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    Estudios Pblicos, 108 (primavera 2007).

    CONFERENCIA

    RETORNO MISTRALIANO*

    Grnor Rojo

    En este artculo Grnor Rojo aprovecha los aportes de la nuevacrtica mistraliana que se pone en marcha en los aos ochenta yagrega a esos aportes los suyos con el fin de retrazar la trayectoria

    biogrfico-potica de Gabriela Mistral. La divide as en tres pocas:de 1904 o 1905 a 1929, de 1929 a 1943 y de 1943 hasta su muerte.El criterio bsico de la exposicin es que en ninguna de esas pocasMistral es una poeta libre de conflictos. Sin caer en el lugar comnpostmoderno del sujeto fragmentado, Grnor Rojo prefiere pensarque ella mantiene la unidad de s misma y de su discurso potico,pero a duras penas y, por lo tanto, en un estado de tensin continua.El texto cierra con una reconsideracin, que parece indispensable, delPoema de Chile.

    GRNOR ROJO. Naci en Santiago. Ha enseado en la Universidad de Chile, en laAustral de Chile y en Estados Unidos en las del estado de California y en Ohio StateUniversity. Actualmente ensea en y dirige el Centro de Estudios Culturales Latinoame-ricanos de la Universidad de Chile y es profesor titular de teora crtica en el postgradoen literatura de la misma universidad. Entre otros libros y publicaciones, es autor de LosOrgenes del Teatro Hispanoamericano Contemporneo (1972); Crtica del Exilio.

    Ensayos sobre Literatura Latinoamericana Actual (1989); Poesa Chilena del Fin de laModernidad(1993); Diez Tesis sobre la Crtica (2001), y Globalizacin e IdentidadesNacionales y Postnacionales De Qu Estamos Hablando? (2006). Ttulos suyos de

    prxima aparicin:Las Armas de las Letras. Ensayos Neoarielistas yClsicos Lati-noamericanos: Para una Relectura del Canon. Siglo XIX y Siglo XX, volmenes I y II.

    * Conferencia dictada en las Jornadas Literarias Mistralianas que organiz laUniversidad de La Serena el 8 de noviembre de 2005.

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    Voy a centrar esta conferencia en un solo problema entre los mu-

    chos que presenta la produccin escrituraria mistraliana pero cuyo esclare-cimiento me parece bsico en o para un mejor desempeo del quehacercrtico acerca de la autora. Me refiero al problema de la integridad del sujetoMistral tal como l se nos presenta sobre todo en su poesa. Me parece queste es un problema de importancia mayor porque es el que a mi juicio cortalas aguas entre lo que yo me atrevera a denominar desde ya como la crticavieja sobre la obra de nuestra mxima poeta y la nueva crtica, es decir, eneste ltimo caso, la que se inicia en los aos ochenta con los estudios de

    Goic, Concha, Guzmn, Ostria y Rodrguez Fernndez y se consolida en losnoventa a partir del congreso que organizaron las feministas chilenas en1990. De aquel congreso legendario salieron un par de artculos importan-tes, de Raquel Olea y Adriana Valds, a lo que sigui el libro mo de 1997, elnmero 3 deNomadas de 1998, otros artculos valiosos de Gabriela Mora,Elizabeth Horan y Kemy Oyarzn, por ejemplo, y hasta llegar a los librosms recientes de Licia Fiol-Matta y Soledad Falabella. Esta nueva crtica,para usar la metfora de Marx respecto de Hegel, ha puesto de pie lo que en

    las publicaciones de la otra andaba de cabeza. Gabriela Mistral no es hoyda lo que creyeron y difundieron Virgilio Figueroa, Ral Silva Castro, JulioSaavedra Molina, Alone y los dems.

    Ahora bien, la crtica vieja no tuvo nunca dudas en cuanto a laintegridad del sujeto mistraliano: Mistral fue para quienes la representaban,la poeta mujer que, por no haber podido ser lo que una mujer debe ser, estoes, esposa y madre, vuelca esa supuesta carencia suya (la sublima es loque hubiese dicho al respecto algn freudiano al acecho) en la escritura,

    convirtindose como resultado de tamao acontecimiento en la poeta profe-sora, la poeta madre de Chile y de Amrica, la poeta defensora de la religincatlica y de los valores tradicionales, del maternalismo, del conyugalismo,del familiarismo, etc. La frase de Alone, en su libro de 1940, es definitiva: Elamor que aquel joven suicida le inspir y la herida que le caus su muertepueden considerarse el germen de todo lo dems que le ocurrira a GabrielaMistral, incluso el Premio Nobel1.

    Por su parte, la nueva crtica nace en el mismo momento en que ese

    bloque de verdades a medias es percibido en todo su inmenso escamoteo,cuando la investigacin responsable, ahora desprovista de anteojeras ideo-lgicas, empieza a descubrir las mltiples agramaticalidades con que se es-cribe el relato maestro, cuando se comprueba que Mistral s fue madre, quesu relacin con Chile y Amrica fue siempre conflictiva, que el catolicismo

    1 Alone, Gabriela Mistral, 1946, p. 10.

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    no fue su nica adhesin religiosa y que respecto del maternalismo, delconyugalismo y del familiarismo las cosas no estn tan claras tampoco.

    Participante de muchas de las certidumbres de la nueva crtica mis-traliana y colaborador en unas cuantas de sus empresas desmitificadoras,yo pienso sin embargo (al contrario de algunos de mis compaeras y com-paeros de ruta) que en la poesa de Mistral hay una sujeto unitaria efecti-vamente, pero que sa es una sujeto conflictuada, que mantiene la unidadde lo que ella es y hace a duras penas y, por lo tanto, en un estado detensin continua. Esto significa que yo pienso que la sujeto obediente ymonoltica con la que se autoadministr su banquete ideolgico la crtica

    vieja es una ficcin, habiendo sido esa crtica, como lo he dicho alguna vez,bizca del ojo izquierdo, pero significa asimismo que pienso que no es menosficcin la sujeto desobediente, aunque no por eso menos monoltica, decierta crtica feminista contempornea, tambin bizca, aunque esta vez delojo derecho. Mistral es ambas cosas, es obediente y es desobediente, esconformista y es inconformista, y es la resolucin imposible de este conflic-to la que la problematiza y la tensa, tensin que, convertida al cabo enescritura (no por la va del reflejo sino por la de la transposicin productiva,

    ni qu decirse tiene), explica, al menos en parte (no quiero ser absoluto enesta materia), la potencia de su trabajo. Podra dar una cantidad de ejemplosque apoyan esto que acabo de decir, pero no tengo el tiempo que hace faltapara ello. Me basta con recordarles a ustedes ahora que de otro modo no seexplica que Gabriela Mistral sea una catlica devota durante toda o casitoda su vida y que al mismo tiempo retenga contra viento y marea la herejade su proclividad esotrica, como puede comprobarse en sus prcticas espi-ritistas posteriores a la muerte de Yin o en su carteo de los aos cincuenta

    con don Zacaras Gmez, el dueo de la Librera Orientalista de Santiago, yque era quien a esas alturas la provea con los libros de la hermandadRosacruz.

    Del otro costado, tambin me parece conveniente insistir en queGabriela Mistral no es siempre idntica a s misma, que no naci, como PalasAtenea, armada de pies a cabeza2, sino que se fue formando a travs de losaos tanto en sus dichas como en sus desdichas. Hay pues en ella unaevolucin de la cual los que hoy nos interesamos en su obra tenemos la

    obligacin de hacernos cargo si es que queremos entender su prctica deescritora como el todo coherente que ella es, pero que no por eso deja de

    2 Le agradezco a Ricaurte Soler esta metfora, que l usa para recomendardinamismo en las descripciones de la trayectoria intelectual de Jos Mart pero que tieneuna aplicabilidad ms extensa (Ricaurte Soler,Idea y Cuestin Nacional Latinoamerica-nas de la Independencia a la Emergencia del Imperialismo, 1980, p. 253).

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    estar expuesto a los naturales procesos de readecuacin. En este ltimosentido, coincido con lo que seal Jaime Concha en 19873 y estimo por lo

    tanto defendible la hiptesis que afirma que la sujeto potica de GabrielaMistral cruza a lo largo de tres pocas que son discernibles cada una deellas con bastante claridad. Agrego sin embargo a esa propuesta de Conchala observacin de que cada una de tales pocas constituye, tambin ella,una totalidad compleja, contradictoria y confundente desde el punto devista ideolgico tanto como desde el punto de vista esttico, y que no tenereso en cuenta es exponerse al error. Las pocas en cuestin son stas.

    Desde 1904 o 1905, que es cuando Mistral colabora en los peridicos

    del Norte Chico, en La Voz de Elqui de La Serena, en El Coquimbo deCoquimbo y en El Tamaya y El Constitucional de Ovalle, principalmente(Pedro Pablo Zegers reuni y public hace cinco o seis aos esos artculos,que por cierto aportan luces valiosas para una comprensin de la escritoraen su etapa de formacin4), hasta 1929, cuando residiendo en La Provenzarecibe la noticia de la muerte de su madre. Durante esta primera poca de suvida y su poesa, nosotros nos encontramos frente a una mujer joven eimpetuosa, que en lo ideolgico combina un libre pensamiento de raz deci-

    monnica, con algo de positivista y mucho de radical y hasta de socialista(pienso en un texto como Saetas gneas, de 1906, en el que Mistral saludala revolucin rusa de 1905, declarando que La Revolucin es la tempestadde los pueblos5), el catolicismo y el esoterismo, en este ltimo aspecto atravs de un rpido relevo de las enseanzas espiritistas de Emanuel Swe-denborg o las hermanas Fox por la teosofa de H. P. Blavatsky y AnnieBesant. De suma importancia tambin, a propsito de este proceso de (in)constitucin del sujeto Mistral, es a mi juicio la magnitud amorosa, cuya

    forma queda definida para siempre en los textos que integran la seccinDolor deDesolacin.Estticamente, notamos en sus escritos de aquella primera poca la

    presencia de un Romanticismo tardo el del melodrama, el folletn, la necro-filia y el elogio de la locura, con mucho de Poe y algo de los prerrafaelitasingleses, el Modernismo en su corriente menos dionisaca (la del mexica-no Amado Nervo, con un apoyo complementario de Rabindranath Tagore),el Postmodernismo de ciertos poetas chilenos de ese momento (Manuel

    Magallanes Moure, Ernesto A. Guzmn, Pedro Prado, Carlos Mondaca), elRealismo Social, cercano ste al de los novelistas rusos, a Dostoyevski o a

    3 Jaime Concha, Gabriela Mistral, 1987.4 Gabriela Mistral,La Tierra Tiene la Actitud de una Mujer, seleccin y prlogo

    de Pedro Pablo Zegers, 1998.5 Gabriela Mistral, Saetas gneas, 1992, pp. 55-56.

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    Tolstoi sobre todo, y, puede mencionarse tambin, dentro de este mismoorden de cosas, como una variable esttica especfica, la discursividad de

    origen bblico. Los Sonetos de la Muerte constituye la obra paradigmticaque ella completa durante este periodo, aunque en su conjunto l va a dar,como es sabido, en mayor o menor grado, a las pginas deDesolacin.

    Nada de lo anterior es muy unvoco ni muy firme, sin embargo. Lospoemas mistralianos de esos aos mozos y sobre todo los mejores de ellos,son siempre reductos de enormes tensiones. El modo discursivo ejemplarhegemnico es en tales poemas saboteado sin cesar. Al lenguaje aceptadode El Padre se le contrapone, casi invariablemente, el otro lenguaje. Aun

    en aquellos textos que se presentan como defensores de la ms rigurosaortodoxia, que acaban imponindola y en los que por consiguiente los crti-cos tradicionales no tuvieron problemas para confirmar sus prejuicios, unlector que carezca de ellos puede descubrir, si es que as lo decide, elfrissoninconoclasta. Por ejemplo, los Poemas de las Madres de la primeraDeso-lacin son textos voluntarsticamente marianos, pero, cuando uno menosse lo espera (en la seccin doce del primero, sin ir ms lejos), no tieneninconveniente en dar una vuelta de tuerca y en volver la mirada hacia la

    imagen pagana de La Tierra, la que se le aparece a Mistral con la actitud deuna mujer con un hijo en los brazos. Y agrega Gabriela, aflojando ahora lasriendas de su animismo teosfico: Voy conociendo el sentido maternal delas cosas. La montaa que me mira, tambin es madre, y por las tardes laneblina juega como un nio por sus hombros y sus rodillas6. Algo pareci-do es lo que ocurre en el ms insospechable de todos los lugares, en lascanciones de cuna, piedra de toque de la ideologa maternalista de la poeta,pero que si se las lee con cuidado resultan muchsimo menos marianas de lo

    que la gente buena suele creer. Y a la inversa, debe advertirse que estascanciones de cuna son dignas del mayor elogio desde un punto de vistaartstico o, lo que viene a ser lo mismo, desde un punto de vista que pres-cinda de los servicios de la esttica/tica convencional.

    La segunda poca va desde 1929 hasta 1943, y es un tiempo entredos muertes: la ya mencionada de su madre, que le llega en el 29, y en el 43la de Juan Miguel Godoy, su hijo adoptivo (o no, para el caso el que fueseadoptivo o suyo propio importa bien poco, lo que s importa es que Gabriela

    fue madre de hecho, durante diecisiete aos de su vida y que el cuento de lamaternidad frustrada es eso y no ms que eso: un cuento), quien se suicidaen el Brasil. Es ste el periodo de la madurez creadora de Mistral y que seabre con una crisis religiosa y, en general, de su voluntad de creer, que sele produce luego del fallecimiento de doa Petronila Alcayaga Rojas y de lo

    6 Gabriela Mistral,Desolacin, 1922, p. 181.

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    que hay constancia en los poemas de la seccin Muerte de mi Madre enTala. Parece claro que la propia Mistral evalu lcidamente la importancia

    de estos poemas, dndoles el mismo sentido que nosotros estamos re-co-brando para ellos ahora, pues los puso, aun en la primera edicin del libro,en el comienzo. Sinti que en esos poemas haba una frontera. El drama demuerte y renacimiento religioso que en ellos se libra acenta ese rasgo.

    En esta poca intermedia, muchas de sus convicciones juveniles semantienen: el progresismo social y poltico, el esoterismo, el catolicismo, ycada uno de esos ros mayores con sus afluentes respectivos. Ni siquieradesaparece por completo el radicalismo poltico adolescente, sino que expe-

    rimenta una suerte de continuidad metamorfoseada en un populismo nacio-nalista que est muy a tono con el frentismo de izquierdas de aquel tiempo.Por ejemplo, en su Elogios de la Tierra de Chile y su Geografa Humanade Chile de 1934 y 1939 respectivamente. Tambin reafirma Mistral en 1938su proyecto de escribir el Poema de Chile, al que luego me referir. Laversin definitiva de esta hebra populista y nacionalista acentuar su pro-gresismo cristiano, que ella crea prximo al del Partido Demcrata Cristiano,que se anticipa a la teologa de la liberacin, que ya estaba presente en

    Cristianismo con Sentido Social de 1924, pero que ahora rebrota con granfuerza en un artculo como Ruralidad Chilena de 1933.

    No desaparece en el tiempo maduro la difcil convivencia del catoli-cismo con el esoterismo, v. gr.: la convivencia de la inscripcin de Gabrielacomo hermana terciaria de la Orden de San Francisco con su frecuenta-cin asidua de los libros de Annie Besant o con su inters por el proyectoKrishnamurti: Dirige y recibe cartas de Ana Besant y nadie iguala su saberacerca del nio Krishnamurti, escribi Gonzlez Vera recordando esta afi-

    cin de la poeta en el homenaje que los Anales de la Universidad de Chilele rindieron en 19577. Por lo dems, para probarlo, ah est su artculo de1930, aparecido enLa Nacin de Buenos Aires: Una explicacin ms delcaso Krishnamurti, donde defiende el complot de los de la rama de Adyar ylamenta la renuncia del joven Jiddu a convertirse en un segundo Cristo ypor lo tanto en un puente entre las tradiciones religiosas de Oriente y Occi-dente8. Por fin, aunque la cuestin femenina se va definiendo en ella eneste estadio intermedio con mayor autonoma (cfr.: Todas bamos a Ser

    Reinas), no puede ni podr nunca hallarse en sus escritos una opcinfeminista propiamente tal.Desde el punto de vista esttico, lo que habra que notar en particu-

    lar, dentro de la segunda poca mistraliana, es la incorporacin en su traba-

    7 Jos Santos Gonzlez Vera, Comienzos de Gabriela Mistral, 1957, p. 24.8 Gabriela Mistral, Una Explicacin ms del Caso Krishnamurti, 1930, pp. 5-6.

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    jo de la experiencia de la vanguardia, tarda e idiosincrticamente porcierto (para espanto de algunos crticos de la antigua ola como Saavedra

    Molina, quien confes honestamente no entender ni una palabra de lo queella estaba diciendo en Tala9). Nuestra opinin sobre este asunto, que ver-timos en un artculo reciente, es que Mistral no era, que no fue nuncavanguardista, no porque no pudo serlo sino porque haba algo en la van-guardia que a ella no se le daba bien del todo10. Conoci la vanguardia ysinti aprecio por algunos de sus logros, pero ese conocimiento y ese apre-cio no la convirtieron en vanguardista, puesto que en la escritora chilena setrata de un fenmeno peculiar y demorado y que no coincide con ninguna

    de las sectas o movimientos cannicos. Mistral tarda en su registro de lospoetas de esta tendencia y, cuando finalmente lo hace, las soluciones queencuentra para vincularse con ellos son idiosincrticas. La suya es unavanguardia endgena, casi indgena, habra que decir, en el sentido de serautctona, es lo que escribi Concha al respecto11. Como dije ms arriba,Tala es el libro en que convergen las corrientes ms anchas del trabajomistraliano de la madurez, esa Tala que junto conAltazory lasResidenciases una de las tres cumbres de la poesa chilena y latinoamericana de la

    dcada del treinta.Desde 1943 hasta su muerte se extiende el tercer ciclo. Despus del

    suicidio de Yin, Gabriela nunca volvi a ser la misma, le cont Palma Guillnen una carta a Luis Vargas Saavedra, y es la pura verdad. Ella y el sujeto desu poesa apenas se mantienen juntos de ah en adelante. Si el sujeto Mis-tral fue un sujeto precario siempre, despus de la muerte de Yin su precarie-dad se ahonda. Hay un motivo, que Gabriela comparte con Mara LuisaBombal y que sintetiza su endeblez psquica de esta etapa. Nos referimos al

    motivo de la niebla, del caminar en la niebla, entre la niebla, rodeada por laniebla. No es un motivo nuevo en su imaginario, ya que puede rastrerseloincluso en textos deDesolacin (en el poema que da ttulo a ese libro, sin irms lejos), pero que ahora se carga de un sentido distinto. El caso es que elsujeto Mistral, construido en la adolescencia con tremendas dificultades,como hemos visto, y mantenido durante el transcurso de su primera edadadulta con un poco ms de entereza, se est desintegrando a mediados desiglo. Caminar en la niebla es caminar a ciegas, sin norte y sin apoyo, des-

    provista de cualquier asidero sobre la tierra. Pinsese a propsito de esto enuno de sus poemas ms poderosos y menos conocidos: Electra en la Nie-

    9 Julio Saavedra Molina, Gabriela Mistral: Su Vida y su Obra, 1958,pp. LXXXVII, LXXX, LXXXI y LXXXVII.

    10 Grnor Rojo, Mistral y la Vanguardia, indito.11 Jaime Concha, Gabriela Mistral, 1987, pp.98-99.

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    bla, de Lagar II. Pero niebla hay tambin en otros poemas de ese mismolibro, en La Remembranza y en Accin de Gracias, por ejemplo. Por otra

    parte, desde el punto de vista esttico, es significativa durante la ltimapoca mistraliana una cierta (llammosla as) tendencia a la objetividad, quese manifiesta ya en La Extranjera de Tala y que se reitera en poemas tanimportantes como El Reparto deLagary en Un Extraviado deLagar II.Por razones que no son muy ntidas, pero que algo tienen que ver con losdesplazamientos intertextuales de la poesa contempornea y con la nuevainfluencia proveniente sobre todo de la poesa en lengua inglesa (no domi-naba bien el ingls, pero lo lea y escribi que esa es la lengua de los

    poetas mayores12) y ms an con el bajsimo nivel de la recepcin crticaque se le infligiera a Mistral hasta entonces, con la insaciable banalizacinde su primera poesa, ocurre que la retrica mistraliana desde Tala y msan en Lagary Lagar IIbusca revertir el verbalismo y el emocionalismoque son caractersticos de la poca de Desolacin. Al mismo tiempo, creoyo que en su poesa de esta ltima poca pudiera estar mucho de lo mejorde su legado: en los poemas a Yin, en Locas Mujeres, en los Noctur-nos, en poemas como Races y La Gruta, etc.

    Creo conveniente aadir ahora a lo dicho un desarrollo especfico.ste es sobre el Poema de Chile, la gran obra que Mistral no termin noporque no pudiera terminarla sino porque no quiso hacerlo. Porque, aunqueella lo declarara terminado constantemente, tambin constantemente encon-traba que tena que aadirle textos nuevos. El Poema de Chile se publicdespus de su muerte, en 1967 (de muy mala manera, hay que decirlo), yrecin en los ltimos aos est siendo valorado como corresponde poralgunos crticos jvenes, como Soledad Falabella y Adrin Baeza. Se trata a

    mi juicio de una de las obras maestras de la historia de la literatura chilena,ni ms ni menos. Es el libro en que Mistral (incluso sin pretenderlo) adoptaun gesto propositivo, desplegando y magnficamente su idea de pas. Mstodava: eso lo hace ella pedaggicamente, ensendole a un nio atacame-o, encarnacin del pueblo chileno del porvenir, las maravillas de su tierra.El resultado es una visin personal y profunda de la patria.

    Soledad Falabella tiene razn: el Poema de Chile es y debe ser ledocomo un texto en marcha. Cuando en 1922 Mistral parte a Mxico y echa a

    andar su libro, ella lo hace porque escribirlo le llena un hueco cierto, el queen su sensibilidad y su conciencia ha creado el alejamiento de la tierra delorigen. Las circunstancias las conocemos todos. Mistral se va de un pas alque regresar despus slo tres veces y en cada una de ellas por un lapsomenor: unos cuantos meses en 1925, algunas semanas en 1938 y unos po-

    12 Carta c. de 1952, a Esther de Cceres, 2005, p. 106.

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    cos das en 1954. La anotacin que acabo de hacer acerca del tiempo decre-ciente de estas visitas de la escritora a su patria no es superflua en tanto

    nos descubre el proceso de una prdida o antes bien, el de una prdida enproceso. A Mistral se le va perdiendo Chile de a poco, eso es lo que lesucede en definitiva. Pero no por eso deja Chile de pesarle. Por una parte,como raz, como naturaleza (sobre todo huertera, que es la que a ella legustaba ms), como dulzura y dicha infantiles. Por otra parte, como soledad,como marginacin (social, poltica, genrica, profesional, de todo eso huboy sobre todo eso existe la debida constancia), como la herida y el dolor quele dejaron en la memoria los duros golpes que debi soportar en nuestro

    pas durante la adolescencia y primera madurez. El Poema de Chile parte deeste modo, se dira que con una doble conciencia, y as es como crecedurante los quince o ms aos que median entre el 22 y el 38. No s yocules sern las secciones que Mistral escribi en esos aos y el libro deFalabella no termina de aclarrmelo. Con todo, me atrevo a asegurarles quela doble corriente que identifiqu ms arriba es la que los nutre de punta arabo. Es el amor y es la bronca: es la nostalgia de la nia que se va lejos desu casa y es el resentimiento de la mujer adulta que siente que la echaron de

    ella de una mala manera.No es una casualidad que Gabriela vuelva a Chile en mayo del 38. Ni

    que entre al pas por el sur, habida cuenta de los notables poemas que elpaisaje sureo le inspira (Volcn Osorno y Salto del Laja, por ejemplo.Estos dos pasarn despus a formar parte de la tercera edicin de Tala, lade 1958, que tambin contiene una seccin de Trozos del Poema de Chi-le, integrada por Cuatro Tiempos del Huemul, Selva Austral y Bo-bo. Extraamente, Doris Dana no incluy en el libro del 67 Cuatro Tiem-

    pos del Huemul, a mi juicio uno de los grandes poemas de Mistral).Tampoco es casual la visita posterior que hace al Elqui, ni que durante suestada en Santiago asista a la proclamacin de la candidatura a la presiden-cia de su ex colega y amigo Pedro Aguirre Cerda. Es que los tiempos hanempezado a ser por aquel entonces de proposiciones y Mistral lo sabe bien,ya que lo ha visto y sentido en varios lugares de Amrica (y no slo deAmrica Latina, pues habra que tener tambin en cuenta lo que significpara nosotros, en la cuarta dcada del siglo, la presidencia de Franklin Dela-

    no Roosevelt en Estados Unidos). La misma candidatura de Pedro AguirreCerda a la presidencia chilena, encabezando a las bulliciosas muchedumbresdel Frente Popular, y su triunfo posterior, constituyen un sntoma inequvo-co de este espritu de cambio. Vientos nuevos soplan sobre el continente,una prolongacin ms generosa y ms potente de los que hicieran triunfar aIrigoyen en la Argentina en 1916, que Mistral conoci a travs de su con-

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    tacto con la postrevolucin mexicana desde el 22, que de algn modo llega-ron a nuestro pas en el 25 pero que slo fueron asumidos cabalmente a

    partir del 38.Esos vientos nuevos hablan de identidad e independencia: de una

    suerte de mayora de edad regional. Constituyen el teln de fondo de lasegunda gran alargada del poema mistraliano y el de la puesta en marchachilena del Canto General de Neruda. Yo me he referido a estos dos mo-numentos capitales en la historia de nuestra literatura en otra ocasin, ob-servando que Los aos veinte, treinta y hasta fines de los cuarenta secaracterizan en Amrica Latina por su nacionalismo aquel nacionalismo

    terrcola del que habla Mistral en su bella resea de Chile o una LocaGeografa de Benjamn Subercaseaux, que un tanto contradictoriamente,a la vez que informa al mundo sobre la pltora y excelencia de nuestrosrecursos naturales, apuesta cuanto tiene a las posibilidades de xito de uncapitalismo autrquico, con participacin del Estado en el manejo del apara-to productivo y financiero de cualquiera sea el pas de que se trate (elMxico de Crdenas, el Chile de Aguirre Cerda, el Brasil de Vargas, la Ar-gentina de Pern) y en el que mgicamente acabarn por converger los

    intereses de la empresa privada con las demandas de justicia social.La clave tcnica del nuevo modelo econmico fue la industrializacin

    y las respuestas ideolgicas fluctuaron entre el respaldo casi sin restriccio-nes que le brindaban las capas medias y el sector moderno de la oligarqua,un apoyo ms bien suspicaz de parte del proletariado y el rechazo a vecesiracundo y en otras solamente melanclico que se deja percibir entre losdueos de la tierra. Una novela como Don Segundo Sombra, por ejemplo,representa con claridad la postura de la oligarqua estanciera argentina de

    los aos veinte y treinta, en la medida en que su retrato del gaucho esmenos la defensa de aquella legendaria cifra del Sur, como escribi Bor-ges en 1953 y que es una cifra que en efecto haba hecho mutis de lasllanuras pampinas en las ltimas dcadas del siglo XIX que la apologticade un modo de vida que esa oligarqua siente amenazado por el advenimien-to de una nueva perspectiva para encarar y resolver los problemas naciona-les. La venezolanaDoa Brbara, en cambio, con su menosprecio de aldeay alabanza de corte o, en otras palabras, con su propaganda sin tapujos de

    la funcin civilizadora de la metrpoli laboriosa y culta por oposicin alcampo palurdo e indcil, nos suministra la punta clasemediera del mismoespectro.

    He ah pues el espacio ideolgico y esttico amplio en el que Mistraly Neruda instalan en esos aos sus poemas respectivos. En ellos se alojaun sentimiento de amor a la patria del que no puede dudarse, que es ancho

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    y es hondo, pero que no por eso deja de ser crtico. Las secciones delPoema de Chile en que Mistral habla de una reforma agraria que entonces

    no se haba producido, la que permitir que Juan Labrador labre huertosuyo, y donde habla tambin de unos indios a los que por mestizosbanales,/ por fbula los contamos, o los poemas que Neruda dedica a losmineros, a los pescadores, a los obreros del salitre y en general a los pobresde Chile, a esos que emiten un lamento y otro y otro lamento y otro ycuyas voces el poeta escucha donde quiera que est, no son nada compla-cientes. La mirada desde y sobre la patria, como escribe Neruda en Melan-cola cerca de Orizaba, es de cristal y tiniebla. Indirectamente, en el caso

    de Mistral, y directa y furiosamente en el de Neruda, la patria chilena a laque ellos tanto aman es tambin el motivo de un enorme dolor13.

    Cmo se explica, sin este vuelco identitario, entraable y acerbo a lavez, la poltica mistraliana de esos aos y ms tarde? Cmo se explica elswitch que ella hace desde el panamericanismo blando de la dcada delveinte al latinoamericanismo fervoroso y no pocas veces rabioso de las deltreinta y cuarenta? En Estados Unidos la trataron bien, ah se public suprimer libro y para all viaj en 1924 y de nuevo en 1930. Pero ya a fines de

    los veinte escribe contra la intervencin norteamericana en Nicaragua y espartidaria abierta de la rebelin de Augusto Csar Sandino hasta el asesina-to del hroe en 1934. Por otro lado, se multiplican en esos aos sus escritossobre Mart y con posterioridad a la segunda guerra mundial, en los comien-zos de la guerra fra, afrontando el riesgo de verse acompaada en esa tareapor comunistas y masones14, no vacila en sumarse a la vasta campaaen favor de la paz. En cuanto a la cosa chilena, de principios de los treintason algunas de sus conferencias sobre nuestro pas, entre ellas, en 1934, su

    Elogios de la Tierra de Chile y su Breve Descripcin de Chile. Tambinempieza entonces a disparar sus recados y a interesarse en el folklorenacional. De ello el punto alto est en 1938, cuando se produce la graneclosin: hitos de la misma son su conferencia Algunos Elementos delFolklore Chileno en Montevideo, la publicacin de Tala en Buenos Aires(que contiene, recordemos, la seccin Amrica y, dentro de ella, un poe-ma de tanta importancia para los chilenos como es Cordillera), el viaje aChile que comentamos ms arriba y la conferencia sobre OHiggins en Lima.

    Un ao despus, en la Unin Panamericana de Washington, da a conocer el

    13 Grnor Rojo, La Patria Latinoamericana de Neruda y la Mistral, 2002, p. 23.14 Lo sabe bien y le importa poco: El pobrero de mi pas me quiere an, sin

    saber nada de lo que escribo, tal vez sin haberme ledo nada. Pero ese querer que siempretuve porque siempre los ayud. Ahora, ya se tie un poco o se ti hace aos por midefensa de la Paz (carta c. de 1954 a Esther de Cceres, 2005, p. 79).

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    que quizs sea el mejor escrito en prosa acerca del pas de sus nieces, suGeografa Humana de Chile (tambin conocido, por algunos especialistas,

    como Gabriela Mistral Sigue Hablando de Chile. En esa misma ocasin leey comenta Salto del Laja y Volcn Osorno).

    Todo eso repercute en el Poema de Chile. La nostalgia y el rencorde la primera hora no desaparecen con posterioridad al 38 ni mucho menos,pero le hacen sitio adems a un ademn propositivo. Mistral va a elaborarentonces, tambin ella y obedeciendo al fuerte acicate de los tiempos, unapropuesta de pas. Este dato es importantsimo porque es el que separa laprimera de la segunda etapa dentro de la composicin en marcha del

    Poema de Chile. Pero en qu consiste esa propuesta suya? Ciertas coinci-dencias entre su Breve Descripcin de Chile, de un costado, y el Poemade Chile, del otro, nos dan algunas pistas. El texto en prosa, a pesar de suttulo y del hecho de ser un documento de cultura pblica, por as decirlo,da cuenta del escaso aprecio que Mistral siente por el Norte Grande y elValle Central del pas y de su an ms escasa simpata por las ciudades, enparticular por Santiago, a la que poco es lo que le falta para pasarla de largo.Posee Santiago lo que las capitales aventajadas de Amrica del Sur, les

    cuenta a sus oyentes espaoles, en templos, edificios pblicos, paseos einstituciones cientficas y humanistas de cualquier clase. Y por ah se leacaba lo que tiene que decir sobre la ciudad capital del pas. Su regin, encambio, y as es como la identifica expresamente, es el tramo que se extiendeentre el ro Huasco, por el norte, y el Aconcagua, por el sur. Y sobre ella, yespecialmente sobre el Elqui, s que se explaya con largueza. Cito en extensoporque no puedo evitarlo:

    Pequeez, la de mi aldea de infancia, me parece a m la de lahostia que remece y ciega al creyente con su cerco angosto yblanco. Creemos que en la regin, como en la hostia, est elTodo; servimos a ese mnimo llamndolo el contenedor detodo, y esa miga del trigo anual que a otro har sonrer opasar rectamente, a nosotros nos echa de rodillas.He andado mucha tierra y estimado como pocos los pueblosextraos. Pero escribiendo, o viviendo, las imgenes nuevasme nacen siempre sobre el subsuelo de la infancia; la compa-racin, sin la cual no hay pensamiento, sigue usando sonidos,visiones y hasta olores de infancia, y soy rematadamente unacriatura regional y creo que todos son lo mismo que yo.Somos las gentes de esa zona de Elqui mineros y agricultoresen el mismo tiempo. En mi valle el hombre tomaba sobre s lamina, porque la montaa nos cerca de todos lados y no haymodo de desentenderse de ella; la mujer labraba en el valle.

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    Antes de los feminismos de asamblea y de reformas legales,cincuenta aos antes, nosotros hemos tenido all en unos

    tajos de la Cordillera el trabajo de la mujer hecho costumbre.He visto de nia regar a las mujeres a la medianoche, en nues-tras lunas claras, la via y el huerto frutal; las he visto hacertotalmente la vendimia; he trabajado con ellas en la llamadapela del durazno, con anterioridad a la mquina deshuesa-dora; he hecho sus arropes, sus uvates y sus infinitos dul-ces15.

    En Geografa Humana de Chile, el artculo de 1939, que es algo as

    como la continuacin perfeccionada de la conferencia de 1934, Mistral hablade la otra parte del pas chileno que a ella le gustaba, aunque esta vez porrazones de distinta naturaleza. Me refiero al Sur extremo, del que quedanhuellas nada menos que en dieciocho de los poemas de Desolacin, segnlas cuentas que saca Roque Esteban Scarpa. La unidad del hombre con elmedio, que a Gabriela le cost ver en el Norte Grande, que cree poco menosque en extincin en las ciudades del Valle Central y que s descubre entre elHuasco y el Aconcagua y con especial delectacin en su propio Valle,

    vuelve a reencontrarla, si bien en condiciones de increble dificultad, en surepaso de la zona magallnica:

    En estas soledades de la Patagonia, slo un elemento trgicorecuerda al habitante su tremenda ubicacin austral: el viento,capataz de las tempestades, recorre las extensiones abiertascomo una divinidad nrdica, castigando los restos de losbosques australes, sacudiendo la ciudad de Magallanes, cla-vada en medio del Estrecho, y aullando con una cabalgata

    que tarda en pasar das y semanas. Los rboles de la florestacastigada del Dante all me los encontr, en largas procesio-nes de cuerpos arrodillados o a medio alzar y me cortaron lamarcha en su paso de gigantes en una penitencia sobrenatu-ral. El viento no tolera en su reinado patagn sino la humilla-cin inacabable de la hierba; su guerra con cuanto se levantadeseando prosperar en el aire, es guerra ganada; slo se leresisten la ciudad bien nombrada del navegante y las aldeasde pescadores refugiadas en el fondo de los fiordos16.

    Cuanto acabo de resear es algo que a Mistral le acontece, comovemos, en el curso de los aos treinta, que alcanza una especie de clmax enel 38 y se prolonga ms all. El resultado es una visin personal del pas

    15 Gabriela Mistral, Breve Descripcin de Chile, 1957, p. 127.16 Gabriela Mistral, Gabriela Mistral Sigue Hablando de Chile, 1957, p. 194.

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    chileno. Escrib hace algn tiempo en el artculo ya citado: Apenas hayciudades en ese Chile de Mistral, no hay hroes ni smbolos patrios, no hayinstituciones, ni siquiera hay individualidades, slo algunos campesinosaqu y all, a los que ella llama mi gente y a quienes les aplaude losademanes y los gestos. Pero lo que s hay es naturaleza en abundancia,aunque principalmente naturaleza modesta. La pequea propiedad, la que esobjeto del trabajo familiar y que une al atributo de una extensin razonablela utilidad y la hermosura, constituye para ella una forma natural humaniza-da sobre la que deposita un aprecio sin reservas. No es raro as que sean lasflores, las hierbas, los animales pequeos, los pjaros y los insectos los queforman el repertorio favorito de estos versos. Es que no obstante el asom-bro que en su juventud le causaron los paisajes de la Patagonia, el corazndel medio chileno al que Mistral le otorga preferencia en el Poema de Chileno hay que buscarlo en la monumentalidad de El Norte o de El Sur, nisiquiera en el muy entraable patagnico, sino en el minimalismo de Elqui,en el de ese rajn de tierra al que flanquean tres docenas de cerros, con unro en el centro y junto a l las casas lugareas cada una provista de su

    huerto respectivo. Si a Mistral le hubieran preguntado por su patria, pilln-dola desprevenida, ah es donde la hubiese puesto con seguridad17.Y Mistral sigui escribiendo este poema, que era el refugio de su

    soledad y desarraigo y que ella saba mejor que nadie que no iba a publicarjams en vida, durante las dcadas del cuarenta y cincuenta. Despus delsuicidio de Yin, despus de eso del premio, como deca ella (no sospech,no pudo sospechar, que cincuenta aos despus la siutiquera burocrticachilena iba a crear una Fundacin Premio Nobel Gabriela Mistral, dedicada a

    promover espectculos pblicos y fcilmente redituables en vez de financiaruna edicin crtica de las obras completas), despus de su atroz tercer viajeal pas, el de 1954, cuando la recibi en uniforme de presidente el mismogeneral que veinticinco aos antes le haba rebanado el sueldo y desple-gando para hacerlo su autoridad de dictador. Con el ahora presidente Ib-ez cuentan que se asom la poeta al balcn de La Moneda en esos das yque ah le dio las gracias gentil y pblicamente por una reforma agraria queste no haba hecho ni tena intenciones de hacer. Algunos dicen que la

    cabeza de Mistral no estaba muy firme a la sazn, que ya no saba bien loque deca. Otros piensan que eso que dijo lo dijo de adrede, de traviesa queera, para ver si de esa manera motivaba al generalote para que ste secomprometiera a impulsar un desarrollo econmico y social que ella saba

    17 Grnor Rojo, La Patria Latinoamericana de Neruda y la Mistral, 2002, p. 23.

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    bueno y necesario y que esperaba que se produjera a corto plazo en nues-tras tierras. Yo creo, en cambio, que lo que all estaba sucediendo era otracosa, que lo que estaba tocando a su fin, lo que haba entrado ya en la rectafinal de su temible desarrollo, era el proceso de la prdida mistraliana deChile. Ms precisamente: el proceso de su reemplazo de este Chile, el queera y sigue siendo producto de todo cuanto ella detestaba, de todo cuantoella no poda tolerar y que por eso dej afuera de su Poema de Chile, porun Chile soado, el Chile con el que ella estuvo fantaseando desde los aostreinta y quizs desde antes y que es un pas en el que el hombre no domina

    a la naturaleza ni la naturaleza al hombre sino que juntos colaboran paraprovecho y perpetuacin de la especie. sta es, dicho sea de paso, su grancontribucin pedaggica. No la de los artculos sobre la escuela nueva olos que elogian las andanzas del doctor Decroly ni su tan manoseado poe-ma a La Maestra Rural. Con su soledad y desgarro a cuestas, pero repe-chando siempre (uno de sus verbos favoritos), Gabriela nos educ paraver y producir otro Chile. Y es en ese Chile, no el Chile que era y quetodava es, sino el que ella quera que fuese y el que nosotros tambin

    queremos que sea alguna vez, donde vivi durante los aos que siguen a lamuerte de Yin. No tena ya un pas real al que pudiese llamar suyo, niadentro ni afuera, ni en Chile ni fuera de Chile. Tuvo entonces que inventr-selo y en esa invencin es donde residi hasta la madrugada del 10 deenero de 1957 cuando en un hospital de Long Island se entreg en los queella crea que eran los brazos del Seor.

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