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24 de agosto 1918 - 28 de abril 2010 Yo emprendo el viaje de todos. ¡Animo, sé un hombre! 1 Reyes 2:2 Rev. P. Amando Llorente, S.J. 2010 — 1 N.G. 377 NUMERO ESPECIAL

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24 de agosto 1918 - 28 de abril 2010

Yo emprendo el viaje de todos.

¡Animo, sé un hombre! 1 Reyes 2:2

Rev. P. Amando Llorente, S.J.

2010 — 1

N.G. 377 NUMERO ESPECIAL

Atlanta, 13 mayo 2010 Fiesta de Nuestra Señora de Fátima Queridos agrupados, Hace unos días despedimos al Padre Llorente con tristeza y alegría. Cuando reflexiono sobre el velorio y la misa me da un gran consuelo pensar que el Padre Llorente estuvo muy contento con la sobriedad, cariño y dignidad con los cuales lo velamos y enterramos. Las guardias de honor, los recordatorios, los programas, las fotos, el ambiente, todos fueron excelentes. La disposición y dedi-cación de los agrupados, de sus esposas, y de los amigos del padre para preparar el velorio crearon un ambiente muy propio de la ACU. ¡Muchas gracias a todos los que trabajaron tanto! Quiero compartir unas palabras sobre las actividades de la ACU y la selección de un nuevo director eclesiástico. Primero, estén seguros que la Agrupación Católica Universitaria continua y continua-rá funcionando y cumpliendo su misión de formar profesionales y familias católicas, de fomentar ejercicios espirituales y de ser apóstoles en nuestros entornos. Segundo, el Consejo General de la ACU se reunió la semana pasada en Miami y acordamos: Aprobar y pedir al Padre Provincial que el Padre Nelson García, SJ, sea el Director Eclesiástico Interino de la ACU hasta que se seleccione un nuevo director permanente. El Provincial aprobó esta petición y el Padre Nelson es Director Interino. Continuar con todas las actividades previamente planificadas incluyendo guardias, círculos, ejercicios espirituales, etc. Utilizar el método jesuita de discernimiento para la selección del nuevo director eclesiástico. Este método es muy sencillo: Reflexionar sobre las circunstancias y retos actuales de la Agrupación Determinar las características de la persona para cumplir con estos retos Identificar y conversar sobre posibles candidatos con estas características Recomendar al Padre Provincial posibles candidatos Organizar un fin de semana de reflexión para el Consejo en el cual primero recemos y luego continuemos el proceso de discernimiento. Tenemos programado el fin de semanas del 11 al 13 de junio para este trabajo. Les pido a todos ustedes dos favores: Primero, que recen y nos encomienden al Espíritu Santo, a San José, a la Virgen María, y al Padre Llorente para que nos iluminen durante este proceso. Y, se-gundo, que en recuerdo del Padre Llorente, sigan trabajando y apoyando la labor de la ACU. Un abrazo, Jesús León, Presidente Nacional

“Murió el P. Llorente” Pablo J. Carreño, ACU-Miami

El P. Llorente murió a eso de las 9 AM del miércoles 28 de abril del 2010 en su cuarto tal como lo había soñado. Muchos han pedido un recuento de lo sucedido durante el fin de semana del fallecimiento, velo-rio y entierro de él y trataremos de complacerlos.

Me perdonan si la cronología de los hechos no es estricta pero de comienzo a fin fueron 6 días muy in-tensos con un sin número de emociones y sentimientos. Los minutos se convirtieron en horas y las horas en días y los recuerdos se fueron mezclando entre si.

A eso de las 9:30 AM recibí una llamada de mi cuñado Alfonso Ledo preguntándome si yo sabía de Llo-rente. Le contesté que no pero que lo vería al mediodía pues íbamos a almorzar juntos. Poco después recibí otra llamada con la misma pregunta y contesté que el Padre estaba con catarro y cundo lo vi el sábado anterior se sentía mejor.

Como a las 10 AM llegó la terrible noticia y una que nunca me hubiera imaginado. ¡El P. Llorente mu-rió! Inmediatamente me dirigí a la Agrupación y al llegar me encontré con unos 10 congregantes y algu-nas de sus esposas que ya estaban ahí junto con los PP. Nelson García y Pedro Suarez. No recuerdo a todos pero entre ellos se encontraban Jaime Prada, Salvador Miranda, Mariano Pérez, Benny Díaz, Ray Cacicedo, Roger Plasencia, Javier Casas.

El P. Llorente habló con el P. Nelson a eso de las 7 de la mañana y habían quedado en verse mas tarde. El Padre acostumbraba bajar a desayunar a eso de las 8 AM pero como estaba acatarrado no le causó preocupación ni a José ni a Manolo cuando no lo vieron a esa hora pues pensaron que el Padre se había quedado descansando un rato más. A eso de las 8:30 se intranquilizaron y José se encaramo en la azotea y miró por una ventana y vio al P. Llorente acostado y pensó que seguía durmiendo. Ya para las 9 AM se convencieron de que algo andaba mal y José se volvió a encaramar en la azotea y vio al P. Llorente en la misma posición que hacía media hora. Le tocó fuerte a la ventana y al ver que no se movía la rompió y entró encontrando al cuerpo del P. Llorente sin vida. Hubo que llamar a la policía y ésta comenzó una investigación dado que había una ventana rota y un muerto en un cuarto. El tiempo pasaba y al rato Javier Casas se fue con el P. Suarez al cementerio católico para puntualizar los asuntos del entierro. Ya para las 2 PM la policía terminó su trabajo y permitió que se le avisara a la funeraria para que reco-giera el cuerpo del P. Llorente. Al llegar la carroza se vio que no era posible subir la camilla para bajar al P. Llorente y que habría bajar el cuerpo en los hombros de los Agrupados presentes. ¡Qué honor! Pe-dimos permiso al P. Nelson y él permitió que uno por uno, en privado, cada cual pudiera decir un último adiós a nuestro queridísimo Padre Director. Yo nunca había estado en la habitación del Padre. Qué sencillez, qué austeridad. !Qué ejemplo¡ Aquellos que no alcanzaron a cargar el cuerpo se adelantaron y entonaron la Salve Regina y el himno de la Agrupación mientras bajábamos al Padre y se colocó el cuerpo en la carroza. En algún momento se me acercó Salvador Miranda y me dijo: “Todos sabíamos que esto tenía que pasar pero ninguno esperá-bamos que sucediera”. En nuestros corazones pensábamos que Llorente viviría para siempre. Su ausen-cia era inimaginable. ¡Pero se murió!. Esa noche empezaron a llegar Agrupados jóvenes y viejos a la guardia. Tantos que el Salón Loyola se llenó de punta a cabo. Tal parecía que había una necesidad de expresar solidaridad con el P. Llorente, con la obra y con el P. Nelson. Fue una ocasión sombría. Llena de tristeza y esperanza. Confianza y duda. ¿Ahora qué? Pues todo sigue igual y todo lo programado se llevará a cabo tal como se planeó. El Consejo General, bajo su Presidente Jesús León, toma riendas de la dirección de la ACU hasta que se nombre un Director Interino. Mientras tanto el P. Nelson seguirá trabajando como lo ha venido hacien-do todos estos años tal como lo hubiera querido el P. Llorente.

GUARDIA DEL MIERCOLES — 28 DE ABRIL

El P. Nelson García al comienzo de la Guardia. Gumercindo Danger

El P. Nelson durante su homilía. Vista parcial del grupo que se congregó para la Guardia.

Vista parcial del grupo que se congregó Para la Guardia.

Roger Plasencia y Manolín Hernández contando anécdotas del P. Llorente después de la Guardia.

PALABRAS DEL P. NELSON GARCIA

“INCONDICIONAL”

El 28 de abril del 2010 el P. Amando Llorente, SJ cumplió su palabra de ser “incondicional” con 58 años de servicio en la entrega a la Agrupación Católica Universitaria, como siervo fiel y obediente a la volun-tad del Señor. Lo sentía, lo vivía y lo demostró con su fidelidad, paternal sonrisa y ese abrazo amigable que lo hacía querido por todos. No podremos olvidar ni San Miguel 1111, ni la Agrupación de la Bahía con su fiel bienvenida y su clásica boina. Sus Ejercicios Espirituales eran parte de su vida y espirituali-dad. La Virgen María y San José, Santa Teresa de Ávila, Santa Teresita, el Quijote, Juan Pablo II, Bene-dicto XVI, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier… se manifestaban con calor humano, aunque las citas y las historias se repitieran. Recordemos a San Ignacio y el moro que insultó a la Virgen. Había algo en él, humano y espiritual, que salía de un recio leonés. Convencido, que atraía y se dejaba querer con su oratoria y gestos. Ese era su carisma, su atractivo sacerdotal e influencia en obispos, sacerdotes, laicos, jóvenes y niños. “Incondicional” para recibir en su oficina, para recoger los cadáveres de los agrupados mártires de Gua-jaibón, para ir a la Sierra Maestra, para visitar agrupados dispersos por los Estados Unidos, buscarles y facilitarles becas y unificarlos en diferentes ciudades hasta hacer de la Agrupación de Miami la casa ma-dre de la ACU, viviendo sólo, y mantenerse fiel a lo prometido a pesar de las dificultades y frustraciones que podían suceder. Así cumplía sus palabras de compromiso. Un buen amigo y un gran sacerdote. Después de nuestra amistad larga desde que él era mi director espiritual en 1952 siendo yo universitario, logró que los superiores jesuitas me destinaran a Miami. Durante estos 6 últimos años hemos comparti-do viajes para dar Ejercicios Espirituales, conocimiento mutuo e historias agrupacionales, ideales, pla-nes, meditaciones, misas…. Lo acompañaba y ayudaba con los médicos y su pastillero. El sentía su de-bilidad y su cansancio de vida, pero no se doblegaba, se manifestaba fuerte y dispuesto, jesuita íntegro y sin dobleces, con amabilidad y espíritu acogedor. Sabía presenciar un juego por televisión del Real Ma-drid y Barcelona o ver un juego de Nadal y Federer. Nos acompañaba a disfrutar de la vida sanamente. Esa incondicionalidad lo hacía presente en bodas, bautizos, primeras comuniones, visitas a los hospita-les, unciones de enfermos y funerales. Sabía consolar y animar con su optimismo, entusiasmo, exagera-ciones, con su amor a la Iglesia y al Papa, y a la Compañía de Jesús. Una persona sana de mente y cora-zón, con naturalidad y afecto, sin beaterías, con un sentimiento religioso e ignaciano Tenía muchas amistades que le llamaban por teléfono o pedían un consejo o una entrevista. Siempre soñó en volver a Cuba y refundar la Agrupación en La Coronela. Le hubiese costado mucho haber sido una carga con una enfermedad larga y pesada para los demás. Murió como él quiso. Supongo se lo habrá pedido al Señor y a la Virgen: en su habitación austera, sin molestar, sorpresivamente, con el sello claro de su incondicionalidad para todos. No queríamos que su-cediera, pero debía suceder con sus casi 92 años y su frecuente bronquitis. A todos nos cuesta, pero Dios tiene sus caminos, que no son nuestros caminos. Esa es su entrega “incondicional” de 58 años en la Agrupación. Pero ese es el espíritu de los Ejercicios de San Ignacio, la entrega total (Rey Eternal), que nos enseñó el P. Llorente con su ejemplo y vida. Es-tamos nosotros comprometidos a tomar la antorcha, para imitar su entrega, sin poner obstáculos a lo que es la voluntad del Jefe y Maestro: “El honor más preciado servir y el descanso, vivir en acción”. Ahora somos nosotros los incondicionales a su ejemplo. Gracias, P. Amando Llorente, por tu vida.

“OCUPATE”

Con esa palabra del P. Nelson en la tarde del miércoles comenzamos todo el trabajo para llevar a cabo el funeral y entierro del P. Llorente.

Era necesario notificarle oficialmente a todos los Agrupados y se decidió que nuestro Presidente Nacio-nal, Jesús León, escribiría una carta para echar en correos el jueves a más tardar tan pronto se puntuali-zaran los pormenores del velorio y entierro. Mientras tanto se decidió mandar un correo electrónico a todos los Agrupados notificándoles de la defunción del Padre y dándoles una idea general de lo que se planeaba para el fin de semana. Jesús preparó el primer bosquejo y Nelson y yo añadimos nuestros granitos de arena. A eso de las 6 PM se confirmaron los horarios y la carta se mandó a la imprenta que usamos en mi oficina para que hicieran más de 500 copias y las metieran en los sobres dejándolas listas para echar al correo. Cuando llamé al encargado de la imprenta, Joe Díaz, y le plantee lo que nos hacía falta en tan corto plazo me respondió lo que oiría un sin número de veces a través de estos días: “No hay problema, lo que Uds. quieran” y así fue. Esa noche en la Guardia empezamos a preguntarle a los Congregantes más viejos y luego a buscar entre los libros de historia de la ACU lo que se había hecho cuando murió Rey de Castro. Las circunstancias eran distintas pero había muchísimas similitudes.

Gracias a los teléfonos celulares los primeros pasos de lo que tenía que hacerse continuaron planeándose hasta las altas horas de la noche. El jueves en la mañana se formaron tres grupos, más bien se unieron tres grupos de Agrupados, sin que nadie los mandara, y se responsabilizaron por distintos aspectos del funeral. Uno bajo la dirección de Roger y Ana Plasencia junto a Alex Plasencia comenzó a planificar la decoración del salón donde que-daría expuesto el cadáver del P. Llorente; otro formado por Thais y Mariano Pérez junto a un grupo de Agrupados y sus esposas empezaron a formular el recordatorio y el programa para la misa del lunes; y el último compuesto por Francisco Javier Muller y otros preparaba la música para la Misa de Resurrec-ción. Emilio Falero ayudó al primer grupo y preparó la portada del programa. “Lo que tú quieras, lo que haga falta” fue la respuesta de todos.

Esa misma mañana decidimos poner la cita de “incondicional” del P. Llorente en la pared del salón. Llamé a la imprenta una vez más y les pedí perdón por la nueva exigencia pues teníamos que tener la cita ampliada y encuadernada para colocar en la pared del salón a más tardar el viernes en la noche. “Ya te dije que lo Uds. quieran. Llorente se lo merece. Te lo entrego en tu casa en cuanto esté listo”. Estábamos en constante comunicación telefónica con Jesús León y el P. Nelson García para atar todos los cabos. Recordé haber visto una foto del velorio del P. Rey donde había una Guardia de Honor al lado del féretro. Propuse hacer lo mismo y ambos Jesús y el P. Nelson se entusiasmaron con la idea. Llamé a Marti Pérez y le expliqué lo que proponíamos hacer y que por lo menos necesitábamos a tres Agrupados en todo momento – dos en el salón y uno en la entrada a los predios de la ACU. Se envió un correo electrónico solicitando voluntarios para formar la Guardia de Honor desde el momento que llega-ra el cuerpo a la ACU el sábado hasta que saliera hacia la Iglesia el lunes. La respuesta fue abrumadora y la gran mayoría contestó: “a la hora que haga falta.” Marti se ocupó de preparar el horario y siempre tuvimos más de los que se apuntaron. Esa tarde Maggie me preguntó si habíamos mandado la esquela a los periódicos y le dije que no. Hablé con Javier Casas y quedamos que ella se ocupara. Llamamos a la funeraria Ferdinand y nos dijeron que teníamos que entregar la esquela a más tardar el viernes a la dos de la tarde para publicar el sábado y que nos mandarían un ejemplo para usar. También obtuvimos de la hermana del P. Jorge Sardiña, SJ, la esquela de éste para usar como guía. Fernando y Felipe Caballero me dieron sus números de teléfonos celulares y ambos me dijeron: “Lo que Uds. quieran, a la hora que sea.”

Esa noche se revisó el primer borrador del recordatorio y el bosquejo de lo que sería el programa de la misa del lunes. Se arreglaron las cosas necesarias y el viernes a primera hora se mandó a Cesar Casa-mayor, cuñado de Jorge Bustamante y dueño de E & P Printing, para que lo tuvieran impreso esa tarde. El programa se completaría la noche del viernes y Cesar abrió el taller el sábado para tenerlo todo listo antes del lunes. Cesar donó todos los recordatorios y programas. “Lo que haga falta… cuando sea”. Jesús León viajó desde Atlanta el viernes por la mañana y nos dimos cita esa tarde en la ACU con Ja-vier Casas, el P. Nelson y Mariano Pérez para revisar todo lo que se estaba haciendo y los asuntos pen-dientes. Roger Plasencia y Emilio Falero, quienes estaban haciendo los preparativos del salón, se unie-ron a la reunión brevemente. Se decidió que el velorio comenzaría al día siguiente, sábado, con un rosario en el Portalón frente a la imagen de la Virgen. El rosario comenzaría a las 4 PM en punto y sería dirigido por Maggie Ledo Ca-rreño. Además tendríamos una misa en el Salón Loyola a las 6 PM para todos los que estuvieran en la ACU a esa hora presidida por los Agrupados jesuitas PP. Nelson García y Pedro Suárez. Acordamos que el velorio del sábado se daría por terminado a las 10 de la noche aunque se le daría acceso a cual-quier Agrupado que quisiera acompañar al Padre durante la noche. El velorio del domingo comenzaría también a las 4 PM pero con una misa familiar y terminaría igual que el sábado. Entonces empezamos a considerar quienes participarían en la misa del lunes y en qué función. Empeza-mos a sugerir nombres para determinar quienes cargarían el féretro. Queríamos darle el honor a los Agrupados más viejos pero enseguida nos dimos cuenta de la dificultad de subir la escalinata para entrar al Gesu y cambiamos de idea seleccionando entonces a Gonzalo Revuelta, Alfonso Ledo, Brother Guis-sepi, Mike Herold, Leonardo Vidal, Carlos Moas, Víctor Sorondo, Timothy Murphy y Erik Vieira quie-nes representaban a todas las casas y grupos de la ACU. Decidimos que los presidentes de las casas lle-varían las ofrendas - José Rionda de NY/NJ; Jorge Hidalgo de Puerto Rico; Javier Casas de Miami; y Jorge Campañá de Washington. A continuación se determinó que Manolín Hernández, Amando Madan y Jesús León harían las lecturas durante la misa del lunes. También se decidió que no se predeterminaría quienes participarían en la mi-sa del domingo sino que se escogería de entre los asistentes. Mariano nos dejó saber que Erik Vieira había contratado a unos policías de la Ciudad de Miami para que vigilaran la entrada a la ACU durante todo el tiempo del velorio público el sábado y el domingo. Conversamos sobre la hora de llegada del féretro del P. Llorente y le pedimos a la funeraria que llegara a las 3 de la tarde del sábado para darnos tiempo a tener todo listo antes de que se abriera al público. Que-ríamos evitar que la gente estuviera tocando el cadáver del Padre y pensando en como hacerlo pedimos prestado dos candelabros a mi parroquia, St. Thomas the Apostle, y buscamos una soga para colocar entre ellos. Cuando Maggie los pidió la respuesta de nuestro párroco fue otro: “Lo que quieran.” Quedamos que el patio quedaría libre de automóviles y que las personas mayores o con dificultades físi-cas podrían estacionar sus autos en la Residencia Jesús Maestro. Era necesario mover el carro del P. Llorente pero nadie sabía dónde estaba la llave aunque alguien dijo que Juan Migues a lo mejor tenía una copia y así resultó ser. Terminada la reunión cada cual regresó a completar sus encargos. El P. Nelson se instaló en la ACU y se quedaría ahí hasta después del entierro. Como en ese momento él no tenía un teléfono celular quedamos que nos comunicaríamos a través del celular de alguno de los que estaban trabajando en la ACU. El sábado en la mañana hicimos una última revisión de todo lo que se estaba haciendo: la llegada del féretro; la Guardia de Honor; los policías; los preparativos del salón; la circulación de los visitantes, etc. Para el mediodía todo quedaría listo. Austeridad, dignidad y solemnidad permeaban todo.

LLEGADA DEL CUERPO DEL P. LLORENTE A LA ACU

El P. Nelson García y una docena de Agrupados con algunas de sus esposas esperaban la llegada del féretro en un ambiente sombrío y de recogimiento. Con el lento toque de las campanas en la Plaza de la Evangeliza-

ción y entonando el Salve Regina lo condujeron al salón de conferencias donde quedaría expuesto hasta el mediodía del lunes.

Salve Regina, mater misericordiae, vita, dulcedo, et spes nostra, salve. Ad te clamamus exsules filii Hevae, ad te suspiramus, gementes et flentes in hac lacrimarum valle.

Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos misericordes oculos ad nos converte; Et Iesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exsilium ostende.

O Clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.

Jorge Machado, Juan Adán, Pablito López Villalta, Rafael Portuondo, Bernabé Peña, Juan M. Salvat y Luís Garrigó tuvieron el privilegio de cargar el féretro. Fue un momento verdaderamente

conmovedor y emocionante para todos los que estábamos allí.

VELORIO – SABADO Y DOMINGO, MAYO 1 Y 2.

El P. Nelson asegurándose que todo estaba como tenía que estar. Todo estaba previsto…. su medalla de Congregante… su crucifijo… pero faltaba algo...

¡La Boina!

Austeridad, Dignidad y Solemnidad. Tal como él lo hubiera pedido. Al entrar al salón de conferencias lo primero que se veía en frente era al P. Llorente y al girar para salir

esta escena sumamente impactante - el escritorio donde tantas pláticas él dio, con su silla y sobre éste, su manual de Ejercicios, el crucifijo y el micrófono.

“¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué he de hacer por Cristo?”

A las 4 PM en punto del sábado se tocó la campana de la Casa de Ejercicios Juan Pablo II para dar comien-zo oficial al velorio de nuestro queridísimo P. Llorente. Todos se congregaron en el Portalón, en silencio,

frente a la imagen de la Virgen para rezar el rosario.

No todos se pudieron sentar durante el rosario.

Gran números de Agrupados, esposas de Agrupa-dos y amigos de la Agrupación y del P. Llorente esperaban en el Portalón para entrar al salón y

darle un último adiós.

Grupo de dolientes ante el cuerpo del P. Llorente.

La Guardia de Honor cumpliendo con su compromiso.

Monjas Misioneras de la Caridad, de la Madre Teresa, a las cuales el P. Llorente admiraba y

quería mucho y les servía de capellán.

Diácono Manuel Pérez, P. Pedro Suarez, SJ, Mons. Agustín Román y el P. Nelson García, SJ.

Nuestro Presidente Nacional, Jesús León, hablando con Mons. Agustín Román quien le dijo: “Fue un

gran hombre, un gran sacerdote muy queridos por todos. Muy buen amigo mío.”

El P. José Luís Menéndez, párroco de la iglesia Corpus Christi y muy amigo del P. Llorente.

El Agrupado P. Sergio García Miró.

El P. Fernando Hería y P. Juan Sosa El P. Pedro Cartaya, SJ, y Tete Mestre.

Franciso Moreno, Puri Llorente y Alister Moreno Navarro viajaron desde Madrid.

El P. Nelson García, SJ, recibiendo a Puri Llorente, sobrina carnal del

P. Llorente a su llegada de España.

Beatriz Urdiales Llorente, sobrina nieta del P. Llo-rente y esposa de Amando Madan.

Yoyi Betancourt. PP. Pedro Suarez, SJ, y Fernando Hería.

Ramón Domínguez con el P. Florentino Azcoitia, SJ, y Mons. Agustín Román.

MISA DEL SABADO — MAYO 1

P. Pedro Suarez, SJ, Agrupado, superior de los jesuitas en la sección de Miami y

el P. Nelson García, SJ. Juan Carlos García leyendo la primera lectura.

Pedro Lagonowicz con el Salmo Responsorial. El P. Pedro Suarez promulgando el evangelio.

El P. Nelson durante su homilía.

HOMILÍA DEL P. NELSON GARCÍA EN LA MISA DEL SÁBADO Este es un día muy especial por todo lo que va sucediendo, por todas estas emociones, por ese

encuentro, por la paz, con la tranquilidad que tuvo el P. Llorente en sus últimos momentos. Ese apoyo de ustedes, ese cariño de ustedes nos alienta a nosotros y al P. Llorente por supuesto. El está contento y feliz de que estén ustedes aquí y nosotros también. Sabíamos que esto tenía que pasar. Pero queríamos que esto no sucediera, pero como aparece hoy en las lecturas, la Palabra de Dios se manifiesta y a mi me da mucho consuelo porque estamos aquí por esa fe en Dios. Estamos aquí por los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Estamos aquí porque sobrepasamos todo eso que es del mundo y somos ese tipo de per-sona capaces de llegar al corazón de nuestro prójimo. Ese tipo de jesuita que es capaz de inspirar, de ayudar y de caer en la cuenta de lo que significamos nosotros y de saber ser complaciente, generoso, cariñoso, servidor, fácil, de una seriedad jesuítica muy seria, de acuerdo con su carácter, de acuerdo con su personalidad, un jesuita que es capaz de querer a la Iglesia de cualquier forma, un jesuita que es capaz de mantenerse durante 50 años en función fiel en la Agrupación, un jesuita que nos inspira cada vez que conversábamos con él. Eso es lo que necesitamos nosotros en este momento que estamos viviendo en el mundo. Esto nos da esperanza de que es posible la amistad, el amor, el servicio, la entrega, la constan-cia de un hombre que da la vida por los demás.

Esa palabra de incondicionalidad de él, ese cariño de él, ese saber llegar a los corazones de uste-des; ese saber decir la palabra oportuna; ese saber inspirar y ayudar y ser fiel a los Ejercicios de San Ig-nacio. Eso es una manifestación en el mundo actual; de eso no se hace propaganda, de eso no se habla, eso no sale en primera plana con letras grandes. Sin embargo nosotros creemos en eso, nosotros tenemos fe en todo eso y cuando leemos en los Hechos de los Apóstoles la generosidad y la entrega de aquellos primeros cristianos que son capaces de morir mártires por la causa de Jesucristo. Eso es lo que necesita-mos nosotros hoy y eso es lo que el P. Llorente durante 50 años ha querido inculcarnos. Esa fe con un carisma muy especial que le hacía llegar a la gente; él sabía convencer, él sabía hablar con la palabra cariñosa que llega al corazón de todos ustedes y ciertamente eso es una Gracia de Dios. Creo que tene-mos que darle gracias a Dios por ese gran beneficio.

Me complace mucho ver el rostro del P. Llorente, un rostro de paz, es un rostro de satisfacción, es un rostro de haber cumplido con esa incondicionalidad que él siempre proclamó: “Incondicional a sus órdenes”. Me inspiró mucho la presencia de ustedes aquí porque eso quiere decir que su mensaje llegó a ustedes. Nos inspira mucho esa fraternidad y eso es lo que debemos comunicar a los demás porque la gente necesita de Dios y porque la gente sabe lo que es de Dios y reconoce realmente quien es de Dios y quien no es de Dios. La gente se arrima a esas personas que inspiran, que ayudan, que nos hacen com-prender cosas y personas. Eso nos hace sentir profundamente lo que es ser un sacerdote entregado en el mundo de hoy.

He tenido que viajar mucho con el P. Llorente en estos últimos 10 años. El me pidió que lo acompañara y ayudara siempre en los Ejercicios Espirituales y yo me sentí muy contento y satisfecho haciéndolo. Surgieron muchas historias en lo que eran 58 años desde que estaba en San Miguel 1111 y sentí que surgía una amistad muy estrecha no importando que él estuviera en Cuba y yo estuviera en los Estados Unidos en Europa o en América del Sur. Era curioso; cada vez que pasaba por Miami conversá-bamos y me inspiraba, me ayudaba y él tratando siempre de agarrarme y tirándome ganchos para la ACU y yo escapándome porque sabía el personaje que él era, su control, su convicción y esa libertad de espíritu para hacer las cosas, mientras que mis aficiones, mis estudios me encaminaban hacia la adminis-tración de colegios por lo cual los superiores me enviaron a Santo Domingo. Eran aquellos años difíci-les desde el 1961 a 1965. Allí estaría haciendo el Magisterio en el colegio Loyola; por supuesto vinieron los estudios de Teología y otras especialidades. Pero el P. Llorente siempre cayéndome atrás de una for-ma o de otra y yo de remolón. Pero que habiéndome el remolón y como que disfrutaba el que me cayera atrás pero al mismo tiempo que él quisiera hacer cosas que era incompatibles con lo que yo estaba haciendo y ciertamente nunca pude imaginar en este proceso cuando en el 1975 me llamara por teléfono diciéndome que se había quedado sin voz en uno Ejercicios con el grupo de Puerto Rico y lo tuvo que suspender. Al día siguiente me llama por teléfono y me dijo que necesitaba ayuda y que ya no podía se-

guir en ese tren de vida. Le dije que estaba en esos momentos de Rector en este colegio de Santo Domin-go pero que podía ir cuando mi trabajo me lo permitiera aunque no podía comprometerme pero si nos poníamos de acuerdo en la fechas yo podría ayudarlo.

Ustedes supongan lo que es durante 10 años coger un avión y volar 2 horas a Washington o a Nueva York, o Atlanta o a Puerto Rico, para llegar y tener los Ejercicios Espirituales. El me iba ban-deando y me iba enseñando su manera de dar los Ejercicios porque yo no sabía la forma muy propia de hacer los Ejercicios que él hacía. Así logramos hacer una fórmula en la que alternábamos las meditacio-nes haciendo una él y la otra yo; él tenía una misa y yo la siguiente. En esas conversaciones hablábamos de tantas cosas de amigo a amigo, de hermano a hermano que yo me sentía abiertamente satisfecho y contento de la experiencia.

Después me mandaron a una casa de Ejercicios, residencia, y enfermería durante 6 años que son los períodos nuestros. Ciertamente aquello me agradó por lo que significaría la ayuda de servicio a la Compañía para personas mayores. Era la enfermería oficial de la Provincia de las Antillas en Santo Do-mingo, pero yo seguía cumpliendo con el compromiso del P. Llorente. Realmente a pesar de que él me ayudó a madurar mi vocación para entrar en la Compañía cuando estaba en San Miguel 1111, y sin duda alguna por el sacrificio, me sentí contento de continuar con ese propósito y tan fue así y tan apretado estaba él en su trabajo y tan cansado que decidió pedirle al Provincial que necesitaba alguien que le ayu-dara y se fuera acoplando aquí y pidió por mi por si le sucediera algo a él yo pudiera aguantar el trabajo de la Agrupación mientras los agrupados y los superiores decidieran quien debiera continuar esta histo-ria y aquí estamos. Esa es la forma como actúa la Compañía.

El otro día estaba hablando con el P. Pedro Suarez y le decía que había que ir pensando en eso de la sucesión, eso es cuestión a nivel de la provincia, y yo no debo ser el candidato único y ni pretendo que yo sea el continuador de esto. Esas decisiones de a quien mandarían les toca a otros. Que se vean las necesidades actuales de la Agrupación, que se vea qué personas pueden ayudar a satisfacer esas nece-sidades y se presente una terna de candidatos para que los superiores elijan lo que crean más convenien-te. Este es el espíritu de discernimiento que se usa en la Compañía. Este proceso de discernimiento es el que el Presidente de la Agrupación comparte junto con todos los miembros del Consejo. Esto no es una decisión de dedo. Hay que proponerle a Dios lo que El quiera y creo que el P. Llorente se sentiría muy satisfecho con esos ideales. Dios lo hizo esperar hasta los 91 años, esperó hasta que yo pudiera acompa-ñarlo; tuvo fortaleza a pesar de su edad, de su cansancio, y de sus pequeñas enfermedades hasta salir adelante. ¡Dios sabe hacer las cosas! Murió como quería, sin crearles problemas a nadie, murió con satisfacción. De verle la cara parece que está durmiendo Yo le pediría a ustedes que por favor recen porque si esto es de Dios esto continuará y yo estoy convencido que esto es de Dios porque si no, no estuviéramos aquí. Todo esto nos llena el corazón. El poder tratar personas así nos da fortaleza espiri-tual. Y nada de esto es por protocolo, esto es cuestión de fe.

Agradecemos al Señor tantas gracias, tanto amor, tanta fe y tanto cariño que quizás no merece-mos pero que el Señor nos ha regalado a través del P. Llorente.

Asistentes a la Misa del sábado. El salón Loyola estaba lleno.

REUNION EXTRAORDINARIA DEL CONSEJO Querido agrupado, Como muchos del Consejo estaremos aquí en Miami este fin de semana los convoco a una reunión ex-traordinaria del Consejo el domingo 2 de mayo a las 10 de la mañana en la casa de la ACU. Agenda: 1. Conversar sobre la ACU hoy y sus necesidades. 2. Conversar sobre el proceso para la selección del futuro director de la ACU. 3. Conversar sobre las necesidades de la ACU en el futuro. 4. Determinar cuales son las cualidades que necesita tener el próximo director de la ACU para satisfacer las necesidades de la ACU. El proceso para seleccionar al próximo director tomará un tiempo no definido a priori pues no vamos a imponerle programa de tiempo al Espíritu Santo. Un abrazo, Jesús

El P. Nelson invocando al Espíritu Santo y explicando los pasos a seguir según el proceso de “discernimiento” jesuita antes del comienzo de la sesión extraordinaria del

Consejo General de la Agrupación

El Consejo General de la ACU en sesión extraordinaria acordó proponerle al P. Provincial que nombrara al P. Nelson García, SJ, como Director Interino y llevar a cabo un fin de semana de retiro a mediados de

junio para meditar y mejor cumplir la tarea necesaria en la selección de un Director permanente.

MISA DEL DOMINGO—MAYO 2.

El PP. Sergio García Miró y Rafael Juantorena en procesión al comenzar la misa del domingo.

Los PP. Rafael Juantorena y Nelson García, SJ.

Juan M. Salvat leyendo la primera lectura. Manny Antón leyendo el Salmo Responsorial.

El P. Rafael Juantorena proclamando el Evangelio. El P. Nelson García durante su homilía.

HOMILÍA DEL P. NELSON EN LA MISA DEL DOMINGO No me queda mas remedio que volver a leer sus palabras cuando tomó posesión en el año 1952 porque nos inspira a imitarlo. Nos inspira a seguirlo, nos inspira verdaderamente a continuar en el espíri-tu de los Ejercicios Espirituales, en la entrega y en el servicio. Con su carisma nos enseñó muchas cosas. Todo eso que nosotros agradecemos hoy y repetimos recordando su promesa: “Agrupados, incondicional a sus órdenes. Incondicional, porque desde este momento es la voluntad de Dios que mis oraciones sean sólo para ustedes; que mi sacerdocio fuera sólo para ustedes; que mis pensamientos sean sólo para uste-des; que mis ilusiones sean sólo para ustedes; que mi trabajo, mi salud, mi vida sean sólo para ustedes. ¡Quien tuviera la dicha de poderla entregar toda en esta trinchera de la Agrupación Católica Universita-ria, como hizo el P. Rey de Castro en esta avanzada del ejército de Cristo Rey!” Estas palabras se han cumplido y todos somos testigos de eso por lo tanto vamos a darle gracias a Dios por todo lo que ha sucedido en nosotros y por todo lo que él nos ha enseñado y por todo lo que prometió y cumplió para que sigamos adelante según su espíritu y el espíritu de la Agrupación Católica Universitaria. Ciertamente la presencia de ustedes aquí nos estimula, nos ayuda y nos dan ánimo para seguir adelante. ¡Muchas gracias en nombre del P. Llorente y de la Agrupación Católica Universitaria! ¿Cuál es la primera reacción mía en estos momentos ante ustedes que son fruto de la espirituali-dad, de la entrega y del servicio del P. Llorente? Me consta por los muchos años que lo conozco las mu-chas cosas que he visto y por el trato personal que he tenido con él, estoy convencido de que él llegó al corazón de ustedes a través de los Ejercicios Espirituales, a través de la dirección espiritual, a través de la amistad y del cariño en cosas que no parecían tan importantes como una fiesta, una invitación a salir por el mar, una peregrinación o una celebración bautismal y tantas otras que ustedes le pe-dían . El no dudaba y lo ponía en su agenda sintiéndose obligado a hacerlo por su espíritu de servicio, por ese caris-ma amistoso y por esa cosa especial que tenía de atraer y ustedes se sentían verdaderamente queridos, servidos y en los caminos de Dios. Eso es de alguna manera lo que aparece en la Primera lectura de hoy de Pablo a Bernabé durante esa peregrinación y misión de aquellos apóstoles. Dice que es necesario que pasemos muchas pruebas para entrar en el Reino de Dios y ellos iban entendiendo esa palabra de Dios y aquellas personas sentían algo en su interior. Recordemos los de Emaús: “Nos ardía nuestro corazón mientras El nos hablaba” y si nos fijamos en los Ejercicios Espirituales éstos son una manifestación de la presencia de Dios, de la con-solación y de lo que Dios nos está diciendo. Eso lo hacía el P. Llorente con tal facilidad, ese carisma, esa voz, ese cariño, esa facilidad de llegar a ustedes y de llegar a nosotros; realmente era algo maravilloso y ciertamente según las palabras del Salmo “Nos sentimos alegres” en medio de nuestro dolor humano. Reconocemos ese carisma espe-cial que era de Dios. Eso yo lo veo como indiscutible; esa incondicionalidad de él cumplida porque esa Palabra de Dios se ha cumplido hoy y se sigue cumpliendo cada vez que ustedes responden a ese Dios celestial y a ese trabajo que se ha hecho en la Agrupación Católica Universitaria bajo la dirección del P. Llorente. Hoy hemos tenido una reunión del Consejo General de la ACU para pensar y reflexionar y orientar nuestro trabajo para que de alguna manera poder decir a todos ustedes que continuamos en este trabajo. Reconocemos que no es una empresa ordinaria, reconocemos que no es un trabajo fácil pero es de Dios. Esto no es de los hombres; esto es de Dios. La forma como el P Llorente ha muerto ha sido ex-traordinariamente consonante con los deseos de él y por eso nos alegramos ya que a él le hubiera sido difícil caer en una cama de enfermo y tener que soportar todo ese proceso médico, sentirse angustiado por nosotros y al mismo tiempo tener una muerte muy lenta. Dios le concedió lo que él quería. Noso-tros no queríamos que sucediera pero sucedió y nosotros tenemos que expresar todo el apoyo a esto que Dios nos ha regalado.. En el Consejo General no hemos querido hacer las cosas a dedo; no hemos querido señalar cual sería el próximo paso sin antes reflexionar, orar y pedirle al Espíritu Santo lo que sea su voluntad y no la nuestra. Recordemos ese pasaje de los Hechos de los Apóstoles que decía “El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido.” Esa es la realidad que se hace con la labor y con la oración. Queremos que esto conti-núe y no se han cambiado las fechas con excepción de la tanda de Ejercicios que estaba programada

para este fin de semana. Todo los programas que estaban pautados siguen como de costumbre, las Guar-dias de los miércoles, los círculos de estudio y a continuar la obra. Yo como jesuita, y como me lo han enseñado, estoy convencido de todo eso y porque el P. Llo-rente quiso que yo lo acompañara en estos últimos años me comprometo delante de ustedes y delante del P. Llorente a cumplir con esta misión hasta que el Consejo General y los Superiores señalen quien es la persona que debe continuar. El proceso que vamos a seguir comienza con averiguar, señalar y reflexio-nar sobre las necesidades de la ACU viendo las cosas que nosotros debemos hacer y que tenemos que solucionar. Hay que tener en cuenta que ahora mismo tenemos tres instituciones dentro de la misma ACU: La Residencia Jesús Maestro, la Casa de Ejercicios Juan Pablo II y la dirección de la ACU. En la residencia Jesús Maestro no se ha podido conseguir un permiso de uso y ya llevamos 10 años desde que se puso la Primera Piedra; la Casa de Ejercicios funciona muy bien y en estos momentos la ACU y su Consejo General están gestionando el nombramiento de un sucesor permanente del P. Llorente. Que el Espíritu del Señor nos acompañe y la Santísima Virgen nos proteja en esta búsqueda de la mayor gloria de Dios.

Carlos Barcia ayudando al P. Nelson P. Sergio García Miró, P. Omar Huesca, P. Nelson García y el P. Rafael Juantorena.

Asistentes a la Misa del domingo. No cabía ni un alfiler.

Otra vista de los asistentes a la Misa del domingo.

La familia del P. Llorente: Amando Madan con su esposa Beatriz Urdiales Llorente, Puri Llorente, Francisco Moreno y su

hijo Alister Moreno con Joel Amador.

La familia del P. Llorente durante la Misa del domingo.

El P. Nelson presentando a Puri Llorente al final de la Misa.

Puri Llorente expresando su agradecimiento por la atención y el cariño demostrado por todos hacia

ellos y el P. Llornete.

LLEGADA DEL CARDENAL SEAN O´MALLEY, OFM CAP.

Mons. Sean llegó a la Agrupación el domingo a las 7 PM y fue cariñosamente recibido por nuestro

Director Interino el P. Nelson García.

Amando Madan y su esposa Beatriz saludando al Cardenal O´Malley a quien conocen bien desde su

estancia en Washington.

Mons. O´Malley saludando a la sobrina del P. Llorente, Puri Llorente.

Ramón Dominguez, Mons. O´Malley, Jesús León, Tony Diez, Beatriz Urdiales Llorente

y Puri Llorente.

Jesús León, Mons. O´Malley, Estrella y Cusito Pérez.

Victor Sorondo, Francisco Moreno, Alister More-no, Jesús León, Mons. Sean con el P. Nelson.

El P. Nelson acompañando a Mons. O´Malley al Salón de Conferencias donde estaba expuesto el cuerpo del P. Llorente.

Mons. Sean conversando con el P. Nelson, Ramón Domínguez y Jesús León.

Mons. O´Malley en oración privada ante el cuerpo del P. Llorente.

Salvador Miranda con Mons. O´Malley.

Later on Sunday, I traveled to Miami to concelebrate at a funeral Mass for Father Amando Llorente. You may remember him from a recent blog post because I went to visit him while I was on my way to Haiti. Father Llorente would have been 92 this summer and he was still working full time giving retreats all over the country. There was always a waiting list for people to get into his retreats. His provincial said he gave more retreats in one year than most Jesuits give in a whole lifetime. He had a great gift for inspi-ring young people to become very active in the Church. He was an old friend of mine from our days at the Agrupación Católica Universitaria. He was sort of its second founder. He had been a teacher at Belén, which is the large Jesuit school in Havana, sort of the B.C. High of Havana. Fidel Castro was one of his students there. When the Communist Revolution took place, he was expelled from Cuba. He came to Miami and imme-diately set out driving around the country to contact the members of the Agrupación from Cuba to reassemble them. Many of them, of course, had been professionals there and had come to this country, where they often did manual jobs while trying to get their professional credentials revalidated. He would drive from one city to another and in that city he would have to raise enough money to pay for gas to go to the next town. He completely rebuilt the Agrupación Católica, for which I am so grateful. When I was a seminarian, I began to frequent their meetings, and then I was their chaplain for all the years I was in Washington. Their members worked as volunteers at the Centro Católico. The agrupados, together with their wives and children were the doctors, the dentists, the teachers, the accountants who gave of their time. In the 75 years of the Agrupación, they have had 50 vocations. This is really the ministry of Father Llorente, who was such an eloquent teacher of Ignatian spirituality and the Gospel life. His death is a terrible loss, but at the same time, we are so grateful we had him for so long and that he had such extraordinary health. He was working full steam up until the very end. The funeral was incre-dible. Archbishop John Favalora of Miami was there as well as four bishops, including one who came from Cuba. Many, many priests were also there. There was standing room only in the church, which was very large, and people were still outside on the steps. They had already had two days of wake at the Agrupación with the Mass on Sunday. The funeral Mass was just an overwhelming tribute to such a great priest and such a great Jesuit.

Posted by Cardenal Sean O’Malley in his blog.

ULTIMO ADIOS EN LA ACU

El P. Nelson diciendo unas palabras a los que estaban en la ACU a la hora de partir hacia el Gesu y pidiéndoles que uno por uno hicieran la señal de la cruz en la frente del P. Llorente y dijeran una última

oración antes de cerrar la caja.

Puri Llorente, sobrina carnal del P. Llorente, fue la primera seguida por Beatriz Urdiales Llorente, sobrina nieta del Padre. Francisco Moreno y su hijo Alister vendrían luego.

Más de una docena de Agrupados acompañó a la familia en estos últimos momentos.

Juan Jané ...

Salvador Miranda... … y por último el P. Nelson.

Cesar Guerrero y Ramón Ferrer hicieron la última Guardia de Honor y se quedaron en sus puestos

hasta el último momento.

Alfredo Recio, hijo, Brother Guissepi, Juan Jané, Cesar Guerrero y Ramón Ferrer entre los Agrupa-

dos que llevaron el féretro a la carroza.

¡Adiós P. Llorente! Intercede por nosotros y por nuestra queridísima Agrupación.

Nunca te olvidaremos.

MISA DE RESURRECCION

Llegada del féretro a la Iglesia Gesu.

Víctor Sorondo, Leonardo Vidal, Timothy Murphy, Carlos Moas, Erik Vieira, Alfonso Ledo, Mike Herold, Gonzalo Revuelta y Brother Guissepi

entrando con el cuerpo del P. Llorente al Gesu.

El P. Provincial, Fernando Polanco, SJ, y el P. Pedro Suarez, SJ, recibiendo el cuerpo a la

entrada del santuario.

El altar mayor de la Iglesia Gesu. Todo estaba listo.

Ray Cacicedo al frente de la procesión de entrada. Jesús León y Mongo Domínguez desfilando al frente del Consejo General.

Javier Casas, José Ma. Rodríguez, Jorge Hidalgo y Lorenzo Pérez con el resto del Consejo.

Procesión de diáconos y sacerdotes siguiendo al Consejo General.

P. Sergio Carrillo con el Agrupado P. Eduardo Álvarez, SJ,

Párroco del Gesu con su medalla. “El Gesu está a su disposición para lo que quieran” Ningún lugar mejor que la única parroquia jesuita.

Mons. Agustín Román, Mons. John Noonan, Mons. Juan de Dios Hernández,

Mons. Felipe Estévez, Arzobispo John Favalora y el Agrupado Cardenal Sean O´Malley, OFM Cap.

El Cardenal Sean O´Malley con su medalla entrando delante del féretro.

La Guardia de Honor acompañando el cuerpo del P. Llorente.

El Agrupado P. Nelson García, SJ, Director Interino de la ACU, desfilando detrás del féretro y seguido por los familiares del P. Llorente.

Los familiares del P. Llorente acompañados por Pablo J. Carreño junto con Joel Amador y su esposa.

Beatriz Urdiales Llorente, Pablo J. Carreño, Francisco Moreno, Amando Madan y Joel Amaro.

Algunos de los sacerdotes que concelebraron, entre ellos Richard Ulgoa, José Luís Menéndez

y Tomás Marín.

Mons. Juan de Dios Hernández, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de La Habana.

Parte del grupo de sacerdotes que concelebró.

Alrededor de 50 sacerdotes concelebraron la Misa

junto con cuatro Obispos, un Arzobispo, un Cardenal, un Superior y un Provincial.

Los cuatro Obispos: Estévez, Hernández, Noonan y Román

junto a Ray Cacicedo.

Los jesuitas Agrupados PP. Eduardo Alvarez, pá-rroco del Gesu, y Pedro Suarez, Superior de Mia-

mi, con el P. Fernando Polanco, SJ, Provincial de las Antillas.

El Arzobispo de Miami, John C. Favalora junto al Arzobispo de Boston,

el Agrupado Cardenal Sean O´Malley, OFM Cap.

PP. Eddy Álvarez, Pedro Suarez y Fernando Polanco.

Amando Madan con su esposa Beatriz Urdiales Llorente, Puri Llorente, Franco Madan, Marie y Joel Amaro, Francisco Moreno y su hijo Alister.

El P. Eddy Álvarez nos dijo que tenía espacio para sentar alrededor de 800 personas en la iglesia y podía acomodar otros 100 o 150 de pie. Como se puede apreciar, no cabía uno más.

Manolín Hernández haciendo la primera lectura. Amando Madan leyendo el Salmo Responsorial.

HOMILÍA DEL P. PEDRO SUÁREZ, SJ, EN LA MISA DE RESURRECCIÓN

"Come, follow me," Jesus said, "and I will make you fishers of men" (Mt. 4: 19.) Amando Llor-ente heard this call when he was very young and entered the Jesuit novitiate at the age of 16.

I also was 16 years old, just out of high school, when I first met him. I consider a very difficult task to render an accurate and fair description of Fr. Amando Llorente. He was a unique individual who embodied all the qualities we expect from a true Apostle: fully devoted to his priestly ministry, humble and smart, tender in his feelings and brilliant in his oratory, a loyal and trustworthy friend, and endowed with a faith in God that could move mountains and men.

I will try to summarize my remarks under three headings: a man of God, a man of the Church and a man of Ignatius. 1. A man of God

First and foremost, Fr. Llorente’s faith in God was not some sort of superficial piety, but was deeply rooted in an experience of God. While giving the Spiritual Exercises of St. Ignatius it was clear to the retreatants that he had a deep, personal experience of God in prayer and an unquestionable trust in God’s love. Fr. Llorente’s love for the person of Christ and his tender, but virile devotion to the Blessed Mother, “Nuestra Señora” -Our Lady- as St Ignatius liked to call her, were evident to all.

He was filled with optimism and trust in God’s providence. When his beloved Agrupación was uprooted from Cuba in 1961, this apparent defeat was for Fr. Llorente a sign that God was calling ACU to shine more fully in a new soil and transcend the national boundaries of Cuba, in order to serve the whole world at a higher, more far-reaching level. I never heard him express frustration because the apostolic work of ACU in Cuba had been destroyed. He could see God in all things, even in the tragedy of being forced into exile.

He strived for the “magis” and taught others to work without counting the cost. His motive was only the greater glory of God and his deepest inspiration was to follow Christ more closely. 2. A man of the Church

One of the first things he did when he arrived in Miami was to visit Bishop Coleman Carroll and present himself to the local Church authority. In those early days, Fr. Llorente saw as his duty, like Peter the Apostle, to “strengthen his brothers’ faith.” Always obedient and re-spectful to the hierarchy, he instilled that obedience in his “agrupados” and their families.

He was sent to regroup the “agrupados” who had arrived into exile and follow the trail of those scattered to the four corners of the United States and the world to reunite them, comfort them and em-power them under the banner of their commitment to God and the Blessed Mother. He gave the Spiri-tual Exercises, the source of their strength. He even recorded weekly tapes that went out to those “agru- pados” far away with a message in order to uphold their faith and offer them spiritual guidance and strength.

True to his Eternal King, Fr. Llorente saw himself as a soldier fighting a battle for Christ and

El Diácono Stephen Lee promulgando el Evangelio. P. Pedro Suarez, SJ, Superior de Miami.

His Church. Like a true soldier of Christ, and like Ignatius Loyola in Pamplona, he seemed to say: “Always forward, never look back!”

For Fr. Llorente, the Church was the Spouse of Christ the Lord, and as such, one should revere her, defend her and love her. Nothing annoyed him more than knowing that someone disagreed with a particular precept of the Church. Fidelity to the Church could never be compromised.

Within the Church he had two favorite loves: the first was “agrupados” and their families. He made himself unconditionally available at all times for confession, spiritual advice, to share moments of sadness as well as celebrations. He had no days off.

His second great love was the poor. He relished his masses with the Sisters of Mother Teresa of Calcutta near the ACU and the help he offered the parishioners of Corpus Christi Church. He was also delighted to show pictures and tell stories of his mission trips to rural Colombia and other poor areas. 3. A man of Ignatius

Ignatian spirituality was second nature to Fr. Llorente. As General Congregation 35 told the Jesuits, he was a “fire to light other fires.” If by any chance somewhere, somehow, the spirit of Ignatius disappeared from the face of the earth, one dare say that one could rediscover that spirit by listening to Fr. Llorente.

Many Jesuits of my generation remember a talk he gave to the novices in Los Teques, Vene-zuela, when he arrived there shortly after his expulsion from Cuba in 1961. One of the novices, a 20-year old idealistic young man asked Fr. Llorente: “What kind of study do you recommend to someone who wants to devote himself to pastoral work?” Without hesitation, he answered right away with a big smile and said “Buenos caracteres, Buenos caracteres.” “Have a good disposition, a gentle and kind dis-position towards everyone you come in contact with. After that, you can study anything you want.”

A humble and austere man, his tastes were simple and never asked for anything fancy. He could have served as a model for the third manner of humility. He chose what is poor and despised, only to follow Christ more closely.

An exemplary Jesuit, he worked hard and managed to make many good and lifelong friends. He was honest, sincere and straightforward, a man of one word. He was kind to all, rich or poor, and care-ful not to offend anyone in word or deed.

He had the gift of forming “character” among the young, like no one else I have ever known, a “man for others” in the fullest sense. He certainly inspired me and scores of others to become priests and religious, and he also inspired many young men and women to form Christian marriages and Catho-lic homes. To this day, I consider him to be a giant lighthouse, who inspired countless people to become the best they could be.

A true master of the Spiritual Exercises, he managed to give more retreats in one year than many Jesuits have given in a lifetime. His retreats were always packed, with people on waiting lists to receive the Spiritual Exercises under him. Anyone who ever made the Spiritual Exercises under his guidance has to agree that he was knowledgeable of the text, the annotations and the rules contained in the little book written by Ignatius, profound, inspiring, and filled with the Ignatian spirit of generosity and the “magis”.

Like the grain of wheat in the Gospel, that falls on the ground and yields much fruit, Fr. Llorente has fallen on the ground of many souls. This magnificent audience is a testimony of the profound and transformative effect he had in the lives of so many. We are mourning his loss because we loved him very much and his exceptional dynamism made us think that he was indestructible. At an age when most men have rightfully chosen a time of serene retirement, he was unstoppable, and continued to work hard, even at the tender age of 91.

Father Llorente, be our protector and intercessor before God in heaven. May all of us who mourn your passing walk in the ways of the Lord, as you taught us with your words, but most elo-quently, through your example. St. Paul the Apostle wrote to the Corinthians: “For now we see through a glass, darkly; but then face to face: now I know in part; but then shall I know even as also I am known” (1 Cor 13: 12.) Free from the strictures of the body, Fr. Llorente can now see God, whom he loved in faith, clearly and face to face.

Good bye, dear friend. You have been called to God’s glory, the same glory you preached so often and so brilliantly during your long life. May the Eternal King grant you eternal rest.

Obispos Felipe Estévez, Juan de Dios Hernández, John Noonan y Agustín Román con el P. Thomas

Griffin y Ray Cacicedo con los PP. Jesuitas Eduardo Álvarez y Fernando Polanco delante.

Los Presidentes de las casas llevaron las ofrendas: Jorge Hidalgo de PR, José Rionda de NY/NJ, Javier Casas de Miami y Jorge Campaña de

Washington.

El P. Suarez fue el celebrante principal de la Misa. Mons. Michael Souckar, el Canciller de la Arquidiócesis, se puso a la disposición del P. Álvarez y ayudó como Maestro de Ceremonia.

Tal parece en la foto de la izquierda que el P. Llorente también concelebraba.

Durante la Consagración.

Los PP. Álvarez, Suarez y Polanco

durante la Misa. El Cardenal y los cuatro Obispos.

Orlando Carneiro, Marino Ariza, Frank Gomez y Eduardo Alemán cantaron durante la misa con la

Coral Cubana de Carmita Riera. Francisco Javier Muller estuvo a cargo de la música.

Los familiares del P. Llorente.

Puri Llorente expresando el agradecimiento de la familia Llorente.

Nuestro Presidente Nacional, Jesús León, dirigién-dose a todos los asistentes pero en especial a los

Agrupados.

My dear friends, I, on behalf of the Archdiocese of Miami, want to express my condolences and prayers for the members of Father Llorente’s family, for the members of the Agrupación, and the members of Father Llorente’s spiritual family, the Jesuit Fathers here today. Certainly, I want to express on behalf of my predeces-sors Archbishop Carrol, Archbishop McCarthy and in my own name our gratitude for the wonderful work that Father Llorente did during his tenure that over lasted the three of us… and he was not a young man when he came. The Lord used this good servant for his own blessings on so many people. My reflection is how one single person could have influenced so many. They were

people on so many positions in the world who could in turn influence others. Through the work of this simple priest countless, thousands of people were influenced.

What a wonderful life that is. For all the young people who are here today who have ambitions about ma-ny things! What an example is this for all Belén students who associated with him! Today this is the example that the Lord puts in front of us to imítate. Thank you.

PALABRAS DEL ARZOBISPO DE MIAMI JOHN C. FAVALORA

Arzobispo Favalora, Padre Alvarez, los Sacerdotes, Religiosos, Padre Provincial. Le agradezco mucho al Padre Suárez por permitirme dirigirles la palabra. Primeramente quisiera expresar mis sentimientos de solidaridad y de pésame mas sentido a los familiares del Padre Llorente, a sus hermanos Jesuitas y a todos que forman parte de nuestra gran familia de la Agrupación Católica. Hoy al despedirnos de nuestro patriarca nos sentimos un poco huérfanos.

Cuando yo digo a mis hermanos obispos que tengo trescientos Jesuitas en mi arquidiócesis y ni un Santo Padre puede jactarse de eso; algunos me hacen muecas otros me dan un beso. Pero yo creo que es envidia.

Mi papá inculcó en sus hijos un gran amor a los hijos de San Ignacio. El quería que yo fuera Jesuita. Los hermanos Jesuitas tienen 36 cráteres en la luna nombrados por sus hijos y los Capuchi-nos sólo una taza de café. Por lo menos papá soy Agrupado.

Por muchos años leía Selecciones y en todos los números había un artículo que se titula-ba “La persona mas inolvidable que he conocido en mi vida.” Confieso que para mí el Padre Llo-rente sería un candidato.

Hace varias semanas yo sentía un gran deseo de ver al Padre Llorente. Tal vez porque nosotros algunas veces somos un poco supersti-ciosos y me alegré cuando tenía que pasar por Miami rumbo a Haití. Javier Suárez me dijo que el Padre estaba dando una tanda de retiros y por eso sería fácil pasar por la Agrupación a saludarlo. Pero cuando llegamos, Don Manolo, fiel escudero y mayordomo del Padre Llorente nos paró en seco. Nos dijo: “el Padre está en su recámara y no se permite llamar sino en caso de ladrones o fuego. …Así me quedé con las ganas. Pero hace dos semanas tenía que hacer otro viaje a Haití y avisamos que quería visitar al Padre Llorente; que ya habían ampliado la lista de ladrones y fuego, para incluir cardenales.

Tuvimos la dicha de tener la Santa Misa con él y una gran visita. Una gracia muy especial; no sabia que iba a ser la última vez en esta [vida].

La noticia de su muerte me impactó mucho. Recibí como treinta llamadas y un sinnúmero de

PALABRAS DEL CARDENAL SEAN O’MALLEY, OFM Cap.

correspondencia electrónica por si acaso no había sabido. Su muerte me hizo recordar como durante la persecución de la Iglesia de Inglaterra, cada vez que mataban a un sacerdote de Inglaterra, en Roma en el Colegio Inglés repicaban no doblaban las campanas. Y se reunían todos los seminaristas y padres en la capilla para cantar el “Te Deum”; un himno de júbilo y de acción de gracias. Estoy muy afligido por la muerte del Padre Llorente pero también tan agradecido por su vida, su testimonio y por su amistad.

Cuando el P. Llorente celebró sus bodas de oro me pidió que predicara. Y yo bromeaba con él citando a Unamuno que tiene una comparación genial de San Ignacio con Don Quijote. Para mí el Padre Llorente encarnaba el ideal de San Ignacio. Su pasión, su idealismo su deseo de hacer presente el reto de Cristo. Cuando San Ignacio despidió a los suyos en Roma les retó: Id y pegad fuego al mundo entero. Amando Llorente cumplió a cabalidad esa misión. Yo empecé a frecuentar la ACU hace 45 años cuando era seminarista en Washington. Desde el primer momento que conocí al Padre Llorente me inspiró. Seminaristas necesitan ver a sacerdotes como él para tener modelos de como ser íconos del Buen Pastor. En mis años como director del Centro Católi-co Hispano estaba rodeado de agrupados, de esposas de agrupados e hijos de agrupados. El Padre Llo-rente, el segundo fundador de la ACU formaba a toda esa gente con una espiritualidad ignaciana, con una sana doctrina católica y con una gran pasión para servir. Mi ministerio se beneficiaba por la tarea del Padre Llorente. Unos siembran otros cosechan. Yo cosechaba las maravillas que el Padre Llorente sem-braba. Los hombres se definen por sus amores. En el caso del Padre Llorente son muy obvios: su amor a Cristo, su amor a la Iglesia, a la Compañía de Jesús, su amor a la ACU, a Cuba y a todos ustedes.

Le encomendamos al cuidado de la Santísima Virgen confiados de que algún día volveremos a gozar de su amistad. Señor tomad y recibid este gran sacerdote.

Gracias por el regalo de su vida. ¡Amen!

Mons. O’Malley haciendo las últimas oraciones antes de bendecir el féretro del P. Llorente en compañía del P. Eduardo Álvarez, SJ, Mons. Souckar, P. Pedro Suarez, SJ y P. Fernando Polanco, SJ.

Mons. O´Malley bendiciendo el féretro en la despedida del Padre.

Procesión de salida.

Mons. John Noonan, Arzobispo John C. Favalora y el Cardenal Sean O´Malley.

Salida del féretro del P. Llorente.

Beatriz Urdiales Llorente, Puri Llorente y Amando Madan.

Pablo A. y Josefina Carreño saliendo con las monjas Misioneras de la Caridad

de la Madre Teresa.

Saliendo de la Iglesia Gesu entonando la Salve Regina. A un lado el P. Provincial, el Cardenal O´Malley y el Arzobispo Favalora. Al otro los Obispos

Mons. Estévez, Mons. Román, Mons. Noonan y Mons. Hernández con el P. Suarez. Nuestro Director Interino el P. Nelson García, SJ, caminando detrás del féretro.

Salida del Gesu.

Mons. O´Malley dando su última bendición. Mons. Favalora dando su última bendición antes de la salida hacia el cementerio.

ENTIERRO

Al terminar la Misa a eso de las 3:30 de la tarde partimos hacia el cementerio católico Our Lady of Mercy y ¡se paralizó la ciudad!.

La autopista 836 (Dolphin Expressway), la principal arteria este-oeste de Miami, nunca se cierra a no ser por construcción o por un visitante de gran importancia tal como un Presidente, el Papa o… Llorente.

Verdaderamente impresionante ver que los únicos que transitaban la autopista eran los que iban en la cortejo fúnebre.

Llegada del cortejo fúnebre al cementerio. Los queridísimos Manolo, Mireya y José esperaban

por la llegada del P. Llorente.

Muchísimas personas se habían adelantado y espe-raron pacientemente bajo el sol intenso a que

llegaran todos.

Todos esperaban con gran recogimiento deseando que esta realidad no estuviera ocurriendo.

Eran tantos los que quisieron asistir al entierro… el P. Llorente se había ganado el cariño y respeto de to-dos. Cómo dijo Mons. Favalora: el P. Llorente impactó a miles de personas a través de sus largos años de

servicio sacerdotal.

Esperando... La Guardia de Honor esperó sin moverse más de 20 minutos a que llegaran todos.

Por fin llegó el momento de despedir finalmente a nuestro queridísimo Padre Director y con gran dolor lo colocaron sobre su tumba.

Amando Madan, Beatriz Urdiales Llorente, Puri Llorente, Manolo, Francisco Moreno y Alister Mo-reno. ¡El gran Manolo, en el centro, formaba parte

de la familia del Padre!

El P. Pedro Suarez, SJ, dándole cristiana sepultura a tan noble hidalgo con el P. Provincial,

Fernando Polanco, SJ, a un lado y Mons. Juan Fco. Vega, quien cumple su misión en Cuba, al otro.

Madrid, 11 de mayo de 2010.

Mis queridísimos agrupados:

No es fácil condensar en pocas palabras lo vivido en mi corto pero intenso viaje de despedida a mi tío Amando. Pero sin lugar a duda, la primera de estas palabras debe ser un ENORME GRACIAS.

Gracias por el último adiós que le preparasteis, no pudisteis hacerlo mejor: el P. Nelson, Pablo Carreño, Jesús León, Mariano, Joel, los presidentes de las distintas ciudades, …. y todas y cada una de las personas que estuvisteis colaborando. Hasta el más mínimo detalle, todo estuvo PERFECTO. Desde que llegué a la ACU fue super-emocionante: la organización metódica, la multitudinaria Eucaristía del domingo en “su” bahía con la espléndida homilía pronunciada por el P. Nelsón, el velatorio por los agru-pados durante todo el fin de semana, el entierro en la Iglesia del Gesu, ... Cada uno de los asistentes y los que participaron no pudieron hacerlo mejor. Mis palabras de agradecimiento se quedaron cortas para todo aquello que vivimos, por el maravilloso trato que tuvisteis, por el mimo y el detalle con el que estu-vo preparado y por el cariño que le rodeó y nos rodeó hasta su último instante. ¡Qué orgulloso os con-templará desde el cielo a cada uno de vosotros! Sus amigos del alma, su familia de la Agrupación, donde quiso vivir, donde quiso morir…

Y para “rematar”, vuestros continuos gestos de amabilidad, José Montero y su equipo hicieron posible lo que fue un verdadero regalo: poder seguir el funeral por video-conferencia. La familia Lloren-te unida en su León natal siguió la celebración a través de una pantalla gigante. Así su hermano Liborio pudo unirse al último adiós y orgulloso repetía “¡Pero qué entierro! ¡Cómo le quieren! ¡No ha podido ser más bonito!...” Entre profunda tristeza, el “estar allí desde su casa” le proporcionó un consuelo que na-die había podido darle. También se conectaron sobrinos desde Valladolid, Valencia, Murcia, Teruel, Madrid, Santander, Galicia, Pamplona, Vizcaya y hasta desde Inglaterra, Lituania y China donde se en-cuentran varios de ellos.

¡Qué grandeza! Vuestro esfuerzo y sobre todo vuestro cariño y generosidad nos han dejado eter-namente agradecidos.

Estoy segura de que él desde arriba nos seguirá dando fuerza para vivir unidos la amistad y la fe, tal y como él nos enseñó.

Recibid, en nombre propio y en el de la familia Llorente, todo el cariño y agradecimiento que os

merecéis.

Un abrazo,

Puri Llorente

“...Yo llegué de Cuba a Miami el 9 de junio de 1961 y al día siguiente, el 10, tuvimos aquí, en esta Iglesia, delante de esta Virgen, una misa inolvidable y conmovedora. Unos cuarenta agrupados rodeaban el altar, todos ellos tristísi-mos, angustiados, algunos sin poderlo remediar, llorando… ¿Qué será de nosotros? Pero en esos momentos yo miré para arriba y viendo a esta Virgen que tenía en sus brazos a Jesús y vi a Jesús seguro y feliz apoyándose sólo en los bra-zos de María. María, le dije a la Virgen, los agrupados so-mos tus hijos, estamos consagrados a ti. ¿Por qué no estar seguros y felices si estamos en tus brazos? Y hoy vemos este espectáculo en esta Iglesia, delante de está Virgen y tenemos que decir: ¡Gracias!, ¡Gracias!, ¡Gracias!”

El P. Llorente pronunció estas palabras durante la misa de celebración del 75avo aniversario de la ACU. Tal parece que nos aplican a todos hoy.

León, 16 de mayo del 2010 La familia queremos expresar nuestra profunda gratitud a todos los agrupados que dieron su apoyo incondicional, cariño inmenso, alegría desbordante y amor a tío Amando durante toda su vida. El sabía que contaba con un ejército de soldados en Cristo y que así su batalla en la Fe sería victoriosa. La familia hemos vivido en su funeral en Miami todo ese AMOR con palabras mayúsculas. Tío Amando fue acompañado por sus agrupados hasta el final. Conmovedora la Guardia de Honor que lo velaba con devoción día y noche hasta que dejó su queridísima ACU. Conmovedoras las palabras emo-cionadas de cada uno de ellos, ¡con qué afecto hablaban de él! Como su padre espiritual, su roca, su me-jor amigo, su hermano. Ahí ya era obvio, ¡todos éramos hermanos en Cristo! Conmovedoras las palabras llenas de emoción del Padre Nelson al despedirse. Y el culmen llegó en la Misa celebrada en la iglesia del Gesu, donde una iglesia abarrotada de almas inspiradas por él ofrecían sus oraciones, su respeto, sus lágrimas y su gratitud por su incondicional entrega a la Agrupación. Fue increíble ver a más de cuarenta sacerdotes, muchos de ellos agrupados incluyendo a su eminencia el Arzobispo de Boston, Cardenal Sean y a las monjas de la Madre Teresa de Calcuta a las que tanto quería tío Amando. Fue una celebración preparada con todo detalle. Hasta consiguieron reunir a la familia de sangre a través de una retransmisión en directo vía internet. Familiares en León, en Pamplona, en Valencia e incluso en China pudieron vivirlo también. ¡Qué sonrisa tendría tío Amando! Eso era lo suyo, UNIR, unió a los agrupados en su salida al exilio, unía a la familia cada vez que nos visitaba, a todos nos unía en la FE, en su amor por nuestra Madre María, en su amor por Cristo.

En su Misa se cantó “Pescador” y sabemos que él lo estaba entonando a nuestro lado con voz fuerte y brazos extendidos. El querría que continuáramos su gran misión, seguir pescando almas por Cristo para poder cantar todos juntos desde el Cielo. ¡Que así sea!

Beatriz (sobrina nieta)

ReLáMpAgOs por José Ignacio Rivero (Publicado en el Diario de las Américas el domingo 2 de mayo del 2010)

Ha muerto el Rvdo. P. Amando Llorente, SJ. La Agrupación Católica Universitaria y los agrupados estamos de luto. De luto humano que quiere decir dolor, pena, pesar por la separación de un ser querido. Pero a la vez estamos interiormente de plácemes porque el verdadero cristiano siente alegría cuando sabe que un ser querido se va al Cielo después de haber cumplido a pleni-tud con su deber en este mundo, como lo ha hecho el P. Llorente, comienza a gozar a plenitud la vida eterna, de esa felicidad absoluta que no existe en esta vida. Porque estamos seguros que ya está en la Gloria muy cerca de Dios y de su hermano Segundo, ese gran jesuita misionero que murió evangelizando a los esquimales de Alaska; sentimos nosotros esa alegría especial que se une al dolor humano de haberlo perdido en este mundo. Hoy tenemos más claro en nuestra mente y más sensible en nuestro corazón las meditaciones de los Ejer-cicios Espirituales de San Ignacio de Loyola dirigidos y explicados por el P. Llorente y todos los consejos que nos dio junto a los favores que nos hizo en esta vida. Uno de ellos fue el haber dado su sangre por una de nuestras hijas que se hallaba al borde de la muerte cuando nació.

Sus consejos fueron inolvidables y sumamente positivos. El que más agradecimos nosotros le brotó del alma. Se trataba de nuestra difícil situación en la lucha periodística en Cuba contra el régimen castrista. Comenza-ba el mes de Abril de 1960 cuando nos llaman por teléfono a nuestra oficina del periódico para avisarnos que un grupo de milicianos armados con metralletas había penetrado en nuestra casa aunque solo con la intención de inti-midarnos. Nos fuimos inmediatamente a casa de Ambrosio González del Valle, ayudante nuestro en el periódico con la intención firme de asilarnos pues ya teníamos a nuestra familia a buen resguardo y nos encontrábamos solos con nuestros hermanos acosados por todas partes. Aquella noche llamamos al Diario de la Marina para decir don-de nos hallábamos y al día siguiente se apareció en casa de Ambrosio el P. Llorente para que desistiéramos de nuestra decisión de ausentarnos del país.

“No puedes abandonar la lucha, José Ignacio, cuando se la estás ganando moralmente a Fidel ante los ojos de todo el mundo” nos dijo el P. Llorente.

Nos dimos cuenta meses después cuando a Castro no le quedó otro remedio que callarnos por la fuerza de las metralletas que el Padre tenía razón. En aquel momento no comprendíamos bien lo que nos aconsejaba. Nos sentíamos acosados por todas partes y ya temíamos por nuestra vida. Sobre todo porque veíamos a muy pocos, o a nadie, exponerse pública y diariamente a tan grave peligro. Nos salió del corazón una pregunta que más tarde nos pareció un tanto injusta. ¿Y ustedes que hacen para ganarle la batalla moral a Fidel Castro? Y nos respondió así: “No te preocupes, José Ignacio, de lo que hacen los demás, preocúpate tú de lo tuyo, de tu obligación. Tu tendrás que rendirle cuentas a Dios por tus obras y no por las de los demás. Muchos están haciendo lo que no se ve.” Es verdad, Padre, le respondimos, pero yo creo que ya he hecho algo más de lo que mi conciencia pide. No puedo seguir esta batalla periodística tan seguida, tan larga y tan peligrosa. ¿Qué más voy a hacer? “Pues seguir aunque tengas que llegar al martirio”, nos respondió.

Guardamos silencio por unos minutos. Y con la sangre casi congelada con eso del martirio nos fuimos para el periódico y nos pasamos toda la noche escribiendo en nuestro despacho los sentimientos que volca-mos en la maquinilla de escribir y que publicamos en la primera página del periódico del día siguiente con fecha del 3 de abril de 1960 y bajo el título de “Con Dios y mi Conciencia.”

Hoy, desde lejos, con el corazón le dirigimos al Cielo nuestro gran cariño y nuestra plena gratitud por todo el bien que derramó sobre todos nosotros durante su vida terrenal. Y además por el enorme bien que con su ejemplo y su prédica llenó de méritos espirituales las almas de todos nuestros hermanos en Cristo y María de la Agrupación católica Universitaria.

¡Que Dios Nuestro Señor y la Santísima Virgen María lo bendigan eternamente!

Fallece el conocido sacerdote jesuita Amando Llorente por Juan Carlos Chávez (Publicado en El Nuevo Herald del 1º de mayo del 2010)

El sacerdote jesuita Amando Llorente, infatigable promotor de la justicia social y el desarrollo espiritual de los católicos en Cuba y el exilio, murió el miércoles en Miami. Tenía 91 años. Con su muerte desaparece un guía que transmitió eficazmente el mensaje de Dios y consolidó toda una perspectiva humanitaria en el marco de una forma-ción religiosa. “Como jesuita ejemplar y paternal nos preparaba para un apostolado social muy fuerte”, dijo Juan M. Sal-vat, dueño de la Librería y Editorial Universal. Llorente nació en la ciudad española de León y siendo aún muy joven se ordenó sacerdote con la Compa-ñía de Jesús. Al poco tiempo fue enviado a Cuba. En La Habana fue profesor en el Colegio Belén y, a partir de la década de 1950, director de la Agrupación Católica Universitaria (ACU).

Desde la ACU, Llorente dirigió ejercicios espirituales que cambiaron la vida de una población juvenil efervescente y luchó contra las ideas del movimiento comunista de la época, así como las de Fidel Castro, uno de sus antiguos alumnos. “Antes de que el P. Llorente muriera, una de sus ilusiones era confesar a Fidel. Quería que muriera en paz con Dios”, puntualizó Salvat. Con el triunfo de la revolución, la ACU fue clausurada, forzando así la salida de Llorente entre otros mu-chos sacerdotes. En Miami su presencia contribuyó a unir a la comunidad cubana y profundizar la tarea social en el sur de la Florida. “Durante más de 50 años compartió el destierro, las alegrías y las desventuras de su gente”, comentó Luís Fernández Rocha, un ex alumno. Fue director de la Casa de Retiros Juan Pablo II y gestor del universitario de la ACU. Sus restos serán velados hoy sábado 1ro de mayo de 6 pm a 9 pm en la sede de la ACU, 720 NE 27 St. El lunes, antes de su sepelio, habrá una misa a la 1 pm en la Iglesia Gesu,118 NE 2 St.

Adiós Padre Llorente por Alberto Muller (Publicado en el Diario de las Américas el 3 de mayo del 2010)

¡Adiós maestro, amigo y pastor! Con el P. Llorente muere un hombre de Dios que vivió a plenitud su espirituali-dad, su lealtad a la Iglesia Católica y su pasión apostólica por servir a los suyos y a los otros, dentro de los paráme-tros de salvación concebidos por San Ignacio de Loyola. Para la Iglesia, en medio de las turbulencias de deslealtad de algunos de sus clérigos que han trasnochado la Gracia de Cristo en lascivias del amanecer, el adiós al P. Lloren-te es una pérdida contundente, por no decir un vacio transitorio por su fidelidad irrestricta al Cuerpo Místico de la Iglesia y a la Virgen María. Y para las generaciones de jóvenes cristianos que este jesuita español ayudó a formar en la Agrupación Católica Universitaria (ACU) durante la segunda mitad del siglo XX en Cuba, la muerte del P. Llorente es un gol-pe emocional de profundidades dolorosas y de renovación obligada de compromisos de servicios con la Iglesia y con el prójimo. Debo confesar al amigo lector que, en mi trayectoria periodística de escudriñar e investigar hechos, perso-najes y circunstancias, he conocido pocos religiosos con la integridad cristiana de este humilde sacerdote jesuita. La vocación religiosa es todo un misterio de la gracia especial que reciben algunos seres humanos, hombres y mu-jeres, para dedicar sus vidas al proyecto de Cristo. Cuando la inspiración jesuítica llegó a la vida del joven Aman-do Llorente, por su mente pasó la idea de ser misionero como su hermano mayor que se encontraba evangelizando a los esquimales en Alaska. Muy pronto descubrió que su misión estaba circunscrita a una isla hermosa del Mar Caribe y a convertirse en pastor de una generación de jóvenes universitarios que tendrían que enfrentar la disyunti-va compleja y riesgosa del comunismo que se apoderaba de Cuba. El P. Llorente llegó a la isla cubana en 1942 con los dolores de la Guerra civil Española empozados en su alma. Traía el designio administrativo de trabajar como maestrillo de adolescentes en el Colegio de Belén. Pero en esos giros sorpresivos del designio de Dios, una generación de universitarios cubanos bajo la dirección del sa-cerdote jesuita Felipe Rey de Castro e integrada por jóvenes admirables que vibraban con su apostolado cristiano en la Universidad de La Habana, como Juan A. Rubio Padilla, José Ignacio Lasaga, Jorge Casteleiro y Ángel Fer-nández Varela, entre otros, reclamaron como pastor al P. Llorente, al morir repentinamente el P. Rey en el año 1951. Pasó entonces el P. Llorente a asumir la dirección de la ACU, una organización mariana integrada por jóve-nes que se habían propuesto cristianizar el ambiente universitario cubano ante la secularización y la violencia im-perante en sus predios y en algunos sectores del país. El P. Llorente no demoró en su fortaleza, los Ejercicios Espi-rituales de San Ignacio y sus virtudes de joven sacerdote, apenas 30 años de edad, en impregnar de dinamismo evangelizador a todos los jóvenes integrantes de la ACU. Comenzó una época de crecimiento, evangelización y resultados apostólicos para la institución, que ya la historia cubana comienza con justicia a reconocer. Se produce la expansión de la institución en la casa de Masón y San Miguel, casi al doblar de la Universidad de La Habana; se inaugura en 1953 el dispensario médico de las Ya-guas; se continúa la instrucción de los obreros en el Dispensario San Lorenzo; se crea el Instituto Católico de Si-quiatría; se comienza el Via Crucis del Calvario todos los Viernes Santo; se construye la Casa de Ejercicios Espiri-tuales “Pio XII”; se organiza el Centro de Estudios Médicos y el Centro de Estudios Matemáticos; se inaugura el Buro de Información y Propaganda (BIP); y la ACU participa en el Primer congreso de Congregaciones Marianas en 1954. Se inicia entonces en la historia de Cuba lo que se podría denominar su medio siglo de sombras y autori-tarismos en el siglo XX. Y las distintas generaciones formadas en la ACU ofrecieron sus esfuerzos y rebeldías liberalizantes con generosidad y sentido cristiano. Nadie puede dudar que los jóvenes de la ACU han cargado la cruz de estos años duros y llenos de tinie-blas, con todo estoicismo, disciplina y lealtad cristiana. El recuerdo de los cuatro agrupados mártires de Guajaibón en diciembre de 1958 es inspirador; Julián Martinez Inclán, Ramón Pérez Lima, Javier Calvo Formoso y José Igna-cio Martí Santa Cruz, los últimos mártires de la dictadura batistiana. Con ellos muere también torturado, el campe-sino Manuel Zabalo Rodríguez.

Posteriormente ya con la traición de Fidel Castro al desviar la revolución cubana hacia el comunismo, mueren en el paredón de fusilamiento los agrupados Rogelio González Corzo, Virgilio Campanería, Manolo Gui-llot y Alberto Tapia Ruano. Durante el combate insurreccional en el intento heroico de frenar la instauración del comunismo en Cuba, mueren agrupados de la talla de Herman Koch y Juanín Pereira, entre otros, como muestra de que el compromiso por defender la Patria, no pone límites al sacrificio. También decenas de jóvenes de la ACU padecieron maltratos y torturas en sus largos años de prisión política, como muestra ineludible del cumplimiento del deber patrio y cristiano. Después, el exilio prolongado, en donde la institución tuvo que decir adiós al inolvidable P. Barbeito, su subdirector entrañable, conjuntamente con decenas de agrupados que han ido falleciendo en el largo camino. Aho-ra llega el momento de despedir al P. Llorente, mientras grupos de agrupados hacen guardia de honor junto a su féretro. No es fácil la despedida, pero con la Gracia de Cristo y la bendición de la Virgen María, todo se va convir-tiendo en alegría salvífica. Adiós amigo, maestro y pastor, los agrupados esperan con mucha paz interior el próximo retiro en grande en el reino de Dios.

Al Cumplirse el Mes de la Muerte del P. Llorente por Mons. Agustín Román

(Publicado en el Diario de las Américas el 3 de junio del 2010)

En marzo de 1951 asistía yo a un retiro espiritual en la Casa de Ejercicios de El Calvario, en La Habana, dirigida por la Compañía de Jesús. El que ofrecía los ejercicios, el P. Amando Llorente, era un sacerdote de 33 años con tan sólo tres de haber sido ordenado. El retiro se predicaba a un grupo de profesores seglares del Colegio De La Salle que lo habíamos organizado. La presentación de las meditaciones eran según el plan Ignaciano que siguen los jesuitas, como en los que había participado en años anteriores, pero la novedad de la presentación nos impresionó extraordinariamente ya que el predicador no sólo nos llamaba a pensar en nosotros, sino en aquellos que estábamos formando en la Iglesia y a los cuales debíamos dar ejemplo viviendo el Evangelio que pretendíamos que ellos vivieran.

La piedad del sacerdote impactaba, a pesar de tan sólo haber sido ordenado en septiembre de 1948, pero descubríamos en él al cristiano maduro con fuerte experiencia. En su juventud había estudiado el bachillerato en Carrión de Condes en Palencia, antes de ingresar en la Compañía de Jesús. Cursó después estudios de filosofía en Oña, Burgos, y ejerció el magisterio en el Colegio de Belén de La Habana. Había continuado sus estudios teológi-cos en la Universidad de Comillas en España, y en el Heythrop College de Oxford en Inglaterra. El hombre llega-ba de su tercera probación en Salamanca con este caudal intelectual, iluminado y movido por un profundo contacto con el Evangelio en la oración. Nos predicaba con la autoridad de quien es el auténtico mensajero de Jesucristo.

En este Año Sacerdotal en que el P. Llorente ha terminado su carrera en el stadium de la vida, como nos diría San Pablo, y leyendo yo la catequesis del Santo Padre Benedicto XVI del miércoles 14 del pasado mes de abril, me parecía retratada la vida apostólica de este hermano sacerdote.

Desde que lo conocí me pareció ver en él al hombre que representaba a Cristo, no porque Cristo estuviera ausente como sucede con un embajador, sino porque Cristo se escondía en él. El Santo Padre lo expresaba así: “el sacerdote actúa “in persona Christi Capitis…” no actúa nunca en nombre de un ausente sino en la persona misma de Cristo Resucitado, se hace presente con la acción realmente eficaz”:

Algunos se preguntarán cómo podían tantas personas participar en los retiros del P. Llorente cada año si en sus predicaciones volvían a oír tal vez los mismos ejemplos. El Santo Padre nos dice que el verdadero sacerdo-te no enseña ideas propias, sino “enseña en nombre de Cristo presente, propone la verdad que es Cristo mismo, su palabra, su modo de vivir y de ir adelante”. Su éxito a través de los años era que la doctrina “predicada en el P. Llorente” era la doctrina de Cristo, tanto en la Casa de Ejercicios de El Calvario en 1951 como en Miami en 2010.

No pocos se preguntarán qué hizo el P. Llorente en sus 60 años de vida sacerdotal. La respuesta no es difícil, ejerció los tres oficios que Cristo encomienda: enseñar, santificar y gobernar. ¿Quién podría contar los reti-ros que predicó en tantas partes durante cada mes y los frutos que produjeron? Sólo la Virgen, que era su secreta-ria y a la que confiaba todo, podía saberlo.

El P. Rey de Castro al morir dejaba una obra que ha sido un regalo valioso para el Pueblo de Dios la Agrupación Católica Universitaria, a la que tanto le debemos en la Iglesia, no solo en Cuba, sino fuera de Cuba al llegar al destierro. La Providencia divina no abandona su obra evangelizadora porque al morir el P. Rey de Castro la dejó, más que en las manos, en el corazón del P. Llorente quien con el amor la hizo crecer.

En su funeral, quiso el Señor mostrarnos el tesoro escondido en el alma de este sacerdote: la multitud de personas y la multitud de comuniones. La alegría de quien había llegado al cielo y quien no dejaba escaparse una lágrima de tristeza, porque éramos testigos de que había vivido el Evangelio y había contagiado a todos los que a él se habían acercado, y quien Cristo, al encontrase con El, había oído:”Ven, bendito de mi Padre, y recibe la herencia del Reino que fue preparada desde el comienzo del mundo (Mateo 25, 34)

+Amando Llorente Villa, SJ. (1918-2010) El P. Amando Llorente nació en Mansilla Mayor, León el 24 de agosto de 1918. Ingresó en la Compañía de Jesús en el noviciado de la Provincia de León en el exilio en Marquain, HaÏnaut, Bélgica el 26 de septiembre de 1934. Cuando llegó, su hermano mayor, Segundo, que había sido ordenado en junio de ese mismo año, estaba comenzando su último año de Teología en St. Mary´s College, Kansas, USA. Cuando estaba ya a mitad del junio-rado, pasó a Carrión de los Condes, Palencia, España y al terminar esos estudios en 1939, fue enviado a estudiar filosofía en Oña, Burgos. Al terminarlos en 1942 fue enviado a La Habana a hacer el magisterio en el Colegio de

Belén, a donde llegaría después de 28 días de travesía. Durante esos tres años fue subprefecto de disciplina y profesor de Geografía y Literatura Española. Es este tiempo es que conoce y trata de cerca al estudiante Fi-del Castro Ruiz. Al concluir esa etapa empezó los estudios de Teología; los dos primeros cursos en la Universidad Pontificia de Comillas, Santander, Espa-ña y el resto en Heythorpe College en Inglaterra donde fue ordenado sacer-dote el 8 de septiembre de 1948. De nuevo en España, hizo la tercera pro-bación en Salamanca (1949-1950), y el 3 de septiembre de ese mismo año llegaba de nuevo a La Habana para encargarse de la dirección de la Casa de Ejercicios de El Calvario por los próximos tres años (1950-1953). Allí mismo, pero en la capilla doméstica del noviciado hizo sus últimos votos el 2 de febrero de 1952. Once días después asistía al funeral del P. Felipe Rey de Castro fallecido en su habitación de la Agrupación Católica Univer-

sitaria. No parece que sospechase entonces que, el 24 del mismo mes, el Provincial le esperaba con el nombra-miento de director de la ACU y sucesor del fundador según lo dispuesto por el Consejo Directivo el día 17. Antes de cumplir cuatro años al frente de la ACU, el nuevo director había introducido cambios tanto ma-teriales come estructurales. Sólo en los diez primeros meses se reformó la entrada del local; se construyó un salón de juntas; y la oficina del subdirector, P. Francisco Barbeito, SJ; y se amplió el edificio con la compra de la casa colindante de la calle Mazón 63 el 3 de diciembre de 1952. El 14 de febrero de 1953 se colocaba la primera piedra del Dispensario de las Yaguas, y en junio de 1955 se hacía otro tanto con la Casa de Ejercicios Pío XII, inaugurada el 4 de marzo de 1956. En el orden intelectual, en agosto de 1952 se creó el Instituto Católico de Psiquiatría y el 28 de agosto de 1953 se establecía el Centro de Estudios Matemáticos. En mayo de 1953 se iniciaba la publicación de los folletos populares del Buró de Información y Propaganda (BIP), que en octubre de ese mismo año ya pasa-ban de 64,100 ejemplares impresos y 53,300 vendidos.

Entre octubre de 1959 y septiembre de 1960 dirigió once tandas de ejercicios para agrupados en la Casa de Pio XII. Lo mismo había hecho antes de asumir su nuevo destino: ya que entre octubre y diciembre de 1950 había dirigido tres tandas de ejercicios a profesionales y estudiantes de la Agrupación Católica Universitaria. El P. Llorente nunca dejó su primer apostolado en Cuba y la muestra evidente está en la Casa de Ejerci-cios Juan Pablo II en Miami. Poco después de completar sus nueve años al frente de la ACU, el cambiante panorama político y social de Cuba afectaría seriamente el futuro de la institución creada en 1931. El P. Llorente deja la ACU de San Miguel 1111 esquina Mazón al mediodía del 17 de abril de 1961 cuando salió del local para comer con la comunidad jesui-ta de Villa San José en G y 23. Después de esconderse unos días en la residencia del embajador español salió rumbo a La Florida y el 31 de julio dirigía unos ejercicios espirituales de tres días a 75 agrupados en el Motel Gol-den Strand de Miami Beach. Fue entonces cuando les planteó si había sido sincera su entrega cuando repetían aquellas peticiones de Ignacio en la 3ra semana “dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado”. Aquel exilio ponía a prueba, decía el P. Llorente, las peticiones que habían hecho en la comodidad de la Casa del Calvario o de Pio XII. Pronto alquiló una casa provisional en el 1917 SW 3 Street de Miami, en la que se instalarían siete agru-pados, y en agosto volvería a salir la revista Esto Vir. Dos años después, del 7 al 8 de diciembre de 1963, reunía a 204 agrupados en Atlanta, Georgia para la I Convención de la ACU. En 1965, del 25 al 27 de noviembre, hacía otro tanto en la misma ciudad con 150 participantes. El resto es historia conocida. El P. Amando Llorente, de una familia de longevos, parecía que fácilmente cumpliría los cien. Cuatro meses antes de llegar a los 92 en el Señor, o su cuerpo o quién sabe qué, decidió poner fin a su vida de entrega y trabajo sincero. Falleció en Miami el 28 de abril de 2010. Descanse en Paz.

Recopilado de las Noticias de la Viceprovincia de las Antillas (La Habana, 1950-1951); Catálogo de la Provincia de León (Palencia, 1935-1952); Catálogo de la Viceprovincia de las Antillas (La Habana, 1952-1961);Catálogo de la Provincia de las Antillas (Santo Domingo, 1968-1998); Miguel Figueroa y Miranda, Historia de la Agrupación Católica Universitaria (La Habana, 1957); José M. Hernández, Agrupación Católica Universitaria. Los primeros cincuenta años (Miami, 1981).

ÚLTIMAS FOTOS DEL P. LLORENTE.

Última Tanda del P. Llorente. Domingo de Ramos, 28 de marzo de 2010.

Último bautizo que celebró el P. Llorente—Verónica Victoria Carreño. Sábado, 24 de abril de 2010, a penas 4 días antes de su muerte.

“Agrupados, incondicional a sus órdenes. Incondicional, porque desde este momento es la voluntad de Dios que mis oraciones sean sólo para uste-des; que mi sacerdocio sea sólo para ustedes; que mis pensa-mientos sean sólo para ustedes; que mis ilusiones sean sólo pa-ra ustedes; que mi trabajo, mi salud, mi vida sean sólo para ustedes. ¡Quién tuviera la di-cha de poderla entregar toda en esta trinchera de la Agrupación Católica Universitaria, como hizo el P. Rey de Castro, en esta avanzada del ejército de Cristo Rey!”

P. Amando Llorente, SJ, 1952