RESISTENCIAY ESPERANZA CRISTIANAS EN UN … · Xavier Alegre, s.j. es profesor de ... vos y sobre...

29
RESISTENCIA Y ESPERANZA CRISTIANAS EN UN MUNDO INJUSTO INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS Xavier Alegre, s.j.

Transcript of RESISTENCIAY ESPERANZA CRISTIANAS EN UN … · Xavier Alegre, s.j. es profesor de ... vos y sobre...

RESISTENCIA Y ESPERANZA CRISTIANASEN UN MUNDO INJUSTO

INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS

Xavier Alegre, s.j.

INTERNET: www.fespinal.com • Dibujo de la portada: Roger Torres • Impreso en papel ycartulina ecológicos • Edita CRISTIANISME I JUSTÍCIA • R. de Llúria, 13 - 08010Barcelona • tel: 93 317 23 38 • fax: 93 317 10 94 • [email protected] • Imprime: EdicionsRondas, S.L. • ISSN: 0214-6509 • Depósito legal: B-7490-07 • ISBN: 84-9730-233-8 •Depósito legal: B-43.999-09. Enero 2010. La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos proceden de nuestro archivo histórico perteneciente anuestro fichero de nombre BDGACIJ inscrito con el código 2061280639. Para ejercitar los derechos de acceso,rectificación, cancelación y oposición pueden dirigirse a la calle Roger de Llúria, 13 de Barcelona.

Xavier Alegre, s.j. es profesor de Nuevo Testamento en la Facultat de Teologia deCatalunya y en la UCA de San Salvador. Miembro de Cristianisme i Justícia.

¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz,vas a estar sin hacer justicia

y sin tomar venganza por nuestra sangrede los habitantes de la tierra? (Ap 6,10)

Para poder seguir bien este Cuaderno y sacar de él el máximoprovecho, recomendamos tener el libro del Apocalipsis bien cercamientra se lea, ya que por razones de espacio no hemos podidoincorporar todas las citas. Cada vez que haya una citación dondeno se especifique el libro, ésta pertenece al Apocalipsis. En casocontrario encontraremos la abreviatura que corresponda.

1. ALGUNAS CLAVES DE LECTURA ................................................................................1.1. Lenguaje profético y apocalíptico ....................................................................1.2. Importancia del Antiguo Testamento ...........................................................1.3. El contexto socio-histórico ............................................................................1.4. El lenguaje simbólico .....................................................................................1.5. Centralidad del Evangelio ..............................................................................1.6. La estructura del Apocalipsis ........................................................................

2. UNA BUENA NUEVA ETERNA ......................................................................................2.1. El primer septenario: las siete cartas (1,9 - 4,11) ............................................2.2. El segundo septenario: los siete sellos (5,1 - 8,1) ......................................2.3. El tercer septenario: las siete trompetas (8,2 - 14,5) .................................2.4. El cuarto septenario: las siete copas (14,6 - 19,8) .....................................2.5. El quinto septenario: las visiones finales (19,9 - 22,5) .............................2.6. Conclusión ........................................................................................................

3. UN MENSAJE DE ACTUALIDAD ..................................................................................

NOTAS .................................................................................................................................. 29

26

27

242319

1718

17

151488755

5

1. ALGUNAS CLAVES DE LECTURA

El Apocalipsis (Ap) es un libro que goza de mala fama. Inspira miedoa muchas personas que creen que habla del fin del mundo y de lasamenazas que están a punto de caer sobre nosotros, porque ya nosacercamos al final de la historia. Afirmaciones como «el Tiempo estácerca» (1,3) corroboran esta sensación. Sin embargo, no puede leerseel libro al margen del contexto histórico-social que presupone este tipode literatura. Una literatura que florece en épocas de crisis y que reci-be el nombre de apocalíptica.

1.1. Lenguaje profético yapocalípticoDe hecho, del fin del mundo sólo se ha-bla en las dos últimas visiones de las sie-te que cierran el libro. En ellas se habladel juicio final en el que quedará paten-te el sentido de la historia, cuando Diosrevele su juicio sobre el mundo y des-truya definitivamente el Mal (20,11-15). Y de la nueva creación en la queDios reinará plenamente: ya no habrá nillanto, ni luto, ni dolor, porque Dios lohará todo nuevo y la muerte quedarávencida definitivamente (21,1-22,5; ver1Co 15,20-28).

En el resto del libro, en cambio, sehabla del aquí y ahora que están vivien-do las iglesias cristianas a las que Juandirige su escrito profético (1,3; 22,7.10.

18.19). En este sentido el autor no quie-re revelar cómo será el fin del mundo,sino mostrar cómo hay que interpretarlos signos de los tiempos a fin de poderdiscernir cómo debe actuar el pueblo deDios (sus iglesias), si quiere ser fiel a suvocación.

El futuro en los profetas sólo se an-ticipa para advertir, desde su experien-cia creyente y de una profunda relectu-ra del Antiguo Testamento (AT), deaquellos males que caerán irremediable-mente sobre aquellos que no escuchen nise conviertan. Una muestra típica de loque acabo de decir la encontramos en elprofeta Jonás. Los males que el profetaanuncia (¡dentro de 40 días Nínive serádestruida!), no llegan a cumplirse, sim-plemente, porque el rey y el pueblo se

convierten. En cambio, al no escucharel faraón a Moisés, en el pecado lleva lapenitencia en forma de plagas (Ex 7-10). Y esto, deduce Juan desde su visiónbíblica de la historia, es lo que le ocu-rrirá al Imperio Romano que persigue ala Iglesia y del cual presupone que no sequerrá convertir. Por eso anuncia queacabará siendo destruido (9,20; 16,11;17; 18), y acertó en la predicción. Unecologista, que nos advierte sobre losmales que caerán en el futuro sobre lahumanidad, si no cambiamos nuestroestilo de vida, estaría en la misma líneade pensamiento.

Las imágenes que, leídas al pie de laletra, podrían dar la impresión de quese está describiendo lo que ocurrirá alfin del mundo, son imágenes tomadasde los profetas que anticipan, simbóli-camente, el cambio radical que implicala presencia de Dios, cuando ésteirrumpe en el mundo para inaugurar suetapa decisiva. En el cristianismo, estoocurrió ya con la resurrección de Jesús,que inaugura el tiempo decisivo de lasalvación. Pedro interpreta la venidadel Espíritu sobre los discípulos deJesús el día de Pentecostés como estecambio radical, y lo describe con unasimágenes que parecen típicas del fin delmundo:

Sucederá en los últimos días, diceDios: Derramaré mi Espíritu sobretoda carne, y profetizarán vuestros hi-jos y vuestras hijas; vuestros jóvenesverán visiones y vuestros ancianossoñarán sueños. Y yo sobre mis sier-vos y sobre mis siervas derramaré miEspíritu. Haré prodigios arriba en elcielo y señales abajo en la tierra. El

sol se convertirá en tinieblas, y la lu-na en sangre, antes de que llegue elDía grande del Señor. Y todo el queinvoque el nombre del Señor se sal-vará (Hch 2,17-21; cita Jl 3,1-5).

Obviamente, lo que ocurrió el día dePentecostés no fueron prodigios comolos indicados en esta cita. Lo que haceLucas es tomar el lenguaje simbólico deJoel para indicar la dimensión definiti-va, apocalíptica, del nacimiento de laIglesia. Para un apocalíptico, como estemundo es limitado, las imágenes simbó-licas que hablan de la destrucción delmundo, sólo son eso, imágenes, quequieren expresar que todas las desgra-cias que ahora está padeciendo la huma-nidad no son sino los dolores de partodel mundo nuevo que, al fin de la histo-ria, serán una realidad consoladora:

Cuando oigáis hablar de guerras y derumores de guerras, no os alarméis;porque eso es necesario que suceda,pero no es todavía el fin. Pues se le-vantará nación contra nación y reinocontra reino. Habrá terremotos endiversos lugares, habrá hambre: es-to será el comienzo de los dolores dealumbramiento [del mundo nuevo](Mc 13,7-8).

Para la literatura cristiana, una per-sona que esté realmente inspirada porDios no puede calcular exactamente có-mo serán los acontecimientos futurosque precederán al fin del mundo, ni eltiempo exacto en que sucederá este fi-nal. Eso es algo que Dios no quiere re-velar a nadie (Mc 13,32). Como tampo-co quiso revelarlo el Resucitado a susApóstoles (Hch 1,6-8). Más aún, según

6

Jesús, si alguien afirma que sabe cuán-do será el final, y lo anuncia como yapresente, es que es un falso profeta:

Mirad, no os dejéis engañar, Porquevendrán muchos usurpando minombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘eltiempo está cerca’. No les sigáis.(Lc 21,8).

Es verdad que en el Ap aparecen fe-chas concretas que pueden dar la im-presión de que el autor sabe cuánto vana durar las cosas que anuncia. Pero losnúmeros en el Apocalipsis (como en laliteratura apocalíptica) siempre tienenuna dimensión simbólica.

Al desconocimiento del contenidodel libro se suma el que contiene un sin-fín de símbolos abigarrados que lo con-vierten, conscientemente, en una espe-cie de mensaje cifrado. Unos símbolosque resultan difíciles de comprenderpara los lectores contemporáneos, queno están familiarizados con el AT. Porello, el Ap es un libro que no suele serleído, ni tampoco predicado en las ce-lebraciones litúrgicas de las grandesiglesias cristianas. En cambio, sí sueleser manipulado por grupúsculos queaprovechan la ignorancia bíblica de susoyentes para asustarlos y engañarloscon sus interpretaciones peregrinas eingenuas.

1.2. Importancia del AntiguoTestamentoLas referencias constantes al AntiguoTestamento posibilitan transmitir unmensaje teológico en una situación depersecución, ya que el imperio desco-noce este lenguaje.

Son sobre todo tres, los libros em-pleados:

1) Éxodo: en él se habla del imperioegipcio que oprimía al pueblo deIsrael y de cómo Dios interviene pa-ra liberarlo.2) Ezequiel, el profeta que acompa-ñó al pueblo de Israel al exilio enBabilonia: anuncia la caída deBabilonia y el retorno de Israel a latierra prometida.3) Daniel: que anuncia la caída delimperio seléucida que oprime aIsrael.

En esos tres libros aparece una ideafundamental: el Dios en el que Israel yla Iglesia creen es un Dios fiel a las pro-mesas hechas cuando estableció laAlianza, primero con Israel (Ex 19-24)y, luego, con la Iglesia (1Co 11,23-27;Ap 1,6). Y es un Dios liberador, pues ala larga no permite que un imperio in-justo (y todo imperio lo es y no quiereverlo) triunfe sobre los pobres y losoprimidos.

Todo imperio acaba siendo destrui-do porque no atiende al significado yconsecuencias de las plagas que com-porta su actuación injusta al servicio delos ídolos del dinero y del poder. Lasplagas que sufre, también las actuales,son la consecuencia de los atentadosecológicos, la ambición del poder y deldinero, que ha llevado a guerras comola de Irak o a las masacres en África, ala violencia de género, al hambre demás de mil millones de personas en elmundo, etc. Todas estas plagas quierenser, en principio, una llamada a la con-versión (9,20s; 16,9.11.21), pero nosuelen surtir efecto.

7

1.3. El contexto socio-históricoLa primera clave para comprender un li-bro apocalíptico es conocer el contextosocio-histórico en el que nace y florece.La situación que vive el pueblo de Dios(Israel primero y, luego, la Iglesia) esuna situación de persecución. Se debe aque el imperio de turno ha tomado con-ciencia de que la religión judía y la cris-tiana, bien entendidas, resultan peligro-sas por su opción por la justicia y sudefensa del pobre y oprimido. Por eso,por primera vez en la historia del pue-blo de Israel, éste no sólo es oprimidopor razones políticas o económicas, si-no que es perseguido por razones espe-cíficamente religiosas. Y lo mismo ocu-rre con las iglesias cristianas, cuandoson fieles al proyecto liberador de Jesús(Mc 13,9-13).

La toma de conciencia de la peli-grosidad de la religión bíblica ocurrió,por primera vez, con el imperio seléuci-da, cuyo centro estaba en Siria y era he-redero del de Alejandro Magno. El reyAntíoco Epifanes (hacia el 170 a.C.)persiguió a los judíos simplemente porel hecho de intentar vivir con coheren-cia su fe judía. Con ello, provocó tres ti-pos de reacciones entre los judíos:

1) Los que estuvieron dispuestos acolaborar con los dominadores paraasí sacar algún provecho de ello. Eslo que ocurre siempre en cualquierimperio o dictadura.2) Los que recurrieron a las armas, ala guerrilla, para resistir al imperioseléucida, y lograr así su liberación.El testimonio de este tipo de resis-tencia lo encontramos bien explica-do en los libros de los Macabeos,

que narran la resistencia y la luchavictoriosa liderada por los hermanosMacabeos contra los sirios.3) Los “apocalípticos”. Su reacciónfue literaria y creyente. Un libro, co-mo Daniel, es una buena manifesta-ción de cómo la apocalíptica intentadesenmascarar los engaños del im-perio opresor y exhortar a la resis-tencia contra él desde una opción defe aunque ello lleve a la persecución,e incluso la muerte testimonial (elmartirio). Este combate no desde lasarmas sino desde la fe resulta muypeligroso a ojos del imperio, hechoque explica que la apocalíptica, pa-ra evitar la persecución, esté escritaen clave, como mensaje cifrado, enprincipio sólo inteligible a los cre-yentes familiarizados con las imáge-nes y símbolos del AT.

1.4. El lenguaje simbólicoEste tipo de lenguaje tiene la ventaja deque ayuda a caer en la cuenta de que loque dice es válido para todo tiempo. Elapocalíptico tiene una visión más bienpesimista de la humanidad y de la his-toria y sabe que cuando caiga un impe-rio surgirá otro en su lugar. Eso signifi-ca que el creyente nunca debe bajar laguardia ante el imperio de turno que va-ya a aparecer. Además, como ya hemosdicho, el uso de símbolos bíblicos no re-sulta familiar a los censores del imperio.

1.4.1. ImágenesLos símbolos suelen contener imágenescomplicadas, a menudo barrocas, saca-das de la naturaleza (animales y plantas)

8

o del arte (estatuas), como se puede vermuy bien en Daniel. Ello no tiene porqué sorprendernos, pues el punto de par-tida del simbolismo apocalíptico es elsueño, que en el mundo de la Biblia erainterpretado como una revelación deDios (ver Gn 37,5-10; Dn 7,1ss; Mt1,18-23). El sueño evolucionó en vi-sión, a veces con imágenes sobrecar-gadas, por lo que el sabio tiene la fun-ción de interpretarlas, cosa que suelehacer por medio del denominado “ángelintérprete” (ver Ap 17,7ss; Mc 16,1-8).

1.4.2. NúmerosEl Ap está lleno de cifras, de números.Son simbólicos y ayudan a Juan a vehi-cular un mensaje de esperanza, sin queello implique que el profeta sepa exac-tamente cuándo va a ocurrir lo que élanuncia.

El número tres simboliza la plenitudy, por tanto, también a Dios. Por eso elprofeta Isaías, cuando quiere proclamarla santidad infinita de Dios, dice:«Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot,llena está toda la tierra de su gloria» (Is6,3; ver también Ap 4,8). Y si Pedro ne-gó tres veces a Jesús, es que lo negó to-talmente (Mc 14,66-72).

El número cuatro, como los cuatropuntos cardinales, simboliza el mundo.Por ello, la combinación de los dos nú-meros es significativa: la multiplicacióndel tres y del cuatro, el doce, simbolizala unión entre Dios y el mundo. Y, portanto, la Alianza que Dios hizo conIsrael. Por eso, Israel, destinatario de laAlianza, está simbolizado por docePatriarcas y la nueva Alianza, por doceApóstoles. También la suma del tres y

el cuatro, el siete, puede simbolizar laAlianza: siete son los diáconos que lacomunidad de lengua griega enJerusalén ha de escoger para que liderendicha iglesia (Hch 6,1-6). Pero el sietesimboliza también la plenitud, es porello que en la Iglesia católica hay sietesacramentos.

Se puede comprender, entonces, queotros números tienen también un signi-ficado simbólico y no han de ser toma-dos al pie de la letra. La mención de quelos paganos pisotearán la Ciudad Santadurante cuarenta y dos meses (11,2) noindica una fecha exacta, pues cuarenta ydos meses es el equivalente de tres añosy medio, la mitad de siete. Con ello es-tá indicando que no durará siempre o,como señala el refrán, «no hay mal quecien años dure». Y si en 11,3 anunciaque los dos profetas podrán predicar du-rante 1.260 días, está indicando que pre-dicarán sólo durante un tiempo limita-do, pues 1.260 es el equivalente tambiénde tres años y medio.

Teniendo presente, pues, el signifi-cado de los números, no resulta preocu-pante, que Juan diga en Ap 7,1-8 que elnúmero de los salvados será de 144.000.Pues este número es la multiplicaciónde doce por doce por mil y, por tanto,significa que el número de los salvadosserá muy grande. Y la prueba de que hayque interpretarlo así la encontramos in-mediatamente después a propósito delas personas que gozan ya de la vida ple-na en el cielo:

Después miré y había una muche-dumbre inmensa, que nadie podríacontar, de toda nación, razas, pue-blos y lenguas, de pie [es decir, re-

9

sucitados] delante del trono [deDios] y del Cordero, vestidos convestiduras blancas y con las palmasen sus manos. Y gritan con fuertevoz: la salvación es de nuestro Dios,que está sentado en el trono, y delCordero (7,9).

Entre los símbolos numéricos, unode los más populares –y más manipula-dos por determinados grupos– es el 666,una cifra que quiere ayudar al lector“entendido” a descifrar quién es la Bes-tia a la que el autor se refiere con estenombre:

¡Aquí está la sabiduría! Que el inte-ligente calcule la cifra de la Bestia;pues es la cifra de un hombre. Su ci-fra es 666. (13,18)

Se trata de un hombre. Y es posiblesaber quién es si uno dispone de la inte-ligencia suficiente para descifrar esteenigma. Se trata de un cálculo objetivoy referido a una persona que está vi-viendo en aquel tiempo. Por eso, aun-que a determinadas sectas les gusta de-cir que se trata del Papa o del Vaticano,en aquel tiempo nada podía hacer pen-sar al autor en ellos, pues no tenían, nide lejos, las características que en el res-to del libro se atribuyen a la Bestia. Larazón por la cual se puede calcular loque indica la cifra se encuentra en el he-cho de que, supuesto que no se disponíaaún de los números árabes, en el AT seempleaban las letras del alfabeto hebreo(como los romanos empleaban las letrasdel abecedario) para significar los nú-meros. Las letras hebreas del nombre“NeRON CéSaR” sumadas (en hebreosólo se escriben las letras que he puesto

en mayúscula), dan el número 666 (N =50; R = 200; O = 6; N = 50; C = 100; S= 60; R = 200). Con ello, el autor estáindicando que la Bestia a la que se re-fiere está reencarnada en el emperadorDomiciano, y esto coincide con una le-yenda muy popular en la época, queconsideraba a este emperador como aNerón que había revivido.

1.4.3. La sistematizaciónEn la apocalíptica, las cifras simbólicas,la periodización de la historia en etapasque se van repitiendo de modo regular,los motivos que van resonando una yotra vez, quieren mostrar al lector losparámetros fijos de la historia. Pues és-ta, si bien avanza hacia un término deplenitud, revela, a la vez, determinadasconstantes en sus distintas etapas.

En el Ap, los parámetros fijos de lahistoria aparecen en el paralelismo entreel segundo, el tercer y el cuarto septena-rio. El progreso se ve en que en los tresseptenarios centrales la gravedad de lasplagas va en aumento, pues la destruc-ción es cada vez mayor (ver Ap 6,8 con8,7-12; 9,15). Y en que todo culmina enel juicio final (Ap 20,11-15) y en el cie-lo nuevo y la tierra nueva que nos aguar-dan al final de la historia (Ap 21,1ss).

1.4.4. Las figuras bíblicasSi en Ap 17 y 18 el autor quiere denun-ciar al Imperio Romano que persigue ala comunidad, lo hará llamándolo «lagran Babilonia, la madre de todas lasprostitutas y de todas las abominacionesde la tierra» (17,5). Emplea unas imá-genes que ya Isaías y Ezequiel habíanutilizado para identificar las ciudades

10

opresoras de Israel, sobre todo Babi-lonia, que se convirtió en símbolo delmal para el pueblo creyente.

Dentro de la misma línea, puede de-nominarlo también «la Bestia de la tie-rra» (Ap 13,1ss) y lo pintará diciendoque «se parecía a un leopardo, con laspatas como de oso, y las fauces comofauces de león» (13,2), aplicándole asílos símbolos que en Dn 7,4-6 se atribu-ían a los imperios babilonio, medo ypersa. Así subraya que el poder de Romaes como el de los tres imperios juntos.Los símbolos con que pinta a la Bestiamuestran que ella quiere hacer la com-petencia al Cordero degollado, imitán-dolo. Pero indican también que su po-der le viene del dragón o serpienteantigua, del diablo (cf. 13,2 con 12,9 ytodo el cap. 12). Y si la Bestia tiene sie-te cabezas (¡plenitud!), es que con elloquiere ayudar a identificar de qué reali-dad política está hablando. Pues en 17,9nos dirá que dichas cabezas simbolizan«siete colinas» (Roma era conocida enla Antigüedad como la ciudad de las sie-te colinas) o «siete emperadores», indi-cando, en 17,10-11, que está aludiendoa Domiciano.

Con este simbolismo, Juan, ademásde dar la Buena Noticia al lector de queeste imperio injusto caerá (ver 16,18 yla alegría con que canta su caída en Ap18), le ayuda también a caer en la cuen-ta de que, cuando esto ocurra, no porello debe bajar la guardia y militanciacristianas. Pues el monstruo, el dragón,renace sin cesar en un mundo injusto –yla historia reciente de Centroamérica ode África lo muestra a cabalidad–,mientras no se haya hecho realidad eltriunfo pleno de Dios (20,7-10) y no ha-

ya bajado a la tierra la Jerusalén celes-tial, el cielo nuevo y la tierra nueva(21,1-22,5) que Dios tiene prometidospara el fin de los tiempos.

En esta perspectiva, por tanto, Juanle dice al cristiano que no debe ser inge-nuo. Pues el conflicto entre el “mundo”,(en sentido negativo juánico: Jn 1,10;3,19s; 15,18ss), y el “evangelio”, no esnunca un conflicto anecdótico, sino deprincipio. En este sentido, el simbolismoayuda a concienciar que el mensaje delAp es válido para todas las épocas,mientras la Iglesia sea peregrina en latierra. Pues se trata de una tierra (pense-mos en monseñor Romero, en los márti-res de la UCA y en las mayorías empo-brecidas del tercer mundo, víctimas delhambre y de la violencia institucionali-zada) en la cual los «ídolos de muerte»,que proféticamente denunció Juan en Ap18, siguen necesitando víctimas para po-der saciar su voracidad y su lujo.

1.4.5. Los coloresEl blanco significa la victoria, la gloriade los elegidos que participan de la vi-da de Dios (7,9.13-18; 19,8). Por eso, elcaballo blanco que monta el primer ji-nete del septenario de los sellos y salepara vencer (6,1-2) ha de ser montadopor Cristo, que es el que aparece tam-bién sobre un caballo blanco en la pri-mera visión del quinto septenario (cf.19,11-16).

El rojo, es símbolo de asesinato(6,4). Si en 17,4 la prostituta, que sim-boliza al Imperio romano, «estaba ves-tida de púrpura y escarlata, resplandecíade oro, piedras preciosas y perlas», conello nos indica que este lujo está hecho

11

a costa de sangre de los cristianos,empobrecidos y perseguidos por su fi-delidad a los valores de Jesús: «vi quela mujer se embriagaba con la sangre delos santos y con la sangre de los márti-res de Jesús» (17,6; ver 13,15-17). En lamisma línea, afirmará que la serpiente,que simboliza a Satanás (12,3), es roja,pues el diablo (Jn 8,40-41) es asesinopor naturaleza.

El negro (6,5-6), simboliza el sufri-miento que comporta la inflación: unapequeña parte de los alimentos básicospara los pobres costaban un denario, elsalario de un día de trabajo, como sabe-mos por Mt 20.

El gris-amarillento es símbolo depeste y de muerte (6,7-8).

1.4.6. Otros símbolosAlgunos de los símbolos son fáciles deinterpretar, sobre todo si se conoce bienel AT.

Los cuernos son símbolos del poder.Por ello Juan representa tanto a Cristocon siete cuernos (5,6). También Sata-nás (12,3), símbolo del mal por exce-lencia, o la Bestia de la tierra tienen diezcuernos y siete cabezas (13,1; 17,3). Lasdiez coronas de sus cuernos (ver 13,1con 17,2) representan los reyes vasallosque reciben su poder de Roma. Las alassignifican la movilidad (cf. 4,8; 12,14)y los ojos, el conocimiento que todo lopenetra. Por eso se dice en 1,15 que losojos de Cristo «llameaban», pues lo vetodo. Y si en 1,16 se añade que la bocade Cristo es «como una espada aguda dedos filos», se está refiriendo a la Palabrade Jesús que provoca el discernimiento,el juicio1. El mar simboliza en el AT el

mal y la muerte (13,1; ver Mc 4,35-41).Por eso Juan nos dirá en 21,1 que en lanueva creación ya no habrá mar. Lossiete candeleros y las siete estrellas queel Hijo del hombre tiene en su mano de-recha (1,20), simbolizan los siete ánge-les, protectores de las siete iglesias a lascuales va dirigido el Ap y que están sim-bolizadas por los siete candeleros de orode la visión inicial (1,12.16.20).

El famoso Harmaguedón (16,16),tan utilizado por las sectas, es una pala-bra que reproduce en griego, sin tradu-cirla, las palabras hebreas har Meguido,que significan «la montaña de Megui-do». La elección del nombre no es ca-sual, pues Meguido se hizo famoso enel pueblo de Israel por ser el lugar en elque fue vencido el rey Josías (2Reyes23,29-30). Desde entonces se convirtióen símbolo del lugar en que se reúne unejército que está condenado al fracaso.Teniendo esto presente, si en Ap 16,16se nos dice que los ejércitos del mal se«reunieron en el lugar llamado en he-breo Harmaguedón» para entablar la ba-talla final con Dios y las fuerzas del bien(batalla que encontraremos en la quintavisión del quinto septenario, 20,7-10),es una buena noticia para la comunidad,pues con ello se está anticipando el fra-caso de las fuerzas del mal, que ahoraparecen dominar el Imperio.

1.4.7. El fin del mundoPor todo lo que acabamos de ver, seconfirma la tesis de que las imágenesque nos ofrece el Ap no han de ser to-madas al pie de la letra, como si se tra-tara de una película que reproduceexactamente el futuro de la Iglesia o elfin del mundo.

12

Con todo, leemos en el Ap textos co-mo 6,12-17, que podrían hacer pensarque sí se habla del fin del mundo, peroque necesitan ser leídos con sentido:

Seguía mirando, cuando abrió elsexto sello; y se produjo un violentoterremoto; el sol se puso negro co-mo un paño de crin, y la luna todacomo sangre, y las estrellas del cie-lo cayeron sobre la tierra, como lahiguera suelta sus hijos aún verdesal ser sacudida por un viento fuerte;el cielo fue retirado como un libroque se enrolla, y todos los montes ylas islas fueron removidos de susasientos; los reyes de la tierra, losmagnates, los tribunos, los ricos, lospoderosos y todos, esclavos o libres[¡siete grupos!], se ocultaron en lascuevas y en las peñas de los montes.Y dicen a los montes y a las peñas:caed sobre nosotros y ocultadnos dela vista del que está sentado en el tro-no y de la cólera del Cordero. Porqueha llegado el gran día de su cólera y¿quién podrá sostenerse?

Aquí no hemos de pensar que al au-tor le ha sido revelado cómo será exac-tamente el fin del mundo sino que estáempleando textos del AT2 . Son las imá-genes que emplearon los profetas paraanunciar que, dada la maldad de estemundo, tendrá que desaparecer para darlugar a la nueva creación. Son, pues,imágenes estereotipadas que los autoresdel Nuevo Testamento utilizan tambiéncuando quieren indicar que el aconteci-miento que narran tiene una dimensiónapocalíptica, definitiva, por cuanto es elcomienzo de la irrupción definitiva deDios en la historia. Eso es lo que Marcos

quiere decir cuando, para significar quela muerte de Jesús en la cruz implica elcomienzo del mundo nuevo, anunciadopor Dios (ver Am 8,9s), señala que «lle-gada la hora sexta, la oscuridad cayó so-bre la tierra hasta la hora nona» (Mc15,33). Con ello, no está queriendo de-cir que, históricamente, un eclipse de solde tres horas de duración antecedió a lamuerte de Jesús en la cruz, sino signifi-car el valor definitivo de la cruz.

1.4.8. La liturgiaEs significativo en el Ap su talante cla-ramente litúrgico que aparece ya desdela primera bienaventuranza con que elautor inicia su obra:

Dichoso el que lea y los que escu-chen las palabras de esta profecía yhagan caso de lo que está escrito enella, porque el Tiempo está cerca(1,3).

No sólo las liturgias celestiales conque concluyen los distintos septenariosque estructuran la obra, sino también elresto del libro, contiene numerosos him-nos litúrgicos. Juan no se cansa deproclamar en ellos que Dios es el únicoSeñor de la historia y que Cristo es suúnico “lugarteniente” en el cielo y en latierra. Son “cantos de resistencia” de lacomunidad, que quieren ayudarla a man-tener vivo su espíritu crítico y su espe-ranza en la victoria final del bien sobreel mal. Son como el canto de La estaca,de Lluís Llach, durante la dictadura deFranco, o los “corridos” de monseñorRomero y el padre Tilo, en El Salvador.Al ser tan numerosos, contribuyen a cre-ar la atmósfera de “Buena Noticia” y de

13

resistencia que el autor quiere que do-mine a lo largo de toda la obra.

El tono litúrgico de los textos com-porta otra enseñanza importante. Lascelebraciones litúrgicas son anticipa-ciones del final de la historia que, conla resurrección de Jesús, ha irrumpidoya en nuestro mundo. Son también me-dios eficaces de la intervención de Diosen la historia y una ayuda para movili-zar el pueblo cristiano: una llamada aresistir y a contrarrestar las asechanzasdel imperio con todos los medios posi-bles, entre los cuales destaca el culto,ya que en el Ap estamos muy lejos delas liturgias, a menudo alienantes, demuchos grupos pentecostalistas o caris-máticos actuales.

Es un motivo típico de la apocalíp-tica que, en medio de la persecución, laoración se haga más necesaria que nun-ca. Lo subraya también Lucas en el dis-curso apocalíptico (Lc 21,36). La ora-ción, por otro lado, ayuda también aconcienciar que la salvación definitivaes puro don gratuito de Dios (6,9-11).

1.5. Centralidad del EvangelioEl Ap afirma de sí mismo que es una«buena noticia eterna» (14,6). En grie-go: euangélion. Su contenido funda-mental como veremos a propósito delcap. 10 es el Evangelio y no porque re-coja las palabras y hechos de Jesús, co-mo en los cuatro evangelios, sino por-que quiere expresar, en un vocabulariodistinto, la importancia que tiene elEvangelio para todo cristiano, que estállamado a ser un profeta por el mero he-cho de ser miembro de la Iglesia. Y pa-ra Juan, se es profeta cuando se asimila

profundamente el contenido del Evan-gelio, y se vive y predica su mensaje,aunque ello implique persecución (Mc8,24ss). En él está contenida, pues, la fi-losofía teológica del Evangelio, peroaplicada a las nuevas situaciones que es-tá viviendo la Iglesia, perseguida por elimperio romano (2,3.10.13; 12,13;13,7).

En este sentido, Juan cree que suobra es una «buena noticia eterna»(14,6), porque el valor de lo que se pro-pone en el Evangelio es algo que valepara cualquier situación que le toque vi-vir a la Iglesia a lo largo del tiempo. Yporque, desde su sabiduría bíblica, pue-de anunciar la caída del imperio roma-no, perseguidor de la Iglesia, y que aca-bará participando del destino de todoimperio: la destrucción total (17 y 18).

Y es también obvio que se trata deuna “buena noticia”, si se tiene en cuen-ta el título que Juan da a su obra:Revelación de Jesucristo. Si tiene comocontenido y como sujeto de lo que serevela, al mismo Jesús, que no puede si-no amar a sus iglesias (1,5; ver Rm 5,6-9), aunque éstas a menudo fallen (2-3),su contenido sólo puede ser positivo,como lo es el de todo el Evangelio. Esverdad que en cinco de las siete cartasque Jesús dirige a las siete Iglesias,Jesús las interpelará seriamente, exhor-tándolas a vivir su fe de manera conse-cuente. Pero lo hace porque, como in-dica en la séptima carta, «yo a los queamo, los reprendo y corrijo» (3,19; ci-ta Pr 3,12).

Por otro lado, se dice de todas lasiglesias que se encuentran en la «manoderecha de Dios» (1,16.20; 2,1; 5,1).Ello significa en lenguaje apocalíptico

14

que son protegidas por Jesús, pues la de-recha es el lugar de las buenas noticias(¡y esto no tiene nada que ver con lasorientaciones políticas actuales!). Poreso el ángel que anuncia la resurrecciónde Jesús se encuentra sentado (hablacon autoridad divina) a la derecha de latumba que está vacía (Mc 16,5). Y en eljuicio final, los que se van a salvar seencuentran a la derecha de Jesús (Mt25,31-40). Pero además, Juan, al inicio,insiste en aquellas características deJesús que invitan a una confianza plenapor parte de las iglesias santas y peca-doras. La gracia y la paz que Juan deseaa las siete Iglesias de Asia, representan-tes de la globalidad de todas las Iglesias,viene precisamente también de parte deJesucristo (1,4):

El testigo fiel, el Primogénito de en-tre los muertos, el Príncipe de los re-yes de la tierra. Al que nos ama ynos ha lavado con su sangre de nues-tros pecados y ha hecho de nosotrosun Reino de Sacerdotes para su Diosy Padre (1,5-6).

Todo lo que se dice aquí, por tanto,sólo puede ser buena noticia para laIglesia. Pues, además de afirmar queJesús es el testigo fiel3, al que Dios haresucitado como primicias de entre losmártires y garantía de que también losque hayan muerto en su seguimientoDios los resucitará, se subraya, contra lapretensión política del emperadorDomiciano, que persigue a los cristia-nos que no lo quieren adorar comoSeñor y Rey (Dominus ac Deus), que elauténtico Rey de reyes y Señor de losseñores no es el emperador, sino Jesús.

No es casual, entonces, que en el Apencontremos siete bienaventuranzas queenmarcan toda la obra (1,3 y 22,7.14) yaparecen en lugares clave (14,13; 16,15;19,9; 20,6). En ellas se promete, a losque hagan caso del mensaje, que tendránacceso al árbol de la vida (Gn 2-3) y a laJerusalén celestial (21,9-27).

1.6. La estructura del ApocalipsisA través de una estructura muy cons-ciente Juan nos da una pista de lecturafundamental, que nos ayuda a descubrircómo quiere él que leamos su obra.

La Introducción (1,1-8) y la conclu-sión (22,6-21) están formuladas de mo-do paralelo (los mismos temas resuenanen una y otra), formando una inclusiónque enmarca toda la obra. Así Juan su-braya la unidad de la obra y su estruc-tura concéntrica, que ayuda a destacar lafidelidad de Dios que, de modo regular,actúa en la historia liberando a su pue-blo empobrecido y humillado por lospoderes del mal. Por eso el Ap no se can-sa de denominar a Dios (¡y sólo a Dios!)el Todopoderoso4.

Y la concatenación y progreso den-tro de los septenarios (siete cartas, sietesellos, etc.) revela que en el mundo nose da un eterno retorno de todas las co-sas (eso llevaría al desánimo de la co-munidad y no se corresponde con la re-alidad), sino un auténtico progreso de lahistoria que se va acercando al momen-to en el cual Dios lo será todo en todos.

Veamos ahora el esquema del librodonde resalta su estructura circular o“quiástica”:

15

16

A. Prólogo y saludo epistolar (1,1-3 + 4-8)

B. Las siete cartas (1,9-4,11)Visión preparatoria (1,9-20)Las siete cartas (2,1-3,22)Liturgia final en el cielo (4,1-11)

C. Los siete sellos (5,1-8,1)Visión preparatoria (5,1-14)Los siete sellos: (6,1-17: los seis primeros; cf. 8,1: el séptimo)Intermedio: Los 144.000 elegidos sellados (7,1-8)Liturgia final en el cielo (7,9-17)Apertura del séptimo sello (8,1)

D. Las siete trompetas (8,2-14,5)Visión preparatoria (8,2-5)Las seis primeras trompetas (8,6-9,21)Intermedio (10,1-11,14): a) Vocación profética de Juan (10,1-11)

b) Misión profética de los cristianos (11,1-14)Anuncio de la séptima trompeta (11,15a)Cántico en el cielo (Aparición del Arca de la Alianza: 11,15b-19)Intermedio (12,1-13,18): a) Lucha entre el pueblo de Dios y el Dragón (12)

b) Aliados del Dragón: las dos Bestias (13)Liturgia final en el cielo (14,1-5)

C’. Las siete copas (14,6-19,8)Visión preparatoria (14,6-20)LAS SIETE COPAS (15,1-18,24)Intermedio (17-18): a) Identificación de Babilonia con Roma (17)

b) Canto por la caída de Babilonia (18)Liturgia final en el cielo (19,1-8)

B’. Las siete visiones (19,9-22,5)Introducción (19,9-10)LAS SIETE VISIONES (19,11-22,5):

1ª. Aparición del Mesías, Juez y Victorioso (19,11-16)2ª. Anuncio de la victoria (19,17-18)3ª. Primer combate escatológico (19,19-21)4ª. Derrota y encadenamiento de Satanás (20,1-3)5ª. Reinado de mil años y segundo combate escatológico (20,4-10)6ª. Juicio final (20,11-15)7ª. El mundo nuevo y la nueva Jerusalén bajada del cielo (21,1-22,5).

A’. Epílogo y salutación epistolar (22,6-20 + 21)

2.1. El primer septenario: lassiete cartas (1,9 - 4,11)Una carta es un escrito. Y si se trata deuna revelación, es una Escritura, una pa-labra fija, que puede servir de polo de re-ferencia en todo momento para ver siuna comunidad vive de acuerdo con elEvangelio. Esto es fundamental en losmomentos de crisis religiosa, cuandoexiste una persecución contra la comu-

nidad que ha causado ya varios mártires.Por ello, Juan intenta con sus siete car-tas iniciales animar a sus comunidades.Para ello empieza mostrándoles, en unavisión inicial (1,9-20), que el Hijo delhombre (el Cordero degollado, Jesús) esel auténtico Señor de la historia.

Así prepara el Juicio definitivo sobrela historia que Jesús, el «Rey de reyes ySeñor de señores» (19,16), realizará en

17

2. UNA BUENA NUEVA ETERNA

Si todo el Ap ha recibido una configuración que lo asimila a una carta(1,4-8 y 22,21 enmarcan toda la obra), no tiene por qué sorprendernosque el primer septenario esté formado por siete cartas dirigidas a sieteiglesias que, por el número, simbolizan la Iglesia universal.

el quinto septenario con el que el prime-ro forma inclusión.

En las cartas, Juan va indicando asus comunidades cuáles son sus cuali-dades y sus defectos. Intenta movilizar-las para que, recordando su amor pri-mero (2,4), den testimonio profético enmedio del mundo que les persigue y co-rrijan los defectos y herejías que se es-tán introduciendo en su seno5.

Resultan muy significativas las últi-mas palabras de Jesús en la última car-ta (3, 19ss), ya que dan el sentido pro-fundo de todo el septenario y son laclave de lectura que anticipa el conteni-do de toda la obra. Por un lado, anun-cian la promesa de que Dios llegará aser, al final, el Dios-con-nosotros (21,3).Y, por otro, exhortan a la conversión, yaque el que no lo haga será objeto de laira de Dios:

Yo reprendo y castigo a los que amo.Anímate, pues, y cambia de conduc-ta. Mira que estoy llamando a lapuerta. Si alguno oye mi voz y abrela puerta, entraré en su casa y cena-ré con él y él conmigo. Al vencedorle sentaré en mi trono, junto a mí, lomismo que yo también he vencido yestoy sentado junto a mi Padre, en sumismo trono (3,19-21).

El septenario concluye con una li-turgia celestial (Ap 4), en la cual lacreación, simbolizada por los cuatroanimales, y el pueblo de Dios delAntiguo y Nuevo Testamento, repre-sentado por los veinticuatro Ancianos(los doce Patriarcas y los doceApóstoles), cantan la gloria y el poderde Dios que triunfará plenamente en elquinto septenario.

2.2. El segundo septenario: lossiete sellos (5,1 - 8,1)Este septenario forma una unidad con eltercero y el cuarto, confirmando así laestructura concéntrica del Ap. Pone aldescubierto, en una visión celeste, lasfuerzas que configuran la historia, reve-lando su significado profundo. Por eso,el septenario habla de un libro selladocon siete sellos (5,1). Este libro contie-ne el plan de Dios sobre la historia. Perodicho plan permanece secreto para losseres humanos, que sólo conocen de lahistoria lo superficial. Lo simboliza en5,1 con el hecho de que el libro está es-crito por el anverso y el reverso (el au-tor piensa en un rollo que está enrolla-do, con lo cual apenas se puede leernada de él). Además, subraya que estásellado con siete sellos, es decir, total-mente. ¿Quién es, entonces, capaz desoltar estos sellos (5,2), de revelar elsentido profundo de la historia? SóloCristo (5,3ss). Él pone en marcha el plande Dios en la historia y es capaz de re-velar su significado más profundo (5,9-10).

Junto con el papel único de Cristo,Juan quiere revelar también cuatro as-pectos de la historia, que desarrollará enlos dos septenarios siguientes:

a) Desenmascarar las fuerzas nega-tivas que intentan contrarrestar la ac-ción liberadora de Dios (6,3-8). Poreso la comunidad es perseguida yhay mártires (6,9-11).b) Mostrar que Cristo, el auténticoSeñor de la historia, ha salido ya pa-ra vencer (6,1-2). El Bien acabarátriunfando sobre el Mal y Dios es-cuchará la petición de justicia de los

18

mártires (6,11-12). Será una victoriadefinitiva, pues, como indica el sex-to sello (6,12-17), estamos ya a laspuertas del nacimiento del mundonuevo, siendo los sufrimientos ac-tuales como los dolores de parto delmundo nuevo.c) Revelar que los males que azotaneste mundo no son castigos absurdosde Dios. Son más bien, tal como in-dican los cuatro primeros sellos, lla-madas a la conversión de los incré-dulos (como en Ex 7,13.22; 8,15;9,35). Pero como ocurrió ya con elfaraón en Egipto, Juan prevé que lalógica del Imperio y de sus aliadosllevará a los malvados a no conver-tirse.d) Recordar que en esta situación, lacomunidad ha de mantenerse fiel alos valores del Cordero degollado,aun a costa del martirio. Y lo ha dehacer confiando en la salvación finalde Dios, que los mártires viven yaanticipadamente (7,9-17). A ellos seles promete que «ya nunca tendránhambre ni sed, ni caerá sobre ellos elcalor agobiante del sol. Porque elCordero que está en medio del tronolos apacentará y los conducirá afuentes de aguas vivas y Dios enju-gará las lágrimas de sus ojos» (7,16-17).

2.3. El tercer septenario: las sietetrompetas (8,2 - 14,5)Es el central y el más desarrollado. Conlas trompetas, Juan llama a la moviliza-ción (ver Jr 4,5; 1Cor 14,8) de los cris-tianos en un momento decisivo de lahistoria. Las siete trompetas anuncian

las desgracias que aguardan al mundo sino se convierte. En este sentido, las seisprimeras indican que los males del mun-do no son fruto de la arbitrariedad omalevolencia de un Dios terrible, sinouna llamada a la conversión. Por estoaquí se acrecientan las consecuenciasnegativas de las plagas con respecto alseptenario anterior: allí se destruía unacuarta parte de Roma, aquí una tercera,pero sin llegar a la destrucción total quese describirá en el septenario siguiente.

Las cuatro primeras trompetas se re-fieren a las plagas que afectarán a la na-turaleza, mientras que la quinta y la sex-ta atormentarán a los hombres; laséptima, sólo es anunciada (11, 15a), co-mo en el séptimo sello. Es una invita-ción a seguir leyendo. Las alusiones alAT muestran que todo este septenarioestá inmerso en una atmósfera pascual.

2.3.1. Primer intermedio: vocación ymisión proféticaResulta significativo que antes de quesuene la séptima trompeta, Juan inte-rrumpa el relato para desarrollar (10,1-11,14) un amplio intermedio. En él,Juan indica al creyente cuál es su voca-ción cristiana. Pues en Ap 10, con laaparición del ángel majestuoso que lle-va en su mano el librito que Juan es in-vitado a comer6, el vidente quiere hacerreferencia a su vocación profética. Poreso el ángel le indica que, una vez hayacomido el librito (el Evangelio), éste leresultará dulce y amargo a la vez: a) dul-ce, porque su predicación contendrá unaBuena Noticia eterna (14, 6), que con-siste en el triunfo de Dios; b) pero amar-go también, pues Juan ha de anunciar elcastigo a los que se cierran al mensaje

19

de Dios, lo cual le comportará persecu-ción y, quizás, el martirio.

La descripción de la vocación pro-fética de Juan ha preparado el capítulo11, en el cual se simboliza la situaciónque está viviendo la comunidad, desta-cando los aspectos complementariosque acompañan siempre la vida de lasIglesias.

Juan recuerda que, aunque los sufri-mientos de la comunidad puedan llevara pensar lo contrario, las Iglesias estánprotegidas por Dios. Lo expresa con laorden, inspirada en Ez 40,1-5 y Za 2,5-9, de medir el Santuario y el altar y a losque adoran en él (11,1). Pero pone demanifiesto también que dicha protec-ción no excluye el que las Iglesias pue-dan ser perseguidas por el Imperio. Perosólo lo serán durante un tiempo limita-do (¡tres años y medio!), como se ex-presa con la orden de que no mida el pa-tio exterior del Santuario, «porque hasido entregado a los gentiles que piso-tearán la Ciudad Santa cuarenta y dosmeses» (11,2).

A continuación, en 11,3-13, Juandesarrolla la misión profética que hanrecibido todos los cristianos (verHechos 2,14-21). Ya Marcos había in-dicado, en un texto también apocalíp-tico, que antes del final escatológico dela historia, el Evangelio debía ser predi-cado a todas las naciones (Mc 13,10).Con ello daba una tarea a su iglesia, in-cluso después de la caída de Jerusalén(a la que se alude en Mc 13,14ss), aun-que ello le comportara persecuciones(Mc 13,9-13).

Juan dice a su comunidad que debedar testimonio profético en el mundoantes de que suene la séptima trompeta.

Por ello se subraya que los dos testigosson profetas (11,3.6.10). No es obstácu-lo para esta interpretación el que seandescritos con unos rasgos que aluden alos dos grandes profetas del AT, Elías yMoisés, cuyo retorno se esperaba parael fin de los tiempos (Dt 18,18; Mal3,23)7. Pues lo que se quiere indicar conello es que el testimonio profético cris-tiano es el cumplimiento de lo anuncia-do en el AT.

A la vez, se les anuncia que com-partirán el destino de Jesús, es decir, sumuerte y resurrección, pues provocaránla oposición del mundo que llegará, in-cluso, a asesinarlos y se alegrará con sumuerte (13,7-10). Pero se les revelatambién que Dios no les abandonará enesta vida (11,5) y que, pasado un tiem-po breve, se aparecerán a sus enemigoscompartiendo la glorificación de Jesús(11,11-13). En este marco, Juan quiereafirmar que, con su testimonio, los pro-fetas cristianos acelerarán la venida delReino de Dios. Por eso es tan importan-te para él que los cristianos cumplan consu misión de profetas.

Por otro lado, la noticia de que al-gunos se convertirán (11,13) es un men-saje de consolación para los que vivenen medio del “segundo ay”, es decir, enmedio de las pruebas escatológicas queestá viviendo la comunidad (9,13-11,14) y que preparan el toque de la sép-tima trompeta. Ésta anuncia el castigodefinitivo de Dios contra el ImperioRomano. Con ello se confirma lo quehemos propuesto antes como tesis: quela sexta trompeta (9,13-21) y la refle-xión que retarda el toque de la séptima8,se refieren al tiempo de la Iglesia que es-tá viviendo el autor.

20

2.3.2. Aparición del Arca de laAlianzaPero cuando suena la séptima trompetaen 11,15a, Juan, como había ocurrido yaen el segundo septenario, no describelos resultados de dicho toque, sino quedeja resonar un cántico en el cielo(11,15b-19) que anticipa el triunfo finalde Dios, que va a hacer justicia resta-bleciendo su reinado ya aquí en la tie-rra.

Es, una vez más, una manera de in-vitarnos a que leamos el siguiente sep-tenario, el de las copas, como explica-ción, esta vez definitiva, de lo que se haanunciado en éste. No es casual que pre-cisamente aquí Juan recuerde el motivoque subyace a toda la reflexión teológi-ca del Apocalipsis: la fidelidad de Diosa la Alianza que estableció con su pue-blo9.

2.3.3. Segundo intermedio: lasfuerzas que configuran la historiaEn este lugar, el autor, antes de dejar re-sonar la Liturgia final celestial, se tomauna vez más un receso. Este segundo in-termedio (12-13) forma inclusión con elprimero (10,1-11,14), enmarcando el re-sonar de la séptima trompeta. En él po-ne al descubierto las fuerzas últimas queconfiguran la historia. Y cómo éstas,después de la Resurrección de Jesús, si-guen incidiendo hoy en el mundo.

Juan desvela en Ap 12 el trasfondode la lucha a muerte que enfrenta a loscristianos con el Imperio. Lo primeroque nos presenta es “una mujer” vesti-da de sol, con la luna bajo sus pies y unacorona de doce estrellas (12,1). Estamujer simboliza el Pueblo de Dios. Y las

doce estrellas representan las doce tri-bus del pueblo de Israel que va a ser re-constituido con la venida y triunfo delMesías10.

Frente a la Mujer, que está a puntode dar a luz (Ap 12,2), Juan sitúa a laSerpiente roja, que, por su color, sus ca-bezas (¡siete!), sus cuernos (¡diez!) ysus diademas, representa el poderdemoníaco11 que quiere acabar con lamujer y su descendencia, como lo in-tentó ya al comienzo de la Creación (Gn2-3).

Pero cuando «la Mujer dio a luz unHijo varón, el que ha de regir a todas lasnaciones con cetro de hierro» (se tratadel Mesías), «su Hijo fue arrebatadohasta Dios y hasta su trono» (12,5), conlo cual el Diablo, que ha intentado de-vorarlo (12,4b), no sólo no consigueacabar con él, sino que va a sufrir lasconsecuencias de esta elevación delHijo a Dios. El autor, por tanto, más quereferirse al nacimiento del Mesías, estáhablando –con unas imágenes que nosresultan familiares por el CuartoEvangelio– de la exaltación o resurrec-ción del Hijo. Como en el CuartoEvangelio, la cruz es vista como exalta-ción (Jn 3,14; 8,28; 12,32s) y como tro-no en el cual Jesús reina (12,5).

El fragmento siguiente (12,7-12) sa-ca las consecuencias de esta victoriapascual y nos presenta la dimensión úl-tima de esta derrota del demonio con laimagen clásica (mítica) de la lucha en-tre Miguel, que está al frente de sus án-geles y la Serpiente, que está también alfrente de sus ángeles (caídos). Esto sig-nifica que con la exaltación de Jesús haempezado ya el reinado del Cordero de-gollado. Satanás ha sido vencido y ha

21

22

perdido su poder, lo cual queda simbo-lizado con el hecho de que es expulsa-do del cielo12.

Pero esto no significa que Satanás,símbolo del mal que atenaza al mundo,carezca de todo poder. Pues no hemosllegado aún a la plenitud del Reino.

Por eso Juan, para prevenir al lectorcontra las amenazas que para el cristia-no comportan los “poderes del mal”muy activos en la tierra, añade una ad-vertencia en 12,12b: «¡Ay de la tierra ydel mar! porque el Diablo ha bajado avosotros rebosando furor, sabiendo quele queda poco tiempo».

Con todo, también aquí hay una no-ta positiva. Pues en medio de esta lucha,el pueblo cristiano sigue siendo prote-gido por Dios, como lo fue el pueblo deIsrael en el desierto13. Pero ello no evitaque ahora el Mal persiga, encarnizada-mente, «a los que guardan los manda-mientos de Dios y mantienen el testi-monio de Jesús» (12, 17).

2.3.4. Las dos BestiasCon ello, Juan quiere desenmascarar lasfuerzas demoníacas que, basándose enla mentira, quieren engañar a los cris-tianos.

Por eso, en una segunda parte de es-te largo intermedio, pone al descubiertolas potencias aliadas de Satanás aquí enla tierra y explica de qué recursos se va-len para oprimir a la Iglesia. Estánrepresentadas por dos Bestias.

La Bestia del mar (13,1-10), simbo-liza la Roma omnipotente políticamen-te. Es como la encarnación de todos losimperios totalitarios14. Se trata delImperio que, en su orgullo, se convier-

te en ídolo y martiriza a los cristianosque no quieren adorarlo (13,4-7).

Y la Bestia de la tierra (13,11-17)que, más adelante (en 19,20 y 20,10) esdenominada «el falso Profeta». Ésta esel símbolo de la propaganda religiosa yde las ideologías15 que están al serviciodel Imperio (13,12-15). Estas ideologí-as, a menudo pseudoreligiosas, son muypeligrosas, por cuanto utilizan su poderpara engañar a los ingenuos y para mar-ginar, incluso económicamente, a todoel que no quiere adorar a la primeraBestia.

En este sentido, el Dragón y sus dosacólitos, que son creación e imagen deél, formando así una especie de Trinidadsatánica que intenta emular a la Trinidaddivina, expresan el peligro que compor-ta para los cristianos un estado totalita-rio y despótico, como el de Roma entiempo del emperador Domiciano, quequiere convertirse en ídolo y obligar alos cristianos a renunciar a sus valorespara aceptar, en su lugar, los delImperio.

Y como la dureza de la persecuciónen la comunidad es notable y el poderdel Imperio parece inconmovible (tardóalgo más de tres siglos en caer), Juan noquiere terminar este septenario sin queresuene en la liturgia celestial (14,1-5)el cántico triunfal de «los que siguen alCordero a dondequiera que vaya, y hansido rescatados de entre los hombres co-mo primicias para Dios y para elCordero» (14,4).

Con todo ello, el autor nos ha pre-parado para la lectura del cuarto septe-nario, en el cual nos mostrará lo que leaguarda al Imperio cruel que no quiereconvertirse y persigue a los cristianos.

2.4. El cuarto septenario: lassiete copas (14,6 - 19,8)Con este septenario concluye el núcleocentral del Ap. Explicita lo que el se-gundo había apuntado y el tercero habíapreparado. Por esto está construido demodo que haya un paralelismo estricto,en cuanto a las plagas, con el septenarioanterior. Pero lo hace de manera queaparezca que el castigo no sólo aumen-ta, sino que llega ya el castigo definiti-vo de la Bestia, el Imperio Romano, cu-ya caída será narrada (16,17-21) ycantada (Ap 18).

Juan escoge el símbolo de las copasque, en cuanto «copas de la cólera deDios», significan los castigos y la ruinadefinitiva que aguardan a los imperiostotalitarios que, como el de Roma, noaceptan el señorío de Dios y quieren, asu vez, convertirse en dioses, sin escu-char las llamadas a la conversión queDios les manda a través de las plagas.Detrás está la imagen de la «copa de laira de Yahvé», un tema clásico en el pro-fetismo16.

Juan se preocupa aquí de identificarel Imperio contra el cual van dirigidassus amenazas. Pues, después de deno-minarlo «la gran prostituta, la que estásentada sobre aguas caudalosas, con laque adulteraron los reyes de la tierra em-borrachándose con el vino de su livian-dad» (17,1b-2), nos dice que se trata deRoma, «la ciudad de las siete colinas»(17,9), que se embriaga con la sangre delos santos y de los mártires de Jesús(17,6). Y toda la reflexión concluye conun canto poético, en el cap. 18, que ex-presa una alegría inmensa por la caídadel imperio opresor, pero que reflejatambién la admiración que siente por su

esplendor y el lamento por su perdi-ción17. Por otro lado, resulta significati-va la manera como resuena la críticaprofética al lujo y a la injusticia de loshabitantes de la tierra (es decir, los in-crédulos), los reyes y los comerciantes,aliados del Imperio. Con su ambicióneconómica, son los causantes de los ma-les del mundo.

Domina, pues, en este septenario, laatmósfera del juicio de Dios. El autorsabe, por experiencia sapiencial y evan-gélica, que la encarnación de Dios en lasrealidades humanas no lleva el mundo ala conversión. Así ocurrió ya en tiempode Jesús18, pues su Buena Noticia, “te-nía” que provocar el rechazo de un mun-do que ama más las tinieblas que la luz,porque sus obras son malas (Jn 3,19).Un Dios que, contra toda “lógica huma-na”, propone una “lógica de la gratui-dad” que posibilite “la fraternidad uni-versal”, no puede contar con laaprobación de este mundo y de los po-deres que lo configuran. Un mundo es-tructurado así acaba por matar al profe-ta Jesús que denuncia su injusticia,como procura asesinar también a todoslos que, con valentía profética, cristia-na, siguen radicalmente a Jesús en sudenuncia de la injusticia. Por ello matóa monseñor Romero y sigue matando atantos otros testigos.

Pero como el Juicio no es nunca lapalabra definitiva de Dios sobre la his-toria, todo el septenario viene enmarca-do por un tono positivo que proyecta suluz, incluso cuando se va a hablar delcastigo definitivo. Me refiero al co-mienzo de la visión inaugural del septe-nario y a la liturgia celestial con la cualconcluye.

23

La primera parte de la visión prepa-ratoria (14,6-13) anuncia una «buenanoticia eterna» (14,6) a todos los pue-blos de la tierra. Incluye el juicio sobreBabilonia (14,7-11) y la promesa de queterminarán los sufrimientos de los san-tos que han guardado los mandamientosde Dios y la fe de Jesús (14,12-13).

El texto, enlazando con el cántico deMoisés y el cántico del Cordero (15,3-4), forma inclusión con la liturgia celes-tial que encontramos al final de este sep-tenario, en 19,1-8. En él se canta eltriunfo de Dios y el regocijo de la Iglesiaporque «han llegado las bodas delCordero» (19,7). Con ello, Juan nos pre-para para el último septenario que con-cluirá con estas bodas (21,3-4), invitán-donos así, a seguir leyendo, pues piensaque la historia no habrá llegado a su tér-mino con la caída de Roma.

Por otro lado, también la segundaparte de la introducción al septenario(14,14-20) que prepara el discernimien-to entre bueno y malos, simbolizados,respectivamente, por las imágenes de lacosecha y de la vendimia, contiene, a suvez, una buena noticia para la Iglesia: lerecuerda que el Juicio será realizado porel Hijo del hombre (14,14) que sostieneen su mano derecha, protectoramente, atodas las Iglesias (1,17-20).

2.5. El quinto septenario: lasvisiones finales (19,9 - 22,5)Como ya dijimos, este septenario formainclusión con el primero, llevando a suplenitud la dinámica que empezó a apa-recer en el segundo y que culminó enel cuarto. Además de formar inclusióncon el primer septenario, que habla de

la Iglesia militante, hay también una re-lación entre la primera visión de esteseptenario que presenta a Cristo, comoJuez y guerrero victorioso, montado so-bre un caballo blanco y la apertura delprimer sello del segundo septenario(6,1-2):

Entonces vi el cielo abierto, y habíaun caballo blanco: el que lo montase llama ‘Fiel’ y ‘Veraz’: y juzga ycombate con justicia. Sus ojos, lla-ma de fuego; sobre su cabeza, mu-chas diademas; lleva escrito unnombre que sólo él conoce; viste unmanto empapado en sangre [Is 63,1]y su nombre es: ‘la Palabra de Dios’[Jn 1,1]. Y los ejércitos del cielo,vestidos de lino blanco puro, le se-guían sobre caballos blancos. De suboca sale una espada afilada para he-rir con ella a los paganos; él los re-girá con cetro de hierro [Sal 2,9]; élpisa el lagar del vino de la furiosa có-lera de Dios, el Todopoderoso. Llevaescrito un nombre en su manto y ensu muslo: ‘Rey de reyes y Señor deseñores’ [2Mac 13,4] (19,11-16).

Por otro lado, la cuarta visión –lacentral (20,1-3)– está en consonanciacon el septenario central de las trompe-tas, cuando habla del establecimientodel Reino de Dios en la tierra.19

Por la inclusión con el primer septe-nario, Juan subraya que en toda la obrase está hablando, ante todo, del presen-te de la Iglesia. Por ello, si la visión ini-cial del primer septenario (1,9-20) pre-sentaba a un Cristo triunfante que teníaen su mano derecha a las Iglesias que seencontraban inmersas en medio de unapersecución sangrienta y que estaban

24

amenazadas de tibieza y de desesperan-za (2-3), ahora, en la visión final, apa-rece la Iglesia triunfante que ha llegadoya a su plenitud, una vez han sido ven-cidas, definitivamente, las fuerzas delmal, simbolizadas por el demonio y lamuerte.

Por otro lado, por su relación con losseptenarios centrales, este septenarioaparece como la culminación históricade lo que el autor nos ha ido desvelan-do a lo largo de su obra. Pero ahora en-sancha, definitivamente, el horizonte.Pues abarca desde la aparición delMesías (19,11-16), que es el inicio delReino de Dios aquí en la tierra, hasta elJuicio final (20,11-15) y la visión delnuevo mundo, la Jerusalén celestial, elParaíso recreado (21,1-22,5), que apa-recerá cuando se consumen las Bodasdel Cordero con el Pueblo de Dios yDios sea el Dios-con-ellos (21,3).

Aparte del papel fundamental deCristo, que domina todo el Ap, dos sonlos motivos fundamentales que confi-guran este septenario:

1) El encadenamiento de Satanásdurante un tiempo muy largo (sim-bolizado con los mil años): se refie-re al tiempo actual de la Iglesia quese inició con la exaltación de Jesús.Ahora Satanás está encadenado, demodo que, si el cristiano cede a susseducciones, no tendrá excusas. ElEvangelio puede ser vivido graciasal triunfo de Cristo, aunque ello noexcluya un ataque final y definitivoal fin de los tiempos (ver 20,3b con20,7-10).Los textos, tanto del judaísmo, comodel cristianismo primitivo que tratan

de la duración del reino mesiánicohablan de una duración simbólica.La estancia en el paraíso, cuyo re-torno anuncia Isaías 65,22, se creíaque duraría mil años. Pues Dios di-jo a Adán en Génesis 2,27 que mo-riría el día mismo en que comiera delfruto prohibido. Si un día del Señores como mil años (Salmo 90,4), secomprende que Gn 5,5 diga queAdán murió a los 930 años. Por esolos cristianos pensaban que la estan-cia en el paraíso instaurado por elMesías duraría mil años. El reino demil años significa, en lenguaje sim-bólico, que se restauran, en parte, lascondiciones de la vida paradisíacaperdidas con la caída original. Laobra de Cristo comporta, entonces,el fin del poder de la Serpiente (12,9;20,3) y se puede ofrecer el árbol dela vida a los que, con Cristo, son ven-cedores de Satán (2,7; 22,14.19).Los mártires pueden entrar ya en eljardín de Dios y vivir una vida resu-citada, sin temor a la muerte. Reinanya con Cristo y participan en el jui-cio y la victoria, mientras aguardanel final del tiempo de la Iglesia.2) La nueva creación, que va unidaal tema de la Jerusalén celestial y delParaíso recuperado (21,1-22,5) quenos aguarda al fin de los tiempos,cuando se manifieste plenamente elSeñorío de Dios. Esta Ciudad Santa,la nueva Jerusalén o Iglesia triun-fante, «baja del cielo» (21,2). Conello Juan quiere recordarnos que di-cha Iglesia pugna ya por hacerse pre-sente en la Iglesia terrena en la cualvivimos. Así se distancia de las ex-pectativas judías de la apocalíptica

25

contemporánea20, que esperaban unaépoca paradisíaca aquí en la tierra.

2.6. ConclusiónEl Ap, por tanto, no es un libro que quie-ra inspirar miedo hablando de los acon-tecimientos terribles del fin del mundo.Su lenguaje simbólico procura evitar lapersecución del imperio, revelando a lavez las constantes de la historia. Lo quepretende es fundamentar la resistenciacristiana frente a cualquier imperio(aquí se trata de Roma) que no tolerauna fe que sea fiel al proyecto liberador

de Jesús. Por eso es un mensaje de es-peranza para las Iglesias que militan enmedio de un mundo injusto y hostil.Exhorta a los cristianos a dar testimonioprofético del Evangelio. Y es una buenanoticia perenne para todo creyente, pueshabla de que Dios es, en último térmi-no, el señor de la historia y no lo es elimperio de turno. Es el Dios fiel y libe-rador del Antiguo Testamento que nopermitirá jamás que, a la larga, los im-perios injustos acaben triunfando. Y alfinal de la historia nos aguarda una nue-va creación totalmente liberada del maly de la muerte.

26

Pues, desgraciadamente, en los dos úl-timos milenios no ha variado mucho loque Juan revela sobre la historia. Cayóel imperio romano. Pero los imperiosque lo siguieron no fueron mejores. Niel germánico, ni el español, ni el fran-cés, ni el inglés, ni el ruso, ni, en la ac-tualidad, el norteamericano. Todos sehan convertido en “bestia” para los pue-blos empobrecidos y oprimidos de latierra, sobre todo para sus mayorías po-pulares. Y las plagas que siguen azo-tando todos los países, tampoco consi-

guen llevarlos a la conversión, puestoque también toman como ídolos el di-nero y el enriquecimiento a cualquierprecio.

Los imperios, y sus aliados, a vecesreligiosos, siguen persiguiendo a losprofetas cristianos que se han manteni-do fieles al Cordero degollado y no sehan dejado seducir por los falsos profe-tas. Éstos espiritualizan indebidamenteel mensaje cristiano, quitándole su mor-diente y su denuncia de la injusticia. Obien convierten en ídolo un sistema

27

3. UN MENSAJE DE ACTUALIDAD

Después de lo que acabamos de ver, se comprende que, en unmundo tan lleno de injusticia y de “plagas” como el nuestro (guerras,hambre, crisis financiera, calentamiento global, prepotencia de los paí-ses ricos en sus relaciones comerciales, violencia contra la mujer,droga, etc.), el Ap recobre toda su perenne actualidad.

neocapitalista que no es capaz de crearun mundo en el que todas las personaspuedan vivir humana y dignamente. Seignora a las innumerables víctimas delsistema que produce el imperio de tur-no. Y se utiliza la propaganda, en ma-nos de los poderes establecidos, para en-gañar a la gente y mantenerla alienada.

Esto vale también, evidentemente,para las interpretaciones light del com-promiso cristiano que predican un cieloque no baja a esta tierra y que, por tan-to, no exige de nosotros un compromisoa favor del reinado de Dios, una opciónpor los pobres y excluidos del sistema.Pues estos espiritualismos desfiguran elrostro de Cristo, el Cordero degollado,asesinado por no haber aceptado los va-lores del imperio y por haber puesto elbien de todos los seres humanos, empe-zando por los que tienen una vida ame-nazada en un mundo injusto, como cri-terio último y decisivo que permitaconocer cuál es la voluntad concreta deDios para sus Iglesias (Mc 3,1-6).

Si Juan se dirigiera hoy directamen-te a nuestras Iglesias, volvería a hacer-lo como lo hizo en el Ap. Muchos cris-tianos seguimos doblando la rodilla ante“la bestia”, indiferentes al dolor y al gri-to de los pobres y, de modo especial, alclamor de todos aquellos que han dadosu vida, con generosidad, por fidelidadal Cordero degollado.

Pero vería también los miles de már-tires que, con monseñor Romero a la ca-beza21, han sido asesinados por el impe-

rio y sus lacayos, simplemente por ha-ber sido fieles al proyecto de Jesús y ha-ber sido profetas en medio de un mun-do que no pudo soportar sus voces.

Pero, a la vez, en un mundo amena-zado de desesperanza, como ocurría yaen tiempo del Ap, Juan volvería a escri-bir un mensaje de esperanza que funda-mentara profundamente la resistencia yla esperanza de las comunidades cris-tianas. Como dijo muy bien E. Bloch,«el hombre no vive sólo de pan; vive depan y de utopía». Es lo que nos recuer-dan los evangelios que quieren ser una«buena noticia eterna» (14,6) para losque «tienen hambre y sed de justicia»(Mt 5,6). Hoy, más que nunca, estamosnecesitados de la utopía cristiana que enJesús se hizo “topía”, realidad aquí, ennuestro mundo. Es lo que confiesa confuerza el Ap. Y lo necesitamos para queno nos dejemos engañar por la falsa pro-paganda y la manipulación del imperioque domina nuestro mundo. Y sigamosluchando por un mundo universalmen-te solidario y fraternal.

Y una última reflexión. Hoy, por lomenos para los creyentes, sigue siendoverdad la promesa de Jesús con que con-cluye el Apocalipsis: «Sí, pronto ven-dré» (22,20a). Por eso nosotros, con losempobrecidos de la tierra que creen enJesús, nos atrevemos a decir también:«¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!» (22,20b).Ven, Salvador, ven sin tardar, cantanhoy con esperanza muchas comunida-des cristianas.

28

1. Ver Jn 1,10-14; 3,33-36; 5,24ss; Heb 4,12.2. Is 34,4; 2,10.18.19; Joel 2,11; 3,4; ver Mc 13,24-

25.3. El primer mártir cristiano, pues la palabra griega

para testigo es “mártir”.4. Ap 1,8; 4,8; 11,17; 16,7.14; 19,15; 21,22.5. Este es no es un motivo exclusivo de Ap sino muy

frecuente en los escritos tardíos del NuevoTestamento (Hebreos 10,19ss: 1ª Pedro 1,3ss;4,12ss).

6. Una alusión clara a la vocación profética deEzequiel: ver Ez 3,3.14; 2,8-10.

7. Esto puede verse en el hecho de que se afirma deellos, por un lado, que “tienen poder de cerrarel cielo para que no caiga la lluvia” (2Re 1,17)y, por otro, que tienen poder para desencadenarlas plagas (Ex 7,17; 11,10) sobre el mundo queno se convierte y les persigue (Ap 11,6).

8. Ap 10,1-11,14 está situado antes de Ap 11,15ª.9. Ver Ap 11,19 donde se revela que en el Santuario

aparece el Arca de la Alianza. (Cf ; Ex 19-24).10. Sólo en un sentido secundario, en cuanto María

puede ser considerada como la madre de la

Iglesia y símbolo de ella, puede la mujer serconsiderada como María, aunque el autor delAp no pensaría probablemente en ella.

11. En Ap 12,9 se la identifica explícitamente conSatanás, que simboliza el mal que domina latierra.

12. Una imagen que encontramos también en Lc9,18 y Jn 12,31-32.

13. Ver Ap 12,13-16 con Ex 19,4 y 14,27ss.14. Por eso en Ap 13,2 se le aplica la descripción de

los imperios enemigos del pueblo de Israel, queaparecen en Daniel 7,4-6.

15. Como la CNN hoy.16. Is 51,17.22; Jr 25,15-17; Ez 23,32-34.17. El modelo de la lamentación del Ap 18 es Ez 27-

28, a propósito de Tiro.18. Véase la utilización de Is 6,9 en Mc 4,12s.19. En relación con la exaltación de Jesús y con la

derrota definitiva del mal que se narra en la 5ªvisión: Ap 20,4-10.

20. Ver 4Esdras 7,28s; 2Baruc 29,1ss.21. En el 2010 se conmemorará el 30 aniversario de

su martirio.

29

NOTAS