Musas Que No Me Amaron Primeros Versos I YA

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“Musas que no me amaron”

Primeros Versos I (1992-2004)

Con la colaboración especial de

Teresa Pahe

Lucideces

Aviso Legal:

Todos los poemas del presente libro están debidamente registrados en el Registro de la Propiedad Intelectual, bajo la autoría de Lucideces. Está prohibida la reproducción total o parcial de la obra sin

previa autorización del autor, según el Real Decreto Legislativo 1/1996 del 12 de Abril.

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Musas que no me amaron

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Índice

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Prólogo………………………………………………………………………………………… 8

ACTO PRIMERO:

La Reina de las Flores (Amor Platónico)

I. La Reina de las Flores………………………………………………………. 10 II. La tarde……………………………………………………………………… 11 III. Así eres tú……………………………………………………………………. 12 IV. Con la misma facilidad que el Sol………………………………………….. 13 V. A solas………………………………………………………………………… 14 VI. Amiga………………………………………………………………………… 15 VII. Ahora voy detrás de ti………………………………………………………. 16 VIII. Eorntoaotón…………………………………………………………………. 17 IX. Ser nada……………………………………………………………………… 18 X. Castillos de arena…………………………………………………………… 19 XI. Melancolía…………………………………………………………………… 20 XII. Mi rol………………………………………………………………………… 21 XIII. Tristeza………………………………………………………………………. 22 XIV. Con sabor a sangre…………………………………………………………. 23 XV. Y ahora dime………………………………………………………………… 24 XVI. Sangrando palabras no pronunciadas…………………………………….. 25 XVII. El vacío que me dejas……………………………………………………….. 26 XVIII. A nuestra edad………………………………………………………………. 27 XIX. Una tarde igual a ésta……………………………………………………….. 29 XX. La tarde II…………………………………………………………………… 30

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ACTO SEGUNDO:

Penélope (Amor Mitológico)

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I. Testigo……………………………………………………………………….. 32 II. Mi última escapatoria………………………………………………………. 33 III. Días de Viento……………………………………………………………… 34 IV. Tus ojos detenidos…………………………………………………………… 35 V. Tu encanto…………………………………………………………………… 36 VI. Salir…………………………………………………………………………… 37 VII. Sueño contigo………………………………………………………………… 38 VIII. Pensando……………………………………………………………………… 39 IX. Desvincúlate del mundo……………………………………………………… 40 X. Tan íntimamente nuestros…………………………………………………… 41 XI. Flechas azules ( Voz en off de Penélope)…………………………………… 43 XII. Si no recuerdas mi nombre………………………………………………….. 44 XIII. No me tengas en cuenta………………………………………………………. 45 XIV. Debería de haberte encontrado……………………………………………… 46 XV. Mi propósito…………………………………………………………………… 47 XVI. No eres ella…………………………………………………………………….. 48 XVII. Si yo te pierdo…………………………………………………………………. 49 XVIII. Esta utopía…………………………………………………………………….. 50 XIX. Nada se puede pactar…………………………………………………………. 51 XX. Penélope………………………………………………………………………... 52

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Acto Tercero: Belén

(Amor Virtual)

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I. Derrotas………………………………………………………………………. 54 II. El tamaño de la virtualidad………………………………………………… 55 III. Alguien como yo……………………………………………………………… 56 IV. Yo sé…………………………………………………………………………… 57 V. El tiempo seguirá corriendo…………………………………………………. 58 VI. Encarcelado…………………………………………………………………… 59 VII. Indiferencia camuflada………………………………………………………. 60 VIII. Cómo no tener prisa…………………………………………………………… 61 IX. Lleno de valor…………………………………………………………………. 62 X. Viajero subterráneo…………………………………………………………… 63 XI. Belén……………………………………………………………………………. 64 XII. Pasos……………………………………………………………………………. 65 XIII. El cristal de vuestra alma……………………………………………………… 66 XIV. Pedir perdón……………………………………………………………………. 67 XV. El monstruo lírico………………………………………………………………. 68 XVI. Getsemaní………………………………………………………………………. 69 XVII. La audacia del silencio…………………………………………………………. 71 XVIII. Ahora que no estás……………………………………………………………… 72 XIX. Sálvate a tiempo………………………………………………………………… 73 XX. Mi vida escueta…………………………………………………………………. 74 XXI. Las mismas tardes…………………………………………………………….. 75 XXII. Parada del Metro………………………………………………………………. 76 XXIII. Primavera……………………………………………………………………… 77 XXIV. Entre tú y yo……………………………………………………………………. 79

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ACTO CUARTO: Dueto

con Teresa Pahe

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I. Sequía de besos………………………………………………………………. 81 II. El sueño de Venus…………………………………………………………… 82 III. Mis tinieblas…………………………………………………………………. 84

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ÚLTIMO ACTO: La capacidad de ser amado

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I. Cristales rotos………………………………………………………………….. 86 II. La belleza de las musas………………………………………………………… 87 III. La ilusión adormecida………………………………………………………… 88 IV. Mujeres con las que soñé…………………………………………………….. 90 V. Las ménades de las ciudades………………………………………………… 91 VI. Los caminos de la muerte…………………………………………………..... 92 VII. Tener un sentido……………………………………………………………. 93 VIII. Entre el fingir y el verdadero sentimiento………………………………….. 94 IX. Lo conocido…………………………………………………………………… 96 X. La capacidad de ser amado…………………………………………………. 97

Agradecimientos………………………………………………………………………………. 98 Créditos………………………………………………………………………………………… 99 Biografía………………………………………………………………………………………... 100

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Prólogo

“…sin estilo, sin medida, sin forma, poesía vulgar, ya que vulgar me consideras,

al dudar que sea yo, el autor de los versos

que jamás permitiré que leas…”

Extraído del poema “La tarde” “Musas que no me amaron” es la primera entrega de la Trilogía “Primeros Versos” que recogerá casi todos los poemas que escribí entre los años 1992 y 2004. Preparar estas publicaciones y reencontrarme con estos poemas ha sido como sacar fotografías antiguas de un cajón en el que permanecieron mucho tiempo guardadas. En esta primera entrega nos vamos a encontrar con poemas en su mayoría trágicos, en los cuales los límites de la vida y la muerte, la luz y la oscuridad, el placer y el dolor se estrechan de tal forma que librarán a través de los versos las más feroces y temibles batallas existenciales. La temática principal es el amor no correspondido y la soledad que produce amar a alguien inalcanzable. Mis versos rescatan los pasajes de aquellos amores platónicos que impregnaron mi existencia en las tardes de adolescencia. Mis versos recogen los latidos que escuché en mi pecho cuando me enamoré de aquellas chicas que me parecieron sin más auténticas diosas al estar cerca de ellas. Mis versos suenan como el teclado del ordenador de casa de mis padres cuando entre las líneas de las conversaciones de las ventanas de los chats o del Messenger, encontré en mi interior una necesidad inaudita de conocer a la que escribía al otro lado de la pantalla. Aunque “Musas que no me amaron” sea el primer poemario que edito, algunos de sus poemas ya los publiqué en Internet por primera vez entre 1998 y 2003 en varias Comunidades del MSN ya desaparecidas. En una de estas Comunidades conocí a Teresa Pahe, una chica amante de la poesía, de la mitología y del arte en general. Juntos escribimos tres poemas, los cuales están incluidos en el presente libro en el Acto Cuarto. Teresa Pahe además se convirtió durante un tiempo en la referencia externa más importante de todo aquello que escribía, ya que ella leía todos los poemas que le enviaba para que los valorase como si de un examen se tratara del 0 al 10. Por eso su presencia en este poemario es tan importante para mí, ya que de esta forma quedan reflejados mejor aquellos años en los que perdí la vergüenza y el miedo a mostrar mis escritos. De la misma forma que no recuerdo cuando encendí mi primer cigarro, tampoco recuerdo cuando escribí mi primer poema, lo único que tengo claro es que en ambos casos fue a solas y a escondidas. Pasaron años hasta que alguien supo que escribía poesía, supongo que llegó un momento en que maduré lo suficiente para que no me importara que los demás lo supieran. De todo esto ha pasado mucho tiempo, ahora todo es diferente, ni mejor ni peor, solamente diferente, y siento que ha llegado la hora de mostrar sin más aquellos poemas, y así dar comienzo a una nueva etapa poética en mi vida. Muchas gracias a todos.

Lucideces

Móstoles, 2 de diciembre de 2010

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ACTO PRIMERO: La Reina de las Flores

(Amor Platónico)

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I. La Reina de las Flores Sube por las escaleras dos minutos y medio después de que toque la sirena, lo ha calculado mi propio corazón que cuando llega ese momento -sin poder evitarlo- se acelera. Será la estela de su perfume, o quizá solamente la forma de los escalones cuando sienten cómo se abre el tímido vuelo de su falda. Le huelen las manos a tiza, se sabe mi nombre de memoria desde el primer día, y cruza las piernas cuando se sienta encima de la mesa. Siempre camina deprisa, y yo quisiera detenerla, sujetarla de su brazo como si fuera su brazalete, sujetarla de su tobillo como si fuera su cadena.

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II. La tarde La tarde es aburrida, y espesa como un fluido bosque de árboles misteriosos que entorpecen la senda, pero llegará el momento en que todo se oscurezca, y encuentre en la Luna imágenes con las que dedicarte un nuevo poema, sin estilo, sin medida, sin forma, poesía vulgar, ya que vulgar me consideras, al dudar que sea yo, el autor de los versos que jamás permitiré que leas. Porque jamás te hallaré entre mis brazos, los cimientos de mi esperanza pierden la estabilidad necesaria para seguir caminando; porque jamás dejaré de amarte, en mí siempre serás: hilarante sueño eterno, que me condena a la exploración abierta de tu cuerpo.

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III. Así eres tú... Arcanas caricias moldean el relieve de tu cuerpo, mientras respira voces que anuncia el fulminante deseo... Así eres tú... Un momento inapresable y perecedero, que yo con estos versos quisiera hacer eterno.

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IV. Con la misma facilidad que el Sol Y yo, que quiero vivir de tus besos, que quiero respirar en tu sonrisa, que quiero conocer tus sueños y formar parte de éstos; me doy cuenta en mi soledad de que jamás hallaré en tus manos la ternura que de ti espero, es entonces cuando me siento derrotado, herido, y mi corazón cree estar muerto. Con la misma facilidad que el Sol ilumina cada mañana, quisiera alzar mis ojos, divisar de nuevo tu imagen, tu cuerpo, y ya sin miedo, susurrarte al oído: “¡Te quiero, te quiero!”

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V. A solas Me siento seguro sentado en este banco, diviso los árboles, las nubes, los niños gritando. Recuerdo el pasado, y me doy cuenta de que hace tiempo, yo también fui uno de ellos. Pasan minutos, horas, pero sigo aquí sentado, enciendo cigarros que consumen todo lo que siento. Siento que me elevo, en otro nivel donde la paz es infinita, donde puedo pensar sin que nadie me mire. Finalmente se esconde el Sol asustado por la oscuridad de la noche, llega la Luna, me enamoro de ella, y ¿cómo no? la deseo casi tanto como a ti. Ahora me fijo en las estrellas, en el cielo oscuro, y le pregunto si vendrás esta noche para rescatarme de mi habitación. ¡Oh Reina de la Flores! qué estarás haciendo en estos mismos instantes, que estoy pensando en ti entre dos idiomas.

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VI. Amiga Duele, por eso lloro en un rincón, bebiendo mis lágrimas para que no sospeches de mi dolor. Sangra, por eso limpio mi herida, bebiendo mi sangre para que no descubras mi desdicha. Caminas a mi lado, siendo yo sombra tuya, y aunque el viento no te lo diga, enloquezco al no poder saciar la sed que me castiga, la sed que ignoras que me castiga.

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VII. Ahora voy detrás de ti Ahora voy detrás de ti, siguiendo tus pasos con absoluta fidelidad, sin importarme si vas por lugares sagrados o por los rincones más oscuros de esta ciudad. Ahora que voy detrás de ti, veo cómo las puertas de los reinos en los que desde un principio me negué a entrar, siguen abiertas esperando tu entrada, y después, claro está, la mía. Y aunque tras ellas se encuentre mi perdición, y aunque tema que la muerte me pueda sorprender en cualquier instante si atravieso la frontera, no vacilaré en ningún momento en cruzarla, si ese es realmente tu camino. Aposté hace tiempo por ti y te seguiré hasta el final, aunque lo pierda todo, aunque me rechaces y me hunda en este pozo tan profundo... como profundo será siempre el mirar de tus ojos.

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VIII. Eorntoaotón Si yo supiera qué habita en tu corazón, si yo supiera qué luce en tu mirada, si yo pudiera abrir los ojos tanto como fuese necesario para ver cómo eres realmente, descubriría que detrás de un rostro tan bonito sólo puede existir en este mundo una mentira. Me abrazas en la noche, por mis ojos puedes ver, por mi mente pensar, y en el camino sangriento de mis lágrimas me guiarás hacia tu verdad. Si supiera reunir las fuerzas necesarias para decirte adiós para siempre, y si pudiera dejar de pensar en ti tan sólo un instante, observar mi alrededor sin ver reflejada siempre tu imagen... Si yo tuviera las fuerzas necesarias y todo esto fuera posible... descubriría el monstruo que en mí crece, al tratar de engañarme, cuando intento pensar que no te quiero, y que para mí, no eres importante.

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IX. Ser nada Soy como aquel hombre que buscaba amor desesperado y se tropezó con él y se mató. Soy como aquella gaviota, que no se atrevía a volar al ras del mar, y nunca después lo volvió a intentar. Soy como aquella pregunta, a la que nadie aún ha sabido dar una respuesta. Soy como aquellas palabras que deseo decirte cada día al oído, pero que jamás permitiré que escuches.

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X. Castillos de arena ¿Por qué, soledad, me vigilas? ¿por qué no me dejas descubrir lo que hay detrás de su corazón? ¿Por qué, amargura, me sigues? ¿por qué no me dejas un momento a solas para aprisionarme en su sonrisa? Sólo pido paz por un instante, sólo olvidar quién soy, sólo quiero que me amen para aprender a besar. ¿Por qué me hago tantas ilusiones que antes o después se desvanecerán? ¿por qué construyo con una sonrisa castillos que no podré derrumbar? ¡y volveré a soñar! ¡y volveré a despertar! para descubrir mi realidad: que estoy solo, porque tú nunca me podrás amar.

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XI. Melancolía Un día sin Sol, una noche sin Luna, una tarde mirando tu fotografía... ¿no es melancolía? Una casa sin ventanas, un callejón sin salida, un poeta recordando tu sonrisa, sin duda... es melancolía.

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XII. Mi rol Entiendo mi dolor, ¿cómo no lo voy a entender? me he alimentado de los sueños que nunca has soñado, que nunca soñaste, que nunca soñarás. Me he perdido de nuevo, como tantas veces antes, pero esta vez no quiero ayuda de nadie, estoy desolado, más triste que nunca, jamás me sentí tan solo como en esta tarde de lluvia, quiero que mi dolor me desangre, y por primera vez pueda sentir los placeres de la muerte. Te deseo besar, pero sólo soy para ti un niño, deseo ayudarte, pero no tengo dinero ni trabajo y todavía vivo en casa de mis padres.

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XIII. Tristeza Tristeza que me acompañas, que de mí nunca te separas, y que un día de forma violenta me despertaste de mis sueños. Mi querida tristeza, has ido creciendo a medida que ibas conociendo mejor mi dolor, y me desnudas bajo la presencia de la Luna, me besas, me acaricias, haciéndome el amor con su ausencia. ¿Pero aún no te diste cuenta? me estoy muriendo, mi alma es un cigarro encendido que se extingue si no está ella, pronto quedará poco de mí, y entonces me pregunto: ¿Qué harás tú sin mí, tristeza?

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XIV. Con sabor a sangre Subir a la cima más alta de una montaña, y gritar con todas tus fuerzas: “¡te quiero!” Aun sabiendo que el viento no podrá llevar mi mensaje donde tú estás, pues ya lo intenté casi mil veces antes, y nunca recibí respuesta alguna de ti. Con la boca con sabor a sangre, y mi piel desgarrada por la muerte, mi corazón se ahoga por las lágrimas que impido que sean derramadas -como si de ríos se tratasen- por los surcos de las patas de gallo que el paso de tiempo un día me regalará, cada vez que te dedico mi mejor sonrisa, que no es otra cosa que un muro, que no te permite ver el estado real de mi alma, devorada por el vacío que le produce tu ausencia.

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XV. Y ahora dime Dime si podrás deshacer las nubes que reinan mi tormenta, que la tristeza invadió con gran fuerza mi corazón, marcando en él las huellas del dolor. ¿Sabes? siempre supe que antes o después te iba a volver a necesitar, y es ahora cuando quiero reconquistar, lo que estoy seguro que nos perteneció durante una vida anterior. Por eso quiero emigrar a la celda de tus brazos y tus piernas, donde sin duda siempre tuvo que estar mi mejor refugio. Establecer en tu cuerpo mi hogar, respirar tu aliento, y beber el sudor que se desprende a través de una cópula, imposible de ser separada por ninguna Ley de ningún Imperio. Pero sobre todo, quiero escuchar tu corazón en lugar del sonido de aquel reloj, y olvidar los pasos de la muerte cuando caminan por ese túnel. Y ahora que todavía no sabes todo esto... Dime si podrás secar las lágrimas que humedecen mi mirada, que tu edad arañó con fuerza la razón, desterrando de mí la esperanza de conseguir tu amor.

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XVI. Sangrando palabras no pronunciadas Te escribo desolado, solo en una habitación que conozco y en la que siempre he estado. Te escribo derrotado, sin alma, con mi corazón herido, destrozado. Pero aún así te escribo, en la noche que nada parece ser preciso. Ya ves qué injusto es el destino, que me hace enamorarme de alguien que no puede estar conmigo. Te escribo desolado, sangrando palabras no pronunciadas, que serán mudas en tu camino. Te escribo derrotado, y aun así te escribo, sabiendo que perteneceré en el futuro... a tu olvido.

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XVII. El vacío que me dejas ¡Qué grande es el vacío que se acerca! ¡con su inmensa oscuridad! ¡con su profunda tristeza! Cuando ya no quede nada, cuando la soledad sea lo único que sienta, cuando olvide su voz, y un día mi memoria deje de verla. ¿Qué quedará en mí? ¿y en la noche, qué sentirá ella? ¡Qué grande es el vacío que se acerca! ¡con su inmensa oscuridad! ¡con su profunda tristeza! Cuando llegue el día en el que me diga adiós y nunca más vuelva a verla, cuando en la noche le escriba un poema, y encuentre infinitos versos para dedicarle en su ausencia. ¿Quién limpiará sus lágrimas? ¿y en la noche, qué pensará ella? ¡Dios mío! ¡Qué grande es el vacío que en mi vida se acerca! ¡con su inmensa oscuridad! ¡con su profunda tristeza!

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XVIII. A nuestra edad Qué insolente te debo parecer, al pensar que mis problemas son serios e importantes, escribiendo estos versos, sin pensar en aquellos que ahora mismo se debaten entre la vida y la muerte. Qué absurdo es pensar que moriré si me dices que no me quieres, seamos por una vez sinceros, y reconozcamos que el amor no mata, y que son por otras causas por las que el hombre muere y desaparece, digamos pues, que el amor a nuestra edad, es sólo la búsqueda del placer ilimitado de aquellos cuerpos desnudos que todavía no hemos probado. Qué absurdo te debo parecer, si te digo que sin un beso tuyo mi vida pierde sentido, destruyendo mis sueños, acabándose el camino. Qué absurdo es pensar en todo esto, cuando un rechazo sólo te obliga a vivir sin seguir viviendo, pero sin dejar de olvidar que su olvido nos penetrará con la llegada de otra luz, a la que dedicaremos nuevos versos, y que la vida sigue mientras el corazón siga latiendo.

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Seamos por una vez sinceros, dejemos a un lado la idealización y el romanticismo, y reconozcamos que el amor sólo mata cuando el método falla, y que son por otras causas por las que el hombre muere y desaparece, digamos pues, que el amor a nuestra edad, es sólo la búsqueda del placer ilimitado de todos aquellos orgasmos que todavía no hemos alcanzado.

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IXX. Una tarde igual a ésta Sé que será en una tarde igual a ésta, descansaré en una cama enfermo esperando mi final, sé que estaré pensando en lo mismo que pienso ahora, sé que nunca llegarás a ser mía. El destino quiso que viviéramos en diferente tiempo, nunca podré caminar a tu lado, pero no negaré, aunque esto me duela más que negarlo, intentar caminar siguiendo tus pasos. Sé que moriré en unas cuantas primaveras, sé que si te llegase la noticia de mi muerte, llorarías de pena, sé que sentiré algo parecido a lo que siento ahora, y quizá aun con las fuerzas dañadas, me levante de mi lecho de muerte para escribirte unos versos... que tú nunca leas. Sé que alguna vez pensaste, piensas, y pensarás en mí, sé que me quieres de verdad, incluso creo que podría contar contigo siempre, pero todo esto no sirve de nada, si no me amas como yo te amo. ¡Mi Reina de las Flores! te entregué mi alma aquella mañana en aquella cafetería... y tú, ni tan siquiera te diste cuenta.

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XX. La tarde II La tarde bosteza cuando espera una llamada que anuncie una nueva velada en el parque, una noche de alcohol y sustancias prohibidas. Las tarde bosteza en la época de exámenes con sus horas pesadas en bibliotecas, y habitaciones con escritorios. Mis tardes siguen bostezando de aburrimiento, si ella a mi lado no llega, ¿será entonces este bostezo la ausencia de un sueño hecho realidad? ¿de un amor? ¿la ausencia de aquello que sigues amando... cuando ya está apunto de acabar un nuevo curso?

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ACTO SEGUNDO: Penélope

(Amor Mitológico)

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I. Testigo La luz ilimitada de la esperanza apagada, los rincones oscuros, los versos escritos con lágrimas, todo finalizó, todo se convirtió en pasado, el día en el que de repente, inesperada pero precisa, empezó a sonar una melodía, melodía que pronunciaba tu precioso nombre entre sus acordes. Penélope, en tus labios se esconde el sabor del rocío, y en tu vientre, la extensión del universo abierto e infinito. Quisiera poder alcanzar la Luna, ese segundo, aquel momento en que nos vean caminar juntos y sólo seas mía, de la mano, cómplices miradas, acunando el recién nacido deseo. Penélope, entre tus sábanas, la pasión respira, en tus senos, el alimento y el descanso necesario que pudiese encontrar, para poder partir a ese largo viaje, del que anoche hablábamos. Penélope, esta noche el poeta no duerme, porque esta noche el poeta sueña contigo, sueña con tu promesa, sueña con ser tu amigo, sueña con tu prodigio, sueña con ser de tu belleza testigo.

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II. Mi última escapatoria De las cenizas de mi alacena, surgió de nuevo la esperanza, dejé de ser rosa sin pétalos, y me convertí en jardín de flores donde vuelan mariposas de diferentes colores, y sólo porque te vi abrir tímidamente su puerta, dejando pasar el resplandor que me evoca a soñar entre las sábanas de alma misteriosa, me agarré a tus brazos, como si fuera mi última escapatoria, ¿pero de qué huía? ¿de qué tenía miedo? sólo tú y yo lo sospechamos aquella noche.

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III. Días de viento Que sea en días de viento cuando de nuevo me reúna contigo, en una terraza de Madrid para disfrutar de tu sonrisa, para escuchar con atención tus pensamientos que liberas, sí, que sea en días de viento cuando tú y yo nos encontremos. Que surja el viento para edificar tu sonrisa y un momento de alegría, y olvidemos lo solitarios que somos y no nos dé miedo el estar acompañados.

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IV. Tus ojos detenidos Hoy descubrí cómo se detienen tus ojos, cómo buscan entre los pasillos subterráneos de tu interior, sentimientos. Creerán que observas con atención todo aquello que acontece en el exterior, pero la verdad es que cuando tus ojos son detenidos, vas excavando entre la tierra de tu alma, intentando descubrir una razón.

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V. Tu encanto Dichoso tu encanto del cual me enamoré, y por el que muero porque no consigo probarlo, dichosa tu voz, allí donde retumbe, ciego iré, saltando obstáculos que mañana sé que me vencerán, maldito es tu amor, maldito tu corazón, malditos son tus ojos que reflejan mi error.

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VI. Salir “¿Por qué salir del laberinto?” me preguntas, salir para descubrir el exterior, salir para empezar a vivir, salir para poder amar.

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VII. Sueño contigo No es fácil soñar en azul, pero espero que puedas seguir haciéndolo, porque si sueñas de esa manera, puede que yo sea parte de tus sueños. La realidad es el despertar, beber el sabor de la ausencia de un solo trago. Pero aun así, yo seguiré soñando en una noche más larga cobijado entre tus brazos, porque si no sueño estoy muerto, porque si no sueño no sería el mismo, porque si no sueño contigo, puedo llegar a pensar que mi vida pierde sentido.

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VIII. Pensando A veces pienso durante largo tiempo, la luz del día se quedará corta y marchará, dejando a mi soledad bajo la vigilancia de la Luna, al cuidado de fulgentes estrellas, a veces pienso en tantas cosas... A veces pienso qué pensarías tú si supieras lo que realmente pienso en este momento, a veces pienso, me gustaría pensar al menos, que tu pensamiento es el mismo que el mío... Y es que a veces pienso en tantas cosas que no debería pensar... que pensarlas sé, que más tarde o más temprano me destruirán. Y es que a veces paso tanto tiempo pensando en ti, que me olvido del Sol que alumbra los demás caminos. A veces pienso si piensas en mí, de la misma forma que yo en ti pienso, pero cómo es posible... si tú ya tienes en quien pensar... Y es que a veces parezco tonto, y pienso durante largo tiempo.

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IX. Desvincúlate del mundo Detente un segundo, un espacio insignificante en el tiempo, disminuye tu ritmo al ritmo del mundo, desvincúlate de él, no temas, no permitiré que te pierdas. Escucha mi voz un instante, alimenta por una vez tu atención con los versos que para ti pudieron surgir, desvincúlate de todo lo demás, no temas, tú misma sabrás regresar. Espera un momento en silencio, no te impacientes si tardo en pronunciar, ya sé que no tienes mucho tiempo, sólo quería disfrutar de tu presencia plenamente, llevo tanto tiempo esperando este instante… Afina tus oídos, concéntrate, detiene tus ojos como sólo tú lo sabes hacer, necesitan mis preguntas ser correspondidas con tu respuesta sumergida bajo la sinceridad, para más tarde a solas, una decisión tomar... Qué guapa estás cuando me miras, sin entender el porqué de esta cita, sin sospechar cuál puede ser la razón, qué guapa estás cuando me miras pero sin realmente conocerme. Y así eres toda entera para mí, un ritmo que me empuja a arroparte, y que me desvincula del mundo si me llamas, una atención que agudiza mis sentidos, un poema del cual no quiero escribir su final.

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X. Tan íntimamente nuestros Entre tú y yo, hay momentos y momentos, algunos de ellos son mutuos para los dos, sin embargo, existen otros muy personales, tan íntimamente nuestros, que el otro ignora que existen, o mejor dicho, desconocemos su naturaleza. Momentos mutuos son aquellos que ya conocemos, un momento mutuo es cuando yo pregunto y tú me contestas, cuando tú lloras y yo acuno tu llanto hasta hacerle dormir, cuando juntos vamos caminando, cuando nuestras miradas se cruzan y se hablan, cuando tratamos de buscar solución a nuestros problemas, cuando estando solos se pasa el tiempo sin darse cuenta, cuando tu sonrisa sirve de respuesta a mis bromas, son momentos y más momentos, que tú y yo, muy bien conocemos. Momentos personales, tan íntimamente míos, son aquellos que desconoces, ignoras o sólo a veces creo que presientes, aquellos que sólo tienen lugar en mi interior, aquellos que realmente no son simples momentos, si no una esencia, un fuerte sentimiento. Momentos personales, tan íntimamente míos... cuando llegas y mi sangre se estabiliza a un nuevo ritmo, cuando me miras y siento que mi alma es arañada, cuando después del llanto, me siento capaz de cubrir tus necesidades, cuando descubro en tus palabras lo que en ninguna otra persona encuentro, cuando cerca de ti empiezo a sentir lo que debería estar prohibido, cuando rozas tu sueño y veo mi muerte en ti muy cerca, cuando en tu ausencia me siento perdido y me bajo al parque, donde beberé con mis amigos la distancia insalvable de nuestros cuerpos. Momentos personales, tan íntimamente míos... todo aquello que de mí desconoces, todo aquello que aún de mí no sabes. Me pregunto ahora, qué habrá en tus momentos personales, tan íntimamente tuyos, cuando en mi compañía te hallas, cuando mi ausencia se hace por cualquier causa ajena duradera, cuando te miro y tú me miras al mismo tiempo, cuando me descubres en fuera de juego cómo te observo.

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Me pregunto ahora, qué habrá en tus momentos personales, tan íntimamente tuyos, mientras yo me encuentro en este silencio, y mi alma en la gran sombra que el Sol nunca desvanecerá, mientras empiezas a soñar de nuevo, y en ninguno de tus sueños me encuentro. Entre tú y yo, hay momentos y momentos.

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XI. Flechas Azules (Voz en off de Penélope) Camino sola, voy cruzando las calles de la rutina, observo tras ventanas cerradas cómo pasa mi vida. Se hace señorío el silencio, ahogando palabras que en mí nacen, palabras no pronunciadas que harían realidad mi sueño. Las fuerzas se desvanecen y los sentimientos se esconden, por miedo a un pasado, que en algunas noches, todavía su dolor hiere. Las olas de la vergüenza, la fuerza de los rumores, de todo ello la cobardía goza, se alimenta y se hace fuerte. Camino sola, voy cruzando desde hace horas las mismas calles, en esta esquina me he parado, cansada ya de buscarte. ¿Acaso no encuentras tú tampoco las flechas azules? aquéllas que deben llevarte al lugar donde yo por fin pueda abrazarte. Si pudiera traspasar tu alma con mi mirada y ver lo que en ella yace, y si no hicieran falta palabras y así nadie escuchase, quizás, entonces, esta ilusión viva que aún sin duda arde, en el río, entre piedras, no estuviera estancada como ahora permanece.

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XII. Si no recuerdas mi nombre Y si en ti no hay nada, si no fluyen ríos que desemboquen en mi alma, bosques donde perderse y entre descanso y descanso, buscando la salida, no recuerdas mi nombre, y si en ti no hay ningún sol para que nos ilumine al mismo tiempo a los dos, si no hay una trinchera en la que combatir, tu cuerpo con el mío para un mismo fin... Si al faltarte no sientes la necesidad de buscarme entre las calles de nuestras ciudades, si no hay en ti nada, de lo que hay en mí, debería dejar de pensarte, darme por vencido, porque este mundo que he creado sólo tiene sentido si tú quieres vivir en él.

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XIII. No me tengas en cuenta No me creas cuando te hable, tapia las puertas de tus oídos, no me mires cuando me acerque a ti, tapia los ventanales de tus ojos, no me escuches cuando te aconseje, asegúrate de la estabilidad de los muros de tus pasos. No me tengas en cuenta, ignórame, no te pares a pensar en mí, no apuntes mi número en tu agenda, no dejes que descubra de qué color son las luces de las salas de tu alma, no me sonrías nunca, no vuelvas a contar conmigo. No dejes nunca que esté cerca de ti, no agradezcas nunca los favores que te pueda llegar a hacer, nunca me ofrezcas tu amistad, porque quizá yo quiera algo más, nunca llegues a sufrir por mi culpa, que yo ya sé lo que es estar siempre solo.

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XIV. Debería haberte encontrado Hoy debería haberte encontrado, porque me sentí tan solo, que parecía que no existía ni tan siquiera dentro de mí. Hoy debería haberte encontrado, sentí que me lo merecía, llegué a creer que ibas a ceder, que ibas a aceptar acompañarme. Hoy debería haberte encontrado, no siento pereza al verte, no existe en mí vacilación, pero tú nunca estás disponible para mí. Hoy debería haberte encontrado, porque te juro que me sentí tan solo, que parecía que no existía ni tan siquiera dentro de mí.

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XV. Mi propósito Me siento egoísta después de hablar contigo, cuando te pido lo exacto, y lo más sencillo se convierte en inalcanzable, tu desprecio no lo comprendo. Las palabras no lo son todo, ni en ti creo que tampoco, buscas la curva que desvía mi propósito, me cubres de ignorancia. Converso contigo queriendo encontrar el momento, y parece como si hablase solo, como si rezase a una estatua, guardas la distancia, la fatiga me desborda. No entiendes que por ti se agoten las palabras, ingrata dices que te aburres, y que si no te entretengo... te marchas, y lo haces sin medida, con una rápida despedida. Me siento egoísta cuando hablo contigo, quizá son grandes cosas las que espero de ti, que compartamos más tiempo juntos, que me acompañes al menos en la vida... de este cigarro.

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XVI. No eres ella No eres lo que espero, lo que sueño encontrar desde hace tanto tiempo, no lo eres, porque si lo fueras me querrías como yo te quiero, y haríamos el amor tantas veces como fuera necesario. Hasta que el cansancio envolviese nuestros cuerpos, después te llenaría de besos, tu cara, tu cuerpo, tus piernas, la inmensidad de tus pechos, y te recitaría versos en tu oído, que surgirían en ese mismo momento. Y a ti te haría gracia y te volverías queriendo encontrar mi mirada, y dejarías que te siguiera abrazando muy fuerte para que no pudieras, para que no quisieras escaparte. Pero no eres lo que busco, pero te pareces mucho, pero no me quieres como yo te quiero, y entonces te hace diferente, por eso no eres mía, porque no eres ella, aquella que busco. Tú eres otra, pero no eres tan distinta, lo que pasa es que no me quieres, y yo te quiero como si realmente fueras lo que estoy buscando, pero tengo que estar equivocado, porque si fueras ella, me querrías como yo te quiero, y haríamos el amor tantas veces como fuera necesario.

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XVII. Si yo te pierdo Si yo te pierdo inevitablemente tú me pierdes, y desconocerás la forma en que puedo llegar a amarte, nunca lo podrás descubrir, morirás sin saberlo, porque si yo te pierdo nunca llegarás a ser mía, y los días morirán sin que disfrutes de mi compañía, porque si yo te pierdo te perderé la pista, y quizá nunca más nos volvamos a ver como en este instante, que me dice que no te pierda, que te siga, que te quiera, por eso yo te vigilo desde cerca guardando un escaso espacio, no quiero quebrantar tu libertad, sólo quiero estar visible para ti, porque el día en el que dejes de verme me habrás perdido, y yo te habré perdido, y habremos perdido este instante, que sospecha que juntos podemos ser grandes, por eso yo te vigilo desde cerca, para tenerte visible, porque el día que deje de verte te habré perdido, me habrás perdido y este instante que me desvela tanto, habrá muerto y pertenecerá al olvido, y nos habremos perdido el uno al otro, y quizá no volvamos a encontrarnos, sólo quería que lo supieras, que estuvieses enterada, que si yo te pierdo tú inevitablemente me pierdes, y nos habremos perdido y habremos desperdiciado este instante.

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XVIII. Esta utopía Librarme de esta utopía, mil recuerdos destrozando mi soledad, hace más dura mi vida cotidiana, esta vida donde nunca ocurre nada. No quise verte tal como eras, te deslizaste sin poder pararte, y quebraste para mí, para siempre. Quisiera poder besar sin amar, desnudarte sin temer miedo a enamorarme, me gustaría ser capaz de gastar mi dinero, pagar por un orgasmo entre las piernas y los senos que se fijan a un precio. Quisiera estrangularte en mi recuerdo, asfixiar las ganas que aún tengo por encontrarte, me gustaría creer en la amistad entre un hombre y una mujer. Quisiera en mi alma ser tu asesino, fabricar tu ataúd de madera, cavar tu fosa, bajo el ciprés más triste de mi cementerio, para que descases en paz eternamente. Y sobre todo quisiera ser contigo leal, y alegrarme por ti sinceramente, si algún día regresa a tus brazos aquél del que en mi lugar, un día te enamoraste.

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IXX. Nada se puede pactar No quiero pertenecer a tu recuerdo aunque fuese un buen recuerdo, no quiero pertenecer a tu pasado, aunque estuviese completo de fantásticos días, no quiero eso, no lo acepto, y el no aceptarlo está acabando conmigo, estoy contra las cuerdas, alguien dijo que de ésta no saldría vivo. Yo quiero pertenecer a tu presente, saber de ti el resto de mis días, no quiero preguntarme qué habrá sido de ti, quiero que seas tú quien me diga qué es lo que acontece en tu vida. Quiero acudir a ti cuanto la duda se haga reina en mi camino, y algún problema no me deje respirar, quiero estar junto a ti cuando la tristeza fluya en tus venas y no sientas más que soledad. Por eso quiero encontrarte en este momento, y proponerte un pacto entre los dos, en el que nos hiciéramos jurar a lo Benedetti: "puedes contar conmigo", pero qué iluso, nada se puede pactar.

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XX. Penélope Elegiste lo único que es insalvable, aquello que no acepta ninguna respuesta, ni tan siquiera una sugerencia, elegiste lo único que no se puede derrumbar, aquello que separa dos tierras, sin posibilidad de volver a acercarlas. Elegiste tu suicidio, la muerte espesa, la eternidad permanente, el cuchillo iba haciendo su trabajo sin piedad, abría los tejidos de tus venas, y liberaba la sangre que sostenía tu vida. Y fue tu sangre lo que me ofreciste sin reparo y sin medida, sólo me dejaste conocer tu parte más amarga, acepté tu ofrenda y con tu sangre, bajo la oscuridad de una noche sin Luna, me enamoré. La divinidad de los versos violada en una mirada de hielo, en unos oídos de nieve, en el frío que envuelve tu cuerpo durante tu espera interminable, porque no los necesitas, porque no los quieres, porque no estás dispuesta a que nadie beba de tus labios, la promesa que guardas para el día que tu dios, a tus brazos, regrese. Pero sin reparo y sin medida, me ofreciste tu sangre, primero la sangre que nos ahogaba en tu lucha, en tu sufrimiento, que hoy se acabó derramando en la copa de su boca, el vino, después la sangre que inundó tu suicidio, tu muerte, tu sagrado sacrificio. Te entregaste muerta a mis pies, y mis brazos entonces no volvieron a estrechar tu vida.

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Acto Tercero: Belén

(Amor Virtual)

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I. Derrotas Apostaste por mí, aun sabiendo que iba a perder, me entregaste la dimensión de tus manos sin pedir nada a cambio, sólo deseabas que mi derrota fuera menos dolorosa entre ellas. Me ofreciste tu aliento, y en él descubrí bocanadas de aire nuevo, de tu confianza aprendí, que incluso en la oscuridad se puede encontrar destellos de luz, destellos de esperanza. Todo aquel dolor quedó atrás, hoy vuelvo a escribir porque mi alma vuelve a sentir, sin embargo ahora en mis bromas apenas se ve reflejada tu sonrisa, y temo que alguna tiniebla se haya enamorado de ti, abrazándote fuertemente contra su pecho, para que de él bebas su infinita tristeza, adormeciendo tus sentimientos, estrangulando tus sueños. ¿Qué es lo que está atravesando tu alma? ¿cuál es la causa de tu herida ensangrentada? Si sabes que mis manos son tus manos, ¿por qué no desvelas sin miedo, aquello que todavía yace en tu silencio?

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II. El tamaño de la virtualidad Cuando la virtualidad quedó pequeña entre nosotros, quise buscarte en las calles, que mis frases tuviesen voz, que pudieras escucharme. Cuando la virtualidad quedó pequeña entre nosotros, quise ofrecerte mi presencia en las tardes, conocer los sitios donde habitas, descubrir en Madrid la luz de tu sonrisa. Cuando la virtualidad quedó pequeña entre nosotros, empecé a echarte de menos en mis días, a recordarte en cada parada del Metro, y en las puertas de los cines y de los teatros. Cuando la virtualidad quedó pequeña entre nosotros, creí que podría ser igual de importante fuera de ella, y esperaba aquel día en que nos viésemos, que me desvelases el lugar y la hora de nuestro encuentro. Cuando la virtualidad quedó pequeña entre nosotros, empecé a buscarte entre líneas como si fuera un Camel que espera ser mezclado por tu marihuana, o quizá simplemente sostenido por tus labios.

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III. Alguien como yo Mientras mi voz siga luciendo, tu nombre seguirá siendo pronunciando en voz baja y en las penumbras, para que no te asuste que alguien como yo, se haya perdido pensando en ti. Mientras mis manos sigan esculpiendo, tu cuerpo seguirá siendo moldeado en forma de versos en habitaciones clandestinas, para que no te sorprenda que alguien como yo, en la áspera soledad del folio en blanco te espera. Mientras mis ojos sigan explorando, tus pasos seguirán siendo vigilados desde la sombra de una distancia desconocida, para que no descubras que a alguien como yo, le importas tanto que vela cada noche tus sueños.

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IV. Yo sé Yo sé que me pierdo cuando encuentro una mano para estrechar, y que me entrego sin saber medir los verdaderos sentimientos. Yo sé que soy diferente, que estoy lejos, que me escondo, y que miento en el propósito final. Yo sé que me haces falta, que pienso en ti en esos momentos en los que solamente se piensa en la persona amada. Yo sé muchas cosas, y no llego a ser inteligente, me salvo de tal sabiduría, pero sí sé que pienso en ti, y que abres y cierras mi alma, mis heridas, mis lágrimas. Yo sé que te sigo buscando, que eres tú quien llama a mi tristeza, a mi nostalgia. Yo sé que me pierdo por las ganas de tenerte, de abrazarte y de hablarte. Yo sé tantas cosas... aun sin saber nada de ti.

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V. El tiempo seguirá corriendo El tiempo sigue corriendo, pero yo permanezco allí, inmóvil, quieto, mudo, héroe del silencio, rey de la nada, de la soledad, del recuerdo, del pasado, de la tristeza que derrama lágrimas, de la derrota que en mi noche siempre llega, enemigo de la victoria, de la alegría, de tus labios, de la felicidad que no puedo alcanzar sin ti.

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VI. Encarcelado Como el viento acariciando la hierba de los campos, como la brisa que peina tu melena mientras caminas, como los sueños que rozan la realidad cada noche, como los árboles estáticos y observadores de nuestros destinos, como la lluvia que te va mojando mientras se desliza por tu piel, como los niños que se aproximan a quien relata un cuento, como la primavera revistiendo de flores la pradera, como la libertad que te permite caminar sin miedo a mirar atrás, como las estrellas adornando el firmamento, como el Sol con toda su expresión y calor, como la Luna y su compañía en las noches en vela, como la soledad y su reflexión al descubrir lo que realmente amas, como los ríos que ya saben el final de su camino, como yo, halcón salvaje encarcelado en tu corazón.

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VII. Indiferencia camuflada Pasan las horas sin pensar, sin escribir, no siento nada, indiferencia camuflada, escondiendo importancia absoluta. Me importas pero quiero olvidarlo, quisiera decirte pero no digo nada, sé dónde te encuentras pero no voy a buscarte, me hablas pero no te escucho, por ti mi inspiración se paraliza, te necesito pero por primera vez dejo de admitirlo, te quiero pero espero que no demasiado, ya sabes que al ser poeta todo parece volverse trágico.

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VIII. Cómo no tener prisa Cómo no tener prisa, cómo dejar mi destino descansando sobre la alfombra de la corriente de un mar. Cómo no hacer nada, como si alguien pudiese asegurar del tiempo restante que dispongo, de los días que aún me restan. Cómo no tener prisa, cómo seguir esperando, viendo que te alejas en vez de querer estar a mi lado. Ahora te aman, por eso te hago menos falta, y empiezas a guardarme secretos. Cómo no intentarlo de nuevo, pedirte una cita aunque sea breve, como un verso, como un suspiro. Pero me pides que no tenga prisa, que cuando una puerta se cierra, otra puerta se abre, pero tu puerta nunca estuvo abierta para mí, y yo no voy a descansar hasta que descubra qué hay detrás de ella.

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IX. Lleno de valor Esta vez no voy a escribir versos que digan que te quiero, hoy no voy a exiliarme en mi cuarto y dejar de existir para el mundo entero, hoy voy a buscarte, si no te encuentro en la calle, debes saber que voy a llamarte, hoy me he llenado de valor, y mirándote a los ojos, te voy a decir: "te quiero", hoy, por fin, dejaré de pertenecer al deseo que jamás acaricia el cuerpo.

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X. Viajero subterráneo Voy en tu búsqueda, quisiera poder encontrarte, descubrir tu rostro, solamente divisarte, conozco cómo se llega a tu parada del Metro, me aprendí las diferentes formas de llegar hasta ella. Voy solo como siempre, solitario viajero subterráneo, iré tan lejos como mi B2 rojo me lo permita, viajo en un vagón sin luces con todos sus asientos libres, viajo observando atentamente las líneas de un plano del Metro.

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XI. Belén Hay instantes que sólo a ti te pertenecen, que aunque callada y ausente, besas ajena mi soledad y mi silencio, hay instantes que llevan grabados tu nombre de ciudad bíblica y ancestral, lecho de la divinidad y de la fe que siento por ti, en la cual se ubican jardines de belleza inalcanzable para los ojos abiertos que te acompañan, habitante sólo en este alma mía que te observa, siempre desde lejos, sin hallar presencia en tu camino. Hay instantes que sólo a ti te pertenecen, que aunque enamorada de quien no te merece, me acompañas en mis caminos que no van a ninguna parte, hay instantes que llevan grabados tu nombre, cuando mi miedo se reúne con tu grandeza, y dices sentirte feliz en la marea de otros versos, pero cuando el ruido del ventilador de la máquina desvanezca y el resplandor de la pantalla no vuelva a surgir en tus ojos, dime quién vendrá a escuchar tus plegarias cada noche, y quién limpiará las heridas que terminan abriéndose en tu vientre. Hay instantes que sólo a ti te pertenecen, que aunque no vayas como yo buscándote por las calles, me llenas de eternidad con tus palabras, hay instantes que llevan grabados tu nombre, instantes en los que quisiera desvelarte mis verdaderas intenciones, penetrarte espiritualmente cada vez que me mires, edificar en tu alma pozos de ternura, asesinar todas tus horas muertas, y no dejar que vuelvas a sentirte sola mientras voy descubriendo todos tus secretos. Hay instantes que sólo a ti te pertenecen, que aunque desinteresada y distante, inauguras siempre nuevos lugares para poder pensarte, hay instantes que llevan grabados tu nombre, instantes que quisiera mi dilatada oscuridad que me amases, en cada tarde, en cada madrugada... por eso Belén, es el nombre que fluye en los versos, por eso Belén, es el nombre de todas las paradas del Metro, por eso Belén, es el nombre que susurra mientras acaricia las ramas de los árboles de mi parque, el viento.

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XII. Pasos Son pasos de un solitario, son pasos silenciosos que nadie puede escuchar, pero pasos igualmente, pasos que recorren un espacio, acercándole a la única puerta que le queda abierta, puerta abierta a todos, en todo momento, pero que huimos de ella. Son pasos de un perdedor, son pasos solitarios que nunca nadie acompañó, son pasos de una huida, de un recuerdo, son pasos perdidos que no le llevarán a ninguna parte, pues ha fracasado tantas veces antes, que se volvió imposible orientarse de nuevo en su camino, que va atravesando lugares oscuros, prohibidos, donde nacen la miseria y la derrota, camino quebrantado, asfalto con charcos de sangre, pero camino igualmente, sin brazos ni piernas de mujer a los que encadenarse. Son pasos equivocados en un camino inexistente para la vida, camino que te llevará tan lejos que nunca podrás regresar, son pasos, mis propios pasos fueron los que me llevaron lejos de ti, cerca de mi soledad.

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XIII. El cristal de vuestra alma Qué culpa tenéis vos si no consigo robar vuestra atención, si soy lo que soy, lo que vos no esperáis, lo que no necesitáis para ser feliz, en vos soy prescindible, importante sólo en un medio, si alguna vez os faltase, nuestra planta moriría, pues no poseéis tiempo para cuidarla. Qué culpa tenéis vos si en vos nunca estuve presente, porque no logré quebrantar el cristal de vuestra alma, ni tan sólo una pequeña grieta, por donde se colase la fuerza de todo aquello, que yo por vos sigo sintiendo, que vos parecéis no daros cuenta. Qué culpa tenéis vos si no me amáis, es mi fracaso, no soy merecedor de vuestros labios, porque yo no tuve la oportunidad, que a otros concedisteis en vuestras horas reales, yo os sigo esperando en vano, yo sigo esperando la llamada que solicite mi presencia. Qué culpa tenéis vos si me entregué sin medida a vuestros brazos, vos que sois la estrella que antaño guió a reyes, cómo pude pensar que era capaz de alcanzaros con victoria, descubrir en vos la belleza de la eternidad, en el momento que nuestras manos se uniesen.

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XIV. Pedir perdón Puedo pedirte perdón esta noche, vaciarme de todo tipo de rencor, escaparme de todo orgullo, mirarte a los ojos, y cuando tu mirada y mi mirada se crucen, y en el pulso unilateral ninguna de las dos se aparten, volverte a pedir perdón esta noche. No me falta valor, reconocer que fui el culpable, pero tú no buscas mis disculpas, tú buscas el desprendimiento de lo mutuo conocido y del pasado que nos mantenía unidos. Tú buscas mi pérdida más profunda, el silencio de dos personas que dejan de encontrarse, que dejan de hablar y permiten que el tiempo vaya destruyendo y enterrando lo que antaño fueron juntos. Llegará el día en el que no sea nada para ti, y tú, solamente el reflejo en la fuente donde hoy han surgido de esta forma mis versos.

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XV. El monstruo lírico Hoy se me ocurre decirte cosas bellas, pero no voy a decir nada, no vayan a herirte, no vayan a asustarte, no vayan a causarte miedo. Esta vez dormirá el monstruo lírico, los versos no serán alfileres en tu piel, hoy los versos serán palabras calladas, un presente sin destino y sin descubrir. Hoy estaré callado como si no existiera, ni tan siquiera sentirás el ritmo de mi respiración, de esta forma sé que te llegaré a perder, pero si hablo sé también que te haré daño. Y porque mis palabras son espinas y vuestros oídos minuciosas manos, voy a cortarle el cuello a mi voz, y las piernas a mi lengua.

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XVI. Getsemaní Nunca una hora llevó en sí misma un siglo tan largo como aquella, ¿cuánto envejeció mi vida esperando tu respuesta aquella tarde? sólo yo lo sé. Sin piedad dejé que me descubrieras, y qué cruel tuvo que ser para ti, hiriéndote de tal forma que tu voz desvaneció, y nunca más pudiste pronunciar. Quedaste enmudecida, asustada y traicionada, no podías creértelo, ¿cuánto daño sufrió tu alma aquella tarde? sólo tú lo sabes. Un atentado en tu pecho, un secuestro que te impide recuperar la confianza, una red que atrapa las palabras mutuas, las palabras dedicadas. Nada quedó intacto entre nosotros cuando me descubriste, cuando conociste cómo era realmente. Una tiniebla tan extensa, un ser tan oscuro, una tormenta tan violenta. Mis versos fueron rosas, recogidas sólo para ti en El Jardín de Getsemaní. ¡Ay si yo hubiera sabido que los pasos solitarios carecen siempre de rima! ¡Oh la carencia de tu presencia! ¡oh la amistad embargada! ¡oh la ejecución de tu sentencia! ¡oh la amistad terminada!

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Un universo quedó clausurado con tu marcha, el aborto de aquel sueño causó un dolor interminable en tu vientre, pero cuando nadabas en aquel lago lleno de lágrimas, nunca te importó que te descubriera desnuda. ¡Oh el tiempo estimado! ¡oh la fortuna perdida! ¡oh el cuerpo deseado! ¡oh el amante sin guarida!

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XVII. La audacia del silencio En la audacia del silencio se produjeron tus últimos pasos, te deslizaste de mí como la lluvia en el cristal, y en la peripecia de la oscuridad lograste multiplicar la distancia de nuestras casas por kilómetros. Madrid dejó de verte en sus calles, no llamaste, no hubo despedida. Las banderas ondearon a media asta, salvas retumbaron en tu honor, los comercios cerraron sus puertas, los niños no asistieron a la escuela, crespones negros enlutaron cada entrada. ¡No fuiste testigo de tu marcha! ¡no fuiste testigo de mi dolor! ¡Oh ménade llena de misterio! ¿piensas alguna vez en mí? ¡oh ménade cubierta de silencio! ¿cuándo volverás a resurgir? Porque nunca podré olvidarte, ¡qué bonita será tu tumba! porque cada vez que te recuerde una nueva rosa adornará tu lápida. Y cuando las campanas de la iglesia suenen entre las bóvedas silenciosas, un profundo sollozo se escuchará siempre para recordarte. ¡Oh qué lejanía más profunda! ¡oh qué dolor más intenso! ¡oh qué ausencia más rotunda! ¡oh el sabor de tu cuerpo!

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XVIII. Ahora que no estás Ahora que no estás en este mundo, que has muerto, que estás bajo tierra, no puedo olvidar tu sonrisa cómplice de amor hacia a ti. Ahora que no estás en este mundo, cuando los gusanos comen hambrientos tu cuerpo sin vida, quiero que me digas si lloras por mí como lloro yo por ti. En un instante pasaste la frontera de la muerte sin volver la vista atrás, sin pensar en los demás, sólo en ti, sin pensar en mí, sólo en ti. ¿Sabes? cada noche cuando me acuesto, antes de que el sueño me haya vencido, lo último que viene a mi memoria es aquel bonito rostro, ahora tan deprimente. Ahora que no estás en este mundo, que has muerto, que estás bajo tierra, es cuando quiero dejar de respirar, intentar estar donde tú estás. Ahora que no estás en este mundo, intento ahogar tu maldito recuerdo, escribiendo versos a solas, dejándome llevar cada noche por el hechizo de la Luna.

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IXX. Sálvate a tiempo Yo no quiero que te quedes sin mí, por eso sigo esperándote entre los rencores que no supiste sortear, que estuvieron más presentes que tú misma cuando a mí lado te consolabas, huyendo del frío, y de la escasa ocupación de tus sentimientos y tus necesidades. Dos voces que se hablan y no se entienden, una distancia que ni el sexo puede destruirla, un dios sin oración y sin creyentes, una mentira sin que haya nada que ocultar, la luz de una vela que expira por culpa del viento, un naufragio en tu piel y en tus besos. La realidad corresponde a la sombra de las pesadillas, los sueños se alejan de tu nombre, las calles se quedan para ti vacías, está claro, ¡no supiste salvarte a tiempo! El valor enmudecido y asustado por dar un nuevo paso, lo cotidiano te arrastra a tu calvario, los besos sin alma nunca fueron besos, el mar aullando olas que impiden que escapes de aquella orilla, que te secuestra con tu consentimiento. Y tú, sin las fuerzas suficientes, sin querer encontrarlas en el prójimo que te escucha, dejaste derramar lo que te merecías: un cariño y un amor más extenso que me delata y me desnuda ante ti, definitivamente, ¡no quisiste salvarte a tiempo!

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XX. Mi vida escueta Te extraño, y no estuviste nunca a mi lado, no te molestaste en aprender mis hábitos de mi vida escueta. Los parques de los que te hablé, nunca fueron visitados en tu compañía, pero te extraño, y nunca hiciste presencia. Los días siguen amaneciendo, y su belleza persiste en cada uno de ellos, aunque mi vacío siga siendo el mismo, pero estoy vivo, todo es tan extraño. La esperanza arde en todo mi cuerpo, en mis manos cuando escribo, en mis ojos cuando diviso paisajes, en mis piernas cuando camino solo. Y todo lo hago esperando que exista ese día en el que estés a mi lado, y quieras aprender mis hábitos de mi vida escueta, conocer el parque que me recoge por las noches y los amigos que me acompañan, y de los cuales tanto te hablé.

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XXI. Las mismas tardes Se repiten las mismas tardes desde hace algún tiempo, en las cuales no sé muy bien qué hacer, sigo igual de solo, ella sigue tan lejos como siempre estuvo, y parece que me acostumbré a tal lejanía, y parece que empieza a dolerme menos. Pero se repiten las mismas tardes, después de regresar del número dos de aquella calle, de aquel lugar que me evade, cuarta planta de un Edificio de Cristal. Se repiten las mismas tardes, escuchando canciones tristes de Serrano, Rodríguez o Ortiz de Landázuri, y mi ordenador procesando datos, mientras espero que un folio en blanco me robe un poco de inspiración. Se repiten las mismas tardes, algo cansado siempre, esperando que se haga de noche. Se repiten también las mismas mañanas, en un coche veo nacer cada día, y un cigarro en las escaleras anuncia el comienzo de la jornada. Y luego me olvido incluso de ella, su recuerdo parece perderse entre expedientes y archivos, faxes, Staremul y mis compañeros.

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XXII. Parada del Metro Ha pasado un tiempo, en una reliquia se convirtió el amor que por ti sentía, el amor que quizá sigo sintiendo, ahora suelo mantener la respiración cuando paso por cierta parada del Metro. Ya no miro el andén para buscarte, tengo miedo de hacerlo y de derrumbarme, al encontrar ese mismo instante... que tú tantas veces me negaste.

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XXIII. Primavera En estos días en los que el asma encontrará pronto cobijo en mis pulmones, cerrándoles, disminuyendo su espacio, impidiendo que les llegue el aire suficiente. En estos días en los que gramíneas y pólenes, golpean mis ojos y les hacen llorar, y los tabiques se cierran en la noche. En estos días en los que sigo sintiéndome solo, enfrente de mi única realidad. En estos días que me sigues ofreciendo el silencio, tan frío siempre, tan árido, sin naturaleza, planeta sin vida, lado oculto de la Luna. En estos días en los que dormiría eternamente, arropado entre aquellos sueños de los que al despertar no puedes acordarte. En estos días en los que me gustaría estar dormido, para no estar presente cuando te vayas, y no sufrir así las derrotas que partirán mi espalda. En estos días en los que sigo caminando derrotado por los subterráneos que me llevan a diferentes andenes, de distintas estaciones llenas de gente, con la mismas prisas de siempre por no llegar tarde al trabajo. En estos días cuando la segunda planta de Puerta del Sol catorce cierra cada tarde a las ocho y media sus puertas, yo regreso a casa entre la multitud a la deriva, ya sin la esperanza de encontrarte, asimilando que fuera de la virtualidad no existes. En estos días que siguieron a otros anteriores, en los que mis versos hirieron tu alma, y el miedo dices que se posó en tu cuerpo. En estos días en los que me gustaría olvidarte, y aprender a vivir sin tu existencia, deseándote el peor de los infiernos.

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En estos días en los que mi boca besó nuestras almas con la forma de las blasfemias, que evoca el Metro, los parques, las habitaciones, la compañía de los colegas salvando el vacío de un verdadero amigo, el humo del tabaco, del hachís, y la nada de las botellas vacías. En estos días en los que nos hemos defraudado, yo, por no querer permanecer en la sombra de la amistad, tú, por condenarme a ella y negarme los amaneceres que surgen después de tus besos. En estos días en los que te recuerdo, e intento volver a acercarme a ti. y el firmamento no es tan bello, más oscuro, más negro. En estos días en los que los Reyes de Oriente, se quedaron desorientados en su camino, en estos días en los que la Luna Llena me suele descubrir cuando más te recuerdo. En estos días grises de primavera, vísperas de exámenes universitarios. En estos días de contratos temporales, sin que me ofrezcan uno indefinido que me sumerja eternamente en el mar que se esconde entre tus piernas. En estos días de huelga general, no encuentro en mi camino ni a un sólo esquirol, que quiera acabar con esta huelga de silencio que me convocas... En estos mismos días... en los que sólo pienso en ti y camino con la esperanza de poder encontrarte en alguna calle de Madrid.

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XXIV. Entre tú y yo Entre tú y yo, una vez la distancia fue ridícula, entre tú y yo, una vez había una autopista que comunicaba tu mundo con el mío, entre tú y yo, las distancias eran burladas. Entre tú y yo, hoy has ubicado un desierto para que no pueda volver a acercarme a ti, entre tú y yo, hoy has ubicado un muro, imposible de ser escalado por nadie. Entre tú y yo, ayer, no había ningún obstáculo, entre tú y yo, hoy, no queda nada.

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ACTO CUARTO: Dueto

con Teresa Pahe

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I. Sequía de besos Sentados bajo la noche, envueltos en mantos de timidez, frente a frente nos hablamos sin saber qué decirnos, sin saber qué hacer. Me hablas de la Luna, testigo móvil de esta inmovilidad. Preguntas... respuesta que conozco pero que muere en mí antes de que la oigas; el cerebro aborta las palabras que yo te quisiera decir, ¿qué es lo que nos impide saciar esta sed? ¿qué es lo que provoca esta sequía de besos? Quiero escapar de esta quietud, quiero liberarme de esta camisa de fuerza y abrazarte y sentirte cerca. Hago de ese instante un momento perpetuo... te observo, tan cerca de mi vera, tan lejos de mi sueño... te espero.

Teresa Pahe & Lucideces

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II. El Sueño de Venus Las mañanas se hacen realidad sólo al despertar y verte junto a mí, con tu cuerpo tendido sobre mi piel. Entre las rendijas de las persianas... una pequeña luz alumbra tu materia corpórea, y mi corazón se extiende y nos engrandece, poco a poco me pierdo en el laberinto de la cama intentando que despiertes. Las sábanas intactas enredan tus piernas, anunciando el camino que retomaré cuando la oscuridad vuelva a nuestro cuarto, y bañe el espacio que rodea nuestro amor. Te abrazas a mí como una enredadera silenciosa y vistes mi ser. Sigues durmiendo, brillan tus pestañas, tu cabello acaricia mi pecho y yo le acuno con mi respiración. Un susurro penetra en la cueva de tus oídos, y te hace despertar con una sonrisa cómplice dispuesta a competir con la luz del Sol. Un estático silencio se apodera del momento, pero nuestras almas conversan, nuestros cuerpos se exploran y aprenden de memoria sus rincones, nuestras miradas bailan un vals al ritmo de la música de una caricia que se pierde en los pliegues de mis senos. Tu mano me recorre por fuera y por dentro manteniendo el calor de la hoguera, que anoche encendimos… Cuando dispuesto abriste el mar de mis extremidades y te hiciste dueño de la selva virgen de mi ser, surcando cada ola que desprendía mi vientre, y tu ritmo era ya parte de mi cintura… Cuando consumiste mis confines incendiados y me llevaste al País de las Maravillas,

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cuando tus gemidos eran partes de los míos, y la unión adquirió verticalidad y un ángulo recto, tus manos queriendo en vano controlar mis caderas desbocadas por la furia de tu sexo, cuando me convertí en amazona salvaje luchando contra la rebeldía de tu cuerpo, y nuestras pieles guerreras se fundieron haciendo temblar la tierra y el cielo, cuando llegado el último momento, dos volcanes en erupción fuimos, y la mutua fatiga y el sudor de la piel volvieron a llamar a la paz en nuestro lecho. Fue sólo entonces cuando El Sueño de Venus se depositó por única vez en mi quimera sosegada, al encontrar en el cobijo de tus brazos, mi más perfecto refugio, mi más perfecto descanso. Las mañanas se hacen realidad sólo al despertar y verte junto a mí, con tu cuerpo tendido sobre mi piel.

Teresa Pahe & Lucideces

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III. Mis tinieblas Últimamente converso con mis tinieblas al anochecer, entre ellas voy buscando lo que todavía no encontré, lo que todavía anhelo en estas noches de vigilia y ensueño, una fuente donde hacer morir la sed que me produce lo ajeno. Últimamente en mis noches el reloj parece detenerse en el vacío intemporal del pasado, de los días que te amé, cuando cualquier balada hacía sentirme cerca de ti, cuando todas las canciones llevaban tu nombre, cuando todos los amaneceres tenían tus ojos, y todos los anocheceres eran bañados por tu sonrisa. Son precisamente estos días ya hechos cenizas, a los cuales el reloj lucha en vano queriendo volver, tiempo pasado donde me aferro como la Luna se aferra a la inmensidad de la oscuridad, como el Sol se aferra a la belleza de la claridad, sintiéndome como una luna sin sol que la alumbre. Últimamente repaso tus palabras disfrazadas, de aquellas promesas que se promulgan haciendo la realidad más bella con el asomo de la eternidad, promesas que serán erosionadas con el paso del tiempo, en ellas sólo quedarán simples palabras, que ya no nos dicen nada, que serán olvidadas. Últimamente converso con mis tinieblas al anochecer, y tú me contestas.

Teresa Pahe & Lucideces

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ÚLTIMO ACTO: La capacidad de ser amado.

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I. Cristales rotos Cristales rotos en el camino, sobre él ando con miedo, esperando que alguna de ellas los retire, y entre ellos encuentre la llave de mis secretos.

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II. La belleza de las musas Se separan de mi humilde condición los sueños que en mí nacen, pero hay momentos en los que creo ser otra persona, y olvido las violentas ráfagas de viento que acarician mi camino, es entonces, los únicos momentos, en los que creo que rozo la felicidad, exaltado abro mi interior, echo a un lado mi vergüenza, mi posible timidez se muda, y me siento rodeado, siento mi sitio y mi espacio, se apertura el universo para formar parte de él, realmente parezco otra persona en esos momentos, muy distinta a la que soy ahora mismo, cuando escribo en silencio para permitir que mi mente bese la imaginación, y los versos consigan delatar la belleza de las musas que me negaron su compañía y su vida.

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III. La ilusión adormecida Cuando desde hace tiempo convives con la soledad, se llega a un punto neutro, donde ya nada te importa demasiado, y sientes que has perdido la ilusión primera de conquistar a esa chica que te gustaría conocer mejor, y ya no tienes en cuenta que tus proposiciones sean contestadas con silencio, tampoco esperas una simple llamada perdida, ni tan siquiera un mensaje de texto, y mucho menos una llamada aunque fuese tan breve como un minuto, y ya tampoco sientes esa sensación que te ahoga por dentro, que supongo es provocada por los celos, cuando ella empieza a hablarte de los problemas y preocupaciones que tiene con aquel hombre, que sin embargo, él sí que logró conquistarla, y que ahora está con ella, y te das cuenta de que él sí tuvo la suerte que a ti te faltó, y tiene esa capacidad de ser amado que tú parece ser que no tienes, y aunque sigues sintiendo envidia, ya no la sientes de la misma forma, y eso que él puede verla cada día, y la lleva al cine, y a los bares de su barrio, y va a buscarla después de clase, y también después del trabajo,

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además puede preguntarle: "¿cómo estás?" cada mañana, y besarla, y hacer el amor con ella, es decir, todo aquello que tú esperas hacer a su lado, o quizá ya solamente esperabas, sin embargo es curioso, y la gente que te rodea se percata de ello, que cuando ella te busca sigues escuchándola de la misma forma, y sigues intentando quedar con ella aunque ya conozcas su repuesta, quizá no se ha perdido la ilusión del todo, quizá sólo esté adormecida, y sigas esperando en el fondo ese día, que ella te necesite de esta manera tan particular que tú la necesitas.

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III. Mujeres con las que soñé Mi alma a veces sufre accidentes, y estos accidentes a veces también... se deslizan hacia la tragedia, por sentir más de lo debido, fui perdiendo por el camino grandes partículas de oxígeno, por sentir más de lo permitido, eché de menos en la noche a mujeres que de mí se desprendieron con enorme facilidad, mujeres con las que soñé estrechar mis manos de sed en la claridad del día, y acariciar sus cuerpos desnudos en la oscuridad de la noche, mujeres que incluso durmieron conmigo, pero que tampoco llegué a conocer, mujeres que me negaron su presencia incluso para dar culto a una amistad, mujeres mayores todas que yo que no llegué a comprender, mujeres que me fallaron y que por supuesto y sin duda fallé, en definitiva, mujeres que no vieron en mí reflejados sus sueños.

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IV. Las ménades de las ciudades Ahora que la lucha ha cesado, que todo permanece en marasmo, que me he dado por vencido, que ya no sigo proponiendo sueños a las ménades de las ciudades, que se fueron despidiendo del poeta que quiso escribir una vida junto a ellas, que encontraron en otro lugar lo que con ellas quiso encontrar, ahora que todo pertenece al pasado, y este presente en el que vivo se ha quedado en la penumbra de una muerte perecedera, y en las tardes sigue sobrando el tiempo, y en las noches los recuerdos me quitan necesarios instantes de sueño, y el cansancio sigue siendo el mismo, y la soledad sigue siendo la misma, y mi vida no ha cambiado mucho, ahora que las ménades de las ciudades están aún más lejos de lo que siempre estuvieron de mi lado, de mis propósitos, de mi ilusión, de mis ganas de dejar de escribir, me encuentro como menos vivo, con menos intenciones y menos planes para llevar a cabo y romper con lo cotidiano, en definitiva, con menos sueños para soñar, y con más realidad que afrontar.

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V. Los caminos de la muerte

Frente a la luz sin límites de la vida, yo iluminé los caminos de la muerte, y de sangre me cubrí, y manchado hasta el alma de su color rojo, en vano quise ser feliz, me encontré con mujeres con un pasado, con el cual no pude combatir, comprometidas a veces con un presente incierto, fueron crueles conmigo cuando me buscaron solamente para sentirse acompañadas en su existir, durante esos mismos días en los cuales aquellos a los que amaban, no eran lo que ellas habían soñado que fueran, y despojaron las lágrimas de la soledad en las presas de mi alma, llenándolas, inundando el azul de mis ojos, cerrándolos, de su tristeza fui testigo, del sollozo de aquellas mujeres que siempre fueron ajenas a mí, en sus pechos llevaban otro nombre tan guardado, tan oculto, tan profundo, que ni un sólo momento me pudieron amar, pero yo amé, de la única forma que sé, y por eso nació mi dolor y lo vulgar de mis versos, me entregué hasta hacer marchitar mi independencia, y dejé de sentirme solo en aquellos días que estuvieron tan cerca que las podía sentir, cómo caminaban a través de los caminos de la muerte, me pregunto si tuve algo que ver cuando conseguían abandonarlos, indirectamente quizá las rescaté, pero ahora que ellas se fueron, y que ya no queda nadie, me pregunto sin saber responder: “¿Quién me rescatará a mí ahora de los caminos de la muerte?”

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VII. Tener un sentido Quizá no hay razón para que me sienta tan hundido, quizá nunca me enamoré realmente, y es esta soledad la que me hace confundirme. Las circunstancias nunca fueron mis aliadas, me lo pusieron difícil cada vez que me fijé en alguien, quizá todavía no ha llegado mi momento, quizá aún ella duerme pensando en el día que me encuentre como yo hago cada noche. Me gustaría saber dónde vive, en qué actos fue diosa y en qué cuadro fue plasmada, qué le gusta leer, qué música le invade, cuál es esa canción que se sabe de memoria y canta a solas mientras camina buscándome, como yo la busco cada vez que salgo a la calle. Quisiera saber qué estudia, cuál es su trabajo, y conocer los parques donde se perdió evadida, pensando que no llegaba mientras yo la invocaba en cada trago, y terminábamos regresando solos a casa. Quisiera poder conocerla si realmente me espera, salvarla de su soledad, arroparla con mi persona, y así mis escrituras encuentren descanso, y tenga este poema algún sentido.

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VIII. Entre el fingir y el verdadero sentimiento Porque no sé dejar de amar, seguiré amando y extenderé mis brazos hasta los confines del horizonte de mi vida. Pero quizá no amo de verdad, quizá sólo busque un regazo. Entonces no sería tan noble como creo que soy, entonces y sólo entonces sería el único culpable de mi agónica desdicha. Porque quizá no haya amado, quizá no haya amado nunca a mi familia, ni a mis amigos, ni a ella, ni tan siquiera a mí mismo. Entonces quizá merezca la tristeza de mis versos, la soledad que inunda mis pasos. Porque quizá no sepa amar, porque a lo mejor sólo aprendí a fingir como Pessoa, y de tanto fingir creí mi mentira, y amaba sin darme cuenta que no amaba, que sólo fingía, que simulaba un amor que no existía. Pero ¿quién puede saberlo, si nadie quiso detenerse a mi lado para indagar mi sentimiento? Quizá amé de verdad, y no sepa dejar de hacerlo. Pero entonces si mi alma es clara como el agua de un manantial, y si mi amor es verdadero, y no finjo y soy realmente sincero, me pregunto: “¿por qué sigo tan solo?” ¿Acaso quizá no haya nacido aún nadie capaz de descubrir el sentir que en mí se encierra y me desborda?

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Pero quizá la verdad última sea más sencilla que todo esto, quizá la única verdad sea que no sé amar como los demás, y entonces no valga para algo mejor, y entre el fingir y el verdadero sentimiento, se vayan edificando la soberbia de mis actos.

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IX. Lo conocido Yo conozco los campos sembrados sin cosecha que recoger, las horas de afiladeros melancólicos, los asesinatos con víctima pero sin asesino ni culpable, los corredores de la muerte sin silla eléctrica, los jardines con flores marchitadas, los envíos sin destino o con la dirección incorrecta, los versos con nombres equivocados que no tuvieron sentido, las huellas dactilares en el alma de mujeres de humo, las miradas al horizonte envejeciendo la esperanza, los suicidios colectivos de ilusiones y sueños, los niños concebidos sin dar a luz, los cielos que prescinden de su altura para el besar el suelo, las venas abiertas sin sangre derramada, los entierros en los cuales se ausenta el fallecido para un peor momento, las melodías que nadie tiene tiempo para detenerse a escuchar, las puñaladas de brisa que se adentran en el vientre, las guillotinas sin verdugo, las cadenas de papel, los hogares sin familia, las casas abandonadas... ¡Dios mío! ¡después de todo este tiempo! ¡Después de toda mi vida! sólo puedo decir que conozco…. lo que es amar sin ser amado.

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X. La capacidad de ser amado Bienaventurados los que tienen la capacidad de ser amados, porque ellos no sufrirán tardes en soledad esperando una llamada, porque ellos no pasarán las noches soñando con lo que nunca alcanzarán, porque ellos vivirán en paz viviendo plenamente cada uno de sus momentos. Bienaventurados los que tienen la capacidad de ser amados, porque ellos descubrirán la belleza que fluye en cada uno de sus días, porque ellos no desperdiciarán el tiempo soñando despiertos, porque ellos sabrán cuándo es el momento justo para abandonar. Bienaventurados los que tienen la capacidad de ser amados, porque en los finales de sus caminos siempre habrá un destino, porque ellos no escribirán en su ausencia versos tan tristes como éstos, porque sus sueños crecerán en la vasta dimensión de la realidad. Bienaventurados los que tienen la capacidad de ser amados, porque ellos no sentirán los cortes de la navaja de cada amanecer, porque ellos no se cansarán de seguir cada madrugada existiendo, porque ellos no probarán el amargo sabor del alcohol de una huida. Bienaventurados los que tienen la capacidad de ser amados, porque ellos serán por los demás hombres envidiados, porque ellos serán iluminados por la magia de una sonrisa, porque ellos serán aliviados con el calor de los besos en días nublados. Bienaventurados los que tienen la capacidad de ser amados, porque ellos disfrutarán de compañía cuando divisen una puesta de sol, porque ellos no caminarán por Madrid agonizando su soledad, porque ellos no se abrirán las venas en la tarde para pensar en ella. Bienaventurados los que tienen la capacidad de ser amados, porque ellos son realmente en este mundo los más grandes sabios, porque ellos sabrán encontrar en su equilibrio la esencia de la felicidad, porque ellos son los únicos que morirán después de haber vivido.

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Agradecimientos En el prólogo indico que mis primeros versos fueron escritos a solas, pero no es cierto del todo, siempre hubo un ser felino y silencioso que estuvo la mayoría de las veces presente a mi lado cuando escribía, mi gata Rocky que murió el 13 de Enero de 2010, justo en su primer aniversario de su muerte haré publicar mi primer libro de poesía como homenaje. Siempre te estaré en deuda Rocky por la compañía que me ofreciste y lo que me hiciste sentir y aprender durante 17 años. Sinceramente gracias. Gracias a mis padres por todo lo que me han dado, y a mi hermana y a mi hermano por soportarme aunque sea un desastre. Gracias a Tulsa, por destruir -entre otras cosas- de esa forma tan bella la soledad de mi casa. Gracias a Teresa Pahe por querer formar parte de este libro publicando aquellos poemas que escribimos juntos a través de las ventanas del Messenger, es una experiencia que no he vuelto a repetir y que quedará plasmada para siempre en este poemario. Gracias a mi compañero Rub, por dejarme utilizar una de sus tantas fotografías que podéis ver todos visitando su blog: http://40formasdeintimidad.wordpress.com/ para la portada del libro. Un desierto, una carretera sin fin, y esos cardones… creo que reflejan de maravilla de una forma visual el significado global de la obra. Gracias a Álvaro por su gran ayuda improvisada, por su amistad y por los muebles de la abuela. Gracias también a Bulli y a Belén, por acordarse de mí cuando estando de vacaciones por Bélgica vieron aquella estatua de Sancho Panza y sacar aquella foto que he decidido utilizar finalmente como imagen personal para la contraportada. Gracias a Trocolo y Canutrelax, creadores de la web http://chusticieros.com/, por todas las cosas que me han enseñado, aportado y sobre todo ofrecido en estos últimos años. Gracias a Morgana por su atención y quererme más de lo que me merezco. Gracias a Pedro, por las composiciones que está creando para mis poemas, y por hacer realidad nuestro proyecto poético-musical aún sin nombre. Los ensayos por lo menos ya no nos lo quita nadie y su recuerdo nos lo llevaremos a la tumba. Y sobre todo especial gracias a Sarinha (http://caffelatte.es/) mi mano derecha en esta nueva aventura, por querer formar parte de ésta y ayudarme tanto con su visión externa a la hora de corregir o modificar los poemas, y por hacerse cargo del diseño de este libro. Aunque ya lo sabes, sin ti nada hubiera sido igual. Para finalizar, gracias a todos mis grandes amigos y amigas que no hace falta que nombre porque son tan inteligentes que se darán por aludidos… En definitiva, gracias a todos.

Lucideces Móstoles, 5 de diciembre de 2010

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“Musas que no me amaron” Primeros Versos I

(1992-2004)

Starring:

Teresa Pahe Colaboración poética especial en los poemas del Acto Cuarto: Sequía de besos, El Sueño de Venus,

y Mis tinieblas.

Rubén Garrido Imagen de Portada: Soledad entre los cardones

Recta Tin Tin, Parque Nacional Los Cardones. Salta, Argentina Noviembre 2009

http://40formasdeintimidad.wordpress.com/

Sergio Bullido y Belén Palma Imagen de Contraportada: Sancho Panza

Plaza de España, Bruselas, Bélgica Febrero 2006

Álvaro Muñoz

Asistente de Efectos Especiales

Sara Ibáñez Biografía, Maquetación, Diseño y Efectos Especiales

http://caffelatte.es/

Raúl Consuegra y Nissar Mashina Soporte Técnico y Diseño Web

Lucideces (Romualdo Ramírez)

Poesía, Prólogo, Guión, Dirección, Producción y Casting http://mispoemas.net/

http://chusticieros.com/

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