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Res Diachronicae. Vol. 9, 2011 ISSN: 1887-3553 www.resdi.com ÍNDICE Prólogo 5 ARTÍCULOS DEL REY QUESADA, SANTIAGO: «La verosimilitud conversacional en los diálogos de Alfonso de Valdés» 7 DIEZ DEL CORRAL ARETA, ELENA: «Sobre el modo, manera, suerte, forma y arte de conectar» 33 GONZÁLEZ SANZ, MARINA: «Proceso de gramaticalización y subjetivización de toma» 51 RIBES LORENZO, JUAN MANUEL: «Algunas notas sobre el Fuero de Madrid» 67 VÁZQUEZ DIÉGUEZ, IGNACIO: «La formación de los lemarios románicos: el caso del español, portugués y francés» 79 RESEÑAS Fradejas Rueda, José Manuel: Las lenguas románicas (DELFINA VÁZQUEZ BALONGA) 93 Martínez Alcalde, María José: La fijación ortográfica del español: norma y argumento historiográfico (MANUEL JOSÉ AGUILAR RUIZ) 95

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ÍNDICE Prólogo 5 ARTÍCULOS DEL REY QUESADA, SANTIAGO: «La verosimilitud conversacional en los diálogos de Alfonso de Valdés» 7 DIEZ DEL CORRAL ARETA, ELENA: «Sobre el modo, manera, suerte, forma y arte de conectar» 33 GONZÁLEZ SANZ, MARINA: «Proceso de gramaticalización y subjetivización de toma» 51 RIBES LORENZO, JUAN MANUEL: «Algunas notas sobre el Fuero de Madrid» 67 VÁZQUEZ DIÉGUEZ, IGNACIO: «La formación de los lemarios románicos: el caso del español, portugués y francés» 79 RESEÑAS Fradejas Rueda, José Manuel: Las lenguas románicas (DELFINA VÁZQUEZ BALONGA) 93 Martínez Alcalde, María José: La fijación ortográfica del español: norma y argumento historiográfico (MANUEL JOSÉ AGUILAR RUIZ) 95

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CONTENTS Preface 5 ARTICLES DEL REY QUESADA, SANTIAGO: «The coversational verisimilitude in Alfonso de Valdés’ dialogues» 7 DIEZ DEL CORRAL ARETA, ELENA: «About the way, manner, luck, form and art of connecting» 33 GONZÁLEZ SANZ, MARINA: «Process of grammaticalization and subjectification of toma» 51 RIBES LORENZO, JUAN MANUEL: «Some notes about the Fuero de Madrid» 67 VÁZQUEZ DIÉGUEZ, IGNACIO: «The formation of Romance lemaries: the case of Spanish, Portuguese and French» 79 BOOK REVIEWS Fradejas Rueda, José Manuel: Las lenguas románicas (DELFINA VÁZQUEZ BALONGA) 93 Martínez Alcalde, María José: La fijación ortográfica del español: norma y argumento historiográfico (MANUEL JOSÉ AGUILAR RUIZ) 95

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PRÓLOGO

El noveno número de Res Diachronicae Virtual (ResDi) continúa la estructura del último número de la revista en el que se incluyen tanto artículos científicos inéditos como reseñas bibliográficas de obras recientes, siempre en relación con la historiografía y la historia de la lengua española.

La sección dedicada a los artículos científicos contiene cinco contribuciones que versan sobre temas variados de gran interés en la lingüística actual.

El artículo que inicia la primera sección, escrito por Santiago Del Rey Quesada, aborda algunos aspectos de la llamada oralidad en la escritura, como el concepto de ‘verosimilitud conversacional’ y da una muestra de algunas estrategias discursivas propias de esta oralidad en los diálogos de Alfonso de Valdés. Dentro del mismo nivel discursivo se inserta el artículo de Elena Diez del Corral Areta, quien analiza un conjunto de conectores consecutivos en la documentación colonial quiteña de los siglos XVI, XVII y XVIII. A continuación, el artículo de Marina González Sanz expone el proceso de gramaticalización y subjetivización por los que ha atravesado la unidad toma a partir de su vínculo con el receptor, basándose en el análisis de una serie de casos extraídos del CORDE. La cuarta contribución, realizada por Juan Manuel Ribes Lorenzo, reivindica la importancia del Fuero de Madrid del que ofrece una serie de observaciones en relación a las nuevas teorías acerca de la oralidad y la escritura en el período de orígenes de la lengua castellana. Por último, Ignacio Vázquez Diéguez profundiza y reflexiona sobre las fuentes lexicográficas utilizadas en la formación de los diccionarios, a través del análisis de los lemarios de la lengua española, portuguesa y francesa.

El segundo apartado, dedicado a las reseñas, cuenta con dos aportaciones en las que se sintetizan de manera crítica dos monografías publicadas en el año 2010. Por un lado, Las lenguas románicas de José Manuel Fradejas Rueda, reseñada por Delfina Vázquez Balonga y, por otro lado, La fijación ortográfica del español: norma y argumento historiográfico de María José Martínez Alcalde, reseñada por Manuel José Aguilar Ruiz.

La publicación de este número pone de manifiesto la continuidad y calidad de Res Diachronicae Virtual, cuya difusión científica crece cada vez más. Muestra de ello es la presencia de la revista en catálogos de índices de calidad como Latindex y DICE, además de la reciente inclusión en bases de datos internacionales como el MLA (Directory of Periodicals), la ZDB (Zeitschriftendatenbank) y la EZB (Elektronische Zeitschriftenbibliothek).

EL COMITÉ EDITORIAL Diciembre de 2011

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LA VEROSIMILITUD CONVERSACIONAL EN LOS DIÁLOGOS DE ALFONSO DE VALDÉS

SANTIAGO DEL REY QUESADA Universidad de Sevilla

RESUMEN El presente artículo aborda algunos aspectos que conciernen al estudio de lo que ha dado en llamarse oralidad en la escritura, un asunto que desde hace décadas ha atraído a numerosos lingüistas que lo han tratado desde una perspectiva preferentemente sincrónica, pero también diacrónica, por ardua que esta tarea pueda parecer. En primer lugar, me refiero al concepto de verosimilitud conversacional como característica esencial del diálogo literario. Seguidamente analizo diferentes estrategias discursivas que creo reveladoras de tal intención artística, entre ellas la utilización de verbos de lengua y de percepción, la deixis, la estructura informativa en los enunciados, etc. Tales estrategias están ejemplificadas en diferentes pasajes de los diálogos de Alfonso de Valdés, el Diálogo de las cosas acaecidas en Roma y el Diálogo de Mercurio y Carón, compuestos respectivamente en 1527 y 1528. PALABRAS CLAVE Oralidad en la escritura, diálogo literario, análisis del discurso.

ABSTRACT This article discusses some aspects concerning the study of a topic which many linguists call orality in writing, a complex issue that for decades has attracted many specialists who have studied it preferentially from a synchronic perspective, but also from a diachronic one. First, I refer to the concept of conversational verisimilitude as an essential feature of literary dialogue. Then, I analyze different discursive strategies that, in my opinion, contribute to give expression to that artistic intention, such as the use of verba dicendi and verbs of perception, deixis, informative structure in the statements, and so on. Such strategies are exemplified with different passages extracted from Alfonso de Valdés’ dialogues, the Diálogo de las cosas acaecidas en Roma and the Diálogo de Mercurio y Carón, composed in 1527 and 1528 respectively.

KEYWORDS Orality in writing, literary dialogue, discourse analysis.

1. LA ORALIDAD CONCEPCIONAL EN EL DIÁLOGO LITERARIO

La descripción histórica de las lenguas se realiza, como no podía ser de otra manera, sobre los textos que nos han llegado de épocas pasadas, a partir de cuyo estudio suelen establecerse las características lingüísticas que son reveladoras de estadios de lengua dados, generalmente arbitrarios en lo que respecta a la parcelación cronológica que establecen los estudiosos, pero útiles si los consideramos desde una perspectiva metodológica o pedagógica. Actualmente, la Lingüística de las Variedades alemana, unida a otras disciplinas como la Pragmática o el Análisis del Discurso1, ha hecho que

1 Una consecuencia teórico-metodológica del surgimiento de estas y otras disciplinas es la aparición en el ámbito de la descripción histórica de las lenguas del concepto de tradición discursiva, de gran rentabilidad (cf. López Serena 2005: 1043) para el análisis lingüístico de corte diacrónico. A la definición y descripción de las tradiciones discursivas se dedican, entre otros, Schlieben-Lange (1983), Koch (1997),

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La verosimilitud conversacional en los diálogos de Alfonso de Valdés

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el enfoque de estudio sobre los textos se pluralice y diversifique, hasta el punto de que una de las líneas de investigación más recurrentes en la actual filología hispánica es la de la búsqueda de rasgos típicos de la oralidad2 en la escritura, también en textos del pasado. Esta tarea no está, sin embargo, exenta de escollos que hacen a veces intransitable el camino que lleva a encontrar esos disiecta membra de la oralidad (Oesterreicher 1996: 323) que a veces afloran en los textos.

Si bien una plasmación directa de la oralidad en textos del pasado no deja de ser una ficción filológica, es posible, sin embargo, rastrear determinadas características lingüísticas propias de la inmediatez comunicativa que en ocasiones aparecen en diferentes tipos textuales. Oesterreicher (2004: 746) considera que existen «situaciones comunicativas ‘ideales’ que favorecen la producción de lo hablado escrito», como la competencia escrita de impronta oral, la escritura de personas bilingües en situaciones triglósicas, la transcripción de enunciados de la inmediatez, la adaptación de la expresión lingüística a las posibilidades de comprensión del lector/receptor, las exigencias de la norma discursiva (simplicidad e inteligibilidad), los juicios metalingüísticos de gramáticos y escritores y los descuidos en la expresión escrita. Aparte de estas siete situaciones ideales, el profesor alemán también describe otras dos que nos interesan aquí especialmente, pues están reflejadas de alguna manera en los diálogos que vamos a estudiar: el escribir en estilo llano y la mimesis de lo hablado.

Efectivamente, el diálogo literario, en tanto que género planificado discursivamente por, al menos, dos interlocutores que van conformando a través de sus intervenciones la estructura textual de la obra, debería, a priori, poner en acción a los personajes de manera que el intercambio lingüístico ficticio que se establece entre ellos produzca en el lector una impresión de verosimilitud conversacional. De ahí la importancia que el estilo llano en la escritura y la capacidad de reproducir literariamente el carácter oral de una manifestación lingüística tienen en la configuración artística del diálogo literario. Por supuesto no todos los diálogos literarios reflejan de la misma manera rasgos que pueden considerarse prototípicos de la oralidad concepcional, ni siquiera los que pertenecen a una misma etapa cultural o tendencia estilística. En el ámbito del diálogo renacentista, al que pertenecen las obras de Alfonso de Valdés que estudiaremos en este trabajo, es posible también distinguir distintos niveles o grados de plasmación de la oralidad en los diálogos3. A este respecto, Silvia Iglesias apunta algunas diferencias interesantes que pueden ayudar a construir una tipología:

[E]l mayor o menor grado de dialogicidad dependerá del interés y de la sabiduría del autor para a) diversificar lo más posible el tema escogido mediante la construcción de personajes diferentes y de sus interrelaciones y la introducción de materiales extraídos de otros géneros, b) ‘enmascarar’ o ‘justificar’ la jerarquización de los participantes; y c) ‘imitar’ ciertas características constitutivas de los demás niveles del discurso

Oesterreicher (1997), Stoll (1998), Kabatek (2001), Aschenberg (2003) y, desde una perspectiva panorámica, López Serena (2007b). 2 Utilizamos este término en el sentido de oralidad concepcional, opuesto a escrituralidad concepcional, de acuerdo con el edificio teórico propuesto por Koch y Oesterreicher (1990[2007]). Para profundizar en la controversia terminológica que envuelve el concepto de oralidad, cf. López Serena (2007a). 3 Así, Silvia Iglesias (1998: 386) dice que «la lengua de los diálogos no es la misma en todos ellos: unos más que otros recrean –estilísticamente, claro está– ciertas estructuras y patrones léxicos, sintácticos, pragmáticos y discursivos propios de la interacción conversacional». Bustos (2001a) diferencia cuatro tipos de diálogos, siendo el teatral (y concretamente el de los Pasos de Lope de Rueda en lo que al español clásico se refiere) el que más rasgos conversacionales puede textualizar. En este sentido, consideramos importante la aportación de Jesús Gómez (1988: 148) al indicar que «cuando en el diálogo se exagera la acción y la caracterización de los interlocutores, los límites entre el diálogo didáctico y el del teatro empiezan a no estar tan claros, en la teoría por lo menos».

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Santiago Del Rey Quesada

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conversacional: la contextualización del discurso, su organización lineal y jerárquica, la representación de las relaciones interpersonales y las formas de expresión lingüística (Iglesias 1998: 389).

Hecha esta clasificación, la autora (1998: 400) sitúa a los «diálogos

‘circunstanciales’» entre los que intentan reflejar más de cerca el complicado proceso de la interacción conversacional. Los diálogos de Valdés pueden adscribirse a este subgrupo, pero cabe hacer alguna matización antes de comenzar con el análisis pormenorizado de estas obras. El Diálogo de las cosas acaecidas en Roma (en adelante, DCAR) nos presenta dos personajes, Latancio y el Arcidiano del Viso, que desde el primer momento aparecen enfrentados dialécticamente en su visión de los hechos. Su distinta concepción de lo acaecido en Roma en el año 1527 (la invasión de la ciudad santa por las tropas de Carlos V) propicia la presencia de un discurso altamente argumentativo que se manifiesta a través de un sistema de turnos más fluido y, por lo tanto, más proclive a la aparición de elementos propios de la inmediatez. En cambio, el Diálogo de Mercurio y Carón (en adelante, DMyC) es representativo de un tipo de diálogo menos dinámico en tanto que contiene abundantes pasajes meramente narrativos. Los dos personajes principales, Mercurio y Carón, no se enfrentan nunca discursivamente, sino que el segundo se limita en muchas ocasiones a asumir de manera pasiva la información que le transmite el primero4. No obstante, a pesar del predominante carácter narrativo de la obra (en parte, como decimos, debido a la integración de formas de discurso más representativas de otro tipo de tradiciones discursivas, como las de la crónica o la biografía históricas), se da la paradoja de que el DMyC incluye pasajes en los que las estructuras conversacionales son cualitativa y cuantitativamente más numerosas que en el DCAR. Se trata de los episodios en los que las ánimas de algunos personajes-tipo que acaban de morir llegan al infierno y relatan su existencia a los protagonistas. El empleo de elementos prototípicos de la inmediatez se da sobre todo en la primera parte del diálogo, cuando Mercurio o Carón (generalmente este último, como representante de un tipo de lengua más espontánea o tosca y, por tanto, cómica, según quiere Rosa Navarro [DMyC: 145, n. 268]) reprenden a las ánimas por la vida relajada que llevaron sobre la tierra, para lo cual Alfonso de Valdés pone en boca de sus criaturas abundantes exclamaciones e increpaciones, siendo frecuente también la ironía y, en general, el intercambio de turnos más fluido. Por este motivo nos centraremos en los fenómenos discursivos que revelan rasgos de oralidad en la escritura de estos pasajes. 2. MECANISMOS LINGÜÍSTICOS AL SERVICIO DE LA VEROSIMILITUD CONVERSACIONAL EN

EL DMyC Y EL DCAR

Podemos empezar la caracterización de los fenómenos lingüísticos que emprendemos a continuación diciendo con J. Jesús Bustos (2001b: 204) que «más que el uso o no de coloquialismos o jergalismos léxicos y gramaticales (que también existen), lo conversacional depende de la peculiar organización del discurso dialógico»; así, Narbona (2005) duda del reflejo que de la oralidad hacen ciertas obras literarias 4 Con todo, para mantener la ficción interactiva que debe preservarse en el diálogo, a veces Carón interrumpe el relato de Mercurio para hacer algún tipo de comentario, interrupción que se concibe como parte estructural de la obra, y así lo expone Carón en una de las primeras veces que impide la prolongación de los largos parlamentos de Mercurio:

CARÓN.- No te pese, Mercurio, si alguna vez, por ser mejor informado, te quisiere algo preguntar [DMyC: 93].

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contemporáneas que se limitan a incluir determinadas palabras que evocan un registro coloquial de la lengua pero que no modifican ni un ápice la sintaxis más normativa. Lo más importante, pues, será fijarse en aquellos fenómenos morfosintácticos y discursivos que creemos que tienen una especial entidad comunicativa dentro de la dinámica interactiva de los participantes en el diálogo, de manera que podamos catalogar una serie de rasgos reveladores (teniendo en cuenta la dificultad que, como hemos apuntado previamente, esta tarea presenta) del lenguaje conversacional a principios del siglo XVI. 2.1. Verbos de lengua y percepción

La presencia en el discurso de verba dicendi y de percepción es una de las

características más notables del diálogo. Los primeros (decir, contar, referir, etc.) se refieren al contenido mismo de lo que se habla, permitiendo que los interlocutores vuelvan sobre su propio discurso y sobre el discurso del otro. Los segundos (sentir, conocer, ver, mirar, etc.) anclan el discurso en el contexto temporal, situacional y conceptual en el que se hallan los personajes, de tal modo que, como también los anteriores, dan verosimilitud a la acción misma del diálogo.

La inminente presencia de las ánimas en escena es señalada normalmente por un verbo de percepción física como ver, mirar, catar, etc. De esta forma, el verbo señala la transición desde un discurso más narrativo pronunciado por Mercurio (el de la relación de las intrigas del rey de Francia contra el Emperador) hacia uno más conversacional en el que Carón las más de las veces domina el diálogo:

(1) a. CARÓN.- Soy contento. Pero mira también tú aquella ánima con cuánta soberbia viene. Algún sátrapa debe ser [DMyC: 96]. b. CARÓN.- Soy contento. Pero veamos primero lo que quiere decir esta ánima que no va a pasar con las otras [DMyC: 103]. c. MERCURIO. Cata, cata, Carón, ¿tú no miras cuál viene aquella ánima? [DMyC: 136]. d. MERCURIO. ¿Tú no ves, Carón, con cuánta soberbia aquella ánima entra e tu barca? [DMyC: 161]. e. CARÓN.- Así me parece. Mas mira, Mercurio, cuál viene aquel espantajo de higuera [DMyC: 171].

En numerosas ocasiones, el verbo de percepción en imperativo (mira, cata) introduce

un reproche a lo anteriormente aducido por el interlocutor. Paralelamente, estos verbos en función apelativa, como señala Bustos (1996: 365), tienen «una significación fática» pero, a la vez, sirven «a la técnica del discurso para subrayar enfáticamente el tono sentencioso que adquiere la declaración que sigue»:

(2) a. CARÓN.- Desa manera no aprovechaba tu sermón, sino para que el malo perseverase con mayor obstinación en sus vicios. ÁNIMA.- Ni aun yo quería otra cosa. CARÓN.- ¿Por qué? ÁNIMA.- Mira, hermano, si yo les dijera las verdades, quizá se quisieran convertir y vivir como cristianos, y fuera menester que de pura vergüenza hiciera yo otro tanto, y desto me quería yo bien guardar [DMyC: 97]. b. ÁNIMA.- ¡Oh, desventurado de mí! ¿Que al infierno tengo de ir? CARÓN.- Desto ninguna dubda tengas. ÁNIMA.- Apena te puedo creer. CARÓN.- ¿Por qué?

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ÁNIMA.- Cata que yo era cristiano y recibí siendo niño el bautismo y después la confirmación. Confesábame y comulgábame tres o cuatro veces en el año. Guardaba todas las fiestas, ayunaba todos los días que manda la iglesia y aun otros muchos por mi devoción y las vigilias de nuestra señora a pan y agua. Oía cada día mi misa (...). MERCURIO.- Mira hermano, tú has contado muchas cosas buenas, mas a mi ver sabías dellas mal usar (...) [DMyC: 104-105]. c. CARÓN.- Por cierto, grandes servicios son ésos: robar los negociantes, engañar tu rey y señor, que se fiaba de ti, y, después desto, darle consejos con que perdiese su honra y fama para siempre. ÁNIMA.- Mira, hermano, todo mi intento era dejar muy gran estado, y para hacerlo no tenía mejores medios que éstos [DMyC: 165].

Otros verbos de percepción, tanto física como intelectual, sirven para poner en

entredicho la legitimidad moral de las ánimas mientras vivían, como parecer, pensar o ver:

(3) a. MERCURIO. Ea, dime: ¿cómo viviste en el mundo para que pienses subirte al cielo? ÁNIMA.- Fui de los cristianos que se llaman perfectos. MERCURIO.- ¿Parécete que va poca diferencia de llamarse perfecto a serlo? [DMyC: 171]. b. CARÓN. ¿Hacías algo por amor de Dios? ÁNIMA.- ¡Mira si hacía! CARÓN.- ¿Qué? ÁNIMA.- Guerra contra los turcos. CARÓN.- ¿De qué manera? ÁNIMA.- Haciéndoles todo el mal que podía. CARÓN.- Y ¿cómo pensabas tú hacer servicio a Dios en eso? ¿Tú no veías que cuanto más mal hacías a los turcos más odio cobraban ellos contra Jesucristo y más obstinados estaban en su opinión? [DMyC: 155]

Los enunciados que se desean destacar argumentativamente en el diálogo también

son resaltados por la presencia de verba dicendi, particularmente mediante las fórmulas dígote de verdad o por decirte la verdad (cf. DMyC: 151, 157, 171, etc.):

(4) CARÓN.- ¿Dícesme de verdad, Mercurio, que el Emperador mesmo dio esa respuesta? MERCURIO.- Él mesmo, y aun mucho mejor que yo lo digo. CARÓN.- Dígote de verdad que no oí mejor cosa en mi vida5 [DMyC: 196].

La forma veamos, con la que el emisor implica en el discurso al receptor6, se repite

muy frecuentemente en los pasajes que comentamos (cf. DMyC: 119, 128, 150, 152, etc.). En el DCAR puede considerarse incluso el mecanismo preferido para iniciar una serie de razonamientos que pretenden llevar al interlocutor hacia una conclusión determinada, es decir, veamos empieza el juego de premisas que desembocan en la conclusión deseada:

(5) a. LATANCIO. Veamos, ¿para qué dan los cristianos al Papa las rentas que tiene? ARCIDIANO.- Para que las gaste y despenda en aquello que más bien y más provechoso sea a la República. LATANCIO.- ¿Pues qué cosa pudiera ser más provechosa que hacer volver aquel ejército? [DCAR: 127]

5 Nótese en este fragmento cómo los verbos dícesme, digo, dígote y oí están haciendo referencia al proceso de enunciación propio de la conversación. 6 Cf. Leal (2008: 88).

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b. LATANCIO. La obediencia puesta en malos fundamentos no puede durar. Mas, decíme: los Apóstoles ¿no eran hombres? ARCIDIANO.- Sí, pero a ellos manteníalos el Espíritu Santo. LATANCIO.- Y veamos, ¿el Espíritu Sancto de agora no es el que era estonces? ARCIDIANO.- Sí. LATANCIO.- Pues si ellos quisiesen pedirlo, ¿negárseles hía? ARCIDIANO.- No. LATANCIO.- Pues ¿por qué no lo piden? ARCIDIANO.- Porque no lo han en gana. LATANCIO.- Pues desa manera suya es la culpa… [DCAR: 169-170].

En resumen, los verbos de dicción y de percepción son elementos esenciales a

cualquier texto de carácter conversacional, en tanto que hacen referencia a la relación que existe entre el yo, el tú y el propio discurso. Reflexionar sobre lo que se dice es una característica propia de los textos orales, y, aunque en menor medida, un texto literario puede recrear ese rasgo. Los personajes del teatro o de un diálogo se hacen a sí mismos a través de las palabras del otro, y la caracterización lingüística de estos puede hacerse como tal objeto de debate metalingüístico en el universo literario que configura el autor:

(6) ÁNIMA.- ¡Ah, barquero! ¡Pásanos! CARÓN.- ¿Estás solo y dices «pásanos», como si fuésedes muchos? ÁNIMA.- ¿Tú no ves que soy obispo? CARÓN.- ¿Y pues? ÁNIMA.- Los obispos, por guardar nuestra gravedad, hablamos en número plural [DMyC: 125].

2.2. Deixis

La deixis es un elemento fundamental común a la conversación real y a la ficticia o

literaria7. Los elementos deícticos anafóricos y catafóricos, en tanto que se refieren a partes del discurso ya mencionadas o por mencionar, son sumamente importantes en los textos de la inmediatez comunicativa, en los que la información debe ser dosificada si no queremos que el interlocutor se pierda en un laberinto de ideas sin suficiente cohesión.

No se nos escapa que la presencia de verba dicendi que hemos considerado más arriba supone una forma más de deixis, ya que, como hemos tenido ocasión de comprobar, hacen referencia (esto es, indican) al contexto discursivo que van construyendo los interlocutores. Sin embargo, queremos referirnos ahora a aquellos elementos gramaticales (pronombres, determinantes, nombres en función vocativa) que permiten al lector imaginar el entorno físico (aunque ficticio) en el que se desenvuelve la acción. En efecto, un diálogo que quiera preciarse de verosímil debe incorporar signos deícticos que continuamente usamos en la conversación real para situarnos a nosotros mismos y a nuestro discurso dentro de un contexto bien definido. Encontrar estos elementos en un diálogo como los que aquí analizamos no es tarea fácil, pues la descripción del entorno físico no es en absoluto relevante. No obstante, es posible reconstruir a partir de las intervenciones de los interlocutores el «marco dialogal» (Vian 1988: 179), siempre de manera impresionista, en el que se desarrolla la conversación. Nos referimos a las alusiones a gestos, aspecto de los personajes, referencias al tiempo, entrada de otros personajes en escena, etc.:

7 Bustos (2001b: 195) entiende que la oralidad se regula por dos condiciones de producción básicas: los signos deícticos y el contexto pragmático.

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(7) a. MERCURIO.- Luego, ¿duermes tú agora? CARÓN.- Ya tú lo ves. MERCURIO.- Véote los ojos cerrados, mas la boca abierta, hablando [DMyC: 77]. b. CARÓN.- Guiará entre tanto mi lugarteniente la barca, y nosotros, sentados en este prado, podremos hablar y a las veces reírnos con algunas ánimas que vendrán a pasar [DMyC: 82] c. MERCURIO. Apártate esos cabellos que van volando hacia arriba y baja esa barba que paresce chapeo vedejudo lleno d’escarcha, y finge gravedad, como si tú fueses el mismo Rey a quien la carta se endereza; yo que la leo, el Emperador (...). Agora, sus, abájate los cabellos con las manos y échatelos detrás de las orejas y está atento8 [DMyC: 138]. d. CARÓN.- Sea como tú quisieres, que por oír esas buenas nuevas, no hay cosa que no sufra de buena gana. Vesme aquí a mí sentado, siéntate tú si quisieres [DMyC: 210].

Hemos dicho más arriba que la entrada de las ánimas en escena se suele marcar con

la llamada de atención de uno de los interlocutores al otro mediante la utilización de un verbo de percepción física en imperativo (cata, mira). Los elementos deícticos también son frecuentes en estos momentos de introducción de nuevas figuras dialogales, sobre todo el empleo de determinantes (menos frecuentemente pronombres) demostrativos, pero también adverbios de lugar y tiempo:

(8) a. CARÓN.- Soy contento. Pero mira también tú aquella ánima con cuánta soberbia viene [DMyC: 96]. b. CARÓN.- Soy contento, pero veamos primero lo que quiere decir esta ánima que no va a pasar con las otras [DMyC: 103]. c. MERCURIO.- Mira, mira, Carón, con cuánta arrogancia viene aquella ánima [DMyC: 118]. d. MERCURIO.- Que me place, mas, despacha tú esa ánima que nos está aquí escuchando [DMyC: 125]. e. CARÓN.- Espérate, Mercurio, veamos quién es éste [DMyC: 179]. f. CARÓN.- Mira también tú cómo se va aquella ánima por la cuesta arriba. Vamos tras ella [DMyC: 183].

2.2.1. Vocativos

El empleo del vocativo por parte de los participantes en el diálogo es un

procedimiento a la vez apelativo (llama la atención del interpelado) y deíctico (lo señala directamente como receptor del discurso que se va a proferir)9. Antonio Narbona (1992: 258) dice que el vocativo es el elemento más usual con el que se puede «avivar el canal y circuito de la comunicación». Por su parte, Silvia Iglesias (1998: 405, n. 46) sospecha que «el vocativo aparece ligado a la realización de actos de habla ‘amenazantes’ o conflictivos (donde funcionaría como una especie de ‘amortiguador’)», pero también habla de otro tipo de vocativos que son «típicos de la prosa oratoria».

El nombre propio en función vocativa es esencial en el texto teatral, ya que el espectador no identifica a los personajes sino por cómo se nombran entre sí. En el diálogo literario, concebido para ser leído, cada intervención va precedida del nombre

8 Este fragmento se encuentra solo en el manuscrito (cf. DMyC: 57-64). En alguna ocasión, los pasajes omitidos en el impreso responden a situaciones de comunicación más distendidas y proclives al humor, donde podemos encontrar «chistes y pullas» y «rupturas, saltos de tema y digresiones», de los que habla Ana Vian (1988: 184-185). 9 Así también lo entiende Leal (2008: 76).

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La verosimilitud conversacional en los diálogos de Alfonso de Valdés

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del personaje que habla. Cuando solo intervienen dos dialogantes, el uso del vocativo parece tener un mero valor fático e incluso, a veces, da la impresión de que es un mero añadido en el discurso por convenciones de género textual. No obstante, podemos pensar que el vocativo es uno de los mecanismos más eficientes para dar verosimilitud a esa oralidad fingida que intentamos describir aquí, en tanto que es capaz de evocar una situación ficticia de comunicación en la que dos personajes se están interpelando mutuamente creando un espacio conversacional propio del que el lector parece ser un espectador al margen. Claro que el vocativo puede cumplir, incluso cuando no hace falta su aparición porque en el diálogo solo intervienen dos interlocutores, diferentes funciones discursivas, como la de indicar sorpresa:

(9) a. CARÓN.- ¿Qué me dices, Mercurio? MERCURIO.- Esto que oyes, Carón [DMyC: 78]. b. CARÓN.- ¿Qué me dices, Mercurio? ¿Has oído lo que ha pasado? [DMyC: 120]. c. CARÓN.- ¿Vístelo tú eso, Mercurio? MERCURIO.- Mira si lo vi, y noté cuánto se hacía [DMyC: 193].

Asimismo, son frecuentes los casos en que mediante el vocativo se hace explícito un reproche al interlocutor, generalmente acompañado de una forma en imperativo. Creemos que el vocativo en este contexto denota cierto grado de agresividad que suele contrarrestarse con alguna estrategia de cortesía que mitigue la expresión de la opinión contraria a la del otro dialogante. En el DCAR, el uso del vocativo es menos frecuente (solo intervienen dos personajes, excepto al final), pero, cuando aparece, por lo general tiene este valor de disconformidad con la tesis esgrimida por el oponente:

(10) a. ARCIDIANO. Y aun si en otra parte estuviésemos donde fuese lícito hablar, yo diría perrerías desta boca. LATANCIO.- ¿Contra quién? ARCIDIANO.- Contra quien ha hecho más mal en la Iglesia de Dios que ni turcos ni paganos osaran hacer. LATANCIO.- Mirad, señor Arcediano, bien puede ser que estéis engañado echando la culpa a quien no la tiene [DCAR: 88]. b. ARCIDIANO.- Pues veamos, señor Latancio, ¿paréceos cosa de fruir quel Emperador haya hecho en Roma lo que nunca infieles hicieron, y que por su pasión particular y por vengarse de un no sé qué, haya así querido destruir la Sede apostólica con la mayor inominia, con el mayor desacato y con la mayor crueldad que jamás fue oída ni vista? [DCAR: 89]

También en el DMyC es normal esta función, sobre todo cuando las ánimas que llegan a dialogar con los protagonistas intentan justificar la legitimidad moral de su existencia, mientras Mercurio y Carón les hacen ver cómo vivían muy engañados, de donde surge el tono de reproche que emplean, sirviéndose a veces de fórmulas despectivas para referirse a ellas, e inversamente también las ánimas intentan defenderse de los ataques de los personajes principales:

(11) a. ÁNIMA.- Nunca vi barquero tan grosero. ¿Tú no miras con quién hablas? CARÓN.- Di, pues, quién eres. ÁNIMA.- El Duque. CARÓN.- Pues mira, hermano: duques, reyes, papas, cardenales y ganapanes, todos son iguales en mi barca [DMyC: 119]. b. CARÓN.- Desa manera no aprovechaba tu sermón sino para que el malo perseverase con mayor obstinación en sus vicios.

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ÁNIMA.- Ni aun yo quería otra cosa. CARÓN.- ¿Por qué? ÁNIMA.- Mira, hermano, si yo les dijera las verdades, quizá se quisieran convertir y vivir como cristianos, y fuera menester que de pura vergüenza hiziera yo otro tanto, y de esto me quería yo bien guardar [DMyC: 97]. c. MERCURIO. Dime, ánima pecadora, ¿y tú dabas tu voto para que se hiciese y moviese una guerra tan injusta como ésta? [DMyC: 147] d. CARÓN.- Pues, malaventurada de ti, ¿pensabas que tu vida y que tu tiranía habían de durar para siempre, pues conoscías cuánto es frágil y breve la vida humana, y que de tus obras malas y buenas había de quedar perpetua memoria? [DMyC: 154] e. CARÓN.- ¿Cómo? ¿Buen cortesano llamáis vosotros a un monstruo como tú te me has aquí representado? ÁNIMA.- Hermano, menester es vivir como en la tierra donde hombre se halla, y pues se requiere esto para vivir en las Cortes de los príncipes, no te maravilles que yo me conformase con la costumbre [DMyC: 166].

La presencia de un número más abundante de vocativos en el DMyC, aparte del factor

determinante de la mayor extensión global del texto, se debe, como se puede fácilmente comprender, a la incorporación sucesiva de nuevas voces en el diálogo, lo que sirve para dinamizar una obra que de otra manera habría resultado monótonamente narrativa (sobre todo si consideramos que estamos hablando de «género dialógico»). No obstante, no debemos olvidar que las ánimas no son más que la representación de tipos bien definidos en la ya secular tradición de la literatura castellana, y por eso es habitual que los personajes protagonistas (por lo demás, planos) se refieran a ellas indistintamente, mediante el vocativo genérico ánima:

(12) CARÓN.- Así me parece. Mas, mira, Mercurio, cuál viene aquel espantajo de higuera tan largo como una blanca de hilo. MERCURIO.- Sin duda, debe ser algún hipócrita, déjame con él. ¿Adónde vas, ánima? [DMyC: 177]

La incorporación de las ánimas al coloquio no modifica significativamente, sin embargo, la dinámica conversacional en lo que a participantes en el diálogo se refiere. En efecto, lo más habitual es que solo uno, Mercurio o Carón, entable la conversación con las ánimas, de manera que los turnos se distribuyen equitativamente. De los trece fragmentos contabilizados en los que se encuentran las ánimas de la primera parte10, solo en cuatro aparecen tres interlocutores, y simplemente por el hecho de que con frecuencia Mercurio asume el papel dialógico de Carón, sin que se produzcan cambios sustanciales en la estructura de la conversación, que se sustenta en la intervención alternativa de uno de los personajes principales y el ánima de la que se trate según el pasaje en el que nos encontremos. De hecho, en la gran mayoría de los episodios en que participan estos personajes-tipo, uno de los dos protagonistas parece estar absolutamente ausente de la conversación, y solo sabemos que ha estado pendiente porque, cuando se va el ánima, el personaje que ha estado hablando con ella le pide opinión al otro interlocutor, o simplemente este opina de manera espontánea:

(13) a. ÁNIMA.- Hazlo, por mi amor, si por dicha viniere. CARÓN. ¿Qué te parece, Mercurio? ¿Qué tal debe andar el ganado con tales pastores?

10 En la segunda parte serán seis las ánimas que entren escena, pero en este caso se trata de muertos que van al cielo (no al infierno, como estas a las que nos estamos refiriendo preferentemente en este trabajo), cuyos parlamentos dan lugar a pocos procedimientos propios del coloquio, y más bien las largas parrafadas que el autor pone en su boca son deudoras de la tradición textual de la biografía.

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MERCURIO.- ¡Pues es verdad que hay pocos de estos tales! [DMyC: 129] b. CARÓN.- Hízolo aquel gentil ¿y no lo hacen los cristianos? Mas, pues quesiste ser malo, aquí pagarás la pena de tu maldad. MERCURIO.- ¿No te parece, Carón, que se conforma esto con lo que yo te he dicho? CARÓN.- Así me parece. Y teniendo los príncipes cabe sí tal gente, no me maravillo sino del mal que no hacen [DMyC: 167].

En el único fragmento en que parece darse una efectiva, aunque mínima,

conversación entre tres dialogantes vemos que sí se hace necesario el uso de vocativos con los que los interlocutores designan, esto es, identifican, al destinatario de lo que profieren11:

(14) ÁNIMA.- ¿Vosotros no vedes que soy cardenal? CARÓN.- Ése tengas en el ojo. ÁNIMA.- Mas aína lo ternás tú si me haces tomar este remo. CARÓN.- ¿De cardenal te quieres tornar galeote? MERCURIO.- No lo consientas, Carón. CARÓN.- ¿Por qué, Mercurio? MERCURIO.- Porque si guía tu barca como guió la Iglesia de Jesucristo, yo te la doy por perdida. ÁNIMA.- Dejémonos de esas gracias, Mercurio, que ya se pasó vuestro tiempo, pues que no sois ya alcahuete de Júpiter [DMyC: 136-137].

2.2.2. Expresiones fáticas o apelativas

Como elementos de deixis no queremos dejar de señalar, aunque solo sea de pasada,

el uso constante de pronombres tónicos y átonos, la presencia también habitual del modo imperativo y del tiempo presente en los verbos, lo que puede comprobarse a partir de los ejemplos citados hasta ahora. A continuación queremos hacer alusión a la presencia de determinadas «expresiones fáticas o apelativas» en la terminología de Leal (2008: 87), que son deícticas en tanto que increpan al interlocutor enfatizando generalmente una petición:

(15) a. MERCURIO. Si no, dime, por tu fe, ¿tenías siempre tiempo de oír los negociantes? [DMyC: 105] b. CARÓN.- Calla ya, que no le faltará otro obispo. ÁNIMA.- Hazlo, por mi amor, si por dicha viniere [DMyC: 129].

Estas expresiones, más que a un reflejo fiel de la oralidad de la época, parecen

responder a convenciones más o menos fijadas en la tradición literaria, y por ello no son exclusivas de ninguna época en particular. No obstante, merece la pena fijarse en ellas porque son representativas de un tipo de discurso que, salvando las distancias con respecto a los experimentos hechos en las últimas décadas, podría considerarse conversacional. Igualmente reveladores son determinados marcadores discursivos que orientan el discurso referido por el emisor, enfatizándolo y sometiéndolo a su propia consideración:

(16) a. ÁNIMA.- ¿Cómo que no viniera al infierno? ¿Parécete que venir aquí es venir al infierno?

11 Nótese cómo el ánima se dirige a los dos personajes mediante el pronombre vosotros, algo que no ocurre en los demás casos.

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CARÓN.- A la fe, hermano, si te piensas otra cosa, estás muy engañado. ÁNIMA.- ¡Oh, desventurado de mí! ¿Que al infierno tengo de ir? [DMyC: 104]. b. ÁNIMA. Y con este mi buen consejo, él quedó libre, y el Emperador engañado. CARÓN.- Aosadas, de tal consejero tal consejo. ÁNIMA.- Y aun te prometo que el Rey no me lo tuvo en poco [DMyC: 165].

2.3. Estructura informativa y foco

Los textos orales no se someten a un rígido esquema del orden de palabras. Se suele

afirmar que el español es una lengua que permite una relativa flexibilidad a la hora de enlazar sintagmáticamente los componentes oracionales, aunque la estructura prototípica sea la de sujeto-verbo-predicado. Son muchos los factores que pueden influir en la dislocación de esta estructura básica: por ejemplo, en un texto literario en verso, la rima o los condicionamientos métricos son determinantes a la hora de construirlo sintácticamente. Por supuesto existen también motivos de estilo, patentes asimismo en los textos literarios y que difieren según el autor y la moda de época: en el siglo XV, por ejemplo, como constata Lapesa (2005[1981]: 257), el calco de la sintaxis latina prodiga el gusto por el hipérbaton y por el verbo al final de la frase, lo que provoca un cambio llamativo en el esquema sujeto-verbo-predicado.

Precisamente estos factores de los que acabamos de hablar son representativos de un tipo de lengua más formal, cercana a la distancia comunicativa. Existen, sin embargo, otros fenómenos discursivos que tienen que ver con la estructura informativa del texto y que sí afectan a la conversación cotidiana. Será posible, pues, encontrar en el diálogo ciertos elementos que reflejen una especial distribución de los componentes del discurso y den relieve a unos más que a otros para destacarlos informativamente. A este respecto, hemos podido comprobar en nuestro corpus que es muy usual lo que Narbona (2005: 96) llama «anticipación focalizadora o pretemática» de algunos segmentos oracionales:

(17) a. MERCURIO. Dime, cuando estabas enfermo, ¿pesábate mucho de morirte? [DMyC: 108]. b. ÁNIMA.- Y los trentanarios, oficios, misas y limosnas que se han de decir y hacer por mí, ¿tampoco me han de aprovechar? [DMyC: 111]. c. MERCURIO.- ¿Y el obispado? ÁNIMA.- Bien caro me costó, de servicios y aun de dineros; y habiéndome costado tan caro, ¿querías tú que diese sus emolumentos de balde? ¡Sí, por cierto, a eso me andaba yo! [DMyC: 128] d. CARÓN.- Y al Rey, ¿heciste algún señalado servicio? [DMyC: 164] e. MERCURIO.- Sanct Pablo ¿no era sacerdote? ÁNIMA.- Sí. MERCURIO.- Pues él mesmo ¿no dice que trabajaba de noche con sus manos para ganar de comer, por no ser molesto al prójimo? [DMyC: 174]

Como se podrá comprobar a la luz de estos ejemplos, en todos los casos se trata de

enunciados interrogativos a los que antecede un segmento que no ocupa su lugar “natural” en la estructura oracional, un segmento que debemos imaginar como proferido con un tono prosódico peculiar normalmente12 anunciado por diversos elementos: en el primer ejemplo, el imperativo dime posee una fuerza ilocutiva evidente, en tanto que convoca sin ninguna estrategia mitigadora la participación del receptor; en los tres casos siguientes, el segmento destacado va precedido de un mecanismo de conexión 12 De los ejemplos anteriormente citados, solo no aparece elemento introductor del segmento oracional destacado en la secuencia Sanct Pablo ¿no era sacerdote?, quizá por variar en la estrategia discursiva de concatenación de premisas.

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supraoracional (y) que, además de cohesionar la conversación, sirve para llamar la atención sobre el elemento que se desea focalizar; por fin, en el último caso aparece un pues consecutivo que conecta con lo anterior (asumiéndolo como premisa aceptada por el interlocutor) y a la vez introduce un argumento más que pretende conseguir de nuevo la adhesión del oponente dialéctico a la tesis defendida. De esto se puede fácilmente deducir que el relieve de estos segmentos en la dinámica conversacional se debe muy especialmente a la adopción por parte del emisor de estrategias argumentativas.

En alguna ocasión, el relieve otorgado a determinada parte de la oración provoca una verdadera prolepsis (18a), y, otras veces (18b), la anticipación discursiva subraya el carácter exclamativo y pretendidamente espontáneo del enunciado:

(18) a. CARÓN.- Soy contento. Pero mira también tú aquella ánima con cuánta soberbia viene. Algún sátrapa debe ser [DMyC: 96]. b.CARÓN. Veamos, ¿muévele a hacer eso el amor que tiene al rey de Francia o alguna enemistad que tenga al Emperador? ÁNIMA.- ¡Al rey de Francia maldito el amor que tiene! ¡Ni aun a hombre del mundo más de cuanto piensa aprovecharse a sí mismo! [DMyC: 145]

2.4. La interrogación

El uso de la interrogación es inherente al ejercicio de la conversación. Por ello, un diálogo debe reflejar mediante el empleo de preguntas el juego ilocutivo de ruegos, peticiones, mandatos indirectos que se produce normalmente en la interacción verbal. En los episodios del DMyC en que intervienen las ánimas, en los que nos centramos en este trabajo, los personajes principales desean informarse del modo en que vivieron los que llegan a su presencia, y por ello los interrogan por medio de preguntas13:

(19) a. MERCURIO.- ¿Quién te decía eso? ÁNIMA.- Mis confesores. CARÓN.- ¿Dábasles algo? ÁNIMA.- No de mi hacienda, pero hacíales haber buenas dignidades y aun obispados [DMyC: 107]. b. CARÓN.- ¿En qué te ejercitabas? ÁNIMA.- En jugar, cazar, burlar y andar entre mujeres [DMyC: 151]. c. CARÓN.- Y a esos pocos, ¿teníasles buena amistad? ÁNIMA.- Cuando me cumplía. CARÓN.- ¿Guardabas la fe que les dabas? ÁNIMA.- Mientra que me estaba bien guardarla, la guardaba, y cuando no, nunca faltaba algún achaque con que romperla [DMyC: 154]. d. ÁNIMA.- No sabes lo que te dices. Sé que eso no es ser teólogo. CARÓN.- ¿Pues qué? ÁNIMA.- Saber disputar pro y contra y determinar quistiones de teología. CARÓN.- ¿Y en eso eras grande hombre? ÁNIMA.- ¡Mira si era! Daba a entender todo que yo quería con falsos o verdaderos argumentos. CARÓN.- ¿De qué manera? ÁNIMA.- Yo te porné un ejemplo tan grosero como tú [DMyC: 179].

13 Mª Victoria Escandell (1999: 3973-3975) estudia la pregunta dentro del apartado de las interrogativas neutras, y dice de ella que «es una petición de información realizada por medio de una oración interrogativa directa».

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Muy frecuentes en los pasajes que analizamos son los enunciados interrogativos marcados, es decir, los que contienen alguna marca de orientación interpretativa que indica sorpresa, desacuerdo, incredulidad, etc., ante la intervención inmediatamente anterior del interlocutor o que condiciona de alguna manera la respuesta del mismo. Tales «indicadores de orientación interpretativa», en la terminología de Escandell (1999: 3978), suponen un eficaz mecanismo argumentativo al servicio del emisor. Las preguntas iniciadas con que o cómo que reproducen en tono de sorpresa parte de la intervención anterior del interlocutor, o incluso expresan la disconformidad de este frente a lo que se puede fácilmente deducir de las palabras que acaba de escuchar:

(20) a. CARÓN.- Mal podías gobernar a los otros si no te supiste gobernar a ti. ÁNIMA.- ¿Cómo no14? CARÓN.- Porque si bien te gobernaras, no vinieras al infierno. ÁNIMA.- ¿Cómo que no viniera al infierno? ¿Parécete que venir aquí es venir al infierno? CARÓN.- A la fe, hermano, si te piensas otra cosa, estás muy engañado. ÁNIMA.- ¡Oh, desventurado de mí! ¿Que al infierno tengo de ir? [DMyC: 104] b. CARÓN.- ¿De cardenal te quieres tornar galeote? MERCURIO.- No lo consientas, Carón. CARÓN.- ¿Por qué, Mercurio? MERCURIO.- Porque si guía tu barca como guió la Iglesia de Jesucristo, yo te la doy por perdida. ÁNIMA.- Dejémonos de esas gracias, Mercurio, que ya se pasó vuestro tiempo, pues que no sois ya alcahuete de Júpiter. ¿Cómo? ¿Que por tan ruin me tenías que hobiese de tomar tan ruin oficio? [DMyC: 137] c. CARÓN. No vi mayor necedad en mi vida que dar un cartel, en que desafiaban por cosas no ocho días antes pasadas, fecho dos meses y medio antes. ¿Cómo, que tan necios eran los embajadores y su rey d’armas que no sabían mudar aquella fecha? [DMyC: 199].

También encontramos la combinación de la unidad interrogativa cómo seguida de y.

Al igual que en los dos últimos ejemplos, cómo señala la sorpresa ante algo que se ha deducido de la conducta del interlocutor, mientras que y es una partícula introductora con un efectivo valor argumentativo: si bien, como acaso, parece invertir la orientación de la interrogativa total (si esta es afirmativa, esperamos que el receptor conteste negativamente15, en tanto que la pregunta perjudica su imagen positiva), en realidad lo que introduce mediante la estrategia cortés de la interrogación es una crítica, en virtud de la cual el emisor manifiesta su desacuerdo (en realidad se trata de una variante de las formas con que que acabamos de describir) con la actitud de la persona de la que se está hablando o con la propia actitud del interlocutor; de hecho, este también revela su disconformidad con el reproche:

(21) a. ÁNIMA. De manera que, muriendo con aquella congoja, cuando pensé subir al cielo, me hicieron bajar acá al infierno. CARÓN.- Con razón. ¿Cómo, y tan necio eras tú que sin querer hacer nada de lo que te mandó Jesucristo te quisieses aprovechar de los méritos de su sangre y pasión? ÁNIMA.- ¡Como si fuese yo solo! A buena fe, si vas al mundo, en todas partes lo halles lleno de semejantes necios [DMyC: 120].

14 Cómo y cómo no, a su vez, son partículas interrogativas frecuentes en estos episodios cuando el interlocutor quiere manifestar su sorpresa ante lo dicho en el turno precedente. 15 Cf. Escandell (1999: 3971-3972).

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b. ÁNIMA. (...) y como tú sabes, siempre los malos suelen tener odio a los buenos. Y aun otra cosa hay: que nunca pudo acabar con el Emperador que lo hiciese papa por fuerza. MERCURIO.- ¿Cómo? ¿Y osaba ese cardenal procurar una cosa tan infame y abominable como ésa? [DMyC: 146] c. MERCURIO.- Antes te quiero luego dejar. CARÓN.- Eso no harás tú si yo puedo. ¿Cómo? ¿Y así piensas dejarme, la miel en los rostros? MERCURIO.- Pues ¿qué quieres? [DMyC: 210]

Tal como las hemos descrito, estas últimas interrogativas tienen mucho en común

con las retóricas. Según Mª Victoria Escandell (1999: 3985), por medio de este tipo de preguntas «el emisor comunica que no es totalmente neutral con respecto al contenido proposicional de su enunciado, sino que favorece explícitamente una determinada opción: la que presenta el signo contrario al que aparece en su enunciado». Quizá en las interrogativas retóricas parciales la intención comunicativa sea diferente (tal vez la sugerencia, la puesta en común de una duda que probablemente no puede resolverse), pero en las totales la «inversión de polaridad» (Igualada Belchí 1994: 33) es evidente: cuando son afirmativas, el receptor prepara o interioriza sin verbalizar una respuesta negativa, y viceversa. Tal como las concibe Escandell, las preguntas retóricas permiten una respuesta o, al menos, una confirmación por parte del receptor (Escandell 1999: 3985). Esta concepción difiere de la retórica tradicional, que define la pregunta retórica como aquella que no pide respuesta. Se podrían, por qué no, entender diversos grados: las que no precisan respuesta se insertan quizás en un tipo de texto más formal, cercano a la distancia comunicativa, o al menos así las encontramos en nuestro corpus, en pasajes con una muy consciente voluntad de estilo, generalmente integradas en los monólogos de algún personaje:

(22) a. ÁNIMA. ¡Oh padre! ¿por qué me engendraste? Y tú, madre, ¿para qué me pariste, por qué me criaste, por qué me diste a mamar leche de tus tetas? ¿No valiera más que tú, padre, nunca me engendraras y que tú, madre, nunca me parieras ni criaras? ¿No valiera más que el mesmo día que nascí me ahogárades y feneciera, que no que me criárades para que viva malaventurada todos los amargos días de mi vida? [DMyC: 144]. b. ÁNIMA. Entonces comencé a reñir conmigo, diciendo: «¿Cómo, y esto es ser príncipe? ¿Esto es ser rey? ¿Desta manera se apacienta el ganado?, ¿de esta manera se gobiernan los reinos?» [DMyC: 214]. c. ARCIDIANO. ¿Ésta era la defensa que esperaba la Sede apostólica de su defensor? ¿Ésta era la honra que esperaba España de su Rey tan poderoso? ¿Ésta era la gloria, éste era el bien, éste era el acrecentamiento que esperaba toda la cristiandad? ¿Para esto adquirieron sus abuelos el título de Católicos? ¿Para esto juntaron tantos reinos y señoríos debajo de un señor? ¿Para esto fue elegido por Emperador? ¿Para esto los Romanos Pontífices le ayudaron a echar los franceses de Italia? ¿Para que en un día deshiciese él todo lo que sus predecesores con tanto trabajo y en tanta multitud de años fundaron? [DCAR: 90]

Por otro lado, son muy numerosas en nuestros textos las interrogativas

‘confirmativas’ (las que «utilizan típicamente una formulación negativa con negación externa»), de las que Escandell (1999: 3985-3986) trata dentro del apartado de las retóricas, y que, a diferencia de las anteriores, casi siempre conducen a una intervención del personaje al que se dirige el emisor con el empleo de la segunda persona del verbo (y también mediante otros procedimientos deícticos, como el pronombre o el vocativo). En el caso de la utilización de este tipo de preguntas por parte de las ánimas, los verbos empleados son generalmente de percepción física, conjugados en tiempo presente, y

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parecen indicar la importancia que aun en la muerte sigue teniendo la apariencia para estos seres:

(23) a. ÁNIMA.- Nunca vi barquero tan grosero. ¿Tú no miras con quién hablas? CARÓN.- Di, pues, quién eres [DMyC: 119]. b. CARÓN.- ¿Estás solo y dices «pásanos», como si fuésedes muchos? ÁNIMA.- ¿Tú no ves que soy obispo? CARÓN.- ¿Y pues? ÁNIMA.- Los obispos, por guardar nuestra gravedad, hablamos en número plural [DMyC: 125]. c. ÁNIMA.- ¿Vosotros no vedes que soy cardenal? CARÓN.- Ése tengas en el ojo [DMyC: 136].

En cambio, cuando las interrogativas confirmativas aparecen en boca de Mercurio o

Carón, el carácter reprobatorio y moralizante de sus intervenciones se hace evidente: su función es la de desautorizar la legitimidad del modo de vida que llevaron las ánimas que llegan al infierno, de ahí que los verbos empleados se conjuguen en alguno de los tiempos del pasado:

(24) a. MERCURIO.- Si tú te acordaras que aquel cuerpo no era sino una cárcel en que estabas preso y que no eras morador sino caminante en aquel mundo, no solamente no te pesara, mas holgaras de salir dél. ¿No has leído de David que se quejaba porque vivía tanto, diciendo: Heu mihi, quia incolatus meus prolongatus est? [DMyC: 108] b. CARÓN.- Pues si esas buenas obras hacías por el mundo, ya tienes el galardón del mundo. ¿No fuera mejor hacerlas por Dios? ÁNIMA.- Mejor, mas no pensé yo haberlas menester, teniendo yo por cierto que no se me había de escapar el cielo, pues tenía mis bulas y decía mi oración cada día [DMyC: 119-120]. c. MERCURIO.- Y ésa ¿no era sim[o]nía? ÁNIMA.- Ya no se usa otra cosa; entre ciento no verás dar un beneficio, sino por servicios o por favor. ÁNIMA.- Yo nunca entendía en nada deso; allá lo tenía encomendado a los de mi Consejo. CARÓN.- ¿Y tú, nunca te juntabas con ellos a ver y entender lo que hacían? ÁNIMA.- Algunas veces, mas pocas; y ésas, más por el decir de la gente que porque yo entendiese en lo bueno ni remediase lo malo que ellos hacían [DMyC: 150].

Son escasas las ocasiones en que el turno interrogativo de un interlocutor es

respondido por otra pregunta. Pero, cuando sucede, el segundo turno suele contener una interrogativa de orientación invertida, es decir, como explica Escandell (1999: 3971), «si la interrogativa es afirmativa, la orientación es negativa, y viceversa»:

(25) a. ÁNIMA.- ¿El hábito? De muy buena voluntad. ¡Ojalá me lo hubieras quitado en el mundo! CARÓN.- ¿Pesábate de traerlo? ÁNIMA.- Así burlando. CARÓN.- ¿Por qué? ÁNIMA.- ¿Piensas que es poco trabajo haber [hombre] todavía de fingir sanctidad contra su voluntad? [DMyC: 97-98] b. MERCURIO.- De manera que, procurando de agradaros, os envían al infierno. Dime, cuando estabas enfermo, ¿pesábate mucho de morirte? ÁNIMA.- Pues, ¿no me había de pesar? [DMyC: 108] c. CARÓN.- Hombre eras de buen recaudo. ÁNIMA.- A la fe, sí, que buen recaudo y buena maña es menester para ello.

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CARÓN.- ¿A qué llamas buena maña? ÁNIMA.- ¿Piensas que te lo tengo de decir por tus ojos bellidos? A buena fe no lo sepas si no me lo pagas bien [DMyC: 162].

En algún caso, asimismo, la respuesta a un enunciado interrogativo está inserta en

otra pregunta, de manera que el segundo turno queda marcado argumentativamente, en la mayoría de los casos mediante la utilización del conector adversativo sino:

(26) a. MERCURIO.- Por cierto, tú empleabas muy bien tu tiempo en cosas muy convenientes a tu dignidad. Veamos: ¿Y los beneficios, a quién los dabas? ÁNIMA.- ¿A quién los había de dar sino a mis criados en recompensa de servicios? [DMyC: 128] b. CARÓN. ¿Hiciste algunas leyes? ÁNIMA.- Yo no; los del mi Consejo hacían algunas. CARÓN.- Y en ellas, ¿a qué tenían respecto? ÁNIMA.- ¿A qué lo habían de tener sino a aumentar las penas que se aplicaban a mi fisco, en que yo solía hacer a ellos mercedes? [DMyC: 153]

2.5. Expresiones coloquiales

Al investigar los rasgos de oralidad presentes en estos diálogos del siglo XVI,

merece la pena también fijarse en determinadas expresiones que, si bien es aventurado catalogarlas como coloquiales, parecen estar ligadas a un tipo de lengua menos formal y que, por tanto, pueden considerarse como representativas de la inmediatez comunicativa (aunque, de nuevo, haya que remitir a las salvedades que se enunciaron en la introducción). En algunos casos se trata de frases hechas que reflejan cierta pretendida espontaneidad lingüística con que el autor caracteriza a las ánimas:

(27) a. MERCURIO. Mas como tú no tenías respecto a más de aquella vida y quizá dubdabas si había otra y para aquella enderezabas todas tus cosas y por satisfacer al mundo hacías tus buenas obras, no me maravillo que se te hiciese de mal dejarlo. ÁNIMA.- El diablo te lo dijo. Mas veamos: y la bula del Papa Adriano, ¿no me ha de aprovechar? [DMyC: 109] b. ÁNIMA.- Diga cada uno lo que quisiere, que esto me estaba a mí bien. CARÓN.- ¿Por qué? ÁNIMA.- Porque los buenos nunca me hacían sino ladrar a las orejas, diciendo que trataba mal mis súbditos y que no hacía lo que debía, y por esto los tenía aborrecidos... [DMyC: 153].

Del mismo modo, sin llegar a ser frases hechas, aunque sí recurrentes dentro de

nuestro corpus, aparecen otro tipo de expresiones cercanas a la coloquialidad que tienen distintas funciones, como la de expresar el enfado o la disconformidad:

(28) a. CARÓN.- Pues paga el pasaje, que allá te mostrarán a qué sabor has de vivir de aquí adelante. ÁNIMA.- ¿Yo, pasaje?16¡Como si no supieses tú que los frailes somos exentos! [DMyC: 97]. b. ÁNIMA. ¿Y que con todo esto haya yo ahora de venir al infierno? Aína me harías perder la paciencia [DMyC: 105].

16 En este caso la disconformidad se manifiesta mediante la espontánea elocución de una pregunta breve donde la estructura pronombre-pausa-nombre juega con la elipsis para hacer más efectiva la actitud de desacuerdo.

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c. MERCURIO. (...) mas, por decirte la verdad, aún no te he oído decir cosa por donde te debieses llamar perfecto ni esperar de subir al cielo. ÁNIMA.- ¿Cómo no? Aína17 me harías tornar loco [DMyC: 172]. d. CARÓN.- Pues ¿cómo se dejaban gobernar de un infiel como tú? ÁNIMA.- ¿A qué llamas infiel? ¡Sabes si me enojo!18 [DMyC: 150] e. CARÓN.- ¡Torna acá, ánima! ¿Dónde vas? ÁNIMA.- En eso estaba pensando19. CARÓN.- ¡Sabes si me enojo! ÁNIMA.- Darás de coces a tu barca20 [DMyC: 183]. f. CARÓN.- ¿A qué llamas buena maña? ÁNIMA.- ¿Piensas que te lo tengo de decir por tus ojos bellidos?21 A buena fe, no lo sepas si no me lo pagas bien [DMyC: 162].

Una expresión empleada a veces en las respuestas de las ánimas es así burlando. Con

ella se intenta banalizar la pregunta precedente, dando por obvia la respuesta afirmativa, en caso de que se trate de una interrogativa total. Lo que se da por hecho, normalmente, es una mala acción de la que el ánima no se arrepiente, de manera que estas expresiones, a la vez que se sitúan en contextos en que impera la ironía, revelan el cinismo de estos personajes:

(29) a. ÁNIMA.- ¿El hábito? De muy buena voluntad. ¡Ojalá me lo hubieras quitado en el mundo! CARÓN.- ¿Pesábate de traerlo? ÁNIMA.- Así burlando. CARÓN.- ¿Por qué? ÁNIMA.- ¿Piensas que es poco trabajo haber todavía de fingir sanctidad contra su voluntad? [DMyC: 97-98] b. CARÓN.- Y al Rey, ¿heciste algún señalado servicio? ÁNIMA.- Así burlando, el mayor que nunca criado hizo a su señor. CARÓN.- Alguna gran cosa debe ser ésta. ÁNIMA.- Sabes qué tan grande, que yo fui el primero que le aconsejase que ofreciese al Emperador todo lo que pidiese por salir de prisión, y que, después de salido, no cumpliese cosa alguna de lo que él le hobiese prometido. Y con este mi buen consejo, él quedó libre, y el Emperador engañado [DMyC: 164-165].

También hemos encontrado expresiones que podrían considerarse coloquiales

empleadas para conseguir el relieve que el interlocutor quiere dar a su respuesta, fundamentalmente mediante la fórmula mira si:

(30) a. CARÓN. Y tú, ¿sabes qué cosa es ser obispo? ÁNIMA.- Mira si lo sé, habiéndolo sido veinte años [DMyC: 127]. b. MERCURIO.- ¿Cómo? ¿Y osaba ese cardenal procurar una cosa tan infame y abominable como ésa?

17 En la lengua actual existe una expresión coloquial semejante; en un contexto en el que alguien está jugando con un objeto frágil, cualquier persona presente puede recriminarlo en estos términos: todavía lo vas a romper. 18 La disconformidad aquí se presenta en forma de amenaza velada: sabes (lo que pasará) si me enojo. 19 Repárese en la vigencia de esta expresión en la lengua española, lo que podría confirmar el carácter coloquial de la misma. Puede ponerse en relación con el fenómeno de la ironía, que consideramos a continuación. 20 Más que enfado o disconformidad, esta frase expresa indiferencia. 21 Con esta expresión se manifiesta el desacuerdo del interlocutor ante una situación en la que, desde su perspectiva, no gana nada al ofrecer la información que posee. Podemos pensar en un sintagma presente en el español coloquial usado en esta misma situación, semejante a por tus ojos bellidos: por tu cara bonita.

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ÁNIMA.- ¡Mira si osaba! Y aun de lo que no osa y hace me maravillo [DMyC: 146]. c. CARÓN.- De manera que el propio sudor del pueblo convertías tú en su destrucción. ¿Hacías algo por amor de Dios? ÁNIMA.- ¡Mira si hacía! CARÓN.- ¿Qué? ÁNIMA.- Guerra contra los turcos [DMyC: 154-155].

Algunas de dichas expresiones se emplean para denotar seguridad enunciativa, como

hoy:

(31) a. MERCURIO. ¿Tú no ves, Carón, con cuánta soberbia aquella ánima entra en tu barca? ¿Qué me quieres apostar que es algún francés? CARÓN.- ¿En qué lo conosces? MERCURIO.- Llámalo y verlo has [DMyC: 161]. b. ÁNIMA.- ¿Qué quieres apostar que te hago conoscer que eres cabrón? CARÓN.- Que no [DMyC: 180].

Aparece también alguna expresión típica de contextos informales para marcar

indiferencia respecto de la intervención del interlocutor:

(32) CARÓN.- Ésas, ¿no eran falsedades y aun traiciones, cohechar y vender humo a los negociantes y engañar a tu señor que se fiaba de ti? ÁNIMA.- ¿Qué se me daba a mí? ¡Hiciese yo mi provecho y fuese como quiera! [DMyC: 164].

2.5.1. El refrán

Del refrán comúnmente se dice que es un tipo de expresión genuina de la lengua

popular22 y que está al alcance de cualquier hablante que, como tal, está inserto en determinada tradición oral. Es cierto que este tipo de enunciados fraseológicos lo solemos encontrar en situaciones de escasa formalidad en la interacción comunicativa, pero conviene ser precavidos porque muchas veces puede tratarse de proverbios no asumidos por la lengua cotidiana sino más bien reflejo de una tradición literaria fecunda sobre todo durante la Edad Media (pensemos en los famosos libros proverbiales de los siglos XIV y XV), en la que la finalidad moralizante es fundamental, como también se verá a partir de los fragmentos que reproducimos más abajo. Además, los refranes responden a una estrategia argumentativa compleja, ya que son una especial fuente de autoridad refrendada por la sabiduría popular, es decir, por los tópoi23 presentes en la comunidad, y precisamente por ello no refutables. Los ejemplos que proponemos a continuación pueden ser reveladores de los problemas a los que hemos brevemente aludido aquí (raigambre culta/popular, supuesta espontaneidad discursiva/complejidad argumentativa):

(33) a. MERCURIO.- Y aun por eso procuraban ellos de contentarte. Veamos, y para [lo que dices que allegabas tú mismo], ¿qué arte tenías?

22 No hay más que recordar la importancia que se la ha dado al refrán para intentar demostrar la tesis según la cual Sancho sería la representación paradigmática de la lengua coloquial de principios del XVII. 23 En este sentido, el empleo de los refranes tiene también que ver con el problema de la polifonía: «en el acto argumentativo entran en juego los presupuestos, que, al ser de la comunidad, le dan al mismo un sentido polifónico» (Fuentes y Alcaide 2002: 40).

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ÁNIMA.- De muchas maneras se allega que serían largas de contar. Cuando la consciencia abre la boca, no falta por donde las riquezas entran, especialmente en los que están cabe los príncipes [DMyC: 108]. b. CARÓN.- ¿No me dijiste agora que el Papa había hecho nueva liga con el Emperador? MERCURIO.- Así es verdad que se hizo, mas no curó [d]él, sino que dure lo que durare, como cuchar de pan [DMyC: 113]. c. CARÓN.- Segund eso, también se olvidan de guardar su fe los vicarios de Cristo. MERCURIO.- Siempre lo verás: do nasce el mejor vino, beberse lo más ruin; y el zapatero traer los zapatos rotos, y el barbero jamás andar peinado [DMyC: 129-130]. d. ÁNIMA.- Edifiqué muchos templos y monasterios. CARÓN.- Si el dinero que en eso gastaste ganaras con el trabajo de tus manos, pudiérate aprovechar; mas tú hurtabas el puerco, y dabas los pies por Dios... [DMyC: 156]. e. CARÓN.- ¿Y los Testamentos Viejo y Nuevo, San Jerónimo, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio y San Agustín, y los otros santos doctores ¿no los leías? ÁNIMA.- Algunas veces, mas pocas, porque no tienen esa sutileza de estos otros. CARÓN.- Desos polvos vienen estos lodos. Andáis vosotros toda vuestra vida leyendo y aprendiendo disputas, cuestiones, dubdas y dificultades por dar a entender a los simples que sabéis algo porque os tengan por letrados, y no curáis de leer la Sagrada Escriptura ni aquellos doctores de que podríades sacar la verdadera doctrina cristiana, y así, cual es vuestro ejercicio, tal es el fruto que hacéis para vosotros y para todos [DMyC: 181].

2.6. La interjección

La interjección es un tipo de palabra que está presente en la práctica diaria de la

lengua. Su aparición en los textos escritos puede ser índice de un reflejo de lo coloquial, pero en todo caso debemos considerar que su naturaleza no es exclusivamente (tal vez ni siquiera principalmente) dialógica, sino que también se encuentra con frecuencia en los monólogos. Así, en determinados contextos de nuestro corpus comprobamos cómo ciertas interjecciones dotan de expresividad al discurso, pero eso no las convierte en coloquiales:

(34) a. MERCURIO. ¡Oh, cristianos, cristianos! ¿Ésta es la honra que hacéis a Jesucristo? [DMyC: 87] b. ÁNIMA.- ¡Oh, desventurado de mí! ¿Que al infierno tengo de ir? [DMyC: 104] c. MERCURIO.- Que me place. Mas despacha tú esa ánima que nos está aquí escuchando. d. ÁNIMA.- ¡Ah, barquero! ¡Pásanos! [DMyC: 125]

Sin embargo, aparece también otro tipo de interjecciones (básicamente ea y sus) que

sí parecen corresponder a un tipo de discurso conversacional más cercano a la inmediatez y cuya expresividad está relacionada con su carácter coloquial:

(35) a. CARÓN.- ¿Por tan necio me tenías tú a mí que había de fiar mi barca a un hombre como tú? MERCURIO.- Ea, dinos cómo gobernaste la barca de la iglesia de Jesucristo [DMyC: 137]. b. MERCURIO.- Sin dubda debe ser algún hipócrita, déjame con él. ¿Dónde vas, ánima? ÁNIMA.- Al cielo. MERCURIO.- ¿Al cielo? Ea, dime ¿cómo viviste en el mundo para que pienses subirte al cielo? [DMyC: 171] c. CARÓN. Agora, sus, no quede por eso; toma la mano [DMyC: 163].

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d. CARÓN.- Vaya esa arrogancia que tú traes contra mi barba de cabrón. ÁNIMA.- Agora, sus, soy contento [DMyC: 180].

2.7. El insulto

El insulto parece también desenvolverse en el ámbito de la inmediatez. Eberenz

(2009) lo define como «la atribución calumniosa de un defecto grave al interlocutor». La nómina de improperios que encontramos en nuestro corpus es escasa, pero cuando aparecen dan muestra de una gran expresividad discursiva. La escasez de estos puede entenderse como una exigencia del decoro que requería una obra literaria de este tipo. Además, hay que tener en cuenta que cuando leemos, por ejemplo, hi de puta24, tal expresión se refiere con frecuencia a una tercera persona no presente en el diálogo, de manera que no se crea un conflicto abierto entre los interlocutores:

(36) a. MERCURIO. El Emperador le respondió que si no podía cumplir aquello, que hiciese a lo menos lo que no podía negar que no estuviese en su mano, que era volver a la prisión como había prometido y jurado. Mas nunca él lo quiso hacer. CARÓN.- ¡Oh, hideputa y qué Marco Régulo o qué rey Joan de Francia para hacer una cosa como ésa! ¡A eso se andaba! [DMyC: 118] b. ÁNIMA.- Sola una causa hobo. CARÓN.- ¿Una sola? ÁNIMA.- Digo que una sola. CARÓN.- ¿Cuál? ÁNIMA.- La avaricia y ambición de un cardenal que tiene cabe sí, por cuya mano se deja gobernar. CARÓN.- ¡O hideputa, qué gentil cardenal! [DMyC: 145]

Cuando la referencia calumniosa al receptor es evidente, normalmente no se profiere

de forma directa, sino que se emplea algún mecanismo de atenuación como el símil, o bien lo que se reprueba es la acción, y no al actor:

(37) a. ÁNIMA.- Mira, hermano, todo mi intento era dejar muy gran estado, y para hacerlo no tenía mejores medios que éstos. No, sino sed bueno y viviréis toda vuestra vida pobre. CARÓN.- ¿Es posible que en la corte de un príncipe cristiano se sufra una pestilencia como tú? [DMyC 165] b. ÁNIMA.- Sobrábame si yo me quisiera contentar; mas si alguna vez me enamoraba, fuese de doncella o de casada, por fuerza o de grado había de gozar de ella. CARÓN.- ¡Oh qué vergüenza! Veamos, ¿no hay ley que castigue los que eso hacen? [DMyC: 151-152] c. ÁNIMA.- Reprehendíame aquellos (vicios) que él mismo conoscía tener yo voluntad de dejar, y por los otros pasaba muy livianamente por no descontentarme. CARÓN.- ¡Oh qué pestilencia! [DMyC: 156]

No obstante, también encontramos casos en que el insulto se profiere directamente sin ningún tipo de estrategia mitigadora, especialmente cuando el relato de las ánimas es considerado por los personajes principales el colmo de la denigración ética:

(38) ÁNIMA.- Fiábame en las bulas y confesionarios, indulgencias y perdones que los papas me tenían concedido y también en la misericordia de Dios.

24 «Por lo demás –dice Narbona (2005: 94, n.7)– es sabido que la expresión la hideputa que te parió no era tan grave como hoy».

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CARÓN.- ¿Parécete que sería misericordia perdonar tan grandes ma[l]dades como las tuyas, hechas y cometidas a sabiendas? Antes, porque es Dios misericordioso, quiere que tú y los a ti semejantes seáis muy rigurosamente castigados, porque tratáis mal aquel pobre pueblo cristiano por cuyo bien fuistes vosotros instituidos. ¿No te pareciera crueldad si dejaras de castigar un público ladrón, salteador de caminos y capeador? ÁNIMA.- Sí, por cierto. CARÓN.- Pues la misma sería si Dios dejase de castigar a ti, peor que ladrón, capeador y salteador de caminos (...). Anda, pues, monstruo maldito, que acá te vezarán cómo se deben tratar los súbditos y gobernar los reinos [DMyC: 157-158].

2.8. Humor e ironía

A continuación vamos a referirnos, aunque con obligada brevedad, a los pasajes en

que se pueden apreciar situaciones de carácter humorístico. J. J. Bustos Tovar (2009) dice del humor que puede ser un tipo de discurso, pero también una categoría transversal presente en otros tipos de discursos. Es difícil definir qué es exactamente el humor: como opina el profesor Bustos, parece que se trata de una determinada construcción discursiva que nos hace reaccionar lúdicamente, pero no todo humor es lúdico (piénsese en el humor negro, por ejemplo). Entre los tipos de humor que pueden relacionarse, Bustos Tovar incluye la ironía, planteando la salvedad de que lo humorístico no es privativo de la ironía: menos aún del sarcasmo.

La importancia de la detección de las situaciones irónicas y humorísticas es importante si queremos descubrir las huellas de la oralidad en la escritura. El humor refleja un estado discursivo de distensión en que el autor de la obra literaria intenta establecer una relación de complicidad con el lector, recurriendo por ello a expresiones y mecanismos lingüísticos que le son familiares o que por lo menos reconoce como típicos de discursos en que la lengua se pone al servicio de la comicidad. No está tan claro que la ironía, tradicionalmente definida como la figura mediante la cual el emisor dice lo contrario de lo que realmente quiere comunicar25, ofrezca un contexto propicio a la inmediatez comunicativa, sobre todo aquel tipo de ironía cuya finalidad principal no es humorística. Narbona (2005: 106) dice que «la ironía (...) va ligada al distanciamiento comunicativo, por lo que mal podría conseguirse mediante una andadura sintáctica de la proximidad». Por supuesto, la ironía también es una estrategia argumentativa eficaz, ya que supone la ridiculización del enunciado del interlocutor mediante la enunciación de un discurso con el que el propio emisor no está de acuerdo. En nuestro corpus, los ejemplos de enunciados irónicos hallados suelen contener una palabra de connotación positiva, como gentil, bueno, bien:

(39) a. MERCURIO.- ¿Pedíasselo tú al príncipe o dábatelo de su voluntad? ÁNIMA.- ¡Bueno estaba yo si hobiera de esperar que él me lo diera! [DMyC: 107] b. MERCURIO. Si tú vivieras como San Francisco, aunque no murieras en su hábito, te diera Dios el premio que dio a san Francisco, mas viviendo tú contrario a la vida de San Francisco, porque al tiempo de tu muerte te vistieses su hábito, ¿pensabas salvarte con San Francisco? Gentil necedad era la tuya [DMyC: 110]. c. ÁNIMA.- ¡A eso me andaba! ¿No tenía harto que hacer en mis pleitos, con que cobré muchas rentas y preeminencias que tenía perdidas mi iglesia, y en andar a caza y buscar buenos perros, azores y halcones para ella? d. MERCURIO.- Por cierto, tú empleabas muy bien tu tiempo en cosas muy convenientes a tu dignidad [DMyC: 127-128].

25 En términos más ajustados a una teoría de la argumentación, podríamos decir con Fuentes y Alcaide (2002: 152) que «en un discurso irónico el locutor presenta la enunciación como producto del punto de vista de un enunciador, distinto a él, con el que no se siente identificado».

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e. ÁNIMA.- ¿A qué llamas infiel? ¡Sabes si me enojo! CARÓN.- Cierto, tú no pareces otra cosa sino puro infiel. ÁNIMA.- ¡Bien estás en la cuenta! Dígote que fui más que cristiano [DMyC: 150]. f. CARÓN.- Por cierto, grandes servicios son ésos: robar los negociantes, engañar tu rey y señor, que se fiaba de ti, y, después desto, darle consejos con que perdiese su honra y fama para siempre [DMyC: 165]. g. CARÓN.- Desos polvos vienen estos lodos. Andáis vosotros toda vuestra vida leyendo y aprendiendo disputas, cuestiones, dubdas y dificultades por dar a entender a los simples que sabéis algo porque os tengan por letrado, y no curáis de leer la Sagrada Escritura ni aquellos doctores de que podríais sacar la verdadera doctrina cristiana, y así cual es vuestro ejercicio, tal es el fruto que hacéis para vosotros y para todos. ÁNIMA.- Ven tú agora a predicarme26. Mejor harás de mandar que no me pidan el pasaje, pues te lo he ganado [DMyC: 181].

Los pasajes humorísticos, en el DMyC, se restringen a los episodios en que

intervienen las ánimas, que representan a diferentes personajes-tipo de la sociedad de la época censurables desde el punto de vista ético27. En la mayoría de los casos el humor nace del contraste irónico que se establece entre lo que el lector (y los personajes principales) considera moralmente aceptable y esperable de cada uno de esos prototipos sociales que entran en escena y la conducta despreocupada e incluso cínica que en realidad se deja sentir en la conversación de estos con Mercurio y Carón. En algunos casos la comicidad resulta del juego de palabras:

(40) ÁNIMA.- ¿Vosotros no vedes que soy cardenal? CARÓN.- Ése tengas en el ojo [DMyC: 136].

En otras ocasiones, el autor pone en juego la ironía crítica más mordaz, como

supone, por ejemplo, atribuir a un personaje de la alta jerarquía eclesiástica un enunciado tan atrevido como el siguiente:

(41) ÁNIMA.- Nunca yo oí decir nada deso ni pensé que tenía menester para ser obispo más de lo que te dije. Yo me precié siempre de tener mi tabla muy abundante para los que venían a comer comigo. MERCURIO.- ¿Quién? ¿Pobres? ÁNIMA.- Gentil cosa sería que un pobre se sentase a la mesa de un obispo. MERCURIO.- De manera que si viniera Jesucristo a comer contigo, ¿no lo sentaras a tu mesa porque era pobre? ÁNIMA.- No, si viniera mal vestido [DMyC: 126-127].

En uno de los episodios más cómicos del DMyC, Carón y un teólogo protagonizan un vivo diálogo, con un intercambio de turnos muy fluido y continua concesión a la ironía. Aquí Valdés emplea un tipo de humor que podríamos calificar de absurdo. A la vez, se trata de una crítica feroz al antiguo sistema escolástico del silogismo. Aunque es un fragmento extenso, merece la pena reproducirlo, sobre todo porque el intercambio de turnos rápido favorece la inclusión de procedimientos lingüísticos (elipsis, marcas deícticas, conectores consecutivos, etc.) propios de la dinámica conversacional:

(42) CARÓN.- ¿Quién eres tú que vienes tan de priesa?

26 Mediante este enunciado irónico el ánima intenta desacreditar el parlamento reprobatorio de Carón: ‘ya es tarde para eso’. 27 En este sentido, el humor en estos pasajes se consigue por medio de la caricaturización.

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ÁNIMA.- Teólogo. CARÓN.- ¿Y siendo teólogo te vienes al infierno? Según eso, no tenías más del nombre de teólogo. ÁNIMA.- ¿Cómo no? CARÓN.- Porque si fueras de veras teólogo, supieras qué cosa es Dios, y sabiéndolo, imposible fuera que no lo amaras, y amándolo, hicieras por donde te subieras al cielo. ÁNIMA.- No sabes lo que te dices. Sé que eso no es ser teólogo. CARÓN.- ¿Pues qué? ÁNIMA.- Saber disputar pro y contra y determinar quistiones de teología. CARÓN.- ¿Y en eso eras grande hombre? ÁNIMA.- ¡Mira si era! Daba a entender todo que yo quería con falsos o verdaderos argumentos. CARÓN.- ¿De qué manera? ÁNIMA.- Yo te porné un ejemplo tan grosero como tú. Dime, ¿quién eres tú? CARÓN.- Carón. ÁNIMA.- ¿Qué quieres apostar que te hago conoscer que eres cabrón28? CARÓN.- Que no. ÁNIMA.- Vaya el pasaje: que te pague doblado o que no te pague nada. CARÓN.- Soy contento. ÁNIMA.- El cabrón tiene barbas y nunca se las peina; tú tienes barbas y nunca te las peinas, luego tú eres cabrón. CARÓN.- Por cierto, tú lo has muy gentilmente probado, yo me doy por vencido; mas espérate, veamos si seré yo mejor sofista que tú. ¿Qué me quieres apostar que te hago conoscer que eres asno, no por sofisma, mas por gentiles argumentos? ÁNIMA.- ¿Qué va que no? CARÓN.- Vaya esa arrogancia que tú traes contra mi barba de cabrón. ÁNIMA.- Agora, sus, soy contento. CARÓN.- Dime, pues, ¿qué cosa es asno? ÁNIMA.- El asno es animal sin razón. CARÓN.- ¿Qué cosa es razón? ÁNIMA.- Entendimiento para seguir lo bueno y desviar lo malo. CARÓN.- Pues, luego, si tú, estando en el mundo, no toviste entendimiento para seguir lo bueno, que es la virtud, y apartarte de lo malo que son los vicios, síguese que no tenías razón; y no teniéndola, tus propias palabras te convencen que eres asno. ÁNIMA.- Eso yo nunca hallé en mi teología. CARÓN.- ¡Gentil teología era la tuya! [DMyC: 179-180]

Por último, podemos hacer alusión al final de la primera parte del Diálogo, en que

los personajes principales deciden cambiarse de orilla para seguir más adelante la conversación, mientras Carón ordena las ánimas en su barca con ciertas dificultades. El cierre en tono humorístico sirve de colofón a una primera parte que, como hemos visto, incluye numerosos pasajes en que el autor se permite la licencia de emplear un registro lingüístico más cercano al informal, algo que no ocurrirá en la segunda parte, cuando las ánimas que entran en escena profieren largos parlamentos gracias a los cuales consiguen la admiración y la reverencia de los interlocutores principales, y cuando, además, el carácter narrativo del diálogo, como explicamos ya presente en la primera parte, se hace dominante. Este fragmento, asimismo, puede servir para resumir gran parte de las características propias de lo conversacional que hemos visto hasta ahora, como el intercambio fluido de turnos, las expresiones coloquiales, el uso del modo imperativo, el empleo de interrogativas marcadas, etc. (señalamos en cursiva los elementos deícticos, particularmente ricos en este pasaje, lo que le confiere una estética teatral):

(43) CARÓN. Ven acá tú, ánima. ¿Quiéresme hundir la barca con ese plomo?

28 Nótese el juego dialéctico que se establece mediante la paronomasia.

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La verosimilitud conversacional en los diálogos de Alfonso de Valdés

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ÁNIMA.- ¿Tú no ves que es consagrado, de lo que hacíamos en Roma los sellos de las bulas? CARÓN.- ¿Para qué lo traes acá? ÁNIMA.- Háseme vendido tan mal este año pasado, que me sobró todo lo que ves y tráigolo para aprovecharme acá, si fuere menester. CARÓN.- Pues échalo en el agua, si no quieres que te eche a ti con ello. Y tú, cartujo, ¿qué quieres hacer de esa barba? O la cortarás o no entrarás en mi barca. ÁNIMA.- ¿Con qué quieres que la corte? CARÓN.- Llégate acá, que con esta sierra la aserraremos.Y vosotros, filósofos, ¿para qué metéis tantos méritos y supersticiones? No hay acá necios a quien engañéis con eso. ¿No miráis cuál viene el otro, cargado de cerimonias? Agora, sus, déjalas luego y toma ese remo. ¿Qué argumentos traes tú debajo el sobaco? ¿Quiéresnos revolver el infierno? Ea, pues, sentaos todos y comenzad de remar. ÁNIMA.- Mira, Carón, que se me pone éste delante, sé que los frailes de san Francisco siempre solemos preceder los dominicos. CARÓN.- ¿Qué precedencias son éstas? Sabéis, si me enojo, cómo os haré estar en paz [DMyC: 202-203].

3. CONCLUSIÓN

En las páginas precedentes hemos tratado de analizar diferentes elementos sintácticos y fenómenos discursivos que pueden servir para caracterizar las estrategias lingüísticas que un autor como Alfonso de Valdés consideraba lo suficientemente representativas como para utilizarlas en determinados contextos conversacionales. No queremos decir con esto que los episodios que hemos estudiado aquí sean un fiel reflejo de la oralidad del siglo XVI, y mucho menos un «dechado de proximidad comunicativa» (Narbona 2005: 100). La lengua hablada de épocas pasadas no dejará de ser un misterio para nosotros por mucho que intentemos indagar en tipos de documentos muy diversos, así que deberemos contentarnos con la descripción de manifestaciones lingüísticas indirectas y, en la mayoría de los casos, incompletas. Pero, al menos en lo que atañe a la estrategia literaria, podemos decir con Alberto Gil:

No se trata de querer reproducir como en un magnetófono fragmentos de realidad hablada, pues lo hablado una vez en una situación concreta es individual e irreversible, sino de elaborar el lenguaje de tal manera que sea representante fiel de la realidad hablada, es decir, se trata de lograr tal condensación de aquellos elementos típicos y característicos de la lengua en situación, que la lectura de tales pasajes (gracias a su entrelazamiento con lo extralingüístico) evoque realidad (Gil 1987: 128-129)29.

Por eso, si nuestro objetivo se plantea como el de averiguar de qué manera hablaban

nuestros antepasados más remotos, lo más plausible es que nos quedemos en el intento. Sin embargo, si lo que nos preocupa es saber qué clase de herramientas se consideraban aptas para crear un contexto de inmediatez comunicativa verosímil, que evoque realidad, podemos decir que esa meta sí está a nuestro alcance. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Fuentes primarias VALDÉS, ALFONSO DE (2007[1527]): Diálogo de las cosas acaecidas en Roma. Madrid: Cátedra [Ed. de

Rosa Navarro Durán]. VALDÉS, ALFONSO DE (2007[1528]): Diálogo de Mercurio y Carón. Madrid: Cátedra [Ed. de Rosa

Navarro Durán]. 29 Por supuesto el interés por esa representación «fiel» no es aún primordial en el siglo XVI y solo empieza a notarse de manera más evidente a partir de la novela de posguerra.

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Santiago Del Rey Quesada

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La verosimilitud conversacional en los diálogos de Alfonso de Valdés

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RECIBIDO: 04/07/2011 ACEPTADO: 04/11/2011

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SOBRE EL MODO, MANERA, SUERTE, FORMA Y ARTE DE CONECTAR

ELENA DIEZ DEL CORRAL ARETA Université de Neuchâtel

RESUMEN El objetivo de este trabajo es analizar un subconjunto de conectores consecutivos caracterizados por contener un sustantivo abstracto que indica el modo, manera, suerte, forma y arte en que se produce algo. Estas bases léxicas adquieren una función discursiva al incorporarse en varios esquemas morfológicos que ofrecen variantes, no sólo en los sustantivos, sino también en las preposiciones y en los pronombres que los conforman. A su análisis se dedicarán las páginas siguientes con el ánimo de ofrecer una aproximación descriptiva de estas unidades en la documentación colonial del español en América –en concreto, de la Audiencia de Quito– de los siglos XVI, XVII y XVIII. PALABRAS CLAVE Conectores consecutivos, análisis discursivo, español en América, documentación colonial

ABSTRACT The aim of this paper is to analyse a subgroup of consecutive connectors that contain an abstract substantive that indicates the way, manner, luck, form and art of doing something. These lexical bases adopt a discursive function in the moment that they are included in various morphological sketches that offer variables, not only in the substantive but also in the preposition and demonstrative pronoun that form them. In the next pages we submit an analysis to provide a descriptive approach of these units in the colonial documentation of the Spanish in America –specifically in the Audience of Quito– in the XVI, XVII and XVIIIth centuries. KEYWORDS Consecutive connectors, Discourse analysis, Spanish in America, Colonial documentation

INTRODUCCIÓN

No es necesario ser lingüista para percatarse de que hoy en día existen muchas maneras de ‘conectar’. Conectamos con algunas personas al conocerlas por primera vez en sociedad, pero podemos no conectar con otras ya conocidas desde hace años al debatir sobre determinados temas polémicos o conflictivos. Una de las fuentes más potentes que nos permite conectarnos en la actualidad es el acceso a internet, esa red que nos ofrece una conexión continua a un sinfín de informaciones, programas y personas que participan en nuestro devenir cotidiano.

«La conexión está de moda» –afirmaba de manera entusiasta y positiva Estrella Montolío Durán (2001: 15), refiriéndose a la suerte que tenían los jóvenes investigadores que dedicaban su atención al estudio de la conexión–, pues la lengua también dispone de una serie de recursos y mecanismos (tanto semánticos como sintácticos) que sirven para ‘conectar’. Conectar con el mundo, conectar con las personas, conectar nuestros discursos.

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Sobre el modo, manera, suerte, forma y arte de conectar

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Esta palabra dieciochesca –según el Oxford dictionary1 su aparición resulta extraña antes de ese siglo– la adopta la lengua española del inglés to connect, que procede del latín connectere. Con- es la forma prefijada de la preposición latina cum ‘con’ y nectere significa ‘unir’. En el diccionario de la Real Academia Española (DRAE), además de la referencia etimológica, se nos proporcionan cuatro acepciones. Entre ellas destacamos la primera: «unir una cosa con otra, ponerla en comunicación» y la última: «lograr una buena comunicación con alguien».

La primera de las acepciones nos remite precisamente a esa ‘unión’ o enlace que se produce al conectar un ente cualquiera con otro. Esa ‘puesta en comunicación’ entre dos elementos reales es la que permite establecer una relación de conexión entre ellos, tal y como sucede en el plano lingüístico, en el que una serie de unidades comúnmente conocidas como conectores enlazan dos segmentos de un texto o miembros de un discurso2.

La cuarta acepción del diccionario –la de conectar como un proceso comunicativo óptimo– la relacionamos precisamente con el empleo de los conectores, pues, si bien en dicha acepción no se refiere al uso de ningún mecanismo lingüístico determinado, claro está que su empleo, si es apropiado, facilita el establecimiento de una relación entre los conceptos expresados y ‘logra’, por lo tanto, que se produzca una ‘buena’ o adecuada comunicación entre los interlocutores. De ahí se entiende que los conectores hayan sido tildados como guías en las inferencias que se extraen de la comunicación –tal y como enuncia la conocida y clásica definición de los marcadores del discurso publicada en la Gramática descriptiva del español–

unidades lingüísticas invariables, no ejercen una función sintáctica en el marco de la

predicación oracional –son, pues, elementos marginales– y poseen un cometido coincidente en el discurso: el de guiar de acuerdo con sus distintas propiedades morfosintácticas, semánticas y pragmáticas, las inferencias que se realizan en la comunicación (Martín Zorraquino y Portolés Lázaro 1999: 4057).

o incluso, en un lenguaje metafórico, como señales de tráfico (Montolío Durán 2001:

21), cuyas ‘instrucciones’ facilitan la circulación vial, del mismo modo que contribuyen los conectores al entendimiento y la comprensión de un texto. Así, se insiste en la importancia de conocer y saber emplear con propiedad los conectores pues:

De otro modo (esto es, si el autor es un escritor inexperto y la secuencia conectiva ha

sido mal utilizada, y manifiesta una relación entre oraciones o párrafos diferente de la que se deseaba expresar) el lector podría romperse la crisma –discursivamente hablando– como el desafortunado conductor al que en un cruce le han sustituido de manera irresponsable la señal de “Stop” por la señal de “cruce con prioridad” (Montolío Durán 2001: 22).

1. TIPOS DE CONEXIÓN

Dentro de estas guías que orientan la interpretación de los enunciados en un sentido

u otro, pueden diferenciarse tres tipos de conectores3. Por un lado, están los aditivos,

1 La consulta gratuita puede hacerse a través de la página: http://oxforddictionaries.com/definition/ connect 2 Así también se recoge en el Diccionario de la Real Academia Española, en donde la segunda acepción de la palabra conector que corresponde al ámbito de la lingüística se define como: «elemento que pone en conexión diferentes partes de un texto o diferentes textos». 3 Se entiende aquí el concepto de conector como un subtipo de marcadores del discurso —tal y como lo consideran Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999)— y no como un término hipercategórico que

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Elena Diez del Corral Areta

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que añaden un enunciado o miembro del discurso a otro, siguiendo una misma orientación argumentativa y por otro lado, los contraargumentativos4, que introducen un ‘contraargumento’, es decir, una idea contraria a lo establecido en el enunciado anterior. Mientras los primeros coorientan enunciados en la misma dirección, los segundos disponen dos miembros del discurso en una relación opuesta o contraria. Por último, el tercer tipo de conectores se engloba bajo el adjetivo de consecutivos, ya que –como su nombre indica– establecen una relación de consecutividad entre dos miembros del discurso, enunciados o secuencias textuales.

Algunos autores (Fuentes Rodríguez 1998a, 1998b), han preferido llamar a este último subtipo como relacionantes de causalidad, pues apuntan la relación lógica de causa-efecto que se manifiesta entre dos miembros discursivos o enunciados. Para que un conector introduzca una consecuencia es necesario que exista una causa previa que induzca a ella, por lo que esta dependencia semántica entre los dos miembros discursivos que se enlazan permite comprender y justificar la denominación de relacionantes de causalidad.

Bajo estas cuestiones terminológicas subyacen otros problemas más profundos como las estructuras sintácticas que permiten esta relación de consecutividad a nivel discursivo. A este respecto es particularmente esclarecedora la explicación de la causalidad que nos ofrece Fuentes Rodríguez (1987: 140) en la primera monografía sobre marcadores discursivos en español –llamados entonces relacionantes extraoracionales, siguiendo la terminología propuesta por el pionero capítulo de Gili Gaya (1955[1943]) en su Curso superior de sintaxis–. Para esta lingüista la causalidad puede manifestarse en distintas estructuras sintácticas. En primer lugar, menciona la ‘estructura causal’ en la que se establece una relación en el orden Efecto<>Causa. La disposición de los miembros sintácticos que se conectan en este tipo de estructura puede variar y no es necesario que el ‘efecto’ preceda a la ‘causa’, si bien, para que se produzca dicha relación, es imprescindible que el nexo preceda o introduzca la causa. El segundo subtipo de estructura que se menciona es la llamada ‘consecutiva’. El orden que presenta es justamente el inverso a la estructura causal: Causa<>Efecto. Además, en este tipo de disposición, el orden de sus constituyentes no puede alterarse y la consecuencia debe ir siempre pospuesta a la causa. Un tercer tipo de causalidad es aquel que se manifiesta a través de la ‘estructura condicional’, cuya ordenación lógica es exacta a la de la ‘estructura consecutiva’, aunque la causa, en este caso, es hipotética y existe la posibilidad de que se permuten las cláusulas. Por último, esta autora menciona la ‘estructura final’, en la que también se concatenan las cláusulas de la misma forma que en la estructura condicional, pero se añade otro contenido –ya que la causa intenta provocar un efecto determinado– que es el fin de su actuación: Causa<>Efecto. Una vez mencionadas estas estructuras, Fuentes Rodríguez (ibíd.) concluye que en la relación que se establece entre enunciados, es decir, en aquella que se seleccionan ‘enlaces conjuntivos’ o conectores, la única estructura posible es la de Causa<>Efecto, es decir, la estructura consecutiva.

La reducción de cuatro tipos de causalidad en la conexión de cláusulas a uno único en la conexión entre enunciados no impide, sin embargo, que exista un conjunto muy

engloba un grupo muy heterogéneo de unidades, es decir, no como un sinónimo, a rasgos generales, del concepto amplia e internacionalmente aceptado de marcador del discurso. 4 Este término ha sido acuñado directamente de la Teoría de la Argumentación (TADL), propuesta en el seno de la lingüística francesa, en concreto y principalmente por Anscombre y Ducrot (1983). Esta teoría, que se ha mostrado particularmente útil a la hora de describir y analizar los distintos usos que adquieren los conectores, propone el término de conectores contraargumentativos para unidades del tipo no obstante o sin embargo, si bien otros autores los denominan conectores opositivos o contrastivos.

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variado de elementos que establecen esta relación de causalidad o consecutividad a nivel discursivo. De hecho, como Pons Rodríguez (2010: 39) comenta, el repertorio más nutrido de elementos conectivos en la época medieval era precisamente el de los conectores consecutivos.

Dentro de este subgrupo de marcadores del discurso se puede distinguir un conjunto de elementos que parece establecer explícitamente el modo, la manera, el arte, la forma o la suerte de conectar –de ahí la elección del título de este artículo–, pues incluye literalmente a estos sustantivos dentro de su composición interna. Así pues, las páginas siguientes se dedicarán al estudio de la función discursiva de consecutividad a través del análisis de este conjunto concreto de unidades conectivas.

2. LOS ‘MODOS’, ‘MANERAS’, ‘FORMAS’, ‘SUERTES’, ‘ARTES’ Y ‘GUISAS’ DE CONECTAR

En los últimos decenios y con el incremento que se ha producido en las investigaciones dedicadas al análisis de los marcadores del discurso, se ha hecho especial hincapié en los problemas de taxonomía que lleva consigo su estudio. La variedad formal, semántica y pragmática que presentan los marcadores del discurso dificulta su clasificación y, por ello, la problemática ligada a su estatuto categorial ha sido discutida en numerosas ocasiones5. Esta complicación aparentemente irresoluble e inherente al estudio de este tipo de unidades por su propia naturaleza genera un desconcierto a la hora de establecer repertorios o nóminas de los marcadores del discurso –y de sus subtipos– por lo que, en la actualidad, se dispone de un variado conjunto de taxonomías en las que se incorporan un número y tipo de unidades muy diversos entre sí.

Esta razón –además de la multiplicidad de los enfoques adoptados para el análisis de los marcadores del discurso6– permite comprender que el conjunto de unidades que se estudian –las locuciones y sintagmas formados por los sustantivos manera, modo, forma, suerte, arte y guisa– sea considerado, en algunas ocasiones, dentro del paradigma de los conectores consecutivos, mientras que en otras ni siquiera sea nombrado.

Gili Gaya (1955[1943]), por ejemplo, no los incluye dentro del capítulo que mencionábamos dedicado a los relacionantes extraoracionales y tampoco Fuentes Rodríguez (1987) en el trabajo que continúa este estudio, a pesar de que incorpora un apartado dedicado a los relacionantes extraoracionales de causalidad.

Uno de los estudios también temprano de estas unidades es el que realiza Mederos Martín (1988), quien ofrece por primera vez una monografía dedicada exclusivamente a los procedimientos de cohesión del español. Dentro de los mecanismos que favorecen la cohesión, se encuentran algunos que se caracterizan por la propiedad de conexión. Es el caso, por ejemplo, de los conectores –o conectivos, como él los designa, siguiendo la terminología propuesta dentro de la gramática sistémico-funcional de Halliday y Hasan

5 Entre estos trabajos destaca el de Fuentes Rodríguez (2001), quien titula a uno de sus artículos: Los marcadores del discurso ¿una categoría gramatical?. Asimismo remitimos a Martín Zorraquino (1998, 2010), si bien la mención de este problema se ha convertido en un lugar común en el estudio de estas unidades. 6 En Fischer (2006) se muestra la variedad de enfoques que se han adoptado en las últimas décadas a la hora de estudiar los marcadores del discurso, no sólo en español, sino en distintas lenguas y Murillo Ornat (2010: 245) afirma que el número es tan elevado como el de los investigadores que se dedican a su análisis, es decir, que existen tantos enfoques como especialistas en la materia.

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(1976)– que se estudian y que este autor sitúa bajo el epígrafe de ‘conexión causal’7. Dentro de ellos menciona un conjunto de unidades que denomina ‘adverbiales de función conjuntiva’ como por (lo) tanto, en/por consecuencia, por consiguiente, así pues, así que, etc., entre los que se encuentran también los conectores de modo/manera/suerte que.

Entre los trabajos más recientes que se han dedicado al estudio y análisis de los marcadores del discurso sobresalen el mencionado capítulo de Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999) en la Gramática descriptiva del español o el de Portolés Lázaro (2001[1998]). En ambos trabajos se tienen en consideración a estas unidades y se las incluye dentro del paradigma de los conectores consecutivos –si bien se destacan por su escaso grado de gramaticalización, comparándolas con otras unidades como así– con sus cuatro variantes actuales –de forma/manera/modo/suerte que8–. También Montolío Durán (2001) las considera como conectores consecutivos, pero menciona únicamente dos de las variantes léxicas posibles: de manera que y de modo que9.

Dos trabajos particularmente interesantes para el estudio del modo, manera, forma, suerte y arte de conectar son los que nos ofrece Álvarez Menéndez (1990, 1999). Este autor estudia las distintas construcciones consecutivas en español y distingue, por un lado, siete conectores que identifica como ‘nexos coordinantes’ –entre los que se encuentran varias de las locuciones que se estudian: de manera que, de modo que, de suerte que y de forma que– y por otro, diez unidades que relaciona con la yuxtaposición y los enlaces extraoracionales, entre los que incluye otra serie de elementos que expresan también el modo, manera, forma y suerte de conectar, como son de esta manera, de este modo, de esta forma y de esta suerte10. Esta última combinación formal pone de relieve la importancia de estudiar un elemento en todas sus posibilidades sintácticas, pues puede ampliarse el repertorio o nómina del conjunto de unidades constituidas, por ejemplo, por los sustantivos modo, manera, forma y suerte.

7 Entre estos mecanismos de la conexión cabe mencionar que los conectores no ocupan un lugar central, a pesar de los innumerables estudios que se han dedicado a ellos, tal y como reivindica Cano Aguilar (2003), quien, además, arguye que en un análisis histórico este aspecto resulta todavía más patente pues:

si nos atuviéramos a los conectores solamente, sería muy difícil hablar de la conexión, de la cohesión y de la coherencia en los primitivos documentos notariales o en los textos alfonsíes. Y, sin embargo, se trata de textos con una obsesión permanente por la ilación discursiva: pero en ellos la ilación, la trabazón, se lograba por medios muy diversos, entre los que los conectores ocupaban un lugar muy poco destacado, frente a, por ejemplo, la anáfora pronominal o el uso de conjunciones (Cano Aguilar 2003: 310-311).

8 Se consideran variantes porque su uso, en términos generales, no supone una diferencia de significado, tal y como afirma Montoro del Arco (2005: 363). Sobre este concepto, véase también entre otros estudios del mismo autor: Montoro del Arco (2004). 9 Esta reducción en las variantes se debe probablemente a que son las formas más utilizadas en el español actual como demuestra Montoro del Arco (2005: 364) en una recopilación de las cuatro existentes —de manera que, de modo que, de forma que y de suerte que— que realiza en el corpus textual MC-NLCH, en el CREA, en el CORDE y en el célebre buscador de GOOGLE. En su investigación constata que en los cuatro corpora y recursos empleados se observan diferencias notables en el uso de las cuatro variantes. Sobresalen notablemente de manera que y de modo que con 90 y 35 casos en el corpus MC-NLCH y 1.340.000 y 1.430.000 casos en GOOGLE, mientras que de forma que y de suerte que presentan una frecuencia menor con 3 y 1 ejemplos en MC-NLCH y 970.000 y 67.900 en GOOGLE. 10 También Domínguez García (2007) considera a de esta forma, de esta manera y de este modo dentro de los conectores consecutivos, si bien los incorpora dentro de un subgrupo que califica como ‘polivalentes’, ya que pueden admitir valores secundarios, en ocasiones simultáneos a la consecuencia, frente a de manera que, de modo que, de forma que y de suerte que que son univalentes.

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Por último, también en los trabajos de carácter histórico pueden observarse recopilaciones y análisis de una serie de ejemplos que permiten describir los usos de este conjunto de unidades. Entre ellos se han registrado algunas formas que no existen en el español actual porque han caído en desuso como de guisa que –muy frecuente en el español medieval, pero que muestra un declive en su uso a mediados del siglo XV11– o de arte que –registrado por Herrero Ruiz de Loizaga (2003) y Cano Aguilar (2007) en el siglo XVI12–.

3. LA ESTRUCTURA INTERNA DE LOS CONECTORES

Uno de los esquemas combinatorios más frecuentes en la creación de marcadores del discurso es el originado a partir de frases o sintagmas preposicionales, lo que pone de relieve la existencia de cierto vínculo entre los complementos no argumentales de la oración y la función de marcador del discurso (Martín Zorraquino 2010: 162). En determinadas ocasiones estos sintagmas preposicionales sufren un proceso de gramaticalización que los convierte en locuciones adverbiales o locuciones conjuntivas.

Los conectores consecutivos que analizamos en este trabajo son considerados como locuciones conjuntivas cuando sus elementos están fijados en un todo, es decir, en una locución, cuyo comportamiento gramatical se asemeja al de una conjunción. La función discursiva la adquieren cuando se integran en una secuencia yuxtapuesta o autónoma en la que suelen encabezar el segundo miembro del discurso que ponen en relación.

En la constitución de los conectores consecutivos se ha mostrado verdaderamente rentable la existencia de una serie de bases léxicas como, por ejemplo, los sustantivos de carácter abstracto relacionados con la formulación o las conexiones lógicas. Sustantivos con estas características son los que estudiamos aquí: forma, modo, manera, arte y suerte13. Asimismo, existen algunas estructuras que se han mostrado 11 Narbona (1978: 229) en su estudio de las proposiciones consecutivas en la Edad Media menciona ejemplos de estos valores consecutivos como el siguiente: «et aun esto que daua lo fazié de mala uoluntad, de guisa que se non pagaua Dios con ellos» (General Estoria, Primera parte, 8b-14) y Herrero Ruiz de Loizaga (2003: 79) expone en su trabajo sobre los conectores consecutivos de los siglos XV y XVII el único ejemplo que recopila en la página 106 (vv. 1377-1384) de Bías contra Fortuna, una obra de López de Mendoza que data de mediados del siglo XV. El ejemplo que registra es el siguiente: «hanse allí piadosamente/todos los tiempos del año:/ frío non les faze daño/ nin calor por consiguiente; /de guisa que los frutales/ que allí biuen,/ segund cuentan e descriuen,/ son por verdor inmortales». 12 Sorprende, por otra parte, que este autor registre únicamente las locuciones de manera que y ocasionalmente sus variantes de suerte que y de arte que. No documenta ningún de forma que o de modo que, como mencionan, por ejemplo, Keniston (1937) o Herrero Ruiz de Loizaga (2003) en dos de los estudios sobre estas partículas en la lengua española de la misma época. 13 Esto no quiere decir que los sustantivos manera, forma, suerte y modo sean utilizados exclusivamente en la creación de conectores consecutivos. Así, por ejemplo, se pueden encontrar también en la constitución de sintagmas como de la misma forma, del mismo modo o de la misma manera que adquieren un valor de conexión aditiva, tal y como se observa en el ejemplo siguiente:

= lo que susedio fue que en Quanto a las tierras las Señalo Luego el suplicante al dho Yndio Con que quedo por este lado remobido âquel impedimento que traia el deCreto de bue Señoria de no obligarle a la mita mientras no se le daban tierras por Quedar ya el Yndio en posesion de ellas y del mismo modo siendo ConDisionado el decreto en la otra parte en quanto en ella se manda que no Siendo el yndio de la Parsialidad del suplicante no se le obligase a la mita es Vien Sabida en derecho la uirtud del mandato Condisionado [5r19-20] (INFO 2, 1725-1749).

En el español actual, autores como Fuentes Rodríguez (2009: 91-92) registran además de de la misma manera y de la misma forma —no, sin embargo, de igual modo— otros conectores aditivos similares como de igual forma, de igual manera o de igual modo.

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particularmente productivas en la conformación de locuciones conjuntivas como las que responden a los esquemas: P+N+Cque y P+PRdem+N.

En el primer esquema P indica una preposición que, en las estructuras que estudiamos, suele ser, por lo general, de, aunque también se encuentran algunas variaciones con la preposición por o incluso en. El segundo elemento del esquema –la ‘N’– equivale a un nombre o sustantivo de carácter abstracto como forma, modo, manera y suerte; y el último de todos –‘Cque’– señala la inclusión de la conjunción que. A esta estructura interna responden los conectores: de manera que, de forma que, de arte que, de modo que y de suerte que.

En el segundo esquema mencionado –P+PRdem+N– la P equivale a una preposición y la N a un sustantivo del mismo tipo que se mostraba en el primer esquema, pero interpuesto a ellos aparece el elemento ‘PRdem’, que indica un pronombre demostrativo como ese/este o esa/esta. En este esquema se incluyen las unidades de esta/esa forma, de esta/esa manera, de esta/esa suerte y de este/ese modo.

El análisis de todas ellas se realizará en el epígrafe 5, cuya ordenación se ha establecido según un doble criterio. Por un lado, se ha adoptado un criterio cuantitativo con el que poder exponer, en primer lugar, aquellas unidades que muestren una frecuencia de aparición mayor en nuestro corpus y, por otro lado, se ha considerado útil emplear las bases léxicas que conforman el subconjunto de conectores que se estudia –es decir, los sustantivos que aparecen en el título del trabajo– para organizar en un mismo apartado los dos esquemas que pueden constituirse a través de un mismo nombre. Así, se dedica un primer apartado (§5.1) a los esquemas constituidos a partir del sustantivo manera, un segundo epígrafe (§5.2) a aquellos conformados a partir del sustantivo modo, un tercero (§5.3) a las estructuras que contienen el sustantivo suerte, un cuarto apartado (§5.4) a aquellas que presentan el sustantivo forma y, por último, un apartado (§5.5) a las que contienen el sustantivo arte. Todas ellas han sido analizadas a través de una serie de ejemplos recopilados en el corpus que se explica a continuación. 4. CORPUS

El corpus del que partimos está compuesto por un conjunto de documentos coloniales manuscritos –todavía inéditos14– que se custodian en el Archivo General de Indias de Sevilla (AGI) en la sección de Gobierno que contiene documentación procedente de la Audiencia de Quito.

Todos los documentos fueron escritos a lo largo del siglo XVI, XVII y XVIII y fueron emitidos desde los territorios ultramarinos que concernían a esta Audiencia. Aquellos que fueron escritos en la Península han sido omitidos con el ánimo de estudiar una variedad dialectal determinada: la del español en América en los actuales territorios de Ecuador y en algunos lugares del sur de Colombia –la ciudad de Popayán, por ejemplo, formaba parte de la jurisdicción de la Audiencia de Quito–.

La modalidad estudiada se restringe, por tanto, a la escrita –como es ineludible en el estudio lingüístico de cualquier lengua o dialecto de esta época– pero únicamente en un plano medial y no concepcional, siguiendo la conocida diferenciación entre oralidad y escrituralidad propuesta por Koch y Oesterreicher (2007[1990]). Para ello se han tenido en cuenta diversos tipos textuales como las declaraciones de testigos y las cartas –que

14 Un equipo de lingüistas ligados a la Universidad de Neuchâtel bajo la dirección de Juan Pedro Sánchez Méndez está llevando a cabo una labor de transcripción y edición de algunos de estos documentos que saldrán publicados en breve. Algunos de ellos ya se pueden consultar en la Red bajo las normas de transcripción del grupo CHARTA (www.charta.es).

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muestran algunos rasgos más propios de la ‘inmediatez comunicativa’– o decretos y autos –que se acercan más al llamado polo de la ‘distancia comunicativa’–.

Los ejemplos que se citarán en el análisis se han extraído de una base de datos que recoge un conjunto de 134 documentos constituido por un total de 1505 caras manuscritas. Los datos específicos –lugar de procedencia, número de legajo, fecha exacta, número de caras y tipo documental– de aquellos documentos de los que se ha extraído algún ejemplo se citan al final del trabajo en el apartado de referencias bibliográficas dedicado a las fuentes primarias.

Además, se tienen en cuenta los ejemplos encontrados en corpus similares desde el punto de vista cronológico, sobre todo en aquellas unidades de las que no hayamos podido documentar ninguna muestra en nuestro corpus.

5. ANÁLISIS

Una de las particularidades del conjunto de conectores consecutivos que se analizan a continuación es que, desde el punto de vista formal, son una serie de ‘nexos’ compartidos con las oraciones subordinadas impropias –también llamadas interordinadas– consecutivas. Estos nexos ponen en relación estructuras bimembres –ya sea en un ámbito oracional o en un ámbito discursivo–, pero en el caso de los conectores no existe una dependencia sintáctica o una exigencia mutua entre las unidades que se enlazan, sino que se observa únicamente una dependencia semántica del enunciado que introduce el conector respecto al enunciado precedente. No obstante, el ‘nexo’ en sí es prescindible, es decir, su omisión no varía el significado de la relación entre los enunciados que enlaza, mientras que en el ámbito oracional su elusión sería impensable.

Asimismo, cada uno de los dos esquemas posibles que se han señalado en la conformación de este conjunto de conectores, también tiene sus propias particularidades. Los constituidos por el esquema P+N+Cque se caracterizan sintácticamente por mostrar una escasa movilidad. La posición que ocupan en el enunciado que introducen es la inicial, frente a la preferencia de otras unidades del mismo paradigma –como pues– por la posición medial y frente a otros conectores que pueden ocupar una posición final en el enunciado que introducen –como por consiguiente o por tanto–. Sin embargo, las unidades conformadas por el esquema P+PRdem+Cque están dotadas de una mayor movilidad posicional (Herrero Ruiz de Loizaga 2003: 1755), aunque todos los ejemplos extraídos de nuestro corpus se sitúan siempre en posición inicial.

Por último, y antes de comenzar el análisis detallado de cada unidad, cabe mencionar las dificultades metodológicas que entraña el estudio histórico de los marcadores del discurso15, pues no es siempre evidente discernir entre la función oracional y extraoracional que adquieren estos elementos y además, no disponemos de una serie de herramientas que resultarían útiles para su identificación como la utilización de una puntuación moderna que clarificase las funciones por sus rasgos prosódicos o el acceso a la introspección de los hablantes que facilitara la reconstrucción del contexto.

5.1 La manera

El sustantivo manera es el más frecuente en la composición de conectores

consecutivos frente a las demás bases léxicas, tanto en el conjunto de unidades

15 No somos, ni mucho menos, los primeros en reseñarlo. Véase al respecto Cano Aguilar (2003), Pons Rodríguez (2010) o Del Rey Quesada (en prensa), entre otros.

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formadas por el esquema P+N+Cque, como por aquellas que responden al esquema P+PRdem+N. Autores como Herrero Ruiz de Loizaga (2003, 2006) ya constataron esta frecuencia en su uso respecto al de otras unidades, rasgo que en nuestro corpus se revela particularmente pronunciado. Así, de manera que muestra un porcentaje de aparición mucho mayor que el de las demás variantes que presentan su misma estructura interna, al igual que de esta manera se manifiesta como la variante más utilizada con su mismo esquema formal. La tabla 1 recoge los resultados del análisis de nuestro corpus para ilustrarlo. Los porcentajes que se muestran están realizados en base al conjunto total de conectores consecutivos recopilados:

Conectores Consecutivos Porcentajes del total

De manera que 44,7% De esta manera 14,9% De modo que 19,1% De este modo 4,3% De suerte que 12,8% De esta suerte 0 De forma que 4,3% De esta forma 0 De arte que 0 De este arte 0

Tabla 1: Porcentajes de cada conector consecutivo

La gramaticalización del sintagma de manera que como locución conjuntiva puede

observarse ya en varios de los ejemplos documentados en los manuscritos del siglo XVI –como los ejemplos número 1 y 2–. La unidad sintagmática ha adquirido un grado elevado de fijación entre los elementos que la conforman y no conserva el valor semántico modal del sustantivo, sino que su significado conceptual se ha difuminado, en cierto modo, quedando como un matiz secundario frente al valor consecutivo que contiene la secuencia. De manera que codifica, entonces, un significado ‘instruccional’ –procedimental o computacional–16 frente al significado conceptual que posee cuando se emplea en el marco de la oración compleja17. La consecuencia o deducción que introduce la locución tiene una dependencia semántica de la frecuencia anterior, pero la unidad que la introduce –la locución de manera que– puede omitirse sin que el significado de los enunciados varíe. El conector consecutivo es, por tanto, perfectamente prescindible por lo que se diferencia claramente de su homólogo oracional. Estas características pueden observarse en los dos ejemplos que se exponen a continuación:

16 No entraremos aquí en la polémica suscitada en torno al tipo de significado que codifican los marcadores del discurso. Diana Blakemore (1987) fue la primera que señaló en un estudio relevantista la existencia de un significado procedimental para los marcadores del discurso frente a otras unidades lingüísticas de significado conceptual. Su teoría ha sido ampliamente discutida por otros especialistas en la materia lo que le ha llevado a reelaborarla, admitiendo la posibilidad de que algunos marcadores del discurso conserven el significado conceptual originario de las unidades de las que proceden, además de adquirir un significado procedimental que codifica una serie de instrucciones. 17 En el ámbito de la oración compleja la unidad de manera que se desglosa en dos. Por un lado, de manera y por otro la conjunción que, que satura una función dentro de la oración, ya sea primaria en el caso de que el que sea nominalizador o secundaria cuando el que es relativo. En la llamada oración compuesta, sin embargo, de manera que es usada ya como una locución conjuntiva. Para una explicación en detalle de las diferencias sintáctico-discursivas y semántico-pragmáticas de estas unidades en los marcos oracionales véase Montoro del Arco (2005).

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(1) Al prinçipios deste año me nonbro Esta audiençia por Juez mayor de bienes de difuntos y por estar los dineros dellos derramados en dibersas personas De que En esta bisita abra bien de que dar quenta y no se me Entrego la caja ni los libros hasta prinçipio del mes de Febrero en este poco tienpo hiçe diligençias con algun uigor. de manera que e cobrado catorçe u quinçe mill pesos y dellos ynuio A la casa de la contrataçion con los rrecados y testimonios Como honçe mill pesos de plata Algo mas En seys mill y treçientos y çinquenta y dos pesos de buen oro de Veynte y dos quilates y medio.[2v3] (CO. 1, 1575-1599). (2) =dixo que este testigo conosçio al Licençiado Xpoual Ferrer de ayala oydor que fue desta rreal audiençia y saue que El tiempo que siruio En ella de tal Oydor. sirbio bien y con gran cuydado acudiendo siempre a lo que tocaua a su offiçio y seruir de su Magestad. y saue este testigo murio muy Pobre y dexo a sus hijos y muger con suma Pobreza de manera que no se Pudieron pagar sus deudas por la gran Pobreza en que quedaron la dha su muger E hijos [3v13-14] (INFO. 5, 1600-1624).

Además, la existencia en ambos ejemplos de un complemento circunstancial modal

que precede a la inclusión de la locución –en el primer ejemplo: con algún vigor; y en el segundo: con suma pobreza– es un indicio más que permite la comprensión de de manera que como un conector consecutivo.

Otro factor que favorece la interpretación consecutiva de esta unidad es la modalización de la oración que introduce de manera que. Este parámetro fue señalado por Girón Alconchel (2004) en el estudio del reanálisis del conector consecutivo conque y creemos que puede extrapolarse al estudio de otras unidades del mismo paradigma. En el estudio que nos ofrece este autor, se indica que el significado modal cierra la trayectoria del cambio semántico –tal y como lo señaló Traugott (1989)– que se produce de un cambio 'proposicional' a uno 'textual' y por último, 'expresivo'. De ese modo, en ejemplos como los siguientes –(3) y (4)– se observa que de manera que ya ha adquirido plena fijación como locución conjuntiva e introduce un enunciado modalizado que permite extraer una inferencia expresiva del sentido textual en el que se presenta. En el primer ejemplo (3), el enunciado modalizado está introducido por un atributo subjetivo (es menester ayuda del cielo y prebençion muy grande) y en el segundo (4), se muestra a través de un enunciado directivo constituido por una perífrasis modal (viene a ser):

(3) de que a resultado como dho es tener diferençias con los compañeros, teniendolas con el sor lce.do sançho de muxica siendo fiscal por seguir a alg.os paniaguados suios, como siendo tambien oydor de que se temio no biniera a un gran rompimiento porque el dho s.r oydor muxica llebaba a [ratos] no con muçho sufrim.to estas cossas, que se mediaron por la prud.a de Mi S. Pres.te y ansimesmo con el lic.do dgo de Zorrilla, de manera que es menester ayuda del çielo y prebençion muy grande, para que con la altiuez de su condiçion no suçeda algun escandalo notable[3r26] (INFO. 1, 1600-1624). (4) Y de Hordinario le a uisto ocupado en ofos de rreçetor de esta rreal audiençia y otros de pluma en comisiones dando siempre mayores muestras de su mucha auilidad fidelidad y buen despacho y mui buena qta de las comisss que se le an encargdo en diferentes prouinçias de mana q Vie a ser vno de los hombres mas cursados en cosas de pluma q ay en toda esta tia donde siempre a sido mui estimdo Por el noble proçeder y trato de su perssa mostrando en ella su nobleza y buenas partes [4r5] (INFO. 2, 1600-1624).

La frecuencia de aparición de la unidad de esta manera es mucho menor que la de la

locución de manera que –tal y como se mostraba en la tabla 1 al comienzo de este

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epígrafe– y en nuestro corpus aparece casi siempre precedida de la conjunción copulativa y. El pronombre demostrativo que conforma la unidad también presenta variaciones entre el demostrativo más cercano este/esta o el más distante ese/esa. No obstante, en todos los ejemplos documentados en nuestro corpus se emplea el pronombre esta.

En muchas ocasiones, de esta manera adopta un valor conclusivo que cierra una secuencia o párrafo como se ilustra mediante el ejemplo siguiente:

(5) mas se gastaran de trezientos pso y todo esto se remediaria conq v alteza con consulta de su mag obiese aquj y en chile y en las charcas y en el cusco juez de apelaciones q seria facilmente avrlo de su santidad como en salamanca lo tiene el arçobispo de santtiago y desta manera no serjan los vasallos de su magtt tan maltratados Como son en las indjas Robandoles sus honrras y haziendas [2v31] (CO. 10, 1575-1599).

Así, la unidad adquiere distintos valores semánticos según el contexto en el que se

presente. Una estructura también muy frecuente con el sustantivo manera es la formada por la

preposición por + manera + Cque ya registrada en el siglo XVI en trabajos como el de Keniston (1937), Herrero Ruiz de Loizaga (2006) y Cano Aguilar (2007). Por el contrario, autores como Lope Blanch (1984) dudaron en incluir a esta unidad entre los ‘nexos de valor consecutivo’ y se decantaron por atribuirle un valor final. En nuestros ejemplos, sin embargo, se puede observar su valor como conector consecutivo en el que introduce un razonamiento que se desprende de lo anteriormente dicho:

(6) y como se atrabeso la voluntad de V. Md lo acepte, sin embargo de que en aquella Coiuntura y siempre e juzgado ser esto un negoçio de la maior ossadia y atreuimiento de quantos un hombre puede emprender porq si dissimula o embarra en los exçessos q A de uerificar Offende A dios no guarda a V magd la fidelidad que deue y si aprieta para sacar la Uerdad en limpio inCurre En Un Odio y lance inmortal de los Vissitados de sus deudos y amigos Sin Una infinidad de testimonios y maldades q salen de los mesmos Vissitados - Por manera que El premio esta dubdosso y las persecuçiones y adversidades çiertas - desde el punto q començe la vissita me arme de un sufrimiento y modestia para los contrastes que podian subçeder para no dar lugar A las tragedias y escandalos q an subçedido en la uissita del audiençia del nueuo reino [1r12] (C.O. 6, 1575-1599).

El uso más frecuente de esta unidad en nuestro corpus se observa en manuscritos que

contienen algún párrafo referido a la contaduría, en los que por manera que introduce siempre la cantidad, suma o resultado de los cálculos. Así es frecuente hallarlo en un enunciado, cuyos verbos son sumar, montar, hallar, etc.:

(7) Y en dicha foxa del dho libro Rl del dho año en partida del dicho dia nueue de mayo entraron ciento y nouenta y ocho pesos del dho oro en poluo de los tributos de los dichos Yndios noanamas del Rio de San Joan Por manera q las dichas partidas q han entrado en dicha Rl caxa de los dichos tributos de Yndios de las prouincias del Noanama y del Choco montan tres mil seisçientos y nouenta y dos pesos quatro [**]mines y seis granos del dicho oro fino en poluo Y dosçientos sesenta y ocho patacones y seis reales y para que conste doy la presente remitiendome en lo necessario a los dichos libros reales citados de mandado de dicho Señor Gouernador y capitan general y la formo en esta dha ciudad de Popayan a veinte y tres de mayo de mil y sesiscientos y sesenta y dos años [1v29] (R.C. 1, 1650-1674).

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5.2 El modo

La segunda base léxica más utilizada de este conjunto de unidades conectivas es el

sustantivo modo. Sin embargo, su aparición se produce en una fecha posterior respecto a las demás variantes y además, es un cultismo que tarda en asentarse como locución sinonímica a la de manera. Según Herrero Ruiz de Loizaga (2006: 1758) puede hallarse desde la primera mitad del siglo XV, pero su uso como locución es aún muy reducido en el siglo XVI. Estos datos se corroboran con lo recopilado en nuestro corpus, ya que no hemos registrado ningún uso del sustantivo modo ni en el esquema P+N+Cque ni en el esquema P+PRdem+N, es decir, no lo hemos hallado en su función discursiva como conector consecutivo.

Aun así, hemos documentado algunos ejemplos de principios del siglo XVII y sobre todo a lo largo del siglo XVIII. Los porcentajes que corresponden a cada siglo según el total de unidades conectoras registradas con el sustantivo modo son los siguientes:

Conector consecutivo Siglo XVII Siglo XVIII De modo que 18,2% 63,5% De este modo 0 18,2%

Tabla 2: Porcentajes de unidades con el sustantivo modo

De modo que puede utilizarse para introducir una deducción, una consecuencia o una

conclusión de lo previamente relatado, al igual que se observaba en el empleo de la locución de manera que. Todas las variantes locucionales adquieren las mismas funciones y los mismos valores semánticos, por lo que no hay diferencias significativas en su uso, excepto la frecuencia de aparición que presentan. En el ejemplo que se expone a continuación puede observarse el uso de de modo que como un conector que introduce las consecuencias e inconvenientes que se deducen de lo expuesto previamente: como no hay dinero, la Republica «está reducida a la mas deplorable calamidad». El valor consecutivo está presente junto a un valor conclusivo que finaliza el párrafo y cierra todo lo relatado con anterioridad:

(8) El tercer capitulo, que persuade el perjuicio, que ocasiona el estanco se reduce à que todo el Dinero, ò la maior parte de el, que pudiera correr para el aliuio de tantas necesidades se ve tambien estancado en estas oficinas: De modo que faltando este giro, que es el Alma de la Republica, se halla esta reducida à la mas deplorable calamidad. [7v4] (C.O 1, 1750-1774).

La relación de consecutividad que establece la locución de modo que es clara en

muchos ejemplos, como se puede observar en el que se muestra a continuación, donde se emplea, además, una locución anafórica de valor causal –por esta razón– que remite a todo lo enunciado previamente recuperando la causa que se necesita para extraer una consecuencia:

(9) al oyr mi parezer se exaspero de ttal suerte que sin àcattar el respectto que se deue guardar al Ayunttamiento, profirio conttra mi en injuriosas vozes, como todo constta de los documentos que remitto para su comprouazion; suplicando a V.E rendidamentte se digne de declarar que estte individuo, no deue entrar en el cauildo, y ttener en el Voz, votto, ny Asiento, en confomidad de la Ley Munizipal que prohiue el que los Regimienttos se siruan por sobstitutos, pues aunque por ottra ley se prebiene que el

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Alferz Real solo es para el ministterio de guardar las cosas anexas al ministerio de àlferasgo y alzar el esttandartte en los dias señalados, pero no para gozar de Uoz, y votto en las resoluciones del cauildo, porque para esto le hosta la Ley, que prohiue la inttroduzion de sobsttittutos en los regimientos, por hallarse en su fuerza y uigor, y no hauerse revocado, de modo que por esta razon se deuen obseruar, ambas Leyes conziliandose en la forma referida [2v1] (C.O. 3, 1750-1774).

En cuanto al conector consecutivo que presenta el segundo esquema –de este modo–

se han encontrado también algunos ejemplos, si bien en un porcentaje mucho menor –tal y como se mostraba en la tabla 2–. Entre ellos destacan algunos como el número 10, donde previamente a la inclusión del conector ha aparecido el mismo sustantivo que la conforma –modo–:

(10) consiguio su solicitud auto de esta Real Audiencia para que no se prendiese ninguno por esta Causa sin primero darle noticia a dho señor embarasando por este medio las inJusticias y agrauios que les hacian a dhos Yndios los Cobradores de tributos como para que se Uiese el modo como hauian de pagar sin esta Oprecion, lo que les ha sido de grande alibio, y de este modo consigue el librarlos de esta molestia, en que igualmente contribuye, su amorosa lealtad, a que no se perjudique su Magestad en sus Reales intereses, sin Otras muchas particularidades que Omite el testigo por no hacer tan dilatada su declaracion. Y que lo que llua dho, y declarado es la verdad, so cargo del Juramento que tiene fecho en que se afirmo y rratifico [...] [32r8] (INFO. 1, 1725-1749).

La aparición del sustantivo modo parece favorecer la elección del conector de este

modo frente a las demás variantes, pues el escribano, al haber utilizado recientemente ese sustantivo, lo tendría en mente, por lo que el uso de esa variante le resultaría más accesible que el de las conformadas por los sustantivos manera, suerte, arte y forma. Un caso análogo lo constatamos en otro trabajo en relación al empleo de por ello frente a sus variantes por esto o por eso (Diez Del Corral Areta en prensa). La previa utilización del pronombre personal parecía favorecer la utilización de por ello frente a sus demás variantes, mostrando cierta tendencia a la hora de elegir uno u otro conector, del mismo modo que parece suceder con las variantes constituidas por los sustantivos modo, manera, suerte, arte y forma.

5.3 La suerte

El índice más alto de aparición en nuestro corpus después de manera y modo, lo

presenta el sustantivo suerte. La diferencia más notable respecto a la variante con modo es que se documentan varios ejemplos en el siglo XVI, por lo que en nuestro corpus se muestra como la segunda variante más utilizada en este siglo tras de manera que:

(11) y no contento con esto fauoreçiendole como a inftimo amigo, con relaçion q hizo a los inquisidores de lima encareçiendo su saber juizio y prudençia no atendiendo a la calidad q semejante offio requiere le hizo proueer por comisario del sto offio de suerte q lo tiene todo no con pequeña murmuraçion y aun reçelo y escandalo de todo el comun y pa mas nos injuriar no obstante nra contradiçion y repugnançia a quitado la silla del arcno q esta ausente e puestole en ella, estando mandado por vra mag q no se de silla ni voto en cabildo al q por vra real persona no fuere presentado [1v31] (C.O. 2, 1575-1599). (12) y porque despues aca se ofresçieron en esta çiudad las reboluçiones pasadas sobre el resçiuimiento de las alcaualas en cuya ocassion como a vro presidente E oydores consta y a toda esta ciudad es notorio yo siempre fui de paresçer se resçiuiesen las dhas

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alcaualas aconsejando a los regidores y persuadiendoles a ello. de suerte que por esta causa fui dellos y de quassi todo el comun odiado y por ello alonso moreno bellido y sus cequaçes me tomaron odio y enemistad y me pretendieron ofender como lo declara Joan sanchez de xeres en la declaraçion que contra ellos hizo en esta rreal audiençia [1r12] (INFO. 3, 1575-1599).

En el ejemplo 12, se observa también –tal y como veíamos en el epígrafe 5.2– la

aparición de una locución anafórica de valor causal –por esta causa– que recupera explícitamente la causa necesaria para que se pueda incluir una consecuencia.

En el español actual el uso de esta locución es aún más escaso, ya que ha quedado relegado a un ámbito culto y elaborado –como afirma Santos Río (2003: 609)– que parece impedirle la adquisición de una serie de funciones pragmáticas que presentan con frecuencia sus variantes de manera que y de modo que.

En cuanto al segundo esquema posible en función conectora –de esta suerte– no se ha documentado ningún ejemplo, a pesar de que Herrero Ruiz de Loizaga (2006: 1757) lo señala con esta función en un corpus de textos dialogados del siglo XVI.

5.4 La forma

En cuanto a los conectores consecutivos formados por el sustantivo forma

documentamos muy pocos ejemplos para el primer esquema –de forma que–. En algunas ocasiones se utiliza en los mismos contextos en los que documentábamos

por manera que, es decir, en relaciones de cuentas o sumas como se observa en el ejemplo siguiente:

(13) En el num.ro Catorçe aVisse de los tratos y Contratos publicos, que han tenido los escriu de Cam.ra desta Real Audiençia en contrabençion de la prohibiçion q les esta hecha por Çedula de VM.d su fha en postrero de Agosto de seisçientos y diez y nuebe. Y aunq entonçes declara algunas partidas de quantidades fueron de poca suma respecto de la grande q hoy tengo ajustada por escrip.ras pp.cas de contrataçiones y muchas dellas ilicitas y no permitidas avn en los q pueden tratar y contratar. De forma q hallo. que montan las Contrataçiones q le an tenido estos escriuos de cam.ra mas de Medio Millon = en lo qual me sera fuerça probeer del remedio conbeniente en conformidad de lo que VMd tiene ordenado y mandado por Reales Çedulas Con fuerça de ley Y a mi en mis Comiss.es [1r29] (INFO. 11, 1600-1624).

El valor modal en el número 13 parece coexistir con el valor consecutivo e incluso

con un valor conclusivo que recoge el resultado que le conduce al autor a ‘probeer del remedio conveniente’.

Por otro lado, el conector que presenta el segundo esquema –de esta forma– no ha sido documentado en nuestro corpus. Además, en contraposición con otras formas como de esta suerte o de este arte tampoco ninguno de los autores que han estudiado estos conectores en corpus similares la han registrado. Así, por ejemplo, en los trabajos de Herrero Ruiz de Loizaga (2003, 2006) se compilan algunas muestras con las otras dos variantes mencionadas, pero ninguna con de esta forma.

5.5 El arte

Por último, mencionamos la variante formada por el sustantivo arte a pesar de que no

hemos recopilado ningún ejemplo en nuestro corpus –ni de arte que ni de este/ese arte–. Sin embargo, otros autores como Cano Aguilar (2007) y Herrero Ruiz de Loizaga

(2006: 1757) han documentado algunos ejemplos de estos conectores en uno de los

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siglos que se abarcan en este trabajo: el siglo XVI. No obstante, ambos autores destacan la escasez de muestras. Herrero Ruiz de Loizaga (2006: 1757) compila un único ejemplo en Fray Luis de León (1980)18 para la forma de arte que y algún otro para la forma de este arte, aunque carecemos del número exacto de muestras19. Por otro lado, Cano Aguilar (2007) menciona que de arte que –junto a de suerte que– es una variante muy poco frecuente frente a de manera que, pero no expone ningún ejemplo.

Esta ausencia en la documentación podría reflejar una diferencia dialectal del español peninsular con el de América, aunque en una búsqueda realizada en el CORDE se han encontrado algunos ejemplos de esta locución en otras regiones de Hispanoamérica. No se registra, sin embargo, ni un solo ejemplo en los actuales países de Colombia y Ecuador, pero quizá estos resultados se deban a las diferencias cuantitativas que existen en la documentación20. Por tanto, todavía no tenemos datos suficientes para poder corroborar esta hipótesis.

De cualquier forma, es una locución que cayó en desuso a finales del siglo XVI, por lo que solo se encuentran algunos ejemplos esporádicos en los siglos XVII y XVIII. Así pues, esta forma no se menciona en ninguna de las recopilaciones actuales de marcadores del discurso que sólo comprenden las locuciones formadas a partir de los sustantivos forma, manera, modo y suerte.

6. CONCLUSIONES

Los conectores son una serie de unidades lingüísticas que si se conocen y se emplean de manera apropiada, favorecen el procesamiento de la información que se realiza en cualquier acto comunicativo. Entre ellos existe una subclase conocida como conectores consecutivos que, como su nombre indica, establecen una relación de consecutividad entre dos enunciados o miembros discursivos. Dentro de este paradigma hay un subconjunto de unidades constituidas por una serie de sustantivos abstractos que indican el ‘modo’ o la ‘manera’ en que se realiza algo. Estas unidades al gramaticalizarse se desprenden de ese significado conceptual de modalidad que contenían y pasan a adquirir un valor consecutivo en estructuras ya fijadas como locuciones conjuntivas. Estos elementos se presentan bajo el esquema P+N+Cque y dada su fijación son inanalizables en unidades menores.

Otro esquema posible que contiene los sustantivos manera, modo, forma, suerte y arte y que es capaz de introducir una consecuencia a nivel discursivo es el que incorpora un pronombre demostrativo entre el sustantivo y la preposición: P+PRdem+N. Este tipo de conector consecutivo se diferencia del esquema anterior en que puede ir precedido de una conjunción de coordinación. En nuestro corpus, de hecho, es prácticamente el único uso que se documenta a excepción de un par de ejemplos aislados.

Las variantes que presentan este subconjunto de conectores vienen determinadas por el sustantivo que incorporan. Por este motivo, su análisis se ha estructurado según las 18 La cita bibliográfica exacta la referimos aquí, ya que no es una fuente primaria de nuestro corpus: LEÓN, Fray Luis de (1980): De los nombres de Cristo. Madrid: Cátedra. [Ed. de Cristóbal Cuevas García]. 19 Sabemos al menos que cita un ejemplo de DE RUEDA, Lope (1992): El Deleitoso y el Registro de representantes. Madrid: Castalia. [Ed. de José Luis Canet Vallés]. 20 No nos detendremos aquí en reseñar las ventajas e inconvenientes del uso de una base de datos como el CORDE, pero no somos los primeros en reseñar esta diferencia documental entre la Península y el continente americano. En una simple búsqueda del sintagma de arte que —sin fijarnos esta vez en sus funciones sintácticas o discursivas— se encuentran 215 ejemplos en España frente a 17 ejemplos en todos los países de América.

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Sobre el modo, manera, suerte, forma y arte de conectar

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bases léxicas de los conectores. Asimismo, para su ordenación, se ha tenido en cuenta un criterio cuantitativo que considerara la frecuencia de aparición en un corpus constituido por 134 documentos manuscritos procedentes de la Audiencia de Quito y conservados en el Archivo General de Indias de Sevilla (AGI).

En cuanto al análisis, cabe destacar que todas las variantes presentan usos similares y adquieren valores idénticos. El rasgo fundamental que las diferencia es la frecuencia de aparición que presentan. El conector consecutivo más empleado dentro del subgrupo de unidades estudiadas es el que contiene el sustantivo manera. A él le sigue el conformado por el sustantivo modo, a pesar de su tardía fecha de aparición, seguido de la suerte y la forma. En cuanto al arte no ha sido documentado en ninguno de los dos esquemas posibles en su valor de conector consecutivo, si bien otros autores que han trabajado con corpus del siglo XVI han recogido ejemplos tanto del conector que presenta el primer esquema –de arte que– como del que presenta el segundo –de este/ese arte–. Esta ausencia podría ser una característica dialectal del español en América, pero no tenemos datos suficientes para poder afirmar esta hipótesis. Por el momento, y tras los resultados del corpus analizado, solo podemos conformarnos con haber ofrecido una aproximación descriptiva del uso de estos conectores consecutivos en un conjunto de documentos coloniales emitidos por la Audiencia de Quito en los siglos XVI, XVII y XVIII. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Mera, oidor de la audiencia de Quito sobre su llegada a la audiencia y sus primeras apreciaciones [Ejemplo (1)].

(C.O. 2, 1575-1599): Quito 80, N.14, Quito, 27 de agosto de 1579 (4 caras): Carta del cabildo eclesiástico de Quito dando quejas del comportamiento del obispo Fray Pedro de la Peña [Ejemplo (11)].

(C.O. 6, 1575-1599): Quito 82, N.3, Quito, 8 de enero de 1577 (2 caras): Carta de Francisco Antonio Jurado, guardián del convento de San Francisco de Quito sobre las cosas que hay que enmendar en lo tocante a las doctrinas y otras cuestiones [Ejemplo (6)].

(C.O. 10, 1575-1599): Quito 8, R.22, n.68, Quito, 24 de abril de 1588 (3 caras): Carta del presidente de la audiencia en donde informa sobre algunos oficiales de la Real Hacienda como el contador Francisco de Cáceres y el tesorero Juan Rodríguez de Ocampo [Ejemplo (5)].

(C.O 1, 1750-1774): Quito 348, Quito, 28 de noviembre de 1764 (58 caras): Carta oficial escrita por Don Francisco de Borja y Larraspuru sobre la ruina en la que está la ciudad de Quito a causa del establecimiento del real estanco de aguardiente [Ejemplo (8)].

(C.O. 3, 1750-1774): Quito 348, Quito, 29 de octubre de 1762 (4 caras): Copia del original de una carta escrita por el Doctor Luis de la Cuesta y Zelada sobre la entrada al cabildo del Doctor Francisco de Berja y sus consecuencias [Ejemplo (9)].

(INFO. 3, 1575-1599): Quito 48, n.3, Quito, 1596 (12 caras): Informaciones de oficio y parte: Pedro Luis de Costa, abogado de la Audiencia de Quito, vecino de San Francisco de Quito. Información con parecer [Ejemplo (12)].

(INFO. 1, 1600-1624): Quito 61, Quito, 2 de abril de 1623: Información sobre el proceder de don Manuel Tello de Velasco oidor de la audiencia de Quito. Declaración de Mathias de Peralta [Ejemplo (3)].

(INFO. 2, 1600-1624): Quito 46, N.39, 1603 (28 caras): Informaciones de oficio y parte: Pedro de Robles, escribano de juzgado, vecino de Quito. Información con parecer inserto. Declaración de testigo del capitán Francisco Suarez de Figueroa [Ejemplo (4)].

(INFO. 5, 1600-1624): Quito 49, n29, 1611 (12 caras): Informaciones de oficio y parte: Cristóbal Ferrer de Ayadla, oidor que fue de la Audiencia de Quito. Información a petición de su mujer Constanza de Lorroca y sus hijos. Declaración de Diego de Leon Çiça [Ejemplo (2)].

(INFO. 11, 1600-1624): Quito 61, 1623 (23 caras): Información sobre varios asuntos sobre algunas de las cajas reales de la Audiencia [Ejemplo (13)].

(INFO. 1, 1725-1749): Quito 172, Quito, 27 de mayo de 1732 (90 caras): Información sobre el proceder del fiscal protector con un indio cacique del pueblo de Tumbaco [Ejemplo (10)].

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(INFO 2, 1725-1749): Quito 172, Quito, (1729): 52 caras): Memorial de Manuel Chinchinilla, indio connaturalizado en el pueblo de Tumbaco, sobre las obligaciones de pagar la mita a don Pedro Quinda Lungo [Ejemplo en la nota a pie de página 14].

(R.C. 1, 1650-1674): Quito 67, Popayán, 22 de Mayo de 1672 (2 caras): Relación de cuentas de los tributos de los Yndios de la Prouincia del Noanamá y de la del Choco enviada por Don Bernardino de Ubillue [Ejemplo (7)].

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RECIBIDO: 31/07/2011 ACEPTADO: 04/11/2011

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PROCESO DE GRAMATICALIZACIÓN Y SUBJETIVIZACIÓN DE TOMA

MARINA GONZÁLEZ SANZ Universidad de Sevilla

RESUMEN En este artículo ofrecemos una descripción del proceso de gramaticalización sufrido por la unidad toma. Basándonos en los casos analizados, extraídos del CORDE, definiremos el elemento toma a partir su vínculo con el receptor. El valor apelativo real se encontraba ya presente en el uso original como forma conjugada del verbo, y se mantendrá en todos los usos derivados, aunque con un cambio: en empleos más recientes, encontramos una evolución del receptor, que pasa de instancia comunicativa a instancia discursiva, convirtiéndose así en anclaje para la construcción del mensaje del hablante. Otro cambio que constatamos es la pérdida de valores correspondientes a la forma verbal originaria y el desarrollo de invariabilidad morfológica. Este estudio pretende, por tanto, ofrecer una explicación exhaustiva de la evolución que explica la polifuncionalidad actual del elemento, así como el proceso cognitivo de subjetivización, que ha supuesto la aparición de nuevos contenidos modales. PALABRAS CLAVE gramaticalización, marcador del discurso, subjetivización, toma.

ABSTRACT This article aims at a description of the process of grammaticalization suffered by the unit toma. Taking as a basis the cases analyzed, extracted from CORDE, we define the element toma starting with its link with the receiver. The value of real appealing was already present in the original use as a conjugated form of the verb and maintained in all derived uses, but it showed one change: in most recent uses, we found an evolution in the addressee, passing from communicative instance to discursive instance, making it a ground for the construction of the speaker's message. Another change we notice is the loss of values corresponding to the original verbal form and the development of morphological invariance. Therefore, this study aims to provide a full explanation of the evolution that explains the item's current multi-functionality, as well as the cognitive process of subjectification, which has assumed the appearance of new modal contents.

KEYWORDS grammaticalization, discourse marker, subjectivity, toma.

INTRODUCCIÓN

En los últimos años se ha despertado el interés por el estudio de los usos y valores de

los marcadores del discurso (MD). Muestra de este creciente interés son las publicaciones que están surgiendo (Santos Río 2003; Fuentes 2009; Loureda-Acín 2010), en un intento de profundizar en una categoría tan heterogénea (Martín Zorraquino 1998: 35).

La mayoría de los MD se crea a partir de categorías léxicas y gramaticales que ya existen en la lengua, como la verbal (Company 2004: 33). Un ejemplo de ello es el verbo tomar, que ha sido analizado por Company en la construcción toma ya (2004: 49). En la actualidad, este elemento presenta una amplia variación formal y expresa interesantes valores comunicativos, que ya describimos (González Sanz en prensa). En esta ocasión nos ocupamos del proceso de gramaticalización que ha sufrido la unidad: a

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Proceso de gramaticalización y subjetivización de toma

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partir de los casos analizados, extraídos del CORDE, definiremos el elemento toma desde su vínculo con el receptor, al contrario que otros elementos como por supuesto u hombre (Fuentes-Alcaide 1996: 191, 197). El valor apelativo real se encontraba ya presente en el uso original como forma conjugada del verbo, y se mantendrá en todos los usos derivados, aunque con un cambio: en empleos más recientes, encontramos una evolución del receptor, que pasa de instancia comunicativa a instancia discursiva, convirtiéndose, así, en anclaje para la construcción del mensaje del hablante.

Otro cambio que constatamos en el proceso de gramaticalización reside en la pérdida de valores correspondientes a la forma verbal originaria y el desarrollo de invariabilidad morfológica. Como señala Girón Alconchel, los estadios intermedios presentan dos rasgos destacables: la coexistencia de las propiedades morfosintácticas correspondientes a la categoría original y las propias de la nueva categoría; y la presencia de «capas funcionales dentro de un mismo dominio funcional o paradigmático» (2004: 75). En este sentido, podemos observar en los ejemplos la pérdida de concordancia verbal con el sujeto del verbo o la falta de variación temporal.

La explicación del proceso se asienta en gran medida en la subjetivización que se produce en la conceptualización del elemento, hecho que se desprende del uso de sustantivos no referenciales que funcionan como Objeto Directo del elemento, en lugar de los nombres referenciales del empleo original. En una etapa intermedia del proceso observamos, además, un progresivo aumento del contenido modal. Nos situamos en la etapa de la atenuación en el grado de control del sujeto, previa a la subjetivización total que supondrá la evolución en elemento interjectivo (Langacker 1999: 152). Este toma concebido y utilizado como interjección se caracteriza por su aparición como intervención independiente, propiedad que no estaba en fases anteriores.

Para el estudio del proceso sufrido por el elemento partimos de la teoría de la gramaticalización, iniciada por Meillet (1912) y Lehmann (1985), quien enumeró los principales cambios que tienen lugar en el proceso, especialmente en lo referente al peso, la cohesión y la capacidad de variabilidad del término gramaticalizado. Más tarde, otros autores han profundizado en esta teoría: Garachana (1999) Octavio de Toledo (2001-2002) Girón Alconchel (2004) o Traugott- Hopper (1993). 1. PROCESO DE GRAMATICALIZACIÓN Y PRAGMATICALIZACIÓN

Desde los orígenes de la lengua española, el modo imperativo se ha diferenciado del resto de modos verbales por poseer la capacidad de expresar la modalidad deóntica apelativa de mandato (Ridruejo 1999: 3215). Garrido (1999: 3910) señala dos propiedades del modo imperativo: la alusión a acciones que no han ocurrido ni están ocurriendo, y la referencia directa al oyente. Estos valores aparecen ya en las primeras muestras del modo imperativo del verbo tomar:

(1) E después que esto ouiere fecho, deue tomar un poquillo della e metérgela tres vezes en la boca de aquel que quiere bautizar, deziendo: Toma esta sal, que es para conosçer a Dios e carrera prouechosa para yr a la vida perdorable. E esto es fecho por grant sacrificança; ca asy commo la sal desata todas las humidades que son sobejanas en las cosas, otrosy el saber desfaze todas las durezas e las nesçiedades que los omnes han en sus coraçones por non creer en la fe de Dios commo deuen.

[CORDE, Alfonso X, Setenario, 1252-1270]

En este primer ejemplo, el Objeto Directo (OD) está formado por un sustantivo concreto y determinado. El sentido del verbo en este contexto es el de su primera acepción: «tomar o asir con la mano algo» (DRAE: v. tomar). En otros casos, el OD está

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constituido por un sustantivo de naturaleza abstracta, manteniendo el significado del verbo en sentido metafórico:

(2) Et otrossi a la hora del sobimiento & de la apparicion faz assi como yo dire. Toma la differencia que es entrel sol de la hora sobre que obreste. Si quisieres su ascondimiento; toma lo que a entrel sol del ponimiento & el sol del ascondimiento. Et otrossi si quisieres su apparicion;

[CORDE, Maestro Bernardo, Libro de la açafeha, 1277]

El empleo de este verbo es tan frecuente que aparece en contextos muy variados. Hacemos especial hincapié en la alta frecuencia de aparición en contextos de lucha física:

(3) El rrey Bermejo despues que fue preso aquella noche, fue leuado el e don Edriz e los caualleros que con el fueron presos a la ataraçana. E dende a dos dias el rrey don Pedro fizolo sacar a vn canpo grande, que es en Seuilla de la parte del alcaçar que dizen Tablada, al rrey Bermejo cauallero en vn asno vestida vna saya de escarlata que el tenia, e de los moros treynta e siete, e fizolos todos matar alli. E el rrey don Pedro lo firio primero de vna lança e dixo assi: "Toma esto por quanto me feziste fazer mala pleytesia con el rrey de Aragon e perder el castillo de Hariza." E el rrey Bermejo desque se vio ferido dixo al rrey en su arauigo: "Pequeña caualgada feziste." E fueron ese dia muertos con el rrey Bermejo en la Tablada treynta e siete caualleros moros que venian con el. E los caualleros e los de pie, que serian todos fasta trezientos, fueron todos presos e puestos en la ataraçana. E fue preso aquel moro muy honrrado que venia !, que era de allen mar, de quien auemos dicho que auia nonbre don Edriz Abenbulula fijo de don Vzmin.

[CORDE López de Ayala, Crónica del Rey Don Pedro, 1400] Se observa cómo el hablante emplea el verbo en el sentido de ‘recibir’, complementado por un OD pronominalizado, que podemos desarrollar como esta lanzada, y que transmite la idea de simultaneidad entre lo dicho (toma esto) y lo hecho (el golpe). Acudiremos a este contexto de aparición, especialmente frecuente desde su primera localización en este texto, datado en 1400, hasta la actualidad, para basar la explicación que proponemos del proceso de subjetivización que sufre el verbo.

Ya en un texto del siglo XVI, encontramos el empleo como operador modal de la forma toma:

(4) Amintas.- Por cierto, assí me ha parecido: siempre muger amiga de toda bondad. Y que estoy satisfecho de su conversación. Veturia.- Ya me parece que amanece. Quiero yr a ver en lo que está Berinto, si se levanta o qué ordena de hazer. ¡Toma, toma! Aún aora de nuevo se está quexando Cantaflua, como si le pessasse con el juego; pero con todo eso es trabajo, que no creo que en toda la noche an dormido. Pues si piensa hallar el suelo, será el trabajo del henchir la tina las hijas de Dánao. Pero quiérome yr un poco a parlar con Amintas, que él no tiene tan grave la conversación, si la dote de Claudia no se la buelve. Que assí acontece, 'quando pobres umanos, quando ricos sobervios'. ¿Señor Amintas, dormís?

[CORDE, Anónimo, Comedia Thebayda, 1500] Podemos comprobar la alteración que han sufrido las propiedades típicas del modo imperativo que mencionábamos al inicio del epígrafe: la alusión al receptor ya no es directa. El oyente es el destinatario del comentario modal que efectúa el hablante sobre un hecho que, además, ya ha tenido o está teniendo lugar en el momento de la

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Proceso de gramaticalización y subjetivización de toma

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enunciación: las quejas de una tercera persona no presente en la situación comunicativa. Esta alusión a acciones simultáneas a la emisión de la forma imperativa es uno de los casos no prototípicos del verbo, en opinión de Garrido (1999: 3921). Además, es un operador modal, que señala la actitud subjetiva del hablante sobre lo que ya ha ocurrido, y cuyo contenido el hablante se dispone a comentar.

El papel discursivo tiene más importancia en el siguiente contexto de aparición, en el que aumenta el contenido reactivo:

(5) Celestina: Hija, pues el enamorado qu'está muerto por ti, /k3v/ sabe que es Jesuchristo, que de amores de redimirte murió por ti. ¡Mira si tienes razón de morir de amores de tal enamorado! Poncia: Toma, toma, ¿y ésse es el enamorado? Pensé, en buena fe, que era otro. Celestina: ¿Y quién havía de ser, bova, diziéndotelo yo? Poncia: Hi, hi, hi; por mi vida, que pensé que dezías por Sigeril, paje de Felides.

[CORDE, Feliciano de Silva, Segunda Celestina, 1534]

Podemos observar claramente cómo la expresión de toma constituye una reacción a la información que aparece en la intervención inmediatamente anterior. Funciona como operador modal, en este caso reafirmativo de la información siguiente. Además, comprobamos un aumento de la carga exclamativa del hablante. A finales del siglo XVI, esa modalidad exclamativa se explicita gráficamente:

(6) Menemno, casado. Menemno, mancebo. Tronchon, esclavo. Audacia, hija de Casandro. Talega, simple. Aud: ¿Es verdad esso que me cuentas, Talega? Tal: ¡Toma si es verdad! ¡Vieras huir a Casandro tu padre y al faldudo de maestre Averroyz más ligeros que gamos! Aud: Y a Menemno ¿a dó lo podría yo hallar agora para meterlo secretamente en casa? Tal: ¿Qué me sé yo? Dios se lo perdone a vuestra mercé y a mí también, porque al prencipio se podía escusar todo esto. ¡Albricias! ¡Albricias, señora, albricias!

[CORDE, Juan de Timoneda, La Comedia de los Menemnos, 1559] Si tomamos el texto escrito como correspondiente fiable de la manifestación oral, podríamos afirmar que la unidad toma está integrada desde los puntos de vista sintáctico y entonativo en el enunciado exclamativo. Pero, teniendo en cuenta la datación del documento, no debemos tomar su puntuación como parámetro, debido a la «falta de correspondencia entre los signos modernos y los empleados por la manuscritura medieval» (Sánchez-Prieto 1998: 102). Desde este punto de vista, nos encontraríamos frente a una interjección emotiva que transmite sorpresa, equivalente a la unidad anda. Al retomar un elemento procedente de la intervención anterior (verdad), se potencia el énfasis en la reafirmación de la información (Rodríguez Ramalle 2007: 814), la variante expresiva más frecuente según la clasificación de usos de anda que ofrece Tanghen (2009: 32). Esta es la única estructura posible para efectuar la combinación exclamativa con toma. A partir de la primera aparición de la expresión (1559), se hace relativamente frecuente, especialmente en el siglo XIX, hasta el siglo XX, etapa en que cae en desuso.

Hasta ahora, únicamente habíamos recogido usos dialogales de la forma. El primer contexto monologal en el que encontramos la unidad aparece en una comedia de 1528:

(7) De manera que no erremos la carrera, dormiré como una infanta:

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vos, çurrón, sed cabeçera; vos, gabán, seréis la manta. Con buen tino, mi fe, pues el sueño vino, a la he, venga en bonora que, pues es largo el camino, bien puedo dormir mediora. ¡Malhadadas, qué moscas tan endiabladas! ¡oh, qué negras picazones! ¡oh hi de puta, y qué piojadas que siento en estos ancones! Si acertara, te doy fe que te adobara; mas yo jugaré de maña, que luego van a la cara. ¡Mal aya tal alimaña! ¡Sant Antón, con tanta persecución! Toma, pues, ¿por qué te aquexas? ¡Dios, qué tripas y figón, en el morro me las dexas!

[CORDE, Jaime de Huete, Comedia tesorina, 1528] Se trata de un fragmento correspondiente a un monólogo de la Comedia tesorina donde el personaje de Giliracho se queja de algunos inconvenientes que encuentra a la hora de dormir. Tenemos, por tanto, la voz de un único hablante que, en un momento de su discurso, se desdobla para reprocharse a sí mismo lo inoportuno de sus quejas. En este contexto monologal dialógico, toma refuerza sus funciones como mecanismo discursivo y argumentativo: sirve de elemento de reacción ante un enunciado anterior y de intensificador argumentativo, a la manera de modificador realizante (Ducrot 1995: 146-165; Fuentes-Alcaide 2007: 31), del enunciado siguiente, la pregunta ¿por qué te aquexas? A partir de este caso, documentado en el siglo XVI, conviven los dos usos de la unidad toma como operador modal: el propiamente dialógico, que aumenta progresivamente su contenido reactivo (8), y el monologal dialógico que veíamos en (7).

(8) ALMANZOR. Mientras dijiste el romance me desposé de secreto con la Infanta doña Urraca. ZORAIDA. ¿Es cierto? ALMANZOR. Toma, sí os quiero. URRACA. ¿Cómo os he de dar la mano, Almanzor, si vos sois moro? ALMANZOR. Volviéndome yo cristiano, y vos mora, yo os adoro; aquesto, señora, es llano.

[CORDE, Francisco Bernardo de Quirós, Aventuras de don Fruela, 1656]

En lo que se refiere a la datación de las variantes modales de la unidad en su empleo como operador, podemos afirmar que ambos usos son prácticamente simultáneos en el tiempo: las muestras extraídas del CORDE señalan una diferencia de treinta años entre el empleo como operador emotivo y su uso reafirmativo. Tomando como base la teoría de

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la gramaticalización1, este elemento cumple varios de los requisitos necesarios para que consideremos que se ha producido el cambio. Durante el transcurso de este tipo de procesos, los estadios intermedios presentan dos rasgos fundamentales: la coexistencia de las propiedades morfosintácticas correspondientes a la categoría original y las propias de la nueva categoría; y la presencia de «capas funcionales dentro de un mismo dominio funcional o paradigmático» (Girón Alconchel 2004: 75). En este sentido, toma como operador modal conserva rasgos de la forma verbal de la que procede: el hecho de que el elemento surja de una forma verbal imperativa parece ser la causa de su carga apelativa. Los cambios morfosintácticos que se han producido se explican gracias al reanálisis ocurrido, que consiste en la descategorización de los términos gramaticalizados, dando como consecuencia una palabra de categoría verbal menor (Garachana 1999: 165). Gradualmente, la forma toma, originalmente perteneciente a la categoría verbal, ha ido cumpliendo las funciones de operador, mientras se restringían sus posibilidades de complementación, se eliminaba su flexión y se especializaba en cumplir una función discursiva (1999: 166).

Desde el punto de vista semántico, se ha atribuido a esta tranformación la desaparición de ciertas marcas de significado, afirmación que ha sido matizada por Garachana: la evolución del término gramaticalizado no solo supone pérdida de contenido semántico, sino también la adquisición de nuevas marcas de significado (1999: 161). Es lo que ocurre con toma: ha sufrido la pérdida de ciertas marcas semánticas (como ‘coger’ o ‘asir’ algo con la mano), pero ha desarrollado el nuevo sentido metafórico de lanzamiento de ataque verbal en una discusión2. Además, en todos sus usos muestra capacidad intensificadora: enfatiza el segmento al que alude. Fonológicamente, no se ha producido ninguna modificación.

El empleo interjectivo, por el contrario, es algo más tardío. Su primera aparición se remonta a 1615:

(9) Sobrino: Que me place, tío Benito Repollo. Tocan la zarabanda. Capacho: ¡Toma mi abuelo, si es antiguo el baile de la Zarabanda y de la Chacona! Benito: Ea, sobrino, ténselas tiesas a esa bellaca jodía; pero, si ésta es jodía, ¿cómo vee estas maravillas? Chanfalla: Todas las reglas tienen excepción, señor Alcalde. Suena una trompeta, o corneta dentro del teatro, y entra un furrier de compañías. Furrier: ¿Quién es aquí el señor Gobernador? Gobernador: Yo soy. ¿Qué manda vuesa merced?

[CORDE, Cervantes, Entremés del retablo de las maravillas, 1615] Se trata de una expresión interjectiva compleja, formada por la unidad seguida del sintagma nominal mi abuelo. Es de tipo emotivo, y en este contexto conlleva valor de sorpresa. La primera aparición de la interjección aislada, como núcleo de intervención, aparece en la obra de Calderón De la Barca Andrómeda y Perseo, de 1680:

1 Tomamos la definición que propone Girón Alconchel (director de los proyectos de investigación Procesos de Gramaticalización en la historia del español, Procesos de Gramaticalización en la historia del español (II): formación de variedades y Procesos de Gramaticalización en la historia del español (III): gramaticalización, lexicalización y tradiciones discursivas) para el concepto de gramaticalización: en sentido estricto, este proceso constituye la «transición gradual de una palabra léxica a un morfema gramatical afijo»; desde un punto de vista más general, hablamos de «la transición gradual de una forma o construcción menos gramatical y menos abstracta a otra más gramatical y más abstracta» (2004: 73). 2 Evolución en la que profundizaremos más abajo.

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(10) Andrómeda: No por eso desconfío. Agua: Ya, siguiendo su Albedrío, belleza y Gracia perdió. Andrómeda: Árbol que frutificó mi mismo Centro, de ti gustaré. Albedrío: ¡Toma! Andrómeda: ¡Ay de mí! ¿Quién vista y luz me quitó, vida, alma y sentidos? (Sale Medusa.) Medusa: Yo.

[CORDE, Calderón de la Barca, Andrómeda y Perseo, 1680]

El personaje de Albedrío expresa por medio del elemento interjectivo su sorpresa ante el encanto que acaba de sufrir Andrómeda a manos de Medusa.

La función de toma como intensificador que precede a un sintagma nominal es la más tardía: el CORDE registra una única concordancia en este sentido a finales del siglo XIX:

(11) Viuda de Calvo.- No le creáis... que este las gasta así. (Con efusión.) Si os ha prometido algo que aumente vuestro bienestar, creed que os lo dará, y no le hagáis maldito caso si os dice que no es él quien da. ¡Otro más marrullero no existe bajo el sol, que alumbra tantas maravillas de Dios! Le conozco y a mí no me trastea. Os pondrá mala cara siempre que os encaje algún beneficio, y procurará haceros creer que lo debéis a otro. Federico.- (para sí.) Toma ingratitud. Orozco.- (a LA VIUDA DE CALVO.) Señora, usted me está faltando. Viuda de Calvo.- Sí, le falto a usted, me le subo a las barbas, no le permito echárselas de hombre malo, y le arranco la careta. Conmigo, (enarbolando el palo) no le valen a usted sus maquinaciones infernales.

[CORDE, Pérez Galdós, Realidad. Novela en cinco jornadas, 1889]

Es de resaltar que aparezca en una obra literaria de Pérez Galdós, cuya producción se ha analizado como una muestra del español coloquial hablado de la época (Vigara 1997). En el CREA, por el contrario, se multiplican los ejemplos de toma seguido de sustantivo indeterminado:

(12) -No estamos para nadie, aquí va a ocurrir algo gordo. -James, aquí estamos muy cerca de la chimenea, no estaríamos más cómodos en el jardín. -¿En el jardín en enero, Joan? -No, quiero que el fuego de mi pasión -Sí. -Deje pálido el fuego de la chimenea. ¡Toma pasión! James. ¡Toma! James […]

(CREA, s.v. toma, 1986)

(13) C: [¿pero él– pero él entendía"] dee– de reLOJES" oo?§ A: § ¡QUÉ VA#si lo dijo por cachondeo § C: § ¡aahh!§ A: § por cachondearse de mí C: ¡AYY! ((y él lo dijo)) eso pa cachondeo pues toma cachondeo

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A: (RISAS) y dice po’l camino dice mil pesetas te doy d’él… si lo quies vender" y mi marido dice ya no pue(de) venderlo sabemos que es un trasto# pero oye# venderlo pa qué#… y llegando allí dice dos MIL DOS MIL [dos mil pes– =]

(Val.Es.Co. [RB.37.B.1]) En ambos fragmentos se mantiene el valor apelativo original de la forma verbal, pero el uso de un sustantivo indeterminado que funciona como OD aporta el matiz de sorpresa, cuantificando el objeto. Mantiene la posición antepuesta al OD, y se encuentra integrado en el enunciado desde el punto de vista entonativo. Aquí el significado del verbo ha dejado de ser referencial: ya no equivale al verbo coger. ¿Toma posee la categoría de verbo en este tipo de usos? Pensamos que sí, por varias razones: 1) La pronominalización del OD es aún posible; 2) Tenemos un valor apelativo real, que se encuentra presente en la interacción; 3) Podemos sustituir la segunda persona del singular por su equivalente plural en aquellos casos en los que el hablante aluda a más de un oyente, y la construcción conserva el valor que describíamos. En la etapa que representan los casos de estos fragmentos observamos, por lo tanto, un progresivo aumento del contenido modal3. 2. PROCESO DE SUBJETIVIZACIÓN

A partir de la década de los ochenta, dos han sido los enfoques desde los que se ha profundizado en la teoría de la gramaticalización (Garachana 1999: 159): desde una vertiente pragmático-discursiva, basada en la idea de que los términos gramaticalizados son el resultado de la convencionalización de un conjunto de implicaturas conversacionales (Grice 1975)4; y partiendo de la visión cognitiva procedente de Langacker (1990) y Lakoff (1987)5. Como concluye Garachana (1999: 170), en la explicación del cambio es necesario recurrir a factores tanto pragmático-discursivos como cognitivos, además de tener en cuenta todos los niveles de la descripción lingüística.

Dentro de la perspectiva cognitiva se ha manejado el concepto de subjetivización para describir los procesos de gramaticalización (Langacker 1999 y 2000; Traugott 19996). Esta noción es definida por Langacker «in terms of replacement: some relationship within the objective situation under description is replaced by a comparable but subjectively construed relationship inherent in the process of conception» (Langacker 1999: 151). Tiene su origen en la subjetividad, definida por Finegan como «expression of self and the representation of a speaker`s perspective or point of view in discourse» (1995: 1). Company ha aplicado este concepto en su explicación de la evolución que sufren algunos verbos hasta convertirse en marcadores pragmáticos, y ha señalado un conjunto de cambios semánticos y sintácticos propios del proceso (2004: 35), que tomaremos como guía para explicar el proceso de subjetivización que ha ocurrido con toma.

3 Entendemos la modalidad como «un contenido semántico pragmático que depende del contexto enunciativo propiamente, de la propia organización del esquema de comunicación» (Fuentes 1991: 98). 4 En esta línea se sitúan los estudios de Hopper (1987); Bybee (1985); Fleischman (1983); y Traugott (1982), (1988a) y (1988b) (ápud Garachana 1999: 159). 5 Enfoque seguido fundamentalmente por Claudi y Heine 1986. 6 Como señala Langacker en su artículo, la definición que aportan estos autores al concepto no es la misma. Langacker considera que la subjetivización es una cuestión de punto de vista (1999: 150), mientras que Traugott habla fundamentalmente de cambio de dominio (espacio>tiempo; deóntico>epistémico) (1999: 178).

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El primer cambio que constata Company es el debilitamiento y/o vaciamiento del significado referencial etimológico original (2004: 37). Se trata de un requisito para muchos estudiosos indispensable para que se produzca la subjetivización, aunque hay una cierta polémica en torno a esta propiedad: algunos autores han señalado que las formas arrastran el significado primigenio, aunque debilitado. ¿Cuál es el caso de toma? Parece que la relación semántica con el sentido de ‘asir con la mano’ o ‘recibir algo y hacerse cargo de ello’ está más próxima al uso como operador modal (toma este argumento como ataque) que al uso como cuantificador (toma protesta social). Es posible que, siguiendo la hipótesis que plantea Company (2004: nota 18), se haya establecido una relación de tipo red semántica entre el significado verbal y el significado discursivo del operador.

La existencia de un cambio de naturaleza metafórica es innegable en el caso de toma. ¿Qué tipo de contexto específico generó el uso discursivo del elemento que analizamos? Observemos la oposición que se plantea entre los siguientes fragmentos:

(14) En un forcejeo continuo, Acevedo trata de forzar a Antón y éste se resiste empleando de cuando en cuando su fuerza masculina, claro que Acevedo, preso como está de pasión, no nota nada. ¡De tocar nada, ya me he cansado...! Acevedo: Candela te has entregado a Antón que es idiota. ¿Por qué no, conmigo...? Anton: (Dándole una bofetada) ¡Toma! ¡De idiota, Antón, no tiene un pelo...! Acevedo: ¿Le quieres...? ¿Estás ciega por ese mamarracho...? Anton: ¿Mamarracho...? ¡Te vas a enterar...! (Va hacia una puerta) ¡Antón! ¡Antón, querido...! ¡Ven, qué me violan...! ¡Qué violan a tu Candela...! Acevedo saca la pistola.

[CREA, Alonso Millán, J. J., Pasarse de la raya, Madrid: Sgae, 1991]

(15) C: Pero lo mueve. Dice que la duele pero lo mueve. A: Pero si lo llevas en el cabestrillo es más fácil. B: Pero ya no la hace falta. A: Se la ha puesto el cuello rojo como al los ojos de algunas jóvenes que yo me sé. B: ¡Toma, qué indirecta! C: Pues se me ponen los ojos rojos cuando estoy muy cansada y cuando lloro. A: Y cuando te pintas.

[CREA, Conversación particular (Oral), 1991] En el primer caso, procedente de una obra de teatro, asistimos a un enfrentamiento físico entre dos personas. En un momento de la discusión, Antón abofetea a Acevedo, y, por la acotaciones, sabemos que simultáneamente al golpe el hablante emite la forma toma, con el sentido de ‘recibir’ el golpe. Estamos ante uno de los usos explícitos del verbo7. En el segundo fragmento, en cambio, los hablantes protagonizan una discusión verbal. Tras la emisión de un ataque por parte del hablante A dirigido a C, el emisor B pondera el ataque por medio de la emisión de toma, esta vez con el significado de ‘recibe este ataque verbal’. El cambio metáforico que subyace se engloba dentro de la hipótesis enunciada por Lakoff-Johnson (1986 [2009]: 40), por la cual en un enfrentamiento verbal se maneja la idea una discusión es una guerra. No es que guerra y discusión sean términos equivalentes; lo que ocurre es que una discusión se estructura y se describe en parte en términos bélicos: es posible ganar o perder en las discusiones; el interlocutor se enfoca como oponente; y se atacan y defienden las posiciones utilizando estrategias. Es más que probable que, en este contexto, se haya producido el

7 Traemos aquí este único caso, pero hemos encontrado multitud de ejemplos similares en el corpus seleccionado.

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uso discursivo de toma este contraargumento, para pasar finalmente a convertirse en inferencia convencional generalizada. Esta relación se documenta desde antiguo, puesto que la misma idea subyace bajo la definición de la expresión tómate esa, recogida por Gonzalo Correas (1627), según el cual se emplea «cuando dan algún golpe, o dice a favor o disfavor» (1627[2000]: 1091).

En lo que se refiere a la pérdida del control agentivo del sujeto, característica propia de este tipo de procesos (Company 2004: 38), el reanálisis de toma supone un caso especial: al proceder de una forma verbal imperativa, el sujeto es la segunda persona, que continúa presente en el carácter apelativo que existe en todos los usos. El hablante aparece en la emotividad, que también se da, ya sea en mayor o menor medida. El único caso en el que se pierde el control del sujeto parece ser el uso evaluativo del elemento:

(16) Luis: ¿Y tú a qué especie perteneces? ¿A la de los fracasados tontos? José: A la de los marginados tranquilos. Y respecto a lo que ha dicho antes, ha oído la melodía, pero no la ha interpretado bien. No se trata de mensajes subliminales, eso es otra cosa, sino de reglas empíricas o "directrices heurísticas". Rosy: (Con humor, sonriendo.) Toma ya... Luis: Me has convencido. En vista de eso, ¿podrías traerme zumo de naranja, huevos con jamón y tostadas? José: Desde luego. (Se dispone a hacer mutis.) Luis: O mejor zumo de pomelo y huevos pasados por agua dos minutos.

[CREA, Reina, M.M., Reflejos con cenizas, Madrid: Marsó-Velasco, 1990]

El hablante que emite la construcción no es ni origen ni destinatario de la forma: únicamente enfatiza el ataque producido por otro hablante.

El proceso cumple la propiedad de la ampliación del carácter de la predicación, en la medida en que la estructura puede marcar la modalidad de toda la intervención anterior. Pero, en los casos de usos como cuantificador, la forma toma incide exclusivamente sobre el segmento que precede. Este hecho no supone un problema para su consideración dentro de los marcadores del discurso porque, como apunta Martín Zorraquino (2010: 108), independientemente del segmento al que aluden, «cumplen siempre un papel no marcado por la función predicativa ni integrado en el contenido proposicional al que remiten». En cuanto a la fijación y autonomía de la predicación, debemos atender a la relación que se establece entre el proceso que explicamos y la existencia de los siguientes enunciados fraseológicos8:

(17) Encarna.- Respetable pero equivocada visión del problema. Segunda llamada. Señora 2.- Oiga, pues que a mí también me parece muy bien que los echen. Estamos merendando un grupo de señoras de Puerta de Hierro y todas opinamos lo mismo. (Cuelga) Angustias.- ¡Toma castaña! Encarna.- Señoras de Puerta de Hierro, señoras de la Vaguada, señoras de la Moraleja, sólo les pedimos que no ocupen nuestras líneas para que los que realmente nos comprenden puedan expresar su opinión. Ceferina.- Claro... a ver qué van a decir las señoronas... Angustias.- Habrá de todo, mujer.

[CREA, Mendizábal, R., ¡Viva el cuponazo!, Madrid: Sgae, 1992]

8 Entendemos el concepto de enunciados fraseológicos desde la perspectiva de L. Ruiz Gurillo, para la que estas estructuras son autónomas funcionalmente, frente a las locuciones, que constituyen partes de la oración (2000: 171).

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(18) El guardia toma sus notas. No hace preguntas, sabe que los denunciados son propensos a irse de la lengua, a soltar alguna impertinencia. Cuanto menos se hable con ellos mejor. - Buen viaje, señor. - Gracias, hombre. Durante los próximos minutos Joe conducirá respetando escrupulosamente el código de circulación. Después lo olvidará como todo el mundo. - Anda Joe, toma castaña, para que preguntes por muertos. Si va a ser verdad que da mala suerte. ¡Quinientas pesetas! Estos no lo hacen por menos. Y, encima, agradecido ¡qué tío más fino! Lo siento, señor, buen viaje, señor, y el papelito, puede usted recurrir contra la denuncia, contra la sanción, contra...¡Yo qué voy a recurrir si la he metido! Cambio de rasante. Si viene uno lanzado por detrás me sacude una torta de muerte, eso es verdad. Quinientas pesetas. Ya veremos si Recalte se las traga. Ha sido en comisión de servicio, pero si la empresa nos tiene que pagar las meteduras de pata está lista. Y si yo me hubiese ido a la playa, ¿qué? A ver si encima me va a costar la broma quinientas pesetas.

[CORDE, Palomino, A., Torremolinos, Gran Hotel, Barcelona: Planeta, 1971] Según Varela-Kubarth (1994), el hablante emplea esta estructura para indicar «asombro y sorpresa». Seco et al. (2005: 264) definen la expresión toma castaña como la manifestación de un sentimiento complacido o confirmación enfática, con frecuencia irónica, ante un enunciado recientemente emitido, especialmente si va dirigido contra alguien. Pero podemos intuir que en su origen también figura la relación metafórica de una discusión es una guerra, si atendemos a la quinta y sexta acepción que proporciona el DRAE de castaña:

5. f. coloq. Bofetada, cachete. 6. f. coloq. Golpe, trompazo, choque.

Existen numerosas observaciones acerca de toma castaña: DeCesaris-Battaner (2006: 98) clasifican la expresión dentro del grupo de estructuras fijas con sujeto en segunda persona, y «con carácter retórico y figurado». Desde el punto de vista semántico, es una de las expresiones fijas que manifiestan emoción (Torrent-Lenzen (2008: 6). Concretamente, toma castaña expresa sorpresa junto con un componente valorativo negativo, en opinión de Torrent-Lenzen9 (2008: 6). Este significado se alcanza por medio del proceso metafórico que mencionábamos antes (una discusión es una guerra)10. Algo similar ocurre con toma candela, que ha sido menos estudiado11:

(19) que me decis de el?el mundial que ha hecho cero patatero, todo el mundo le queria como si fuese ha ganar el solito el mundial y al final kaka de la baca. En el partido de ayer se jamo todas, no dio una derechas. Un jugador que va de rebote a la seleccion, que no deberia de haber ido, pues al final toma candela. Y eso si, que se preparen los aficionados colchoneros que menudo añito van a tener con "ese gran" lateral izquierdo. Agur

(http://foros.acb.com/viewtopic.php?f=3&t=159990&start=0)

9 El contenido valorativo exclusivamente negativo no se puede extender a toma, puesto que ya vimos un caso de ponderación positiva. 10 Como indican González-Olza (2007: 221), la metáfora es un procedimiento recurrente para el desarrollo de la fraseología de una lengua. 11 Un análisis en profundidad de los usos y contextos en los que se emplea toma candela nos permitiría saber si estamos ante una variante de algún tipo (Zuluaga 1980: 106-110) de la expresión toma castaña.

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(20) Los pedigüeños 03-06-2009 16:46 No fue Aznar quien dijo que los psocialistas eran unos pedigüeños. que España era un pais grande!. Toma candela la falsedad!. vota izquierda! que esta derecha ultra no te engañe. con los gobiernos de izquierda españa sacó todos los fondos que hicieron que este pais esté a la vanguardia mundial en comunicaciones!. si no votamos! ellos se apoderan de europa! y no les gustan las subvenciones! creo que les gustan más las comisiones... de con fianza, no? (http://www.publico.es/espana/229905/el-pp-empieza-a-hablar-de-europa-en-su-ultimo-video)

El último cambio que registra Company es la «pérdida de capacidades sintácticas»

(2004: 40). Esta modificación consiste en la reducción o total desaparición de las propiedades sintácticas de la forma. El elemento toma ha perdido su carácter verbal, en tanto que su conjugación se hace imposible. Pero no presenta una total invariabilidad en su forma, debido a las posibilidades formales que comentábamos arriba (toma ya, toma, claro). Martín Zorraquino ya ha señalado este rasgo en otros casos (como sin duda), cuya fijación aún no ha culminado (2010: 105). Concluye que, aunque la invariabilidad de los marcadores del discurso es un hecho, debemos entenderlo como un criterio flexible, de manera que la categoría abarque, además de elementos totalmente lexicalizados, estructuras que muestran una clara tendencia a la fijación.

Debemos destacar la importancia de las Tradiciones Discursivas en el proceso de gramaticalización que analizamos12, puesto que la transformación semántica de la unidad se origina exclusivamente en conversaciones cara a cara, es decir, en textos dialogales.

Se observa, por tanto, un proceso de subjetivización del verbo tomar conjugado en segunda persona singular del modo imperativo: el significado original, léxico, concreto y objetivo en palabras de Traugott (1995: 32), ha dado lugar, a partir de su uso repetido en un contexto concreto (creemos que el de la lucha física), a un sentido gradualmente más abstracto, pragmático, interpersonal y modal. 3. CONCLUSIONES

A partir del estudio que hemos llevado a cabo, tomando como base los fragmentos extraídos del CORDE, podemos señalar las siguientes conclusiones:

— Se ha producido un proceso de gramaticalización, teniendo en cuenta que encontramos muchos de los rasgos necesarios: desemantización, recategorización en una forma invariable y una diferente distribución entonativa que la forma original. A partir del vertido del CORDE, ofrecemos la evolución que hemos detallado. En esquema:

VI ….. VI

2 > Op. Modal > Int. > Op. Intensificador

El proceso parte del uso original del verbo en modo imperativo (VI), complementado por un OD sustantivo concreto. Prácticamente desde los inicios aparece también seguido de sustantivos abstractos que funcionan como OD, interpretados en sentido metafórico (VI

2). Existe un contexto especial, el de las discusiones físicas, del que encontramos ejemplos en todas las etapas, y que supone la base de todo el proceso de subjetivización. La carga subjetiva va aumentado, hasta presentar los primeros ejemplos de operadores modales (Op. Modal), en primer lugar de naturaleza emotiva, y poco después reafirmativos.

12 Y en otros procesos diferentes (Brinton 2000: 157).

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Marina González Sanz

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Existe una variante de operador, que evoluciona en una procedimiento de formación de enunciados exclamativos (¡Toma si…!), de alta frecuencia hasta el siglo XIX, pero que desaparece en el primer tercio del siglo XX. El uso interjectivo (Int.) es de los más tardíos. Procedente seguramente del operador modal emotivo, esta forma se aparta del enunciado al que pertenece y desarrolla la posiblidad de formar enunciado como único elemento. El último empleo registrado es como operador intensificativo (Op. Intensificador) de un sustantivo núcleo de SN; con la excepción de una forma registrada en 1889, se difunde principalmente a partir de mediados del siglo XX, hasta la actualidad.

— Desde la perspectiva cognitiva, ha tenido lugar un proceso de subjetivización, basado en la metáfora una discusión es una guerra, por medio de la cual se ha producido el paso de la ejecución de un golpe físico al lanzamiento de un ataque verbal o a la evaluación de un contraargumento emitido por otro hablante, inmerso en la discusión con un tercero.

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Proceso de gramaticalización y subjetivización de toma

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ALGUNAS NOTAS SOBRE EL FUERO DE MADRID

JUAN MANUEL RIBES LORENZO Universitat de València

RESUMEN En los últimos años, el creciente número de estudios sobre los textos en castellano medieval que se han ido editando, ha hecho que se tenga en el olvido el Fuero de Madrid. Es por ello por lo que este escueto estudio tiene como objetivo observarlo y, una vez más, acercarlo al ojo crítico de los filólogos actualizados con las novedades que hoy en día hay acerca de la oralidad y la escritura en el período de «orígenes» de la lengua castellana. Así, se ha pretendido teorizar de modo sutil el lenguaje encontrado y, a la par, intentar interpretar también ciertos datos encontrados. Todo ello, en fin, con tal de contribuir a los estudios dedicados a la oralización de textos de carácter jurídico-notarial. PALABRAS CLAVE Castellano de orígenes, Fuero de Madrid, oralidad y escritura, documentación jurídico-notarial

ABSTRACT The last years, the crescent numbers of studies and editions about texts in medieval Castilian has done that the Fuero de Madrid has fallen into oblivion. Consequently, the objective of this succinct study has an aim observe and, once again, bring it over to the updated philologist with the innovations that nowadays exist about the theories relative to orality and writing in the period of origins of the Spanish language. For that, the following analysis is part of an approach to the founded data. All this, finally, to contribute to studies dedicated to the theories respecting the orality of juridical texts. KEYWORDS Castilian romance, Fuero de Madrid, Orality and Writing, Juridical texts.

1. A lo largo de la historia de un núcleo urbano, pocas cosas hay más allá del

recuerdo, si las hubiese, que permanezcan con tanto ahínco y orgullo que sus leyes locales. Estas, normalmente, cobran más autoridad y respeto cuanto más antiguas sean y su valor se ve incrementado si, además, son o fueron otorgadas por un monarca. Esta idea late en la magnífica y ejemplar edición –que aun hoy día debe ser espejo y referencia en el modo de editar– del Fuero de Madrid1. En el prólogo, Pedro Rico López, por entonces alcalde de Madrid, lo expone de la siguiente manera:

1 Nos referimos a la edición paleográfica editada por el Archivo de la Villa en 1932, libro que, en este caso, pertenece al Archivo Personal de Rafael Lapesa Melgar, custodiado en la Biblioteca Valenciana Nicolau Primitiu, el cual tenía notas manuscritas. La referencia de dicho volumen es la siguiente Rafael Lapesa / 7316.

También se ha utilizado la edición de 1963, editada por el Archivo de la Villa, y que está bastante aumentada por los autores de la versión del 32. En este caso concreto, también manuscrita la edición y conservada asimismo en su Archivo Personal, su referencia es Rafael Lapesa / 5163.

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Algunas notas sobre el Fuero de Madrid

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Si bien existían algunas ediciones del mismo y, ocultas en varias bibliotecas, diversas copias de la centuria décima-octava, ni unas ni otras respondían a las exigencias técnicas de la crítica actual. Estimándolo así, y convencido de la necesitad de divulgar este manuscrito, insigne, entre otras razones, por su contenido y por su condición de único, me apresuré a alentar y prestar todo el apoyo posible, económico y moral, al Archivo Municipal, promotor de la presente publicación. Tratándose de un texto de tantas dificultades, así desde el punto de vista de su contenido jurídico, relaciones con otros fueros, etc., como en lo que atañe a su idioma, de interés filológico considerable, pareció conveniente solicitar el concurso de los Sres. D. Galo Sánchez, Catedrático de Historia del Derecho de la Universidad Central, y D. Rafael Lapesa, del Centro de Estudios Históricos, para que estudiasen ambos aspectos con la competencia que el lector podrá fácilmente apreciar (Fuero de Madrid 1932: 5)

Ya, en aquel momento, recalcaba el alcalde algo que se había olvidado en estos últimos años, que el lenguaje del texto legislativo era de interés filológico. Todo esto nos ha hecho ver la necesidad de observar el Fuero de nuevo.

De cualquier modo, este conjunto de leyes ya se había editado en unas cuantas ocasiones2, haciendo, como es esperable durante los siglos XVIII y XIX, un hincapié notable en el contenido jurídico y en el histórico, relegando con ello a la nada cualquier aproximación filológica o de otro tipo.

Pero es gracias a esta edición de 1932 con la que se incrementa en pequeña medida el estudio filológico del compendio legislativo madrileño. Como se ha visto, para ello se encargó a un filólogo especializado en materias histórico-lingüísticas un estudio breve para componer un glosario de voces aparecidas en el Fuero. Este análisis tenía como propósito esclarecer el contenido de las leyes en sí y poder disipar cualquier obscuridad semántica que conllevaba el texto para el lector no especializado o poco conocedor de los entresijos de la lengua castellana en un estado muy anterior al momento de la lectura actual3. Es más, en la edición de 1963, Agustín Gómez Iglesias contribuye a la nueva edición con una traducción del propio Fuero, expuesta así:

La versión a nuestra lengua del texto original del Fuero de Madrid responde al intento de lograr una inteligencia más profunda de su contenido y, al propio tiempo, extender su difusión a un mayor número de lectores; con ser magnífica, la edición de 1932 se hallaba únicamente al alcance de los contados medievalistas, mas no a la de los estudiosos y devotos de la historia de la Villa, cada día más numerosos (Fuero de Madrid 1969: 77)

El hecho de que se pretenda «extender su difusión a un mayor número de lectores», y que «se hallaba únicamente al alcance de los contados medievalistas», hace que el texto sea en gran medida inalcanzable al lector no versado. Esto no se debe a que el texto

2 Como reza en la cita, «Si bien existían algunas ediciones del mismo y, ocultas en varias bibliotecas, diversas copias de la centuria décima-octava, ni unas ni otras respondían a las exigencias técnicas de la crítica actual» Es por ello que en la edición citada y estudiada, aparecen nombradas las cuatro. Son las que siguen:

a) Antonio Cavanilles, Memoria sobre el Fuero de Madrid, del año 1202, en Memorias de la Real Academia de la Historia, tomo VIII, Madrid, 1852. b) José Amador de los Ríos y Juan de Dios de la Rada y Delgado, Historia de la Villa y Corte de Madrid, I, Madrid, 1860, págs. 445-454. c) Timoteo Domingo Palacio. Ordenamiento que Madrid hizo en la era de 1240 correspondiente al año 1202, reinando en Castilla Don Alfonso VIII, en Colección de documentos originales y curiosos que se custodian en el Archivo de la Villa de Madrid, Madrid, 1871. d) Timoteo Domingo Palacio. Fueros de Madrid. Año 1202, en Documentos del Archivo general de la Villa de Madrid, I Madrid, 1888, págs. 19-63.

3 El glosario está precedido por una escueta nota preliminar que luego se verá ampliada en alto grado en la edición de 1963. Este estudio está situado en las páginas 58 hasta la 73, en la edición de 1932.

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conlleve obscuridad semántica, sino que más bien contiene de modo inherente una dualidad que indica con claridad dos sistemas lingüísticos diferentes pero fusionados a la vez. Hablo, por supuesto, del latín y del castellano que aparecen en la redacción del Fuero. Esto es lo que hace que aun para los versados en la materia sea difícil su lectura o, en otro grado, su realización auténtica en el momento de expedición del texto legislativo, esto es, su(s) oralización(es) en el tiempo real de su redacción.

En cualquier caso, esta mezcla de sistemas de escritura hizo que los lectores de los siglos posteriores tuviesen ciertas dudas acerca de lo que allí se exponía, sobre todo en los lugares donde las grafías no representaban sonidos contemporáneos, sino más bien sonidos extraños al lector del momento o, en la mayoría de los casos, una equivocación –o eso se pensaba–. Es entonces donde tienen cabida las posteriores correcciones y consiguientes adiciones que tanto nos distraen y que, en ocasiones, ocultan cierta información.

Cierto es que todo texto se circunscribe en dos momentos temporales claros, uno es el de la redacción o expedición y otro el de la oralización. Esto no implica ni el éxito de la recepción del texto, es decir, su total comprensión o la de la mayoría de su contenido, ni, sobre todo, el de la función y consecuencias que conlleve dicha comprensión. Así, en los casos anteriores, alejados en las coordenadas temporales, la función queda normalmente desarticulada y por ello también se mantiene deshabilitada la intención de una descodificación semántica de manera exhaustiva, dando lugar, en adelante, a las futuras correcciones acerca del texto en sí. En el ejemplo de las carpetillas del Fuero de Madrid esto cobra una dimensión importante.

Por todo lo que acabamos de mencionar, creemos conveniente analizar el Fuero de Madrid en aras de poder poner de manifiesto un estudio de este texto en concreto, a grandes rasgos, pero con una profundización suficiente como para poder extraer conclusiones claras. Cobrará, pues, sentido vital el lenguaje (o lenguajes) y sus consecuencias, si las hubiese, como objeto de estudio primordial que es, dentro de las investigaciones filológicas dedicadas al estudio histórico de la lengua española. Y es que el Fuero de Madrid está considerado, sin duda alguna, como uno de los textos con mayor importancia dentro del corpus del estadio lingüístico anterior a la reproducción textual a alta escala en romance, acaecida durante la segunda mitad del XIII.

2. Inicia Lapesa la «Nota Preliminar» con la siguiente consideración:

El Fuero de Madrid está escrito en una mezcla de latín y romance muy frecuente en los documentos de fines del siglo XII y principios del XIII. […] El romance […] no había recibido aun su consagración como lengua culta y la tradición latinizante pesaba demasiado sobre los letrados y escribas, que, en la prosa, no sabían desprenderse por completo de ella. El habla cotidiana se introduce en mayor o menor grado en voces y construcciones, en razón inversa de la cultura del que escribe (Fuero de Madrid 1932: 61)

Obviamente, de estas consideraciones, y no olvidemos que son escritas en 1932, se desprenden las ideas que rodeaban al Centro de Estudios Históricos y a Ramón Menéndez Pidal. Con todo, lejos están esos años de la publicación de todos los estudios sobre oralidad, escritura, grafemática, ortografía, latín y romance, etc., además de toda la teorización que hay acerca del acto de escribir y las tradiciones discursivas que hoy en día nos circundan. La antigua idea del «Latín vulgar leonés» y la dualidad del latín de la gente noble y culta, por un lado, y el romance vulgar que durante el XII-XIII se convertirá en la lengua de escritos cancillerescos dentro del dominio del rey castellano-leonés, por otro, fue esbozada por Ramón Menéndez Pidal en su magna obra Orígenes

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Algunas notas sobre el Fuero de Madrid

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del español; obra que tan solo pretendía llegar hasta el siglo XI, pero que sobrepasó el umbral que se había trazado de antemano.

Aun así, la data crónica del Fuero que hoy nos ha llegado es posterior al umbral establecido por el maestro y se acota en el reinado del rey castellano Alfonso VIII. En el estudio del Fuero, Millares Carlo hace patente que la letra es de inicios del XIII, y que la data escrita corresponde a la era (hispánica) de 1240, es decir, el año 1202. Pero, teniendo esto en cuenta, las disposiciones son anteriores en el tiempo, ya que hay privilegios concedidos por Alfonso VII, el emperador, que son mandadas redactar y componer en el testigo que se conserva por mediación del Concejo de Madrid, que tenía la potestad para hacerlo (Fuero de Madrid 1932: 15).

Es decir, la consideración anterior implica que hay varios momentos en el eje temporal de plasmación de la lengua en el texto: un primer momento que se corresponde con la redacción de los privilegios otorgados por parte de Alfonso VII, que suponemos que se copiaron de modo literal; y, un segundo momento, que coincide con la puesta por escrito de las ampliaciones dispuestas por el Concejo de Madrid, que, en cualquier caso, no sabemos si fueron escritas originalmente en el año 1202 o si son anteriores. Por tanto, el manuscrito conservado parece ser una copia que mantiene, como mínimo, tres intenciones escriturarias diferentes4, es decir, que atañe a un primer momento de redacción, con un modo de hablar distinto del segundo momento de plasmación gráfica y, a la par, otro momento más.

Además de los tres períodos de la composición que nos han llegado, no sabemos si cada redacción se hizo de una tirada o, lo más probable, en varios períodos distintos. Esto implicaría que los momentos de plasmación también son distintos y, a la vez, que corresponderían a uno o varios escribas. Lo que sí resulta evidente es que el manuscrito corresponde a la copia hecha por un solo amanuense hasta el folio 23v, texto que contiene las disposiciones desde el inicio hasta la CIX. Es, pues, esta parte la que mayor interés demuestra para los filólogos5, ya que la escritura plasmada está escrita en el pergamino en 1202 pero, como ya se ha dicho, el lenguaje expresado en las cláusulas es parcialmente contemporáneo a esa fecha, ya que hay algunas disposiciones anteriores a dicho año.

3. Partiendo, por tanto, de la consigna establecida arriba, en la que habría tres

secciones temporales no muy alejadas en el paso diacrónico del castellano, no sería descabellado pensar, quizá, que se podría tratar de un primer texto –las primeras leyes otorgadas por el favor de Alfonso VII– redactado en latín y que sería transvasado a la copia de 1202 (no sabemos si de modo directo o, al contrario, habiendo entre un documento y otro una copia más). Es decir, parte del Fuero podría ser una traducción, o, mejor dicho, una escritura de unas leyes oralizadas en romance que, a su vez, estarían traducidas desde el latín. Esto implicaría pensar en un agente oralizador de partida, traductor del texto latino, texto que, a la par, no sabemos qué grado de pureza latina contendría. En un segundo momento, el escriba redactor tendría que plasmar lo escuchado. Con ello, se esboza un panorama nada alentador, pues habría, en este

4 Los momentos de copia e intercalación de leyes y preceptos están explicados en la página 19 de la edición del Fuero que seguimos, a saber, la de 1932. En ella se advierte que hay recogidas disposiciones de tres reyes diferentes: Alfonso VII (1126-1157), Alfonso VIII (1158-1214) y Fernando III (1217-1252). 5 Así, las añadiduras posteriores al epígrafe CIX, que corresponden a otras disposiciones son hechas en fecha posterior a 1202, ya que están copiadas en diferente letra y aprovechando los folios de pergamino sobrantes del manuscrito, característica de los libros de privilegios y otros manuscritos de índole jurídica o de derecho local.

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supuesto, dos agentes y tres filtros lingüísticos, a saber, el texto latino primigenio, el traductor y el escriba.

4. Dicho esto, creemos conveniente hacer una observación general, nada exhaustiva

–aunque lo recomendable sería asistir a un trabajo profundo, discreto y pormenorizado–, que ayude a esclarecer todos los enigmas –que no son pocos– que encierra el lenguaje del Fuero de Madrid. En primer lugar, y tomando el atrevimiento, haremos un pequeño análisis a los microtextos que tiene el Fuero, ya que cada ley es un texto independiente del otro, aunque formen parte de la misma macroestructura. De este modo, veremos el orden de las palabras, para poder discernir el orden sintáctico latino del romance, y, seguidamente, haremos un estudio de algunas notas léxicas que consideramos interesantes, atendiendo, a la vez, a los niveles fonético-fonológico y gráfico; no anotaremos todo lo especificado en el Fuero, pues Rafael Lapesa ya lo hizo, de modo impecable, en el epígrafe dedicado a las notas filológicas en la edición del Fuero de Madrid de 1963.

5. Juan Antonio Frago Gracia apuntó con gran acierto que ciertos textos de esta

época, los concernientes al siglo XII, prestaban una confusión bastante grande, pues ni se encuentra en ellos un latín, ni vulgar ni medieval en su totalidad, pero, a la par, tampoco se encuentra un romance castellano definido. Este autor da una explicación clara y general de lo que ocurre en aquellos textos:

La categoría del género latino no funciona con el indispensable vigor, sino que bien lejos de alcanzarlo se halla, e incluso el número no se expresa con la necesaria exactitud. También se ha visto en ellos que no hay coherencia ninguna en el uso de la declinación y que la conjugación, aun siendo menos derivada que la flexión nominal, está frecuentemente cruzada con la romance; del mismo modo, se evidencia una gran similitud entre su sintaxis y la del vulgar. […] para colmo los corpus en los cuales se manifiesta están entreverados de léxico románico y descubren una pronunciación, la que se daría cuando se leyeron, no latina, sino más bien neolatina (Frago Gracia 1997: 82).

Frago Gracia apunta a todos los contratiempos que el Fuero presenta como texto que queda englobado en una tradición de construcciones textuales de materia judicial en el ámbito urbano. Es así como las conclusiones de todos los rasgos analizados serán extensibles a los textos de cariz jurídico dentro de las composiciones de derecho civil de este tiempo.

Desde el punto de vista sintáctico, es sabido que una de las cosas que conllevaron a la diferenciación entre el latín y las lenguas romances de la península ibérica, en nuestro caso el castellano, fue el cambio del orden de constituyentes en la oración. En palabras de Bustos Tovar:

El componente sintáctico sufrió una transformación radical. Las distinciones de caso permitían una estructura oracional en la que se podían separar el término regente y el término regido. Un rasgo tipológico básico del latín era la estructura sujeto-objeto-verbo (SOV). Las lenguas románicas, basadas en una relación funcional indicada por la concordancia y la rección preposicional, impusieron la proximidad del término regente y del término regido. De este modo, la estructura SOV pasó a ser SVO, quizá como propone Bossong (2003), con un paso intermedio por VSO, que correspondería al latín tardío y al romance primitivo. Este rasgo del latín es, probablemente, el que le proporciona mayor carácter distintivo frente a las lenguas románicas (Bustos Tovar 2005: 263).

Así, en el Fuero de Madrid, aunque haya una gran apariencia latina, la sintaxis, es, sin duda, romance. Solo hay un caso de sintaxis latina y es, ni más ni menos que la

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Algunas notas sobre el Fuero de Madrid

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cláusula de invocación a la divinidad. Dice así: «Sancti Spiritus adsit nobis gratia. Incipit liber de foris Magerit, vnde diues hac pauperes uiuan in pace». El resto de los textos, aunque tienen apariencia de palabras latinas, realmente poseen un orden oracional totalmente romance, aunque las funciones estén marcadas mediante oraciones subordinadas de gran uso en el Fuero, así, unos ejemplos:

(1) Toto omne qui mesare uel firiere con puno aut cozeſ a uecino aut filio de uecino in taberna uel in azoche aut in carera aut in quali loco queſierit [IV]

(2) τ ſi non inuenerint c morabetinoſ, illum quod inuenerint diuidant per tres parteſ, et abſcidant suam manum, et exeat inimico [IX]

(3) Qvi iuntaret bando per contraria de la uilla, et prouatum ei fuerit cum duaſ teſtemunias pectet XX morabetinoſ [XIX]

(4) Sachan iuſticiaſ de Madrid exidoſ ubi ganato illorum intrent et bibant aquam ſine dubio [XL]

(5) Todo carnizero o uinadero o meneſtrare qui ſoſpeia ouieren que el coto crebanto, firmen con II uicinos bonoſ [LXI]

(6) Todo homine quod cortare uinea uel orta aliena in Madrid uel in ſuo termino, fazer del corpo iuſticia, quomodo de latrone. Similiter, qui caſa cremauerit uel boue aut baca uel cauallo aut equa aut mulo uel mula aut aſ ino matare per mal querencia [XCI]

No se traen a colación más ejemplos, ya que consideramos que los casos antes expuestos muestran una sintaxis plenamente romance, a pesar de la semblanza latinizante que se puede observar en las palabras, en tanto que elementos aislados.

En el nivel sintagmático, encontramos conglomerados escritos en latín, pero en los que no se observa ya ningún tipo de concordancia casual entre los constituyentes. Hay algún ejemplo de dativo o ablativo con preposición que se podría haber confundido con las desinencias en castellano, es decir, -o, -e, -a, con lo que no podríamos asegurar con certeza si se quiere mantener la desinencia casual o no. Como excepciónes, resulta la aparición de un dativo o ablativo plural finalizado en -ibus y la del acusativo, único caso que sí aparece claramente. Una muestra de esto puede observarse en el siguiente elenco de ejemplos:

(7) τ iurent quod in illa ora ibi fuerunt [VII] (8) accipiant illum quod inueuerint, et abſcidant ſuam manum [XII] (9) τ iſto dicat ueritate per la iura quod habet facta; et qui lo enpelare uel pectugada

dederit ei, pectet IIII morabetinoſ, τ hoc cum teſtibuſ [XXIII] (10) ſedeant ſemper per foro […] por Paſcha foraſ de hereditate [XLII] (11) Qvalisquicumque homo de Madrid demandaret […] τ ille quod demandat iure

quod non potuit habere directum, reſpondat hodie qui ſtat in illa hereditate [LXVII]

En el nivel morfológico, las letras finales son las que cobran todo el protagonismo, pues se añaden a algunas palabras ciertas consonantes que el étimo latino no contenía, por ejemplo, la -t final que pretende señalar la tercera persona del singular de las formas verbales, algunas de ellas abreviadas, otras representadas por extenso. Estellés (2004 y 2008) hace un estudio sobre estas grafías y la posible interpretación de lectura que podría tener, aunando las tesis de Roger Wright (1989) y de Nina Catach (1996), dotando el hecho de la aparición de la -t final como una idea logográfica que serviría como arcaísmo gráfico en las formas verbales, es decir, se escribiría la -t pero no se pronunciaría, leyendo la palabra como conjunto y no letra a letra como se hacía en el latín o en el castellano actual. En todo caso, aunque es una postura favorable en ese ejemplo concreto, habría otros muchos rasgos que no soportan dicha idea, pues hay varios ejemplos en el Fuero que no tienen la grafía escrita, ya sea abreviada o desarrollada. Es cierto que constituyen una pequeña parte, pero son igual de

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significativos6; además, hay otros casos que aún no han sido estudiados con similar detenimiento.

Pero, con todo, lo que más llama la atención es la sistematicidad de las grafías con aspecto latino, es decir, hay una correspondencia clara, no siempre biunívoca pero sí muy corriente, entre un sonido romance y su regresión gráfica hacia el latín, esto es, una grafía o un dígrafo escrito en el Fuero que ocupa una articulación ya romance tiene su correspondencia con una grafía o dígrafo latino. A saber:

a) [ĉ] procedente de -KT- latina, es decir, la yod cuarta de primer tipo, donde aparecerá escrita <-ct->.

En este caso, lo curioso es que la inflexión ocurrida con el cambio queda registrada y no se reproduce la grafía vocálica latina original. El ejemplo más claro del texto es la palabra pectet donde se pronunciaba con total seguridad [péĉe]. Otra hecho, obviamente, será su oralización, ya sea [péĉe], [péktet], [péĉet] o, incluso, [páktet], teniendo en cuenta que el lector supiese la etimología de esta forma. Otros ejemplos son factas, [féĉas], nocte, [nóĉe], dictum, [díĉo], pectugada [peĉugáđa]... A pesar de ello, en ciertas ocasiones se encuentra pechar < PACTĀRE, directo < DIRĒCTUM, eiare < IECTARET… sin una correlación grafía-sonido totalmente clara, aun procediendo de étimos que contienen dicha –KT–.

b) [d] intervocálica procedente de -T- latina. Aparecerá en el texto, en contadas ocasiones, escrita como <-t->.

El primer ejemplo que aparece con creces es el de todo/toto < TŌTUS. La representación gráfica de la dental oclusiva sorda [d] intervocálica cumple uno de los preceptos evolutivos del latín al romance, toda consonante oclusiva sorda intervocálica (salvando excepciones) tiende a sonorizar a causa del contacto de las vocales colindantes. También traditore [trai̯đór] y, en otro grado, los participios latinos terminados en -atum > [-ađo], así, probatum, [probáđo], deſornatum, [desornáđo] ‘deshonrado’, etc.

c) Monoptongación del diptongo [au̯] > [o] y que, en el texto, aparecen transcritas con <-au->.

Sirvan como muestra, el caso de auro, [óro] < AURU, y la forma mauro, [móro] < MAURU, ‘procedente de Mauritania’, indicadores, sin duda, de una intención de regresión hacia la forma escrita latina, ya que en estos ejemplos puede encontrarse el diptongo presente en el étimo latino, junto a la terminación romance.

d) Latinismos gráficos en los que se escribe la vocal tónica breve latina [ŏ] y [ĕ] en -o- y -e- cuando en realidad ya eran, sin duda, las realizaciones romances diptongadas [wé] y [jé].

La palabra fierro, ferrum, ferro, mostraría la variatio a causa de la intención latinizante. Morto [mwérto], fueras, foras [fwéras], petra [pjédra], ben fazer [bjénfaẑér]7, uernes [ƀjérnes].

6 Algunos casos son los siguientes:

(1) τ pecte el coto [VII] (2) pecte II morabetinoſ [X] (3) et si non iuraret, no le reſpondant, et ſi iurare et poſtea lo uencieret [XXXVI]

De todos modos, un gran porcentaje, como ya se ha dicho, tiene la grafía, ya sea de forma etimológica o simplemente por ultracorrección. 7 Aunque en este caso es aventurado exponer el símbolo fonético que representaría la grafía -z-, decidimos recoger en nuestro texto la realización que tendrá más tarde, pues sería bastante probable que hubiese un alto grado de articulaciones palatales, africadas, fricativas, rehilantes… sin tener una adscripción clara en la representación biunívoca que más tarde llegaría con el scriptorium alfonsí.

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6. Las anotaciones aquí expuestas simplemente tienen como intención, además de demostrar el interés grafémico del documento, rescatar del olvido una valiosa fuente a la espera de un estudio detallado y pormenorizado, como ya se ha dicho antes. No obstante, somos conscientes de que se sigue utilizando el texto en gran medida, y nos alegra saberlo, como fuente documental para la recolección de datos de carácter filológico, con tal de esclarecer las muchas dudas que aún hoy en día nos asisten.

Dichas notas, que hemos esbozado en el epígrafe anterior, llevan a aceptar sin prejuicios lo que señala Díez de Revenga:

Si, de momento, dejamos a un lado los documentos híbridos que incluyen fórmulas de encabezamiento y cierre en latín, pero insertan el cuerpo del documento propiamente dicho en romance o, por el contrario, aquellos que están en romance e incluyen la reproducción de un privilegio antiguo o cualquier otro tipo de documento en latín, veremos que los cambios que se observan son graduales y conviven formas aparentemente latinas con otras romances que reflejan vacilaciones gráficas o cambios fonológicos y morfosintácticos que, sin duda, se habían producido antes (Díez de Revenga 2003: 40)

De este modo, aunque habíamos esbozado la posibilidad de una probable traducción y, quizá, el mantenimiento gráfico del amanuense de las grafías latinas conocidas por él y que representarían sonidos iguales o parecidos al romance, sabemos que hay diversas articulaciones romances en la zona de Madrid –suponemos que su redacción fue acontecida en los dominios del Concejo de Madrid– que se reflejan de diversas maneras, sobre todo aquellas que atañen a las grafías representativas de las articulaciones palatales, por lo que no hay en este caso concreto un carácter de regresión gráfica, como en los ejemplos que antes habíamos explicado.

Barajar la posibilidad de la copia por mediación de una traducción es una visión fragmentaria que no puede englobar todas las características del texto. Cierto es que todas y cada una de las diferentes ideas que rodean a la lengua o lenguas de los textos prealfonsíes se pueden adscribir al texto analizado. Estas ideas agrupan las tesis del intento de escritura del castellano como primer momento de redacción textual en prosa; también tiene cabida la idea de la intención diferenciadora entre el latín y el romance sin saber cómo hacerlo, pues se partía del sistema de escritura conocido, esto es, el alfabeto latino. Y en última instancia, la querencia de escribir en latín donde influía el grado de enseñanza del amanuense en cuestión8. A todas ellas, sumamos la idea que Mercedes Quilis expone acerca de esto:

El problema fundamental que se ha planteado en torno a la plasmación escrita de la lengua romance es, precisamente, la relación que se establecía entre ésta y el latín en los siglos de orígenes; si era una relación de bilingüismo o diglosia o, desde planteamientos más cercanos cronológicamente una situación de monolingüismo completo (Quilis 2008: 198)

En nuestro caso, vemos la necesidad de añadir, además, otra idea. Resulta necesario tener en cuenta varios factores, sobre todo acerca del texto, pues el corpus que hemos analizado de modo sutil tiene unos rasgos tipológicos que se deben tener en cuenta, pues afectan de pleno, como a todo tipo de producción textual, al motivo de la emisión, el carácter que esta emisión pueda conllevar consigo y todas las implicaciones que rodeen el hecho de la expedición. Además de ello, la recepción del texto en sí se debe tener en 8 Adela García Valle (en prensa) hace un magnífico y ejemplar recorrido por todas las tesis esbozadas y argumentadas en el seno de la Filología Española actual acerca de la dualidad entre la oralidad y la escritura en los orígenes del español. Puesto que en ese trabajo se trazan las líneas argumentales en torno a dicha dualidad, no estimamos oportuno anotar lo ya expuesto en este y otros excelentes trabajos.

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cuenta, pues está estrechamente ligada a la intención de la emisión del fuero y a las implicaciones que conlleven su producción.

Si lo ponemos en práctica con dicha composición, nos enfrentamos a un texto jurídico, como objeto de redacción, que recoge las normas cívicas por las que se debe regir una comunidad social. Ello conlleva, pues, que las leyes tienen en sí un carácter inherente de autoridad y que son, o deben ser, seguidas e inviolables por todos; si ocurriese lo último, deberían ser, además, castigados los que las incumpliesen, según el valor otorgado por la comunidad. Y, de este modo, el poder queda, además, ampliado por un hecho sabido por todos : cuanta más antigüedad tenga la disposición jurídica rectora, más valor y supremacía tendrá en sí misma. Si en suma aplicamos esta idea a una sociedad donde el derecho era fundamentalmente de tipo consuetudinario, heredado del Forum Iudicum y de las tradiciones visigóticas traídas por las diferentes gentes germanas antes de la invasión árabe, logramos tener un dato: el valor lingüístico como autoridad. Es decir, otorgar a un escrito, con su valor lingüístico, esto es, la lengua de redacción, un añadido a su valor semántico. Es entonces cuando cobra importancia el prestigio de la imitación del lenguaje arcaico o antiguo y toda la corriente lingüística que persigue un conservadurismo en las diferentes lenguas.

Así, es cuando desembocamos de nuevo en la lengua del Fuero de Madrid y su intención. Si el texto trata de leyes, y las leyes se deben formular en un lenguaje concreto, y si a este lenguaje se le dota de un carácter más arcaico, se consigue elevar el grado de autoridad de la ley, sobre todo por su carácter de veneración y respeto que se le suma, siendo la antigüedad otro factor que se debe añadir. De esta manera, el único modo de lograr que un texto, sea cual sea su extensión, adquiera ese valor venerable es escribir el contenido de la redacción con un lenguaje anterior en el tiempo. Asimismo, otro modo de dotar al texto de carácter venerable es oralizarlo con tal de que la gente lo interprete con la misma intención arcaizante, otorgándole con ello el peso de la autoridad.

En el caso del Fuero, el hecho de escribirlo en latín hubiese sido lo correcto como lengua de cultura y de élite que era; quizá fue redactado así, no olvidemos la posibilidad de la traducción y copia del latín al castellano, extensible, por otro lado, a otros fueros locales. Si bien quedaba cercana la noción del Forum Iudicum –en latín– que difería en el contenido y estaba muy alejado en el tiempo, también estaba presente la idea de que el latín no era lo que hablaba el pueblo, o, al menos, no el que se leía en la doctrina cristiana. Fue por ello por lo que en el Concilio de Tours, en 813 y bajo la dirección de Carlomagno, se optó por la doctrina en el rusticus sermo, es decir, oralizar los sermones en la lengua hablada o protorromance porque al no existir comprensión de dicho mensaje, quedaba desarticulada la función del texto litúrgico. Sin embargo, se mantuvo el latín medieval introducido con la reforma carolingia durante los siglos XI y XII en los reinos occidentales de la península ibérica para las tareas de alto grado intelectual. Terminó convirtiéndose así, además, en la lengua franca de la Edad Media para las tareas de aprendizaje y, sobre todo, de las relaciones internacionales. Es entonces cuando traemos a colación lo siguiente:

La comprensión de los procesos relativos a la lengua oral y escrita en la Edad Media se produce en el marco de una sociedad donde el predominio de la voz se hace patente también en los actos de escritura: no es posible una concepción del texto escrito medieval sin tener en cuenta tanto los modos de oralización en la composición de la lengua escrita como los modos de oralización de su lectura (Quilis 2008:197)

En síntesis, que el romance castellano con sus peculiaridades locales hablado en el centro peninsular durante el siglo XII quedaría revestido, sin saber exactamente el

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motivo, por una fuerte coraza latinizante, pero sin ser por ello ni latín incorrecto ni intento de escritura romance en su totalidad. Creemos conveniente decir que no es una idea descabellada sumar los dos rasgos, pues, por un lado, no había todavía tradición de escritura en prosa de documentos jurídicos en romance, a pesar de que eran necesarios, ya que el correcto latín clerical y de curia no estaba en el conocimiento de todos. A la par, tampoco había utilidad en oralizar un latín que los propios vecinos de la comunidad bajo la jurisprudencia de las leyes en cuestión no entenderían. Asimismo, concluimos que el texto, independientemente de si es una traducción o no, corresponde a un intento de escritura romance, como así lo demuestran los intentos de plasmación de las articulaciones palatales, a la vez, con una intención arcaizante. De ahí se extrae la idea de la sistematicidad de las regresiones gráficas perseguidas por el/los amanuense/s, cayendo sin querer en las ultracorrecciones, corrección desde un punto de vista latino, que eran desconocidas para la mayoría de la población. En suma a lo dicho, hacemos nuestras las excelentes palabras que García Valle expone:

El lenguaje notarial es un registro especial cuyas pretensiones van más allá de reflejar el romance cotidiano. De esta manera, los documentos notariales no pretenden ser un reflejo de la lengua hablada, sino acercarse al latín, y los notarios escriben en un latín más cuidado si redactan un documento real; es decir, un mismo notario cuida más su redacción si está escribiendo un documento regio que si se trata de uno privado (García Valle, en prensa)

Es decir, que lo escrito en el Fuero puede tratarse, y creemos que así es, de ese registro especial, de ese modo lingüístico de acercarse al latín pero sin ser realmente un intento (en su totalidad) de reflejar la lengua hablada del momento. Esto es, el lenguaje del Fuero de Madrid tendría ese registro especial, una especie de registro jurídico-notarial, que pretende acercarse al latín pero que a su vez se ve necesitado de plasmar ciertos conocimientos en la lengua hablada del momento para lograr la comprensión total del objeto en cuestión. Esta autora continúa de este modo:

Muchos notarios mezclaban rasgos de los registros orales con otros patrones escritos procedentes del latín tardío. El resultado no debe interpretarse como un latín mal escrito, con errores, sino que ha de valorarse el esfuerzo de estos escribas al iniciar una redacción parcialmente en romance incluso antes de tener un estándar o de adoptar una ortografía reformada (García Valle, en prensa)

En fin, certeramente debemos aunar a lo ya expuesto la idea de que tiene cabida el hecho de que se mantengan ciertos tecnicismos, como explica Díez de Revenga9. Ciertos hechos latinos o parcialmente latinos pueden considerarse tecnicismos según el punto de vista de esta autora. En suma, se vislumbra un horizonte con nuevo registro que, a su vez, tendría ciertas palabras restringidas para su uso, a saber, los tecnicismos jurídico-notariales expresados en latín. Es decir, habría una imbricación de sistemas lingüísticos; sería un latín medieval aprendido, utilizado a la par como lengua de la

9 Las palabras de Díez de Revenga nos son de gran utilidad y las alabamos por ser totalmente certeras en nuestra opinión. Reproducimos un razonamiento válido y esclarecedor para lo analizado en esta investigación. Muy frecuente es también que en documentos romances, sin necesidad de que se inserten textos anteriores escritos en latín, se incluyan fórmulas de apertura o cierre en esta última lengua: “Sabida cosa sea […] Factum est hoc” (La Rioja,1237), en definitiva, algunas formas que se interpretan a menudo bien como arcaísmos, bien como cultismos, son en realidad tecnicismos. […] En cualquier caso, hay una diferencia patente entre lengua escrita y lengua hablada y cuando hoy nos leen en voz alta un documento notarial en el que se ha incluido otrossi, o item no los sustituyen por también ni por del mismo modo, asimismo respectivamente. (Díez de Revenga 2003: 42-48)

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Iglesia y como koiné de los nobles a nivel supra-romance, dotado de autoridad y de una cuantiosa producción escrita. A su vez, un romance oral, el castellano en nuestro caso, que se mezcla a ese latín para ser un modo distinto de redacción y oralización, con una comprensión clara por parte de los agentes receptores de la información pero dotado con la autoridad conferida por los residuos latinos de los textos jurídico-notariales.

7. Las conclusiones que se pueden extraer de este pequeño análisis son, por un lado, que, aunque el texto no esté sujeto a la regularidad gráfica que seguirá en el siglo XIII, sí tiene muchas pautas sistemáticas que pueden ser indicadoras, en realidad, de una pronunciación totalmente romance con un barniz latinizante (constante pero relativo, según los apartados). Que, además, correspondería al nuevo registro jurídico-notarial apuntado por García Valle, y que, por consiguiente, no debería considerarse un texto redactado en un mal latín, ni tampoco en un mal castellano, sino con una intención clara adecuada a su construcción textual. Con todo, es cierto que el texto sigue siendo un misterio a la hora de interpretar la representación de ciertos sonidos, sobre todo los palatales; pero, en nuestra opinión, un estudio centrado en él, como ya se ha dicho antes, nos ayudaría a sacar a la luz, quizá, algún dato nuevo. El texto, en definitiva, ha sido analizado con el fin de aportar alguna información más, concreta pero sutil, a lo que Bustos Tovar acepta rotundamente:

La cuestión está en dilucidar si existió un solo tipo de lengua (hablada y escrita) o si la estratificación lingüística afectaba tanto a la oralidad como a la escritura. La lingüística moderna ha mostrado de manera evidente que toda lengua vive en la variación, es decir, que la estratificación lingüística es consustancial a su naturaleza histórica y social. La evolución del latín al romance se produjo en la lengua hablada, pero paralelamente la escritura hubo de estar influida por los cambios que se estaban operando en la lengua hablada. Los textos destinados sólo a aquellos que sabían latín podían quedar exentos de ese contagio, pero aquellos textos que tenían una función instrumental, es decir, que debían ser entendidos por gentes no letradas y, probablemente, escritos por redactores poco doctos […] ofrecen abundantes testimonios de la lengua hablada (Bustos Tovar 2005: 280)

En definitiva, lo que queda aún por hacer es perseguir una idea clara mediante las pruebas documentales que nos han sido conservadas gracias a los acicates de la historia, investigar acerca del lenguaje y ver cómo fue cambiando desde el latín hasta el castellano de nuestros días.

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RECIBIDO: 29/07/2011 ACEPTADO: 04/11/2011

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LA FORMACIÓN DE LOS LEMARIOS ROMÁNICOS: EL CASO ESPAÑOL, PORTUGUÉS Y FRANCÉS

IGNACIO VÁZQUEZ* Universitat de Barcelona

RESUMEN Se intenta en este trabajo ver cómo la lexicografía comparada resuelve algunas de las cuestiones más estudiadas hoy: las fuentes lexicográficas de los diccionarios. No se pretende hacer una crítica al plagio sino demostrar que todos parten de una fuente de conocimiento común. Se examinarán los lemarios de tres lenguas (español, portugués y francés) que, hasta cierto punto, comparten la misma estructura inicial y llegan a ser diferentes en la actualidad pasando por el período enciclo-pédico del siglo XIX en que se observa la pre-ponderancia de la sapiencia francesa en la técnica de hacer diccionarios. PALABRAS CLAVE: Lexicografía comparada, lemario, español, francés, portugués

ABSTRACT The purpose of this work is to verify that compared Lexicography is able to solve some of the main questions studied in present times: the lexicographic sources of dictionaries. It is not criticism of plagiarism but the demonstration that every dictionary starts from a common source of knowledge. Three lemmaries will be studied (Spanish, Portuguese and French). They share –to some extent– the same initial structure and nowadays they present different patterns, after a period in the XIXth century when French (encyclopedist) technique was the predominant one. KEY WORDS: Compared Lexicography, lemmary, Spanish, French, Portuguese

INTRODUCCIÓN

Hace ya un tiempo, en un artículo titulado «Aspectos de lexicografía comparada», Dolores Corbella y Berta Pico (1997) reflexionaban sobre el avance experimentado por los estudios lexicográficos y, especialmente, los metalexicográficos dentro del vasto mundo de la lingüística. El enfoque dado por las investigadoras me pareció revelador dado el tipo de estudio que vengo realizando en los últimos años: el de la lexicografía bilingüe, particularmente entre el español y el portugués. Conocer bien la lexicografía de ambas lenguas es fundamental para entender el entramado surgido de la que las confronta. La comparación se convierte en el elemento indiscutible de dicha investigación y, al respecto, las autoras del mencionado artículo dicen:

En una época de atomización de los análisis lingüísticos y de la investigación en general, en la que disciplinas de carácter histórico-comparado habían sufrido un gran retroceso, se vuelve a sentir la necesidad de situar de nuevo el todo dentro de su conjunto, de no perder la perspectiva de lo analizado para valorar en su justa medida cada pequeña parcela de investigación […] para reconocer parecidos y semejanzas, pero también rasgos distintivos y diferenciales (ibíd: 143).

* Correo electrónico: [email protected]

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La formación de los lemarios románicos: el caso español, portugués y francés

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El objeto de estudio de la lexicografía es el diccionario. En la cultura europea occidental en la que estamos inmersos, esa obra en sus diferentes manifestaciones tiene detrás una historia milenaria con una base común de conocimiento. Cada diccionario bebe de unas fuentes comunes greco-latinas y medievales que a partir del Renacimiento se especifican y adecuan a las nuevas lenguas románicas, y precisamente ese hecho no le permite deslindarse de los demás de su especie. Otra cuestión es la metalexicografía, mucho más tardía que la lexicografía pero inherente a ella.

Me propongo acercarme a la formación de los lemarios de tres lenguas románicas que tienen lexicográficamente mucho en común. En lo posible no repararé en la microestructura ya que me interesa ver cómo se han ido forjando los lemas que se consideraban fundamentales y que representaban pequeñas parcelas del saber humano que había que conocer.

El hecho de escoger las tres lenguas referidas responde a la gran cantidad de estudios y artículos de investigación que redundan en la misma idea: la lexicografía francesa despega con fuerza en el siglo XVI y las demás lenguas le son deudoras, siendo los casos español y portugués sus discípulos más evidentes en el siglo XIX; y todavía otra polémica posterior, se acostumbra afirmar que la lexicografía portuguesa plagia durante los siglos XVIII y XIX la obra de la Real Academia y la de la denominada lexicografía no académica.

Esa búsqueda de la originalidad, el querer saber las fuentes lexicográficas, responde a un punto de vista actual en el que nos parece impensable no mencionarlas. Algunos autores lo hacen pero son la minoría. Y no considero que se tratase de deslealtad, por lo menos hasta el siglo XVIII. Ya el XIX está marcado por tácticas comerciales y se dispara la copia indiscriminada.

El gran compilador del léxico portugués, Raphael Bluteau, especifica las lecturas hechas para la confección de su Vocabulario portuguez e latino (Coimbra, 1712) pero no menciona las fuentes. Silvestre (2008: 345) nos recuerda que el tipo de usuario a quien iban dedicadas estas obras era culto, fundamentalmente filólogos, profesores, sabios de cualquier disciplina; en definitiva, poco numeroso pero que solía conocer los grandes compendios del saber europeo. Acopiar en una magna obra los mejores artículos de las mejores obras y reconocer al autor original a través del nuevo trabajo era una gran victoria para el lexicógrafo:

Um lexicógrafo é visto como um compilador de «notícias» e não como um criador, pelo que uma constante reverência [a las fuentes] seria desnecessária. Numa cadeia de apropriação contínua dos discursos, […], importa preservar a memória das autoridades que escreveram com propriedade de conhecimento sobre uma matéria, e não a dos que se limitam a reproduzir em segunda mão.

Sea como fuere, los lemarios actuales de nuestras lenguas acaban de perfilarse

durante la primera mitad del siglo XIX en grandes obras de tipo semienciclopédico y enciclopédico. Será más tarde cuando se separen los artículos que se refieren a contenidos lingüísticos y a extralingüísticos, teniendo hoy en día diccionarios de lengua y diccionarios enciclopédicos. Como se ve, perdura hasta muy tarde la idea original de las obras lexicográficas medievales: preservar el conocimiento humano. 1. INICIOS DE LA LEXICOGRAFÍA EUROPEA

Las grandes obras de la Antigüedad que transmitían el saber fueron: Dísticos de Catón el Viejo (S. II a. C.), De lingua latina de Varrón (S. I a. C.), Ars grammatica de Donato (S. IV) e Institutionum grammaticarum libri XVIII de Prisciano (S. IV).

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La gran enciclopedia de la época antigua es la Historia Naturalis de Plinio (23-79). Se trata de una obra que sirvió de base a todo el enciclopedismo medieval. Destacan también las Etimologías (20 volúmenes) de San Isidoro.

En la Alta Edad Media, el latín vulgar había devenido en los diferentes vulgares. Al mismo tiempo, se convirtió en la lengua de los intelectuales pero como era una lengua muerta precisaba de materiales didácticos adaptados a esas nuevas necesidades comunicativas.

Toda la producción escrita en torno a la gramática latina sirvió de base para la escolarización del latín. Como elemento subsidiario al aprendizaje de la lengua latina y su gramática se desarrolló la lexicografía. Los diccionaristas eran ante todo gramáticos:

Os dicionários, na lexicografia europeia, nascem da ciência gramatical da Idade

Média. Foram os gramáticos medievais que inventaram os dicionários, alargando ao léxico o esforço de sistematicidade que vinha caracterizando a elaboração gramatical desde a antiguidade, e introduzindo nas línguas modernas este instrumento de coesão e de conhecimento que hoje nos parece indispensável (Verdelho 1995: 26).

Las preocupaciones gramaticales se ceñían a la morfología de las palabras y el

diccionario surgió como apoyo o complemento de los tratados gramaticales. Esa tradición gramatical y lexicográfica medieval revela una impresionante coherencia en toda Europa:

Foram, provavelmente, sobretudo, os livros que alicerçaram a unidade europeia. E entre esses livros, importantes, mais que todos, foram os manuais linguísticos que estabeleceram e garantiram a base comum de encontro e de comunicação (Verdelho 1995: 27).

Existe una serie mínima de obras que fueron referencia para toda la Europa Medieval

durante siglos: el vocabulario latino de Papias del siglo XI, conocido como Papiae elementarium, el Panormia o Derivationes de Osborne de Gloucester de finales del siglo XII, el Liber derivationum de Hugucio de Pisa del siglo XII y el Catholicon (1286) de Giovanni Balbi de Génova, un vocabulario latino de carácter enciclopédico. La edición de 1460 servirá de base a toda la lexicografía posterior hasta el advenimiento de los diccionarios monolingües. Siendo original, se basó en Papias y Pisa1.

La enciclopedia ya no pretende salvar los conocimientos antiguos, sino que se propone estar al servicio de los nuevos valores humanistas. De mediados del siglo XV data el Elegantiarum latinae linguae (Venecia, 1444) de Lorenzo Valla y las Cornucopiae (Venecia, 1489) de Niccolò Perotto; no obstante, la gran tríada renacentista que influirá en la lexicografía moderna europea fue la compuesta por Antonio de Nebrija [Lexicon (Salamanca, 1492) y Vocabulario (Salamanca, 1495)], Ambrogio Calepino [Dictionarium linguae latinae (Reggio, 1502)] y Robert Estienne [Thesaurus linguae latina (París, 1543), Dictionarium Latinogallicum (París, 1538) y Dictionnaire françoislatin (París, 1549)].

En definitiva: «A lexicografia bilingue e monolingue dos vernáculos europeus desenvolveu-se a partir destes dicionários, aproveitando-os para as nomenclaturas» (Verdelho 1999-2000: 126). La lexicografía europea comienza una nueva andadura.

Véanse las primeras voces en tres de las grandes obras presentadas:

1 Me he apoyado en la lectura de los siguientes textos para apuntalar la información relativa a las fuentes de algunos de los diccionarios que se tratan en estas páginas: Azorín (2000), Bajo (2000), Bray (1989-91), Seco (1987/2003) y Verdelho & Silvestre (2007). En cambio, están sin estudiar las fuentes de los diccionarios portugueses del siglo XIX de las que aventuraré alguna hipótesis.

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La formación de los lemarios románicos: el caso español, portugués y francés

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[← Boecio, San Isidoro, autores clásicos Terencio…]

[← Papias, Pisa]

PAPIAS (S.XI), Papiae elementarium

BALBI, Catholicon (1286) 1490] CALEPINO, (1502) [1565]

A A A Aaron (mons fortis) Aaron (nomen summi sacerdotis

apud Hebraeos) Abba (syrum nomen est > pater) Abba (syrum nomen) Abba (pater) Abacus uel abax (tabula) Abacus, abax cis Abacus Ah (uox dolentis) Abactus [acto rápido] Abactus [acto rápido] Abactor [ladrón de ganado] Abactores [ladrón de ganado] Abai (Lulius mensis) Abi (hebrae lulius) A.ab.abs.ex (praepositiones) Ab (praepositio) Ab (praep.) Abbadir (lapis saturnus) Abbadon (exterminans) Abanech (cingulu sacerdoti) Abarim (mons in quo Moyses mortuus est)

Abarim (mons in quo obiit moyses)

Abartenum (inhonestum) Abbason (infirma domus) Abbas abbatis (pater mona-chorum; abba per syriace)

Abbas, tis (monachos pater) Abbas, tis (Collegii societatisque magister. Hisp. Abad)

Abatis (mensura) Abatis tus Abax cis (vide in abacus) Abax, cis Abbatia (ecclesia ubi est abbas) Abbatia, ae Abbatissa, ae Abbatissa

Tabla 1: diccionarios latinos

Como se observa, los lemas responden a información, sobre todo, enciclopédica, aunque no faltan voces del léxico común. 2. LEXICOGRAFÍA ESPAÑOLA, FRANCESA Y PORTUGUESA

Me centraré ya en las obras ‘deudoras’ de ese saber recopilado durante la época medieval en las tres nuevas lenguas románicas para saber cuáles eran las parcelas del saber que cada país consideraba en sus diccionarios como principales. Obviamente, no se tratarán todas las obras, sí una selección de aquellos diccionarios considerados mejores o mayores por la crítica. Todos ellos han sido objeto de estudio especial y llenan las páginas de los tratados lexicográficos publicados durante el último tercio del siglo XX. 2.1. Siglo XV

La lexicografía castellana se inicia con el Universal vocabulario en latín y en romance de Alonso de Palencia (Sevilla, 1490). La crítica actual afirma que se trata de una traducción del vocabulario de Papias.

Antonio de Nebrija escribió el Diccionario latino-español (o Lexicon), publicado en Salamanca en 1492. Apunta Manuel Alvar Ezquerra (1995: 175) que [el diccionario de Nebrija] «Marca una renovación en lexicografía y la pauta que habrán de seguir en Occidente los autores de repertorios lexicográficos posteriores». Diversos estudios

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demuestran que, siendo él la autoridad absoluta en la lengua latina, consultó las grandes obras anteriores. 2.2. Siglo XVI

Es el siglo de la lexicografía bilingüe por excelencia y dan fe de ello los siguientes diccionarios publicados en Francia y Portugal, que inician sus respectivas lexicografías: el Dictionarium Latinogallicum de Robert Estienne en 1536 (París) y el Dictionarium latinolusitanicum de Jerónimo Cardoso en 1569-70 (Coimbra). Sobre las fuentes de este último, nos dice Bajo Pérez (2000) que se basó en Nebrija.

Durante el mismo periodo, no se publicó en España ninguna obra monolingüe. Véase como disponen las primeras voces estas obras:

[← Papias] Nebrija (1492/1495)

[← Calepino, Papias, Perotto, Balbi, autores clásicos]

[← Calepino muy reformado]

[← Nebrija]

A. DE PALENCIA (1490)

NEBRIJA (1492) ESTIENNE (1536) CARDOSO (1569/70)

A A A A Abba (nombre de siria, significa padre)

Aa Aage Ab & Abs (preps.)

Abacus vel abax (tabla) Aaa Abaisser Abacus,i. A copeira, ou mesa de cõtar.

Abacuch (de profeta) Aaron (sacerdote) Abandon Abaculus,i. A peça do enxadrez.

Abactus (acto remoto) Aaron (hierba) Abandonner/nné/nement Abactor,oris. Ho ladrão de gado.

Abactor (ladrón de ganado)

Abad Abastardir Abactio,onis. Ho furto de gado.

Abai (julio, quinto mes)

Abadessa Abbatre/tement Abactus,us. Ho lança-mento per força.

Abi (en syria, agosto) Abadia Abbay/yer/yement/yant Abactis. Ho escriuão iudicial.

A,ab,abs,ex (prep. mis-ma significación)

Abadengo Abbaisser/aissé/aissement Abalieno,as. Estranhar & alhear.

Abdir (piedra que tragó Saturno. abadir)

Abadejo (escaravajo) Abbregé/ger Abalienatio,onis. Ho alheamento.

Abadon (desterrante) Ababar Abbreur/eué/euoir Abambulo,as. Apertarse.

Abanech (cintura sacer-dotal)

Abalançarse Abolir/li/lition/lissement Abamita,e. A tia irmaã da quarta auó.

Abarim (monte do murio Moysen)

Aballar Abbomination Abania, pater gratus.

Abbas (En la lengua de syria Abba por padre)

Abarca (suela) Abonder/dant/dance/ damment

Abaphus,a,um. Cousa por tengir.

Abas (caudillo troyano) Abarcado (calzado con ella)

Aborder/dement Abax, idem quo aba-cus.

Abaso (casa enferma) Abarca (calzado) Aboutir/tissant/tissement Abbarim, mons escel-sus.

Abaris (mayordomo real)

Abarcado (calzado con ella)

Abri Abbas,atis. Ho abbade.

Tabla 2: diccionarios bilingües latín-lengua romance

Excepto en Palencia, los lemarios aun acogiendo algunas entradas de tipo

enciclopédico, se centran ya en realidades lingüísticas propias de cada lengua, adaptando el latín a estas necesidades.

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2.3. Siglo XVII

Continúa la tendencia de las obras bilingües y multilingües pero surgen los primeros monolingües al estilo cuasi enciclopédico. Francia muestra una producción inusitada al respecto y Portugal continúa produciendo obras autóctonas portugués-latín. Es también el siglo de los lenguajes técnicos.

Sebastián de Covarrubias publicó en 1611 (Madrid) el Tesoro de la lengua castellana o española, el primer diccionario monolingüe de uso de la lengua castellana y en el que se inspiró el de la Real Academia. La importancia de este diccionario radica, en palabras de Seco (1987-1988: 387) en que es «Una de las llaves imprescindibles para todo el conocimiento de la lengua y la cultura españolas de las décadas en torno a 1611». Entre sus fuentes, aparte de su propio saber, destacan la obra de Calepino y el diccionario bilingüe de César Oudin (Trésor des deux langues espagnole et françoise, París, 1604).

En Francia, se publicó el Thresor de la langue française (París, 1606) de Jean Nicot, un texto semibilingüe según la terminología de Quemada (1967). Apareció una obra curiosa, Le grand dictionnaire historique ou le mélange curieux de l’histoire sacrée et profane (Lyon, 1674) de Louis Moreri; se trata de una enciclopedia centrada en biografías y hechos históricos. La he considerado en el listado porque fue ampliamente consultada por los lexicógrafos de los siglos XVIII y XIX. En 1680 un diccionario ya ofrece las definiciones enteramente en francés, el Dictionnaire françois contenant les mots et les choses de César-Pierre Richelet (Ginebra). De 1690 es el Dictionnaire universel de Antoine Furetière (La Haya), monolingüe y que acoge léxico actual. Dice Bray (1989-1991: 1.801): «La lexicographie monolingue française de l’époque est une lexicographie spécialisé qui poursuit et cultive, en l’aménageant, la tradiction du dictionnaire universel telle qu’elle a pris forme chez Furetière».

En 1694 se publicó el Dictionnaire de l’Académie française (París) hecho a imagen del italiano de la Crusca de 1612 (Venecia). El mismo año y como suplemento a dicha obra Thomas Corneille publicó el Dictionnaire des termes des arts et des sciences (París), compuesto por todo el vocabulario técnico y de especialización que no se incluyó en el diccionario académico. Todas estas obras bebieron básicamente de Estienne y Nicot, parcialmente de Covarrubias y el de la Academia de su homónima italiana.

En Portugal, Bento Pereira publicó en 1634 (Évora) la Prosodia in vocabularium trilingue, Latinum, Lusitanicum, & Hispanicum digesta y en 1647 (Lisboa) el Thesouro da lingoa portuguesa, obra que recoge todo el léxico de Cardoso pero ampliado. La obra de 1634 presenta entradas enciclopédicas al estilo medieval.

Compárese la evolución del lemario de Nebrija a Covarrubias y la diferencia entre las dos obras de Pereira: la obra de 1634 es eminentemente enciclopédica, en cambio, la de 1647 se centra en el léxico común portugués:

[← Calepino, Oudin] [← Cardoso, Calepino?] [← Cardoso aumentado] NEBRIJA (1492) COVARRUBIAS (1611) PEREIRA (1634) PEREIRA (1647) A A A A Aa Aaron (sacerdote) Abada vestidura. Aaa AAA Ab (prep.) Abada animal. ABABOL Aba,ae. Lugar de Arabia Abade. Aaron (sacerdote) Abacaeria,ae. Cidade de

Sicilia Abade principal.

Aaron (hierba) Abactor, Abactus, Vide Abigo

Abadessa.

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Abad ABAD Abacuc,i. Profeta Abadia. Abadessa ABADESA Abacus,i. Copeira Abadinho. Abbatulus,i. Abadia Abbadon. Hum demonio

destruidor Abafada cousa. Fotus,a,um.

Abadengo Abara,ae. Hum lugar Abafamento. Praefocatio,onis.

ABADEIO (pez) Abala. Lugar dos trogloditas

Abafar, ou cobrir.

ABADEIO (ave) Abalieno,as. Abafar, ou afogar. Abadejo (escaravajo) ABADEIO (escaravajo) Abalites. Abainha da borda de

vestidura. Ababar Abalus. Huma ilha Abainhar ABAHAR Abambulo,as. Abayxada cousa. ABAXAR Abarim. Monte dos

Moabitas Abayxar.

Abalançarse ABALANZARSE Abaris. Homem douto Abayxarse. Aballar Abax,cis. Abayxo. Abarca (suela) Abba (pater) Aballada cousa. Abarcado (calzado) Abbas,tis. Abbade Aballar. Demolior,iris. Abarca (calzado) ABARCA (calzado) Abbatissa. Abbadessa

Tabla 3: diccionarios peninsulares

Compárese, por su parte, la lengua francesa: [← Estienne muy reformado]

[← Estienne, Nicot, Covarrubias…]

[← Estienne, Nicot, Covarrubias…]

[← della Crusca (1612)]

NICOT (1606) RICHELET (1680) FURETIÈRE (1690) ACADÉMIE (1694) A A A A AAA Aage. Aetas Aagé. Grandaeus Abacuc. M. Caspium ABADIR. Pierre que

Saturne devora au lieu de Jupiter.

Abaïe Abaissé ABBAISSÉ Abaissement ABAISSEMENT ABBAISSEMENT Abaisser. Abbaisser Abbaisser. Demittere

Abaisser ABAISSER ABBAISSER

ABAISSEUR ABALOURDIR Abbandon ABANDON ABANDON ABANDONNEMENT ABANDONEMENT Abbandonner Abandonner ABANDONNER ABANDONNER ABAQUE.

(Architecture)

ABASSI. Monnaie.

Tabla 4: diccionarios franceses

Como se observa, la lexicografía se centra cada vez más en la lengua propia y no en el léxico universal, aunque Furetière, tal como ya se ha dicho, comienza a introducir voces enciclopédicas propias de la cultura europea.

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2.4. Siglo XVIII

Los aires de la Ilustración dan como efecto la fundación de Academias de la Lengua y sus diccionarios, que en cada país toman un cariz diferente. En España se torna normativo, en Francia de uso y en Portugal no llegó a publicarse sino un tomo con la letra a sin consecuencias en la sociedad.

La labor lexicográfica durante el siglo XVIII en España se vio monopolizada por la Real Academia, institución que publicó el Diccionario de Autoridades entre 1726 y 1739 (Madrid). Y a partir de este, las sucesivas ediciones conocidas como Diccionario de la Lengua (castellana) / española (DRAE). Consultó los diccionarios académicos francés e italiano, Covarrubias, Furetière y Richelet.

Entre 1786 y 1793 se publicó el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes de Esteban Terreros y Pando (Madrid), que a diferencia del diccionario de la Real Academia, incluye un sinfín de voces técnicas. Se sabe que a mediados de siglo ya lo había concluido por lo que sus fuentes, entre las que destacan Autoridades, el diccionario de la Académie, Trévoux, Furetière y toda clase de obras de léxico parcial especializado, son anteriores a esa fecha. Los tres volúmenes de su compendio representan en el siglo XVIII la tendencia naciente –y que alcanzará su máxima cota en el XIX– de los nuevos diccionarios enciclopédicos: se retoma el saber universal.

En Francia, si la obra de Furetière marcaba los inicios del enciclopedismo, surgía la primera obra con carácter globalizador que ya anunciaba el trabajo de la enciclopedia por excelencia: el Dictionnaire universel françois et latin (1704) compuesto por los jesuitas de Trévoux. Es una obra que plagia la 10ª edición de Furetière con addendas y que dio paso a la intrusión descarada de la ideología en sus artículos:

Les interventions des jésuites de Trévoux relèvent, elles, de la lutte idéologique: le dictionnaire de 1704 est un ouvrage de propagande anti-protestante. Avec le dictionnaire de Trévoux la lexicographie française découvre le pouvoir qu’elle a de manipuler les opinions (Bray 1989-1991: 1801).

La obra tuvo mucho éxito pero palideció cuando apareció la Enciclopédie, ou

dictionnaire raisonné des sciences et des arts (1751, París) de Diderot y D’Alembert, trabajo que mezcla la filosofía y la lexicografía. Se inspiraron en la idea principal de la Cyclopaedia, or an universal dictionnary of arts and sciences (1728, Londres) de E. Chambers. Dicho autor pretendía presentar al público lo esencial del saber humano y la idea cuajó entre los franceses.

Durante el siglo XVIII asistimos a la aparición de los primeros diccionarios monolingües de la lengua portuguesa. La obra precursora de todos ellos fue el Vocabulario portuguez e latino (1712-21, Coimbra) de Raphael Bluteau. Fue la base para los diccionarios siguientes y para componerlo consultó las grandes obras francesas, Moreri, Furetière, parcialmente Covarrubias y los clásicos.

António de Morais (Moraes) Silva está considerado el gran renovador de la lexicografía monolingüe portuguesa partiendo del Vocabulario portuguez e latino de Bluteau. Publicó en 1789 (Lisboa) el Diccionario da lingua portugueza, despojándolo de toda la información enciclopédica que le pareció superflua.

Por su parte, la Academia Real das Sciencias publicó el Diccionario da Lingoa portugueza en 1793 (Lisboa), que consta de un único volumen y solo trata la letra a.

La segunda edición del Diccionario da lingua portuguesa de 1813 (Lisboa) está considerada la obra definitiva de Morais. Apunta Verdelho (1994: 677) que

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“Estamos perante o primeiro dicionário moderno da lexicografía portuguesa”, en el que se observa que no únicamente usó la obra de Bluteau, también empleó el diccionario de la Academia Real das Sciencias. Véanse las primeras entradas en los mencionados diccionarios (se añade Moreri que representa mucha de la información enciclopédica de que se servirán las obras posteriores): [← Furetière

10ª ed.]

[← Autorid., Trévoux, Académie…]

[← Moreri1698, Furetière… (Covarrubias)]

[← Bluteau]

MORERI (1674) [1698]

TRÉVOUX (1704-1771) [1721][1771+]

ENCICLOPÉDIE (1751)

TERREROS (1786-93) / AUTORIDADES (1726-39*)

BLUTEAU (1712) [← Académie] ACADEMIA (1793 [ACA])

MORAIS (1789/1813+)

A A A A *A A [ACA] A AA (riviere/source)

AA (riviere)

AABAM (plomb)

+AACH (ville) AACH ou ACH (ville)

+Aacima (V. cima)

AAD ou Aade (riviere)

+AADA/ AADE (riviere)

Aad, ou Aade (rio)

+Aade (V. ádem = ganso)

+Aadur (V. con dificultad)

AAHUS (ville) AAHUS (ville) AALEM ou Aulen. (ville)

Aalem (cidade)

+AALBOURG +AAM ou

HAAM AAM (mesure des liquides)

Aam ó Ham (medida)

AAR ou Arr (riviere)

AAR, ou AHR (riviere)

AAR (riviere) Aar, ou Arr (rio)

AARAK (ville) +AARAK Aarac (cidade) AARASSO (ville)

+AARASSO Aarasso (cidade)

AARBERG (ville)

+AARBERG

AARBOURG (ville)

Aarburgo (cidade)

AARON (frere de Moyse) (…)

AARON (nom propre)

+Aas ( > azas [de ave])

+AAVORA (fruit)

Aavora (fruta)

AB (5ème mois des Hebreus)

AB (5ème mois des Hebreux)

AB (11ème mois des Hebreux)

Ab (5º mes hebreo = julio)

AB (mois d’Eté)

AB (mois d’Eté)

Ab (sir. último mes del Estío)

Aba (vestido turco)2

Tabla 5: diccionarios ilustrados

2 El propio Terreros da la fuente en la entrada, dice así: “ABA, vestido que usan los Turcos en lugar de capa, V. Frai Ant. del Castillo, Viaje de Tierra Santa, c. 4”.

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2.5. Siglo XIX

Supuso una renovación en la lexicografía, ya que la metodología utilizada era más rigurosa (más pensada y reflexionada, en definitiva, mostraba los primordios de la metalexicografía como la entendemos en la actualidad). Este hecho redundó en una producción extensa de compendios lexicográficos.

En España la Real Academia continuó publicando sus ediciones del DRAE y se rompió el monopolio que había tenido hasta ese momento al aparecer una serie de lexicógrafos que compusieron sus diccionarios al margen de la institución.

En París, se publicó en 1846 el Nuevo diccionario de la lengua castellana de Vicente Salvá. Entre 1846 y 1847 (Madrid) aparece otro de los mejores diccionarios del XIX, se trata del Diccionario nacional o gran diccionario clásico de la lengua española de Ramón Joaquín Domínguez, introductor del género enciclopédico. Entre otras fuentes (como el Dictionnaire universel de la langue française [1834, París] de Boiste y el Dictionnaire national ou grand dictionnaire critique de la langue française [1843, París] de Bescherelle), Domínguez se sirvió de la obra de Terreros y Pando.

Entre 1853 y 1855, la editorial Gaspar y Roig, bajo la coordinación de Eduardo Chao publicó en Madrid el Diccionario enciclopédico de la lengua española. Diccionario concebido con las mismas directrices que el de Domínguez es «el que lleva por primera vez entre nosotros el nombre de Diccionario enciclopédico de la lengua española» (Seco 1987: 137). El diccionario se benefició de la obra de Domínguez, acrecentándola en número de entradas e información.

En Francia, el Dictionnaire universel de la langue française (1800, París) de Pierre Claude Boiste y el Dictionnaire national ou universel de la langue française (1843, París) de Louis-Nicolas Bescherelle venían a confirmar la tendencia ya instaurada del enciclopedismo desmedido «embrassant avec l’universalité des mots français, l’universalité des mots humaines» (Bray 1989-1991: 1.802). En ambas obras planea la sombra del diccionario de la Académie y el de Furetière.

En Portugal, aparece el Novo Diccionario da Lingua Portugueza (1806, Lisboa) de la Typographica Rollandiana. En 1818, la Imprensa Régia de Lisboa publicó el Diccionario Geral da Lingoa portugueza de algibeira. En 1844 (Lisboa) bajo la autoría de Uma Sociedade de Litteratos se publicó el Diccionario Universal da Lingua Portugueza, uno de los primeros del nuevo género híbrido de los diccionarios enciclopédicos que acumula todo el léxico anterior.

Estas obras lusas representan la tendencia europea (francesa) del enciclopedismo en los pretendidamente llamados diccionarios de lengua, no obstante, no se han estudiado suficientemente y poco sabemos de sus fuentes. Intentaré en las conclusiones clarificar la cuestión.

En definitiva, en los tres países –con precedentes diferentes– continuará hasta fin de siglo la tendencia grandilocuente de los diccionarios globalizadores, universales, gigantescos. En esta época se llega a la cima de la información incluida en un diccionario, los lemarios están formados pero la lexicografía comienza a plantearse ciertas cuestiones al respecto que se irán reflexionando y solucionando a lo largo del siglo XX.

Véanse los primeros lemas en los referidos diccionarios:

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[← Enciclopédie, Furetière…]

[← Enciclopédie, Boiste, Furetière…]

[← Boiste1834

Bescherelle, Terreros, DRAE9]

[← Domínguez, Terreros, Salvá, DRAE9]

ROLLANDIANA (1806) I. RÉGIA (1818+)

BOISTE (1800) [1834+]

BESCHERELLE (1843)

UNIVERSAL (1844)

DOMÍNGUEZ (1846-47)

GASPAR Y ROIG 1853-55

A A A A A A +AA AA (numismat.) AA AA AA +AAA AA ou AAA

(amalgame) AAA

+Aabam (chumbo) +Aabam AABAM (plomb)

Aabam Aabam/ Aban

Aabam (plomo)

Aabora (fruta)

+Aacan (selo, timbre)

Aacan (selo, timbre)

AACH (rivière et ville)

Aach (cidade)

AACHEN (Aix-la-Chapelle)

Aacima Aacima Aacla

(arbusto) Aade (ganso) AADE ou AA

(rivière) Aade (rio) Aade (río)

AAGARD (philosophe)

Aagard

AAGESEN (auteur)

Aagesen (escritor)

+Aagiato (sem tutela)

Aagiato (sem tutela)

Aagi-dogii (monte turco)

AAHAUS ou AHAUS (ville)

Aahus (cidade)

AAIBA (arbuste)

Aaiba (arbusto)

AAIN-CHARIN (ville)

Aaimcharim (cidade)

AAIN-EL-GINUM (cité)

Aain-el-Ginum (ciudad)

AAKBÉ DIE-MERET(Myth.)

Aakbé Aakbe/ Diemeret (mit.)

+Aal (planta) AAL (arbre) Aal Aal (árbol) Aal (arbusto) Aalem ou

Aulem (cidade)

+Aalma (virgem) Aalma (virgem)

+Aam ou Haam, medida

Aam ou Ham AAM ou HAM (mesure)

Aam ou haam

Aam (medida)

Aam

Tabla 6: diccionarios decimonónicos

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La formación de los lemarios románicos: el caso español, portugués y francés

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3. CONCLUSIONES

Si bien la muestra de lemas expuesta en cada diccionario es mínima (debido a la necesidad de acotar este trabajo) y no permite llegar a conclusiones definitivas, sí se pueden hacer algunas observaciones. Si reparamos en los lemas básicos (a, ábaco, abad…) se encuentran desde Papias hasta la actualidad. Lemas que hoy buscaríamos en una enciclopedia al uso (abba/aba, abactor, abai, abadir, abadón, abarin…) [tabla 1] se mantienen hasta el siglo XVI [tablas 2 y 3]. A partir del XVII cada lengua da entrada a su léxico específico, manteniéndose algún lema enciclopédico, como acontece en Furetière (abadir, abassi) [tabla 4]. A partir del siglo XVIII (con el precedente de Moreri, finales del XVII) se observa la recuperación del léxico de carácter enciclopédico de la [tabla 1] desaparecido en 3 y 4, fuertemente incrementado con voces biográficas, topónimos y términos de ciencias y saberes específicos (alquimia, arquitectura, mitología, etc.) [tabla 5]. Esa tendencia se verá incrementada de modo gigantesco en el siglo XIX [tabla 6].

Aún haré algunas observaciones más detalladas en relación a estas dos últimas tablas, los diccionarios de los siglos XVIII y XIX.

De la [tabla 5]: — todos los topónimos y personajes (excepto Aarón) que aparecen se documentan

en Moreri (1674), — en el léxico específico, se recupera abba/aba ya documentado desde Papias; ab

(mes) aparece por primera vez en Moreri (1674) y trasciende hasta Terreros (1786-93); Trévoux (1704-71) registra los lemas aam o ham (medida de líquidos) y aavora (fruta), el primero tiene continuación en la Enciclopédie (1751) y en Terreros (1786-93) y el segundo solamente en Terreros; la Enciclopédie registra aabam (plomo) que tendrá éxito en el siglo XIX.

De la [tabla 6]: — Bescherelle (1843), Domínguez (1846-47) (en menor medida) y Gaspar y Roig

(1853-55) continúan acumulando topónimos, los de Moreri (1674) y nuevos (Aacen, Aachen, Aain-Charin y Aain-el-Ginum), al igual que nombres mitológicos,

— las voces aabam y aam se contemplan en todos los diccionarios, — el diccionario portugués de la Imprensa Régia (1818) presenta lemas no

registrados anteriormente en Portugal (aacan, aagiato, aal, aalma) que se recogen en Universal (1844).

En cuanto a las fuentes lexicográficas de todos estos diccionarios, se ha visto a través de los estudios presentados en la nota nº 1, cuáles eran, excepto los del siglo XIX portugueses. Para poder afirmar ese dato precioso, se hace totalmente necesario el estudio y comparación de la microestructura3, pero en estas líneas nos interesa la recepción de la voz. Conforme a los datos presentados, se podría aseverar en cuanto a los lemas que comparten las tres lenguas que en la lexicografía portuguesa:

— Morais (1793/1813) se deshace de los lemas toponímicos (Aad, Aalem, Aar, Aarac…) y enciclopédicos de Bluteau (1712-21) (procedentes de Moreri),

— Rollandiana (1806) presenta el mismo lemario de Morais (1793), — Imprensa Régia (1818) posee el lemario de Rollandiana (1806) pero

acrecentando léxico portugués por primera vez (aacan, aagiato, al, aalma) y 3 Existe en la actualidad un proyecto de investigación en la universidad de Salzburgo dirigido por el prof. Dieter Messner (1994-…), Dicionário dos dicionários portugueses, (Universidad de Salzburgo) que posibilita esa tarea sin haberse llevado aún a cabo.

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Ignacio Vázquez

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acogiendo algunas de las voces nuevas también por vez primera (aabam, aam); dado que el diccionario es de 1818, anterior a Bescherelle (1843), Domínguez (1846-47) y Gaspar y Roig (1753-55), y que las únicas obras que acogen el lema son la Enciclopédie (1751) y Boiste (1800), debió recurrir a uno de ellos; para el segundo existen cuatro hipótesis, Trévoux (1704-1771), Enciclopédie (1751), Terreros (1789-93) o Boiste (1800),

— Universal (1844) presenta todo el lemario de Imprensa Régia (1818) y muchísimo léxico nuevo que aparece en Bescherelle (1843), obra que registra bastantes por primera vez (Aain-Charin, Aain-el-Ginum), siendo este dato determinante para establecer que es la fuente principal,

— Rollandiana (1806), Imprensa Régia (1818) y Universal (1844) (de tipo enciclopédico en gradación ascendente) son anteriores a los dos grandes diccionarios españoles de las mismas características, Domínguez (1846-47) y Gaspar y Roig (1853-55), no pudiendo haber servido de base. Covarrubias (1611), Autoridades (1726-39) y Terreros (1789-93) pueden haberlo hecho en la microestructura general pero no parece probable que lo hiciesen en la selección principal del lemario.

Ampliando el campo de acción, las obras españolas y portuguesas demuestran su deuda con la lexicografía francesa. En el caso español, Gaspar y Roig (1853-55) bebe de Domínguez (1846-47) pero también, y mucho, de Bescherelle (1843), quien a su vez se fijó en Boiste (1800), Enciclopédie (1751), Furetière (1690), obra que a su vez… y así podría continuar hasta, prácticamente, llegar a Catón el Viejo o Varrón.

El despunte de la lexicografía francesa en el siglo XVI, con una producción intensa sobre la propia lengua en el XVII y reinventándose con el enciclopedismo a finales del XVIII y del XIX implica la conciencia del poder de la lengua (sobre todo, en los periodos anterior y posterior a la Revolución, con la lengua se difundían los ideales). Ese punto de vista, muy centrado en general en el uso, en la descripción (más que en la prescripción) provocó un estudio continuado de la lengua y de los instrumentos que se creían mejores para difundirla, los diccionarios. Así, la lexicografía francesa, sin barreras, avanzó en la práctica y reflexión de esa disciplina, mientras las peninsulares se anquilosaban: la española debido a la presencia prescriptiva de la RAE (a pesar de los inicios espectaculares con el Diccionario de Autoridades) y la portuguesa por la tardía aparición de su lexicografía monolingüe. No es de extrañar que el proyecto francés, más desarrollado, se convirtiese en modelo a seguir.

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(Biblioteconomía y administración cultural, 45). BRAY, Laurent (1989-1991): «La lexicographie française des origines à Littré». Wörterbücher: Ein

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CORBELLA, Dolores y Berta PICO (1997): «Aspectos de lexicografía comparada». Revista de Filología Románica, nº 14, vol, I, págs. 143-162. Madrid: Servicio de Publicaciones. Universidad Complutense.

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La formación de los lemarios románicos: el caso español, portugués y francés

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SECO, Manuel (1987-1988): «Covarrubias en la Academia». Anales cervantinos, 25-26. Madrid: CSIC, págs. 387-398.

SECO, Manuel (2003): Estudios de lexicografía española. Segunda edición aumentada. Madrid: Gredos (Biblioteca Románica Hispánica. II. Estudios y ensayos, 431).

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RECIBIDO: 21/06/2011 ACEPTADO: 04/11/2011

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FRADEJAS RUEDA, José Manuel (2010): Las lenguas románicas. Madrid:

Arco Libros, 159 págs. [ISBN: 978-8-4763-5811-5]. En este trabajo, el profesor Fradejas se propone explicar el origen, extensión y

naturaleza de las lenguas románicas de una forma diáfana y completa; tal y como explica en la introducción, está dirigido a estudiantes de grado, de manera que el fin didáctico está claro desde un primer momento. Para ello, divide la obra en dos partes: una dedicada sobre todo al nacimiento y extensión de las lenguas romances, otra enfocada a explicar cada una de las lenguas de esta familia.

El primer capítulo se centra en el concepto de Romania, dividida en Antigua, Submersa y Nova. Estos tres conceptos ayudan a explicar el porqué del mapa lingüístico moderno de lo que fue el Imperio Romano y la suerte del latín en las diversas regiones de este. A continuación, en el capítulo siguiente, hace un recorrido por el árbol genealógico del propio latín, desde el indoeuropeo y la familia itálica, hasta su generalización a medida que creció el poderío de la ciudad de Roma. En este punto es imprescindible el concepto de sustrato, clásico en las investigaciones filológicas, que dibuja el panorama de las lenguas existentes en la llegada de la dominación romana y explica, según este punto de vista, ciertos rasgos de los romances de cada región, algo que el autor reconoce escaso o de poca certeza en algunos casos.

Una vez finalizado este capítulo, el autor pasa al siguiente para detenerse en el llamado latín vulgar, uno de los pilares de la Filología Románica, ya que engloba las variedades habladas por el pueblo, de las que descienden las lenguas romances. Se apoya en las fuentes escritas que refutan su existencia y la relación que hay con la evolución hacia el romance, lo que ha ayudado a reconstruir mejor estos procesos de cambio, explicados más adelante en el apartado. Estas trasformaciones desde el latín vulgar se miran desde la perspectiva de lo hallado en las lenguas romances modernas, todo ilustrado con numerosos ejemplos.

Con el apartado que sigue, “La fragmentación de la Romania”, el lector entra en la decisiva época de la desmembración del Imperio Romano y las invasiones que produjeron diversos superestratos al solaparse sobre el latín, aunque sin acabar con él, o bien lograron imponerse formándose una Romania Submersa. El complejo asunto de las invasiones llamadas foráneas es explicado con claridad, tanto las germánicas (un conglomerado de pueblos) como los musulmanes y los eslavos. Por su parte, se menciona la importancia del griego como adstrato del latín. En armonía con esta exposición histórica y de la lengua como diacronía, se dedica el capítulo 5 al “despertar de las lenguas romances”. En él, Fradejas habla de los primeros testimonios de romance, entre los que están los Juramentos de Estrasburgo, entre otros.

El siguiente bloque no está explícitamente marcado, aunque sí citado por el autor en su introducción, y trata de las lenguas románicas actuales, explicadas una por una desde sus orígenes a la modernidad con sus rasgos. La estructura se

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Reseñas

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repite siempre para las lenguas románicas clasificadas: portugués, gallego, español, catalán, occitano, francés, retorromance, italiano, sardo y rumano. Un total de diez lenguas de las que se expone su extensión, denominación y vigencia en una introducción, una reseña histórica sobre su evolución y, por último, los dominios dialectales de la lengua, que en algunos casos, como en el francés o el grupo retorromance, requieren más detalle. Las características lingüísticas se facilitan solo en el francés, mientras que en otros casos se mencionan desde un punto de vista comparativo entre dialectos o lenguas (como entre gallego y portugués).

A estas lenguas se añade un apartado especial dedicado a los criollos, de los que explica la procedencia y su diferencia, no siempre totalmente clara, con la lingua franca y el pidgin. De acuerdo con el tema del libro, agrupa los criollos según su procedencia románica, en los tres grandes grupos de base francesa, española y portuguesa. Finalmente, cierra el libro un glosario de términos empleados en la obra, con el fin de facilitar la comprensión al lector.

En resumen, el libro de Fradejas se dispone como lo que el autor se proponía al inicio, y esto es “introducir” a los estudiantes de grado, ya que hace el trabajo de presentar los contenidos con claridad y de una forma somera. A cumplir este objetivo ayuda el glosario expuesto al final del volumen.

En cuanto a las lenguas románicas expuestas, el autor reconoce en la introducción que quizá no sean clasificaciones al gusto de todos los lectores. Ante esta cuestión queda patente que sigue numerosas fuentes de Filología Románica, además de mencionar fenómenos de discusión en este asunto, siempre que es pertinente, en la ficha de cada lengua.

Por otra parte, la obra se caracteriza por seguir un planteamiento histórico del fenómeno de las lenguas románicas, para lo cual emplea tanto fuentes clásicas (Tagliavini, Iordan), como más actuales (Cano, Echenique). Por lo tanto, el autor se vale de numerosas perspectivas seleccionadas para dar al lector una visión general y rigurosa a la vez.

Con todo esto, se reconoce como un volumen adecuado para los estudiantes y para cualquiera que quiera introducirse en el “apasionante mundo” de esta familia de lenguas de tanta relevancia en el mundo actual.

DELFINA VÁZQUEZ BALONGA

Universidad de Alcalá

RECIBIDO: 25/07/2011 ACEPTADO: 04/11/2011

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MARTÍNEZ ALCALDE, María José (2010): La fijación ortográfica del español: norma y argumento historiográfico. Frankfurt am Mein: Peter Lang. 185 págs. (núm. 2 de la Colección Fondo Hispánico de Lingüística y Filología) [ISBN: 978-3-0343-0481-8].

El libro que reseñamos, La fijación ortográfica del español: norma y argumento historiográfico de la profesora M.ª J. Martínez Alcalde, es un profundo y completo estudio sobre la fijación de la ortografía de la lengua castellana a partir de la aparición de la normativa académica en el siglo XVIII, desde una perspectiva claramente historiográfica. Dicho estudio, que es el volumen núm. 2 de la colección «Fondo Hispánico de Lingüística y Filología», dirigida por los profesores J. Sánchez Méndez y M.ª T. Echenique Elizondo, consta de cuatro capítulos. En ellos se analizan las diversas propuestas de fijación ortográfica con pretensión de normativización y sus consecuentes reacciones de aceptación o rechazo mediante otras reformas alternativas a partir, sobre todo, de la fijación normativa de la Academia. A ellos se suma un apartado final de conclusiones.

Así pues, el primer capítulo («Historia e historiografía de la ortografía del castellano», págs. 9-25) constituye una breve visión sinóptica de la evolución de las distintas propuestas de fijación ortográfica en lengua castellana a lo largo de su historia. Tras presentar los tres criterios comúnmente empleados a los que se ha recurrido para la fijación ortográfica (a saber, la pronunciación, la etimología y el uso) y la oposición antagónica entre ortógrafos que tendían más hacia el fonetismo o hacia el etimologismo —aparte del carácter conciliador del tercer criterio—, pasa a comentar las diversas propuestas de periodización que han sido establecidas por distintos autores (Esteve Serrano, Martín Alonso, Martínez de Sousa, Escudero, de Juana, Rosenblat), en las que ante todo destaca, como observa la autora (p. 25), la superposición de los criterios histórico e historiográfico. Igualmente, se analizan brevemente las propuestas ortográficas anteriores a la aparición de la Academia en el siglo XVIII, encabezadas por ortógrafos fonetistas (Nebrija, Herrera, Alemán, Correas) y etimologistas (Valdés, Venegas, Villalón).

El segundo capítulo («Norma y tradición ortográfica en el siglo XVIII», págs. 27-59) se centra en las propuestas de normativización ortográfica durante la Ilustración y en la extensión y evolución de estas a lo largo del siglo. Contempla tanto las primeras tradiciones ortográficas de la Academia (a través del Discurso proemial de la Orthographía y de las siete ediciones de la Orthographía académica publicadas durante el siglo) como las propuestas ortográficas no académicas, realizadas por particulares tales como Mañer, Bordazar, Mayans, de San Pedro y Terreros, con sus elogios y críticas a la doctrina de la institución académica.

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Reseñas

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En el tercer capítulo («Fijación normativa y propuestas reformistas en el siglo XIX», págs. 61-109) se analizan las principales propuestas ortográficas decimonónicas. En primer lugar, se expone la evolución de la preceptiva ortográfica de la Academia en la primera mitad de siglo frente a algunas propuestas reformistas tanto peninsulares (Calleja, Herrera y Alvear, Gómez Hermosilla, Noboa, Salvá) como hispanoamericanas (Bello, García del Río, Sarmiento) y se describe el proceso de oficialización de la ortografía académica, que culmina en 1844 con el reconocimiento oficial de esta por parte de la monarquía. A continuación se toman en consideración algunas de las propuestas reformistas posteriores a 1844, basadas generalmente en criterios fonetistas, que pretenden la modificación de la fijación ortográfica académica (Cubí, Domínguez). Todas ellas se confrontan con la oficialidad de la ortografía académica, su reconocimiento como autoridad en la materia y la publicación por parte de esta de su Prontuario como texto oficial en la disciplina ortográfica. También se mencionan los intentos reformistas en América, sobre todo en Chile (Lenz, Newman, Cabezón). Sin embargo, la parte más destacable del capítulo tal vez pueda ser el sub-apartado 3.3., «La tradición ortográfica como argumento reformista», en el que se estudian detenidamente las propuestas de reforma ortográfica no académicas, tanto de autores españoles como americanos, en función de una argumentación histórica y desde una perspectiva que puede ser considerada —como afirma la autora (pág. 82)— historiográfica, con ortógrafos como Bello y García del Río, Basomba, de Becerril, Amunátegui y, sobre todo, Jimeno Agius, Cubí y de la Barra, autores que recurrieron a distintos textos y tratados anteriores —como Nebrija, Alemán, Correas o Bello —para intentar afianzar su doctrina reformista ortográfica (de carácter fonetista) mediante diversos argumentos de carácter historiográfico.

El cuarto y último capítulo («Unificación ortográfica y argumento histórico», págs. 111-156) comienza con un minucioso estudio sobre un trabajo de Rosenblat de más de un centenar de páginas, que sirvió de prólogo al volumen v de las Obras Completas de Bello, trabajo muy documentado que puede considerarse una de las primeras historias de la ortografía castellana. En esta primera parte («La historia de la ortografía castellana de Ángel Rosenblat») se detallan, así pues, las principales propuestas ortográficas que estudia dicho autor desde el primer intento de normativización (la propuesta alfonsí, ya en el siglo XIII), haciendo hincapié en la tendencia general al fonetismo —«la tendencia a utilizar una escritura que representase lo más fiel y simplemente posible las características de la lengua hablada» (págs. 118-119)—, presentado como el criterio predominante en los procesos de conformación de la ortografía española frente a las propuestas de carácter etimologista más marginales o fruto de la influencia exterior (sobre todo francesa), siguiendo al mismo autor. La segunda parte de este último capítulo («Norma ortográfica y conciencia de unidad lingüística») presenta el papel unificador que autores como Bello, Rosenblat o la misma Academia otorgan a la fijación ortográfica de la lengua respecto a la diversidad cultural de sus usuarios. Mediante esta se puede llegar a comprobar cómo el establecimiento de una norma ortográfica unitaria conlleva, además de la noción de un mismo idioma compartido, la conciencia de pertenencia a una comunidad lingüística, comparada con los procesos de normativización ortográfica de las lenguas gallega, vasca y catalana.

Contamos, además, con un complemento ideal para el mayor aprovechamiento de la obra, como es la edición en CD-ROM por parte de la Colección Clásicos

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Reseñas

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Tavera (núm. 26) de Textos clásicos de la historia de la ortografía castellana, un compendio de tratados de ortografía más significativos de la lengua castellana, obra de la misma autora.

Por su minuciosidad y rigor, la obra reseñada se convierte, en definitiva, en un estudio de lectura obligada para el investigador que trabaje la ortografía desde una perspectiva historiográfica o diacrónica.

MANUEL JOSÉ AGUILAR RUIZ Universitat de València

RECIBIDO: 13/07/2011 ACEPTADO: 04/11/2011