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JESUIT REFUGEE SERVICE ENERO DE 2017 servir La historia interminable: Refugiados en situaciones crónicas NÚMERO 62

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JESUIT REFUGEE SERVICE ENERO DE 2017 servir

La historia interminable: Refugiados en situaciones crónicas

NÚMERO 62

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En esta ediciónEDITORIAL ¿Dónde está nuestra esperanza? 3

CENTRADOS EN LAS SITUACIONES DE REFUGIO CRÓNICAS

INDIA Los llevo en mi corazón 4 y esta es mi gente

CHAD Demanda creciente, 7 suministros menguantes

La educación es la clave de la vida 8

ETIOPÍA Mirando adelante 9

Testimonios 10

PONIENDO MERCY IN MOTION EN TODO EL MUNDO

ITALIA Tiempo de observar y actuar 12

INDIA Los estudiantes conocen la realidad 12 de los refugiados

EE.UU. Conciertos por los refugiados 13

AUSTRALIA Porque puedo, lo hago 14

SIRIA Las brasas de la esperanza 15

DE SIRIA En busca del tesoro 16 A BÉLGICA

AFGANISTÁN Yo fui un niño de la calle… 18

ETIOPÍA Aprender de mis pinturas 19

CONTRAPORTADA Artists in Motion

servir FOTO DE PORTADA

Refugiadas sudanesas de Darfur en un aula de uno de los campamentos de refugiados en el este del Chad, donde el JRS gestiona servicios educativos. (Denis Bosnic / JRS)

Servir está disponible gratuitamente en inglés, español, francés e italiano. El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) lo publica dos veces al año.

DIRECTORTom Smolich SJ

EDITORADanielle Vella

DISEÑADORMalcolm Bonello

El Servicio Jesuita a Refugiados es una organización católica internacional creada en 1980 por Pedro Arrupe SJ. Su misión es acompañar, servir y defender la causa de los desplazados forzosos.

Jesuit Refugee ServiceBorgo S. Spirito 4, 00193 Roma, Italia

TEL: +39 06 698 68 605

[email protected]

JESUIT REFUGEE SERVICE ENERO DE 2017 NÚMERO 62

El Papa Francisco declaró 2016 como Año Jubilar de la Misericordia. Durante el mismo, el JRS impulsará la campaña Mercy in Motion para que 100.000 jóvenes refugiados más vayan a la escuela. El JRS está aumentando la cantidad y calidad de sus servicios educativos gracias a la generosidad de amigos y donantes de todo el mundo, que apoyan esta campaña.

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EDITORIAL

La postal navideña de 2016, en la fotografía de arriba, no muestra a la Virgen y al Niño huyendo a Egipto. De todas las fotos de 2016 en nuestros archivos, esta, un padre sujetando con ternura a su hija al llegar a Grecia, es la que mejor refleja la esperanza de la Navidad: incluso en el desplazamiento, en peligrosos viajes, hay esperanza en nuestras niñas y niños.

En esta edición, Servir presenta artículos que muestran la esperanza de forma insólita, en lugares olvidados. El pasado julio, visité el Chad. La historia de los refugiados de Darfur, desaparecida de nuestras pantallas y memorias, sigue conmoviéndome. Desde el Chad, Mutara Haru nos recuerda que “la Educación es la clave de la vida. Sin educación, no puedes expresarte”. Mientras escribo esto, nos preparamos para ser la única ONG que ofrecerá educación a los refugiados en el este del Chad: un

compromiso enorme y arriesgado para el JRS, pero no podemos fallarles.

El campo de Mai-Aini, en el norte de Etiopía, es más inhóspito de lo que pueda imaginarse. Sin embargo, allí, un pequeño programa que ayuda a los refugiados eritreos a expresarse con el arte se ha convertido en el proyecto Artists in Motion. Nuestros amigos comparten sus historias y curan sus heridas mediante lo que dibujan, escriben o pintan.

De Bélgica nos llega la historia de Shadan y Nagham, dos hermanas de Homs, Siria, que participaron en una capacitación del JRS antes de huir de su país. Ahora replican esa oportunidad para los refugiados en su nueva tierra. La educación es, en efecto, algo que nadie puede quitarte cuando te vas.

El recién ordenado jesuita John Michael Viyagappan SJ completa esta imagen de esperanza con la historia de Dharani, una viuda srilankesa de un campo de refugiados de la India.

Si bien sigue de luto por su esposo e hijo muertos en la guerra civil, cree que Dios las mantiene viva a ella y a sus hijas. Como John Michael escribe: “A pesar de todo, el horizonte de la esperanza sigue allí, gracias a su fe en Dios”.

El Adviento no es solo tiempo de preparación para la Navidad, sino de reavivar un horizonte de esperanza. Como nos dice el Libro de los Proverbios: Hay un futuro y tu esperanza no se verá defraudada. En medio de situaciones inhumanas y aún peores, los refugiados y desplazados a los que el JRS acompaña no solo viven la esperanza… la crean. Esta esperanza es a menudo irreconocible, pues no siempre encaja con la imagen que podríamos tener de ella, o de las imágenes que pondríamos en una postal de Navidad. Y allí está Dios.

Bendita sea su Navidad. Que encontremos y creemos la esperanza juntos en 2017.

¿ D Ó N D E E S T Á

nuestra esperanza?

Tom Smolich SJ | Director Internacional del JRS

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ENFOQUE INDIA

El 3 de octubre de 2016 fue un día de alegría. Me uní al sacerdocio en la Compañía de Jesús, provincia de Madurai. Mi anhelado sueño de 20 años se cumplió. Hubo aún más alegría al día siguiente, cuando empecé mi servicio sacerdotal celebrando mi primera misa de Acción de Gracias en el campo de refugiados de Gopalasamuthiram, cerca de mi aldea en Tamil Nadu. El día fue inolvidable, con la plantación de diez árboles en el campamento, y una opípara comida para todos.

Decidí dedicar mi primera misa a los refugiados por el “amor preferencial” que les tengo, un amor que surgió durante mi regencia (el trabajo sobre el terreno que los

jesuitas en formación realizan entre estudios), con el JRS en Tamil Nadu de 2009 a 2011. Trabajé con refugiados de Sri Lanka, y la primera vez, me sobrecogió ver sus condiciones de vida. Como trabajador de campo, visité un campamento en Arani, en el distrito de Thiruvanamalai, donde los refugiados eran arrojados como mercancías en un almacén. No había habitaciones: los refugiados hacían particiones con sacos y vivían sin apenas privacidad ni saneamientos.

Podía palpar su miseria y me dolía su dura realidad. Tratados como extraños, marginados, viven en lo que son, de facto, cárceles abiertas, bajo la vigilancia de la seguridad del estado. Se les priva de servicios

básicos y empleos. Ni pueden integrarse en las comunidades locales.

Desde entonces, me he solidarizado con ellos. Recuerdo especialmente a una viuda llamada Dharani en el campo de Arani. Perdió a su marido y a su hijo en la guerra civil de Sri Lanka en 2006. Un día nos compartió su experiencia de vida y muerte con los ojos sollozantes. Su sensación de miseria se exacerbaba por no haber podido velar adecuadamente a sus difuntos esposo e hijo. Creía que su fe en Dios la había mantenido viva a ella y a sus dos hijas, a pesar de la guerra y el desplazamiento. Su lucha sigue ahora en esta tierra extraña donde

Los llevo en mi corazón y esta es mi genteJohn Michael Viyagappan SJ

El P. John Michael celebra su primera misa en un campamento para refugiados de Sri Lanka en Tamil Nadu.

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ENFOQUEINDIA

buscaron refugio. Sin embargo, el horizonte de esperanza sigue allí, gracias a su fe en Dios. Acaso eso sea lo que las mantiene vivas día a día. Escuchar a Dharani me dejó con una fe más profunda en Dios y Su providencia.

Me di cuenta de que los campos de refugiados eran lugares donde compartir. En cada hogar que visitaba, me acogían de buen grado y con una gran sonrisa, compartiendo lo poco que tenían. Su hospitalidad me hacía sentir en casa. Un día, en un campamento del distrito de Vellore, acompañado de unos niños, después de mis clases, visité a una familia. Había una anciana, su hija Stella, y tres hijos. Durante la guerra de Sri Lanka, el marido de Stella se fue, probablemente a Australia o Europa, para mantener a la familia. Pero llevaban años sin saber de él.

La señora Stella me invitó a comer con ellos. Dije “sí” y me senté. Entonces me di cuenta de que aquel “sí” la puso en un brete. Cuando me fijé en la olla, apenas tenían para ellos. Así que los niños que habían venido conmigo corrieron a sus respectivos hogares y trajeron comida para mí y para esa familia. Todos nos sentamos a la mesa de doña Stella y compartimos alegremente la comida. Sentí que los refugiados vivían como una familia en los campamentos, aunque venían de diferentes lugares de Sri Lanka, mostrando una especie de unión. Así fue como ellos me enseñaron sobre mi vida en comunidad.

Otra cosa que me llamó la atención fue lo trabajadores que son los refugiados, si bien apenas encuentran empleos decentes o dignos. Tal es su pobreza que no dudan en hacer trabajos arriesgados para ganarse la vida: pintar edificios altos, por ejemplo. A menudo se emplean como jornaleros. Ni el gobierno ni el sector privado los acepta, aunque estén cualificados, porque no son ciudadanos de la India. Un amigo mío, Pradeep, tiene dos

PUNTO DE INFORMACIÓN

Los jesuitas de la provincia de Madurai, en el sur de la India, comenzaron a atender a los refugiados que huían de la guerra civil en Sri Lanka en 1984. Durante años, los jesuitas acogieron a los refugiados que llegaban en barco y los acompañaban al campo de tránsito de Mandapam. En 1990, el JRS siguió los pasos de este

ministerio pastoral, poniendo en marcha gradualmente servicios en todo el estado indio de Tamil Nadu. Con los años, el JRS ha ido mejorando sus servicios educativos, pastorales y psicosociales a los refugiados más vulnerables de Sri Lanka, y hoy está presente en 106 campamentos con una legión de profesores surgidos de entre la misma población refugiada.

Una vida dura: los refugiados de Sri Lanka alojados en un almacén compartimentado en Tamil Nadu.(Peter Balleis SJ / JRS)

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ENFOQUE INDIA

carreras universitarias, pero hoy trabaja cargando sacos en el molino de arroz. No renuncia a sus sueños, pero así, al menos, puede mantener a su familia.

Me sentía muy feliz pasando la mayor parte del tiempo en los campamentos. Visité y consolé a personas enfermas y ancianas. Organicé los cursos de inglés hablado para docentes del JRS y universitarios, y dirigí los campamentos de verano para estudiantes de secundaria que preparaban sus exámenes oficiales. También impartí cursos de habilidades para la vida en Grihini, un centro para chicas que dejaron la escuela. Podía idear mis propias maneras de empoderar a los refugiados a través de la educación.

Mi tiempo de regencia en el JRS orientó mi formación a poner a los más vulnerables en mi corazón. Al JRS le agradezco haberme ayudado a conocerme a mí mismo y a forjar mi identidad jesuita de estar junto y al

servicio de las personas en cualquier circunstancia.

Por eso quise regresar con mi gente a celebrar esa primera misa: ellos fortalecieron mi vocación y dieron más sentido a la vida. Los refugiados me dieron las herramientas para convertirme en un instrumento efectivo en las manos de Dios. Me enseñaron sobre la realidad de la vida, que vale la pena vivir hasta el final incluso en medio de la miseria y las dificultades. Y me dieron la alegría de estar juntos y la esperanza en un nuevo amanecer de la vida.

Con mi amor preferencial por los refugiados, soy un gran admirador del Papa Francisco. Él hizo el ingente esfuerzo de anunciar su clamor al mundo entero. Cuando estudiaba teología en Francia, entre 2013 y 2016, la crisis de los refugiados sirios alcanzó su punto álgido. Seguía las noticias a diario en Radio Vaticana y las palabras del Papa Francisco me inspiraron mucho.

El Papa siempre dice que lejos de ser peligrosos, los refugiados son las personas “más vulnerables” y que están en peligro. Es nuestro deber como cristianos ayudarles. En junio de 2016, dirigiéndose a los miembros de la Unión Mundial de Antiguos Alumnos Jesuitas (WUJA - véase página 12), dijo: “Los refugiados y los migrantes son algo más que estadísticas; no son diferentes a nuestra propia familia y amigos; cada uno de ellos tiene un nombre, un rostro y una historia, así como el derecho inalienable a vivir en paz y a aspirar a un futuro mejor para sus hijos e hijas”. La voz desafiante del Papa Francisco ha inspirado mi compromiso por el bienestar de los refugiados y, cuando estuve en Francia, trabajé con refugiados de Sri Lanka y Afganistán. Me toca ser una voz para las personas sin voz y más vulnerables de nuestro tiempo. Estoy listo para acompañarlos y mejorar sus vidas donde y cuando sea posible. Los llevo en mi corazón y ellos son mi gente.

Así como reflejan estas manualidades de niños refugiados de un campamento en Tamil Nadu, el P. John Michael encontró que los refugiados eran acogedores y cálidos. (Peter Balleis SJ / JRS)

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ENFOQUECHAD

Demanda creciente, suministros menguantesCada día, unos 33.000 estudiantes asisten a las escuelas del JRS en los campos de refugiados del duro y semiárido este del Chad. Los refugiados proceden de Darfur y muchos llevan en el Chad más de una década. Una generación ha nacido en los campamentos. Regresar a casa en un futuro cercano es impensable dada la persistente violencia en Darfur.

En 2014, el ACNUR recortó la financiación para el Chad en un 42%, una decisión que ha tenido un fuerte impacto negativo en nuestros programas y que se traduce en una brecha creciente entre una demanda urgente y una oferta cada vez menor.

“El ACNUR, como todos nosotros, hace lo que puede para prestar servicios a los refugiados en lugares olvidados y desconocidos. Si no hay suficiente dinero para Oriente Medio, menos lo hay para esos lugares olvidados”, dice el Director Internacional del JRS, Tom Smolich SJ.

Peor aún para esos refugiados atrapados en situaciones crónicas y

olvidadas. “Si retrasas el reloj 12 o 13 años, la crisis que aparecía en todas nuestras pantallas de televisión era la de Darfur. Recuerden el genocidio que estaba ocurriendo allí”, dice el P. Smolich. “La mayoría de los refugiados de Darfur siguen en el Chad, uno de los países más pobres de África y, de hecho, del mundo”.

Las previsiones son sombrías. ¿Cuáles son las perspectivas de los refugiados que, con suerte, logran terminar la escuela primaria en los campamentos? “Si el refugiado es una niña, probablemente se casará precozmente, tendrá hijos, y nunca podrá salir adelante, por más que lo desee. Si tiene mala suerte, terminará en lo que eufemísticamente llamamos el sexo de supervivencia”, dice el P. Smolich. “Un muchacho podrá ir al norte a trabajar en las minas, pero esto tampoco le ofrecerá mucha esperanza ni dinero, así que viajará más al norte, a Libia, para coger un barco hacia Europa, y quién sabe qué sucederá”.

La educación no resuelve todos los problemas de los refugiados. Pero es una herramienta valiosa que aprovecha su resiliencia y esperanza, dando forma a la posibilidad de un futuro que merezca la pena, forjando su estima, valores, habilidades y conocimientos. Es por eso que seguimos adelante a pesar de los graves recortes de fondos: la alternativa, la muerte de las valiosas vidas de miles de personas, es un precio demasiado alto.

PUNTO DE INFORMACIÓN

El programa de educación en el este de Chad es el mayor del JRS, con educación preescolar y primaria en ocho campamentos y educación secundaria en cinco. En 2015, el JRS inició un programa de idiomas para preparar a los estudiantes seleccionados para los cursos ofertados de educación superior online.

En el este de Chad, el JRS gestiona servicios educativos en varios campamentos para refugiados de Darfur, Sudán. (Joseph Thera / JRS)

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ENFOQUE CHAD

Mutara Haru, de 20 años, compartió su historia con Jacquelyn Pavilon, antigua trabajadora de la oficina internacional del JRS. Mutara es un estudiante de inglés de un programa del JRS y Jesuit Commons: Educación Superior en los Márgenes (JC:HEM) en el campamento de Goz Beida, Chad.

Los milicianos iban de un pueblo a otro donde vivíamos en Darfur. Era 2004. Todos los días, oíamos disparos a lo lejos, esperando no ser los siguientes. Una ilusión vana. Pronto llegaron a nuestro pueblo, Omharu, quemando todo lo que no quisieron robar. Diez de mis vecinos murieron; puedo nombrar a todos esos hombres.

En ese momento pensé que iba a morir. En aquellos tiempos, solían matar a hombres y niños, por no decir las cosas horribles que hacían a las mujeres. Tenía ocho años. Para ocultarme, mi madre me puso un pañuelo en la cabeza para que pareciera una niña, e inmediatamente salimos. No había tiempo para pensar, solo de huir. Mi familia se separó en el caos. Caminamos durante cuatro días, viajando solo mientras había luz. Nos quedábamos cerca de los árboles y nos escondíamos durante la noche. Mi madre fue lo suficientemente inteligente como para traer leche en polvo, que mezclábamos con agua. Eso nos mantuvo durante los cuatro

días. Todo el mundo hacía más o menos la misma ruta, y gracias a Dios, nos reencontramos con el resto de mi familia en el camino.

Después de andar durante días, conseguimos cruzar la frontera. Allí, había unas ONG que inmediatamente se nos acercaron, tomaron nuestros datos y nos llevaron al campamento de Goz Beida. Nos dieron plásticos para construir una tienda de campaña y una tarjeta de refugiado, pero, aparte de eso, no teníamos nada. No había escuelas donde yo vivía en Sudán. Ni siquiera sabía qué era la educación. En la época de lluvias trabajábamos la tierra, y en la estación seca pastoreábamos el ganado, y esa era la vida.

En 2008, un hombre del campamento, impartía, informalmente, cursos de inglés dos horas cada noche, frente a su casa. Él lo hacía voluntariamente. Así fue como aprendí inglés al principio. Al mejorar mis conocimientos de idiomas, empecé a trabajar para diferentes ONG presentes aquí.

Mi inglés era “bastante bueno”, pero yo sabía que no era todavía el nivel que quería, así que me matriculé en el programa de inglés de Jesuit Commons: Educación Superior en los Márgenes (JC:HEM) del JRS en 2013, y ya estoy en el nivel más avanzado. Sé que con esta habilidad universal, puedo ampliar mis oportunidades de trabajo. Ahora, además de trabajar como intérprete a tiempo parcial, lo

hago voluntariamente como profesor de inglés en la escuela primaria del JRS.

Llevo 12 años en el campamento. Si hubiera paz en Sudán, me gustaría volver en un abrir y cerrar de ojos. Tendría plenos derechos, y los merezco. Todos los merecemos. Aquí tenemos muchas limitaciones. No podemos participar políticamente ni trabajar en muchos sectores. Debido a estas restricciones, preferiría irme a otro lugar como EE.UU. o Canadá, donde existen los derechos humanos, donde hay mejores oportunidades de educación y un futuro, pero lo más importante, donde siempre hay seguridad.

Algunas personas ven a los refugiados como unos nadie, pero la vida está llena de riesgos. No sabes cuándo puede pasar cualquier cosa, y mañana podrías ser tú. Por eso es importante acoger y ofrecer educación.

La educación es la clave para la vida. Sin educación, no puedes expresarte. Ni siquiera puedes decirle a la gente del otro lado que estás sufriendo y pedir ayuda. Es por esta falta de educación que estamos aquí. Nosotros, como pueblo, no supimos defender nuestros derechos, así que por nuestra ignorancia, nos arrebataron nuestro país. A medida que la gente vaya siendo educada, podremos recuperarlo, construir una nueva vida y evitar nuevos enfrentamientos.

La educación es la clave de la vida

Jacquelyn Pavilon/JRS

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ENFOQUEETIOPÍA

Mirando hacia adelanteEn 2011, decenas de miles de personas huyeron del sur de Somalia caminando durante días en una búsqueda desesperada de comida. La hambruna había roto el precario equilibrio entre la vida y la muerte en esta región devastada por la guerra, gran parte de la cual estaba bajo el férreo control del violento grupo extremista Al Shabaab. Muchos refugiados se dirigieron a Dollo Ado, en el sudeste de Etiopía, donde los reubicaron en campamentos.

La hambruna que azotaba el Cuerno de África en ese momento ha desaparecido de la memoria pública, pero los refugiados siguen en los campos, a los que se han unido desde entonces otros que escaparon de la insoportable situación en su país. El cambio climático ha hecho que persista la inseguridad alimentaria y la violencia de los grupos armados continúa. Según el ACNUR, en septiembre de 2016 había 216.800 refugiados somalíes en Dollo Ado, viviendo en un medio seco, caluroso e inhóspito.

Pero si bien el clima es poco amable, la gente sí lo es. Etiopía alberga el mayor número de refugiados del África subsahariana, acogiendo a quienes huyen de la sequía, los conflictos civiles y la represión en los países vecinos: unos 734.000 refugiados de Somalia, Sudán del Sur, Eritrea, Sudán y Yemen, entre otros lugares.

En 2011, un equipo del JRS llegó a Dollo Ado para evaluar la situación. Gradualmente, se establecieron equipos en los campamentos de Melkadida y Kobe para hacer lo que mejor sabemos: ayudar a los refugiados a sacar el máximo provecho de ellos mismos en esas duras condiciones a través de actividades psicosociales, educativas y recreativas con un enfoque cultural y creativo.

Los refugiados aplaudieron estas actividades, sobre todo porque el tiempo pesa mucho en los campamentos. Pero esto es más que matar el tiempo. Para muchos de los refugiados que asisten a las clases de

alfabetización de adultos, aritmética y habilidades para la vida, esta ha sido la primera vez que han ido a la escuela. Sus habilidades recién adquiridas mejoran su autoestima y pueden darles en uso práctico inmediato en los campamentos.

CONTINÚA AL DORSO

Campamento de Kobe en Dollo Ado, Etiopía. Unos 216.800 refugiados somalíes viven en campamentos en Dollo Ado. (Christian Fuchs / JRS)

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ENFOQUE ETIOPÍA

Tres refugiados comparten su historia con nosotros, detallando los horrores de los que huyeron y la nueva esperanza que encontraron gracias a, entre otras cosas, a las oportunidades educativas del JRS:

Más esperanza que nuncaTengo 26 años y soy madre de cuatro hijos. Vine al campo de refugiados de Kobe en 2012 cuando la hambruna llegó a Baardheere y perdimos todo lo que teníamos. Perdimos nuestras 16 vacas y nuestra granja quedó yerma. Al Shabaab se llevó a mi esposo acusándolo de espiar para el gobierno, pero él nunca hizo cosas así. No hemos tenido noticias suyas desde entonces. Ruego que esté vivo y que nos encontremos de nuevo algún día. Cuando llegué a Etiopía, no tenía

ni idea de hacía dónde iba mi futuro y el de mis hijos. Quería regresar a Somalia pero no tenía a dónde volver. Perdí toda esperanza.

En el campamento, me trataron muy bien y recibí muchos servicios que agradecía, incluso algunos que nunca tuvimos en Baardheere. Mis hijos fueron tratados por desnutrición y fueron a la escuela. La escuela es algo que jamás tuvimos, así que me sorprendió cuando un vecino me habló de una para adultos.

Una semana después, ya en 2015, me inscribí en un curso del JRS.

Me gradué del programa y hoy puedo hacer las cosas que aprendí. Sigo las actividades escolares de mis hijos e incluso les ayudo con sus tareas. Puedo leer y entender lo que está escrito y ya trabajo con una ONG. Tengo más esperanza ahora que en cualquier de entrar en las clases del JRS. Nunca lo olvidaré.

Convertirse en refugiadosNací en Dinsoor, en la región de Bay de Somalia, en 1990. Mi familia criaba ganado y llevábamos una vida cómoda. Pero no fuimos a la escuela. Solo los ricos o la gente de la ciudad podían recibir educación.

En 2005 hubo una catastrófica hambruna en Somalia. Esta afectó muchísimo a la gente y a los animales porque las granjas se secaron. Fueron tiempos de desesperación, en los que todos trataban de salvar a sus familias. Mi anciano padre nos trajo a Baidoa, la capital de Bay. La gente de esa ciudad era amable. Nos dieron comida, agua y ropa, y nos llevaron a un centro de tránsito temporal en las afueras.

Finalmente, los insurgentes asumieron el control de la región e impusieron la estricta ley Sharía. Cobraron fuertes impuestos a las ONG que nos ayudaban y amenazaron a los extranjeros que

trabajaban para estas. Esto hizo nuestra vida insoportable. La gente lloraba por la calle debido al hambre y la injusticia. No había nadie que nos socorriera.

Nos preguntábamos cómo podríamos llegar a Etiopía, que está lejos de la región de Bay. No teníamos dinero. Y los extremistas amenazaron con matar a quien intentara ir a Etiopía. Esto causó pánico y confusión: ¿cómo escapar de las duras e inhumanas leyes y condiciones de los extremistas?

Luego llegó un momento decisivo en mi vida. Nuestro padre nos despertó una noche y nos pusimos a caminar. Caminamos día y noche hasta quedar exhaustos. Finalmente, llegamos a Dollo Ado¸, una ciudad fronteriza somalí donde recibimos una cálida bienvenida. Descansamos unos días y luego cruzamos al lado etíope.

Al final nos llevaron al campo de Melkadida, ya como refugiados. Nuestras vidas cambiaron. Me llevaron a una escuela de alfabetización de adultos del JRS, donde aprendí habilidades para la vida que me ayudaron a tener confianza en mí mismo. El programa abrió mis ojos y mi mente convenciéndome de que puedo hacer muchas cosas para cambiar mi vida y la de mi familia.

En 2014, entré en los programas de formación en sastrería, fontanería y peluquería. Algunos graduados formamos una cooperativa y ahora mi equipo es experto en trabajos de fontanería en Melkadida. Sentí consuelo en el JRS y su apoyo sin reservas cambió la desazón de mi vida en algo lleno de esperanza. El JRS es la razón de que yo sea quién soy hoy.

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ENFOQUEETIOPÍA

Esperanza y felicidad para una nueva vidaLos clanes, las fuerzas gubernamentales y Al Shabaab estaban en guerra en mi país. Al Shabaab mató a dos de mis parientes: uno en Mogadiscio y el otro en una zona rural. Mi tío de Mogadiscio era un líder religioso que enseñaba el Corán. De repente, las fuerzas de Al Shabaab aparecieron y lo asesinaron brutalmente. En el área rural de otra ciudad, una trágica noche, llegaron a casa de mi primo, y le dijeron que explicara de dónde salía su ganado y camellos.

Le exigieron a mi primo que les entregara todos los animales, pero él se negó. Así que volvieron otra noche, le vendaron los ojos, se lo

llevaron a algún lugar desconocido y lo mataron. Este terrible incidente sorprendió a todos los aldeanos de la zona. Temíamos por nuestras vidas, sobre todo porque mi padre también había recibido amenazas de muerte de Al Shabaab.

Decidimos mudarnos a otra ciudad. Un día, durante las clases del Corán, milicianos de Al Shabaab vinieron a la escuela para que nos uniéramos a ellos. Por desgracia, algunos lo hicieron. Mi madre insistía en que debíamos salir de la ciudad porque Al Shabaab podría venir a secuestrarnos. Mi padre estuvo de acuerdo. Decidimos caminar de noche para llegar a una

ciudad fronteriza de Etiopía llamada Dollo Ado. El viaje fue agotador y difícil. Cuando llegamos a Dollo Ado, sentimos esperanza y felicidad por una nueva vida. Tuvimos la suerte de haber escapado de una trágica muerte a manos de los terroristas.

Ahora disfrutamos de seguridad, recibimos atención sanitaria y ayuda alimentaria gratis, y continuamos nuestra educación. Comencé en tercer curso y ahora ya estoy en décimo. En los programas del JRS, hice plomería, sastrería y peluquería para hombres. Esto me ha ayudado a tener confianza y a mirar hacia adelante para mejorar mi vida.

Refugiados somalíes ansiosos por entrar en las clases de alfabetización de adultos del JRS en el campo de Melkadida en Dollo Ado, Etiopía. (Christian Fuchs / JRS)

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MERCY IN MOTION

Tiempo de observar y actuar

Más de 100 antiguos alumnos de los jesuitas de todo el mundo vinieron a Roma a un Encuentro celebrado del 15 al 17 de septiembre de 2016. El tema del evento fue Migración Global y Crisis de Refugiados: Tiempo de Observar y Actuar.

Organizado por la Confederación Europea de Antiguos Alumnos de los Jesuitas, y con el apoyo de la Unión Mundial de los Antiguos Alumnos Jesuitas (WUJA), durante tres días se ofreció a los participantes un enfoque holístico - académico, experiencial y espiritual - para explorar las tendencias migratorias globales. Los participantes conocieron la dura realidad de los refugiados urbanos y visitaron el Centro Astalli, el centro de proyectos del JRS en Italia. El director internacional del JRS, Tom Smolich SJ, dio el discurso de clausura, reflexionando sobre por qué una respuesta ignaciana es esencial en nuestro mundo: “La realidad de los refugiados y cuál es nuestra respuesta, como comunidad humana, es la cuestión esencial en estos tiempos”. Siguió su charla hablando

sobre cómo los exalumnos de los jesuitas podrían mostrar su amor con hechos discutiendo los pasos a dar con la Asamblea General de la WUJA.

Un punto memorable del evento fue la audiencia privada con el Papa Francisco, que animó a los asistentes a “a acoger a los refugiados en sus hogares y comunidades, para que su primera imagen de Europa no sea la traumática experiencia de dormir al raso, sino una cálida bienvenida humana. Recuerden que la auténtica

hospitalidad es un profundo valor evangélico que alimenta el amor y que es nuestra mayor seguridad ante los odiosos actos de terrorismo”.

ITALIA

Los estudiantes conocen la realidad de los refugiados

El 20 de junio de 2016, Día Mundial del Refugiado, el Loyola College de Chennai, organizó una exposición fotográfica con el tema Educación para la Transformación.

La muestra pretendía difundir el mensaje de misericordia hacia los refugiados, en consonancia con la campaña Mercy in Motion. Con

imágenes de refugiados de Asia, África y Oriente Medio, la exposición fue organizada por el Instituto de Ciencias Sociales de Formación e Investigación.

Para complementar la exposición, tuvo lugar un panel de discusión sobre refugiados urbanos. Rohingyas de Myanmar, tamiles de Sri Lanka

y otros refugiados de África compartieron sus testimonios. También intervinieron académicos y funcionarios del ACNUR. El director del JRS Asia del Sur, Stan Fernandes SJ, presentó una visión general sobre los refugiados en esta región y dirigió otra reunión en el Instituto Loyola de Administración de Empresas.

INDIA

Poniendo Mercy in Motion en todo el mundo

Un refugiado, Maiga, presenta una de las pinturas de la campaña Artists in Motion (ver pág. 19 y 20) al Papa Francisco durante una audiencia privada con los antiguos alumnos de los jesuitas. (Osservatore Romano)

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MERCY IN MOTION

Conciertos por los refugiados

Sean Lengell, responsable de comunicación del JRS USA El viaje de nuestra vida comienza en alguna parte, y para demasiadas personas ese viaje toma un giro no deseado cuando se ven obligadas a huir de su hogar. Respondiendo a lo que ya se ha convertido en una crisis mundial de refugiados sin precedentes, el JRS USA reunió en octubre de 2016 a algunos de los artistas musicales más queridos de Estados Unidos para Lampedusa: Conciertos por los Refugiados.

Emmylou Harris, Steve Earle, Buddy Miller y The Milk Carton Kids encabezaron el cartel de la gira por 11 ciudades norteamericanas, para concienciar y recoger fondos con los que apoyar a los jóvenes refugiados y los programas educativos del JRS en todo el mundo. Robert Plant, Joan Baez, Ron Sexsmith, Ruby Amanfu y Nancy y Beth se incorporaron a la gira Lampedusa en ciudades seleccionadas.

Los ingresos de la gira, que comenzó el 6 de octubre en Boulder, Colorado, cerca de Denver, y que concluyó 15 días después en Washington DC, ayudarán a la campaña Mercy in Motion del JRS, que ya fue apoyada por el Papa Francisco en noviembre de 2015.

Harris, cantante y compositora y 13 veces ganadora de un Grammy, dijo que su visita en junio de 2016 a proyectos del JRS en Etiopía lao motivaron a involucrarse. “Los mejores ángeles de nuestra naturaleza nos piden que actuemos con compasión y no con temor frente a tanto sufrimiento”, dijo. “Lo que he visto en estos campos de refugiados es que todavía hay esperanza... y semillas de grandes promesas. Pero necesitan un empujón, necesitan recursos y esto requiere dinero”.

Esta gira tomó prestado su nombre de Lampedusa, una isla

italiana de la costa de Sicilia que sirve de punto de llegada a los innumerables refugiados que tratan de ponerse a salvo. Fue la primera visita del Papa Francisco fuera de Roma, como una señal visible de su preocupación por los refugiados que hacen el peligroso cruce del Mediterráneo.

“Cuando veo las noticias y veo a personas desplazadas por el odio y la ignorancia, sé que estas son como tú y como yo”, dijo Plant, líder de la legendaria banda de rock Led Zeppelin. “Todo lo que quieren es

vivir en paz y que sus hijos crezcan amados, alimentados y educados”.

Con los políticos y otros agitando los sentimientos contra los migrantes en EE.UU. y en otros lugares, Earle pidió no sucumbir a la retórica vacía y falsa contra los que han sido desplazados.

“Somos un país de personas que vinieron de otros lugares en busca de una vida mejor”, dijo el artista. “No dejes que la gente te asuste con la palabra “inmigrante” o “refugiado “como si fuera algo a lo que temer. Porque no lo es.

EE.UU.

Ruby Amanfu actúa bajo la mirada de Robert Plant (izquierda) y Steve Earle en Lampedusa: Conciertos por los Refugiados en el Vic Theatre de Chicago, el 13 de octubre de 2016. (Christian Fuchs / JRS)

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Educado en los jesuitas, Nicholas Larkins, de Australia, es un tenaz caminante, investigador veterinario y colaborador del JRS desde hace tiempo. Le preguntamos al Dr. Larkins por qué sigue apoyando al JRS. Su respuesta es simple: “Porque puedo, lo hago”.

Haciendo un paréntesis en sus investigaciones, el desarrollo de nuevos medicamentos y publicaciones de artículos para revistas sobre “fitoquímicos inmunomoduladores y el papel que desempeñan en la inflamación y la resolución de la inflamación”, el Dr. Larkins nos habla de su compromiso con el JRS.

¿Qué es lo que más admira del JRS? A pesar de sus raíces confesionales, el JRS no intenta evangelizar a quienes sirve, y esto es un aliciente para los donativos periódicos del Dr. Larkins al JRS desde 1998. De hecho, el 70% de las personas a las que el JRS sirve no son cristianas.

También admira que el JRS hace algo especial dentro del espacio humanitario a través de su compromiso con la educación. Según el Dr. Larkins, el JRS no solo lleva alimentos en situaciones de emergencia, sino que se compromete a acompañar a las personas a largo plazo.

“La educación da a la gente una razón para vivir. Y, educando a los refugiados da a quienes más lo necesita la formación necesaria para

entusiasmarse con su futuro. La campaña Mercy in Motion amplia lo que el JRS siempre ha hecho y lo ha hecho bien, y eso motiva”, dice el Dr. Larkins. Es más, como leal donante, aprecia lo mucho que llega de su apoyo a los “usuarios finales”.

Inspirado por el teólogo francés Pierre Teilhard de Chardin (también jesuita), el Dr. Larkins ha contemplado, a través de su propio senderismo, lo difícil que puede ser llegar a la proverbial cima de la montaña, que en el caso del JRS es seguir fiel a su misión. Reflexionando sobre los 36 años de trabajo del JRS, parafrasea a Teilhard de Chardin: “Es agotador, y ciertamente puede ser una lección de humildad, estar atado y obligado a cargar sobre tus espaldas el panorama que estás cruzando. Pero, ¿qué sucede cuando la suerte dirige tus pasos a un mirador privilegiado - una encrucijada o valles que se entrelazan – desde donde no solo tu visión, sino las cosas irradian por si mismas?

Tu punto de vista subjetivo coincide con la manera en que las cosas se distribuyen objetivamente, y la percepción alcanza su apogeo. Ese paisaje se ilumina y revela sus secretos. Ves”.

Y desde este punto de vista, ¿qué tiene que decir el Dr. Larkins a los donantes potenciales sobre el apoyo al JRS? Una vez más, una simple respuesta, “Si puedes, ¿por qué no?”

MERCY IN MOTION AUSTRALIA

Porque puedo, lo hagoJill Drzewiecki, coordinadora para el desarrollo de la campaña Mercy in Motion

Si puedes, ¿por qué no?

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SIRIA

Vivían en la zona rural de Damasco, una pareja joven con tres hijos. Él tenía un trabajo seguro, un salario que le permitía mantener a su familia más allá de las comodidades básicas de la vida. Ella quería estudiar derecho cuando los niños terminasen la escuela.

Entonces, una noche de enero de 2012, las bombas y los tiroteos estallaron a su alrededor. Sin pensarlo dos veces, simplemente huyeron, sin saber a dónde ir o qué hacer. Su hijo Muhammad tenía cinco días. A la mañana siguiente, iban de camino a una aldea donde vivían unos parientes. Pronto tuvieron que ir más lejos porque sus familiares no podían mantenerlos.

Sobrevivir fue su único objetivo durante semanas. Finalmente llegaron a Jaramana, una ciudad a 10 kilómetros al este de Damasco. Cuando Majeda Sheikh cuenta lo que ella y su familia vivieron, hay dolor en sus palabras, pero no rencor. Hay una luz en sus ojos mientras mira a sus tres hijos acurrucados junto a ella.

Su apartamento está oscuro y vacío. Fueron “afortunados” al alquilarlo a uno de los constructores sin escrúpulos de aquí. Edificios como el suyo se han multiplicado en las cercanías, alojando a miles de desplazados. Las ventanas están cubiertas con láminas de polietileno, no hay electricidad, agua ni saneamientos. Pero Majeda y su esposo, Ammar, están satisfechos de tener un techo sobre sus cabezas.

Cuando llegaron, el JRS les ayudó con mantas, cestas de comida y otros insumos básicos. Ammar consiguió un trabajo con el JRS. La vida es un poco más soportable ahora, pero Majeda mira con esperanza el mañana.

“Siempre quise ser abogada”, dice. “Terminé mi bachillerato, y bueno, entonces tuve que casarme. Cuando veo a otras mujeres y oigo por lo que están pasando, quisiera poder luchar en su nombre legalmente. Quizás ya sea demasiado tarde para mí. Tal vez mi hija Amal - de ocho años - se convierta en abogada”.

Pero Amal sacude vehementemente la cabeza.

“Está bien”, responde Majeda. “Entonces, volveré de aquí a unos años para estudiar derecho”. Omar, el hijo mayor, de 11 años, es más circunspecto cuando se le pregunta qué le gustaría ser en el futuro. “Un doctor, porque me gustaría ayudar a las personas que están enfermas o heridas”. Amal y Omar asisten a un centro del JRS. Vivir en Jaramana no es fácil. La ciudad está llena de refugiados: palestinos, iraquíes y otros, por no hablar de los sirios desplazados. Hay suspicacias mutuas. Resentimiento hacia los desplazados. Filas separadas para comprar pan: una para los residentes, la otra, mucho más larga, para los desplazados.

Ya sea haciendo fila para el pan, o llevando a sus hijos al centro escolar, Majeda tiene su propio ritmo. Puedes ver las cicatrices de la guerra en su hermoso rostro, pero también un resplandor: la convicción de que las brasas de la esperanza, avivadas suavemente, de repente se transformarán en un nuevo y mejor mañana.

Las brasas de la esperanzaCedric Prakash SJ, coordinador de comunicación y advocacy del JRS Oriente Medio

Majeda Sheikh junto a dos de sus hijos, Omar y Amal, en su casa de Jaramana, Siria.

(Cedric Prakash SJ / JRS)

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“Creo que cada niño tiene un tesoro dentro. Las habilidades para la vida consisten en cavar juntos para encontrar ese tesoro”.

Shadan resplandece cuando habla de su trabajo de ensueño. Junto con su gemela Nagham, enseñó habilidades para la vida a niños desplazados en un centro del JRS en su Siria natal y dice que vio avances “notables”.

Después de que la guerra obligó a Shadan y Nagham a salir de su país, enseguida empezaron a trabajar de nuevo con niños en el centro de solicitantes de asilo donde vivieron al llegar a Bélgica.

Y ahora, junto con el JRS Bélgica,

las gemelas están dispuestas a replicar el programa de habilidades para la vida que hicieron con el JRS en Siria. Esta es una misión para Shadan. Su rostro, su mirada, su voz, transmiten un entusiasmo, incluso contagioso a través de una borrosa pantalla de Skype. Al entrevistar a Shadan, pienso que me hubiera gustado tener una maestra como ella hace años.

Oigo hablar del tesoro interior cuando le pregunto a Shadan sobre el significado de la paz. La pregunta surge por la declaración de intenciones del programa de habilidades para la vida: “Ayudemos a los niños a vivir en paz consigo

mismos para que puedan vivir en paz con los demás”.

Shadan responde: “Una parte de la paz es la capacidad de ser tú mismo, no tener miedo de que si eres diferente, no te querrán. Solo tendrás paz cuando estés seguro, en el fondo, de que eres amado por quien eres. Necesitas creer en ti mismo, que tienes un tesoro dentro”.

Shadan y Nagham comenzaron a trabajar con el JRS Siria tras ser desplazadas de Homs. A propuesta del jesuita sirio Ziad Hilal SJ, se involucraron en un centro en Kafroun, una ciudad cercana a Tartous, uno de los centros del JRS para niños en Siria

De Siria a Bélgica: En busca del tesoroDanielle Vella

Los niños afectados por la guerra necesitan atención especial. En la imagen, un niño en una reunión organizada por el JRS para familias cerca de Homs, en Siria. (Peter Balleis SJ / JRS)

BÉLGICA

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que ofrecía educación informal y apoyo psicosocial. Las hermanas trabajaron allí durante dos años.

¿Cómo ayudaron a niños de entre seis y 12 años a encontrar su tesoro personal y a tallar un rincón de paz en un país desgarrado por el conflicto? No con palabras, sino a través de lecciones hábilmente preparadas que utilizaban herramientas prácticas para enseñar habilidades específicas y valores.

“Nos enfocamos primero en los valores porque esto es lo primero que se pierde en la guerra: la honestidad, el respeto y la aceptación de las diferencias. Este último era realmente esencial porque musulmanes y cristianos llegaban al centro y se sentaban en la misma clase, en un momento de la guerra en que se oían muchas historias sobre la religión del otro”.

Sin embargo, el equipo del JRS pronto sintió que “faltaba algo”, es decir, que necesitaban animar a los niños a articular su sufrimiento. “Muchos niños habían perdido a uno o más parientes en la guerra, siendo a veces testigos de su muerte... realmente dolorosa”, dice Shadan. “Era necesario hacer que los niños expresen y gestionen sus sentimientos”.

Esta fue una decisión difícil. “Los niños negaban los sentimientos dañinos. Hablaban de una experiencia dolorosa y si les preguntabas cómo se sentían: Nada. Así que tratamos de que reconocieran sus sentimientos, para reconocer que, sí, yo me enfadé entonces. ¿Y qué hacer con esta ira?

Películas, juegos de rol, teatro, yoga, títeres... todo servía para ayudar a los niños a darle sentido a lo que estaba pasando. “Nunca les dimos lecciones a los niños, les animábamos a encontrar la solución en sí mismos.”

Hace un año, Shadan y Nagham tuvieron que abandonar Siria por la llamada ruta de los Balcanes hasta

llegar a Bélgica, donde solicitaron el estatuto de refugiado. Alojadas en un centro mientras esperaban el resultado de su solicitud, volvieron a trabajar. “Teníamos mucho tiempo, había niños en el campamento, y no había nada para ellos. Así que organizamos sesiones semanales para niños de Siria, Irak y Afganistán”.

Shadan describe esas sesiones como “realmente especiales”. Por qué, le pregunto. “Me dieron la sensación de que, de nuevo, después de todo este tiempo volvía a ser útil. E, incluso en poco tiempo, pudimos ver el cambio en los niños”.

Un cambio relevante para Shadan fue cómo niños de diferentes países comenzaron a jugar juntos. “Los iraquíes y los sirios, por ejemplo, se conocieron en las sesiones y vieron que, sí, él podría ser gracioso, él podría ser mi amigo. Luego los vimos jugando juntos.

También estaba emocionada con sus 40 niñas y niños de todas las edades. “No podíamos decirles que no”, recuerda Shadan. “Si dijéramos

no a los más pequeños, llorarían y se pondrían a golpear la puerta. Los niños nos preguntaban cuándo iba a ser la siguiente sesión.

Dos meses y medio después, Shadan y Nagham obtuvieron el asilo, abandonaron el campamento y fueron a vivir a Gante. Tras meses de adaptación a la vida en Bélgica, visitaron la oficina del JRS en Bruselas, donde recibieron una cálida bienvenida. El JRS Bélgica quiere apoyar programas de habilidades para la vida en algunos centros para solicitantes de asilo, y quizás también contar con belgas formados.

Utilizando un tópico manido, esto suena a un “win-win” para el JRS, para los niños refugiados y para las mismas gemelas. Shadan describe estos planes como “un sueño hecho realidad”. Y agrega: “Estamos muy emocionadas, esto es lo que soñamos, es lo que nos gusta y para lo que creo que somos buenas. Siento que puedo dar mucho. Este es para mí un trabajo alegre y tener la oportunidad de hacerlo aquí es increíble”.

Ansiosas por empezar de nuevo: Shadan (izquierda) y Nagham en Bélgica.

BÉLGICA

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AFGANISTÁN

Comencé a trabajar cuando estaba en primer grado, a la edad de ocho. Trabajaba tejiendo alfombras. A los once, era vendedor ambulante. Esto fue muy difícil. No fui a la escuela durante un año y eché en falta a mis maestros y compañeros de clase. Recuerdo que un día estaba frente a una tienda, con mi mercancía, pero nadie compró ni un chicle ni un cigarrillo. Era la hora del almuerzo, pero no tenía dinero, así que me quedé hambriento y cansado. Sentí que ese era el día más largo de mi vida. Para mí, trabajar a esa edad era algo que ni busqué ni quise. Quise relegar todos esos recuerdos en un rincón de la mente, pero nunca se olvidan, ni nunca los olvidaré.

Cuando la situación económica de mi familia mejoró, volví a la escuela. Mis padres decidieron que uno de nosotros debía graduarse y yo fui el elegido. Cuando crecí, empecé a enseñar inglés y otros temas básicos a los niños de la calle. Tras dos años de clases, pudieron ir a la escuela. En 2015 convencí a algunos amigos para que impartieran

clases voluntariamente a niños de la calle en el Distrito 13 de Kabul. Somos cuatro y después de tres meses enseñamos a 24 niños a leer y escribir.

Queremos evitar que los extremistas usen a los niños de la calle, incluso para ataques suicidas, o caer víctimas de los traficantes de personas. En el lado positivo, creemos que los niños son el futuro de nuestro país, y que podemos cambiar nuestras vidas y las suyas mediante la educación. Ahora también les enseñamos la no violencia.

Recientemente mi salud se deterioró. Con la ayuda del JRS, fui a la India para hacerme pruebas y me diagnosticaron una enfermedad muscular, para la que no había tratamiento. Estoy preocupado; es natural. Pero me encuentro confiado y tranquilo porque aunque no conseguimos nada, el JRS me ayudó en todo lo que necesitaba. El apoyo que recibí de la gente del JRS cambió mi vida: su hospitalidad, amistad y compromiso me enseñaron

a seguir su camino, que no es otro que ayudar a los seres humanos. El JRS también apoyará nuestro proyecto para cambiar las vidas de los niños de la calle que trabajan por su supervivencia pero que quieren estudiar. Nos honra contar con el apoyo del JRS. Nos gustaría comenzar a enseñar informática y construir una pequeña biblioteca.

Mi vida ha cambiado. Yo era analfabeto pero ya sé leer, era pobre, pero me va mejor, era un niño de la calle, pero me convertí en estudiante, profesor, activista por la paz. Quiero ayudar a otros niños de la calle a cambiar su vida, porque conozco, más que nadie, su sufrimiento.

Yo fui un niño de la calle…

Nemat (derecha) enseña a los niños en Kabul, Afganistán

Nematullah Ahangosh

PUNTO DE INFORMACIÓN

En Kabul, unos 50.000 niños de la calle deben trabajar para ellos mismos y sus familias. Muchos llegaron desplazados por la guerra. Algunos perdieron a uno o ambos padres.

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ETIOPÍA

Cuando Filmon se siente solo o molesto, se esconde en un estudio de arte del campamento de Mai-Aini para refugiados eritreos en Etiopía.

Es uno de los 50 pintores de todas las edades que vienen a expresarse en las clases de arte del JRS donde ilustran los múltiples aspectos del desplazamiento.

Muchos amigos y familiares de estos pintores, frustrados por las oportunidades limitadas del campo, decidieron aprovechar sus oportunidades para llegar a Europa a través de la ruta migratoria más insegura del mundo. Filmon está en contacto a través de las redes sociales con aquellos que llegaron sanos y salvos, pero muchos otros dejaron de responder. Teme que simplemente desaparecieron en ese viaje despiadado.

Esa sensación de preocupación perpetua y de dolor por los seres queridos entre los residentes del campamento impulsa a Filmon a dar vida a estas realidades a través de su arte. “Uso el arte para demostrar que los eritreos están muriendo de manera horrible. Hay muchos monumentos conmemorativos, aquí en el campamento, por los que han sido asesinados o murieron de sed en el desierto”, dijo.

Filmon y sus compañeros esperan que su arte llame la atención sobre estos peligros y eviten que otros refugiados tomen rutas peligrosas.

“Muchas personas han aprendido de mis pinturas. Algunos lloran cuando las ven y comprenden las dificultades que surgen en el viaje”.

Los artistas también quieren inspirar a los dirigentes a seguir políticas que permitan a los refugiados vivir y viajar de manera más digna.

Explicando su pintura, Dolor, Filmon dijo: “Cuando viajamos por el

desierto del Sinaí, muchos refugiados eritreos son secuestrados, encarcelados y torturados. Están desnudos, marcados con fuego y golpeados con látigos. Los secuestradores los encadenan de pies y manos, liberándolos solo cuando sus familias pagan altos rescates. Si no pueden pagar, los traficantes les sacan los órganos vitales de sus cuerpos para venderlos en el mercado negro. Nunca olvidaré cuando algunos refugiados que escaparon milagrosamente de una prisión del Sinaí regresaron a este campamento y nos mostraron las cicatrices de los azotes en su espalda.

“Quiero parar este castigo contra todas estas personas que solo quieren salvar sus vidas. Quiero mostrar a los seres queridos de las víctimas que no han sido olvidados. Quiero persuadir a la gente que estas rutas son demasiado peligrosas. Finalmente, quiero mostrar a la comunidad internacional que esto está sucediendo a personas reales”.

Filmon es uno de los artistas, de entre 13 y 45 años, cuyas obras están siendo exhibidas en la campaña del JRS, Artists in Motion.

Aprender de mis pinturas Angela Wells, responsable de comunicación del JRS África oriental

Filmon frente a su pintura Dolor. (Denis Bosnic / JRS)

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Los refugiados eritreos del remoto campamento de Mai-Aini en el norte de Etiopía han encontrado una manera de dejar que brille su talento, creando docenas de pinturas gracias a las clases de arte del JRS.

La campaña Artists in Motion del JRS permite a estos pintores mostrar su arte y sus mensajes a gente de todo el mundo. La exposición hará una gira por los Estados Unidos en 2017.

Para más información, o para solicitar la publicación con las historias que hay detrás de cada pintura, por favor, visite la página web del JRS África Oriental en www.jrsea.org

Artists in Motion

ETIOPÍA

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TEL: +39 06 698 68 605

Dirección del remitente Jesuit Refugee Service MaltaSt Aloysius Sports Complex, 50, Triq ix-Xorrox,Birkirkara, Malta

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