Prologo de Zaratustra

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PRÓLOGO DE ZARATUSTRA

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Proyecto final de Estudios Superiores de Diseño Gráfico, realizado en entre junio de 2010 y febrero de 2011. El libro es una analogia sobre texto y música, en este caso, de Nietzsche y Strauss.

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© Manuel Ponce Contreras, 2011

Agradecimientos a José María Ribagorda, Gabriel Martínez, Sonia Díaz, Nacho Rodríguez y Mónica Mateo.

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PRÓLOGO DE ZARATUSTRAManuel Ponce Contreras

RIBERA DEL FRESNO (BADAJOZ) / MADRID

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Para todos y para nadie

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«Esas unidades discretas que forman el ritmo en el fluir temporal del discurso se relacionan con las unidades conceptuales en las que dividimos el mundo para poder comprenderlo y hacerlo racional, es decir, para construir la realidad. El ritmo es una estructuración del tiempo que nos permite percibir su transcurso.»

García Calvo, Agustín, Del Ritmo del Lenguaje, Barcelona, La Gaya Ciencia, 1977.

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Prefacio

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El presente libro presenta el primer capítulo de la obra Así Habló Zaratustra titulado Prólogo de Zaratustra, escrito por Friedrich Nietzsche entre 1883 y 1885. Es una obra considerada fundamentalmente de carácter filosófico, es, no obstante, también una obra literaria. Ningún escritor como Nietzsche ha intensificado la importancia material del signo lingüístico cuando entiende que el habla es expresión de la persona y de la voluntad, no sólo como palabra, sino como gesto mímico-rítmico con sonido. No son pensamientos los que se comunica, sino más bien emociones, signos mímicos que a continuación se vuelven a leer sobre pensamientos. «El filósofo de la vida» entiende que la riqueza de ésta se manifiesta en gestos. En consecuencia recomienda que haya que entender todo como gestos, las frases largas y breves, la puntuación, la selección de palabras, las palabras, la secuencia de los argumentos. La lengua escrita se entiende casi como si fuera lengua hablada. Lo que más se com-prende de la lengua no es la palabra misma, sino el tono, la fuerza, la modulación, el tempo con que se hablan una serie de palabras, en suma, la música que detrás de las palabras, el apasionamiento que hay detrás de esta música, la persona

que está detrás de este apasionamiento, todo lo que, en defi-nitiva, no se puede escribir. Nueve años más tarde, Richard Strauss, inspirado en el texto de Nietzsche, compuso Así habló Zaratustra, poema sinfónico formado por un prólogo y ocho partes. Es un pórtico (más que ningún otro) que pretende sugerir algo imaginable: la fusión primigenia del hombre con el Uni-verso. Quizá, quien considere un creador menor al cineasta Stanley Kubrick crea que no hace al caso citar el inicio de su película 2001, una odisea en el espacio, de hecho, en una de las más audaces metáforas del cine (una elipsis de varios millones de años), acierta a plasmar en imágenes aquella primera fase evolutiva del hombre sobre el planeta. Como la de Strauss mismo, la suya es una libre traducción del espíritu que emana del poema nietzscheano, expuesta con la suficiente explicitud. La partitura del Prólogo (reducida para tocar con piano) ha servido para establecer una rela-ción entre la estructura musical y la reticular del libro, sin ningún tipo de intención de crear un código musical en ello, simplemente servirnos de ritmos y proporciones que nos aporta Strauss para mezclarlos con textos de Nietzsche.

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18 1. Cuando Zaratustra tenía treinta años abandonó su pa- tria y el lago de su patria y

marchó a las montañas. Allí

gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo. Pero al

fin su corazón setransformó,

–y una mañana, levantándose con la aurora, se colocó de- lante del sol y le habló así :

«¡ Tú gran astro! ¡Qué sería

de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!

mí, mi águila y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de

bamos cada mañana, te liberá-bamos de tu sobreabundancia

Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin

este camino . Pero nosotros te aguardá-

y te bendecíamos por ello . –¡Mira! Estoy hastiado de mi

sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que

se extiendan .

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20 Me gustaría regalar y re-partir hasta que los sabios en- tre los hombres hayan vuelto

a regocijarse con su locura, y

los pobres, con su riqueza . Para ello tengo que ba- jar a la profundidad: como

haces tú al atardecer, cuando

traspones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro inmensamente rico !

Yo, lo mismo que tú, ten-

go que hundirme en mi oca-so, como dicen los hombres a

tranquilo, capaz de mirar sin envidia incluso una felicidad

quiere desbordarse para que de ella fluya el agua de oro

quienes quiero bajar . ¡ Bendíceme, pues, ojo

demasiado grande !¡ Bendice la copa que

llevando a todas partes el res-plandor de tus delicias !

¡ Mira! Esta copa quiere vaciarse de nuevo, y Zara- tustra quiere volver a hacerse

hombre .»

Así comenzó el ocaso de Zaratustra .

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No les des nada, dijo el

2. Zaratustra bajó solo de las montañas sin encontrar a nadie. Pero cuando llegó a

los bosques surgió de pronto

ante él un anciano que había abandonado su santa choza para buscar raíces en el bos-

que. Y el anciano habló así a

Zaratustra : No me es desconocido este caminante: hace algunos

años pasó por aquí. Zara-

tustra se llamaba; pero se ha transformado .

llevar tu fuego a los valles? ¿No temes los castigos que se

tustra. Puro es su ojo, y en su boca no se oculta náusea

Entonces llevabas tu ceni-za a la montaña: ¿quieres hoy

imponen al incendiario ? Sí, reconozco a Zara-

alguna. ¿No viene hacia acá como un bailarín ?

Zaratustra está transfor-mado, Zaratustra se ha con- vertido en un niño, Zaratustra

es un despierto: ¿qué quieres

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23hacer ahora entre los que duermen ? En la soledad vivías como en el mar, y el mar te llevaba. Ay, ¿quieres bajar a tierra? Ay, ¿quieres volver a arrastrar tú mismo tu cuerpo ? Zaratustra respondió: «Yo amo a los hombres .»¿ Por qué, dijo el santo, me marché yo al bosque y a las soledades? ¿No fue acaso porque amaba demasiado a

los hombres ? Ahora amo a Dios: a los hombres no los amo. El hom-bre es para mí una cosa dema-siado imperfecta. El amor al hombre me mataría . Zaratustra respondió:

«¡Qué dije amor! Lo que yo llevo a los hombres es un re-galo .»

santo. Es mejor que les quites alguna cosa y que la lleves a

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24animales! ¿Por qué no quieres ser tú, como yo, –un oso entre los osos, un pájaro entre los pájaros ?«¿ Y qué hace el santo en el bosque?», preguntó Zara-tustra . El santo respondió: Hago canciones y las canto; y, al ha-cerlas, río, lloro y gruño: así alabo a Dios . Cantando, llorando, rien-do y gruñendo alabo al Dios que es mi Dios. Mas ¿qué re-galo es el que tú nos traes ? Cuando Zaratustra hubo oído estas palabras saludó al santo y dijo: «¡Qué podría yo daros a vosotros! ¡Pero déjame irme aprisa, para que no os quite nada!» –Y así se separaron, el anciano y el hombre, riendo como ríen dos muchachos . Mas cuando Zaratustra estuvo solo, habló así a su corazón: «¡Será posible! ¡Este

¡Y si quieres darles algo, no les des más que una limosna,

« No, respondió Zaratustra, yo no doy limosnas. No soy

tra y dijo: ¡Entonces cuida de que acepten tus tesoros! Ellos

hacer regalos . Nuestros pasos les sue-

noches, estando en sus camas, oyen caminar a un hombre

irá el ladrón ? ¡No vayas a los hombres

cuestas junto con ellos –eso será lo que más bien les hará:

y deja que además la mendi-guen !

bastante pobre para eso.» El santo se rió de Zaratus-

desconfían de los eremitas y no creen que vayamos para

nan demasiado solitarios por sus callejas. Y cuando por las

mucho antes de que el sol salga, se preguntan: ¿adónde

y quédate en el bosque! ¡Es mejor que vayas incluso a los

–¡con tal de que te haga bien a ti !

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25viejo santo en su bosque no ha oído todavía nada de que

D i o s h a m u e r t o ! » –

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26 3. Cuando Zaratustra llegó a la primera ciudad, situada al borde de los bosques, en-contró reunida en el mercado una gran muchedumbre: pues estaba prometida la exhibi-

ción de un volatinero. Y Za-ratustra habló así al pueblo: Y o o s e n s e ñ o e l s u p e r h o m b r e . El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué ha-

béis hecho para superarlo ? Todos los seres han crea-do hasta ahora algo por enci-ma de sí mismos: ¿y queréis ser vosotros el reflujo de ese gran flujo y retroceder al ani-

mal más bien que superar al hombre ?¿ Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe

ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza do-lorosa . Habéis recorrido el cami-no que lleva desde el gusano hasta el hombre, y muchas

cosas en vosotros continúan siendo gusano. En otro tiem-po fuisteis monos, y también ahora es el hombre más mono que cualquier mono . Y el más sabio de vo-

sotros es tan sólo un ser es-cindido, híbrido de planta y fantasma. Pero ¿os mando yo que os convirtáis en fantas-mas o en plantas ?¡ Mirad, yo os enseño el

superhombre !El superhombre h a d e s e r el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad: ¡sea el su-perhombre el sentido de la tierra !

¡ Yo os conjuro, hermanos

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míos, p e r m a n e c e d f i e l e s a l a t i e r r a

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28 y no creáis a quienes os ha-blan de esperanzas sobreterre- nales! Son envenenadores, lo

sepan o no .

Son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la

tierra está cansada de ellos:

¡ojalá desaparezcan ! En otro tiempo el delito contra Dios era el máximo

delito, pero Dios ha muerto

y con Él han muerto también esos delincuentes. ¡Ahora lo

trañas de lo inescrutable más que el sentido de la tierra !

cio: y ese desprecio era enton-ces lo más alto: –el alma quería

más horrible es delinquir con-tra la tierra y apreciar las en-

En otro tiempo el alma miraba al cuerpo con despre-

el cuerpo flaco, feo, famélico. Así pensaba escabullirse del

cuerpo y de la tierra . Oh, también esa alma era flaca, fea y famélica: ¡y la

crueldad era la voluptuosidad

de esa alma ! Mas vosotros también, hermanos míos, decidme: ¿qué anuncia vuestro cuer-po de vuestra alma? ¿No es vuestra alma acaso pobreza y suciedad y un lamentable bienestar ? En verdad, una sucia co-rriente es el hombre. Es nece-sario ser un mar para poder recibir una sucia corriente sin volverse impuro .

Mirad, yo os enseño el su-perhombre: él es ese mar, en él puede sumergirse vuestro gran desprecio .¿ Cuál es la máxima viven-cia que vosotros podéis tener? La hora del gran desprecio. La hora en que incluso vuestra felicidad se os convierta en náusea y eso mismo ocurra con vuestra razón y con vues-tra virtud . La hora en que digáis:

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Mas el volatinero, que creyó que

«¡Qué importa mi felicidad! Es pobreza y suciedad y un lamen- table bienestar. ¡Sin embargo, mi

felicidad debería justificar inclu-

so la existencia !» La hora en que digáis: «¡Qué importa mi razón! ¿An-

sía ella el saber lo mismo que el

estar !» La hora en que digáis:

«¡Qué importa mi virtud! To-davía no me ha puesto furioso.

y suciedad y un lamentable bien-estar !»

veo que yo sea un carbón ardien-te. ¡Mas el justo es un carbón ar-

¡Qué cansado estoy de mi bien y de mi mal! ¡Todo esto es pobreza

La hora en que digáis: «¡Qué importa mi justicia! No

diente !» La hora en que digáis: «¡Qué

importa mi compasión! ¿No es la compasión acaso la cruz en la que es clavado quien ama a los

hombres? Pero mi compasión no

león su alimento? ¡Es pobreza y suciedad y un lamentable bien-

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31es una crucifixión .»¿ Habéis hablado ya así? ¿Habéis gritado ya así? ¡Ah, ojalá os hubiese yo oído ya gritar así !¡ No vuestro pecado –vues-tra moderación es lo que clama al cielo, vuestra mezquindad has-ta en vuestro pecado es lo que clama al cielo !¿ Dónde está el rayo que os lama con su lengua? ¿Dónde la demencia que habría que

inocularos ? Mirad, yo os enseño el su-perhombre: ¡él es ese rayo, él es esa demencia ! – Cuando Zaratustra hubo hablado así, uno del pueblo gritó: «Ya hemos oído hablar

bastante del volatinero; ahora, ¡veámoslo también!» Y todo el pueblo se rió de Zaratustra.

aquello iba dicho por él, se puso a trabajar .

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32que ésta llegue alguna vez a ser del superhombre . Yo amo a quien vive para conocer, y quiere conocer para que alguna vez viva el superhombre. Y quiere así su propio ocaso . Yo amo a quien trabaja e inventa para construirle la casa al superhombre y prepa-ra para él la tierra, el animal y la planta: pues quiere así su propio ocaso . Yo amo a quien ama su virtud: pues la virtud es vo-luntad de ocaso y una flecha del anhelo . Yo amo a quien no re-serva para sí ni una gota de espíritu, sino que quiere ser íntegramente el espíritu de su virtud: avanza así en forma de espíritu sobre el puente . Yo amo a quien de su vir-tud hace su inclinación y su fatalidad: quiere así, por amor a su virtud, seguir viviendo y

tendida entre el animal y el superhombre, –una cuerda

lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un peli-

La grandeza del hombre está en ser un puente y no una

t r á n s i t o y u n o c a s o .

hundiéndose en su ocaso, pues ellos son los que pasan

preciadores, pues ellos son los grandes veneradores, y flechas

4. Mas Zaratustra contem-pló al pueblo y se maravilló.

sobre un abismo . Un peligroso pasar al otro

groso estremecerse y parar-sezzz .

meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un

Yo amo a quienes no sa-ben vivir de otro modo que

al otro lado . Yo amo a los grandes des-

del anhelo hacia llas: sino que se sacrifican a la tierra para

Luego habló así : El hombre es una cuerda

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33no seguir viviendo . Yo amo a quien no quie-re tener demasiadas virtudes. Una virtud es más virtud que dos, porque es un nudo más fuerte del que se cuelga la fa-talidad . Yo amo a aquel cuya alma se prodiga, y no quiere recibir agradecimiento ni devuelve nada: pues él regala siempre y no quiere conservarse a sí mismo . Yo amo a quien se aver-güenza cuando el dado, al caer, le da suerte, y entonces se pregunta: ¿acaso soy yo un jugador que hace trampas? –pues quiere perecer . Yo amo a quien delante de sus acciones arroja pala-bras de oro y cumple siempre más de lo que promete: pues quiere su ocaso . Yo amo a quien justifica a los hombres del futuro y redime a los del pasado: pues

quiere perecer a causa dé los hombres del presente . Yo amo a quien castiga a su dios porque ama a su dios19: pues tiene que perecer por la cólera de su dios . Yo amo a aquel cuya alma es profunda incluso cuando se la hiere, y que puede perecer a causa de una pequeña viven-cia: pasa así de buen grado por el puente . Yo amo a aquel cuya alma está tan llena que se ol-vida de sí mismo, y todas las cosas están dentro de él: todas las cosas se transforman así en su ocaso . Yo amo a quien es de es-píritu libre y de corazón libre: su cabeza no es así más que las entrañas de su corazón, pero su corazón lo empuja al ocaso . Yo amo a todos aquellos que son como gotas pesadas que caen una a una de la os-

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34 cura nube suspendida sobre el hombre: ellos anuncian que el rayo viene, y perecen como anunciadores . Mirad, yo soy un anun-ciador del rayo y una pesada

gota que cae de la nube: mas ese rayo se llama superhom-bre . –

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36 5. Cuando Zaratustra hubo dicho estas palabras contem- pló de nuevo el pueblo y calló:

«Ahí están», dijo a su cora-

zón, «y se ríen: no me entien-den, no soy yo la boca para estos oídos .

¿ Habrá que romperles

antes los oídos, para que aprendan a oír con los ojos? ¿Habrá que atronar igual que

timbales y que predicadores

de penitencia? ¿O acaso creen tan sólo al que balbucea ?

a eso que los llena de orgullo? Cultural lo llaman, es lo que

referida a ellos, la palabra Ves-precid. Voy a hablar, pues, a su

Tienen algo de lo que es-tán orgullosos. ¿Cómo llaman

los distingue de los cabreros. Por esto no les gusta oír,

orgullo . Voy a hablarles de lo más

despreciable: e l ú l t i m o h o m b r e ». Y Zaratustra habló así al

pueblo :

Es tiempo de que el hombre fije su propia meta. Es tiempo de que el hombre plante la semilla de su más alta esperanza . Todavía es bastante fértil su terreno para ello. Mas al-gún día ese terreno será pobre y manso, y de él no podrá ya brotar ningún árbol elevado. ¡Ay! ¡Llega el tiempo en que el hombre dejará de lan-zar la flecha de su anhelo más

allá del hombre, y en que la cuerda de su arco no sabrá ya vibrar ! Yo os digo: es preciso tener todavía caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella danzarina. Yo os digo: vosotros tenéis todavía caos dentro de vosotros . ¡Ay! Llega el tiempo en que el hombre no dará ya a luz ninguna estrella. ¡Ay! Lle-ga el tiempo del hombre más

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marcha voluntariamente al

despreciable, el incapaz ya de despreciarse a sí mismo . ¡Mirad! Yo os muestro al

ú l t i m o h o m b r e .

«¿Qué es amor? ¿Qué es crea-ción? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella?» —así pregunta el

último hombre, y parpadea .

da saltos el último hombre, que todo lo empequeñece. Su

estirpe es indestructible, como el pulgón; el último hombre es

tado la felicidad» –dicen los últimos hombres, y parpa-

marcas donde era duro vivir: pues la gente necesita calor. La

el que más tiempo vive . «Nosotros hemos inven-

dean . Han abandonado las co-

gente ama incluso al vecino y se restriega contra él: pues

necesita calor . Enfermar y desconfiar considéranlo pecaminoso: la

gente camina con cuidado.

La tierra se ha vuelto pe-queña entonces, y sobre ella

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39¡Un tonto es quien sigue tro-pezando con piedras o con hombres ! Un poco de veneno de vez en cuando: eso produce sueños agradables. Y mucho veneno al final, para tener un morir agradable . La gente continúa traba-jando, pues el trabajo es un entretenimiento. Mas procu-ra que el entretenimiento no canse .

La gente ya no se hace ni pobre ni rica: ambas cosas son demasiado molestas. ¿Quién quiere aún gobernar? ¿Quién aún obedecer? Ambas cosas son demasiado molestas . ¡Ningún pastor y un solo

rebaño! Todos quieren lo mis-mo, todos son iguales: quien tiene sentimientos distintos

manicomio .

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40 « En otro tiempo todo el mundo desvariaba» –dicen los más sutiles, y parpadean. Hoy la gente es inteli-gente y sabe todo lo que ha ocurrido: así no acaba nunca de burlarse. La gente continúa

discutiendo, mas pronto se re-concilia - de lo contrario, ello estropea el estómago . La gente tiene su pequeño placer para el día y su peque-ño placer para la noche: pero honra la salud .

Y aquí acabó el primer dis-curso de Zaratustra, llamado

regocijo de la multitud lo in-terrumpieron. «¡Danos ese úl-

Pero Zaratustra se entristeció y dijo a su corazón :

Sin duda he vivido dema-siado tiempo en las montañas,

esos últimos hombres! ¡El su-perhombre te lo regalamos! Y

les hablo como a los cabre-ros . Inmóvil es mi alma, y lu-minosa como las montañas por la mañana. Pero ellos piensan que yo soy frío, y un burlón que hace chistes horri-bles . Y ahora me miran y se ríen: y mientras ríen, conti-núan odiándome. Hay hielo en su reír .

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41« Nosotros hemos in-ventado la felicidad» –dicen los últimos hombres, y par-padean .–..........................................................................................

también «el prólogo»: pues en este punto el griterío y el

timo hombre, oh Zaratustra, –gritaban– haz de nosotros

todo el pueblo daba gritos de júbilo y chasqueaba la lengua.

No me entienden: no soy yo la boca para estos oídos .

he escuchado demasiado a los arroyos y a los árboles: ahora

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42 6. Pero entonces ocurrió algo que hizo callar todas las bocas y

había comenzado su tarea: había salido de una pequeña puerta y

abrirse y un compañero de oficio vestido de muchos colores, igual

del primero. «Sigue adelante, cojitranco, gritó su terrible voz,

colgando sobre el mercado y el pueblo. Mas cuando se encon-

haga yo cosquillas con mi talón! ¿Qué haces aquí entre torres? Dentro de la torre está tu sitio, en ella se te debería encerrar, ¡cierras el camino a uno mejor que tú!» –Y a cada palabra se le acercaba más y más: y cuando estaba ya a

un solo paso detrás de él ocurrió aquella cosa horrible que hizo callar todas las bocas y quedar fijos todos los ojos: –lanzó un gri-to como si fuese un demonio y saltó por encima de quien le obs-taculizaba el camino. Mas éste,

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43quedar fijos todos los ojos. En-tretanto, en efecto, el volatinero

caminaba sobre la cuerda, la cual estaba tendida entre dos torres,

traba justo en la mitad de su ca-mino, la pequeña puerta volvió a

que un bufón, saltó fuera y mar-chó con rápidos pasos detrás

sigue adelante, ¡holgazán, im-postor, cara de tísico! ¡Que no te

cuando vio que su rival lo vencía, perdió la cabeza y el equilibrio; arrojó su balancín y, más rápido que éste, se precipitó hacia abajo como un remolino de brazos y de piernas. El mercado y el pueblo parecían el mar cuando la tem-

dicho esto, el moribundo ya no respondió; pero movió la mano como si buscase la mano de Zaratustra para darle las gracias .

despreciable. Ahora pereces a causa de tu profesión: por ello voy a enterrarte con mis propias manos .» Cuando Zaratustra hubo

muerta aún más pronto que tu cuerpo: así, pues, ¡no temas ya nada !» El hombre alzó su mirada con desconfianza. «Si tú dices la verdad, añadió luego, nada pierdo perdiendo la vida. No soy mucho más que un animal al que, con golpes y escasa comida, se le ha enseñado a bailar .»« No hables así, dijo Zaratus-tra, tú has hecho del peligro tu profesión, en ello no hay nada

todavía. Al poco tiempo el des-trozado recobró la consciencia y vio a Zaratustra arrodillarse junto a él. «¿Qué haces aquí?, dijo por fin, desde hace mucho sabía yo que el diablo me echaría la zancadilla. Ahora me arrastra al infierno: ¿quieres tú impedír-selo?»« Por mi honor, amigo, res-pondió Zaratustra, todo eso de que hablas no existe: no hay ni diablo ni infierno. Tu alma estará

Zaratustra, en cambio, per-maneció inmóvil, y justo a su

lado cayó el cuerpo, maltrecho y quebrantado, pero no muerto

pestad avanza: todos huyeron apartándose y atropellándose,

sobre todo allí donde el cuerpo tenía que estrellarse .

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7. Entretanto iba llegando el atardecer, y el mercado se ocultaba en la oscuridad: el pueblo se dispersó entonces, pues hasta la curiosidad y el horror acaban por cansarse. Mas Zaratustra estaba senta-do en el suelo junto al muerto, hundido en sus pensamientos: así olvidó el tiempo. Por fin se hizo de noche, y un viento frío sopló sobre el solitario. Za-

ratustra se levantó entonces y dijo a su corazón :¡ En verdad, una hermosa pesca ha cobrado hoy Zara-tustra! No ha pescado ni un solo hombre, pero sí, en cam-bio, un cadáver . Siniestra es la existencia humana, y carente aún de sen-tido: un bufón puede conver-tirse para ella en la fatalidad. Yo quiero enseñar a los hombres el sentido de su ser:

ese sentido es el superhombre, el rayo que brota de la oscura nube que es el hombre . Mas todavía estoy muy lejos de ellos, y mi sentido no habla a sus sentidos. Para los hombres yo soy todavía algo intermedio entre un necio y un cadáver . Oscura es la noche, oscu-ros son los caminos de Zara-tustra. ¡Ven, compañero frío y rígido! Te llevaré adonde voy

a enterrarte con mis manos.

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46 la casa. Un hombre viejo apa-reció; traía la luz y preguntó: «¿Quién viene a mí y a mi mal dormir ?»« Un vivo y un muerto, dijo Zaratustra. Dame de comer y de beber, he olvidado hacerlo durante el día. Quien da de comer al hambriento recon-forta su propia alma: así ha-bla la sabiduría ». El viejo se fue y al poco volvió y ofreció a Zaratustra

8. Cuando Zaratustra hubo dicho esto a su corazón, cargó el cadáver sobre sus espaldas y se puso en camino. Y no ha-bía recorrido aún cien pasos cuando se le acercó furtiva-

mente un hombre y comenzó a susurrarle al oído - y he aquí que quien hablaba era el bu-fón de la torre. «Vete fuera de esta ciudad, Zaratustra, dijo; aquí son demasiados los que

Zaratustra no dijo ni una palabra y siguió su camino. Pero cuando llevaba andan-do ya dos horas, al borde de bosques y de ciénagas, había oído demasiado el hambrien-

to aullido de los lobos, y el hambre se apoderó también de él. Por ello se detuvo junto a una casa solitaria dentro de la cual ardía una luz . El hambre me asalta, dijo

Y cuando hubo dicho esto, el hombre desapareció; pero Za-ratustra continuó caminando por las oscuras callejas . A la puerta de la ciudad

encontró a los sepultureros: éstos iluminaron el rostro de Zaratustra con la antorcha, lo reconocieron y comenzaron a burlarse de él. «Zaratustra se lleva al perro muerto: ¡bravo,

mismo por hoy. Pero vete lejos

taré por encima de ti, un vivo

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47te odian. Te odian los buenos y justos y te llaman su enemi-go y su despreciador; te odian los creyentes de la fe ortodoxa, y éstos te llaman el peligro de la muchedumbre. Tu suerte ha

estado en que la gente se rió de ti: y, en verdad, hablabas igual que un bufón. Tu suerte ha estado en asociarte al pe-rro muerto; al humillarte de ese modo te has salvado a ti

Zaratustra, como un ladrón. En medio de bosques y de cié-nagas me asalta mi hambre, y en plena noche. Extraños caprichos tiene mi hambre. A menudo no me

viene sino después de la comi-da, y hoy no me vino en todo el día: ¿dónde se entretuvo, pues ? Y mientras decía esto, Za-ratustra llamó a la puerta de

Zaratustra se ha hecho sepul-turero! Nuestras manos son demasiado limpias para ese asado. ¿Es que Zaratustra quiere acaso robarle al diablo su bocado? ¡Vaya! ¡Suerte, y

que aproveche! ¡A no ser que el diablo sea mejor ladrón que Zaratustra! — ¡y robe a los dos, y a los dos se los trague!» Y se reían entre sí, cuchicheando .

de esta ciudad –o mañana sal-

por encima de un muerto.»

pan y vino. «Mal sitio es éste para hambrientos, dijo. Por eso habito yo aquí. Animales y hombres acuden a mí, el eremita. Mas da de comer y de beber también a tu compa-ñero, él está más cansado que tú.» Zaratustra respondió: «Mi compañero está muerto, difícilmente le persuadiré a que coma y beba.» «Eso a mí no me importa, dijo el viejo con hosquedad; quien llama

a mi casa tiene que tomar también lo que le ofrezco. ¡Comed y que os vaya bien!» — A continuación Zaratus-tra volvió a caminar durante dos horas, confiando en el camino y en la luz de las es-trellas: pues estaba habituado a andar por la noche y le gus-taba mirar a la cara a todas las cosas que duermen. Mas cuando la mañana comenzó

a despuntar, Zaratustra se encontró en lo profundo del bosque, y ningún camino se abría ya ante él. Entonces colocó al muerto en un árbol hueco, a la altura de su cabe-za — pues quería protegerlo de los lobos — y se acostó en el suelo de musgo. Enseguida se durmió, cansado el cuerpo, pero inmóvil el alma .

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48bosque y el silencio, asombra-do miró dentro de sí. Entonces

Una luz ha aparecido en mi horizonte: compañeros de

sigan porque quieren seguirse a sí mismos –e ir adonde yo

un rebaño ! Para incitar a muchos a

llaman a sí mismos los buenos y justos. Digo pastores: pero

– pero ése es el creador .¡ Ved los creyentes de todas

mino busca el creador, y no cadáveres, ni tampoco rebaños

ra pasó sobre su rostro, sino también la mañana entera. Mas

tierra, y lanzó gritos de júbilo: pues había visto una verdad

ni cadáveres, a los cuales llevo conmigo adonde quiero .

horizonte: ¡no hable al pueblo Zaratustra, sino a compañeros

irritarán contra mí: ladrón va a ser llamado por los pastores

¡ Ved los buenos y justos! ¿A quién es al que más odian? Al

tablas de valores, al quebranta-dor, al infractor: –pero ése es el

por fin sus ojos se abrieron: asombrado miró Zaratustra el

nueva, y habló así a su cora-zón :

Compañeros de viaje vivos es lo que yo necesito, que me

de viaje! ¡Zaratustra no debe convertirse en pastor y perro de

Zaratustra . Digo pastores, pero ellos se

que rompe sus tablas de valores, al quebrantador, al infractor :

creador . Compañeros para su ca-

9. Largo tiempo durmió Zaratustra, y no sólo la auro-

se levantó con rapidez, como un marinero que de pronto ve

viaje necesito, compañeros vi-vos, — no compañeros muertos

quiero ir . Una luz ha aparecido en mi

apartarse del rebaño - para eso he venido. Pueblo y rebaño se

ellos se llaman a sí mismos los creyentes de la fe ortodoxa .

las creencias! ¿A quién es al que más odian? Al que rompe sus

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49la recolección: pues todo está en él maduro para la cose-

llamará, y despreciadores del bien y del mal. Pero son los

tra: ¡qué tiene él que ver con rebaños y pastores y cadáve-

Pero me separo de ti, el tiempo ha pasado. Entre au-

hablado a un muerto. A los creadores, a los cosechado-

pareja; y a quien todavía ten-ga oídos para oír cosas inau-

mi marcha el ocaso de ellos !

Compañeros busca el creador, y colaboradores en

creador, que sepan afilar sus hoces. Aniquiladores se los

pañeros en la recolección y en las fiestas busca Zaratus-

hueco, bien te he escondido de los lobos .

a volver a hablar con el pue-blo nunca; por última vez he

Cantaré mi canción para los eremitas solitarios o en

taré por encima de los inde-cisos y de los rezagados. ¡Sea

que escriban nuevos valores en tablas nuevas .

espigas y está enojado . Compañeros busca el

Compañeros en la crea-ción busca Zaratustra, com-

mío, ¡descansa en paz! Bien te he enterrado en tu árbol

No debo ser pastor ni se-pulturero. Y ni siquiera voy

trarles el arco iris y todas las escaleras del superhombre.

Hacia mi meta quiero ir, yo continúo mi marcha; sal-

y creyentes. Compañeros en la creación busca el creador,

cha. Pero le faltan las cien hoces34: por ello arranca las

cosechadores y los que cele-bran fiestas .

res ! Y tú, primer compañero

rora y aurora ha venido a mí una verdad nueva .

res, a los que celebran fiestas quiero unirme: voy a mos-

ditas, a ése voy a abrumarle el corazón con mi felicidad.

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de sí el agudo grito de un pá-jaro. Y he aquí que un águila

«¡ Son mis animales!, dijo Zaratustra, y se alegró de co-

tustra vive todavía. En verdad, ¿vivo yo todavía? He encon-

dicho esto, se acordó de las palabras del santo en el bos-

quisitivamente hacia la altura –pues había oído por encima

pues se mantenía enroscada a su cuello .

terreno . Quieren averiguar si Zara-

mis animales me guíen !» Cuando Zaratustra hubo

sol estaba en pleno mediodía: entonces se puso a mirar in-

una serpiente, no como si fue-ra una presa, sino una amiga:

más inteligente debajo del sol –han salido para explorar el

les, peligrosos son los caminos que recorre Zaratustra. ¡Que

10. Esto es lo que Zaratustra dijo a su corazón cuando el

cruzaba el aire trazando am-plios círculos y de él colgaba

razón. El animal más orgullo-so debajo del sol, y el animal

trado más peligros entre los hombres que entre los anima-

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52 que, suspiró y habló así a su corazón: ¡Ojalá fuera yo más

inteligente! ¡Ojalá fuera yo inteligente de verdad, como

mi serpiente ! Pero pido cosas imposi-

bles: ¡por ello pido a mi orgu-llo que camine siempre junto

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53a mi inteligencia ! Y si alguna vez mi inteli-

gencia me abandona –¡ay, le gusta escapar volando! –

¡que mi orgullo continúe vo-lando junto con mi tontería!

Así comenzó el ocaso de Zaratustra .

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Índice

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Prefacio 11

Prólogo de Zaratustra 1 14 2 18 3 22 4 28 5 32 6 38 7 40 8 42 9 44 10 47

Bibliografía 53

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