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Albergues ecoturísticos, “sellos verdes”, producción forestal con certificación ecológica, cobro a turistas, revalorización del patrimonio arqueológico, patentes forestales, proyectos de investigación científica y tecnológica o campañas de recaudación de fondos para la protección de una determinada especie… Éstas son algunas de las alternativas de financiamiento que seis áreas protegidas (AP) subnacionales (ver mapa y cuadro adjuntos) están estudiando aplicar, con la asistencia técnica de un proyecto que lleva a cabo FUNDESNAP. A inicios de 2013 arrancó el proyecto “Plataformas para apoyar Áreas Protegidas Subnacionales”—con el patrocinio de Blue Moon Fund 1 que tiene por objetivo contribuir a los procesos de conservación de la biodiversidad en Bolivia, brindando apoyo técnico, organizacional, administrativo y financiero al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), a nivel subnacional. Este proyecto, que se divide en dos fases anuales, tiene como propósito fundamental desarrollar procesos de Planificación Estratégica Financiera (PEF) en seis AP subnacionales de Pando, Beni y Santa Cruz que ocupan aproximadamente 2,9 millones de hectáreas (ha). Como explica Valeria Dorado, coordinadora del proyecto y asistente del fundraising de FUNDESNAP, la selección de las AP se hizo en coordinación con la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas (DGBAP) del Viceministerio de Medio Ambiente y con tres Gobernaciones (de Beni, Pando y Santa Cruz), en función de criterios de prioridad y de la existencia previa de ciertos niveles de institucionalidad en las mismas: “Las áreas protegidas seleccionadas para el proyecto son prioritarias tanto para el nivel nacional como para el departamental. El criterio para la selección fue que tuvieran una entidad que las gestione y alguna herramienta de planificación, principalmente”. En esencia, el sentido de este proyecto es desarrollar las capacidades de planificación de las AP para que éstas puedan definir mejor sus necesidades a futuro y, de forma ordenada y sistemática, afrontar el reto de buscar fuentes de financiamiento que reduzcan su dependencia de los recursos públicos o de la cooperación, avanzando así hacia un horizonte de autosostenibilidad. Por ello, el propósito de esta iniciativa es que las seis AP priorizadas dispongan de Planes Estratégicos Financieros (PEF) y de plataformas de actores institucionalizados como herramientas de construcción de sostenibilidad y, en definitiva, de una Área Protegida Municipal Ibare Mamoré (Trinidad, Beni) / Valeria Dorado CÓMO PLANIFICAR LA GESTIÓN DE LAS ÁREAS PROTEGIDAS EL DESAFÍO DE FINANCIAR LA CONSERVACIÓN Fundación para el Desarrollo del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (FUNDESNAP)| Prolongación Cordero N° 127, San Jorge, La Paz| Telf. (591-2) 2113364 y 2431875| Fax. (591-2) 2433120| [email protected]| www.fundesnap.org| Editor: Víctor Orduna| Diseño gráfico: Magui Tito El editor de esta publicación se hace responsable de aquellas opiniones incluidas en los textos que no correspondan con testimonios de entrevistas o con cualquier otra fuente citada. Después de que en el primer boletín se planteara el cuadro de situación general de las áreas protegidas en el país —haciendo énfasis en las subnacionales—, en esta segunda entrega se entra de lleno en la cuestión de su gestión y financiamiento, echando un vistazo al proyecto “Plataformas para apoyar Áreas Protegidas Subnacionales”, que actualmente se ejecuta en seis áreas protegidas de Santa Cruz, Beni y Pando. Esta iniciativa se complementa con una panorámica sobre la política pública en la materia, a través de una entrevista con Teresa Pérez, Directora General de Biodiversidad y Áreas Protegidas (DGBAP) del Viceministerio de Medio Ambiente, y Álvaro Báez, Responsable de Áreas Protegidas de esa misma Dirección. 02 1 Ésta es una institución filantrópica que respalda proyectos de conservación en regiones de todo el mundo caracteriza- das por su alta biodiversidad (ver: http://www.bluemoon- fund.org/). NOVIEMBRE, 2014 BOLETÍN FUNDESNAP

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Albergues ecoturísticos, “sellos verdes”, producción forestal con certificación ecológica, cobro a turistas, revalorización del patrimonio arqueológico, patentes forestales, proyectos de investigación científica y tecnológica o campañas de recaudación de fondos para la protección de una determinada especie… Éstas son algunas de las alternativas de financiamiento que seis áreas protegidas (AP) subnacionales (ver mapa y cuadro adjuntos) están estudiando aplicar, con la asistencia técnica de un proyecto que lleva a cabo FUNDESNAP.

A inicios de 2013 arrancó el proyecto “Plataformas para apoyar Áreas Protegidas Subnacionales”—con el patrocinio de Blue

Moon Fund1— que tiene por objetivo contribuir a los procesos de conservación de la biodiversidad en Bolivia, brindando apoyo técnico, organizacional, administrativo y financiero al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), a nivel subnacional. Este proyecto, que se divide en dos fases anuales, tiene como propósito fundamental desarrollar procesos de Planificación Estratégica Financiera (PEF) en seis AP subnacionales de Pando, Beni y Santa Cruz que ocupan aproximadamente 2,9 millones de hectáreas (ha).

Como explica Valeria Dorado, coordinadora del proyecto y asistente del fundraising de FUNDESNAP, la selección de las AP se hizo en coordinación con la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas (DGBAP) del Viceministerio de Medio Ambiente y con tres Gobernaciones (de Beni, Pando y Santa Cruz), en función de criterios de prioridad y de la existencia previa de ciertos niveles de

institucionalidad en las mismas: “Las áreas protegidas seleccionadas para el proyecto son prioritarias tanto para el nivel nacional como para el departamental. El criterio para la selección fue que tuvieran una entidad que las gestione y alguna herramienta de planificación, principalmente”.

En esencia, el sentido de este proyecto es desarrollar las capacidades de planificación de las AP para que éstas puedan definir mejor sus necesidades a futuro y, de forma ordenada y sistemática, afrontar el reto de buscar fuentes de financiamiento que reduzcan su dependencia de los recursos públicos o de la cooperación, avanzando así hacia un horizonte de autosostenibilidad. Por ello, el propósito de esta iniciativa es que las seis AP priorizadas dispongan de Planes Estratégicos Financieros (PEF) y de plataformas de actores institucionalizados como herramientas de construcción de sostenibilidad y, en definitiva, de una

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CÓMO PLANIFICAR LA GESTIÓN DE LAS ÁREAS PROTEGIDAS

EL DESAFÍO DE FINANCIAR LA CONSERVACIÓN

Fundación para el Desarrollo del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (FUNDESNAP)| Prolongación Cordero N° 127, San Jorge, La Paz| Telf. (591-2) 2113364 y 2431875| Fax. (591-2) 2433120| [email protected]| www.fundesnap.org| Editor: Víctor Orduna| Diseño gráfico: Magui TitoEl editor de esta publicación se hace responsable de aquellas opiniones incluidas en los textos que no correspondan con testimonios de entrevistas o con cualquier otra fuente citada.

Después de que en el primer boletín se planteara el cuadro de situación general de las áreas protegidas en el país —haciendo énfasis en las subnacionales—, en esta segunda entrega se entra de lleno en la cuestión de su gestión y financiamiento, echando un vistazo al proyecto “Plataformas para apoyar Áreas Protegidas Subnacionales”, que actualmente se ejecuta en seis áreas protegidas de Santa Cruz, Beni y Pando. Esta iniciativa se complementa con una panorámica sobre la política pública en la materia, a través de una entrevista con Teresa Pérez, Directora General de Biodiversidad y Áreas Protegidas (DGBAP) del Viceministerio de Medio Ambiente, y Álvaro Báez, Responsable de Áreas Protegidas de esa misma Dirección.

n°02

1 Ésta es una institución filantrópica que respalda proyectos de conservación en regiones de todo el mundo caracteriza-das por su alta biodiversidad (ver: http://www.bluemoon-fund.org/).

NOVIEMBRE, 2014BOLETÍN FUNDESNAP

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Cómo planificar la gestión de las áreas protegidas

Pero, ¿qué son los PEF y como congenian dos cosas que parecen tan ajenas como la preservación de la naturaleza y las finanzas? Los PEF son una herramienta de planificación en la que FUNDESNAP viene trabajando desde hace años y que consiste, básicamente, en la aplicación de una metodología para el análisis de la situación de las AP y de su contexto de tal manera que se pueda establecer el requerimiento financiero para un funcionamiento gradual (de básico a óptimo) en el mediano plazo (de tres a cinco años), en función de una estrategia financiera. Es decir, que esta metodología tiene dos componentes básicos: el propiamente presupuestario, por un lado, y el de la selección y priorización de mecanismos financieros, por otro.

Puesto que lo presupuestario-contable es algo fundamentalmente técnico (un ámbito en el que, cada vez más, municipios y gobernaciones han ido desarrollando sus capacidades), lo verdaderamente innovador de esta metodología es el segundo componente: la fórmula para la valoración de los distintos mecanismos financieros disponibles orientados a la preservación de la naturaleza. Contra lo que se pudiera pensar, aquí hay una amplia gama de alternativas —16 según la Guía Metodológica para la elaboración de Planes Estratégicos Financieros de Áreas

Protegidas en Bolivia, publicada por FUNDESNAP— que van desde distintos tipos de fondos (públicos y privados) hasta la generación de ingresos por aprovechamiento de recursos naturales, pasando por licencias y autorizaciones, certificaciones ecológicas, sistemas de cobros y toda una gama de opciones que vienen de ese vínculo entre finanzas y naturaleza que se ha ido estrechando y perfeccionando a lo largo, sobre todo, de la última década. En síntesis, lo que se propone a través de esta metodología, es que cada AP sea capaz de seleccionar (y de gestionar, posteriormente) los mecanismos financieros más adecuados según su realidad, su situación y sus expectativas de futuro considerando las condiciones técnicas, normativas y administrativas particulares.

Un aspecto interesante en el planteamiento de esta “tecnología” para el financiamiento de áreas protegidas es que no se queda en la mera teoría sino que ha tenido aplicaciones prácticas y concretas, por lo que representa un aprendizaje institucional de años. En este sentido, FUNDESNAP —en coordinación con el SERNAP— trabajó inicialmente en el PEF para el SNAP 2005-2006, luego en los PEF para el Parque Departamental y Área Natural de Manejo Integrado Iténez y para la Reserva de Vida Silvestre Municipal Norte de Tiquipaya (2009-2010) y, posteriormente, se aplicaron metodologías similares en la elaboración

de los PEF del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Madidi (PN-ANMI Madidi), en la Reserva Nacional de Vida Silvestre Amazónica (RNVSA) Manuripi, en la Reserva de la Biosfera y Tierra Comunitaria de Origen (RB TCO) Pilón Lajas, y en las AP municipales “Los Santos Reyes” y “Pampas del Yacuma”, en Beni. Por lo tanto, existe todo un recorrido institucional que avala los procedimientos establecidos para este tipo de planificación estratégica.

El proceso participativo de planificación financiera

Sin embargo, para llegar a desarrollar de forma eficiente este tipo de planificación se requiere paciencia y tiempo pues se trata de procesos participativos en los que el involucramiento y la participación de todos los actores es indispensable. Por lo pronto, durante la primera fase del proyecto de fortalecimiento de las AP subnacionales se consiguieron avances importantes que se resumen en las siguientes actividades:

Se ha realizado el análisis del “estado del arte” de las herramientas de gestión de AP para fortalecer la sostenibilidad financiera del SNAP a nivel nacional y subnacional.Se han realizado reuniones regionales con directores de AP protegidas nacionales para presentar la metodología PEF. Esta guía ha sido

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Fuente: FUNDESNAP.

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Mapa 1. Localización de las seis áreas protegidas priorizadas por FUNDESNAP

1. Bruno Racua2.Ibare Mamoré3. Kenneth Lee4. Ríos Blanco y Negro5. Río Grande Valles Cruceños6. Valle de Tucabaca

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presentada a 12 directores de las 22 AP nacionales con la visión de poder integrar la herramienta PEF a todo el SNAP.A nivel departamental, la metodología PEF ha sido presentada a las direcciones de medio ambiente de las tres gobernaciones (Pando, Beni y Santa Cruz).Se han identificado las AP prioritarias (tres en Santa Cruz, dos en Beni y una en Pando).Se encuentran en diseño seis PEF en áreas protegidas “bandera” del SNAP en cada uno de los tres departamentos. Se ha recopilado información clave de estas AP priorizadas a través de los facilitadores locales.Se han realizado seis talleres de diagnóstico y proyecciones financieras en las AP Bruno Racua (Pando); y Ríos Blanco y Negro, Tucabaca y Río Grande Valles Cruceños (Santa Cruz); RCEA Kenneth Lee y la APM Ibare-Mamoré (Beni).Como actividad de apoyo a la recaudación, se planificó y se llevó a cabo el II Encuentro Nacional de Áreas Protegidas en la ciudad de Santa Cruz, en noviembre de 2013. Este evento cofinanciado entre la Gobernación de Santa Cruz, AVINA, FUNDESNAP-Blue Moon y GIZ.Como actividades iniciales, FUNDESNAP sostuvo reuniones de presentación del proyecto con la Dirección General de Biodiversidad de Áreas Protegidas (DGBAP), SERNAP y las tres gobernaciones partícipes del proyecto.

Al fin y al cabo, todas estas actividades están orientadas a enmarcarse en políticas públicas pues esto es, como señala Dorado, lo que da sentido al proyecto.

Perspectivas y situación financiera de las seis áreas priorizadas

Además de constatar la extraordinaria riqueza de las seis áreas subnacionales (cuatro departamentales y dos municipales), a través del desarrollo del proyecto se ha podido apreciar la diversidad de situaciones financieras y de gestión de las mismas. Como resultado de la realización de talleres en los que participaron los integrantes de los Comités de Gestión y

en los que se cuantificaron los requerimientos financieros, se pudo establecer que las dos AP departamentales cruceñas cuentan con un grado de gestión más avanzado que el resto por lo que, al disponer de presupuestos significativos asignados por el Gobierno Departamental, están próximas a un escenario financiero que se enmarque razonablemente en el ámbito de sus necesidades reales de gestión. Es el caso, por ejemplo, del AP departamental más grande de Santa Cruz —Reserva de Vida Silvestre Ríos Blanco y Negro, situada en norte del departamento y de 1,4 millones de ha— cuya “brecha presupuestaria”, aproximada y preliminar, es de unos 400 mil bolivianos anuales; ésta es la diferencia entre los Bs 2,1 millones que se requerirían en un escenario que permita mejorar la gestión y los Bs 1,7 millones que recibe actualmente como presupuesto asignado por la Gobernación. Hay que considerar, en todo caso, que se trata de cifras estimativas.

Sin embargo, la situación es completamente distinta en las dos áreas priorizadas en Beni —la Reserva Científica Ecológica y Arqueológica (RCEA) Kenneth Lee (departamental) y el Área Protegida Municipal Ibare-Mamoré (municipal)— puesto que éstas carecen todavía de presupuestos, directores y cuerpo de guardaparques; por lo que se encuentran en un grado muy inicial de administración.

Por otra parte, el caso de Reserva de la Vida Silvestre Bruno Racua (de carácter departamental y ubicada en el extremo noreste de Pando) es algo más favorable, pues ésta cuenta con un plan de reactivación de la Gobernación (después de haber estado dos años inactiva, tras la conclusión del financiamiento por parte de WWF) y con un presupuesto asignado hasta 2016. En todo caso, en estas tres AP (de Beni y Pando), la “brecha” financiera es muy significativa; completa y total tanto en Kenneth Lee como Ibare-Mamoré pues ambas carecen de presupuesto (y requieren, aproximadamente, en promedio, 170 mil dólares y 115 mil dólares anuales, respectivamente) y de un 37% en Bruno Racua, donde el presupuesto anual es de alrededor de Bs 800 mil y el requerimiento de aproximadamente Bs 1,1 millones.

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Taller de trabajo en la Reserva Científica Ecológica y Arqueológica (RCEA) Kenneth Lee (Beni).3

Mapa 1. Localización de las seis áreas protegidas priorizadas por FUNDESNAP

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Fuente: Elaboración propia en base a datos de tres documentos: Ministerio de Medio Ambiente y Agua, 2009 y 2012; y Gobierno Autónomo Departamental de Santa Cruz, 2010.

Cuadro 1. Áreas Protegidas subnacionales seleccionadas para el proyecto de fortalecimiento

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Reserva de Vida SilvestreTucabaca/Municipal

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Buscando diversificar los ingresos

Según la asistente en fundraising de FUNDESNAP Valeria Dorado, es difícil establecer un promedio del costo por hectárea para la gestión de un AP —indicador generalmente usado a nivel internacional— puesto que esto depende de numerosas variables (extensión, tipo de ecosistema, presencia de comunidades, tipología geográfica, cantidad de ríos y cuerpos de agua, proximidad de carreteras u otras vías de acceso) que determinan la manera de ejercer gestión y control de una superficie territorial. Sin embargo, generalmente, la composición del gasto, es similar, tal y como explica Dorado:

“Sobre todo en lo que son actividades de protección, lo que incluye patrullajes, desplazamiento, combustible… Por ejemplo, necesitas muchos recursos para traslados y movimientos; necesitas equipar campamentos, gasolina para botes, vehículos, equipo para guardaparques, para que puedan hacer su trabajo de campo. Generalmente, el 60% de los recursos va a actividades de

protección y siempre el gasto más fuerte es el de personal”.

Pero, la opinión pública podría preguntarse para qué gastar recursos públicos —que podrían ser invertidos en infraestructura urbana, por ejemplo— en conservar áreas naturales generalmente remotas, donde viven muy pocas personas y que, según se podría creer, se mantienen “por sí solas”. No es necesario ser un militante ecologista para advertir que, precisamente por las crecientes dinámicas de migración campo-ciudad y de urbanización descontrolada de las ciudades, las áreas protegidas, más allá de su belleza, cumplen un rol indispensable en la protección de las cuencas hidrográficas, en la generación de humedales, en la regulación del clima, en la generación de recursos forestales de consumo común y, en general, contribuyendo a mantener un medio ambiente saludable y apto para actividades agrícolas que permiten la provisión de alimentos.

Pero, ¿qué implica una buena gestión de las AP? Principalmente, la posibilidad

de detectar, controlar y enfrentar las permanentes amenazas que tienen que ver con actividades ilegales (tala indiscriminada, caza y pesca, tráfico de especies, producción de cocaína), incendios, expansión de la frontera agrícola, asentamientos descontrolados, especulación con la tierra y urbanización, entre otros. Además, las áreas protegidas también enfrentan otro tipo de “amenazas” de orden estructural que tienen que ver con las obras de infraestructura (carreteras, puentes y caminos) —muchas veces en el marco de planes de integración regional como es el caso del IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana)— y con los llamados “megaproyectos” (como hidroeléctricas y grandes instalaciones agroindustriales). El “mapa” de amenazas es general pero varía en función de las particularidades de cada área.

La clave de la sostenibilidad: el componente social

Por último, el proyecto que implementa FUNDESNAP en las seis AP descritas,

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tiene un fuerte componente social que se expresa en la búsqueda de proyectos que beneficien a las comunidades locales, a partir de la valoración de cada área identificando los beneficios socioeconómicos y culturales que éstas generan. Se trata, por lo tanto, de proyectos orientados hacia actividades sostenibles vinculadas con un turismo responsable o con emprendimientos productivos amigables con la naturaleza para el aprovechamiento de recursos naturales de forma sostenible. En todo el esquema de planificación financiera, éste es un componente vital puesto que la conciencia local de las propias comunidades en torno a la conservación es la mejor garantía para evitar la proliferación de actividades depredadoras que acaben con los recursos naturales, según opina Dorado:

“En cada área trabajamos proyectos comunitarios que contribuyan a la sostenibilidad social. Por ejemplo, en Bruno Racua hay una comunidad que está en la frontera misma del área protegida, en la zona de influencia y que genera impacto en el AP. Por ello, es necesario generar alternativas económicas para que los miembros de la comunidad, muchas veces influidos por ´terceros´ que vienen de las ciudades, no se dediquen a la tala indiscriminada de madera u a otro tipo de actividades que no forman parte de la conservación. Con estos proyectos de gestión social se arma una carpeta y se busca financiamiento, a través de ONG, de la cooperación internacional o de otras fuentes”.

En definitiva, esta iniciativa orientada hacia la planificación estratégica financiera apuesta por una paulatina institucionalización de este tipo de herramientas y procesos en el ámbito público, que es donde se originan las políticas públicas al respecto y donde, finalmente, recae la responsabilidad de mantener “viva” la gestión de las áreas protegidas. En este sentido, Valeria Dorado concluye expresando su satisfacción porque, de algún modo, aunque de forma modesta pero significativa, el proyecto está contribuyendo en esa dirección:

“Creo que la institucionalidad cada vez es más fuerte; en las AP cada vez tienen más claras las ideas pero requieren de herramientas para poder ejercer su rol y sus responsabilidades. Ahí es donde nosotros aportamos con una pequeña parte tratando de que se logre la institucionalización de esta herramienta de planificación. Tiempo atrás, en las AP nacionales ya trabajamos en introducir este tipo de planificación y ahora lo estamos haciendo también a nivel de las AP subnacionales. Hemos visto que este instrumento está siendo bastante bien aceptado; en el caso de Santa Cruz lo quieren aplicar a todas sus áreas y nuestra intención es ayudarles a que realmente puedan hacerlo. Creo que el momento de ingreso de este proyecto ha sido vital por el fortalecimiento de las gobernaciones y porque estamos en una etapa en que se le está dando más importancia a este tema, asignando mayor presupuesto y pensando en una visión a futuro más ordenada”.

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DIRECCIÓN GENERAL DE BIODIVERSIDAD Y ÁREAS PROTEGIDAS (DGBAP)

PERSPECTIVAS Y AVANCES EN LA POLÍTICA PÚBLICA NACIONAL

Las peculiaridades de las áreas protegidas en Bolivia, los desafíos de la “gestión compartida” establecida en la Constitución, el financiamiento y la dinámica de creación de nuevas áreas son algunos de los aspectos sobre los que se dialoga en estas páginas, a partir de una entrevista con Teresa Pérez, Directora General de Biodiversidad y Áreas Protegidas (DGBAP) del Viceministerio de Medio Ambiente y Álvaro Báez, Responsable de Áreas Protegidas de esa misma Dirección.

Álvaro Báez trabajó 13 años en la gestión de la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa (Sud Lípez, Potosí) —el área protegida nacional más visitada del país y la única “autosostenible” por los ingresos que genera el cobro a los turistas—, luego siguió vinculado con esta temática desempeñándose en la unidad central del SERNAP y actualmente es Responsable de Áreas Protegidas de la DGBAP, aunque no se olvida de aquella experiencia en Potosí como un ejemplo exitoso del camino que las AP deberían seguir para generar recursos propios:

“En la Reserva Eduardo Avaroa empezamos a generar recursos en 1999 instalando un pequeño albergue que lo atendíamos con gente de la población. Eduardo Avaroa fue la primera en cobrar y ahora genera 14 millones de bolivianos anuales. Después se empezó a trabajar en ecoturismo en el Madidi y en el tema de la castaña y de la vicuña en otras áreas. Muchas de las AP están apuntando a generar recursos así, en todo el país”.

Aunque no todas las AP en el país tienen ni la posibilidad ni las condiciones para recibir a 30 mil turistas al año, como sucede con la Reserva Eduardo Avaroa, lo cierto es que todas se enfrentan a un reto similar: la reducción paulatina de las fuentes de financiamiento externas y la necesidad de desarrollar mecanismos financieros que les permitan generar recursos propios, tal y como señala Báez:

“Los recursos externos van a ir bajando, así que surge la necesidad de que las AP puedan generar recursos propios. Eso es lo que sucedió en Eduardo Avaroa donde iniciamos el proceso con la cooperación de Dinamarca, y les dijimos: ‘Si ustedes ponen esta cantidad de recursos, para el

año tantos esta AP puede ser declarada como la primera autosostenible financieramente en el país’. Y ‘cabalito’, el año 2010 esa AP ya no necesitó que le den más plata de la cooperación y actualmente es un ‘colchón’ para el resto, además de cubrir los gastos de operación, las necesidades de las comunidades y los impuestos que corresponden”.

Áreas protegidas “con gente”; la realidad boliviana

Las comunidades son una clave ineludible de la realidad social de las AP en Bolivia, cuya superficie, generalmente, está superpuesta a la de Tierras Comunitarias de Origen (TCO) tituladas después de largas demandas y procesos que se iniciaron a principios de los años 90 y que tuvieron un impulso decisivo con su reconocimiento a través de la Ley del Instituto Nacional de Reforma Agracia (Ley INRA), de 1996. Ésta es una peculiaridad propia de la conformación social y étnica boliviana como señala Báez:

“En Bolivia, las AP tienen una característica común; todas las que han sido creadas desde la primera, en 1939 [Parque Nacional Sajama] hasta la última tienen gente en su interior. Eso significa que en nuestras AP siempre va a haber uso de recursos por parte de las comunidades que las habitan. Esto es distinto a lo que sucede en Argentina o en Chile donde está prohibida la presencia de asentamientos en las AP y sólo se permite el turismo o la investigación. En el Parque Yellowstone1 [en Wyoming, Montana e Idaho, en Estados Unidos], por ejemplo, que es el más antiguo del mundo, sólo se puede hacer turismo en

cierto lugar. Esa fue la normativa que se quiso copiar acá y por eso, al principio los guardaparques actuaban como policías. Esto ha ido cambiando con el tiempo y se ha ido avanzando hacia el concepto de AP ‘con gente’ y después ‘de la gente’. Actualmente, las comunidades están aprovechando los recursos mediante planes de manejo; están aprovechando incienso, madera, castaña y otras especies, y se han dado cuenta que es mejor conservar sus espacios a hacer que los destruyan ‘terceros’2, que son la principal amenaza para las AP”.

Esta situación social de las AP bolivianas remite a la nueva CPE boliviana, aprobada en 2009, que además de reconocer las AP —en el artículo 385— estableció el principio de “gestión compartida” para aquellas áreas donde exista sobreposición con territorios indígena originario campesinos, señalando que “la gestión compartida se realizará con sujeción a las normas y procedimientos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, respetando el objeto de creación de estas áreas”. Cinco años después, ¿qué es lo que se ha avanzado en esta materia? Toma la palabra Teresa Pérez, Directora General de Biodiversidad y Áreas Protegidas, que se ha dedicado toda su vida profesional a la temática de la conservación, las áreas protegidas, los pueblos indígenas y las organizaciones sociales, principalmente en el Beni:

“Se ha ido avanzando, aunque los cambios no se pueden hacer de la noche a la mañana. Hemos tenido diferentes talleres con las organizaciones sociales, la CSUTCB, la CIDOB, las ‘bartolinas’,

1 Es interesante advertir que este parque, el primero creado en Estados Unidos y uno de los más famosos del mundo, de 898 mil ha, es bastante más pequeño que muchas de las AP bolivianas, incluidas algunas departamentales.

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2 Con éste término se denomina, generalmente, a personas ajenas a las comunidades que ingresan a las AP con el pro-pósito de lucrar a través de la explotación ilegal de madera o de otros recursos naturales.

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los ‘interculturales’… Desde que se inició el Estado Plurinacional, se ha ido involucrando a los actores sociales, informando y dialogando con ellos. En algunos casos, la gente no sabía que vivía en un área protegida y es por eso que se habían asentado. Nosotros queremos que prevalezca la difusión y es por eso que tiene que haber un Comité de Gestión en cada AP; es importante que participen todos los actores y que haya más involucramiento social. El objetivo es que haya un empoderamiento social y que las comunidades digan: ‘Yo también quiero mantener esta área para preservar la flora y la fauna’, y así buscar entre todos un aprovechamiento sostenible de acuerdo a los recursos de cada área. Por eso estamos trabajando en reforzar los emprendimientos sociales como el manejo de incienso, el taitetú3 y los programas que manejamos para el aprovechamiento de la vicuña, el lagarto y otros”.

Decisiones: política pública sobre AP

La gestión de las AP es, en el fondo, cuestión de decisiones. En este sentido, hay tres iniciativas de política pública respecto a las AP que parecen ser las más destacables en el accionar de la DGBAP: la realización de un registro nacional de AP; el proceso de fortalecimiento de las acciones de coordinación con los niveles subnacionales y la capacitación de los actores involucrados con la gestión de las áreas.

“Este año lo que se está haciendo es la actualización de la información sobre las AP, que va a tener como consecuencia el registro de las mismas en el Ministerio [de Medio Ambiente y Agua]. Y para ello estamos trabajando con los gobiernos departamentales y municipales pues se requiere recabar información. Cada AP tiene que estar registrada legalmente, con la documentación de creación, planes de manejo y todo lo necesario. Esto nos va a permitir saber el estado de cada área para que se haga una real gestión”, señala Báez.

Este registro tiene que ver con la diversidad de instrumentos jurídicos con que fueron creadas las AP —registrándose desde leyes hasta resoluciones municipales para su creación— y con el intento de dar coherencia a un Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) que incluye a todas las categorías de AP y que, en los hechos, según testimonia Báez, nunca ha llegado a funcionar como tal, es decir con criterios de integralidad y coordinación.

Además de la variopinta situación jurídico-legal en la creación de las AP, se aprecia una sensible carencia de información global acerca de cuántas AP realmente están siendo gestionadas, sobre cuál es la inversión conjunta estatal (a nivel nacional y subnacional) en la administración de las AP y en torno a cuáles son los requerimientos financieros particulares según cada situación. Por otra parte, tampoco existen indicadores que permitan medir la calidad de gestión de las áreas y, en consecuencia, cuál es la eficiencia en la preservación de la biodiversidad. Todo esto tiene que ver,

3 El taitetú (Pecari tajacu) es una especie de mamífero también conocido como pecarí de collar, saíno o sanjino, y cuche de monte.

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sin duda, con la constitución de un sistema —el SNAP— que se base en la disposición de información precisa y actualizada y que, en última instancia, permita orientar las políticas públicas sobre la materia.

En todo caso, la DGBAP está trabajando en mejorar la coordinación con los niveles subnacionales y en tratar de prestar mayor atención a la situación de las AP departamentales y municipales, sobre todo, en la perspectiva de conseguir desarrollar proyectos que beneficien a las comunidades:

“En el tema de la operativización del SNAP recién hemos empezado el año pasado. Este año se han programado encuentros nacionales con gobernaciones y municipios para ayudar al ordenamiento jurídico porque dentro de las AP hay recursos naturales estratégicos y, según la CPE, todos tenemos que ser los guardianes de esa riqueza. Por eso nos reunimos con el SERNAP, con las gobernaciones y con los municipios para ver qué proyectos productivos y de aprovechamiento para las comunidades se pueden llevar a cabo, y de qué manera puede contribuir cada uno (…) Se ha hecho bastante esfuerzo con las AP nacionales y ahora se tiene que bajar a las subnacionales”, dice Báez.

Otra faceta de esta coordinación, es el papel de la DGBAP para orientar la conformación de AP, sobre todo a nivel de municipios, donde se presenta una dinámica creciente de concientización en torno a la urgencia de preservar determinados ecosistemas (como

las fuentes hídricas) para garantizar, en muchos casos, la sostenibilidad de la pequeña producción agrícola familiar:

“Nosotros estamos coadyuvando en los procesos de creación de nuevas AP, orientando la declaratoria de AP, coordinando con ministerios, municipios y organizaciones sociales. Por ejemplo, ahora, en el municipio de Puna, en Potosí, las autoridades del Concejo Municipal y ocho ayllus han decidido proteger sus lagunas en la parte alta porque éstas les proveen agua para la agricultura. Con un equipo del Viceministerio les estamos ayudando a elaborar el documento técnico-científico que se requiere. Y lo mismo estamos haciendo en otros municipios del país”, explica Báez. Adicionalmente, otra de las líneas de trabajo de la DGBAP es la del fortalecimiento de la formación del personal vinculado con la gestión de las AP, en los distintos niveles: “Estamos preparando un plan de capacitación para todos los niveles de gestores de las AP. Todos los guardaparques del SERNAP, que deben pasar los 600, todos los directores y todos los niveles técnicos van a recibir capacitación. Este plan se lo está preparando de manera conjunta con la ELAP [Escuela Latinoamericana de Áreas Protegidas]”, explica Báez.

Por último, aunque la percepción general es que los niveles subnacionales (especialmente los municipios) todavía tienen un nivel de desarrollo muy incipiente de criterios de planificación financiera para el manejo de sus AP, en la DGBAP existe una valoración positiva en torno al proyecto “Plataformas para apoyar Áreas Protegidas Subnacionales” que lleva adelante FUNDESNAP con el propósito de fortalecer las capacidades de las AP departamentales y municipales para una planificación estratégica financiera que les permita ordenar sus prioridades, tener una perspectiva de futuro de su gestión y estudiar alternativas de financiamiento a partir de diversas herramientas propias:

“A nosotros particularmente nos parece que es una buena iniciativa porque trata de apoyar para que las AP desarrollen herramientas financieras que les permitan canalizar recursos y ésa es una gran debilidad porque cuando vas a cualquier municipio y les consultas cómo van a hacer funcionar financieramente una AP te dicen, por ejemplo, ‘habíamos inscrito [en el POA] 20 mil bolivianos por si se necesitaba alguito’. Y es distinto si dijeran: ‘Tenemos esta estrategia financiera y esto es lo que tenemos planificado’. Por eso es importante la planificación estratégica financiera”, dice Báez.

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Teresa Pérez, directora General de Biodiversidad y Áreas Protegidas (DGBAP).

Álvaro Báez, responsable de áreas protegidas de la DGBAP.

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