NO. 74 Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)

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16 de noviembre de 2013 • Número 74 Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver Suplemento informativo de La Jornada Del Tratado de Libre Comercio de América del Norte al Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica Estratégica HABLAN SOBRE EL TLCAN: Kirsten Appendini Alberto Arroyo Armando Bartra Fernando Celis Max Agustín Correa Paulina Deschamps Jeff Faux José Jacobo Femat Catia Figueroa Rodríguez Gustavo Gordillo Karen Hansen-Khun Víctor Quintana Lise-Anne Léveillé Francisco López Bárcenas José Narro Céspedes Manuel Pérez Rocha Iván Polanco Héctor Robles Blanca Rubio Gerardo Sánchez Víctor Suárez Rita Schwentesius Stuart Trew Stephanie Wang Timothy A. Wise TEMA DEL MES El llamamiento de La Paz Pag. 20

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Se van a cumplir 20 años de que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y de que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se alzó en armas, entre otros agravios por lo que representaba para México ese inicuo acuerdo comercial. En dos décadas muchas cosas han pasado pero en lo tocante a las situaciones creadas por el Tratado y el levantamiento todo sigue igual: ni se ha rediscutido el TLCAN ni se ha negociado el fin de la suspendida pero no cancelada guerra entre el EZLN y el gobierno.

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Page 1: NO. 74 Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)

16 de noviembre de 2013 • Número 74

Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver

Suplemento informativo de La Jornada

Del Tratado de Libre Comercio de América del Norte al Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica Estratégica

HABLAN SOBRE EL TLCAN:Kirsten AppendiniAlberto ArroyoArmando BartraFernando CelisMax Agustín CorreaPaulina DeschampsJeff FauxJosé Jacobo FematCatia Figueroa RodríguezGustavo GordilloKaren Hansen-KhunVíctor QuintanaLise-Anne LéveilléFrancisco López BárcenasJosé Narro CéspedesManuel Pérez RochaIván Polanco Héctor Robles Blanca RubioGerardo SánchezVíctor SuárezRita SchwentesiusStuart TrewStephanie WangTimothy A. Wise

TEMA DEL MES

El llamamiento de La PazPag. 20

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16 de noviembre de 20132

La Jornada del Campo, suplemento mensual de La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Me-dios, SA de CV; avenida Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, delegación Benito Juárez, México, Distrito Federal. Teléfono: 9183-0300.Impreso en Imprenta de Medios, SA de CV, avenida Cuitláhuac 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, delegación Azcapotzalco, México, DF, teléfono: 5355-6702. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin la autorización expresa de los editores. Reserva de derechos al uso exclusivo del título La Jornada del Campo número 04-2008-121817381700-107.

Suplemento informativo de La Jornada 16 de noviembre de 2013 • Número 74 • Año VII

DIÁLOGO AUSENTE

En la cabecera municipal de Ocosingo marchan, desde distintos puntos de la ciudad, cuatro

mil campesinos indígenas (…) Los campesinos gritan que Zapata vive, la lucha sigue. Uno de

ellos lee una carta dirigida a Carlos Salinas de Gortari donde lo acusan (…) de vender el

país en el Tratado de Libre Comercio y volver a México a los tiempos del porfirismo.

Subcomandante Insurgente Marcos. “Chiapas: el Sureste en dos vientos, una

tormenta y una profecía”, escrito en 1992, publicado por el EZLN en enero de 1994

Se van a cumplir 20 años de que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Nor-te (TLCAN) y de que el Ejército

Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se alzó en armas, entre otros agravios por lo que representaba para México ese inicuo acuerdo comercial. En dos décadas muchas cosas han pasado pero en lo tocante a las situaciones creadas por el Tratado y el levan-tamiento todo sigue igual: ni se ha rediscuti-do el TLCAN ni se ha negociado el fin de la suspendida pero no cancelada guerra entre el EZLN y el gobierno.

La amenaza a la soberanía que suponía el desarme económico de México pactado en el acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá se hizo realidad. La legitimidad de las reivindicaciones esgrimidas por los neo-zapatistas ha sido reconocida por casi todos. Sin embargo, cinco gobiernos federales de dos partidos distintos han sido incapaces de abrirse a una discusión que la sociedad demanda y que ha sido propuesta reiterada-mente por diversos actores.

Uno de los plausibles cambios que ha vivi-do América Latina en lo que va de siglo es el reconocimiento de que el diálogo es un instrumento político insoslayable. No sólo la discusión entre partidos o en los ámbitos legislativos, también y sobre todo el debate incluyente y con amplia participación de los actores sociales. Hay que “escuchar la voz de la calle”, dijo Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, al iniciar el diálogo con los que airados protestaban por el contraste entre el fuerte gasto en espectáculos deportivos y la escasa inversión en servicios públicos.

Pero también en esto somos la vergonzosa excepción. En México el debate verdadero ha sido suplantado por pactos y regateos cu-pulares entre fuerzas que no tienen mandato social para negociar lo que negocian, y por falsas mesas de avenencia entre el gobierno y algunos movimientos sociales, encuentros frustrantes donde los funcionarios apuestan al desgaste y nunca se resuelve nada.

Otra es la situación que se vive en el sub-continente. Ahí por fin las sombras van

quedando atrás y -no sin traspiés y frenta-zos-, Nuestra América comienza a caminar por el lado soleado de la calle. En lo que va de siglo es proverbial el corrimiento a la zurda del espectro latinoamericano. Pero la geometría política de por acá no es eucli-diana sino plástica, flexible, topológica; los ríos profundos de nuestra historia no corren rectos sino que avanzan por sinuosos mean-dros; nuestros alineamientos sociales son fractales y no se agotan en las cartesianas derecha e izquierda. Es el que habitamos un mundo alucinante y vertiginoso forma-do por sociedades enrevesadas y contrahe-chas; paisajes abigarrados, barrocos o mejor grotescos. Y en sociedades así las cosas que en verdad cuentan no se resuelven sólo me-diante mayorías y minorías definidas por votos y representadas por partidos políticos. En territorios excéntricos y entreverados como los nuestros, la clave es el diálogo, aun si a veces lo sea de sordos y de mudos: el diálogo ininterrumpido, el diálogo a tantas y tantas voces, el diálogo en múl-tiples espacios y niveles que no se agotan en el ámbito legislativo. Sin olvidar que con frecuencia los movimientos sociales dialo-gan con los pies y a veces dialo-gando se llega a las manos.

Si no fuera por este diálogo poli-fónico y en ocasiones airado, no se harían nuevas constituciones como la ecuatoriana que se firmó en Montecristi o la boliviana que se gestó en el Pacto de Unidad. Sin polémicas sociales de las que nadie se excluya ni sea excluido, estas cartas magnas no aterrizarían en re-glamentos y normas aplicables, en políticas públicas, en programas, en acciones... Sin debate continuado e incluyente, los nuevos marcos legislativos no devendrían prácticas sociales donde el disenso es bienvenido por-que enriquece el debate, en cultura política de uso cotidiano, en sentido común.

Y la región es hoy un acalorado conver-satorio. A principios del mes pasado estuve en Colombia, donde un gobierno de dere-cha está negociando, al parecer fructuosa-mente, con la guerrilla de las Fuerzas Arma-das Revolucionarias de Colombia (FARC). Pero las conversaciones de La Habana no son todo; a raíz del pasmoso Paro Nacio-nal Agrario, el gobierno de Santos tuvo que abrir negociaciones con la Mesa que representa al conjunto de los participantes, y también bilateralmente con cada uno de ellos: los caficultores, cacaoteros, cañeros, paperos y otros sectores de pequeños pro-ductores comerciales agrupados en las que llaman Dignidades, que demandan políti-cas de desarrollo rural; e igualmente con los mestizos, indígenas y negros de las Reser-vas Campesinas y otras formas de tenencia colectiva, que cuestionan que el gobierno esté cediendo a particulares tierras baldías supuestamente destinadas a las familias que las requieran y exigen una verdadera refor-ma agraria. Diálogo que no es sólo entre el gobierno y la sociedad organizada, sino tam-bién horizontal y entre los diferentes contin-gentes: los que están próximos a las FARC

y se sienten representados en los debates de la Habana, y los que no comulgan con la guerrilla y quieren negociar por sí mismos y en tierras colombianas.

Unos días después estuve en La Paz, Boli-via, en un seminario latinoamericano don-de se discutió el papel que pueden tener los campesinos e indígenas de la región y del mundo en darle solución a la crisis alimen-taria. El tema es importante por sí mismo, pero lo que me interesa destacar aquí es que entre los participantes había dirigentes de la Confederación Sindical Única de Trabaja-dores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), cuya fuerza mayor es aymara y se ubica en el altiplano, y representantes de la etnia guaraní que se ubican en las tierras bajas. Sectores que en los años recientes han es-tado fuertemente confrontados, en particu-lar por la carretera del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS), lo que no les impidió compartir la mesa de

debates y confrontar ideas de manera respetuosa. Y lo más llamativo es que el semi-nario fue auspiciado por la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia y las discusiones, donde con fre-cuencia se hacían ácidas crí-ticas al gobierno, tenían lu-gar a unos pocos metros del despacho de García Linera.

De Bolivia viajé a Ecuador, donde hay una fuerte po-lémica por la decisión del gobierno de promover la ex-

tracción del petróleo que está bajo el Parque Nacional de Yasuní, dado que nunca llegó la compensación internacional que se ha-bía demandado a cambio de no sacarlo ni quemarlo. Ante la intempestiva decisión del presidente Correa, los jóvenes a los que el propio gobierno había ayudado a convencer de que Yasuní debe ser preservado, se están manifestando en la calle y buscan reunir las firmas necesarias para que el tema sea so-metido a una consulta popular.

Debates intensos en un país como Colom-bia gobernado por la derecha, intensos debates en países como Bolivia y Ecuador gobernados por la izquierda. Debates enco-nados y a veces infructuosos, pero debates al fin. En cambio en México el verdadero debate entre la sociedad y las instituciones es una asignatura pendiente. Plausible es, entonces, la campaña del Movimiento Re-generación Nacional (Morena) para que las cuestiones en las que se juega el des-tino del país se sometan a consulta. La re-forma laboral, la educativa, la energética, la fiscal. Pero también cuestiones estraté-gicas como el estatus del EZLN y el lesivo contenido del TLCAN, asuntos que pronto cumplirán 20 años. Y lo peor es que tam-poco se debate públicamente el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) , que de firmarse como va, nos uncirá aún más a la yunta de la globalización asimétrica.

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COMITÉ EDITORIAL

Armando Bartra Coordinador

Luciano Concheiro Subcoordinador

Enrique Pérez S.Lourdes E. RudiñoHernán García Crespo

CONSEJO EDITORIAL

Elena Álvarez-Buylla, Gustavo Ampugnani, Cristina Barros, Armando Bartra, Eckart Boege, Marco Buenrostro, Alejandro Calvillo, Beatriz Cavallotti, Fernando Celis, Luciano Concheiro Bórquez, Susana Cruickshank, Gisela Espinosa Damián, Plutarco Emilio García, Francisco López Bárcenas, Cati Marielle, Yolanda Massieu Trigo, Brisa Maya, Julio Moguel, Luisa Paré, Enrique Pérez S., Víctor Quintana S., Alfonso Ramírez Cuellar, Jesús Ramírez Cuevas, Héctor Robles, Eduardo Rojo, Lourdes E. Rudiño, Adelita San Vicente Tello, Víctor Suárez, Carlos Toledo, Víctor Manuel Toledo, Antonio Turrent y Jorge Villarreal.

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Diseño Hernán García Crespo

BUZÓN DEL CAMPOTe invitamos a que nos envíes tus opiniones, comentarios y dudas a

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Fueron coeditores en este número del suplemento: Manuel Pérez-Rocha L., inves gador del Ins tute for Policy Studies, en Washington, DC, y miembro del consejo de la RMALC; Alberto Arroyo Picard, inves gador de la UAM-I y miembro de la coordinación colec va de la RMALC, y Víctor Suárez Carrera, director Ejecu vo de la ANEC.

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FERNANDO CELISCONSEJO NACIONAL DE ORGANIZACIONES CAMPESINAS CONOC

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha sido un verdadero desastre para el campo mexicano porque ha consolidado el dominio de las empresas agroalimentarias, que en algunos casos son trasna-cionales e imponen un modelo de consumo a par r de mate-rias primas más baratas y con alimentos que enen muchos conservadores y saborizantes. Supuestamente son productos más baratos pero dejan muchas ganancias a estas empresas. Y

el gobierno ha sido muy permisivo. Incluso México se dis n-gue de otros países porque aquí las compañías pagan precios por productos agrícolas menores que los que pueden pagar en otros países. En México hay menos regulaciones para es-tas empresas; por ejemplo en café hay un exceso de azúcar y de saborizantes ar fi ciales en varios de los productos indus-trializados. El TCAN ha permi do también la fortaleza de los monopolios y oligopolios, que dominan ya una buena parte de la agricultura mexicana. El TLCAN ha brindado protección a esos monopolios escudado en una aparente liberalización comercial y esto es poco conocido. Por ejemplo, en el marco del TLCAN, Nestlé -que par cipa en 65 por ciento del café tos-tado y molido que consume el país y en un 80 por ciento en el caso del café soluble- es benefi ciada de aranceles cero para importar materia prima, pero cuenta con protección ante las importaciones de café procesado, vía reglas de origen, a tal grado que no hay entrada de cafés procesados de otras marcas de Norteamérica al mercado mexicano. Así, antes del TLCAN teníamos un mercado muy regulado, con intervencionismo es-tatal, y luego pasamos al otro extremo, de liberalización, pero no sólo eso, sino proteccionismo para los monopolios. Por eso estas empresas pueden tener el control del mercado. Y adi-cionalmente las polí cas fi scales y otras se acomodan a los intereses de estas empresas. Otra cues ón es que el gobier-no mexicano aceptó esto de las “ventajas compara vas”, que implica traer los alimentos de donde resulte más barato. Así, esto ha destruido la producción nacional de arroz; se hacen importaciones masivas de maíz amarillo de Estados Unidos; se trae café robusta de Vietnam. Esto ha propiciado un exceso de importaciones que han desmantelado la producción nacional y han generado una presión de precios muy bajos para los pro-ductores. Y el movimiento campesino no ha podido responder de manera masiva para tratar de rescatar el funcionamiento del Estado y contrapesar a estas empresas. El saldo del TLCAN es muy nega vo para el campo, lo más preocupante es que hay encuestas a los campesinos que muestran que 80 o 90 por ciento de ellos prefi eren que sus hijos ya no se dediquen al tra-bajo en el campo. Los jóvenes no ven perspec vas en el cam-po, pues se han demeritado no sólo los precios y los productos agrícolas, sino la imagen del trabajo rural. Hay una gran duda de qué va a pasar en 20 años, quién va a trabajar en el campo. Es muy degradante todo el manejo ins tucional, hay mucho cinismo, pues el gobierno dicen que si no hay producción, la podemos importar. Consideran que se puede prescindir de los campesinos en México.

GERARDO SÁNCHEZPRESIDENTE DE LA CONFEDERACIÓN NACIONAL CAMPESINA CNC

Si bien es cierto que el Tratado ha sido muy posi vo para el país en cuanto a la ac vidad industrial y de comercialización, no ha su-cedido así con el campo; los be-nefi cios se han tardado en llegar allí: ha crecido la migración hacia Estados Unidos y las ciudades más grandes del país, y esto es en razón de que no hay los apoyos sufi cientes para los productores y la pobreza rural se ha recru-

decido. Desde luego, se debe privilegiar más la ac vidad agro-pecuaria. Y eso es lo que hemos propugnado en la Secretaría de Agricultura y de cara al gobierno de la República demanda-mos que haya una reingeniería que nos permita potencializar al campo. Desde la negociación del TLCAN, suman 7.3 millones los campesinos que han abandonado el campo en México (2.3 mi-llones han emigrado y los otros cinco millones se han dedicado a otras ac vidades). El riesgo es que año con año tenemos una mayor dependencia alimentaria del exterior, par cularmente de Estados Unidos, y no podemos seguir en esa condición. Tenemos que buscar a toda costa cómo diversifi car la economía nacional y que el sector primario pueda crecer e incursionar en ac vidades emprendedoras que le permitan generar desarrollo para la po-blación rural. En la negociación y aplicación del TLCAN tuvimos que haber esperado en algunos productos, que no hubiera sido la apertura defi ni va. La implementación del Procampo no com-pensó sufi cientemente los subsidios y apoyos que reciben los productores de Estados Unidos y Canadá. También creo que de-bería haber una polí ca drás ca de fi nanciamiento, de fomento a las ac vidades produc vas, de compe vidad, de uniformar la comercialización, para que ello nos permi era hacer rentable al sector primario y no verlo como un problema. Hoy por hoy los problemas están latentes y si bien es cierto que ha crecido el Presupuesto Especial Concurrente para el Desarrollo Rural (PEC) en el marco del presupuesto general, también es cierto que allí se han me do programas de índole social y no propiamente de rescate de ac vidades produc vas, que es a lo que tenemos que apostarle para terminar, o como una variante, para atacar la po-breza y la pobreza extrema rural. Cumplir 20 años del TLCAN es una extraordinaria oportunidad para que el gobierno federal re-capitule y realice una reingeniería en el sector agropecuario, que nos permita ser más compe vos, que demos una lucha frontal contra la pobreza y la marginación y sobre todo que sea la opor-tunidad para capitalizar al campo y a sus habitantes.

JOSÉ JACOBO FEMATCONSEJO NACIONAL DE ORGANISMOS RURALES Y PESQUEROS CONORP

El efecto de la fi rma del TLCAN es una disminución en la producción de alimentos en 400 mil tonela-das respecto de lo que teníamos hace 20 años; no se detonaron la capacidades produc vas del campo; se ha reducido la ma-quinaria agrícola, y tenemos un desplazamiento de los jóvenes de las ac vidades en el campo que nos ha dejado una población rural envejecida, con un prome-

dio de 55 años de edad. Los jóvenes no ven que la ac vidad agropecuaria sea rentable, con futuro. También tenemos una situación de desmantelamiento del ejido y la comunidad como fi guras jurídicas asocia vas que en otro momento fueron base del desarrollo económico rural; hoy son estructuras envejeci-das, anquilosadas, donde los campesinos no se reúnen con la regularidad que en otro momento tuvieron, que no reúnen si-quiera para obtener el quórum sufi ciente para tomar los acuer-dos que son importantes para las comunidades. Eso da pie para que la Procuraduría Agraria, el Registro Agrario Nacional y la Reforma Agraria (la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Sedatu) tomen decisiones por encima de la voluntad de los campesinos, lo cual ha facilitado que territorios de estas comunidades sean detentados por grandes empresas en los megaproyectos mineros, par cularmente los eólicos y los de aprovechamiento de mantos de agua dulce y de explotaciones forestales. Además, a 20 años del TLCAN tenemos un mercado nacional inundado con productos alimen cios de otras nacio-nes, pues estamos importando 43 por ciento de los alimentos que consumimos. Hemos abandonado productos estratégicos fundamentales como la soya y el arroz, de los que importamos 95 y 75 por ciento respec vamente de lo que consumimos, a pesar de que tenemos erra y agua sufi ciente para la produc-ción de estos alimentos. Sin duda, tenemos también un campo devastado por el avance de la industria, de la construcción de carreteras, de proyectos mineros, y otras situaciones como el crecimiento de la ciudades, que ha generado el agotamiento de mantos acuíferos subterráneos, la contaminación de erra, la depredación de los territorios, y el que la frontera verde se vaya. Tenemos indudablemente un atraso en nuestro país, que responde a la implantación del modelo neoliberal que está po-niendo en riesgo el futuro de la nación, pues entregamos recur-

sos sustan vos yestratégicos a las empresas privadas. En esto caben las reformas cons tucionales que se hicieron hace 22 años aparejadas a la fi rma del TLCAN, para concesionar el agua a par culares (pozos, presas, arroyos, ríos, mantos acuíferos profundos). Y también las concesiones de aprovechamiento fo-restal, de selvas y bosques, de mantos de agua dulce para em-presas par culares, entre ellas las refresqueras principales del país, y empresas ecoturís cas privadas, como la que encabeza la ex secretaria de Medio Ambiente, Julia Carabias en la selva Lacandona desde hace más de 20 años, y que son las principales benefi ciarias de esta polí ca de priva zación de los recursos naturales y de los territorios indígenas y campesinos.

MAX AGUSTÍN CORREACOORDINADOR DEL CONGRESO AGRARIO PERMANENTE CAP

Hemos analizado que el TLCAN es simplemente la expresión comer-cial de una polí ca pública aplica-da en nuestro país que ha dejado en el campo mexicano dependen-cia agroalimentaria, quebranto de los productores campesinos e indígenas; que ha dejado pobreza y miseria, y sobre explotación y destrucción de recursos naturales: de agua, suelo, bosques y selvas. Y ese tratado ha impuesto un pa-trón de comercialización, abasto y consumo de alimentos; ha cam-

biado el régimen alimen cio de los mexicanos y nos ha dejado como consecuencia enfermedades crónico degenera vas como la obesidad, diabetes, hipertensión, y también un severo proble-ma económico en las fi nanzas públicas para atender esa crisis de salud. Este modelo va acompañado del modelo Walmart que también está dejando en la quiebra a los pequeños y medianos comerciantes de alimentos así como a los mercados tradicio-nales y a los anguis. Sufrimos una pérdida de soberanía y de seguridad alimentaria y desgraciadamente también hambre y violencia.

JOSÉ NARRO CÉSPEDESFRENTE AMPLIO CAMPESINO FAC

El TLCAN ha tenido un efecto de-sastroso y ha llevado a la pobreza a millones de mexicanos que vi-ven el campo, los ha expulsado, y sigue profundizando la desca-pitalización de los productores rurales en benefi cio de un sistema que, por medio de la explotación y el atraco de la riqueza, ha ido cons tuyendo monopolios de co-mercialización de los diferentes productos del campo. El TLCAN

ofi cializó el despojo, la especulación y la violencia contra los productores rurales. La riqueza de estas empresas se basa en precios bajos para el productor -en donde no se recuperan los costos de producción- y altos precios al consumidor. Así los monopolios agroalimentarios se han fortalecido en un proce-so que suma 30 años. Monopolios como Maseca, Cargill, Valle Verde y La Costeña en el frijol son los que despojan y especulan con la necesidad de los productores, con el único fi n de acumu-lar riqueza, sin que hasta la fecha se cuente con ningún meca-nismo o estrategia para regular el mercado. No hay libre mer-cado, porque se encuentra acaparado y monopolizado por dos o tres grupos de empresas comercializadoras. Los programas de subsidios y apoyo al campo, en lo fundamental, son para ellos también. El presupuesto va orientado en un 80 por ciento a programas de subsidio y el 20 restante se concentra sobre todo en apoyos a los que se dedican a la agricultura comercial y a estos grandes monopolios agroalimentarios. La Secretaría de Agricultura tendrá un presupuesto de más de 81 mil millones de pesos en 2014, en comparación con 75 mil 400 millones de gasto en 2013. El gasto por concepto de subsidios sumará 494 mil 200 millones de pesos, con lo cual tendrá una par cipación de 14.2 por ciento del gasto programable total, con un creci-miento esperado para el 2014 de 18.6 por ciento real respecto al aprobado para el 2013. Dejando a los agricultores campesi-nos a la deriva y en condiciones de pobreza.

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16 de noviembre de 20134

REFRESCANDO LA MEMORIA: ¿QUÉ ES EL TLCAN Y CÓMO SE NEGOCIÓ?Alberto Arroyo Picard Investigador de la UAM-I; miembro de la coordinación colectiva de la Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio (RMALC) y de la Alianza Social Continental (ASC)

La idea de negociar un tra-tado para crear una zona de libre comercio entre México y Estados Unidos

surge el 11 de junio de 1990 en una Cumbre presidencial entre Car-los Salinas y George W. Bush. Se inician negociaciones formales el 5 de febrero de 1991 a las que se incorpora Canadá.

1.- El proyecto estratégico de-trás de los Tratados de Libre Comercio (TLCs). Con la desin-tegración del bloque soviético, se acelera la etapa triunfalista de ex-pansión cuantitativa y cualitativa del capitalismo y avanza su forma más salvaje llamada neoliberalis-mo. Para 1982, se logra imponer el neoliberalismo como pensamien-to casi único y, con excepción de Cuba, es adoptado por todos los gobiernos del continente ameri-cano. Sin embargo, el primer cír-culo del poder de Estados Unidos, siempre previsor, se pregunta si este tan conveniente modelo po-drá sobrevivir en caso de que hu-biera cambios de signo político en los gobiernos de América Latina. El temor crece con las elecciones en 1988 en México: Carlos Sali-nas tiene que recurrir al fraude frente a Cuauhtémoc Cárdenas, quien había roto con el PRI por considerar que la nueva ideología dominante en dicho partido no ero lo adecuado para México. Sus análisis eran correctos pues años después empiezan a ganar gobier-nos progresistas o de izquierda en Sur América. El factor común de estos gobiernos era cuestionar el Consenso de Washington y buscar un camino distinto y propio. Ello lleva a Estados Unidos a plantear la idea de los TLCs, que no son otra cosa que convertir en ley su-pranacional obligatoria, y con me-canismos efectivos para hacerla cumplir, la ideología neoliberal. Ello es expresado magistralmente por el primer director de la Orga-nización Mundial del Comercio (OMC), Renato Ruggiero:“Éstos son el esfuerzo de crear una constitución internacional de los derechos del capital”. Es decir, con los TLCs la orientación de la economía ya no dependería de los gobiernos o del pueblo, sino que se impondría por una legislación supranacional.

Para imponer el neoliberalismo se fueron engarzando diversos elementos. Primero, un consenso generalizado llamado el Consenso de Washington, que se comple-menta con la coerción económica, vía el Fondo Monetario Interna-cional (FMI). Para finales de los 80’s lo anterior no era ya suficiente. El sureste asiático no tiene grandes deudas y con ello está fuera de la

mira del FMI, sigue con éxito su propio camino. El neoliberalismo no da los frutos prometidos y eso va debilitando el Consenso, Hay que implementar una tercera pie-za en el mecanismo de garantía de reproducción del neoliberalismo: una legislación supranacional obli-gatoria, y los TLCs.

La oposición social no se hizo esperar. Desde 1982 hay grandes movimientos frente al yugo de la deuda externa y los ajustes estruc-turales neoliberales. En 1991 nace la Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio (RMALC) y pronto se conforma la Red Tri-nacional de América del Norte. En 1995 se conforma la Red Glo-bal Nuestro Mundo no está en Venta frente a la OMC. En 1997 se inicia la construcción de la Alianza Social Continental que logra derrotar el proyecto de Área de Libre Comercio de las Améri-cas (ALCA) y frena el avance de TLCs bilaterales o regionales tan-to con Estados Unidos como con Europa. En 2001 nace el Foro So-cial Mundial. En 2007 se forma la Red birregional Europa-América Latina Enlazando Alternativas.

Por supuesto, a pesar de algunos triunfos del movimiento social global, el poder globalizado no deja de impulsar este modelo eco-nómico e implementa diversas

estrategias para frenar los cambios progresistas y dividir nuestro con-tinente. Ahora busca consolidar la zona de hegemonía neoliberal en con la Alianza del Pacífico y con el Tratado Transpacífico y un TLC entre Estados Unidos y Europa.

En México hoy se quiere dar un gran salto con las reformas cons-titucionales que impulsa Peña Nieto, especialmente la energéti-ca. Si se cambia la Constitución, el petróleo y la electricidad, que habían sino excluidos de los com-promisos del TLC de América del Norte (TLCAN), serían sometidos a dichas obligaciones. Los inver-sionistas extranjeros en el sector tendrían que ser tratados igual que los nacionales, las empresas pú-blicas energéticas licitarían como cualquier otro inversionista por los contratos y podrían perderlos, los contratos estarían sujetos al me-canismo internacional de solución de controversias que incluye la lla-mada expropiación indirecta (con-sideran expropiatoria cualquier medida gubernamental que dismi-nuya su ganancia esperada). Más aún, podríamos ser demandados si en el futuro se tratara de revertir este cambio constitucional. Hoy la resistencia unida frente a este mo-delo es más necesaria que nunca.

2.- El proceso de negociación y aprobación del TLCAN. El pro-

ceso de negociación fue secreto y cerrado para la sociedad, excepto para los grandes empresarios y al-gunos ficticios representantes de movimientos sociales miembros de la Confederación de Trabajado-res de México (CTM) y de la Con-federación Nacional Campesina (CNC). La presión social logró abrir mesas de información, pero en ellas se nos daba información sesgada e incluso falsa, como se pudo comprobar cuando, gracias al trabajo de las redes sociales de los tres países, se logró filtrar uno de los últimos borradores de la negociación.

De parte del equipo de negocia-ción mexicano, se negoció sin tener un proyecto estratégico de país. Ello fue explícitamente reco-nocido por Herminio Blanco, jefe negociador, cuando a pregunta expresa de RMALC de “¿cuál era el proyecto de país que se tenía en mente al sentarse a la mesa de negociación?” contestó: “Proyecto de país, ¿para qué? El mejor pro-yecto de país es no tener proyec-to de país y dejar que el mercado modele al México posible”. Ello muestra claramente lo que es el libre comercio y su forma legal, que es el TLC. Se trata de dejar la dinámica de la economía, y en el fondo, de la sociedad y de nuestra vida y futuro, a las solas fuerzas del mercado, es decir a la ley del más fuerte. Los TLCs son mucho más que apertura de fronteras y quitar aranceles para promover el intercambio internacional de mercancías. Incluye muchos otros capítulos que limitan o, mejor dicho, casi anulan, la capacidad de los Estados de regular la eco-nomía, de promover o impulsar un proyecto económico nacional y garantizar los derechos sociales.

La negociación termina en 12 de agosto de 1992 y el 17 de diciembre del mismo año lo firman los pre-sidente Bush, Salinas, y el primer ministro de Canadá, Brian Mulro-ney. La ratificación por el Senado Mexicano se da a principios de 1993, pero de una forma totalmen-te irregular y anticonstitucional: se aprueba un texto y entra en vigor otro. El texto que aprobó la Cáma-ra alta mexicana tiene en la prime-ra página la leyenda que dice “Tex-to no oficial sujeto a correcciones”. Dichas “correcciones” no fueron, como dijo el gobierno mexicano, un asunto de mejorar las traduc-ciones, sino que en el proceso de ratificación del Senado estadouni-dense sufrió numerosos cambios. Además, según el Artículo 133 de nuestra Constitución, no se puede ratificar un tratado que no es cohe-rente con dicha Constitución, ele-mento que no cumple el TLCAN.

Todo ello fue denunciado y demos-trado, pero en México la verdadera ley es tener el poder de hacerlo y en ese momento había sólo tres se-nadores no priistas y sólo hubo dos votos en contra. El TLCAN entra en vigor el uno de enero de 1994

3.- Conclusión. El TLCAN es un megaproyecto geopolítico estra-tégico que obliga a nuestras eco-nomías a dejarse llevar por el lla-mado mercado que no es otra cosa que la ley del más fuerte.

El resto de este suplemento mos-trará lo perjudicial que ha sido para los campesinos, pero es importante tener en cuenta que ha sido malo para todo el pueblo mexicano. Peor aún, ha sido un fracaso ya que no se consiguieron los objetivos plan-teados por sus promotores. Veamos algunos datos duros:

-Se planteó un crecimiento acele-rado y constante. Durante estos 20 años, la tasa media de crecimiento del PIB por habitante fue de sólo 0.51 por ciento anual, la más baja comparada con las diversas estra-tegias seguidas por México desde el fin de la Revolución Mexicana. Es uno de los países que menos crece, ocupa el número 25 de 33 países de América Latina de los que hay información comparable.

-Se planteó que mejoraría la com-petitividad, y de haber sido el nú-mero 40 en la medición del Banco Mundial (BM), en 2011 baja a ser el número 66.

-Se prometieron más y mejores empleos pero la tasa de desempleo abierto hoy es el doble de 1993, an-tes de que entrara en vigor. Además el trabajo se ha precarizado. Basa-dos en la canasta mínima alimen-taria y no alimentaria del Consejo Nacional de Evaluación de la Polí-tica Social (Coneval), y consideran-do una familia de cuatro miembros en los que dos tienen empleo, resul-ta que en 2004 al 46 por ciento de los trabajadores no les alcanza para adquirirla y esa proporción en 2013 sube al 49 por ciento. Peor aún, en 2004 al 14.9 por ciento no le alcan-za ni siquiera para alimentarse y en 2013 ese porcentaje sube a 19.53.

Estos resultados son contunden-tes: hay que cambiar de rumbo. Pero quien nos gobierna plantea profundizar y acelerar este cami-no al precipicio. Negocia actual-mente un nuevo y más profundo TLC y busca cambiar la Constitu-ción para someter nuestro petró-leo a las obligaciones del TLCAN y “compartir” las ganancias con las trasnacionales petroleras. Ne-cesitamos rescatar nuestra nación, el futuro depende de nosotros.

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Carlos Salinas fi rma el Tratado de Libre Comercio junto a Jaime Serra Puche el 17 diciembre de 1994.

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Testimonio

MUCHA IGNORANCIA Y DEBATES POCO PROFUNDOS: GUSTAVO GORDILLO subsecretario de Agricultura en el gobierno de Carlos Salinas

El llamado “cuarto de junto” de las negociacio-nes del Tratado de Libre Comercio de América

del Norte (TLCAN) integraba bá-sicamente a empresarios. Que yo recuerde, no había un solo represen-tante de organizaciones campesinas.

De si hubo consulta con los repre-sentantes campesinos, se hicieron varios eventos, pero la palabra “consulta” es muy resbaladiza. De manera muy escasa se dio la discu-sión de cuál era la situación de los pequeños productores y de lo que podría implicarles la apertura co-mercial; no hubo discusión a fon-do. Había presunciones de que las cosas iban a estar muy mal, hubo muchas declaraciones de que no se debía negociar así el sector agropecuario; la verdad es que no había suficiente información.

Y no hubo una consulta detalla-da, sistemática, casi con ningún sector, salvo con los que estaban en el cuarto de junto o cuarto al lado –donde del sector agroali-mentario estaban sólo Eduardo Bours, empresario avicultor, de Bachoco, y vicepresidente del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), y Juan Gallardo Thurlow, de la rama azucarera-. En cierto sentido se estaba yendo en un te-rreno movedizo. A todo el mun-do en el gobierno básicamente le parecía una buena idea abrir los mercados, y para muchos secto-res empresariales también parecía una buena idea. Aunque hubo también rubros empresariales que no querían perder la capacidad de tener protección interna, Enton-ces, no creo que hubo una consul-ta suficientemente amplia.

Además había mucha ignorancia sobre el campo de parte de los negociadores, y una idea fija y ri-dícula que no se les ha quitado a muchos que hacen política públi-ca, en el sentido de que hay una cifra mágica: que en los países ricos la población rural representa menos de cinco por ciento de la to-tal y que ello es ideal. En realidad, eso es relativo, hay muchos países desarrollados en Europa que no tienen el cinco sino el 30 por cien-to en el campo. Lo que debe uno pensar es cómo se puede tener un desarrollo mucho más armónico.

Alguna vez una persona -no diré su nombre porque no tiene caso, pero es sintomático de lo que se decía entonces- afirmaba que nos sobran 20 millones de mexicanos en el campo y yo preguntaba ¿qué quieres hacer, los vas a mandar al mar? “Se van a ir a los ámbitos ur-banos, y allí van a encontrar em-

pleo”, contestaba. Bueno, yo decía y digo, ese es un supuesto, de que van a crecer otros sectores que van a absorber la mano de obra que supuestamente es redundante. Yo tenía y tengo otra visión: la pobla-ción no es redundante en un lugar u otro, sino depende del estilo de desarrollo que tiene el país. Si se tiene un desarrollo que concentra tierras y recursos, sí va a haber po-blación redundante; si se tiene un esquema que favorece la pequeña agricultura, seguramente se van a crear muchos empleos alrededor de la agricultura, no en la agri-cultura, lo cual puede ayudar a definir una estructura y una eco-nomía más adecuada.

Por parte de la Secretaría de Agri-cultura, cuando inició el sexenio, con Jorge de la Vega Domínguez, al frente (diciembre 1988-enero 1990), la Dirección de Asuntos Internacionales estaba en mi sub-secretaría, de Agricultura, pero luego entró Carlos Hank Gon-zález como secretario, y también Luis Téllez Kuenzler como sub-secretario de Planeación. En ese momento ya se estaba empezando a negociar el TLCAN y vi que el negociador era Jaime Serra Puche, con quien yo no tenía una buena relación, y en consecuencia deci-dí, y así lo discutí con Hank, que Asuntos Internacionales pasara a la oficina de Téllez.

Entonces yo participé indirec-tamente, con observaciones que creo importantes. En primer lu-gar, me parecía que iba a ser muy complicado meter en una misma negociación, aunque fuera en capítulos diferentes, temas como las manufacturas -que era lo fun-damental para los negociadores mexicanos- con temas como el sector agrícola. De por sí era muy poco el conocimiento y la expe-riencia internacional que tenía-mos de cómo negociar en materia de comercio internacional agrope-cuario. Todavía no estaba formada la Organización Mundial de Co-mercio (OMC).

Entre otras dificultades estaba –y eso lo argumentamos varias personas en mi Subsecretaría en particular- que los precios interna-cionales agrícolas se fijan con un porcentaje muy bajo de la produc-ción mundial, por ejemplo el del arroz lo fijan fundamentalmente Tailandia y Vietnam, siendo que los grandes productores son Chi-na, Japón y Estados Unidos. En-tonces hay una especie de falla de los mercados internacionales en el ámbito agrícola y en especial en cereales, Esa fue la primera obser-vación que hicimos.

La segunda reflexión que hicimos es que en ese entonces no tenía-mos cuy clara la tipología de los productores rurales y no sabíamos de qué manera afectaría el TL-CAN particularmente en el maíz. En un momento dado, cuando ya entró a la discusión el sector agropecuario, sobre todo Canadá planteó que se definieran perio-dos diferentes de liberalización para los productos que se consi-deraran más sensibles y que cada país especificara los propios. Ca-nadá planteó fundamentalmente derivados de lácteos; de lo que re-cuerdo, Estados Unidos, planteó jugo de naranja.

En el caso de México se planteó maíz y frijol. Y es que de varios análisis de universidades esta-dounidenses, hubo uno, de Stan-ford, que advertía que si se abría indiscriminadamente el mercado de granos, se daría un crecimiento desproporcionado de la migración de mexicanos a Estados Unidos. El texto tenía un error porque consideraba que todos los produc-tores producían para el mercado; de cualquier forma, era un error a nuestro favor, y representaba una pieza de negociación muy impor-tante, y así lo planteé a la gente que estaba negociando.

Los propios negociadores esta-dounidenses contaban con cál-

culos propios al respecto, de tal suerte que se había dicho que los productos sensibles tendrían un periodo de diez años antes de abrir los mercados completamen-te, pero como iniciativa de EU surgió que a maíz y frijol de Mé-xico les dieran 15 años en vez de diez. La manera como esto habría funcionado era con una cuota arancel que implicaba el acceso a México de cuotas sin arancel, el primer año en volúmenes peque-ños y aranceles, altos al principio; las primeras irían creciendo y los segundos bajando hasta llegar a cero al año 15. Esto era una pro-tección para los precios a los pro-ductores mexicanos, a tal grado que en un principio se asemeja-rían a los precios de garantía que se tuvieron antes.

El problema fue que, por razones de política económica interna –para acotar la inflación-, en su segundo año de gobierno, Ernesto Zedillo decidió abrir más la cuota y reducir más el arancel de suerte que mucho antes de los 15 años ya se había prácticamente abierto el mercado, y el efecto de eso sí fue muy grande en los productores de maíz, sobre todo para los que sem-braban orientados en parte para el mercado y que eran buenos pro-ductores. Se vieron afectadas las zonas de la Frailesca, de Chiapas; de la Ciénega, de Jalisco, y otras.

Por otra parte, se definió el Progra-ma de Apoyos Directos al Campo (Procampo). Yo hice el diseño inicial y el objetivo era tener un programa para proteger a aque-llos productores pequeños que sembraban para el mercado pero que necesitaban años para poder adaptarse a la apertura, ya fuera mejorando sus técnicas o diversifi-cando sus cultivos; por eso había-mos puesto un techo de 20 hectá-reas (lo cual implicaba atender a 98 por ciento de los productores en 1992; hoy representan 94 o 95 por ciento). En la decisión final para generar el programa hubo un problema. Se aumentó el acceso a los agricultores hasta con cien hectáreas, lo cual hizo el subsidio regresivo y ya no cumplió con la función que originalmente tenía, de acompañar a los productores pequeños en la transición de la apertura.

Mi conclusión es: debimos haber visto con mucho mayor cuidado la negociación del capítulo agro-pecuario porque había muy pocas experiencias en ese momento de negociación, y ahora que se tie-ne bastante más información, es muy claro que las negociaciones o la apertura de productos agro-pecuarios y particularmente ce-reales no beneficia a la mayoría de la gente de los países. Además, si se hubiera mantenido la protec-ción del arancel cuota para maíz y frijol, éste junto con los apoyos concomitantes, es seguro que hu-biera habido un mejor resultado para el segmento de productores medios.

En otros ámbitos, es muy cierto que el TLCAN permitió avanzar. Los logros de la manufactura, en particular automotriz, es resultado directo y claro del Tratado. Pero allí se puede uno hacer muchas interrogantes de si eso era lo que en realidad buscábamos con el TLCAN. Se planteaba también que iba a haber mayor inversión extranjera; eso ocurrió hasta 2004-05, cuando comenzó a decrecer bastante comparada con la que llegó a otros países de América Latina.

En cualquier caso, a 20 años nadie quiere mover el TLCAN, creo que lo que dio de sí para bien o para mal, ya lo dio. Enton-ces pensar en una negociación distinta, más amplia, que incluya la movilidad de mano de obra, podría ser algo interesante. Pero creo que el instrumento mismo de los acuerdos comerciales ha perdido ya mucho su atractivo respecto del que tenía hace 20 años. (LER)

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EL TLCAN: EL ARTE DE ENTREGAR LOS VALORESTimothy A. Wise Investigador del Global Development and Environment Institute de Tufts University en Boston

A principios de octubre aten-dí una invitación del Con-sejo Nacional Agropecua-rio (CNA) para hacer una

exposición en su foro anual, realiza-do en la ciudad de Aguascalientes. El tema del foro, “La nueva visión ante el reto de alimentar al mun-do”, me hizo entender que viviría una experiencia surrealista, ya que a México, con una dependencia alimentaria del exterior de 42 por ciento, le falta mucho para alimen-tar a los propios mexicanos, y si no puede con eso ahora, menos con el reto de atender al “mundo”.

Otra muestra del surrealismo que ya viven los mexicanos como reali-dad cotidiana la recibí en la fiesta de cóctel del CNA. El asesor agrícola de la embajada de Estados Unidos (EU) en México me comentó con orgullo que es muy viable que este año México logre un superávit co-mercial para el sector. Reconocí la trampa, conozco los datos.

“¿La balanza agroalimentaria?”, le pregunté, y respondió: “Sí”. Repliqué: ““No la balanza agrope-cuaria, sino la que tiene la cerveza como exportación del agro”.

“Sí, así es”, me respondió y explicó que la cerveza es un ejemplo em-blemático del éxito del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) para México, que muestra el valor de la integración continental. “¡Aún estamos noso-tros exportando a México la malta para hacerla!” Y es cierto. Desde la entrada en vigor del TLCAN han crecido en siete veces las ventas de malta de EU a México.

“Entonces, si México no contribu-ye ni con el grano ni con la malta, exactamente ¿cuál es el valor agre-gado desde el agro mexicano?”, le pregunté. Respondió sólo con una risa nerviosa.

Eso es el TLCAN para México. Se entrega la soberanía alimen-taria, con una apertura casi total y nada estratégica. Y aun con un producto como la cerveza en que el país sí tiene una ventaja compa-rativa frente a EU, se entrega casi todo el valor agregado a la contra-parte comercial. Las ventas impre-sionantes no estimulan la activi-dad económica de los agricultores, ni siquiera a la industria doméstica de la malta. A cambio, México se convierte en una maquiladora para embotellar la cerveza. Contri-buye con el agua, la cual cuenta el país en volúmenes limitados.

Y ya con la compra parcial de los dos monopolios grandes de la cerveza por parte de empresas extranjeras, ni las ganancias se quedan en el país.

Así ha sido la receta del gobierno mexicano, durante 20 años de un neo-

liberalismo intransigente. Se ha per-feccionado el arte de entregar valores.

El saldo espantoso para los agri-cultores. Para los agricultores mexi-canos, el TLCAN desató un estado de crisis permanente, con dos pe-riodos distintos. El primero puede llamarse “La gran inundación”. Con la liberalización acordada, se desató una oleada de compras de cárnicos y granos provenientes de EU, muchos a precios dumping, debajo de sus costos de producción. Con la decisión de parte del gobier-no mexicano de acelerar la liberali-zación incluso de los productos que contaban con plazos graduales de apertura, como el maíz, la oleada se convirtió en tsunami.

He analizado a detalle ocho pro-ductos —maíz, soya, trigo, algodón, arroz, carne de res, cerdo y pollo— que compiten con productos mexi-canos y cuyos niveles de exportación a México han crecido mucho desde antes del TLCAN. El volumen de las exportaciones creció considera-blemente, con un mínimo de 159

por ciento en soya y un máximo de 707 por ciento en cerdo, entre el promedio 1990-2002 y 2006-08.

Los ocho productos han sido cuan-tiosamente apoyados por las po-líticas agropecuarias de EU, con subsidios que promediaron 11 mil 500 millones de dólares por año entre 1997 y 2005, y con otras polí-ticas aún más importantes que im-pulsaron la sobreproducción. La mejor estimación del efecto de las políticas de EU para apoyar expor-taciones se tiene en un indicador llamado “margen de dumping”, que considera el porcentaje en que los precios de exportación están por debajo de los costos de produc-ción. Los ocho productos registra-ron un margen de dumping positi-vo durante 1997-2005, de entre 17 y 38 por ciento en los cinco cultivos y de cinco a diez por ciento en los productos pecuarios.

Los efectos sobre los precios en México también son significati-vos. Los precios al productor se re-dujeron drásticamente en todos los

productos. Al comparar los precios de 2005 con los de principios de los 90’s (ajustados por la inflación) son de 44 a 67 por ciento más bajos. Y por los bajos precios, cayó la produc-ción de algodón, soya, trigo y arroz. La demanda creciente por los cár-nicos sostuvo tanto a la producción mexicana como a las importaciones. Igual ocurrió con el maíz, cuya pro-ducción aumentó en 50 por ciento, contrario a lo que podría esperarse. Esto dejó a México prácticamente autosuficiente en la producción de maíz blanco para consumo huma-no, pero muy dependiente de im-portaciones en el sector pecuario, que crece velozmente.

La dependencia de las importacio-nes en México aumentó significa-tivamente en los ocho productos. En el sector pecuario, la depen-dencia pasó de cuatro a siete por ciento a principios de los 90’s a ni-veles de 16 a 31 por ciento en 2006-2008. En los cultivos, los niveles de dependencia iniciales ya eran altos a principios de los 90’s (sie-te-74 por ciento), pero en 2006-08

alcanzaron 34 por ciento en maíz y 97 por ciento en soya.

El costo para los productores mexicanos. Suponiendo que los precios de los productos en Mé-xico se contrajeron en la misma proporción que el margen de dumping, el costo global de las pérdidas en los ocho productos se estima en 12 mil 800 millones de dólares para el periodo de nueve años, o mil 400 millones cada año.

Las pérdidas anuales equivalen a más del diez por ciento del valor de todas las exportaciones agropecua-rias de México hacia EU (incluyen-do cerveza). Las pérdidas que ha costado el dumping de EU rebasan el valor total de las exportaciones de jitomate a ese país, que aumentaron vertiginosamente con el TLCAN.

Los productores de maíz fueron, por mucho, los más afectados, con pérdidas por seis mil 600 millones de dólares, un promedio de 38 dó-lares por tonelada o 99 por hectá-rea. Esto es más que el pago por hectárea promedio a pequeños productores bajo el esquema de subsidios de Procampo.

Termina la época ilusoria de la comida barata. Si esto fuera una apuesta del gobierno mexicano en el gran casino neoliberal por una política de comida barata y creci-miento dinámico, la perdió por am-bos lados. Por su creciente poder, los monopolios agroalimentarios captu-raron la gran parte del valor de las importaciones baratas, dejando una canasta básica cada año más costosa.

Y bajo el régimen neoliberal, se es-tancó la economía, particularmen-te en aquello que más necesitaba México: empleos. Con una pérdida de al menos dos millones de em-pleos en el campo, y con un creci-miento lento en el sector industrial, no es de sorprender que la partici-pación de mexicanos en el sector informal creció hasta 57 por ciento.

Como resonó la consigna en el Zócalo durante la gran marcha por los zapatistas y en contra del TLCAN en enero de 1994: “¿Pri-mer mundo?, já já já!”

Si bien el chiste sobre la comi-da barata comprada con salarios industriales fue de mal gusto, se volvió cruel cuando se desploma-ron los precios internacionales del maíz y de otros cultivos en 2007. Y aún peor cuando la crisis finan-ciera en EU provocó la Gran Re-cesión, que para México tumbó la fuente más importante no sólo de demanda y de capitales sino tam-bién de empleos y de las remesas enviadas por los migrantes.

Este segundo periodo del TL-CAN puede llamarse “La

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UN TRATADO DISPARADOR DE VIOLENCIASVíctor M. Quintana S.

Si el campo está en llamas no se debe sólo a los “ma-los”, es decir a los cárteles de la droga, a los grupos

de sicarios y matones. Porque la violencia criminal ni es la única, ni fue el factor que disparó la cri-sis humanitaria que viven amplias zonas rurales del país. La drástica transformación de las políticas públicas hacia el sector agropecua-rio –inducida por los programas de ajuste estructural y la apertura comercial, cuya joya de la corona es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)- generó las condiciones para el sur-gimiento de múltiples formas de violencia en el agro mexicano.

Los gobiernos federales a partir de 1983 impusieron una serie de polí-ticas de ajuste económico, como la expulsión de todos los produc-tores de temporal del sistema de crédito rural; además, los precios de los energéticos se empezaron a disparar: en 1993 un litro de gaso-lina costaba 1.36 pesos, hoy más de 12, y la energía eléctrica para riego agrícola se disparó de 14 centavos el kilovatio/hora a 1.15 pesos. Y lo que producen los campesinos empezó a bajar de precio.

Y, a pesar de las múltiples ad-vertencias de las organizaciones campesinas y de muchos inves-tigadores, se firmó el TLCAN, cuando los productores mexi-canos de granos básicos, sobre todo campesinos y agricultores medios, no pueden competir ni en términos de condiciones agro-climáticas, ni de subsidios, ni de tecnología, ni de apoyos guberna-mentales, con la agricultura más poderosa del mundo.

Al no poder competir con la agricultura estadounidense en condiciones de apertura comer-cial, centenas de miles de unida-

des campesinas se sumieron en la quiebra. Así, se disparó la emi-gración del campo hacia las ciu-dades o Estados Unidos. Según la Secretaría del Trabajo, desde 1994 han dejado el campo un millón 780 mil personas. Y la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) reconoce que cada día salen del medio rural un promedio de 600 campesinos. Las comunidades rurales se van quedando sin hom-bres jóvenes, convirtiéndose en poblaciones de mujeres, niños y adultos mayores; se vació la vida comunitaria; se acabaron muchas agrupaciones en los pueblos. Esta es una violencia, sorda, pero real.

Con insumos caros y precios ba-jos para las cosechas, muchos pro-ductores tuvieron que intensificar la perforación de pozos para rie-go, abusar de los agroquímicos o incluso emplear semillas transgé-nicas para elevar su producción; empezaron a emplear tecnologías que ejercen una enorme violencia sobre el medio ambiente: suelos, corrientes de agua, bosques, pas-tos, etcétera. A resultas de ello, el desastre ambiental en el cam-po ha crecido, con ineludibles y costosos impactos en las ciudades

y para el desarrollo económico nacional. De los 196 millones de hectáreas con que cuenta México, 64 por ciento están degradadas, principalmente por erosión hídri-ca y eólica. Cada año se pierde la utilidad agrícola de unas 10 mil hectáreas en las mejores tierras irrigadas, por causa de la acumu-lación de sales. Ello suma ya una superficie de 425 mil hectáreas que han dejado de ser útiles para la agricultura intensiva. Se han sobreexplotado los mantos acuífe-ros, se han devastado los bosques que generan el agua de las princi-pales corrientes en México.

Luego de 20 años de la imposi-ción del TLCAN, la agricultura mexicana se ha polarizado mucho más: el Procampo, que debiera impulsar a los campesinos pobres y medios a producir más y mejo-res alimentos, es acaparado por los grandes agricultores. El diez por ciento más rico de los productores concentra 45 por ciento de este subsidio y 80 del programa Ingreso Objetivo de la Secretaría de Agri-cultura, además de 60 por ciento de los subsidios para la energía y el agua. Todo esto ha llevado a una mayor depauperación de las fami-lias rurales: en octubre de 2011 el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo So-cial (Coneval) declaró que 55.7 por ciento de la población, o sea 63 millones de personas, padece inseguridad alimentaria; de éstos, 28 millones padecen pobreza por hambre, y de ellos 20 millones vi-ven en áreas rurales. Esta enorme desigualdad es el núcleo duro de la violencia social que hoy cunde en nuestro campo.

El crimen organizado comenzó a penetrar con gran fuerza en el medio rural en los 90’s. Se ocu-pan los vacíos que deja el Estado al retirarse como financiador,

comprador, inversionista, regu-lador y promotor de la economía rural. Los capos se establecen en las poblaciones rurales de diver-sas formas: compran propiedades de quienes están en quiebra para inyectarles recursos y blanquear dinero: agrandan ranchos, tec-nifican explotaciones, perforan pozos, mejoran razas de ganado, plantan huertos y construyen in-fraestructura productiva. No sólo eso, ante la retirada de la banca paraestatal y comercial de las acti-vidades agropecuarias, se convier-ten en financiadores y prestamis-tas. También comienzan a hacerla de comercializadores, utilizando recursos financieros propios.

Esta ha sido una penetración si-lenciosa. Ya apoderado de buena parte de la economía rural, el crimen organizado se adueña de otros aspectos: explota ilegalmen-te los recursos naturales, como los bosques en Michoacán y Chihuahua; diversifica sus exac-ciones más allá de la venta de estupefacientes: roba maquinaria y equipo, despoja de la nómina a quienes contratan trabajadores agrícolas, extorsiona a produc-tores y comerciantes y pide una parte de la venta de las cosechas.

También el crimen organizado se hace del control territorial de vastas zonas rurales, de ma-nera informal y formal: controla alcaldes; ocupa las direcciones de seguridad pública de los munici-pios, y cobra cuotas, derechos de paso, etcétera. Para adueñarse de los territorios ha sembrado pre-viamente el terror mediante eje-cuciones, mutilaciones, secues-tros e incendios. Aplica castigos ejemplares a quienes se atrevan a desafiarlo, sobre todo si lo hacen de manera organizada como las policías comunitarias. Coopta, compra o de plano se colude con los diversos cuerpos policíacos, el Ejército y la Marina. Se confor-ma así en el medio rural de mu-chos estados de la República una auténtica sociedad de crimen en donde las familias campesinas viven como una población some-tida por un ejército de ocupación, con su ciudadanía minimizada, si no es que anulada.

El campo mexicano está pade-ciendo la más terrible crisis de vio-lencia desde el término de la Re-volución de 1910. Esta violencia, promovida por los neoliberales se multiplica al destruir las formas productivas, de asociación, de vida comunitaria, de distribución de la riqueza y de relación con el me-dio ambiente que había subsistido hasta antes de que ellos llegaran y facilitaran la implantación de los cárteles de la droga y el crimen or-ganizado precisamente ahí donde el Estado falló.

dependencia costosa”. Se duplicaron los precios internacio-nales de cultivos básicos, provo-cando protestas violentas en dece-nas de países, incluso en México. Se aumentó el costo de la canasta básica de comida en 53 por ciento entre 2005-11. Y estalló el déficit en la balance comercial agropecuaria, llegando a cuatro mil 600 millones de dólares en 2008. De 1990 a 2011, el costo anual de las importaciones de alimentos subió de dos mil 600 millones a 18 mil 400 millones de dólares.

En gran parte, las importaciones de maíz causaron el déficit, ya que las políticas de apoyo al etanol en EU ya estaban desviando hasta 40 por ciento del cultivo a la producción del agrocombustible. Según otro estudio mío, esas políticas habían costado a México mil 500 millones de dólares entre 2005 y 2011 por la alza al precio del maíz atribuible a la expansión de la demanda por el etanol.

Hacia un futuro incierto. Los pre-cios internacionales se han calma-do este año. Pero se espera una vo-latilidad continua, por la carencia de reservas públicas, la creciente demanda por los agrocombustibles y una especulación financiera es-pantosa en los mercados de commo-dities desde la crisis financiera. Se-gún la presentación que hizo en el foro del CNA el investigador Mark Rosegrant, del Instituto Interna-cional para la Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, por sus siglas en inglés), el cambio cli-mático hace aún más inciertas las perspectivas de México en el agro. Aun en el más optimista escenario, se prevén afectaciones significati-vas a la productividad agrícola.

Ya emerge un nuevo consenso a nivel internacional, y esto es algo que a mí me tocó resumir en la presentación del foro del CNA: la prioridad es invertir en la produc-tividad de los agricultores peque-ños y medianos, con base en un extensionismo público enfocado en la producción agroecológica.

Como enfaticé al final, no se pue-de lograr tales cambios sin reorien-tar las políticas comerciales, lo cual sirve también para reducir el alto costo de la dependencia. Como nos han mostrado tanto China como Brasil, se puede abrir la economía estratégicamente, sin desarmarse en sectores importantes. Como hemos mostrado en un estudio re-ciente, México podría recuperar su autosuficiencia en maíz.

Se puede capturar el valor del co-mercio. Y en el proceso, se puede rescatar los valores humanos que deben de determinar las políticas económicas, no al revés. En lugar de entregar sus valores.

Para mayor información, ver los siguientes estudios publicados: http://is.gd/vRZxcy, http://is.gd/qqS1O2, http://is.gd/eNbK6J

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Las comunidades rurales

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sorda, pero real

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EL CAPÍTULO 11 DEL TLCAN; ORIGEN DE UNA AMENAZA GLOBALManuel Pérez-Rocha L.* y Stuart Trew** *Investigador del Institute for Policy Studies de Washington, DC ** Coordinador de la campaña sobre el comercio del Consejo de los Canadienses

El Capítulo 11 del Trata-do de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fue diseñado

para desmantelar los sistemas de regulación de la inversión extran-jera, y específicamente con el pre-texto de garantizar a los inversio-nistas de Estados Unidos y Canadá con un medio para solucionar ca-sos extremos de posibles conflictos con el gobierno de México, pues se argumentaba que el sistema jurídico mexicano era deficiente y corrupto. Pero rápidamente se hizo evidente que este régimen de derechos corporativos, que se ha extendido a escala global, más allá del TLCAN, es una herramien-ta útil para que las corporaciones chantajeen a los Estados y les im-pongan grilletes obstaculizando su actuar en el diseño y aplicación de políticas sociales y medioambien-talmente responsables.

Este Capítulo ha otorgado a inver-sionistas extranjeros no sólo con mecanismos de desregulación para el movimiento de capitales y la deslocalización de la producción, sino con instrumentos de solución de controversias tipo “inversionista-Estado”, por medio de los cuales los gobiernos pueden entrar a juicio en procesos privados en tribunales como el Centro Internacional de Arreglo de Disputas de Inversio-nes (CIADI) del Banco Mundial u otros. Los litigios consisten en reclamos hechos por inversionistas establecidos en cualquiera de los tres países, con base en la supuesta violación de los estándares de trato mínimo bajo el TLCAN, o por la supuesta “expropiación indirec-ta” de sus ganancias esperadas. Es decir, en muchas ocasiones los go-biernos han tenido que amortizar a empresas por implementar políticas públicas que afecten sus valores.

Afirmamos categóricamente que Canadá y de México han sido has-ta hoy los grandes perdedores de este régimen, pues el gobierno de Estados Unidos no ha perdido un solo caso de este tipo. Sin embar-go, los tres países han tenido que pagar cantidades millonarias por los gastos legales incurridos en su defensa de los ataques de las empresas y en las cuotas pagadas a los tribunales de arbitraje. Y los perdedores son los pueblos, pues el dinero para sufragar a las corpo-raciones surge del erario público.

México ha perdido cinco dispu-tas bajo el Capítulo 11, por un total de 204 millones de dólares, inclu-yendo intereses. Estos son los ca-sos de Metalclad, Feldman, Corn Products International, ADM-Tate and Lyle, y Cargill. Actualmente México enfrenta un caso más bajo el TLCAN (International Vision, que demanda a México por casi 10 millones de dólares), pero po-

dría estar encarando muchos ca-sos más, pues muchos tribunales, como la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (Uncitral), no hacen públicos sus registros de casos.

Aún más grave para México es la amenaza latente que resulta de la proliferación de concesiones mine-ras y la incapacidad para dar marcha atrás debido al Capítulo 11. Según la Secretaría de Economía, hoy exis-ten 857 proyectos mineros, siendo el 67 por ciento del total de oro y plata, que son altamente contami-nantes. Cualquier legislación futura que frene o cancele alguno de estos proyectos podría incurrir en una de-manda bajo las reglas del TLCAN, pues la gran mayoría de las empre-sas mineras extranjeras son de ori-gen estadounidense o canadiense.

Como lo señalamos en el texto “Extrayendo ganancias en tribuna-les internacionales”, las industrias extractivas, minería, gas, petróleo, etcétera, se valen cada vez más de

las reglas a favor de los inversionis-tas bajo los TLCs o Tratados Bila-terales de Inversión para demandar a gobiernos, y de manera creciente en América Latina, cuando éstos diseñan y aplican normativas am-bientales y sociales que frenan pro-yectos destructivos. México se ha salvado en buena medida de ser de-mandado por industrias extractivas, justamente por la permisividad con la que se otorgan permisos de ex-plotación y la falta de voluntad po-lítica para detener la destructividad con la que operan estas empresas.

El gobierno de Canadá ha perdi-do seis casos y erogado hasta aho-ra más de 157 millones de dólares en pagos o arreglos, incluyendo intereses. Estos son los casos de Ethyl, S.D. Myers, Pope and Tal-bot, Exxon Mobil, Abitibi Bowater y St. Mary’s VCNA. Hay un caso más que ha perdido Canadá ante la petrolera Mobil Murphy Oil (de Exxon), aunque no se sabe el mon-to final de la compensación a ser pagada. Pero lo más alarmante en

el caso de Canadá son los cientos de millones de dólares que están aún en disputa. Dos casos recientes –uno en contra de una moratoria sobre la fractura hidráulica (frac-king) del gas natural en la provin-cia de Quebec y otro en contra de la orden de una corte de invalidar

dos patentes en Canadá- han ge-nerado gran atención y crítica al régimen de derechos corporativos bajo el TLCAN. En el primer caso, la empresa Lone Pine Resources demanda 250 millones de dólares para compensar a los inversionis-tas por las medidas de precaución y congelamiento del fracking, me-didas que fueron impuestas por la provincia de Quebec hasta que se tenga más claridad acerca de los impactos ambientales y de salud de esta actividad. En el segundo caso, Eli Lilly exige 500 millones de dó-lares al haber fallado dos veces ante la estricta exigencia de prueba por parte del gobierno de Canadá en torno a la utilidad de la patente, lo que resultado en la pérdida de patentes de la empresa (aunque al final de su vida útil) para los medi-camentos contra la depresión más populares. El caso Eli Lilly es un ataque directo a la independencia de los tribunales canadienses.

Un problema global. El Capítulo 11 del TLCAN ha servido como modelo para los más de tres mil Tratados Bilaterales de Inversión que hay hoy día (muchos conteni-dos en otros TLCs) y el número de casos inversionista-Estado se está disparando aceleradamente. Existen alrededor de 500 deman-das pendientes, al tiempo que las corporaciones están descubriendo cómo utilizar este sistema a su favor y extraer cantidades millonarias de los erarios públicos, sin siquiera ha-ber realizado inversiones tangibles. Lo más grave es el “efecto de con-gelamiento” que estas reglas oca-sionan, al amenazar a las naciones con millonarios castigos cuando sus gobiernos intenten garantizar el bienestar público y se interfiera con sus ganancias esperadas. Incluso, el fomento económico en entidades locales es sujeto al establecimien-to de una demanda inversionista-Estado si la corporación trasnacio-nal dirime que a ella no se le está dando el mismo “trato nacional”. Incluso, si un país demanda algún requerimiento a un inversionista, como permanecer en un país por un mínimo de tiempo o incluir un cierto porcentaje de contenido local en su producción, puede ser demandado, ya que violaría la regla de prohibición de “requerimientos de desempeño” que incluyen estos tratados modelados bajo el Capítu-lo 11 del TLCAN. Es precisamen-te el modelo de “maquiladora” el que estos tratados protegen; el de otorgar a las trasnacionales la total libertad de movilidad de capitales, bienes y servicios o la capacidad de demandar a los países en tribunales secretos y a puerta cerrada, general-mente en Washington DC o Nue-va York. Esta fue la idea genial del TLCAN del que tanto se sirven las corporaciones y por la cual estamos todos bajo permanente amenaza, a pesar de que tan poco se sepa.

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Los tres países han tenido

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millonarias por los gastos

legales incurridos en su

defensa de los ataques

de las empresas y en las

cuotas pagadas a los

tribunales de arbitraje.

Y los perdedores son

los pueblos, pues el

dinero para sufragar a

las corporaciones surge

del erario público

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LA CONCENTRACIÓN DE LA AGROINDUSTRIA EN MÉXICO: UNA HISTORIA DE POLARIDADESCatia Figueroa Rodríguez* y Rita Schwentesius Rindermann** * Colegio de Posgraduados, Córdoba [email protected] ** CIIDRI-IISEHMER, Universidad Autónoma Chapingo [email protected]

Desde 1994, año en que inició el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TL-

CAN), se han presentado cambios a nivel global de concentración en la agroindustria: cada vez son menos las empresas que domina el merca-do de insumos agrícolas, así como de la producción de alimentos procesa-dos. Al centro de este fenómeno se encuentra la industria de alimentos, que captó en 2010 ingresos por tres mil 951.5 billones de dólares (aproxi-madamente 50 billones de pesos), con una tasa de crecimiento prome-dio de 5.6 por ciento entre 2006 y 2010. Una sola empresa tiene 1.5 por ciento del mercado mundial de ali-mentos, Nestlé, y las otras dos gran-des que se le acercan son Kraft con 1.2 y Unilever con uno por ciento.

La tendencia a la concentración es inherente al sistema capitalis-ta: las empresas tienen que crecer o van a desaparecer. Eso no es una cuestión moral, pero si lo es cómo logran este crecimiento: destru-yendo los sistemas tradicionales de producción y abasto de alimentos; dejando a mil millones de seres hu-manos en el mundo en el hambre, y produciendo alimentos grasosos y/o azucarados que provocan más ansiedad por comer, y así es que mil 600 millones de personas sean obesas con baja expectativa de vida.

México se ha convertido en el labo-ratorio y modelo para este desarro-llo con el TLCAN. Su importancia radica en el peso que tiene el sector en el gasto de los mexicanos. En 2004, el gasto en alimentos, bebidas y tabaco representaba 30.8 por cien-to de la estructura de gastos, para pasar en 2008 a 33.6 y en 2010 a 32.7 por ciento. Ningún otro compo-nente tiene tal relevancia en el gas-to (Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares 2004-2010, del Instituto Nacional de Geografía y Estadística, Inegi) y eso a pesar de que se hizo creer a los ciudadanos que con el TLCAN se importarían alimentos baratos y el gasto en ello iba a bajar. Pero las preguntas que surgen son: ¿quién nos alimenta? Y ¿cómo estas empresas se han bene-ficiado o no del TLCAN?

Menos pero más grandes. Anali-zando el comportamiento del núme-ro de empresas que existían en 1998 con respecto a 2008 –que es el más reciente Censo Económico realiza-do por el Inegi- se observar que de las 11 ramas de actividad relaciona-das con alimentos, bebidas y tabaco, cinco han tenido reducciones en el número de empresas en aproxima-damente 50 por ciento, lo que impli-ca que más de la mitad de las empre-sas han desaparecido. Mientras que por el contrario sólo tres ramas han

tenido de manera constante com-portamientos positivos, destacando la de agua embotellada, que es la única clase realmente en desarrollo en el sector de los alimentos, bebidas y tabaco, al pasar de ocho mil 746 a 138 mil 838 empresas.

Aquí cabe recordar que se trata de una industria joven, que apareció con el problema del cólera a princi-pios de los 90s, como aparente solu-ción ante la falla del gobierno mexi-cano de ofrecer este líquido vital en forma sana a los habitantes. Con el nuevo brote de cólera en México, queda claro que en más de 20 años no se ha avanzado en garantizar a la gente una vida con salud.

Continuamos con el análisis, si se hace según el número de empleos por empresa promedio, es notable el grado de concentración para la mano de obra. Por ejemplo, las ramas con crecimiento negativo en número de empresas han incrementado de ma-

nera considerable el número de em-pleos, el caso más notable es la rama de la carne (matanza, empacado y procesamiento de carne de ganado, aves y otros animales comestibles), que pasó de 9.6 empleos por empre-sa a 26.8, es decir un crecimiento del 178 por ciento. Por lo que cada vez se tienen, en general, menos empresas

de mayor tamaño. Otra forma de responder a la presión de sobreviven-cia por parte de las empresas es re-ducir el número de empleados, eso es precisamente el caso en aquellas industrias donde el número de esta-blecimientos se mantiene: ocurre el fenómeno llamado outsourcing o se despide a empleados. Finalmente,

las empresas tratan de invertir nada más en lo indispensable para la pro-ducción, dejando de lado cuestio-nes de seguridad. La más reciente explosión en una fábrica de dulces en Ciudad Juárez, donde fallecieron cinco trabajadores, sirve de ejemplo lamentable.

Es posible ver la concentración de la agroindustria y su importancia en el comercio internacional si revisamos el listado de las 500 em-presas más importantes de México que publica la revista Expansión. Por ejemplo, las ventas de empre-sas que producen las bebidas re-presentan el 229 por ciento de las ventas de la rama productiva; las de la carne, el 111 por ciento, y las de la panadería y tortillería, el 130, por lo que son empresas altamente expor-tadoras. Mientras que a nivel nacio-nal, las ventas de las empresas que producen dulces representan el 20 por ciento de la ventas de la rama económica de azúcar y dulces; las de las frutas, verduras y alimentos preparados, el 27 por ciento, las de los lácteos el 88, las de pescado y mariscos el 64, y el cinco por ciento para los cereales.

El TLC, simplemente no es para todos. Según los datos de la en-cuesta anual de la industria ma-nufacturera del Inegi (2009-2011), únicamente siete de las 45 clases de las ramas económicas reporta-das del sector alimentos bebidas y tabaco tienen ventas a nivel inter-nacional, que constituyen cerca de 50 por ciento o más en relación con sus ventas a escala nacional. Éstas son: congelación de frutas y verdu-ras (408 por ciento), elaboración de levadura (88.3), elaboración de bebidas destiladas (85.1), ela-boración de bebidas destiladas de agave (99.6), beneficio de tabaco (98.9%), beneficio del café (62.4) y elaboración de cerveza (49.3 por ciento). Mientras que para 33 de las 45 clases, en promedio, sus ventas internacionales sólo representaron el 8.8 por ciento, y para cinco cla-ses sus ventas internacionales fue-ron nulas. Estas últimas son el be-neficio de arroz, la elaboración de malta, la panificación tradicional, la elaboración de tortillas de maíz y molienda de nixtamal y la purifi-cación y embotellado de agua.

Los números reflejan las polarida-des vividas a nivel nacional, por una parte muchas empresas que produ-cen alimentos tradicionales para un mercado nacional contra un peque-ño número de empresas orientadas a la exportación de pocos produc-tos. Revisando los números, resulta fácil e incluso evidente la respuesta a la pregunta de ¿a quién ha benefi-ciado el TLCAN? En esa respuesta no están los pequeños.

Empleos por empresa promedio por rama de la actividad

económica, 1998-2008 (número por empresa)

1998 2003 2008% de incremento1998-2003

% de incremento1998-2008

INDUSTRIA ALIMENTARIA 5.7 6.0 5.8 5.2 1.8

INDUSTRIA DE BEBIDAS Y DEL TABACO 15.8 21.3 11.8 35.4 -25.1

RAMA DE LA ACTIVIDAD

ALIMENTOS PARA ANIMALES* 25.2 34.9 35.0 38.2 38.7

MOLIENDA DE GRANOS* 17.6 35.9 33.6 104.0 91.3

AZÚCAR Y DULCES 45.5 52.2 32.3 14.6 -29.0

FRUTAS, VERDURAS Y GUISOS 56.5 55.8 44.8 -1.2 -20.6

LÁCTEOS* 5.5 6.0 7.4 9.6 34.1

CARNE* 9.6 23.8 26.8 147.4 177.8

PESCADOS Y MARISCOS* 30.0 44.3 60.7 47.9 102.3

PANADERÍA Y TORTILLAS 3.4 3.4 3.5 1.7 4.6

BEBIDAS 32.4 20.7 11.5 -36.0 -64.4

TABACO* 1.5 94.1 87.5 6,088.8 5,652.2

(*) Ramas con decrecimiento en el número de empresas. Fuente: INEGI Censos Económicos (1999, 2004, 2009).

Cambio en el número de empresas por rama de actividad

Fuente: INEGI, Censos Económicos (1999, 2004, 2009).

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EL TLCAN Y EL MAÍZ: UNA REFLEXIÓN A 20 AÑOS*Kirsten Appendini [email protected]

En 2011 México importó 8.7 millones de tonela-das de maíz, o sea la mi-tad de la oferta total del

grano. Si bien ese fue el año del desastre climático que afectó las cosechas, principalmente en el no-roeste, la dependencia alimentaria ha tendido a crecer desde la libe-ralización del maíz: se importó 39 por ciento de la oferta nacional en promedio en 2009-2011. Tan sólo entre 2005 y 2010, la tasa de incre-mento anual de las importaciones de maíz blanco fue de 40.5.

Por otra parte, el promedio anual de producción entre 2009 y 2011 fue de 20.2 millones de toneladas de maíz (principalmente blanco), cuando en 1990 fue de 14.6 millo-nes. Logro nada despreciable en el contexto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En 1990, 20 millones de toneladas hubieran satisfecho la demanda interna de una po-blación de 83.9 millones, pero en 2010 los habitantes sumaban ya 112 millones. La producción nacional actual se logró con base en el cre-cimiento de los rendimientos en las tierras de riego, mientras que la superficie sembrada total se man-tuvo alrededor de 7.8 millones de hectáreas.

¿Es que fueron erróneas las pre-visiones que hicieron los tecnó-cratas neoliberales “optimistas” o los anti-TLCAN defensores de la exclusión del maíz en el capítulo agropecuario –“pesimistas”-, so-bre el desplome de la agricultura maicera una vez entrado en vigor el TLCAN? Previsión que com-partían ambos lados del debate en torno al TLCAN y el maíz.

La estrategia para lograr la eficien-cia y competitividad en la agricul-tura fue el programa de “moderni-zación para el campo mexicano”, que lanzó en 1990 el entonces presidente Carlos Salinas. Su ins-trumentación fue bastante más compleja. En un momento en que aún se cuestionaba la legitimidad electoral del gobierno, no se podía ignorar al campesinado organiza-do, cuya mayoría había sido un pi-lar de los sucesivos gobiernos (del PRI). Salinas debía construir los acuerdos con los grupos organiza-dos para realizar los cambios ins-titucionales necesarios para lograr las reformas de la política agríco-la: el fin de apoyos a la producción y comercialización con recursos públicos –crédito, asistencia téc-nica, precios de garantía, empre-sas paraestatales específicas- y las reformas a las leyes que regían la propiedad social – el Artículo 27 constitucional-. Reformas que antecedían las condiciones de la firma del TLCAN.

Este proceso no estuvo libre de

tensiones. Para mitigarlas, el go-bierno promovió una política de concertación que apoyaba proyec-tos productivos de grupos de pro-ductores organizados, pero fueron acciones muchas veces específicas y para actores focalizados, lo cual dividió y mantuvo a productores y organizaciones en una situación de fragmentación e incertidum-bre. Finalmente, se lanzaron los grandes programas para el campo que definirían los recursos al sec-tor –a manera de transición-. Fue-ron resultado del proceso de nego-ciación para tener un consenso, o por lo menos fragmentar la oposi-ción al modelo global: el Progra-ma de Apoyos Directos al Campo (Procampo); el Programa Nacio-nal de Solidaridad (Pronasol) y el Programa de Certificación de De-rechos Ejidales y Solares Urbanos (Procede).

En el caso del maíz, interesa en particular el Procampo, anuncia-do en 1993. El programa fue agita-damente debatido, pero al final los productores, incluyendo el sector campesino, lo aceptaron. Se “ven-dió” con el discurso “campesinis-ta” como un subsidio incluyente, ya que beneficiaría a todos los pro-ductores, y no sólo a aquellos que vendían a la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Co-nasupo); para los grandes, era una buena renta por cada hectárea.

El año 1993 fue clave, se negocia-ba el capítulo agropecuario para el TLCAN, a pesar del reclamo de importantes sectores del campesi-nado organizado y de la sociedad civil en contra de su inclusión en

el Tratado. Para la agroindustria y los grandes productores pecuarios, incorporar al maíz y granos y olea-ginosas en general era clave para abaratar los insumos que utiliza-ban. Obviamente, este sector con-cordaba con la posición oficial, en particular de la entonces llamada Secretaría de Comercio y Fomen-to Industrial (Secofi), que estaba al frente de las negociaciones. Se logró, no obstante, calificar tres cultivos como sensibles a la libe-ralización inmediata: maíz, frijol y leche en polvo. Un periodo de 15 años fue otorgado al maíz, con una cuota de importación libre de arancel para el promedio histórico de importación, y una tarifa que comenzó en 215 pesos por tonela-da y disminuiría progresivamente hasta liberar totalmente en 2008, ¡fecha lejana en 1993/1994!

Sin embargo, un factor decisivo para el futuro del maíz ya se había anclado. Sorpresivamente el titu-lar de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH), Carlos Hank González, veterano y astuto político, anunció en enero de 1990, que habría precios dife-renciales de maíz blanco y ama-rillo, dando un premio al blanco (aumentó en 37 por ciento mien-tras que el amarillo lo hizo en 15 por ciento). El diferencial de pre-cio se mantuvo hasta 1993, dando fuertes incentivos a la producción de maíz blanco.

Frente a los tecnócratas, incluso de la Subsecretaría de Agricultu-ra en la propia SARH (liderada por Luis Téllez) y desde luego de Secofi, la intervención de Hank

González fue una jugada que entorpeció el proyecto global, y reflejó posiciones divergentes den-tro del gobierno acerca del futuro de la seguridad alimentaria en re-lación con el maíz: la de los neo-liberales ortodoxos, que argumen-taban por el abasto de alimentos básicos baratos, entonces disponi-bles con los futuros socios del TL-CAN, y la de la vieja guardia del Estado corporativo, a favor de in-crementar la producción nacional de maíz blanco. Con esto, Hank se ganaba tanto a los grandes agri-cultores empresariales, como a los campesinos organizados con fines productivos, que habían apoyado, a fin de cuentas, el proyecto “mo-dernizador” de Salinas.

Irónicamente, las organizacio-nes campesinas, algunas como la Confederación Nacional Cam-pesina (CNC), pilar histórico del PRI, y otras más independientes como Unión Nacional de Organi-zaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA), fueron marginadas incluso antes de que terminara el sexenio de Salinas. El juego del poder se inclinó ha-cia otros intereses, los del sector empresarial de agricultores y de la agroindustria.

Hoy las grandes extensiones de los distritos de riego de Sinaloa, son el “granero/maicero” que abastece el maíz para las tortillas de la población urbana del país. Contribuye con 25 por ciento de la oferta nacional, y se estima que con la mitad del maíz comercia-lizado. Antes de las reformas a la política agropecuaria, no era así.

El maíz que se comercializaba venía principalmente de Jalisco, Chiapas y Estado de México (el 39 por ciento de la producción en promedio, entre 1985 y 1989). Si-naloa sólo contribuyó con 6.9 por ciento en el mismo periodo. Con el apoyo de la SARH y precios re-lativamente favorables frente a los cultivos “liberalizados”, los agri-cultores empresariales de Sinaloa reconvirtieron grandes superficies de riego al maíz blanco. Cuando se firmó el TLCAN, Sinaloa ya había logrado rendimientos que competían con los agricultores de Estados Unidos, y cuando desapa-reció la Conasupo, a finales de los 90’s, Sinaloa había consolidado su posición como el abastecedor na-cional en la cadena maíz-tortilla.

La agricultura campesina no abandonó el cultivo, pero difícil-mente tenía los medios para man-tenerse en el mercado nacional, salvo experiencias excepcionales y regionales. Se cultivaba para ob-tener el maíz para autoconsumo; para forraje del ganado, que era más rentable, y para los merca-dos locales y regionales, cuando había excedente. Estas estrategias explican por qué no disminuyeron radicalmente la superficie del cul-tivo y la producción en temporal. La geografía del maíz y la estruc-tura de la oferta habían cambiado radicalmente.

El gobierno de Ernesto Zedillo persiguió la consolidación de las reformas del modelo global: en el caso del maíz, la desregulación y privatización de la cadena maíz-tortilla. Se cerró la Conasupo; se retiraron los subsidios que aún quedaban para el consumo de tor-tillas en las grandes ciudades, y se permitió la importación de maíz en cantidades importantes arriba de las cuotas acordadas en el TL-CAN libre de arancel.

Recién iniciado el gobierno pa-nista de Vicente Fox, agricultura y maíz eran de nuevo asunto de movilizaciones; la demanda era la renegociación del capítulo agrí-cola y la exclusión del maíz del TLCAN. Se trataba del futuro del campo y de los millones de peque-ños productores, que eran la ma-yoría. El movimiento Sin Maíz no hay País fue el símbolo de las pro-testas. Como consecuencia, Fox finamente firmó la Ley de Desa-rrollo Rural Sostenible en 2003, y se aumentó sustancialmente el presupuesto de Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecua-ria (Aserca). Pero los beneficiarios fueron los grandes productores, corporaciones e intermediarios.

La cadena maíz-tortilla se conso-lidó con base en agentes privados. El TLCAN facilitó el libre flujo de mercancías y capital en-

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DE TLCS, DOMINIO AGROALIMENTARIO Y VÍAS ALTERNATIVAS EN AMÉRICA LATINA Blanca Rubio

A partir de los años 90’s Estados Unidos (EU) perdió el dominio ab-soluto sobre el merca-

do agroalimentario mundial, pues la Comunidad Económica Europea empezó a disputarle el segmento cerealero. Para resar-cirse, EU impulsó una estrategia basada en la desvalorización de los productos agropecuarios: dentro del país el trigo se pagaba 45 por ciento debajo del precio de costo y el maíz 25 por cien-to. A los productores se les com-pensaba de los bajos precios me-diante enormes subsidios. Así se impulsó la competencia interna-cional con los rivales europeos, quienes se protegieron cerrando las fronteras a la importación de bienes estadounidenses.

Ante tal fracaso, la Unión Ame-ricana orientó la competencia desleal, con precios dumping, hacia los países del Sur. A la par con la desvalorización, impulsó los Acuerdos de Libre Comercio para colocar sus mercancías aba-ratadas sin aranceles. Fueron pio-neros en este terreno los acuerdos establecidos con Israel y con Mé-xico y Canadá en los 90’s.

En los tempranos 2000, EU per-dió el control sobre los precios del petróleo y por ende sobre los de los alimentos. Sobrevino una crisis de hegemonía al declinar su poder en relación con los nue-vos rivales, China, India y Rusia. En consecuencia, fortaleció su estrategia de dominio, impulsan-do Acuerdos de Libre Comercio con 33 países entre 2000 y 2012, hasta lograr que 42 por ciento de sus exportaciones agroalimenta-rias se orienten a esos países. En el caso de Latinoamérica, ingre-saron Chile, en 2003; los cen-troamericanos –Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y República Domi-nicana-, en 2004; Perú y Colom-bia, en 2006, y Panamá, en 2007.

A la par de este proceso, varios países latinoamericanos apro-vecharon las transformaciones mundiales de los años 2000 para impulsar políticas distintas del neoliberalismo o que los libraran de la égida estadounidense. Ellos no firmaron acuerdos comercia-les con EU. Los llamados “post-neoliberales”, por sus propuestas alternativas al modelo económi-co –Venezuela, Bolivia y Ecua-dor-, y los “progresistas”, por impulsar un capitalismo corpo-rativo con gasto social –Brasil y Argentina-, quedaron al margen de la estrategia de EU. Después

de 20 años, puede verse cómo és-tos tienen una mejor posición ali-mentaria que los que asumieron de manera ortodoxa el modelo neoliberal, como México.

Los principales países importa-dores de cereales son en su ma-yoría los que en 2010 continuaban con políticas neoliberales y firma-ron acuerdos comerciales, como México, Colombia, Perú y Chile. Juntos, concentraban el 55 por ciento de las importaciones de ce-reales. Brasil, en cambio, bajó de una participación del 30 por cien-to en 1994 al 17 en el 2010.

Los países andinos, tradicional-mente importadores de alimen-tos, han impulsado también políticas para reducir su depen-dencia, como Venezuela, don-de las importaciones de maíz crecieron en volumen en 1.1 por ciento entre 1998 y 2009, luego de que habían aumentado en 7.3 por ciento en 1990-98. Las de trigo crecieron en 1.6, luego de que habían aumentado en 1.8 por ciento en el periodo anterior, y las de soya decrecieron en 21.7 por ciento de 1998 a 2009.

En Bolivia, el gobierno logró reducir ampliamente las impor-taciones de trigo, pues de 2006 a 2009 cayeron en 32 por ciento, mientras que las de maíz han cre-cido moderadamente en 1.1. En Ecuador la importación de maíz, que había crecido en 22.5 por ciento de 1990 al 2000, se redujo en 22 por ciento en los tres prime-ros años del gobierno de Correa.

Los llamados progresistas, como Brasil y Argentina, son básica-mente excedentarios de granos; se observa, sin embargo, un fortalecimiento de la produc-ción campesina, sobre todo en Brasil. Este país fue pionero en

una política que apuntaló a la unidad campesina por medio del Programa de Adquisición de Alimentos en 2003, el cual reorientó las compras que antes se hacían a grandes agricultores hacia pequeños productores para abastecer escuelas, hospitales, guarderías etcétera, generando así una demanda para la agricul-tura familiar, la cual representa en el país 70 por ciento de las unidades productivas.

México, en cambio, constituye uno de los países con mayor de-pendencia alimentaria de la re-gión. En 1994 participaba con 27 por ciento de las importaciones de cereales en América Latina, y para 2010 había ascendido a 32 por ciento, ocupando el primer lugar. En el PIB agropecuario presenta un crecimiento en el periodo de 2005 a 2011 apenas superior al uno por ciento, frente a Brasil que creció arriba de 3.5. México era en 2010 el segundo país con la balanza comercial agropecuaria más baja del conti-nente –por debajo de cero-. Para 2011, el 36 por ciento del maíz consumido era importado, así como el 94 por ciento de la soya, el 85 del arroz, el 61 del trigo y el 20 por ciento del frijol. Actual-mente, el país produce menos tri-go y arroz que hace tres décadas (1985) y menos frijol que en 1990.

Conclusión: los países como el nuestro viven una grave si-tuación, justo en una etapa de precios altos a raíz de la crisis alimentaria iniciada en 2008. En cambio, los no alineados de-muestran que hay alternativas y son justamente los que tienen viabilidad en esta etapa de tran-sición capitalista. Las lecciones están ahí, pero como dice el re-frán popular: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.

tre sus socios económicos, excepto la fuerza de trabajo. No obstante, la migración de mexica-nos hacia Estados Unidos fue en aumento hasta la crisis de 2008. La gran trasnacional mexicana Gruma (con la industria de hari-na Maseca en México), expandió sus inversiones en la Unión Ame-ricana para satisfacer la deman-da de tortillas y derivados de la población hispana. Las gigantes empresas comercializadoras mun-diales, como Cargill y Archer Da-niels Midland (ADM), ocuparon el espacio que dejó la Conasupo; se establecieron como agentes intermediarios entre los grandes productores de maíz, la industria de tortilla y los grandes mercados regionales. Y, obviamente, los pro-ductores estadounidenses de maíz continuaron con exportaciones a México, liberado totalmente en 2008, de acuerdo con las reglas del TLCAN.

A partir de 2000 se hizo uso de los subsidios de Aserca en apoyo a la comercialización de básicos. Primero el programa de Ingreso Objetivo, a fin de garantizar un in-greso mínimo a los agricultores en relación con los precios interna-cionales (que entonces tendían a la baja). Ente 2000 y 2005, los pro-ductores maiceros de Sinaloa reci-bieron en promedio 68 por ciento del presupuesto, mientras que sólo aportaron el 17 por ciento de la producción. Cuando los precios internacionales se incrementaron a partir de 2006, y el subsidio al Ingreso Objetivo no era necesario, Aserca no abandonó al grupo em-presarial. Con el “objetivo” de fa-cilitar a éste operar en un mercado incierto, se activaron programas diseñados para darle condiciones de seguridad y cubrir riesgos a fu-turo. Los programas Cobertura de Precios, Agricultura por Contrato y Compras Anticipadas sustituye-ron al programa Ingreso Objetivo. El presupuesto de estos programas a partir de 2007 llegó a montos casi equivalentes al que había teni-do Ingreso Objetivo. Igualmente, en el caso del maíz benefició a los grandes agricultores y a los agentes comercializadoras, así como a los compradores directos de la indus-tria de harina de maíz.

Si se considera que sólo 0.3 por ciento de los productores del país son empresariales dinámicos (con el estrato empresariales pujantes al-canzan 8.7 por ciento); que dos em-presas harineras concentran más de 90 por ciento de la producción de harina, siendo Maseca la principal; que la industria de tortilla de nixta-mal utiliza la harina en crecientes cantidades para la elaboración de la tortilla “tradicional”, y que Car-gill y otras comercializadoras tras-nacionales se han posicionado en el mercado nacional, el resultado de las dos décadas recientes indica que la cadena maíz y la tortilla se ha globalizado y es un negocio tan redondo como la tortilla.

Hoy día, el régimen alimentario mexicano basado en el maíz es corporativo, concentrado en muy pocos y muy poderosos agentes trasnacionales, de origen mexi-cano y estadounidense. El costo económico, social y político para la población y su seguridad ali-mentaria es muy preocupante. El alza de precios de los alimentos desde 2008 señala la vulnerabili-dad ante la dependencia alimen-taria del exterior.

La crisis del campo; la falta de ca-pacidad de respuesta de los peque-ños y medianos productores frente a los incentivos del mercado, el poco interés por parte de la políti-ca pública para apoyar la produc-ción de maíz en estos sectores y el poder de las corporaciones deli-nean un futuro –ya presente- poco alentador. A esto se suman los dos grandes retos sobresalientes en la agenda “global”: el cambio climá-tico y el abasto futuro de alimentos de la población mundial con base en una agricultura sustentable. En los años recientes, los efectos desastrosos del clima han mostra-do la vulnerabilidad del abasto de maíz dependiente de los campos de Sinaloa, e inclusive de Estados Unidos, donde el medio oeste su-frió severas sequías en 2012.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha declarado que 2014 será el año de la “pequeña agricultura familiar”. Represen-ta un cambio de enfoque en la agenda internacional, que comen-zó con la crisis de 2008. ¿Hasta cuándo el gobierno mexicano va a ignorar la indiscutible necesidad de instrumentar una política de seguridad alimentaria que atienda los problemas globales referentes al clima y el ambiente, a la des-nutrición y malnutrición de parte de la población mexicana y a la exclusión de la población rural que tiene la capacidad de produ-cir alimentos “seguros y nutritivos y que satisfacen sus preferencias alimentarias”? ¿Cuándo la pobla-ción mexicana urbana podrá tener acceso a una tortilla nixtamaliza-da con maíz criollo, en vez de la corporativa-industrial?

La sociedad civil organizada muestra una fuerza creciente y con importantes avances, como muestra la lucha contra la siem-bra de transgénicos, por un lado y el logro del derecho a la alimen-tación a nivel constitucional, por otro. El reto enorme es ejercer y materializar este derecho por par-te de la población, en todos sus frentes.

*Para la historia de las negociacio-nes sobre el capítulo agropecuario desde una perspectiva de los actores, ver el excelente trabajo de Lasala, Narayani, El acuerdo maicero que suscribió México con Estados Unidos en el TLCAN. Tesis de Maestría, Centro de Estudios Internacionales, El Colegio de México, 2003.

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LAS REGIONES FORESTALES DE MÉXICO A 20 AÑOS DEL TLCAN Paulina Deschamps Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible, A.C.

Como resultado de la Revolución de 1910, el Estado mexicano in-corporó en el Artículo

27 de la Constitución el reparto agrario, reconociendo la propie-dad social de la tierra a los ejidos y las comunidades agrarias. Este proceso ha conducido al estableci-miento de regímenes de propiedad social entre el 50 y 80 por ciento de los territorios forestales, siendo habitados por cerca de 13 millones de personas, en su mayoría indí-genas, que mantienen formas de autogobierno local y tradiciones de uso campesino de los recursos.

No obstante, en buena parte del siglo XX el carácter social de las regiones forestales fue poco in-tegrado en las políticas guberna-mentales hacia el sector, las cuales se distinguieron por la centrali-

zación del Estado de los recursos forestales y por la negación de derechos a los campesinos para acceder y aprovechar los recursos de sus bosques. Las concesiones a empresas privadas para el aprove-chamiento, el establecimiento de vedas estrictas y las concesiones paraestatales dejaron fuera del control, decisión y aprovecha-miento a los ejidos y comunidades, produciendo situaciones de acceso abierto, tala ilegal y corrupción.

Además, los métodos extractivos empleados produjeron bosques degradados e impactaron adver-samente a la biodiversidad, lo que permanece hasta hoy en la mayo-ría de las regiones afectadas. Lo anterior derivó en un creciente descontento y movilización de las comunidades y los ejidos contra los efectos sociales y ecológicos nega-

tivos de las concesiones forestales. La respuesta gubernamental fue la paulatina promoción del aprove-chamiento forestal con la participa-ción de ejidos y comunidades, y la proscripción de las concesiones fo-restales en la Ley Forestal de 1986.

A pesar de este impulso al manejo forestal comunitario, la crisis eco-nómica mexicana de los años 80’s derivó en un proceso de apertura comercial que como parte de un contexto económico neoliberal produjo un abandono del campo y del sector forestal, debido a la per-cepción gubernamental de su baja competitividad y de su ineficiencia económica. Es así como la entra-da en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994 reveló a un sec-tor forestal que no contaba con las capacidades indispensables ni con

el apoyo del gobierno para desarro-llar esquemas de competitividad necesarios para obtener beneficios de la apertura comercial.

El periodo de liberalización del sector forestal estuvo acompañado por una fuerte política de expan-sión acelerada de áreas naturales protegidas que, al limitar los de-rechos de las comunidades y los ejidos al acceso y uso de los recur-sos, eliminó incentivos positivos para su conservación por medio del manejo forestal sustentable. Asimismo, se estableció una so-brerregulación para la producción maderable en bosques naturales con el objetivo de destinarlos a la conservación, al considerar erró-neamente que la oportunidad de negocios para el sector forestal mexicano era la importación de materias primas forestales, extra-

yendo recursos naturales ajenos y conservando los propios.

A partir de la puesta en marcha del TLCAN y de la apertura comercial con otros países y regiones, el mer-cado nacional tuvo que enfrentar la entrada de madera barata de Esta-dos Unidos, Canadá y Chile, entre otros. Actualmente, la gran mayoría de las empresas forestales comunita-rias (EFC) en el país no sólo compi-ten con productos forestales baratos subsidiados por diversos países, sino que también carecen de acceso a crédito, innovación tecnológica y de información sobre mercados; cuen-tan con pocos vínculos y entrada a redes comerciales, e incurren en cuantiosos gastos para certificar su buen manejo forestal, lo que las co-loca en una posición de desventaja para su participación en la econo-mía nacional e internacional.

EL TLCAN Y LA CAFETICULTURA MEXICANAFernando Celis Callejas Asesor de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC)

La firma del Tratado de Libre Comercio de Amé-rica del Norte (TLCAN) consolidó el dominio de

un pequeño grupo de trasnaciona-les sobre la comercialización e in-dustrialización del café mexicano.

Hasta julio de 1989 México partici-pó en la Organización Internacional del Café (OIC), integrada por países productores y consumidores. Por medio de ella, se operaba un con-venio que establecía como objetivo central un precio remunerativo para los caficultores, y se definía anual-mente una distribución de cuotas de exportación por país a efecto de mantener una banda de precios en-tre 120 y 140 dólares las 100 libras.

Esto, junto con el aumento de pre-cios del café después de las heladas en Brasil en 1975, llevo a una épo-ca de auge para los productores. En México se tuvo además una fuerte intervención del Estado por medio del Instituto Mexicano del Café (Inmecafé), que llegó a operar has-ta 45 por ciento de la comercializa-ción del aromático. Este organismo establecía un precio de garantía, otorgaba créditos sin muchos requi-sitos, fertilizante y plantas de café; incluso “organizaba” a los produc-tores en figuras sencillas con sólo levantar el acta de una asamblea y la firma de los interesados. Aun cuando el Inmecafé fue un orga-nismo con mucha ineficiencia, to-davía muchos productores añoran esta época que está ligada a mayo-res precios y más certidumbre.

En 1989 el gobierno mexicano fue uno de los principales impulsores del rompimiento del sistema de

cuotas de la OIC, con el argumento de que se podría exportar más café a Estados Unidos (EU). En esa épo-ca se hicieron cálculos alegres de que los precios tendrían una baja no tan fuerte y después se recupe-rarían; en realidad durante cuatro años se tuvieron precios muy bajos.

En los años posteriores el gobierno mexicano rechazó participar en los intentos de los demás países produc-tores por definir nuevas medidas de regulación del comercio mundial del café, y se decía que la negocia-ción del TLCAN acotaba a México.

En las negociaciones del TL-CAN, la Nestlé obtuvo una rápi-da quita de los aranceles para la importación de café verde, pero también negoció un esquema muy proteccionista para impedir la competencia de cafés procesados de otras empresas de EU. Por me-dio de reglas de origen, se impidió la entrada de café tostado y molido de EU, ya que ciento por ciento de-bía ser de contenido regional y en el caso de soluble el 40. Ello, cuan-do en EU, en Hawaii particular-mente, se cultiva muy poco café.

Como resultado de la firma del TLCAN, el gobierno de Zedillo decía que México podría atender la demanda de Estados Unidos, de 20 millones de sacos de café (de 60 kilos) anuales, y se embarcó en un proyecto de renovación de cafeta-les para producir cuando menos 13 millones de sacos en el año 2000.

Con gran desperdicio de recursos fiscales invertidos en ese proyecto, se llegó en el ciclo 1999-2000 a 6.2 millones de sacos (en la época del

Inmecafé se alcanzaron hasta 5.5 millones) y se exportaron 5.3 mi-llones de sacos. México contribuyó con sus mayores exportaciones al derrumbe de los precios interna-cionales del café a partir del 2000, y en marzo de ese año el café mexi-cano se exportaba hasta 23 dólares las 100 libras por debajo de los ni-veles de la Bolsa del café de Nueva York. A las trasnacionales les inte-resaba más vender mayores volú-menes y tener más ganancias y no les preocupó propiciar una mejora en la calidad del café mexicano.

De 2000 a 2004 los productores de café enfrentaron una crisis brutal, con una reducción de sus ingresos de no menos de 70 por ciento, y para el ciclo 2004-05 la producción se había reducido a 3.8 millones de sacos.

Si bien la mayoría de los producto-res no quitó sus cafetales, sí cambió mucho el manejo de su economía familiar: diversificaron sus ingresos

a partir de la migración y otras acti-vidades y ya no le apostaron tanto al café. Para el ciclo 2012-13 tuvimos una producción de 4.3 millones de sacos, menor que el promedio de la década de los 80’s y 90’s.

La nueva situación barrió a los an-tiguos acaparadores de café liga-dos a la dupla PRI-Confederación Nacional Campesina (CNC). La comercialización pasó a manos de trasnacionales como AMSA (ECOM a nivel mundial), Beca-fisa (Volkaffe) y Cafes California (Neumann), que son las tres prin-cipales compradoras de café glo-balmente, y en el consumo nacio-nal se fortaleció a la Nestlé.

Hoy día surge una nueva crisis de bajos precios ante la mayor produc-ción de cafés robustas más baratos de Vietnam y naturales (arábigos no lavados) de Brasil, y el estanca-miento en el consumo en la Unión Europea, EU y Japón derivado de la crisis económica de 2008-09.

Persiste el dominio de la comer-cialización nacional del café por empresas como AMSA California y Becafisa y se ha sumado OLAM (de Singapur) y Dreyfuss, los cin-co mayores compradores a escala mundial, con precios a los produc-tores más castigados que los que pagan en otros países.

Con facilidades dadas por los gobiernos de Fox y Calderón, la Nestlé decidió establecer en Mé-xico la mayor planta del mundo de producción de café soluble, que utiliza principalmente café robusta. Pretende ampliar su par-ticipación en el mercado interno y exportar a EU y otros países, y como en México se produce muy poco café robusta, está aumentan-do sus importaciones, mismas que para el ciclo 2012-13 se calculan en cerca de 1.5 millones de sacos.

Durante los 20 años recientes, el gobierno mexicano ha hecho poco para mejorar las condicio-nes de comercialización del café y para el aumento de un consumo interno de cafés de más calidad. Y se ha desligado de la cooperación internacional en el marco de un mercado global desordenado. En el ciclo 2013-14 se tienen nueva-mente precios muy bajos del café, y han descendido en más de 60 por ciento en dos años.

Muchos piensan que es difícil que buena parte de los productores se sostengan en la producción de café. Desde el gobierno federal ya hay v oces que señalan que hay que reducir en este sexenio el cul-tivo del café de cerca de 700 mil hectáreas a no más de 400 mil.

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EL TPP: TIRO DE GRACIA PARA EL CAMPO MEXICANOVíctor Suárez Carrera Director ejecutivo de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC); twitter: victor_suarez

Dos décadas de Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, 1994-2013)

y sus funestas consecuencias para el campo mexicano parecen haber vacunado al movimiento campesi-no y a los estudiosos del agro res-pecto de la existencia en progreso de otros y mayores peligros como lo son la privatización petrolera y el Acuerdo Transpacífico de Aso-ciación Económica Estratégica (TPP), que amenazan con dar el tiro de gracia a la soberanía ali-mentaria del país y a la perspecti-va de un campo con campesin@s, comunidades rurales y pueblos indígenas, así como con sustenta-bilidad, derechos y dignidad.

Efectivamente, diversas voces en el movimiento campesino nacio-nal argumentan que el TLCAN y la mercadocracia ya no repre-sentan un problema para el sector agroalimentario, toda vez que los mercados agrícolas internaciona-les se encuentran en una fase de precios altos y, por lo tanto, las importaciones de alimentos ya no representan un problema para los productores nacionales.

Los hechos contradicen por completo estas interpretaciones simplistas y pragmáticas dado que la cesión de soberanía en el comercio exterior agroalimenta-rio a favor de las corporaciones trasnacionales ha cancelado, ya sea con precios bajos o con pre-cios altos, toda posibilidad para el establecimiento de una política nacional de largo plazo para la autosuficiencia alimentaria sus-tentable, con base en la pequeña y mediana unidad de producción, que permita el establecimiento de precios remunerativos al produc-tor y proporcione un horizonte de certidumbre en la comercia-lización. En suma, que posibilite una justa valorización del traba-

jo campesino y de la vida rural, así como una nueva relación naturaleza-sociedad-Estado.

A 20 años del TLCAN pareciera que el “libre mercado” y el poder –comercial, económico, financie-ro y político- de los monopolios agroalimentarios ya es parte de nuestra weltanschauung, de nues-tra cosmovisión de lo agroalimen-tario y rural, y que, efectivamente, el neoliberalismo ha obtenido una “victoria cultural” en México.

La mala noticia es que sí hay algo peor que el TLCAN: el TPP, que es un TLCAN recargado que el gobierno de Peña Nieto negocia en la clandestinidad, continuando con los acuerdos del calderonato, y que se pretende concluir y firmar a finales de 2013.

El TPP es un acuerdo vergonzante puesto que ya no se atreven a in-cluir las palabras “libre comercio”

y “privatización”. Dos décadas de fracasos sistemáticos y promesas incumplidas del TLCAN han sido suficientes para desconti-nuar el uso de dichos términos y sustituirlos por eufemismos ta-les como “asociación económica estratégica” y “modernización”, respectivamente.

El TPP obedece a una iniciati-va estadounidense de carácter geopolítico y geoeconómico de múltiples alcances. Por un lado, busca eludir a la Organización Mundial de Comercio (OMC) con TLCs con países incondi-cionales, toda vez que en los tres lustros recientes dicho organismo multilateral no se ha plegado ple-namente a sus intereses. Por otro, ante el fracaso del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y el avance de los proce-sos autónomos de integración de los países sudamericanos (Merco-sur, Unasur, Banco del Sur), Esta-

dos Unidos (EU) crea la Alianza del Pacífico con Chile, Colombia, Perú y México y la participación de éstos en el TPP. Asimismo, el TPP tiene la finalidad de aislar a China y obstaculizar el proceso de integración económica de los paí-ses asiáticos sin EU (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, ASEAN).

Los países que están negociando el TPP son: EU, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Vietnam, Mala-sia, Singapur, Brunei, Perú, Chile y México. Japón y Tailandia están en proceso de incorporación.

El proceso del TPP inició en 2005 y después de 14 rondas de nego-ciación nuestro país se incorpora en junio de 2012 a “invitación” de Obama a Calderón en la Cumbre de Grupo de los 20 de Los Cabos. Un principio de la negociación es que todo se negocia y nada se ex-cluye y que los países que se van incorporando al proceso aceptan tal cual todo lo negociado en las rondas previas. Sin embargo, cabe resaltar que el gobierno japonés tiene un mandato de su congreso de excluir al sector agropecuario de toda negociación en el TPP, si bien no hay un capítulo agro-pecuario propiamente dicho y los textos en proceso de negociación no son conocidos.

El TPP busca profundizar el TLCAN y superar los límites que no pudieron ser salvados en dicho acuerdo: liberalización comercial total, libertad y protección absolu-ta a inversiones extranjeras, tribu-nales independientes para dirimir controversias entre Estados y cor-poraciones, ampliación de la pro-tección a la propiedad intelectual y en especial extensión de la vigen-cia de las patentes principalmente farmacéuticas, reglas de reproduc-

ción y copia en internet (copyright, ACTA), ningún sector se excluye.

Para el sector agroalimentario mexicano, el TPP+TLCAN im-plicaría pasar de 42 por ciento de dependencia alimentaria a 80 en el próximo decenio.

La rama cafetalera estaría amenaza-da por la libre importación de café robusta proveniente de Vietnam. Bajo la nestlización de la política cafetalera, nuestro país avanzaría hacia la “robustización” de su sec-tor cafetalero afectando a cientos de miles de pequeños productores indígenas de café arábiga de altura.

La rama de lácteos se vería afecta-da severamente por la libre impor-tación de leche en polvo, quesos y otros derivados. Al respecto baste mencionar que los productores lecheros estadounidenses asumen que quedarán fuera del mercado si se concreta el TPP.

Por lo que hace a los cárnicos, ve-rán afectada su participación en el mercado nacional por las im-portaciones de Australia y Nueva Zelanda.

Para los arroceros, las amenazas para completar la dependencia to-tal de las importaciones provienen de la libre importación de Viet-nam y de Tailandia, en su caso. Y para la producción de trigo, los riesgos estarían por el lado de las importaciones provenientes de Australia.

Como se observa, el TPP represen-ta el tiro de gracia para el campo mexicano, dado que completaría el proceso de pérdida de soberanía alimentaria y abandono del cam-po llevado a cabo por el TLCAN y las políticas gubernamentales nacionales.

Es urgente romper con el se-cretismo de las negociaciones gubernamentales, promover una deliberación pública abierta y asumir que 20 años del TLCAN son suficientes para frenar el TPP. Asimismo, es ineludible que el tema sea parte de la agenda de cambios de la política agroa-limentaria y rural que enarbolan las organizaciones campesinas autónomas.

Las recientes modificaciones constitucionales en favor de los derechos humanos y su primacía sobre los tratados comerciales, la elevación del derecho a la alimen-tación a rango constitucional así como otros derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, constituyen nuevas herramientas de lucha y resistencia contra el TPP en particular y contra las po-líticas neoliberales hacia el campo en general.

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EL ACUERDO TRANSPACÍFICO: UN TLC RECARGADOAlberto Arroyo Picard Investigador UAM-I y miembro de la coordinación colectiva de la Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio (RMALC)

1.- No se aprende. México tiene acuerdos de liberalización econó-mica con 57 países a nivel inter-nacional. Lo menos que se le debe exigir al gobierno mexicano es que haga caso de los múltiples balan-ces serios e independientes de los resultados de dichos Tratados de Libre Comercio (TLCs). La reali-dad exige cambiar el rumbo y no embarcarnos en un nuevo acuerdo que profundiza todos los conocidos.

2.- Origen del Acuerdo Transpa-cífico de Asociación Económica (TTP). México solicitó sin consul-tar, ni siquiera al Senado, menos al pueblo, su incorporación a las ne-gociaciones de este nuevo tratado en noviembre de 2011. Los países ya incorporados a la negociación sí realizaron consultas sobre acep-tar la solicitud de México y casi un año después, y con condiciones de las que hablaremos más adelante, el 8 de octubre de 2012, le comu-nicaron a México su aceptación oficial en la negociación del TTP.

El TTP se firmó originalmente en 2006 entre cuatro países (Singapur, Nueva Zelanda, Chile y Brunei). Estados Unidos se incorporó en 2008 agregando obligaciones sobre inversiones y servicios financieros, y después se invitó a otros países (Australia, Perú y Vietnam). Actual-mente participan 12 países: Brunei, Australia, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur, Vietnam, Estados Uni-dos, Canadá, México, Chile, Perú y recientemente se incorporó Japón. Han manifestado sus intenciones de incorporarse, entre otros, Costa Rica, Panamá y Corea del Sur.

3.- Condiciones impuestas a Mé-xico. Es importante destacar que México se incorporó cuando la negociación ya estaba muy avan-zada (desde noviembre de 2011 hay

un marco de acuerdo, aunque se mantiene en secreto) y le impu-sieron una serie de condiciones de las que destaco sólo dos expre-sadas por la poderosa Asociación de Industriales de Estados Unidos (NAM, por sus siglas en inglés):

a) “… aceptar el texto ya acordado por los negociadores de los nueve países originales y no reabrir esos capítulos…”

Es decir, se trata de una adhesión y no propiamente de una negocia-ción. México informó al Senado que iniciaría negociaciones, y no como debió haberlo hecho, ape-gándose a la legislación aplicable, haber entregado el texto consoli-dado del estado de la negociación para que fuera ratificado por la Cámara de Senadores.

b) “Los países deben comprome-terse a un acuerdo global sin ex-clusiones a priori”.

Es decir que no plantee excepcio-nes o exclusiones (léase lo que le prohíbe la Constitución). Esta es una de las razones por las que Peña Nieto propone la reforma constitucional en materia energé-tica. México acepta esta condición a diferencia de Japón que, antes de aceptar entrar al grupo, negocia sectores que excluirá.

Si se consuma la intención de Peña Nieto de reformar los Artí-culos 27 y 28 constitucionales, el petróleo y la electricidad entrarán a las obligaciones pactadas en los TLCs. Lo anterior es expresamen-te legislado en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) al decir:

“…en la medida en que una Parte permita realizar una inversión en

una actividad establecida en el Ane-xo III o en el Anexo 602.3 (anexos que enlistan las actividades que son exclusivas del TLCAN), tal inversión estará cubierta por la pro-tección del Capítulo XI, Inversión” (Nota dos referente al Artículo 1101, ámbito del capítulo de inversiones, y al anexo 602.3 que marca las excep-ciones en el capítulo sobre energía).

Ello implica muchas cosas, pero destaquemos al menos las tres siguientes:

-Los monopolios globales de la energía tendrían trato nacional, es

decir competirían en igualdad de condiciones con Pemex y la Comi-sión Federal de Electricidad (CFE). No es verdad que estas empresas estatales licitarían sólo lo que con-sideren; estarían obligadas a abrir a licitación internacional práctica-mente todos sus contratos y com-pras públicas y podrían perderlos.

-Los inversionistas extranjeros en este estratégico sector adquieren todos los derechos que les dan los TLCs. Entre ellos demandarnos en tribunales de arbitraje fuera del país. Por ejemplo, si México modifica un contrato, o incluso define una política pública que los inversionistas extranjeros con-sideran que afectará sus ganan-cias, nos pueden demandar por la llamada �expropiación indirecta� (se considera una expropiación de las ganancias �esperadas cuando decidieron invertir”, y como toda expropiación hay que pagarla). ¿En estas condiciones se atreve a hablar el gobierno de que conser-va la soberanía?

-Los TLCs y peor el TTP con-vierten estas reformas legalmen-te en casi irreversibles. Incluso si nos atreviéramos a salirnos de los TLCs, estos prevén que manten-drían su vigencia al menos diez años más. Es inviable lo que plan-tea Cuauhtémoc Cárdenas, de que en la eventualidad de que seamos derrotaros y se consumen los cam-bios del 27 y 28 constitucionales, podamos revertirlo en una consul-ta vinculante en el 2015. Habría múltiples elementos en los TLCs que les permitiría demandarnos.

Hay que preguntarnos qué más se pactará en esta materia en el TTP. ¿Acaso la llamada cláusula de abasto seguro, de la que Méxi-co se excluyó en el TLCAN? Esta cláusula obliga a Canadá a mante-ner constante el porcentaje de su plataforma petrolera de exporta-ción que vende a Estados Unidos. Esto implica que si por alguna razón disminuye la extracción de petróleo, hay que mantener el porcentaje de dicho petróleo que se exporta a Estados Unidos y ello podría implicar que importe pe-tróleo para su propio consumo.

Lo que es claro es que Estados Unidos quiere aprovechar la ne-gociación del TTP para lograr en materia energética lo que no se pudo con el TLCAN. Los asesores del Congreso de Estados Unidos lo dicen expresamente:

“Las negociaciones del TPP pue-den proporcionar un espacio para abordar cuestiones adicionales, tales como el reconsiderar la ex-clusión en México de la inver-sión extranjera en su industria petrolera�.

4.- La estrategia geopolítica-económica estadounidense de la cual forma parte el TTP. Esta estrategia se puede vislumbrar en un documento de los asesores del Congreso de Estados Unidos del que entresacamos algunas de sus ideas principales.

Se trata de un acuerdo que pro-gresivamente vaya incorporando a nuevos países, pero los invitados iniciales deben ser gobiernos ab-solutamente convencidos de las bondades del libre comercio para poder avanzar.

La forma de negociar el TTP surge de una evaluación implí-cita de que las dificultades de la fallida Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y de la estancada Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comer-cio (OMC) se debe a que en ella han estado países �no convencidos� y ello impide avanzar o llegar a acuerdos más profundamente liberalizadores. Con el TTP en cambio, se pretende acordar entre los países afines al libre comercio para buscar un acuerdo que no deje sectores protegidos, incorpo-rar nuevas disciplinas en materia de competencia, papel del Estado y las compras públicas, inversiones y propiedad intelectual, y, una vez concluido, se invitaría a todo el que quiera adherirse sin modifi-car lo ya acordado. Incluso llegan a decir que quizá es la forma de destrabar o a largo plazo sustituir a la OMC.

Por otra parte, en la visión de Esta-dos Unidos, el TTP no sólo

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LA REFORMA AL ARTÍCULO 27 Y LA REVOLUCIÓN DE LOS RICOSFrancisco López Bárcenas

La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TL-CAN) concretada hace

20 años culminó una serie de medidas que desde décadas atrás se venían realizando en la “revo-lución de los ricos”, como Carlos Tello y Jorge Ibarra denominan a la etapa neoliberal del capita-lismo mundial, en una obra que publicaron el año pasado.

Un año antes de este aconteci-miento, el 6 de enero de 1992, se publicaron en el Diario Oficial de la Federación las reformas al Artículo 27 constitucional, para permitir la privatización de las tierras ejidales y comu-nales, y legalizar la entrada del capital privado en ellas. Esas re-formas fueron de tal magnitud que implicaron el rompimiento del pacto social plasmado en la Constitución Federal de 1917 y afectaron profundamente la pro-piedad de los recursos naturales, incluidos la tierra, el agua, los bosques y la minería.

Ya desde febrero de 1971 la di-putación panista de la XLII Le-gislatura haría propuesto trans-formar el ejido en propiedad limitada, permitir la asociación de pequeños propietarios con capitalistas privados, y declarar el fin del reparto agrario y crear tribunales que lo finiquitaran. Entonces, esas propuestas mere-cieron el rechazo priista y hasta un ataque del ala de la Confe-deración Nacional Campesina (CNC) contra algunos diputados panistas que las impulsaban, en-tre ellos los hermanos Álvaro y Diego Fernández de Ceballos.

La iniciativa panista no tuvo éxito pero la demanda empresarial para lograr la reforma persistió… desde el gobierno priista. En 1979 el en-tonces presidente José López Porti-llo envió al Congreso de la Unión la iniciativa de Ley de Fomento Agropecuario, que fue aprobada el 27 de diciembre de 1980. En ella, por primera vez en la historia del siglo XX, se admitió la firma de contratos entre propietarios capita-

listas y ejidos, lo que permitía a los primeros el aprovechamiento de las tierras de los segundos. La re-forma era un avance pero no satis-fizo a los empresarios, que inicia-ron una embestida para conseguir sus propósitos. En 1984 crearon el Consejo Nacional Agropecuario (CNA), aglutinando a las asocia-ciones agrícolas, agroindustriales y ganaderas de corte empresarial, cuyo logro más visible fueron los 293 mil 884 certificados de inafec-tabilidad que Miguel de la Madrid les entregó. Cifra considerable si se compara con los 193 mil 97 que hasta el sexenio anterior se habían entregado.

En 1988, cuando iniciaba el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, los miembros del CNA sostenían que la modernización del campo requería finalizar el reparto agrario, rediseñar el ejido para permitir su capitalización y combatir el minifundio con los mismos fines. Para 1990 reco-mendaban eliminar del cuerpo de la ley los apartados que habían fundamentado jurídicamente el reparto agrario, flexibilizar el sistema ejidal con una clara y sostenida tendencia a la priva-tización y reconocer el derecho del ejidatario a arrendar su tierra. Cuando Salinas presentó su ini-ciativa de reforma del Artículo 27 constitucional recogió sustan-cialmente los mismos propósitos: terminar el reparto agrario, dar seguridad jurídica a la tenencia de la tierra y permitir el arrenda-miento y venta de la tierra para capitalizarla. Así se preparaba el despojo a los ejidos para conver-tir su patrimonio, hasta entonces colectivo, en propiedad privada.

Con la reforma del Artículo 27, se abrió la puerta al TLCAN, y se concretó el trazado para despojar a México de sus recursos naturales. Si bien desde antes el sistema jurí-dico ya permitía que las empresas

trasnacionales se apropiaran de la riqueza natural del país sin pro-blema, el Tratado borró aspectos claves de la soberanía nacional, como la cláusula Calvo, punto cla-ve de la protección de la soberanía de los Estados. Y bajo el rubro de protección a la inversión extran-jera del Capítulo 11 del TLCAN, el Estado mexicano renunció a su derecho soberano de someter a juicio a las trasnacionales si no se ajustaban a las normas del país.

Con base en la reforma al 27 y en disposiciones del TLCAN, se re-formaron varias leyes enfocadas a crear el entramado institucional y normativo que necesitaban para sustentar el nuevo sistema de acu-mulación y despojo. Destacan la Ley Minera, la Ley General de Bienes Nacionales, la Ley Agraria, la Ley General de Equilibrio Eco-lógico y Protección al Ambiente, la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos, la Ley de Aguas Nacionales, la Ley Federal de Derechos, la Ley de In-versión Extranjera y el Código Civil y los reglamentos de varias de ellas.

Con base en estas reformas, tie-rras que antes producían alimen-tos para los mexicanos, han sido adquiridas o arrendadas por los capitalistas para la siembra de pro-ductos de exportación, proyectos turísticos o inmobiliarios; los re-cursos mineros, que antes fueron de los mexicanos, están en poder de trasnacionales, principalmente canadienses; el agua, indispensa-ble para la vida, está yendo a parar a empresas privadas que la con-vierten en mercancía; los recursos genéticos contenidos en la biodi-versidad nacional, así como el co-nocimiento tradicional asociado a ellos, corren la misma suerte; los campesinos y pueblos indígenas están perdiendo en control de sus tierras y territorios por la vía de creación de Aéreas Naturales Pro-tegidas y los servicios ambientales.

La revolución de los ricos está en pleno apogeo. Está pendiente una reforma constitucional que permi-ta la entrega de las playas a los ex-tranjeros, junto con otra a la Ley Agraria para volver más fácil la conversión de las tierras ejidales. Pero la más agresiva es la reforma energética y petrolera propuesta por el presidente de la República. Todo indica que esta revolución sólo podrá ser detenida por movi-lizaciones populares organizadas, pero además alejadas de los círcu-los institucionales de poder, don-de toda lucha reivindicativa termi-na en negociaciones que llena los bolsillos de los dirigentes mientras el despojo a los mexicanos y al país sigue adelante.

busca penetrar con sus ex-portaciones e inversiones la región más dinámica del mundo actual, sino también hacerle contrapeso, en su propia región, a China.

El proceso del TTP está estrecha-mente vinculado al de la llamada Alianza del Pacífico. Esta alianza es una iniciativa de integración regio-nal conformada por Chile, Colom-bia, México y Perú, creada el 28 de abril de 2011, en la que homologan y profundizan los TLCs bilaterales que han firmado. Estados Uni-dos y una creciente lista de países ya están en la lista de espera para entrar. Especialmente peligroso es que están jalando a Uruguay y Para-guay del Mercado Común del Sur (Mercosur), y a Ecuador, República Dominicana y Nicaragua, que son parte de la Alianza Bolivariana para América (Alba), y con ello dividir y obstaculizar los esfuerzos de una integración diferente.

En síntesis, con la Alianza del Pa-cífico Estados Unidos busca con-solidar el bloque de países afectos al libre comercio y sobre los que aún tiene una hegemonía, pero a la vez dividir los bloques que buscan una integración distinta. Posteriormente Estados Unidos buscará que los agrupados en la Alianza del Pacífico se adhieran al TTP que es el TLC más ambicio-so del que se tenga registro.

5.- Conclusión o tareas. Hoy hay creciente conciencia de que el mo-delo del libre comercio e inversión no sólo ha fallado en dar los frutos prometidos, sino que en la medida en que se ha consolidado en legis-lación supranacional, impide a los países buscar caminos distintos. Esta conciencia ya no es únicamen-te del movimiento social globali-zado, sino de gobiernos en nuestro continente y en el mundo. Con diversos grados de congruencia y radicalidad es el caso de procesos como el Mercosur, Unión de Na-ciones Suramericanas (Unasur) y Alba, pero también de Sur África y la India, que están buscando rene-gociar o romper los acuerdos de li-bre comercio y los tratados de inver-sión. El actual gobierno mexicano se mantiene ajeno a estos procesos y dando pasos en camino contrario.

En lo inmediato hay que exigir transparencia y divulgación sobre el contenido de lo que se está ne-gociando en el TTP y demandar al Senado Mexicano que ejerza sus facultades en materia de polí-tica exterior.

Hay que socializar los peligros del TTP e impulsar la organización, tanto nacional como internacio-nal, para enfrentar este proceso. El balance de resultados a 20 años del TLCAN y 30 de neoliberalis-mo en México debe servir como un insumo en este proceso de re-sistencia. Los 20 años del TLCAN nos dan suficientes razones para decir no al TTP.

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LUCES Y SOMBRAS: 20 AÑOS DESPUÉS DE LAS REFORMAS DE 1992 AL MARCO LEGAL AGRARIO Héctor M. Robles Berlanga

Se cumplieron 20 años de las reformas de 1992 al Artículo 27 constitu-cional, lo que permite

identificar varios cambios que distinguen actualmente el campo mexicano. Estos cambios no se deben sólo a las reformas al marco legal agrario, sino también a mo-dificaciones estructurales que se llevaron a cabo en nuestro país en las tres décadas recientes, en es-pecial lo que significó la apertura mercantil con la firma del Trata-do de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la retirada del Estado en las actividades agro-pecuarias y forestales.

1.- Las modificaciones a la legis-lación agraria tenían cinco pro-pósitos: dar certidumbre al cam-po mediante el fin del reparto agrario, revertir el minifundio, capitalizar el campo, promover la organización y asociación produc-tiva y la circulación de la tierra. Ahora se puede decir que si bien concluyó el reparto de tierras bajo la responsabilidad del Estado, se dio un reparto social de tierras, lo que provocó que en tres lustros accedieran a las tierras ejidales y comunales 2.1 millones de nuevos titulares; el tamaño de la parcela disminuyó de 9.1 a 7.5 hectáreas por sujeto, por lo que en este mo-mento el minifundio es la unidad de producción más difundida en el campo mexicano.

Asimismo, se incrementó el nú-mero de organizaciones de primer grado y disminuyeron las de se-gundo grado, con lo que se limitan las posibilidades de generar econo-mías de mayor escala; actualmen-te, de acuerdo con la información censal, los ejidos y las comunida-des se encuentran menos tecni-ficados y por lo tanto enfrentan mayores dificultades para insertar-se en la economía global. Y se ex-tendieron dos nuevos fenómenos

en el campo mexicano: la femini-zación, con un millón 165 nuevas titulares de tierra, y la migración, pues en cerca de 13 mil núcleos agrarios no hay permanencia de la mayoría de los jóvenes.

Sumado a estos resultados, ahora encontramos una gran diferen-ciación en los núcleos agrarios: en un mismo ejido podemos en-contrar ejidatarios con tierras de uso común (TUC), parceladas y su solar; ejidatarios con sólo TUC o sólo con tierras parceladas; po-sesionarios con certificados par-celarios; avecindados con títulos otorgados por el Programa de Certificación de Derechos Ejida-les y Solares Urbanos (Procede), y avecindados sin títulos.

2.- Uno de los temas que más preocupó de las reformas de 1992 era que las tierras de los ejidos y las comunidades se vendieran o se rentaran. Al analizar los resul-tados del IX Censo Ejidal 2007 se observó que en dos de cada tres nú-cleos agrarios hay ventas de tierras; en el 82.4 por ciento de los ejidos en donde se reportó circulación de la tierra, ésta se dio entre los pro-pios miembros del ejido y en un

54.1 por ciento las transacciones se dieron con personas ajenas al ejido.

En los diez años recientes, la compra venta de tierras involucró tres millones 97 mil hectáreas. Si agrupamos la venta de tierras con los contratos que involucran el usufructo de la tierra (renta, aparcería y préstamo de tierras), dominio pleno y conformación de sociedades mercantiles, nos dan 11 millones 553 mil hectáreas, cifra nada despreciable, que representa 6.5 por ciento de la superficie rús-tica y 36.7 de la laborable del país. En síntesis, cuatro de cada diez hectáreas fueron transmitidas a terceras personas (derechos direc-tos) o cambiaron de régimen de propiedad, mientras que las otras seis hectáreas fueron dadas sólo en usufructo (derechos indirectos).

3.- Recientemente la Organiza-ción de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) realizó un estudio en 17 países sobre las Dinámicas en el mercado de la tierra en América Latina. El objetivo era analizar antecedentes que muestren la di-námica del mercado de la tierra en la región, que conduce, en

determinados casos, a procesos de concentración y de extranjeriza-ción de la tierra.

En el estudio de caso de México se reportan las siguientes conclu-siones: a) la vía para concentrar tie-rras en México no es por medio del mercado de tierras, sino mediante el control de los procesos produc-tivos; b) si bien la agroindustria existía desde hace muchos años, su crecimiento y consolidación se da a partir de la implementación de las reformas estructurales en los años 80’s; c) este proceso da lugar a la concentración y polarización. Por un lado, las agro-empresas concentran grandes volúmenes de producción, procesan y comer-cializan, especialmente para el mercado internacional, y obtienen las mayores ganancias. Por otro lado, vemos una gran cantidad de pequeños productores que viven al día; d) no sólo se está dando un proceso de concentración de tierras de manera indirecta, sino también, cada día son menos las empresas que participan de la glo-balización; e) en la compra e in-dustrialización de maíz sobresalen seis empresas; en caña de azúcar, 12 grupos industriales; hortalizas,

22; frutas, seis; café, cinco; cebada, dos; tequila, cuatro; tabaco, tres; producción avícola, tres, y leche, cinco empresas; f) varias de estas empresas participan en distintos sectores, por ejemplo, la Nestlé tie-ne una participación importante en leche, café, hortalizas y frutas; Cargill, en granos, producción de aves y hortalizas; Herdez, en frutas y hortalizas, por mencionar algu-nas empresas; g) estas agroindus-trias tienen el control productivo de una superficie de 3.9 millones de hectáreas, sin considerar la su-perficie de granos básicos y

Comparativo propiedad ejidal versus privada

CARACTERÍSTICA EJIDAL PRIVADA CARACTERÍSTICA EJIDAL PRIVADAEdad (Promedio años) 55,5 56 Pérdida por cues ones climá cas % 80,3 76,8Promedio erras de labor (ha) 6,6 11,9 Alto costo de insumos y servicios % 32,4 33,1Tierras de labor % 16,6 16,4 Di cil acceso al crédito % 22,7 20,0Hasta 5 hectáreas % 66,8 72,7 Ac vidad agropecuaria o forestal % 82,4 77,2Sujetos con un solo predio % 67,6 80,8 Apoyo gubernamental % 9,7 7,1Superfi cie de riego % 14,6 20,4 Mujeres % 15,7 16,5Sólo u lizan tracción mecánica % 31,0 26,0 Hablantes de lengua indígena % 27,6 24,6Sólo u lizan herramientas manuales % 34,0 36,0 Sin escolaridad % 38,1 37Que venden al extranjero % 0,1 0,1 Primaria % 76,7 72,5Venden local, regional o nacional % 60,2 55,7 Agua entubada % 77,7 75,6Con crédito y seguro % 4,6 2,8 Drenaje conectado a una fosa sép ca % 28,7 31,8 Ac vidad agrícola principal ac vidad % 88,7 84,1 Energía eléctrica % 93,4 93,3

Fuente: elaborado con información del INEGI. VII Censo Agrícola y Ganadero 2007

Distribución de la tierra en América

Fuente: elaborado por Robles a partir de los censos agropecuarios y documentos de FAO y BM.

Las modifi caciones a

la legislación agraria

tenían cinco propósitos:

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EL IMPACTO DEL TLCAN EN LOS TRABAJADORES DE ESTADOS UNIDOSJeff Faux Fundador y actual miembro distinguido del Economic Policy Institute, en Washington DC. Su libro más reciente es The Servant Economy

El Tratado de Libre Co-mercio de América del Norte (TLCAN) fue la puerta por la cual los

trabajadores estadounidenses fue-ron empujados para entrar al mer-cado laboral neoliberal global.

Al establecer el principio de que las empresas estadounidenses podrían trasladar su producción a otros lugares desde los cuales vender de nuevo a Estados Uni-dos (EU), el TLCAN socavó el poder de negociación de los tra-bajadores, el cual había impulsa-do la expansión de la clase me-dia desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El resultado ha sido 20 años de estancamiento de los salarios y la redistribución ha-cia arriba del ingreso, la riqueza y el poder político.

El TLCAN ha afectado a los trabajadores de EU de cuatro maneras. Primera: cuando la producción se trasladó a México, causó la pérdida de unos 700 mil puestos de trabajo, sobre todo en California, Texas, Michigan y otros estados donde se concen-tran las manufacturas –y a los cuales llegan muchos inmigran-tes desde México-. Sin duda, se crearon algunos empleos a lo largo de la frontera en los sec-tores de servicios y de ventas al menudeo, como resultado de un mayor tránsito camionero, pero estas ganancias son pequeñas en relación con la pérdida, y se en-cuentran en ocupaciones peor re-muneradas. La gran mayoría de los trabajadores que han perdido puestos de trabajo a causa del TLCAN sufrieron un desplome permanente de sus ingresos.

Segunda: el TLCAN fortaleció la capacidad de los empleadores

en EU para obligar a los traba-jadores a aceptar salarios y pres-taciones más bajos. En cuanto el TLCAN fue firmado, los ad-ministradores de las empresas comenzaron a decir a sus traba-jadores que éstas se trasladarían a México a menos de que bajara el costo de mano de obra. En me-dio de las negociaciones colecti-vas con los sindicatos, algunas compañías incluso empezaron a cargar maquinaria en camiones diciendo que se irían a México. Las mismas amenazas se utili-zaron para combatir los esfuer-zos de organización sindical. El mensaje era: “Si usted vota en un sindicato nos mudaremos al lado sur de la frontera”.

Tercera: el efecto destructivo del TLCAN en la agricultura y en pequeñas empresas mexi-canas dislocó a varios millones de trabajadores mexicanos y sus familias, y fue una razón princi-pal del espectacular aumento de indocumentados en el mercado laboral de EU. Esto ha incidido en una presión a la baja para los salarios estadounidenses, espe-cialmente en la mano de obra menos calificada que de por sí ya sufría de baja paga.

Cuarta, y la más importante: el TLCAN ha sido el modelo para las reglas de la nueva economía

mundial, en que los beneficios se trasladan al capital y los costos al trabajo. La clase gobernante de EU –en alianza con las élites financieras de sus socios comer-ciales- aplicaron los principios del TLCAN a la Organización Mundial del Comercio y a las po-líticas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, así como al acuerdo que permitió que los empleadores de la gran oferta de trabajo de bajos salarios de China accedieran a los mer-cados de EU a cambio de que las corporaciones multinacionales estadounidenses tuvieran dere-cho a invertir en su país.

La doctrina del TLCAN de socia-lismo para el capital y libre merca-do para la mano de obra también condujo la política de EU en la crisis del peso mexicano de 1994 y 1995, la crisis financiera asiática de 1997 y el colapso financiero mun-dial de 2008. En cada caso, el go-bierno de EU organizó el rescate de los bancos y de los inversionis-tas corporativos del mundo, y dejó en cambio que los trabajadores se valieran por sí mismos.

En términos políticos, en EU la aprobación del TLCAN mostró que el Partido Demócrata, con-siderado el lado “progresista” del sistema bipartidista del país, había aceptado la ideología eco-nómica reaccionaria de Ronald Reagan. Un “Acuerdo de Améri-ca del Norte” fue propuesto por primera vez por el republicano Reagan en 1979, un año antes de ser elegido presidente. Una déca-da más tarde, su sucesor George H. W. Bush, negoció el acuerdo final con México y Canadá.

Los demócratas que controlaban el Congreso no aprobaban el

acuerdo, y cuando el demócrata Bill Clinton fue elegido presiden-te en 1992, se dio por hecho que el péndulo político podría ale-jarse de la derecha y que, por lo tanto, el TLCAN nunca pasaría. Pero Clinton se rodeó de asesores económicos de Wall Street, y en su primer año impulsó la aproba-ción del TLCAN en el Congreso.

A pesar de la retórica, el obje-tivo central del TLCAN no era “la expansión del comercio”. El propósito central del TLCAN era liberar a las corporaciones estadounidenses de las leyes que protegen a los trabajadores y al medio ambiente. Además, se allanó el camino para el resto de la agenda neoliberal en EU: la privatización de los servicios públicos, la desregulación de las finanzas y la destrucción del mo-vimiento sindical independiente.

El resultado inevitable fue soca-var las condiciones de vida de los trabajadores en toda América del Norte. Los salarios y las presta-ciones se han quedado atrás de la productividad de los trabajadores en los tres países. Por otra par-te, a pesar de la disminución de los salarios en Estados Unidos, la brecha salarial entre el traba-jador mexicano típico y el esta-dounidense típico en la industria manufacturera sigue siendo la misma. Incluso después de hacer ajustes por diferencias en el costo de vida, los mexicanos siguen ga-nando alrededor de 30 por ciento de los salarios de sus homólogos de EU. Por lo tanto, el TLCAN es a la vez símbolo y esencia de la “carrera hacia el fondo” global.

En América del Norte hay dos estrategias políticas alternativas para el cambio. Una de ellas es la derogación. El TLCAN le da a cada país el derecho a salirse del acuerdo. Pero las economías y las poblaciones de los tres paí-ses se han vuelto tan integradas que una “desintegración” podría causar un desplazamiento gene-ralizado, desempleo y una caída sustancial en los niveles de vida.

La otra opción es construir un movimiento político transfron-terizo para reescribir el TLCAN de una manera que dé a ciudada-nos comunes derechos y protec-ciones laborales al menos iguales a los privilegios actuales que se dan a los inversionistas corpora-tivos. Obviamente, esto no será fácil. Pero ya se ha establecido una base por la creciente colabo-ración entre inmigrantes, sindi-calistas, defensores de derechos humanos y otras organizaciones de activistas en los tres países.

la asociada a la ganadería. Estimaciones conservadoras ha-blan de que estás empresas contro-lan 25 por ciento de las mejores tie-rras del país y más de 80 por ciento de la producción agropecuaria.

4.- Para darnos una idea de cuál es la situación de la concentra-ción de la tierra en México den-tro del contexto latinoamericano, se presenta el índice de Gini por país. En América Latina existen grandes desigualdades en la dis-tribución de la tierra, el índice de la distribución de la tenencia de la tierra en el continente es de 0.81 por ciento, el más alto en el mundo. En el continente los productores que tienen menos de diez hectáreas representan 70.78 por ciento y poseen 4.31 por ciento de la superficie, con un promedio de 2.65 hectáreas; los productores que tienen entre diez y menos de cien hectáreas representan 24.08 por ciento del total y ocupan el 13.53 por ciento con predios pro-medios de 24.43 hectáreas; los pro-ductores que están en un rango de cien a menos de mil hectáreas son el 4.4 por ciento y poseen el 29.20 de la superficie con predios promedios de 288.45 hectáreas, y los que tienen mil hectáreas o más representan el 0.73 por ciento y son dueños del 52.96 por ciento con predios promedios de tres mil 150 hectáreas. En este contexto, México, Perú y Bolivia son los paí-ses menos desiguales en la distri-bución de la tierra.

5.- Algunas opiniones sobre las re-formas de 1992 eran que se queda-ron cortas y que deberían de per-mitir la privatización de los ejidos como solución a los problemas del campo. Incluso esta percepción sigue presente y se han promovi-do iniciativas de ley para facilitar adoptar el dominio pleno en los núcleos agrarios porque se con-sidera que las dos formas de te-nencia de la tierra son diametral-mente distintas. Esta afirmación no corresponde a la realidad; se puede decir que la mayoría de los propietarios privados se encuen-tran en una situación económica y social igual o más desfavorable que los ejidatarios y comuneros. La anterior afirmación se puede observar cuando se comparan distintas variables por régimen de tenencia de la tierra del VII Censo Agrícola Ganadero 2007: edad, promedio de tierras de la-bor, tamaño de predio, disponi-bilidad de riego, tipo de tracción utilizada, porcentaje de los que venden al extranjero, propietarios que cuentan con crédito y seguro, problemática, número de mujeres propietarias de tierra, hablantes de lengua indígena y escolaridad. Una vez revisados los datos, pode-mos afirmar que la respuesta a la problemática del campo mexica-no no debe de estar condiciona-da al régimen de tenencia de la tierra. Tanto la propiedad privada como la ejidal son vigentes.

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TLCAN Y LOS AGRICULTORES DE ESTADOS UNIDOS Karen Hansen-Kuhn Internacional Program Director, Instituto for Agriculture and Trade Policy (IATP)

Una de las historias más claras de la experiencia del Tratado de Libre Comercio de América

del Norte (TLCAN) es la devasta-ción causada en el campo mexica-no por un aumento masivo de las importaciones de maíz barato de Estados Unidos (EU). Pero el que los agricultores mexicanos, espe-cialmente los de pequeña escala, sean perdedores debido al Tratado, no significa que los agricultores es-tadounidenses sean ganadores.

Los precios de los productos del campo han estado en una monta-ña rusa, con volatilidad extrema causada por las injustas políticas agrícolas, la especulación teme-raria desregulada y el aumento de las sequías y otros tipos de fenóme-

nos climáticos. Cada vez que los precios tuvieron su viaje aterrador hacia abajo, muchos productores agrícolas pequeños y medianos se vieron obligados a declararse en bancarrota, y la concentración de la propiedad de la tierra y la pro-ducción agrícola creció.

Es difícil separar los efectos del TLCAN de otro gran cambio en la política agrícola de EU, la Ley Agrícola o Farm Bill de 1996, que puso en marcha un cambio de gestión de la oferta y los mercados regulados a una política de “sea grande o sálgase”. Los agriculto-res fueron animados a aumentar la producción con la promesa de ampliación de los mercados de exportación, incluyendo México. Pero, casi inmediatamente, el fra-

caso de esta política fue evidente, ya que los precios de las materias primas cayeron como una piedra, y el Congreso recurrió a los pagos “de emergencia”, que más tarde volvieron a ser codificados como subsidios agrícolas, para arreglar el lío y mantener a flote las econo-mías rurales.

Luego, cuando la nueva demanda de los agrocombustibles aumen-tó los requerimientos de maíz, y los inversionistas huyeron de los mercados hipotecarios fracasados para especular en los granos, la energía y otras materias primas, los precios se dispararon. Y no sólo los precios de los productos agrícolas, también los de la tierra, los com-bustibles, los fertilizantes y otros agroquímicos basados en petroquí-micos. Los ingresos agrícolas netos se tornaron mucho más erráticos.

En muchos sentidos, los agricul-tores familiares que habían sido la columna vertebral de las eco-nomías rurales realmente se con-virtieron en grandes o salieron, de-jando un sector caracterizado por la desigualdad y la concentración corporativa. Durante los 20 años recientes, ha habido un marcado cambio en el tamaño de las gran-jas estadounidenses, con un creci-miento dramático del número de las explotaciones muy pequeñas y de las muy grandes.

El aumento en el número de pe-queñas explotaciones se debe a varios factores, como la población urbana que regresa a la tierra (casi todos son dependientes de em-pleos no agrícolas para subsistir) y el crecimiento de los cultivos de

especialidad para los mercados de agricultores locales. El número de granjas de tamaño intermedio -las que son pequeñas pero comercial-mente viables por sí mismas- se re-dujo en 40 por ciento; pasaron de representar la mitad de las explo-taciones totales en 1982 a menos de un tercio en 2007.

Las empresas involucradas en la agricultura y la producción de alimentos también entraron a un proceso de consolidación. Mary Hendrickson, de la Universidad de Missouri, ha calculado el porcen-taje de la producción de diferentes ramas que está en manos de sólo cuatro empresas.

La participación de las cuatro principales empresas (Cargill, Tyson, JGF y National Beef) en la producción total de carne, por ejemplo, aumentó de 69 por cien-to en 1990 a 82 por ciento en 2012. La historia es la misma en aves de corral, carne de cerdo, molienda de harina y otros sectores. El que pocas empresas controlen porcen-tajes de producción total cada vez más grandes hace aún más difícil que los agricultores obtengan pre-cios justos o ganarse la vida con su producción.

Esas empresas se aprovechan de las reglas en el TLCAN para ha-cer operaciones transfronterizas. Empresas estadounidenses engor-dan ganado en Canadá y produ-cen cerdo en México que luego trasladan a EU para sacrificio y venta. En el camino, productores independientes de cerdo y aves de corral de EU prácticamente han desaparecido.

Existe un amplio reconoci-miento entre el pueblo esta-dounidense de la necesidad de cambiar las políticas alimen-tarias y agrícolas para garanti-zar alimentos más saludables y economías rurales más estables, pero los responsables políticos en el Congreso y la administración Obama continúan empujando duro a favor de las mismas polí-ticas fallidas. Más acuerdos de libre comercio, como el Acuerdo de Asociación Transpacífico y el Acuerdo Transatlántico de Co-mercio e Inversión, en gran parte cortado y pegado del TLCAN, pero con nuevas ideas peligrosas para limitar las restricciones res-tantes sobre los organismos gené-ticamente modificados (OGMs) y los aditivos alimentarios cues-tionables, y para allanar el cami-no a tecnologías emergentes aún más cuestionables.

En muchas comunidades en todo el país, la gente está optan-do por salir del sistema de big food existente, para reconstruir opciones más pequeñas y salu-dables que tienen su origen en las economías locales y que co-necta a los agricultores con los consumidores. Si esas experien-cias podrán construir a partir de lo local a la agricultura nacional y la política de cambio es una gran pregunta, y parece difícil por el gran predominio de los intereses corporativos. Pero la reconstrucción del sistema des-de el base, con consideración de cómo hacer enlaces más justos para los agricultores en México y en otros lugares, es realmente el único camino a seguir.

DEL TLCAN AL CETA: GRANJAS FAMILIARES CANADIENSES BAJO ATAQUEStephanie Wang Coordinadora del Comité de Programa Internacional, National Farmers Union (NFU), www.nfu.ca/, [email protected]*

Después de 25 años de «libre comercio», las granjas canadienses continúan luchando

por sobrevivir en un modelo de desarrollo agrícola regido por el imperativo de «crecer grande o morir». Los procesadores de ali-mentos y vendedores de insumos disfrutan de los beneficios de la reducción de costos, debido en parte a la tendencia de largo pla-zo de precios bajos, mientras que los agricultores se ven presionados por los márgenes cada vez más es-trechos. Para muchos agricultores, la supervivencia significa producir más, por lo general por la vía de profundizar sus deudas para com-prar más tierra, equipos más gran-des, más animales para su hato o más productos químicos, tan sólo

para mantener su nivel de ingre-sos. Aunque los ingresos agrícolas brutos canadienses se han elevado desde la década de los 70’s, en rea-lidad los ingresos netos de los pre-dios se han mantenido estancados.

Es claro que los agricultores no han prosperado como prometieron los promotores del libre comercio; sin embargo, siguen siendo quienes constituyen la base para los “agro-negocios” exitosos. Pero los agricul-tores que sobreviven se enfrentan a deudas agobiantes. Entre 1986 y 2011, cerca de cien mil granjas quebraron. Los consumidores no se han beneficiado de la expansión de las exportaciones que fomen-ta el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y los precios de los alimentos han

aumentado. Las únicas ganadoras son las empresas de agronegocios globales cada vez más grandes y escasas, que dominan la compra, transformación y venta de produc-tos alimenticios y agrícolas.

La soberanía alimentaria. Los acuerdos comerciales, incluyendo el TLCAN, dan un tratamiento a los productos agrícolas y alimenta-rios igual que a cualquier otra ma-teria prima. No obstante, la Unión Nacional de Agricultores (NFU) y nuestras organizaciones hermanas de La Vía Campesina, reconocemos el papel central de la comida en la vida de las personas y la importan-cia de que las comunidades locales mantengan un control democrático sobre las decisiones importantes de la producción de alimentos.

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En Canadá, los sistemas de administración de la oferta de pro-ductos lácteos, huevos, pollo y pavo hacen concordar la producción con la demanda regional. Replicada con éxito, esta fórmula podría dar estructura a un sistema agrícola y alimentario basado en la soberanía alimentaria. En estos tiempos, sin embargo, la administración de la oferta está siendo atacada; intereses corporativos exigen al gobierno de Canadá que abandone esta tarea.

La gestión de la oferta logra frenar el dumping de bajos precios por exceso de producción y/o por sub-venciones en nuestros mercados, dumping que socava nuestra capa-cidad de alimentarnos a nosotros mismos y que pueden dañar las economías de otros lugares. Ade-más, una estrategia de administra-ción de la oferta protege tanto a los agricultores como a los consumi-dores de las fluctuaciones de pre-cios y de periodos de escasez que caracterizan a los mercados inter-nacionales de productos básicos.

La soberanía política y las com-pras locales. El infame Capítulo 11 del TLCAN permite a las cor-poraciones demandar a los go-biernos por la promulgación de cualquier ley que atente contra las «ganancias esperadas» de la em-presa. Este enfoque, que se está replicando en cada nuevo acuerdo de comercio que firma Canadá, disminuye nuestra soberanía na-cional y nuestro espacio democrá-tico. Los gobiernos canadienses no podrán aprobar leyes o imple-mentar regulaciones que protejan nuestros intereses en cualquier frente: económicos o ambientales, alimentos o soberanía, licitación de proyectos o programas sociales de protección.

Si el Acuerdo Económico y Co-mercial Global entre Canadá y Europa (CETA) es ratificado como está previsto, dentro de dos años, la Unión Europea tendrá acceso a la contratación pública a nivel provin-cial y local –incluyendo escuelas, hospitales y prisiones-. Canadien-

ses, incluyendo varios municipios grandes, han denunciado la cláu-sula CETA, que indica que ningún gobierno o agente del mismo podrá dar un trato preferencial a los pro-veedores locales. Esta cláusula pone en peligro el creciente movimiento local de alimentos, debido a que las ciudades, las universidades, las escuelas y los hospitales no tienen permitido «comprar local» o pro-mulgar políticas de apoyo para sus servicios de alimentación. Siendo el primer acuerdo de libre comer-cio que incluye las adquisiciones de los gobiernos subnacionales, CETA abre la puerta para permitir que las empresas mundiales se entrometan profundamente en las economías locales en las futuras negociaciones de acuerdos comerciales.

La soberanía en semillas. Los agricultores canadienses advierten que los derechos de propiedad in-telectual considerados en el CETA podrían implicar un decomiso «precautorio» de los activos de los agricultores, con base sólo en

denuncias de violación de paten-tes. Los agricultores cuyos bienes fueran incautados no tendrían los recursos necesarios para pagar su defensa legal, ni serían capaces de seguir cultivando y ganarse la vida. Además, se le puede requerir a Canadá que ponga en práctica la UPOV ‘91 -un régimen de semi-llas muy restrictivo- tal vez bajo el CETA, y muy seguramente bajo el Acuerdo Económico Transpacífico de Asociación Económica (TPP).

La protección concedida por la UPOV ‘91 aumentará el desarrollo privado de variedades de cultivos que se pueden proteger. El uso de cultivos modificados genéti-camente pondrá en peligro los medios de subsistencia de los agri-cultores -tanto orgánicos como convencionales- que no quieren recurrir a los transgénicos, ya que las semillas en inventario y los campos finalmente serán conta-minados por medio de la polini-zación cruzada, el viento, la vida silvestre y otros vectores.

En conclusión, la NFU conside-ra que los acuerdos económicos y comerciales son instrumentos que permiten a las empresas pro-teger sus ganancias -ahora y en el futuro- por medio de subvertir los sistemas jurídicos nacionales e internacionales, en detrimento de los intereses democráticos, so-ciales, económicos y ambientales de los ciudadanos canadienses. Tales acuerdos comerciales son incompatibles con lo que aspira la NFU de parte de la política agro alimentaria: la soberanía alimentaria.

*La Unión Nacional de Agricul-tores (NFU) es una organización agrícola nacional no partidista, voluntaria y con membresía direc-ta. En representación de miles de familias de agricultores en todo Canadá, la NFU aboga por polí-ticas económicas y sociales que permitan que las pequeñas y me-dianas granjas familiares sean las productoras primarios de alimen-tos en el país.

LOS TRATADOS, EN DETRIMENTO DE LOS AGRICULTORES, LOS CIUDADANOS Y EL MEDIO AMBIENTELise-Anne Léveillé Miembro del comité internacional de la Unión Paysanne, Quebec

El Tratado de Libre Co-mercio de América del Norte (TLCAN) se inscribe en una gran

tendencia de liberalización de los intercambios agrícolas, que es cada vez más dominante, como lo demuestra la firma del Acuerdo Económico y Comercial Global (CETA) entre Canadá y la Unión Europea, en octubre del 2013.

A 20 años del TLCAN, la Unión Campesina (Union Paysanne), de Quebec, constata que los gobiernos siguen apoyando a las empresas multinacionales en la consolida-ción de un sistema de comercio que no beneficia a los ciudadanos en general, ni al medio ambiente, ni a los campesinos, sino que más bien sirve a los intereses del mercado.

Para Quebec, la adopción primero de un Tratado entre Canadá y Es-tados Unidos y luego del TLCAN motivó graves cambios en la inter-vención gubernamental en materia agrícola. Los años 90’s estuvieron marcados por el predominio de un discurso del gobierno que impulsa-ba las exportaciones agrícolas, con el consentimiento de la Unión de Productores Agrícolas (UPA), aun-que ésta se había manifestado antes en contra de este tipo de acuerdos. El Partido Quebequense (PQ), que había promovido activamente la autosuficiencia alimentaria en los años 70’s, se volteó y se abrió a la idea del libre comercio.

Es así como en 1998, durante el “Encuentro de las partes” de la

agricultura, la rama porcina fue escogida como eje principal del modelo industrial. Apoyándose en la debilidad del dólar canadiense, definieron la meta de duplicar hasta el 2005 las exportaciones de cerdo. Para lograrlo, el gobierno se empeñó en apoyar la creación de mega granjas porcinas, según ellos más eficaces y productivas, y por ende más competitivas en los mer-cados internacionales.

Desde entonces, las políticas del gobierno quebequense se orien-tan en función de este modelo de producción neoliberal. El volumen de producción determina el monto de las subvenciones: mientras más grande es el productor, más ayuda gubernamental recibe. En Que-bec, las explotaciones con ingresos menores a 50 mil dólares por año reciben sólo el siete por ciento del total de subsidios al agro, a pesar de representan 37 por ciento del total de fincas. En cambio, 50 por ciento de los apoyos está dirigido a los productores que tienen un in-greso anual de más de 250 mil dó-lares, aunque representan sólo 13 por ciento del conjunto de fincas.

En materia de producción porcina, los apoyos del gobierno quebequen-se, incluyendo el Seguro de Esta-bilización de Ingresos Agrícolas, sumaron cuatro mil millones de dólares entre 1999 y 2007. Así, el di-nero invertido en la promoción del “libre mercado” es sustancial.

Las prácticas de libre comercio provocaron transformaciones im-

portantes en el agro. En 2008, 45 por ciento de la producción agríco-la canadiense se exportó. En 2006, el 60 por ciento de la producción porcina fue al exterior. Entre 1989 y 2009, la producción de maíz, trigo, cebada, canola, soya y de carnes de res y de cerdo aumen-tó drásticamente para destinarse principalmente a los mercados extranjeros, pues las ventas al ex-terior se cuadruplicaron. A la par, se dio un aumento significativo de las importaciones agrícolas cana-dienses, que pasaron de nueve mil 600 millones de dólares en 1975 a 20 mil 400 millones en 2004.

El incremento de las importaciones, de las exportaciones, y de la agri-cultura industrial en general, tiene consecuencias devastadoras tanto para los ciudadanos como para los agricultores y el medio ambiente.

Primero, la agricultura está completamente desconectada de las necesidades de nuestras comunidades. Por esta razón, la alimentación de los quebequen-ses se alejó de nuestra agricultura. Más de la mitad de los alimentos que consumimos se importan y enfrentamos varias crisis, de obe-sidad, de pérdida de la tradición culinaria y otras. Con el TLCAN, el alimento es considerado mer-cancía, y la prioridad está en la gran distribución y en garantizar la uniformidad de los productos en los supermercados en precio, color, gusto y forma. El Informe Pronovost dice que 90 por ciento de la producción quebequense es

no diferenciada, estandarizada, a fin de responder a las exigencias de los mercados masivos tanto in-terna como externamente. Este es-quema soslaya la calidad nutritiva, la salud animal, el bienestar de las comunidades rurales y la diversi-dad de los productos.

Segundo, ya sea en México, Cana-dá o Estados Unidos, el TLCAN ha sido negativo para los agricul-tores y en cambio ha generado be-neficios para las multinacionales agroalimentarias. Éstas controlan los mercados comprando a bajo precio los insumos y controlan-do la transformación e incluso la venta al menudeo. La indus-trialización es la causa de la casi desaparición de los agricultores de Quebec, quienes en 2008 no representaban más de 1.3 por cien-to del total de la población. Entre 1981 y 2001, aquí desaparecieron

en promedio 780 fincas por año. Esto provocó despoblamiento y desmantelamiento de las comuni-dades rurales, así como la desocu-pación del territorio y una crecien-te expansión urbana sobre tierras agrícolas.

Tercero. se ha podido constatar que el modelo provocó varios pro-blemas en materia ambiental en Quebec y en todo Canadá. El más importante es la contaminación del agua debida a la descarga de estiércol líquido en los pozos, los mantos freáticos y los ríos. La pro-ducción intensiva de maíz como alimento para la ganadería conlle-vó la desaparición de bosques, la erosión del suelo y la utilización a gran escala de fertilizantes y pes-ticidas químicos. Estos problemas ecológicos están estrechamente li-gados con la mega producción que promueve el libre comercio.

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16 de noviembre de 201320

LLAMAMIENTO DE LA PAZ, BOLIVIAA LOS PUEBLOS DE AMÉRICA LATINA, A LOS GOBIERNOS LATINOAMERICANOS

Las comunidades, que han mostrado bajo la opresión más dura condiciones de resistencia y persistencia realmente asombrosas, representan (…) un factor natural de socialización de la erra. El

indio ene arraigados hábitos de cooperación. Aun cuando de la propiedad comunitaria se pasa a la apropiación individual, la

cooperación se man ene; las labores pesadas se hacen en común.

Mariátegui, Ideología y polí ca

En el marco de un debate iniciado por el Foro Mundial de Alterna vas (FMA) respecto del des no de las agriculturas y las poblaciones del cam-po en Asia, América La na y África, debate cuyo primer episodio tuvo lugar en Beijing, China, en octubre de 2010, y el segundo en La Paz, Boli-via, los días 22 al 24 de octubre de 2013, los par cipantes: representan-tes de organizaciones sociales y produc vas, miembros de organismos civiles, académicos, funcionarios públicos y legisladores, formulamos el siguiente llamamiento a los pueblos y gobiernos de nuestro Con nente.

América La na, el Caribe y el mundo enfrentan un reto de enormes proporciones, una cri-

sis que incluye entre otras dos dimensiones fundamentales: el dramá co deterioro ambiental y la profunda debacle alimentaria. Estamos en una encrucijada de orden civilizatorio ante la que sólo se abren en dos caminos: el de un acaparamiento, concentración y extranjerización de las erras de los campesinos, de los indígenas originarios y de los afrodescen-dientes sólo comparable con la que se dio durante la Colonia, para operar en los nuevos la fundios minería tóxica con tajos a cielo abierto, grandes presas que des-truyen cuencas y una agricultura extrac va, ren sta y especula va, vía que profundiza la crisis; y el que mediante el fortalecimiento del mundo campesino-indígena y de la agricultura que prac can sus hombres y mujeres, tanto la comunitaria de los ayllus y otras fi -guras ancestrales, como la familiar y la coopera va, de ene el dete-rioro ambiental y la crisis alimen-taria a través de aprovechamien-tos sostenibles, diversifi cados y respetuosos de la naturaleza.

La disyun va es civilizatoria y su-pone defi niciones globales y es-tratégicas. Al respecto, nuestra opción es clara: entre el agro-ne-gocio y la agri-cultura nos adheri-mos al paradigma que inspira a las comunidades indígenas origina-rias, afrodescendientes y campe-sinas; alterna va con la que coin-ciden muchas voces, entre ellas la del relator de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimenta-ción y todas aquellas instancias internacionales que han reconoci-do las virtudes produc vas y socio ambientales de la pequeña y me-diana agricultura.

La vía que proponemos es estra-tégica, pero su adopción demanda también acciones inmediatas: leyes, polí cas, programas e inicia vas es-pecífi cas que avancen por la ruta de la soberanía alimentaria, la defensa de la naturaleza y la restauración de la convivencia social. Esto pasa por el respeto a la diversidad sociocul-tural de los pueblos y el reconoci-miento de sus derechos territoriales y autonómicos de base comunitaria, pero también por la profundización e intensifi cación de los procesos de-mocrá cos nacionales.

El problema del hambre, que agravia a más de 800 millones de personas, nos concierne a todos: quienes producen y consumen alimentos y quienes sólo los con-sumen, razón por la cual deman-da estrategias integrales de pla-neación rural y urbana. Pero ante todo es necesario que las comu-nidades, las regiones, los países y la humanidad entera recuperen la soberanía alimentaria cedida a las trasnacionales. Y para recuperarla no podemos apostar por un agro-negocio al que sólo mueven las ganancias que reportan la agroex-portación y el monocul vo; un modelo tecnológicamente preda-dor, socialmente injusto y ambien-talmente insostenible que con su abuso de los agrotóxicos envenena a la naturaleza, a los productores y a los consumidores; una econo-mía especula va que lucra con el hambre. Sin ser excluyente, pues cuando se trata de los alimentos nadie está de más, la opción más promisoria y estratégica es la pe-queña y mediana producción; una agricultura que pese al abandono, desgaste y agresiones a los que ha sido some da, sigue alimentando a gran parte del mundo con pro-ductos no sólo sanos sino también iden tarios, es decir representa -vos de la diversidad sociocultural.

Pero la pequeña y mediana agri-cultura no podrá potenciarse y ali-mentar a una población mundial creciente si se les siguen quitando erras y aguas a los campesinos,

las comunidades indígenas origi-narias y los afrodescendientes. Despojo que se intensifi có en las úl mas décadas y que en los años recientes devino carrera ver gi-nosa por repar rse el mundo ba-rriendo con quienes lo habitan y lo man enen vivo. Es necesario, es urgente, detener y rever r este proceso res tuyendo las erras y territorios que les fueron arreba-tados a los indígenas, campesinos y afrodescendientes, incluyendo especialmente en este acto de jus cia a las mujeres, cuyos de-rechos generales y agrarios han sido históricamente ignorados por el patriarcalismo ancestral y aún imperante. Y este rediseño de la tenencia de la erra habrá que lograrlo no mediante bancos de erras o entrega condicionada y a cuentagotas de parcelas fami-liares, sino a través de verdaderas reformas agrarias: mudanzas pro-fundas que permitan restaurar la relación originaria de las comuni-dades con sus ámbitos territoria-les, rota de an guo por un sistema priva zador y an campesino.

La res tución es indispensable desde la perspec va del hambre, pues no se puede esperar un apor-te decisivo de los campesinos a la soberanía alimentaria si éstos no enen erras sufi cientes. Pero la

res tución debe hacerse también, y sobre todo porque es un derecho de los pueblos, un derecho históri-co sustentado en la ocupación an-cestral y reafi rmado por el trabajo.

Defender y potenciar la buena agricultura que prac can las muje-res y los hombres del campo pasa por cambiar los patrones actuales

de tenencia de la erra y por re-conocer los sistemas polí cos de los pueblos indígenas originarios. Pero no puede quedarse en esto, pues está visto que en un entorno económico desfavorable y sin re-cursos para cul varlas y vivir dig-namente de ellas, los campesinos abandonan o enajenan sus parce-las. Es necesario entonces que los gobiernos se comprometan con polí cas de fomento agropecuario diseñadas no como hasta ahora para favorecer al agronegocio y hacer dependientes a los campe-sinos fomentando el uso de agro-tóxicos y de semillas transgénicas, sino adecuadas a sus necesidades, usos, y prác cas agrícolas; lo que incluye infraestructura, crédito, esquemas de comercialización, inves gación tecnológica, entre otros bienes y servicios. Polí cas y acciones que no deben diseñarse e implementarse desde arriba sino en diálogo y consenso con los pro-ductores, sus comunidades y sus organizaciones, que son quienes en verdad saben lo que necesitan.

La crisis ambiental que nos sacude es una catástrofe antropogénica, o más bien mecadogénica, que a todos incumbe. Sin embargo, lo que se haga en el ámbito rural por contenerla es decisivo pues es ahí donde se escenifi ca la más dramá- ca destrucción de los ecosistemas

y las culturas rurales y donde la batalla por su preservación y res-tauración es más intensa. Y en esta batalla los campesinos, indígenas originarios y afrodescendientes son protagonistas mayores pues, para ellos la madre Tierra no es un simple medio de producción ni menos una mercancía, sino parte sustan va de un binomio insepa-rable, de un todo armónico cons- tuido por sociedad y naturaleza.

Los campesinos no sólo nos ali-mentan, al mismo empo pre-servan la vida del planeta. Pero también en este ámbito enen derecho al apoyo: por una parte la comprensión, respaldo y co-rresponsabilidad de la población urbana, y por otra el reconoci-miento y retribución de sus apor-tes por parte del Estado. La madre naturaleza no ene precio pero los esfuerzos para devolverle la salud que le hemos quitado supo-nen costos que la sociedad debe reconocer y sufragar.

Sin la par cipación de todos en las decisiones, es decir sin demo-cracia, los caminos se cierran. Y

el mundo rural la necesita con ur-gencia. Pero también en esto los indígenas, campesinos y afrodes-cendientes nos enseñan que no hay una sola manera que prac car la democracia sino muchas. Y ellos priorizan la democracia par cipa- va y consensual, una democra-

cia desde abajo, una democracia comunitaria que es la única que legi ma a los gobiernos locales, provinciales y nacionales.

La gran crisis no sólo es ambiental y alimentaria, también es civiliza-toria por cuanto pone en cues ón los grandes paradigmas de la mo-dernidad: el desarrollo y el progre-so entendidos como crecimiento económico a toda costa. Y tam-bién ahí el mundo indígena y cam-pesino nos da lecciones. Por una parte el concepto del buen vivir propio de los pueblos mesoame-ricanos, andino amazónicos, cha-queños, de la sabana, del Orinoco, entre otros muchos originarios; pero también el concepto de bien-estar como aspiración ancestral de todos los campesinos del mundo. Paradigmas, estrategias de pensa-miento y sistemas de valores que en empos de crisis e incer dum-bre son sin duda inspiradores.

Colombia es emblemá ca tanto de la crisis como de las vías que se van creando para superarla. Por ello los par cipantes en el semi-nario manifestamos a la comuni-dad internacional nuestro apoyo al proceso de paz, en la perspec- va en que contribuya a la trans-

formación de la estructura agraria de un país al que caracteriza la más extrema concentración de la erra. De igual manera hacemos

votos porque el fi n del confl icto armado signifi que el pleno reco-nocimiento de las comunidades campesinas, indígenas y afrodes-cendientes que han sido sus prin-cipales víc mas.

Estamos ante una encrucijada de orden civilizatorio que ni los pue-blos ni los gobiernos la noameri-canos pueden soslayar. El orden clasista, colonial y patriarcal que además de destruir a la naturaleza explota a los trabajadores, some-te a los colonizados, oprime a las mujeres y excluye a los jóvenes robándoles el futuro, debe ser de-jado atrás. Los par cipantes en el debate sobre alterna vas globales celebrado en La Paz, Bolivia, pen-samos que la vía más promisoria es la que señalan los indígenas y cam-pesinos. Escuchemos sus voces.

Foro Mundial Alterna vas: Francois Houtart. Argen na: Luis Daniel Hocsman - Juan Wahren. Bolivia: Oscar Bazoberry - Claudia Pilar Lizarraga - Carlos Vacafl ores. Brasil: Osvaldo Aly - Eraldo da Silva - Bernardo Mançano - Carlos Porto Gonçalvez - Antonio Thomaz Jr. - Eliane Tomiasi - Cliff ord Andrew Welch. Colombia: Eladio Morales - Juan Guillermo Ferro Medina - Gabriel John Tobón. Cuba: Angelina Herrera - Juan Valdés Paz. Ecuador: Esteban Daza - Gonzalo Herrera - Francisco Hi-dalgo - Carlos Pastor. Guatemala: Licerio Camey - Mario Sosa. México: León Enrique Ávila - Armando Bartra - Luciano Concheiro - Patricia Couturier - Elsa Guzmán Gómez - Eduardo Marrufo - Yolanda Massieu Trigo - Violeta Nuñez - Carlos Rodriguez. Perú: Laureano del Cas llo - Miluska Carhuavilca .