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nerudiana Fundación Pablo Neruda Santiago-Chile nº 5 Agosto 2008 Director Hernán Loyola Escriben Gabriela Capraroiu Dominique Casimiro Gunther Castanedo P. David Huerta Manuel Jofré Waldo Rojas Marie-Laure Sara Alain Sicard Mario Valdovinos

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[ 1 ]NERUDIANA – nº 5 – 2008

nerudiana Fundación Pablo Neruda Santiago-Chile nº 5 Agosto 2008 Director Hernán Loyola

Escriben

Gabriela Capraroiu

Dominique Casimiro

Gunther Castanedo P.

David Huerta

Manuel Jofré

Waldo Rojas

Marie-Laure Sara

Alain Sicard

Mario Valdovinos

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[ 2 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008

Sumario

Volodia y Pablo: el comienzode una larga amistad 2

Jimena Pacheco 5

DOSSIER:NERUDA POSMODERNOChivilcoy, transeúntede la posmodernidad 7ALAIN SICARD

Neruda póstumo paralectores intranquilos 10MARIE-LAURE SARA

Neruda: la voz entre dossilencios 12DOMINIQUE CASIMIRO

Neruda traductor:44 poetas rumanos (1967) 15GABRIELA CAPRAROIU

La póstuma Elegía de Moscú 18MARIO VALDOVINOS

El último poema :“Hastaciel” 20MANUEL JOFRÉ

TESTIMONIOConocer (¿en persona?) a Neruda 22WALDO ROJAS

PERSONASNapolitano, Goic,Sicard, San Martín 23

PUBLICACIONES 27

El poema y su sombra 32DAVID HUERTA

nerudiananº 5 agosto 2008

director y editor Hernán Loyola

secretaría de ediciónAdriana Valenzuela

diseño y diagramaciónJuan Alberto Campos

FUNDACIÓN PABLO NERUDA

Fernando Márquez de la Plata 0192

Providencia.

Santiago Chile

Los juicios y opiniones vertidos en los artículosy demás materiales aquí publicados, son respon-sabilidad de sus respectivos autores.

En 1932 Volodia Teitelboim (16 años)y Pablo Neruda (28) llegan a Santia-

go, desde Curicó el primero, desde Bataviael segundo. A Volodia, claro, nadie lo co-noce sino sus parientes judíos y algún ami-go, mientras Pablo regresa desde Orienteprecedido por el creciente interés que handespertado sus publicaciones de exilio endiarios y revistas, signos de un evidentedesarrollo en el poeta de los Veinte poe-mas que partió de Chile en 1927. Volodianos ha dejado un inmejorable relato de laprimera vez que no vio (pero oyó) a su fu-turo amigo, en noviembre de 1932:

Un día se anuncia un recital suyo

en el teatro Miraflores de Santiago. Era

yo un adolescente, acababa de llegar a

la capital para iniciar mis estudios uni-

versitarios, muy interesado en la poe-

sía y para quien Neruda era una leyen-

da. Nunca lo había visto y quería verlo.

No me atrevía a tanto como a conocer-

lo personalmente ni pretendía darle la

mano, ni menos cambiar algunas pala-

bras vergonzosas con el poeta. No. Se

trataba sólo de mirarlo y oírlo desde mi

asiento a oscuras en la galería del tea-

tro desvencijado. Llegué adelantado y

me instalé tímidamente en las alturas

populares, para poder divisar desde le-

jos el rostro del poeta. Se descorrió la

cortina. En el escenario había másca-

ras orientales pintadas. Eran como

biombos o telones extraños. Producían

una sensación de ópera china y despe-

dían un aire remoto y enigmático. De

repente surgió detrás de las máscaras

enormes, más altas y más anchas que

el cuerpo de un hombre, una voz arras-

trada, gangosa, nasal, como de lamen-

to, que comenzó a decir: «Qué pura eres

de sol o de noche caída, / qué triunfal

desmedida tu órbita de blanco, / y tu

pecho de pan, alto de clima, / tu coro-

na de árboles negros, bienamada, / ... »

[“Juntos nosotros”, Residencia I].

Volodia y Pablo:el comienzo de una larga amistad

ADIÓS A VOLODIA TEITELBOIM (1916-2008)

Portada: Grabado incluido en la 1ª Ed. de Los versos del

Capitán, Nápoles, 1952

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[ 3 ]NERUDIANA – nº 5 – 2008

Continuó sobre todo con poemas de

la primera Residencia. El tono no cam-

biaba. Musitaba casi sin inflexiones,

monocorde, gemebundo, como espar-

ciendo una droga soñolienta. Fue la sen-

sación que me produjo al cabo de unos

minutos. El recital duró más de una

hora. [...]

Aquella tarde conocimos la voz

declamante del poeta. Nos pareció pa-

riente del sonido de la trutruca

araucana. Pero su cara ¿por qué no se

mostraba? Al final del recital ¿apare-

cería Neruda para recibir el aplauso o

la indiferencia de los asistentes, de los

cuales la mitad, por lo menos, fluctua-

ba entre la admiración, el estupor y el

desconcierto? Neruda no apareció. Y

nos quedamos con las ganas de verlo.

— VT 1996: 168-169.

Este insólito recital por un lado multi-plica la curiosidad hacia el poeta, pero porotro da inicio, con dos artículos en el dia-rio La Opinión (11 y 23 de noviembre), ala historia de las agresiones de Pablo deRokha contra Neruda, a las que se suma-rán poco tiempo después las de VicenteHuidobro y las de los respectivos acólitos(hago notar, y además lo subrayo porquehabitual y deliberadamente ‘se olvida’, queNeruda respondió por primera vez a talesagresiones sólo tres años después, en1935).

Volodia se inserta en esa historia máso menos directamente. Apenas iniciadossus estudios en la universidad había in-gresado al Partido Comunista. Pocas se-manas después del recital del teatroMiraflores, en diciembre de ese mismo1932, Volodia y Eduardo Anguita van avisitar y a conocer a Huidobro, que tam-bién acaba de regresar al país (porque lagran crisis económica no le permite per-manecer en Europa) y los ha invitado a sucasa en calle Cienfuegos (VT 1993: 180-184). El rotundo cuanto efímero fervorcomunista de Huidobro, asociado a la no-vedad vanguardista de su poesía, seduce aVolodia. «Quería formar escuela en Chile,tener discípulos. Junto con EduardoAnguita, fuimos sus primeros catecúme-

Según anunciamos en el númeroanterior, nuestra revista se suma

a los homenajes póstumos que la ciu-dadanía y los estratos políticos y cul-turales de Chile han rendido aVolodia Teitelboim. Con tal objetorescatamos el momento inicial de laamistad entre Volodia y Neruda, afines de los años ’30, precedido dela polémica en torno al presunto ‘pla-gio’ del poema 16, que pudo haberseparado los caminos de ambos in-telectuales. Nos ha parecido justo ypertinente destacar la figura deJimena Pacheco, no sólo por habersido fiel y decisiva colaboradora deVolodia desde su regreso a Chile has-ta su muerte, sino también por la re-lación que su familia, cuando Jimenaera niña, estableció con Neruda enValparaíso durante el período declandestinidad en 1948.

El núcleo de este número es unprimer dossier sobre la vida y obra delúltimo Neruda, desde el 1958 deEstravagario y del inicio de su con-vivencia abierta con Matilde, hasta el1973 de su muerte. Es una fase queno incluye obras con la excepcionalestatura de Residencia en la tierra ode Canto general, pero sí algunas degran valor como Memorial de IslaNegra (1964), Las manos del día(1968) y Geografía infructuosa(1972), y en conjunto merece aúnmayor reconocimiento del que hastaahora ha obtenido.

El dossier parte con un iluminadortrabajo de Alain Sicard, especialmenteescrito para este número, sobre el poe-ma “Habla un transeúnte de las Amé-ricas llamado Chivilcoy” de La bar-

carola (1967). Otras dos colaboracio-nes proceden también de Francia: lade Dominique Casimiro (un nuevoaporte en torno a la oposición silen-cio/sonido en Neruda) y la de Marie-Laure Sara (sobre el motivo de la in-quietud en los libros póstumos).Dominique y Marie-Laure son dos delos varios jóvenes estudiosos que in-tegran la más reciente promoción denerudólogos franceses, formadosbajo la guía y fervor de los profeso-res Sicard, Hervé Le Corre, Fernan-do Moreno y otros. Desde Californianos llega en cambio una importanteaclaración de Gabriela Capraroiu so-bre la antología 44 poetas rumanos,publicada por Losada en 1967 bajoel nombre de Neruda como traduc-tor. Nuestro Mario Valdovinos co-menta Elegía, uno de los libros pós-tumos, mientras Manuel Jofré cierraeste primer dossier con un análisis de“Hastaciel”, ese extraño texto quemuy probablemente fue el último queescribió Neruda.

Vinculado al período del dossier,el testimonio de Waldo Rojas trazauna cálida imagen del Neruda queconoció en los años ’60. Este núme-ro inaugura la sección Personas, des-tacando la visita a Isla Negra deGiorgio Napolitano, presidente de Ita-lia, la presencia en Chile de AlainSicard, y las figuras de Cedomil Goicy Mario San Martín. En página fi-nal, fragmentos de un notable poemadel mexicano David Huerta en home-naje a Neruda.

— Hernán Loyola

[email protected]

ESTE NÚMERO

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[ 4 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008

nos. / Todo era muy complicado, pero de-bíamos ser poetas nuevos para ser revolu-cionarios totales. Esto último era lo que yopensaba. Anguita tenía otras ideas.» (VT1996: 205).

No mucho después, durante una de sustardes en la Biblioteca Nacional, «en ElJardinero, de Rabindranath Tagore, mesonó en el oído el número 16 de Veinte poe-mas. Comparé los textos. Eran casi igua-les... Comenté el asunto con un amigo poe-ta. Con caracteres de denuncia, se publicóen la revista Pro, editada por VicenteHuidobro.» (ibíd.). La polémica plagio/pa-ráfrasis del poema 16 es historia muy co-nocida. La percepción filológica de Volodiase convierte, como regalo caído del cielo,en uno de los proyectiles predilectos queusarán tanto Huidobro como De Rokha, ylos acólitos respectivos, contra el enemigocomún (el artículo “Neruda, plagiario ogran poeta”, firmado por un cierto Justi-ciero, apareció en el rokhiano diario LaOpinión el 15.12.1934 y en la huidobrianarevista Vital en enero de 1935). A esto se-guirá la famosa Antología de poesía chile-na nueva (Santiago, Editorial Zig-Zag,

marzo 1935) que los catecúmenos Volodiay Anguita centran en el mesías Huidobrodedicándole el mayor número de páginas,provocando con ello una de las furias his-tóricas del poeta de Licantén y la ocasiónpara que, desde Madrid, Neruda contraata-que a ambos —como sabía hacerlo— consu primera andanada conjunta (“Aquí es-toy”, poema anónimo y no publicado, perode origen fácilmente reconocible y queentonces circuló ampliamente en Chile através de copias dactiloscritas; hoy, versióncompleta en OC, tomo IV, 374-380).

La guerra civil española, el regreso deNeruda a Chile en 1937 y su extraordinariotrabajo político-cultural (fundación y direc-ción de la Alianza de Intelectuales, solida-ridad con la república española, participa-ción en la campaña electoral del Frente Po-pular) reajustarán las cosas. En el entretan-to Volodia ha reconsiderado la imagen quetenía de Neruda (y de Huidobro) en aquel1935 de la Antología, y cuando el poeta re-gresa de nuevo al país justo al inicio de 1940,cumplida su misión Winnipeg, le proponeuna entrevista para la revista Qué Hubo [quela publicará en su número 31 del

09.01.1940]. Volodia ha asumido este en-cargo con temor a las cuentas pendientespor la historia del poema 16 y por la Anto-logía. Lugar del encuentro fue el departa-mento de Sylvia Thayer (hermana de ÁlvaroHinojosa) en Vicuña Mackenna casi esqui-na de Rancagua. En el primer volumen desus memorias Volodia evocará aquel en-cuentro como una “reconciliación tácita”:

Era por la mañana, no tan tempra-

no. Neruda estaba a medio vestir. Me

recibió con mucha naturalidad. Supuse

que me trataba así porque yo era un ca-

marada, a pesar de que él no ingresaría

al Partido sino ocho años más tarde

[ndr: en verdad fueron sólo cinco; aquí,

y también más abajo, Volodia confun-

de este regreso de Neruda a Chile con

el anterior de 1937]. Parecía poco pro-

bable que ignorara que hablaba no sólo

con uno de los autores de la Antología

del ‘35 sino también con el llamado

“descubridor” del plagio del número 16

de Veinte poemas de amor...

Pero en un momento de la conver-

sación Neruda me llamó Volodia. Pen-

sé: es difícil, casi imposible que no co-

nozca mi identidad y no sepa que algu-

na vez estuve en una conspiración

huidobriana. ¿Debía admitir que el poe-

ta no miraba hacia atrás? ¿Estaba tan

absorto por la tarea a la cual dedicaba

ahora buena parte de su vida? No. No

anda tras pequeñas venganzas. A su en-

tender, seguramente pertenecen al pa-

sado. Diría que a medida que se desa-

rrollaba la entrevista, el tono se hizo casi

fraternal. Parecía encantado y a la vez

entristecido de hablar sobre su expe-

riencia española. La narraba y analiza-

ba de modo sencillo y con reciedum-

bre. Descubrí en él la inteligencia coti-

diana que no hace alardes.

Conversamos más de dos horas. Me

entregó un poema inédito para su publi-

cación, “Himno y regreso”... Una vez

que salí y me fui caminando por Vicuña

Mackenna en dirección a Plaza Italia

pensé que se había cerrado un capítulo

ingrato. Nunca Neruda me habló ni de

la Antología ni del affaire de El Jardine-

ro. Años más tarde sobre la mesa, en el

Aída Figueroa y Volodia Teitelboim. Archivo Jimena Pacheco.

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[ 5 ]NERUDIANA – nº 5 – 2008

Volodia Teitelboim regresa definitiva-mente a Chile en 1988, antes del ple-

biscito y después de casi dos décadas deexilio. Vuelve al trabajo político en su Par-tido Comunista, pero vuelve sobre todo conganas de recuperar los años en que, segúnsu propia expresión, abandonó a su aman-te, la Literatura, para privilegiar a su espo-sa la Política. Su biografía de Neruda, edi-tada en Madrid por Carlos Orellana paraEdiciones Michay, 1984, le ha dado el im-pulso para convertir esa obra en el primervolumen de la gran trilogía poética de Chi-le: Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Vicen-te Huidobro. En octubre de 1991 aparecela segunda biografía: Gabriela Mistral pú-blica y secreta (Santiago, Ediciones BAT).En página 4 leemos: «Edición al cuidadode Jimena Pacheco». El sello BAT publicatambién la tercera pieza de la trilogía,Huidobro / La marcha infinita (1993), conla advertencia: «Edición al cuidado deJimena Pacheco y José Cayuela».

¿Quién es Jimena Pacheco, desde en-tonces asociada al trabajo literario de

Volodia? Al regresar del exilio en 1988 eldirigente político —y más aún el escri-tor— necesita una secretaria y durante al-gunas semanas se barajan varios nombres.Hasta que Jaime Inzunza propone a Jimena.Su elección se revelará acertadísima. A elladeberá Volodia, en importante medida, lanotable productividad ensayística de susúltimos veinte años.

Jimena nace en Valparaíso el 09.09.1940,hija de Pedro Pascual Pacheco Pérez y deAlbertina Contreras. Su padre (1895-1995),profesor primario, fue uno de los dirigentesmás combativos y prestigiosos del magiste-rio chileno. Ya es famoso antes del nacimien-to de Jimena por su participación en el alza-miento de la marinería en Talcahuano, sep-tiembre de 1931. Siendo profesor en la Es-cuela de Grumetes de la isla Quiriquina, susestudiantes lo habían elegido jefe de la re-vuelta en esa zona, conexa a la sublevaciónde los tripulantes del acorazado AlmiranteLatorre en Coquimbo y a la del personal dela base aérea de Quintero. Derrotada la re-belión, por orden del ministro Manuel

gran hall de Isla Negra, como un docu-

mento del pretérito, leí una carta que es-

taba a la vista, sin sobre. Era la que Alone

le envió, acompañada por la página

liquidatoria que dedicó [en el diario La

Nación] a la Antología y a sus

compiladores. En ella el crítico literario

aludía al merecido castigo que había pro-

pinado a esos dos jóvenes precipitados

y jactanciosos. Por lo visto, Neruda re-

accionaba de manera distinta...

Allí comenzó una amistad cada día

más fuerte y entrañable, que no termi-

naría ni siquiera con la muerte del poe-

ta treinta y seis [ndr: en verdad 33] años

más tarde.

—VT 1997: 370-371

En efecto, de ahí en adelante Volodiaserá para Pablo un interlocutor privilegia-do, tanto en el terreno político como en elliterario y cultural. Varios libros de Volodia,entre ellos su novela Hijo del salitre, seránprologados por Pablo. El apoyo del poetaserá extraordinariamente activo y diligen-te durante la campaña electoral que haráde Volodia un triunfante senador por San-tiago. A su vez, las intervenciones deVolodia en el Partido resolverán varios pro-blemas personales en la vida de Pablo, in-cluyendo algunos matrimoniales (yextramatrimoniales). Se sabe que, durantesus años de exilio en Moscú, Volodia es-cribirá (y publicará en Madrid, EdicionesMichay, 1984) la primera biografía totalde su amigo Pablo, muerto en Santiago el23 de septiembre de 1973, doce días des-pués del común amigo Salvador Allende.

— Hernán Loyola

Referencias

Neruda, Obras completas, edición de H. Loyola en 5

vols. Barcelona, Galaxia Gutenberg,

1999-2002.

V. Teitelboim, Huidobro. La marcha infinita. Santia-

go, Ediciones Bat. 1993.

V. Teitelboim, Neruda, edición revisada y actualiza-

da. Santiago, Editorial Sudamerica-

na. 1996.

V. Teitelboim, Un muchacho del siglo veinte. Santia-

go, Editorial Sudamericana. 1997.

Pedro Pacheco Pérez y Albertina Contreras, hacia 1939.Archivo Jimena Pacheco.

Jimena Pacheco

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[ 6 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008

Trucco sus jefes son sometidos a juiciossumarios y condenados a muerte. Entre ellosel profesor Pacheco Pérez, cuya pena vienerebajada a presidio perpetuo, lo que dará ori-gen a la retahíla Pedro Pascual PachecoPérez Profesor Primario Pena PresidioPerpetuo.

Más tarde indultado, Pacheco Pérez esel alcalde de Valparaíso cuando en 1939desembarcan los refugiados españoles delWinnipeg. La madre de Jimena, Albertina,organiza la recepción de esos muy espe-ciales inmigrantes, consigue alojamiento,ropa y trabajo a los que se quedan en elpuerto y canaliza el flujo de quienes deri-van hacia Santiago y otras ciudades.

Jimena tiene 8 años cuando PabloNeruda y Delia del Carril se ocultan en1948, durante una fase de su clandestini-dad, en la casa del profesor Pacheco Pérezen Valparaíso. Era una casa muy acogedo-ra y visitada continuamente por artistas yescritores, entre los cuales Jimena recuer-

da a Augusto D’Halmar, Luis Durand,Mariano Latorre, González Vera. Y porcierto Jimena recuerda al tío-poeta que vi-vió en su casa algunas semanas y que to-das las mañanas, de 10 a 13 horas, escribíasus poesías [una parte de su Canto gene-ral] sobre una mesa dispuesta a la sombrade una glorieta del patio. Escribía en hojasgrandes que arrojaba por tierra, en vez decorregir, cuando el resultado no le era sa-tisfactorio. Albertina había instruido a suhija y a Enrique, el hijo de ojos verdes dela señora María Berta, la empleada domés-tica: «Cuando el tío [no lo nombraba porprecaución] termina de escribir, todos lospapeles que quedan en el suelo hay que re-cogerlos y quemarlos, ¿entendieron bien?»

En 1954 el profesor Pacheco Pérez fuedesignado secretario de organización de losfestejos del 50º cumpleaños de Neruda,teniendo cuenta de la cantidad de eventosy personajes que llegaron desde todos losrincones del planeta. Jimena conserva la

tarjeta de invitación a una cena de honorofrecida a Neruda, en el Hotel Crillón, porla delegación de China Popular encabeza-da por el poeta Emi Siao.

Entre 1957 y 1963 Jimena cursó susestudios de Medicina Veterinaria en laUniversidad de Chile. Ya graduada, traba-jó en el Servicio Agrícola-Ganadero y enel Instituto de Fomento Pesquero. Volvióa encontrarse con Neruda en 1970, en Pun-ta Arenas donde ella por entonces trabaja-ba y donde el candidato comunista a la pre-sidencia de la República concluyó su cam-paña para sostener la de Salvador Allende.Esto fue motivo para una cena que Nerudadisfrutó con amigos y correligionarios,entre ellos Ligeia Balladares, LuisGuastavino, Luis Godoy y Jimena misma.La cena consistió en un estrepitoso e inol-vidable “festival de centollas”: con mayo-nesa, al whisky, al pilpil, al cognac,panqueques rellenos con salsa de centollas,chupe de centollas, centollas al horno consalsa blanca y queso.

Jimena fue exonerada de su trabajo enlos días que siguieron al golpe militar de1973. Desde entonces desempeñó diversasactividades políticas en el ámbito de laResistencia, hasta que en 1988 fue convo-cada a un coloquio con Volodia Teitelboim,quien inmediatamente vio que Jimena erala persona indicada para ayudarlo a resca-tar, e incluso a potenciar, al escritor quellevaba dentro y que le exigía más espa-cio. [H.L.] ♦

Jimena Pacheco y Volodia Teitelboim. Archivo Jimena Pacheco.

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[ 7 ]NERUDIANA – nº 5 – 2008

«Camarada, me llamo Luis Cortés». Quien me dirigía estas palabras era un hombre ya entrado en edad, cuyo trajecuidadosamente planchado, y creo que una corbata, no conseguían hacer olvidar una larga vida de trabajo bajo el solnorteño. Simples palabras de presentación que no merecieran ser recordadas si no reprodujeran, como tardé un pocoen recordarlo, el primer verso de un poema del Canto general.

Era en el invierno del año 71. Yo viajaba por la pampa salitrera enfiebrada por los primeros meses de la UnidadPopular, y la Intendente –creo que así se llamaba al dirigente responsable de la región–, una mujer joven y enérgicacomo Chile suele engendrarlas, me había invitado a «tomar las once» en su casa con algunos compañeros. Erantiempos en que la tierra todavía se llamaba Juan. El espectro de la sedición ya rondaba las calles de Santiago, pero entodo el país los hijos de Luis Cortés hacían oír su voz. No sabíamos que ya estábamos saliendo de una época, que ladictadura estaba cerca y dejaría irreconocible el Chile que había conocido y amado, que apenas diez y ocho años –unparpadeo en el tiempo de la historia– nos separaba de la caída del Muro de Berlín, y que el socialismo real prontosería para nosotros un sueño (quiero decir una terrible y atroz pesadilla).

Neruda tampoco sabía. Estaba lejos de imaginar la amplitud del desastre. «Un minuto de oscuridad no nos cega-rá», imprudente escribiría en la “Sonata crítica” que cierra su Memorial de 1964. Un minuto. Otro parpadeo de lahistoria que, si no nos dejó ciegos, nos dejó huérfanos de una luz para siempre perdida.

El Poeta no sabía, pero sí algo intuía. Así es como en La barcarola de 1967, entre cantos de amor y celebracionessolemnes, hace su aparición un personaje insólito que es como una mala hierba que hubiera crecido entre losescombros de una utopía en ruinas, «un transeúnte de las Américas» que dice llamarse Chivilcoy.

8Algo dicen, en la bibliografía de Neruda,títulos como Fin de mundo. O Geografíainfructuosa, algo que no hace de Chivilcoyun personaje anunciador de los tiemposfuturos pero sí nuestro contemporáneo in-soslayable.

9«Transeúnte de la modernidad»: tal vezeste título le quede un poco grande aChivilcoy, producto, más que emblema, deuna sociedad olvidada de sí misma.

10¿Inmoral el transeúnte? ¿Cínico suautorretrato? Epítetos que no sirven en elmundo que ha producido a Chivilcoy.

11Chivilcoy, pícaro de la posmodernidad,pero sin amos visibles.

DOSSIER: NERUDA POSMODERNO 1957-1973

Chivilcoy, transeúnte de la posmodernidadALAIN SICARDUniversité de Poitiers

1En el muro de la modernidad una brechase abre. Por ella se cuela Chivilcoy.

2Para empezar ¿quién se llama Chivilcoy?Suena, más que a nombre, a uno de esosmotes absurdos que corren por las barrasde cafés.

3El apodo despoja al individuo de su iden-tidad personal sin integrarlo a ese nivelsuperior de la identidad que es lo colecti-vo. Casi se podría decir que Chivilcoy lle-va inscrita en su nombre esa doble degra-dación de lo individual y de lo colectivo.

4Impensable inserción de Chivilcoy en lagalería de retratos del Canto general. Im-posible llamar a la tierra Chivilcoy.

5Luis Cortés y sus compañeros entran en elpoema no sólo con santo y seña sino conlugar y oficio: un oficio que los arraiga enel lugar, llámese patria o clase. Chivilcoyno tiene patria ni tiene clase. Ni casa. Notiene raíces (lo que lo descalifica para per-tenecer sino de paso –como simple tran-seúnte– al ámbito poético nerudiano).

6A diferencia de los protagonistas de “Latierra se llama Juan “, Chivilcoy apenas tie-ne lo que podría llamarse una historia. Suexistencia no cuaja en testimonio.

7El héroe de la modernidad muere y resuci-ta, el mismo y diferente, dentro de un tiem-po histórico en perpetua renovación (así locelebra Neruda en el poema “El pueblo” dePlenos poderes). Chivilcoy también es «im-perecedero», pero dentro del tiempo estérilde la repetición, de Lo Mismo.

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[ 8 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008

12Parodiando a Marx: antes se trataba detransformar al mundo. Ahora no se tratasino de adaptarse a él. Prodigiosa capaci-dad de adaptación de Chivilcoy.

13Chivilcoy o el crepúsculo de las solucio-nes colectivas.

14 «Mexibiano, argentuayo, bolivio, /panamante, colomvenechilenomalteco»:caricatura grotesca del sueño bolivarianoe hibridez del transeúnte posmoderno tan-to en lo nacional como en lo social.

15 Chivilcoy: mi patria es el mercado..

16El movimiento, noción central en el uni-verso nerudiano. En el «transeúnte » seencarna su versión posmoderna: «Yo cam-bio de rumbo, de empleo, de bar y de bar-co, de pelo, de tienda y mujer…»: el mo-vimiento generador no de futuro sino deinestabilidad, de precariedad.

17El incesante cambio que rige la vida deChivilcoy le prohíbe toda clase de identi-ficación, bien sea de tipo nacional o so-cial. O sentimental (ni aquel «amor de losmarineros / que besan y se van»).

18La forma activa del verbo cambiar no debeengañar. Chivilcoy es esclavo del cambioque protagoniza. Su libertad: la de la pie-dra en el río.

19El transeúnte de las Residencias : «Suce-de que me canso de ser hombre». Su can-sancio llevaba en cierne el «Yo soy» de lamodernidad. Chivilcoy, el incansable.

20Los viajes de Chivilcoy, navegaciones sinpunto de partida ni regreso. Sin rumbo. Sindirección, hubiera dicho el poeta de las Odas.

21Pero ¿qué viajes ¿ Por las tardes la mismaventana con vista al mismo pedazo de tie-rra mezquina orinado por los gatos.

22La pampa del Norte, espacio de la moder-nidad nerudiana.

23Chivilcoy en soledad y en multitud. Sole-dad de masa del hombre posmoderno.

24 El héroe de la modernidad muere para re-sucitar. Chivilcoy envejece esperando lamuerte en pensiones de tercera clase. Laprecariedad impera por fuera y por dentro.

25Su único capital, Chivilcoy lo lleva entrelas piernas. Capital sin posible acumula-ción, con inversiones sin porvenir.

26Los «matrimonios» de Chivilcoy : el ven-dedor convertido en su propia mercancía.

27Sus conatos de ascensión social culminany naufragan en las camas de la oligarquía.El antagonismo de clases ha dejado lugara una porosidad sospechosa que deja sinmodificar el orden de la sociedad.

28« …Y confieso saber más que todos sinhaber aprendido: / lo que ignoro no vale lapena». Lo que ignoro es lo que vale la pena,le contestaría el poeta que también solíajactarse del «puro saber del que no sabenada».

29 La modernidad exaltaba la transformaciónlas necesidades materiales en conciencia(el pedazo de carne de los marineros delPotiomkin). La posmodernidad invierte elproceso: degradación de la conciencia enconsumo y de la ideología en moraleja («Ymi moraleja consiste en un plato de pesca-do frito (»).

30Es su intrascendencia la que hace deChivilcoy un embajador (grotesco) de laposmodernidad.

31La secreta relación que hay entre la intras-cendencia que constituye la esencia deChivilcoy y lo volátil de su existencia.

32No hay Otro. No hay horizonte. Sin em-bargo existe Chivilcoy.

33Es tiempo de confesarlo: no sabemos muybien qué es posmodernidad. ¿Simple cri-sis de la modernidad? ¿Comienzo de unanueva era? ¿Un modo de exorcizar nues-tros errores? O –Neruda post ‘60– ¿otropunto de vista sobre la realidad, otra mira-da, otra entonación?

34A Pablo ¿le hubiera gustado que lo llamenposmoderno?He decidido tachar esta última pregunta poridiota.

*****

NDR: Este trabajo del profesor Sicard se refiere al

noveno episodio de La barcarola, 1967 (en Neruda,

Obras completas, volumen III: Barcelona, Galaxia

Gutenberg, 2000, pp. 239-241), que transcribimos:

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[ 9 ]NERUDIANA – nº 5 – 2008

Alain Sicard, Nurieldín Hermosilla y Hernán Loyola, marzo 2008. Foto: Melina Cariz.

I

Yo cambio de rumbo, de empleo, de bar y de barco, de pelo,

de tienda y mujer, lancinante, exprofeso no existo,

tal vez soy mexibiano, argentuayo, bolivio,

caribián, panamante, colomvenechilenomalteco:

aprendí en los mercados a vender y comprar caminando:

me inscribí en los partidos dispares y cambié de camisa impulsado

por las necesidades rituales que echan a la mierda el escrúpulo

y confieso saber más que todos sin haber aprendido:

lo que ignoro no vale la pena, no se paga en la plaza, señores.

Acostumbro zapatos quebrados, corbatas raídas, cuidado,

cuando menos lo piensen llevo un gran solitario en un dedo

y me planchan por dentro y por fuera, me perfuman, me cuidan, me

peinan.

Me casé en Nicaragua: pregunten ustedes por el general Allegado

que tuvo el honor de ser suegro de su servidor, y más tarde

en Colombia fui esposo legítimo de una Jaramillo Restrepo.

Si mis matrimonios terminan cambiando de clima, no importa.

(Hablando entre hombres: Mi chola de Tambo! Algo serio en la cama.)

II

Vendí mantequilla y chancaca en los puertos peruanos

y medicamentos de un poblado a otro de la Patagonia:

voy llegando a viejo en las malas pensiones sin plata, pasando por rico,

y pasando por pobre entre ricos, sin haber ganado ni perdido nada.

III

Desde la ventana que me corresponde en la vida

veo el mismo jardín polvoriento de tierra mezquina

con perros errantes que orinan y siguen buscando la felicidad,

o excrementicios y eróticos gatos que no se interesan por vidas ajenas.

IV

Yo soy aquel hombre rodado por tantos kilómetros y sin existencia:

soy piedra en un río que no tiene nombre en el mapa:

soy el pasajero de los autobuses gastados de Oruro

y aunque pertenezco a las cervecerías de Montevideo

en la Boca anduve vendiendo guitarras de Chile

y sin pasaporte entraba y salía por las cordilleras.

Supongo que todos los hombres dejan equipaje:

yo voy a dejar como herencia lo mismo que el perro:

es lo que llevé entre las piernas: mis bienes son ésos.

V

Si desaparezco aparezco con otra mirada: es lo mismo.

Soy un héroe imperecedero: no tengo comienzo ni fin

y mi moraleja consiste en un plato de pescado frito.♦

HABLA UN TRANSEÚNTE DE LAS AMÉRICAS LLAMADO CHIVILCOY

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[ 10 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008

P retendo indagar aquí la parte quizásmenos conocida de la oceánica obra de

un poeta cuya fama supera, como suele ocurrircon los grandes clásicos, su conocimiento real.El propio Neruda solía decir, según confía Jor-ge Edwards : «Nadie me lee», en tono de bro-ma pero no sin razón1 . Cuando he preguntadoa chilenos si conocen la poesía de Neruda,muchos me dicen que sí pero que no les gusta,y si insisto en saber qué libro(s) han leído de élya no me extraña oír que apenas los Veinte poe-mas de amor y una canción desesperada. Consuerte, también Canto general y Odas elemen-tales. Es de veras sorprendente y hasta injustoque una obra tan variada y rica en matices que-de siempre reducida a los mismos estereoti-pos, a las mismas páginas de una obra que encambio siempre buscó renovarse abarcando unapaleta deslumbrante, desplegando unapolisemia inagotable e inasible.

Con ánimo de aferrar el hilo rojo subya-cente a esa obra, me propongo interrogar los últimos escritos deNeruda y, más exactamente, sus siete poemarios póstumos, escritosentre 1970 y 1973 con intención de publicarlos al cumplir sus setentaaños, en julio de 1974. Aún resuenan la efervescencia y los tormen-tos de esos años: campaña presidencial, elección de Salvador Allen-de, grandes medidas y esperanzas, bloqueo económico norteameri-cano, huelgas y clima insurreccional... Entre líneas, la propia biogra-fía del poeta: un amor tardío e inconfesable, nuevos y serios acha-ques de salud (problemas cardiovasculares, gota, cáncer de próstata),nombramiento al cargo de embajador de Chile en Francia, premioNobel, idas y vueltas al hospital, renuncia a su cargo y regreso aChile; y, por último, el golpe de Estado, el golpe a la vida y a su vida.

En medio de tanta tormenta, y a pesar de sus altas responsabili-dades políticas para conseguir el respaldo de Europa al gobierno so-cialista de Allende, Neruda escribe sin parar, en cualquier momentoy en cualquier lugar, como lo enseñan las notas que dejó al margende sus manuscritos. Movido por la urgencia de dejar un testimoniode esos años, y consciente de que su tiempo está contado, Neruda vacomponiendo en tres años sus siete poemarios póstumos, a vecesescribiéndolos al mismo tiempo, en paralelo.

Siete poemarios como de los siete días de la Creación; sietepoemarios que el poeta quiso variopintos, abigarrados, a imagen de

Neruda póstumo para lectores intranquilos

MARIE-LAURE SARAUniversité de la Sorbonne Nouvelle, Paris

No hay albedrío para los que somos

fragmento del asombro

— Jardín de invierno, “La estrella“

su obra, con resurgencias de tonos, temas,imágenes pero también con nuevas propues-tas, buscando más allá de su gran variedad ydiversidad un equilibrio poético de todas lastendencias exploradas: una atmósfera peculiarque le da su unidad a la producción póstuma,como un telón de fondo.

Esta atmósfera peculiar nace a la vez delcontexto histórico y biográfico que le toca viviral poeta pero, más allá de la circunstancia con-creta, parece inscribirse también en la voluntadde recuperar las poéticas anteriores, abarcán-dolas todas en un mismo lenguaje. La inquie-tud sería su nombre. Inquietud existencial e in-quietud poética, inquietud como visión del mun-do ubicada entre la esperanza y la preocupa-ción, entre el entusiasmo y la angustia: es decir,en ese umbral febril entre el optimismo y el pe-simismo, como una pregunta abierta. En la obrapóstuma volvemos, pues, a escuchar acentosque remiten a la juventud atormentada de Resi-

dencia en la tierra pero también se escuchan la clara sencillez de lasOdas elementales, el tono burlón e irrisorio de Estravagario, la crítica yla ironía de Fin de mundo y, con una intensidad nueva, se instaura labúsqueda de lo esencial mediante el silencio lacónico y la pregunta su-gestiva, como los esboza el precioso Libro de las preguntas.

Así, guiados por el hilo rojo de la inquietud póstuma, advertimosen esos siete poemarios tres grandes unidades que en alguna maneraremiten también a las distintas etapas poéticas de la obra anterior deNeruda. Los más sombríos, 2000 y Elegía, constituyen la primera uni-dad. La segunda incluye obras más alegres y lúdicas: El corazón ama-rillo, Defectos escogidos y Libro de las preguntas. La tercera se podríacalificar de lírica: Jardín de invierno y El mar y las campanas, ésteprobablemente el último poemario escrito por Neruda, síntesis dentrode la síntesis que en su conjunto los siete libros proponen. Destacaréde esta obra póstuma algunos poemas y versos que me parecenemblemáticos en dos sentidos: uno de síntesis (poética claroscura de lainquietud), otro de innovación (formal y poética).

Así, pues, los poemarios póstumos proponen un reequilibraje en-tre el pesimismo de Residencia en la tierra y el optimismo de la etapasucesiva. A nivel estilístico y semántico, se logra igualmente una sínte-sis entre la claridad y el hermetismo, o sea entre la transparencia explí-cita y la profundidad sugestiva. Ambos propósitos están implícitos en

Marie-Laure Sara, en La Chascona, Santiago,agosto 2008. Foto: Juan Campos.

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[ 11 ]NERUDIANA – nº 5 – 2008

el título del poema “Integraciones”, de El corazón amarillo: integra-ciones como arte poética, o sea principio creativo adoptado por el poe-ta. Ilustrativo también es el verso (del mismo poema) «el miedo estambién un camino» ; el miedo o la inquietud, la que mueve al poeta apreocuparse por el porvenir y a dudar, a cuestionar, a buscar nuevasformas de ser, actuar y escribir.

Yo soy uno de aquellos que no alcanzó a llegar al bosque,

de los retrocedidos por el invierno en la tierra,

atajados por escarabajos de irisación y picadura

o por tremendos ríos que se oponían al destino.

[…]

Todo es nuevo y antiguo en el esplendor circundante,

los que hasta aquí vinieron son los menoscabados,

y los que se quedaron atrás en la distancia

son los náufragos que pueden o no sobrevivir:

sólo entonces conocerán las leyes del bosque.

Atención a estos versos de “Los perdidos del bosque” (JDI). In-édito en su tratamiento de la muerte y recuperando motivos e imáge-nes características del imaginario nerudiano (el bosque, la lluvia, lafascinación por la naturaleza), dicho poema fue injustamente olvida-do por la crítica, según subraya Alain Sicard2 , a pesar de que operauna preciosa sublimación de la inquietud primaria, infantil, de la muer-te, representada por el temor a perderse en el bosque, remitiendo alcuento del Pulgarcito. Esta imagen también remite a la propia niñezdel entonces Neftalí Reyes que acompañaba a su padre en sus silves-tres recorridos ferrovarios y se adentraba en los bosques del sur, ma-ravillado por la sorprendente belleza vegetal. La muerte se confundecon el bosque de la niñez donde el niño se reencuentra consigo mis-mo antes de perderse de nuevo. La muerte —lee Sicard con finura—significa la abolición del tiempo en un tiempo primordial y edénicocomo el de la niñez, lugar de reconciliación entre lo antiguo y lonuevo. La inquietud de la muerte es sublimada en curiosidad, sed deaventura y buceo en lo desconocido.

A “Los perdidos del bosque” hace eco otro poema, “Enigma paraintranquilos” (COA), escrito en clave: otra forma poética de sublimar lainquietud en una expresión inédita ya que se presenta casi bajo la formade un cuento fantástico al estilo de Edgar Allan Poe :

Por los días del año que vendrá

encontraré una hora diferente:

una hora de pelo catarata,

una hora ya nunca transcurrida:

como si el tiempo se rompiera allí

y abriera una ventana: un agujero

por donde deslizarnos hacia el fondo.

Bueno, aquel día con la hora aquella

llegará y dejará todo cambiado:

no se sabrá ya más si ayer se fue

o lo que vuelve es lo que no pasó.

Cuando de aquel reloj caiga una hora

al suelo, sin que nadie la recoja,

y al fin tengamos amarrado el tiempo,

ay! sabremos por fin dónde comienzan

o dónde se terminan los destinos,

porque en el trozo muerto o apagado

veremos la materia de las horas

como se ve la pata de un insecto.

Y dispondremos de un poder satánico:

volver atrás o acelerar las horas:

llegar al nacimiento o a la muerte

con un motor robado al infinito.

Estupendo poema que resume en sí toda la atmósfera febril delos poemarios póstumos y constituye un auténtico desafío por sumanera sutil de cifrar el misterio de la muerte mediante el sentidodel secreto, del silencio. Recupera el gusto por la paradoja deEstravagario pero profundiza más las interrogaciones existencialesque se leen en él. Las impactantes imágenes sensoriales usadas en-sayan la representación de lo impensable, de lo inimaginable: laexperiencia del tiempo justo antes, durante y justo después de lamuerte. La inquietud del poeta frente a la muerte juega aquí el pa-pel de aguijón que estimula su genio imaginativo, como si desarro-llara su percepción en una forma de hiperconsciencia o hiperlucidez.La alusión al poder satánico de dominar el tiempo remite tambiénde forma implícita al mito de Fausto: como en « Los perdidos delbosque », la inquietud del poeta da lugar, otra vez, a la búsquedadel conocimiento o entendimiento absoluto que sólo la muerte pue-de revelar.

Allende su aguijón poético, la inquietud en los poemarios pós-tumos deviene el principio que mueve al poeta a renovar su lengua-je, buscando el equilibrio anhelado entre angustia y esperanza. Loslibros póstumos son el lugar donde el poeta reafirma, con su tonomás dramático, la voluntad de renacer a la vida. Así en estos pre-ciosos versos de “Jardín de invierno” (JDI), donde las oposicionesléxicas se resuelven en el encabalgamiento final :

La tierra vive ahora

tranquilizando su interrogatorio

extendida la piel de su silencio.

Yo vuelvo a ser ahora

el taciturno que llegó de lejos

envuelto en lluvia fría y en campanas:

debo a la muerte pura de la tierra

la voluntad de mis germinaciones.

La voluntad de renacimiento del poeta —a imagen de la naturale-za que perpetúa sus ciclos, resucitando a escondidas, a oscuras, debajode la tierra y a pesar de su aparente destrucción— da lugar en lospoemarios póstumos a la reafirmación de la esperanza: una esperanzaquizás más febril que en obras anteriores, pero más fuerte también

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[ 12 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008

precisamente por eso. Así en estos versos de“Lento” (MYC), ricos de simetrías y contras-tes claroscuros :

...hay que saber cerrar los ojos

en la luz,

abrirlos en la sombra,

esperar.

Ahora volvamos a la obra de Neruda conojos nuevos. El texto IX de Libro de las pre-guntas deja a los futuros lectores la respon-sabilidad de interpretar su poesía con inteli-gencia y sensibilidad :

Qué dirán de mi poesía

los que no tocaron mi sangre?

Con ojos nuevos, como niños descubrien-do el mundo y preguntándose el significado delas cosas, podemos ahora entender la obra deNeruda con otra mirada, desde la perspectivade su íntima experiencia de la extrema inquie-tud existencial. La final inquietud deviene elaguijón último que mueve al poeta a preguntar,a cuestionar, a buscar todavía —in extremis—el sentido más denso y profundo de la vida y delas cosas. Siempre en alerta, siempre abierta, laobra de Neruda, en su totalidad, se nos confir-ma un perpetuum mobile, una obra siempre enmovimiento, siempre insatisfecha en su explo-ración incesante pero también, a semejanza deldeseo, infinita:

Por qué me muevo sin querer?

Por qué no puedo estar inmóvil?

(Libro de las preguntas, XXXI)♦

**********ABREVIATURAS

COA: Neruda, El corazón amarillo. Buenos Aires,

Losada, 1974.

JDI: Neruda, Jardín de invierno. Buenos Aires,

Losada, 1974.

LDP : Neruda, Libro de las preguntas. Buenos Aires,

Losada, 1974.

NOTAS1 EDWARDS, Jorge, Adiós, poeta… (Barcelona, Tusquets,

1990), p.281.2 SICARD, Alain Pablo Neruda : une utopie poétique (Paris,

Messene, 2000), tomo 2, p. 115.

Una de las funciones del arte, dice JoséÁngel Valente, consiste en una nueva

reverberación del lenguaje, en «la restaura-ción de un lenguaje comunitario deteriora-do y corrupto, es decir, la posibilidad histó-rica de dar un sentimiento más puro a laspalabras de la tribu»2 . Y un modo de reco-brar el sentido más puro de las palabras esprecisamente suspenderlas. La voznerudiana lo sabe y edifica su palabra comouna nota musical: la sostiene para luego re-conciliarse, como afirma el filósofo italia-no Agamben, con las cosas mudas3 .

Precisamente con la fascinación del si-lencio de la naturaleza había iniciado sutrayectoria acústica. Antes de los “Trescantos materiales”, el locutor (o enuncia-dor) residenciario no conoce sino el «so-nido silencioso» que anticipa el canto dela muerte: ante todo, ritmo de un noritmo,ritmo reducido a su propia e irónica cari-catura, ritmo de una mera repetición de sumisma consistencia vacía. La lectura de“Sólo la muerte” por el propio poeta es unaconfirmación: la voz de Pablo Neruda seconfunde con la voz poemática nerudianapara expresar al unísono hastío, monoto-nía y silencio sonoro cristalizados por lavoz gangosa que vocaliza fríamente esteverso 4, eco del propio eco de la vozpoemática: «oscuro, oscuro, oscuro». Elritmo lento y mono-tono de la lectura no-tifica que a las voces nerudianas (la delpoeta y la del poema) les está faltando pau-latinamente el aliento. Estas vocesresidenciarias, regidas por el silencio so-noro de la muerte, sólo conservan algo

Neruda: la voz entre dos silencios

DOMINIQUE CASIMIROUniversité de la Sorbonne Nouvelle, Paris

«como un sonido puro», y ya no el sonido.El silencio, antes relacionado con el

silencio original del bosque de Temuco, seapodera de la voz nerudiana en los años‘20. Albertina Azócar recordará que «Pa-blo […] tenía una voz así cansada pararecitar»(cito por Loyola, 114). El exilioexterno e interno en Rangoon radicalizarála omnipresencia de esta muerte acústicay de este silencio que merodea.

El sonido, excéntrico y descentrado(Sicard, 1981), va asfixiando la vozpoemática nerudiana, silenciosa, que nocomete fallos gramaticales (Alonso, 1940,a propósito de piezas como “Diurno do-liente” o “El sur del océano”), no, paranada: si esta voz no se expresa como lasnormas académicas lo requieren, es por-que la materia-emoción (Michel Collot) vaapoderándose del espacio sonoro liberadopor este silencio. Hasta tal punto que elsujeto duda de lo poético y se refugia en laprosa (tercera sección de Residencia en latierra 1 [1925-1932]). En uno de mis pri-meros trabajos insinué incluso una ciertatentativa de suicidio poético. Para mí, alhundirse en el silencio de la madera que esmutismo puro (“Entrada en la madera”),al ofrecerse a la dudosa prosa, al balbu-cear y tartamudear, la voz nerudiana,«como una campana un poco ronca»4 , seacercaba a otro silencio, al abismo de lo a-poético.

Ahora bien, de este primer encuentro oflirteo con el silencio mortífero, el sujetoórfico nerudiano saldrá como «hombre devoz, de palabra, de canto» (Javier García

…En un temblor de hojas atravesó el silencio la velocidad de un zorro, pero el silencio es la ley de estos

follajes... Apenas el grito lejano de un animal confuso... La intersección penetrante de un pájaro escon-

dido... El universo vegetal susurra apenas hasta que una tempestad ponga en acción toda la música

terrestre.

Quien no conoce el bosque chileno, no conoce este planeta.

De aquellas tierras, de aquel barro, de aquel silencio, he salido yo a andar, a cantar por el mundo…1

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[ 13 ]NERUDIANA – nº 5 – 2008

Méndez). De ahora en adelante y hasta elúltimo poemario, la voz nerudiana, hija delsilencio5 , cantará con sonidos totales, pu-ros y claros, con «sílabas cantoras»6 . Huel-ga poner de relieve la consabida polifoníade la voz / las voces nerudiana(s) en la sin-fonía que es Canto general, estupendamen-te cristalizada por Mikis Theodorakis(1975). Recordemos aquí, también, esaspartituras musicales que son las piezasnerudianas a partir de las Odas elementa-les: el silencio invade –esta vez gráfica-mente– el poema y la voz poemática conel objetivo de desfragmentar los versos, detransformarlos en progresivas notas demúsica que irán precipitando el caudalfónico. El sujeto nerudiano se ha reconci-liado con el silencio. Es más, el silencio,generador de sonido y de ritmo, devieneuna vez más necesario a la poesía y a lavida de Pablo Neruda.

El tiempo vuela y el invierno físico ypoético se instala ahora en la trayectorianerudiana.

Llega el invierno. Espléndido dictado

me dan las lentas hojas

vestidas de silencio y amarillo.

[…]

La tierra vive ahora

tranquilizando su interrogatorio,

extendida la piel de su silencio.7

Invierno solitario e invierno triste anun-cian otro silencio y una poesía de la in-trospección: la voz nerudiana parece sen-tir que ha llegado la hora del final del con-cierto:

Lo cierto es que el tiempo se escapa

y con voz de viuda me llama

desde los bosques olvidados. 8

Sin embargo, el hablante decide aden-trarse en este último y absoluto silenciodonde percibe la muerte –este otro silen-cio eterno– como una liberación. Aunquela vejez física se haya instalado en su co-razón, la voz poemática nerudiana seguirácantando:

Esta campana rota

quiere sin embargo cantar:

[…]

Esta campana rota

arrastrada en el brusco matorral

de mi jardín salvaje,

campana verde, herida,

hunde sus cicatrices en la hierba 9

Desde el centro silencioso de este jar-dín de invierno, la voz nerudiana decidesonar eternamente:

Yo vuelvo al mar envuelto por el cielo:

el silencio entre una y otra ola

establece un suspenso peligroso:

muere la vida, se aquieta la sangre

hasta que rompe el nuevo movimiento

y resuena la voz del infinito.10

El mar y las campanas [1971-1973]–último poemario de Pablo Neruda, gráfi-camente pertinente para nosotros en lamedida en que, a través de la ausencia demuchos títulos sustituidos por el primer

verso, entendemos la irrupción del silen-cio de la muerte– confirma dicha reconci-liación con el silencio.

Porque una vez, porque una voz, porque una

sílaba o el transcurso de un silencio

o el sonido insepulto de la ola

me dejan frente a la verdad,

y no hay nada más que descifrar,

ni nada más que hablar: eso era todo:

se cerraron las puertas de la selva,

circula el sol abriendo los follajes,

sube la luna como fruta blanca

y el hombre se acomoda a su destino.11

Suma de los silencios encontrados du-rante su trayectoria poética, el silencio deesta última obra convoca todos los silen-cios sonoros: el silencio oceánico, el silen-cio del alga, el silencio de la ausencia, elsilencio de la eternidad, el silencio cuyasustancia es la paz de todos. Al confirmar-se la hora de la despedida («Hora por horano es el día, / es dolor por dolor»12 ), la vozpoemática nerudiana canta con el objetivode proyectarse en otras voces, en una voz

Grabado del libro Emblematum ethico-politicorum centuria.Heidelberg, 1666. Biblioteca Fundación Pablo Neruda.

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[ 14 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008

después de la voz, en un silencio (el de lalectura) después de otro silencio (el de lamuerte):

Y sólo

su campana

allí está entre las otras

guardando en su vacío

un silencio implacable.

El hablante nerudiano se dirige al si-lencio último lleno de confianza y de paz:entre dos blancos topográficos resalta esteverso: «Existen las campanas» (“Inicial”).En curiosa oposición con el inicio de sutrayectoria poética y sonora, la vozpoemática anhela abrirse sobre el silencio:

...hay que oír lo que no tiene voz,

hay que ver estas cosas que no existen. 13

Aunque, como a Jaime Alazraki14 , esteempeño nos parezca absurdo, propongoreconocer que el silencio póstumo de la vozpoemática nerudiana es una invitación a untopos uper uranos, un lugar u-tópico, invi-sible y sensible donde el hablantenerudiano, envuelto en dos silencios, seescucha total, sonoro y puro15 . Ahora or-dena su respiración, la sostiene, la detie-ne, ella sola inspira y expira a su gusto,modulando la intensidad y duración de suspulmones llenos, porque por fin sabe quela vida está hecha de varias vidas, y de va-rias muertes. En la muerte humana, el so-noro silencio nerudiano triunfa. ♦

REFERENCIAS:

Amado ALONSO, Poesía y estilo de Pablo Neruda.

Buenos Aires, Losada, 1940. Segunda y definiti-

va edición: Buenos Aires, Sudamericana, 1951.

Javier GARCÍA MÉNDEZ, Diez calas en el hacer

de la poesía de Pablo Neruda. Rennes, Presses

Universitaires, 2001.

Hernán LOYOLA, Neruda / La biografía literaria

(1904-1932). Santiago, Seix Barral, 2006.

Alain SICARD, El pensamiento poético de Pablo

Neruda. Madrid, Gredos, 1981.

NOTAS:

1 Pablo Neruda, Confieso que he vivido, Barcelona, Seix Barral, 1974, primeras páginas.2 José Ángel Valente, Las palabras de la tribu, Barcelona, Tusquets, 2002, p. 57.3 «Mientras que la naturaleza y los animales están siempre cogidos en una lengua y, aun callando, ince-

santemente hablan y responden con signos, sólo el hombre es capaz de interrumpir, en la palabra, la infinita

lengua de la naturaleza y de situarse por un instante frente a las cosas mudas».4 Residencia en la tierra 1, “Arte poética”, v. 11.5 «Cuando aprendí con lentitud / a hablar / creo que ya aprendí la incoherencia: / no me entendía nadie, ni

yo mismo, / y odié aquellas palabras / que me volvían siempre / al mismo pozo, / al pozo de mi ser aún

oscuro», in Defectos escogidos, [1971-1973]: “Orégano”, vv. 1-8.6 Ibid., vv. 17.7 Jardín de invierno, [1971-1973], “Jardín de invierno”, vv. 1-3 y 26-28.8 Jardín de invierno, [1971-1973], “La piel del abedul”, vv. 19-21.9 El mar y las campanas, “[Esta campana rota]”, vv. 1-2 y 17-21.10 Jardín de invierno, “Otoño”, vv. 22-27.11 Jardín de invierno, [1971-1973], “Animal de luz”, vv. 25-34.12 El mar y las campanas, dos primeros versos del primer poema “Inicial”.13 Jardín de invierno, dos últimos versos de “Imagen”.14 “Para una poética de la poesía póstuma de Pablo Neruda”, in Simposio Pablo Neruda 1974, Universidad

South Carolina & Las Américas, 1975, pp. 43-73.15 «Hasta luego! Saludo y me retiro / a un país donde no me hagan preguntas», En Defectos escogidos,

“El gran orinador”.

Grabado del libro Emblematum ethico-politicorum centuria.Heidelberg, 1666. Biblioteca Fundación Pablo Neruda.

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Escribió Hernán Loyola en un númeroanterior de nerudiana que los años

terminados en 7 marcan cambios en latrayectoria de Neruda desde el momento enque fue nombrado cónsul en Rangún en 1927.España en el corazón (1937) y Terceraresidencia (1947) abren y cierran la fase dela escritura antifascista. Tercer libro de odas(1957) y Estravagario (1958) anuncian laetapa posmoderna, hasta llegar a Labarcarola (1967). El volumen 44 poetasrumanos, publicado en el 67 (por el editorLosada en Buenos Aires), podría situarse bajolos mismos auspicios. En cierta medida ellibro marca un hito, no sólo por ser la primeraantología de poesía rumana contemporáneaen español, sino también porque es latraducción nerudiana más extensa.

Neruda emprende sus primeros viajes aRumanía en 1950 y 1951, invitado en parti-cular por la Unión de Escritores Rumanos.Al igual que en los demás países del Este,después de la Segunda Guerra Mundial laUnión de Escritores (UE) llega a ser unainstitución clave en el tira y afloja entre elpoder político y el escritor. La retirada delas tropas soviéticas en 1958, aprobada porJruschov, favorece que la UE plantee el temadel aislamiento literario a nivel institucionaly que ponga en marcha un proyecto de tra-ducciones en el que participan Neruda,Alberti y María Teresa León, Hubert Juin,Luc-André Marcel y Salvatore Quasimodo,entre otros. En realidad el problema del ais-lamiento se venía planteando desde los añosveinte y treinta incluso por poetas comoTzara, Voronca, Ionesco, Fundoianu yEliade, cuya lengua de expresión dejó deser una lengua relegada a un solo país.

El primer contacto rumano de Nerudahay que buscarlo en el mismo período deentreguerras. Cuando Tzara hace su primerviaje a Madrid en 1929, varios de sus poe-mas traducidos por Rafael Cansinos-Assens

Neruda traductor:44 poetas rumanos (1967)

GABRIELA CAPRAROIUUniversity of La Verne, California, USA

tramos en Noreste —«Oh, ser un camara-da vuestro, y reconoceros // Aún! Cargadami vista de cosas de este mundo // Comoaguas de un vivero. La mirada muriente //Que se embebe en el rostro tal que un arro-yo seco»— responden por lo demás a unapropuesta nueva de Noreste que abre suspáginas a poemas afines a la estética de-fendida por Neruda en Caballo verde parala poesía.

El segundo vínculo rumano de Neruda,procedente de su militancia, no representamás que una extensión del anterior. En 1950se publica en Bucarest Poeme (Poemas) pre-sentado por Ehrenburg. Maria Banus tradu-ce Las uvas y el viento (1956) y posterior-mente una selección titulada Poezii noi(1963). Eugen Jebeleanu escribe el prólogopara la traducción [Confieso que he vivido:Memorias] (1982, donde Neruda alude aaquellas jornadas internacionales de poesíaque seguramente compartió con Alberti,María Teresa León, Guillén y Asturias, en-tre otros, en el castillo Peles, antigua resi-dencia de verano del rey Carol II en la ciu-dad de Sinaia de los Cárpatos. Pero no sóloliteratura. Las calles de Transilvania, «don-de por la noche brillan los ojos del CondeDrácula», vieron a Pablo y Matilde vivir«envueltos por idiomas extraños» el amorclandestino (Teitelboim).

La traducción de 44 poetas se planteasin embargo más tarde, quizás en el vera-no de 1960, cuando Neruda viaja aRumanía por última vez. Basta con ver elíndice del libro para entender que poetascomo Tudor Arghezi, Lucian Blaga,Benjamin Fundoianu o Ilarie Voronca, cen-surados en la primera etapa del socialis-mo, en otro momento habrían quedado fue-ra de la antología. La apertura culturalanunciada por El deshielo de Ehrenburg ypor Un día en la vida de Iván Denísovichde Solyenitsin se produce justo en los añossesenta. Al enviar los originales para laantología —6.000 versos, fotos y fichasbio-bibliográficas—Veronica Porumbacuprecisa a Neruda que la UE ha seguido un«criterio del valor poético» en la selecciónde los textos. Tal aclaración no era enton-ces una obviedad. Los miembros de la UEestaban negociando simultáneamente su

y Guillermo de Torre circulan en las revis-tas que Neruda conoce bien. Gris, Picabia,Miró y Picasso ilustran con litografías yaguafuertes algunos libros de Tzara. En1936 Alberti publica en El Mono Azul undiscurso de Tzara en el cual el término van-guardia se traslada de las artes al campomilitar donde se había originado. «He vistola vanguardia de la revolución mundial con-cretada en las líneas de fuego», escribeTzara. Menos de un año después, el01.05.1937, encabezando la organizacióndel Congreso Internacional para la Defensade la Cultura de Francia, Tzara firma la car-ta por medio de la cual se les pide aHuidobro y a Neruda «olvidar cualquiermotivo de resentimiento y división» y unir-se dentro de la militancia antifascista.

Voronca, a quien Neruda incluye lue-go en 44 poetas, figura en Noreste dondeaparecen «Ritual de mis piernas» y «Tan-go del viudo», con una nota que anticipala publicación de Residencia en la tierra(1933). Los versos de Voronca que encon-

Benjamin Fundoianu /Fondane, años ‘20.Gentileza de Monique Jutrin, Société d’ÉtudesBenjamin Fondane (Paris).

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autonomía artística frente a las exigenciasdel partido y su posición en la jerarquía delos escritores consagrados.

44 poetas no es un libro congruente, yno podía serlo justamente porque surge enun espacio literario doble, donde la críticasigue la línea del realismo socialista mien-tras, en la práctica, gran parte de los escri-tores abandonan el imperativo ideológico.La UE es la única institución que puedeafrontar con cautela los cambios en el mapaliterario. Están conscientes del vacío pro-vocado por la censura y la ausencia de mo-delos para los escritores jóvenes. ZahariaStancu y Mihai Beniuc, de probada lealtada los postulados del realismo socialista, des-de sus cargos en la directiva de la UE abo-gan por una revisión del modernismorumano: Stancu en un artículo publicado en[La vida rumana] en 1953 y Beniuc en [Dis-cusión sobre la poesía] en 1955. El debatecontinúa en el Congreso de Escritores dejunio 1956 en Bucarest. Cuando en 1960Neruda se compromete a traducir 44 poe-tas, algunos clásicos modernos vuelven apublicarse, aunque en ediciones no libresde censura.

gina en el pensamiento político envuelvecomo una espiral la modernidad estética quevarios de los poetas traducidos buscaron enlos años veinte y treinta al margen de las dis-tinciones políticas.

A juzgar por el paradigma del prólogo,resulta un tanto inesperada la inclusión nosólo de Blaga o Arghezi, quienes no publi-can nada durante las primeras décadas delcomunismo, sino también de un poetacomo Benjamin Fundoianu que poco an-tes de establecerse en Francia (1923) pre-sencia el clima antisemítico que surge a raízde la unidad política cerrada en 1918. Laobra de Fundoianu vuelve a circular enRumanía recién a mediados de los añossesenta. Si la crítica rumana somete elmodernismo a un examen que censura aArghezi, Blaga y Barbu, no es sorprendenteque Fundoianu, quien ha cambiado de idio-ma y de patria, y además ha declarado sudesacuerdo con la adhesión de los surrea-listas al comunismo, no figure entre lospoetas rehabilitados antes.

De Fundoianu —o Fondane, como sele conoce en francés— Neruda traduce untexto de [Paisajes] escrito en rumano e im-

Pocos libros de traducción atestiguan elvaivén entre política y estética como 44 poe-tas. Como si se tratara de una ruptura nuncadefinitiva y nunca resuelta en su propia es-critura, en el prólogo a 44 poetas Neruda pro-pone una interpretación de la literaturarumana que entra en conflicto con otras lec-turas sugeridas por los textos mismos. «Pa-labras del traductor» no es una crónica de lasestrategias de traducción. La función del pró-logo es guiar la lectura, nos ha dicho Genette.Así, la imagen de Drácula que abre el prólo-go pertenece a una metáfora más amplia quetrata de desmontar un mito construido consentidos divergentes por la narrativa occiden-tal y por la historiografía rumana. Los recur-sos del lenguaje están destinados a producirun cambio de óptica. Los términos de la me-táfora cambian y, con ello, el espacio enten-dido como geografía se convierte en espaciohistórico. Las tinieblas de los Cárpatos, don-de por siglos se ocultó «aquel vampiro siem-pre vestido de frac», dejan de ser naturalezapoetizada en el imaginario medieval paratransformarse en símbolo de una confronta-ción entre un pasado injusto y un presentejusto y moderno. La modernidad que se ori-

B. Fundoianu / Fondane, «Le regard de l’absent»: original con correcciones y firma del autor. Gentileza de The Getty Research Institute (Los Angeles, California) y de Société d`Études Benjamin Fondane (Paris).

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Ulysse es un libro de poemas extensosen los que se suceden preguntas retóricas.El lenguaje transparente de las preguntascontrasta con la opacidad de las imágenesque se intercalan. En su traducción casi li-teral, Neruda recupera precisamente esacualidad visual que Ezra Pound auspicia-ba para la traducción poética:

—qui est-tu quiétude

quel est l’oubli

qu’il faut asseoir sur ses genoux

quel grand morceau de terre passer sous le

silence

qui choisir de la vie méchante ou de la mort

qui tuer?

désir, lâche mon pied de ton piège à loups

assez de ces miroirs où s’abrutit le nu

la fraise n’est que la veine ouverte de la

pierre

quién eres tú, quietud, cuál es el olvido

que debe sentarse sobre nuestras rodillas

qué gran trozo de tierra sumergir en silencio

qué escogeremos de la vida malvada o de la

muerte

a quién matar?

deseo deja libre mi pie de tu trampa de lobos

basta de esos espejos donde se envilece el

desnudo

la fresa no es más que la vena abierta de la

piedra

En cuanto a la traducción en sí, la ma-yoría de los textos de 44 poetas son traduc-ciones indirectas. Neruda no leía el rumano.Es de suponer entonces que los originalesiban acompañados por las respectivas tra-ducciones al francés, hechas probablemen-te por poetas locales. La participación co-lectiva no ha sido inusual para un idioma debaja visibilidad como el rumano. Alberti yMaría Teresa León, Juin y Quasimodo tra-bajaron de la misma manera en sus versio-nes de Eminescu, Arghezi y en las antolo-gías que se publicaron en Francia casi almismo tiempo que 44 poetas.

Entre los poemas que componen la an-tología, hay, sin embargo, algunos escri-tos originalmente en francés. Tal es el casode los poemas XX y XXIII del libro Ulyssede Fundoianu. Aparte su excepcionalidadporque Neruda los tradujo directamente delfrancés, estos poemas nos llegan en unmomento oportuno cuando se está desta-cando el lugar que Fundoianu ocupó en lavanguardia internacional. En este sentido44 poetas va más allá de las circunstanciasque motivaron su escritura. Fue, sin duda,una traducción por encargo, hecho quepuede causar incomodidad entre los críti-cos. Pero tras el respaldo de las institucio-nes y el impulso ideológico subyacen otrascercanías personales, las afinidades mu-tuas. Seguramente Neruda estuvo cons-ciente de ello desde sus primeros encuen-tros con Tzara y Voronca. Acaso 44 poetasfue su modo de expresarlo en español.♦

NDR: Por razones deducibles de este artículo, las

traducciones (o mejor, versiones) de Neruda para la

antología 44 poetas rumanos no fueron incluidas en el

apartado “Traducciones” del volumen V de las Obras

completas (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2002). Gra-

cias a las precisiones establecidas por Gabriela

Capraroiu, al menos las de Fundoianu (Fondane) se-

rán incorporadas en una reedición futura.—H.L.

preso en Bucarest (1930) y dos poemas deUlysse, texto escrito en francés y publicadopor la editorial Journal des Poètes en Bru-selas (1933). Los poemas de [Paisajes] sonestampas de pequeñas ciudades de provin-cia a principios del siglo XX. Parte de lacrítica rumana había visto en [Paisajes] unacercanía con el mundo rural de FrancisJammes. Pero Fundoianu se sitúa en oposi-ción a las analogías temáticas. Advierte quela sensación de paz evocada por el paisajetiene una función com-pensatoria y que lamirada convierte el paisaje real y agresivode la gran guerra en un mundo que ha deja-do de existir. Una pregunta que se haceFundoianu es cómo distanciarse de los mo-delos prosódicos heredados. Curiosamen-te, la musicalidad sorda y abrupta queFundoianu busca en el original se consiguea través de la traducción de Neruda:

A la orilla del camino los pantanos se han

tendido como búfalos negros:

la llanura partida trepa por la colina gris

pesada por la opulencia del trigo sembrado.

Las sandías han hecho correr su jugo rojo

sobre la tierra,

las semillas aguardan la lluvia, esperan el

viento,

pero es el silencio el que acudirá pronto.

La escritura de Ulysse coincide con elprimer viaje de Fundoianu a Buenos Aires(1929). Invitado por Victoria Ocampo,Fundoianu trae los primeros filmessurrealistas al público argentino: La Coquilleet le clergyman (1928) de Germaine Dulac,Un chien andalou (1929) de Luis Buñuel yÉtoile de mer (1929) de Man Ray. Duranteeste viaje dicta también una serie de confe-rencias sobre el cine mudo que anticipan elrodaje de su película Tararira (1936) y elguión inspirado en la lectura de Don Segun-do Sombra. En una de las conferencias, “Elcine en el atolladero”, Fundoianu aborda elproblema de la relación entre palabra, ima-gen y silencio en el arte. Cuando enumeralas técnicas del cine mudo —el close-up, elfade-in y fade-out, el dissolve into, elralenti—habla indirectamente de los recur-sos que empleará en Ulysse.

Benjamin Fundoianu / Fondane en París, años‘20. Gentileza de Monique Jutrin, Sociétéd’Études Benjamin Fondane (Paris).

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Autor fecundo desde su adolescencia,Neruda dejó varios libros póstumos,

como Víctor Hugo que los lanzaba copio-samente desde la tumba, para deleite de susadmiradores y desesperación de sus detrac-tores, por ejemplo Rimbaud, que escribiósólo uno y debió resignarse, en el autoexi-lio, a la aparición de un segundo.

Entre esas publicaciones post mortemde Neruda, Elegía (Buenos Aires, Losada,febrero de 1974) al parecer fue concebiday en parte escrita en diciembre de 1971,durante la visita del poeta, junto a su espo-sa Matilde, a la Unión Soviética, para ce-lebrar el otorgamiento del Premio Nobel.El viaje se realizó desde París a la URSS.Neruda por aquel tiempo era embajador delgobierno allendista, junto a Jorge Edwards,ministro consejero, en la mansión de laavenida Motte-Picquet.

Ese 1971 fue el mejor año del gobier-no de Salvador Allende y la Unidad Popu-lar. Las perspectivas de demolición del in-tento socialista no se veían cercanas. Al

mismo tiempo, la enfermedad soterrada(cáncer prostático) lleva a Neruda a con-sultar a los especialistas soviéticos, peroel mal está demasiado avanzado (LoyolaOC, 1006-1007). No obstante, no decae ensu tarea poética, desde siempre asumidacomo una misión y un destino, con suscorrespondientes aristas mesiánicas. Sumuerte le impedirá ver publicada esta Ele-gía, entre varios otros libros también des-tinados a coronar la que sería la celebra-ción de sus setenta años, en julio de 1974.

El tono elegíaco del volumen ya habíaaparecido múltiples veces en la obra ante-rior del poeta. Temple anímico de home-naje a desaparecidos ilustres (según defi-nió Johannes Pfeiffer), propio del punto devista de un hablante que rescata de ellos:aspectos ideológicos, la batalla contra losenemigos del socialismo; aspectos huma-nos, los amigos y camaradas que genera-ron en él lazos, por afinidades y coinciden-cias; también aspectos literarios, aquellosartistas que en registros estéticos y sopor-

La póstuma Elegía de Moscú

MARIO VALDOVINOSUniversidad Finis Terrae

tes diversos al de la literatura apuntaban alo mismo que Neruda: la visión de unahumanidad más justa.

Dentro del tono épico/elegíaco de Can-to general (1950), los arquetipos históri-cos se dimidian, como es propio de la es-critura épica, en héroes y antihéroes, en pa-ladines redentoristas y tiranos abyectos quehan fecundado o desolado la tierra ameri-cana. La literatura épica es segregadora ydiscriminadora en el sentido de los valo-res que promueve.

No existe, en cambio, elegía a una ama-da, a un compañero de ruta, a un amigo, alos padres, que tire los pelos del cadáver oque, en ese momento supremo, recuerdelos errores de quien es objeto del panegíri-co. La muerte barre con las debilidades yemergen, espléndidas, las virtudes,opacando las flaquezas. Así, Neruda enElegía rescata, mediante la memoria, lasimágenes del poeta turco Nazim Hikmet,del escultor toledano Alberto Sánchez (aquien dedicó, en otro momento de su obra,el “Soneto a Alberto Sánchez de Toledo”),de Ilyá Ehrenburg, Lenin, Pushkin, Gógol,Maiakovski, Evtuchenko, Lily Brik, entremuchos otros.

Elegía es una crónica sinuosa al modode un viaje, real e imaginado, en busca desus amigos y de las ciudades que amó, cen-trada en el impenetrable tópico del ubi sunt.También, y por supuesto, una meditaciónsobre el tiempo y los años idos. ¿Qué per-maneció de todo aquello? «Esta Elegía delos amigos soviéticos fallecidos escondeasí, también, una subterránea autoelegía»(Loyola AP, 467). De esta forma, su ha-blante elegíaco expresa:

Mi quebranto es de aquellos

que me anduvieron, que me dieron sol,

que me comunicaron existencias

[...]

Dónde está la sonrisa

o la pintura comunicativa,

o la palabra enseñante

o la risa, la risa

la clara carcajada

de aquellos que perdí por esas calles...?

Grabado del libro Emblematum ethico-politicorum centuria.Heidelberg, 1666. Biblioteca Fundación Pablo Neruda.

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Entre los hombres y mujeres que evocael hablante, emerge Moscú, la metrópoli,donde cayó la nieve de la insurrección deoctubre de 1917, la revolucionaria pri-mavera de los días que estremecieron almundo. Aunque después haya venidoStalin, evocado en sus estatuas con versos‘antielegíacos’: las estatuas son amargas«porque el tiempo se queda en ellas,oxidado». La sombra del conductor y guíaque cometió graves errores y manejò unpoder absoluto sobre su país, le merece ladenominación «Stalin el terrible», cabezade una «época maldita». No así el impulsoque empujó a los líderes insurrectos parareemplazar el antiguo régimen zarista poruna sociedad igualitaria:

Luego, adentro de Stalin,

entraron a vivir Dios y el Demonio,

se instalaron en su alma.

Este viaje por la memoria tieneestaciones en las que el poeta se detiene aobservar y a meditar alrededor de lasestatuas de próceres políticos y literarios:Lenin («Limpió la vida del planeta /verificó el desorden existente»), Pushkin,Maiakovski, Gógol, la calle Gorki, parallegar al presente (el de los años setenta)de Evtuchenko, el ‘rebelde oficial’ de laUnión Soviética. Con dejo irónico evocatambién la condena al silencio de lasesculturas de Alberto Sánchez, mientrasotras «abominables, bigotudas / estatuasplateadas o doradas» relucían en plazas yparques.

Tiempo maldito, entiérrate en su tumba!

Que nunca más la tierra deje entrar

La materia de dioses o demonios

Al corazón de los gobernadores:

Que no se muestre el cielo individual

O el caprichoso infierno solitario:

Pégale con la piedra del Partido…

Rescate, afirmación de su ideología,revisión de los errores cometidos por laUnión Soviética, la invitación al presentede los ejemplos literarios, políticos yhumanos de quienes él llama sus«camaradas puros». Además espacios,

lugares, calles, ciudades que constituyeronhitos en su viaje poético, en particularMoscú. Por otro lado, las amargas estatuasdel culto a la personalidad política, al líderomnipresente, lejanas de un alma que «Nose alimenta de edificios» (poema XVIII).Si todos esos seres, y aun ciertas áreas deesas ciudades, ya no existen y son sólomaterial de recuerdos, no de nostalgiaresignada, sino de memoria lúcida, sepregunta: «Y si ahora no están, cómoaprender / el nuevo alfabeto de la vida?»

En medio de esta épica evocadora, elpoeta, llamado con certeza un «místico dela materia», se permite alguna nostalgiagastronómica, para matizar lo monolíticode la visión propia de la elegía:

Que se diga de mí que fui un poeta

de la generación del restaurant Aragby:

pertenezco al aroma del corderillo asado…

Para concluir autodesignándose:

Porque yo, clásico de mi araucanía,

castellano de sílabas, testigo

del Greco y su familia lacerada…

Este yo, más reflexivo y menosgigantesco que el de Canto general, menoswhitmaniano pero más tolerante y másflexible, cerrará el libro con estos versos:

yo que soy tú me abrazo a las herencias

y a las adquisiciones celestiales:

yo y tú, los que vivimos en el límite

del mundo antiguo y de los nuevos mundos

participamos con melancolía

en la fusión de los vientos contrarios,

en la unidad del tiempo que camina.

La vida es el espacio en movimiento. ♦

+++++++

REFERENCIAS

Hernán Loyola, “Guía de lectura” a Pablo

Neruda, Antología poética, 2 tomos, edición revisada.

Madrid, Alianza Editorial, 2000.

Hernán Loyola, notas a Elegía, en Pablo Neruda,

Obras completas, III (Barcelona, Galaxia Gutenberg,

2000), pp. 1005-1008.

Grabado del libro Emblematum ethico-politicorum centuria.Heidelberg, 1666. Biblioteca Fundación Pablo Neruda.

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En la última libreta de Pablo Neruda,su viuda Matilde Urrutia encontró un

poema manuscrito, «Hastaciel», que inclu-yó en El fin del viaje (Barcelona, 1981).Escrito después del 11 de septiembre de1973, y con mucha probabilidad inextremis, se trata no sólo del poema últi-mo sino de un poema único por la comple-jidad de sus imágenes, su lenguaje hermé-tico y lo funesto de su visión.

Sin la participación explícita del yopoético, el poema «Hastaciel» presenta unaimagen visionaria compuesta por una na-rración de dos secuencias en seis versos, yde allí emerge la presencia de la muerte yla visión final del océano nocturno comouna lápida cósmica. Se trata de una poéti-ca lunar, extraña en Neruda, híbrida y gro-tesca, que proporciona tanto el imaginariode muerte que acosaba al poeta en sus últi-mos días, y que también puede ser leídocomo alegoría de los procesos destructivosdesatados a partir del golpe de Estado enChile, en 1973. El texto del poema en cues-tión es el siguiente:

Hastaciel dijo labla en la tille palille

cuandokán cacareó de repente

en la turriamapola

y de plano se viste la luna del piano

cuando sale a barrer con su pérfido

párpado

la plateada planicie del pálido plinto.

Primeros problemas de lectura

«Hasta» delimita un punto en el tiem-po o en el espacio, de inicio o de final;«ciel», en cambio, puede ser la palabra cie-lo incompleta. El título Hastaciel inaugu-ra un primer enigma en el poema: el de supropio sentido léxico.

Luego viene el primer verso: Hastacieldijo labla en la tille palille. Este primer

verso puede ser dividido en tres secciones:«Hastaciel», «dijo», y «labla en la tillepalille». ¿Quién dijo qué? El problema conel primer verso es que no identifica clara-mente a un actante, a un personaje, a unagente que dice algo.

Se ingresa aquí a una historia, a una na-rración, vale decir, a una situación extrañaal mundo poético. Más que una voz o unhablante, como la teoría canónica de la líri-ca establece, pareciera configurarse un na-rrador que reconstituye o modela una esce-na de narración, una escena de lenguaje.

En el segmento labla en la tille palilleel término «labla» alude a hablar, a unaacción más que a un nombre, tal vez a la-borar, y quizás más específicamente a la-brar algo. Se trata de una actividad rela-cionada con el habla y el hablar. La expre-sión «tille» es una palabra creada por elpropio Neruda, para la ocasión: «tille», unentarimado; «palille» sería un palo peque-ño, un palo flaco. La imagen sugiere a al-guien que labora y labra sobre la maderadonde otros palillos se posan.

Constitución de la primera escena

El segundo verso, cuandokán cacareóde repente, trae nuevamente el procedi-miento de formar una nueva palabra, unsubstantivo, a partir del acercamiento ysoldadura de dos palabras. Aquí, «cuando»está unido a una palabra que es el agentede una acción que se consignará posterior-mente («kan»). Y es el agente, el «kan», elperro, que irrumpe en el tiempo.

Lo que acontece es «cuandokan caca-reó». Hay aquí una fusión grotesca de dosseres del reino animal, de la gallina y delperro. Un perro que ladra como gallina.El «cacareó» repentino, elemento populary cotidiano, diferente a expresiones másrebuscadas, como «tille palille», introduce

la esfera de lo común y coloquial. La re-petición tres veces de la sílaba «ca». Elcanto, el cacareo, el ladrido, son un anun-cio, enfatizado por la nueva marca tempo-ral («de repente»), que agudiza la concien-cia del tiempo. El cacareo anuncia el finde un tiempo, la irreversibilidad de la cer-canía de la muerte.

Tercer verso: en la turriamapola, don-de claramente se unen de nuevo dos pala-bras, «torre» y «amapola», para formar unhíbrido que condensa las dos dimensionessiempre perseguidas por la poesía deNeruda: los sueños (vale decir, el mundode la intimidad emotiva) asociados en ori-gen a las amapolas del patio de la casa delas Pacheco en Puerto Saavedra; y la ac-ción, la misión profética, emblematizadaaquí por la torre (como la «torre enterra-da» de “Alturas de Macchu Picchu”, I). Sonlas dimensiones que la muerte próximaamenaza.

La escena final de la lírica nerudiana

La segunda escena (versos 4, 5 y 6), esla imagen final que deja por escrito la poe-sía de Neruda, y en ese marco será leídaaquí. Algunos elementos de la escena pa-recen conformar un nocturno.

Verso 4: y de plano se viste la luna delpiano. La fórmula «de plano» significa ‘derepente’ (como en el verso 2) y el actantecentral es «la luna del piano». Con la lunase inauguran los elementos nocturnos quehabían estado latentes. 1 Es la luna, refle-jada en el piano, la que se viste para estanueva circunstancia. El quinto verso dice,a continuación: cuando sale a barrer consu pérfido párpado. Inicia aquí la acciónfinal del texto, una ‘personificación’: laimagen del ‘barrido’.

Esta última lectura puede sustentarseen el significado de «pérfido», como des-leal y traidor, como atributo del párpado,que es el párpado es la membrana que cie-rra el ojo. Lo que sale a barrer la luna es(sexto y último verso) la plateada plani-cie del pálido plinto. Vuelve aquí a predo-minar una espacialidad ya anunciada: lohorizontal, el plano. Una planicie ilumi-nada por la plateada luz de la luna.

El último poema: “Hastaciel”MANUEL JOFRÉ

Universidad de Chile / Fundación Pablo Neruda

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El plinto era el ladrillo que componíauna base cuadrada de poca altura, es decir,un basamento. Este plinto es barrido porel ojo único de la luna. Esta imagen final,en medio de un discurso febril, desfigu-rador y configurador de un lenguaje quese rearma una y otra vez, parece aludir a lavisión última del poeta, del mar iluminadopor la luna, de acuerdo a una primera lec-tura, o del plinto que es el país chileno,recorrido por una luna funesta que no per-mite la existencia de otra cosa, salvo delplinto, que tapa todo, como una losasepulcral.

Revisión y sistematización

Asombra el cuidado con el cual se eli-mina toda presencia de un yo hablante,generador de la enunciación. El cacareo delperro del segundo verso señala que el tiem-po se acaba y presagia la llegada de la co-yuntura crucial. La «tille palille» podríasugerir una labor continua, dedicada,esforzada, constante, un movimiento rít-mico, como la escritura. Estos palillos enmovimiento tienen también algo de terri-ble en su incesante labor (cfr. la cosedorade El habitante y su esperanza, XV: «En-tonces, qué hace entonces ese pálido fan-tasma al cual algo de acero le brilla en lamano levantada? ... Quién eres tú, ladro-na, que acurrucada entre los peldaños co-ses silenciosamente y con una solamano?»).

La «labla» que se realiza es la de pala-bras mediante el acto poético, y eso podríaconstituir una autoalusión. El enigma ini-cial del sentido de “Hastaciel” es respon-dido por el misterio sombrío de la imagenfinal del pálido plinto recorrido por la lunade pérfido párpado.

Final

La luna es un elemento sideral y cós-mico que aquí actúa como un personajedestructor, ofensivo, invasor.2 La luna, consu pérfido párpado, es la visión de la muer-te. Esa planicie o plataforma es el espaciovacío último. La palabra final del texto esclave para la interpretación de la visión

presentada. Este basamento de poca alturaes una lápida. Es la imagen plateada delmar nocturno la que es propuesta como lopostrero. Es la muerte que cubre la vida, elocéano sobre la tierra, la destrucción so-bre la creación.

Sobrecogen los últimos versos deNeruda el tema autobiográfico, que plan-tea percepciones altamente espaciales, quecaracterizan una dimensión física y socialimportantísima. La presencia de la natura-leza y del entorno cósmico está presenteen los dos textos, como es característicode un discurso de índole simbolista. Per-siste la centralidad de lo cromático y deri-va de ello una visión de lo chileno y del seramericano. La imagen femenina es negati-va, funesta, arrasadora. En la última etapa(1958-1973) de Neruda predomina unapoética combinada, del claroscuro, de lapenumbra. Un último discurso. 3 ♦

NOTAS:

1 La luna es un elemento funesto y mortífero

en la cosmología nerudiana. En “El sur del océa-

no”, de imaginería similar a “Sólo la muerte”,

ambos poemas de Residencia II (1935), se dice:

«Cuando la luna entrega sus naufragios, / sus

cajones, sus muertos / cubiertos de amapolas mas-

culinas, / cuando en el saco de la luna caen / los

trajes sepultados en el mar». Nótese la conexión

(opositiva) entre luna y amapolas, similar en

“Hastaciel”. La luna es una imagen de muerte,

mientras las amapolas son el símbolo nerudiano de

la intimidad personal, única, y, por ello, del apego a

la propia individualidad.2 Ver, por ejemplo, “Sólo la muerte”, en Resi-

dencia en la tierra II (1935), donde está la decisiva

imagen intertextual que origina la escena segunda

de “Hastaciel”: «Pero la muerte va por el mundo

vestida de escoba,/ lame el suelo buscando difun-

tos».3 Una versión más extensa de este artículo en

“El primer texto de Neftalí Reyes y el último poe-

ma de Pablo Neruda”, Revista Chilena de Literatu-

ra, 65, Santiago (noviembre 2004), 53-76.

Manuel Jofré, Alain Sicard y Nurieldín Hermosilla, en casa de este último, marzo 2008.Foto: Melina Cariz.

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Mi domicilio había sido brutalmente allanado enlas primeras horas del golpe militar de 1973, y miesposa y yo habíamos encontrado refugio, corta-dos del mundo, en casa de familiares. Dado elclima de violencia intimidatoria del momento,agravado en mi caso particular por la experienciadel allanamiento, sin contar con el estado de aba-timiento y desencanto en que nos sumían los acon-tecimientos, me digo ahora que de haber sido ad-vertido a tiempo probablemente tampoco habríareunido todo el denuedo necesario para sumarmeal cortejo desafiante, formidable, de esa manifes-tación emblemática de duelo popular que fue elfuneral de Neruda. Más que como un rapto aflic-tivo de flaqueza lo he lamentado desde entoncescomo una oportunidad íntima —e íntimamenteperdida— de haber aportado mi grano de arena ala afirmación de la dignidad de la poesía ante laignominia ambiente.

Del Neruda en vida mi experiencia, módicay todo, es de otro orden de cosas. Nuestra gene-ración de poetas, así llamada “de los años 60”,no sólo no se mostraba hostil hacia los poetasmayores, como sucedió con frecuencia con lasjóvenes generaciones de poetas en otros paíseslatinoamericanos, sino que se reconocía en laconciencia común de surgir en el extremo de unalarga y venerable tradición poética, asumiéndo-la en sus méritos y herencias, sin pugna con ellani beligerancia iconoclasta contra sus figuras ma-yores. Nada nos indisponía entonces frente a laposibilidad de un acercamiento sin veneracio-nes ni adhesiones incondicionales a la personade sus representantes egregios. De hecho, lamayor parte de dichos jóvenes había tenido oca-siones de algún encuentro con el Vate. Pero enel caso de la continuidad del mismo, los obstá-culos para un mayor acercamiento eran sobretodo de orden práctico. Su misma celebridad leimponía la cautela de mantener ciertas distan-cias, más que discretas autodefensivas, con elprójimo. (Las familiaridades un tanto desenvuel-tas de cierto cartero novelístico con el Vate sonpuramente imaginarias y sin coincidencia algu-na con la vida real…).

Sin embargo, aunque yo contaba entre misrelaciones más cercanas con buenos amigos delVate por cuyo intermedio me habrían sido

obviados muchos de esos obstáculos (salvo miirremediable pudor a emprender el primer paso),nuestro primer encuentro no ocurrió por iniciati-va mía.

Fue en los primeros meses de 1966. Compar-tía yo mis horas de estudios universitarios con unpuesto de redactor y traductor del célebre Boletínde la Universidad de Chile, junto a su director,Enrique Bello, amigo, si los había, y camarada departido de Neruda, y al lado de Jorge Teillier, co-terráneo suyo y uno de los poetas aún jóvenes desu generación más cercanos al Vate, lo mismo queEfraín Barquero. Es el caso que el poeta HomeroArce, amigo de juventud de Neruda, y por enton-ces su secretario privado, nos había entregado unensayo sobre la personalidad y la obra de Rosameldel Valle, fallecido recientemente. Además de pu-blicar dicho trabajo, por lo demás notable, la re-vista le había ofrecido editar el texto en separata,encuadernada con primor según sobrio diseño deEnrique. Como la aparición del impreso tardabamás de la cuenta, la impaciencia de Homero fuetambién la de Neruda, quien con humor nos pro-ponía —todo esto por teléfono— crear el movi-miento “separatista” para hacer presión sobre losimpresores universitarios. Victoria o no de los afa-nes del “separatismo”, el cuadernillo apareció fi-nalmente y fue celebrado como se debe un do-mingo de primavera en Isla Negra, con un largoalmuerzo según la usanza y ritos del dueño decasa y con la presencia en pleno del equipo delBoletín más algunos viejos amigos del poeta. Entreéstos recuerdo a Rolando Cárdenas y al críticoliterario escocés Robert Pring-Mill, de paso porChile, quien dos lustros más tarde, en Budapest,me recordaría con afán de detalles aquella mismaocasión. Tal fue mi primer encuentro personal conNeruda.

Semanas más tarde, al llegar a la oficina delBoletín, Enrique Bello me informa con tono cóm-plice que debo esperar en el transcurso de esamisma mañana un llamado telefónico de Neruda,que no tardó en producirse. En buenas cuentas,Neruda me hacía partícipe de su proyecto per-sonal de conmemorar con un acto público de cier-ta envergadura los 30 años de la muerte de Fe-derico García Lorca. Tenía prevista la interven-ción de Nicanor Parra y Jorge Teillier, junto a un

elenco de grandes actores y músicos. “Falta ahíun poeta joven y quiero que escribas un poemaque leerás junto conmigo ese día…”, me espe-tó, dejándome prácticamente sin reacción antesde despedirse y colgar el fono.

Más atónito que halagado, pávido, intentéapelar a los buenos oficios de Enrique Bello paraque intercediera ante el Vate y le explicara que yono me sentía a la altura de un tal desafío, que enmi breve carrera de poeta joven nunca había es-crito una sola línea por encargo ni estaba segurode poder hacerlo con la dignidad requerida. Consu gentileza habitual, Enrique Bello se dio todosu tiempo para disuadirme de mis vacilaciones y,finalmente, hacerme entender que “a Pablo nopodemos decirle que no…”. Como medida dealiento, y en su calidad de director de la revista,me concedía un mes de licencia para trabajar encasa o adonde yo quisiera en la composición del,para mí, inquietante poema, vuelto desde enton-ces una obsesión tanto más paralizante cuanto queNeruda me llamaba regularmente para cerciorar-se de los avances de mi escritura. Corría el fríomes de agosto y el acto debía tener lugar a co-mienzos de octubre. No impide que una semanaantes de esa fecha yo era todavía incapaz de lo-grar el primer verso junto con asegurarle cada veza Neruda que todo iba por buen camino.

Pero el día del homenaje yo tenía en el bol-sillo, resignado a todo, mi poema —página quepese a mis desvelos dudo que se contará un díaentre las mejores de mi obra—. Horas antes delacto, el teatro Antonio Varas, que había acogidopoco antes la puesta en escena de Fulgor y muertede Joaquín Murieta, se hallaba repleto de públi-co hasta el hall de entrada y parte del pasaje in-terior del edificio. Detrás del escenario, junto aNeruda y Nicanor se hallaban los actores de laCompañía de los Cuatro, formada por los her-manos Duvauchelle, además de Roberto Paraday María Maluenda, entre otros artistas, todos enespera de la llegada de Teillier.

Conociendo los hábitos volátiles del poetade Lautaro, Neruda me había encomendado en-carecidamente la responsabilidad de asegurar supresencia. Yo había hecho lo humanamente po-sible, no despegándome de su lado en toda lamañana y parte de la tarde, con la intención dellegar juntos al local del teatro universitario. PeroJorge se me había eclipsado en un momento dedescuido. Todo estaba listo y dispuesto y el mo-mento de comenzar el espectáculo ya se habíacumplido con creces sin que Jorge asomara nidiera luces. Neruda, que se paseaba nervioso trasla escena y agitaba en mi dirección, medio enbroma medio en serio, un índice acusador, ter-

TESTIMONIO

Conocer (¿en persona?) a NerudaWALDO ROJAS

Université de Paris, La Sorbonne

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minó por exclamar, arrastrándonos a todos a laescena: “Los poetas son inesperados… y no hayque esperarlos”.

Pese a la ausencia, por lo demás advertida,de Jorge Teillier, el homenaje se desarrolló entodas sus instancias de manera inmejorable. Ter-minado el acto, partimos en una caravana com-puesta de unos treinta comensales encabezadapor Neruda y Matilde a cenar larga yregadamente en el restaurante “Germania”, unrecinto de amplias dimensiones situado en elbarrio populoso de la Estación Central, en don-de el poeta había instalado uno de sus cuartelesgenerales para las grandes ocasiones.

A la hora de cancelar la adición sencillamen-te faraónica, Matilde recordó a Nicanor su con-dición de matemático y le encomendó las deli-cadas operaciones de la división del importe.Además de estar recién casado, yo percibía unirrisorio salario de funcionario universitario amedio tiempo, de modo que temblé ante el bo-chorno de no lograr reunir entre mi esposa Eli yyo, la única en la mesa en comprender mi aprie-to, el monto de nuestra cuota. Valga aquí recor-dar —à tout seigneur tout honneur— un episo-dio que refrendó mi simpatía y amistad con elanti-poeta: sin preámbulos ni mayor argumentocontable, Nicanor, de pie, anunció en voz alta,para nuestro alivio, que “los poetas jóvenes ysus musas no entran en la división, y en todocaso Eli y Waldo son mis invitados”. Palabrasque remató un aplauso clamoroso de toda la mesacomenzado por el propio Neruda.

Al día siguiente, en la oficina, le referí a JorgeTeillier la reacción de Neruda ante su ausencia.“Es que se me fue la hora…”, fue toda su res-puesta. Entiendo que a requerimiento de Enri-que Bello, y más pronto que tarde, enmendó sufalta frente al Vate por vía del teléfono. Días des-pués, en torno a una copa, me dio a entender queen ningún momento había pensado faltar a la citacon el Vate, pero que para relajar la tensión enque lo ponía la expectativa del magno acto sehabía administrado un par de cervezas más de lareceta.

No fue aquella la última ocasión de un en-cuentro personal con Pablo Neruda. hubo algu-nas otras oportunidades breves y menos brevesen los años que precedieron su desaparición. Sincontar los reencuentros ulteriores con su obra,de otro modo significativos. Algunas de aque-llas ocasiones personales fueron marcadas se-guramente por más de algún rasgo anecdótico,pero eso ya sería otra historia.♦

París, mayo de 2007 / abril de 2008.

E l Presidente de Italia (Nápoles,29.06.1925) estuvo en Isla Negra la

mañana del domingo 16.03.2008, antes deiniciar su visita oficial en Chile. Fue reci-bido por el presidente de nuestra Funda-ción, Juan Agustín Figueroa, por MaríaEugenia Zamudio (directora de la casa), ypor Hernán Loyola, quien lo guió por losvericuetos de la que fue la principal resi-dencia del poeta, explicando sus orígenesy secretos.

Napolitano traía consigo, y lo exhibiócon justo orgullo, su muy envidiable ejem-plar de la primera edición de Los versosdel Capitán, numerada y nominativa, im-presa por L’Arte Tipografica de Nápolesen 1952. Sus 44 ejemplares hacen de estaedición la pieza más preciosa y ambicio-nada (y por ello la más costosa) de toda labibliografía nerudiana. El impresionanteelenco de los suscriptores que financiaronla edición incluye a Ilyá Ehrenburg, ElsaMorante, Vasco Pratolini, Giulio Einaudi,

PERSONAS

Jorge Amado, Nazim Hikmet, PalmiroTogliatti, Luchino Visconti, SalvatoreQuasìmodo, Carlo Levi, Renato Guttuso,Antonello Trombadori, Yvette Joie, PietroIngrao y, con el número 44 y último,Giorgio Napolitano, quien tenía 26 años alpagar su cuota de suscripción: «Cinco milliras de la época», precisó el Presidentemientras recorría la casa del poeta, «sumaque entonces significó para mí, todavía mu-chacho, un esfuerzo económico muy gran-de; pero yo sabía que valía la pena».

Napolitano había visto a Neruda porprimera vez en la Salle Pleyel, París, mayode 1949, cuando el fugitivo de GonzálezVidela reapareció espectacularmente enEuropa tras 14 meses de clandestinidad. Apartir de 1950 se reencontraron varias ve-ces, particularmente desde fines de 1951cuando Neruda entrevió la perspectiva deuna permanencia en Capri con Matilde. Lacena del Año Nuevo 1952 Neruda la dis-frutó en Nápoles con Erwin Cerio y un gru-

Hernán Loyola, el Presidente Napolitano y Juan Agustín Figueroa en la Taberna A. Rojas Giménez.Casa- Museo Isla Negra, 16 de marzo, 2008.

Giorgio Napolitano

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po de amigos, entre los cuales no podíafaltar el joven Giorgio Napolitano (quienpor primera vez será elegido diputado co-munista por la provincia de Nápoles du-rante el año sucesivo, 1953).

Cedomil Goic

El profesor y ensayista Cedomil Goic,experto de notoriedad mundial sobre Vi-cente Huidobro, y también autor de impor-tantes estudios sobre la poesía de Neruda,deja en este 2008 la docencia universitariadespués de 55 años de servicio. Nacido enAntofagasta el 03.03.1928, Goic ha dedi-cado su vida a estudiar y difundir por elmundo la literatura hispanoamericana, y lachilena en particular, al más alto nivel aca-démico.

Destaquemos algunos momentos de suimpresionante currículum. Profesor de Cas-tellano (1953) y Doctor en Filosofía (1965)por la Universidad de Chile. Profesor Emé-rito de la Universidad de Michigan. Fuecatedrático de Literatura Chilena e Hispa-noamericana de la Facultad de Filosofía dela Universidad de Chile, en Valparaíso ySantiago, por veinticinco años. Catedráticoy Jefe del departamento de Literatura His-panoamericana de la P. Universidad Católi-ca de Chile (1972-1976). Desde 1976 a1998, sirvió como Domingo F. SarmientoProfessor en la Universidad de Michigan,Ann Arbor, EE.UU. Fue Profesor TitularAdjunto de la Facultad de Letras, Directordel Centro de Estudios de Literatura Chile-na de la Pontificia Universidad Católica deChile y Director-Fundador de los Anales deLiteratura Chilena desde 1999. Ha sido pro-fesor visitante de las universidades de Texasen Austin; Ohio State en Columbus; deCalifornia en Berkeley; de Wisconsin enMadison; Laval en Quebec, Canada; de SâoPaulo en Brasil. Ha obtenido las becasLarocque Tinker y Fulbright, y el premioJohn D’Arms. Es Miembro correspondien-te de la Academia Chilena de la Lengua,electo Miembro de Número (2007). Direc-tor Fundador de dos de las más importantesrevistas de investigación literaria: RevistaChilena de Literatura (1970-1973), Analesde Literatura Chilena (2000-2008). Autor

de los libros La poesía de Vicente Huidobro(1956, 1974), La novela chilena (1968, seisediciones hasta 1991), Historia de la Nove-la Hispanoamericana (1972, 2ª. ed. 1980)La novela de la revolución mexicana (1983),

en cómo la concepción genealógica delpoeta de Temblor de cielo (1931) presta elsubtexto reconocible de la visión nerudianadel poeta que aspira a dar voz a los ente-rrados de Machu Picchu, describiendo eldescenso y ascenso órfico. La visión deldescenso al abismo y el retorno de Nerudaes claramente anticipada por Huidobro,tanto en su sentido órfico como en la com-pasión social y la voz prestada a los silen-ciados. Huidobro provee en este segmentode Temblor de cielo, el antecedente incon-fundible de un momento bien determina-do de “Alturas de Macchu Picchu”. » Heaquí el texto de Huidobro aludido por Goic:

Oíd, oíd la voz de los muertos.

La gran voz de los abuelos, la negra voz

que tiene su raíz en lo más profundo de la

tierra y que demora años y siglos en llegar

a la superficie y más años y más siglos en

encontrar una garganta preparada.

La garganta poderosa que sea como una

trompeta. La trompeta de las edades, la

trompeta de todos los que han sufrido, de

todos los que han temblado en sudores de

sangre sobre el terror o el desaliento, la

trompeta de todos los dolores, de todos los

rencores, de todas las venganzas. La trom-

peta de raíces pavorosas.

Oíd, oíd la voz de las tinieblas. Por mi

garganta la tiniebla vuelve a la luz.

Entrad a vuestra propia caverna verti-

ginosa, bajad sin cloroformo a vuestras ín-

timas profundidades. La sangre tiene luz

propia y los huesos despiden chispas a causa

de un fósforo afiebrado semejante a un con-

tacto eléctrico.

Según el profesor Goic, este fragmen-to de Temblor de cielo habría sido releídopor Neruda, «con la misma marca de des-censo y ascenso desde las profundidadespara dar voz a los muertos y hasta con elmismo sentido social», en el fragmento XIIy final de la elegía “Alturas de MacchuPicchu” («Sube a nacer conmigo, herma-no»), escrita en 1945-1946. «Esta es latransformación o recreación de una lectu-ra —precisa el profesor Goic al concluirsu hipótesis—, no su destrucción ni sumala interpretación».

Cedomil Goic

Historia y Crítica de la Literatura Hispa-noamericana (1988-1991, 3 volúmenes),Los mitos degradados (1992); Letras delReino de Chile (2006); Biografía de Vicen-te Huidobro (2007). Editor de estudios ytextos chilenos e hispanoamericanos, el úl-timo de ellos: Vicente Huidobro. Obra poé-tica. Edición Crítica. Cedomil Goic, coor-dinador. Madrid: ALLCA XX, 2003. LVI,1817 p. (Colección Archivos, 45), y autorde más de un centenar de artículos de críti-ca e historia literaria en revistas de la espe-cialidad.

Nuestra revista rinde homenaje a tanprestigioso académico al término de sucarrera, señalando entre sus contribucio-nes al estudio de Neruda el muy importan-te ensayo “Alturas de Macchu Picchu: latorre y el abismo”, en Anales de la Uni-versidad de Chile, 157-160 (1971), pp.153-165. Más recientemente, al interior desu ensayo “La variedad creacionista en lapoesía de Vicente Huidobro”, publicado enel Boletín del Instituto de Chile (2003), elprofesor Goic dedica algunas páginas aexaminar lo que, a su juicio, sería una re-lación intertextual entre Huidobro yNeruda:

«Una dimensión menos conocida aúndel oxígeno invisible de la poesía deHuidobro la podemos observar en un ejem-plo de intertextualidad o transtextualidad,

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Alain Sicard

Del lunes 10 al domingo 16 de marzo2008 estuvo en Chile el hispanoame-ricanista francés Alain Sicard (1935), pro-fesor emérito de la Universidad de Poitiersy fundador del prestigioso Centre deRecherches Latino-Américaines de ese ate-neo. Es un especialista de fama internacio-nal sobre las producciones poéticas deCésar Vallejo y Pablo Neruda y sobre lanarrativa de Augusto Roa Bastos. Sobrenuestro poeta ha publicado numerosos en-sayos y algunos volúmenes, en particularuno indispensable, El pensamiento poéti-co de Pablo Neruda (Madrid, Gredos,1981), y una reciente monografía (en fran-cés) sobre Residencia en la tierra.

El miércoles 12 dictó su conferencia“Neruda y Aragon” en la Facultad de Le-tras de la Universidad de Chile (CampusJuan Gómez Millas) y el jueves 13 desa-rrolló una lección sobre dos textos de Cantogeneral (“Amor América” y “La línea demadera”) en la Facultad de Letras de laUniversidad Católica (Campus San Joa-quín). Ese mismo jueves visitó y admiró lamagnífica colección nerudiana que el abo-gado Nurieldín Hermosilla ha reunido ensu casa de El Arrayán.

El profesor Sicard llegó a Santiagocomo miembro del jurado que el viernes14 otorgó el Premio Internacional de Poe-sía Pablo Neruda a la chilena CarmenBerenguer. Los otros dos miembros deljurado: Carlos Monsiváis (México) y So-ledad Bianchi (Chile).

Alain Sicard y Nurieldín Hermosilla, en su casade El Arrayán, marzo, 2008. Foto: Melina Cariz.

Archivo de recortes de prensa sobre Neruda, propiedad de Mario San Martín.Foto: Adriana Valenzuela P. Archivo Fundación Pablo Neruda.

Mario San Martín Molina

En Las Cabras, pueblito chileno situa-do a 45 km de Pelequén hacia la costa, vivecon su familia el profesor Mario Rafael SanMartín Molina, nacido el 16.01.1944 enNueva Imperial, al oeste de Temuco sobreel río Imperial. A fines de los años ’60 ini-cia estudios en la Universidad de Chile(sede Temuco). Aún no se gradúa comoprofesor de Castellano cuando en 1971comienza a enseñar en el Liceo de NuevaImperial, pero en septiembre de 1973 esexonerado por su colega Patricio GaeteLabarca, profesor de Francés y designado‘rector’ por los representantes provincia-les de la dictadura.

Tras un mes de cárcel y de maltratos,que comparte entre otros con su colega y exprofesor de historia Iván Ljubetic, intentaretomar su cargo docente en Nueva Impe-rial, pero el ‘rector’ Gaete le comunica que«está suspendido» de sus funciones. A prin-cipios de 1974 vuelve a la universidad y segradúa en 1975, pero sin posibilidades detrabajo en la zona porque su nombre figuraen la ‘lista negra’ provincial del régimen.

Se mueve hacia el norte en busca desalida a su difícil situación. Se detiene enRancagua para visitar a una tía, que en esemomento no está en casa, y para llenar el

tiempo de espera se dirige a la sede regio-nal de la Secretaría de Educación, dondese entera de que hay una vacante de Caste-llano en el liceo de Las Cabras. De modoque sus 30 y tantos años en este puebloson el resultado de una pura casualidad.Aquí se casa con Inelia Cornejo y aquínacen sus hijos Pablo y Francisca, hoy es-tudiantes universitarios.

Cuando Neruda fallece en 1973, MarioSan Martín está en la cárcel de Temuco.La muerte del poeta —declara hoy— «meimpactó aún más que la del presidenteAllende». Lo lee desde la adolescencia.Sólo con cuatro de sus libros llega a LasCabras en 1975: Veinte poemas, El habi-tante y su esperanza, Canto general y Odaselementales. Son su refugio, su modo desobrevivir. Pero en Temuco ha visto elmodesto archivo nerudiano de su amigoGuillermo Chávez y trae, en embrión, elafán coleccionista que durante los años dela dictadura será la forma íntima de su pro-testa, de su resistencia al régimen, su modopersonal de no aflojar, de no morir, de noceder a la impotencia.

A fines de los años ‘70, durante unavisita a sus padres en Nueva Imperial, co-noce en Temuco a Rafael Aguayo Quezada,entonces profesor de la Universidad de laFrontera, y le pide en préstamo losarchivadores con la colección de recortes

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Ilustración para Arte de pájaros por Mario San Martín.Foto: Adriana Valenzuela P. Archivo Fundación Pablo Neruda.

acerca de Neruda que, junto a preciososdocumentos originales, había heredado desu tía Laura Reyes Candia (fallecida en1977). Aguayo Quezada hará poco despuésalgo increíble e incalificable: vender a untercero (y a ruin precio además) el legadonerudiano de Laurita, que en 1982 serásubastado en Londres por la casaSotheby’s, ignorándose su paradero desdeentonces. Pero reconozcámosle que encambio se comportó inteligente y genero-samente con San Martín, quien logró foto-copiar (y restituir) el material contenido encuatro de los cinco archivadores de AguayoQuezada. Ya en Las Cabras encuentra eltiempo y los medios para archivar a su vezese material, pegando las fotocopias sobregrandes pliegos de papel couché, formato85 x 55 cm, después encuadernados comoenormes volúmenes.

Pero el producto más interesante de lanerudofilia de San Martín son los varios li-bros del poeta que ha trascrito, en caligrafíagótica y con ilustraciones originales a co-lor, también sobre grandes pliegos de papelcouché del mismo formato 85 x 55 cm.Ediciones de un solo y enorme ejemplarhecho a mano, para deleite personal. Hastael momento San Martín ha ‘editado’ en estaforma Veinte poemas de amor, Las piedrasde Chile, Arte de pájaros, Aún y Maremoto,libros ya prontos para ser encuadernados.En proceso de trascripción caligráfica y deilustración se encuentran Crepusculario, Elhondero entusiasta y Tentativa del hombreinfinito.♦

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[ 27 ]NERUDIANA – nº 5 – 2008

neruda-edwards

Correspondencia entre Pablo Neruda y

Jorge Edwards. Edición y notas de

Abraham Quezada Vergara. Santiago,

Alfaguara, 2008 (marzo). 168 páginas.

Los epistolarios publicados, en vida o amuerte de sus autores, son atractivos,

a veces irresistibles; con frecuencia máshipnóticos que los estudios académicos,necesarios y severos. Pueden ser designadoscomo parte de los “géneros del yo” o, sinmás, como “embelecos literarios”. Laresidua de un autor, aquella parte delconjunto más significativo de su obra quese le cayó de las manos, un espacio en elque se permitió el pelambre, el comentarioíntimo, la digresión a veces amable, otrasvitriólica, todas destinadas al ámbitoprivado. Como Neruda mismo se habíadado cuenta hacía rato que le “publicaríanhasta los calcetines”, es probable que secuidara y con más de un interlocutorepistolar mantuviera un cauto recelo. Noda la impresión que eso haya ocurrido con

PUBLICACIONES Fundación, Hernán Loyola abogó endeclaración pública porque el gobiernocubano diera, retrospectivamente, lasdisculpas a Neruda, reconociendo su faltade rigor y de flexibilidad en ese instante.Nunca es tarde para un signo reparatorio,más aún con un militante de la revolución yentusiasta adherente al proceso cubano.Recordemos, pruebas al canto, Canción degesta, el primer libro completo y orgánicode poesía consagrado al estallido insu-rreccional de 1959.

El compilador, Abraham QuezadaVergara, rastreador perseverante y gestorde otro volumen de cartas nerudianas(Epistolario viajero, 2004), señala enmilimétricas notas los vacíos que lasmisivas podrían contener para un lector dehoy, no familiarizado con el contexto queambos escritores vivieron: la amenaza deuna guerra nuclear a propósito de la GuerraFría, la diatriba de los escritores cubanosen 1966, la soterrada enfermedad deNeruda, el modo en que ambos escritoresfueron capaces de negociar con eficienciael pago de indemnizaciones que lascompañías mineras norteamericanasexigían al gobierno de Allende, a propósitode la nacionalización del cobre. Sin excluirla cotidianidad en la casa de la avenida dela Motte-Picquet, en París, la fantasmal ylegendaria residencia de la embajada deChile. Tampoco se soslayan las maneras aveces chuscas, otras enigmáticas, con queambos interlocutores se referían apersonajes indigestos de la época, políticos,diplomáticos, artistas, los que pasaban amenudo a engrosar las filas del “partidode los sentidos”, como llamaba Neruda aquienes quedaban con algún rencorrespecto del trato recibido por la embajadade Chile y, también, los abundantesvocativos que empleaban para designarseuno al otro.

El epistolario considera además lagestación subterránea del golpe de Estado.Al respecto quedan claras las aprensionesde Neruda sobre la alternativa de evitar unestallido social frente a la crisis de laUnidad Popular y el virtual pacto entre lasfuerzas civiles que postulara una salidademocrática.

Jorge Edwards, amigo de décadas, quesi a fin de cuentas resultó infidente lo fuecuando don Pablo y su viuda, Matilde,habían desaparecido de este mundo. Véaseal respecto Adiós, poeta, publicado en1990.

De cualquier manera, esta corres-pondencia mantenida por los escritoresNeruda y Edwards, desde agosto del 62 ajunio del 73, comprende 46 misivas escritas—oh el pasado— en hojas, en papeleríatangible. Material de bibliotecas, dearchivos, de bóvedas, regueros para serperseguidos y desempolvados por inves-tigadores, por manos inquisitivas y ojosintrusos.

Kafka, tenaz escribiente de cartas, a supadre, a sus prometidas, decía en susdiarios: “Escribir cartas significa desnu-darse ante los fantasmas, cosa que ellosaguardan con avidez. Los besos escritos nollegan al destinatario, se los beben losfantasmas por el camino”. No ocurrió asícon éstas y, escritas al paso o meditadaslínea a línea de acuerdo a las informacionesque ambos interlocutores requerían, trazanun surco en el que Neruda y Edwards,amigos y compañeros de trabajo en laembajada de Chile en París, por los sesentay setenta, dejan constancia de un diálogoque no excluía los famosos encargos delpoeta, desde tambores a mascarones, ytambién su ansiedad por realizar antes dela entrega del Nobel una exposición de suslibros en Estocolmo, para contrarrestar,entre otros efectos, los delirios de RicardoPaseyro, el más patético y paranoicoantinerudiano profesional.

Por las apresuradas líneas de las cartas—¡redactadas a máquina y con post datasmanuscritas!— desfilan los debates de laépoca, la enconada batalla política de laGuerra Fría y la bipolaridad ideológica, lapugna desaforada entre los intelectualescomprometidos y los de corte más liberal.La famosa carta de los intelectuales cubanos,que tanto molestó y dolió a Neruda, porcuanto significó para el vate, y vista con laperspectiva de hoy, una puñalada que nopudo cicatrizar. Al punto que en el diario ElMercurio del domingo 25 de marzo de 2007,y en el Anuario 2004 de Cuadernos de esta

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Hernán Loyola, Margarita Aguirre,Abraham Quezada Vergara, Jaime Concha,Alain Sicard, Nicolás Salerno, entre otros,son los responsables del verbo nerudear, quepuede contener sistemáticos estudiosestructurales sobre los registros épicos dela poesía de Neruda o el testimonio acercade su día a día. Vale decir, el tránsito perenneentre el Neruda moderno y el posmoderno,tesis central del volumen del mentadoLoyola, Neruda. La biografía literaria,publicado por Seix Barral en 2006.

Edwards menciona en su ameno“Prólogo de parte interesada” que cuandoNeruda era representante del gobiernoallendista en París, su último destinodiplomático, en medio de las epístolasoficiales recibidas en la embajada, llegabanunos misteriosos sobres que Nerudaesperaba con indisimulado nerviosismo.En la portada estaba escrito el nombre de…Jorge Edwards. Correspondían a AliciaUrrutia, sobrina de Matilde, el amor delinvierno de un poeta, el último eslabón deuna cadena sentimental que ni la enferme-dad apocalíptica pudo apaciguar.

Se sabe que ha habido intentos porentrevistarla, mas ella y su hija, a quienNeruda protegió y apadrinó, viven en eltotal apartamiento, retiradas y silentes. Alrespecto Enrique Lafourcade publicó en suvolumen Neruda en el país de lasmaravillas (1994), una sección dedicadaal episodio, en el capítulo “Amor, amor,no cruces la frontera”, consignando ademáslo que aparece sobre el tema tanto en Adiós,poeta, de Edwards, como en la biografíade Volodia Teitelboim.

La ansiedad por conocer esa papeleríaardiente es demasiado grande y seductora,esas penas de amor perdidas que, no cabeduda, en su momento provocaron más deun dolor a sus protagonistas y en especiala Matilde.

Sin embargo, nerudianos del mundo,queda pendiente su publicación.

— Mario Valdovinos

junio de 2008

neruda-eandi

Pablo NERUDA—Héctor EANDI /

Itinerario de una amistad. Edición, presen-

tación y notas de Edmundo Olivares.

Buenos Aires, Editorial Corregidor, 2007.

Este libro no es meramente una nuevaentrega del material epistolario másimportante y revelador de la vida de Neruda.Trae algunas novedades interesantes entre lascartas que Eandi mandó a Neruda, conserva-das gracias a las copias que el propio Eandihizo de su correspondencia. Ya sabemos quePablo no tuvo por costumbre guardar y haceracopio de las cartas que recibió en sus añosjuveniles o en su primera madurez, fuerande mujeres a las que amó o de compañerosde generación, fueran de personajes ilustreso de anónimos individuos.

El epistolario, conocido desde queMargarita Aguirre (en 1964) y RodríguezMonegal (en 1966) citaron en sus biogra-fías fragmentos escogidos, fue publicadode forma íntegra en 1980 en el libro,también editado por la escritora, PabloNeruda / Héctor Eandi. Correspondenciadurante “Residencia en la tierra” (BuenosAires, Sudamericana).

El presente volumen reitera el acierto de

incluir la crítica que hizo Eandi del libroVeinte poemas de amor y una cancióndesesperada, y que sería en definitiva elorigen de la amistad entre ambos personajes,y la reseña publicada en Buenos Aires de laaparición del libro Residencia en la tierra,en 1933. Ambos artículos nos introducen aúnmás en la historia de la amistad entre ellos.

Estas cartas que escribe Neruda han sidoun tesoro para comprender la génesis de sulibro más importante. Amado Alonso no tuvoacceso a ellas y eso en su libro deja su marca.El español tuvo, afortunadamente, otraentrada a su Poesía y estilo de Pablo Neruda,como fueron las conversaciones con el propioautor, además de sus propios análisis, claroestá. Hernán Loyola en su edición crítica deResidencia en la tierra (Madrid, Cátedra,1987) ya usa este epistolario como fuente dedatos imprescindibles.

Lo cual nos lleva a la pregunta de porqué Neruda se decide a contar al argentinosus más íntimos pensamientos, a desentrañarpara él, en paralelo a lo que de otro modoestaba haciendo en sus versos, sus másprofundas impulsiones. Y nos lleva tambiéna otra cuestión dependiente: ¿qué vio Pabloen este interlocutor de Buenos Aires que loimpulsó no a desnudarse sino a preguntarsesobre su poesía y desvelar a otro sus propiasclaves?

Al leer lo escrito por Eandi, encontramosun lector cuidadoso de la poesía del chileno,que hace comentarios sutiles sobre lo leídoy sobre todo, un personaje que se da cuenta(como sólo Tomás Lago desde los añosveinte en Santiago) del alcance futuro deNeruda. Frases como: «Se imaginará,querido compañero, con qué anticipadoplacer espero otros trabajos suyos» o «mesiento tentado de preguntarle muchas cosas»o «Me entusiasma la idea de encargarme dela publicación de su libro».

Los esfuerzos que hace Eandi por sacara Neruda del Oriente quedan reflejados conla inclusión de las cartas que le dirigeAlfonso Reyes.

Particularmente me ha impresionado lacarta resumen que Eandi escribe para Pablo[probablemente en 1962] y que no llega aser enviada. Es un repaso a la pequeña historiade su amistad e implícitamente el recono-

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cimiento de los logros universales del temu-quense frente al escaso éxito de los propios.Parece una despedida, un presentimiento deque sus días no alcanzarán mucho más allá[Eandi muere en 1965].

Los poemas que Neruda le manda enversiones originales y anteriores a lasdefinitivas no son una novedad (yapublicados en 1980 y luego analizados porLoyola en su edición de Residencia, 1987)pero no han perdido su enorme valor einterés.

La justa presentación de Olivares tieneel mérito de no intentar brillar ni hacer untexto más largo que el propio epistolario.Pero podría haberse extendido algo más enuna materia que conoce tan bien, comodemostrara en los extraordinarios tresvolúmenes de su Pablo Neruda: Tras lashuellas del poeta itinerante, particularmenteen el primero, Los caminos de Oriente /1927-1933 (Santiago, LOM, 2000), del quehabría podido extraer un encuadre históricomás amplio para esta correspondencia.

Advierto la inclusión de una carta porpartida doble. La carta numerada con el 6,escrita en enero de 1929, y mal datada porun despiste de principio de año por Pabloen 1928, es incluida en su versiónmanuscrita entre las cartas nº 2 y la 3. Elloda lugar a confusión y no a aclaración.

Echo de menos más notas de uninvestigador tan competente como esOlivares. Me parecen escasas. Habrían sidoútiles más datos concretos acerca de laspersonas que aparecen mencionadas (XulSolar, Elvira de Alvear, su secretario – delque no se aclara que era Alejo Carpentier,nada menos). Y también algunas fichasbibliográficas de los libros de Neruda o deEandi y ciertas precisiones temporales. Apesar de este exceso de modestia oreticencia (porque conocimientos no lefaltan), Olivares hace un buen trabajo eneste libro, un trabajo esencial y eficaz.

— Dr. Gunther Castanedo Pfeiffer

Santander, España

rovira

Pablo NERUDA, Álbum. Biografía por

José Carlos Rovira. Madrid, Publicaciones

de la Residencia de Estudiantes, 2007.

José Carlos ROVIRA, Neruda, testigo de

un siglo. Madrid, Centro de Lingüística

Aplicada Atenea, 2007.

A diferencia de los álbumes artísticosde Luis Poirot (Neruda-Retratar la ausen-cia, 1991) y de Sara Facio-Alicia D’Amico(Geografía de Pablo Neruda, 1973), el queahora ha publicado la Residencia de Estu-diantes privilegia la dimensión biográficadel poeta. Incluye 385 fotografías que ilus-tran las diez secciones de la Biografía es-crita por José Carlos Rovira (Universidadde Alicante) para vertebrar el Álbum. Lamayor parte de las fotos proceden del ar-chivo de la Fundación Pablo Neruda, conaportes complementarios de otros archivos:Fundación Federico García Lorca,Nurieldín Hermosilla, Sara Facio, PoliDélano, Enrique Robertson, Bernardo Re-yes y la propia Residencia de Estudiantes.Entre los fotógrafos-autores hay algunoshistóricos como Georges Sauré y Lola Fal-cón, y otros más recientes como Sara Facio,Guillermo Spottorno y Sergio Larraín.

El volumen, encuadernado, supera las400 páginas pero es de formato reducido,

17 x 11 cm circa, por lo cual la cantidadde imágenes alcanza una densidad y unimpacto gráfico muy atractivos. Vienenganas de examinarlo una y otra vez, entreotras razones porque las fotos que trazanla biografía visual de Neruda necesaria-mente incluyen buena parte de la historiadel siglo XX, y no sólo en Chile. En efec-to, aparte las ilustraciones de la trayecto-ria individual del poeta mismo, desde suinfancia hasta su muerte, asistimos a undesfile impresionante de momentos, figu-ras y lugares de la literatura y de la histo-ria mundiales. Aparecen escritores que fue-ron amigos o sólo coetáneos de Neruda enChile (Tomás Lago, Azócar, RojasGiménez, Cruchaga Santa María,Barrenechea, Bombal, Mistral, Délano,Nicanor Parra), en Argentina (Girondo,Lange, Molinari, Cortázar) y en todas lasAméricas (Vallejo, Guillén, Rulfo, GarcíaMárquez, Vargas Llosa, Otero Silva, Ama-do, Benedetti, Asturias, Arthur Miller), asícomo en España (Federico, Altolaguirre,Concha Méndez, Alberti, Hernández,Bergamín, Prados, Gil-Albert), en el restode Europa (Éluard, Aragon, Malraux,Hermlin, Somlyó, Ehrenburg, Kirsánov,Yevtuchenko, Nazim Hikmet) y en Asia (AiChing). También artistas como AlbertoSánchez, Tina Modotti, Maruja Mallo,Picasso, Rivera, Siqueiros, Guayasamín,Venturelli, Antúnez, Guttuso, Marceau,Cotapos. Un acierto gráfico es la reproduc-ción intermitente, casi siempre a páginaentera, de las cubiertas de las edicionesoriginales de los libros de Neruda, que vanmarcando también su itinerario vital.

El óptimo esbozo biográfico trazadopor Rovira, si bien esencial no carece deaportes novedosos, en particular sobre losepisodios españoles de Neruda. Por ejem-plo cuando contrapone a otros más difun-didos el relato de Gil-Albert sobre la sali-da de Maruca y Malva Marina desde Ma-drid hacia Barcelona en 1936.

De índole diversa es Neruda, testigode un siglo, también publicado en 2007.Es el resultado de la reelaboración y com-pilación de conferencias dictadas durante2004 en diversos homenajes al centenariode Neruda. El libro es una tentativa de ba-

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lance crítico estimulada por tal ocasión. Laproblematización del caso Neruda, hechacon distancia y objetividad no frecuentes,es el mérito mayor de estos ensayos. Co-mienza Rovira recordando que en 2004 «noquedó continente, país, ciudad con institu-ción cultural o académica y pequeño mu-nicipio con grupo intelectual activo que,de una u otra forma, no realizase un acto,un seminario, un congreso, un recital, unconcierto, una exposición fotográfica, unconcurso, etc.» dedicado al poeta chileno.Y prosigue: «Cuál es la causa de esta casidesmesurada conmemoración?» En estelibro Rovira propone algunas respuestas —directas e indirectas— a tal pregunta.

En “El primer Neruda” plantea «cómose hace un poeta» y a través del examen dediversos momentos del ciclo inicial deladolescente Neftalí Reyes, reclamandoatención hacia la precoz sabiduría técnicaen el manejo de heptasílabos, endecasí-labos y alejandrinos, así como de dísticos,silvas y sonetos, y hacia cómo atravesó lalección de Rubén Darío para cimentar supropio lenguaje.

Otro ensayo, “Viajero por el mundo”,intenta revisitar el «periplo casi permanen-te» de Neruda por océanos, continentes yciudades, «y su plasmación poética yprosística y la posterior recuperación ya enlos itinerarios de la memoria». PeroRovira esgrime una óptica diversa a la delviaje como extravío y desolación —fre-cuente y pertinente en los exámenes deResidencia— para acentuar la perspecti-va de la sed de infinito, de la apertura ha-cia horizontes enriquecedores, hacia losenigmas del mundo. Con especial acentoen la fundación de un espacio del regresocomo ingrediente cada vez más decisivopara la poética del viaje (y del viajero) enel desarrollo de la obra de Neruda.

Sin pretender trazar «un mapa de geo-grafía urbana y de ciudades concretas», elensayo “Neruda ante la ciudad” intenta elregistro de las principales actitudes que elSujeto nerudiano ha sucesivamente mos-trado: atracción o rechazo, cansancio, te-dio, pero también curiosidad y hasta fasci-nación por calles y mercados. DesdeTemuco en la infancia y Santiago en ju-

ventud hasta Rangún, Colombo y Bataviaen exilio, pasando por la desolación enBuenos Aires (“Walking around”) y resu-citando en Madrid, la inolvidable, y en lamítica París. Más tarde las ciudades delsocialismo real conexas a la utopía, sobretodas Moscú.

La dimensión indigenista ofrece en lavida y en la escritura nerudianas aspectoscomplejos y hasta contradictorios queRovira enfrenta con agudeza en el ensayoque dedica al tema y, en particular, a la me-diación de Neruda en la polémica entreArguedas y Cortázar. Pero el aporte de ma-yor interés, a mi juicio, es el texto “Neruday la tradición cultural española”, dondeRovira revisa la presencia directa e indirec-ta de los clásicos (Manrique, Villamediana,Quevedo) en cuanto premisa a laresemantización de la palabra España enTercera residencia y en otros textos coetá-neos y posteriores a la guerra civil de 1936-1939. Rovira adopta con acierto el concep-to de Greimas para «intentar la explicaciónde un marco de poesía y vida social que lle-na la palabra España de nuevos contenidosy, sobre todo, reinserta contenidos históri-cos que la palabra había perdido».

— Hernán Loyola

huerta

David HUERTA, El correo de los

narvales. Tlalpan, D.F. (México),

Ácrono Producciones & Libros del U m -

bral, 2006.

Un pequeño gran libro (13 x 10 cm, 180páginas) escrito simultáneamente por elpoeta y por el profesor universitario quees David Huerta (1949, hijo del célebrepoeta Efraín, 1914-1982). Rara vez he vistotan bien amalgamadas la erudición y lasensibilidad. Mientras en Chile la mayoríade los intelectuales lee a Neruda (si lo lee)con reticencia, cuando no con patética arro-gancia u hostilidad, en otros países y he-misferios encontramos con sorprendentefrecuencia a lectores apasionados y acti-

vos, y por cierto buenos conocedores de laobra de nuestro poeta. Recientemente, porpropia iniciativa personal y poniendo enjuego energía y tiempo, saber y pasión, eldoctor Gunther Castanedo Pfeiffer (odon-tólogo) ha organizado en Santander unaentera jornada de celebración de los 104años de Neruda, incluyendo una sesión deconferencias a la que asistieron 300 perso-nas. Es sólo un ejemplo entre los tantosdel nerudismo que vive y florece en todoel mundo.

David Huerta (a quien no conozco per-sonalmente) me parece un caso egregio.Cada uno de los tres ensayos y el extensopoema que integran su libro son una in-mersión apasionada —y, atención, muyinformada— en aspectos de la poesía deNeruda. El título mismo del volumen, Elcorreo de los narvales, emblematiza ladoble identidad del operador: el poeta y elestudioso. No es fácil (al menos no lo fuepara mí) recordar a primera vista de dóndeproviene ese título: «Pero lo que yo perse-guí con mayor constancia fue la huella, omás bien el cuerpo del narval. Por ser tandesconocido para mis amigos el gigantes-co unicornio marino de los mares del Nor-te, llegué a sentirme exclusivo correo delos narvales, y a creerme narval yo mis-mo.» (de Neruda, “Oceanografía dispersa”,1952, en OC, V, 641). Con mayor enmas-caramiento que, por ejemplo, El viajeroinmóvil de Rodríguez Monegal, el aristo-

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crático título El correo de los narvales sig-nifica simplemente: Pablo Neruda.

Pero no se imaginen un contenido re-buscado o petulante. Los ensayos tienen laandadura serena, fluida y fuerte del cono-cimiento verdadero, interiorizado, capaz deestablecer tranquilamente las relacionesmás inesperadas y de exponerlas con sol-tura y economía. “Calle Maruri 513” setitula el de apertura, una revisitación deCrepusculario, en parte filológica ygenética al conectar el título al Lunariosentimental de Lugones (con interesan-tes digresiones a partir del uso del sufijo«-ario») y a la innovación gongorina deltérmino crepúsculo en los Siglos de Oroespañoles (y a la reacción indignada queprovocó en Juan de Jáuregui).

De “El materialismo poético de PabloNeruda” habla el segundo ensayo: notassobre las odas elementales. Muy a modosuyo, Huerta comienza con una breve di-gresión sobre el género odas, desde las clá-sicas antiguas de Píndaro y Horacio a lasclásicas españolas de Garcilaso y Fray Luisde León, y desde las modernas pionerasde Ronsard, Du Bellay, Keats, Hölderlin,a las recientes de Paul Claudel, Allen Tate,Frank O’Hara. Ágil recuento, luego, de ladeuda de Neruda con Villamediana,Quevedo y Góngora, de quien cita una dé-cima que es en verdad una deliciosa pre-monición de las odas elementales en len-guaje gongorino (agradeciendo a don An-tonio Chacón, señor de Polvoranca, el en-vío de un requesón): «Este de mimbresvestido / requesón de Colmenar / bien lepodremos llamar / panal de suero cocido. /A leche y miel me ha sabido: / decidme enotro papel / lo que se confunde en él, / quesin duda alada oveja, / cuando no lanudaabeja, / leche le dieron, y miel.»

Por ahí el ensayo entra en las odas deNeruda, de las que propone una útil clasi-ficación en ocho grupos. Se podría pensaren una aproximación externa y general,pero no: más de diez páginas del ensayoson un inteligente análisis pormenorizado(métrico, retórico, estilístico, simbólico) dela “Oda al día feliz”, que Huerta considera«una especie de sello holográfico de lasdemás odas de este libro y de las siguien-

tes del ciclo: en ella vemos, leemos, senti-mos, entendemos la energía poética delmaterialismo de Neruda». Una buenamuestra de la variedad de registros que estepequeño gran libro exhibe.

El bellísimo tercer ensayo da título alvolumen, “El correo de los narvales”, y sepropone como notas a un pasaje de “Losenigmas” (Canto general, XIV, El GranOcéano), poema donde Neruda mencionaal narwhal, así, con ortografía inglesa. Huer-ta maneja el ensayo con sentido musical yen éste su virtuosismo propone un contra-punto de reflexión/digresión en tres movi-mientos. La “Historia y mito de un colmi-llo”, el del narval, ocupa el primero de ellos:etimología, creencias medievales (antídotocontra los venenos, afrodisíaco), misteriosy verdades investigadas por el canadienseBarry Lopez, que en sus trabajos incluye aNeruda y su relación con el narval.

El sucesivo movimiento, “El santalucíy el chileno”, establece un parentesco (otrasorpresa para mí) entre Neruda y el poetaantillano Derek Walcott, Premio Nobel deLiteratura 1992, quien incluyó en su libroSea Grapes (1971) un poema titulado pre-cisamente “For Pablo Neruda”: una espe-cie de carta de Walcott al poeta chileno «ad-mirado por su capacidad para abrir puertasy para revelar el sentido de todo un mundo:el Nuevo Mundo». Pero Huerta examina enparticular el poema “The Sea Is History”que «conecta las aguas marinas y submari-nas con el devenir de las sociedades huma-nas», en sintonía con la polaridad océano/historia que gobierna la poesía de Neruda(según Alain Sicard), y compara las pregun-tas que formula el poema de Walcott conlas del mencionado “Los enigmas” de Can-to general, poniendo en evidencia la rela-ción entre ambos textos.

El último movimiento es un “Viaje alinterior de los enigmas”, donde el contra-punto entre la reflexión directa y la digre-sión en torno al texto nerudiano sorprendecon nuevos e sugestivos hallazgos. Reco-rriendo la tradición de los enigmas desdela Biblia (el león y la miel de Sansón) has-ta Rubén Darío, pasando por los jeroglífi-cos egipcios que obsesionaron a AthanasiusKircher y los emblemas de Andrea Alciato,

retorna a las preguntas de Neruda: «enig-mas... cifrados en la existencia dinámica—a la vez profunda y extensa— del mar,extraño poseedor de una sabiduría trascen-dental que el poeta comparte por medio desus intuiciones, de su conocida pasión demalacólogo y de su condición de amateurde las aguas oceánicas y de todo lo queéstas contienen». De este modo, a travésde preguntas-enigmas, Walcott y Nerudaalumbran la relación entre la poesía y lahistoria con «una auténtica muchedumbrede signos».

El pequeño gran volumen se cierra conla proeza de una conferencia en verso, queasí ha definido el propio Huerta su texto”El poema y su sombra”: mil endecasílabosblancos (sin rima) que abordan aspectosbiográficos, temáticos, retóricos, simbóli-cos vinculados a Neruda y su obra. (Unpar de fragmentos en la página final de estenúmero de nerudiana.)

Inevitable verificar que a comienzos de2004, mientras en Chile un joven poeta(estimable, me dicen) dedicaba tiempo,energías y adhesión a reunir en un gordovolumen un amasijo de los escritos ende-rezados por decenios contra Neruda (sinresultados ni utilidad visibles), en Méxicootro poeta quizá menos joven (pero másseguro de sí mismo y de su propio talento)componía un pequeño volumen colmo deinteligencia, de sensibilidad, de erudiciónliteraria y, sobre todo, de amor a la poesía(inclusa la de Neruda). En común, sólo lafiliación oceánica de los títulos: en Méxi-co El correo de los narvales, en Chile Elbacalao. Este último es el enésimo intentode ensuciar (o sepultar) a Neruda, el otrolo trata como merece un auténtico clásicode las letras americanas y mundiales. Pero,en definitiva, ambos libros resultan serhomenajes a Neruda en su centenario: unodirecto, voluntario, y el otro al revés.♦

— Hernán Loyola

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En la nieve dorada de la mente,

en el ardor sin mancha de la ola,

en el cauce magnético del alba,

en la montaña y el caudal de América,

en la espiga feraz de la memoria,

en los fuegos cruzados de la antorcha,

en la tarde soberbia de Maruri,

en el reloj hipnótico del viento,

en los infiernos del dolor traslúcido,

en el cristal despierto de los ojos,

en el opaco vidrio del durmiente,

en la copa del vino compartido,

en el agua espaciosa de la playa,

en el pan generoso de los días,

en la piedra cerrada de la noche,

en la cifra caliente del abrazo,

en la gota de cobre del subsuelo,

en las páginas leves de los libros,

en la mirada extraña de los jóvenes,

tus poemas resuenan, brillan, viven.

Tus poemas de espiga, tus poemas

de caudal y salitre y espesura;

poemas vegetales, minerales;

poemas de los bosques y las selvas,

de las ciudades y los tibios pájaros;

poemas de mujeres y de niños,

de oscuridad, reflejo, transparencia.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Dónde quedó aquel Cónsul desolado?

Quedó en el verso memorable y ágil.

Y la boina y la sombra y la muchacha

¿dónde se fueron? Fijos en el verso,

vuelven en la lectura. ¿Dónde viven

ahora los amigos, las batallas,

las ruinas del Perú sobrevolado

y la selva feroz de lluvia antártica?

En esta residencia de papeles

que circula en la tierra, en los caminos

y en los ojos, las manos, la memoria.

Y aquella Guillermina ¿a dónde ha ido?

Junto a la prima Águeda respira

su existencia de imágenes nostálgicas.

Todo es un río fiel, un mar antiguo

y siempre renovado, a semejanza

del mar de Valéry junto a las tumbas.

Nada se olvida, y sin embargo, ardiente,

borra la historia vidas y escrituras.

No será así contigo. Mientras se hable

y se escuche y se escriba el castellano;

mientras se piense en el idioma antiguo

que en manos de Quevedo tuvo filos

de esplendor y en la página de Góngora

alcanzó una sublime arquitectura,

tus poemas serán fulgor y viático,

tendrán forma y aliento, sobrevida.

El poema y su sombra[fragmentos]

DAVID HUERTAUniversidad Autónoma de México

A la memoria de Pablo Neruda

El poema al que pertenecen estos fragmentos tiene exactamente mil versosendecasílabos y fue terminado en Ciudad de México el 12 de julio de 2004 en home-naje al centenario de Pablo Neruda. Incluido en el volumen El correo de los narvales

(Tlalpan D.F., Ácrono Producciones & Libros del Umbral, 2006), 135-180.

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