además de la eficacia en esa economía de la salvación que pretendeel Espíritu a favor del mensaje. Este estilo evangélico facilita la vidade entrega, de donación y escucha, de aceptación de la voluntad deDios a través de los otros. La santidad que se pide hoy a la Iglesiaestá en la Unidad. Una dependencia así nos hace libres, una entregaasí nos hace humildes. En este campo musical necesitamos cada vezmás un estilo así, comunicados, necesitados. Muchos han pretendidoa lo largo de siglos dividir la iglesia, crear disensiones, generadas porcríticas, desprecios, olvidos, charlatanería, y... no cabe duda de queesa estrategia ha generado muchos estragos, como bien conocemosen nuestra historia. Enredados, comunicados, entregados, apoyados,apreciados..., cada uno desde su propia personalidad, su estilo dehacer evangelio, su manera de comunicar a Jesucristo, pero unidos enred y pescando en red.

Otro escollo, una vez que trabajamos en equipo, es el creersepunto sobre la «i»... Mucho habría que hablar también en ese sen-tido. Cada uno debe ponerse ante el corazón de Dios y ver con no-bleza el lugar en el que me encuentro.

La espiritualidad que el Espíritu va soplando las últimas déca-das en los movimientos eclesiales, en los santos de la Iglesia, en lasalmas de oración es precisamente la negación del propio yo, y lasiembra del abandono en la voluntad de Dios, la infancia espiritual,la pequeñez cuyo germen está en el evangelio y su aplicación laencontramos en la voz de los santos de nuestros días. La Evange-

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lización hoy, la hacemos en equipo, como frutos de la vid, a una, ono se hará. Corren momentos de ejemplaridad alegre en nuestraprofesión, cada uno la suya, nuestra vida familiar, social. Hombresy mujeres que lejos de ser islotes sean puntos de referencia, de luz,de vida, de ilusión, de futuro y de presente.

Si el escenario, nuestra música quiere cantar lo mejor de la fey quiere ser una plataforma del evangelización, debe hacerlo enequipo con los otros músicos que comunican también esa fe, sinrivalidades ni egoísmos, personalismos inútiles o vanidades absur-das que apocan nuestro mensaje.

LA MELODÍA DE LA CRUZ

A lo largo de mi itinerario como educador de jóvenes, profesory buceador en el mundo del arte, he descubierto que hay un matizimportante que debemos mencionar. Gracias a él se baña de vida yse interpretan muchas cosas en los campos en los que nos movemos.Este valor es el «Sufrimiento», lo escribo con mayúscula porque noes un sufrimiento cualquiera, es el sufrimiento que se ofrece y seacepta por el mundo, los que me rodean, por los que escuchan miscanciones, por los que tienen una relación conmigo. El sufrimientoes una fuente de maduración. Asumido, puede hacer verdaderos mi-lagros, es el compañero de camino que no nos dejará un momento.Saber interpretarlo y dejar que nos acompañe en clave divina, ma-tiza muchas cosas de nuestro tiempo: El dolor físico, las limitacio-nes físicas y psicológicas, nuestras flaquezas, nuestros defectos, conlos que uno a veces lucha y de los que no consigo deshacerme, laslimitaciones ajenas, los fracasos aparentemente inútiles, la flaquezade corazón, las inquietudes no realizadas..., y un largo etcétera, quea veces se une a las interpretaciones falsas hacia mi persona, losentredichos, la sensación de lentitud mientras otros suben o triun-fan..., la soledad de la incomprensión o incluso de la gente de lapropia Iglesia, de mi misma familia, el abandono y el olvido deaquellos a los que he amado y en los que había confiado, inclusohermanos... cuánto podríamos seguir colocando cada uno aquí.Quien no sabe de penas en este valle de dolores, no sabe de amores,

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pues penas es el traje de amadores, cantaba aquella letrilla quetanto emocionó a San Juan de la Cruz.

Haber atravesado la prueba del pecado y la miseria personal,incluso divulgada y conocida por otros o por muchos, es y pareceráescandaloso decirlo, un don en clave de providencia de Dios. Ohcruz fiel, el más noble de todos los árboles, leemos en la liturgia delViernes Santo. Verse hundido en el seco polvo de la propia miseriapermite superar la caricatura que cada uno tiene de sí mismo yelevarlo a cotas insospechadas que sólo Dios conoce. Y el Señoreleva a esa criatura purificada del qué dirán y del orgullo propio deser mejor que los demás. Si el músico vive así, tiene bastantespuntos a favor para dar lo mejor a este mundo henchido de soberbiay vanidad.

El músico que ha atravesado por esa antesala del dolor, entiendemucho más a los que la atraviesan cada día, por eso su actitud essiempre la alegría, el buen humor, el optimismo realista ante lavida, las personas, los acontecimientos. Hoy la gente no necesitamodelos perfectos de vida, lo que necesita son ejemplos del «caery levantarse, del subir bajando», ejemplos de fortaleza en la fe, apesar de las mil y una luchas de cada día. Cristo venció en unmadero la más ignominiosa de las muertes de entonces. Cristo muereen la tragedia más absoluta, en la inocencia de un cordero degolla-do. Uno muere cada día en otra tragedia, no con la misma inocencia,sino con la culpabilidad justa de la imperfección, pero con la con-fianza plena de esperar en un Dios que me ama hasta el infinito yhace milagros con cada uno de nosotros, a su manera. Un artista asíremueve las entrañas del corazón de la gente, su vida es un referentede confianza y esperanza, enamora el corazón de Dios y pacifica elcorazón de los hombres sus hermanos. Sí, si el grano de trigo nomuere, queda infecundo, pero si muere da mucho fruto.

PINCELADAS Y ACORDES

Sólo unas pinceladas, sólo unos acordes, han querido ser estasletras, nacidas del propio corazón. Vosotros sois la luz del mundo,la sal de la tierra. Desde los dones que a uno le ha concedido el

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Señor, no permitamos que se queden infecundos, vacíos. La palabrade Dios, después de empapar la tierra, no vuelve a Él infecunda. Elmensaje del músico evangelizador, penetrante como espada de do-ble filo, es una expresión nueva de la evangelización del siglo XXI.La música en su esencia, hunde sus raíces en la eternidad y haciaella conduce. El músico cristiano cuando canta hace un acto deamor hacia su público al que quiere, ama, aunque no lo conozca,aunque no le apetezca, porque su público es todo el mundo, todohombre y mujer que hambrean un resquicio de eternidad, desde ladiversión, la reflexión o la contemplación. Toda la creación estáhenchida de música, de ritmo, de secuencias maravillosas, en elsilbido del viento en nuestras montañas, en el desarrollo del brotede los árboles y el canto de los pájaros, en el agua cantarina de losarroyos y en el bramido del trueno, en el cambio de las estacio-nes y las hoces de nuestros segadores, pero sobre todo lo encontra-mos en el seno de la madre que silenciosa y milagrosamente daforma y aliento al hijo de sus entrañas. La creación entera canta asu creador y lo alaba. El músico recoge esos ecos, esas frecuenciasy las ordena y coloca, y desde ahí se hace cauce e intérprete delsueño de Dios. Su mejor música, llena de autenticidad, es una com-binación de genio, de técnica y personalidad. Ojalá que la música yla vida que estuvieron un día unidas en el inicio de la creación,vuelvan a juntarse en un beso de verdadero amor, como Cristo vivecon su Iglesia. Los músicos de hoy tenemos esa grave responsabi-lidad, la de llevar ese verdadero amor a los hombres, desde la sen-cillez de nuestra vida y la armonía de nuestras canciones.

«Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor,tuyas son la alabanza la gloria y el honor,tan sólo tú eres digno de toda bendicióny nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.Loado seas mi Señor,Loado seas mi Señor,Loado seas... mi Señor...»

(Francisco de Asís).