Novela Testimonial Stanley Frederick

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Universidad de Valparaíso Facultad de Humanidades Carrera de Sociología Alumno: Daniel Molina G. Profesor: Maximiliano Soto S. NOVELA TESTIMONIAL “STANLEY FREDERICK” A veces para salir adelante debes hacerte tira por dentro Alberto Fuguet (Missing) No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo J.D. Salinger (El Guardián entre el Centeno) Uno de estos días me iré a la Plaza Vieja a relajarme un poco, que el aire me pegue, sentir la brisa entre los árboles y el pasto de cama Stanley Frederick INTRODUCCIÓN Caminar y perderme por las calles siempre me ha gustado. Alejarme de todo, al mismo tiempo de estar inmerso ahí. Caminando cierta tarde de junio por la Avenida Valparaíso, en pleno centro de Viña del Mar, me encontré con un sujeto tocando quena. Era inconfundible lo que estaba escuchando, era un tema de Los Kjarcas. La canción: Munasqechay. Me quede sorprendido por la habilidad que tenía el sujeto y al mismo tiempo por tocar uno de mis temas favoritos de ese grupo boliviano al que admiro. Al quedarme escuchándolo por unos 15 minutos casi, entre otros temas de estilo más clásico en otra flauta, el hombre no podía ignorar mi presencia a unos metros de él, sentado en una banca observando. Me pidió fuego para fumarse un cigarro, al verme a mí fumar uno. Le presté el encendedor y nos quedamos conversando de 1

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Novela testimonial - Historias de vida

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Universidad de ValparaísoFacultad de Humanidades

Carrera de SociologíaAlumno: Daniel Molina G.

Profesor: Maximiliano Soto S.

NOVELA TESTIMONIAL “STANLEY FREDERICK”

A veces para salir adelante debes hacerte tira por dentroAlberto Fuguet (Missing)

No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo

J.D. Salinger (El Guardián entre el Centeno)

Uno de estos días me iré a la Plaza Vieja a relajarme un poco,que el aire me pegue, sentir la brisa entre los árboles y el pasto de cama

Stanley Frederick

INTRODUCCIÓN

Caminar y perderme por las calles siempre me ha gustado. Alejarme de todo, al mismo tiempo de estar inmerso ahí. Caminando cierta tarde de junio por la Avenida Valparaíso, en pleno centro de Viña del Mar, me encontré con un sujeto tocando quena. Era inconfundible lo que estaba escuchando, era un tema de Los Kjarcas. La canción: Munasqechay. Me quede sorprendido por la habilidad que tenía el sujeto y al mismo tiempo por tocar uno de mis temas favoritos de ese grupo boliviano al que admiro. Al quedarme escuchándolo por unos 15 minutos casi, entre otros temas de estilo más clásico en otra flauta, el hombre no podía ignorar mi presencia a unos metros de él, sentado en una banca observando. Me pidió fuego para fumarse un cigarro, al verme a mí fumar uno. Le presté el encendedor y nos quedamos conversando de música y sobre otros temas. Así conocí a Stanley Frederick, protagonista de estos relatos.Me llamó la atención su nombre, le pregunté si tenía ascendencia alemana o algo por el estilo, cosa que me confirmó. Me contó algunas cosas de su vida. Stanley (Stan, o Tota como lo llamaban cuando chico) es músico y artesano callejero, toca su música en flautas y guitarra, junto al canto. Además toca piano y otros instrumentos de viento. Junto a esto vende su artesanía hecha con goma eva. Stan suele tocar fuera del mall de Quilpué, por lo que fue una suerte conocerlo caminando por Viña. En ese momento no pensaba es este trabajo, lo tomaba como una más de las conversaciones que suelo hacer con gente que toca en la calle. Al “fracasar” mi trabajo con don Sergio (anterior persona en que centraba la novela), recordé esta conversación con Stanley y decidí volver a hablar con él e informarle sobre ello. El con su buena onda que lo caracteriza me

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mostró su disposición y así pudimos tener más conversaciones y conocer aún más a Stan para escribir sobre su vida.

Esta mini novela testimonial está dividida en 3 secciones, por los diversos temas surgidos más que cronológicamente, pero también responde un poco a ello:

1. Recuerdos familiares y niñez de trabajo: Esta sección está enfocada a lo que señala el mismo título. Stanley tiene 42 años y empezó a trabajar siendo un niño de apenas 7 años. Como él señala, no disfrutó mucho su niñez o juventud ya que dedicó gran parte a esto y sus recuerdos de juegos son pocos, pero valiosos para él. Además da cuenta de cómo tanto él, como su madre y hermanos, debieron hacer lo mismo. El concepto de su propia familia y el esfuerzo desde pequeño es el tema principal de esta sección. Recordando sus palabras casi cliché “yo las he hecho todas”.

2. Artes y viajes: La sección más extensa de la novela. Stanley, más allá del trabajo (o consecuencia de ello quizás), ha dedicado su vida a la música y los viajes. Pasando desde destacar tocando en eventos de colegio cuando era pequeño a tener que demostrar el mismo talento en la calle, en distintas ciudades de Chile o Argentina. Tras una tragedia viajó al sur y vivió un tiempo en la calle, a la vez de conocer dicha realidad en primera persona y formar el concepto de vida y sociedad que mantiene hasta ahora. En esta sección relata dichas experiencias y lecciones que sacó de todo esto.

3. Reflexiones: Hablar con Stanley no es algo que se denominaría “secuencial”. De las muchas historias que ha tenido y experiencias que ha contado, junto al tono “poético” que le da a sus relatos, siempre tiene sus reflexiones que contar, sus visiones en cuanto a las cosas, personas o hechos que ocurren. Para no dejar esto de lado, y precisamente porque esto es algo esencial de Stan, decidí escribir esta sección, casi como filosofía de vida según él mismo, para conocer su lado más subjetivo y no simplemente limitarse a relatar “lo que hizo, dónde estuvo, a quien conoció, etc.”

Además de las secciones anteriormente mencionadas, hay una 4° sección en la que se expondrán las reflexiones personales que hubo al terminar el proceso de elaboración y que son pertinentes para entender la razón del por qué se escogió a Stanley y cuál es su importancia en relación a los objetivos de la novela testimonial.

Por último, debo decir que hay muchos fragmentos de la vida de Stanley que se podrían denominar “más confidenciales” como diversas tragedias o experiencias que tuvo, que por el respeto al mismo Stan he decidido no incluir en esta novela, o dar pocos detalles sobre ello (solamente para que se entienda el sentido del suceso según el caso). Él me los contó a partir de la confianza que pude lograr con él, no quiero de ninguna manera manchar eso, por así decirlo. Más allá de los motivos de este trabajo –por los que pude conocer más a Stan- logré una relación amistosa (y de confianza), largas conversaciones e incluso cuando voy a visitarlo me presta su guitarra y hacemos algo de música en el mismo lugar.

Por todo ello mi gran agradecimiento a Stanley Etennier Frederick Figueroa

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RECUERDOS FAMILIARES Y NIÑEZ DE TRABAJO

Mis primeros recuerdos… jugar. Jugar con barro o con tierra, haciendo barquitos. Para

que me entendai mas o menos, porque los juegos de ahora de los cabros chicos son los

computadores y las Nintendo, pero yo cuando chico jugaba fuera de mi casa y con los cabros del

barrio. Afuera de mi casa, en el invierno, se armaban unas tremendas zanjas en la tierra con la

erosión del agua, no había pavimentos ahí. Íbamos con los cabros, pescábamos unos corchos o

pedazos grandes de plumavit cachai y nos tirábamos por la zanja, corríamos igual que los ríos

echando carrera. También nos tirábamos en carretones que hacíamos con ruedas de triciclo, nos

lanzábamos por las bajadas de Belloto, por la calle San Jorge y la calle Colombia; a veces igual

nos agarrábamos de las ramas de los sauces y nos tirábamos como Tarzán cruzando el estero, y si

se cortaba la rama caíamos al estero y después llegando llenos de fango para la casa. Ahora

Belloto está llena de poblaciones encerradas, antes estaba el puro cerro. Recuerdo cuando íbamos

a las barracas por ahí abajo, la barraca Covarrubias, conseguíamos tablas secas de pino, le

echábamos cera de vela y las usábamos para tirarnos como en trineo por el pasto seco hasta

abajo; esos eran mis juegos en ese tiempo.

Yo vivía con mi vieja, Noemi Figueroa Herrera, y con mis 8 hermanos en la casa, el

mayor era el Jonathan Wilfred, después el Hanz, la Jonathana, el Heinz, la Lein, mi hermanita

Dafne con la que vivo ahora, el Reymond y la Haidy. Yo no tuve mucho a mi viejo, pero para mi

vieja era el regalón, su guagua, a la viejita yo la tengo en un altar. Mi madre fue secretaria,

trabajó en la General Motors y en otras fábricas de la zona, de la V región en general. No tengo

mucho recuerdo de la procedencia de mi padre, sé que él era alemán, pero él a la vez tenía

ascendencia anglosajona, es una mezcla bien larga. Mi viejo era un eléctrico, buen eléctrico, él

era un gallo muy inteligente, muy capo, hacía soldaduras, reparaba… las hacía todas. Él tuvo una

fábrica de escobillas de acero con su papá aquí en Quilpué, aunque la verdad no tengo mucha

idea de cómo se llamaba o de su historia. Porque resulta, hasta donde yo tengo entendido, ellos

iniciaron las escobillas de acero acá en Chile, pero por no tener el dinero o más apoyo no

pudieron patentarla. Pero ellos fueron los que iniciaron ese negocio acá en Chile, o en la región

por lo menos. Como no tenían las suficientes lucas, vino otro compadre y los cagó. Mis hermanos

deben cachar más que yo sobre mi papá.

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Yo me tuve que hacer hombre de niño, junto a mis hermanos, yo soy el menor. Con mis

hermanos trabajábamos en lo que sea, porque de muy chico nos quedamos solo con mi pura

madre. Entonces tuvimos que salir a trabajar desde niño, luchar con la vida y traer un poco de

plata y el pan para la casa. Hacíamos de todo, yo trabajaba en la feria, otros carretoniaban,

buscaban leña, hacían sacos de guano para vender, juntaban latas o botellas, y así todos

buscábamos como aportar a la casa. Converso con mi hermana sobre esas cosas a veces, yo tuve

que empezar a trabajar a los 6 o 7 años, y esa edad no es para que un niño trabaje, ahí el niño

tiene que jugar y disfrutar de esa niñez. Mi juventud yo no la disfruté, yo tuve que trabajar,

siempre me las he tenido que ganar, yo he trabajado toda mi vida, mejor pregunta en qué no he

trabajado para que te hagai la idea. Ya las hice todas. Yo cuando chico mis primeros trabajos los

hice en la feria, allá cuidaba autos afuera de la feria. Muchas veces me colgaba de la manilla de

los autos, de la puerta del conductor cuando se iba a estacionar, corría con el auto y le decía “¡yo

se lo cuido, yo se lo cuido patrón no se preocupe!”, y así empecé a trabajar en la feria. Carretillé

en la feria, hacía flete. Le llevaba las bolsas a la gente de la feria. Por ejemplo se bajaba una

señora de un auto y le agarraba el canasto, ahora la gente usa más las carretillas, pero antes iban

con esos tremendos canastos a la feria, entonces mientras los grandes iban de la mano de los

hijos, yo iba al lado llevando el canasto a la señora mientras iba comprando, así me pude ganar

unas monedas o un billetito. Después pude trabajar ya en los puestos de la feria, vendiendo o

descargando los camiones que llegaban con sandías, melones, haciendo sacos de papas, y

mientras yo trabajaba en todo eso, mis hermanos estaban en la misma onda. Yo podía estar

vendiendo, y otros cuidaban los autos, o descargaban los camiones, después yo iba a cuidar los

autos… y así. Me acuerdo que incluso el mayor, cuando tenía como 12 o 13 años, mi vieja lo

mandaba a Santiago con una cartita donde una familia nuestra para que nos ayudara con un poco

de mercadería. Él iba solo a Santiago y desde chico aprendió a desenvolverse solo. Ahora ni

cagando un cabro de 13 años va solo a Santiago. El Jonathan, el mayor, llegó a la universidad,

estudió en la Santa María y ahora es constructor civil, trabaja como jefe en obras civiles o en

proyectos de edificación, ese tipo de trabajos. Igual mi otro hermano pudo estudiar en el Colegio

Salesiano gracias a un tío que tenía las lucas y le dio la mano para pagarla. No todos estudiamos

como trabajamos, algunos pudieron y otros no. Yo no pude continuar más allá mis estudios,

porque imagínate yo cuando chico, mi vieja con 9 hijos tenía que hacer malabares para comprar

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un par de zapatos o conseguirnos la ropa. Mi vieja iba a la municipalidad y se las rebuscaba para

que nos pudieran ayudar, para hablar con una asistente social, para conseguir los útiles escolares

y todas esas cosas. Porque imagínate una mujer sola y criar a 9 hijos, llevarlos al colegio, es

complicado. Todos nos la ganábamos, nadie se podía quedar quieto, aunque sea unas monedas

para la casa, pero era esa onda, era sufrido. Aunque mira, si te digo la verdad viejo, en mi casa

éramos pobres, muy pobres, vivíamos en una ranchita, pero por una bendición, pocas veces nos

faltó la comida. Algunas veces nos pudo faltar el pan, pero nos las arreglábamos igual. Para que

te hagas la idea, cuando yo era chico nos venían a visitar unos tíos que eran de Viña, gente que

tenía más plata, de buen nivel socioeconómico, y cuando llegaban decían “Llegamos a la casa de

la comida”, porque mi vieja siempre podía hacer una tremenda olla. Nosotros traíamos duraznos

de la feria y mi vieja hacía duraznos cocidos y unos tremendos platos. Pero ellos estaban

acostumbrados a comer poquito, “un poquito de esto, un poquito de eso nomás”, porque la gente

de plata no come de a grande cantidad, ellos eran más pituquitos. En cambio nosotros comíamos

viejo. Cuando descargábamos o llevábamos los melones o las sandías en la feria, si se caía una y

se partía nosotros la llevábamos a la casa, y comíamos nada de un pedacito de sandía, unos

tremendos pedazos para cada uno. Yo pienso que esos son mis mejores recuerdos, cuando tenía a

esa familia. O cuando era mucho más niño y no tenía tantas preocupaciones, me dedicaba a jugar

en vez de trabajar, todas esas cosas fueron cambiando. Después la unión familiar fue cambiando

también, la hacía la madre mejor dicho, Cuando mi mamá falleció se quebró esa unión, unos

tiraron para allá y otros para acá. Yo tenía como 22 años cuando ella falleció. Me dolió

demasiado porque como te había dicho, yo era el menor de los hermanos, y para mi vieja siempre

fui su regalón. En esos tiempos aún hablaba un poco con mis hermanos, pero siempre me fui

alejando. No sé si era yo el que no quería nada con ellos, o ellos ya no querían nada con la

familia. Igual ellos hicieron su vida, no puedo culparlos por eso. Yo aún sigo haciendo la mía,

sigo teniendo los mismos planes que tenía cuando era más pendejo. Ojalá haga algunas de esas

cosas, pero pareciera que cada cosa pasa en mi vida que sigo tocando flauta para escapar de eso.

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ARTES Y VIAJES

La música siempre ha sido de niño, siempre me gustó el canto y todo lo que se relacione

con la música. Porque cuando chico, por ejemplo, mi madre me tomaba en brazos y me cantaba

para hacerme dormir, mi vieja cantaba muy lindo, hermoso. Y de ella heredé esas aptitudes y

empecé a tocar flauta, yo cultivé ese arte solo. A mí siempre me fue bien en la música, con la

flauta, participaba en los coros del colegio también. Aunque en general mi familia es de artistas.

Mis hermanos son músicos, pintores, poetas, actores, todos estamos relacionados de alguna forma

con el arte y así todo eso está enraizado en nuestras vidas. Yo pienso que eso va en los genes de

la familia, está bien metido el arte. Tengo un sobrino que también es muy bueno para el dibujo,

ahora está estudiando arquitectura, y así sigue en los mismos genes.

Me gustan muchos tipos de música, pero si te digo la verdad, desde mi infancia… yo creo

que soy un hueón romántico, ¡en serio!, me gusta toda la música romántica, las de Roberto

Carlos, Salvatore Adamo, Camilo Sesto, Julio Iglesias, hasta Alex Ubago. A veces me dicen “¡te

vas a cortar las venas!”, pero es que me gusta ese tipo de música. Me gusta mucho el folclore, el

latinoamericano, escuchar a la Violeta, Mercedes Sosa, al Atahualpa, Illapu, Los Jaivas, Inti

Illimani, Los Kjarcas, todo ese tipo de folclore con las quenas, instrumentos andinos. La ópera, la

ópera es lo más hermoso. Yo cuando chico escuchaba una ópera y se me erizaban los pelos, de

verdad. Con la flauta yo podría tocar ese tipo de música, música clásica, pero no tengo un

amplificador y entonces no se escucharía, esta flauta tiene un sonido bello, muy hermoso.

Siempre he escuchado y tocado ese tipo de música. En general eso escuchaba en mi casa. Mi

vieja tenía unos casetes de música andina y yo lo imitaba con la flauta, o con una quena que me

habían regalado para mi cumpleaños. Sacaba los temas de Silvio y de Víctor Jara en la guitarra,

aunque mi hermano Hanz toca mejor. Él los sacaba y después me los enseñaba, podía estar varios

días practicándolo. Siempre trabajaba, así que la música fue como una vía de escape a eso. Me

refugiaba en ella. Pero tocaba solo, el Hanz nomás me acompañaba algunas veces, pero yo lo

usaba para olvidarme de la feria, de salir a trabajar, de todos esos problemas. Siempre fue un

remedio por así decirlo. Me pedían tocar en orquestas juveniles de la ciudad, mi familia igual era

reconocida en ese sentido. Al todos ser artistas, se esperaba un poco de eso en mí y mis

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hermanos. Entonces ocupaba la música como un medio de entretención y a la vez de vía de

escape.

Pero la verdad me tuve que arraigar mucho más a la música cuando falleció mi hijo, yo me

refugié en ella. Yo me fui al sur cuando murió mi hijo, era una guagüita de 4 meses, le dio una

fiebre aguda que no pudimos controlar y por eso me dio una depresión que ya no quería nada con

la vida ni con nadie, mi pareja me había abandonado y ya no tenía mucho contacto con mi

familia. Entonces agarré un bolso con ropa y simplemente me fui a la cresta. Tenía como 29 años

y llegué a Puerto Montt, y por allá estuve más de 10 años deambulando, tratando de sanar la

grieta que tenía.

Lo primero que me acuerdo cuando llegué al sur es haberme bajado del bus, hacía un frío

terrible, era hasta odioso que ni me quería mover, veía para todos lados y no conocía nada, y lo

primero que escuchó es a una señora gritando “¡milcao a cien, milcao a cien!, y entonces me

pregunté “¿qué huea es un milcao?”. Compré uno para cachar que era, lo probé y no me gustó, lo

boté al tiro. Era una huea mala. Y después pasaba comiendo milcao por la calle. El milcao es

como papa con papa. Hacen papa cocida y después las hacen puré, y la mezclan con papa cruda

rallada y chicharrón, después la hacen como tortilla un poco gruesa, y la fríen. Eso son los

milcaos, y son bien ricos igual. Me tuve que acostumbrar hasta para comer esos milcaos. Salí del

terminal sin cachar nada, no sabía a dónde ir, y aun así, sin saber por qué, no me arrepentía de

haberme ido. Cuando estaba en Puerto Montt caminaba igual que un zombi, con la mente cerrada

y en otra, andaba mal porque murió mi hijo y no quería nada. Y de repente veo que se me acercan

unos punkies y me dicen “¿Oye, tení un cigarrito?”, y así nos pusimos a conversar, les conté mis

cosas y ellos fueron los primeros amigos que hice allá, eran súper buena onda esos punkies. Entre

muchas conversas y tocando guitarra y flauta pude cachar más la ciudad. Me cagaba de frío todos

los días, pero gracias a ellos conocí a más personas y me ayudaron a vivir ahí, a poder conseguir

para almorzar, son solidarios la gente del sur. Mucho más que acá en Viña o Quilpué. En el sur

conocí a mucha gente, muchos escultores, músicos, y a gente como yo que estaba en la calle.

Empecé a sentir la música, a tocar flauta en los semáforos o fuera del mall, y a veces veía a un

niño, y aún hoy cuando los veo, pienso que son la luz del mundo, porque tienen el amor que los

adultos van perdiendo, a ellos nunca hay que dañarlos porque son una bendición. Cuando toco mi

música y veo a esos niños me imagino haber tenido esa bendición, pero por algo sucedió la cosa,

yo seguí la voluntad de Dios, con todo el dolor que llevaba. A mí el arte me encanta y me

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gustaría que se propagara por todo Chile, porque el arte es algo hermoso, viene de la esencia de la

persona. Yo hago esas flores y caracoles con la goma eva, las aprendí a hacer en la calle allá en

Puerto Montt, las hago con paciencia y cariño, o si piensas cuando un artista pinta un cuadro lo

hace también con amor, materializa lo que siente de esa forma, pero no todas las personas

podemos apreciar eso. Un artesano cuando hace una pulsera, la limpia, la pule, hace detallitos,

puede dedicarle horas a una pulsera, porque para pulir un metal en bruto con las manos, se debe

hacer con cariño. Trabajé en pesqueras, restaurants, locales de comida rápida, cuidando y

limpiando autos, en construcción, en las caletas cuando llegaban los botes y no había gente,

ayudaba a descargar los pescados, las bandejas de pejerreyes, tuve que hacerlas todas para poder

comer, para poder conseguir donde dormir después y no estar siempre en la calle.

Yo pienso que siempre hay que vivir con humildad, porque si yo no hubiera sido humilde

no hubiera sobrevivido a esa experiencia, me hubieran mandado a la cresta. Porque cuando

falleció mi hijo y llegué al sur, tuve un giro en mi vida, volví a nacer yo creo, cambió mi forma

de ser, aprender a vivir en la calle, lo que significa y conocer esa realidad desde ahí. Vivir ahí es

diferente, conoces el frío. Aprendí a entender a las personas que viven en la calle, porque ellos no

quisieran estar aquí, en el fondo nadie nace en la calle y a nadie le gustaría estar así, pero al

parecer siempre uno es el culpable de eso. La vida lleva a necesidades que la gente no entendería

aunque las leyera, lo penca es que se entienden cuando se viven. Si tú ves a ese caballero que está

más allá pidiendo monedas, y conversas con él, te dará cuenta que él no quiere estar aquí, él no

quiere pedir más. Es una vergüenza pedir en la calle, ¿tú crees que uno lo disfruta, que se hace de

flojo? Pero él no pide porque quiera, sino porque la necesita, no tiene más medios, no le queda

otra. La gente no entiende eso porque nunca ha estado así. Pero tú pesca a esa gente y quítale lo

que tiene, tíralo a la calle y en 2 horas se cagan entero. Es muy fácil hablar yo creo. Esa gente no

sabe lo que es pasar una noche debajo de un puente, cuando hace frío taparte con nylon y hacer

fuego en un tarro, o hacer una sopa en otro. Tienen techo, comida, agua caliente, y muchas veces

los hijos se dan el lujo de no aprovechar a los padres, en el sentido bueno. Eso se lo digo a mi

sobrino cuando recuerdo la calle. Le digo “Dale cariño a tu viejita que te cocina, te lava y

plancha la ropa, y cuando llegas te sirve un tecito”, hay niños en la calle que no tienen a sus

padres, esos niños existen, y él teniéndolos no los valora, es una tontera, en verdad no lo

entiendo. Hay que siempre agradecer a los padres porque nos dan las cosas, y los que quizás no

tengan mucho, al menos se preocupan y hacen lo que pueden para que tú tengas lo básico. Si tú

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tienes a tu viejo o tu viejita que te ayudan a pagar la universidad, lo menos que puedes hacer es

ser cariñoso con él y ella. Muchos padres no pueden darles mucho a sus hijos, uno propone y

Dios dispone. Mi sobrino, el Matías, le critica a su mamá que no quería lo que le compraron, y lo

dice con bronca. Eso no está bien. El Mati tiene 22 años, él ahora debe jugárselas, emprender

vuelo y si quiere lograr algo, que lo logre sin echarle la culpa al resto.

Los mejores amigos que pude hacer en el sur diría que son 4 personas. La Romina, mi

mejor amiga, hace poco pude hablar con ella. Está estudiando Pedagogía en Artes en el sur, hace

poesía y quería escribir un libro. Quiero que le vaya bien en eso. Su esposo, el Ricardo, él es

artesano y hace trabajos en macramé. El Ale y la Vane, a ellos los conocí también haciendo

música en la calle. Ellos me conocieron ya cuando me estaba yendo mejor, tenía mi pega igual.

Pero llegó un momento en que empecé a decaer, y cuando estuve abajo ellos fueron los que más

me ayudaron, nunca voy a olvidarlos por eso. Todos ellos me invitaban a su casa a almorzar o a

tomar once, siempre me intentaban subir el ánimo. Yo nací acá en esta región, en Quilpué, pero

yo me considero puertomontino. La gente de allá es la que me dio la mano, la que compartió

conmigo. Acá no disfruté nada mi juventud, yo recién pude disfrutar como a los 30, ahí recién

viví mi juventud por así decirlo. Empecé a trabajar desde muy niño, también me hice padre muy

joven, y cuando tenía a mi pareja y a mi hijo yo era trabajo y casa, trabajo y casa, nada más.

Cuando falleció mi hijo y agarré mis cosas para irme, lo único que sabía hacer era trabajar y tocar

música, pero disfrutar o carretear, nada. Con ellos, mis amigos, empecé a carretear, y carreteé

harto recién a los 30 cachai. Iba a tocatas en un pub que se llamaba “Calabozo”, que es

subterráneo y abajo tiene un escenario y van grupos o personas a tocar, cantar, bailar, iba a los

mambos allá, o nos juntábamos en el muelle. Me acuerdo una vez que estaba nevando, eran como

las 4 de la mañana y estábamos en un paradero tomando whisky con nieve en un vasito chico.

Imagínate eso, tomando en el frío y nieve, pero la pasaba bien con esos amigos. La gente allá es

más sociable, más buena onda. Acá son más arrogantes, más estirados, más fríos. Yo creo que no

cuesta nada ser un poco más sencillo en la vida y con la gente. En esta ciudad yo no puedo captar

ese estilo de vida, no es solo Viña o Valpo, es casi en toda la región ahora.

Yo he tocado en Puerto Montt y otros lugares del sur, algunos pueblos. También en Viña

del Mar, Valparaíso, Quilpué, Belloto y en Buenos Aires. Fue muy bonito tocar allá, están los

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espacios, es una ciudad para el arte. Tú bajas a las estaciones de los subte, y por pasillos ves

artistas, músicos tocando. En las avenidas ves a gente tocando guitarra, flautas, saxofón, parejas

bailando tango, cuadros o joyerías de artesanos, todo ese tipo de cosas. Allá fue donde más feliz

estuve tocando. Me sentí realizado como músico allá, nunca nadie me corrió de un lugar, la gente

se queda a escucharte, te dan una moneda y te aplauden o agradecen, te apoyan. Porque yo

pienso, como persona que hace este oficio, con que a un joven que le des espacios para el arte,

evitas que pueda perderse en drogas, delinquiendo o haciendo cualquier cosa. El joven puede

refugiarse en la música, los dibujos, o algún deporte. Prefiero que esté haciendo stencil, pintando

en el suelo o en las murallas, a que esté robando a la gente que pasa y provocando miedo. Que los

cabros puedan tomarse la calle a bailar o hacer reír a la gente es bonito. Por último que sirva

como medio para ganarse algunas monedas, porque yo vengo de una familia pobre y este medio

me ayudó y me sigue ayudando. No sé si cachai ese tema que dice “mis manos son lo único que

tengo, son mi amor y mi sustento”. Yo pienso que así fue conmigo también, y creo que es una

necesidad también hoy. El niño y la niña pobre cranea, es ingenioso. Sabe cómo poder

ganársela. A veces puedes escuchar que una madre no le da a su hijo para ir a tomarse unas

cervezas con los amigos, y al mismo tiempo, a lo mejor, en otro lugar una madre le explica a su

hijo porque no hay agua en la casa, me entiendes. A esos cabros, quizás igual le gustaría ir a un

pub con sus amigos, pero como no pueden, se las ingeniarán para poder disfrutar un poco, o

quizás llevar un poco a la casa. Yo con la música, y después aprendiendo con la goma eva, he

sabido llevar el oficio. No es fácil, pero siempre las he hecho todas, era lo que sabía, y mientras

no tenga pega seguiré haciendo esto. Tocar flauta, cantar junto a la guitarra y vender flores de

goma eva. Yo en flauta toco música clásica y música andina, y con la guitarra toco canciones

románticas o de trova. Yo no me considero un artista, soy sólo un músico que hace su música en

la calle y que la siente en el corazón. Pienso ese presente tal como lo veo, y lo siento, con rabia

muchas veces, pero intento rescatar y mostrar lo bueno. Yo tengo un montón de cosas claras en la

vida, pero no entiendo ni la mitad de lo que veo siempre, voy humilde intentando rescatar lo

bueno, aunque esté en lo peor. Las personas malas poseen lado bueno, y uno debe rescatar y

salvar lo bueno. Todas las personas tenemos los dos lados. El lado positivo de tocar en la calle es

cuando una persona más que darte una moneda es cuando te miran y te sonríen, cuando una niñita

te da una moneda y te sonríe. El lado negativo es que a veces la gente es muy indiferente, y no

conmigo, sino que, muchas veces con ellos mismos. La gente anda caminando como hormigas, se

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chocan y no se miran, son como autómatas. Yo converso con la gente que hay en la calle, lo

privilegio más que el hecho de tocar. Hablo con mucha gente, porque la calle es el lugar donde la

gente se conoce, las redes sociales no son pantallas, aparecen cuando abres los ojos, los oídos,

conoces vidas extrañas, difíciles, cinco minutos de hablar con un desconocido y podrías terminar

abriendo el corazón, eso es lo bonito de tocar en la calle. Como yo pude conocerte a ti, tú me

estás conociendo, podrías haber tenido un prejuicio, una imagen de mí en ti. Pero te acercaste con

respeto. Yo hice lo mismo, y ahora ¿cuánto rato llevaremos conversando? Conocerse es lo que

nos hace mejores personas en mi opinión. La comunicación es lo que importa en las personas.

Mis recuerdos en la calle son cada amigo y amiga que he hecho, tocando en semáforos en Puerto

Montt me hice amigo de medio mundo que me apoyaba. En estas calles todos corren, todos

estresados, yo pienso que la tecnología afectó mucho en ese sentido, en los simples espacios entre

la gente. La gente trabaja y va a su casa, le gustan las jaulas. Y el contacto con la naturaleza es

sólo si van a la playa en Viña. Allá en el sur yo tenía un contacto con la gente y con la naturaleza.

Uno de estos días me iré a la Plaza Vieja a relajarme un poco, que el aire me pegue, sentir la brisa

entre los árboles y el pasto de cama. La gente a veces no tiene ni el tiempo, ni siquiera eso puede

tener la gente. Los niños son los que más ponen atención a la música, para mi es lindo cuando

ellos ven a uno tocando, y me gustaría que esté eso entre ellos. Los niños ven la guitarra, la

flauta, las flores, no apoyaran quizás con monedas, pero se quedan viendo a uno. Aunque en el

fondo, en el futuro a mí me gustaría tener un trabajo, porque un músico de calle acá en Chile no

vive. Igual a mí me gustaría ser más como antes, más relajado como era en el sur. Siempre

intento ser sociable, dar un espacio a la gente para conversar. No cambiaría mi forma de ser en

ese sentido. La vida te enseña sin necesidad de recibir preguntas, es solo observar, entender es

complicado, pero la vida no recibe preguntas me entiendes, solo da respuestas. En ese sentido, el

arte es vida. Me gustaría poder disfrutarlo aún más, porque si lo piensas si yo hubiera tenido una

“mejor vida” por así decirlo, una vida más tranquila, una niñez tradicional de juegos y escuela,

quizás dónde estaría el arte. El arte, la música en mi caso, apareció a raíz de necesidades más que

talentos, de búsqueda de refugio como digo yo. Si no hubiera tenido la flauta no habría soportado

el trabajo y la presión cuando chico, la muerte de mi madre, de mi hijo, la depresión que sufrí por

eso y cuando mi pareja me dejó, el sur me habría matado. Como te dije, esta música me salva de

la vida casi siempre. Pero es muy poco entendido el arte acá en Chile, no hay espacios, hay poco

interés por parte de los gobiernos o de la gente. Acá en Chile el arte se mantiene muy mal,

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malísimo. Porque las personas prefieren otras cosas antes del arte, porque en vez de comprarte

alguna pintura o ver obras de teatro prefieres comprarte unas zapatillas de buena marca, o un

celular. La tecnología hoy en día desplaza muchas cosas, ya desplazó al arte y la gente encerrada

en su mundo prefiere otras cosas. Pienso que el arte es importante porque el arte te entrega amor,

es la esencia tuya. Un artesano que hace una pulsera o un collar pone parte suya en él, un pintor

también, y lo hacen con amor. Y yo cuando canto intento reflejar eso, o cuando escribo un poema

hago lo mismo. Ahora acá se están abriendo un poco más los espacios para la música o

artesanías. Por ejemplo antes en la Av. Perú no había ningún artesano vendiendo, los corrían a

todos. Ahora ellos pueden vender su artesanía y eso es bonito. La gente puede pensar que es por

plata, por interés económico. No creo eso, porque como te había dicho los seres humanos

tenemos un lado positivo y un lado negativo, que es como la traba. Como una guitarra cuando

suena y cuando está muda, pero yo la dejo sonar. Imagínate que un tipo pone un paño en la calle,

cuánto crees que ganaría en un día… no ganan nada. A quién le quitan… a nadie. Y lo tiene que

colocar a pasos de otro local que está lleno, pero él pone su pañito con artesanía que él hizo con

sus manos y las vende, pero él nunca va querer hacer la competencia con la galería de arte, él lo

hace y quizás gane un par de lucas, pero no es por hacer un negocio. La Av. Valparaíso está hoy

con músicos, muchachos tocando su música, jóvenes vendiendo artesanías. Hay un mimo que a

veces me encuentro y se para en medio de la calle a hacer reír a la gente haciendo bromas con los

conductores o con las personas que pasan. Es bonito que un joven dé tiempo libre para eso, es

sano.

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REFLEXIONES

Mira su tú te fijas… hay cosas que con la vida tú vas aprendiendo y vas entendiendo. Tú

cuando andas en la calle ves que la gente anda apurada siempre, pasan nomás, si ves a alguien al

lado tuyo no te importa, porque te preocupas de lo tuyo. Y eso lo aprendí, te lo digo, cuando se

murió mi hijo y viví en la calle, por ende tuve que arreglármelas con una vida de calle, en la

noche de repente no había donde dormir, y en mi vida las pasé todas. Y ahí entendí que cuando tú

estai en la calle a nadie le importai, todos pasan por al lado tuyo y no te miran porque estás en ese

estado. La gente no se va a preocupar del otro, porque el mundo está encerrado en sí mismo y se

preocupa de eso. Si las personas ven a alguien tirado en la calle no le interesa saber qué problema

tiene, o si le pueden ayudar. Pero si tú conversas con esa persona tirada, ya no se va a sentir sola,

porque a lo mejor esa persona está pasando por algún problema, sola. Acá la gente te puede ver

tirado en el suelo, y si puede ponerte un pie encima te lo van a poner, porque eres una molestia.

Porque a nadie le importa el otro, solo de su vida y si está mal el otro que se joda. En la sociedad

falta aprender a quererse, al menos un poco. Que haya amor entre las personas, eso es lo más

importante en las personas, sentir amor por el otro. Gracias a Dios yo salí de la calle, ahora tengo

un techo, vivo en la casa de mi hermana y me llevo excelente con ella. Pero por ejemplo, una vez

venía caminando por acá en la Av. Valparaíso y me fijé en un hombre bueno, porque él era un

hombre bueno, comiendo de la basura… o sea me digo que egoísmo más grande, poco amor por

parte del mundo. Hablé con él, y con la plata que había juntado en la tarde tocando comimos unos

pancitos y un café por ahí en la calle. No cuesta nada yo creo. No le salvé el mundo, ni tampoco

hay que pensar si llegará un héroe. Hoy día la gente te mira con cara de desprecio, como que algo

le quitaste viejo. Yo me digo “¡qué manera de vivir así!”, es lo que yo veo, llenos de odio en el

corazón a veces y eso no sirve en tu vida, nos hace mal como seres humanos es horrible ese

sentimiento, y eso uno lo percibe en la calle. Los vecinos tampoco comparten entre ellos y a

veces ni se miran. Todo eso antes no se veía, los vecinos eran más unidos, se saludaban, íbamos a

comer a la casa del vecino y los hijos jugábamos un partido de futbol con los del frente. Yo vivía

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en la calle Colombia, donde está la Av. Serena, antes no estaba la Av. Serena, eso era un peladero

que se llamaba “La Chanchera”, y había una cancha, nos juntábamos los de la Población Júpiter

con los de acá para jugar a la pelota y éramos todos amigos. Y ahora la gente se tira pura mierda,

eso es lo que se ve. Yo los conozco a todos los de la Población Júpiter porque nos juntábamos

con los de allá y me decían “Tota ven pa acá, vamos a hacer una pichanga” y nos reuníamos y

era bonito. Hoy día los cabros chicos juegan en computador, con tecnología. La tecnología les

afectó bastante y yo lo he visto en familias. Por ejemplo estuve en una casa de un amigo la otra

vez, y llegaba la mamá y el hijo, tenía como 14 años, estaba encerrado todo el día en la pieza en

el computador, se amanecía ocupando el computador, se perdió la comunicación en la familia y él

se está perdiendo su niñez. Yo me la perdí por trabajar, y él por estar solo. La niñez es jugar con

el otro, disfrutar la calle en ese sentido, hacerse amigo del barrio y hablar con tu familia. Yo tuve

ese momento en que nos reuníamos los hijos y mi viejita, nos sentábamos a almorzar y

conversábamos. Yo he conversado con jóvenes, y me han dicho que sus papas nunca conversan

con ellos, o que nunca se sientan juntos en la mesa. Y lo que aprenden hoy en día lo aprenden por

otros lados, no lo aprenden en la casa, que sería lo ideal, que los papás los guíen. Esa falta de

comunicación es lo que ha hecho a perder ese concepto de juventud sana. Los padres van

adelante en el camino de la vida, ayudando a los hijos a caminar por ahí, y si se llega a caer, sería

ideal que ese recorrido de su experiencia sea traspasado al hijo para que ellos no cometan el

mismo error. Pero qué es lo que pasa, que el mismo sentido de ritmo de trabajo que llevan las

personas no da tiempo para que suceda eso. Hoy el papá o la mamá se levantan a las 7 ó 6 de la

mañana a trabajar y los hijos están durmiendo, después llegan en la noche, cansados, y los hijos

no están en la casa. Eso se ve más en las capitales, en las grandes ciudades. Uno cuando es joven

comete errores, porque no se las sabe todas. Por eso es importante escuchar a las personas más

grandes, mucho más cuando son los padres, aprender de ellos. He visto que si tú quieres darle un

consejo a una persona más joven, te van a mandar a la cresta. Pero no entiende que a lo mejor ese

consejo que le están dando es por su bien. Esas son cosas en la vida que relativamente las

personas no la entienden. En la familia el padre, la madre o quien te críe tienen dos lados yo creo.

Una parte tierna, amorosa; y la otra es la parte guía, no la mano dura que golpea, sino la mano

que da autoridad. Entonces que pasa, uno ve que las dos partes no se juntan. Los niños son muy

inteligentes, si un niño recibe mucho cariño de sus padres, peor si lo reflejan con cosas, el niño

desautoriza a los padres. Y si tú golpeas al niño, que es lo peor, no podrá vivir bien, y puede

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generar un odio a sus padres. Los niños no se golpean, los niños y niñas deben recibir autoridad

cuando corresponde. Lo que es bueno, es bueno, y lo que es malo, es malo. El respeto hacia los

hijos, hacia los padres, hacia las personas. Son cosas de casa. Es increíble que haya libros de

autoayuda sobre la familia. Ya no hay ni ese concepto de unión familiar

REFLEXIÓN Y CONCLUSIONES PERSONALES

Conocer a Stanley ha sido una experiencia más que provechosa, ya que uno puede analizar cómo

se puede configurar el proceso de llegar a vivir de la calle y como el arte ha ayudado a superar

esa etapa. Cuando uno piensa en la frase de Stanley “yo las he hecho todas”, un hace el intento

de dimensionar eso, de comprender sus palabras e imaginar cómo habrá sido su juventud. Desde

los 7 años ha estado ligado al trabajo y sin duda es algo que lo caracteriza. No poder abandonar

esa manera de ser trabajadora, entendida no como el hecho de tener un empleo, sino el hecho de

no poder permanecer nunca quieto. Esa vida de trabajo desde joven es lo que le lleva a pensar que

no disfrutó su niñez o juventud, ya que no jugó ni se entretuvo tanto como le hubiera gustado.

Otro elemento importante, considerando lo anteriormente mencionado, es pensar en otra frase

que menciona: “yo nací acá (Quilpué), pero soy puertomontino”. Al haber ido allá sin nada, con

el objetivo de olvidarse de toda su vida anterior y después encontrar mucho más de lo que

esperaba, tales como amigos, fraternidad, entretención, etc., hacen pensar en la ciudad de Puerto

Montt como una nueva cuna para Stanley, un lugar donde él pudo nacer de nuevo. A la vez de

tener otra familia, la gente de la calle, que al igual que él tuvieron que usar el oficio artístico para

subsistir. La ayuda de ellos, el cariño y trato fraterno hace pensar en una “nueva familia” para

Stanley, una familia adoptiva si se quiere, con la cual él pudo disfrutar como le hubiera gustado

cuando era joven. A la vez pensar en su familia real, cómo el “quedó atrás” en comparación a

ellos, como no existe esa unión familiar o las amistades que perdió cuando llegó acá. Como

cuando menciona “ellos hicieron su vida, y yo no puedo culparlos por eso”, da cuenta de que

piensa que no ha hecho la suya, e incluso lo menciona varias veces. Resulta paradójico (o quizás

no tanto) que siendo una familia de artistas la de Stanley, no pudo mantener una relación familiar

con ello. Posiblemente las grandes razones son el trabajo precoz y las tragedias que sufrió, por lo

que el abandono de todo lo anterior (para buscar algo bueno, lo que sea), junto al refugio en la

música, y que a la vez son los que lograron mantener a Stanley y darle motivos de seguir adelante

con energía, esperanza e intentado hacer las cosas “bien y con cariño”.

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Por último, la vida en la calle fue la que le formó su concepto de “vida y esfuerzo”. Sin esa

experiencia, muy traumatizante a la vez, él quizás no pensaría como lo hace ahora. Su

observación de las interacciones de la gente, su comportamiento, lo que se escucha y está

desapercibido, lo que se ve y está implícito. Stanley posee otros filtros de observación, no es la

misma visión que podría tener un estudiante universitario, ya que la experiencia del arte y viajes,

sumado a las tragedias, fueron los que formaron su visión y pensamiento.

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