Principios teóricos de la evaluación d

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UNIVERSIDAD “FERMIN TORO “ VICERECTORADO ACADÉMICO DECANATO DE INVESTIGACION Y POSTGRADO MAESTRIA EN EDUCACION SUPERIOR MENCION: DOCENCIA UNIVERSITARIA Autora: Lcda. Lisbeth Villalobos C.I. 9.798.168 Cabudare, marzo 2015

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UNIVERSIDAD “FERMIN TORO “

VICERECTORADO ACADÉMICO

DECANATO DE INVESTIGACION Y POSTGRADO

MAESTRIA EN EDUCACION SUPERIOR

MENCION: DOCENCIA UNIVERSITARIA

Autora:

Lcda. Lisbeth Villalobos

C.I. 9.798.168

Cabudare, marzo 2015

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Para el abordaje de tema sobre los principios teóricos de la evaluación, el cual

tiene como objetivo describir y argumentar acerca de algunos de los principios

teóricos de la evaluación, por lo que se partirá de la definición de evaluación,

definida por Díaz Barriga y Hernández Rojas (2000) como “una tarea necesaria,

en tanto que aporta al profesor un mecanismo de autocontrol que la regula y le

permite conocer las causas de los problemas u obstáculos que se suscitan y la

perturban” (p.35).

Considerando lo expuesto por estos autores convendría la reflexión sobre que si el

objetivo de la evaluación fuera solamente otorgar calificaciones para cumplir con

requisitos formales, la evaluación cumpliría simplemente funciones de medición

del aprovechamiento escolar y quedaría fuera de ella todo lo relativo a la calidad

de lo que aprende el estudiante, cómo y gracias a qué aprende, entre otros

importantes aspectos a considerar, por lo cual se propone que el profesor

considere preferentemente el paso anterior al otorgamiento de calificaciones y

analice, junto con sus alumnos, los resultados de cada evaluación, así se

convertirán en valiosos datos para enjuiciar y valorar los distintos aspectos y

momentos del proceso de enseñanza-aprendizaje.

En este sentido, la evaluación educativa constituye un pilar fundamental para la

verificación de logros en el proceso de enseñar y aprender y es por ello que en el

actual diseño del Currículo Básico Nacional (1998) a través de la Reforma

Educativa Venezolana que se inició en el 1997, se hace énfasis en la teoría

constructiva para generar aprendizaje significativo; sin embargo, se requiere

aplicar una nueva concepción de la evaluación, donde no se utilice como sinónimo

de medición sino que los juicios emitidos estén basados en la observación de

actitudes, cualidades, destrezas, habilidades, alcances, limitaciones y progreso

académico del individuo.

La evolución que ha experimentado la evaluación marca etapas bien

diferenciadas, que se reflejan en el desempeño del docente en su rol como

evaluador. Cada modelo de concepción utilizada para evaluar los aprendizajes

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posee características diferentes, que implican un cambio de paradigma en el

docente. Los nuevos enfoques evaluativos traen consigo elementos teóricos y

prácticos que cambiarán la practica académica y, por supuesto, el esquema

mental o visión que tiene el docente sobre el proceso de evaluación.

Los cambios operados en el manejo y aplicación de la evaluación han sido

concebidos con la finalidad de mejorar la calidad de la educación, en lo referido a

la justicia y objetividad que debe exhibir el docente al momento de tomar una

decisión, emitir un juicio, valorar el resultado. El propósito es no generar

frustración en el estudiante, lo que implica evaluar de una manera integral,

continua, sistemática, con base a un proceso de observación rigurosamente

científico, que permita la visión holística de la actuación del educando en el

contexto educativo.

Ahora bien, al hacer referencias a los principios teóricos de la evaluación, se tiene

que la Ley Orgánica de Educación (1980) en su artículo 63, plantea lo siguiente:

La evaluación, como parte del proceso educativo, será continua, integral y cooperativa. Determinará de un modo sistemático en qué medida se han logrado los objetivos educacionales indicados en la presente ley; deberá apreciar y registrar de manera permanente mediante procesos apropiados, el rendimiento del educando, tomando en cuenta los factores que integran su personalidad; valorará asimismo, la actuación del educador y, en general, todos los elementos que constituyen dicho proceso (p. 21).

Aquí se destaca que la evaluación es un instrumento del proceso educativo, a

cuya condición de continua, integral y cooperativa le establece un carácter global,

pues debe considerar los aspectos relativos al rendimiento, así como los que se

vinculan con los aspectos propios de su personalidad, donde entra lo afectivo,

emocional, motivaciones y otros aspectos que se comprenden a través de la

aplicación de instrumentos propios de la evaluación cualitativa.

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Ahora bien, entre los principios teóricos de la evaluación a tratar en este ensayo

se exponen los siguientes: la integralidad, la continuidad, la diferencialidad, la

cientificidad y la educabilidad.

Cada uno de estos principios responde a los objetivos de la evaluación y a los

requerimientos del docente y del estudiante. Por ello se conceptualiza cada uno de

ellos:

Integralidad

Según Carreño, F. (2013), la integridad “se percibe la evaluación, como parte de la

tarea educativa, debe relacionarse con todos los elementos de ella. Estos la

influyen y, a cambio, reciben el aporte de los resultados”. (p.12). Sin la aplicación

de éste principio, la evaluación estaría despojada de toda coherencia externa e

interna, es decir, de toda conexión con la enseñanza que se imparte y de enlace

entre las diferentes etapas y los distintos elementos que componen el proceso de

evaluación en sí. En otras palabras, se generaría una situación crítica que restaría

sentido y validez a la evaluación.

Por lo tanto, para poner en práctica el principio de la integralidad, el docente debe,

con base en la valoración efectuada introducir en el proceso educativo los ajustes

y las modificaciones convenientes para la mejora de éste, ya que, la evaluación no

es un proceso aislado, es parte esencial del proceso educativo, por tanto debe

existir coherencia con los otros componentes curriculares que intervienen en el

acto educativo.

Igualmente, este principio hace alusión a que la evaluación, no está al margen del

proceso educativo, sino que es parte esencial de éste, y como tal, debe estar

enlazada con los otros componentes del proceso.

Continuidad

Lazaro, A (2001), expone que este segundo principio:

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Se considera medular para la realización de una buena actividad evaluativa es el de continuidad, ya que, impone la presencia de la evaluación a lo largo de todo el proceso educativo y no sólo al término de éste, como usualmente se acostumbraba hacer en el pasado y se acostumbra todavía en nuestros centros educacionales, donde la evaluación se reduce muy a menudo a los exámenes terminales (de fin de trimestre o de fin de curso), para decidir únicamente la aprobación o reprobación, por parte del alumno, de la unidad, del curso o del grado. (p. 23)

Difiriendo de esta perspectiva de evaluación, el principio de continuidad exige un

control y una reorientación permanente del aprovechamiento escolar desde el

inicio hasta la completación del proceso emprendido. Los docentes son

conscientes, que la meta principal de la educación es la formación y el desarrollo

del ser humano en sus dimensiones de individuo y de ente social. Por lo tanto, se

considera también, que todas las actividades educativas y entre estas la

evaluación, deben estimular, enriquecer y hacer más significativo el desarrollo del

discente y de su aprendizaje.

Es evidente que se puede lograr esto si se subordina la evaluación educativa al

estéril rol de comprobar al final del proceso lo que el estudiante aprendió para

asignarle una calificación y dejar constancia de ésta. En este sentido, Casanova

(1999) afirma que: La evaluación debe ser un proceso continuo de la actividad

educativa. Este principio constituye un hecho natural de toda persona inteligente,

el ser humano evalúa continuamente […] El objetivo de la educación es estimular

y orientar el desenvolvimiento de los estudiantes, pero no se puede hacer esto si

no se conoce el estado de los individuos que se hallan bajo la responsabilidad de

los docentes.

Asimismo, cuando se pone en práctica una actividad educativa, se necesita hacer

una evaluación previa para determinar el estado educacional de los educandos y

durante el proceso de la actividad se necesita también, una evaluación constante

para investigar la eficacia del proceso, así como para adaptar la enseñanza a las

variaciones pertinentes; y al final debe aplicarse un instrumento evaluativo para

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medir el resultado del proceso académico. (p. 65 y 66). Como se puede constatar,

de la referencia citada se desprende la relación entre el principio de la continuidad

y los distintos fines (diagnóstico- formativo y sumativo) de la evaluación del

rendimiento escolar y los diferentes momentos del proceso educacional en que

ésta debe efectuarse. En otros términos, para concretar el principio de la

continuidad, el docente, no puede conformarse con hacer evaluación sumativa,

sino que debe abocarse tanto a la evaluación inicial (que le propiciará un

conocimiento de la situación y de las características de cada uno de sus

estudiantes, para a partir de ahí organizar el proceso de aprendizaje) como a la

evaluación permanente de las actividades de los estudiantes a lo largo del curso

(para conocer el progreso que éstos han experimentado en su aprendizaje o las

dificultades con que tropiezan y, a partir de ahí, readecuar la actividad educativa).

Por tal motivo, el valor de este principio reside entonces, en que puede permitir al

alumno a lo largo de todo el proceso, conocer y mejorar la marcha de su

aprendizaje, y facilitar al educador la reorientación de la actividad educativa a raíz

del éxito o del fracaso del educando. No se trata solo de evaluar con mayor

frecuencia el quehacer educacional, sino de efectuar una evaluación que sirva

para estimar y orientar permanentemente el aprendizaje del alumno. Se trata de

una evaluación continua, positiva, propiciadora de éxito, estimulante y útil, ya sea

para reforzar situaciones certeras de aprendizaje, como para remediar las que son

erróneas. En efecto, este es el pilar sobre el cual descansa el principio de la

continuidad, y si ello no se logra, la evaluación, aunque, se efectuara con la

periodicidad necesaria, sería un enorme esfuerzo carente de significado y de

efectividad.

Diferencialidad

Gómez, J. (2000), plantea que en la práctica “sucede a veces que el docente elude

este principio encausando la evaluación del rendimiento dentro de una perspectiva

unilateral: evalúa con el propósito de asignar una calificación, apegándose a un

único sistema evaluativo, limitándose a valorar los aprendizajes de información”.

En este principio se denota una debilidad que va en contra de la finalidad y la

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riqueza del proceso evaluativo. Por lo que la relevancia del principio de la

diferencialidad, propiciador de una evaluación del rendimiento debe efectuarse a la

luz de distintos propósitos; sondeando las diversas facetas del aprendizaje,

contando con la aplicación de diferentes medios e instrumentos de medición y

apoyándose en la variada información con estas recolectadas.

En este orden de ideas, el principio de la diferencialidad procura que la evaluación

del rendimiento escolar tenga distintos propósitos, explore diversos aprendizajes y

se base en múltiples evidencias. Sin menospreciar el legado de la evaluación de

los aprendizajes, se reitera que la evaluación es particularmente valiosa y

educativa si sus resultados se usan para mejorar, enriquecer y reorientar el

aprendizaje logrado por el alumno y para readecuar y renovar el proceso de

enseñanza (objetivos, contenidos, materiales, actividades, métodos, estrategias,

procedimientos evaluativos, ritmo, entre otros.) que se está aplicando o que se ha

realizado y para poder alcanzar estas últimas metas, la evaluación debe estar

presente desde el inicio del proceso de enseñanza-aprendizaje, hasta su

finalización. A medida que éste va desarrollándose, la evaluación desempeña

distintos roles y por ende, asume diferentes propósitos: diagnóstico, formativo y

sumativo. En este sentido un docente consiente de los fines del proceso de

evaluación no puede reducir tal tarea a un propósito fijo, estático: según las

circunstancias concretas en que se encuentre el proceso instructivo y según el uso

que desee hacer de los resultados, evaluará en variados momentos y con

propósitos distintos.

Por lo tanto la evaluación educativa debe hacerse en relación con diferentes

propósitos (diagnóstico, formativo, sumativo). Todos los componentes del proceso

de evaluación cambian con el mutar del propósito de este. Para evitar que la

evaluación de los aprendizajes se haga en función de un solo propósito, esta debe

explorar las distintas áreas de aprendizaje (cognoscitiva, afectiva y psicomotora).

En referencia al área cognoscitiva se debe tener claro que las pruebas que se

aplican en el medio escolar deben reseñar situaciones (preguntas, tareas,

cuestiones por resolver, etc.) que permitan medir los distintos tipos de

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aprendizajes cognoscitivos. En cuanto al área afectiva, se refiere en particular a la

adquisición de actitudes, intereses, valores, hábitos, disposiciones y preferencias,

por lo cual los aprendizajes relativos a esta área revisten particular importancia en

la enseñanza primaria.

Cientificidad

Casanova (1999) plantea que el principio de la cientificidad “induce a adoptar

procedimientos de medición que aseguren la mayor relevancia y fiabilidad de los

resultados”. Interpretando al autor, se infiere que la evaluación del rendimiento

escolar es parte esencial de la labor educativa, en cuanto sirve a los propósitos de

la enseñanza y al mejoramiento de ésta. Sin embargo, para que esta utilidad sea

real, la evaluación debe ser cuidadosa, y los resultados que se obtienen,

relevantes para los designios con los cuales se efectúa tal labor, y dignos de

confianza.

Educabilidad

Para Casanova (1999), este principio “busca que la evaluación de los aprendizajes

promueva la formación del ser humano, al igual que el resto de los componentes

del proceso educativo”. Esto induce a pensar que es permisiva para quien imparte

la formación, tomar decisiones que favorezcan la orientación de los objetivos y

estrategias de enseñanza. Por tanto, la educabilidad reconoce a un sujeto que

aprende como un ser que viene potenciado para ser educable, esto atañe a uno

de los fines de la Evaluación que es el desarrollo humano en el que se valoran

todos los aspectos del individuo que le permiten desempeñarse socialmente y

lograr su propia realización.

En la actualidad la evaluación desde su carácter cualitativo debe ser un proceso

que busque el análisis de las actitudes y aptitudes observadas en los estudiantes

en los diversos momentos del aprendizaje y no sólo al final pues esto permite

reconocer y evaluar también las estrategias de enseñanza usadas por el maestro,

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transformando sus prácticas desde la perspectiva del estudiante. Estos

planteamientos llevan a reflexionar críticamente ante una educación que en la

mayoría de los casos se presenta libresca, repetitiva, sólo instruccional; y una

formación docente poco sólida, intranscendente, y en muchos casos sin base en

que sustentarse; que responde a la crisis que hoy nos agobia en forma fría e

indiferente, achacando al sistema la obligación de superarla, demostrando el

desconocimiento de la pertinencia que cada individuo tiene en este sistema, por lo

tanto la evaluación no es, ni puede ser, un apéndice de la enseñanza, ni del

aprendizaje; es parte de la enseñanza y del aprendizaje.

En la medida que un sujeto aprende, simultáneamente evalúa, discrimina, valora,

critica, opina, razona, fundamenta, decide, enjuicia, opta entre lo que considera

que tiene valor en sí, y aquello que carece de él. Esta actitud evaluadora, es parte

del proceso educativo que, como tal, es continuamente formativo. En conclusión,

las anteriores consideraciones sobre los principios teóricos de la evaluación, son

una forma de mostrar las posibilidades y dificultades de abordar la evaluación de

los estudiantes como un proceso integral e integrador, que sea de carácter

formativo y que contribuya a mejorar la calidad de los procesos educativos. La

evaluación de los estudiantes debe ser un proceso transparente y abierto,

consensuado y sin ningún velo de misterio que oculte su intencionalidad, para que

se convierta en un área de oportunidades y sea al mismo tiempo un espejo en el

cual docentes y estudiantes puedan reconocerse y reconocer sus acciones.

Asumir la evaluación como un proceso formativo, en permanente construcción y

cambio, implica transformar las concepciones tradicionales y los esquemas rígidos

de enseñanza y evaluación en los cuales las actividades evaluativas, más que

convertirse en un puente de comunicación entre docentes y estudiantes para

identificar debilidades, dificultades y opciones de mejoramiento, son un

mecanismo de poder y control para los primeros y una forma de sometimiento e

intimidación para los segundos. No debemos subestimar la evaluación

reduciéndola a una simple tarea de hacer exámenes para poner calificaciones y

determinar quiénes aprueban y quienes no aprueban, con fundamento en criterios

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previamente establecidos y convenidos debe emplearse para juzgar,

retroalimentar y al calificar el aprendizaje nutrirnos de sus resultados con objeto de

utilizarla como otra estrategia de enseñanza

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Referencias bibliográficos

CARREÑO, F. (2013). Enfoques y principios teóricos de la evaluación. Editorial: Trillas. ISBN 10: 9682435692 / ISBN 13: 9789682435690

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DÍAZ B., F., y HERNÁNDEZ R., G. (2000): Estrategias docentes para un aprendizaje significativo. México, McGraw-Hill

GÓMEZ, J. P.R. y MOLINA, A.(200). Potenciar la capacidad de Aprender y

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LAZARO, A (2001). ”Sistema de evaluación de la calidad de los centros educativos” en Actualidad Docente. No 132, pp.18-22

Ley Orgánica de Educación (1980). Caracas. Venezuela