Primer Capitulo del Crononauta de la Luz

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Primer capítulo de “Crononauta de luz” Un jardín vedado para Cronos Me di cuenta que yo aún existía cuando escuche que abrieron la compuerta del puente de mando, la espera fue tal que un siglo o un segundo no tenían diferencia en ese momento, lo importante era que en el profundo espacio alguien entro a la nave. Ya fuera para rescatarme o para cegarme la vida de una vez, sin ninguna duda, para no estar más en ese estado de espera, de letargo. El ruido fue tan fuerte que no cabía duda, mi imaginación no me estaba jugando una mala pasada. En el preciso instante que se oyó el estruendo estaba de espaldas a los instrumentos así que no había casi luz que percibir, unos segundos –o minutos da igual- después de ese ruido se encendieron las luces del puente de mando, fue el espectáculo más maravilloso, había estado en penumbras quien sabe cuanto tiempo, me sentí en una historia de Allan Poe donde mi única compañía eran las sombras o los recuerdos y ahora las luces de una tecnología no humana me decían que estaba vivo. Pero parecía que no por mucho pues no podía hacer absolutamente nada, solo mirar de frente como un petrificado, no podía moverme ni hablar, ni tragar saliva ni respirar. Era imposible que estuviera vivo, el vital acto de respirar, ese que permanentemente te urge a estar vivo no estaba desde hace mucho. Fueran años o más de 5 minutos debería estar muerto, era absurdo podía ver y oír pero no respiraba y por supuesto mi corazón no estaba latiendo, ahora entiendo en parte lo que siente un maldito zombi que no respira ni siente que su corazón late, quiere arrebatarle la vitalidad al primero que encuentra, eso de estar muerto en vida es angustiante, en el caso de un

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Este es el primer capitulo del libro "El crononauta de la luz" de Fernando Plested.El cual sera fondeado mediante la Fundacion Yanapanaku. Crowdfunding en Colombia

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Primer capítulo de “Crononauta de luz”

Un jardín vedado para Cronos

Me di cuenta que yo aún existía cuando escuche que abrieron la compuerta del puente de mando, la espera fue tal que un siglo o un segundo no tenían diferencia en ese momento, lo importante era que en el profundo espacio alguien entro a la nave. Ya fuera para rescatarme o para cegarme la vida de una vez, sin ninguna duda, para no estar más en ese estado de espera, de letargo.

El ruido fue tan fuerte que no cabía duda, mi imaginación no me estaba jugando una mala pasada. En el preciso instante que se oyó el estruendo estaba de espaldas a los instrumentos así que no había casi luz que percibir, unos segundos –o minutos da igual- después de ese ruido se encendieron las luces del puente de mando, fue el espectáculo más maravilloso, había estado en penumbras quien sabe cuanto tiempo, me sentí en una historia de Allan Poe donde mi única compañía eran las sombras o los recuerdos y ahora las luces de una tecnología no humana me decían que estaba vivo. Pero parecía que no por mucho pues no podía hacer absolutamente nada, solo mirar de frente como un petrificado, no podía moverme ni hablar, ni tragar saliva ni respirar.

Era imposible que estuviera vivo, el vital acto de respirar, ese que permanentemente te urge a estar vivo no estaba desde hace mucho. Fueran años o más de 5 minutos debería estar muerto, era absurdo podía ver y oír pero no respiraba y por supuesto mi corazón no estaba latiendo, ahora entiendo en parte lo que siente un maldito zombi que no respira ni siente que su corazón late, quiere arrebatarle la vitalidad al primero que encuentra, eso de estar muerto en vida es angustiante, en el caso de un zombi por lo menos puede caminar y comerse el cerebro de alguien vivo, existe una satisfacción por lo menos momentánea,

yo estaba consciente pero no podía más que oír y ver, era una planta de carne flotando a miles de años luz de mi planeta, una planta que ni siquiera crecía.

Cualquiera diría que estar en un estado así llevaría a la locura, pero les digo que eso no sucedió, ni siquiera tenía la capacidad de cometer locuras pues no podía hacer nada más que pensar y dormir –creo- porque llega un punto donde no sabes en medio de formas grises oscuras si estás en una nave varada en el espacio o en el interior de un mausoleo por ejemplo, pero ¿cual era la diferencia entonces? Venían a ser lo mismo para mí. No eran ni el cielo ni el infierno sino algo peor: nada.

Ya no había una frontera definida entre lo que producía mi mente y lo que percibían mis sentidos, que al fin y al cabo era lo mismo siempre, la misma sombra, la misma forma, el mismo silencio, en cambio mi imaginación, mis recuerdos o mis sueños eran los vívidos, los reales, los que justificaban existir. Entonces me acostumbre a vivir en mi mente y considerar esas sombras y formas lúgubres como mi sueño. Existí a la inversa quien sabe

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por cuanto tiempo, después lo supe con exactitud pero la noción del tiempo y más sin día ni noche, se pierden absolutamente y al fin y al cabo ni importan.

Primero el tiempo desaparece, luego pierdes conciencia de tu cuerpo y más en gravedad cero, en parte es liberador pero en otra no. Estás acostumbrado a sentir un “abajo” y poner los pies en el suelo o recostarte, también estornudas, te rascas, parpadeas, sientes dolor o placer. Pero todo eso desapareció en algún momento, eso hace que dejes de ser un ser humano. Ser un ente es extraño, como no tienes cuerpo puedes tomar tu imaginación o tus recuerdos y adoptarlos desde otra perspectiva, puedes ser una hoja al viento y volar, puedes ser un vaso e imaginar como beben de ti, puedes ser un instrumento musical y ser tocado, puedes ser un pez o un venado, puedes ser el viento, el fuego, puedes ser un hogar o un planeta entero. Eso me desligo de mi humanidad y esa parte fue la que me angustio y me hizo regresar a aquellas sombras y a mis recuerdos, a tratar de recordar de nuevo eso de ser alguien, recordé los ejercicios en la fila del colegio cuando eran las siete de la mañana y veía el vapor de mi respiración por el frío, el profesor en un altavoz te ordenaba tocar la cabeza, luego el tronco, las rodillas y finalmente los pies, llegaba en gran cantidad la sangre a la cabeza y te hacía sentir vivo y con la urgencia de volver a levantarte. Odiaba las clases de matemáticas a las siete de la mañana de los martes, por eso me imaginaba como un pajarillo viendo a los pobres humanos estudiando desde el otro lado del cristal en un árbol junto al colegio, luego sabía de lo frágil de un pajarillo entonces me imaginaba ser ese árbol, todo lo que percibía desde que era un brote sintiendo como la lluvia lo azotaba y zarandeaba cuando aún estaba joven y de tronco verde, como a medida que percibía las cosas mejor por tener mas ramas y hojas sentía como el hombre cada vez más lo arrinconaba, dejaba de llegarle el susurro del río a lo lejos para ser remplazado por el ruido de las maquinas del hombre, su vértigo, su sinsentido, su falta de armonía, luego presenciar como muchos como los tuyos son asesinados solo porque estorban, tu eres aislado a un separador y a los lados tuyos crean caminos, ni siquiera para ellos sino para sus máquinas móviles. Solo encuentras consuelo en las criaturas que no tienen más refugio que tu tronco y tus ramas, insectos, pajaritos, algún ratón o topo. Ellos son diferentes pero crecieron contigo, son tus hermanos, no como el humano del cual solo aprecias sus pequeños brotes o como ellos le dicen: niños. Ellos juegan contigo, te ven como su compañero de aventuras, eres una casa, un barco pirata, la guarida secreta o hasta una astronave.

Por eso todo cambio cuando construyeron esa inmensa edificación junto a ti y a los otros que quedaban en pie, era un lugar donde se reunían muchísimos niños, se veían siempre resignados a tener que entrar en ese lugar pero, al verte a ti o lo que representabas sentían felicidad, como si la conexión con la tierra volviera, eran hermanos de nuevo contigo y con todas las criaturas, y jugaban, eran libres de sus ataduras de metal y concreto y vivían realmente.

Luego aparezco yo, me veo caminado hacia el colegio, después de verme varias veces me reconozco y observo cada vez que puedo, soy yo. Desde donde estoy plantado espero el día que yo me acerque a mí mismo, al árbol. Hasta que un día caminaba comiendo un chocolate y gire a verme, por alguna extraña razón me interesa ese árbol, de niño siempre me parecían muy curiosas las formas en el tronco de los arboles y este en particular tenia formas curiosas, las rugosidades de su tronco semejaban un inmenso cañón visto desde el aire o desde el espacio, con mi mirada recorría las formas imaginando tripular una nave que hacía reconocimiento a un planeta inhóspito. Acariciaba el tronco y entonces el árbol y yo somos uno de nuevo, una sola conciencia. Esa conexión tan poderosa se vio interrumpida cuando oigo su voz, los dos nos percatamos de su presencia que lo borra todo y hace que no exista nada más.

Luego la recordaba a ella.

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La primera vez que me enamoro, en la infinita soledad del espacio profundo tengo el tiempo de recordar ese árbol y a ella. Esa niña que me hizo sentir por primera vez un estremecimiento en todo mi ser. Que me hizo sentir el más puro, inocente y tierno amor. Su fuerza es tan poderosa que se extiende a todas las mujeres que realmente ame, mi madre, mi esposa, mis hijas, mi hermana pequeña, mis novias… Ellas y las mujeres condensaban esa fuerza cósmica que prácticamente lo mueve todo, eran la razón de ser de la gravedad, de la luz, de la materia, de la existencia misma. El amor era eso y más. Su poder era tan grande que el solo recordarlas a ellas me despertaban de nuevo al estado en que me encontraba, era un polo a tierra tan poderoso que incluso podía percibir levemente el frío del espacio, dolía de nuevo el recordar su sufrimiento, el de ella quien quiera que fuera, mi madre, mi esposa, una desconocida o mi hermana, recordar de nuevo que por amor se hacen grandes sacrificios, nos enfrentamos o abrazamos cosas que jamás abrazaríamos, que muchos por amor hasta quitan la vida o se quitan la suya propia, como lo intente hacer yo.

El tiempo, Cronos, es una criatura tan atada a su lugar, a pesar de moverse constantemente hacia algún lado no puede salir del lugar de donde esta, yo por el contrario parece que escape hacía alguna parte sin su compañía, a un lugar donde él no es tenido en cuenta y todo sucede al tiempo y para siempre, donde los recuerdos flotan constantemente y tienen vida propia, como si le salieran raíces y se convirtieran en historias paralelas que crecen independientemente de aquello que tuviste que ver con ellas. En la eternidad llevas la semilla de aquella vez que le diste un trozo de chocolate a esa niña en primaria y el recuerdo germina hacia alguna parte, el recuerdo se convierte en historia cuando creces con ella y se convierten en amigos, luego en novios hasta pelear, traicionarse, reconciliarse, amarse, casarse y hasta ser padres. Así con todos los recuerdos posibles en un jardín de recuerdos nuevs que germinan hacia todas direcciones dándote una pequeña idea de lo que puede ser el infinito, allá donde Cronos esta vedado.

Por más real que sea ese lugar, por más hermoso que sea ese jardín de recuerdos siempre esta ese lugar inevitable, esa puerta, esa chicharra que te lleva de nuevo al oscuro lugar donde Cronos se burla de ti, allí volvías a ese rincón de sombras y silencio donde sabes que estas vivo pero no puedes vivir. Digo que se burla porque cuando estás en una realidad completamente estática tratas de contar un segundo en tu mente pero no ves que nada avance, la manecilla no hace su magia pero sabes que el tiempo se mueve, de hecho todo se mueve, un planeta gira sobre si mismo y alrededor de su estrella, esta viaja junto con sus hermanas dando vueltas por la atracción de ese titánico desagüe que es el agujero negro del centro de una galaxia, y esta viaja con billones de otras galaxias hacía alguna parte a la velocidad lumínica de la explosión primaria del universo. Si incluso este universo se mueve y en una fracción de su expansión yo no noto cambio alguno, es porque el tiempo se burla de mi pues yo sé que esta ahí, pero no lo percibo. Eso hace que lo desprecie y quiera seguir en mi jardín atemporal, allí donde su risa no llega y una canción dura eternidades sin perder su gracia, un beso y su dulzura no empalagan, una montaña rusa no se detiene y el café no se enfría.

El ser humano es muy curioso y lo comprobé después de hablar muchísimo con un pancoriano y un rucadiano, sus realidades y sus planetas me sirvieron de punto de referencia acerca de lo que es la Tierra y los recuerdos que genera, los míos por ejemplo se basan en lo aparentemente intrascendente: una semilla de diente de león volando, una sábila llenándose de agua una tarde de lluvia, el saludo del cerrajero mientras pasa en su bicicleta o el olor del pan fresco combinado con el del café y los huevos revueltos por la mañana. Mientras para otras razas es normal trivializar lo supuestamente trascendental, para nosotros los humanos es regla darle trascendencia a lo trivial. El darle una importancia sublime a un hecho superfluo parece un sello propio del ser humano y después supe que era motivo de fascinación por otras razas conscientes, pero por ahora estaba yo con mis recuerdos sin importancia haciéndolos crecer en variadas formas, algunos crecían en espiral, otros rectos y frondosos, varios anchos y bajos o florecían tan súbitamente que me sorprendía como aquel recuerdo donde fui

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a pescar una tarde con mis amigos de la universidad, su ramas eran tan variadas como el no haber pescado nada, que hubiera llovido, haber luchado mucho tiempo con un esquivo salmón o simplemente beber una cerveza mientras los demás pescaban, sus flores eran todo aquello que sucedía a partir de ahí, una nueva amistad, un beso con aquella chica con la que nunca habías hablado, contemplar las estrellas junto a una fogata, jugar fútbol bajo la lluvia y luego retozar con un chocolate lleno de masmelos, sacar el auto del barro mientras terminas como un muñeco de greda para luego dispararnos agua los unos a los otros con una manguera. Así, los recuerdos crecían hacia cosas diferentes a veces muy esperadas como un final feliz al florecer y otras veces con algo inesperado que lo hacía más exótico. Los malos recuerdos como la maleza eran arrancados a pesar de aflorar constantemente, uno en especial crecía tanto y tan fácil que me costaba trabajo, era esa terrible época de mi vida cuando los Anunnaki llegaron a sedar a la humanidad con la escopolamina de sus palabras. Ese recuerdo se torno imposible de arrancar y sus espinosas ramas se dirigían rápidamente a la puerta del lugar donde estaba muerto en vida, era el que me llevaba inevitablemente de nuevo al reino del espacio tiempo donde la nada y sus sombras ponían su pie en mi espalda.

Fue entonces cuando las luces del puente de mando se encendieron. El lugar se torno iluminado súbitamente, tanto que no comprendí por mucho rato. Estaba sucediendo algo que pensé que jamas sucedería. En algún lugar del profundo espacio algo (o alguien) encendió la nave de nuevo y eso no me tranquilizó, al contrario despertó de nuevo esa sensación: La angustia, algo que había olvidado sentir por completo, algo que había desaparecido alguna vez y no hacía parte de esa nueva realidad que había creado para mí, ahora esa sensación de zozobra llegaba de nuevo y no se iría hasta que algo fuera de mi control sucediera. El ver la pared iluminada de nuevo fue extraño, me acostumbre a ver una eterna escena de sombras estáticas con una leve luz de estrellas creando solo formas oscuras, ahora era completamente diferente y bloqueaba mi mente de forma incomoda dejando mis pensamientos en blanco de tal manera que me produjo un fuerte desespero pues, esta era la manera en que el tiempo se burlaba de mi llevándome al borde y sin saber si estaban pasando años, días, minutos o segundos.

¿Qué debía hacer? Nada.

Que mas podía hacer a parte de esperar, nada más. No tenía sentido hacer algo pues no podía ¿o si? Debía ignorar aquel hecho y seguir en mi existencia particular donde si había mucho por realizar y crear. Era imperativo ganarle este “round” a Cronos y para eso era consciente que usaría a mi favor el tener una realidad personal donde la medición lineal de los hechos no existía.

Recordé todo aquello que me parecía importante, sabía que en cualquier momento las cosas dentro de la nave espacial cambiarían así que entre a mi jardín y recolecte las semillas de mis recuerdos más preciados. Una de

cada recuerdo como un arca de Noe de mis memorias que germinarían cuando quisiera: Mi primer recuerdo cuando jugaba con el teléfono de juguete, mis días de colegio, el periódico estudiantil, el hámster que cuide con mis padres, mis partidas con mis amigos, el viaje que cambiaría mi vida, mi primer día en casa de mis abuelos, el pastel de arándano de mi abuela, mis nuevos amigos lejos de mi país, mi primer beso, aquellas luces en el bosque de

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Ontario, mis hijos, los momentos con mi hermosa Atenea, mi lucha por la verdad, mis nietos, la última vez que la vi a ella…

Memorice muy bien todo lo que pude con palabras e imágenes inconfundibles, con tinta de titanio para siempre serían grabados esos recuerdos sobre mi mente para regalárselos a la eternidad y arrebatárselos al implacable paso del tiempo. En ese momento no sabía lo valiosos que resultarían no solo para mí sino también para tantas personas y para la humanidad misma después. No lo sabía o no era consciente de ello, por eso ahora agradezco a la conciencia universal de haberme regalado ese espacio para mí antes de haber saltado a otro estado de conciencia dimensional. Fue un don que aprendí a usar en lo que sería mi segunda vida en esta dimensión tan increíble y bella.

Todo mi ser y todas mis energías se concentraron en esas semillas de luz en una acción que no sabía que podía realizar, el jardín se ilumino y todas esas plantas llenas de recuerdos aumentaron su fulgor tan intensamente que se fundieron en un solo e intenso brillo azul claro tan intenso que no era posible verlo con ojos normales sino con los del espíritu. Luego esa luz se condenso en una sola perla flotante hipnótica llena de halos iridiscentes que floto hacia mí, luego nublo mi percepción y desperté en el puente de mando de la nave.

DA-BUN-A-U

PA-NA-NE-ME-MI

KE-LI

Esa fuerte, ronca e inhumana voz retumbo en todo el puente de mando presionando mi pecho. Eso me hizo sentir nuevamente que tenía un pecho, piernas, brazos, manos, cabeza... No podía moverme, estaba congelado seguramente y gradualmente sentí dolor intenso y extraño como si mi cuerpo estuviera envuelto en llamas y en un cubo de hielo al mismo tiempo. Intente entonces girar mis ojos pero fue imposible pues pareciera que los músculos no me respondían ni para eso ni para nada más pues tampoco podía mover mis dedos ni mi cuerpo a pesar del dolor que iba en aumento. Quise gritar pero tampoco funciono ya que no había aire en la cabina de mando lo que me recordó que no respiraba y tal vez parte del dolor tenía relación con la falta de oxigeno en mi cuerpo. Pensé en mis opciones y eran varias. La menos probable era que alguien me hubiera encontrado, otra es que por alguna programación la nave se hubiera encendido sola o lo peor es que hubieran regresado los Anunnaki por su vehículo espacial.

Lo cierto es que ya no había marcha atrás ni letargo alguno. Todo esto terminaría pronto de la manera que fuera y no era agradable pues el dolor aumentaba sin oportunidad alguna de queja o de hacer algo al respecto. A partir de ese instante mis recuerdos fueron difusos; Recuerdo que los sonidos aumentaron en la nave, sonidos de mecanismos en movimiento, de cambios de presión, chirridos de piezas que se activaban después de siglos de quietud. No recuerdo haber escuchado la voz de nuevo, tal vez era un mensaje programado o alguna instrucción que se disparo con la activación del puente de

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mando pero esas sílabas retumbaban en mi mente como una bola de demolición y era lo único claro cuando mi cabeza era un enjambre de sensaciones desagradables y dolorosas.

Deje entonces de luchar, había vivido mucho más de lo que imagine y ahora si, muy lejos de mi hogar me dejaría tomar de la mano con aquella que te conduce al barco de Caronte. Todo el pandemónium de sensaciones y dolor se diluían como jabón bajo el chorro de agua fría y de esa manera me entregue al viaje ineludible de todo ser consciente.

Entonces apareció.

No preste mucha atención a las luces y sombras que se proyectaban en la pared llena de instrumentos que vi apagada hacia quien sabe cuanto, pude haber atribuido eso a una mescolanza de mi realidad interna con todo lo que ocurría en la nave (fuera lo que fuera) y así lo hice cuando no quise pelear más por una existencia ya inútil cuando una figura claramente humana estaba de pie ante mí. Me habían rescatado y no luche un poco más. Entre el uniforme se notaban las formas de un hombre muy grande y atlético cuyo rostro (que si veía claramente a través de su casco) demostraba la angustia y desespero que yo no pude demostrar minutos antes mientras su boca articulaba gritos mudos que no viajan a través del vacío de la nave.

Se inclino rápidamente hacia mí gritandome inútilmente pero era tarde. Por lo menos tenía la satisfacción de tener como ultima imagen de mi vida un rostro humano y dedique mi último esfuerzo de mi perdida batalla con el tiempo en transmitirle a aquel hombre desconocido una sonrisa, fuera con mi rostro o fuera con mis ojos en agradecimiento por simplemente existir ahí en ese punto de la realidad.

Seguramente morí.

Estos son algunos bocetos del juego y del universo Galaxy Sentinels

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