Péndulo21 89

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CRÍTICA/AMÉRICA LATINA, IDENTIDAD Y GLOBALIZACIÓN • PÉNDULO21/UNO/OCTUBRE 2013 • Carlos Guerrero La Jornada Aguascalientes/ Aguascalientes , Mé xico OCTUBRE 2010/ La Jornada Aguascalientes/ Aguascalientes, México OCTUBRE 2013/ Año 4 No. 89 La identidad mestiza CONTENIDO: • LA IDENTIDAD MESTIZA. Carlos Guerrero • MÉXICO: IDENTIDAD, CONFLICTO Y GLOBALIDAD. Parte II: Hombres y mujeres construyendo puentes desde el corazón. Walkiria Torres Soto E n medio de la oscuridad de un socavón de la mina boliviana del cerro Rico de Potosí (que alguna vez fuera la ciudad más rica del mundo, incluso en una época de esplendor eu- ropeo), resalta una escultura de piedra asentada en la roca viva de una gruta artificial que los martillos y taladros ca- varon durante años en busca de plata y otras riquezas. La figura, adornada con innumerables cintas de colores, represen- ta a un hombre sentado, con la espalda recta y la cabeza erguida; aunque su cara se parece más a la de un oso y de su cabeza brotan dos grandes cuernos rectos, que son tan naturales como los dientes humanos que le adornan la boca. Un par de ojos plásticos y un falo de grandes proporciones, tallado también en piedra, completan la singular figura que extiende los antebrazos con las palmas hacia arriba, para que sus fieles dejen regalos con que comprar su gracia: hojas de coca, alcohol y cigarros, principalmente; los frutos del mun- do antiguo y del mundo moderno. Se trata de “El Tío”, la deidad que gobierna la mina el subsuelo, con el mismo poder con el que Pachamama administra la tierra superficial. Lejos de allí, una banda marcial ju- venil con trajes de estilo militar europeo, interpretando una versión instrumental de “La vida es un carnaval”, se desplaza en una procesión religiosa católica en honor de la virgen colombiana de Chiquinquirá, una tarde de sábado por las calles del pueblo El Santuario, en Antioquia (así, sin acento, para diferenciarla de la ciudad turca). La gente los mira pasar comiendo crispetas (palomitas) y tomando Coca-Cola, luciendo lo mismo un sombrero vueltiao, que ruanas o lentes Ray Ban y tenis Nike. Marchando al frente, una bastonera y varias animadoras con trajes de porrista, hacen suertes con banderas azules y blancas (los colores que representan a la virgen María en la tradición católica) y bailan al ritmo tropical y sabroso de la canción, en una coreografía muy animada. La posibilidad de contemplar las hue- llas que han dejado cinco siglos de mestizaje, es uno de los mayores placeres que brinda caminar por las calles de muchas ciudades, pueblos, parroquias, rancherías o veredas latinoamericanas. La superposición de cada nueva capa de manifestaciones culturales se asienta sobre la anterior, a veces fundiéndose incluso con los colo- res de su antecesora, otras borrándola casi por completo, como en un eterno palimpsesto de roca, madera y carne que da forma a la cara viva del lugar. Y con ello, a su identidad. Hablar de identidad es hablar de narraciones, como lo vio Ricoeur y como lo podemos comprobar cuando nos preguntamos qué hace a una persona, un grupo o una comunidad identificarse como un ente específico, diferente al resto e idéntico a sí mismo; el mismo de ayer. Entre las muchas cosas que po- demos decir de la identidad -dependiendo de la disciplina desde la que la abordemos y de la corriente con la que la estudiemos- se debe resaltar el carácter dinámico con el que se configura constantemente por medio de las narraciones. Las historias brindan sentido identitario porque son una forma de entenderse a sí mismo en el tiempo, interpretándose como personaje dentro de un relato que pretende explicar los sucesos como una procesión que posee algún orden. El Tío, Bolivia (Continúa en pág. 2)

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Suplemento crítico de La Jornada Aguascalientes

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Page 1: Péndulo21 89

CRÍTICA/AMÉRICA LATINA, IDENTIDAD Y GLOBALIZACIÓN

• PÉNDULO21/UNO/OCTUBRE 2013 •

Carlos Guerrero

La Jornada Aguascalientes/ Aguascalientes, Mé xico OCTUBRE 2010/

Añ o 2 N o. 20La Jornada Aguascalientes/ Aguascalientes, México OCTUBRE 2013/ Año 4 No. 89

La identidad mestiza

CONTENIDO: • LA IDENTIDAD MESTIZA. Carlos Guerrero • MÉXICO: IDENTIDAD, CONFLICTO Y GLOBALIDAD. Parte II: Hombres y mujeres construyendo puentes desde el corazón.

Walkiria Torres Soto

En medio de la oscuridad de un

socavón de la mina boliviana del

cerro Rico de Potosí (que alguna

vez fuera la ciudad más rica del mundo,

incluso en una época de esplendor eu-

ropeo), resalta una escultura de piedra

asentada en la roca viva de una gruta

artificial que los martillos y taladros ca-

varon durante años en busca de plata y

otras riquezas. La figura, adornada con

innumerables cintas de colores, represen-

ta a un hombre sentado, con la espalda

recta y la cabeza erguida; aunque su

cara se parece más a la de un oso y de

su cabeza brotan dos grandes cuernos

rectos, que son tan naturales como los

dientes humanos que le adornan la boca.

Un par de ojos plásticos y un falo de grandes

proporciones, tallado también en piedra,

completan la singular figura que extiende

los antebrazos con las palmas hacia arriba,

para que sus fieles dejen regalos con que

comprar su gracia: hojas de coca, alcohol y

cigarros, principalmente; los frutos del mun-

do antiguo y del mundo moderno. Se trata

de “El Tío”, la deidad que gobierna la mina

el subsuelo, con el mismo poder con el que

Pachamama administra la tierra superficial.

Lejos de allí, una banda marcial ju-

venil con trajes de estilo militar europeo,

interpretando una versión instrumental de

“La vida es un carnaval”, se desplaza en una

procesión religiosa católica en honor de la

virgen colombiana de Chiquinquirá, una

tarde de sábado por las calles del pueblo El

Santuario, en Antioquia (así, sin acento, para

diferenciarla de la ciudad turca). La gente los

mira pasar comiendo crispetas (palomitas)

y tomando Coca-Cola, luciendo lo mismo un

sombrero vueltiao, que ruanas o lentes Ray

Ban y tenis Nike. Marchando al frente, una

bastonera y varias animadoras con trajes de

porrista, hacen suertes con banderas azules

y blancas (los colores que representan a la

virgen María en la tradición católica) y bailan

al ritmo tropical y sabroso de la canción, en

una coreografía muy animada.

La posibilidad de contemplar las hue-

llas que han dejado cinco siglos de mestizaje,

es uno de los mayores placeres que brinda

caminar por las calles de muchas ciudades,

pueblos, parroquias, rancherías o veredas

latinoamericanas. La superposición de

cada nueva capa de manifestaciones

culturales se asienta sobre la anterior, a

veces fundiéndose incluso con los colo-

res de su antecesora, otras borrándola

casi por completo, como en un eterno

palimpsesto de roca, madera y carne

que da forma a la cara viva del lugar. Y

con ello, a su identidad.

Hablar de identidad es hablar

de narraciones, como lo vio Ricoeur y

como lo podemos comprobar cuando nos

preguntamos qué hace a una persona,

un grupo o una comunidad identificarse

como un ente específico, diferente al

resto e idéntico a sí mismo; el mismo

de ayer. Entre las muchas cosas que po-

demos decir de la identidad -dependiendo

de la disciplina desde la que la abordemos

y de la corriente con la que la estudiemos-

se debe resaltar el carácter dinámico con el

que se configura constantemente por medio

de las narraciones. Las historias brindan

sentido identitario porque son una forma

de entenderse a sí mismo en el tiempo,

interpretándose como personaje dentro de

un relato que pretende explicar los sucesos

como una procesión que posee algún orden.

El Tío, Bolivia

(Continúa en pág. 2)

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• PÉNDULO21/DOS/OCTUBRE 2013 •

Paloma Müller, Introspección.

Pero el lugar del personaje, así como la forma en que este se inter-

preta, se reconfigura constantemente, dando lugar a un proceso vivo que

no se detiene.

¿Cuál es la identidad latinoamericana que revelan la peregrinación

de El Santuario o la reverencia por El Tío de Potosí? ¿Hasta dónde, los ele-

mentos que alcanzamos a apreciar, definen lo que un pueblo piensa que es?

La identidad supone una constante definición del ser. Como toda

definición, requiere establecer límites para entender dónde comienza y

termina su propio existir, ya sea que nos refiramos a una persona o a una

comunidad. Conlleva una lucha simbólica constante por la predominancia

de sentido que construye nuevas formas de entenderse, que van sobre o

contra las anteriores. Cuando hablamos de identidad e identidades lati-

noamericanas, nos tenemos que referir forzosamente a lo que significa el

mestizaje cultural, fenómeno presente en toda la historia humana.

El Tío de la mina nos muestra dos ideologías en pugna, que batallan

por prevalecer una sobre la otra. Por un lado, las creencias prehispánicas

andinas, que revisten de atributos masculinos al señor del subsuelo y de

características femeninas a la señora de la tierra, estableciendo una forma de

culto en la cual se les debe de rendir tributo para conseguir su beneplácito.

Por el otro, el peso de la religión católica que el conquistador español trajo

y que quiso desterrar las creencias antiguas, en parte por considerarlas

profanas, en parte por su intención de controlar las tierras y las gentes a

través de lo más sagrado: la interpretación en el mundo que hacían los pobladores

originarios de sí y de los demás elementos naturales.

La figura del Tío es anterior a la conquista española, pero su nombre nació

español y colonial, en medio de la prohibición de su adoración, a raíz, entre otras

cosas, de que su imagen recuerde la imaginación que los católicos tienen sobre

los demonios. Para los mineros, representa una figura paternal y en esa medida

proporciona sentido sobre quiénes son ellos y qué hacen. La fe en El Tío repre-

senta una forma paradigmática que ha definido la identidad en Latinoamérica:

la resistencia.

El mestizaje es un terreno de lucha ideológica, creador y fecundo, donde

se generan nuevos significados en un territorio que no pertenece enteramente a

ninguno de los mundos que lo posibilitan. Es el producto de las fronteras culturales,

aunque no siempre conlleva fusión, sino un complejo proceso de resignificación,

borrado, mezcla y creación de sentidos. Los mineros han resistido en su creencia,

pero han incorporado también muchos elementos de la fe católica y del modo

de vida moderno. Quizás en el pasado El Tío solamente recibía hojas de coca,

mientras que ahora es honrado con tabaco y alcohol, de la misma forma en que

la Virgen de Guadalupe es festejada en el Tepeyac con un sinnúmero de grupos

de danzantes que anteriormente ejecutaban su arte sólo para Tonantzin. Las an-

tiguas prácticas y creencias sobreviven enteras o mutiladas, a veces convertidas,

resignificadas o escondidas, mientras que se incorporan a otras nuevas.

La procesión a la virgen de Chiquinquirá de El Santuario, tal como se ce-

lebra, no es española ni indígena, es colombiana (si es que tenemos que ponerle

un nombre), de la misma forma en que la cumbia no es negra ni europea. El culto

al Tío de la mina es boliviano, como mexicana es la fiesta del día de muertos, que

incorpora creencias prehispánicas y cristianas. Pertenecen a un terreno nuevo

que ha tomado elementos de culturas diversas para generar una marca propia.

Las improntas visibles nos hablan de catolicismo, música afroamericana, culto a

la tierra, valores prehispánicos, marcas norteamericanas, entre muchos más. Y

ésa es la forma que tienen en nuestros días, pero no será la definitiva, como no

puede ser definitivo un proceso de mestizaje cultural.

Este fenómeno despierta el miedo a lo nuevo, al cambio y a la pérdida

de la configuración de cosas conocida. La llamada “pérdida de identidad” es sólo

parte de un proceso mayor e imparable que implica la lucha constante entre

tradiciones que se han establecido como hegemónicas y nuevas formas de vida

que se popularizan entre los integrantes de una sociedad. Las narraciones se re-

configuran constantemente, cambiando la forma en que los pueblos se entienden

a sí mismos. Hasta los colectivos indígenas Tagaeiri y Taromenane del Ecuador,

que han elegido el aislamiento voluntario y que son respetados en esta decisión

por el gobierno actual, se definen culturalmente, en parte, por el mundo del que

se quieren mantener alejados, evitándolo.

¿Cuál es la identidad latinoamericana? Si hubiera alguna, podría arriesgar

la respuesta: “el mestizaje” es un proceso creador que sigue generando nuevas

formas de entenderse en la realidad y que incorpora constantemente elementos

de culturas cada vez más lejanas. Pero lo haría, solamente porque estoy conven-

cido de que esta misma respuesta es propia ante la pregunta por muchas otras

de las identidades regionales en un mundo como el nuestro, que tuvo un punto

de inflexión trascendente hace cinco siglos, cuando comenzó un proceso globa-

lizador que aún no se ha detenido.

Un mundo donde una procesión latinoamericana está poblada de marcas

estadounidenses, donde El Tío de la mina recibe como ofrenda una cajetilla de

Lucky Strike o donde disfrutamos de la belleza de las formas indígenas talladas en

la fachada de la catedral de Zacatecas. Un mundo donde el renacimiento italiano

se vio influenciado por los códices mesoamericanos hace cinco siglos y donde hoy

se lee y se estudia a Cortázar, a García Márquez y a Paz en francés e inglés.

Se trata, simplemente, de la maravilla del mestizaje cultural.

Richard Bourgogne . El tio de la mina, Potosi, Bolivia

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• PÉNDULO21/TRES/OCTUBRE 2013 •

En la primera parte de este trabajo señalé que la identidad

del mexicano no es unidad homogénea, ni mucho menos

algo ya resuelto, más bien es la tarea siempre constante

de desentrañar eso que vamos haciendo de nosotros mismos.

Al indagar sobre la identidad personal encontré que de forma

latente persiste un sentimiento de soledad e incertidumbre

al enfrentar nuestra indeterminación. Y al situar el espacio

sociocultural de los mexicanos descubrimos una sociedad en

conflicto, una confrontación de dos civilizaciones, que inicia

desde la conquista y que a lo largo del tiempo persiste. La

constante es una lucha por ejercer de forma unilateral el poder,

mientras que las diferencias sociales y culturales se niegan

provocando subordinación y discriminación.

Los pueblos originarios han tenido que enfrentarse

al rechazo a sus formas de vida, su lengua y sus tradiciones.

Indagar sobre las implicaciones que ha tenido este hecho en la

conformación de la identidad para los hombres y mujeres que

pertenecen a estos pueblos es mi objetivo en la segunda parte

de este trabajo, ya que dicha conformación de su identidad

conlleva hacerlo en un contexto marcado por la discriminación.

Para llevar a cabo este propósito he decidido ir por un sendero

que me permita transitar por la vivencia de la conformación de

la identidad y la del conflicto de hacerlo en la adversidad. De

tal forma que narraré algunas experiencias del fundador del

grupo Sak Tzevul, Damián Martínez, y algunas reflexiones de

él y de otros miembros de la Red de Artistas, Comunicadores

Comunitarios y Antropolog@s (sic) de Chiapas (RACCACH) que

han hecho en el trabajo colectivo que se encuentra plasmado

en el audio libro Sjalel kibeltik. Sts’isjel ja kechtiki’. Tejiendo

nuestras raíces.1

Todo comenzó cuando descubrí a Sak Tzevul Un día veía un programa de televisión en la red y al finalizar la

emisión cerraba con un video del grupo Sak Tzevul. Lo que me

llamó la atención era la combinación de elementos musicales

y visuales, pues se veían personas que participaban en una

ceremonia y entonaban una canción tradicional, habían unos

músicos con guitarras eléctricas y percusiones, usaban una

indumentaria similar a la de los que participaban en la ceremo-

1V.V.A.A., Sjalel kibeltik. Sts’isjel ja kechtiki’. Tejiendo nuestras raíces. Red de Artistas, Comunicadores Comunitarios y Antropólog@s de Chiapas (RACCACH), Chiapas, México, 2010. Versión electrónica, http://www.jkopkutik.org/sjalelkibeltik/

nia, además llamó mi atención que dos mujeres formaran parte

del grupo. Me gustó la expresión del grupo, quise conocerlos

más y pude descubrir que ya habían presentado su música

en Japón y que las dos mujeres que forman parte del grupo

eran de origen asiático. El hallazgo me causó sorpresa, pero

más allá de esto, sé que el suceso es una excelente imagen de

nuestro mundo global.

Sak Tzevul es una banda de rock en lengua tsotsil,

originaria de Zinacantán, Chiapas. En sus composiciones

encontramos una fusión de ritmos al que han denominado

rock fónico; integra música clásica, música tradicional de la

región, principalmente la tsotsil y el rock alternativo. Esta

agrupación fue fundada en 1996, dicho proyecto musical ha

ido evolucionando y en la actualidad lo conforman Damián,

sus dos hermanos Enrique y Palas, su primo Juan Pérez y otros

jóvenes originarios de Zinacantán, pero además se encuentra

Rie Wantanabe, violinista de música clásica, y Kaori Nishii,

trombonista y ocarinista, originarias del sur de Japón.

Los hermanos que son parte de la agrupación son la

tercera generación de músicos que retoman los sonidos básicos

ancestrales que les fue legado por su padre y su abuelo. A través

de un estilo nuevo (que no busca alterar la letra y los ritmos

tradicionales) pretenden difundir su cultura originaria. Así, lo

tradicional se apropia de instrumentos que le eran ajenos y se

ofrece una composición contemporánea con texturas e influen-

cias extranjeras derivando en una nueva música tradicional.2 Sin

embargo, la consolidación del grupo no ha sido tarea sencilla,

cuando la banda intentó abrirse paso en su pueblo natal causó

inconformidad en algunos de los habitantes de Zinacantán. Pues

dicha comunidad “…posee una cultura tradicional de hondas

raíces, celosa de cualquier influencia exterior y sobre todo en

oposición a la presencia de otra cultura que llegue a tratar de

implantarse y desplazar la música autóctona.”3

El rock ha sido utilizado como un medio de manifesta-

ción de la inconformidad y resistencia social, por lo que no podría

ser la excepción en las culturas indígenas. Damián cuenta que

en agosto de 1997 a través de la Casa de la Cultura se montó

2 Cfr. Juan Clemente Orozco y María Esther Pérez Pechá “Sak tzevul: de los sonidos ancestrales al rock fónico. Educación musical en Zinacantán, Chiapas”, Ponencia presentada en el X Congreso Nacional de Investigación Educativa, en Veracruz, Veracruz del 21 al 25 de noviembre de septiembre del 2009. Disponible en línea: http://www.comie.org.mx/congreso/memoriaelectronica/v10/pdf/area_tematica_12/ponencias/0052-F.pdf 3 Ibídem.

un programa cultural por la fiesta de San Lorenzo y en dicho

festival se le negó la posibilidad de participar. Indignado, se

instaló él y su banda en la azotea de su casa (que se localizaba

enfrente de la plaza e iglesia principal), unos voluntarios ins-

talaron bocinas y los del grupo se pusieron a tocar su música,

mientras que el maestro de ceremonias del evento de enfrente

les pedía que se callaran, pero ellos se negaron. El suceso casi

les cuesta la cárcel a los integrantes de Sak Tzevul, durante las

semanas siguientes corrió el rumor del malestar por parte de

unos caciques tradicionalistas del pueblo que señalaban que la

agrupación estaba pervirtiendo y emborrachado a los jóvenes

de la comunidad. El padre de Damián les pidió que dejaran de

tocar o se marcharan porque temía que agredieran a toda la

familia.4 El joven rockero haría sus maletas para emprender un

viaje hacia la búsqueda de sí mismo.

El péndulo: ni kaxlan ni indioEl 16 de enero del 2008 a través de la RACCACH un grupo de

diez personas iniciaron el proyecto de hacer un audio libro que

pudieran ser de utilidad para las comunidades indígenas mayas,

éste fue escrito y grabado en las lenguas: tsotsil, tseltal, tojo-

labal y español. Es un audio libro porque hace posible rescatar

la oralidad, elemento importante para los pueblos indígenas.

Quienes lo conformaron son diez personas: dos mujeres y

ocho hombres, de los cuales dos son pintores, dos músicos,

un fotógrafo, tres comunicadores comunitarios (videoastas

populares) y dos antropólogos; siete de sus integrantes son de

raíz maya (todos hablan español, tres tsotsil, dos tseltal y uno

tojolabal), una de ascendencia mixteca (español e inglés), otra

de raíz japonesa (español, japonés e ingles) y otro germano

(alemán, español, inglés y francés). Cada uno de los capítulos

fue creado por uno de los integrantes, en los que se desnuda-

ron o se auto representaron, tratando de dar respuestas a las

preguntas ¿de dónde vengo?, ¿cuáles son mis raíces?, ¿quién

soy yo?, ¿cómo empecé hacer lo que hago? y esto que hago

¿cómo contribuye al desarrollo de los pueblos originaros o a la

humanidad?, ¿a dónde va mi querer?, entre otras. El resultado

es un cúmulo de reflexiones, vivencias hechas palabra, voz,

imagen, recuerdo y esperanza.

Damián se desnuda, se busca, se deshilvana para

volverse a tejer así mismo a través de su relato:

4 V.V.A.A., Sjalel kibeltik. Sts’isjel ja kechtiki’. Tejiendo nuestras raíces, op. cit., pp. 293 – 294.

México: Identidad, conflicto y globalidad.Parte II: Hombres y mujeres construyendo puentes desde el corazónWalkiria Torres Soto

Hay quienes prefieren olvidar a cambio de silencio y sufrimiento, pero yo prefiero aquí morir que callar las voces de mi pueblo.No, ya no voy a callar más llora corazón que éste es tu pueblo.Cuando vayas por ahí me voy a acordar que tuve un sueño por vivir

Damián Martínez Grupo Sak Tzevul

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• PÉNDULO21/CUATRO/OCTUBRE 2013 •

EDITOREnrique Luján Salazar

DISEÑOClaudia Macías Guerra

La Jornada AguascalientesPÉNDULO 21

Publicación QuincenalOctubre 2013. Año 4, No. 89

COMITÉ EDITORIALIgnacio Ruelas OlveraJosé de Lira BautistaRaquel Mercado SalasRamón López Rodríguez

COLABORACIONESWalkiria Torres Soto

Carlos Guerrero

Mi madre es zapoteca procedente de Juchitán, Oaxaca, mi padre

es originario de Zinacantán, Chiapas. Pese a que ambas familias

son hablantes de lenguas originarias, zapoteca y tsotsil, mis

hermanos y yo crecimos hablando castellano…

Durante mi vida de estudiante siempre tuve un complejo silen-

cioso por asistir a clases en la ciudad de San Cristóbal y vivir en

Zinacantán. Fue muy difícil ir y venir entre dos mundos distintos,

incluso a veces en un solo día. En uno se me llamaba “indio” o

“indígena” en tono despectivo y algunos de mis compañeros se

burlaban por lo tímido que yo era. A mi hermano le pasaba lo

mismo pero él tomaba la opción de irse a los golpes, mientras

que yo no intentaba defenderme y sólo recordaba las palabras

de mi papá: “¡Donde quiera que vayas, nunca niegues tu origen!”

En el otro mundo, en Zinacantán, por ser mi madre de un lugar

distinto al de Los Altos de Chiapas, se me consideraba kaxlan y

eso sí que me enojaba aún más. Creo que esa es una de las pri-

meras razones por la cual empecé a cantar en tsotsil y creo que

lo hice con mucho coraje para que me dejaran de considerar así.

Finalmente creo que lo logré.5

Detrás de la búsqueda de sí, de lo que se es, uno se encuentra con un movimiento

pendular, en el ir y venir de la soledad al encuentro o desencuentro con los otros. No

importa que sean amigos o enemigos, nos vean con respeto, como curiosidad, folklor

o atraso. Y también uno descubre lo que quiere de manera personal y colectiva por-

que en este devenir nos identificamos y nos proyectamos en relación con los demás.

Se narra una vida que a la vez es la historia de los abuelos, de nuestros padres, es el

relato que conlleva la vida de un pueblo y su relación con los otros. La búsqueda sobre

quién soy – en palabras de los indígenas mayas – es ir al encuentro de tu querer. La

afirmación del querer es descubrir lo que quiere tu corazón. Juan Chawuk, artista del

colectivo, nos dice que el corazón “…es el que bombea los sentimientos y las acciones,

es el centro de las motivaciones, del pensamiento, del cuerpo, del ser, y nos permite

crear apasionadamente.” Pero también requiere de “…la mente porque es ella la que

analiza racionalmente si es beneficioso para nuestro espíritu y para los demás, es ella

que nos permite mostrar lo que hacemos.”6

Algunas reflexiones: redes y puentes globales ¿Cómo se conforma la identidad personal y colectiva en el contexto de la discriminación?

De acuerdo con la lectura de los capítulos del proyecto

RACCACH puedo constatar que los relatos a cargo de los indí-

genas mayas tienen como rasgo común una vida marcada por

la discriminación, que se ejercía principalmente en las ciudades:

en las escuelas y los seminarios por parte de los maestros o los

compañeros de banca; en las casas donde se vivía para poder

estudiar, en los comercios u otros espacios donde se laboraba.

Sin embargo, los miembros de la RACCACH consideran que esa

exclusión que separa a mestizos e indígenas no es inamovible.

Porque así como los relatos contienen historias de discriminación

en las ciudades también dan cuenta de relaciones e influencias que

han contribuido a su desarrollo personal y al de sus comunidades.

Así mismo, señalan que existe en ellos un fuerte interés por for-

talecer sus propias raíces, pero también se consideran como una

especie de puente entre las culturas colonizadoras y las propias.

Se miran a sí mismos como “…un péndulo que va de un lado a

otro, que se nutre de un lado y del otro y que también comparte

experiencias a ambos lados”7. La música, el arte, los videos que

elaboran van dirigidos a los miembros de sus comunidades, pero

también a cualquier mexicano así como a un extranjero.

Ahora bien, las culturas originarias no son puras en el

sentido en que dentro de éstas se encuentran elementos occi-

5 Ídem, p. 288 – 289.

6 Ídem, p. 282. 7 Ídem, ver la introducción.

dentales. Y a la inversa hay una fuerte influencia de los pueblos indígenas en la cultura

mestiza. El conflicto radica en asumir que una puede ser mejor que otra, que debe

imponerse y rechazar a las demás. Se puede transitar más allá de las etiquetas indio,

mestizo, negro, kaxlan, ladino. En este siglo XXI, nuestra multicultural es más visible,

por ejemplo, en el grupo Sak Tzevul y en la RACCACH. Así, la identidad puede recrearse,

fortalecerse en la interculturalidad y no consistir en una lucha por preservar lo propio

con resentimiento o imponer nuestras formas de vida a través de la exclusión, la burla

o minimizando a los otros.

Sin embargo aún me queda otra inquietud por abordar, ante el mundo global

neoliberal – que absorbe todo a su paso y lo convierte en bienes de consumo – ¿movi-

mientos culturales y artísticos como el grupo Sak Tzevul y la RACCACH escapan a las

fuerzas del mercado? Me parece difícil dar una respuesta concluyente, pues ¿cómo se

podría escapar a este sistema económico donde prácticamente todo se vende?, de tal

forma que vemos souvenirs “revolucionarios” como camisetas, tasas, CD, videos o libros

del Che Guevara, del Subcomandante Marcos, de movimientos ecologistas o indígenas. Es

decir, el mercado es tan amplio que uno puede consumir lo que pareciera inconsumible.

Hasta se habla de turismo “revolucionario”, esos extranjeros y algunos mexicanos que

viajan a comunidades indígenas en rebeldía soñando con ser partícipes o testigos de la

transformación social. Pareciera que las opciones que nos quedan son elegir a dónde ir a

comprar: si a las grandes cadenas o en los festivales de estos movimientos alternativos.

En contraparte, considero que la globalidad ha visibilizado los movimientos

indígenas de nuestro país. Pero sobre todo, como protagonistas e incluso de forma

contestataria a la imagen que los otros han hecho de ellos. Por ejemplo los videoastas

de la RACCACH han elaborados documentales como testimonio de las agresiones que

sufren de paramilitares, también para anteponer la imagen propia a la proyección que

han hecho los antropólogos, en oposición a las campañas de turismo que ofrecen su

cultura, festividades y tradiciones como atracciones turísticas y sobre todo a los este-

reotipos que el cine y la televisión hicieron y que en muchas ocasiones los representa

como ignorantes, ingenuos o chistosos. El esfuerzo de los propios indígenas ha sido

negar esa idea artificial que se ha hecho a lo largo de tiempo y en esta tarea ha sido

de gran ayuda el internet, las radios comunitarias y congresos que se han celebrado.

Si bien vivimos en la era del consumo, también vivimos en un mundo más in-

terconectado que nos invita a construir puentes para el diálogo, que ha hecho posible

música entre tsotsiles y japoneses o elaborar un audio libro entre indígenas, antropó-

logos y artistas de distintas tradiciones culturales que buscan encontrarse para crear

colectivamente un poco de esperanza.