Péndulo21 89
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CRÍTICA/AMÉRICA LATINA, IDENTIDAD Y GLOBALIZACIÓN
• PÉNDULO21/UNO/OCTUBRE 2013 •
Carlos Guerrero
La Jornada Aguascalientes/ Aguascalientes, Mé xico OCTUBRE 2010/
Añ o 2 N o. 20La Jornada Aguascalientes/ Aguascalientes, México OCTUBRE 2013/ Año 4 No. 89
La identidad mestiza
CONTENIDO: • LA IDENTIDAD MESTIZA. Carlos Guerrero • MÉXICO: IDENTIDAD, CONFLICTO Y GLOBALIDAD. Parte II: Hombres y mujeres construyendo puentes desde el corazón.
Walkiria Torres Soto
En medio de la oscuridad de un
socavón de la mina boliviana del
cerro Rico de Potosí (que alguna
vez fuera la ciudad más rica del mundo,
incluso en una época de esplendor eu-
ropeo), resalta una escultura de piedra
asentada en la roca viva de una gruta
artificial que los martillos y taladros ca-
varon durante años en busca de plata y
otras riquezas. La figura, adornada con
innumerables cintas de colores, represen-
ta a un hombre sentado, con la espalda
recta y la cabeza erguida; aunque su
cara se parece más a la de un oso y de
su cabeza brotan dos grandes cuernos
rectos, que son tan naturales como los
dientes humanos que le adornan la boca.
Un par de ojos plásticos y un falo de grandes
proporciones, tallado también en piedra,
completan la singular figura que extiende
los antebrazos con las palmas hacia arriba,
para que sus fieles dejen regalos con que
comprar su gracia: hojas de coca, alcohol y
cigarros, principalmente; los frutos del mun-
do antiguo y del mundo moderno. Se trata
de “El Tío”, la deidad que gobierna la mina
el subsuelo, con el mismo poder con el que
Pachamama administra la tierra superficial.
Lejos de allí, una banda marcial ju-
venil con trajes de estilo militar europeo,
interpretando una versión instrumental de
“La vida es un carnaval”, se desplaza en una
procesión religiosa católica en honor de la
virgen colombiana de Chiquinquirá, una
tarde de sábado por las calles del pueblo El
Santuario, en Antioquia (así, sin acento, para
diferenciarla de la ciudad turca). La gente los
mira pasar comiendo crispetas (palomitas)
y tomando Coca-Cola, luciendo lo mismo un
sombrero vueltiao, que ruanas o lentes Ray
Ban y tenis Nike. Marchando al frente, una
bastonera y varias animadoras con trajes de
porrista, hacen suertes con banderas azules
y blancas (los colores que representan a la
virgen María en la tradición católica) y bailan
al ritmo tropical y sabroso de la canción, en
una coreografía muy animada.
La posibilidad de contemplar las hue-
llas que han dejado cinco siglos de mestizaje,
es uno de los mayores placeres que brinda
caminar por las calles de muchas ciudades,
pueblos, parroquias, rancherías o veredas
latinoamericanas. La superposición de
cada nueva capa de manifestaciones
culturales se asienta sobre la anterior, a
veces fundiéndose incluso con los colo-
res de su antecesora, otras borrándola
casi por completo, como en un eterno
palimpsesto de roca, madera y carne
que da forma a la cara viva del lugar. Y
con ello, a su identidad.
Hablar de identidad es hablar
de narraciones, como lo vio Ricoeur y
como lo podemos comprobar cuando nos
preguntamos qué hace a una persona,
un grupo o una comunidad identificarse
como un ente específico, diferente al
resto e idéntico a sí mismo; el mismo
de ayer. Entre las muchas cosas que po-
demos decir de la identidad -dependiendo
de la disciplina desde la que la abordemos
y de la corriente con la que la estudiemos-
se debe resaltar el carácter dinámico con el
que se configura constantemente por medio
de las narraciones. Las historias brindan
sentido identitario porque son una forma
de entenderse a sí mismo en el tiempo,
interpretándose como personaje dentro de
un relato que pretende explicar los sucesos
como una procesión que posee algún orden.
El Tío, Bolivia
(Continúa en pág. 2)
• PÉNDULO21/DOS/OCTUBRE 2013 •
Paloma Müller, Introspección.
Pero el lugar del personaje, así como la forma en que este se inter-
preta, se reconfigura constantemente, dando lugar a un proceso vivo que
no se detiene.
¿Cuál es la identidad latinoamericana que revelan la peregrinación
de El Santuario o la reverencia por El Tío de Potosí? ¿Hasta dónde, los ele-
mentos que alcanzamos a apreciar, definen lo que un pueblo piensa que es?
La identidad supone una constante definición del ser. Como toda
definición, requiere establecer límites para entender dónde comienza y
termina su propio existir, ya sea que nos refiramos a una persona o a una
comunidad. Conlleva una lucha simbólica constante por la predominancia
de sentido que construye nuevas formas de entenderse, que van sobre o
contra las anteriores. Cuando hablamos de identidad e identidades lati-
noamericanas, nos tenemos que referir forzosamente a lo que significa el
mestizaje cultural, fenómeno presente en toda la historia humana.
El Tío de la mina nos muestra dos ideologías en pugna, que batallan
por prevalecer una sobre la otra. Por un lado, las creencias prehispánicas
andinas, que revisten de atributos masculinos al señor del subsuelo y de
características femeninas a la señora de la tierra, estableciendo una forma de
culto en la cual se les debe de rendir tributo para conseguir su beneplácito.
Por el otro, el peso de la religión católica que el conquistador español trajo
y que quiso desterrar las creencias antiguas, en parte por considerarlas
profanas, en parte por su intención de controlar las tierras y las gentes a
través de lo más sagrado: la interpretación en el mundo que hacían los pobladores
originarios de sí y de los demás elementos naturales.
La figura del Tío es anterior a la conquista española, pero su nombre nació
español y colonial, en medio de la prohibición de su adoración, a raíz, entre otras
cosas, de que su imagen recuerde la imaginación que los católicos tienen sobre
los demonios. Para los mineros, representa una figura paternal y en esa medida
proporciona sentido sobre quiénes son ellos y qué hacen. La fe en El Tío repre-
senta una forma paradigmática que ha definido la identidad en Latinoamérica:
la resistencia.
El mestizaje es un terreno de lucha ideológica, creador y fecundo, donde
se generan nuevos significados en un territorio que no pertenece enteramente a
ninguno de los mundos que lo posibilitan. Es el producto de las fronteras culturales,
aunque no siempre conlleva fusión, sino un complejo proceso de resignificación,
borrado, mezcla y creación de sentidos. Los mineros han resistido en su creencia,
pero han incorporado también muchos elementos de la fe católica y del modo
de vida moderno. Quizás en el pasado El Tío solamente recibía hojas de coca,
mientras que ahora es honrado con tabaco y alcohol, de la misma forma en que
la Virgen de Guadalupe es festejada en el Tepeyac con un sinnúmero de grupos
de danzantes que anteriormente ejecutaban su arte sólo para Tonantzin. Las an-
tiguas prácticas y creencias sobreviven enteras o mutiladas, a veces convertidas,
resignificadas o escondidas, mientras que se incorporan a otras nuevas.
La procesión a la virgen de Chiquinquirá de El Santuario, tal como se ce-
lebra, no es española ni indígena, es colombiana (si es que tenemos que ponerle
un nombre), de la misma forma en que la cumbia no es negra ni europea. El culto
al Tío de la mina es boliviano, como mexicana es la fiesta del día de muertos, que
incorpora creencias prehispánicas y cristianas. Pertenecen a un terreno nuevo
que ha tomado elementos de culturas diversas para generar una marca propia.
Las improntas visibles nos hablan de catolicismo, música afroamericana, culto a
la tierra, valores prehispánicos, marcas norteamericanas, entre muchos más. Y
ésa es la forma que tienen en nuestros días, pero no será la definitiva, como no
puede ser definitivo un proceso de mestizaje cultural.
Este fenómeno despierta el miedo a lo nuevo, al cambio y a la pérdida
de la configuración de cosas conocida. La llamada “pérdida de identidad” es sólo
parte de un proceso mayor e imparable que implica la lucha constante entre
tradiciones que se han establecido como hegemónicas y nuevas formas de vida
que se popularizan entre los integrantes de una sociedad. Las narraciones se re-
configuran constantemente, cambiando la forma en que los pueblos se entienden
a sí mismos. Hasta los colectivos indígenas Tagaeiri y Taromenane del Ecuador,
que han elegido el aislamiento voluntario y que son respetados en esta decisión
por el gobierno actual, se definen culturalmente, en parte, por el mundo del que
se quieren mantener alejados, evitándolo.
¿Cuál es la identidad latinoamericana? Si hubiera alguna, podría arriesgar
la respuesta: “el mestizaje” es un proceso creador que sigue generando nuevas
formas de entenderse en la realidad y que incorpora constantemente elementos
de culturas cada vez más lejanas. Pero lo haría, solamente porque estoy conven-
cido de que esta misma respuesta es propia ante la pregunta por muchas otras
de las identidades regionales en un mundo como el nuestro, que tuvo un punto
de inflexión trascendente hace cinco siglos, cuando comenzó un proceso globa-
lizador que aún no se ha detenido.
Un mundo donde una procesión latinoamericana está poblada de marcas
estadounidenses, donde El Tío de la mina recibe como ofrenda una cajetilla de
Lucky Strike o donde disfrutamos de la belleza de las formas indígenas talladas en
la fachada de la catedral de Zacatecas. Un mundo donde el renacimiento italiano
se vio influenciado por los códices mesoamericanos hace cinco siglos y donde hoy
se lee y se estudia a Cortázar, a García Márquez y a Paz en francés e inglés.
Se trata, simplemente, de la maravilla del mestizaje cultural.
Richard Bourgogne . El tio de la mina, Potosi, Bolivia
• PÉNDULO21/TRES/OCTUBRE 2013 •
En la primera parte de este trabajo señalé que la identidad
del mexicano no es unidad homogénea, ni mucho menos
algo ya resuelto, más bien es la tarea siempre constante
de desentrañar eso que vamos haciendo de nosotros mismos.
Al indagar sobre la identidad personal encontré que de forma
latente persiste un sentimiento de soledad e incertidumbre
al enfrentar nuestra indeterminación. Y al situar el espacio
sociocultural de los mexicanos descubrimos una sociedad en
conflicto, una confrontación de dos civilizaciones, que inicia
desde la conquista y que a lo largo del tiempo persiste. La
constante es una lucha por ejercer de forma unilateral el poder,
mientras que las diferencias sociales y culturales se niegan
provocando subordinación y discriminación.
Los pueblos originarios han tenido que enfrentarse
al rechazo a sus formas de vida, su lengua y sus tradiciones.
Indagar sobre las implicaciones que ha tenido este hecho en la
conformación de la identidad para los hombres y mujeres que
pertenecen a estos pueblos es mi objetivo en la segunda parte
de este trabajo, ya que dicha conformación de su identidad
conlleva hacerlo en un contexto marcado por la discriminación.
Para llevar a cabo este propósito he decidido ir por un sendero
que me permita transitar por la vivencia de la conformación de
la identidad y la del conflicto de hacerlo en la adversidad. De
tal forma que narraré algunas experiencias del fundador del
grupo Sak Tzevul, Damián Martínez, y algunas reflexiones de
él y de otros miembros de la Red de Artistas, Comunicadores
Comunitarios y Antropolog@s (sic) de Chiapas (RACCACH) que
han hecho en el trabajo colectivo que se encuentra plasmado
en el audio libro Sjalel kibeltik. Sts’isjel ja kechtiki’. Tejiendo
nuestras raíces.1
Todo comenzó cuando descubrí a Sak Tzevul Un día veía un programa de televisión en la red y al finalizar la
emisión cerraba con un video del grupo Sak Tzevul. Lo que me
llamó la atención era la combinación de elementos musicales
y visuales, pues se veían personas que participaban en una
ceremonia y entonaban una canción tradicional, habían unos
músicos con guitarras eléctricas y percusiones, usaban una
indumentaria similar a la de los que participaban en la ceremo-
1V.V.A.A., Sjalel kibeltik. Sts’isjel ja kechtiki’. Tejiendo nuestras raíces. Red de Artistas, Comunicadores Comunitarios y Antropólog@s de Chiapas (RACCACH), Chiapas, México, 2010. Versión electrónica, http://www.jkopkutik.org/sjalelkibeltik/
nia, además llamó mi atención que dos mujeres formaran parte
del grupo. Me gustó la expresión del grupo, quise conocerlos
más y pude descubrir que ya habían presentado su música
en Japón y que las dos mujeres que forman parte del grupo
eran de origen asiático. El hallazgo me causó sorpresa, pero
más allá de esto, sé que el suceso es una excelente imagen de
nuestro mundo global.
Sak Tzevul es una banda de rock en lengua tsotsil,
originaria de Zinacantán, Chiapas. En sus composiciones
encontramos una fusión de ritmos al que han denominado
rock fónico; integra música clásica, música tradicional de la
región, principalmente la tsotsil y el rock alternativo. Esta
agrupación fue fundada en 1996, dicho proyecto musical ha
ido evolucionando y en la actualidad lo conforman Damián,
sus dos hermanos Enrique y Palas, su primo Juan Pérez y otros
jóvenes originarios de Zinacantán, pero además se encuentra
Rie Wantanabe, violinista de música clásica, y Kaori Nishii,
trombonista y ocarinista, originarias del sur de Japón.
Los hermanos que son parte de la agrupación son la
tercera generación de músicos que retoman los sonidos básicos
ancestrales que les fue legado por su padre y su abuelo. A través
de un estilo nuevo (que no busca alterar la letra y los ritmos
tradicionales) pretenden difundir su cultura originaria. Así, lo
tradicional se apropia de instrumentos que le eran ajenos y se
ofrece una composición contemporánea con texturas e influen-
cias extranjeras derivando en una nueva música tradicional.2 Sin
embargo, la consolidación del grupo no ha sido tarea sencilla,
cuando la banda intentó abrirse paso en su pueblo natal causó
inconformidad en algunos de los habitantes de Zinacantán. Pues
dicha comunidad “…posee una cultura tradicional de hondas
raíces, celosa de cualquier influencia exterior y sobre todo en
oposición a la presencia de otra cultura que llegue a tratar de
implantarse y desplazar la música autóctona.”3
El rock ha sido utilizado como un medio de manifesta-
ción de la inconformidad y resistencia social, por lo que no podría
ser la excepción en las culturas indígenas. Damián cuenta que
en agosto de 1997 a través de la Casa de la Cultura se montó
2 Cfr. Juan Clemente Orozco y María Esther Pérez Pechá “Sak tzevul: de los sonidos ancestrales al rock fónico. Educación musical en Zinacantán, Chiapas”, Ponencia presentada en el X Congreso Nacional de Investigación Educativa, en Veracruz, Veracruz del 21 al 25 de noviembre de septiembre del 2009. Disponible en línea: http://www.comie.org.mx/congreso/memoriaelectronica/v10/pdf/area_tematica_12/ponencias/0052-F.pdf 3 Ibídem.
un programa cultural por la fiesta de San Lorenzo y en dicho
festival se le negó la posibilidad de participar. Indignado, se
instaló él y su banda en la azotea de su casa (que se localizaba
enfrente de la plaza e iglesia principal), unos voluntarios ins-
talaron bocinas y los del grupo se pusieron a tocar su música,
mientras que el maestro de ceremonias del evento de enfrente
les pedía que se callaran, pero ellos se negaron. El suceso casi
les cuesta la cárcel a los integrantes de Sak Tzevul, durante las
semanas siguientes corrió el rumor del malestar por parte de
unos caciques tradicionalistas del pueblo que señalaban que la
agrupación estaba pervirtiendo y emborrachado a los jóvenes
de la comunidad. El padre de Damián les pidió que dejaran de
tocar o se marcharan porque temía que agredieran a toda la
familia.4 El joven rockero haría sus maletas para emprender un
viaje hacia la búsqueda de sí mismo.
El péndulo: ni kaxlan ni indioEl 16 de enero del 2008 a través de la RACCACH un grupo de
diez personas iniciaron el proyecto de hacer un audio libro que
pudieran ser de utilidad para las comunidades indígenas mayas,
éste fue escrito y grabado en las lenguas: tsotsil, tseltal, tojo-
labal y español. Es un audio libro porque hace posible rescatar
la oralidad, elemento importante para los pueblos indígenas.
Quienes lo conformaron son diez personas: dos mujeres y
ocho hombres, de los cuales dos son pintores, dos músicos,
un fotógrafo, tres comunicadores comunitarios (videoastas
populares) y dos antropólogos; siete de sus integrantes son de
raíz maya (todos hablan español, tres tsotsil, dos tseltal y uno
tojolabal), una de ascendencia mixteca (español e inglés), otra
de raíz japonesa (español, japonés e ingles) y otro germano
(alemán, español, inglés y francés). Cada uno de los capítulos
fue creado por uno de los integrantes, en los que se desnuda-
ron o se auto representaron, tratando de dar respuestas a las
preguntas ¿de dónde vengo?, ¿cuáles son mis raíces?, ¿quién
soy yo?, ¿cómo empecé hacer lo que hago? y esto que hago
¿cómo contribuye al desarrollo de los pueblos originaros o a la
humanidad?, ¿a dónde va mi querer?, entre otras. El resultado
es un cúmulo de reflexiones, vivencias hechas palabra, voz,
imagen, recuerdo y esperanza.
Damián se desnuda, se busca, se deshilvana para
volverse a tejer así mismo a través de su relato:
4 V.V.A.A., Sjalel kibeltik. Sts’isjel ja kechtiki’. Tejiendo nuestras raíces, op. cit., pp. 293 – 294.
México: Identidad, conflicto y globalidad.Parte II: Hombres y mujeres construyendo puentes desde el corazónWalkiria Torres Soto
Hay quienes prefieren olvidar a cambio de silencio y sufrimiento, pero yo prefiero aquí morir que callar las voces de mi pueblo.No, ya no voy a callar más llora corazón que éste es tu pueblo.Cuando vayas por ahí me voy a acordar que tuve un sueño por vivir
Damián Martínez Grupo Sak Tzevul
• PÉNDULO21/CUATRO/OCTUBRE 2013 •
EDITOREnrique Luján Salazar
DISEÑOClaudia Macías Guerra
La Jornada AguascalientesPÉNDULO 21
Publicación QuincenalOctubre 2013. Año 4, No. 89
COMITÉ EDITORIALIgnacio Ruelas OlveraJosé de Lira BautistaRaquel Mercado SalasRamón López Rodríguez
COLABORACIONESWalkiria Torres Soto
Carlos Guerrero
Mi madre es zapoteca procedente de Juchitán, Oaxaca, mi padre
es originario de Zinacantán, Chiapas. Pese a que ambas familias
son hablantes de lenguas originarias, zapoteca y tsotsil, mis
hermanos y yo crecimos hablando castellano…
Durante mi vida de estudiante siempre tuve un complejo silen-
cioso por asistir a clases en la ciudad de San Cristóbal y vivir en
Zinacantán. Fue muy difícil ir y venir entre dos mundos distintos,
incluso a veces en un solo día. En uno se me llamaba “indio” o
“indígena” en tono despectivo y algunos de mis compañeros se
burlaban por lo tímido que yo era. A mi hermano le pasaba lo
mismo pero él tomaba la opción de irse a los golpes, mientras
que yo no intentaba defenderme y sólo recordaba las palabras
de mi papá: “¡Donde quiera que vayas, nunca niegues tu origen!”
En el otro mundo, en Zinacantán, por ser mi madre de un lugar
distinto al de Los Altos de Chiapas, se me consideraba kaxlan y
eso sí que me enojaba aún más. Creo que esa es una de las pri-
meras razones por la cual empecé a cantar en tsotsil y creo que
lo hice con mucho coraje para que me dejaran de considerar así.
Finalmente creo que lo logré.5
Detrás de la búsqueda de sí, de lo que se es, uno se encuentra con un movimiento
pendular, en el ir y venir de la soledad al encuentro o desencuentro con los otros. No
importa que sean amigos o enemigos, nos vean con respeto, como curiosidad, folklor
o atraso. Y también uno descubre lo que quiere de manera personal y colectiva por-
que en este devenir nos identificamos y nos proyectamos en relación con los demás.
Se narra una vida que a la vez es la historia de los abuelos, de nuestros padres, es el
relato que conlleva la vida de un pueblo y su relación con los otros. La búsqueda sobre
quién soy – en palabras de los indígenas mayas – es ir al encuentro de tu querer. La
afirmación del querer es descubrir lo que quiere tu corazón. Juan Chawuk, artista del
colectivo, nos dice que el corazón “…es el que bombea los sentimientos y las acciones,
es el centro de las motivaciones, del pensamiento, del cuerpo, del ser, y nos permite
crear apasionadamente.” Pero también requiere de “…la mente porque es ella la que
analiza racionalmente si es beneficioso para nuestro espíritu y para los demás, es ella
que nos permite mostrar lo que hacemos.”6
Algunas reflexiones: redes y puentes globales ¿Cómo se conforma la identidad personal y colectiva en el contexto de la discriminación?
De acuerdo con la lectura de los capítulos del proyecto
RACCACH puedo constatar que los relatos a cargo de los indí-
genas mayas tienen como rasgo común una vida marcada por
la discriminación, que se ejercía principalmente en las ciudades:
en las escuelas y los seminarios por parte de los maestros o los
compañeros de banca; en las casas donde se vivía para poder
estudiar, en los comercios u otros espacios donde se laboraba.
Sin embargo, los miembros de la RACCACH consideran que esa
exclusión que separa a mestizos e indígenas no es inamovible.
Porque así como los relatos contienen historias de discriminación
en las ciudades también dan cuenta de relaciones e influencias que
han contribuido a su desarrollo personal y al de sus comunidades.
Así mismo, señalan que existe en ellos un fuerte interés por for-
talecer sus propias raíces, pero también se consideran como una
especie de puente entre las culturas colonizadoras y las propias.
Se miran a sí mismos como “…un péndulo que va de un lado a
otro, que se nutre de un lado y del otro y que también comparte
experiencias a ambos lados”7. La música, el arte, los videos que
elaboran van dirigidos a los miembros de sus comunidades, pero
también a cualquier mexicano así como a un extranjero.
Ahora bien, las culturas originarias no son puras en el
sentido en que dentro de éstas se encuentran elementos occi-
5 Ídem, p. 288 – 289.
6 Ídem, p. 282. 7 Ídem, ver la introducción.
dentales. Y a la inversa hay una fuerte influencia de los pueblos indígenas en la cultura
mestiza. El conflicto radica en asumir que una puede ser mejor que otra, que debe
imponerse y rechazar a las demás. Se puede transitar más allá de las etiquetas indio,
mestizo, negro, kaxlan, ladino. En este siglo XXI, nuestra multicultural es más visible,
por ejemplo, en el grupo Sak Tzevul y en la RACCACH. Así, la identidad puede recrearse,
fortalecerse en la interculturalidad y no consistir en una lucha por preservar lo propio
con resentimiento o imponer nuestras formas de vida a través de la exclusión, la burla
o minimizando a los otros.
Sin embargo aún me queda otra inquietud por abordar, ante el mundo global
neoliberal – que absorbe todo a su paso y lo convierte en bienes de consumo – ¿movi-
mientos culturales y artísticos como el grupo Sak Tzevul y la RACCACH escapan a las
fuerzas del mercado? Me parece difícil dar una respuesta concluyente, pues ¿cómo se
podría escapar a este sistema económico donde prácticamente todo se vende?, de tal
forma que vemos souvenirs “revolucionarios” como camisetas, tasas, CD, videos o libros
del Che Guevara, del Subcomandante Marcos, de movimientos ecologistas o indígenas. Es
decir, el mercado es tan amplio que uno puede consumir lo que pareciera inconsumible.
Hasta se habla de turismo “revolucionario”, esos extranjeros y algunos mexicanos que
viajan a comunidades indígenas en rebeldía soñando con ser partícipes o testigos de la
transformación social. Pareciera que las opciones que nos quedan son elegir a dónde ir a
comprar: si a las grandes cadenas o en los festivales de estos movimientos alternativos.
En contraparte, considero que la globalidad ha visibilizado los movimientos
indígenas de nuestro país. Pero sobre todo, como protagonistas e incluso de forma
contestataria a la imagen que los otros han hecho de ellos. Por ejemplo los videoastas
de la RACCACH han elaborados documentales como testimonio de las agresiones que
sufren de paramilitares, también para anteponer la imagen propia a la proyección que
han hecho los antropólogos, en oposición a las campañas de turismo que ofrecen su
cultura, festividades y tradiciones como atracciones turísticas y sobre todo a los este-
reotipos que el cine y la televisión hicieron y que en muchas ocasiones los representa
como ignorantes, ingenuos o chistosos. El esfuerzo de los propios indígenas ha sido
negar esa idea artificial que se ha hecho a lo largo de tiempo y en esta tarea ha sido
de gran ayuda el internet, las radios comunitarias y congresos que se han celebrado.
Si bien vivimos en la era del consumo, también vivimos en un mundo más in-
terconectado que nos invita a construir puentes para el diálogo, que ha hecho posible
música entre tsotsiles y japoneses o elaborar un audio libro entre indígenas, antropó-
logos y artistas de distintas tradiciones culturales que buscan encontrarse para crear
colectivamente un poco de esperanza.