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Origen y evolución del paisaje de la citricultura en el sureste de la Península Ibérica 167 ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL PAISAJE DE LA CITRICULTURA EN EL SURESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA Pablo GIMÉNEZ FONT María HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ Departamento de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física Universidad de Alicante [email protected], [email protected] 1. INRODUCCIÓN La citricultura, históricamente encabezada por el cultivo de la naranja, representa uno de los paisajes agrarios prototípicos e identificativos del este de la Península Ibérica. No obstante, a pesar de su extensión y de sus estrechos vínculos con la imagen del mundo rural valenciano y murciano, se trata de un paisaje cuya formación es relativamente reciente. La presente comunicación pretende plantear un esquema interpretativo sobre su implantación y evolución en los últimos 200 años, ordenando los diferentes procesos que permitieron su cultivo inicial y su rápida expansión hasta monopolizar el paisaje agrario de grandes espacios litorales peninsulares. Las claves interpretativas giran en torno a tres variables básicas: las diferentes coyunturas económicas, la ampliación del regadío y las mejoras en el transporte. Los cítricos ocupan en España una superficie de 311.627 hectáreas, de las que aproximadamente el 73% corresponden a las comunidades autónomas de Valencia y Murcia (MAPA, 2007). En estas dos regiones, los cultivos citrícolas se extienden desde la desembocadura del río Sénia (Castellón) hasta el Campo de Cartagena y Valle del Guadalentín (Murcia); con una con concentración elevada en torno al golfo de Valencia y la vega media y baja del Segura (figura 1). El desarrollo de este cultivo tropical viene determinado por la presencia de relativa humedad -abundante en época estival- y por la bonanza térmica a lo largo del año. Esta última cualidad limita la extensión de los cultivos de cítricos, de forma genérica, por debajo de la isohipsa de los 200 msnm, altitud a partir de la cual se incrementan sustancialmente los riesgos de heladas; de ahí que las temperaturas medias anuales se encuentren entre los 17ºC y los 18ºC, con temperaturas medias de enero que no descienden de los 10ºC y una elevada irradiación solar (más de 2.900 horas al año). La sequedad estival característica del clima mediterráneo requiere el aporte artificial y abundante de agua, con lo que los cítricos, limitados a una estrecha franja litoral que se inicia al sur del estuario del Tajo hasta la desembocadura del Ebro, se reproducen en espacios de regadío con suelos profundos (limos, arcillas de descalcificación y material de aluvión). Los limitantes físicos del cultivo han favorecido la especialización de grandes zonas productoras en los llanos litorales y los valles aluviales referidos. El área de estudio, caracterizada por un monocultivo generalizado en amplios sectores, presenta un paisaje agrario dominado por los cítricos. En las comarcas valencianas y castellonenses estos cultivos ocupan alrededor del 80% de las superficies en regadío; característica que se difumina en Alicante y Murcia, donde coexisten con una horticultura intensiva y los cultivos de invernadero. En todo caso, este carácter predominante representa un exponente del proceso de especialización productiva y orientación hacia el mercado que caracteriza estas tierras. De hecho, la producción se destina mayoritariamente a la exportación, alrededor de un 60%, siendo la Unión Europea el principal mercado de destino. La composición de las exportaciones por provincias refleja la notoria relevancia de los cítricos, especialmente en Valencia y Castellón, donde suponen el 83 y el 73%,

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Origen y evolución del paisaje de la citricultura en el sureste de la Península Ibérica

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ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL PAISAJE DE LA CITRICULTURA EN EL SURESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Pablo GIMÉNEZ FONT

María HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ

Departamento de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física Universidad de Alicante

[email protected], [email protected] 1. INRODUCCIÓN La citricultura, históricamente encabezada por el cultivo de la naranja, representa uno de los paisajes agrarios prototípicos e identificativos del este de la Península Ibérica. No obstante, a pesar de su extensión y de sus estrechos vínculos con la imagen del mundo rural valenciano y murciano, se trata de un paisaje cuya formación es relativamente reciente. La presente comunicación pretende plantear un esquema interpretativo sobre su implantación y evolución en los últimos 200 años, ordenando los diferentes procesos que permitieron su cultivo inicial y su rápida expansión hasta monopolizar el paisaje agrario de grandes espacios litorales peninsulares. Las claves interpretativas giran en torno a tres variables básicas: las diferentes coyunturas económicas, la ampliación del regadío y las mejoras en el transporte. Los cítricos ocupan en España una superficie de 311.627 hectáreas, de las que aproximadamente el 73% corresponden a las comunidades autónomas de Valencia y Murcia (MAPA, 2007). En estas dos regiones, los cultivos citrícolas se extienden desde la desembocadura del río Sénia (Castellón) hasta el Campo de Cartagena y Valle del Guadalentín (Murcia); con una con concentración elevada en torno al golfo de Valencia y la vega media y baja del Segura (figura 1). El desarrollo de este cultivo tropical viene determinado por la presencia de relativa humedad -abundante en época estival- y por la bonanza térmica a lo largo del año. Esta última cualidad limita la extensión de los cultivos de cítricos, de forma genérica, por debajo de la isohipsa de los 200 msnm, altitud a partir de la cual se incrementan sustancialmente los riesgos de heladas; de ahí que las temperaturas medias anuales se encuentren entre los 17ºC y los 18ºC, con temperaturas medias de enero que no descienden de los 10ºC y una elevada irradiación solar (más de 2.900 horas al año). La sequedad estival característica del clima mediterráneo requiere el aporte artificial y abundante de agua, con lo que los cítricos, limitados a una estrecha franja litoral que se inicia al sur del estuario del Tajo hasta la desembocadura del Ebro, se reproducen en espacios de regadío con suelos profundos (limos, arcillas de descalcificación y material de aluvión). Los limitantes físicos del cultivo han favorecido la especialización de grandes zonas productoras en los llanos litorales y los valles aluviales referidos. El área de estudio, caracterizada por un monocultivo generalizado en amplios sectores, presenta un paisaje agrario dominado por los cítricos. En las comarcas valencianas y castellonenses estos cultivos ocupan alrededor del 80% de las superficies en regadío; característica que se difumina en Alicante y Murcia, donde coexisten con una horticultura intensiva y los cultivos de invernadero. En todo caso, este carácter predominante representa un exponente del proceso de especialización productiva y orientación hacia el mercado que caracteriza estas tierras. De hecho, la producción se destina mayoritariamente a la exportación, alrededor de un 60%, siendo la Unión Europea el principal mercado de destino. La composición de las exportaciones por provincias refleja la notoria relevancia de los cítricos, especialmente en Valencia y Castellón, donde suponen el 83 y el 73%,

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respectivamente del valor total comercializado en el exterior. En Alicante y Murcia ese peso es menor, dado la presencia significativa de las hortalizas. Otra característica es su elevada aportación al producto final agrario. Según datos de 2007, las exportaciones españolas de frutas y hortalizas a los mercados europeos alcanzaron un valor de 7.388 millones de euros, de los que unos 4.181 corresponden a las regiones de Valencia y Murcia. La Comunidad Valenciana lidera las exportaciones agrarias españolas, con más de 2.500 millones de euros, gracias a los envíos de cítricos y hortalizas, que representa algo más de un 56% de las exportaciones agroalimentarias de esta comunidad; porcentaje que se incrementa hasta el 75% en la región de Murcia (CREM, 2008).

Figura 1. Distribución municipal del naranjo y mandarino en 1999. Fuente: Atlas de la España Rural, 2004: 237.

2. ORÍGENES VINCULADOS A UN TERRITORIO DE GRAN DINAMISMO COMERCIAL (1790-1850) Desde el siglo XVI la variedad dulce del naranjo, un árbol asiático importado por los portugueses, se hallaba extendida por el litoral andaluz y valenciano, aunque de forma muy puntual (PIQUERAS, 1999). Las referencias documentales y literarias sobre su cultivo se incrementan a lo largo del siglo XVIII y, a finales de dicha centuria, empiezan a aparecer noticias relativas al rápido incremento de las plantaciones y a su interés comercial. Cavanilles (1795-1797) será el testimonio de referencia al hablar de los “naranjos de la china” en La Plana (Vila-Real, Borriana), la Ribera del Júcar (Carcaixent, Alzira) o en la Vega Baja del Segura (Orihuela), escritos de los que se hará eco el Semanario de Agricultura (1799) para publicar un artículo sobre las especies de cítricos, las prácticas de cultivo y el rendimiento del naranjo. El conocido texto de Cavanilles, realizado tras su viaje por tierras valencianas, ponía de manifiesto el inicio de un cultivo a gran escala en un espacio, la Ribera del Júcar, que presentaba unas condiciones muy favorables para la innovación de nuevos cultivos comerciales. Conviene detenerse en estos antecedentes porque permiten entender el

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contexto general que permitió la conformación de un paisaje rural tan representativo como el de los cítricos. La Ribera del Júcar, una fértil y templada llanura aluvial, presentaba unos condicionamientos territoriales que conformaron las bases de una boyante agricultura intensiva y de exportación desde finales de la Edad Media, con un impulso determinante a partir del siglo XVI. Sobre el llano aluvial se había desarrollado un macrosistema de regadío que aprovechaba los abundantes caudales del río y del freático. Junto a ello, la presencia de una serie de corredores litorales e intramontanos y la accesibilidad a la navegación marítima -con puertos como el de Valencia, Cullera o Gandía- facilitaban el tráfico de mercancías como la seda o el arroz. Varios siglos antes que otras zonas similares, la economía comarcal se hallaba introducida en el mercado internacional, aunque la variabilidad de los precios y la elevada especulación eran también una particularidad principal (PERIS, 2003). El eminente carácter comercial de la agricultura, el potente influjo urbano de Valencia o el menor peso específico de la nobleza, que supuso la presencia de propietarios adinerados e innovadores, fueron condiciones óptimas para el desarrollo de las plantaciones de cítricos.

Figura 2. Fragmento del Plan topográfico de el término de la villa de Carcagente (Atanasio León, 1773)

La figura 2 representa los aprovechamientos del suelo en un tramo de la margen derecha del Júcar. El detalle alcanzado permite vislumbrar las trazas de un paisaje agrario en transformación: junto a los espacios de regadío con aguas de derivación fluvial transportadas por grandes acequias (verde claro), encontramos arrozales acotados (verde oscuro). Al sur de Carcaixent (flecha roja), entre la huerta tradicional y el secano que asciende hacia los relieves centrales de la Ribera, se desarrollan los nuevos regadíos con noria, acompañados de casas de labor de reciente construcción (GIMÉNEZ, 2008). Con todo, los inicios del cultivo están vinculados a espacios periféricos del llano aluvial, es decir, piedemontes y antiguos secanos de algarrobos y olivos que comenzaron a regarse con caudales no convencionales. La explotación del freático gracias a las norias de sangre, en el marco de la expansión del regadío y la intensificación en el aprovechamiento de los caudales hídricos, fue un desarrollo tecnológico íntimamente ligado a las primeras grandes plantaciones de naranjos en Valencia. Como muestra de ello, el estudio de Torres Faus (2000) ofrece datos muy ilustrativos sobre los piedemontes de la Muntanya de Carcaixent, con crecimientos espectaculares de la superficie transformada mediante norias que van

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desde las poco más de 16 ha regadas con este sistema en 1704 hasta las 96 ha en 1794 y las 332 ha en 1833 (figura 2). En el caso de la contigua Alzira, a finales del XVIII se regaban entre 500 y 600 ha con esta técnica de elevación de aguas, en algunos casos para regar naranjos (ARDIT, 1993, 31). La coyuntura económica –con la decadencia de la industria de la seda y la inestable cotización del arroz- cambió progresivamente el papel secundario del naranjo en la ocupación del suelo del llano aluvial, de forma que este cultivo fue monopolizando las tierras más fértiles, empujado por las ventajas térmicas y la disponibilidad de abundante riego. Siguiendo con el ejemplo, en la primera mitad del siglo XIX ya era una de las principales producciones de pueblos como Carcaixent (FURIÓ y MARTÍNEZ, 2006). De forma casi paralela y en condiciones muy parecidas, los cítricos comenzaron a extenderse por las llanuras aluviales del Segura y del Túria y en otros llanos litorales, como la Plana de Castelló (Domingo, 2005). 3. LA GRAN EXPANSIÓN DEL CULTIVO Y LA CONFORMACIÓN DE UN PAISAJE DE MONOCULTIVO (1850-1960) A lo largo del siglo XIX y principios del XX, el naranjo se expandió –especialmente en la Ribera Alta del Júcar- a un ritmo desigual, marcado por las coyunturas de los mercados internacionales y en paralelo a las mejoras del regadío, principalmente las derivadas de la implantación de norias y motores que permitieron explotar el freático y extender el área regada por las acequias1. El auge agrícola en Valencia estuvo estrechamente relacionado con las mejoras portuarias y con la revolucionaria aparición del ferrocarril a mediados del siglo XIX, que permitió consolidar el proceso de especialización productiva en torno a producciones agrarias como la naranja. Los principales ejes vertebradores se construyeron rápidamente por parte de compañías privadas y un decidido apoyo estatal. Entre 1851 y 1859 el puerto de Valencia se había conectado con la línea Alicante-Madrid, recorriendo la Ribera del Júcar y pasando por Xàtiva, ya por entonces grandes zonas naranjeras. En 1868 Valencia ya se hallaba unida con Castelló de La Plana y Tarragona, completando una red básica a partir de la cual se fueron desarrollando distintas conexiones. Destaca la importancia de nuevas líneas independientes de la planificación estatal, los denominados ferrocarriles económicos de vía estrecha que proliferaron en zonas económicamente más dinámicas, como sería el caso del ferrocarril Silla-Cullera (SANCHIS, 1988). El objetivo de esta creciente red de ferrocarriles era abaratar el transporte de mercancías, fundamentalmente de productos agrarios como la naranja o el arroz, uniendo zonas productoras y puertos comerciales como Dénia, Gandia, Castelló de la Plana o Cullera. Entre ellos, el puerto más destacado fue el del Grao de Valencia, convertido en el último tercio del siglo XIX en un importante núcleo ferroviario. Efectivamente, el puerto de Valencia encabeza las grandes transformaciones decimonónicas de los puertos valencianos. La aprobación del proyecto de ampliación en 1852, contemporáneo al del ferrocarril, lo convierte en un puerto de concepción moderna, un complejo espacio económico de intercambio y almacenaje que a principios del siglo XX ya disponía de cuatro estaciones y una compleja malla de vías férreas. La naranja, con destino a países como Reino Unido, Francia, Alemania, Bélgica u Holanda, fue uno de los principales pilares del tráfico portuario, aspecto que ayudó de forma determinante a que Valencia se posicionara por delante de otras zonas citrícolas como la vega baja del Guadalquivir o el Bajo Segura. Un período de esplendor comercial en dicho puerto se desarrolló entre 1854 y 1935, como demuestra la evolución de las 9.000 Tm de naranjas embarcadas en 1861, las 45.764 Tm tan sólo diez años después o las 500.000 Tm de 1913. 1 Gracias al impulso de las extracciones motorizadas, en pueblos como Carcaixent el crecimiento de la superficie regada con aguas subterráneas fue en aumento progresivo hasta igualarse, en el siglo XX, con los regadíos provenientes de caudales superficiales (TORRES FAUS, 2000).

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En 1930 se alcanzó el millón de toneladas, momento a partir del cual comenzó un descenso progresivo de la tendencia expansiva naranjera. También influyó la aparición del transporte en camiones y la utilización de líneas de ferrocarril transnacionales para el transporte a grandes distancias (PIQUERAS y SANCHIS, 2006). Los ferrocarriles, por tanto, fueron los ejes vertebradores de la primera gran expansión del cultivo de naranjos, que siguió realizándose sobre antiguos campos de secano. Las transformaciones necesarias para implantar nuevos regadíos y plantaciones (motores, pozos, canalizaciones y nuevos aterrazamientos), requerían elevadas inversiones, lo que, unido a la rentabilidad de la naranja, atrajo a capital urbano y oligarquías locales (DOMINGO, 2009). En esta segunda etapa general de crecimiento, y salvo algunos ejemplos ya referidos, los nuevos huertos de naranjos convivieron con las huertas tradicionales, dominadas por las hortalizas, las legumbres o cultivos herbáceos como el arroz o el maíz (LÓPEZ GÓMEZ, 1964). La importación de guanos y abonos químicos, unido a una eficiencia plurisecular en el cultivo de la tierra (rotaciones de cultivos, abonos orgánicos), permitió obtener rendimientos máximos por hectárea de huerta, arrozal o naranjal a principios del siglo XX. El cultivo que nos ocupa fue protagonista del esplendor agrario del momento. Como apunta Piqueras Haba (1985), en 1908 sólo las provincias de Castellón y Valencia sumaban 35.900 ha de naranjos, muy por encima de las 6.000 ha de Andalucía y Murcia. A mediados de la década de 1930 las tierras del óvalo valenciano (entre Orpesa y Dénia) representaban el 83% de la superficie total de naranjos, estimada en 77.000 ha. Por entonces, el naranjo ya se había incorporado en el imaginario colectivo como uno de los principales iconos de la riqueza agraria valenciana y en un elemento definidor del paisaje simbólico, como demuestran algunas obras de, entre otros, Blasco Ibáñez, Azorín o Sorolla. El cada vez más consolidado monopolio exportador de Valencia, que fue incorporando nuevos clientes –con especial relevancia del mercado inglés en torno a 1855 o el alemán a finales de la centuria- afianzó el carácter de monocultivo y la especialización productiva de numerosos pueblos valencianos. Las exportaciones, con el paréntesis del duro revés producido por los efectos de la Primera Guerra Mundial, crecieron exponencialmente hasta que la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial, las correspondientes postguerras y el aislamiento internacional de España tuvieron una incidencia muy negativa hasta la primera mitad de la década de 1950. 4. CRECIMIENTO CONTEMPORÁNEO Y DINÁMICAS REGRESIVAS RECIENTES (1960-2009) Los paisajes ocupados por los cultivos citrícolas van a registrar un incremento significativo desde finales de los años sesenta del siglo XX. Estas nuevas superficies vienen definidas, en gran medida, por la roturación de terrazgos que correspondían a secanos y que coinciden, generalmente, con los glacis y piedemontes que orlan los valles aluviales de los ríos Júcar, Túria y Segura. Resultan característicos los procesos que se desarrollan en comarcas como el Valle del Guadalentín y el Campo de Cartagena en Murcia, la Safor en Valencia, la Vega Baja en Alicante y El Baix Maestrat o La Plana Alta en Castellón. La expansión de este cultivo intensivo de regadío ha estado determinada por el incremento de los recursos hídricos disponibles con la llegada de caudales alóctonos (trasvase Tajo-Segura) o la utilización masiva de caudales subterráneos, la elevada rentabilidad de estos aprovechamientos, la consolidación de unas producciones para satisfacer las demandas en los mercados internacionales tras la incorporación a la CEE y la irrupción de capitales extraagrarios que invierten en esta agricultura para diversificar rentas. El elevado coste de estas nuevas explotaciones determina que, en muchas ocasiones, éstas sean realizadas con

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capitales foráneos ligados a la banca, industria y, sobre todo, a la exportación de productos agrarios que intensifica la explotación de la tierra. Es en esta tercera etapa de crecimiento cuando se consolidará, en muchas comarcas valencianas y murcianas, un paisaje definido por el predominio de los cítricos, aunque existen unas diferencias significativas de tipo genético y territorial. En el caso valenciano, el naranjo ha ocupado gran parte de las huertas tradicionales, desplazando a otros cultivos hortícolas que, hasta el momento, habían resistido al avance de los cítricos. En numerosas comarcas de regadío tradicional, incluida la propia Horta de València, el naranjo ocupa más del 80% de la superficie total cultivada. En otros casos (Camp de Llíria, Hoya de Buñol, Vall de Montesa y Canal de Navarrés), el cultivo avanzó hacia el interior mediante plantaciones que se realizaron sobre antiguos espacios de monte o secano, utilizando nuevas terrazas de cultivo regadas con caudales extraídos de pozos (PIQUERAS, 1999). Las comarcas del Bajo Segura (provincia de Alicante) y del Campo de Cartagena y Valle del Guadalentín (Murcia) son representativas de los cambios acaecidos al amparo de las dinámicas citadas. En el primer tercio del siglo XIX, el espacio irrigado abarcaba en el Bajo Segura 19.257 ha fruto de la intensa labor colonizadora del siglo anterior. Extensión que apenas difiere de la de principios del siglo XX, censada en 19.921 hectáreas (FIGUERAS 1908, 902): el regadío del Bajo Segura había alcanzado toda su amplitud y las plantaciones de cítricos ocupaban en él una extensión secundaria. El secano era el sistema de cultivo dominante fuera del valle aluvial del Segura, que únicamente en determinados sectores se beneficiaba con riegos eventuales coincidiendo con precipitaciones de fuerte intensidad horaria y mediante sistemas de captación de aguas subterráneas (riego de turbias y qanats). A finales de los años cincuenta, el secano ocupaba aproximadamente un 90% de la superficie cultivada en municipios como San Miguel de Salinas, Pilar de la Horadada o Torrepacheco (HERNÁNDEZ, 1997). La escasez pluviométrica y las elevadas temperaturas habían configurado desde época histórica en estos espacios próximos al litoral unos sistemas agrarios extensivos, centrados en una arboricultura de escasas exigencias hídricas y algún aprovechamiento cerealista, sometido a la aleatoriedad de las cosechas. Los cambios llegaron a partir de la década de 1970, cuando la construcción del trasvase Tajo-Segura repercutió en una importante mutación paisajística (HERNÁNDEZ y MORALES, 2008). El trasvase consiste en un canal de 286 kilómetros de longitud y 33 m3/s que se inicia en el pantano de Bolarque en el Alto Tajo, aguas abajo de los hiperembalses de Entrepeñas y Buendía. Desde Bolarque, el agua es situada en el embalse de la Bujeda desde donde parte el canal del trasvase hacia el hiperembalse de Alarcón, sobre el Júcar, y desde allí al embalse de Talave en el río Mundo, principal afluente del Segura (MORALES, RICO y HERNÁNDEZ, 2005). A partir del embalse del Talave, se inicia el complejo denominado “postrasvase”, que constituye el conjunto de obras realizadas para el transporte, la regulación y la distribución del agua procedente del trasvase Tajo-Segura en esta última cuenca. El incremento de los recursos hídricos se traduce en una notable ampliación de la superficie regada y en significativas transformaciones paisajísticas, que podemos sintetizar no solo en la aparición de espacios regados donde anteriormente solo existían secanos, sino también en la puesta en cultivo de sectores donde predominaba el aprovechamiento de monte en sentido amplio (esparto y ganadería extensiva). Estas roturaciones mediante aterrazamientos se localizan en los glacis y laderas montañosas de los principales relieves de la comarca (sierras de Orihuela y Callosa, sierra de Abanilla), así como el amplio glacis extendido al pie de la sierra de Crevillente o las tierras de la margen derecha del canal del trasvase (campo de Almoradí, La Algorfa, San Miguel de Salinas, sur de Orihuela). El incremento de los recursos hídricos ha ido asociado a una sustitución de los

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aprovechamientos agrícolas: cereales y arboricultura de secano, donde dominaban los olivos y algarrobos, han dado paso a unos aprovechamientos orientados al mercado, en los que predominan los cítricos y cultivos hortícolas. En la depresión del Segura, a caballo entre la provincia de Alicante y la de Murcia, la superficie ocupada por los cítricos ha pasado de unas 8.000 ha en 1956 a las más de 65.000 en 2007. Estas cifras resultan igualmente significativas a escala municipal. Por ejemplo, en San Miguel de Salinas, la superficie regada ha pasado de 8,6% en 1957 al 80% en 2007; en esta última fecha, los cítricos ocupaban el 85% de las superficies cultivadas en regadío (HERNÁNDEZ y MORALES, en prensa). Estas nuevas roturaciones explican la expansión de las superficies dedicadas al cultivo de los cítricos desde la década de los años setenta hasta finales de la década de los noventa en las comarcas murcianas, alicantinas y, en menor medida, castellonenses (figura 4). El proceso ha sido tan reciente que las diferencias paisajísticas con las comarcas de tradición citrícola son notables: microfundismo2 frente a grandes explotaciones; irregularidad de la trama parcelaria en contraste con la geometría y redimensionamiento de los nuevos terrazgos; y proceso de modernización de los regadíos (riego localizado, proliferación de embalses de polietileno), aspecto este último que también se está dando en los regadíos históricos (figura 3). Figura 3. A la izquierda, parcelas de dimensiones reducidas en el valle aluvial del Júcar,

donde el naranjo es el cultivo dominante. A la derecha, plantaciones recientes sobre antiguos secanos y espacios de monte en Murcia

Fuente: Google Earth.. En ambos casos, las comarcas citrícolas tradicionales y las nuevas plantaciones se explican, en parte, por su situación en un importante y estratégico cruce de caminos, fruto de la accesibilidad y, en última instancia, de la ausencia de relieves destacables que pudieran ejercer de obstáculo para las comunicaciones. Su emplazamiento se enmarca en la intersección de dos importantes corredores naturales, que enlazan la depresión prelitoral murciana (manifestación más oriental de la llamada Fosa Intrabética) y una serie de corredores, como el del Vinalopó, que comunican la costa con el interior peninsular. Desde la década de 1970, el transporte por carretera mediante camiones se situó por encima del

2 El microfundismo se asocia, asimismo, al predominio del sistema de gestión directa y de la agricultura a tiempo parcial. Ello ha sido posible, en gran medida, por la importancia que ha tenido el cooperativismo valenciano. La concentración de la oferta mediante la configuración de organizaciones de productores agrarios como las cooperativas o las Sociedades Agrarias de Transformación resulta también decisivo para afianzar esta agricultura intensiva (RICO y MORALES, 2003). En la Comunidad Valenciana de las 1.143 cooperativas o SAT, 565 se adscriben al epígrafe “cítricos” (Conselleria de Agricultura, 2009).

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ferrocarril y el barco, representando actualmente más del 90% del total. En ello tiene mucho que ver la construcción de la Ap-7 (E-15) que une todo el corredor del Mediterráneo, una vía de comunicación que facilita la comercialización de frutas y verduras al permitir colocar las producciones en los lugares de destino en menos de 36 horas desde el momento de su recolección. Esta red se completa con una serie de carreteras nacionales entre las que cabe citar la N-340, que discurre en gran parte paralela a esta autovia o la N-332 (Alicante-Cartagena) y la N-301 (Murcia-Cartagena), entre otras que contribuyen a las comunicaciones entre la costa y el interior. El carácter concentrado, el elevado número de municipios y su fuerte dinámica determina un numeroso trazado de carreteras comarcales que han visto mejorado notablemente su trazado al amparo del fuerte crecimiento poblacional y de las actividades urbano-residenciales.

Tabla 1. Evolución de la superficie ocupada por los cítricos (1973-2006)

NARANJO MANDARINO LIMONERO 1973 2006 1973 2006 1973 2006

Murcia 5.477 10.573 1.941 4.482 10.150 23.408 Alicante 14.812 16.944 2.674 7.564 7.636 5.363 Castellón 21.646 5.245 10.170 33.491 92 5 Valencia 75.526 50.968 34.692 51.970 344 23 España 143.490 140.039 54.425 121.300 22.527 43.200

Fuente: Anuario de estadística agraria: 1974 y 2008. Elaboración propia.

Figura 4. Evolución de las superficies de cítricos (1973-2006)

-30.000

-20.000

-10.000

0

10.000

20.000

30.000

Murcia Alicante Castellón Valencia

naranjo

mandarino

limonero

La evolución de las superficies de cítricos entre 1973 y 2006 refleja la expansión de estos cultivos en Murcia y Alicante al amparo de la llegada de nuevos caudales y sobre todo la sustitución de variedades como consecuencia de la búsqueda de la máxima rentabilidad en las dos provincias en las que los cítricos constituyen un monocultivo En la última década, no obstante, la roturación de antiguos secanos y su conversión al regadío ha experimentado un proceso de desaceleración. A los factores estructurales inherentes al propio sector primario -como puede ser la fragmentada estructura parcelaria, el envejecimiento de los activos, la debilidad de los canales de comercialización o la escasez de recursos hídricos- hay que unir los elevados costes de las transformaciones como consecuencia de la menor disponibilidad de tierras, el incremento de los costes de producción, la pérdida de rentabilidad de los cultivos y, especialmente, la competencia que sobre el territorio ejercen los usos turístico-residenciales. A pesar de las ambiciosas políticas de selección de variedades más competitivas (RICO y MORALES, 2003) (figura 4) y las actuaciones dirigidas a mejorar la calidad (Indicación Geográfica Protegida, Plan Estratégico Citrícola Valenciano, adopción de sistemas de calidad ambiental), se aprecia

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una sintomática reducción de las superficies cultivadas. En la provincia de Castellón, las huertas tradicionales de municipios litorales como Vinaroz, Benicarló, Borriana, Nules, Xilxes o Moncófar han retrocedido durante los últimos años frente a los procesos de urbanización que van ganando profundidad hacia el traspaís (NAVALÓN, 2001). En la de Valencia, también abundan los modelos de urbanización similares a los de Castellón, con fuerte expansión de ensanches residenciales para uso turístico sobre los frentes costeros y en detrimento de regadíos aledaños, destacando los municipios de Gandia, Bellreguard y Miramar, que habrían perdido entre el 17% y el 25% de sus regadíos durante el periodo 1985-2000. En comarcas alicantinas como el Bajo Segura ha sido habitual la ejecución de planes urbanísticos para la construcción de grandes urbanizaciones, de forma que la reducción de regadíos ha sido espectacular en municipios como Torrevieja, Rojales o San Fulgencio, con pérdidas de más del 50% durante 1985-2000 (RICO, 2002). La competencia de otros países productores (Marruecos y Turquía), la escasez de recursos hídricos disponibles (p.e. en el Camp d’Elx) y la variabilidad de los precios pagados a pié de parcela, en ocasiones por debajo de los costes de producción, hace inviable el mantenimiento de muchos sistemas agrarios. En paralelo, el encarecimiento del precio del suelo ante la presión urbano-turística, ha llevado a abandonar campos de cultivo que se habían transformado en regadío durante el decenio de los setenta-ochenta como, por ejemplo, la finca Lo Romero (San Pedro del Pinatar), excelente ejemplo de la roturación de tierras por capitales extra-agrarios al amparo de la llegada de aguas del trasvase Tajo-Segura. Esta reconversión hacia el uso residencial no sólo acontece en el sector litoral y en los llanos aluviales, sino también en los piedemontes de los relieves que circundan la comarca del Bajo Segura y el Campo de Cartagena. 5. CONCLUSIONES La exitosa implantación de los cítricos responde, en primer lugar, a unas excelentes condiciones ambientales, definidas por la bonanza térmica. No obstante, el origen de la explotación comercial a gran escala está vinculado a un área muy dinámica, la Ribera del Júcar, que poseía unas condiciones óptimas para el desarrollo de nuevos cultivos. El impulso de una boyante agricultura de exportación durante la Edad Moderna y el influjo urbano de la ciudad de Valencia permitieron innovar en la explotación de un cultivo que, progresivamente, fue ganando protagonismo dentro de las producciones de nuevos regadíos y espacios de huerta tradicional. En perfecta interrelación, la tecnología favoreció la expansión de los cítricos: en primer lugar con el desarrollo de nuevos regadíos a partir del aprovechamiento de aguas subterráneas, mediante norias primero y con motores de extracción a partir de mediados del XIX. A partir de la década de 1970, la construcción del trasvase Tajo-Segura supuso un último impulso determinante al crecimiento de la agricultura intensiva en la región de Murcia y sur de la provincia de Alicante. Otra innovación tecnológica fundamental vino dada por las mejoras en el transporte, con la creación de una red regional, nacional e internacional de ferrocarriles desde la segunda mitad del XIX y la conexión de ésta con los distintos puertos, desde donde se exportaron naranjas a varios continentes, antes del dominio del camión y la construcción de vías rápidas. Con una agricultura absolutamente capitalizada, la gran expansión de los cítricos se realizó sobre huertas tradicionales y sobre antiguos secanos y espacios de monte, operando un notable cambio paisajístico en el área de estudio. Las coyunturas comerciales internacionales y la presión de las actividades turístico-residenciales en la última década han reducido la extensión de campos de cultivo de cítricos. Todos estos factores aquí sintetizados, forman un esquema interpretativo que relaciona, desde hace más de doscientos años, coyuntura económica, nuevos regadíos y desarrollo del transporte con las plantaciones de naranjos, limoneros y mandarinos. Las principales fases

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de desarrollo del cultivo, que hemos resumido en esta comunicación (1790-1850, 1850-1960, 1960-actualidad) pretenden contextualizar estudios de detalle sobre el proceso de expansión del paisaje de la citricultura y la conformación de extensos monocultivos en el este y sureste peninsular. AGRADECIMIENTOS Este trabajo se ha elaborado en el marco del Proyecto de Investigación Las unidades básicas de paisaje agrario de España: identificación, relimitación, caracterización y valoración (CSO2009-12225-C05-03), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Igualmente, se ha beneficiado de una ayuda del Grupo de Investigación Paisajes y recursos naturales en España (VIGROB-094), de la Universidad de Alicante. BIBLIOGRAFÍA ARDIT, M. (1993): Els homes i la terra al Pais Valencià. Barcelona, Curial, 2 vols. CONSELLERIA DE AGRICULTURA (2009): sociedades agrarias de transformación. Estadística. Disponible en http://portales.gva.es/agricultura/sat/estadistica/menu_estadis.htm#null CENTRO REGIONAL DE ESTADÍSTICA DE MURCIA (CREM): datos básicos de la región de Murcia, 2008. Disponible en http://www.carm.es/econet/sicrem/PU%5FdatosBasicos/Indice5.html FIGUERAS PACHECO, F. (1908): “Geografía de la provincia de Alicante”, en CARRERAS CANDI, F. (dir.): Geografía General del Reino de Valencia, Barcelona. DOMINGO PÉREZ, C. (2005): “La construcción de les hortes de La Plana”, en Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, LXXXI, pp. 45-59 DOMINGO PÉREZ, C. (2009): “Les empreses familiars de comercialització de cítrics: el retrat d’una época i d’una societat agraria” en Aiguaits, 27-28, pp. 7-19. FURIÓ, A. y MARTINEZ, L. P. (2006): “El regadío en la Ribera Alta del Xúquer. El margen derecho” en Las Riberas Del Xúquer: Paisajes y Patrimonio Valencianos. Valencia, Generalitat Valenciana, pp. 90-104. GENERALITAT VALENCIANA (2008): Datos básicos del sector agrario valenciano. Disponible en: http://www.agricultura.gva.es/publicaciones/ GIMÉNEZ FONT, P. (2008): Las transformaciones del paisaje valenciano en el siglo XVIII. Una perspectiva geográfica. València, Alfons el Magnànim. HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, M. (1997): Evolución e impactos ambientales en los paisajes agrarios alicantinos: 1950-1995. Alicante, Universidad de Alicante. HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, M. y MORALES GIL, A. (2008): “Trascendencia socio-económica del trasvase Tajo-Segura tras 30 años de su funcionamiento en la provincia de Alicante”, en Investigaciones Geográficas, 46, pp. 31-48 HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, M. y MORALES GIL, A. (en prensa): “La hortofruticultura y las aguas del trasvase Tajo-Segura: repercusiones socioeconómicas”, en Análisis económico, social y ambiental del aprovechamiento conjunto del Tajo-Segura. LÓPEZ GÓMEZ, A. (1964): “Riegos y cultivos en las huertas valencianas”, en Cuadernos de Geografía, 1, pp. 133-155. MAPA (2008): Anuario de estadística agroalimentaria y pesquera. Madrid. Disponible en: http://www.mapa.es/es/estadistica/pags/anuario/introduccion.htm MORALES GIL, A.; RICO AMORÓS, A.M. y HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, M. (2005): “El trasvase Tajo-Segura”, en Observatorio Medioambiental, 8, pp. 73-110. NAVALÓN GARCÍA, Mª R. (2001): Agricultura y turismo en la franja costera de la Comunidad Valenciana. Valencia, Bancaixa.

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