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Marzo 2014, Número 20 $5.00 Director: Carlos Ramírez www.noticiastransicion.mx [email protected] Colaboran: Marcos Marín Amezcua • Antonio Hermosa Andúja • Fernando Dworak • Samuel Schmidt • Eduardo López Betancourt • Joan del Alcàzar • Ernesto Morán Textos de Omar Eduardo Mayorga Gallardo y Carlos Ramírez Carta de Edward Snowden publicada en A Folha Por Edward Snowden Octavio Paz: cien años

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Marzo 2014, Número 20 $5.00Director: Carlos Ramírez

www.noticiastransicion.mx [email protected]

Por Ramón Castañeda

Colaboran:Marcos Marín Amezcua • Antonio Hermosa Andúja • Fernando Dworak • Samuel Schmidt • Eduardo López Betancourt • Joan del Alcàzar • Ernesto Morán

Textos de Omar Eduardo Mayorga Gallardo y Carlos Ramírez

Carta de Edward Snowden publicada en A Folha Por Edward Snowden

Octavio Paz: cien años

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EditorialÍndice

Octavio Paz: dos carasPor Luy

¿Dónde está Octavio Paz?Por Omar Eduardo Mayorga Gallardo 3

Las estaciones políticas de Octavio PazPor Carlos Ramírez 6

El uso de cifras y reconocimientospara legitimarPor Marcos Marín Amezcua 15

Carta original de Edward Snowden publicada en A FolhaPor Edward Snowden 16

¡Larga vida a Edward Snowden!Por Antonio Hermosa Andúja 18

Ocultismo, propaganda e identidadPor Fernando Dworak 20

Erdogan: el héroe villanoPor Antonio Hermosa Andúja 22

La Agenda mensual de Samuel SchmidtPor Samuel Schmidt 24

Los millonarios chinosPor Eduardo López Betancourt 28

La Venezuela bolivariana yla izquierda acrítica Por Joan del Alcázar 29

La imagen del poderPor Ernesto Morán Santoyo 30

Reivindicación de Octavio Paz

Convertido en una bestia cultural en los años ochenta y negada una vez su nombre en el muro del Congreso, Octavio Paz va a tener en este año del centenario de su nacimiento la reivindicación histórica que le debían.

El asunto tendrá un significado no sólo cultu-ral sino político. Paz fue convertido en el enemigo ideológico de la izquierda sólo por sus posiciones de crítica al fundamentalismo socialista. Pero en 1980 su efigie que fue quemada frente a la emba-jada de los Estados Unidos.

Paz fue un libertario del pensamiento; ejerció la crítica al poder sin miramientos. Combatió el autoritarismo socialista sin someterse al viejo modelo de perdonar lo menos por lo más. La libertad no podía sacrificarse en aras de la ideo-logía socialista.

Al final, la historia le dio la razón a Paz, aunque sus adversarios miraron hacia otro lado cuando se desmoronó el Muro de Berlín y se au-toliquidó el sistema soviético. La mezquindad histórica de la izquierda se convirtió, también, en una elusión de la realidad.

Paz el poeta, el ensayista, el historiador y el crítico merece una lectura crítica de uno de los tiempos más emocionantes del México moderno. Sólo así habrá servido Paz a la cultura nacional.

Mtro. Carlos RamírezPresidente y Director General

[email protected]

Lic. José Luis RojasCoordinador General Editorial

[email protected]

Dr. Rafael Abascal y MacíasCoordinador de Análisis Político

Mtro. Carlos Loaeza ManzaneroCoordinador de Análisis Económico

Dr. Samuel SchmidtCoordinador de Investigación Política

Wendy Coss y LeónCoordinadora de Relaciones Públicas

Emiliano LópezAnalista

[email protected]

Mathieu Domínguez PérezFormación

Monserrat MéndezRedacción

Raúl UrbinaAsistente de la dirección general

Transición es una publicación mensual editada por el Grupo de Editores del Estado de México, S. A., y el Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Todos los artículos son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F. Reserva 04-2012-052910232300-30. Certificado de Licitud de Título y Contenido No. 15670.*Circulación certificada por La Asociación Interactiva Para el desarrollo Productivo, A. C.*Registro en el PNMI: 10/09/2013.Circulación: 20,000 ejemplareswww.noticiastransicion.com.mx

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Artículo

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El desafío para mí no fue el de cambiar al hombre, sino el de ser uno de ellos.

Octavio Paz.

Respondo a esta pregunta desde mi experiencia y formación académica. Formado en el campo

de las Ciencias Sociales, la obra de Octavio Paz y la Literatura en general han brillado por su ausencia. La soberbia del Conocimiento Científico ha relegado, por decir lo menos, el conocimiento del ser humano merced a la Literatura.

Añeja y ampliamente conocida es la querella en-tre los distintos “tipos o formas” de “saberes” que se producen en las Facultades y Escuelas Universitarias; como si el Hombre pudiera estudiarse aisladamente, incomunicado de las otras partes que lo constituyen. Al respecto, Agapito Maestre sostiene:

No sé, en verdad, hasta qué punto es posible prescindir en la teoría política contemporánea de las formas anteriores de crítica, pero estoy con-vencido de que el análisis de lo político en la ac-tualidad debería insistir en el cruce de caminos, de saberes, para hacerse cargo de la complejidad de ese mundo. En esta perspectiva interdiscipli-naria de acercarse a lo social, o mejor dicho a lo político de lo social, me parece que deberíamos reparar en la importancia de la literatura…2

La extrema especialización del conocimiento y su correspondiente parcelación en Ciencias Exactas, Sociales, Humanas, de la Salud y muchas otras, han provocado que los canales de comunicación entre éstas sean cada vez menos afortunados. Octavio Paz vive en la Facultad de Filosofía y Letras. Allí, su obra segura-mente se consulta con más frecuencia; quizá hasta se organicen actividades donde se pondere la actualidad y vigencia de su pensamiento. ¿Pero qué pasa con este autor en el área de las Ciencias Sociales? Específica-mente, ¿Qué tiene que decirnos Paz a los Politólogos?

1 Le debo esta pregunta a Agapito Maestre, quien después de conocer que mi tesis de Maestría sería entorno al pensa-miento de Octavio Paz, se entusiasmó y de inmediato me inquirió con esta pregunta. A partir de entonces, noviembre de 2010, he venido cavilando sobre ella al extremo de inten-tar una respuesta desde mi experiencia como lector de la obra de Paz y estudiante formado en el campo de las Ciencias Sociales.2 Maestre, Agapito, La escritura de la política, México, Edi-ciones CEPCOM, 2000, colección teoría política, p. 78.

Desafortunadamente mi experiencia no es grata. La Ciencia Política ha desdeñado por decreto el co-nocimiento del ser humano y la sociedad que le ofrece la Literatura. Ensimismada, la ciudadela de la Ciencia Política no ha querido o no ha sabido escuchar la voz de la Literatura y, no ha querido o no ha sabido apro-vechar el mensaje de los escritores que se han ocupado de temas políticos. ¿Y cuál es la ventaja que ofrece la Literatura? Nada menos que la recuperación del pen-samiento vivo. Algunos pudieran inquirir en que la tarea del pensamiento no es privativa de la Literatura, sintiéndose incluso ofendidos. Pero aunque la tarea del pensar es ejercicio de todas las Ciencias, la verdad es que en la Literatura el pensamiento adquiere otra di-mensión. Veamos.

El pensamiento en el mundo literario está fuerte-mente identificado con la imaginación; diría incluso que el pensamiento en la actividad literaria sólo puede ser creativo. Desdeñoso del ambiente dado, su capa-cidad creativa lo transporta más allá de lo “racional-mente pensable”. Acostumbrados a las teorías om-niexplicativas, a los sistemas de explicación rigurosos, a los distintos métodos que privilegia la disciplina, a los conceptos y categorías anodinos; ante esta realidad teórica y metodológica que ofrece la Ciencia Política3, se erige la importancia del pensamiento vacío; aquel cuya fuerza radica en interpretar, por sus propios me-dios, la realidad circundante. Este es el pensamiento independiente, cuya voz hace alusión a la experiencia concreta de los seres humanos. ¡Y Octavio Paz no está! Y la Literatura no está en el horizonte de los Politó-logos, como tampoco está la experiencia concreta de los hombres y pueblos. La Ciencia, voz que lo devora todo, habla en nombre de todos. Hace abstracción de las singularidades sociales, geográficas y, sobre todo, culturales. Y es en este punto donde la voz literaria se rebela para revelar.

Contextualizando, en México, realidad que nos en-vuelve y empuja, la Ciencia Política que cultivamos con frecuencia le da la espalda a su realidad. Se esfuerza por ajustar ésta a las teorías que la disciplina ofrece, en lu-gar de intentar por sus propios medios una interpreta-ción genuina que le haga justicia a los hechos y no a los enfoques y teorías dominantes. Y la Literatura mexi-cana e hispanoamericana juega un papel importantísi-mo. Son la otra voz, la realidad palpitante expresada en ensayos, novelas, cuentos y poemas. Son el testimonio de la realidad política que no se contenta con las inter-pretaciones cientificistas de los especialistas. Es la voz que habla en nombre de sí misma y por ella misma. No hay aquí modelos teóricos que importar, escuelas de pensamiento a las cuales sumarse. El escritor, si de ver-dad lo es está solo, en constante diálogo con el mundo, con su realidad inmediata. De aquí el rescate de la obra y el legado de Paz que propongo; arquetipo de escritor

3 Para una revisión crítica de los principales enfoques teó-ricos y metodológicos de la Ciencia Política contemporánea véase Cansino, César, La muerte de la ciencia política, México, Debate, 2010

Por Omar Eduardo Mayorga Gallardo

¿Dónde está Octavio Paz?1

El mensaje político del poeta

interesado en la experiencia política; es decir, es la ex-periencia humana de la política. Si Octavio Paz por su obra no está en el debate político contemporáneo de nuestro país, es porque la Ciencia Política mexicana, o sea, quienes cultivan esta disciplina no lo conside-ran importante, mucho menos imprescindible. Con Paz recuperamos el pensamiento vivo, la experiencia genuina y concreta de los seres humanos frente a los fenómenos sociales, la singularidad de pensar lo po-lítico, la capacidad creadora de la imaginación, la im-portancia sublimadora de nuestra condición cultural, el valor del pensamiento vacío: potencialmente límpido y escasamente mimético; la vigencia de los mitos y las virtudes del lenguaje y la palabra. Paz contribuye, en este sentido, a poner por delante la realidad en lugar de las teorías, a ver con nuevos ojos el espíritu cultural de México y, sobre todo, a pensar en un contexto glo-bal; a sabernos parte genuina de este universo llamado tierra, donde nuestra experiencia es común a la de otros hombres.

Para ilustrar la manera en que opera la interpreta-ción de un poeta sobre un fenómeno social, en lo si-guiente intentaré desentrañar la interpretación de Oc-tavio Paz sobre la revolución mexicana. El propósito de tal cometido, no tiene mayor pretensión que el mostrar como la Literatura, en este caso, la obra de Octavio Paz, abona al conocimiento de los seres humanos. Y no se piense que la Literatura es la única que puede deve-larnos el verdadero sentido de las acciones humanas, lo cual sería un despropósito; sino que la Literatura es un prisma más para acercarnos a la experiencia humana en contextos sociales trascendentes.

A partir de esto, la interpretación paziana de la re-volución mexicana prescinde, justamente, de la aplica-ción de teorías, conceptos y/o “leyes” con que la his-toriografía de la revolución mexicana ha fincado sus interpretaciones.4 En todo caso, su método consiste en

4 Cfr. Barrón, Luis, Historias de la Revolución mexicana. He-rramientas para la historia, prólogo de Friedrich Katz, Mé-xico, FCE/CIDE, 2010, colección historia; Knight, Alan, Interpretaciones recientes de la Revolución Mexicana, Simposio de Historiografía Mexicanista, Oaxtepec, Morelos, México, 1988

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volver al lenguaje; es decir, en atender la semántica de los vocablos a contra luz del periodo histórico al que pertenecen. Paz ve en la revuelta y la revolución dos realidades culturales que designan situaciones políti-cas distintas. Si la historiografía marxista5 por ejemplo, se obstina en ver a la revolución mexicana como una revolución socialista frustrada o interrumpida, se debe a la pesadez de la teoría y la ofuscación de su espíritu; pues sostienen que la revolución fue ante todo una re-volución burguesa, cuya élite ilustrada encabezada por Madero, albergaba los mismos intereses que la clase política porfirista. Siendo que la revolución mexicana atravesó por muchas etapas y coyunturas, a Paz le in-teresa la experiencia del movimien-to zapatista, cuya expresión le sirve para justificar dos cosas. 1. Que el movimiento zapatista representa, en el horizonte cultural de la moderni-dad, la encarnación de tradiciones y valores premodernos y, por tanto, la idea de que México en los albores del siglo XX no podía concebirse como un país culturalmente homogéneo; pues el lastre de las culturas indíge-nas y la herencia católica española impedían hacer suyos los valores que dan sentido a la época moderna6 y 2. Que el vocablo que mejor descri-be a la experiencia mexicana de este periodo no es el concepto moderno de revolución, sino “la vieja noción de revuelta”. Si el zapatismo representa los valores y tradiciones del mundo indígena en el seno de una pre-tendida revolución moderna, entonces los afanes revo-lucionarios menguan; pues el hecho de que en su seno exista un movimiento político que reivindique formas de organización social, económica y política antimo-dernas, da al traste con dicha pretensión. Este “espíritu revolucionario”, para decirlo con Ortega y Gasset, no fue expresión homogénea de la cultura mexicana en los albores del siglo XX.

Los dos juicios anteriores hacen factible la incor-poración de conceptos y categorías propios de la teoría literaria de Paz a su interpretación de este fenómeno. Ambos juicios no se fundan ni en la filosofía liberal, ni mucho menos en la filosofía marxista; sino en otra

5 Cfr. Gilly, Adolfo, La revolución interrumpida, 2a. ed., Mé-xico, Ediciones Era, 2007; Cockcroft, James, Precursores inte-lectuales de la revolución mexicana (1900-1913), 18a. ed., trad. de María Eunice Barrales, México, Siglo Veintiuno Editores, 1996; Córdova, Arnaldo, La ideología de la revolución mexi-cana: la formación del nuevo régimen, 11a. ed., México, Era, 1983; Semo, Enrique, Historia mexicana: economía y lucha de clases, 3a. ed., México, Era. 1982, entre muchas otras.6 Cfr. Touraine, Alain, Crítica de la modernidad, 2a. ed., trad. de Alberto Luis Bixio, México, FCE, 2002, colección So-ciología.

corriente de pensamiento también heredera de la épo-ca moderna: el romanticismo. El talante romántico de Paz le permite hacer analogía entre su concepción de la poética y su interpretación de la experiencia mexi-cana como revuelta. Ambos son actos de revelación. Asimismo, se sirve de otro recurso del pensamiento romántico, la ironía, para mostrar las irregularidades en el seno de las correspondencias: el zapatismo como excepción a la noción moderna de revolución. Su in-terpretación lo lleva a “descubrir” elementos poéticos en el fenómeno mismo de la revolución mexicana. Por una suerte de prosopopeya, como recurso literario, Paz atribuye a la revolución cualidades propias de la expe-

riencia poética moderna: “la revela-ción de nuestra condición”; en este caso, la revelación del carácter cul-tural de México: “patria castellana y morisca, rayada de azteca” para de-cirlo con López Velarde; pues entre otras cosas, “la imaginación poética no es invención sino descubrimien-to de la presencia”,7 ésta que consti-tuye y distingue a la cultura mexica-na en los albores del siglo XX.

Sobre el pensamiento románti-co en Paz, Yvon Grenier apunta:

Como romántico [Paz], rehuía los sistemas ideacionales y cultivaba el sincretismo. No trato aquí de es-grimir que el romanticismo es una excusa para la incoherencia, sino

recordar que la crítica romántica de la sociedad mo-derna posee una naturaleza fundamentalmente abierta, estética y moral, y no se relaciona de manera directa y automática con un programa particular ni con una plataforma política8.

Así las cosas, entramos en seguida al subtítulo de este apartado, El mensaje político del poeta. Si Octavio Paz y la Literatura están ausentes de los programas y planes de estudio de la Ciencia Política, ¿Cómo podemos recu-perar su pensamiento? Y, sobre todo, ¿Cómo podemos hacernos de su mensaje?; ¿Y cuál es el mensaje?, ¿Qué tiene que decirnos Paz a los Politólogos mexicanos? Y aunque pareciera que la respuesta necesita mucha tinta, en realidad es muy simple: a los Politólogos mexicanos nos queda “soñar con los ojos abiertos”, arrobarnos de nuestra realidad y hundirnos en ella. Escucharla, no so-lamente oírla, sino mirarla de frente, en silencio. Sentir lo que ella nos dice y, entonces, si nos es dado, compren-derla. Y para llegar a tal estado no es suficiente saber teoría política, teoría económica, haber hecho estudios

7 Paz, Octavio, El arco y la lira, 3a. ed., México, FCE, 2008, colección lengua y estudios literarios, p. 261.8 Grenier, Yvon, Del arte a la política. Octavio Paz y la búsque-da de la libertad, trad. de Ricardo Rubio, México, FCE, 2004, colección tierra firme, p. 171.

de especialización en alguna de las áreas de la discipli-na; sino más bien acudir al pensamiento, dejar que la realidad hable, mover nuestras facultades imaginativas para dialogar con nuestro entorno; sentir lo que nuestro espíritu tiene de especial, pensar con los recursos que disponemos. El mensaje es claro: Incorporar nuestra singularidad, lo que nuestros sentidos detectan al mo-mento de pensar lo político. Conocer nuestro espíritu y, sobre todo, saber que el pensamiento y la imaginación política hacen libres a los hombres. La Literatura, a tra-vés de sus distintos géneros, puede también ayudarnos a reconocer nuestras actitudes políticas y más, nuestras pasiones: las virtuosas y las nefastas.

En su discurso de recepción del premio Alexis de Tocqueville, Paz se preguntó:

¿Cuál puede ser la contribución de la poesía en la reconstitución de un nuevo pensamiento político? No ideas nuevas sino algo más precioso y frágil: la memo-ria. Cada generación los poetas redescubren la terrible antigüedad y la no menos terrible juventud de las pa-siones. En las escuelas y facultades donde se enseñan las llamadas ciencias políticas debería ser obligatoria la lectura de Esquilo y de Shakespeare. Los poetas nu-trieron el pensamiento de Hobbes y Locke, de Marx y Tocqueville. Por la boca del poeta habla –subrayo: ha-bla, no escribe- la otra voz. Es la voz del poeta trágico y la del bufón, la de la solitaria melancolía y la de la fiesta, es la risotada y el suspiro, la del abrazo de los amantes y la de Hamlet ante el cráneo, la voz del silencio y la del tumulto, loca sabiduría y cuerda locura, susurro de confidencia en la alcoba y oleaje de multitud en la pla-za. Oír esa voz es oír al tiempo mismo, el tiempo que pasa y que, no obstante, regresa vuelto unas cuentas sílabas cristalinas.9

Paz propone nada menos que ¡la recuperación de la memoria!; es decir, traer al presente la experiencia

9 Paz, Octavio, La otra voz. Poesía y fin de siglo, México, Edi-torial Seix Barral, 1990, colección biblioteca breve, p. 68.

Octavio Paz

¿Cuál puede ser la contribución de la poesía en la reconstitución de un nuevo pensamiento político? No ideas nuevas sino algo más precioso y frágil: la memoria.

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concreta de los seres humanos y las sociedades que padecieron las calamidades de regímenes políticos inescrupulosos. Al respecto, comenta:

El pensamiento de la era que comienza –si es que realmente comienza una era- tendrá que encontrar el punto de convergencia entre libertad y fraternidad. De-bemos repensar nuestra tradición, renovarla y buscar la reconciliación de las dos grandes tradiciones políticas de la modernidad, el liberalismo y el socialismo.10

Reconciliar, propone, el valor de la libertad con el va-lor de la igualdad. ¡Empresa más que modesta y menos que imposible! Ningún régimen político puede asumirse democrático sin conciliar ambas trayectorias. La histo-ria se ha encargado de mostrar que aquellos regímenes que privilegiaron la libertad sin considerar las nobles virtudes de la igualdad, terminaron inexorablemente en despotismos; por el contrario, aquellos regímenes que privilegiaron la igualdad social en detrimento de la li-bertad individual condujeron a regímenes totalitarios.

De ahí que “haber olvidado al hombre concreto fue el gran pecado de las ideologías políticas de los siglos XIX y XX”.11 El ideal a realizar es el democrático, un valor político cuya importancia estriba en su flexibili-dad: al tiempo que enseña a los hombres a auto limi-tarse los aguijonea para tomar las riendas de su destino.

En suma, el relativismo es el eje de la sociedad de-mocrática: asegura la convivencia civilizada de las per-sonas, las ideas y las creencias; al mismo tiempo, en el centro de la sociedad relativista hay un hueco, un vacío que sin cesar se ensancha y que deshabita las almas.12

Si la democracia como valor político y sistema de convivencia social es el que mejor se ajusta para conci-liar tanto las iniciativas individuales como las deman-das colectivas en el seno de la civilización Occidental contemporánea, Octavio Paz propone recuperar el tercer valor de la triada que caracterizó a la primera revolución moderna del orbe: La Revolución Francesa. La fraternidad, según Paz, puede salvar las discordias entre el valor político de la libertad y la igualdad.

A mi modo de ver, la palabra central de la tríada es fraternidad. En ella se enlazan las otras dos. La libertad puede existir sin igualdad y la igualdad sin libertad. La primera, aislada, ahonda las desigualdades y provoca las tiranías; la segunda, oprime a la libertad y termina por

10 Ídem.11 Paz, Octavio, Itinerario, México, FCE, 2003, colección tierra firme, p. 128.12 Ibídem, p. 126.

aniquilarla. La fraternidad es el nexo que las comunica, la virtud que las humaniza y las armoniza. Su otro nombre es solidaridad, herencia viva del cristianismo, versión moderna de la antigua ca-ridad. Una virtud que no conocie-ron ni los griegos ni los romanos, enamorados de la libertad pero ig-norantes de la verdadera compa-sión. Dadas las diferencias naturales entre los hombres, la igualdad es una aspiración ética que no puede reali-zarse sin recurrir al despotismo o a la acción de la fra-ternidad. Así mismo, mi libertad se enfrenta fatalmente a la libertad del otro y procura anularla. El único puente que puede reconciliar a estas dos hermanas enemigas –un puente hecho de brazos enlazados- es la fraternidad. Sobre esta humilde y simple evidencia podría fundarse, en los días que vienen, una nueva filosofía política.13

De esta manera es como la Literatura abona al co-nocimiento de la política y lo político; no a través de teorías complejas o métodos rigurosos, sino merced a la experiencia concreta de los seres humanos y socie-dades: “Oír al tiempo mismo”, “recuperar la memoria”, “repensar la tradición moderna”, “buscar la reconcilia-ción entre igualdad y libertad” y, sobre todo, aventurarse en “la imaginación política”. Al respecto, Paz sentencia:

Pero la imaginación, la verdadera, nace después de la crítica: no es una fuga de la realidad sino un en-frentarse a ella. El ejercicio de la crítica requiere in-teligencia y, asimismo, carácter, rigor moral. La crítica que propongo es ante todo una autocrítica. Su misión consiste en extirpar en su raíz a la mentira, que es el mal que mina a las élites, […] especialmente a los in-telectuales, y que los lanza hacia quimeras y espejismos. Sin esa reforma moral, los cambios sociales y económi-cos se convertirán en cenizas…14

Incluso, dice Paz, “nadie debería atreverse a escribir sobre temas de filosofía y teoría política sin antes haber leído y meditado a los trágicos griegos y a Shakespeare, a Dante y a Cervantes, a Balzac y a Dostoievski.15

El ejercicio de interpretar el pensamiento de Paz so-bre la revolución mexicana corresponde, en todo caso, a un ejercicio de hermenéutica desde la “imaginación po-

13 Paz, Octavio, op. cit., nota 9, p. 129.14 Paz, Octavio, op. cit., nota 11, p. 108.15 Ibídem, p. 128.

lítica”. Es decir, trasplanté, como el médico o biólogo, un concepto de la teoría literaria de Paz (la poética) al cam-po de las Ciencias Sociales; cuya fuerza explicativa sirvió de reactivo, en el sentido que los Químicos emplean este vocablo, para revelar la verdadera constitución cultural de México: abigarrada y heterogenia, tradicionalista y

moderna, sedienta de identidad y harta de sí misma. Este ejercicio de hermenéutica, o como yo lo llamo, de “imaginación política”, sirvió para justificar la visión paziana de la experiencia mexicana como revuelta popular (sin base ideolo-gía firme); más que una verdadera revolución moderna (justificada por un programa político universal a tono con las principales ideas y doctrinas políticas ilustradas). No se puede, o mejor, no se debería deformar la realidad por las ideas. La experiencia de la revolución mexicana desde la visión de Paz no es más que una revuelta popular, pues ésta es “colectiva, y sus seres son los hombres del común. Pero la revuelta, como las tormentas de verano, se disipa pronto: el mismo exceso de su furia justiciera la hace estallar y disolverse en el aire”.16

No me detendré en argumentar, digamos, si desde otras variables e indicadores (económicos, financieros, industriales, etc.,) la experiencia mexicana de este pe-riodo mostró ser verdaderamente una revolución mo-derna; pues este no es el propósito de este ensayo. Por lo demás, si sé que algunas voces “solitarias, liberales y críticas” se encargaron pronto, una vez institucionaliza-da la revolución, de denunciar las insuficiencias de ésta. Tal es el caso, por ejemplo, de Daniel Cosío Villegas, quien a través de su texto La crisis de México,17 anunció la prematura muerte de la revolución.

No nos queda más a los Politólogos que acercarnos a las obras literarias que se han ocupado de temas po-líticos; sean éstas clásicas o contemporáneas. Vayamos también a las obras de nuestros escritores hispanoame-ricanos, aquellos que mucho han contribuido a ofrecer una visión de la política en nuestras sociedades. Y digo visión, para no confundirlos con las obras de connota-dos académicos y Científicos Sociales que estudian la política de nuestro continente. El vocablo visión alude más a una tarea modesta de interpretación a partir de la experiencia concreta y llana de quien observa, que a un esfuerzo intelectual riguroso, que consiste en ajustar sus observaciones a una teoría o enfoque de la discipli-na para comprobar su utilidad. De aquí que el mensaje político del poeta sea justamente el conocimiento de nuestra realidad política a partir de nuestros propios medios. Hagamos triza la sentencia de Paz cuando al referirse a la incapacidad crítica de los Latinoamerica-nos señaló: “nosotros todavía no aprendemos a pensar con verdadera libertad. No es una falla intelectual sino moral: el valor de un espíritu, decía Nietzsche, se mide por su capacidad para soportar la verdad”.18

16 Ibídem, p. 89.17 Cfr. Cosío Villegas, Daniel, Extremos de América, México, FCE, 2004, colección conmemorativa 70 aniversario.18 Paz, Octavio, Posdata, 16ª ed., México, Siglo Veintiuno Editores, 1982, p. 16.

Escena de la revolución mexicana.

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A la memoria de mi profesor Dr. Raymundo García García

Su obra (de los intelectuales), por lo demás, no estátanto en sus libros y escritos como en su influencia

pública y en su acción política. Octavio Paz1.

I

A pesar de que el término se hizo popular quizá por las nociones de superioridad

del conocimiento o como para eludir algunas responsabilidades y asumir otras, Octavio Paz se consideraba a sí mismo un escritor, no un intelectual, y la relación de los escritores ante la realidad específica era con la política y no con el poder; se trataba, pues, de un escenario menor al que otros intelectuales —ellos sí— se prefiguraban para sí mismos.

Como estructura política, la de los intelectuales no incidía en las definiciones del Estado, sino que apenas podía causar ciertos sobresaltos en la esfera de la po-lítica. La fijación de la premisa escritor/política y no intelectuales/poder es básica para entender el diálogo crítico que estableció Paz con otros escritores2: el esce-nario era menor al deseado: sólo la política, no el po-der —concebido esencialmente como coercitivo y por tanto ajeno al pensamiento— ni el Estado.

El debate no era nuevo, ni la referencia tampoco: viene desde Platón y el rey filósofo, las tres visitas de Platón a Siracusa para enseñar a Dionisio que el me-jor rey era el que pensaba, filosofaba, razonaba, aunque los dos viajes fueron un fracaso no sólo para Platón sino para sus objetivos3 y la definición clave del papel del intelectual ante el príncipe, la parresia o el hablar con la verdad y franqueza al poder4. Pero, en realidad, el ejercicio del poder no puede ajustarse a la filosofía;

1 Paz, Octavio (1993), El laberinto de la soledad. Posdata. Vuelta a El laberinto de la soledad, Fondo de Cultura Econó-mica, México, pág. 164.2 Paz, Octavio (1972), La letra y el cetro, revista Plural No. 13, octubre de 1972, pág. 7.3 Platón, Cartas, Akal Ediciones, México. 4 Foucault, Michel (2004), Discurso y verdad en la antigua Grecia, Ediciones Paidós, España, págs. 36-41.

el poder —Hobbes, Constant, Weber, Gramsci5, entre otros— es dominación, la filosofía es duda, el primero es fuerza, el segundo acaba en ética. Paz no llegó a mu-chas conclusiones en este punto y sus polemistas tam-poco, a pesar de los esfuerzos de la izquierda marxista para racionalizar el modelo de la filosofía de la praxis.

El punto central del debate intelectual de Paz se localizó en el escenario del poder, de la política, de la ideología, de lo que podríamos llamar los usos de las ideas. El debate sobre el papel intelectual en México tuvo aparición hacia los años sesenta en torno a las revistas El Espectador, Política y el suplemento cultural La Cultura en México en la revista Siempre!: los espacios fueron estrechos; criticar desde fuera del sistema polí-tico o desde dentro; no hubo términos medios. Paz se colocó desde la periferia del poder para mirar, criticar y reflexionar; los demás intelectuales usaban el análisis, la palabra, para recomendar, aconsejar, influir, condu-cir, acotar, para meterse en el centro de la política. Ahí estuvo la diferencia entre el crítico y el militante. Sólo que el calor de la pasión por las ideas y la tendencia a fundamentalismos ideológicos impidió en realidad el debate, el intercambio, la reflexión; y Paz cayó paula-tinamente en la trampa de sus interlocutores: la infle-xibilidad en el análisis. Así, el diálogo de monólogos quedó establecido.

El poder ha ejercido siempre una fascinación al intelectual, desde la antigüedad griega: como espacio, como ejercicio y como influencia. Y no es para menos, diría Aristóteles, quien a la par de la filosofía llegó a la conclusión temprana de que el hombre es un “animal

5 Leviatán, de Hobbes, Principios de Política, de Benjamín Constant, Economía y sociedad, de Max Weber, y El intelectual y la cultura, de Antonio Gramsci.

político”, un animal de la polis, un animal social, es decir, de poder en el Estado. El conocimiento de las ideas, la reflexión sobre el dónde está, el para qué y el hacia dónde, le dieron al filósofo la piedra de toque para colocarse en el centro de la política, entendida ésta, además de lo que ya sabemos, como un ejercicio del liderazgo, con derivaciones a la dominación, como lo estableció Weber6.

Octavio Paz se vio a sí mismo como un poeta y un hombre de compromisos en sus circunstancias, pero con ciertos márgenes de maniobra. Fue cumplidor en sus tiempos de diplomático, aunque se permitió már-genes de libertad creativa no tanto para su poesía sino para su obra ensayística, Por ejemplo, El laberinto de la soledad —que irrumpió con enfoques históricos, so-ciológicos, de personalidad cultural del mexicano— lo escribió en 1950 desde una oficina diplomática en la cancillería mexicana y en esa indagación dejó entrever los primeros indicios del Paz como observador político crítico. De ahí el esfuerzo metodológico para identifi-car grosso modo las estaciones de Paz como pensador político en cuando menos tres escenarios políticos que lo vieron en activo, sin perder de vista que su tarea fun-damental era la poesía:

—De 1936 a 1950: desde su participación en el movimiento antifascista alrededor de la guerra civil es-pañola, hasta su actividad como periodista y analista en El Popular, el diario de Vicente Lombardo Toledano y el Partido Popular, y como analista Paz estuvo su-bordinado al entonces gerente del diario, nada menos que Fidel Velázquez Sánchez, quien después sería el legendario líder de la CTM por más de cincuenta años. Fue la fase del Paz militante, de izquierda, con convic-

6 Weber, págs. 172.

Por Carlos Ramírez (**)

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ciones socialistas definidas como objetivo, escribiendo para influir, no para reflexionar: fueron artículos de fondo, no ensayos.

—De 1950 a 1970: en esos años apareció y se de-sarrolló el Paz de la reflexión política activa, ya decan-tando algunas preferencias: de su texto en la revista Sur criticando los campos de concentración soviéticos7 en marzo de 1951 para encerrar a disidentes ideológicos a Posdata8, su principal reflexión política de corte de caja y propuesta democrática para el México priísta, a partir de la explicación de los acontecimientos del 68, sobre todo de la represión en Tlatelolco el 2 de octubre.

—De 1971 a 1998: en este periodo se percibe al Paz más integral, no sólo con una mayor claridad sobre la realidad que lo rodeaba y con propuestas para salir de los atolladeros, sino embarcado en los debates polí-ticos e ideológicos en el espacio del papel de escritor/intelectual; de la fundación en 1971 de la revista Plural a su muerte fue el Paz ya del debate, de la confronta-ción, del dardo envenenado, de los verbos expansivos al cerebro. En 1972 se dio el arranque formal —que nunca cerraría— del debate sobre los escritores/inte-lectuales y el poder/la política con la mesa redonda en la revista Plural con el tema “1972: los escritores y la política”9 pero como respuesta rápida a las críticas del ya llamado Grupo Monsiváis —que luego comandaría Héctor Aguilar Camín— en el suplemento La Cul-tura en México dedicado sin duda al Grupo Paz10. El detonador del debate sobre el papel del intelectual fue el acercamiento del presidente Luis Echeverría a los hombres de letras y el apoyo de algunos de éstos al jefe del Estado, en torno a lo que Echeverría llamó la reactivación de la Revolución Mexicana.

En sus aproximadamente más sesenta años de vida creativa y en el aspecto de los temas políticos de la rea-lidad, Paz fijó también cuando menos tres estaciones del debate-diálogo crítico con otros escritores:

—El socialismo y el poder. De cara a la política vista como práctica de gobierno, enfoque ideológico y posicionamientos de partidos ante el poder. Durante toda su vida, paz se declaró convencido del socialismo, sólo que no del autoritario y realmente existente. Su crítica a la Unión Soviética y Cuba, sobre todo, se basó en el autoritarismo, la falta de libertad y la opresión: era socialismo autoritario, burocrático y de Estado. Paz tuvo fases de socialista militante y luego de socialista romántico; sin embargo, los interlocutores no acepta-ron el desafío de debatir con Paz en los terrenos del so-cialismo a través de las ideas; por eso Carlos Monsiváis redujo al absurdo a Paz como un “hombre de recetas”11.

—La cuestión de los intelectuales. Frente a otros

7 Paz, Octavio (2001), Octavio Paz. Sueños de Libertad. Escri-tos políticos, Editorial Seix Barral Biblioteca Breve, México, págs. 349-352.8 Paz, Octavio (1970), Posdata, Siglo XXI Editores, México.9 Revista Plural, págs. 7-28.10 En torno al liberalismo mexicano de los setentas, suplemento La Cultura en México No. 548, 9 de agosto de 1972.11 Monsiváis, Carlos (1978-1979), revista Proceso, Nos. 59, 61, 62, 63, 64.

escritores en debate sobre el tema concreto del espacio de acción no estrictamente creativo de los escritores. Esta etapa surgió cuando Paz vio que otros escritores utilizaban su posicionamiento social en la sociedad de la cultura para meterse en la definición de enfoques políticos e ideológicos. El detonador de la polémica de Paz en este tema, a mi parecer, fue el debate que se abrió en los escritores por la apertura democrática de Luis Echeverría en 1971, el apoyo de Carlos Fuentes a Echeverría y su pronunciamiento demoledor de que “dejar aislado a Echeverría sería un crimen histórico de los intelectuales”12. Paz le entró al tema en Plural de octubre de 1971. El debate no pudo cerrarse y se profundizó por los posicionamientos intelectuales po-larizantes frente a agendas ideológicas nacionales e in-ternacionales decisivas. A partir de 1971 Paz se vio en el centro de incontables polémicas intelectuales.

—El sistema político. Revolución Mexicana, PRI, Estado, democracia, los temas de las definiciones del rumbo político de México. Frente a las diversas for-mas de la crisis en busca de algunas propuestas que el pensamiento no comprometido podría aportar salidas y —por qué no— hasta soluciones que el formalismo del poder marginaba del análisis, Paz entró a las discu-siones primero para fijar parámetros de análisis y luego para acotar otros radicalismos. Ciertamente que Paz no era un gobernante ni un político, tampoco politólo-go o historiador, pero su conocimiento de la realidad, su lectura de la historia y su interés por las ideas políti-cas —“todas las filosofías desembocan en una política”,

12 Fuentes, Carlos (1972), Dejar aislado a Echeverría, crimen histórico de los intelectuales, periódico Excelsior, 22 de junio, México, pág. 1.

escribiría en Itinerario13— le permitieron encontrar formas de análisis y planteamiento de algunas salidas de los conflictos de las sociedades. De ahí que Paz to-cará todos los problemas a partir de fundamentos teó-ricos: Estado, sociedad, partidos, libertad, democracia y muchos otros. La ciencia política mexicana nos debe un análisis teórico de los textos políticos de Paz y sus fuentes en las ideas.

II

La relación del escritor/intelectual con la política/poder viene desde la fundación de la filosofía occiden-tal: Platón (427-347 a.C.) creó la propuesta del rey filósofo14: gobernar sólo para el bien y el bien sólo se comprende a través de la filosofía. Pero una cosa es el rey con formación de filósofo que el mito del filóso-fo-rey. Platón se asume como el ejemplo: fue a Siracusa a ejercitar a Dionisio en la filosofía, no a gobernar. Y desde entonces se ha pergeñado, a través de los años, del tiempo y de la historia, el mito del filósofo-rey, el otro lado del espejo del rey-filósofo. Al final, los reyes con formación filosófica se encuentran que el poder es antitético de la filosofía, excluyente.

En México el espacio del poder en relación con los intelectuales ha sido PRIracusa, esa república ideal donde el rey gobierna con sus consejeros, la llamada “República de las Letras”15 que nació en el funeral de Ignacio Ramírez El Nigromante y que fue inventada por Manuel Gutiérrez Nájera en 1879; más adelante adquirió nociones políticas al vincular al filósofo con la polis: la ciudad letrada16, la Polis del excepcionalis-mo intelectual excluyente. Pero a lo largo de la historia nacional, los reyes en sus diversas referencias —altezas serenísimas, presidentes de la república, dictadores, hombres fuertes, jefes de las instituciones nacionales, caudillos, secretarios generales o agitadores de ma-sas— han tenido sus relaciones perversas y conflictivas con sus consejeros: el poder es unipersonal, no se com-parte, como lo supo en carne propia el propio Platón en dos ocasiones. A pesar de ello, sí han existido diferentes formas de consejerías: desde los legitimadores cultura-les, hasta los intelectuales orgánicos del poder. Al final de los días, los intelectuales que llegaron al poder lo hicieron a condición de ser políticos y gobernantes y no intelectuales, lo mismo Sierra que Vasconcelos, y Yáñez que Reyes Heroles.

El sistema político mexicano ha definido sus es-pacios intelectuales en sus características especiales: Estado hegemónico, presidencialismo autoritario y economía pública. Pero a ello se agregan otros tres sub-sistemas de dominación política: la cultura, la ideología y la historia. En 1963 el politólogo Gabriel Almond

13 Paz, Octavio (2001), pág. 54.14 Platón (1993), La República, en Diálogos, Editorial Porrúa Colección Sepan Cuantos No. 13, México, pág. 528.15 Gutiérrez Nájera, Manuel (2003), Obras, pág. 451.16 Rama, Angel (2009), La ciudad letrada, UANL y FINEC Editorial, México.

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realizó una encuesta internacional sobre la cultura cívi-ca e incluyó a México17. Entre muchos otros resultados, Almond registró el valor dominante de la estructura de poder y la historia en dos puntos concretos: la Revolu-ción Mexicana y el presidente de la república, dos fac-tores de dominación ideológica, sicológica y cultural; no por menos la cultura política es uno de los pilares esenciales del sistema político priísta. En estas coor-denadas se han movido los intelectuales mexicanos en los diferentes tiempos políticos: la mitificación de la Revolución Mexicana y la expectativa del presidente de la república como los elementos de conjunción de los reyes filósofos. Como lo señaló Althusser, la edu-cación y la cultura eran dos aparatos de dominación ideológica del Estado18.

PRIracusa fue el territorio simbólico del campo de batalla de las ideas entre Paz y los intelectuales que se movían en los territorios pantanosos del sistema po-lítico priísta. Los adversarios de Paz se atrincheraban en el Estado social revolucionario, el papel de dador de vida del presidente de la república y el objetivo final de bienestar absoluto. Paz, en cambio, no creía ya en los mitos históricos y sus textos criticaban a las institucio-nes políticas de la Revolución Mexicana por conver-tirse en botín de la burocracia en el poder, es decir, el mecanismo de costo-beneficio de todo sistema político como espacio institucional para la relación Estado-so-ciedad. Ahí estaba el cruce dialéctico que ha definido las polémicas intelectuales de Paz: el pensamiento crí-tico por sí mismo y el pensamiento crítico del poder.

Los intelectuales mexicanos se movieron en esas aguas pantanosas, arenas movedizas ocultas y trampo-sas. A lo largo del periodo 1950-1992, de las primeras rebeliones sociales hasta el discurso de Salinas de Gor-tari excluyendo a la Revolución Mexicana de los docu-mentos básicos del PRI19, toda la vida política nacional fijó el marco de referencia de la crítica política-apoyo leal a la Revolución Mexicana, pero con el enfoque de criticar su terminación20 pero manteniendo las espe-ranzas de su recuperación como compromiso políti-

17 Almond, Gabriel, y Verba, Sidney, Encuesta Almond (1970), La cultura cívica. Estudio sobre la participación político democrática en cinco naciones, Fundación Fomento de Estu-dios Sociales y de Sociología Aplicada y editorial Euroame-rica, España.18 Althusser, Louis (1988), Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Editorial Nueva Visión, Argentina, págs. 11-12.19 Salinas de Gortari, Carlos (1992), Discurso del liberalismo social, 4 de marzo, PRI, http://inep.org/index2.php?op-tion=com_content&do_pdf=1&id=4132.20 Ross, Stanley R. (1981), ¿Ha muerto la Revolución Mexi-cana? Premiá Editora, México.

co-ideológico; inclusive, la expropiación de la banca en septiembre de 1982 fue asumida como el último jalón de la Revolución y José López Portillo, quien, derro-tado, se declaró “el último presidente de la Revolución mexicana”21; en 1992 el presidente Carlos Salinas fue al PRI a enterrar la Revolución Mexicana y exhumar al liberalismo social juarista22.

Los intelectuales apelaron en los años 1955-1970 a la reactivación ideológica de la Revolución Mexica-na y para ello usaron el contrapunto de la Revolución Cubana, como lo exhibieron las revistas El Espectador (1959) y Política (1960-1967). De hecho, la defensa de la Revolución Cubana era vista como un elemento dinamizador de la Revolución Mexicana cardenista, ambas idealizadas por ellos. Ahí está, como ejemplo, el artículo que escribió Carlos Fuentes en 1964 en la revista Siempre!23 junto con Fernando Benítez, Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero y Francisco López Cámara— para explicar su salida de la revista Política y exponer el modelo analítico institucional —crítico pero institucional— de apoyo a la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz: al final de cuentas, diría ese razonamiento, Díaz Ordaz ya no iba a ser él sino el presidente de la Revolución Mexicana, un presidente más del régimen de la Revolución Mexicana; y Fuentes establecería el contrapunto más audaz que pensamien-to político alguno pudiera razonar, muy al estilo de la dialéctica retorcida de Sartre24: el apoyo a Díaz Ordaz como el candidato del partido de las Revolución Mexi-cana y el socialismo como meta. Este ideal intelectual se hizo trizas muy pronto por el comportamiento au-toritario de Díaz Ordaz ante el movimiento médico apenas al tomar el poder en diciembre de 196425 y más tarde se desmoronaría como ilusiones perdidas en el 68 estudiantil. Pero lo interesante de este punto fue que los intelectuales —Carlos Fuentes como la cabeza de playa de toda una corriente masiva de intelectuales progresistas y diríase como el elemento catalizador de la relación intelectual/poder de la primera mitad de los setenta— razonaban en función del sistema político en su vertiente progresista, revolucionaria y de izquierda institucional, y en el espacio de la crítica desde dentro para mejorar, no desde fuera para destruir. Paz pondría su juego abierto con Posdata, una crítica racional a la Revolución Mexicana hecha gobierno controlado por un partido, una burocracia y una ideología: una crítica desde el seno de la historia política del sistema priísta.

A partir de entonces el simbolismo de PRIracusa

21 José López Portillo en entrevista con Elías Chávez, revis-ta Proceso No. 836, 9 de noviembre de 1992.22 Salinas, 1992.23 Fuentes, Carlos et. al. (1964), “Díaz Ordaz ante el dilema de México!”, revista Siempre! No. 585, 9 de septiembre, págs. 8-11 y 62-63.24 El Sartre de El fantasma de Stalin y Los comunistas y la paz, en Problemas del marxismo tomos I y II, Editorial Losada, Argentina.25 Pozas Horcasitas, Ricardo (1993), La democracia en blan-co: El Movimiento Médico en México, 1964-1965, Siglo XXI Editores, México.

se asentó como el territorio comanche del conflicto dialéctico entre los intelectuales y el sistema políti-co priísta a lo largo del periodo 1957-1977, pasando por el colaboracionismo político de Fuentes con Luis Echeverría, su embajada en Francia y de manera sig-nificativa, la participación de Fuentes en el consejo consultivo del PRI durante la campaña del candidato José López Portillo26. Fuentes encarnaría el ideal no platónico del rey filósofo sino el simbolismo maquia-vélico del consejero del príncipe. En este contexto Fuentes se convirtió en el referente del intelectual sis-témico, papel que luego tomarían Carlos Monsiváis como miembro del consejo consultivo del Programa Nacional de Solidaridad de Carlos Salinas, y Héctor Aguilar Camín como el consejero (in)orgánico de Sa-linas, ideólogo de la modernización salinista y benefi-ciario de contratos del Estado.

Paz se encargó varias veces de develar el escenario de la fascinación de intelectuales mexicanos por PRI-racusa. Lo hizo a veces hasta con grosera insistencia, pero siempre con referentes de los propios intelectua-les metidos en los es-pacios sistémicos. Por cierto, en esos debates ninguno de los inte-lectuales referidos —Fuentes, Monsiváis, Aguilar Camín— ra-zonó su participación en los espacios ins-titucionales; al final de cuentas, Paz no condenaba la partici-pación de los intelec-tuales en la política, sí debatía su cercanía y dependencia del prín-cipe porque entonces pasaban a ser políti-cos y abandonaban el espacio de la creación intelectual en la liber-tad por beneficios per-sonales de corto plazo.

III

El papel, la función, la tarea, los objetivos de los in-telectuales con la realidad fue uno de los temas torales del accionar de Paz. Y ahí la agenda no fue tan amplia como pudiera esperarse porque se redujo a tres puntos:

—El intelectual frente a la realidad conflictiva.—El intelectual ante sí mismo.—El intelectual en el sistema político.El tema no fue nuevo sino histórico.

26 Fuentes, Carlos (1976), “Soy miembro del consejo con-sultivo de Luis Echeverría, no soy del PRI”, periódico Excel-sior, 23 de octubre, primera plana, México.

Antonio Carrillo Flores siendo entrevistado

Paz se encargó varias veces de develar el escenario de la fascinación de intelectuales mexicanos por PRIracusa. Lo hizo a veces hasta con grosera insistencia, pero siempre con referentes de los propios intelectuales metidos en los espacios sistémicos.

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En los debates intelectuales se ha fijado el final del siglo XIX como el origen formal del intelectual mo-derno metido al debate político y la figura dominante sería Emile Zola ante el caso Dreyfus. Pero el tema viene de muy atrás: por ejemplo, el intelectual como el hombre de razón nació con la ilustración en el si-glo XVIII al combatir el oscurantismo de la iglesia. Y un poco después, en el segundo cuarto del siglo XIX francés, el crítico mordaz Sainte-Beuve (1804-1869) habría sido el primero en marcar los territorios intelec-tuales. Sainte-Beuve era un gran crítico pero más ver-sificador que poeta. Se da por hecho que Sainte-Beuve fue el primero que utilizó la cuña “torre de marfil” al re-ferirse a Alfred de Vigny (1797-1863), al que gustaba vivir alejado del mundanal ruido. Lo dijo Sainte-Beuve en una suerte de versos que dirigió a un tal Villemain en 1837, en los cuales habla de tres de los grandes poe-tas románticos franceses (Lamartine, Hugo, Vigny):

 Lamartine reinó; cantor alado que suspira,Se cernía sin esfuerzo; Hugo, duro miliciano(se ve como a Dante, un barón feudal,florentino o de Pisa), combate bajo la armadura,y tiene alta su bandera en medio del murmullo:La mantiene aún; y Vigny, más secreto,Como en su torre de marfil, antes de mediodía,Volvía a entrar.27

Puede decirse que hay tantas representaciones de los intelectuales como intelectuales en lo individual existen. En un esfuerzo entre serio y divertido, quizá iconoclasta, aquí estableceré algunos tipos de intelectuales por fun-ción, papel y actividad, a partir de las tres caracteriza-ciones de Max Weber: individuos históricos, fenómenos históricos recurrentes y conceptualizaciones:

1. Platón: el intelectual ideal: rey-filósofo como la síntesis entre ideas y poder.

2. Girolamo Savonarola (1452-1498): el clérigo.3. Niccolò Machiavelli (1469-1527): el consejero

del príncipe.4. Michel de Montaigne (1533-1592): el intelec-

tual de las ideas.5. Voltaire (1694-1778): intelectual de la razón.6. Alfred de Vigny (1707-1863): la torre de

marfil.7. Víctor Hugo (1802-1885): el intelectual con

armadura.8. Sainte-Beuve (1804-1869): el crítico de los

intelectuales.9. Emile Zola (1840-1902): intelectual de causas

disidentes.10. Julien Benda (1867-1956): la militancia.11. Henry Barbusse (1873-1935): el intelectual

agitador.12. Antonio Gramsci (1881-1937): el intelectual

orgánico.

27 Debo la precisión de datos y fechas y el poema traducido a mi amigo Marco Antonio Campos, poeta y traductor.

13. John Reed (1887-1820): el intelectual dirigen-te revolucionario.

14. Vicente Lombardo Toledano (1894-1968): el intelectual colaboracionista.

15. Jean-Paul Sartre (1905-1980): el compromiso.16. Albert Camus (1913-1960): pensamiento del

mediodía.17. Carlos Fuentes (1928-2012): el intelectual

Manchuria.18. Julio Cortázar (1914-1984): el ambivalen-

te: intelectual-escritor / soldado de la re-volución.

19. Octavio Paz (1914-1998): el crítico del prín-cipe.

20. José Revueltas (1914-1976): intelectual revo-lucionario.

21. Enrique González Pedrero (1930): el intelec-tual sistémico.

22. Roberto Fernández Retamar (1930): el comi-sario burócrata.

23. Víctor Flores Olea (1935): el intelectual mo-lusco.

24. Gabriel Zaid (1938): el intelectual absoluto.25. Carlos Monsiváis (1938-2010): el intelectual

acomodaticio.26. Héctor Aguilar Camín (1946): el intelectual

del poder.

En sus polémicas, quizá el per-fil que más tuvo que enfrentar Paz fue el del intelectual Manchuria. Se trata de una reproducción del modelo estadunidense derivado de la película El candidato de Man-churia (1962, con Frank Sinatra) tomada entonces como ficción pero luego revelada como par-te de estudios de control mental de la CIA28. Se trata de personas a quienes les instalan un pensa-miento específico y lo guardan en el inconciente hasta que alguna orden específica los despierta y los hace operar en función de algo deseado; en el pasado se hablaba de un pensamiento introducido por hipnosis y drogas y hoy vía un chip. Los intelectuales Manchuria funcionan con el pensamiento in-conciente de la Revolución Mexicana. Carlos Fuentes sería el ejemplo más cercano: socialista confeso varias veces, simpatizante del marxismo en el 68 francés, ra-dical en sus planteamientos políticos e ideológicos, al final destacó por su acción política real en torno a la Revolución Mexicana: su novela La muerte de Artemio Cruz en un reclamo literario a la traición a la Revo-lución y la escribió pensando en Lázaro Cárdenas; en

28 Thomas, Gordon (2001), Las torturas mentales de la CIA, Ediciones B, España-.

Tiempo Mexicano hay varios homenajes a Cárdenas; la participación de Fuentes en el Grupo El Espectador y la revista El Espectador fue clave y en torno a la aper-tura de un espacio para el debate político dentro del sistema político priísta de 1957 y en torno a objetivos político-periodísticos concretos, como lo revelan los compromisos políticos e ideológicos de la revista en su número 1:

1.- El cumplimiento estricto de la Cons-titución, hoy por hoy sustituida por oraciones retóricas que pretenden suplantar la ley.

2.- Respeto incondicional del voto en las escalas municipal, estatal y federal.

3.- Independencia del sindicalismo, respeto a la voluntad de los trabajadores en cuanto a la selección de dirigentes se refiere.

4.- Definición independiente de actividades políticas en México, Primer paso hacia la crea-ción de auténticos partidos políticos que encar-nen la división real de las fuerzas sociales y de sus respectivos intereses.

5.- Eventual integración de un congreso independiente del ejecutivo y representativo de las diversas tendencias políticas del país.

6.- Manifestación efectiva del pensamiento público y liquidación de la tácita censura que ac-tualmente hace de la prensa mexicana un coro

uniforme del pensamiento oficial29.Por tanto, el inicio de la parti-

cipación política de Fuentes ocu-rrió dentro de los parámetros del sistema político priísta, no de fue-ra, en la vertiente de los críticos al conservadurismo pero dentro del sistema político que le da cabida a sus críticos, como señalara no sin ironía Mario Vargas Llosa al refe-rirse a México como “la dictadura perfecta”30. En 1964, al renunciar a Política, Fuentes de nueva cuenta redefinió sus posibilidades de lu-cha dentro del sistema; inclusive proponiendo para México, desde su socialismo, el neocapitalismo31. El 68 estudiantil lo pasó en París y desde ahí escribió un texto de sim-patía que terminaba con la espe-ranza de que la revolución —ahora sí socialista, se supone— iba a llegar

inevitablemente. En 1971 apoyó a Echeverría por el hal-conazo, en 1972 hizo la declaración histórica del “crimen histórico” de los intelectuales y en ese 1972 precisó su

29 Careaga, Gabriel (1971), Los intelectuales y la política en México, Editorial Extemporáneos, México, págs. 76-77.30 Vargas Llosa, Mario (1992), Desafíos a la libertad, Edito-rial Aguilar, México, págs. 124-129.31 Fuentes, Carlos (1974), Salida de Política 5 de agosto págs. 12-13, Qué es un intelectual 19 de agosto págs. 12-13, y Díaz Ordaz ante el dilema de México 9 de septiembre págs. 8-11 y 62-63.

Carlos Fuentes

Los intelectuales Manchuria funcionan con el pensamiento inconciente de la Revolución Mexicana. Carlos Fuentes sería el ejemplo más cercano: socialista confeso varias veces, simpatizante del marxismo en el 68 francés, radical en sus planteamientos políticos e ideológicos, al final destacó por su acción política real en torno a la Revolución Mexicana: su novela La muerte de Artemio Cruz.

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lucha dentro del sistema en el ensayo “Opciones críti-cas en el verano de nuestro descontento”32 y en octubre de ese año, por si quedara duda, reafirmó las tesis en la mesa de debate sobre “Los escritores y la política” en Plural. En 1975 fue designado embajador de Echeverría en parís y en 1976 participó como miembro del conse-jo consultivo del PRI en la campaña de López Portillo. En 1977 renunció a la embajada por la designación de Díaz Ordaz, al que defendió en 1964 ante los ataques de Política, y de hecho abandonó ya los debates políticos e intelectuales, salvo algunos artículos ya opacos en 1994 ante el alzamiento zapatista, aunque se negó a ir a Chia-pas a invitación del subcomandante Marcos.

El repaso de Fuentes tiene, para mí, los referentes de los debates de Paz; es decir, Fuentes le dio, en un horizonte político de largo plazo, el contexto a Paz; y en palabras de Paz, Fuentes llevó una “pasión des-dichada” con la política. Paz, en realidad, planteaba la independencia del escritor ante la política, no la rup-tura: a Scherer le dijo, un una entrevista, que el escritor sí podía participar en política pero “a condición de que sepan guardar las distancias con el príncipe”33.

La otra polémica que debe registrarse fue la esta-blecida con Carlos Monsiváis a propósito justamente de la entrevista con Scherer por el Premio Nacional en Letras: Monsiváis publicó un artículo de respuesta a Paz y se entabló un debate no de altura sino de po-sicionamiento de los interlocutores34, aunque ya venía de 1972 cuando La Cultura en México de Monsiváis caracterizó como de derecha a los intelectuales “li-berales” de Paz35. Los temas centrales de la polémica

32 Fuentes, Carlos (1972), Opciones críticas en el verano de nuestro descontento, revista Plural No. 11, agosto, México, págs. 3-9.33 Paz, Octavio (1977), Suma y sigue, Conversación con Julio Scherer, revista Proceso, Sueño de Libertad, Seix Barral, México 2001, pág. 66.34 Ibid., polémica Paz-Monsiváis, ver nota 5.35 Monsiváis, Carlos, et. al. (1972), En torno al liberalismo mexicano de los setentas, suplemento La Cultura en México No. 548 de la revista Siempre!, 9 de agosto de 1972, México, págs. II-VII.

Paz-Monsiváis, entre otros, fueron el socialismo, Cuba, la Unión Soviética y los Estados Unidos, y el destino de México. El intercambio de artículos no ha resistido el paso del tiempo pero debe registrarse el hecho de que Monsiváis defendía al socialismo realmente exis-tente y Paz criticaba el socialismo autoritario de Moscú y La Habana. Debajo de los florilegios de palabras esa polémica marcó un parteaguas en los temas intelec-tuales: Paz fue encajonado en la derecha y Monsiváis en la izquierda; pero la discusión era más amplia que la geometría política: la urgencia de localizar el espacio de los intelectuales frente a las doctrinas políticas.

Como asunto circular, los temas se han retroali-mentado y el destino ha alcanzado a los protagonistas. En el tema del socialismo autoritario/democrático, la historia puso a cada quien en su lugar en 1989, con la caída del muro de Berlín y el desmoronamiento en 1991 de la Unión Soviética. Pero cada quién lo asimiló como quiso. En 1999 la historia alcanzó a Monsiváis. En un texto sobre “Octavio Paz y la izquierda”36, un artículo que no llegó a ensayo, caótico en su revisión, elusivo ante sus debates con Paz y mezquino en la re-cuperación histórica, Monsiváis resolvió un diferendo ideológico, intelectual y político con doce palabras:

—La caída del Muro de Berlín le dio la razón a Paz.Nada más. No explicó por qué. Y lo que todos es-

peraban no era la disculpa con Paz sino una explicación de los intelectuales socialistas en reconocimiento de sus equivocaciones y las razones asumidas en esos yerros. El asunto de fondo no era sólo reconocer el posiciona-miento de Paz, sino que se esperaba de Monsiváis una autocrítica de su atrincheramiento ideológico desde sus crónicas del 68 en que irrumpió en el panorama cultu-ral, de sus razones y sinrazones al defender el socialismo soviético y cubano, de los debates con Paz. El asunto no requería sólo de darle la razón a Paz así como así y lue-go vuelta de hoja, sino de revisar los tiempos históricos de los debates; Sartre llegó a ser más cínico: apoyaba el socialismo autoritario de Moscú en tanto existiera como socialismo y listo, ni se despeinaba. Monsiváis fue muy mezquino al rehuir un debate post mortem con Paz, algo, por cierto, que Monsiváis y Héctor Aguilar Camín, del mismo grupo político, se negaron a hacer en 1990 du-rante el Encuentro patrocinado por Paz y en 1992 en el Coloquio polémico de nexos. El desdén intelectual a Paz se reconfirmó por Monsiváis sin un reconocimiento honorable a las razones de Paz.

36 Monsiváis, Carlos (1999), revista Letras Libres, abril, págs. 30-35.

El otro tema de debate de Paz fue la vida política mexicana. No es el tema de esta mesa pero no quiero soslayarlo. Resumo el pensamiento político de Paz en el contexto de los debates intelectuales en textos se-minales:

—El laberinto de la soledad, 1950.—Posdata, 1969.—Carta a Adolfo Gilly, 197137 por el libro La revo-

lución interrumpida.—El ogro filantrópico, 197838.—Tiempo nublado, 198339.—Pequeña crónica de grandes días, 199040.—PRI: hora cumplida 1929-1985, 198541.Se trata de ensayos que profundizaron el debate

político con intelectuales y no, lamentablemente, con los políticos; en el fondo y por razones de temor inte-lectual, los políticos ninguneaban a Paz o eludían el de-bate. En estos textos había dos vertientes no compren-didas: obviamente el del contenido político e histórico pero también el del intelectual; la mayor parte de las veces leyeron estos ensayos como programas políticos de un intelectual sin partido y sin objetivos de alcanzar el poder, y siempre con el prejuicio de la caracteriza-ción de Paz como conservador de derecha. De ahí que haga falta una relectura histórica de los ensayos de Paz sobre la realidad política nacional porque ahí hay un itinerario de la lucha mexicana por la democracia, no sólo un análisis estructural del sistema político. Más aún, la ciencia política debe también una lectura de teoría política en los ensayos de Paz: el Estado, el par-tido, el sistema político, el desarrollo, las ideas, la de-mocracia, la cultura, las transiciones, las burocracias y el socialismo, entre otras líneas de investigación a partir de la ciencia política; si bien a Paz le faltó sistematizar sus reflexiones teóricas, un esfuerzo podría llegar a de-finir las aportaciones teóricas de Paz a la política.

IV

Si ya conocemos ampliamente la crítica de Paz a los intelectuales del poder que sueñan con ser consejeros del príncipe, existe un hecho histórico real en el que el poeta Paz actúo como una especie de consejero (no formal) del príncipe.

En 1968, a raíz de las movilizaciones estudiantiles en el mundo, Paz tuvo contacto escrito con el entonces secretario mexicano de Relaciones Exteriores, Antonio Carrillo Flores. Paz era en ese año embajador de Mé-

37 Paz, Octavio (1972), Carta a Adolfo Gilly, revista Plural No. 5, febrero, México, págs. 16-20.38 Paz, Octavio (1978), El ogro filantrópico, revista Vuelta No. 21, agosto, México, págs. 38-44.39 Paz, Octavio (1983), Tiempo Nublado, editorial Seix Ba-rral, México,40 Paz, Octavio (1990), Pequeña crónica de grandes días, pe-riódico Excelsior, 8, 11, 15, 18, 22 y 25 de enero, primera plana.41 Paz, Octavio (1985), revista Vuelta No. 103, México, págs. 7-12.www.noticiastransicion.mx

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xico en la India, con una carrera diplomática de casi un cuarto de siglo en casi todo el escalafón de la burocra-cia de la cancillería. En ese contexto tenía la tarea de informar a la SRE de los problemas en el país huésped y área circunvecina, incluyendo algunas evaluaciones políticas. Las cartas de Paz y Carrillo Flores fueron pu-blicados por la revista Vuelta en 1998, un mes y medio antes de la muerte del poeta42.

La carta de Paz a Carrillo Flores del 6 de septiem-bre de 1968 registró la inquietud estudiantil en la India y en Europa pero, de paso, aportó opiniones que no le solicitaron sobre México sobre el escenario mexicano no diferente al internacional; fue una decisión audaz de Paz, no diplomática, pero de utilidad si en la Cancille-ría se procesaba adecuadamente. Además de exhibir la coherencia del pensamiento de Paz respecto a la reali-dad mexicana del 68, esos materiales permiten percibir el tono de un Paz como consejero no formal del prín-cipe, sobre todo a partir de sus opiniones cuidadosas sobre la crisis política y la demanda democrática que puede contratarse con las opiniones contundentes ya en su ensayo Posdata de un año después y fuera de la burocracia diplomática.

Las opiniones no solicitadas de Paz sobre la crisis estudiantil buscaron sólo los ojos del canciller Carrillo Flores, pero éste, en una carta enviada a Paz a Nueva Delhi, le informó que se las entregó —y las comen-tó— al presidente Díaz Ordaz; luego de leerlas, el jefe del ejecutivo le dijo a su canciller: “la intuición de los poetas es a veces la más certera”.

Paz escribió dos cartas informativas, una larga el 6 de septiembre y una corta el 9 de septiembre, las dos de 1968. Pero luego de conocer las informaciones de las agencias de prensa sobre la noche de Tlatelolco del 2 de octubre, Paz escribió una tercera fechada el 4 de octubre en la que criticaba la represión con mayor dureza y solicita pasar a disponibilidad —embajador

42 Paz, Octavio (1998), Un sueño de libertad. Cartas a la Can-cillería, revista Vuelta No. 256, marzo, México, págs. 6-14.

con cargo aunque sin funciones, una situación común considerada por la Ley del Servicio Exterior Mexica-no— asentando que se trataba de una solicitud formal acreditada a la represión en la plaza de Tlatelolco, sede, por cierto, de las oficinas centrales de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México.

Las dos cartas informativas revisaron críticamen-te los movimientos estudiantiles en varias partes del mundo, aunque en ellas se notó el lenguaje del intelec-tual-funcionario: eludió Paz el tema de la democracia, le dio la vuelta a sus percepciones sobre el colapso del PRI y dijo casi nada sobre el programa social de la Re-volución Mexicana, pero dejó entrever que las razones de la crisis política estaban en el subdesarrollo y la falta de democracia. Estos textos podrían leerse hoy como una versión del Paz en funciones de consejero del príncipe: aceptar la crisis y presentar opciones políticas de salida. No hubo en esos textos ninguna mentira ni elusión de proble-mas, sino más bien se notó en el estilo elíptico el propósito, la intención de jalar la atención presidencial a temas centra-les de la crisis política pero sin confrontaciones con el poder. Fueron cartas re-dactadas con pasión inte-lectual pero acotamientos diplomáticos, toda vez que el embajador era un empleado de alta jerarquía del presidente de la república. Pero repito: ahí se pudo ver fugazmente al Paz consejero del príncipe en una situación de crisis.

Luego de hacer una revisión de la crisis estudiantil en Europa Occidental, Europa del Este y los Balcanes, y definir el marco teórico de análisis a partir del agota-miento de las bondades de la democracia representativa y la democracia socialista, Paz le entró a México. En la carta del 6 de septiembre asentó como la parte central de su análisis la concepción de crisis del desarrollo que luego explotaría más críticamente en Posdata: el México desarrollado y el México subdesarrollado; señaló tam-bién los efectos de esta crisis en la “estructura misma de la sociedad mexicana”; y aterrizó la sugerencia de que se requieren de reformas democratizadoras para distensio-nar los conflictos sociales. Sus referencias al PRI fueron cuidadosas —no tan contundentes como en sus ensayos posteriores—, diríase que hasta generosas. Eran obvias entonces las limitaciones burocráticas, pero Paz fue más allá de los acotamientos institucionales aunque sin des-truir el sistema político priísta. Escribió:

El Partido (sic por la mayúscula en el ori-ginal) ha representado un compromiso, origi-nalmente saludable (cursivas de CR), entre las necesidades del desarrollo económico y el pro-grama social y político de la Revolución43.

43 Ibid, pág. 9.

En lugar de decir —como lo diría en Posdata— que la del 68 era una crisis del sistema autoritario y su partido ante una sociedad demandante de democracia y un Estado anquilosado, Paz señaló como embajador que “la gente desea mayor participación en la vida po-lítica”, sobre todo porque “es natural que, al cabo de cuarenta años, el sistema presente ya ciertos síntomas de rigidez”. Mucha suavidad en el análisis cuando poco después hablaría de arterioesclerosis, de autoritarismo sistémico y de un sistema sin salidas democráticas. Por eso como embajador, en la orilla de la renuncia, Paz ha-bló de “encontrar formas de participación (cursivas de OP) política y económica que den a los ciudadanos

la posibilidad de discutir los asuntos públicos”. Eso sí, en esa carta fue

duro contra la televisión privada por la manipulación, rechazó la expropiación y aconsejó la crea-ción de “consejos u otros orga-nismos que se encargasen de la dirección de los programas de radio y televisión; podría ser un experimento en la democracia social de la participación”.Luego de disculpas rei-

teradas por presentar “reflexiones que nadie me ha solicitado” y “apreciacio-

nes personales sobre la situación mexicana porque no pude ni quise contenerme”, en su

breve carta del 9 de septiembre —después del duro discurso del IV informe presidencial, de la

mano extendida y de la justificación de la fuerza y de las marchas de agosto— Paz dio un paso adicional en sus consejos al príncipe, vía el canciller Carrillo Flo-res: reiteró que la crisis social y las movilizaciones eran efecto del desarrollo distorsionado y dual, afirmó que las expresiones en las calles de una “nueva clase media y un nuevo proletariado” eran producto de la falta de “desarrollo político y social” que “no corresponde al de-sarrollo económico”.

No se trata de una revolución social —aun-que muchos de sus dirigentes sean revolucio-narios radicales-. Sino de realizar una reforma (cursivas de OP) en nuestro sistema político- Si no se comienza ahora, la próxima década de México será violenta44.

Las opiniones de Paz como embajador, aún con todas las restricciones, eran mucho más avanzadas que las que recibía Díaz Ordaz de Gobernación y de la Secretaría de la Presidencia. Obviamente Paz carecía de cercanía al príncipe y no participaba de la estructu-ras de toma de decisiones políticas del poder ejecutivo, pero de todos modos sus opiniones llegaron al presi-dente Díaz Ordaz a través del canciller Carrillo Flores. Por la forma de estructurar el análisis, de dictaminar

44 Ibid, pág. 10.Gustavo Díaz Ordaz

Las opiniones no solicitadas de Paz sobre la crisis estudiantil buscaron sólo los ojos del canciller Carrillo Flores, pero éste, en una carta enviada a Paz a Nueva Delhi, le informó que se las entregó —y las comentó— al presidente Díaz Ordaz; luego de leerlas, el jefe del ejecutivo le dijo a su canciller: “la intuición de los poetas es a veces la más certera”.

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la dimensión de la crisis y de presentar la única op-ción de la reforma política, Paz estaba en ese momento funcionando —repito— como una especie de conse-jero (informal) del príncipe. Sin embargo, la sordera del príncipe fue, como lo vimos después, de antología: la represión llevó a aumentar las tensiones políticas y México entró en los setenta —como lo predijo Paz— al decenio de la violencia política: secuestros, guerrilla, asesinatos políticos y acciones revolucionarias de gru-pos derivados del movimiento estudiantil del 68.

En su carta del 4 de octubre al canciller Carrillo Flores para solicitar su condición de disponibilidad, Paz dio otro paso adelante y endureció sus puntos de vista, pero sin llegar al tono de Posdata, no en ese mo-mento: volvió a criticar la relación Partido-Revolución, “ese compromiso fue saludable en su origen, ya no lo es”. También arremetió contra el papel de sordina po-lítica de la televisión y reiteró su consejo de que “era necesaria una reforma de nuestro sistema político”.

La respuesta de Carrillo Flores a Paz fue comedida en lo personal pidiéndole a Paz que reconsiderara su solicitud de pasar a disponibilidad e inclusive insinuó que el príncipe en Palacio Nacional necesitaba de con-sejeros inteligentes y comprometidos y le dijo que las opiniones de su larga carta del 6 de septiembre “no sólo fueron consideradas oficiosas (cursivas de CR) sino muy pertinentes y dignas de estudio”. Más aún, Carri-llo Flores le dio a Paz argumentos para quedarse: “creo que es precisamente en esta hora cuando se necesita la cooperación y colaboración de las mejores inteligencias de nuestra patria”, reconociendo que necesitaba a Paz dentro de la estructura porque fuera de ella “la mecá-nica política” en ese momento haría difícil la cercanía al poder y llevaría a Paz —como fue, en realidad— a radicalizaciones intelectuales. No se sabe si realmente hubo alguna oferta especial a Paz para quedarse como embajador-asesor del príncipe, aunque la insinuación de Carrillo Flores puede entenderse hoy como una in-vitación a aconsejar al presidente de la república.

Al parecer la carta comedida de Carrillo Flores carecía de apoyo institucional: ese mismo 16 de octu-bre, en un telegrama cifrado, Carrillo Flores, el fun-cionario aceptó la solicitud de Paz de pasar a disponi-bilidad y fríamente le dijo a Paz que “los hechos a los que usted se refiere no ocurrieron como informaron sobre ellos algunas agencias periodísticas internacio-nales y que esta Secretaría le habría proporcionado, como lo ha hecho a otras embajadas, versión exacta sobre ellos de haberla usted pedido”. La carta y el telegrama llevan la misma fecha, lo que indicaría que Carrillo Flores en realidad no había invitado a Paz a ser consejero del príncipe, sino que a lo mejor Carri-llo Flores quería dejar sentado en una carta personal generosa que iba a tomar decisiones burocráticas du-ras contra el embajador. De todos modos, repito, las cartas de Paz del 6 y 9 de septiembre tuvieron el tono de un consejero del príncipe.

Así pues, no se tuvieron datos si Carrillo Flores en realidad necesitaba consejos de Paz sobre la crisis estu-diantil, si Díaz Ordaz los aceptaría o si había condicio-

nes para que Paz se incorporara sólo como consejero del príncipe; ni tampoco si la frase de Díaz Ordaz sobre “la intuición de los poetas” había sido real o sarcástica. El caso fue que Paz efectivamente pasó a disponibili-dad pero con la seguridad de no regresar nunca más al servicio público —ni siquiera cuando Carlos Salinas le ofreció crearle la Secretaría de Cultura y el poeta titubeó por la sombra no ideal de Malraux45—, tomó la oferta de dar cursos en los Estados Unidos, redactó en 1969 su ensayo Posdata, dio el apoyo activo por breve tiempo a la iniciativa de Heberto Castillo de crear un partido político de izquierda y en 1971 aceptó la proposición de Julio Scherer, entonces director de Excelsior, para hacer-se cargo de la edición de una revista cultural y política Plural, donde permaneció hasta julio de 1976 en que el gobierno de Echeverría, el aperturista tan elogiado por Carlos Fuentes, movió los hilos del poder para provo-car una crisis interna en el diario y empujar la salida de Scherer, colaboradores y reporteros.

V

En los primeros escarceos de Carlos Monsiváis con Octavio Paz —un hecho que se conoce pomposamente como “la polémica Paz-Monsiváis”— a raíz de las de-claraciones del poeta a Julio Scherer en Proceso a finales de 1977 aparecieron los indicios de la rencilla cultural más destacada de los años setenta, ochenta y noventa y también, sin duda, de la más viva sobre la función de los intelectuales en la realidad-real del país y del mundo. Pero el asunto venía de atrás: hacia finales de 1971 Carlos Fuentes había circulado su libro Tiempo Mexicano con varios ensayos del ambiente cultural y de cultura política, pero le había agregado varios párrafos para dictaminar, a vuelapluma, una primera explicación propia del halconazo contra estudiantes el 10 de junio en San Cosme, con saldo de estudiantes heridos y so-bre todo por la aparición del cuerpo paramilitar cono-cido como Los Halcones, controlados desde finales de los sesenta por el Departamento del Distrito Federal. Fuentes dijo que ese ataque, que todos vieron como organizado por el poder político, había sido preparado por los enemigos de Luis Echeverría. El tema provo-có luego algunos pronunciamientos de Fuentes y Fer-nando Benítez en apoyo a Echeverría, pero con frases desafortunadas que alimentaron las críticas, sobre todo una: “dejar solo a Echeverría, un crimen histórico de los intelectuales”.

En ese 1972 también se dio la participación de Fernando Benítez con su declaración contundente de “Echeverría o el fascismo”46.

La polémica real Paz-Monsiváis comenzó en 1972, luego de que el suplemento La Cultura en México, a fi-nales de los sesenta, se abrió a Paz y a sus principales

45 Paz, Octavio (1996), Carta. La comedieta de Ponce, revista Proceso No. 1003, página 12, 22 de enero, México.46 Benítez, Fernando (1972), Echeverría es la única opción para los intelectuales: Fernando Benítez”, periódico Excel-sior, 12 de marzo, primera plana.

El texto de Monsiváis fijó los términos del debate: la crítica a los intelectuales en el contexto de la crítica política. Para el cronista, la crítica a los intelectuales por parte de “los liberales” rayaba en lo que llamó “antiintelectualismo”; es decir, el grupo de Paz en Plural.

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aliados. En agosto de 1972, el suplemento La Cultura en México, dirigido por Carlos Monsiváis después del retiro de Benítez, incluyó cuatro textos que abordaron el papel de los intelectuales en la política y que fueron secuela del caso Fuentes y el halconazo, y sobre todo la durísima crítica del poeta Gabriel Zaid a Fuentes por su partici-pación en el poder político. La clave del asunto fue la caracterización del grupo Monsiváis del tipo de intelec-tuales de Paz: los liberales; sin referirse específicamente a Paz, ese suplemento iba dirigido justamente al poeta y a los intelectuales en la revista Plural, desde entonces los liberales, suponiendo que los de La Cultura en México eran los progresistas, los revolucionarios o —con ganas de simplificar— los sartreanos del intelectual compro-metido. Dos detalles: Monsiváis defendió a Fuentes sin decirlo y hubo un texto curioso sobre los intelectuales en la historia de la primera mitad del siglo XX mexicano escrito conjuntamente por dos historiadores, entonces compañeros de banca en el doctorado de historia de El Colegio de México: Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín, los dos después confrontados duramente entre ellos, Krauze se sumaría más tarde al grupo de Paz y, por su parte, Aguilar Camín desbancó a Monsiváis de la jefatura del grupo y luego consolidó su liderazgo con la fundación en 1978 de la revista nexos.

El texto de Monsiváis fijó los términos del debate: la crítica a los intelectuales en el contexto de la crítica política. Para el cronista, la crítica a los intelectuales por parte de “los liberales” rayaba en lo que llamó “antiin-telectualismo”; es decir, el grupo de Paz en Plural y en algunas otras trincheras en realidad no criticaba posi-ciones políticas sino a los intelectuales; de ahí la pre-cisión de Paz en el número 13 de Plural respecto a que se asumía como “escritor” y no como intelectual. De al-guna manera Monsiváis buscaba encapsular la crítica a escritores que opinaban de política —y como Fuentes y Benítez, de manera tan contundente y apocalíptica— como una crítica a su condición de intelectuales, no al contenido de sus declaraciones, aunque en la realidad las declaraciones adquirieron valor mediático en función de sus autores como intelectuales reconocidos. Con iro-nía obvia, Monsiváis además lanzaba la provocación de que la crítica a los intelectuales aliados de La Cultura en México en realidad estaba promoviendo la jefatura de un grupo político y que la disputa era por “el cetro de la Autoridad Moral de México”. En el texto de apertura del debate de Plural, Paz titulaba su ensayo justamente con una referencia tangencial: “La letra y el cetro”.

La polémica no prendió porque se guardaron las for-mas, los participantes no le entraron con inteligencia y en La Cultura en México sólo Pereyra fue directo al cali-ficar como reaccionario el pensamiento político de “los liberales”, aunque sin mencionar a Paz y los colabora-dores de Plural. Pereyra, un sociólogo que tuvo después una muerte prematura, porque rompía lanzas contra “los liberales” y los encajonaba en el sector de los reacciona-rios, ya sin florilegios. De ahí la reacción de Paz: en el número de octubre de Plural abrió un debate sobre “los escritores y la política” y Paz tuvo el tino —¿malicia de intelectual?— de invitar a esa discusión a Carlos Mon-

siváis, quien escribió un ensayo que se notó nervioso, elusivo al estilo Monsiváis, sin aterrizar conclusiones. Y también participó un Carlos Fuentes ya tocado por las secuelas de su apoyo a Echeverría, dando más y más explicaciones de ese hecho y ahí mismo profundizando su polémica con Gabriel Zaid en torno a fijarle límites y resultados al apoyo o condenar al poder por la dema-gogia de anunciar investigaciones sobre represiones pero sólo para eludir resultados reales.

En esas dos ediciones se fijaron los términos de la polémica que nunca terminó, ni siquiera cuando Mon-siváis, en Letras Libres, la revista de Enrique Krauze, aceptó con desdén superficial que Paz había tenido la razón en su crítica al socialismo autoritario. Si en el de-bate La Cultura en México-Plural se profundizó acerca de los intelectuales, en la polémica personal Paz-Mon-siváis se dieron elementos de fondo —entre dimes y diretes— sobre el socialismo realmente existente que en 1977-1978 estaba ya en la mesa de discusiones. Al final, ciertamente, la historia real le dio la razón a Paz: el socialismo se derrumbó por los excesos autoritarios y su competencia contra el imperialismo estadunidense, pero sin que los intelectuales sartreanos-monsivaisea-nos ofrecieran un razonamiento de sus equivocaciones. El Coloquio de nexos de 1992 no ofreció ninguna ex-plicación política, intelectual e ideológica sobre el des-moronamiento de la Unión Soviética ni hubo tampoco ninguna reflexión respecto a si el socialismo, el marxis-mo y el materialismo histórico dependían exclusiva-mente de Moscú, lo que a la larga derivó en una derrota no sólo de la URSS sino de la propuesta socialista y dio la razón a los liberales críticos en el sentido de que el socialismo realmente existente estaría hundiendo a la ideología marxista.

La falta de una profundización del debate por par-te de los intelectuales revolucionarios —extremismo en aras del resumen de posiciones— sirvió sólo para desdramatizar las justificaciones y sencillamente dar la vuelta a la hoja.

VI

Como intelectual Paz eludió una clasificación: se decía escritor, no intelectual, asumiendo al segundo como un participante directo en la vida pública. Pero desde el principio de su irrupción en el ensayo cultural y sociológico no rehuyó caracterizaciones. El capítulo siete de El laberinto de la soledad está dedicado a “La “inteligencia” mexicana”47, con las comillas un poco

47 Paz (1993), págs. 163-187.

criticando y otro posicionando. Ahí estableció con claridad el hecho central: la obra de los intelectuales no está en su creación sino en sus comportamientos públicos y políticos, al final los dos como uno solo. Se trató de una fijación de límites aún antes de entrarle de lleno al debate sobre el papel de los intelectuales que formalmente inició cuando su libro ya estaba en circu-lación a propósito de las denuncias de Rousset sobre los campos de concentración soviéticos para internar a disidentes; si acaso, esa frase de El laberinto de la soledad sería un eco de la crisis en las militancias intelectuales que estalló en el congreso antifascista de Valladolid en 1936 a propósito, sobre todo, de los ataques contra André Gide por su libro Regreso a la URSS en donde criticaba el autoritarismo y la represión del gobierno socialista.

Inclusive, Paz fue muy claro en establecer los lin-deros de sus opiniones políticas e históricas: las hacía como escritor pero, sobre todo, como poeta:

No soy historiador ni sociólogo ni politó-logo: soy un poeta. Mis escritos en prosa están estrechamente asociados a mi vocación litera-ria y a mis aficiones artísticas. Prefiero hablar de Marcel Duchamp o de Juan Ramón Jimé-nez que de Locke o Montesquieu. La filosofía política me ha interesado siempre pero nunca he intentado ni intentaré escribir un libro so-bre la justicia, la libertad o el arte de gobernar. Sin embargo, he publicado muchos ensayos y artículos sobre la situación de la democracia en nuestra época: los peligros externos e internos que la han amenazado y la amenazan, las inte-rrogaciones y pruebas que enfrenta. Ninguna de esas páginas posee pretensiones teóricas; escri-tas frente al acontecimiento, son los momentos de un combate, los testimonios de una pasión. Su mismo carácter circunstancial y episódico me da, ya que no autoridad, sí legitimidad para hablar ante ustedes de la democracia. No van a oír a un pensador político sino a un testigo48.

Como escritor Paz logró fijar parámetros claros que fueron sostenidos por la congruencia, aun en situacio-nes que pudieron leerse posteriormente como equivo-cadas, quizá un poco contradictorias y complacientes. Pero a Paz hay que leerlo primero para interpretarlo

48 Paz, Octavio (1998), Democracia: lo absoluto y lo relativo, texto leído el 27 de noviembre de 1991 en el ciclo de confe-rencias organizado por las revistas Claves y Revista de Occi-dente, publicado en la revista Vuelta No. 261, agosto de 1998, México, pág. 18.

Octavio Paz y el equipo de redacción de la revista Plural.

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radicalizados, la única forma de combatir el absolu-tismo histórico. Paz murió en 1998, hace tres lustros, y con su muerte se fue el espíritu del debate, aunque quedó el de la confrontación. La crisis política llevó al país y a los intelectuales a una crisis moral y aho-ra vemos una severa crisis del pensamiento crítico, del pensamiento libre. En materia intelectual seguimos rumiando el debate de los setenta. La verdadera crisis provocada por el desmoronamiento de la Unión Sovié-tica no fue la victoria del capitalismo —sumido en una crisis sin sentido y sin salida— sino la crisis intelectual, como si la caída del socialismo autoritario y burocráti-co hubiera sido la única opción ideológica.

En sus debates Paz demostró que el mundo inte-lectual se había quedado hundido en el pantano del maquiavelismo, la política mirada por los intelectuales como fines/medios, el intelectual como el consejero del príncipe, la perversidad sólo como una forma de conser-var los principados, y ahí Paz como el antimaquiavelo in-teresado en consolidar el espacio de la razón de las ideas, no de la justificación de los sistemas, la relación directa razón/oscurantismo que hizo brillar el siglo de las luces. Cosa curiosa: el Paz caracterizado como el intelectual de la derecha fue certero, insistente y claridoso en la ca-racterización de sus adversarios intelectuales progresis-tas, radicales, socialistas y marxistas como los modernos Robert Filmer54 o Jacques-Bénigne Bossuet55, los ideó-logos conservadores que en el siglo XVI justificaron el poder divino de los reyes y que en el siglo XX revivieron como intelectuales para avalar esa divinidad de los reyes modernos: los presidentes o los secretarios generales de los politburós o los comandantes en jefe.

(*) Texto base de la conferencia sobre el primer centenario del natalicio de Octavio Paz, organizado por el Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla los días 7 y 8 de noviembre de 2013.

(**) Lic. en Periodismo, Mtro. en Ciencias Políti-cas, periodista, columnista político, autor desde 1990 de la columna “Indicador Político” en El Financiero, director de las revistas Transición y El Mollete Litera-rio, director general del Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, sus últimos libros Obama, La Comuna de Oaxaca y El regreso del PRI (y de Carlos Salinas de Gortari), www.noticiastransicion.mx, [email protected].

54 Filmer, Robert (2010), El patriarca o el poder natural de los reyes, Alianza Editorial, Madrid.55 Bossuet (1940), Discurso sobre la historia universal, Edito-rial Cervantes, España, (1974), Política sacada de las sagradas escrituras, Editorial Tecnos, Madrid.

después. Por ejemplo, su opinión favorable hacia Car-los Salinas de Gortari no se dio como concesión de coyuntura sino porque Paz vio en el momento históri-co-económico del funcionario y presidente a un mode-lo de acotamiento del Estado, y criticando como con-traparte los abusos del neoliberalismo. Lo malo para Paz fue que el país fue sumido —no sólo metido— en una polarización ideológica y geométrica que a veces llegaba al absurdo y hasta la violencia.

Fue obvio que Paz no era el títere de Reagan, como lo tildó la ultraizquierda furiosa en 1984 y por ello quemó su efigie afuera de la embajada de los Estados Unidos en México49, luego de las críticas del poeta al sandinismo. Tampoco fue el antiestatista que sirvió de argumento para consolidar su teoría del Estado en El ogro filantrópico, sin reconocer la lectura que hizo Paz de Hobbes sobre el Estado. Ni el hijo de Azcárraga por usar la televisión para la difusión de la cultura, y menos en uno de sus textos más profundos sobre el papel de la televisión50. No hay asideros para asumirlo como el reaccionario, si al final tuvo el sueño de un socialismo democrático. Si acaso, muchas de sus ideas brillantes se hicieron obsoletas con la caída del Muro de Berlín o se vieron como coyunturales en la lucha cotidiana o se leyeron como crítica al populismo y al socialismo.

Veo hoy, a la distancia, a Paz en el espacio doloroso de Camus ante la guerra de Argelia y la polarización que ilustró la teoría de los dos demonios: el demonio del Estado represión y violento, y el demonio de la guerrilla igualmente criminal y violenta. Al introducir sus Crónicas sobre la guerra de Argelia a finales de los cincuenta, Camus apeló al “pensamiento del medio-día”, el que se colocaba en el justo medio aristotélico entre el amanecer violento y el anochecer atormentado. Escribió Camus asumiendo todos los riesgos, ante la polarización de la violencia argelina:

Por desgracia, la verdad es que una parte de nuestra opinión piensa oscuramente que los árabes han adquirido, en cierto modo, el dere-cho a degollar y mutilar, mientras que otra par-te acepta legitimar todos los excesos de alguna manera. Cada uno se apoya, para justificarse, en el crimen del otro. Hay ahí una casuística de la sangre en la que un intelectual, me parece, no puede participar, como no tome él mismo las armas. Cuando la violencia responde a la vio-

49 http://www.letraslibres.com/revista/dossier/octa-vio-paz-en-1984-la-querella-del-dialogo-y-el-ruido.50 Paz, Octavio (2010), Televisión: cultura y diversidad, http://silencio-roto.inmyclan.com/t361-televi-sion-cultura-y-diversidad-por-octavio-paz.

lencia en un delirio que se exaspera y convierte en imposible el simple lenguaje de la razón, el papel de los intelectuales no puede ser, tal como lo leemos todos los días, el de excusar desde la lejanía una de las violencia y condenar la otra, con lo que se consigue el doble efecto de enfu-recer al violento al que se condena y animar a una violencia mayor al que se aplaude. Si no se van a unir ellos mismos a los combatientes, su papel —¡más oscuro, sin duda!— debe ser úni-camente el de trabajar en pro de la pacificación para que la razón vuelva a encontrar su camino.

Larga cita que Camus complementa párrafos ade-lante:

El papel del intelectual consiste en discer-nir, en cada campo según sus medios, los lími-tes respectivos de la fuerza y de la justicia. Es necesario, pues, iluminar las definiciones para desintoxicar los espíritus y apaciguar los fana-tismos, incluso aunque sea a contracorriente51.

De ahí la soledad de Octavio Paz en su propio la-berinto como intelectual. Al recibir el premio nobel, se autodefinió a sí mismo como nadie pudo hacerlo. Una frase lo retrató, no sin amargura: “me siento desalojado del presente”, aunque, paradójicamente, siempre pre-sente con textos en Plural y Vuelta que levantaban más polémicas que las referidas a la circulación de ejem-plares impresos. A Paz no lo desalojaron del presente sino que lo marginaron estando siempre presente. Si Gutiérrez Nájera oficializó la “República de las Letras” en el sepelio de El Nigromante, en sus polémicas, por la furia de las respuestas, Paz mostró que vivíamos en un Municipio de las Letras liliputiense por la mezquin-dades y localismos hasta de los universalistas, y esta fue, sin duda, una aportación en los hechos al ambiente cultural dominado por las capillas culturales o por las burocracias intelectuales, algo divertidamente ilustrado por Enrique Serna en una divertida novela52.

¿Dónde colocar a Paz? Yo me atrevería a tratar de ensayar una ubicación singular: en el justo medio aris-totélico o, para ser más poético, en el espacio del pensa-miento del mediodía de Albert Camus para combatir las desmesuras de su tiempo53, entre los dos demonios

51 Camus (2006), Crónicas Argelinas (1939-1958), Alianza Editorial Biblioteca Camus, España. Págs. 14-21.52 Serna, Enrique (1995), El miedo a los animales, editorial Joaquín Mortiz, México.53 Camus, Albert (1982), El hombre rebelde, Alianza Edito-rial Biblioteca Camus, España, págs. 347-348.

Octavio Paz y Carlos Monsivais

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No es novedad alguna que la prensa nacional o mun-dial publiquen cifras y comentarios, así como análisis sobre el desempeño de ciertos personajes públicos o gobiernos, economías específicas y países concretos. Es lo normal en el mundo periodístico y cuando se trata de instituciones o medios extranjeros, siempre puede ser aleccionadora la visión que se tiene de un determinado tema, abordado con la despasionada perspectiva que pueda utilizarse desde lejos y con criterios de los más objetivos que, a la distancia (fí-sica o intelectual), puedan aplicarse para analizar el suceso específico en cuestión.

La mirada extranjera puede ser tan buena o tan mala como la local, pero siempre será vertida sin el apasionamiento que dentro genera un determinado asunto. En ello y no en otra cosa radica su valía.

Tampoco es novedoso que lo afirmado en el exte-rior en sendas publicaciones o al otorgarse determina-do reconocimiento sea positivo o negativo en sí mismo, porque ya se sabe: la información puede encausarse en un sentido o en otro, según convenga a intereses in-ternos o externos. Queda en el público y en los analis-tas ponderar cada caso y cada recurso utilizado por el medio, para aquilatar la importancia que determinada información nos proporciona a alguno en particular sin elucubrar acerca del momento escogido para publicar determinada nota. Hacerlo es ocioso. Puede haber tan-tas respuestas y ninguna certera. Tantas como granos de arena en la playa. Por el contrario, cotejar lo expresa-do en ella con la realidad y por el otro, identificar el uso qué se le puede dar a esos datos sí es necesario.

En esa tesitura ¿cuál es el quid de la cuestión? Con-siste en que entre finales de 2013 e inicios de 2014, los medios mexicanos se han hecho eco de una serie de publicaciones extranjeras que han puesto de manifiesto su interés por temas locales, exponiendo rostros que nos son bien conocidos, cual si se tratara de verdaderos showmen. Al saberse y magnificar las referencias, los seguidores de tales personajes públicos –el secretario de Hacienda y el jefe del Estado– han utilizado las re-ferencias para legitimarlos, como si necesitaran unos y otros de semejante aval. Exaltarlos adelanta que ambos funcionarios requerían tal espaldarazo, confirmando que, previo a tales publicaciones, se ha cuestionado de tal forma su desempeño, que sus cargos están en en-tredicho y al ser referidos en medios internacionales, adentro se buscará disipar las dudas y cuestionamien-tos a su controvertida gestión.

No es nuevo, pero sí llamativo. En diciembre pa-sado nos sorprendió saber que la revista británica The Banker –considerada por los entendidos como una pu-blicación especializada de cierto renombre en los círcu-los financieros, que no fuera de ellos– determinó que el secretario mexicano de Hacienda, Luis Videgaray, era el mejor secretario del ramo en América Latina. Lo llamó “El ministro de finanzas del año” reconociéndolo por el impulso a las reformas estructurales que aún nos son una incógnita en su justo resultado y es muy prematuro alabarlas, pues desconocemos el derrotero que seguirán.

¿Qué parámetros utilizó la especializada revista? No están nada claros después de todo y el reconocimiento se estrella con la triste realidad. ¿Pudieron ser a destacarse, la trayectoria profesional del premiado? ¿La economía mexicana con núme-ros tan negativos como los que reporta y reflejan su desempeño personal? ¿Los puntos fuertes y los puntos débiles del secreta-rio? No lo sabemos a ciencia cierta. La duda sobre el mérito del funcionario, persiste. Sien-do el servidor público referido la cara económica del gobierno Peña Nieto, habría sido desea-ble que se valorara toda la ges-tión en su conjunto. Cabe preguntarse si la inflación al alza, el incremento del endeudamiento público, un crecimiento anual del 1,3% –muy contrastante con el ufano 3,5% que nos prometieron y muy por debajo del último tramo del gobierno Calderón– y aun con la cri-sis que ya resienten muchos, ¿no serían parámetros más significativos y justos para ponderar reconocimiento alguno? ¿Y valen sólo las cifras macroeconómicas para diagnosticar el desempeño de Videgaray?.

Cuando apenas salíamos del asombro, cayó como bomba la atención que prestó sobre el jefe del Estado mexicano un afamado semanario estadounidense de circulación mundial, mostrándolo ufano en su portada. El hecho per se puede pasar. Ya luego una expresión tal como la frase Saving Mexico chirría a quien tenga dos

dedos de frente, porque ni el país está en calma ni se aprecia una clara política federal en pro de la paz ni está claro qué pretende la publicación utilizando tan pecu-liar frase. ¿Salvados? ¿quiénes y por quién, con base en?.

Lo que pudo conocerse en-tonces de aquel semanario, antes de publicarse, no era del todo novedoso ni un ramillete inago-table de halagos. Mostrarnos a los operadores de Peña Nieto –Videgaray y Osorio Chong– no asombraba y, eso sí, todavía no sabiendo a ciencia cierta qué expresaba la publicación ya se resaltaba una frase que está para enmarcarse: que (con Peña Nie-to) “se han cambiado las balas por los aplausos”. Desconocemos si se plasmó con absoluto sar-casmo –en la mejor y ácida tra-dición artificiosa del periodismo estadounidense– o si en verdad lo declaraban en serio.

El estridente comentario obe-decía en apariencia, a que Peña Nieto parece imparable. No obs-tante, surge la enorme duda de si en verdad estamos para aplaudirle. Al cerrar 2013 con un 50% de im-popularidad, las dudas carcomen.

¿Qué hacer con este caudal de cifras y reconocimientos? ¿Están reflejando una realidad compleja? ¿Casan con ella? ¿De verdad bene-fician a sus protagonistas? ¿Puede alguien creerse que encumbran ta-les hechos y portadas a sus escogi-dos? Quizás en los parámetros de los años setenta, sí. Hoy merecen justipreciarse con sumo cuidado, porque no sea que estén sobrados

y carentes de mérito. No ha faltado el despistado que alabara semejantes publicaciones, como sucedió con el alcalde priista de Naucalpan, David Sánchez Guevara, de muy cuestionada gestión pública, que anticipándose a conocer el texto aún no publicado, felicitó a Peña Nie-to derrochando una abyección vergonzosa hacia el jefe del Estado al llamarlo líder mundial. Es una abyección que los naucalpenses no necesitan.

Así pues, el lector deberá comprender que esas re-ferencias poco aportan, pues suelen estallarse con una realidad que no admite halagos gratuitos, anticipados ni a modo. Antes de aplaudirlos, requieren de un con-texto para identificar su pertinencia o cuestionar abier-tamente su otorgamiento. Todo en aras de una verdad siempre necesaria, siempre reclamante.

Por Marcos Marín Amezcua

El uso de cifras y reconocimientos para legitimar

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Por Edward Snowden

Carta original de Edward Snowden publicada en A Folha

Hace seis meses, salí de las sombras de la Agencia de Seguridad Nacional

del Gobierno de los Estados Unidos para ponerme frente a la cámara de un periodista. Compartí con la evidencia mundial que demuestra que algunos gobiernos están construyendo un sistema de vigilancia mundial para rastrear en secreto la forma en que vivimos, con quienes hablamos y lo que decimos. Fui delante de esa cámara con los ojos abiertos, sabiendo que la decisión me costaría familia y mi casa, y correría el riesgo de mi vida. Estaba motivado por la creencia de que los ciudadanos del mundo lo merecen para entender el sistema en el que viven.

Mi mayor temor era que nadie escucharía mi advertencia. Nunca he estado tan contento de ha-ber estado tan equivocado. La reacción en algunos países ha sido especialmente inspirador para mí, y Brasil es sin duda uno de esos.

En la NSA, fui testigo de la creciente alarma de la vigilancia de poblaciones enteras y sin ninguna sospecha de algún delito, y que amenaza con conver-tirse en el mayor reto de los derechos humanos de nuestro tiempo. La NSA y otras agencias de espio-naje nos dicen que por nuestra propia "seguridad" -para la “seguridad” de Dilma, para la "seguridad" de Petrobras- han revocado nuestro derecho a la pri-vacidad e irrumpido en nuestras vidas. Y lo hicieron sin preguntar al público en cualquier país, incluso a ellos mismos.

Hoy en día, si usted lleva un teléfono celular en Sao Paolo, la NSA puede y hace un seguimiento de su ubicación: lo hacen 5 billones de veces al día a las personas de todo el mundo. Cuando alguien en Florianópolis visita un sitio web, la NSA lleva un registro de cuándo sucedió y lo que hizo allí. Si una madre en Porto Alegre llama a su hijo para desearle suerte en su examen de la universidad, la NSA puede mantener ese registro de llamadas durante cinco años o más. Incluso hacer un se-guimiento de quién está teniendo una aventura o ve pornografía, en caso de que necesiten dañar la reputación de su objetivo.

Senadores estadounidenses nos dicen que Bra-sil no debe preocuparse, porque esto no es "vigi-

Una carta abierta al pueblo de Brasil, de Edward Snowden

lancia", es "la recopilación de datos". Dicen que lo hacen para mantenerte a salvo. Están equivocados. Hay una enorme diferencia entre los programas jurídicos, espionaje legítima, las fuerzas del orden legítimo -donde los individuos están orientados sobre la base de una sospecha individualizada ra-zonable- y estos programas de redada de vigilan-cia masiva que ponen a toda la población bajo un ojo que todo lo ve y guardar copias siempre. Estos programas nunca fueron acerca del terrorismo: es-tán a punto del espionaje económico, del control social y la manipulación diplomática. Tienen que ver con el poder.

Muchos senadores brasileños están de acuerdo, y han pedido mi ayuda con sus investigaciones de presuntos delitos contra los ciudadanos brasileños. He expresado mi voluntad de ayudar siempre que sea apropiado y legal, pero por desgracia, el gobier-no de Estados Unidos ha trabajado muy duro para limitar mi capacidad para hacerlo - yendo tan lejos como para obligar a bajar del avión presidencial de Evo Morales para impedirme viajar a ¡América Latina! Hasta que un país conceda asilo político permanente, el gobierno de EE.UU. seguirá inter-firiendo en mi capacidad de hablar.

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Artículo

Carta original de Edward Snowden publicada en A FolhaHe expresado mi voluntad de ayudar siempre que sea apropiado y legal, pero por desgracia, el gobierno de Estados Unidos ha trabajado muy duro para limitar mi capacidad para hacerlo.

Hace seis meses, revelé que la NSA quería escuchar a todo el mundo. Ahora, todo el mun-do está escuchando la espalda, y también se pronuncian. Y a la NSA no le gusta lo que está oyendo. La cultura de la vigilancia indiscriminada en todo el mundo, expuesta a los debates públicos e investigaciones reales sobre todos los continentes, se está derrumbando. Hace solo tres semanas, Bra-sil lideró el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para reconocer por primera vez en la historia que la privacidad no se detiene cuando la red digital se inicia, y que la vigilancia masiva de inocentes es una violación de los derechos humanos.

La marea ha cambiado, y por fin podemos ver un futuro en el que podemos disfrutar de la seguridad sin sacrificar nuestra privacidad. Nuestros derechos no pueden ser limitados por una organización se-

creta, y las autoridades estadounidenses nunca de-ben decidir las libertades de los ciudadanos brasile-ños. Incluso los defensores de la vigilancia masiva, los que no pueden ser persuadidos de que nuestras tecnologías de vigilancia han sobrepasado peligro-samente controles democráticos, están de acuerdo en que en las democracias, la vigilancia del público debe ser debatido por el público.

Mi acto de conciencia comenzó con una declara-ción: "Yo no quiero vivir en un mundo donde todo lo que digo, todo lo que hago, para todos los que hablo, cada expresión de creatividad o amor o amistad se registra. Eso no es algo que estoy dispuesto a apoyar, no es algo que estoy dispuesto a construir, y no es algo a lo que estoy dispuesto a vivir bajo el".

Días más tarde, me dijeron que mi gobierno me ha hecho un apátrida y me quería encarcelar. El pre-cio de mi discurso era mi pasaporte, pero yo tendría que pagar de nuevo: No voy a ser el que ignore la criminalidad en aras de la comodidad política. Pre-feriría estar sin un Estado que sin voz.

Si Brasil oye sólo una cosa de mí, que sea esta: cuando todos nosotros nos unimos contra las injus-ticias y en defensa de la privacidad y los derechos humanos básicos, podemos defendernos incluso de los sistemas más poderosos.

Activistas reclaman al gobierno de Brasil asilo para Snowden.

Porto Alegre, Brasil.

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Por Antonio Hermosa Andúja

¡Larga vida a Edward Snowden!

Cuando el imperio, en campaña siempre en cuanto imperio aunque no esté en guerra, ha

sufrido una derrota sin que haya habido un solo disparo ni caído una sola víctima; cuando de la política imperial ha emergido la montaña oculta del iceberg y convertido todas las promesas de libertad en obscena ideología; cuando, en consecuencia, la fuerza le ha igualado a cualquier otra fuerza que necesita crecer para mantenerse y los restos de su prestigio se han derretido como cera e hieden como estiércol; cuando todo eso y más ocurre, la alquimia se llama Edward Snowden.

Cuando Edward Snowden, el joven informático que trabajaba para la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA, en su sigla en inglés), decidió violar el secretismo de su juramento y poner bajo el foco de la publicidad un buen número de documen-tos había medido con exactitud las repercusiones de su acción heroica entre los diversos actores concernidos y la avalancha de críticas, descalificaciones, amenazas y peligros que le sobrevendrían, y no sólo por parte de su voraz patrón, sino también por todos aquellos esclavos apresados en el círculo de la maldición tocquevilliana, según la cual quienes buscan en la libertad algo distinto de la misma han nacido para servir. Lo hizo sin em-bargo con la conciencia bien tranquila, pues como ha proclamado reiteradamente desde entonces el material amparado por ese secreto era en sí un atentado contra la Constitución, a la que había jurado una lealtad que aún hoy blasona profesar; lealtad, añádase, extensiva a su país, pues ha resistido las tentaciones de China y Rusia de adquirir los documentos que llevó consigo

en su huída y continúa considerándose a todos los efectos ciudadano del mismo: aunque, eso sí, en su Carta abierta al pueblo de Brasil, pu-blicada el día 17 de este mes por el diario Folha de Sao Paulo, se dice dispues-to a permanecer apátrida –lo es ya, desde el momento en el que su gobierno le retiró su pasa-porte- a dejar morir su libertad.

La divulgación de que a partir del 11 S los gobiernos de Washington decidieron por su cuenta y riesgo convertirse en bandidos nacionales e internacionales, esto es, de que urdieran un sistema de vigilancia tanto a escala nacional como mundial que registró por centenares de miles de millones di-recciones electrónicas, conversaciones de móviles y llamadas internas, en su inmensa mayoría de sujetos “sospechosos de nada”, como dice Barton Gellman en el Washington Post del 22 de diciembre; es decir, la di-vulgación de que cada administración estadounidense saquea arbitrariamente la vida privada -otrora tan sa-cra entre los valores americanos-, tanto de ciudadanos de a pie como de dirigentes legítimos o no de otros países, no sólo ha puesto en evidencia la desvergüenza de sus autores y la impunidad moral con la que su nacionalitis parece bendecir sus acciones ilegales, sino que ha arrojado nueva luz a algunos de los recovecos por los que discurren las relaciones entre países. Y no sólo eso, como se verá…

Un espía con ideales en el interior de un sistema consagrado a vigilar el mundo sin causa alguna jus-tificable es en principio tan difícil de entender en sí mismo como ser calvinista en Sevilla o vegetariano en Extremadura, aunque todas estas cosas ocurran. De ahí que, limitándonos al primer imposible, lo primero

en cruzar la mente de estos burócratas clan-destinos fuera calificar al idealista de traidor, desertor o antipatriota, todo un lujo que no está al alcance de cualquie-

ra. Sus bocas rezumaban mentiras enumerando los

peligros que las filtraciones del traidor depararían a la vida

de personas concretas en lo inme-diato, así como al futuro de su país; y,

a la vez, las mentiras rezumaban felicidad negando las filtraciones de aquél. Pero bastó poco

para convertir en pirómanos a esos bomberos: que se hiciesen públicas sus confesiones en privado de que no eran tantos los daños o se verificasen los datos sobre espionaje masivo filtrados por Snowden.

Por el contrario, no se les oyó nunca pedir perdón por convertir el mundo en su cortijo particular y consi-derar, sin explicación alguna a nadie, que su seguridad, la de los Estados Unidos, era más importante que la san-tidad de la vida privada, tanto de los propios estadou-nidenses como de los ciudadanos del resto del mundo, o el respeto de la libertad de todos ellos. Menos aún se les oyó piar un mínimo de la verdad oculta en sus falsas denuncias, y que el propio Snowden denunciara en su

Protestas contra PRISM en Berlin, Alemania, portando máscaras de Bradley Manning y Edward Snowden, 2013.

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¡Larga vida a Edward Snowden!

carta, a saber, que no había motivos de terrorismo sub-yacentes a la recolección masiva de datos, es decir, que no se trataba de una cuestión de seguridad, sino que las causas eran pura y simplemente políticas, económicas y tecnológicas: “búsqueda de poder”, resume Snowden. En cambio, sí se escuchó bien alta la voz del juez Ri-chard J. León calificar las actividades de la NSA como “casi orwellianas” y considerar la masiva recogida de datos como probablemente anticonstitucional, según ha difundido la prensa internacional.

Por otro lado, ni las acusaciones de estos patriotas de oficio, capaces de sacrificar el mundo a su patria y su patria a sus intereses personales, ni las invectivas de ciertos burócratas de la pluma, anquilosados más en sus creencias que en sus ideas, contra el ex espía se han revelado ciertas. ¿Es no ya lícito, sino lógico, lla-mar traidor, paranoico o narcisista a quien arriesga su trabajo, su nacionalidad, su libertad y su vida, además de la enajenación intemporal de su mundo afectivo, sin obtener beneficio material alguno; es no ya lícito, sino lógico, creer esas palabras mendaces y, en aras de la coherencia, negar el pan y la sal a las suyas, como cuan-do afirma, por ejemplo, que si “en algo desertó fue en desertar el gobierno por el público”?

Más aún: Snowden, como dije antes, no sólo no ha pasado o vendido información al enemigo ruso, chino o terrorista; y no sólo no ha dejado de reconocer que en lugar de cambiar a la fuerza la Agencia de Seguri-dad Nacional o la realidad de su país sigue en realidad trabajando para ella y sintiéndose estadounidense, y que anteponer la libertad al espionaje ilegal es la mejor forma de demostrarlo al hacer primar la Constitución sobre la renuncia atrabiliaria a los valores preconizados por la misma que están llevando a cabo los últimos go-biernos; no sólo eso, sino que, entre otras cosas, y como reconoce con ironía Richard Cohen –uno de los perio-distas a los que la conducta del idealista le ha constre-ñido a cambiar su primitivo juicio denigratorio sobre

él-, el haberse negado a vender el relato de su vida o la información de la que es portador, vale decir, el haber renunciado a hacer dinero fácil es lo más antiestadouni-dense llevado a cabo por el joven informático.

Y aún más: el comportamiento del idealista Snow-den no es el del típico salvapatrias, a escala mundial en este caso, cuya lengua ha domesticado la verdad; no se considera ni un nuevo profeta, ni la reencarnación de otro antiguo, ni otro mesías ni un iluminado de cual-quier otra ralea; simplemente afirma estar convencido de que, como se escribe en el artículo antes citado del W. Post, “una peligrosa máquina de vigilancia masiva está creciendo sin control” y de que “el coste de un de-bate público franco sobre los poderes de nuestro go-bierno es inferior al peligro inherente al de permitir que estos poderes continúen desarrollándose en secre-to”; de ahí que si hay algo de mesianismo infiltrado en

dichas creencias se debe, o puede deberse, no al hecho de saberse el nuevo oráculo que todo lo ve, sino al deseo democrático de preservar la democracia frente a quie-nes, por seguridad, la conciben como un nuevo arco iris al que se ha dejado un único color. Y por eso hace uni-versalmente pública la información que denuncia esta tentación totalitaria ya en acto, para devolver, siquiera sea transitoriamente, a la ciudadanía mundial el poder que le corresponde de decidir sobre sus vidas.

Conocidas son de sobra las reacciones provocadas entre algunos líderes mundiales, con su mezcla de fin-gida sorpresa y ostentosa cobardía, salvo pocas excep-ciones, como Brasil. En lo que, sin embargo, se insiste menos es en la confirmación de que el mundo de la política internacional es en realidad el sórdido de las alcantarillas descrito en las novelas de John Le Carré en lugar del novelita rosa escenificado en sus institucio-nes más representativas. En el interior de ese recinto de sombras pululan reverendos personajes no preci-samente venerables: un Imperio que es en sí mismo un mal absoluto y que lo seguirá siendo mientras se obstine en pervivir en cuanto tal; sujetos espiados sin o con su conocimiento, tanto en su vida profesional como privada; satélites políticos a los que la soberanía les ha quedado grande y que se mueven como peleles en sus airadas protestas de papel; la confirmación de que entre guerreros no cabe la confianza ni la lealtad, y que cuando son muy desiguales no pueden ser alia-dos ni, menos, amigos; el peligro de que esa situación institucional llegue a degenerar en conflictos o guerras, es decir, la certeza aparente de que la paz es un ideal que ninguna democracia puede alcanzar más allá de sus fronteras. Esa renovada mas parcial fotografía del mal a escala internacional constituye a mi entender el más grave legado de la filtración de Snowden.

Entre las consecuencias de la misma parece encon-trar numerosos adherentes la idea de que es necesario controlar las actividades de la NSA y poner coto al tipo de prácticas que lleva a cabo. Y parece que entre los nuevos conversos se halla el propio presidente Obama. Tiene pues la ocasión de pasar a la historia por algo más que por haber sido la excusa para haber ridiculizado una vez más al jurado de los premios Nobel por haber pre-miado a un cadete de la política, esto es, a las ilusiones más que a los hechos; o bien por haber sido el primer presidente negro de los EEUU y merecer ser blanco. Edward Snowden, el franco-tirador de la libertad in-crustado en los intersticios de su secreta red de espio-naje, y al que con tanta saña persigue, es precisamente el agente democrático que se la ha brindado.

Protestas contra espionaje en EU.

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Una de las funciones de un Estado es generar nociones acerca del país, sus habitantes, su

devenir y porvenir, así como sus amigos y enemigos. Sería difícil entender la supervivencia de un régimen sin este elemento de legitimidad. Para difundir estas ideas se recurre a la propaganda.

De acuerdo con Giacomo Sani, la propaganda es la difusión deliberada y sistemática de mensajes destina-dos a un determinado auditorio, que apuntan a crear una imagen positiva o negativa de determinados fenó-menos y a estimular determinados comportamientos. Es decir, es un esfuerzo consciente y sistemático diri-gido a influir en las opiniones y acciones de un público determinado o de toda una sociedad.

Según Sani, en países autoritarios la propaganda está firmemente bajo el control del Estado o del par-tido dominante, y es utilizada con fines de expansión o consolidación del régimen para inculcar en la po-blación una versión simplificada de la ideología ofi-cial y para combatir las formas internas de oposición. Al contrario, en regímenes pluralistas la propaganda efectuada por un grupo o por una formación política le corresponde una o varias contra-propagandas, gene-rando un equilibrio a través de la contradicción. Esto último permite el debate y el intercambio de ideas que son propias de una democracia.

En este entorno se recomienda el escepticismo al conocer los asuntos públicos, toda vez que las partes buscan algo y van a usar cualquier recurso para con-vencer y cada tema puede encontrarse tamizado por las respectivas ideologías. Por lo tanto, en la calidad de los argumentos se aprecia la forma en que alguno de los actores buscará controlar a las mayorías. ¿Qué sucede cuando lo fantástico y lo oculto forman parte de una estrategia de comunicación oficial?

Los Ovni y el pacifismoA principios del pasado mes de enero la cadena no-

ticiosa Russia Today, dependiente de la estatal Agencia Rusa de Información Novosti, difundió una entrevista a Paul Hellyer, quien fue ministro de Defensa en Canadá entre 1963 y 1968. En su transcurso afirmó que alie-nígenas de otros planetas temen nuestra propensión a la guerra y que nos harían entrega de conocimientos tecnológicos más avanzados si no fuera por nuestra costumbre de usarlos para matarnos mutuamente.

En la entrevista Hellyer también confió en que gran parte de la información relativa a estos contactos llegue pronto a dominio público gracias a las filtraciones que pueden ocasionar individuos como Edward Snowden. Sobre su propia experiencia en avistamientos OVNI re-cordó haber visto uno en una ocasión pero que su aspecto no distaba del de una estrella. De hecho esta experiencia junto a conocimientos que no amplía le servirían para constatar que la estrella de Belén que seguían los Reyes Magos de no era sino “un platillo volante de Dios”.

Russia Today es el quinto canal de noticias extran-jero con mayor audiencia en los Estados Unidos, des-pués de BBC World News, Deutsche Welle y Al Jazeera. En marzo de 2010, sus videos obtuvieron más de 83 millones de visitas en YouTube y también estableció un

record en agosto de 2013 entre los canales de noticias tras superar un recuento de más de 1000 millones de reproducciones en ese portal.

Antes de volver a este tema, cabe señalar que la misma agencia Novosti publicó durante los años de ré-gimen comunista la revista Sputnik entre 1967 y 1991. La publicación comprendía una selección de artículos ilustrados de diversos temas, tomados de otras publica-ciones de la prensa soviética. Su formato era parecido a Selecciones del Reader’s Digest. Entre sus contenidos se encontraban notas que hacían referencia a hallazgos extraordinarios en territorios soviéticos, como civiliza-ciones perdidas y alienígenas.

Los extraterrestres nazisA mediados de enero pasado la agencia iraní Fars

reportó que documentos revelados por Edward Snow-den muestran que un grupo de extraterrestres ha esta-do en control de la política estadounidense desde 1945, y vinculan a estos mismos extraterrestres con el partido Nazi. De acuerdo a la nota, el material “ultrasecreto” habría sido mostrado por el ex analista de la NSA a una agencia del gobierno de Rusia.

La agencia Fars se describe a sí misma como la principal agencia independiente de noticias de Irán, aunque agencias como CNN y Reuters la describen como semioficial por presuntos vínculos con el gobier-no de ese país. Incluso The Wall Street Journal declaró que está afiliada a la guardia revolucionaria.

Sea como fuere, en su historial informativo ha ter-giversado informes de la ONU en materia de derechos humanos, citado como verídicas “noticias” del portal satírico estadounidense The Onion e incluso llegó a co-municar sobre la invención en Irán de una máquina del tiempo, que tuvo que desmentir a los pocos días.

Por Fernando Dworak

Ocultismo, propaganda e identidad

Paul Hellyer en Russia Today

Imagen de avistamiento ovni tomada desde un avión.

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La fascinación por lo oculto y sus repercusiones políticas

Posiblemente a muchas personas nos gustaría que el mundo fuera más fascinante de lo que es, o de lo que los conocimientos científicos que se tienen hasta el momento nos dicen que es. Lo anterior independien-temente de lo que podríamos creer en nuestro fuero interno. Incluso podría ser reconfortante para algunos suponer que la historia es cíclica o tiene un rumbo pre-viamente establecido, donde llegará inevitablemente un final donde los “buenos” serán recompensados y los “malos” castigados.

Sin embargo en sociedades complejas y plurales no es buena idea imponer una creencia por encima de otras si desean llamarse demócratas. Lo máximo que se puede hacer es abrir el debate y la discusión de diver-

Ocultismo, propaganda e identidadsos temas y dar condiciones para que el conocimiento pueda ampliarse. De lo contrario la democracia corre el riesgo de degenerar en regímenes que, a través de la imposición de valores, segregan y excluyen a minorías para adueñarse del Estado: los totalitarismos.

En todas las sociedades habrá sectores que, diga-mos, piensen que los Ovni salvarán a la humanidad. O que incluso impulsen a favor de la libertad de expre-sión la enseñanza en escuelas públicas de teorías como el diseño inteligente a la par del evolucionismo, como se debate en varias entidades de los Estados Unidos. Hasta es posible que tengan medios informativos de amplia difusión, pues el mercado para esas notas así lo podría llegar a permitir. Se espera a la vez que quienes impulsan ideas basadas en evidencia científica tengan la capacidad de incidir y debatir si se desea mantener un entorno de libertades.

¿Eso implica que se deberían imponer las verdades de la ciencia? Esa es una creencia engañosa, toda vez que los conocimientos actuales son limitados y procli-ves de ser en algún momento refutados por nuevas teo-rías o evidencias: entronizar un estado del arte sobre un tema en lugar del método del conocimiento científico (hipótesis, experimentación y comprobación o refuta-ción) es generar nuevos dogmas que tendrían la posibi-lidad de ser usados como herramientas de dominación.

Por ejemplo, a principios del siglo XX tanto sovié-ticos como nazis usaban métodos “científicos” basados en las nociones entonces vigentes para impulsar sus ideas. Trotsky hablaba cómo la ciencia podía construir a un hombre nuevo. Y en Alemania se recurría a meca-nismos que garantizasen la pureza racial, aun cuando implicase recurrir a la eutanasia o al genocidio.

En este mismo sentido es posible que los estados fomenten sus propias “ciencias” e investigadores auto-rizados, como sucedió en la Alemania nazi con Hans Hörbiger y su teoría Welteslebre o cosmogonía glacial, que buscaba explicar el universo a través de choques

permanentes entre elementos de fuego y de hielo. O tal vez el Estado pueda sancionar ideológicamente a cam-pos enteros de la ciencia, como en la Unión Soviética, por no considerarlos apegados a una visión comunista.

Por otra parte los regímenes totalitarios han sido proclives a generar sus propias mitologías basadas en teorías ocultistas. Los nazis se empeñaron por generar una nueva narrativa histórica basada en el predominio de lo que ellos entendían como la raza aria, usando simbologías medievales, teorías esotéricas y hasta fi-nanciaron expediciones al Tíbet para encontrar vesti-gios que pudieran justificar sus visiones. El objetivo: justificar el la dominación alemana sobre lo que consi-deraba su espacio vital: Europa.

En este juego también son de utilidad las narrati-vas del futuro. Pensar que ya existe un desenlace de la historia no sólo hace que los creyentes se sientan herra-mientas de algo superior, llevándolos a hacer cualquier cosa por ese fin. También ayuda a justificar cualquier monstruosidad a nombre de la utopía por venir. O como diría Voltaire, quien logra que los hombres crean en absurdos puede hacerlos cometer atrocidades.

¿Cómo se deberían leer las notas de Russia Today y Fars bajo esta perspectiva? En una sociedad abierta este tipo de historias tienen el espacio que les corres-ponde: algún tabloide, o numerosos programas sobre conspiraciones. Lo interesante y hasta preocupante es que son tratadas por agencias oficiales o semi-oficiales.

¿Por qué? Porque si un Estado tiene interés en fomentar estas visiones, al menos para los suyos e idealmente para un público más amplio, su intención es impulsar una visión maniquea del mundo donde el enemigo (léase: Estados Unidos) conspira contra la humanidad al esconder información sobre un universo que es más fascinante de lo que la “ciencia norteame-ricana” quisiera hacernos creer. Sí, como en cualquier tabloide, sólo que en este caso se trata de propaganda disfrazada de sensacionalismo.

Supuesta autopsia de un alienígena, caso Roswell, Estados Unidos, 1947.

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Por Antonio Hermosa Andúja

Erdogan: el héroe villano

Tres victorias electorales consecutivas dan para que uno pueda lanzarse al ruedo de la política

nacional como un simple Erdogan y se transforme allí en un tirano más; en tal caso, repárese, no doy crédito a las voces enemigas que nos lo pintaron siempre como ahora, fiando a la llegada de la ocasión propicia su metamorfosis autocrática: ello supondría saber esperar y la virtud de la paciencia no la veo muy avenida al torrencial líder turco.

Lo cierto es que los días de rosas y vino parecen querer irse de su lado para siempre, y quien aspiró un día a restaurar el añorado Imperio Otomano –o, al me-nos, la parte llamada Sultán- y convertirse en amo de Turquía primero (o incluso en zar turco, dada su simi-litud con Putin en su proverbial delicadeza en el trato con la oposición) y nuevo caudillo del mundo musul-mán después, avalado por la imagen de una Turquía en galopante desarrollo económico y consolidado pedigrí musulmán-democrático, bastante tiene hoy con urdir nuevas tramas autoritarias con las que escapar de la red que la justicia está tejiendo sobre él, al precio de sacrificar definitivamente el matrimonio de su régimen con la democracia.

Erdogan, ciertamente, no es tan bueno como para haberlo hecho todo mal. Ni mucho menos. En los ini-cios de sus once años de gobierno, y durante mucho tiempo después, las noticias procedentes de Turquía impulsaban al optimismo incluso a los descreídos de que una fe religiosa cualquiera, pero sobre todo ésa, la musulmana, pudiera recibir el sacramento democrático. ¿El país en el que la geografía une Europa con Asia sería también el país donde la historia uniría libertad e Islam? El escepticismo creció a duda y la duda a tenta-ción. Pero ahí, a las puertas del deseo y de la formación de una nueva creencia, el viento de la modernización política comenzó a replegar sus alas.

Erdogan tuvo la fortuna política de irrumpir desde fuera en un contexto de autoritarismo político enve-nenado por una corrupción ya sólo comparable a la surgida durante sus mandatos. Pero supo aprovechar la ocasión y reinstaurar un orden político que daba voz a una población muy mayoritaria marginada y humillada por las élites kemalistas, que gestionaban la herencia del fundador de la Turquía moderna desde sus dos ins-tituciones enseña: el ejército y la magistratura. Lo hizo mientras proseguía el deseo de Atatürk de occidentali-zar Turquía acercando su país a la Unión Europea, un sueño que para él no implicaba renunciar a las señas de

identidad islámica del país, y cuya realización requería modificar leyes, inventar tradiciones, renovar opinio-nes, liberalizar costumbres y desenquistar prejuicios.

E hizo todo eso mientras enganchaba el vagón económico de su país a la locomotora del desarrollo, aumentando el poder adquisitivo de millones de fa-milias, cuyo estatus pasaba de ahijados de la pobreza a miembros de una clase media ampliada, elevando con ello la autoestima personal de las personas al tiempo que su orgullo de ciudadanos turcos; cualidades ambas que se fortalecían al constatar tanto el reconocimiento por la comunidad internacional del nuevo estatuto ad-quirido por Turquía en cuanto potencia militar, como

la irradiación del prestigio del país a lo largo y ancho del mundo musulmán. Al tiempo atacaba las bases históricas del poder kemalista, consolidando un mayor control civil del ejército y legal del poder judicial; en los últimos tiempos, además, el prestigio personal del titular del ejecutivo aumentaba al autorizar el inicio de negociaciones con los kurdos y al diluir, si bien no de manera permanente, la tensión con los armenios, los dos conflictos tabú que la historia ha legado a la políti-ca turca, y sólo nexo común, junto al nacionalismo, en-tre el Partido de la Justicia y el Desarrollo de Erdogan y sus otrora enemigos internos.

Sería precisamente el resplandor de la autoestima y el orgullo de los ciudadanos turcos, al obnubilar la crítica racional, la baza de la que se serviría Erdogan para ir disimulando el peligro inmediato o potencial de los diversos obstáculos que iban apareciendo en escena, a saber: la preservación en el código penal de delitos de conciencia, que comportaban la deificación de Turquía, vale decir: el rebrote del nacionalismo; el nepotismo, la concentración del poder en el ejecutivo, la perso-nalización de la política, la subordinación del partido al gobierno, la irrupción permanente, aunque como en sordina, de la musulmanía en la vida pública, el despre-cio de la oposición: elementos todos ellos constitutivos de un régimen; y, en fin, la sólita dama de compañía del acaparamiento del poder y su ejercicio casi monopolis-ta, máxime en países sin tradición democrática: la su-misión de la política a los negocios con la consecuencia de una corrupción galopante. Por la actitud del primer ministro ante la conversión de los nuevos problemas en conflictos diríase que él mismo fuera el primer cegado por el resplandor de su éxito.

O eso, o, más probablemente, un desalmado cinismo. Sea cual fuere el caso, la reacción a todas luces extempo-ránea de Erdogan ante las protestas populares suscitadas

Protestas masivas en el Parque Gezi

Recep Tayyip Erdoğan

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Transición01.03.2014

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por el plan de convertir el Parque Gezi de Estambul en un centro comercial y, recientemente, la causada por la dimisión de tres de sus ministros más próximos debida a los escándalos de corrupción en los que se hallan en-vueltos familiares de los mismos, incluido un hijo suyo, revelan la imagen de una persona que o finge creerse sus propias mentiras o desconoce cuanto sucede a su alrede-dor; un hombre para el que la divinidad es la deificación de su persona y que por tanto ha perdido pie en la reali-dad. De ahí que haya recurrido al complot universal en su explicación del mal que le rodea.

Todo, en efecto, conspira en contra de Erdogan al decir de Erdogan: Israel (el sionismo, más en concreto), Estados Unidos, los grupos de interés, Alemania, a través de la Lufthansa, los medios, internet: todo está lleno de “traidores y de espías”; y en ese todo, cierto, caben tam-bién los enemigos internos, incluso los internos-inter-nos, es decir, los de su mismo partido: ese grupo apiñado en torno al clérigo islámico Gulen, que desde Estados Unidos ha concebido el acto demoníaco de derrocar al nuevo preferido de Alá, el cual, dicho sea de paso, junto a su profeta Mahoma, parece ser el único dejado fuera de la conspiración. Son los acólitos del imán (quien pi-

dió que el fuego de Alá cayera sobre las moradas de los partidarios de Erdogan, y al que éste respondió diciendo que empujarían a los suyos hasta el mismísimo infierno, pero, eso sí, hechos pedacitos: un debate político de una altura desconocida, como habrá constatado el lector), in-crustados en la policía y en los tribunales los que habrían urdido el invento de la corrupción del PKA y los que, puntualmente, fueron castigados por el sultán in pectore con un cambio de destino.

En coherencia con tales reacciones se hallan sus consecuencias, las cuales ponen de manifiesto cómo los rasgos del tirano se han ido superponiendo a los actos del político y que, de seguir así, la megalomanía de Er-dogan no vacilará en sacrificar la democracia turca en el altar de su ambición. Su directa intromisión en la esfera de la justicia humilla la separación constitucional de poderes; el castigo de los presuntos culpables sin esperar a juicio delatan la existencia de un amo en el derecho penal más allá de la norma y de quien debe aplicarla; su apelación a castigos ejemplares ante una tropa de fieles es, sí, parte del ritual caudillista, pero con él se está diciendo que cuando sea necesario, esto es, cuando de-cida el caudillo, la política sustituirá a la ley. Y todo ello

cuando la justicia acumula pruebas acerca del vínculo de su partido con la corrupción, los hechos hablan con su tozudez habitual, los testimonios de algunos implicados lo acusan abiertamente pidiendo su dimisión y el sen-tido común, pugnando por salir ileso en medio de esa marea de cinismo y desvergüenza, apunta en la misma dirección que la justicia: factores todos que dañan irre-parablemente su credibilidad. Naturalmente, quien de-nuncia o critica tamaña arbitrariedad ya conoce que su destino probable es la cárcel, pues no en vano Turquía, por segundo año consecutivo, es el país con más perio-distas en prisión, según el informe anual del Committee to Protect Journalists, con sede en Nueva York.

Erdogan y el PKA hicieron de la honestidad su bandera electoral. La corrupción ha demostrado ser más democrática y tolerante que ellos, pues los ha acogi-do en su seno maternal con la misma generosidad que a los demás inquilinos del poder –político y social-, sin importarles ni su historia, ni sus promesas, ni su edad, ni su profesión de fe, baladronadas sin más todas ellas hoy. Es el poder y no el Islam lo que les ha corrompi-do, es su ejercicio cuasi monopolista y no sus creencias religiosas. Pero también es verdad que el Islam favorece la corrupción con sus dogmas, tanto por las relaciones entre política y religión que establece, por la represión de la sensibilidad que ejerce, por el ámbito jurisdiccio-nal en el que se aplica –la entera vida del creyente- y quizá más aún por el vínculo político que establece en-tre los detentadores del poder y sus destinatarios, que lejos de ser la abstracta de un gobernante con los ciu-dadanos es la personal del jefe con sus subordinados, o mejor, la del pastor con su grey, al menos en el caso de Erdogan. Esas masas que acuden raudas a su cita, que escuchan arrobadas sus discursos poblados de re-sentimiento y mentiras, y que acto seguido desnudan sus pechos para ofrecérselos como escudos a su nuevo profeta; esas masas dispuestas a dar la vida por la de su caudillo, que invitaban al pastor a proseguir con su amenaza a sus detractores sonriendo mientras cuenta a sus futuros mártires, son la prueba viviente de que en el Islam, como en las demás tradiciones autocráticas y liberticidas, no hace falta corromperse para promover el autoritarismo (y, en otro contexto, la prueba viviente de que cierta España está más cerca del Islam que de Inglaterra, por poner un ejemplo).

Las elecciones del próximo 30 de marzo revelarán si el cazador Erdogan ha sido cazado o si la democracia en Turquía empieza a ser su más preciado trofeo de caza.

Ataques de la policía

Ataques de gas lacrimógeno por parte de la policía en el Parque Gezi.

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01.03.2014Transición

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Por Samuel Schmidt

La Agenda mensual de Samuel SchmidtLa vieja y la nueva izquierda

La historia de la izquierda es la historia de la fragmentación. Las corrientes de la vieja iz-quierda se definían por su fidelidad a posturas teóricas y propuestas ideológicas, para llegar a eso, los militantes estudiaban; así encontramos rompimientos importantes dentro de las fac-ciones marxistas que entre otras registraban: trotskismo, leninismo, maoísmo. Las grandes diferencias consistían en la propuesta para ha-cer la revolución.

Mao hablaba de una revolución permanente cuya base principal estaba en el campo, no obstante que igual que Lenin el partido era una vanguardia y ambos propugnaban por una revolución del pro-letariado industrial aunque en la China semifeudal eran una gran minoría.

Las fracturas eran de gran calado, las diferen-cias ideológicas profundas, las estrategias y tácticas se confrontaban y la posibilidad de unificación era complicada, no obstante que el objetivo era el mis-mo: la destrucción del capitalismo y el estableci-miento del comunismo.

Una descripción magistral de estas pugnas se en-cuentra en la obra de Emile Zola Germinal. Ahí se enfrentan los marxistas de la primera internacional y un anarquista bakuniano. Mientras los marxistas declaran una huelga minera que termina siendo abatida por el ejército, el anarquista espera pacien-temente al fracaso del sindicato, lo que sucede ante una represión brutal, para bajar a la mina, destruirla y salir de ahí.

¿Quién fue más consecuente?En los 70’s surge una llamada nueva izquierda

cuyo enemigo principal era el imperialismo esta-dounidense, metiendo en el mismo paquete a todos los “aliados” del imperio; entra en el debate el papel de los partidos y los sindicatos. Posiblemente la me-jor síntesis del sentir de la época fue la consigna del 68 francés: Ni Marx ni dios. El golpe iba al corazón del marxismo que se había transformado en religión, donde los militantes se convertían en monjes que aprendían la teoría como dogma de fe.

La izquierda de hoy está muy alejada de los teó-ricos, en su vida y acción política no se encuentran debates ideológicos, ni superficiales siquiera, sus referencias doctrinarias llegan a Hugo Chávez o Fidel Castro. Encontramos corrientes desprovistas de orientación ideológica, entendida esta como una visión de mundo y de vida.

En México el problema adquiere una dimensión ruinosa. La izquierda se define por criterios prag-máticos sobre el ejercicio del poder, qué hacer para incrementar el poder personal y de la corriente a la que se pertenece. Y en este terreno el acercamiento a las posibilidades corruptoras es enorme.

Aporta más a la construcción de una visión de mundo la postura de los zapatistas sobre la

educación o la autonomía de las comunidades, que la participación de los diputados del Partido del Trabajo, institución que alguna vez abrazó el maoísmo, hoy abrazan el oportunismo y cobijan camaleones políticos.

La izquierda está hoy en manos de ex priistas, algunos de ellos enemigos acérrimos de la izquierda en pasados no muy lejanos. No tiene nada de malo el cambio de orientación política, aunque serviría de mucho si tuviera contenido ideológico.

Los referentes de esta izquierda son personalis-tas, las corrientes ahora llamadas tribus, se conso-lidan alrededor de personas o familias, su finalidad es el acomodo en el poder para gozar del beneficio económico de la posición política. Hay políticos que dan todo por una regiduría que llega a pagar 30,000 pesos mensuales, mientras que el proyecto colectivo queda rezagado a las profundidades de la existencia política.

Cuándo la derecha solicita una izquierda mo-derna se refiere a esta izquierda, a la que está dis-puesta a negociar todo, totalmente alejada de los principios ideológicos.

La derecha por su parte ha articulado una plata-forma de gobierno que beneficia a una clase social

en detrimento del todo social. Es por eso que se ha corrompido hasta la médula.

Aventuro la tesis de que la carencia de ideología y la monetización de la política facilitan la corrup-ción; las fuerzas han dejado de lado la construcción de un mundo distinto para construir futuros perso-nales sólidos financieramente.

¿Podemos exigirle a la izquierda que juegue un juego distinto al de las demás fuerzas socio-políti-cas? O debemos exigirle a la política que recupere su visión de construcción de un mundo feliz para el todo social. Para esto debemos reclamar una reideo-logización de la política, porque de ser así podremos escoger a quién nos asegure llevarnos por una senda acorde a nuestros sueños y no que compremos al po-lítico que ha sido entrenado, maquillado y retratado por la mercadotecnia.

La distancia entre la vieja y la nueva izquierda parece infranqueable, pero también parece serlo en-tre la vieja y la nueva derecha.

La degradación de la política parece ser el mal de nuestro tiempo y las circunstancias en el mundo reclaman una política nueva, llena de contenido, de colectivización, donde los egoísmos se entierren en los anales de la historia.

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La Agenda mensual de Samuel SchmidtExtorsión gubernamental

Un diputado en el pleno del congreso dice: “Que-remos pedir que regrese Raúl Salinas de Gortari porque cobraba el 10%, ahora cobran el 30%. La denuncia no provocó ningún efecto”.

Un proveedor de una empresa energética me dice: “Pago el 30 y a veces el 40%”.

Un vendedor de facturas falsas se dice que sa-lió de la cárcel con una mordida de 10 millones de dólares.

Un empresario me comenta: “El verdadero usua-rio de facturas falsas es el gobierno, porque necesitan que les cuadren las cuentas”.

Se lee esporadicamente en la prensa que la Se-cretaría de Hacienda anuncia que el negocio de las facturas falsas asciende a varios miles de millones de pesos anualmente, los montos en los distintos repor-tes no tienen mucha consistencia, aunque la declara-ción deja ver que se ha creado una economía oculta que desfalca al fisco con una enorme cantidad de dinero. Tratando de entender que motiva a los em-presarios a recurrir a ese recurso, le pregunto a varios empresarios sobre las causas. Uno de ellos responde:

“Es tanta la carga de los impuestos que es la úni-ca manera de ganar dinero”.

Muchos empresarios han sugerido que hay tan-tos elementos que recargan los costos que deben evadir al sistema para mantener su viabilidad eco-nómica: Los impuestos en toda su variedad, INFO-NAVIT, IMSS, que con frecuencia son ineficientes como el Seguro Social, y crean un peso tan fuerte que no dejan otra salida más que ponerse fuera de la ley, aunque no lo manejen así, es tal vez solamente el uso de una oportunidad.

Uno tiende a pensar que es una respuesta cínica, pero bien visto, debe haber un balance adecuado en-tre costos y beneficios; si los costos derivados del go-bierno son elevados e introducen ineficiencia, como por ejemplo, muchas empresas tienen que contratar seguro médico adicional por la ineficiencia del Se-guro social, o requieren contratar servicios privados de seguridad porque la ola de violencia y delincuen-cia los ahoga sin que el gobierno provea seguridad.

Fíjate, me dice un empresario, el líder de un sindicato del gobierno me dijo que tenía que pagarle el 16% o de otra manera no habría contrato. No lo pague y no hubo contrato.

Si las empresas deben pagar la extorsión derivada de las compras del gobierno, hay solamente dos maneras de jus-tificar el gasto, que sangre las ganancias del empre-sario, o que se tenga que comprar facturas falsas para cubrir ese gasto.

En un estudio que hice para la Secretaría de la Contraloría sobre corrupción, decidimos hacer entrevistas a profundidad para completar la parte cuantitativa, al entrevistar a un industrial medio que fabricaba juguetes, su respuesta no pudo ser más sorpresiva:

- ¿Cuánto le preocupa la corrupción?- Nada- ¿Por qué?- Yo se cuánto cuesta la corrupción, se cuándo

viene el inspector y cuánto le daré, y ese costo lo he integrado en el precio.

En otras palabras, decía que la extorsión guber-namental está integrada estructuralmente en el sis-tema y la gente se acostumbra a vivir con ella.

Los chóferes saben que las infracciones, las reales y las inventadas por los policías se pagan con agili-dad, los defraudadores saben que si les toca la mala suerte, seguramente encontrarán un acuerdo econó-mico para que la cosa se termine.

Un empresario construyó un centro comercial en la Delegación Miguel Hidalgo en el Distrito Fede-

La corrupción en México es un elemento estructural, gracias a ella se mueve el sistema, y por eso resolverla es un tema que requiere de reingeniería social, económica y política.

ral, construyó más cajones de estacionamiento de los requeridos y sin embargo,

la delegación no le permitía abrir, hasta que pagó un mi-

llón de pesos de extorsión.La extorsión gubernamen-

tal está en los moches que pagan presidentes municipales a legisladores,

en el pago de licencias de manejar que se expiden sin examen de manejo o médico, en poder vender en la vía pública, en la venta de productos pi-rata, y la lista puede ser interminable. Y para cubrirla fiscalmente se requiere comprar facturas falsas.

La corrupción en México es un elemento estruc-tural, gracias a ella se mueve el sistema, y por eso resolverla es un tema que requiere de reingeniería social, económica y política.

Desgraciadamente, el aparato político se ha aco-modado y ha reforzado la distorsión de la ética en el comportamiento político.

La corrupción es un problema político de la ma-yor importancia, porque dada la tendencia de la so-ciedad de copiar al prójimo, las nuevas generaciones se van educando sobre las ventajas de la corrupción, y desafortunadamente, le van introduciéndo nuevos recursos tecnológicos para sofisticarla, innovando en el peor sentido posible.

Cada día es más difícil que uno tenga la mala suerte de encontrarse con un funcionario honesto; la venalidad se ha apoderado del espíritu mexicano y aunque encarcelen a unos cuantos, éstos parecen presos políticos y no verdaderos delicuentes.

Esa corrupción es el ancla más pesada para avan-zar hacia la democracia.

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01.03.2014Transición

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Imágenes

La imagen de los musulmanes es de terroristas; la de los católicos de misericordiosos, la de los judíos de usureros. Y todas son erróneas.

Los estereotipos son construcciones sociales basadas en la distorsión de la realidad, en discursos ideológicos o en una combinación de factores muy compleja, que usualmente genera reacciones nega-tivas como la discriminación, tensiones sociales y puede desembocar en tragedias de gran dimensión.

Al Quaeda reinterpretó el Corán para justificar el asesinato masivo (bombazos a edificios públicos por ejemplo), ellos, contraviniendo lo establecido por la religión justificaron el asesinato de mujeres y niños, cuando uno de sus líderes fue interrogado sobre el pecado que pudieron haber cometido una mujer y su hijo asesinados en un bombazo, respondió que era viernes y debían haber estado en la mezquita; la reprobable existencia de extremistas de este tipo no convierte a todos los musulmanes en violentos o asesinos, ni justifica la musulmanofobia.

Los católicos tienen una larga historia de violencia que incluye las cruzadas, la inquisición y la cercanía de su jerarquía con algunas de las elites asesinas mas infames de la historia, baste con mencionar a Hitler y Pinochet. Se ha documentado que para la inquisi-ción era más importante apoderarse de la propiedad de los acusados que promover la “verdadera fe”. Mu-chos de los jerarcas católicos y grupos importantes de sus intelectuales son generadores de muchas de las

fobias, incluida por supuesto la judía y musulmana, y sin embargo, tal vez por su posición dominante en la cultura occidental se han revestido de una imagen de misericordia, que no desaparece con sus múltiples in-famias, como por ejemplo la pederastia en que se han involucrado muchos de sus clérigos y la protección de los depredadores por la institución.

A los judíos se les ha creado una pseudo identi-dad de avaros y usureros. Me refiero a pseudo iden-tidad porque se comparte entre los no judíos. Mu-chos judíos tenían prohibido durante mucho tiempo trabajar la tierra o dedicarse a los oficios, muchos podían terminar una carrera pero no ejercer la profe-sión; la iglesia católica prohibía el préstamo de dine-ro y orillaba a los judíos a dedicarse a esa ocupación para luego acusarlos de usureros. Mientras más éxito tenían los prestamistas más eran fustigados por la crítica. Lo mismo sucedió con los que fueron orilla-dos a dedicarse solamente al comercio. En la actuali-dad del capitalismo salvaje, si el enriquecido es judío, resulta que se debe a su religión, si por el contario un católico resulta un explotador inmisericorde, es simplemente un capitalista, sin que se destaque su religión o pertenencia nacional. Es interesante que los medios destacan la religión judía de alguien que viola la ley, pero si es un científico exitoso entonces se convierte en miembro de una nacionalidad. Nin-gún medio mexicano destacó cuando falleció que el importante físico Marcos Moshinsky fue judío.

La ética judía enfatiza la solidaridad y entrega societaria. El valor máximo de la tzdaka es hacer algo por los demás de manera anónima y el pun-to más elevado es cuando el beneficiado no puede agradecer, es por eso que mucha de la filantropía judía, incluida aquellas para apoyar al prójimo con problemas, es anónima.

Durante mucho tiempo los judíos fueron dife-rentes, tenían costumbres alimentarias, higiénicas, idiomáticas distintas a las comunidades a las que llegaron con la modernización europea, y aunque la mayoría era muy pobre, la discriminación utilizó esos factores de diferencia para incendiar los prejui-cios que invadían la psique popular y que con acu-saciones como el crimen ritual o el deicidio cons-truyeron una judeofobia de largo alcance histórico y destructivo; hoy muchas sociedades se avergüenzan por el daño causado, pero no dejan de surgir grupos que incitan al daño y la destrucción.

Parecemos estar atrapados entre dos fuerzas. Una que globaliza a las sociedades aumentando sus interacciones, lo que facilita la explotación de los recursos de los demás, entre los que destaca la fuerza de trabajo, de la que son expulsados enormes contingentes que se encuentran ante expresiones de rechazo en las sociedades que los atraen para explo-tarlos, los invitan siempre y cuando no se integren; la otra es la articulación del odio contra los que se obligaron a migrar y que son distintos. Las fobias crecen y se generalizan creando un clima de odio que todos hubiéramos deseado se terminaran con las grandes tragedias de la humanidad.

Uno de los grandes retos de la humanidad con-siste en luchar contra las fobias étnicas y religiosas que han facilitado genocidios y limpiezas étnicas, y aunque suene paradójico, una gran parte de la des construcción del odio tendrá que pasar por las jerar-quías religiosas que tendrán que transformarse para desandar un camino que ellas torcieron.

Uno de los grandes retos de la humanidad consiste en luchar contra las fobias étnicas y religiosas que han facilitado genocidios (...) una gran parte de la des construcción del odio tendrá que pasar por las jerarquías religiosas.

Ku Klux Klan

Holocausto Nazi

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Transición01.01.2014

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El Mollete [email protected]

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En sentido contrario

En Toluca mucha gente se mete en sentido con-trario para evitar un retorno distante diez metros, como la gente que viaja correctamente no se lo es-pera, los accidentes abundan y muchas veces son sangrientos. El que buscaba ganar tiempo pierde tiempo, dinero y salud.

El ex candidato presidencial Roberto Madrazo tomó un atajo en un maratón internacional y llegó a la meta sin sudar, y como se dice sin despeinarse, para levantar ufano los brazos en señal de victoria. Enlodó su reputación.

En Polanco en la Ciudad de México, muchos au-tos se meten en sentido contrario para evitar avanzar tres cuadras. A la policía no hay que avisarle, tam-bién lo hacen.

Pienso que estas violaciones del reglamento de tránsito se debe a una tendencia del mexicano de tratar de lograr atajos, la idea, aunque sea errónea, de ahorrar tiempo, parece haberse arraigado en un pue-blo famoso por su impuntualidad. Cuándo alguien te dice que se trata de tiempo mexicano, ya sabes que se busca una justificación para llegar tarde.

Tal vez el problema vaya más allá del ahorro de unos minutos. No solamente se buscan atajos en los recorridos. Recientemente se colapsó una obra de la Comisión Federal de Electricidad porque el constructor decidió ahorrar material, un atajo que costó una vida.

Una familia fue detenida por encapuchados con armas largas en Huitzilac, la madre y el hijo estu-vieron secuestrados mientras el padre fue enviado a juntar siete millones de pesos en once horas. Cuán-do el solicitó el auxilio de la policía lo único que consiguió fueron consejos de la forma como debía pagar el rescate, a final de cuentas y después que uno de ellos se entretuvo toqueteando a la mujer, él pagó un millón de pesos. Los encapuchados, que los se-cuestrados sospechan que son policías, siguieron un atajo para aumentar sus ingresos.

Una mujer es enviada por su médico a un hospi-tal para ser evaluada por un asociado porque presen-to síntomas atípicos, desde la entrada a urgencias se echa a andar un protocolo cuya finalidad es inflar la cuenta médica, cuándo un familiar se queja y deci-de llevársela, es agredido por el doctor que exige un pago inflado de honorarios, el médico y la institu-ción siguen un atajo para un ingreso poco ético, que le introduce daño psicológico a los pacientes que se enfrentan al ambiente hospitalario.

De alguna forma las muchas historias que escu-chamos sobre los atajos y caminos en sentido con-trario demuestran una inclinación cultural mexicana por hacer a un lado las normas, y caminar en contra de la moral y del sentido común.

Uno se pregunta ¿de dónde viene esto? Es aca-so resultado de una historia trepidante que registra conquista, colonia, invasión y la muerte por traición de una buena cantidad de los héroes nacionales. No

hay que descartar la idea de que Benito Juárez ocupa un lugar prominente entre los héroes debido a que murió de muerte natural. ¿Existe la posibilidad de que alguien actúe de forma sensata y meta orden? La respuesta parece ser negativa.

El gobierno, tal vez la única instancia con el po-der para conducir a la nación por la senda correcta, con más frecuencia de la debida camina en sentido contrario.

Hoy en día todo mundo se queja de la política fiscal, el gobierno ha construido una serie de medi-das para introducir el miedo a las auditorías y con eso busca que la gente pague más impuestos. Esto mantiene la inequitativa base fiscal que descarga sobre unos pocos la gran carga fiscal, mientras que un número menor, con gran potencial económico, se ven beneficiados para pagar muy poco. Se ha oligar-quizado la economía con un severo daño al mercado. El gobierno busca un atajo para recaudar dinero y camina en sentido contrario, porque en lugar de in-

La socorrida metáfora de la olla de cangrejos mexicanos donde ninguno se sale porque cuándo empiezan a salir los de abajo los jalan, hay que completarla con una fábula donde las cosas no se mueven porque la gente hace todo en sentido contrario.

centivar a la economía y por medio de esto buscar se produzcan más recursos fiscales, beneficia a los que consumen en el exterior mientras golpea a los que sostienen al mercado interno.

El mexicano busca de muchas maneras el bene-ficio del corto plazo: unos se ahorran unos segun-dos de manejo, aunque arriesgan sus bienes y salud en el intento; otros logran un aumento de ingresos aunque arriesgan la vida de los demás; otros están dispuestos a pisotear el orden establecido con un se-vero daño a la vida armónica, con el riesgo de que en algún momento sean víctimas de su propia violencia.

El gobierno arriesga la viabilidad económica a cambio de una precaria estabilidad producto de una ilusoria reducción del déficit fiscal.

La socorrida metáfora de la olla de cangrejos mexicanos donde ninguno se sale porque cuándo empiezan a salir los de abajo los jalan, hay que com-pletarla con una fábula donde las cosas no se mueven porque la gente hace todo en sentido contrario.

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China, no sólo ocupa un lugar relevante entre los países donde la corrupción abunda, sino

que también cuenta con el mayor número de millonarios per capita en el planeta; al día de hoy, señala la revista Forbes, la cual presenta a los seres más cresos del universo, más de 168 chinos ostentan un patrimonio superior a los mil millones de dólares.

En nuestra Patria, siempre le hemos rendido pleitesía a la iniquidad; cada seis años, son numero-sos los ex políticos mexicanos que se suman a la lista de la revista Forbes. Cabe apuntar, recientemente un ilustre juez azteca, precisó que la fortuna de Raul Salinas no podía ser decomisada, en virtud -según el togado- de que si bien es cierto era ilícita, dicha ilicitud no se podía comprobar. ¡Vaya cinismo!

Retomando el tema que nos ocupa, en 2005 sólo había dos chinos multimillonarios, empero este año, como ya se mencionó, son 168; en esa lista tan am-plia, existen 87 nombres nuevos y 22 más que en 2011. El hombre más pudiente de China hoy en día, es Wang Jianlin, propietario del grupo Dalian Wan-da, personaje que maneja más de 100 centros comer-ciales en China y es dueño de la segunda mayor red de cines en Estados Unidos (AMC Entertainment); de igual manera, está creando un gigantesco com-plejo cinematográfico, superior al de Hollywood.

Un dato interesante respecto a los chinos ricos, es que seis de ellos aún no han cumplido los 50 años; es decir, cuando tengan 70 su riqueza no tendrá pa-ralelo, y nuestro “riquito picarín” mexicano no les verá ni el polvo.

Por Eduardo López Betancourt

Los millonarios chinos

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El ritmo de crecimiento del país oriental, simplemente no tiene parangón. La pregunta es sencilla, ¿Conviene al orbe que los chinos dominen en casi todos los ámbitos?

La persona joven que más dinero ha reunido en China, batió el record en 2007, ya que con sólo 26 años de edad, logró romper la cifra de mil millo-nes de dólares; por cierto, tal persona es una mujer; claro, se debe tomar en cuenta, parte de ese peculio fue herencia de su padre, un poderoso ex magnate del cemento. Éste caso de una fémina acaudalada en suelo chino no es único, actualmente en ese te-rritorio se ha dado gran apertura para las mujeres dedicadas a los negocios.

Volviendo al tópico del encumbrado empresario de cines y centros comerciales chino, Wang Jianlin, se considera que en menos de un año poseerá el 90 % de salas cinematográficas del mundo entero, lo cual demuestra que los chinos no se limitan en nada; es bien conocido, son quienes dominan en el globo el sector textil, análogamente los de la radiodifusión,

los ramos de las computadoras, autos, y como podemos observar, el mundo del entre-

tenimiento es hoy uno de sus prin-cipales objetivos; en 10 años sin

duda abundarán en oriente ciu-dades como Las Vegas, y sin duda en ese mismo periodo, el 80% de las películas que se produzcan en el planeta, se-rán con capital y bajo el con-trol absoluto de los chinos.

El ritmo de crecimien-to del país oriental, simple-

mente no tiene parangón. La pregunta es sencilla, ¿Conviene

al orbe que los chinos dominen en casi todos los ámbitos?

Forbes detalla que en Chi-na hay más de 120 millones de individuos con capitales supe-riores a los 100 mil dólares, cir-cunstancia que revela la potenciali-dad económica del “dragón oriental”.

Wang Jianlin Dalian Wanda

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Transición01.03.2014

Artículo

Por Joan del AlcázarDesconcierta constatar hasta qué punto incide en América Latina la política exterior norteamericana. Claro está que hablamos de los efectos en los terre-nos que son propios de la izquierda política.

El Departamento de Estado y la Casa Blanca se han ganado, como poco desde 1898, sino desde 1848, la animadversión, el descrédito y la ojeriza de cualquie-ra que se considere progresista y viva al sur del Río Grande. Algo parecido lo encontramos, aunque por razones particulares y específicas, en España. Por lo que a América Latina respecta, no hace falta recordar la Doctrina Monroe, la diplomacia de las cañoneras, la política del big stick, la Doctrina de Seguridad Na-cional, etc., etc. Los Estados Unidos han actuado en el Continente siempre con soberbia, con desconocimien-to cuando no con desdén, con injerencias impropias de un vecino razonable, o evidenciando síntomas claros de ensimismamiento y concentración monocorde so-bre sus intereses más primarios y coyunturales.

Escribía recientemente Peter Hakim que en la cum-bre de la CELAC celebrada en La Habana el único punto de gran consenso entre los miembros de la co-munidad -pese a su distinta adscripción ideológica- fue su oposición a las políticas de Washington que tratan de aislar y castigar a Cuba, y que son vistas como injustas, anacrónicas e improductivas. Es por eso que ningún país del área, incluso los de mayor sintonía con el Departa-mento de Estado, está dispuesto a criticar la represión en Cuba, sus violaciones de los derechos humanos, o la penuria económica en la que se encuentra sumida la in-mensa mayoría de su población. Conclusión: en toda la región, Cuba es tratada como un país normal, precisa-mente porque los EEUU lo trata como un paria.

Si esto es así con carácter general en el escenario político continental -con su margen derecho y su mar-gen opuesto-, lo que ocurre específicamente en la orilla izquierda corrige y aumenta lo contemplado hace poco en La Habana. La torpeza (y la injusticia) norteame-ricana en cuanto al mantenimiento del embargo, que perjudica más a las capas más dependientes de la po-blación cubana que al régimen castrista (al que propor-ciona dosis de legitimidad), sólo puede ser explicada en la medida en que Washington está preocupado por Cuba exclusivamente en tanto que problema interno

por los efectos en el estado de La Florida. Es impo-sible, pues, no condenar esa agresión de los Estados Unidos y exigir que acabe de una buena vez, pero ello no debiera ser obstáculo para que la izquierda demo-crática continental pudiera censurar tanto como hay de censurable en el antidemocrático sistema cubano.

¿Puede hacerse algún paralelismo entre este cierre de filas y otro en torno al chavismo sin Chávez venezolano?

Rubén Martínez, colega y amigo, profesor experto en Derecho Constitucional, que fuera en su día asesor de la Constituyente en 1999 y del presidente Chávez de 2002 a 2007, persona por lo tanto nada sospechosa de simpatizar con el antichavismo, escribía ayer en prensa: “La revolución pacífica debería entender que muchas cosas se han hecho mal, empezando por la incapacidad para cumplir varias disposiciones constitucionales sobre los derechos. Las cárceles siguen siendo morideros de personas que viven bajo condiciones infrahumanas; los homicidios ya no escandalizan por ser habituales; y la corrupción campa a sus anchas, con el coste social que ello implica. Se ha avanzado en igualdad social, lo que sin duda fue la base del apoyo al chavismo; pero de poco sirve acceder a la vivienda o a la educación si es imposi-ble saber si alguien de la familia llegará con vida a casa esa noche, o si la llamada de teléfono que se recibe es provocada por un secuestro o un abuso de autoridad”.

¿Es posible censurar la deriva autoritaria de la Vene-zuela de Maduro y Cabello, y no ser tachado de cómplice de la facción más antidemocrática de la oposición vene-zolana? Se le debiera recordar al gobierno bolivariano de Nicolás Maduro que ganar unas elecciones no significa obtener una patente de corso para hacer lo que le venga en gana a quien venció. Y eso es válido para los chavistas en Venezuela y, por ejemplo, para Rajoy y compañía en España. Es cierto que la oposición antichavista no es un sindicato de arcángeles, pero si el resultado de las últimas elecciones ya fue ajustado (51/49), ahora la movilización popular en las calles es más que notable.

Sorprende, por ejemplo, que las manifestaciones estudiantiles en Venezuela sean criticadas sin más des-de la izquierda. En cualquier país, cuando los universi-tarios se han lanzado a las calles, ya sea París o El Cai-ro, México DF o Washington, Madrid o Roma, Pekín o Praga, se ha entendido que era una evidencia de sana rebeldía anti autoritaria; las de Caracas en la actualidad no gozan de esa consideración. En el tiempo reciente las de Santiago fueron saludadas con alborozo cuando ocurrieron en el Chile de Sebastián Piñera, y con ra-zón; pero los mismos que las promovieron en Santiago las descalifican cuando se dan en las calles de Caracas. Parece incluso, según publica la prensa chilena, que la primera grieta interna en la victoriosa Nueva Mayoría

comandada por Michelle Bachelet ha aparecido por las disensiones que provoca la situación venezolana.

¿Por qué tiene esa especie de bula el régimen que ahora preside Nicolás Maduro? ¿Será, también, por la proa que Washington le tiene puesta? Hans Diederich, que a finales de los noventa inventó aquello del socia-lismo del siglo XXI, dice hoy que es o una cosa vacía o simplemente un capitalismo de Estado; Teodoro Petkoff, ex guerrillero comunista autóctono, sostiene que el actual es un régimen autoritario, autocrático y militarista; el periodista Miguel Ángel Bastenier explica que el sistema chavista es un socialismo más próximo a Santa Klaus que a Lenin; y el politólogo Manuel Alcántara afirma que la indiscutible mejora de las condiciones de vida de los más débiles (antes senci-llamente olvidados por los del pacto de Punto Fijo) se hace desde el paternalismo de Estado y adobado con un caudillismo mesiánico.

Son razonables las dudas de la capacidad de Ma-duro y el actual gobierno para conducir el país con los fortísimos vientos que soplan. La inflación, el desabas-tecimiento y la violencia política y social están hun-diendo al país. Venezuela es el tercer país más violento del mundo con 45 asesinatos por cien mil habitantes según la ONU, tras Honduras (91) y El Salvador (69); y Caracas la tercera ciudad más violenta del planeta (119), tras San Pedro Sula, en Honduras y Acapulco en México. ¿Cuál es la explicación de que esta lacra perviva quince años después de la victoria bolivariana?

Nicolás Maduro y la cúpula del régimen dice que todo es culpa de las conspiraciones internas y externas, del imperialismo y, particularmente, del fascismo. Todos los que se le oponen son fascistas. En las últimas eleccio-nes 7.5 millones de venezolanos votaron por él, pero 7.2 millones votaron por su contrincante, el opositor Capri-les. Son demasiados fascistas. Venezuela no puede ser el país con más fascistas por kilómetro cuadrado del mundo.

¿Por qué, pues, sigue la izquierda dándole cobertura acrítica a un gobierno patéticamente incompetente que no es capaz de mantener el abastecimiento de produc-tos de primera necesidad, ni de llevar la seguridad a sus calles, ni de detener la deriva de confrontación interna que padece? ¿Por qué no le exige al Gobierno legítimo y a la oposición legítima que se sienten y negocien hasta recuperar la convivencia? ¿Será también, como ocurre con Cuba, porque los gringos son unos vecinos hostiles?.

La Venezuela bolivariana y la izquierda acrítica

Protestas contra Nicolás Maduro

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30 Columna

01.03.2014Transición

93. Hombre universal. Está hecho de todas las perfec-ciones y vale por muchos. Hace muy feliz la vida, y traslada este placer a los amigos. La variedad con perfección es en-tretenimiento de la vida. Es un gran arte saber disfrutar de todo lo bueno.

94. Capacidad inabarcable. Es mejor que el hombre pru-dente evite que le midan la profundidad de su sabiduría y méri-tos, si quiere que todos le veneren. Que sea conocido pero no com-prendido. Causa mayor veneración la opinión y la duda sobre dónde llega la capacidad de cada uno que la evidencia de ella, por grande que fuera.

95. Saber mantener la expectación: alimentarla siempre. Hay que prometer más y mucho. Es una gran treta saber mo-derarse en las fuerzas, en el saber, e ir adelantando el triunfo.

97. Conseguir y conservar la reputación. Es el usufruc-to de la fama. Obliga mucho y obra más. Es un tipo de ma-jestad cuando llega a ser veneración, por la sublimidad de su origen y de su ámbito.

98. Ocultar la voluntad. El saber más práctico consiste en disimular. El que juega a juego descubierto, pierde.

99. Realidad y apariencia. Las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen. Son raros los que miran por dentro, y muchos lo que se contentan con lo aparente. No basta tener razón si la cara es de malicia.

100. El hombre desengañado que conoce los errores y engaños de la vida, es sabio virtuoso y filósofo del mundo. Serlo, pero no parecerlo y mucho menos hacer ostentación. La filosofía moral está desacreditada, aunque es la mayor ocupación de los sabios. La ciencia de los prudentes vive des-autorizada. Séneca la introdujo en Roma y luego se conservó en los palacios.

101. La mitad del mundo se está riendo de la otra mitad, y ambas son necias. Lo que uno sigue el otro lo persigue. Es un necio insufrible el que quiere regularlo todo según su criterio. Las perfecciones no dependen de una sola opinión: los gustos son tantos como los rostros, e igualmente variados.

[email protected]@EMoranS

Ernesto Morán Santoyo es Consultor con grado de Maestría en Ingeniería de Imagen Pública, egresado del Tec de Monte-rrey en Administración de Empresas, Vicepresidente de Tecnologías de la Información en la Asociación Mexicana de Capaci-tación de Personal y Empresarial A.C. Actualmente, creador de la cátedra Imagen en los negocios del Tec de Monterrey, Zona Metropolitana para los estudiantes de la División de Negocios. Escribe artículos en revistas de negocios y es conferencista en congresos, donde expone temas organizacionales y de imagen pública aplicada en diversas etapas de los negocios, redes sociales. Autor de la columna “La imagen del poder”, donde aborda los temas del momento. Locutor en la revista radiofónica “No te Rajes” de Radio Capital 830 AM. Ha laborado en la Banca de Desarrollo en áreas de Administración, Recursos Humanos, Recursos Materiales y Servicios 04455.8580.7319.

Fuente: Nacido en Belmonte de Gracián, aldea de Calatayud, a principios de 1601. Se crió en Toledo con Antonio Gracián, tío suyo, y cumplidos los dieciocho años ingresó en la Compañía de Jesús, en el noviciado de Tarragona. Profesor en el Colegio de la Compañía en Calatayud, estudió Teología, y tras recibir las sa-gradas órdenes hizo profesión solemne en 1635. Fue capellán del ejército del marqués de Leganés en la gue-rra de Cataluña, rector del noviciado de Tarragona y profesor de Humanidades, Filosofía, Teología Moral y Sagrada Escritura. Los problemas ocasionados por la publicación de sus obras, dieron lugar a su traslado a Graus y posteriormente a Tarazona, ciudad donde fa-lleció a finales de 1658.

BIBLIOGRAFÍA: Escribió El Héroe (Huesca, 1637), El político Fernando el Católico (Zaragoza, 1641), Agudeza y arte de ingenio (Madrid, 1642), El Discreto (Huesca, 1646), Oráculo manual y arte de prudencia (Huesca, 1647), El Criticón (Huesca, 1651) y El Comulgatorio (Huesca, 1653). En determinado momento le fueron atribuidas las Selvas de todo el año (Barcelona, 1668), atribución que ningún investigador mantiene en la actualidad. De todas ellas se han hecho innumerables ediciones en todo el mundo.

La imagen del poder

Por Ernesto Morán Santoyo

En una infinidad de ocasiones, he compartido un texto que me parece fundamental para todos aquellos que quieren mejorar su percepción con los demás.

Sin más, les comparto una breve reseña del El Arte de la Prudencia de Baltasar Gracián.

51. Saber elegir. No son suficientes el estudio y la inteli-gencia. No hay perfección donde no hay elección.

52. Nunca perder la compostura. La finalidad principal de la prudencia es no perder nunca la compostura. Cualquier exce-so de pasiones perjudica a la prudencia. Uno debe ser tan dueño de sí que ni en la mayor prosperidad ni en la mayor adversidad nadie pueda criticarle por haber perdido la compostura.

53. Ser diligente e inteligente. La prisa es una pasión de necios: como no descubren el límite, actúan sin reparo. Por el contrario, los sabios suelen pecar de lentos, pues una mirada atenta obliga a detenerse.

54. Tener valor y prudencia. Hasta las líbrese atreven con el león muerto. Con el valor no hay bromas. Si se cede en lo primero, también habrá que ceder en lo segundo, y así has-ta el final. Más daña la flaqueza del ánimo que la del cuerpo.

55. Saber esperar. Hacerlo demuestra un gran corazón. Nunca apresurarse, nunca apasionarse.

56. Tener buenas intromisiones. Algunos piensan mu-cho para después equivocarse en todo, mientras otros lo aciertan todo sin pensarlo antes.

57. Más seguros con los reflexivos. Lo que se hace depri-sa, deprisa se deshace. Lo que mucho vale, mucho cuesta. Lo que tiene que durar una eternidad, debe tardar otra en hacerse.

58. Saber adaptarse. Uno no se debe mostrar igualmente inteligente con todos.

59. Salir con buen pie. Atención a los finales: hay que poner más cuidado en un final feliz que en una aplaudida entrada. Es frecuente que los afortunados tengan muy favo-rables comienzos y muy trágicos finales. Pocas veces acom-paña la suerte a los que salen: es educada con los que vienen y descortés con los que van.

60. Buen juicio. Algunos ya nacen prudentes. Con la edad y la experiencia la razón madura cumplidamente.

61. Eminencia en lo mejor.62. Contar con buenos colaboradores. Algunos quieren

que su extremada perspicacia domine sobre las limitaciones de los colaboradores. Es una peligrosa satisfacción que me-rece un castigo fatal.

64. Ahorrarse disgustos. Es útil y cuerdo ahorrarse dis-gustos. No hay que dar malas noticias.

65. Un gusto excelente. Se cultiva, como la inteligencia. La comprensión refina el deseo y aumenta el placer.

66. Cuidado para que salgan bien las cosas. El objetivo más en una dirección rigurosa que en alcanzar el éxito. El que vence no necesita dar explicaciones. La mayoría no percibe los detalles del procedimiento, sino los buenos o malos resultados. Todo lo dora un buen final. La regla es ir contra las reglas cuando no se puede conseguir de otro modo un resultado feliz.

67. Preferir las ocupaciones de reconocido prestigio. Hay empleos expuestos a la aclamación general, y hay otros, aunque más importantes, absolutamente invisibles.

69. No rendirse a los malos humores. Nunca se sujeta a las variaciones anímicas. Conocerse es corregirse.

70. Saber negar. No se debe conceder todo, ni a todos.71. No ser desigual, de proceder anómalo.72. Ser decidido. Menos daña la mala ejecución que la

falta de decisión.74. No ser intratable. Las verdaderas fieras están en las ciu-

dades. Para subir al puesto agradaron a todos, y una vez en él se quieren desquitar enfadando a todos. Por la ocupación deben tratar con muchos, pero por aspereza y arrogancia to-dos les huyen. Para éstos el mejor castigo es dejarlos estar, apartando la prudencia junto con el trato.

75. Elegir un modelo elevado, más para superarlo que para imitarlo.

76. No estar siempre de broma. La prudencia se conoce en la seriedad, es más acreditada que el ingenio.

77. Saber adaptarse a todos. Es el gran arte de ganar a todos, porque la semejanza atrae la simpatía.

78. Comenzar con pies de plomo.79. Carácter jovial. Con moderación es una cualidad y

no un defecto. Un grano de gracia todo lo sazona.80. Cautela al informarse. Se vive más de oídas que de

lo que vemos. Vivimos de la fe ajena. El oído es segunda prueba de verdad y principal de la mentira. De ordinario la verdad se ve y excepcionalmente se oye.

81. Renovar el lucimiento. La excelencia envejece, y con ella la fama. La costumbre disminuye la admiración y una no-vedad mediana suele vencer a la mayor eminencia una vez en-vejecida. Hay que renovar el valor, el ingenio, el éxito, todo. Hay que aventurarse a renovar en brillantez, amaneciendo muchas veces como el sol, cambiando las actividades del lucimiento. La privación provocará el deseo, y la novedad el aplauso.

82. Nunca apurar ni el mal ni el bien. Un sabio redujo toda la sabiduría a la moderación en todo. Apurar el derecho es injusticia, y la naranja que mucho se exprime amarga. In-cluso en el placer nunca se debe llegar a los extremos.

83. Permitirse algún desliz venial. Un descuido suele ser a veces la mejor recomendación de las buenas cualidades. La envidia tiene su ostracismo, tanto más civil cuanto más criminal: acusa a lo muy perfecto de que peca en no pecar, y condena del todo lo que es perfecto en todo. La censura hiere, como el rayo, las más elevadas cualidades.

84. Saber valerse de los enemigos. Hay que saber coger todas las cosas no por el filo, para que hieran, sino por la em-puñadura, para que defiendan; especialmente la emulación. Al hombre sabio le son más útiles sus enemigos que al necio sus amigos. Una malevolencia suele allanar montañas de di-ficultad que la benevolencia no se atrevería a pisar. A muchos sus enemigos les fabricaron su grandeza.

85. No servir de comodín. El mucho uso de lo excelente se convierte en abuso. Como todos lo desean, al final todos se enfadan. El que todos lo deseen desemboca en el enfado de todos. El único remedio de todo lo extremado es guardar equilibrio en el lucimiento: la perfección debe ser máxima, pero la ostentación moderada. Cuanto más luce una antor-cha, más se consume y menos dura.

86. Prevenir los rumores. La muchedumbre tiene mu-chas cabezas, y por eso muchos ojos para la malicia y muchas lenguas para el descrédito. A veces corre por ella un rumor que afea la mejor reputación y si se convierte en una extendida burla acabará con el renombre. Con frecuencia nace por algún error notorio, por ridículos defectos que son materia adecuada a las murmuraciones. Es más fácil prevenir que remediar.

87. Cultura y refinamiento. El hombre nace bárbaro; debe cultivarse para vencer a la bestia. La cultura nos hace personas, y más cuanto mayor es la cultura. Gracias a ella Grecia pudo llamar bárbaro al resto del mundo. La ignoran-cia es tosca. Nada cultiva más que el saber. Pero incluso la cultura es grosera sin refinamiento.

88. Amplitud en el trato. Hay que procurar que el trato sea elevado. El gran hombre no debe tratar lo insignificante. Nunca se debe entrar en demasiados pormenores, y menos en las cosas desagradables. Aunque es ventajoso darse cuenta de todo como al descuido. Hay que dejar pasar la mayoría de las cosas entre familiares, amigos y especialmente entre enemigos.

89. Conocerse a sí mismo.90. El arte para vivir mucho: vivir bien. Dos cosas aca-

ban rápidamente con la vida: la necedad o el vicio.92. Buen sentido trascendental, es decir, en todo. La

reputación de prudente es el triunfo de la fama. Con ella se satisface a los prudentes, cuya aprobación es la piedra de toque de los aciertos.

La imagen del poder2da. parte

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Avanza Veracruz en preparativos para la XXIV Cumbre Iberoamericana

Veracruz avanza en los preparativos para albergar la XXIV Cumbre Ibe-roamericana de Jefes de Estado y de Gobierno que reunirá a mandatarios de los 22 países de habla hispana y por-tuguesa de América y Europa en 2014.

Lo informó el gobernador Javier Duarte de Ochoa  durante la reunión de instalación del Comité Directivo para el desarrollo de la Cumbre, encabezada en la ciudad de México por el secretario de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade Kuribreña.

El mandatario estatal señaló que Ve-racruz avanza en la disposición de espa-cios y la coordinación de actividades que ofrecerán a los jefes de estado asistentes.

A la instalación de este Comité, ce-lebrada en el Salón José María Morelos

de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), también asistieron los titulares de Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor; de Trabajo y Previsión Social, Alfonso Navarrete Prida, y de Salud, Mercedes Juan López.

El Gobernador recordó que este año se realizará en el estado una serie de eventos de gran relevancia como los  XXII Juegos Centroamericanos y del Caribe, la Olimpiada Nacional y la celebración del Centenario de la De-fensa Heroica del Puerto de Veracruz.

Asimismo, destacó que la entidad tie-ne todas las condiciones para ser sede de tales acontecimientos de repercu-sión internacional, además de que “sea-mos, quizá, el estado más iberoamerica-no de México”.