PEPITA PEÑA Y LA CAÍDA DE BAZAINE - Aleph Ciencias...

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PEPITA PEÑA Y LA CAÍDA DE BAZAINE J. M. MlQUEL I VERGES P EPITA P EÑA ES ANTÍTESIS de Francisca Agüero. 1 Batalladora desde la época en que Bazaine la corteja en el México impe- rial, en aquel entonces contra el chisme y la irónica sonrisa, no ceja en su lucha hasta que la muerte del mariscal, acaecida en Madrid, cierra el último capítulo de su vida novelesca. Bazaine, en cambio, tiene algo de Prim. La carrera mili- tar ha sido para los dos dura y ruda; no ha habido academia; la academia, la guerra, y el ascenso, el heroísmo y la abne- gación. Nacido en Versalles el 13 de febrero de 1811, crece frente a las mismas inquietudes ambientales; los tres años que sepa- ran a Bazaine de Prim no son suficientes para distanciarlos, pero sí, acaso, el escenario de los acontecimientos. Las carre- teras de Francia, cuando Bazaine juega con soldados de plomo, parecen retener todavía las huellas de la Grande Armée per- dida en el ocaso de una gloria que pugnará por renacer. Los caminos de España ensangrentados por la ofensiva y retirada francesas, no han cesado en su púrpura; sangre de hermanos mantiene el delirio que se despertó cuando la invasión y no cesó después de la retirada. Francia se encerraba en la medi- tación mientras España abría todas las peligrosas puertas del individualismo guerrero. Prim encontró el ambiente en la guerra civil; Bazaine lo fue a buscar en la Legión Extranjera. Prim y Bazaine estuvieron siempre muy cerca y no se cruza- ron jamás. Incluso para hacer más sorprendente la coinci- dencia, los dos enlazaron sus vidas con mujer mexicana. Demos muchos pasos adelante para volver luego al inicio. Mientras Bazaine no se resignaba a su cautiverio en la fortaleza de Santa Margarita, célebre por haber estado en ella la famosa Máscara de Hierro, hilo interminable de leyendas, hoy esclarecidas, su esposa, la mexicana Pepita Peña, trama

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PEPITA PEÑA Y LA CAÍDA DE BAZAINE

J . M. MlQUEL I VERGES

PEPITA PEÑA ES ANTÍTESIS de Francisca A g ü e r o . 1 Bata l ladora

desde la época en que Bazaine la corteja en el M é x i c o impe­

r i a l , en aquel entonces contra el chisme y la irónica sonrisa,

n o ceja en su lucha hasta que la m u e r t e del mariscal, acaecida

en M a d r i d , c ierra el ú l t imo capítulo de su v i d a novelesca.

Bazaine, en cambio, t iene algo de P r i m . L a carrera m i l i -

tar ha sido para los dos d u r a y r u d a ; n o ha habido academia;

l a academia, la guerra, y el ascenso, el heroísmo y la abne­

gación.

N a c i d o en Versalles e l 13 de febrero de 1811, crece frente

a las mismas inquietudes ambientales; los tres años que sepa­

r a n a Bazaine de P r i m n o son suficientes para distanciarlos,

pero sí, acaso, el escenario de los acontecimientos. Las carre­

teras de Francia, cuando Bazaine juega con soldados de p l o m o ,

parecen retener todavía las huellas de la Grande Armée per­

d i d a en el ocaso de u n a g l o r i a que pugnará por renacer. Los

caminos de España ensangrentados p o r la ofensiva y ret i rada

francesas, n o h a n cesado en su púrpura; sangre de hermanos

mant iene el d e l i r i o que se despertó cuando la invasión y n o

cesó después de la re t i rada . Francia se encerraba en la medi­

tación mientras España abría todas las peligrosas puertas de l

i n d i v i d u a l i s m o guerrero. P r i m encontró el ambiente en la

guerra c i v i l ; Bazaine l o fue a buscar en la Leg ión E x t r a n j e r a .

P r i m y Bazaine estuvieron siempre m u y cerca y n o se cruza­

r o n jamás. I n c l u s o para hacer más sorprendente la coinci­

dencia, los dos enlazaron sus vidas con m u j e r mexicana.

Demos muchos pasos adelante para volver luego a l i n i c i o .

M i e n t r a s Bazaine n o se resignaba a su caut iver io en la

fortaleza de Santa M a r g a r i t a , célebre p o r haber estado en ella

la famosa Máscara de H i e r r o , h i l o i n t e r m i n a b l e de leyendas,

hoy esclarecidas, su esposa, la mexicana Pepita Peña, t r a m a

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u n p l a n de fuga, p l a n audaz, inverosímil casi, pero n o en b a l d e la emperatr iz de Francia, la española Eugenia de M o n -t i j o , le dirá en tono de m e l i n d r e , desusado en ella: Mais ma petite marchéle, I ' h i s t o i r e ¿occupera de vous avec avantage...

D i c h o que a l f i n resultó desmentido p o r los hechos, p o r l o menos en México . Apenas si en la heterogénea b a l u m b a de los acontecimientos del efímero i m p e r i o de M a x i m i l i a n o , suena su n o m b r e . Las crónicas de la época h a b l a n de su b o d a , de la p o m p a afrancesada del banquete, del atuendo de las damas, d e l porte gal lardo — a d j e t i v o m u y del s i g l o — , de los caballeros, con sus uni formes deslumbrantes por las condecoraciones. Y sin embargo, el la, poco t i e m p o después d e l suntuoso festejo, desaparece de l escenario mexicano. Su v i d a estará en París p r i m e r o , más tarde en M a d r i d . N o hay q u e o l v i d a r que Josefa Peña cuenta t a n sólo diecisiete años c u a n d o enlaza su v i d a con Bazaine a q u i e n podríamos cal i f i ­car de ú l t i m o virrey , aunque a decir verdad, n i n g u n o tuvo n i r e t u v o , como él, tanta a u t o r i d a d , m a n d o que incluso llegó a fas t id iar a M a x i m i l i a n o , a l f i n de cuentas su juguete trágico.

C o r p u l e n t o aunque n o rechoncho, e l mariscal t iene cin­cuenta y cuatro años cuando su boda con Pepita, pero debió aparentar muchos más, ya que Blasio, en su Maximiliano intimo, nos dice: " . . l lamó m u c h o la atención este m a t r i m o ­n i o , pues el mariscal aunque fuerte y vigoroso era ya u n h o m b r e de sesenta y tantos a ñ o s . . 2 Pero con el t iempo a cuestas y su viudez con u n a española (María Soledad T o r m o ) , en los recuerdos, Bazaine bai laba habaneras y lanceros en los festejos de la Corte , con Pepita Peña, n i e t a de u n o de los h o m ­bres iniciadores de la Independencia , sobrina de u n ant iguo presidente de la Repúbl ica . C o n su casamiento daba fe a l refrán castellano: "moza lozana, la barba cana".

E l destino, u n destino dramático, la l levaba ya entonces asida de la m a n o .

Se conocieron el 15 de agosto de 1864. Bazaine daba en el palac io de Buenavista, que había sido de los P i n i l l o s , u n gran bai le , e l p r i m e r o desde la l legada de M a x i m i l i a n o y Carlota. E n aque l la fiesta Pepita i b a ataviada con u n vestido azul y estaba algo deslumbrada p o r e l ambiente . L a invitación se

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la había p r o p o r c i o n a d o u n p r i m o hermano suyo, E n r i q u e Peña y Barragán q u i e n , a l decir de algunos, resistía la confa­bulación f a m i l i a r para que se casara con Pepita. De ser ver­dad esta versión, aquel i n i c i o de festejo con Bazaine debió caerle a maravi l las .

Pepita, huérfana de padre, vivía con su madre en casa de u n a tía, J u l i a n a Azcárate, v i u d a del que había sido presi­dente de la R e p ú b l i c a , M a n u e l Gómez Pedraza. Los Azcárate y los Pedraza eran fami l ias de abolengo en el M é x i c o d e l x i x , en e l cual , a pesar de los trastornos políticos a p a r t i r de la lucha p o r l a independencia, el resquiezo que quedaba de la época c o l o n i a l permitía mantener, a u n q u e con luz débil , el esplendor c r i o l l o de la ú l t ima década del setecientos.

Su p r i m e r a danza, aquel la noche, con el mariscal Bazaine, fue u n vals, m u y de la época y que la l levaría, con otras notas, a revolotear p o r el m u n d o .

A p a r t i r de aquel día, el h o m b r e fuerte de l débil i m p e r i o , p ierde algo de su antipática presunción. Los vecinos de la calle de l Coliseo N u e v o , donde vive Pepita, atisban a l maris­cal que, como cua lquier mozuelo, anda y reanda frente a la casa de su amada y, en algunas oportunidades, a caballo y acompañado de su vistosa escolta de v irrey . Resultaría tea­t r a l el desfile y u n t a n t o jocoso el mariscal , con sus años, caracoleando el caballo árabe ante los ojos complacidos de Pepita, q u i e n saludaba a l galán levantando la mano.

L a f a m i l i a j u a r i s t a p o r cierto, parecía también complacida; por l o menos aquel r e l u c i r de uni formes franceses impresio­naría asimismo a la señora Azcárate, v i u d a de Peña.

D e fiesta en fiesta, de bai le en bai le , se desmanejaba el h i l o y en u n o de ellos, en el de carnaval, se l legó a l o v i l l o . Pepita Peña fue pedida en m a t r i m o n i o p o r Bazaine. Las sonrisas irónicas de la a l ta sociedad mexicana, en algunos as­pectos afrancesada, se m u t a r o n en expresiones de sorpresa. L a emperatr iz había c o n t r i b u i d o m u c h o a la decisión. Quizás ya de entonces n o estaba cuerda.

A RAÍZ D E L N A C I M I E N T O del p r i m e r h i j o de Pepita y de Bazaine, los emperadores aceptan el padrinazgo d e l n iño, pero ya es

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ésta la ú l t ima escena del p r i m e r acto de su aventura in ic iada e n M é x i c o . O t r o h i j o nació cuando ya se hacían los prepara­t ivos de la h u i d a (en términos m i l i t a r e s re t i rada) , de l ejército d e Bazaine.

E n 1867 ve int iocho m i l franceses embarcaban en Veracruz; e n e l ú l t i m o barco que levó anclas, i b a Bazaine. E l dorado s u e ñ o americano del segundo i m p e r i o francés había ter­m i n a d o .

Resignada de estar en la capi ta l de Francia, en el París d e sus ensueños de adolescente, Pepita, con sus dos hijos y u n a doncel la mexicana l l a m a d a Dolores, pasea p o r los Cam­p o s Eliseos y asiste con su esposo a las fiestas y recepciones a q u e d a n l u g a r la Exposición.

E n aquel año, París es la c i u d a d más deslumbrante de E u r o p a ; allí acuden el zar de Rusia y el rey de Prusia, pero B i s m a r k ya puede observar que detrás de la aparatosidad del e jérc i to i m p e r i a l , con uni formes de lucidos colores, hay u n f o n d o de lamentable ineficacia.

E n aquel ambiente u n t a n t o exót ico para u n mexicano ¿no añoraría, Pepita, el M é x i c o i m p e r i a l , cuando bai laba c o n e l emperador la c u a d r i l l a de h o n o r en los bailes de pala­c i o ? 3 A pesar de todo, hay bastantes datos para sospechar q u e Pepi ta se resistió a salir de México , donde en los últimos meses, después de la p a r t i d a de Car lota , era ella la empera­t r i z . L a adulación de los afrancesados n o tenía límites.

E l proceder de Bazaine en M é x i c o , el i m p e r i o francés q u i e r e o l v i d a r l o después del estal l ido de los fusiles en Queré-t a r o , pero en cambio, los emperadores, compensación l i m i ­tada, l o d i s t i n g u e n y l o reciben en la corte con Pepita, q u i e n h a b l a frecuentemente en castellano con la emperatriz . Esta dist inción le a m o r t i g u a algo e l pesar p o r la pérdida de su p r i m e r h i j o , a q u i e n , p o r l o visto, el padrinazgo de M a x i m i ­l i a n o y C a r l o t a puso en m a l camino.

C u a n d o nace u n a niña d e l m a t r i m o n i o , otros emperadores l a a p a d r i n a n , esta vez Eugenia y N a p o l e ó n y la niña es bau­tizada con el n o m b r e de p i l a de la emperatr iz . Apenas em­pieza entonces el segundo acto.

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E N 1870 H A Y I N Q U I E T U D en Europa; el segundo i m p e r i o está v i e j o y s imbolizado por el p r o p i o N a p o l e ó n con los múlt i­ples tintes de su cabello; sin embargo nadie se da cuenta de e l l o y menos Pepita, q u i e n " fue vista en la p r i m e r a C o r t e de cuaresma, luc iendo u n vestido de gasa, tafetán y satén en tres tonos de verde, con u n a m a n t i l l a de encaje sobre sus h o m b r o s y unas hojas de terciopelo en su cabello". Las damas españolas, o de lengua castellana, estaban de m o d a en la corte i m p e r i a l . Pepita lucía, además de l atavío, sus v e i n t i ­dós años.

Generalmente las guerras de antaño nacían acompañadas de u n indescr ipt ib le entusiasmo p o p u l a r . Este hecho se pro­d u j o en Francia en 1870. N a d i e , o m u y pocos, preveían la d e r r o t a , aunque entre ellos estaba Bazaine, de q u i e n se dice q u e d i j o a l p a r t i r para el frente: Nous marchons a un desastre. E n contraste, sonaba en París y se extendía p o r Francia, la frase más que insensata de Eugenia de M o n t i j o : "Ce ma guerre."

Gri tos de aflicción, de socorro y de angustia, sonaban a l poco t i e m p o alrededor de Metz y después de Sedan, en réplica a las voces callejeras de la capi ta l de Francia , a l estallar e l conf l ic to . Las tropas francesas se r e t i r a b a n a Metz poco más tarde de la pérdida de Alsacia p o r M a c M a h o n . L a sombra fantasmagórica de N a p o l e ó n I se había desvanecido en el f u l ­g u r a r de los cañones prusianos; t a n sólo, como u n a caricatura trágica, quedaba el emperador, con su enfermedad, entonces i n c u r a b l e . A l sobreponerse a l d o l o r resultó quizás su único t i m b r e de g l o r i a en el desastre.

N o h u b o en aquel la re t i rada francesa nada de la de 1914 y sí m u c h o de 1940. Inc luso entre las voces republicanas que desde París c lamaban p o r el r e t i r o de N a p o l e ó n del frente, parece que se mezcló la de Pepita Peña, más que enterada del descorazonamiento de su esposo. N a p o l e ó n era u n estorbo y Francia quer ía depositar su ú l t ima esperanza en Bazaine. Por eso cuando se habló de u n a suscripción para regalar a M a c M a h o n u n a espada de honor , Pepita Peña replicó: "Si es así como recompensan la derrota ¿qué piensan hacer con el vencedor?" 4 N o había o t r o posible vencedor que Bazaine.

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Bazaine en la época de su proceso.

(Ulllustration, París, 4 octubre 1873)

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S i n embargo Bazaine n o fue, hasta unos días después, s ino u n juguete d e l emperador.

Si u n N a p o l e ó n n o m a n d a b a su ejército, la dinastía se des­m o r o n a b a . A l ú l t imo l o dejó, pero e l ejército era, como él m i s m o , u n cadáver m a l a n d a n t e p o r carreteras, en las cuales acechaba la m u e r t e .

Después se dirá, inc luso p o r defensores del general, que sus años c o n t r i b u y e r o n a u n a supuesta ineficacia y que su m a t r i m o n i o , c o n u n a jovenc i ta mexicana de diecisiete años, h u b o de c o n t r i b u i r a su p r e m a t u r a vejez. N i esto faltó en la maledicencia; algunos v i e r o n en Pepita Peña u n factor en e l desastre de 187o. E l despecho que nace de las derrotas es a veces más apasionado que e l o r g u l l o engendrado p o r las vic­torias.

Famélicos los hombres, muriéndose cada día a centenares los caballos p o r fa l ta de pienso, el ejército de Bazaine estaba h o r a tras h o r a más i m p o s i b i l i t a d o para acción alguna. H a b í a de resignarse a la suerte de todos los de los sitiados en el curso de la h is tor ia . M i e n t r a s tanto se sabía que las tropas prusianas envolv ían París.

Después de m i l y u n a negociaciones fracasadas, la alter­n a t i v a de los ejércitos prusianos, fue esta: "rendic ión incon­d i c i o n a l " . E l 27 de octubre los alemanes apr is ionaban en M e t z el ú l t imo ejército de l i m p e r i o : ¡179,000 hombres!

N o ha de haber entonces e c u a n i m i d a d para el vencido y pr is ionero Bazaine. U n a proc lama de Gambetta , en la cual , p o r cierto, se a ludía a México , t e r m i n a b a así: "Bazaine a trahi". Esto, en otras palabras, quería decir: Francia n o ha sido vencida sino tra ic ionada p o r e l i m p e r i o . T h i e r s ya había cal i f icado a G a m b e t t a de frenético. L a espada entregada p o r N a p o l e ó n n o era la espada de Francia. L a guerra c o n t i n u a b a sobre Is ruinas d e l i m p e r i o vencido en Sedan.

U n a cosa era Francia y o t r a u n enfermo emperador hecho pr is ionero en el frente. Los estudiosos de la h i s t o r i a de Fran­cia n o conocían o t r o suceso semejante que el de Francisco I en la batal la de Pavía.

C u a n d o se constituyó el gobierno de la Defensa N a c i o n a l , e l m i n i s t r o de Negocios Extranjeros declaró, a f i n de dis ipar

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c u a l q u i e r a duda: " N o cederemos n i u n pie de terreno n i u n a p i e d r a de nuestras fort i f icaciones." Y hasta a su alcance cum­p l i ó la promesa. Los alemanes en más de u n a ocasión pensa­r o n seriamente en levantar e l s i t io de París. Pero cuando se acabaron, incluso las ratas, para a l i m e n t a r a la c iudad, la capitulación resultó inevi table .

L a mancha de traición — a s í es la po l í t i ca—, alcanzó i n ­cluso a Pepita, la cual , para l ibrarse de u n a detención, a todas luces in justa , h u b o de refugiarse, con su madre, en u n a emba­jada. Antes había aparecido en Tou.rs, donde estaba el go­b i e r n o , con el deseo de reunirse en el frente con Bazaine. Este episodio ya expl ica su proceder c u a n d o el caut iver io de Bazaine en Santa M a r g a r i t a , ya que en aquel entonces estaba encinta, a p u n t o de ser madre nuevamente. L a supuesta t r a i ­c ión de Pepita n o resultó, n o obstante, obstáculo para que G a m b e t t a le pidiese su colaboración para descifrar unos de los últimos mensajes de Bazaine, la clave de los cuales había quedado en París. N o había h a b i d o globos para los docu­mentos . 5

M i e n t r a s d u r a b a todavía la guerra, Pepita p u d o reunirse con Bazaine en Cassel.

Pepita, la mexicana Pepita Peña, t u v o entonces u n gesto m u y francés, aparatoso, s imbólico y poético: mandó a buscar u n saco de t i e r r a de L o r e n a y la extendió bajo su lecho de p a r t u r i e n t a . Este proceder de Pepita agradó tanto a Bazaine que, emocionado, escribió a l emperador cuando el n a c i m i e n t o d e l n iño: "Les prussiens ont un prisonnier de plus." E n aque­l l a guerra j u g a r o n tanto las frases como las armas.

Reyes e n el e x i l i o n o h a n escaseado nunca a p a r t i r de l siglo XIX. A c t u a l m e n t e se ha acrecentado su merodear. E n aquel entonces, después de la proclamación del i m p e r i o ale­mán en Versalles, están en Suiza, donde acude Bazaine des­pués de la paz, la r e i n a Isabel I I y su h i j o Alfonso, más tarde Al fonso X I I . P r i m los ha expulsado de España con la revolución de Septiembre, la cual n o desembocó en u n a repú­bl ica, sino en u n a m o n a r q u í a democrática y en la persona de u n rey inadaptable en España: A m a d e o de Saboya.

Por l o visto el destino de padr inos reales persigue a los

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h i j o s de P e p i t a y de Bazaine. E l n iño nacido en Cassel, sobre t i e r r a de L o r e n a , l o apadrinarán Isabel I I y el f u t u r o A l ­fonso X I I ; p o r eso llevará el n o m b r e del pretendiente a la corona de España: Al fonso.

O l v i d a d o de unos, c a l u m n i a d o de los demás y con m u y pocos p a r t i d a r i o s , Bazaine se enternece con la aceptación de este padrinazgo. ¿A qué se debió? Se comprende el de M a x i ­m i l i a n o y el de Car lota para el primogénito; el de Napoleón y e l de la emperatr iz para Eugenia, pero el h i j o nac ido en Cassel, ¿a qué ta l deferencia? Es u n a h is tor ia vieja.

Suenan en España, en 1835, cañonazos y descargas de fus i l . H a y u n pretendiente , d o n Carlos, y u n a re ina niña; con ellos dos bandos dispuestos a vencer o a m o r i r . Y en el b a n d o de la r e i n a niña, Isabel I I , se alista Bazaine, salido de las ardien­tes arenas de África, donde había empezado su carrera de armas en la L e g i ó n Extranjera . A l desembarcar en T a r r a g o n a c o n sus compañeros, "nobles proscrits ennemis de tyrans", como rezaba u n fragmento de la canción de guerra de aquellos legionarios, cuenta t a n sólo 24 años. Por allí anda también, p o r aquellas fechas, o t r o soldado de 21, con el cual ha de rozar muchas veces en su v ida , sin enfrentársele n u n c a : J u a n P r i m .

C u a t r o años pasó Bazaine en España, en el campo cr is t ino, ascendiendo y observando a los generales, políticos casi todos, o p o r mejor decir, políticos vestidos de generales, los cuales se encaramaban en los cadáveres para asumir actitudes melo­dramáticas. Bazaine luchó con heroísmo en Pons, en Huesca, y en Tortosa , y en otros escenarios. Después de la heroica m u e r t e de C o n r a d en el campo de batal la , Bazaine era la f igura más destacada de la Legión. Sin embargo, e l o f i c ia l francés estaba atónito; n o tenía capacidad para comprender como después de la v i c t o r i a de España sobre N a p o l e ó n I , sus mora­dores se despedazaran en u n a guerra que n i dinástica era; tan sólo se esgrimían personalismos y lemas capaces, por l o visto, de t o d o aquel desbarajuste, t ípicamente español. E n discul­pa de España, es necesario decir que siempre ha gustado, en las guerras civiles, de lemas r i m b o m b a n t e s y trilógicos. Si cuan­do Bazaine se remataba a los heridos a l g r i t o de "Dios , Patr ia

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y Rey", b o r d o n c i l l o curioso y sarcástico, pues resultaba u n D i o s de venganza, u n a Patr ia que destrozaban y u n Rey que n o reinaba, últ imamente, en p l e n o siglo x x , se fusilaba a los poetas a l a lar ido de " U n a , Grande y L i b r e " .

E n España, a Bazaine, l u c h a n d o p o r Isabel I I , se le ensom­breció el rostro y m a n t u v o el rasgo de por v ida. Pero se l levó algo más de esta facción: la Cruz de Carlos I I I , la de Isabel l a Catól ica, j u n t o con la a l ta distinción de la orden m i l i t a r de San Fernando y, todavía, u n a experiencia que le servirá m u c h o en M é x i c o : la de que a veces, especialmente en las contiendas civiles, la bata l la es l o de menos y la escaramuza l o de más.

Desde el día que partió de España le h a n acontecido m u ­chas cosas a l m i l i t a r , caído a l f i n en Metz, pero en la desgra­cia, la destronada re ina de España n o o l v i d a al h o m b r e que b l a n d i ó la espada p o r su t r o n o . H e aquí la expl icación de a q u e l padrinazgo real . L a r e i n a de España, tan veleidosa, fue en todo m o m e n t o — t í t u l o s y honores lo p r o c l a m a n — pró­diga para los que p o r el la l u c h a r o n .

E l fast idio consume a Bazaine d u r a n t e aquellos días en Suiza. Además n o tiene u n centavo y vive casi de m i l a g r o . E l e s t r i b i l l o c a l u m n i a d o r ,

Astu vu Bazaine A la Porte des Allemands Vendré la Lorraine Pour denx cent mille francs?

que había sonado antes p o r las calles de Metz, resultó a todas luces el p r o d u c t o de u n a de tantas maledicencias con que los vencidos i n t e n t a n en algunas oportunidades c u b r i r sus derro­tas. Para casi todos, la catástrofe era obra del i m p e r i o y

-Bazaine era el mariscal del f i n a d o i m p e r i o , con el cual m a n ­tenía todavía relaciones con mensajes al ex emperador.

Pepita, en Suiza, n o tiene t i e m p o n i para la correspon­dencia ya que incluso la servidumbre, a excepción de la don­cella mexicana, ha abandonado a la f a m i l i a . C o n su madre at iende la casa y está a l cu idado de los hijos. E l esplendor de antaño se ha e m p a ñ a d o para siempre.

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A Bazaine le i m p o r t a volver a l servicio activo y r e i v i n d i ­carse de las calumnias. Francia necesita de u n m i l i t a r como Bazaine, p e r o pesa más el mariscal del i m p e r i o que el soldado, y e l g o b i e r n o l o deja sin m a n d o cuando a la edad de sesenta años regresa a la patr ia con su f a m i l i a . C o r r e entonces el mes de septiembre de 1871. Antes, empero, siempre f i e l a l impe­r i o , había sol ic i tado permiso al ex emperador que i b a consu­miéndose poco a poco en su r e t i r o de I n g l a t e r r a . E l v ie jo N a p o l e ó n I I I accedió emocionado; todo el m u n d o habíase ale­j a d o de él y n o ha de t ranscurr i r m u c h o t i e m p o para que u n v i e j o m i l i t a r de sus fuerzas, M a c - M a h o n , sea presidente de la R e p ú b l i c a . Bazaine, por l o menos — p e n s a r í a N a p o l e ó n — , es de l a cepa de los mariscales del p r i m e r i m p e r i o . E n el men­saje de N a p o l e ó n a Bazaine n o f a l t a r o n unas palabras para Pepi ta . É l y Eugenia n o la o l v i d a b a n .

R E S U E N A T O D A V Í A p o r Francia y especialmente p o r París, el g r i t o de "traic ión en M e t z " ; el t r a i d o r , n a t u r a l m e n t e , es Ba­zaine q u i e n para reivindicarse p i d e u n a investigación y así, p o r el c a m i n o de la nobleza, l lega a las fauces del lobo. T h i e r s , para q u i e n Bazaine fue siempre "notre glorieux Ba­zaine", n o gustaba de esta investigación, especialmente p o r n o hacer r e v i v i r las ya u n poco debi l i tadas pasiones, pero Bazaine insiste e insiste; le pesa l a mancha de lodo que m u ­chos lanzaron sobre su u n i f o r m e de mariscal y esta insistencia hace nacer nuevos reproches de sus adversarios. E l tema de M e t z vuelve a estar de actual idad en l ibros y en artículos; para atajar la m e n t i r a y los abusos, Bazaine m i s m o solicita u n Con­sejo de G u e r r a . Parece que esta solución fue sugerida por T h i e r s a Pepi ta en u n a larga entrevista. Para T h i e r s — d i c e P h e l i p G u e d a l l a — , Bazaine seguía siendo "notre premier ge­neral" e informó a Pepita que a su c r i t e r i o era el único c a m i n o para que su esposo saliera del c írculo cada día más cerrado de la c a l u m n i a .

A g u a r d a r le era difícil a Bazaine; la vindicación le obse­sionaba. C u a n d o se enteró que en su p u e b l o n a t a l , en Ver-salles, i b a n a escenificarse ios acontecimientos anhelados, se declaró él m i s m o detenido en su casa de la avenida Picardie

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y mandó a Pepita a u n convento. E n la g r a n p r u e b a de su v i d a necesitaba del t r a n q u i l o aislamiento que conduce a veces a la serenidad.

Se escogió, para el j u i c i o , el G r a n T r i a n o n . U n i d o s e n la espera, en u n a larga y fastidiosa espera de diecisiete meses, Bazaine y Pepi ta s i n t i e r o n el paso fatigoso de aquellos días de i n c e r t i d u m b r e . E n t r e t a n t o habían sucedido acontecimien­tos notables para e l detenido: Napoleón I I I había m u e r t o ; Pepita enfermaba de cuidado en su r e t i r o conventual y Mac-M a h o n , el q u e sabía más que nadie — a l decir de Bazaine—, el p o r qué las tropas francesas de r e t i r a r o n a Metz, era presi­dente de la Repúbl ica . E n contraste con las malas noticias se sentía, en su prisión v o l u n t a r i a , alentado p o r la presensia de amigos, u n o de los cuales le conturbaba u n poco: era el f u t u r o rey de España, A l fonso X I I .

Corr ía ya el a ñ o de 1873 cuando el día 6 de octubre empezó el Consejo de G u e r r a con la lectura del secretario, en voz monótona, de los servicios de Bazaine desde que se inició en la L e g i ó n E x t r a n j e r a como soldado raso. H e aquí , para muchos, u n p u n t o de p a r t i d a poco honorable . E l m i s m o Bazaine exper imentaba en este aspecto l o que se ha conve­n i d o en l l a m a r complejo. Desde M é x i c o escribía a su her­mana: " N o p u e d o negar m i h u m i l d e or igen y n o me cabe duda de que el proceder del p u e b l o y haber salido de las filas es la causa de que los envidiosos me persigan, especial­mente desde m i promoción a mariscal; los oficiales que pro­ceden de las escuelas especiales n o pueden p e r d o n á r m e l o " . 6

Y este comple jo l o siente también en Metz. Quizás, fue, en campaña, su p r i n c i p a l defecto. L o ató a una discreción que no careció de grandeza. Recordando África, d i j o en el pro­ceso, h a b l a n d o de su ejército en Metz: . . pensé que n o tenía derecho p o r u n a g l o r i a vana, a sacrificar aquellas vidas que eran t a n preciosas para su país y sus fami l ias" . ¡Lástima que n o pensara i g u a l en M é x i c o !

De todas maneras n o vayamos a creer a pie j u n t i l l a s l o d icho p o r Bazaine sobre su origen. L a f a m i l i a pertenecía a la alta burguesía; su padre fue u n d i s t i n g u i d o ingeniero que prestó sus servicios en Rusia con el grado de lugarteniente

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d e l i m p e r i o . Su hermano, educado en la Escuela Politécnica, f u e después u n o de los más destacados constructores de las v ías férreas y, su hermana, contra jo nupcias con u n célebre i n g e n i e r o de la época, ape l l idado Chapeyron. E l mismo Fran-cois A c h u l e cursaba la carrera de abogado en la U n i v e r s i d a d de París (1831), cuando Francia se encontró amenazada p o r u n a guerra europea. Entonces se alistó, como simple soldado, e n el ejército francés. Seguramente l o que pesó en Bazaine fue su modesta entrada en las fuerzas de Francia, ya que de su formación inte lectual h a b l a n sus escritos y, m u y al to, sus cartas familares, algunas, modelos de estilo epistolar.

E n contraste con el or igen m i l i t a r d e ! procesado, el presi­dente del t r i b u n a l es u n príncipe de la casa de Orleans: E n r i ­q u e E u g e n i o de Orleans, d u q u e de A m a u l e , h i j o del rey L u i s F e l i p e y h e r m a n o del d u q u e de Montpens ier . E n aquel en­tonces está ya viejo y ha pasado p o r unos largos años de e x i l i o , pero en su j u v e n t u d incluso fue u n o de los candidatos a l a m a n o de la reina niña de España, Isabel I I . L o que o l v i ­d a b a n todos y Bazaine mismo, era que del p u e b l o y única­m e n t e del fogueo en las batallas, habían surgido los maris­cales de N a p o l e ó n I . Pero quizás ya entonces el recuerdo resultaba u n cuento viejo.

O mostrarse parco o escandalizar y Bazaine estuvo parco en los dos meses que se prolongó el proceso, dos meses morta­les para Bazaine y Pepita, siempre presente en las sesiones, en las cuales muchas de las damas de París habían reservado asientos como si se tratara de la representación de u n drama teatra l . Bazaine m a n t u v o en todo m o m e n t o discreción y se manifestó respetuoso con el segundo i m p e r i o y, p o r lo mismo, poco a f o r t u n a d o en el aspecto de defensa personal. H u b i e r a p o d i d o a f i r m a r , entre otras cosas, que la cu lpa no fue de él s ino de u n emperador que había creído en el prestigio de u n n o m b r e para organizar y m a n d a r u n ejército, a f i n de cuen­tas débil . Pero prefirió callar a dar explicaciones que h u b i e r a sido, a f i n de cuentas, u n factor más para la desmoralización d e l país. Y n o sólo enmudeció Bazaine, sino que su abogado defensor, quizás p o r consejo d e l p r o p i o mariscal , e ludió el tema. Por eso —escribe G u e d a l l a — : " P e p i t a Peña q u e d ó con

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l a v iva sospecha de que el abogado había sacrificado los inte­reses de su esposo en aras d e l bonapart i smo." M a c - M a h o n m i s m o , a pesar de que su n o m b r e sonó en el proceso con facetas de pe l igro , exclamó después que se puso p u n t o f i n a l a l episodio teatral d e l G r a n d T r i a n o n : "f iazaine n o se ha d e f e n d i d o . "

Sentenciar a Bazaine resultó fácil para u n t r i b u n a l m i l i t a r q u e deseaba para Francia u n chivo e x p i a t o r i o del desastre de 1870. Y la sentencia fue: muerte . Pero el que se asusta en­tonces es M a c - M a h o n y, con él, el p r o p i o d u q u e de A m a u l e q u i e n sol icita del presidente de la R e p ú b l i c a clemencia para Bazaine. M i e n t r a s t a n t o M a c - M a h o n ya había considerado el caso con sus minis tros , par t idar ios unos del extrañamiento, otros de la condena a p e r p e t u i d a d . A l ú l t imo q u e d ó la sen­tencia en veinte años. E n d e f i n i t i v a , cadena perpetua, pues Bazaine i b a a c u m p l i r sesenta y tres años. E n la mesura de M a c - M a h o n h u b o , s in duda, buena parte de c inismo.

A H O R A L E T O C A actuar a Pepita Peña, ya que el mariscal , a l conocer su condena a muerte , se negó a cua lquier gestión de clemencia. E l obispo D u p a n l o u p , q u i e n había v is i tado repe­t i d a m e n t e a Bazaine en su r e t i r o , antes de l proceso, la acon­seja y Pepi ta se presenta, ya de noche, en la residencia o f i c ia l d e l presidente de l a Repúbl ica , con u n a p r e g u n t a en la mente, exteriorizada a poco en los labios: "¿Piensa usted fusi­l a r a m i m a r i d o ? " M a c - M a h o n le comunica la modificación de la sentencia y la consuela, pero para Pepita, las palabras d e l a n t i g u o compañero de armas de su esposo suenan a hueco. Para e l la cabe más responsabil idad en el desastre de 1870 en M a c - M a h o n que en su esposo. De todas maneras, se muerde los labios y deja la residencia "como u n t o r b e l l i n o " , escribe u n comentarista.

Generalmente las m u l t i t u d e s resultan olvidadizas y es fre­cuente en l a h i s t o r i a verlas t i r a n d o d e l carro de l vencedor, como antes l o h i c i e r a n con el d e l entonces vencido. H a y , em­pero, en las mismas m u l t i t u d e s , o tra faceta: la de lanzarse sañudamente contra e l caído. E n aquel la ocasión se confirmó la regla y Bazaine fue vergonzosamente befado p o r las turbas.

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q u e n i s iquiera sabían de qué se trataba, n i quién era el h o m ­b r e , n i p o r qué había h a b i d o u n Consejo de Guerra. Era cuest ión de g r i t a r y en este aspecto, Francia, como buen p u e b l o l a t i n o , no va a la zaga de n i n g ú n otro . T a m p o c o f a l t a n , para e l caído en desgracia, estímulos para sobrellevar e l do lor . Antes de p a r t i r para la isla, en donde está enclavada l a fortaleza de Santa M a r g a r i t a , a la cual estaba destinado Bazaine, h u b o mensajes de a l iento y visitas que pregonaban l a protesta contra el fa l lo ; entre las visitas, n o faltó la de la e x r e i n a de España, acompañada, esta vez de u n a h i j a suya: l a i n f a n t a E u l a l i a de Borbón.

N u n c a , probablemente, desde que se destinó el islote como pr is ión y se construyó la fortaleza, había h a b i d o u n preso de l a categoría de Bazaine. A d e m á s Bazaine n o era en el castil lo d e Santa M a r g a r i t a u n caut ivo cuya situación se pareciera algo a su más célebre antecesor, la "Máscara de H i e r r o " . E n con­traste con aquel desventurado h o m b r e , Bazaine disfrutó de u n a c i e r t a c o m o d i d a d y cuando Pepita se reunió con él, Bazaine dispuso que la habitación de su esposa fuera decorada con cre­t o n a rosa. 7 E l reverso de la medal la , resultó ser que se le leía l a correspondencia e incluso h u b o indicaciones tendientes a demostrar le que, en d e f i n i t i v a , a pesar de su categoría m i l i t a r , n o era más que u n preso común. Las indicaciones consistie­r o n en la p o s i b i l i d a d de r a p a r l o y vest ir lo de presidiario.

Poco a poco, la paciencia de Bazaine fue agotándose y d e c i d i ó escapar. Pero, ¿cómo?

Inút i lmente Pepita, a l ver la desazón del esposo y su i n ­c o n f o r m i d a d , había abandonado la isla con sus hijos y acudido nuevamente a M a c - M a h o n en demanda de clemencia. E l presidente de la R e p ú b l i c a n o podía ser débil en aquel mo­m e n t o . ¿La clemencia, n o h u b i e r a encerrado, en muchos as­pectos, u n a f o r m a de mea culpa en el desastre? L a vis i ta de P e p i t a a M a c - M a h o n fue v i o l e n t a , pero si algo amedrentaría a M a c - M a h o n en su i n q u e b r a n t a b l e decisión de dejar a Ba­zaine en la fortaleza, quizás fuera la i m p e t u o s i d a d de aquella j o v e n c i t a mexicana de veintisiés años, abnegada y dispuesta a c u a l q u i e r lucha p o r su esposo de sesenta y tres. E n este as­pecto, ¿qué mejor t i m b r e para Bazaine?

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F i n a l i z a r e l episodio de la fortaleza de Santa M a r g a r i t a era para Bazaine y sus fieles amigos trabajo casi imposible . A s í empezaron los proyectos, en los cuales, a más de su ayudante, e l coronel W i l l e t e , i n t e r v i n o u n vie jo amigo de Bazaine, el ant iguo capitán D o i n e a u , salido de u n pasado tenebroso: de cuando había asesinado a Aga de los Beni-Snouss en la carretera de T l e m c e n . I b a n a cumplirse veinte años de aquel episodio que acarreó u n a condena a muerte y, Bazaine, algo hizo en aquella ocasión a favor de D o i n e a u . D e aquí su aparición en aquellos días de zozobra en el islote s o l i t a r i o .

A Bazaine le parecía imposible , en su constante obsesión de h u i d a , realizarla. Proyectos n o f a l t a r o n e incluso h u b o , c o m o en los cuentos románticos, unas señoritas inglesas, asi­duas paseantes en bote alrededor de la fortaleza, ofreciéndose p a r a la arriesgada empresa. Pero Bazaine quiso depositar la confianza en los fieles y n o en amistades advenedizas p o r generosas y estimables que fueran. Y las inglesas quedaron a segundo término, p o r el m o m e n t o , ya que n i el p r o p i o Ba­zaine sabía a p u n t o f i j o en qué ocasión habría o p o r t u n i d a d y cuál sería el procedimiento . E n su desesperación, incluso pensó h u i r en la f o r m a que fuera y después cruzar a campo traviesa e l cont inente hasta la f rontera . E l pensamiento de Bazaine era a todos luces u n desatino, pero detrás de Bazaine, o p o r m e j o r decir, antes de Bazaine, estaba en esta o p o r t u n i ­d a d la mexicana Pepita Peña.

L A H I S T O R I A ha o lv idado demasiado p r o n t o a Pepita Peña. L o que hizo a p a r t i r de aquel m o m e n t o para ayudar a su esposo en el proyecto de fuga resulta u n episodio de aventu­ras casi increíble.

Para ev i tar estorbos, Pepita dejó los niños en Bélgica y se trasladó a Genova, en donde aparece, confabulación fam i ­l i a r , u n p r i m o mexicano. ¿Quién era? N o he conseguido pre­cisarlo b i e n . A l decir de algunas crónicas francesas de la época se apel l idaba R u l l . Pero este a p e l l i d o n o es mexica­n o y la 11 f i n a l repugna a la fonética de l i d i o m a castellano. Parece que su n o m b r e completo era A n t o n i o Álvarez R u l l ;

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s i n embargo, estos apellidos n o expl ican el parentesco del j o v e n con Pepita. E n aquel m o m e n t o los personajes del su­ceso esconden sus nombres e, incluso, su nac ional idad; el p r i m o mexicano y Pepita a d o p t a n el ampuloso título de du­ques de R e v i l l a y empieza el capítulo más interesante de la h i s t o r i a de Pepita Peña.

M e aventuro a pensar, sin prueba alguna, que el t í tulo fue sugerido por Pepita a su a m i g o o p r i m o . ¿No pensaría en Revi l lagigedo, m u t i l a n d o el apellido? Yo lo creo m u y pro­bable.

Para los marineros del p u e r t o de Genova los forasteros n o son otra cosa más que u n l i n a j u d o m a t r i m o n i o español af i­c ionado a las excursiones marítimas, ya que lo que interesa, n a t u r a l m e n t e , a Pepita, es p a r t i r en u n viaje de placer en u n vaporci to . Este vaporc i to , "Barone Ricasol i" , levó anclas p a r a Golfe Jouan. L a elección del vaporc i to n o resultó fácil; n o había muchos y, de otra parte, a Pepita, en aquel m o m e n t o c r u c i a l de su v i d a , la embarga u n a i n q u i e t u d que la l leva fáci lmente a la superstición. E n esta o p o r t u n i d a d nos aparece nuevamente m u y afrancesada, como cuando el gesto de Cassel, y a pesar de su j u v e n t u d y de su v i d a azarosa, a l corr iente de la h i s t o r i a de Francia. A Pepita le subyuga u n a embarcación q u e l leva u n n o m b r e que parece predestinar a l éxi to de la empresa, especialmente cuando la empresa es u n a fuga. E l v a p o r c i t o se l l a m a b a " E l b a " . Pero el " E l b a " estaba ya com­p r o m e t i d o .

Pepita, antes de p a r t i r de Genova, m a n d a u n telegrama a D o i n e a u comunicándole que t o d o estará l i s to para la noche d e l 9 de agosto. D o i n e a u lo expone a Bazaine, pero en esta o p o r t u n i d a d es Bazaine q u i e n t i tubea. ¿No estaba decidido a h u i r ? Sí, pero la fuga propuesta y organizada p o r Pepita n o solamente n o parece fácil, sino imposible ; imposib le , es­pecialmente, para Bazaine, h o m b r e corpulento , de m u c h o peso y de sesenta y tres años y, en consecuencia, nada ágil. ¿Pero cómo desbaratar con u n a negativa todo el t rabajo he­cho y los esfuerzos y sacrificios de Pepita? W i l l e t e da ánimos a Bazaine y éste, a l ú l t imo, se decide. E n d e f i n i t i v a , ¿qué le puede suceder? M o r i r . ¿Pero es que después de la negativa

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de M a c - M a h o n a Pepita n o estará enterrado en v ida, no será u n ser destinado a u n a m u e r t e p o r consunción en la isla mald i ta? Si en ocho meses de reclusión creció, día a día, el i n c o n f o r m i s m o , ¿cómo iba a tolerar, suponiéndole con v i d a , los veinte años, menos cuatro meses, que le quedaban de condena?

U n a vez decidido, se encuentra Bazaine en o t r o m o m e n t o c r u c i a l de su v ida, como cuando África, como cuando España, como c u a n d o la guerra de C r i m e a , como cuando Solferi­n o , como cuando México , como cuando Metz. Val iente , re­p l e t o de a q u e l valor personal que todavía contaba en los m i l i ­tares d e l siglo xIx, Bazaine l o había sido siempre; en el m i s m o Consejo de G u e r r a se le reconoció esta v i r t u d m i l i t a r .

Y era necesario la valentía, ya que el p l a n de fuga incluía, o p o r m e j o r decir se basaba, en u n descenso a la largo de la m u r a l l a de la fortaleza hasta las rocas j u n t o a l mar, y el des­censo se confiaba a unas débiles cuerdas que habían servido p a r a atar los equipajes de Bazaine y de Pepita cuando su reclusión en Santa M a r g a r i t a . Estas cuerdas, casi mecates, i n f u n d i e r o n t a n poco temor a l alcaide, que Bazaine p u d o retenerlas en sus habitaciones. Se u n i e r o n los trozos, proba­r o n , con W i l l e t e , su solidez y, u n a vez t e r m i n a d o aquel traba­j o que había de poner a Bazaine en la certeza de u n fracaso, se escondió aquel artefacto que ya s imulaba una cuerda. Después de cenar, Bazaine t u v o u n a charla i n f o r m a l con el alcaide, y cuando éste se despidió del pr is ionero, W i l l e t e y Bazaine, antes de que el centinela ocupara su puesto y Ba­zaine quedara bajo l lave, se escondieron en el terrado de la m u r a l l a . W i l l e t e ató u n e x t r e m o de la cuerda en el cuerpo de Bazaine y el o t r o l o hizo pasar, para ayudar el descenso, p o r u n a gárgola de la m u r a l l a .

Bazaine empezó a deslizarse mientras W i l l e t e hacía es­fuerzos sobrehumanos para retener el peso del cuerpo de su amigo, e l cual , poco a poco, iba abandonando la fortaleza. A cada m e t r o que la cuerda pasaba p o r las manos ardientes de W i l l e t e , e l mariscal ganaba u n pedazo de esperanza en el proyecto de su desesperada h u i d a .

Antes de la bajada de Bazaine p o r el farallón, Pepita actuó

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m u c h o y b i e n para l igar todos los cabos que habían de con­d u c i r al éxito. L a noche d e l 8 de agosto los condes de Re­v i l l a se embarcaron para P o r t o - M a u r i z i o . Después, ya en Canes, se resguardaron en golfo J u a n , en cuyo lugar f u e r o n a t i e r r a en u n bote salvavidas del "Barone Ricasol i " , con el pretexto , h a r t o raro , de encontrar u n cr iado de cierta edad. E n aquel m o m e n t o ya está Bazaine en el juego, ya que de t r i u n f a r habrán h a l l a d o a l servidor: será el p r o p i o mariscal .

E n t r e siete y ocho de la tarde, Pepita y su p r i m o penetran en el restaurante "Chelet d u D i a b l e " y sol ic i tan a l dueño del establecimiento. Éste se l l a m a M a r i u s Rocca y acude solícito a atender a los dos forasteros, quienes, sin lugar a duda, a f i n de impres ionar más, n o habrán dejado de presentarse a l h u m i l d e p r o p i e t a r i o del restaurante como los condes de Re­v i l l a . L a sorpresa de Rocca se acrecienta al saber que la pa­reja española desea u n bote a remos para hacer u n paseo p o r la bahía. ¿Un bote a remos, en aquel la hora, con m a l t i e m p o y a través de u n m a r u n tanto alborotado? M a r i u s Rocca i n t e n t a disuadirlos, pero la pareja consigue, probablemente con d inero , vencer su resistencia y, asimismo, el o f rec imiento de proporcionarles u n m a r i n e r o para aquel extraño paseo.

Pepita iba ataviada con u n impermeable , dando a M a r i u s Rocca, con aquel la i n d u m e n t a r i a , la impresión de estar pre­parada para los golpes de mar . "Será u n a pareja románt ica" — p e n s a r í a — , y a lqui ló a los condes de R e v i l l a su p r o p i o bote. T o d o parecía a p e d i r de boca con los planes de la mexicana. Ya a la mar , Pepita se desprendió del impermeable y q u e d ó con u n vestido blanco, probablemente para hacerse más visi­ble en el m o m e n t o anhelado, en el cual Bazaine se encami­nara al bote. D e b i e r o n l legar entre nueve y diez de la noche a la fortaleza de Santa M a r g a r i t a , ya que el oleaje era fuerte. Desde la playa de la Croizette a la isla hay aprox imadamente unos setecientos metros, pocos en verdad, pero duros con m a l t i e m p o y a fuerza de dos remos únicamente.

N u n c a en la v i d a de Pepita h u b o u n m o m e n t o más an­gustioso. A l l legar, o apenas llegados los condos de R e v i l l a a la fortaleza, v i e r o n el cuerpo de Bazaine tambaleándose inse­g u r o y chocando contra las rocas que f o r m a b a n los t r e i n t a

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metros de a l t u r a , desde la terraza hasta la base del farallón. E n u n a o p o r t u n i d a d u n g r i t o de congoja salió de los labios de Pepita . "Se m a t ó " — d i j o — , observando que por unos m o m e n ­tos el cuerpo de Bazaine permanecía inmóvi l ; pero el mariscal estaba, al parecer, tan sólo a t u r d i d o , ya que al cabo de u n m i n u t o retornó a l vaivén de su v o l u m i n o s o cuerpo bajo de l a crestería.

A l f i n l legó a las primeras rocas de la fortaleza; se des­p r e n d i ó de la cuerda y, a tumbos o como fuera, avanzó hacia e l bote, desde el cual los t r ipu lantes mexicanos prendían fós­foros para la mayor orientación del f u g i t i v o . A l úl t imo Pepita p u d o abrazar a su esposo en l i b e r t a d . Se habían c u m p l i d o hasta aquel m o m e n t o los designios de la mexicana y salvado los peligros previstos, ya que entre los imprevistos h u b o u n o d e l que Pepita n o t u v o conoc imiento sino días después: u n pescador de la Croizette que escuchó, o supo p o r e l p r o p i o Rocca aquel sospechoso paseo de dos forasteros por la bahía, se hizo a la m a r para ver si acontecía algo a n o r m a l en la fortaleza. Sin embargo, cuando él arribó a l islote-presidio, l a fuga ya se había realizado y todo parecía n o r m a l . E l pescador regresó a la Croizette con las sospechas desvanecidas.

Vapuleado, m a l t r e c h o y h e r i d o , l legó Bazaine con los pre­tendidos condes de R e v i l l a a l lugar donde habían dejado el bote salvavidas. A l l í a b a n d o n a r o n la embarcación de Rocca a la der iva y se d i r i g i e r o n nuevamente a l "Barone Ricasol i " , acompañados del cr iado por el cual habían ido a t ierra. Ba­zaine, entonces, se l lamó s implemente Pedro. Era ya más de m e d i a noche cuando, p o r o r d e n de los condes de R e v i l l a , el capitán d e l "Barone R i c a s o l i " emprendía su r u t a r u m b o a Genova. Pocas horas después, W i l l e t e dejaba la fortaleza y tomaba el t r e n para París mientras el "Barone Ricaso l i " na­vegaba ya en aguas de jurisdicción ital ianas. E l éxito había coronado la audacia de Pepita Peña. E n la mañana del 10 de agosto Bazaine pisaba t i e r r a extranjera. E l caut iver io era ya cosa del pasado.

L A PROTESTA p o p u l a r se levanó contra las autoridades y sal­

picó a l p r o p i o M a c - M a h o n . N o se creyó la versión de que

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Bazaine descendiera con la ayuda de u n a cuerda los t r e i n t a metros de m u r a l l a , mayormente cuando se reconstruyó la fuga, escogiéndose para la prueba a u n j o v e n de catorce años, h i j o de u n pescador, ágil y audaz. L a reconstrucción se rea­l izó en p l e n o día y con buen t iempo, a pesar de lo cual el j o v e n h u b o de saltar peligrosamente en el ú l t imo t r a m o de la cuerda y, ensangrentado p o r los golpes, p u d o llegar trabajo­samente a la base de l a m u r a l l a . Las sospechas entonces se acrecentaron y se l legó a la versión de que en la fuga de Bazaine i n t e r v i n i e r o n el d irector de la prisión, M . M a r c h i , y a l g u n o de los guardianes. A l g o de f u n d a m e n t o p u d o haber en la vox populi, ya que M . M a r c h i y cuatro de los centinelas q u e la noche de la evasión estaban en servicio f u e r o n arres­tados. l´Illustration, en la misma semana, m a n d ó u n envia­d o especial a la isla de Santa M a r g a r i t a , misión difícil, ya que el gobierno había p r o h i b i d o el acceso a la fortaleza. E l repor­tero v i o la cuerda y afirmó, cosa en verdad sorprendente, que era nueva y de u n a sola pieza y no de pedazos atados. T a m ­bién se d i j o que estaba manchada de sangre y el enviado de L ' l l l u s t r a t i o n aseveró que las pretendidas manchas de sangre n o eran o t r a cosa que p i n t u r a . Pero u n o se p r e g u n t a : ¿para q u é esta farsa?

As imismo, el periodista a f i rmaba que la cuerda era dema­siado corta para f a c i l i t a r con éxito la evasión. E n resumen: L'Illustration sostenía que Bazaine n o había h u i d o en la f o r m a p r e t e n d i d a , sino p o r u n a puerta cualquiera , en com­p l i c i d a d con los guardianes. " N o hemos de tardar m u c h o —escr ib ía el p e r i o d i s t a — en saber la ú l t ima palabra del en igma." U Illustration, s in embargo, n o habla más del asun­to; Pepita Peña, en cambio, publ icó en la Gazette de Cologne los pormenores de l episodio, a p r o x i m a d a m e n t e como lo hemos descrito, e incluso exponía que la cuerda había sido hecha p o r ella misma.

A l m i s m o t i e m p o , Bazaine también desde C o l o n i a escribía a l m i n i s t r o del I n t e r i o r a f i r m a n d o que t a n sólo sus parientes eran los responsables de la fuga. C o n el lo quería salvar a W i l -lette y D o i n e a u , los cuales, aunque detenidos y procesados, fue­r o n condenados únicamente a unos meses de prisión. Asimis-

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m o Rocca fue sometido a u n proceso verbal sin consecuencias. I g u a l m e n t e las señoritas inglesas paseantes de la bahía atraje­r o n la atención de las autoridades, desorientadas por a q u e l l a fuga increíble e i rr i tadas p o r la befa y comentarios del pue­b l o , af ic ionado ya entonces a las investigaciones detectivescas.

Si algo hay semejante a u n extenso y cómodo caut iver io , es u n e x i l i o . Bazaine empezaba en aquel la madrugada d e l 10 de agosto de 1874 su paso, cada día más inc ier to , p o r u n m u n d o en el cual n o habría honores, n i grados, n i s iquiera estímulos para la lucha. I n i c i a b a , como todo exi l iado, el ca­m i n o muchas veces desesperante de la resignación. Ú n i c a ­mente existía una p r o b a b i l i d a d de detener su vacilante errar: la restauración bonapart ista. Pero, ¿quién podía creer e n ella? Los Bonaparte se habían hecho añicos en Sedan y eí pr íncipe i m p e r i a l , única esperanza de los pocos fieles de l I m ­perio , n o ha de tardar m u c h o en caer bajo los zulúes. Las débiles ilusiones de Bazaine f u e r o n así, paulat inamente , des­vaneciéndose.

I n m e d i a t a m e n t e después de su desembarco en Genova se dir igió con Pepita (el p r i m o mexicano al parecer se va de la escena) a Suiza, en donde está refugiada con el príncipe i m ­p e r i a l , la ex emperatr iz Eugenia, a f i n de presentarles sus respetos. Se manif iesta u n a vez más en esta ocasión, su f i d e l i ­d a d a l I m p e r i o , f i d e l i d a d que incluso l legó a sorprender, en l a d u r a prueba que sufrió Bazaine después de México, a T h i e r s , q u i e n había p r e g u n t a d o al mariscal , antes del desastre de 1870: "¿Por qué t a n f i e l a l I m p e r i o , cuando el I m p e r i o l o ha t ra tado t a n mal?"

Es en esta o p o r t u n i d a d , en Suiza, cuando en presencia de l príncipe heredero, Eugenia de M o n t i j o tuvo aquellas pa­labras para Pepita Peña recogidas ya anter iormente: Mais ma petile maréchale, l'histoire s'occupera de vous avec avantage; vu, avec été encoré la plus heureuse.

Seguidamente Bazaine, con Pepita, se d i r i g i e r o n a C o l o n i a y después a Spá, donde estaban sus hijos. E n los pr imeros días de septiembre se encontraba, n o sabemos si con su espo­sa, en L i e j a ; desde allí escribió u n a carta abierta a M r . James G o r d o n Bennett , p u b l i c a d a en el Herald de N u e v a Y o r k , en

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Pepita Peña., orando cu la capilla del Trlanon, mientras los jueces deli­beraban sobre la sentencia que había de recaer en Bazaine. (I'Illustration,

París , 20 diciembre 1873)

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l a c u a l la crítica sobre los acontecimientos d e l desastre de 1870 llegaba casi a l acierto. ¿Pensaba entonces Bazaine en M é x i c o ? Es casi seguro, ya que en la carta había u n a alusión a su esposa, o r i g i n a r i a de América . Algunas gestiones se h i ­c i e r o n para acogerlo en M é x i c o , gestiones que debieron l levar P e p i t a y su madre. Pero ¿qué gobierno mexicano i b a a acep­t a r a Bazaine, her idor , p o r servir a N a p o l e ó n , de u n p u e b l o e n e l cual las llagas p o r él abiertas n o habían cicatrizado todavía?

E n su vagabundear de e x i l i a d o estuvo en Londres, donde p u d o conocer a la f a m i l i a de las señoritas inglesas, o t r o r a paseantes en bote p o r la bahía en donde está enclavada l a fortaleza de Santa M a r g a r i t a . E n esta estampa romántica n o faltó, después de su venturosa fuga, u n a carta de u n a de ellas, C h a r l o t t e C a m p b e l l , r u b r i c a d a , para identificación d e l mariscal , como la de La robe bleue.

L o n d r e s podía ser e l p r i m e r paso para América, pero c u a n d o se cerraron las puertas de M é x i c o , u n acontecimiento pol í t ico europeo abría u n a p o s i b i l i d a d de re fugio seguro. E n España, después de la m u e r t e trágica de P r i m , se hir ió tam­bién de m u e r t e la dinastía de Saboya, i n t r o d u c i d a a España p o r e l conde de Reus. U n a repúbl ica que casi n o gobernó fue la inesperada solución de u n p u e b l o en aquel entonces de raigambres monárquicas. A n t e la d e b i l i d a d del nuevo ré­g i m e n , los carlistas v o l v i e r o n a los trabucazos y los monár­quicos isabelinos a las conjuraciones. E l resultado fue la pro­c lamación, en Sagunto, p o r e l general Mart ínez Campos, del rey Al fonso X I I ; es decir, d e l compadre de Bazaine, el que l levó a la p i l a b a u t i s m a l a su ú l t imo h i j o , nacido en Casel, c u a n d o el mariscal era p r i s i o n e r o de los alemanes. E l ant iguo p r e t e n d i e n t e a la corona de España, e l que l o había alentado con sus visitas antes del proceso en el G r a n d T r i a n o n , era entonces rey de España. L a i n c e r t i d u m b r e de la f a m i l i a de Bazaine parecía t e r m i n a d a ; a l f i n había u n camino seguro: el de España.

¿Quería e l v ie jo mariscal reanudar sus laureles guerreros

en l a Península? M u c h o se h a b l ó de e l lo , pero n o en balde

h a b í a n t r a n s c u r r i d o cuarenta años de cuando luchaba p o r

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Isabel I I n iña , y además, el escenario donde cayó n o era e l m i s m o de antaño, n i había legión francesa a que incorporarse. E n cuanto a los mi l i tares españoles —carl istas y cr is t ianos—, los temía t a n t o p o r sus audacias como p o r sus intrigas. Y él ya n o estaba en edad de ofrecer, como en u n juego de esgrima, su cuerpo a las balas silbantes. Además habían hijos y tenía suegra y esposa; las mujeres, deseosas de calma después de t a n t o ajetreo.

E n febrero de 1875, la f a m i l i a Bazaine estaba en Santan­der y, pocos meses después, se instalaba en M a d r i d . E l ma­riscal h a b í a caído, para siempre, en la capi ta l de España, resignado a veces, i n q u i e t o siempre p o r sus ansias de rehabi­l i tación, i n c o n f o r m e con u n destino que l i m i t a b a cada día más c u a l q u i e r perspectiva f u t u r a .

Bazaine, poco a poco, como cua lquier v ie jo , fue v i v i e n d o de recuerdos; es decir, del pasado. E n sus paseos diarios p o r las calles de M a d r i d era u n cuerpo sin a lma, pero en las frías tardes y noches invernales se encerraba en sí m i s m o y escribía para la h i s t o r i a Episodes de la guerre de 1870 et le blocus de Metz, con cuyo texto esperaba l legar a esclarecer las causas de la d e r r o t a de Francia y reivindicarse de las calumnias que su proceder suscitaron y que t u v i e r o n el f i n a l vergonzoso del proceso d e l G r a n d T r i a n o n .

U n a f a m i l i a deshecha p o r los acontecimientos seguía la v i d a r u t i n a r i a , monótona y triste de los caídos. H u b o , en verdad, compensaciones que debieron halagar especialmente a Pepita. E l m a t r i m o n i o fue r e c i b i d o algunas veces en las recepciones celebradas en la Corte de A l f o n s o X I I , hasta que u n a protesta o f i c ia l de l embajador francés puso u n a l to defi­n i t i v o a aquellas atenciones. A l fonso n o era ya u n preten­d i e n t e , s ino el rey, y la polít ica exig ía u n más r iguroso ostra­cismo p a r a el vencido. Ya que Bazaine, además de t r a i d o r , era u n f u g i t i v o que se había aprovechado de deferencias y p r i ­vi legios con él tenidos en la prisión para burlarse de u n a sentencia.

E l r id ícu lo de l gobierno francés creaba estímulos que des­embocaban en el o d i o y este o d i o l legó a l pueblo y del p u e b l o

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a M a d r i d , en la persona de u n comerciante de la Rochel le , q u i e n en 1887 —Bazaine tenía setenta y seis a ñ o s — le hir ió c o n u n p u ñ a l en e l rostro. Diecisiete años después de la g u e r r a de 1870 los viejos de Francia todavía pensaban en Bazaine como el causante d e l desastre. Esta voz, a pesar de los acontecimientos de Francia , n o ha t e r m i n a d o todavía su m o n ó t o n o eco.

Bazaine, n o obstante, contr ibuyó m u c h o al renac imiento d e l pasado. E n 1883 publ icó su l i b r o Episodes de la guerre de 1870 et le blocus de Metz, x o n el cual v o l v i e r o n los comenta­r ios y, con ellos, las pasiones. Francia n o olvidaba, y a través d e l t i e m p o la leyenda pesaba más que la h is tor ia .

E l l i b r o de Bazaine l levaba u n a dedicatoria m u y elocuen­te de su respeto para la España acogedora y de su fervor hacia la realeza p o r la cual había expuesto su v i d a cuando j o v e n . L a dedicatoria decía: A Sa Majesté la Reine Isabelle I L Madame: Votre Majesté m'ayant témoigné, dans les mauvais comme dans les bon jours, sa constante bienveillance, je la supplie d'agréer la dédicace de ce livre militaire, dont le but est de démontrer que le soldat qui avait servi la cause de Votre Majesté, pendant sa minorité, est resté digne de sa royale sympathie. Son très humble et très dévoué serviteur.— François Achille Bazaine.—Ex-fusilier, au 37 de Ligne. Ex-officier supérieur au service de I 'Espagne.—Ex-Maréchal de France.—Refugié en Espagne depuis 1874.

V i e j a ya, o p o r m e j o r decir, envejecida — c o n t a b a cincuen­ta y tres a ñ o s — y m u y gorda, Isabel I I debió rec ib i r el l i b r o en su l lamado palacio de Casti l la, en París, donde residía h a b i t u a l m e n t e , a pesar de la proclamación de su h i j o como rey de España. N o le placía, después de la agitación de su r e i n a d o , que le va l ió ser l l a m a d a " l a de los tristes destinos", hacer u n papel secundario en la corte de España. Su r e t i r o v o l u n t a r i o fue París, en donde m a n t u v o u n a pequeña corte de incondicionales. E n París vivía también su madre, Mar ía C r i s t i n a , y asimismo el esposo de Isabel, el enigmático per­sonaje que se l lamó Francisco de Asís. T o d o s en residencias separadas. E l l i b r o de Bazaine l lenó u n espacio más de la magníf ica b ib l ioteca d e l palacio de Cast i l la , en la cual desta-

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caban muchos valiosos volúmenes con suntuosas encuadema­ciones. Pero es dudoso que Isabel, B o r b ó n a l f i n y a l cabo, pasara sus ojos más allá de l a dedicatoria . Sabemos que su educación l i t e r a r i a fue descuidada, y a u n q u e en la mesa de su despacho h u b i e r a u n a magníf ica edición de l Quijote, n u n ­ca hojeaba este l i b r o , sino Rocambole. Además, ¿por qué le h a b í a de interesar el episodio de Metz? Su real agradecimien­t o fue, n o obstante, expuesto a Bazaine. E l v ie jo soldado v i ­v ía en los recuerdos de la realeza. Esto debió bastar a l resig­n a d o proscr i to . T a n t o su v i d a como la de la reina habían e n t r a d o en la fase crítica de las evocaciones, especialmente p a r a Bazaine, ya que Isabel todavía daría que hablar res­guardada tras de los m u r o s del palacio de Casti l la.

Obsesiondo p o r los acontecimientos que l a b r a r o n su des­gracia, Bazaine escribe a los amigos, a los pocos amigos que le q u e d a n todavía en Francia , s in darse cuenta de la tragedia f a m i l i a r .

A Pepi ta y a su madre n o les gusta España; añoran Mé­x i c o , pero ya n o el M é x i c o i m p e r i a l , sino el c l ima, el ambien­te, las relaciones perdidas. E l calor i n s u f r i b l e del verano m a d r i l e ñ o las a n i q u i l a ; el frío de los inviernos las enferma: " L a casa —escribe Bazaine a Franc ia en u n i n v i e r n o — es u n h o s p i t a l . " Además hay u n factor desesperante de todo deste­r r a d o , perseguido en su p a t r i a y ya v ie jo: la pobreza. Bazaine n o h a b í a t e n i d o n u n c a bienes y a Pepita las donaciones del I m p e r i o le habían resultado u n sueño más de los múltiples que i n s p i r a r o n el segundo I m p e r i o francés en América. De éstos, ú n i c a m e n t e persistirá p o r muchos años el d e l i r i o trágico de l a emperatr iz Car lota .

L a vejez de Bazaine empeora todavía la situación de la f a m i l i a . A l f o n s o estudia en Francia; el h i j o mayor en el mo­nasterio de E l Escorial; Eugenia se educa en las Ursul inas de M a d r i d . Su esposa se encuentra sola, desalentada. ¿Dón­de h a n i d o a parar la alegría y belleza juveniles?

E N 1886, P E P I T A decide hacer u n viaje a México . ¿Para qué? Bazaine tenía entonces setenta y c inco años y su proceder resulta r a r o . ¿Por qué n o acompaña a l v ie jo hasta la muerte?

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Quizás perdió su tenacidad heroica; quizás se debatía en l a desesperación de u n o l v i d o que ella creía i n j u s t o ; quizás pen­saba todavía en u n hogar mexicano para los suyos. L a f i l o ­sofía p o p u l a r h a creado l a expresión a la cual nos atenemos ante el enigma: " ¡ Q u i é n sabe!"

¡Qué di ferente e l M é x i c o que dejó a l que ha l la ! Ya n o es j o v e n , cuenta t r e i n t a y nueve años y sus tiempos de deslum­b r a n t e pujanza están más lejos p o r los acontecimientos que p o r e l t i e m p o .

L a R e p ú b l i c a se ha consolidado y el I m p e r i o n i recuerdos sugiere. Es todavía demasiado p r o n t o para que entre en l a h i s t o r i a trágica del m u n d o de l ochocientos.

L a conmiseración de algunas antiguas amistades la h u m i ­l l a n más que l a confortan. A ñ o s atrás la env id ia había des­atado lenguas; ahora, en el regreso, vuelven las habladurías y n o faltarían voces que manifestaran el acierto de u n pro­nóstico de desdicha e m i t i d o en 1865, cuando la fe l i c i da d era p a r a Pepita esperanza. De aquellas voces hay constancias. E n u n a carta escrita p o r Rosa R i n c ó n a M a n u e l R o m e r o de Terreros se lee: " . . . p o r q u e y con todo su mariscalato, com­prenderás b i e n si es d i g n a de compasión u n a víct ima, que l o es s in conocerlo, la p o b r e " . 8

N i los regalos de boda p u d o retener Pepita. C laro que entre ellos h u b o u n o dadivosamente escandaloso, inc luso para la aristocracia más o menos i n c l i n a d a a l I m p e r i o : e l palacio de Buenavista, joya arquitectónica de México , obra de T o l s á . Hasta se creó la d u d a en t o r n o del obsequio. E n el l i b r o de correspondencia ya c i tado, hay test imonio de ella. L a carta dice: " L e contaré algunas cositas que andan h a b l a n d o p o r ahí . U n a de ellas es que, como el general o mariscal Bazaine se casa con la señorita Peña, a q u i e n tanto conoce usted, el Emperador , o la E m p e r a t r i z , dicen, ha dado a esta j o v e n no­v i a , p o r vía de dote, la casa de la señora Pérez Gálvez, en que vive el mismo mariscal , la cual como usted sabría, compró el gobierno en t i e m p o de la Regencia. Y o n o l o creo, pero se dice con m u c h a general idad." L a carta sigue con otras n o t i ­cias y, probablemente , n o fue t e r m i n a d a el m i s m o día en que se escribió el párrafo transcr i to , ya que a l f i n a l insiste y con-

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f i r m a la n o t i c i a : " . . . Es cierto que la Emperatr iz ha dado, c o m o acabo de decir a usted, la casa de Buenavista a la se­ñori ta Peña. Y o no quería creerlo, pero es v e r d a d . " 9 ¿Regresó P e p i t a a México con la esperanza de retener algo de aquel generoso obsequio? O t r o interrogante entre ios múltiples que su proceder plantea. Sin embargo, es posible que de real i ­zarse esta ilusión h u b i e r a sacado a la f a m i l i a de la pobreza, e n todos los tiempos inspiradora de desatinos.

Pensaría, quizá en las cláusulas que encerraba la dona­c ión d e l palacio expuestas en u n a carta de M a x i m i l i a n o a Bazaine el mismo día de la boda del mariscal con Pepita y cuando el emperador, a l lado de la n o v i a en el banquete y ante ochenta comensales, entregó el palacio a los novios. L a carta rezaba así: " M i q u e r i d o Mar isca l Bazaine: Q u e r i e n d o daros u n a prueba de amistad y asimismo de agradecimiento p o r los servicios personales prestados a nuestra p a t r i a y apro­vechando para el lo la ocasión de vuestro m a t r i m o n i o , damos a la maríscala el Palacio de Buenavista, comprendiendo en él los jardines y los muebles, bajo la condición que el día que regreséis a E u r o p a o que p o r cua lquiera o t r o m o t i v o n o que­ráis conservar l a posesión de este palacio para la maríscala, l a nación volverá a r e c i b i r l o y entonces el gobierno se com­p r o m e t e a darle en ca l idad de dote la suma de cien m i l pe­sos.—Vuestro a fec t í s imo.—Maximi l iano ." 1 0

E l gobierno, n a t u r a l m e n t e , recobró el palacio, pero Pepita n o p u d o obtener, si es que puso empeño en ello, n i u n cen­tavo de los cien m i l pesos. E l cuento de hadas inspiraría el chacoteo de los mexicanos, o t r o r a , algunos de ellos, asistentes a l gran bai le que d i o Pepita en su palacio a los pocos días de su boda, mientras parte del p u e b l o contemplaba atónito, entre faro l i l los venecianos, la i luminación del jardín en el que el arte pirotécnico compit ió con el c u l i n a r i o . Desde atrás de las rejas la m u l t i t u d aplaudía el efecto luminoso de unas letras en las cuales se leía: Vive Napoleón I I I . Vive Vempe-reur Maximilien.

Pepita se había afrancesado hasta el extremo de adoptar en su p a t r i a la lengua del esposo, error que contribuyó, en­tre otros, a la malquerenc ia de buena parte de la sociedad

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mexicana, manifestado ya anter iormente , en las part ic ipacio­nes de b o d a . 1 1

E n la soledad de M é x i c o únicamente tiene el consuelo de l a c o m p a ñ í a de su h i j a Eugenia. Las cartas de su esposo d e b i e r o n ser, asimismo, u n refugio para Pepita. E n 1888 Bazaine, desde M a d r i d , escribía a u n amigo: " . . . e l pasado h a m u e r t o " . L o mismo h u b i e r a p o d i d o escribir Pepita desde su p a t r i a . L a m u e r t e d e f i n i t i v a de este pasado se encarna, en aquel m i s m o año, con la del mariscal , acaecida en M a d r i d e l 23 de septiembre de 1888. T a n sólo estuvieron en el últi­m o trance sus dos hi jos y acompañaron a l cadáver hasta el cementerio de los extranjeros. U n sacerdote francés d i j o el res­ponso del mariscal ante m u y pocas personas.

Pepita recibió la n o t i c i a con la resignación de los venci­dos. El si lencio iba penetrando más y más en su v i d a de v i u d a de u n proscrito y, en México , odiado. De la aventura desventurada le quedan sus hijos, aunque n o ha de tardar en r e c i b i r l a triste nueva de la muerte de l mayor, o f ic ia l español , acaecida en el p u e b l o de Zongo (Cuba), cuando Es­p a ñ a hacía los últimos estertores de su agonía i m p e r i a l .

A su lado está Eugenia, mientras el h i j o menor , Al fonso, sigue también la carrera de las armas en E s p a ñ a . 1 2 V a n pasa-sando los días monótonos, tristes, repletos de añoranzas, m i e n ­tras Pepita es casi como u n fantasma del pasado, ya m u e r t a para el f u t u r o que n o puede reservarle más que l a muerte . E l t i e m p o parecía así vengarse de su intensa v i d a emocional , demasiado precoz.

N i alientos le q u e d a r o n para volver a España. E u r o p a había resultado también o t r o sueño, u n a farsa más como la d e l I m p e r i o mexicano.

Los meses h a n te j ido años y la soledad se acrecienta, hasta que el vacío se hace d e f i n i t i v o el 7 de enero de 1900. I b a a c u m p l i r c incuenta y tres años. Los médicos habían diagnosticado cáncer. A su lado está, encarnación del pasado, Eugenia. Los viejos amigos o se los ha tragado el t i e m p o o la desprecian. L a j u v e n t u d la ignora. Unos pocos la acompa­ñan hasta el cementerio francés — ú l t i m a f i d e l i d a d a su es­poso—, pero n i n icho p r o p i o tuvo, n i ep i ta f io de recuerdo.

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Su cuerpo fue sepultado en la capi l la de l a f a m i l i a Pedraza. E l o lv ido , constante, tenaz, la persiguió hasta la t u m b a .

N O T A S

1 Véase Historia Mexicana, V o l . I V , n ú m . 4, abri l- junio 1955. B L A -SIO, J . L . : Maximiliano íntimo.

2 El emperador Maximiliano y su corte. Memorias de un secretario particular. México, L ib re r í a Viuda de C. Bouret, 1905, pp . 74-77.

3 ROMERO DE TERREROS, Manuel : La corte de Maximiliano. Cartas de don Ignacio Algara. México, Edi tor ia l Polis, 1938.

4 G U E D A L L A , Ph i l i p : Los dos mariscales. Buenos Aires, Edi to r ia l Sudamericana, 1948, p . 173.

5 E l gobierno y altos funcionarios salieron de París en globo. Esto const i tuyó, en aquel entonces, una hazaña venturosamenae repetida.

6 G U E D A L L A , Ph i l ip : ob. cit., p . 13o.

7 Ibid., p . 248. 8 Maximiliano y el Imperio según correspondencias contemporáneas

que publica por primera vez Don Manuel Romero de Terreros... Mé­xico, Editorial Cultura, 1926, p. 83.

9 Ibid., p. 67. 1 0 BLASIO, J . L . : ob. cit., loe. cit.

11 "M-Madame Vve. de la P e ñ a y Azcárate, a l 'honneur de vous faire par t du mariage de Mademoiselle Josefa de la P e ñ a y Azcárate sa f i l i e , avec S. E. le Marécha l de France, Bazaine, Commandant en Chef le Corps expeditionaire d u M é x i q u e . México, le 26 de j u i n 1865."

12 A este h i jo le pers iguió como u n estigma el apellido. Sirvió a México en la época de Porfir io Díaz, pero u n escrito, intentando reivin­dicar a su padre cuando la in te rvenc ión , le val ió la baja en el ejérci to. E l hi jo de Pepita era tolerado, pero el de Bazaine exigía, en México, una discreción que no supo tener. Alfonso regresó a España y en 1914 se alistó voluntario en el ejército francés cuando la guerra con Alemania. Sus mér i tos en c a m p a ñ a no le valieron el p e r d ó n de su apellido y hubo de regresar a E s p a ñ a después de la victoria de su patria. N i México, n i Francia, supieron olvidar.