POEMAS - Damian Rios Abril 2012

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El verde recostado El verde recostado sobre el bajo, lamparones de sol manchando, entre los árboles, el campo. Verde y amarillo menguando en la neblina, puedo imaginar la vida de mi padre cuando agarraba para ese lado hacia la obra y la de mi madre que esperaba a sus clientas en la peluquería, el espejo tapando toda la pared y este mate que no tiene gusto a nada. La ansiedad que crece en el pecho y se desparrama, las cosquillas. La pampa es pura angustia, pero entre las lomas,

Transcript of POEMAS - Damian Rios Abril 2012

El verde recostado

El verde recostado sobre el bajo, lamparones de sol manchando, entre los rboles, el campo. Verde y amarillo menguando en la neblina, puedo imaginar la vida de mi padre cuando agarraba para ese lado hacia la obra y la de mi madre que esperaba a sus clientas en la peluquera, el espejo tapando toda la pared y este mate que no tiene gusto a nada. La ansiedad que crece en el pecho y se desparrama, las cosquillas. La pampa es pura angustia, pero entre las lomas,

en la suave sombra de sus laderas, se encajona un poco de viento, el oficio llama al msculo, la conversacin al recuerdo y al recuerdo la nada: trepa la voz del escobero que pasa con su trabajo al hombro, un caballo de los Machuca resopla y patea, la Luca sale a baldear la vereda, la flaca Pietroboni levanta quiniela. Refulgen apenas las piedras, bien se hace la maana clara. La sombra de esa casa llega hasta la pared de la tuya, el tejido se tuerce hacia afuera, la calle va en bajada entre la escarcha y un vecino la remonta

soltando el aliento que le esconde con neblina la cara, blanco contra el blanco. Hay un ceibo al fondo del terreno, la cabeza abajo del agua y la enredadera seca techa la galera con nada. Sangre y ropa clara en un balde de agua. Llega hasta ac el calorcito, el rumor de las mujeres, la luz que aprieta las cosas en la mesa de la cocina. A comprar el pan, a negociar.

Mi madre pierde en una plataforma

de la terminal a punto de venir a Buenos Aires para que la atiendan. En un sentido, completo aquel viaje descompuesto.

Y van a andar toda la noche, la noche de lo primos. Tot anda con la noticia golpeando las puertas. Es la noche en que me hice, la que me sigue haciendo.

Focos amarillos vetean los patios delanteros y los frentes de las casas; todo es aliento vaporoso, todo se prepara. En la ruta,

un motor cambia de marcha, se hace ms grueso y se plancha; la tapa de la pava tiembla, la luna golpea la punta de los pastos helados, los techos de chapa. Las manos del amigo que aplauden desde el portn cortan en dos la helada. La costumbre de la muerte ya est entre nosotros y no me acuerdo de esa casa ms que las dos camas y el calentador y la bolsa con el pan colgando en el medio de la pieza y la vela que resplande mete y saca de las paredes los ladrillos:

soy uno con lo oscuro, con lo que no alcanzo a entender y con lo que entiendo. Siempre hay algo que se escapa en bajada. Los Cceres, los Aguirre, los Sandoval, los Ledesma, Los Ugn, los Danieli, todos se desparraman y se juntan y en ese movimiento son uno en la noche helada. Las voces se acomodan en un tono. Paso mi mano por la frente, ladeo la cara, tomo aire con la boca de nuevo y me suelto. Amanece? En el patio una voz de vieja encara otro padrenuestro.

El rancho ladeado aguanta chirra, se estira, entra el viento y se tensa temblando en un rincn. Se corre el techo con ruido a madera de tirantes, vuela una chapa, shhh, que nadie grite. Ahora la claridad est bien adentro, la luz desparrama las cosas, hay mucho ruido. Es una correntada el aire y cuando amaine que vengan los primos a volver el techo, encontrar la chapa. El miguel y la chichita se haban hecho una casa de material pintada de blanco, tena una enredadera y era calentita en invierno. En la pared del fondo estaba pintado Pern y abajo Vuelve, una vez encajamos una lata de aceite en la orqueta: el rbol iba crecer y la lata abollarse

entre los troncos, qu esperanza.

Cuando empezaba el asfalto asomaba la abuela Carmen sentada en el tapial, esperando, le daba el sol de esa hora, blanca la casa, verdes los rboles, despacio, la abuela rubia: la veamos desde la gomera, el pelo, bamos en bajada acelerados apurando el paso esquivando las sombras derecho hacia la casa manchada por el sol porque bamos en bajada noms se entiende, no haba ningn apuro, en la felicidad no pasa nada.

A esta hora de la tarde el fondo ya es una sombra, afloja la claridad en la punta de los pastos todo se estremece. Pasa un perro, pasa un milico en dos pedaleadas para el lado del batalln. Quedaron las estacas en el terreno de los uruguayos con los piolines tirantes. El viejo Andrada vuelve de ver a los nietos, anda ensimismado. Las luces de las casas se prenden, todo se amontona en el pecho, la cara que tuve cuando pens muerto, los pastos aguantan la cerrazn, la canilla gotea y me orilla a estos pensamientos.

El sol empuja en la vereda, lleva las cosas de esta parte a otra, trabaja al filo de la luz: la Piru abajo de la enredadera contra la pared pintada a la cal, un da muy viejo salpicado con cscaras de mandarinas. Las tres y pico, en diez cuadras a la redonda no hay un alma, el barrio aplastado por la siesta y en bajada pasan dos que paran en la esquina. Asoleados! les tiran piedras a los caballos de Machuca. Entre los rboles se abren tres o cuatro y empieza la batalla campal. A los cascotazos de un lado y del otro de la zanja. Los caballos salen disparando, los asoleados suben la cuesta a las putedas, no son de este barrio. En un rato el sol pierde fuerza contra la sombra. La Piru se mete a tomar la leche. Qu ands haciendo?, me preguntan desde la cocina. Haciendo, nada.

El tiempo que se toma la tarde para convertirse en noche cerrada en el fondo del terreno se aplasta un perro con sus cachivaches dos o tres pasan por la vereda las almas se ordenan alrededor del televisor esperan que empiece la trasmisin uruguaya los hombres vuelven del trabajo los das se amontonan mi madre despide a las ltimas clientas en la peluquera el secador queda vaco sali el treinta y siete en la oro a la cabeza la zanja de llena de ruidos pero hay que estar muy cerca para escucharlos, no?, tenemos todo lo que pasa en la parte de adentro del tiempo.

Todava me s hacer la seal de la cruz, en la frente, en el estmago, en el hombro izquierdo y en el derecho. Mi madre se haca la misma seal y se inclinaba, hermosa, para arrodillarse cuando bamos a misa. Mientras la tuvo, todos los domingos me haca la misma seal delante de su tumba, cuando era chico. Como en las novelas largas, pas el tiempo. Un empleado del cementerio me dijo hace poco que mi madre ya no tena tumba y yo pens que an despus de muerta ella sigui teniendo algo a su nombre. Ahora sus restos estaban en el osario pero ya no tena nada. Y yo tampoco. No volv a hacerme la seal de la cruz.

Estamos en la Terminal, mil novecientos ochenta y cinco. El resplandor blanco de las luces abarca toda la explanada y llega hasta el asilo de enfrente, la cruz de la capilla apenas se divisa en la madrugada. Los obreros del frigorco dejan recostadas las bicicletas en el cordn de la vereda, el pedal las sostiene en equilibrio, y van hasta el kiosco, compran cigarrillos, alfajores, despus se suben y agarran la Galarza hasta el cementerio, por lo menos. Parece que va a arrancar pero no, siempre parece que va a arrancar, la negra pajarito se pasea entre las plataformas con vaqueros flamantes. Arreglamos para vernos en la otra cuadra,

donde empieza el ripio, cuando empieza el ripio. Fuimos para el lado de casa, despus no nos vimos ms.

La zanja dobla en Almafuerte y agarra Chiloteguy hasta Ingeniero Henry y despus ya no hay ms nombres hasta donde s la cuadra de la casa del Tolo (un rengo en bicicleta) no tiene nombre porque nadie del gobierno vino hasta ac para ponerle uno ni siquera para las elecciones Es la cuadra de la casa del Tolo y nada ms que se arregla con arreglos de bicicleta y le alcanza para la costumbre del vino un hombre tranquilo el Tolo que se afili al PC para conseguir una pensin y se desafili para que le dieran otra distinto de Pacheco que tiene casa y mujer en otra calle sin nombre y un da se pas una tarde entera peleando con Tigarrilla

El Taco cuenta bien la pelea que nos mantuvo en vilo todo un da Pacheco agarraba un palo y se iba hasta la casa de Tigarrilla y lo cagaba a puteadas desde el medio de la calle y el Tiga sala y Pacheco reculaba sin dejar de putear al Tiga, a la madre que era una chupacirios al padre que era un borracho al hermano que no se puede ni decir lo que deca Pacheco y al otro hermano que era un haragn y a la mujer del Tiga que era una india palabra de Pacheco y entonces el Tiga empezaba a correrlo al trote primero y despus un poco ms rpido cuando agarraba la bajada pero se quedaba ah Y as toda la maana mientras se iban poniendo en pedo Los dos, el Tiga y Pacheco, y Pacheco que de nuevo encaraba despus de comer para la casa del Tiga y de nuevo a putearlo que entonces adems le deba plata segn l, por un trabajo que haban hecho juntos,

y se iba embarrando todo porque adems estaba chispeando Hasta que ya a la hora de la siesta Llova parejo, dice, dijo y sigue diciendo el Taco Pacheco est puteando en el medio de la calle se trajo una escopeta y el Tiga: qu te pasa uruguayo y la reputa madre que te pari qu te mets y empieza a revolear una plomada (los dos son albailes) y empieza a correrlo y el uruguayo Pacheco se da vuelta como si hubiera visto el mismo diablo y encara por esa calle sin nombre y el Tiga atrs, revoleando la plomada, cada vez ms cerca y Pacheco que antes de llegar a su portn: Lucaaaaaa, Luciaaaaaaaaaaaaaaa, Lucaaaaaaa abrimeeeeeeee y la Luca le abre, es hermosa, tiene ojos verdes y pelo castao, y Pacheco entra, y el Tiga le tira la plomada.

Haba viento sur, a veces viento norte a veces no haba viento y cuando estaba por venir tormenta haba la vieja Quroga que pispeaba en la vereda mientras empezaba a chispear. Ahora soy el ms viejo del barrio o el nico que quiere acordarse del Jose escapndose de la madre, en invierno, a las seis de la tarde, sentado en el medio del charco que ocupaba toda la cuadra en pocas de lluvia. La madre le gritaba desde el borde, ay, que alguien me dicte y que no quede nada, ms que este pramo blanco y negro, por decir, Jose sentado en el medio del charco y su madre que lo putea desde la orilla, que quiere que vaya para casa, cae el sol que apenas anduvo entibiando esa tarde de la dcada del setenta dnde no hay ms lucha que la del Jose y la madre, por eso el jose se sienta en el charco helado

y todo el barrio sale a mirar el espectculo y mi madre que es la ms buena, blanca y buena, a la sombra de la enredadera me mira jugar con jose al rayo del sol y ahora me putea desde el cielo. Camos presos una vez con Jose y despus l sigui cayendo y yo tambin, pero cada vez estbamos ms lejos, tan lejos que ahora me toca narrarlo, o acordarme, que no es lo mismo pero se parecen porque siempre se trata de mentir, de fingir que haba una cuadra as y una casa all al lado del surtidor y ramos tan nios que Jose todava est pagando, cada tanto pregunto por l, y me acuerdo del olor a sobaco de su campera inflable, le ped una vez que la sacara del rancho a tomar aire.

Haba, hace mucho, un hombre; Un hombre, hace mucho, que no paraba de contar y contar historias. De noche le contaba historias a su hijo, que entonces era su hijo y no era ms nada. Trataban, las historias, de otros hombres, nunca de mujeres. El mundo, o el pedazo del mundo en que vivan, no tena ms que un poco de fuego. Una vez le cont la historia de una idea que saltaba de cabeza en cabeza y que no acababa de resolverse del todo en la cabeza de alguno y que en eso se pareca a un enigma, pero no era una enigma porque no se esperaba ninguna solucin, apenas una idea que tenda a comprenderse, la idea de esa idea que era el cuento tena que ver con la soledad y el viento se oye un crujido en la casa de los Machuca, se mueven los pingos, lloran los nios y ninguno, dice el abuelo de los Machuca, somos de ac. Ni nosotros ni nadie de los que van a la iglesia los domingos,

ni los domingos son de ac, a lo sumo son los martes de pasando la loma pero la loma no es ac, y despus lloran los nios, se mueven los pingos y la idea salta al bar donde Maquiavelo se toma un vino y juegan a las cartas y al billar y dice uno que ninguno ni los que se levantan temprano para ir al frigorfico somos de ac porque esto que es ac no es nada o no se parece a nada y ah salta la idea, pero ac es de noche, hace mucho.

Soy pata, soy ancho, me animo a empujar el humo de los pulmones a la cabeza, a nombrar todo lo que tengo y lo que no tengo lo que no debera tener ni haber tenido una cortina hecha con sachets de leche aplaude contra la pared embravecida de la memoria soy ancho, nado de una orilla a la bolla roja y vuelvo, soy nuevo, miento cuando me llaman por mi nombre estoy hecho de madera fresca, de sangre, soy pata y ancho me tiro al sol a esperar que despeje la cabeza y entonces digo ven tranquilo y vienen

despus las cartas se acomodan en el mazo, nunca se entrevieran soy pata, hay mate, hay milonga tengo maneras de hablar en el centro de la lengua, lejos, suaves.

Y nada ms pensaba que una vuelta haba sido un hombre cuando prepar por primera vez el mate fue en la casa de mi abuela a ella le gustaba dulce y le echaba caf era hermosa, se llamaba Felipa Oroo y tena mucho de india, era hermosa, hay que repetirlo, tena manos chicas y oscuras y saba mucho pero siempre callaba esa vez me toc prepararlo a m cebarle unos a ella -Te cebo uno -Dale, cebame

-Te cebo otro Y ah iba el mate para ella vuelve a hacia la nada y vuelve a m deca un amigo mo, que volvi noms y estaba ella con todos sus aos encima cada vez que me cebo un mate vuelvo a estar con ella y con todos los que alguna vez tomaron uno conmigo tomar mate no es compartir tomar mate es quedarse solo y acompaado va el amargor por la lengua y la garganta se inflan las narices por el olor de la yerba y discuto de poesa con un amigo: esta frase ponela al revs para que atraviese el verso de otra manera, me dice, y se toma uno y se muere, vuelve, va el mate para all y no me acuerdo a quien le toca, creo que la parca tiene los mismos problemas a veces no se acuerda a quien le toca y vienen los accidentes si hubiera mejores cebadores de mate en el mundo habra menos tragedias, menos gente triste, no te vas a morir otra vez no te vas a morir otra vez no te vas a morir otra vez

van a lavar ropa ajena a la costa del ro van las negras van hermosas son mis madres que lavan ropa y as vuelven a m y preparo uno en la cocina el agua, la yerba, y el primero de parado para m solo y sin que nadie me vea para estar con todos los muertos que tengo y que tendr porque tomar un mate, un poema, es tocar el cielo con la lengua.

Le err al cordn Se cay, qu va hacer, en un barrio inundable los cordones son altos porque la gente fue rellenando para construir: y cuando se viene medio entonado con un vino de ms, porque aparte es enero y hace calor, se complica embocarle a todos los cordones. De diez le embocs a nueve, de diez que le errs, te cas en uno. Se va a caer una vez al ao si sigue saliendo los viernes. El tema es que me llam y despus citarme a Martn Fierro me dijo "Me ca" y agreg que no me preocupara: justo pasaba el Germn por ah y lo ayud a levantarse. Tiene para diez das de yeso, se astill la mano.

Ahora tiene miedo de salir. Dice que si toma va a tomar en la casa que es menos peligroso; En todo lo dems est normal

Empezar diciendo que en mi edificio hay dos ascensores es un modo horrible de empezar pero es la verdad y esa verdad sumada al hecho que este poema se me ocurri delante del pozo de los ascensores mientras pensaba en el ahorro de energa: de la energa que tengo, que gasto y que produzco en forma de literatura, pero es lo que hay: desde hace dos aos intento reducir al mximo el consumo de energa en los ascensores de mi edificio:

lo hago por mi cuenta y me puse en la pequea labor de este poema porque hace un tiempo entend que no es fcil decidir a qu ascensor llamar si no se tiene idea de en qu piso estn los ascensores. Generalmente llamaba al que se detiene frente a la puerta de mi departamento porque entonces pensaba en el ahorro de energa que me insumen dos pasos hasta la puerta del otro ascensor. Pero a veces pasa que perda tiempo porque el que se detiene frente a mi puerta estaba en el ltimo piso y todos sabemos que el tiempo es una forma de energa sobre todo si se tiene en cuenta que soy muy ansioso y la ansiedad, se sabe, al igual que la angustia y la inquietud consumen energa y contribuyen al agotamiento y la depresin, que pueden traducirse como falta de energa. (Nunca te dieron de comer en la boca una novia, un amigo, una enfermera a causa de un depresin? Puede llegar a pasarte.) De manera que me empec a fijar en los cables que sostienen los ascensores

y empec a tomar decisiones en base a defectuosos clculos de probabilidad: si se ven los cables es porque est en el piso de abajo o en el de ms abajo (el primero) o directamente en planta baja. Si se ve el contrapeso del ascensor, es que est en el piso de arriba y si no se ve y tampoco se ven los cables, est en alguno de los otros tres pisos o en la terraza (cosa rara). En base a estas observaciones empec a tomar la decisin de a cul de los dos llamar, pero an as no llego a sentirme del todo seguro en cuanto al ahorro de energa: por ejemplo, no estoy seguro de que el motor del ascensor gaste menos energa cuando baja del sexto piso que cuando sube del primero: qu le cuesta ms al motor? subir o bajar? La misma pregunta vale para un ciclotmico. Cualquiera dira que subir pero no es tan as, de hecho creo que consume ms bajando. Adems, est la posibilidad de que cuando lo llame est cargado

y esa es otra variable que complica las cosas. As y todo, escribir es mucho ms econmico y la energa que se emplea rinde ms . Incluso si escribs mal y ests triste, Incluso cuando te sents tontamente solo, incluso si no escuchs msica, no te sabs vestir y no tens ganas de afeitarte.

Mi prima se hace Soldada

Ingresa al Ejrcito para tener un mejor futuro o algo asi, para darle una estabilidad a la pequea Abril, su hija, que para ser realistas no tiene padre y no hay nadie no hay nada que yo pueda hacer para cambiar esa desicin a qu viene este poema con sus ripios, sus ruidos sus robos una estirpe de chorros milicos y laburantes adnde vamos a ir parar

nosotros, mi prima, la hija de mi prima la madre de Abril se hace soldada ingresa a la Fuerza y la Patria no le demanda nada y Dios tampoco manda o manda fruta, enfermedades, tragedias, pobreza y la hija de mi prima con la que pas mi niez mi prima en definitiva se hace soldada se calza el uniforme y empieza la carrera desde abajo desde ms abajo

se hizo amiga de otras soldadas salen juntas al balneario miran chongos

ojal que se salven mi prima la hija de mi prima y la pequea Abril ojal que nos salvemos todos Dios, su Patria y su Santsima Democracia se lo demanden.

Al otro lado de esta ventana que le da sentido se pone un sol debilitado las sombras de los edificios se alargan y dibujan lneas rectas, irregulares, sobre los techos del pulmn de manzana donde un obrero vestido con pantalones de grafa y pullover azul patea el esqueleto de un paraguas que dej all una tormenta muy vieja. Los manchones apagados de la luz del sol amarillean sobre techados asflticos. Esto es una ciudad y lo que desde aqu veo son techos iguales a los del Negro Cruz, un amigo de pap, al que le habamos pasado un presupuesto

por arreglarle una goteras en su casa. Le pasamos un presupuesto por agujero soldado con estao y plomo. Distinto de hoy, haca mucho calor y el sol pegaba una, dos, tres veces en el zinc de enero y de nuevo volva a pegar y desclavbamos chapas y las bajbamos para rellenar los agujeros con soldador. Era una changa y las horas de changa, se sabe, se cobran mejor que las horas de un trabajo fijo. Al final del da, despus de haber contado todos los agujeros, quemados, traspirados, con olor a plomo y estao, llegamos a una cifra que nos hizo dudar de lo justo. El Negro Cruz era dirigente gremial, honesto, conservador y no se iba a quejar del precio, pero no sabamos si el precio era justo. No haba nada que hacer: la multiplicacin de agujeros por el precio nos daba una cifra que haba que decir que no sabamos decir, ni mi Padre, ni el Titi, ni mucho menos yo: le estbamos arrancando la cabeza, de la misma manera que durante todo el da le habamos arrancado la cabeza a los clavos del techo. Ahora todo es gris, las paredes de los edificios y los techos han perdido matices

y se empieza a ver luces en las ventanas de los departamentos. El Negro Cruz supo tener un kiosco a media cuadra de la terminal en poca de los milicos cuando le intervinieron el sindicato; trabajaba el negocio con la mujer, una seora amable que haba querido mucho a mi mam y a la que saludaba cada vez que pasbamos por el Bolulevard en direccin a la casa de mi abuela, que estaba en eso, lo mismo que yo, de criarme. A la cifra la termin diciendo pap y el Negro Cruz pag. Ya no tena el kiosco, ya haba vuelto la democracia y todos ramos ms pobres. Mi viejo y el Negro Cruz se quedaron tomando un vino blanco abajo de un paraso hablando de Pern. Eran gente buena. Ahora est oscuro.

A ver cmo se acomodan las slabas en el viaje: la mirada del que mira mirar la secuencia de un relmpago, un trueno, la violencia del amor, la costumbre del turismo, venimos a decir cosas de otras cosas que estn adentro de la cabeza que piensa en otras cabezas como el novelista que construye su trama prepara pacientemente el ingreso de un personaje o una bala, una tragedia en el procesador de texto, una declaracin apurada de un testigo y despus la guerra en la parte de adentro de las casas

viste cmo me miraban? no tenamos lugar! A tus pies rendida la elisin de un verbo, simplificada en una coma. Se despierta la mujer de arriba, canta, hace sonar sus pisadas, abre la ducha y piensa en que sabe lo que sabe, piensa en saber. La cocina es cosa de hombres, con mis amigos hablo de muertos y de letras, de sonidos suaves que nos mecieron en nuestra juventud cuando apenas nos inclinbamos alcanza con decir las cosas por la mitad para que se entienda, la informacin es la tasa de inters de un plazo fijo a treinta o sesenta das, la serenata de los dioses, los que se levantan todos los das a observar el panorama, los panoramas: hoy me acord de que estabas muerto y tuve que revisar unos papeles viejos para cubrirte.

No tenemos una imagen: apenas un resplandor en la lengua que ilumina all y ac, all y ac los sistemas reproducen sus mejores frases y el mundo (los mensajes de sms, los emails, los titulares, los negociados) se recompone a partir de algunas notas y pasa el tiempo y no funciona se mueve, s, y amanece y ya est con los ojos y ya est con la boca, con la boca de mundo comento un verso bien medido, un verso ms: estuve leyendo tu novela, hay que ver la manera: la trama se prepara te deca, laboriosa, para que se sume un invitado a una reunin, para que empiece la funcin pensar y entretener y decir bien. Lea, all y ac, el comentario de estos das en las voces de mis mejores amigos, sus das. Estabas esperando

en el bar a que llegara y llegu muy tarde, era la siesta en la provincia, pero estbamos en la capital, creo que te enojaste. Los libros que te rob creo habrtelos vendido. Bienes por plata. Mis versos son las monedas de mi padre, el resultado de tanto hambre, tanta lucha en una resma de hojas mate o en un lugar en la memoria, un espacio ocupado por paquetes de ceros y unos que salen y entran en la noche ciberntica. Ahora es de da, la sombra de un techo dibuja un ngulo recto en otro techo de loza, lo veo desde aqu, donde una sucia paloma se refugia del sol de otoo. El alma est y no est en la cabeza de los hombres. Hay cosas que las ciencias previenen y cosas que previenen a las ciencias, las cosas piensan a las ciencias y eso, amor, porque me encant la manera, el tono, con que encarabas una nueva hiptesis, la claridad entre tantos discursos farragosos. No parece, estoy hablando de poltica. Entre las cosas y las ciencias preparo un libro, un velador, memorizo un poema y me voy a hacer una siesta.

Te deca en el otro email que ando con ganas de escribir, como si le debiera algo a alguien. Ese alguien a quien le debo debe ser el referente que falta cuando uno tiene ganas de escribir pero no le alcanzan las energas para hacerlo solo. Entonces agarro y te escribo un email, ahora que ests lejos, en esta tarde soleada, en el medio de la pampa, dnde segn me acabs de decir Es esto o el campo, dnde esto es un bar universitario de provincia escuchando el programa de Sergio Lapege y "el campo" es de Amalita Fortabat. Tengo que escribir porque, adems, como te deca anoche, Cecilia llam para invitarme a leer y yo no tengo nada para leer, en el sentido de que todo lo que tengo ya lo he ledo. Parece que la lectura es en Miau Miau y el tema es la poesa y su relacin con el espacio y me parece que est bien que yo lea este email que te estoy escribiendo porque entonces ahora vos ests lejos y yo estoy triste. Hoy revis la agenda electrnica y encontr los telfonos de dos escritores muertos. Fue un impulso: agregu los telfonos de dos escritoras vivas, que aunque no compensa reduce el porcentaje de luto porque no pienso borrar los telfonos de mis muertos en la agenda. Hablamos hace un rato y dijiste que hace un da hermoso, yo contest que tena un poco de fro y vos me dijiste que acababas de almorzar, que la comida era mala y que el libro que te habas llevado no era una novela. Discutimos acerca de los lmites vaporosos del gnero novela y me olvid de decirte que las novelas cada vez me importan menos y cada vez me importan ms los textos o algo menos que eso, dira, las frases. Eso me pasa por no tener

una formacin rigurosa y leer de salteado. Hoy a la maana, me olvid de contarte, me acord de una vez en Entre Ros cuando acompa a un guitarrero por los pocos boliches abiertos una noche de semana. Era guitarrero, cantor, uruguayo, bigotudo y parvero. Algn da te voy a explicar lo que es un parvaso, que el sustantivo de dnde viene parvero. Por ejemplo el uruguayo este deca que haba estado preso, que era tupamaro, que haba combatido, que era ntimo de Los Olimareos, pero cantaba bien. Me acuerdo que nos empedamos y hubo una larga discusin con un pescador, que tambin estaba mamado y se daba maa con la guitarra, que haba compuesto una chamarrita para un perro que haba tenido y que sola acompaarlo en el bote cuando sala recorrer los espineles. Segn el pescador, el perro se colocaba en la punta y colaboraba en el equilibrio de la embarcacin con algunos movimientos tcticos. Si el pescador se recostaba para recoger un anzuelo del agua, el perrito se acomodaba sobre el costado opuesto para que no se diera vuelta el bote. As deca y ese trabajo y la compaa que le haba dado el animalito ameritaban una chamarrita. Estbamos muy en pedo y pas mucho tiempo, pero la letra deca ms o menos as:

Ay perrito seguidor compaero de maanas eras peludo y flaquito merecs esta chamarra

Despus segua la cancin narrando su da de trabajo. El uruguayo no estaba tan de acuerdo con que el perrito mereciera esos versos: opinaba que se deba cantar para la liberacin de los pueblos, para la concietizacin de las masas y, aunque no lo deca, para que le paguen el vino. Era una discusin entre un profesional del arte y un amateur: las letras del uruguayo no

eran muy buenas, pero tena una excelente voz, un repertorio extenso, presencia en el escenario, aunque sea la mesa de un boliche, y una capacidad de argumentacin adquirida, creo yo, en aos de comit. El pescador era ms bien humilde, tena una sola cancin, no tena un discurso muy elaborado y se le trababa la lengua del pedo que tena. Encaraba una frase diciendo Porque mi perrito y ah noms se le acababa el aire y paraba para tomar un trago de vino blanco. De eso me acuerdo clarito: el cantor uruguayo tomaba vino tinto y el pescador entrerriano tomaba vino blanco. Yo tomaba un poco de cada uno.

Ay perrito seguidor compaero de maanas eras peludo y flaquito merecs esta chamarra

El tema es que la discusin la termin ganando el uruguayo, triunf el arte poltico, digamos, y sigui triunfando, por lo visto, hasta tal punto que hoy los tupamaros son gobierno en Uruguay y el arte oficial desprecia a Dani Umpi, por ejemplo. Arrogante, el sanducero (porque era de Paysand) se par, salud al pescador de una sola cancin, y me pidi que lo llevara a los kilombos. Los kilombos son los prostbulos y estaban como a cuarenta cuadras del boliche en que habamos parado. Yo le dije que no tena ganas, le indiqu como llegar, y me qued con el pescador triste. Me qued para siempre porque debe hacer veinticinco aos de esto que te estoy contando y recin ahora puedo decirle al pescador que est bien, que tengo las herramientas para ganarle la discusin al cantor oriental, y que su perrito tiene bien merecido esos versos, que cante esa chamarrita, que se tome otro vino que pago yo y que la izquierda uruguaya se va a terminar haciendo la paja porque lo mand para el otro lado, para el lado del puerto, donde no hay nada, y jams en la vida va a encontrar una mujer que no valore la entrega y el compromiso sin mediaciones con el arte verdadero.

Ay perrito seguidor compaero de maanas eras peludo y flaquito merecs esta chamarra