Psicoterapia Constructivista Evolutiva - Sepulveda 2012

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En Libro: “Psicopatología Infantil y de la Adolescencia”. Almonte, Montt, Correa. Editorial Mediterráneo. Santiago. 2010. (En edición). Psicoterapia evolutiva con niños y adolescentes: Enfoque cognitivo constructivista. M. Gabriela Sepúlveda Ramírez 1 . El enfoque evolutivo en psicoterapia es el resultado de un esfuerzo en psicología clínica infanto-juvenil contemporánea, desde los enfoques cognitivos, para integrar el paradigma piagetiano, no sólo en el proceso diagnóstico clínico, sino que ampliarlo a un determinado sistema de psicoterapia, a través de la incorporación de los conceptos de la epistemología piagetiana con los conceptos evolutivos. La psicología genética de Piaget, como “el estudio del desarrollo de las funciones mentales en tanto que dicho desarrollo puede aportar una explicación, o al menos una información complementaria, sobre los mecanismos de aquéllas en su estado acabado” (Piaget, 1975, pág. 165); entrega a los sistemas psicoterapéuticos las bases teóricas y prácticas para la realización de la intervención clínica (Feixas y Miró, 1993; Guidano, 1987, 1994); Ivey, 1986; Kegan, 1982; Rosen, 1985). La psicología de Piaget aporta en la definición de criterios válidos para el planteamiento de las metas y procedimientos psicoterapéuticos, entregando bases empíricas y filosóficas para el proceso de desarrollo humano. Esta perspectiva integra así los fundamentos teóricos que explican y orientan los cambios terapéuticos, y a la vez entrega una aproximación evolutiva, que permite considerar la especificidad de cada etapa del desarrollo humano en la planificación de las intervenciones clínicas. La organización de la personalidad y la identidad como un elemento central del desarrollo humano, es un aspecto clave en estas aproximaciones post- piagetianas, al considerar la intervención clínica como un proceso de reorganización de las estructuras del conocimiento. El clínico constructivista evolutivo favorece el proceso de crecimiento de la persona, guiándolo en el descubrimiento de nuevas formas de significar la relación de sí mismo con la realidad. El clínico es un fenomenólogo, que toma la perspectiva de la persona y considera la construcción de significados personales como un elemento válido. Así, las terapias evolutivas siguen el curso del desarrollo natural de las personas, siendo éstas esencialmente activas en su proceso de desarrollo y de psicoterapia. 1 Psicóloga Clínica infanto juvenil, Master en Psicología Educacional, Dra. en Filosofía mención Ética. Profesora Asociada, Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Colaboración de Claudia Capella Sepúlveda. 1

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En Libro: “Psicopatología Infantil y de la Adolescencia”. Almonte, Montt, Correa. Editorial Mediterráneo. Santiago. 2010. (En edición).

Psicoterapia evolutiva con niños y adolescentes: Enfoque cognitivo constructivista.

M. Gabriela Sepúlveda Ramírez1.

El enfoque evolutivo en psicoterapia es el resultado de un esfuerzo en psicología clínica infanto-juvenil contemporánea, desde los enfoques cognitivos, para integrar el paradigma piagetiano, no sólo en el proceso diagnóstico clínico, sino que ampliarlo a un determinado sistema de psicoterapia, a través de la incorporación de los conceptos de la epistemología piagetiana con los conceptos evolutivos.

La psicología genética de Piaget, como “el estudio del desarrollo de las funciones mentales en tanto que dicho desarrollo puede aportar una explicación, o al menos una información complementaria, sobre los mecanismos de aquéllas en su estado acabado” (Piaget, 1975, pág. 165); entrega a los sistemas psicoterapéuticos las bases teóricas y prácticas para la realización de la intervención clínica (Feixas y Miró, 1993; Guidano, 1987, 1994); Ivey, 1986; Kegan, 1982; Rosen, 1985). La psicología de Piaget aporta en la definición de criterios válidos para el planteamiento de las metas y procedimientos psicoterapéuticos, entregando bases empíricas y filosóficas para el proceso de desarrollo humano.

Esta perspectiva integra así los fundamentos teóricos que explican y orientan los cambios terapéuticos, y a la vez entrega una aproximación evolutiva, que permite considerar la especificidad de cada etapa del desarrollo humano en la planificación de las intervenciones clínicas.

La organización de la personalidad y la identidad como un elemento central del desarrollo humano, es un aspecto clave en estas aproximaciones post-piagetianas, al considerar la intervención clínica como un proceso de reorganización de las estructuras del conocimiento. El clínico constructivista evolutivo favorece el proceso de crecimiento de la persona, guiándolo en el descubrimiento de nuevas formas de significar la relación de sí mismo con la realidad. El clínico es un fenomenólogo, que toma la perspectiva de la persona y considera la construcción de significados personales como un elemento válido.

Así, las terapias evolutivas siguen el curso del desarrollo natural de las personas, siendo éstas esencialmente activas en su proceso de desarrollo y de psicoterapia.

1 Psicóloga Clínica infanto juvenil, Master en Psicología Educacional, Dra. en Filosofía mención Ética. Profesora Asociada, Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile.

Colaboración de Claudia Capella Sepúlveda.

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De ahí que se fomenta el diálogo, el debate, la exploración de la realidad y la relación de significado para el sí mismo.

La psicoterapia como intervención psicológica, está orientada a la facilitación del desarrollo humano, del niño o adolescente y su familia, con el objetivo de lograr un equilibrio interno y externo, posibilitando un mayor bienestar psíquico y una mejor adaptación al medio; a través de diferentes estrategias y técnicas, utilizando la acción, la palabra y la imagen, como formas de comunicación, en un espacio relacional de contención afectiva.

Los resultados de las investigaciones psicoterapia muestran que los pacientes que reciben cualquier forma de psicoterapia mejoran más que los controles observados durante el mismo período y sin recibir terapia formal. Los estudios de seguimiento parecen mostrar, de forma coherente que con independencia del tipo de terapia, la mayoría de los pacientes que muestran una mejora inicial, a través del tiempo la mantienen (Fonagy et al., 2002; Frank, 1988). En la actualidad es esencial revisar las evidencias en relación a los resultados terapéuticos, y plantearse la pregunta formulada por Rosen (1985): ¿Qué intervenciones terapéuticas específicas producen cambios específicos, bajo condiciones específicas?

Es necesario por tanto tener claridad del enfoque psicoterapéutico que se utilizará en cada caso, tanto desde sus aspectos epistemológicos como de la teoría de desarrollo y psicopatología que se plantea; siendo además necesario definir la mejor intervención en cada etapa etárea, según las características evolutivas de las personas que solicitan atención y de sus familias.

En este sentido, el trabajo con niños y adolescentes implica una tarea específica de comprensión de la etapa de desarrollo psicológico en la cual se encuentran, y de su particular forma de significar la realidad, ya que las dificultades emocionales y conductuales que presentan pueden mostrar formas naturales de enfrentamiento de la realidad acorde a su proceso normal de desarrollo o bien ser un indicador de psicopatología.

Asimismo el trabajo psicoterapéutico con niños y adolescentes requiere siempre un foco de intervención múltiple, siendo necesario planificar intervenciones con el niño o adolescente y sus padres u otros familiares significativos, como hermanos, abuelos, tíos, primos; así como con personas en el ámbito social y escolar, como amigos, parejas, compañeros de curso, profesores.

El trabajo a nivel individual incluye generalmente el desarrollo de la organización de la identidad personal, así como de habilidades cognitivas, afectivas, sociales y morales, lo cual puede ser realizado en forma individual o grupal. El trabajo con padres requiere la comprensión de la problemática del niño, así como la significación del niño o joven para ellos, y la reorganización del sistema familiar en tanto estructura de roles y funciones, y del sistema de socialización o crianza. El

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Focos de trabajo: individual, padres, colegio y amigos
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trabajo con profesores incluye el desarrollo de nuevas formas de interacción y la reorganización del sistema de enseñanza y evaluación, acorde a las necesidades del niño o adolescente. La intervención con pares, amigos o compañeros incluye el desarrollo de habilidades sociales, especialmente en niños con problemas emocionales y de conducta, tanto en la línea de la inhibición como de la oposición y agresividad.

Es necesario considerar que en el trabajo con niños y adolescentes, nos enfrentamos con objetivos y motivos de consulta desde los niños o jóvenes, los padres y profesores, que pueden ser diversos, y contrapuestos. Por ejemplo, un niño de 9 años referido por el colegio por conductas opositoras y desafiantes con los profesores, plantea que su problema es el colegio, y que eso lo pone malgenio, y que él no tiene ningún problema, que la solución es no ir más al colegio: “No me gusta el colegio, es mucho trabajo y ni me pagan”.

En suma, la terapia con niños y adolescentes implica al clínico un desafío en relación a la comprensión del desarrollo psicológico normal, de las desviaciones de la normalidad y de la psicopatología evolutiva; junto con la comprensión de las variables del ambiente familiar, escolar y social.

Primera etapa: Análisis del problema: Significación para el niño y su medio familiar, escolar y social.

El enfoque cognitivo constructivista enfatiza a la persona como un ser activo en su proceso de desarrollo. De acuerdo a Piaget (1981), el organismo tiene la capacidad innata para estructurar la experiencia. Las estructuras cognitivas y afectivas son el resultado de este proceso activo de construcción, que se da en interacción con el ambiente a través del aprendizaje.

La persona va creando un sistema de representaciones internas o cogniciones las cuales son el resultado de las experiencias previas de la persona en la interacción con la realidad. Así, todo lo aprendido y conocido son productos de un sistema de procesamiento de información que selecciona, filtra e interpreta el ambiente y los diversos estímulos sensoriales que llegan al organismo, desde su particular estructura de desarrollo psíquico. El sujeto lleva consigo una representación o una concepción, que conduce a construir activamente el conocimiento del mundo externo, por lo que la realidad puede ser interpretada de distintas formas. El conocimiento es así un proceso evolutivo, que evoluciona mediante interpretaciones sucesivas más abarcadoras, y se estructura en sistemas jerárquicos y autoorganizados.

Piaget (1981) define al constructivismo como la base central de su sistema teórico, “El conocimiento no es una copia del objeto ni una toma de conciencia de formas a priori que estén predeterminadas en el sujeto, es una construcción perpetua por

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intercambios entre el organismo y el medio desde el punto de vista biológico y entre el pensamiento y el objeto desde el punto de vista cognoscitivo” (pág. 193).

Existe un mundo real e independiente de la conciencia, legalmente estructurado, el que es sólo hipotéticamente cognoscible y explicable por medio de la percepción, el pensamiento y la ciencia intersubjetiva. Construimos nuestra realidad, y al mismo tiempo se cree en una realidad objetiva. Es un constructivismo moderado, por cuanto acepta la existencia de un mundo ontológicamente real e independiente, aunque incognoscible en sí mismo en cuanto tal.

Lo central de los enfoques cognitivo-evolutivos, es el concepto de desarrollo humano como transformaciones básicas de estructura cognitiva que se deben explicar por parámetros de totalidades organizativas y de relaciones internas.

Bruner (2001), entiende por cognitivo un proceso representativo o codificador, una estructura del conocimiento, que implica un sistema de reglas por medio de las cuales la persona conserva sus experiencias y encuentros con diversos sucesos. Se van organizando esquemas cognitivos y afectivos que representan formas de evaluar, clasificar, interpretar y dar significado a la realidad, que van siendo cada vez más organizados e integrados.

El desarrollo psicológico se concibe como un proceso dinámico, de cambios cuantitativos y cualitativos que se producen a través del tiempo. Es un proceso creativo, a través del cual la persona está en constantes reestructuraciones de su organización personal en interacción con el medio. El curso del desarrollo es moverse de estructura a estructura, produciéndose una transición formativa desde una estructura inestable, débil, a una más estable y fuerte, por lo cual se puede afirmar, que para Piaget el desarrollo es sinónimo de progreso.

La concepción de evolución de Piaget (1986, 1997) plantea la posibilidad de que los cambios en la estructura física estén afectados por las acciones del organismo y que se trasmitan genéticamente. Así, la evolución o desarrollo es una vía doble, influida por génesis física (hereditaria) y también por génesis cognitiva (comportamental). La mente tiene la capacidad de organizar sus propios esquemas (aspecto fenomenológico).

El enfoque cognitivo evolutivo, muestra la necesidad de realizar un esfuerzo permanente en el proceso terapéutico para integrar la perspectiva evolutiva genética, considerando a la persona como un sistema cambiante, que depende de su base biológica, pero que está constantemente sujeto a los efectos de la experiencia. A su vez al mostrar este desarrollo en base a etapas invariantes, entrega elementos claves para considerar lo patológico como una desviación del proceso normal de desarrollo (Wenar, 1994).

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El desarrollo psicológico es un constante movimiento hacia la construcción de significados, de modo que la estructuración de personalidad, es un proceso de permanentes transformaciones y cambios. Piaget (1983) define la personalidad como el sistema total de los esquemas y operaciones interrelacionadas, que ocurren en los niveles sensoriomotor, intelectual y afectivo. Lersch (1974) entiende por personalidad, lo que define lo que en un ser es lo principal, y que lo constituye como tal. Así, la estructura de la personalidad se refiere a la persistencia de la persona, como un conjunto organizado de la vida psíquica (funciones cognitivas, afectivas, sociales, morales), aludiendo a la vivencia de la realidad interna y externa que lleva posteriormente a la toma de conciencia, en el sentido de sentir, percibir y dar significado. De esta forma la persona imprime su particular forma de significar la realidad a todos sus contextos de interacción: familiar, social, escolar.

Los elementos centrales en la organización de la personalidad serían la adaptación y la identidad, Estos procesos implican dos movimientos evolutivos esenciales para el desarrollo: por un lado el equilibrio, que lleva a la progresiva objetivación de la realidad, facilitando la adaptación, y por otro la descentración, que conlleva la construcción de la identidad personal como una integración del mundo y del otro al sí mismo.

En términos de Piaget (2000), la relación de la persona con el medio tiene que ver con el proceso de adaptación, como la resultante de un proceso de equilibrio, que implica la construcción de esquemas de conocimientos, en base a la incorporación de elementos exteriores a sus representaciones mentales previas, las cuales al incorporarlos realizan una acomodación según las características particulares de estos objetos externos, a través de lo cual se modifica el comportamiento como resultado de la experiencia. A su vez, los procesos de diferenciación e integración, permiten la jerarquización y organización de los diferentes contenidos o significados de forma coherente.

En el enfoque cognitivo evolutivo la psicopatología, se explicaría por la desequilibración permanente de estos procesos centrales del desarrollo psicológico. El desequilibrio se daría en el caso que los estímulos externos sean muy perturbadores, en el sentido de contradictorios o conflictivos, con los esquemas cognitivos y afectivos previos, por lo cual estos no podrían incorporarse al sistema de conocimientos, o bien estos esquemas previos tienen lagunas de conocimientos que no permiten la comprensión de estos estímulos externos, y no logran la satisfacción de las necesidades básicas de la persona.

Rychlack (1988), organiza tres elementos psicopatológicos planteados por Piaget:

En primer lugar, el estado de permanente desequilibrio de algunas estructuras (cognitivas, afectivas, sociales, morales), lo que lleva a sentimientos de debilidad y poca fuerza de la voluntad, que no permite la dirección del comportamiento, generando desajustes con el medio, al perderse la capacidad de la persona de dirigir con intencionalidad las acciones, siguiendo una línea de acción consistente.

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Se destaca como central en psicopatología el desequilibrio de las estructuras lógicas. El proceso adaptativo de asimilación y acomodación se presenta como la estructura dinámica del sistema, por lo que un desbalance de estas funciones, en la que predomina la asimilación, puede llevar a un aumento de la fantasía, egocentrismo y autismo. Por el contrario, una excesiva acomodación, puede llevar a labilidad afectiva, con una personalidad siempre cambiante, siempre tratando de conformarse con algo fuera de sí misma.

El equilibrio es central en la adaptación, ya que la excesiva rigidez o flexibilización de las estructuras lleva a las organizaciones psicopatológicas. Por ejemplo en el fenómeno depresivo, al enfrentar el niño situaciones de pérdida importantes, desde cambios de colegio o casa, requiere una excesiva tarea de asimilación que el niño no es capaz de realizar, dándose pérdidas de identidad, al perder elementos importantes para la organización de sí mismo.

En segundo lugar, la fijación de estructuras rígidas de pensamiento, en etapas anteriores de desarrollo, no permite la superación del egocentrismo y el niño continúa pensando la realidad en forma prelógica, por lo que no lograría el ajuste social. Muchos de los síntomas ansiosos de los niños, se organizan desde las estructuras preoperatorias de pensamiento, apareciendo indemnes a las explicaciones lógicas de la realidad, ya que están basadas en el animismo, el artificialismo y otros fenómenos característicos del pensamiento prelógico, que no permiten la reversibilidad de los distintos puntos de vista en la interacción con la realidad física o social. La persona utiliza para la comprensión de la realidad esquemas estrechos o incompletos, que no encajan con la realidad, dando lugar a una asimilación distorsionada en términos piagetianos.

En tercer lugar, la adquisición de una imagen personal e identidad de sí mismo realista, son esenciales para la adaptación. La sobrevaloración o desvalorización de sí mismo, lleva a desajustes de distinto tipo, al estructurarse esquemas afectivos poco coherentes o incompletos. Si el niño fracasa en acomodarse a las realidades de la existencia y más bien reprime los aspectos que no son asimilables, entonces surge la desadaptación, ya que se niega la realidad. Se asimilan a la imagen del sí mismo solo algunos aspectos que agradan y que no desbalancean la estructura personal, y se reprimen los aspectos que desagradan afectivamente, y que producen contradicción.

La identidad personal como elemento esencial de la personalidad, es un proceso de construcción activo de la estructura personal, que da al sí un sentido de mismidad y de continuidad en el tiempo, lo que nos da la posibilidad de ser reconocidos y de reconocer a otros como seres únicos, inmersos en un contexto social y cultural, que nos permite el reconocimiento del sí mismo y el otro, el cual se incorpora como parte del sí mismo a la propia identidad (Erickson, 1968, Ricoeur, 1996).

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La identidad se constituye como la estructura del sí mismo construida por la persona internamente, la que se caracteriza por la organización de la unidad del sí mismo, la integración del sí mismo y la integración con otros (Sepúlveda, 2001).

La unidad de sí implica el reconocimiento de sí, como ser único y diferente, a través de un proceso de diferenciación psicológica, corporal y sexual, con el reconocimiento de características personales, de valores e ideologías propias; junto a la toma de conciencia de las limitaciones personales. La tarea de diferenciación personal implica a la vez el reconocimiento del otro como semejante o igual a sí mismo, y a la vez como parte del sí mismo al estar interiorizado en las relaciones interpersonales significativas.

Esto implica la toma de conciencia de la persona como autor de un trayecto vital, con metas realistas. Esto facilita no sólo la tolerancia de las frustraciones, sino que también la postergación de las gratificaciones en base a metas de corto y largo plazo configuradas en el proyecto vital de cada uno, y así manejar la ansiedad y el displacer que se produce por la no satisfacción inmediata de los deseos e impulsos.

La integración del sí mismo es una tarea de acomodación a las experiencias que se han dado en la historia vital. Implica la integración de pasado, presente y futuro; la integración familiar, educacional y social, lo que da un sentido de continuidad al sí mismo. Hay una aceptación de las contradicciones que se van dando a través de la vida, las que se van organizando y reintegrando de manera significativa.

La integración con otros implica la búsqueda de alternativas de acción y de reconocimiento desde otros, a través de la incorporación a grupos de reflexión y de acción en diferentes ámbitos: Familiar, educacional, religiosos, deportivos, artísticos. La integración a grupos, da las posibilidades de actuar en el mundo; de poner la propia definición de identidad al servicio de los otros, en la realidad. Implica también un criterio de realidad, de acomodación de los deseos a la realidad según sus posibilidades de realización.

La organización de personalidad debe orientarse hacia la autonomía, lo cual constituye según Piaget (1983), la forma más equilibrada de desarrollo humano, al organizar un sistema de valores jerarquizado, que demanda a la persona un compromiso con sí mismo y con el otro. En este proceso la autonomía es planteada por Piaget como el equilibrio esencial en la construcción de la personalidad.

En síntesis, desde el punto de vista piagetiano, una organización de personalidad adaptada, sería la de una persona aceptadora de sí misma, con voluntad de acomodarse y realista acerca de la vida. Al mismo tiempo con la capacidad de transformación y cambio, de autonomía, para transformar la realidad de sí mismo en la interacción con el medio.

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Las dificultades o problemáticas que las personas encuentran en su camino de reconocimiento de sí mismos y de los otros, así como la integración de su identidad en el mundo social, puede llevar a dificultades en la organización de su personalidad, en el sentido que se van construyendo relaciones de significado de sí mismas y de la realidad que no facilitan el movimiento del desarrollo hacia nuevas etapas y nuevos equilibrios, pudiendo dar lugar a desequilibrios o detenciones en el desarrollo, que dificultan la adaptación al medio. Estos desequilibrios se expresan en diversas formas de sufrimiento psíquico, pudiendo aparecer sintomatología, como expresión de la psicopatología.

La psicoterapia evolutiva se constituye en un espacio para que el niño o adolescente descubra y defina quien y como quiere ser, tomando conciencia de sí mismo y de su relación con el mundo. Que sea un constructor activo de su propia realidad, a partir de una realidad externa que sólo se conoce por medio del significado que la persona le da. La psicoterapia guía a la persona a un descubrimiento activo de su experiencia y así a desarrollar significados de sí mismo y de la realidad coherentes, que faciliten el equilibrio y la adaptación personal.

Esto se ejemplifica a través de las narrativas de un niño de 11 años. Durante las primeras sesiones de psicoterapia: “Siempre me estoy angustiando por todo, pienso que me van a dar enfermedades y que me voy a morir…no puedo estudiar, me va mal… si no estudio no voy a ser nadie…cuando tengo que hacer algo del colegio me aflijo y no lo hago…Por eso quiero ser seguro, atreverme, no ser tan flojo, ser más activo”. A través del proceso terapéutico: “Descubrí que si uno quiere hacer las cosas lo puede hacer si le pone empeño. Podía ser como cualquier otra persona. Ser normal, estar alegre, jugar con otros. Ahora como más rápido y juego”.

El ser humano estaría constantemente reconsiderando y reconstruyendo su sistema de construcción de la experiencia, de acuerdo a su sistema de significados, el cual depende de la forma de organización de la estructura psíquica, la cual está ligada a una etapa específica del desarrollo, así como a un significado social y cultural determinado por su medio.

El primer paso en psicoterapia sería en este sentido, analizar y comprender como el niño o adolescente y su familia ha conceptualizado el problema que motiva la consulta, y como ha construido los significados esenciales en su relación con el medio, a saber: Las imágenes de sí mismo, de familiares, profesores, compañeros, amigos, de mundo tanto físico como social, y las relaciones interpersonales, entre otros. La comprensión de la historia escolar y social, desde el niño o adolescente, su familia y su colegio.

El proceso de psicoterapia es similar en este sentido a todo proceso de investigación o aprendizaje humano: un proceso activo para construir la experiencia en forma más satisfactoria. Como lo plantean Feixas y Villegas (1993),

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en psicoterapia la persona que consulta y el terapeuta, trabajan en forma colaborativa, cuasi científica, en una tarea de indagación, cuyo objetivo es una construcción alternativa de realidad. Existen varias formas posibles de construir la realidad, por lo que la tarea del terapeuta consiste en entender el sentido de la interpretación problemática, y promover alternativas más viables en relación a la realidad tanto interna como externa.

En la primera entrevista psicológica las personas muestran sus preocupaciones de formas muy diversas, sin embargo en todos los casos se plantea un problema que no ha podido ser resuelto, o una desorganización de sí mismo, que requiere apoyo. Ivey (1990), se refiere a que las personas consultan cuando están desorganizadas o inmovilizadas, sin posibilidades de avanzar en su propio desarrollo. La tarea de la terapia sería la de liberar a la persona para el movimiento intencional y el desarrollo. Si le persona llega confundida y con la sensación de estar perdida en su mundo, con mezclas de múltiples impresiones sensoriales, el terapeuta inicia una tarea de organizar y asimilar información, con lo cual se inicia el proceso de desarrollo.

Por ejemplo, un niño de 10 años con problemas de conducta: “Todos me molestan, me atacan, y yo respondo con patadas y gritos, y me están rechazando, ya no me invitan a jugar: Ayúdame a controlar la boca”. En este caso, el niño analiza el problema desde la reacción de los otros en relación a sí mismo, tomando conciencia de su dificultad en la forma de expresión, sin embargo sin la comprensión de su funcionamiento impulsivo, en el cual no utiliza mediadores reflexivos verbales en la expresión conductual, con las consiguientes consecuencias en las relaciones sociales. El terapeuta a través de sus preguntas lo ayudaría a considerar como parte del problema su forma de reacción impulsiva, llevándolo a la necesidad de la reflexión, y así a una transformación de estructuras psíquicas, y al cambio evolutivo. Asimismo, es necesario comprender las significaciones del problema desde el medio familiar y social, con el fin de facilitar una adaptación al medio, o bien un cambio en la estructuración y organización de los contextos de interacción.

Segunda etapa: Planteamiento de metas de la psicoterapia y objetivos terapéuticos. Lo evolutivo en psicoterapia. Evaluación del desarrollo psicológico.

Las metas y objetivos terapéuticos, se definen tanto desde la aproximación teórica, como desde el niño, joven y sus familias; siendo el desarrollo psicológico, en el sentido de cambio, transformación, creatividad y evolución, la meta central de la psicoterapia.

La psicoterapia evolutiva (Rosen, 1985), sigue el curso del desarrollo normal, siendo el objetivo primordial la estimulación del desarrollo hacia estructuras psíquicas en equilibrio tanto interno como externo, pudiendo ser cada vez más

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diferenciadas e integradas. Los objetivos centrales son hacia cambios de organización psicológica, siendo la persona cada vez más flexible en su comprensión de la realidad, facilitando los procesos de descentración, con la toma de conciencia de diversas perspectivas, y el logro de un sistema de cooperación social.

Las teorías cognitivas de desarrollo enfatizan la trasformación permanente de las estructuras psíquicas, dándose una progresión evolutiva, una nueva forma de conciencia, una ampliación del vivenciar, en un proceso dialéctico, en el cual las significaciones evolucionan con la persona en la situación terapéutica, siendo el clínico constructivista evolutivo un participante activo en el proceso de crecimiento de la persona.

Mahoney (1991,1993, 1997) plantea que nuestra tarea como teóricos y terapeutas, recae en gran parte en la necesidad de identificar las estructuras y procesos a través de los cuales las personas construyen y dan significado a su experiencia cotidiana.

Esto nos lleva conocer tanto la historia vital, relacional y social de la persona, así como sus proyecciones futuras, en tanto sueños, deseos, desafíos, metas, como elementos esenciales para poder definir el proceso psicoterapéutico que se llevará a cabo, incorporando como central la etapa de desarrollo de la persona, la edad, y los espacios psicosociales de interacción.

El planteamiento de objetivos terapéuticos requiere de una evaluación de la estructuración del desarrollo, para facilitar el movimiento evolutivo hacia el equilibrio adaptativo y una organización de identidad diferenciada e integrada, desde el nivel de equilibrio previo de la persona.

Por ejemplo, una joven 16 años, con síntomas depresivos y ansiosos: “Me gustaría ser sociable, pero me cuesta, no sé si soy tímida, o pongo caretas, como si fuera fuerte, como que me pueden hacer daño…me gustaría poder estar con la gente, como que me da miedo la gente, no puedo mostrarme verdadera por miedo a que no me respeten y me rechacen”. En este caso la meta terapéutica sería el desarrollo de una organización de identidad personal integrada y autónoma, guiándola hacia el reconocimiento de sí misma, para lograr un mayor sentido de unidad e integración personal; siendo los objetivos terapéuticos desde la joven y su familia, el logro de una mejor autoimagen y una mejor inserción social.

Ronen (1997, 2003) desde los enfoques cognitivo constructivistas en psicoterapia, plantea que para tomar decisiones en relación a la terapia con niños y adolescentes se requiere una etapa de evaluación desde los inicios hasta el final del proceso terapéutico, como un proceso continuo, que se inicia desde la primera sesión, continúa durante la intervención y culmina cuando se analizan los resultados del tratamiento y su evolución. Ronen (2003) diferencia la evaluación del diagnóstico, siendo la evaluación un proceso dinámico de observación y

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evaluación de la información entregada en la terapia y una búsqueda del cambio en el funcionamiento del niño. En tanto el diagnóstico constituye una comparación del comportamiento del niño en relación a criterios clínicos que se relacionan con diferentes normas, lo cual podría ser necesario en diferentes momentos de la intervención, a través de pruebas psicológicas, que plantean comparaciones normativas, sociales o evolutivas. Los aspectos centrales que utiliza Ronen para decidir acerca de si es necesario realizar un tratamiento psicológico se basan en la etapa de desarrollo del niño, el problema planteado, aspectos familiares y sociales, y el pronóstico, considerando la evolución del problema sin terapia.

Desde un enfoque estructural, es central conocer la organización de personalidad, identificando el desarrollo de las diversas estructuras psíquicas: cognitivas, afectivas, sociales y morales, considerando que están organizadas como un todo en la estructura de personalidad. El análisis del desarrollo psicológico es central para la comprensión del problema planteado por la persona que solicita atención, para la definición de los objetivos y para el proceso terapéutico, el cual parte desde el nivel de desarrollo estructural de cada persona; ya que la intervención psicológica será comprendida por la persona según este nivel de desarrollo.

Por ejemplo, en el caso de un niño de 11 años, que es enviado a consulta desde su colegio, por presentar conductas opositoras y desafiantes hacia los profesores, este plantea: “Los profesores son unos injustos, siempre me anotan a mí, y no se fijan que casi todos están hablando…me tienen mala, les caigo mal, no he hecho nada malo, sus clases son lateras, ni siquiera son buenos profesores”. Su análisis es realizado desde un punto de vista egocéntrico, no integrando diversos elementos del contexto relacional, con una desvalorización de los otros; por lo cual es necesario acogerlo en un inicio desde esta perspectiva, comprendiendo el daño que experimenta en su propia imagen personal, desde esta aproximación concreta, y la necesidad de protegerse en estas situaciones relacionales que son de riesgo para sí mismo, en relación a su permanencia en el sistema educativo; y más adelante poder incorporar un análisis desde la lógica, incorporando además elementos relativos a valores y principios que regulan las relaciones interpersonales con figuras de autoridad.

La integración clínica, que incorpora los diferentes aspectos observados a través del proceso terapéutico, nos explica cómo se desvía el desarrollo dando lugar a la psicopatología; especificando las funciones del desarrollo que se ven involucradas en la psicopatología, lo que permite plantear porqué y desde donde se inicia el cambio.

Desde una perspectiva clínica evolutiva, la determinación de la normalidad o su desviación, implica la necesidad de integrar las diferentes perspectivas, considerando criterios evolutivos, desde los que se analiza el desarrollo del niño en relación al equilibrio de cada estructura psíquica y su nivel de diferenciación e integración. Se considera en primer lugar el modelo entregado por la psicología evolutiva, que describe y explica los cambios en el desarrollo de la persona, como

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el resultado de la interacción entre la maduración y la experiencia. La psicología del desarrollo, introduce una nueva forma de mirar al ser humano, como un sistema cambiante que depende de su base biológica pero que está constantemente sujeto a los efectos de la experiencia; y proporciona además pautas claras del desarrollo de los niños en diferentes contextos socio-culturales, mostrando las secuencias invariantes del desarrollo.

En el análisis clínico se integran los criterios sociales o normas de adaptación del medio, considerando el desarrollo del niño en relación a las exigencias y demandas definidas por su contexto social, comprendiendo los valores, normas y parámetros del grupo social. Los parámetros del grupo de referencia del niño pueden en gran medida sustentar los problemas del niño, de forma que el medio ambiente con su significación particular de una conducta, puede en gran medida determinar la existencia de un problema, a veces diagnosticándolo y a veces sustentándolo y creándolo.

En última instancia la evaluación clínica integra la significación de los indicadores clínicos o del problema planteado para el desarrollo del niño en relación a sí mismo, analizando si los síntomas tienen una significación desfavorable para el desarrollo del niño o si son solamente una señal transitoria de un conflicto inevitable pero temporal.

La evaluación de lo normal o lo patológico representa una de las tareas más difíciles para el clínico, ya que esta evaluación orientará las intervenciones terapéuticas a realizar y permitirá plantear un pronóstico, lo que requiere de una aproximación clínica que integre lo evolutivo desde un enfoque espistemológico claro.

En los enfoques constructivistas el método principal de evaluación que se lleva a cabo es el método clínico fenomenológico, que enfatiza la evaluación cualitativa de la persona como única. Merleau-Ponty (1953), nos señala como el niño capta desde su estructura particular los objetos, las personas y a sí mismo, en su intención significativa, siendo tarea del clínico el poder describir en el momento de la experiencia la emergencia de una significación específica. Con este método, las acciones, dibujos, y narrativas de los niños y adolescentes constituyen los objetos centrales a analizar en la comprensión de la problemática presentada.

El diálogo con un niño de 9 años 7 meses, que presenta un desarrollo ansioso, nos muestra sus temores, y la significación que les da desde un pensamiento preoperatorio que no logra integrar la lógica en el análisis.¿Cuáles son tus sustos? “Me dan susto los extraterrestres, van a venir en la noche. Llamo a mi mamá y ella me acompaña. En el día también tengo susto. Vi un documental con las fotos de verdaderos extraterrestres. Me van a llevar a su planeta para saber cómo son los niños. Se pueden llevar a mis amigos también. Solo en mi cuadra hay extraterrestres, me están investigando a mí”.

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¿ Es imaginación o realidad? “Una voz dijo que me iban a llevar, en el living era la voz. Me lo imaginé y pensé que era verdad porque tenía susto. No le conté a nadie porque pensé que no me iban a creer”.

Es necesario guiar a este niño a una nueva comprensión y significación de su problemática, de modo que el pueda manejar sus temores, por un lado diferenciando realidad de fantasía, y por otro a través del reconocimiento de sus propios recursos de protección.

A través del proceso terapéutico se plantean los objetivos terapéuticos, que incluyen los objetivos del niño, adolescente y su familia, los cuales se formulan a través del proceso por el psicoterapeuta como metas evolutivas, en los diferentes aspectos del desarrollo.

El objetivo primordial de este enfoque es el equilibrio en cada etapa del desarrollo, logrando una organización equilibrada del sí mismo, facilitando los procesos de diferenciación e integración, hacia el desarrollo de una identidad personal autónoma y solidaria.

Según la problemática planteada, se enfatizarán diversos objetivos, sin dejar de lado que el cambio es global e incluye las diferentes funciones psíquicas. Los objetivos en cada una de las áreas específicas del desarrollo serían los siguientes:

El el área cognitiva, guiar al niño desde el egocentrismo a la descentración del pensamiento, lo cual se logra fundamentalmente a través del desarrollo de la creatividad y la autonomía. Esto implica avanzar desde la percepción como elemento central que guía al pensamiento, hacia la abstracción. Desde la rigidez y concretización a la reversibilidad y flexibilidad del pensamiento.

En el área afectiva, desarrollar la diferenciación de los esquemas afectivos, cuyo rol central es movilizar y regular los esquemas cognitivos. Aquí el movimiento es también hacia la descentración, a través de la experiencia de relación y reconocimiento del otro, que permite el desarrollo de la empatía, en el sentido del reconocimiento, la comprensión y el compartir las emociones y sentimientos de otros.

En el área social, es central el desarrollo de la toma de perspectiva social, promoviendo la coordinación de distintos puntos de vista, hacia el logro de la toma de perspectiva social simbólica, en la que se incorporan a la toma de decisiones normas y valores morales.

En el área de desarrollo moral, es necesario ayudar al niño a pasar desde la heteronomía en su relación con otros, que implica el cumplimiento a las reglas por obligación, hacia la autonomía, en el cual el cumplimiento de reglas que se da en

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base a la cooperación y reciprocidad con el otro. Esto regula las relaciones interpersonales; las cuales van guiándose en términos piagetianos desde el respeto unilateral hacia el respeto mutuo, desde la responsabilidad objetiva a la subjetiva, y desde la justicia retributiva, hasta la justicia distributiva en base a la igualdad y la equidad.

El desarrollo de estrategias de resolución de problemas interpersonales, que integren todos los aspectos anteriores, facilitando el control de los impulsos y la tolerancia a la frustración, a través del desarrollo de procesos reflexivos y mediadores verbales que permitan una resolución de problemas en forma colaborativa, considerando el punto de vista de todos los implicados en la situación problema, las consecuencias de las decisiones, y la necesidad de logras soluciones acordadas a través de un diálogo, para asegurar la continuidad de las relaciones interpersonales.

La estructuración personal, implica la reorganización del sí mismo, en términos de lograr una concepción positiva e integrada, y la vez coherente con una identidad personal, que permita la integración de las experiencias de acción y de interacción con el mundo, con un sentido ético, que defina al sí mismo en términos de una jerarquización de valores y una integración social efectiva.

Los movimientos terapéuticos evolutivos se dan como un proceso de desarrollo secuencial, como un movimiento vertical, hacia una nueva etapa, sólo si se logra un movimiento horizontal, con la construcción de una adecuada base sólida, en equilibrio en cada etapa evolutiva, antes de moverse hacia otra etapa. En cada aspecto es importante llegar sólo hasta las reorganizaciones estructurales necesarias, hasta donde la persona logre un estado de equilibrio personal, no siendo necesario ni posible, intentar acceder hacia otras etapas de desarrollo para lograr una adaptación tanto interna como externa.

Los objetivos terapéuticos se plantean en conjunto con el niño, adolescente y su familia, siendo fundamental compartir las bases teóricas y metodológicas con las personas implicadas en el proceso terapéutico, explicando claramente el proceso terapéutico y sus fundamentos, de modo de establecer un proceso colaborativo. Asimismo, en muchos casos se requiere llevar a cabo una tarea de motivación del niño o joven al tratamiento, para motivarlos al cambio y la transformación (Ronen, 2003).

Tercera etapa. Proceso psicoterapéutico.

Desde la perspectiva evolutiva, Rosen (1985), plantea que la persona acude a psicoterapia cuando no puede asimilar o resolver un problema con la estructura conceptual de su actual estadio de desarrollo, por lo cual el proceso psicoterapéutico supone la modificación de esas estructuras para crear un nuevo marco a partir de la integración y diferenciación tanto de esquemas nuevos como

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de los ya existentes. Rosen plantea así, la noción de parear la intervención con la etapa de desarrollo cognitivo de la persona, que es lo que marca a las aproximaciones evolutivas.

El proceso psicoterapéutico se inicia desde la acción a la simbolización, o a la inversa, según la etapa de desarrollo de la persona, y se pasa por las diferentes etapas de desarrollo en los niveles sensoriomotor, preoperatorio, operatorio y formal, partiendo en el nivel que la persona se encuentra, llevándola hacia los distintos niveles según la problemática planteada y la etapa del desarrollo.

Así, es necesario activar en psicoterapia las diferentes estructuras cognitivas y afectivas de comprensión de realidad, partiendo por los factores sensoriomotores, que ayudan a la persona a reconstruir significados a través de la exploración de sensaciones, sentimientos, y percepciones, que nos permite identificar los esquemas cognitivos y afectivos específicos ligados a las acciones, logrando una mayor comprensión de las dificultades, y moverse hacia formas más coherentes y efectivas de enfrentamiento; luego a los factores preoperatorios que permiten desarrollar el pensamiento analógico, intuitivo y mágico, ligando aspectos desde lo perceptivo y afectivo; luego hacia los factores operatorios concretos, que posibilitan el proceso de transformación, al pedir el terapeuta hechos concretos o ejemplos referidos a los sentimientos, se inicia una forma de organizar de forma más concreta los hechos, y se ayuda a la persona a la pensar de forma lógica, identificando las causas y efectos de sus problemas y a resolverlos de forma más realista; los factores operatorios formales, permiten la reflexión del problema, en base al análisis de los pensamientos, valores y conceptos, que fundamentan su sistema de conocimiento.

En el caso presentado anteriormente, del niño que teme a los extraterrestres, se lo guía hacia el enfrentamiento de sus temores, en primer lugar desde la etapa prelógica en la cual está funcionando, con la búsqueda de una forma de poder protegerse de los objetos temidos, imaginando diversas formas de enfrentar a los extraterrestes, tales como ponerles obstáculos si vienen, o prendiéndoles luces, o tirándoles agua o pegamento; para luego integrar los criterios lógicos de razonamiento en la significación del problema, como investigar más sobre el tema, o revisar su barrio y las formas de protección y seguridad familiar o comunitaria.

En relación a los movimientos evolutivos en psicoterapia, en este niño, es necesario primero el equilibrio en su propia etapa de funcionamiento, para luego estimular el desarrollo hacia una la etapa siguiente, que le permitirá un funcionamiento más adaptativo.

La psicoterapia implica necesariamente un proceso activo de toma de conciencia de la problemática en los diferentes niveles cognitivos y afectivos (Ivey, 1990). Los cambios activos y que se mantienen en el tiempo, requieren de una toma de conciencia acerca de los antecedentes y consecuencias de la problemática presentada tanto para sí mismo como para los otros en el entorno próximo. La

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persona toma conciencia de ser un agente activo en la organización de su propia identidad personal, y descubre que puede restablecerse el equilibrio psíquico y la adaptación en el medio, junto al logro de una disminución o superación de la sintomatología.

En este sentido, las terapias evolutivas constructivistas son esencialmente terapias del sí mismo y de organización de la identidad personal (Guidano, 1990); por lo cual se trabaja esencialmente desde las narrativas de la historia personal de las personas (Goncalves, 2002, Omer y Alon, 1997, Strand, 1997, White y Epston, 1993,). Así, en relación a los elementos centrales de la identidad personal, las fases de la terapia se pueden organizar en tres etapas sucesivas, las cuales podrían realizarse en forma simultánea, según el problema y la psicopatología presentada por el niño o adolescente, y su organización del desarrollo psicológico. Generalmente se incluye a la familia o a algunos de sus miembros como parte del proceso terapéutico. La duración del proceso terapéutico dependería también de los aspectos anteriores. Las fases serían las siguientes (Sepúlveda, 2008):

Fase 1.-Narrativa (Unidad del sí mismo): Se enfatiza la toma de conciencia (conocimiento) de la conducta y de las representaciones tanto de sí mismo como de la realidad y de los otros, así como de los procesos psicológicos que llevan a conocer e interactuar con la realidad. Es una etapa de reconocimiento, identificación y diferenciación de aspectos afectivos. Se analizan situaciones de temor, de angustia, de tristeza, en relación a necesidades personales.

En esta etapa el psicoterapeuta tiene una tarea de contención y confirmación de la persona, en tanto valida las formas de funcionamiento tanto cognitivas como afectivas, y la guía hacia la incorporación de aspectos personales no integrados, y el análisis de diversas alternativas en la solución de problemas.

Este es un proceso de descubrimiento guiado, a través del cual la persona va recuperando la capacidad de iniciativa, de enfrentamiento, de autoestima y valoración de sí misma. Es así como en esta primera fase, se observa por lo general una disminución significativa de la sintomatología, dado que aumenta la confianza en sí mismo y en las posibilidades de comprensión y resolución de problemas.

Es necesario ayudar al niño o joven a responder a las preguntas: ¿Quién soy yo?, ¿Cómo soy yo?, ¿Quién quiero ser? (Arendt, 1974), facilitando la integración afectiva y el proceso de diferenciación e integración personal. Fase 2.-Acción (Integración del sí mismo): Se promueve la experiencia en la realidad misma, confrontando las hipótesis que se han realizado en relación a la forma de organizar y procesar la información y la interacción con el ambiente. Se inicia el enfrentamiento de contradicciones, con un trabajo de mayor acomodación por parte de la persona, revisando los significados de sí mismo y del mundo, en contacto con la realidad tanto física como social.

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Esto implica la realización de acciones que respondan a las necesidades de los niños y jóvenes, inmersos en la realidad educacional, social, cultural, u otras. Se interactúa en espacios académicos, sociales, recreativos, deportivos, artísticos, en la búsqueda de un reconocimiento de sí mismo, y a la vez reconocimiento de otros, a través de una inserción social efectiva.

Es clave la recuperación de los vínculos afectivos y la incorporación de vínculos nuevos, así como la esperanza y la continuidad del sí mismo hacia el futuro.

Se responden las preguntas ¿Quién soy yo para que puedas contar conmigo?, ¿Cómo hago para ser parte del mundo, responsable por el mundo? (Ricoeur, 1996). Implica la realización de proyectos vitales a corto o largo plazo, a través de acciones con significado, inmerso en la realidad social, cultural y política, en las instituciones.

Fase 3.-Diálogo. (Integración con otros): A través de un trabajo de reflexión, se ayuda al niño o adolescente, a incorporar un sentido de sí mismo en equilibrio con el ambiente, incorporando su historia pasada, su presente y su futuro, con un sentido personal, en relación a valores, metas de largo plazo y a proyectos personales. Con niños, se trabajan estos aspectos en base a aspectos concretos de su realidad cotidiana, como la relación con pares en actividades recreativas o deportivas, o proyectos de escribir cuentos, o realizar videos. En la etapa de la adolescencia, en tanto se clarifican las necesidades, metas, y valores personales, jerarquizándolos, en un todo coherente y cohesionado, que le permita al joven articular un proyecto de vida con sentido, en relación a quién ha definido ser en su interacción con el mundo, en los diversos ámbitos de interacción.

Se trabaja la inserción social, en base a la necesidad de de responder la pregunta: ¿Porque debemos actuar según las reglas? (Ricoeur, 1996), facilitando los mejores argumentos para aceptar compromisos con el mundo, integrando la reflexión cognitiva con los aspectos afectivos y sociales, a través de acciones autónomas, responsables y solidarias. Este es un trabajo de construcción de identidad personal, que enfatiza el desarrollo de la integración con otros.

Los métodos y técnicas que se seleccionan en cada una de las fases terapéuticas pueden agruparse según formas de representación de la realidad (Bruner 1984):

Actividades por la acción: La representación es por la acción o modo actuante, llevándose a cabo por medio de la actividad misma. Esto incluye juegos espontáneos o guiados, juegos de reglas, dramatizaciones o actuación de roles, marionetas o títeres.

Actividades por imágenes: La representación es icónica o modo icónico, representándose las cosas por medio de imágenes, relativamente libre de

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acciones. Incluyen diversas técnicas gráficas como dibujo, greda, plastilina, afiches, historietas, y técnicas por imaginería.

Actividades verbales: La representación es verbal o modo simbólico, en la que las acciones e imágenes se traducen en lenguaje. Incluye diálogo verbal, cuentos, cartas y uso de metáforas.

En la planificación y selección de los métodos y técnicas a utilizar se considera fundamentalmente los objetivos terapéuticos que se han planteado con el niño, de acuerdo a su etapa evolutiva. En las distintas sesiones se utilizan diferentes métodos y técnicas, realizándose diversos tipos de actividades según los intereses del niño, y las características de su desarrollo psicológico.

Las diversas técnicas se van dando en forma simultánea, combinándose de modo de motivar al niño y facilitar una participación más activa. En cada sesión es necesario incluir al menos dos formas de representación, para facilitar diferentes formas de expresión y flexibilizar los procesos cognitivos del niño.

El proceso psicoterapéutico puede ejemplificarse a través de la narrativa de una adolescente de 13 años, que realizó un libro de cuentos en base a su proceso terapéutico: “La narrativa siempre será un reflejo del autor. A través de mi proyecto personal, deseo descubrir si soy capaz de elaborar una serie de cuentos y recopilarlos en una antología, para luego analizarlos desde el punto de vista psicológico y reconocer mi mundo interno...Es decir realizaré una psicoterapia a través de la narrativa…La identidad narrativa, si bien es mutable y cambiante, tiene una coherencia a través de la personalidad del mismo autor. Entonces descubriendo la identidad narrativa de mis cuentos, descifraré la mía propia...A través de los análisis de los cuentos, descubriré mi identidad narrativa y podré verme completa y entender mi personalidad y actitudes de manera coherente: observando una continuidad en ellos, encontrando y construyendo quién quiero ser…Para muchos puede parecer que la psicología y la narrativa son una mezcla extraña, pero “la vida es una manta tejida de historias contadas (Ricoeur, 1988)”, las cuales pueden ser reales ...o bien ficticias...La clave es poder integrar nuestros actos, reales o imaginados, reconociéndolos como parte de nuestra identidad o historia narrada”…este proyecto es un autoconocimiento a través de la narrativa, pues este trabajo es una terapia, un proceso de cambio para lograr un equilibrio”.

Esta joven emprende el camino de construcción de su identidad personal, reconociéndose a través de su obra, de su narrativa. A la vez que va dejando parte de sí y de su historia para que otros la puedan reconocer y valorar.

Realiza este trabajo como un proceso de descubrimiento personal. A través del análisis de los cuentos va descubriendo en forma clara y consciente su verdadera identidad; dando unidad a su existencia, como la expresión de una historia que se despliega y se desarrolla. Sus sueños, fantasías y realidades reflejados en las historias, van tejiendo su particular forma de significar el mundo en el cual está

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inmersa. Al examinar las historias construidas van surgiendo nuevas historias que pueden llevar a nuevas realidades. A través de las historias contadas la autora de la historia se identifica, se reconoce y recibe una identidad narrativa.

En su trabajo se ilustra su proceso de psicoterapia como un trabajo de los componentes narrativos de la identidad personal, en el cual intenta reconstruir y dar significado a su historia vital, logrando una mayor coherencia y aceptación; mediante la cual ella pueda reconocer la constancia de sí misma.

Conclusiones.

Siguiendo las diferentes etapas de la terapia, proceso psicoterapéutico se inicia con la pregunta acerca de: ¿Cuál es el problema?, lo que deriva a ¿porqué intervenir? Desde la epistemología cognitiva constructivista, la respuesta implica el análisis y la comprensión del problema desde la perspectiva del niño o adolescente y su familia como constructores activos de su realidad; y el estudio de las metas del desarrollo humano, las cuales enfatizan el cambio y la transformación de las estructuras cognitivas y afectivas, en un permanente intercambio con el ambiente; el cual puede plantear obstáculos al desarrollo psicológico, al plantear problemáticas referidas a conflictos y contradicciones que no pueden ser enfrentadas por la persona desde su etapa de desarrollo, la cual puede presentar dificultades de adaptación, con falta de diferenciación e integración de su identidad personal.

En segundo lugar se plantea ¿Qué intervenir?, cuya respuesta requiere un análisis de los aspectos evolutivos, psicopatológicos y clínicos, derivando en una evaluación clínica, junto a decisiones de cambio y la formulación de metas y objetivos terapéuticos que se plantean en conjunto con el niño, adolescente y su familia. La meta es hacia un desarrollo psíquico flexible en su comprensión de la realidad, facilitando los procesos de descentración, con la toma de conciencia de diversas perspectivas sociales, y el logro de la cooperación social.

En tercer lugar se plantea ¿cómo intervenir?, en la cual se define el proceso terapéutico en relación al foco de intervención (individual, familiar, grupal, educacional), y las fases de la intervención, así como los procedimientos, métodos y técnicas, siempre considerando la etapa del desarrollo en la cual el niño o adolescente se encuentran, para llevarlo hacia un equilibrio en su propia etapa, y luego hacia un desarrollo que implique una mayor diferenciación e integración de la identidad personal, en un marco de autonomía y de solidaridad.

El trabajo terapéutico se constituye en un espacio en el cual se va construyendo la identidad personal, a través del diálogo y la acción en un encuentro con otros. En el acto terapéutico clínico, se desarrolla un proceso activo y creativo, que se dirige al equilibrio en cada etapa evolutiva, dando la oportunidad para que cada persona pueda resolver su problemática considerando su contexto social e histórico.

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La meta es la comprensión y significación del valor último de la persona, que llega a ser un auténtico individuo a partir del reconocimiento de sí mismo y del otro, como parte de una comunidad de personas. Esto lo logra el niño, adolescente y su familia, a través de un proyecto creativo, reflexivo y profundamente afectivo, en el cual se proyecta en el encuentro con otros, integrados en un nosotros que nutre, acoge, dialoga y reflexiona.

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