PoderCrudo

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FOTO: FOTOs: rOlling sTOne, juliO de 2010 55 primero hay que invocar a los angeles: Rafael, Gabriel, Ismael... Después sacarse los zapatos, correr al jardín que está en el fondo y tomarse de las manos. Pisar la tierra, ensuciarse los pies, repetir por fonética frases en hebreo. Descansar y volver al living para sentarse en círculo alrededor del altar con plantas, velas y flores blancas; cerrar los ojos, meditar con un mantra. Por fin, escuchar los pasos que se acercan, sentir la mano que se apoya sobre la frente y esa voz suave, casi susurrada: “Wake up the kundalini”. El que habla es Gabriel Cousens, un gurú estadouniden- se considerado la máxima autoridad internacional en el te- rreno de la “comida viva”. Tiene el pelo canoso, una túnica blanca, la mirada como dormida y el paso lento. Entre la gente que lo acompaña, hay una discípula que no se separa de él. Ni siquiera ahora, cuando Cousens apaga las luces y dice que, para iniciarse en esta filosofía cuya premisa es preservar la energía de los alimentos sin cocinarlos, hay que pasar por todo esto. El “Shabbat chamánico”. La historia empieza con los rollos del Mar Muerto que se descubrieron en 1945 e hicieron furor entre los naturistas varios años después. Ahí se nombraba a los esenios, una comunidad hebrea del siglo II a.C. que llevaba una vida ascética entre las montañas y no comía nada que hubiera pasado por el fuego. Tomándo- los de modelo, la base de la dieta difundida por Gabriel Cousens desde su fundación Tree of Life lleva los con- ceptos del veganismo a un extremo. Si la regla principal Un ex jugador de fútbol americano se convirtió en el gurú global de la “comida viva”, la contracultura místico-alimentaria que promete la salvación evitando la carne y el fuego por violeta gorodischer ilustracion de claudio roncoli 94 95

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rOlling sTOne, juliO de 2010 55

Poder crudo

primero hay que invocar a los angeles: Rafael, Gabriel, Ismael... Después sacarse los zapatos, correr al jardín que está en el fondo y tomarse de las manos. Pisar la tierra, ensuciarse los pies, repetir por fonética frases en hebreo. Descansar y volver al living para sentarse en círculo alrededor del altar con plantas, velas y flores blancas; cerrar los ojos, meditar con un mantra. Por fin, escuchar los pasos que se acercan, sentir la mano que se apoya sobre la frente y esa voz suave, casi susurrada: “Wake up the kundalini”.

El que habla es Gabriel Cousens, un gurú estadouniden-se considerado la máxima autoridad internacional en el te-rreno de la “comida viva”. Tiene el pelo canoso, una túnica blanca, la mirada como dormida y el paso lento. Entre la gente que lo acompaña, hay una discípula que no se separa de él. Ni siquiera ahora, cuando Cousens apaga las luces y dice que, para iniciarse en esta filosofía cuya premisa es preservar la energía de los alimentos sin cocinarlos, hay que pasar por todo esto. El “Shabbat chamánico”.

La historia empieza con los rollos del Mar Muerto que se descubrieron en 1945 e hicieron furor entre los naturistas varios años después. Ahí se nombraba a los esenios, una comunidad hebrea del siglo II a.C.

que llevaba una vida ascética entre las montañas y no comía nada que hubiera pasado por el fuego. Tomándo-los de modelo, la base de la dieta difundida por Gabriel Cousens desde su fundación Tree of Life lleva los con-ceptos del veganismo a un extremo. Si la regla principal

Un ex jugador de fútbol americano se convirtió en el gurú global de la “comida

viva”, la contracultura místico-alimentaria

que promete la salvación evitando la carne y el fuego

por violeta gorodischerilustracion de claudio roncoli

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del vegano es no comer ningún derivado animal (ni carne, ni lácteos, ni huevos, ni miel) los segui-dores de la comida viva eliminan también las hari-nas y los alimentos cocidos o refinados. Además, subrayan que la base son las semillas: “biochips” con toda la información de la naturaleza. A eso se suman brotes, vegetales crudos, frutas, alimentos fermentados, cosas deshidratadas. Los esenios de-cían también que para cada día del año hay un ángel que nos guía. Por eso Cousens armó este Shabbat, híbrido entre la tradición hebrea y los rituales de

los nativos norteamericanos, para invocarlos con rezos, cantos y meditaciones. Cuando se prenden las luces, el gurú dice que ahora hay que mantener la nueva energía interna con

alimentos que tengan vida. “Ensaladas, masas deshidratadas, leche de almendras, quesos de semi-llas”, enumera la discípula, anticipando la cena.

En el fondo del living, una chica de vestido blan-co, rulos castaños y ojazos celestes, sonríe en silen-cio. Acomoda sobre una bandeja el pan deshidratado y lo hace circular. La consigna es lavarse las manos y dárselo en la boca al de al lado. El sabor es salado, y se pega un poco al paladar. La chica, que ofrece agua sin dejar de sonreír, se presenta como Gae. Ella es la representante de la rama argentina de la corriente, con la organización Germinando Vida.

gae arlia tenia 25 años cuando dejo la casa pa-terna y salió a viajar por el mundo con su novio. En pleno “momento de búsqueda”, cambió su alimenta-ción y dejó la carne. Empezó a meditar. Se replanteó cosas. Cuando dejó atrás el norte argentino y llegó a Bolivia, ya estaba sola. En el camino, habló con un grupo de personas que iba a un encuentro espiritual en Brasil y quiso seguirlos. Se sumó a la ca-ravana de veinte y así conoció a una pareja que hacía un proceso llamado “vivir de luz” en una co-munidad de Minas Gerais. Gae aceptó atravesarlo. Veintiún días sin hablar con nadie, sin ninguna actividad, sin ingerir alimentos. Apenas un cuarto despojado para pasar la noche. Lo más difícil fue atravesar la primera semana, en la que no podía tomar ni siquiera agua. Gae vivió las secuelas de la limpieza física (dolores, manchas, sarpullidos) y aprendió a quedarse durante horas en la misma posición. Cuando llegó la segunda semana, le indi-caron que debía tomar un litro y medio de agua por día: era el momento de la limpieza emocional. Según relata, ella ya no tenía hambre. Se la pasaba senta-

da contra un árbol y esperaba las meditaciones del atardecer. Vio gente que lloraba, que gritaba, que se tiraba al suelo. Vio a muchos de sus compañeros de viaje que no aguantaron y terminaron yéndose. Nunca dijo nada. Llegó así a la tercera semana, la de la limpieza mental. El objetivo: minimizar los pensamientos. Cuando despertó, el día 21, por un momento sintió que flotaba.

Despidió a la pareja de guías con abrazos y vol-vió al pueblo con seis kilos menos y una sensibilidad extrema. Todo la aturdía y le daba ganas de llorar. Se volvió más selectiva con los alimentos y los fue incorporando de a poco; priorizó las frutas y las ver-duras, sintió que ya no la alimentaba sólo la materia. Cinco meses más tarde, escuchó sobre la comida viva: su llegada a Brasil estaba predestinada.

Así llegó hasta la fundación Oswaldo Cruz para interiorizarse en esta corriente que respaldaban tan-tos médicos naturistas. Estudió la carrera de reedu-cadora nutricional y conoció al dueño de Oficina da Semente, el primer restaurante raw food [comida cruda] de Río. Trabajó con él, aprendió recetas, se metió en un Centro de Salud y Longevidad, atendió pacientes, les enseñó a comer de este modo.

Corría el año 2006 cuando Gae, embarazada de siete meses, volvió a Argentina para tener a su hijo y fundar Germinando. Hoy, esta organización nuclea a todos los que quieran iniciarse en la comida viva y organiza ayunos físico-espirituales. Durante el día hacen yoga y tai chi chuan. Para el que quiera, tam-bién hay limpiezas hepáticas o colónicas. Además, una vez por mes, celebran cenas de confraterniza-ción gratuitas y abiertas a la comunidad. Lo hacen porque es un camino duro, porque la gente no en-tiende, porque se sienten solos. En una de las últimas cenas, una de las alumnas ofreció su ph y armaron una comilona de pizzas con masa deshidratada y quesos de semillas, ensaladas con lechuga, sésamo y girasol, patés, panqueques de mermeladas vivas. Hubo guitarreada, cantos y poesía. Antes de des-pedirse, Gae los sorprendió con la noticia: la dis-cípula del maestro Cousens la había contactado. El gurú estaba por venir a Argentina.

abierto en 1993, tree of life es un centro ho-lístico ubicado en el estado de Arizona, Estados

Unidos. Ahí es donde la gente viaja a espiritualizarse, limpiarse y curarse con la guía de Cousens. Celebrities como Woody Ha-rrelson propagan sus bondades desde la página web de la fun-dación (treeoflife.nu). “Siempre voy a estar agradecido al doctor Cousens”, dice el protagonista de Asesinos por naturaleza mientras mastica una ensalada de brotes verdes. Porque el gurú lo recibió con los brazos abiertos, entre las rojas montañas de Arizona,

y Harrelson recibió el mensaje: nos enfermamos porque perdimos nuestro ritmo santo. “Hay que amarse a uno mismo y al planeta para querer cu-rarse”, le dijo Cousens.

La premisa de Tree of Life es la misma para todos: cuando uno cocina, pierde el 50% de las proteínas, el 80% de las vitaminas y minerales y casi el 95%

Los seguidores dicen que esta dieta puede

curar la diabetes. Los detractores, que los llevará más cerca

de la diarrea que del nirvana.

Poder crudo

El banquete del arcángel

Gabriel Cousens (arriba a la izquierda, con sombrero) trajo su “Shabbat chamánico” a Buenos Aires. El ritual consiste en una especie de despertar místico y una degustación crudívora. También estuvo en la Feria del Libro.

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Poder crudode los filonutrientes. Si comemos “comida chatarra” genéticamente modificada y con herbicidas, baja nuestro nivel de conciencia, ensuciamos el cuerpo. Una alimentación viva, en cambio, crea una mente y un cuerpo activos y saludables.

Cousens y sus seguidores aseguran que este tipo de alimentación puede curar la diabetes. El plan de veintiún días es estricto. Los primeros tres de co-mida cruda, después siete días de ayuno y, quien se anime, puede seguir siete más, sólo con jugos (de pepino, apio, espinaca, acelga). Es la “dieta del

arco iris verde”. Cousens dice que abrió este centro porque las personas necesitaban una comunidad que pudiera enseñarles a comer de

tal forma que pudieran volverse “conductores de lo divino”. Pero también tuvo detractores. En su libro Health Food Junkies, los nutricionistas Steven Bratman y David Knight hablan de la comida viva como un “extremismo alimenticio” característico de la ortorexia: la obsesión por la alimentación sa-ludable. “Es un desorden que ya está por reempla-zar a la anorexia”, aseguran. “La preocupación por los alimentos y la preparación de la comida domi-nan la vida de quienes siguen esta tendencia.” En el foro de la página vegsource.com, un opositor hizo circular una especie de manifiesto en el que con-taba que, siguiendo la dieta de Cousens, no había tenido más que problemas. Dolores de estómago, constipación, debilidad. Sin un ingreso paulatino, dicen los nutricionistas, los efectos pueden ser de-vastadores: el estómago no tiene enzimas para digerir la fibra de tantas verduras crudas y por eso aparecen retortijones in-tensos, constipación o diarrea. Como el cuerpo tampoco está acostumbrado a absorber tan-tos nutrientes nuevos y se libe-ran muchas toxinas, aparecen el cansancio y la debilidad. Entre los mitos a desterrar, el forista decía: “Recuerden que la comida viva nunca los llevará cerca de Dios, el nirvana o como quieran llamarlo”. A pesar de la repercusión del manifiesto y el libro, en Tree of Life nadie acusó recibo.

Hasta ahora, Cousens lleva creadas seis funda-ciones e incluso trasladó estos programas a Nicara-gua, donde su plan es fundar otra comunidad para el mundo hispánico. Y Argentina es escala necesaria en su proceso de expansión. Las vacantes para los talleres y conferencias de su primera visita colap-saron. Más allá de la moda Palermo Green, Buenos Aires cosecha filosofías, militancias y seudorreli-giones en el terreno de la alimentación. Aunque en Capital no existen censos alimenticios, es fácil ras-trear las agrupaciones que nuclean a macrobióticos, vegetarianos, orgánicos, veganos… Incluso están los frugívoros y se habla también, casi mitológica-mente, de los respiratorianos: un núcleo que ase-gura vivir del aire. Todos rechazan la carne, todos levantan banderas por un gurú, una política o una suerte de premisa espiritual en torno de la comida. Y uno de los puntos más extremos a los que el vege-tarianismo puede llegar es la raw food. Hasta ahora, más de cien personas pagaron mil pesos por el taller semanal de “alimentación viva para la paz univer-

sal”, dictado por Cousens. Asistieron a seminarios donde se enseñaron recetas, se degustaron platos y se hicieron meditaciones. Muchos participaron también en la celebración del último Shabbat y se transformaron en seguidores del maestro.

La noche que Leo Mazzucchelli probó la comida viva, supo que las cosas iban a ser diferentes. Aun-que a sus 43 arrastraba veinte años de lactovegeta-rianismo, nunca antes le había pasado algo así. Es-cuchó el nombre Verde Llama casi por casualidad. Un amigo le había hablado del primer restaurante crudivorista de Argentina y así se metió, sin saber muy bien de qué se trataba. Lo mismo que había hecho durante la primavera alfonsinista, cuando supo de los hare krishnas y el Maharishi y abandonó el jazz y la carne, casi al mismo tiempo. Leo entró en ese restaurante que hoy ya no existe y siguió las recomendaciones de Diego Castro, el chef que trajo esta corriente a Buenos Aires en 2005. De entrada, licuado de almendras, algarroba, algas, espirulina. El sabor amargo y el olor a pescado se diluyeron en el azúcar sin refinar; las almendras le dejaron un resa-bio dulzón. Siguió con un sándwich de pan deshi-dratado con verduras, brotes y quesos de semillas. Para el postre, trufas de cacao puro.

Esa noche habló con Diego hasta la madrugada. Le pidió que le diera cursos de cocina y se llevó prestados varios libros. De todos, el que más le gustó fue Rainbow Green Live-Food Cuisine, de un tal Gabriel Cousens. Siguiendo sus consejos,

Leo radicalizó el vegetarianismo: dejó las harinas, los lácteos y las verduras cocidas, se contactó con proveedores orgánicos para conseguir alimentos sin pestici-das ni fertilizantes, armó listas de semillas que podían traerle quienes viajaran afuera. También empezó a hacer ayunos de agua y jugos verdes con cada cambio de estación y quiso difundir esta corriente en las meditaciones con cuencos que dictaba con su mujer. Todo parecía fluir hasta

que la pareja rompió y él se instaló en una quinta en Pilar. La separación lo había golpeado y pensó que un viaje para ver personalmente al gurú que hasta entonces sólo conocía por mail podía ser un consuelo: tal vez Tree of Life fuera un buen refu-gio. Estaba en medio de los preparativos, cuando se enteró de que el maestro estaba por llegar al país. Se ofreció a ser su asistente.

Durante los días previos al Shabbat, convivió con el maestro y la discípula. Pasaban todo el día juntos. Tocó y probó “súper alimentos” que acá no existen: hierbas chinas “inmortalistas” por sus antioxidantes, hongos medicinales como el reishi, extractos de granada, sales marinas de color rosa. No podía creer que Cousens estuviera siempre impecable, detenido en el tiempo como un monje shaolín. Leo trató de encontrarle una arista, pero el hombre estaba exactamente igual al levantarse que al ir a dormir. La misma calma taciturna, la piel tersa pese a superar los 60, la misma media sonrisa antes de cada rezo. No era fascinación de novato: él ya había asistido a gurúes como Fabien Maman (el francés pionero de la sanación

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Vegetarianos En sus dietas no incluyen carne de ningún tipo, por razones éticas, ecológicas, espirituales o de salud. Se subdividen en: ovo-lacto-vegetarianos, ovo-vegetarianos y lacto-vegetarianos. Una de las agrupaciones militantes más conocidas de Buenos Aires es La Revolución de la Cuchara (larevoluciondelacuchara.org).

Locavores El movimiento nació en San Francisco para promover el consumo de alimentos cuyo origen estuviera en un radio no superior a los 160 km. ¿El objetivo? Combatir las emisiones de carbono a la atmósfera. Tienen que ser alimentos orgánicos: sin pesticidas, herbicidas ni fertilizantes. En Buenos Aires, la Mutual Sentimiento creó El Galpón, un lugar que reúne a productores agroecológicos independientes: mutualsentimiento.org.ar.

Veganos Promueven un vegetarianismo estricto, llevado a una filosofía de vida que implica el no consumo de animales ni como alimentación, ni como vestimenta, ni como divertimento, ni como objetos de experimentación. No consumen huevos, ni lácteos, ni miel, ni gelatina ni carnes. Activismo de acción directa: la gente de Acción Vegan informa cara a cara en el Parque Centenario. accion-vegan.com.ar.

Crudívoros Extreman el vegetarianismo comiendo únicamente verduras crudas y eliminando todo aquello que haya sido cocido o refinado. Dos restaurantes urbanos incluyen raw food: Bio (Humboldt 2199) y Buenos Aires Verde (Gorriti 5657). Germinando Vida es el referente local obligado.

Macrobióticos Se basan en la medicina oriental, que tiene en cuenta la parte energética de los alimentos según el yin y el yang. Se alejan de los extremos yin (como azúcar) y yang (como carne) y siguen un esquema general que aconseja comer un 50% de cereales con fibra, y el resto armarlo con verduras cocidas, algas, legumbres, pescados, frutas y productos orientales. Un restaurante que a la vez funciona como “escuela” es La Casa de Ohsawa: lacasadeohsawa.com.ar.

Frugívoros Se alimentan únicamente sobre la base de frutas. Hay muy pocos referentes urbanos y los nutricionistas aseguran que seguir esta dieta puede ser perjudicial para la salud.

mapa de las contraculturas alimentarias

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El discípulo quedó fascinado: Cousens

puso cristales de taquión en la

heladera para que la frecuencia de la comida no variara.

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vibracional) o Leonard Orr (el men-tor del Rebirthing). A todos se les notaba el jet lag, el cansancio que en Cousens estaba ausente. Además, este maestro usaba la energía taquión. “Frecuencias puras codificadas en distintos elementos, desde un objeto hasta una prenda de vestir”, le explicó la dis-cípula mientras desayunaban té de hierbas y galletas con polen, esa mañana de enero. Le prestó un cintu-rón codificado para que soportara el día de 35 grados con las vibraciones altas. Cousens ponía cristales de taquión en la heladera para que las frecuencias de las comidas no se modificaran.

Cuando el gurú y la discípula se fueron, Leo si-guió con sus cursos: tenía conductas para imitar y más respaldo a la hora de las explicaciones, ahora que las preguntas se las hacían a él. Así estuvo hasta que se instaló en Buenos Aires. Comenzaba el otoño de 2010 y Cousens, después del Shabbat chamáni-co que había celebrado en enero, estaba a punto de volver al país. Leo, por supuesto, sería su asistente durante su estadía. El gurú iba a presentar Hay una cura para la diabetes en la Feria del Libro.

cuando tenia 20 años y jugaba futbol america-no, Gabriel Cousens no podía pasar un día sin comer carne. Necesitaba las proteínas, fortalecer la masa corporal, sentirse fuerte, transmitirlo en el campo de juego. A los pocos años se convirtió en jugador profesional. Después se casó, se recibió de médico, alegró a todos con la noticia de que su mujer estaba embarazada. Pura felicidad hasta esa noche de 1973 en que se despertó transpirado, la boca reseca, el corazón que latía rápido, muy rápido. En el sueño, un pollo a punto de ser rostizado se le acercaba tam-baleante hasta cubrirle el campo de visión. Buscaba sus ojos, abría las alas, imploraba piedad:

–Soy tu hija –decía. Gabriel se quedó unos minutos en silencio y a la

luz del velador fijó la vista en el vientre crecido de su esposa. Contuvo las ganas de tocarlo. Creyó ver que la panza se movía. Entendió que, de alguna ma-nera, ya existía entre él y su hijita una extraña, íntima conexión. También supo que no iba darle muchas explicaciones a nadie. La decisión sería radical: no volver a probar carne, en ninguna de sus formas.

Su mujer lo aceptó de buen modo y también aceptó que Gabriel empezara a retraerse, dejara el fútbol americano y se acercara a la kundalini, una tradición india de más de 8000 años que había lle-gado a Estados Unidos como una de las últimas im-portaciones orientalistas de la new age. Mientras el Watergate dejaba secuelas y Ford reemplazaba a Nixon, Cousens se abstraía del mundo y se involu-craba con el kundalini hasta llegar al célebre Swami Muktananda. Si quería aprender, le dijo el maestro, debía estar dispuesto a tomar un curso intensivo. Así, Gabriel realizó prácticas espirituales que lo llevaron a tomar la decisión, un día de 1975, de se-guir a Muktananda a la India para conectarse con Dios. La convicción era tan fuerte que vendió todo, dejó su trabajo y aceptó vivir con su familia en un ashram ambulante. Al séptimo año de estar en India, Cousens recibió al fin el shaktipat de su maestro: se elevó hacia la nada, sintió el despertar del Kundalini en su interior, perdió la conciencia. Muktananda le

dijo entonces que lo soltaba. Cousens volvió a Estados Unidos, miró a su al-

rededor y entendió que podía llegar al extremo de la espiritualidad a través de la alimentación. El tema estaba en el aire: ya en los 50, el mundo había es-cuchado hablar de George Ohsawa, un médico ja-ponés que daba charlas sobre la macrobiótica y los principios nutricionales del yin y el yang. Ahora, los vanguardistas alimenticios ponían el foco en Ann Wigmore, una médica que decía haberse curado el cáncer con comida cruda. Cousens entendió que el crudivorismo era lo que tenía más cerca, un terre-no aún fértil. Era una alimentación similar a la dieta que él venía haciendo. Sabía que Wigmore se había inspirado en los manuscritos de los esenios: ¿quién mejor que él para honrar sus propias raíces judaicas? Sucumbió a sus milenarios escritos. Se apropió de sus creencias. Repitió como ellos que la base de la buena salud y la longevidad era no comer nada que hubiera sido cocinado. Después sumó rezos, cantos y ayunos hasta que llegó a la meta y creó él también su propio adalid de curación natural. Si Wigmore había superado un cáncer y Ohsawa juraba haber sobrevivido a la tuberculosis, Cousens vio el nicho en una enfermedad que rankea entre las primeras a la búsqueda de una curación: la diabetes.

la sala roberto arlt de la feria libro 2010 de Buenos Aires está casi llena. Envuelto en dulce olor a sahumerio, el séquito de Gabriel Cousens prepara todo antes de que él aparezca. Están los dos repre-sentantes de la consultora de sustentabilidad, una fotógrafa que captura imágenes para la web de Tree of Life y Leo Mazzucchelli, que llega agitado con sus pantalones de lino a rayas, la mochila de tela y una chalina amarilla sobre la remera blanca. Entre todos disponen el micrófono, la pantalla, el termo platea-do con té verde sobre la mesa. Cousens atraviesa el pasillo, escoltado por Leo y la discípula. “Es un or-gullo presentar al doctor”, dice el chef Martiniano Molina, micrófono en mano, mientras el otro son-ríe con su boina negra. Entonces Martiniano, otro atleta que está atravesando su propio insight green, dice que está feliz de presentar a este hombre que logró unir ciencia con espiritualidad. Que todo lo que tiene para explicarnos marca un cambio defi-nitivo en nuestros hábitos: él tiene las claves para transformar esta realidad dura a través la concien-cia. Que lo conoció hoy mismo, agrega después, pero no importa: todo lo que Cousens le explicó le pareció revelador. La gente aplaude y Cousens se acerca a abrazarlo. Sonríe mucho. Detrás de él, un cartel anticipa: alimentacion viva, alimentacion consciente. Y abajo: “Por primera vez en español, su revelador libro: Hay una cura para la diabetes”. Cousens toma el micrófono y la traductora repite. Va a hacer una plegaria para sanar a la tierra y a no-sotros mismos. Dice algo en hebreo, con un cantito al final, y termina con la palabra “amén”. La sala está muda. Algunos repiten tímidos: “Amén”.

Después empieza el discurso sobre la diabetes. Cousens asegura que cada diez segundos, alguien muere por esta enfermedad. Explica cómo una dieta de comida viva puede curar la de tipo 2 y revertir los efectos de las otras. También habla de Tree of Life, de los tratamientos, de la expansión hacia las regiones hispanoparlantes; repite como en un casete todo lo

que la comida pierde cuando pasa por el fuego. –¿Cuántos de ustedes sabían esto? Levanten la

mano, por favor.Cousens dice que la buena noticia es que en Bue-

nos Aires ya hay gente que enseña dietas de comida viva, pero se niega a dar ejemplos, porque todo eso va a explicarse en la charla y el taller del domingo. Un día intenso en que a las demostraciones en vivo va a sumarse el Shabbat de cierre, igual que la vez pasada. El precio de la charla es de 30 pesos; el de la ceremonia, 100; y el del taller entero, 500. Habilita preguntas y varios levantan la mano. Cousens apro-vecha el bache para promocionar su web.

No queda más tiempo. En cinco minutos el doctor irá al stand de la Editorial Antroposófica para firmar ejemplares. Todo es aplausos y ruido de sillas. La dis-cípula y Leo se abrazan; los de la consultora hablan con el dueño de Buenos Aires Verde, el restaurante que sucedió a Verde Llama. Reservan una mesa para todos, piden exclusividad. Cuando nombran a quie-nes van a estar, se olvidan de Gae Arlia.

en realidad, no se olvidaron de nada: gae no fue a la Feria porque había viajado a un encuentro de chefs en Neuquén. De todas formas, tampoco hubiera querido ir. No es que tenga algo en contra de Cousens. Pero después de su última visita, las cosas cambiaron un poco. Por empezar, Gae sabe algo que Leo ignora: cuando unos meses atrás ella contactó a Cousens con la consultora de sustenta-bilidad, él puso como condición que le editaran uno de sus libros. La prioridad era ésa: si no, no venía. Por eso la mujer de uno de los consultores empezó a moverse hasta dar con el padre de una amiguita que su hija conoció en el colegio Waldorf. El hom-bre era el dueño de la Editorial Antroposófica y así se gestó la traducción de Hay una cura para la diabe-tes, con una tirada de mil ejemplares.

Que la mera difusión de la corriente no fuera prio-ritaria, la desilusionó. Pero mucho más le impactó que en toda esa semana, Cousens no le dirigiera la palabra, siendo ella quien había mediado para traer-lo. Tampoco le gustó la estructura piramidal de Tree of Life y el hecho de que todos los que trabajan con él le rindieran la pleitesía que se le rinde a un ser su-perior. Acostumbrada a la calidez brasileña, Gae no pudo entender que no hubiera palabras de agradeci-miento para ella, ni siquiera cuando cocinó crêpes de masa deshidratada y tortas crudas de banana para el Shabbat. La misma semana en que Leo se despedía de Cousens quedando a su disposición, Gae se iba a la finca El Peregrino, en Mendoza, para visitar a “gente sencilla de campo, que trabaja la tierra”. Des-conectarse y cultivar manzanas orgánicas, enseñar-les a otros cómo hacerlo, pero sin cobrar.

Hoy, respeta la sabiduría de Cousens (“investiga esto desde hace treinta años”) pero no quiere partici-par del Shabbat. Leo, en cambio, parece un jugador antes de salir a la cancha. Hace días que no piensa en otra cosa. Podría estar con el maestro meses en-teros: “Nunca se deja de aprender”. Además, hay un íntimo secreto que lo mueve, que le eriza la piel. El sabe que éste es el año en que va a conocer Tree of Life. Si se prepara, si demuestra todo lo que es capaz de hacer, el destino puede cambiarle. Y quién le dice... A lo mejor se convierte él también en discí-pulo y se queda con ellos para siempre.

[Viene de pág. 98]

PODER CRUDO