Nueve Tareas Para La Política Pública Cultural

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Nueve tareas para la política pública cultural 10 SEPTIEMBRE, 2015 Ronaldo González Valdés Ahora que el presidente Enrique Peña Nieto, a propósito de su mensaje a la nación, acaba de anunciar un renovado impulso al quehacer público cultural, vale la pena pedir la palabra para opinar y pasar de la plaza romana que aclama o abuchea, al ágora griega que discute y toma acuerdos. Primero, como lo comentó Héctor Aguilar Camín en el programa de televisión Es la hora de opinar apenas el pasado lunes 31 de agosto, el tema de la cultura está ahí, acechante en la opinión pública y, desde luego, entre las comunidades de creadores, artistas y promotores culturales en todo el país. Para el flamante secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, la asignatura única no es la aplicación de la reforma educativa (asunto ya de suyo erizado y complejo), sino también, entre otras cosas, el de la difusión, fomento y promoción de la cultura. En su segundo encargo al frente del Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa ha quedado muy por debajo de la expectativa creada por él mismo. En su primera declaración como titular de este organismo, Tovar dijo que “para que el país transite exitosamente a la modernidad a que aspiramos, necesitamos considerar elementos fundamentales en la reconstitución del tejido social que desafortunadamente, en los últimos años, se ha visto fracturado, incluso para la recuperación de una buena imagen de México en el exterior, significativamente dañada en los últimos años” (Milenio, 8 de diciembre de 2012). Pues bien, poco o nada se ha hecho al respecto: dos programas ocasionales que no tuvieron continuidad y que parecieron más bien diseñados para el entretenimiento vacacional de niños y jóvenes. Un buen diagnóstico del sector y sus tareas pendientes, se encuentra, creo, en el último balance de la anterior presidenta del Consejo, Consuelo Sáizar, quien afirmaba:

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Nuevas maneras de encarar la cultura

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Nueve tareas para la política pública cultural10 SEPTIEMBRE, 2015Ronaldo González Valdés

Ahora que el presidente Enrique Peña Nieto, a propósito de su mensaje a la nación, acaba de anunciar un renovado impulso al quehacer público cultural, vale la pena pedir la palabra para opinar y pasar de la plaza romana que aclama o abuchea, al ágora griega que discute y toma acuerdos.Primero, como lo comentó Héctor Aguilar Camín en el programa de televisión Es la hora de opinar apenas el pasado lunes 31 de agosto, el tema de la cultura está ahí, acechante en la opinión pública y, desde luego, entre las comunidades de creadores, artistas y promotores culturales en todo el país. Para el flamante secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, la asignatura única no es la aplicación de la reforma educativa (asunto ya de suyo erizado y complejo), sino también, entre otras cosas, el de la difusión, fomento y promoción de la cultura.En su segundo encargo al frente del Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa ha quedado muy por debajo de la expectativa creada por él mismo. En su primera declaración como titular de este organismo, Tovar dijo que “para que el país transite exitosamente a la modernidad a que aspiramos, necesitamos considerar elementos fundamentales en la reconstitución del tejido social que desafortunadamente, en los últimos años, se ha visto fracturado, incluso para la recuperación de una buena imagen de México en el exterior, significativamente dañada en los últimos años” (Milenio, 8 de diciembre de 2012). Pues bien, poco o nada se ha hecho al respecto: dos programas ocasionales que no tuvieron continuidad y que parecieron más bien diseñados para el entretenimiento vacacional de niños y jóvenes.

Un buen diagnóstico del sector y sus tareas pendientes, se encuentra, creo, en el último balance de la anterior presidenta del Consejo, Consuelo Sáizar, quien afirmaba: “Los saldos pendientes, entre los que alcanzo a distinguir, son: definir la figura jurídica  adecuada para el Consejo, diseñar el proyecto internacional del que ha carecido desde sus inicios, alinear la educación artística entre las instituciones que dependen de la SEP, el Conaculta y el INBA, trabajar de manera más cercana con los estados para definir su vocación cultural, continuar con el proyecto electrónico, que es una forma de garantizar la memoria para el futuro, y democratizar los contenidos” (Proceso, 3 de diciembre de 2012). Como casi siempre ocurre con los exfuncionarios, Sáizar habla desde la responsabilidad fallida, pero eso es harina de otro costal. Ciertamente, el Conaculta sigue operando con la misma estructura, el mismo marco legal y los mismos programas con que nació en 1988. Su relación con el INAH y el INBA continúa estando marcada por una contradicción de origen: el estatuto jurídico de estos es superior al de aquel; mientras unos fueron creados por decreto legislativo, el otro lo fue por decreto administrativo del Ejecutivo.En materia de financiamiento, los convenios que se firman con los estados son los que se acordaron desde la primera administración encabezada por el propio Tovar y de Teresa en el sexenio de Ernesto Zedillo: estímulos a la creación

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artística, apoyos a las culturas municipales, cultura infantil, infraestructura cultural y párele usted de contar. Igual ha sucedido con los fondos nacionales como el Fonca, que aún con los pasos dados hacia atrás en varios sentidos, sigue siendo el punto de referencia para los creadores en el país.La política cultural en general permanece estancada desde aquellos años. El mapa programático de la cultura en México es el mismo desde hace décadas: Festival Cervantino, apoyo a ferias nacionales diversas (FIL de Guadalajara, Palacio de Minería, etcétera), apoyo casuístico a programas estatales (festivales artísticos, una orquesta por acá, algo de cultura étnica o popular por allá), no mucho más que esto.De aquí la principal asignatura pendiente: la definición y despliegue estratégico de una auténtica política pública federalista y republicana igual en lo normativo que en lo presupuestal o programático. No se trata de un asunto sencillo ni simple, aunque sí dramático dadas las condiciones actuales de nuestro tejido social. Por lo mismo, por lo abrumadora de esta vasta conclusión, tendrá que avanzarse en una agenda inmediata que considere tareas como las siguientes:1. En lo concerniente a la actualización del marco jurídico e institucional, generar una iniciativa de Ley General de Cultura que incluya, como lo señaló el presidente Peña Nieto, la creación de la Secretaría de Cultura. Se trata de echar a andar una dependencia cuyo rango autónomo e independiente de la SEP, haga posible integrar a instancias como el INBA, el INAH, Centro de Capacitación Cinematográfica, Fonca, librerías Educal, Canal 22, Radio Educación, Dirección General de Culturas Populares e Indígenas, etcétera. Un organismo, además, que en concertación con los organismos civiles de los tres órdenes, propicie la consolidación y efectivo funcionamiento de un Sistema Nacional de Cultura.2. En lo relativo al federalismo presupuestal, trabajar en la perspectiva de crear un Fondo de Aportaciones para la Actividad Cultural, algo así como lo que ocurre en el caso de la educación básica con el FAEB Ramo 33). De esta manera, cada estado podrá presentar propuestas de política cultural que, a partir de acordar una fórmula de asignaciones, garantice contar con recursos irreductibles y en aumento para el quehacer público cultural. Tendrá que anularse, o disminuirse al mínimo posible, el pernicioso y no pocas veces irresponsable etiquetamiento de recursos por parte de la Cámara de Diputados para iniciativas y grupos de dudosa personalidad formal y real en la vida cultural nacional y local. En este renglón pueden y deben pensarse nuevos mecanismos y encontrarse nuevas vías por las que transite, con criterios de racionalidad política y administrativa, la gestión de las entidades públicas estatales y municipales, las asociaciones civiles e instituciones de asistencia privada abocadas a la tarea cultural. Es posible articular de manera plural una propuesta que haga posible arribar a acuerdos fundamentales acerca de la definición y distribución del presupuesto para la cultura (Cfr. González Valdés, Ronaldo, “El presupuesto para la cultura en México”, en nexos No. 371, noviembre de 2008).3. Un primer diagnóstico del estado de la educación artística no inicial en México, fue realizado hace tres años por el Centro de Investigación para el Desarrollo Cultural y la Educación Artística (CIDCEA) del INBA. Dicho centro, sin

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embargo, desapareció. Ahí se pueden ubicar los puntos neurálgicos de una responsabilidad pública en la que la dispersión y la ausencia de racionalidad pedagógica y administrativa han sido las notas dominantes desde la creación del INBA en 1946 (el Estudio y diagnóstico de la educación artística no inicial en México, coordinado por Eudoro Fonseca Yerena, se puede consultar en www.cidcea.bellasartes.gob.mx). De investigaciones de este tipo tiene que partirse tanto en el caso de la educación formal como en el de la no inicial.4. Tendrá que llevarse a cabo todo lo conducente para ampliar los fondos nacionales, estatales y municipales de apoyo a la creación, la difusión y la promoción artística y cultural, considerando siempre los criterios de equidad, calidad y transparencia en su asignación, así como la priorización de su entrega a los agentes culturales de la región, el estado o la localidad del caso. Los apoyos a la cultura deben servir a la dinamización de la vida social y no a la consagración de privilegios de ningún tipo.5. En lo programático, se requiere construir una trama de significados distinta a la ya tradicional y convencional narrativa que destaca la ineficiencia o hasta el “anacronismo” de los programas orientados al fortalecimiento de dispositivos regionales, estatales, municipales y comunitarios de intervención social. Esto es lo que ha ocurrido con las casas de la cultura en las localidades de todo el territorio nacional, satanizadas como vestigios bucólicos de prácticas parroquiales y provincianas; no sé, por cierto, si nuestras burocracias culturales federales y estatales reconozcan la firma de André Malraux en esta línea programática: con ella se inaugura en Occidente, ni más ni menos, la idea de una política cultural. Una verdadera política cultural tendrá que sustentarse en la demanda objetiva de las comunidades donde se crean los sujetos colectivos, donde se gesta el déficit de cohesión y ciudadanía que padecemos. Tendrán que recuperarse, en este sentido, experiencias como la catalana, la brasileña y la colombiana: el trabajo en redes, el asociacionismo cultural, la animación sociocultural, entre otras (extraordinaria y muy recuperable experiencia por este rumbo, es la desarrollada en varios municipios del país por Conarte, organismo civil encabezado por Lucina Jiménez).6. Mención especial merece la iniciativa de Seguridad Social para la Comunidad Cultural, presentada por la ex senadora María Rojo desde diciembre de 2010, enviada, debidamente dictaminada, en noviembre de 2011 a la Cámara de Diputados. En resumen, en dicha iniciativa se propone incorporar al IMSS a artistas, creadores y gestores culturales que no cuentan con seguridad social, incluyendo en esto el beneficio del retiro. Este documento debe desempolvarse y revisarse para su puesta al día y su discusión.7. Se debe revisar el marco fiscal de los esquemas de mecenazgo e inversión cultural más allá de la filantropía, promoviendo una reforma que considere el concepto de industrias culturales, lo mismo como generadoras de empleo que como difusoras del patrimonio arqueológico, histórico y artístico. Esto requiere, por supuesto, que las secretarías de Economía y del Trabajo reconozcan a la economía cultural como parte de la economía nacional (¡y cómo no hacerlo cuando, según estudios recientes, las industrias culturales aportan el 7.9% del PIB, sin contar el turismo! Basta consultar el imprescindible estudio de Ernesto

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Piedras, ¿Cuánto vale la cultura?, Conaculta, Caniem, Sogem, SACM, México, 2004).8. Una asignatura más en esta dirección: revisar los esquemas de apoyo de la banca de desarrollo, fijando el propósito de incorporar en sus líneas de atención la incubación y el financiamiento de empresas y proyectos culturales.9. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son, sin duda, uno de los grandes tópicos de nuestros tiempos. ¿Qué puede y debe hacer una política pública cultural en la difusa pero absolutamente vívida y vivida dimensión de lo virtual? He aquí una verdadera cuestión pendiente.Queden las consideraciones y el siempre incompleto recuento. Esperemos, por lo pronto, que el anuncio del Presidente de la República se convierta en una auténtica decisión política: la decisión de asignar nuevos y más poderosos alcances a la acción pública cultural en México. Que se pueble el ágora, que inicie el debate y lleguen los acuerdos. Ronaldo González Valdés. Sociólogo, ensayista, profesor e investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Fue titular de cultura del estado de Sinaloa (1999-2008). Su último libro es La cultura en Sinaloa: narrativas desde lo social y la violencia, H. Ayuntamiento de Culiacán, 2013.