«Odio a los indiferentes. Creo que Antonio Gramsci · 2020. 11. 12. · ODIO A LOS INDIFERENTES...

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Antonio Gramsci

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    «Odio a los indiferentes. Creo que vivir significa tomar partido. No

    pueden existir quienes sean solamente hombres, extraños a la ciudad.

    Quien realmente vive no puede no ser ciudadano, no tomar partido. La

    indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a

    los indiferentes.»

    El que perviva el pensamiento de un hombre como Antonio Gramsci puede tomarse como indicio de que hay algo más que retórica detrás de sus juicios. Los textos de este volumen conservan una chocante frescura, hablan de «las cosas menu-das», de un país real, habitado por personas «de carne y hue-so»; pero no hay que olvidar que fueron escritos con el telón de fondo de una guerra devastadora, sometidos a la censura, con el rumor del fascismo emergente solapándose con las es-peranzas despertadas por una revolución proletaria triunfal… Y aun así, muchas veces parecen apelarnos directamente. Como si su apego a las realidades ordinarias o la importancia que concede a los malestares —personales, sociales y políticos— co-tidianos los volviera más cercanos, más necesarios y útiles, por-que el impulso de luchar por un mundo más justo, menos cruel, mantienen su acuciante vigencia.

    Otros títulos

    Aprender a vivirJOSÉ ANTONIO MARINA

    ¿Qué es la historia?E. H. CARR

    Ética para AmadorFERNANDO SAVATER

    Las trampas del deseoDAN ARIELY

    La cuchara menguanteSAM KEAN

    La arquitectura del poderDEYAN SUDJIC

    Peccata minutaVÍCTOR AMIANO

    Viaje a la revoluciónBERTRAND RUSSELL

    Cómo vivir. Una vida con MontaigneSARAH BAKEWELL

    Antonio Gramsci

    Antonio Gramsci (1891-1937) fue un periodista, filósofo y político italiano. Fundador del Partido Comunista Italiano, Gramsci es reconocido como uno de los más importantes intelectuales y activistas políticos europeos y el más original pensador marxista de la historia. Durante los diez años que permaneció encarcelado por orden de Mussolini, escribió su obra de referencia, Cuadernos de la cárcel.

    Diseño de la colección e ilustración de la cubierta: Planeta Arte & Diseño

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  • Título original: Odio gli Indiferenti

    1.ª edición en esta presentación: octubre de 2017Edición anterior: octubre de 2011

    © 2010: Chiarelettere Editore SRL, sello del Gruppo Editoriale Mauri Spagnol S.p.A

    © 2011, de la traducción, Euro Transmit, S. L.

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    © 2011 y 2017: Editorial Planeta, S. A.Avda. Diagonal, 662-664 - 08034 Barcelona

    Editorial Ariel es un sello editorial de Planeta, S. A.www.ariel.es

    ISBN 978-84-344-2695-5Depósito legal: B. 16.803 - 2017

    Impreso en España por Liberdúplex

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  • Sumario

    Nota editorial 9Por qué hoy, de David Bidussa 11

    ODIO A LOS INDIFERENTES

    Antes que nada 19Odio a los indiferentes [Indiferentes] 19Políticos ineptos [Una verdad que parece una

    paradoja] 22La asistencia es un derecho, no un regalo

    [Hospitalidad] 25Los obreros de la FIAT [Hombres de carne

    y hueso] 27

    La política y los políticos 31Ideas para el futuro [Márgenes] 31Todo está bien [Ilusionistas e ilusos] 37Ninguna tolerancia para el despropósito

    [Intransigencia-tolerancia, Intolerancia-transigencia] 38

    La educación y la familia 43Los privilegios de la escuela privada [Por la libertad

    de la escuela y por la libertad de ser unos burros] 43Mujeres, caballeros y amores [Caracteres italianos] 46Un deber moral [La familia] 50

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    La libertad y la leyLos derechos del ciudadano [La cartilla

    de la libertad]Los deberes de un juez [Elogio de Poncio Pilatos] Jesús y millones de hombres [El ocaso de un mito] La historia es siempre contemporánea [La barba

    y la banda]La libertad y los abusos [La reacción italiana]El capitalismo fuera de control [Nuestro punto

    de vista]

    Los males del Estado italianoContra la burocracia [Elogio de un ladrón] Burócratas de Estado [Conciencia censora]

    Contra la guerraLos profesionales de la guerra [El cantode las sirenas]Mentira y resignación [La guerra y el porvenir] Hace falta que cambiemos nosotros mismos[Lecturas]

    ApéndiceUna ley liberticida

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    Antes que nada

    Odio a los indiferentes [Indiferentes]

    Odio a los indiferentes. Creo, como Friedrich Hebbel,que «vivir significa tomar partido». No pueden existirquienes sean solamente hombres, extraños a la ciudad. Quienrealmente vive no puede no ser ciudadano, no tomar parti-do. La indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, noes vida. Por eso odio a los indiferentes.

    La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bolade plomo para el innovador, es la materia inerte en la que amenudo se ahogan los entusiasmos más brillantes, es el pan-tano que rodea a la vieja ciudad y la defiende mejor que lamuralla más sólida, mejor que las corazas de sus guerreros,que se traga a los asaltantes en su remolino de lodo, y losdiezma y los amilana, y en ocasiones los hace desistir de cual-quier empresa heroica.

    La indiferencia opera con fuerza en la historia. Operapasivamente, pero opera. Es la fatalidad, aquello con loque no se puede contar, lo que altera los programas, lo quetrastorna los planes mejor elaborados, es la materia brutaque se rebela contra la inteligencia y la estrangula. Lo quesucede, el mal que se abate sobre todos, el posible bienque un acto heroico (de valor universal) puede generar noes tanto debido a la iniciativa de los pocos que trabajancomo a la indiferencia, al absentismo de los muchos. Loque ocurre no ocurre tanto porque algunas personas quie-ren que eso ocurra, sino porque la masa de los hombres

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    abdica de su voluntad, deja hacer, deja que se aten los nu-dos que luego sólo la espada puede cortar, deja promulgarleyes que después sólo la revuelta podrá derogar, dejar su-bir al poder a los hombres que luego sólo un motín podráderrocar.

    La fatalidad que parece dominar la historia no es otracosa que la apariencia ilusoria de esta indiferencia, de esteabsentismo. Los hechos maduran en la sombra, entre unaspocas manos, sin ningún tipo de control, que tejen la tramade la vida colectiva, y la masa ignora, porque no se preocu-pa. Los destinos de una época son manipulados según visio-nes estrechas, objetivos inmediatos, ambiciones y pasionespersonales de pequeños grupos activos, y la masa de loshombres ignora, porque no se preocupa. Pero los hechosque han madurado llegan a confluir; pero la tela tejida en lasombra llega a buen término: y entonces parece ser la fata-lidad la que lo arrolla todo y a todos, parece que la historiano sea más que un enorme fenómeno natural, una erup-ción, un terremoto, del que son víctimas todos, quien que-ría y quien no quería, quien lo sabía y quien no lo sabía,quien había estado activo y quien era indiferente. Y esteúltimo se irrita, querría escaparse de las consecuencias, que-rría dejar claro que él no quería, que él no es el responsable.Algunos lloriquean compasivamente, otros maldicen obsce-namente, pero nadie o muy pocos se preguntan: Si yo hu-biera cumplido con mi deber, si hubiera tratado de hacervaler mi voluntad, mis ideas, ¿habría ocurrido lo que pasó?Pero nadie o muy pocos culpan a su propia indiferencia, asu escepticismo, a no haber ofrecido sus manos y su activi-dad a los grupos de ciudadanos que, precisamente para evi-tar ese mal, combatían, proponiéndose procurar un bien.

    La mayoría de ellos, sin embargo, pasados los aconteci-mientos, prefiere hablar del fracaso de los ideales, de progra-

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    mas definitivamente en ruinas y de otras lindezas similares.Recomienzan así su rechazo de cualquier responsabilidad. Yno es que ya no vean las cosas claras, y que a veces no seancapaces de pensar en hermosas soluciones a los problemasmás urgentes o que, si bien requieren una gran preparación ytiempo, sin embargo, son igualmente urgentes. Pero estassoluciones resultan bellamente infecundas, y esa contribu-ción a la vida colectiva no está motivada por ninguna luzmoral; es producto de la curiosidad intelectual, no de unfuerte sentido de la responsabilidad histórica que quiere atodos activos en la vida, que no admite agnosticismos e indi-ferencias de ningún género.

    Odio a los indiferentes también porque me molesta sulloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno deellos por cómo ha desempeñado el papel que la vida le hadado y le da todos los días, por lo que ha hecho y sobre todopor lo que no ha hecho. Y siento que puedo ser inexorable,que no tengo que malgastar mi compasión, que no tengo quecompartir con ellos mis lágrimas. Soy partisano, vivo, sientoen la conciencia viril de los míos latir la actividad de la ciudadfutura que están construyendo. Y en ella la cadena social nopesa sobre unos pocos, en ella nada de lo que sucede se debeal azar, a la fatalidad, sino a la obra inteligente de los ciudada-nos. En ella no hay nadie mirando por la ventana mientrasunos pocos se sacrifican, se desangran en el sacrificio; y el queaún hoy está en la ventana, al acecho, quiere sacar provechode lo poco bueno que las actividades de los pocos procuran,y desahoga su desilusión vituperando al sacrificado, al de-sangrado, porque ha fallado en su intento.

    Vivo, soy partisano. Por eso odio a los que no tomanpartido, por eso odio a los indiferentes.

    11 de febrero de 1917

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    Políticos ineptos[Una verdad que parece una paradoja]

    La actividad científica es una cuestión que implica un esfuer-zo fantástico; quien es incapaz de construir hipótesis nuncaserá un científico. También en la actividad política hay unagran parte para la imaginación; pero en la actividad política,la hipótesis no es de hechos inertes, de materia opaca a lavida; la imaginación en política tiene como elementos a loshombres, a la sociedad de los hombres, al dolor, a los afectos,a las necesidades de la vida de los hombres. Si un científicose equivoca en su hipótesis, no es tan grave, después de todo: sepierde una cierta cantidad de riqueza, de cosas: una soluciónse precipita, un globo se revienta. Si el hombre político seequivoca en su hipótesis, es la vida de los hombres la quecorre peligro, es el hambre, es la rebelión, es la revoluciónpara no morirse de hambre. En la vida política, la actividadde la imaginación debe estar iluminada por una fuerza moral:la simpatía humana; y queda ensombrecida por el diletantis-mo, igual que entre los científicos. El diletantismo que eneste caso es falta de profundidad espiritual, falta de sensibili-dad, falta de simpatía humana. Porque si se miden adecuada-mente las necesidades de los hombres de una ciudad, de unaregión, de una nación, es necesario sentir esas necesidades; esnecesario poder representar concretamente en la imagina-ción a esos hombres mientras viven, mientras trabajan a dia-rio, representar su sufrimiento, sus dolores, los dolores de lavida que se ven obligados a vivir. Si no se posee ese poder dedramatización de la vida, no se pueden intuir las medidasgenerales y particulares que armonicen las necesidades de lavida con la disponibilidad del Estado. Si se desarrolla unaacción en la vida, hay que saber prever la reacción que des-pertará, las repercusiones que tendrá. Un hombre político es

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    grande en la medida de su poder de predicción: un partidopolítico es fuerte en la medida de la cantidad de hombres conesa fuerza de los que dispone.

    En Italia, los partidos de gobierno no pueden tener nin-guno de esos hombres: nadie que sea grande, nadie que sea almenos mediocre. Uno de los caracteres italianos, y quizás elmás maléfico para la eficiencia de la vida pública de nuestropaís, es el definido por la falta de imaginación dramática. Pa-rece una afirmación literariamente paradójica, y de hecho esuna observación profundamente realista. Cada medida es unanticipo de la realidad, es una previsión implícita. La toma demedidas es tanto más útil cuanto más se acerque a la realidad.Y para que eso suceda es necesario que el trabajo preparatoriosea completo, que en el trabajo preparatorio no se haya des-cuidado ninguna hipótesis, y de las infinitas hipótesis posiblesse hayan descartado las que no resisten la prueba de la repre-sentación dramática. Por lo tanto, las autoridades italianas, elgobierno, las autoridades provinciales, las ciudadanas, hastaahora no han decretado medidas que no hayan llegado tarde,no han promovido una medida que no haya tenido que sermodificada para ser más pronto o más tarde anulada, porqueen lugar de proveer, lo que hacía era recrudecer el malestar.No han conseguido armonizar la realidad, porque han sidoincapaces de armonizar antes, en el pensamiento, los elemen-tos de la realidad misma. Ignoran la realidad, ignoran la Italiaque está formada por hombres que viven, trabajan, sufren,mueren. Son diletantes: no tienen simpatía alguna por loshombres. Son retóricos llenos de sentimentalismo, no hom-bres que sienten de manera concreta. Obligan a sufrir innece-sariamente al mismo tiempo que se derriten ante himnos ala-dos a la virtud, a la fuerza del sacrificio del ciudadano italiano.

    La multitud es ignorada por los hombres del gobierno,por los burócratas provincianos y de las ciudades. La multi-

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    tud en cuanto compuesta de individuos, no en cuanto pue-blo, ídolo de las democracias. Aman el ídolo, hacen sufrir alindividuo. Son crueles porque su imaginación no imagina eldolor que la crueldad termina por despertar. No saben cómoimaginar el dolor de los demás, por eso son innecesariamen-te crueles. Han llevado a cabo la primera acción, la guerra.No han previsto la importancia, la profundidad de los efec-tos inmediatos y lejanos. Sabían que Italia no produce losuficiente para su subsistencia. No han previsto que un díafaltaría, además de las lentejas, el pan. Cuando se han dadocuenta, ya era demasiado tarde; no importa: todavía podríanproveer, podrían haber distribuido equitativamente el sufri-miento. No han sentido el dolor: han creado el caos, handejado que los más fuertes se aprovecharan económicamen-te, han dejado que lo poco que había se desperdigara. Hanimpuesto que el pan fuera así y así; en cuanto se ha publica-do el decreto, las víctimas se han dado cuenta de que estabamal, ¿por qué no se han dado cuenta los responsables? ¿Porqué no se representaron en el pensamiento a estas víctimas,¿por qué no se dieron cuenta de que habría víctimas? Predi-can contra los ricos que tiran las migajas: no sienten quetodo ese desperdicio es sufrimiento para los pobres; limitanel horario de uso del gas: no se preocupan por el hecho deque sólo dos horas de gas significa no poder preparar la co-mida para los que trabajan, para aquellos que tienen quecomer para trabajar y trabajar para comer, mientras dos horasde la madrugada son muchas, y por lo tanto inútiles. [...]1

    porque el maíz no llega a pesar de estar, porque a pesar detener billetes no se puede comprar la comida porque no haycalderilla, porque las panaderías están cerradas por el toquede queda, porque el niño no quiere tomarse la medicina,

    1. Cuatro líneas y cuarto censuradas.

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    que no se puede endulzar porque no hay azúcar, mientraslos fabricantes de vermut continúan trabajando. No sabenarmonizar la realidad molesta con la posibilidad de que hayamenos molestias para todos. No piensan que donde hay co-mida para cincuenta, pueden vivir cien si se armonizan lasnecesidades: [...].2

    3 de abril de 1917

    La asistencia es un derecho, no un regalo[Hospitalidad]

    Italia es el país tradicional de la hospitalidad. Todos los italia-nos tienen el corazón más grande que la catedral. Lloran y seenternecen ante los espectáculos piadosos, no rechazan elóbolo de una «buena palabra» a ninguna miseria. Pero el es-píritu evangélico no ha sabido transformarse en la forma mo-derna de la solidaridad y de la organización altruista y civil.Se ha mantenido como pura exterioridad, inútil y aburridacoreografía. Las instituciones de solidaridad social, alimenta-das con el dinero de los contribuyentes, que no son más quefeudos clericales. Los hospitales, que deben ser la forma con-creta y orgánica de la piedad colectiva, se dejan a merced deirresponsables, que con su espíritu partidista e intolerante tra-tan de aplastar los fines simplemente humanos de la institu-ción que tienen a su cargo.

    Recibimos cartas desgarradoras escritas por enfermosque al ir a un hospital han creído que encontrarían descansoy tranquilidad. Obligados por la enfermedad a abandonar eltrabajo, conscientes del peligro que pueden representar para

    2. Veintisiete líneas censuradas.

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    la salud pública, han creído que el hospital era realmente lacasa de los enfermos, que en el hospital no se pide al enfermoque olvide su pasada actividad de ciudadano, que en él sólose ve al enfermo que necesita la ayuda colectiva. Han creídoque los médicos eran sólo sanitarios desinteresados que de-sempeñaban su deber profesional como se habían comprome-tido ante quienes les pagan. Que las enfermeras eran mujeresque frente a su deber se olvidan del vestido que llevan paradesempeñar el oficio que han elegido libremente. En cam-bio... La enfermedad es la última preocupación de médicos yenfermeras. Se trata de curar la conciencia más que el cuerpo.Las ideas antes que el físico. El enfermo no ingresa en unhospital, entra en un convento. Se intenta el chantaje. Elenfermo no puede leer los periódicos que les gustan a los«superiores». Agotado su sistema nervioso, está expuesto a unsinfín de insinuaciones, de pequeñas reprobaciones, que leamargan los largos días de inactividad. Ciertas enfermedadesconsumen la carne y la sangre, pero le dan al cerebro unalucidez fantástica, malsana. El paciente adquiere una sensibi-lidad espasmódica. Sufre todas las torturas de su miseria. Y elpersonal pasa de largo por su lado, frío, rígido, haciéndolesentir aún más grande su miseria. No hay que quejarse, nohay que preguntar nada. La asistencia, que es un derecho, seconvierte en un regalo, una obra humillante de caridad, quepuede hacerse y puede no hacerse. Y nadie lo comprueba, ynadie obliga a los empleados a cumplir con su deber, al me-nos con su deber burocrático, aunque no quieran vestirlo decortesía y humanidad. Y el dinero que los contribuyentesgastan en salud pública por el sentido del deber de solidaridadcon los necesitados, se pierde en una actividad malévola, per-secutora de individuos e ideas. Y ningún organismo respon-sable ofrece control, ni se decide liberar a determinadas enti-dades de personas indignas que no tienen sentido alguno de

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    la responsabilidad, y no dudan en echar a la calle a los nece-sitados que no han cometido ningún error, salvo tener ideas,salvo haber dado su actividad a la organización proletaria.

    Pero la coreografía se mantiene. El hospital es el orga-nismo concreto de la hospitalidad a los enfermos, pero aúnno se ha convertido en una institución democrática, con losfines que son sólo los suyos intrínsecos. Es la hospitalidadinútil, que corresponde a la lagrimita, a la exclamación pia-dosa, y no tiene ningún carácter de continuidad, de solidari-dad civil.

    7 de enero de 1918

    Los obreros de la FIAT [Los hombres de carne y hueso]

    Los obreros de la FIAT han vuelto al trabajo. ¿Traición?¿Reniegan de los ideales revolucionarios? Los obreros de laFIAT son hombres de carne y hueso. Han resistido duranteun mes. Sabían que luchaban y resistían no sólo por ellosmismos, no sólo por la masa restante de los obreros de Turín,sino por toda la clase obrera italiana.

    Han resistido durante un mes. Estaban agotados física-mente porque durante muchas semanas y muchos meses sussalarios han sido reducidos y ya no eran suficientes para man-tener a la familia, pero aún así han resistido durante un mes.Estaban completamente aislados de la nación, sumidos en unambiente general de cansancio, de indiferencia, de hostilidad,pero aún así han resistido durante un mes.

    Sabían que no podían esperar ayuda alguna del exterior:sabían que ahora la clase obrera italiana había cortado lostendones, sabían que estaban condenados a la derrota, peroaún así han resistido durante un mes. No hay vergüenza en la

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    derrota de los trabajadores de la FIAT. No se puede pedir auna masa de hombres que es agredida por las más duras ne-cesidades de la existencia, que tiene la responsabilidad de laexistencia de una población de 40.000 personas, no se puedepedir más de lo que han dado estos compañeros que hanvuelto al trabajo, con tristeza, con los corazones rotos, cons-cientes de la inmediata imposibilidad de resistir más o dereaccionar.

    Sobre todo nosotros, los comunistas, que vivimos codocon codo con los obreros, que conocemos las necesidades,que tenemos una visión realista de la situación, debemos en-tender la razón de esta conclusión de la lucha turinesa.

    Hace muchos años que lucha la masa, hace muchos añosque se agotan en pequeñas acciones, malgastando sus recur-sos y sus energías. Éste ha sido el reproche que desde mayode 1919, nosotros, los de Ordine Nuovo, hemos comunicadoconstantemente a las centrales del movimiento obrero y so-cialista: no abusar demasiado de la resistencia y de la virtud desacrificio del proletariado; se trata de hombres comunes,hombres reales, sujetos a las mismas debilidades comunes detodos los hombres comunes que se pueden ver en las calles,bebiendo en las tabernas, hablando en grupos en las plazas,que tienen hambre y frío, que se conmueven al oír llorar asus hijos y al oír a sus mujeres lamentarse amargamente.

    Nuestro optimismo revolucionario siempre se ha funda-mentado en esa visión crudamente pesimista de la realidad hu-mana con la que inexorablemente hay que pasar cuentas. [...]Hace ya un año que habíamos previsto que el resultado seríafatal para la situación italiana, si los dirigentes responsables con-tinuaban con su táctica de cacareos revolucionarios y sus prác-ticas oportunistas. Y hemos luchado desesperadamente paradevolver a estos líderes una visión más real, una práctica másadecuada y más apropiada para el curso de los acontecimientos.

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    Hoy sufrimos las consecuencias, también nosotros, de laineptitud y la ceguera de los otros; hoy también el proletaria-do turinés tiene que soportar el embate del adversario, forta-lecido por la no resistencia de los otros. No hay ningunavergüenza en la rendición de los trabajadores de la FIAT.Aquello que debía ocurrir, ha ocurrido implacablemente. Laclase obrera italiana ha sido aplastada bajo la apisonadora dela reacción capitalista. ¿Por cuánto tiempo? Nada se pierde sise mantiene intacta la conciencia y la fe, si se rinden los cuer-pos pero no las almas.

    Los trabajadores de la FIAT han luchado enérgicamentedurante años y años, se han bañado las calles con su sangre,han sufrido hambre y frío; siguen estando, por ese gloriosopasado, a la vanguardia del proletariado italiano, siguen sien-do soldados leales y devotos de la revolución. Han hechocuanto se les da hacer a los hombres de carne y hueso; quité-monos el sombrero ante su humillación, porque en ella hayalgo más grande que se impone a los sinceros y a los honestos.

    8 de mayo de 1921

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