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revista de pensamiento poltico

CONFLUENCIAnmero 3, octubre-diciembre 2008

XXI

Rodolfo Becerril Straffon Manlio Fabio Beltrones Jorge A. Bustamante Francis Fukuyama Heriberto M. Galindo Q. Carlos Jimnez Macas Antonio Meza Estrada Carlos Olamendi Torres Heladio Ramrez Lpez Primitivo Rodrguez Oceguera Juan Carlos Velasco

POR QU SE VAN? POR QU SE QUEDAN? PORPortadaOK.indd 1 9/23/08 1:12:52 AM

MIGRANTES

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confluencia

comit ejecutivo nacional

comit nacional editorial y de divulgacin

Edicin octubrenoviembrediciembre 2008 rgano terico trimestral del Partido Revolucionario Institucional

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confluenciargano terico trimestral del Partido revolucionario institucional

Beatriz Paredes RangelPresidenta del Comit Ejecutivo Nacional

Secretario General del Comit Ejecutivo Nacional

Jess Murillo Karam

Heriberto M. Galindo QuionesCoordinador del Comit Nacional Editorial y de Divulgacin

Joel Hernndez SantiagoDirector General

Sergio A. Ruiz CarreraDirector de Arte

Delia CaudilloCorreccin

Ma. de Lourdes Snchez FrancoAsistente Administrativo

Mayann ngelesIlustrador

CONFLUENCIA XXI, Ao 1, 2008. Publicacin trimestral editada por el Comit Nacional Editorial y de Divulgacin del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Ave. Insurgentes Norte N 59, Edificio 2, Substano, Col. Buenavista, Delegacin Cuauhtmoc, 06359, Mxico, D.F. , Telfonos: 57.29.96.69 / 57.29.96.00 ext. 4636. Certificado de reserva de derechos: 04-2008-022718342400-102 Certificados de Ttulo y Contenido: en trmite ISSN: en trmite. Derechos de reproduccin reservados. Prohibida la reproduccin parcial o total sin la previa autorizacin, por escrito, de la Direccin General.

Los artculos firmados son de la exclusiva responsabilidad de los autores y no representan necesariamente la opinin del PRI.Impreso en Litolasser. Privada de Aquiles Serdn No. 28, Azcapotzalco, D.F. Tel. 53.52.66.88. El tiraje de este nmero de Confluencia XXI es de 3,000 ejemplares. Octubre 2008. Distribuido por EGESA. Bertha 45, Col. Nativitas, Delegacin Benito Jurez, C.P. 03500, Mxico, D.F. Tel. 55.79.12.21

Se publica en cumplimiento de lo ordenado por el Cdigo Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) en su artculo 38, inciso H.

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MI GRAN TESPOR QU SE VAN? POR QU SE QUEDAN?

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ensayos de:Francis FuKuyama. Politlogo. Catedrtico Bernard L. Schwartz de Economa Poltica Internacional

en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados, Universidad Johns Hopkins en Washington, D.C. Autor de Amrica en el cruce de caminos: Democracia, Poder y Legado Neoconservador, as como del libro El fin de la historia y el ltimo hombre (1992). juan carlos velasco. Titular del Instituto de Filosofa del Consejo Superior de Investigaciones Cientficas (CSIC-Madrid). Scientist in charge de la European Research Training Network Applied Global Justice. Principal investigador del proyecto espaol Polticas migratorias, justicia y ciudadana. Autor de La teora discursiva del derecho (2000) y Para leer a Habermas (2003). Entre sus artculos destacan Ayer y hoy del cosmopolitismo katiano (Isegora, 1997); Derechos de las minoras y democracia liberal (Revista de Estudios Polticos, 2000); Estado nacional y derechos de los inmigrantes (Arbor, 2005); Deliberacin y calidad de la democracia (Claves de razn prctica, 2006). Editor del Weblog Migraciones. Reflexiones cvicas. manlio FaBio Beltrones rivera. Economista egresado de la UNAM. Fue diputado federal en la LII Legislatura. Senador de la Repblica de la LIV Legislatura. Subsecretario de Gobierno, Desarrollo Poltico y Derechos Humanos de la Secretara de Gobernacin. Gobernador del Estado de Sonora. Secretario General de la Confederacin Nacional de Organizaciones Populares (CNOP). Desde 2006 senador de la Repblica, donde ha sido Presidente de la Mesa Directiva y actualmente Presidente de la Junta de Coordinacin Poltica de la Cmara de Senadores. Heladio ramreZ lPeZ. Fue diputado federal en la L Legislatura. Senador de la LII y de la LVII Legislaturas. Gobernador de Oaxaca y lder de la Confederacin Nacional Campesina (CNC). Es senador de la Repblica y Presidente de la Comisin de Desarrollo Rural. rodolFo Becerril straFFon. Doctor en Economa del Desarrollo por la Sorbona de Pars. Licenciado en Economa por la UNAM. Fue consultor sobre temas culturales de la OEA y de la UNESCO, diputado federal. Senador de la Repblica. Diputado local y Presidente del Congreso de Morelos. Miembro del Consejo Poltico Nacional y del Consejo Poltico Estatal del PRI; coordinador regional del CEN en Morelos, Puebla, Tlaxcala y Guerrero para la reforma del PRI. Entre sus publicaciones: Testimonios de Hoy, Debate Parlamentario, Seales de Alerta: una mirada crtica al Morelos del Siglo XXI. jorge Bustamante. Doctor en Sociologa y Ciencias Polticas por la Universidad de Notre Dame en South Bend, Indiana. Es Relator especial sobre los derechos de los migrantes de la Organizacin de las Naciones Unidas (ONU). Fundador de El Colegio de la Frontera Norte, actualmente catedrtico de la

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Universidad de Notre Dame. Recibi el Premio Nacional de Ciencias en 1988 y en 1994 el Premio Nacional de Demografa. Creador de la Encuesta sobre Migracin en la Frontera Norte de Mxico. Autor de Migracin Internacional y Derechos Humanos. En 2006 fue nominado como candidato al Premio Nobel de la Paz. Primitivo rodrgueZ oceguera. Doctor en Historia por el Colegio de Mxico. Tiene maestra en Historia Latinoamericana por la Universidad de Chicago, en donde es candidato al doctorado. Trabaj doce aos en Estados Unidos en la defensa de migrantes y refugiados para la ONG en el Comit de Servicios de los Amigos. Miembro fundador y coordinador en Mxico de la Coalicin por los Derechos Polticos de los Mexicanos en el Extranjero. carlos olamendi. Miembro fundador de la Coalicin por los Derechos Polticos de los Mexicanos en el Exterior, del Instituto para los Mexicanos en el Exterior (IME) y del Lincoln/Jurez Opportunity Center. Dirige las labores de la Comisin Estatal para la Atencin al Migrante Poblano. Participa en la Comisin de Asuntos Migratorios de la Conferencia Nacional de Gobernadores, CONAGO. Es subcoordinador de la Coordinacin Nacional de Oficinas Estatales de Atencin a Migrantes CONOFAM, A.C. En el estado de California ha participado en diversos proyectos, entre ellos en el Comit para la Recuperacin Econmica del estado de California. antonio meZa. Socilogo por la Universidad Autnoma de Baja California. Candidato a Doctor en Sociologa por la UNAM. Tiene maestra por la Universidad Estatal de San Diego y estudios de Educacin Comparada por el Instituto del Desarrollo Econmico del Banco Mundial. Fue Cnsul de Mxico en Texas, Michigan y Ohio. Director de la Comisin Nacional de Libros de Texto Gratuitos de la SEP. Autor de ocho publicaciones sobre temas educativos y de la relacin fronteriza y bilateral entre Mxico y Estados Unidos, adems de diversos ensayos. Su ms reciente libro es La otra frontera. La presencia de los mexicanos en Michigan (2006). carlos jimneZ macas. Es senador de la Repblica. Presidente de la Comisin de Relaciones Exteriores, Asia-Pacfico, as como secretario de la Comisin de Relaciones Exteriores para Europa. Presidente del Foro Parlamentario El Mxico Migrante y de la Confederacin Parlamentaria de las Amricas. HeriBerto m. galindo Quiones. Fue Embajador de Mxico en Cuba y Cnsul General de Mxico en Chicago. Diputado Federal en la LVI Legislatura. Director General del Consejo Nacional de Recursos para la Atencin de la Juventud (CREA). Presidente fundador del Instituto de Capacitacin y Desarrollo Poltico (ICADEP-PRI). Es coordinador del Comit Nacional Editorial y de Divulgacin del CEN del PRI. c

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ndice8 22 identidad, inmigracin y democracia liBeral Francis Fukuyama desaFos Polticos de los Pases de inmigracin juan carlos velasco soluciones conjuntas, no unilaterales manlio Fabio Beltrones la Prdida de la riQueZa Heladio ramrez lpez la disPora mexicana rodolfo Becerril straffon Por una agenda Poltica Primitivo rodrguez oceguera un reto del contexto Binacional carlos olamendi torres los nios migrantes antonio meza estrada Por Qu dejarlos ir? carlos jimnez macas alianZa nacional Por los migrantes Heriberto m. galindo Quiones menores Que traBajan en mxico jorge a. Bustamante liBros juan sols 36 50 62 70 82 91 98 106 112 118

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identidad,

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inmigraciny democracia liberaleymour Martin Lipset fue un colega mo en la Universidad George Mason, y durante los aos que estuve ah impartimos un curso juntos sobre poltica comparada, que se bas originalmente en su libro American Exceptionalism.de desafos. Uno de tales desafos que resulta particularmente evidente a los estadounidenses desde los ataques del 11 de septiembre es el del terrorismo de la jihad. La ideologa islmica radical que motiva a este terrorismo es profundamente antiliberal, y cuando se combina con las posibilidades destructivas de la tecnologa moderna implica un grave reto para la seguridad.

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Aprend tanto charlando con Lipset, leyendo sus libros y asistiendo a sus conferencias, y aprecio la oportunidad de aplicar algo de su pensamiento a nuestra situacin actual. Por supuesto, Marty Lipset es un gran estudioso de la democracia liberal. A medida que transcurre el siglo XXI parece infortunadamente claro que la democracia liberal contina enfrentndose a un gran nmero

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Muchos norteamericanos tienden a considerar el problema de la jihad como que se ha originado y alimentado en zonas profundamente disfuncionales del mundo, como Arabia Saudita, Paquistn, Afganistn y otras partes del Medio Oriente. Como el movimiento de la jihad es algo que pasa all, la solucin radica en ya sea levantar un muro alrededor de Estados Unidos y otros pases que son el blanco de dicho movimiento o bien, como el gobierno de Bush intent hacerlo, ir all para arreglar el problema en su raz, quitando a los dictadores y promoviendo la democracia. No hay duda de que el mundo musulmn es disfuncional de muchas maneras, y que Arabia Saudita y Paquistn han sido la fuente de una ideologa extremista y llena de odio. Sin embargo, me atrevera a afirmar que el desafo ms serio a largo plazo al que se enfrentan las democracias liberales hoy en da tiene que ver con la integracin de las minoras inmigrantes, en especial las de los pases musulmanes, como ciudadanos de democracias plurales. Los inmigrantes culturalmente diversos generan problemas en todos los pases, pero Europa se ha convertido y seguir siendo un campo de cultivo crtico, as como un frente de batalla en la lucha entre el Islam radical y la democracia liberal. Esto se debe a que el Islam radical mismo no proviene de las sociedades musulmanas tradicionales, sino que ms bien es una manifestacin de una poltica de identidad moderna, un subproducto del proceso de modernizacin mismo. En este sentido, infortunadamente es un reto conocido, algo que ya hemos visto antes en la poltica extremista del siglo XX. Hay seales que indican dificultades en toda Europa: los atentados con bombas en Madrid, del 11 de marzo de 2004; el asesinato del realizador holands Theo van Gogh, por parte de Mohammed Bouyeri, el 2 de noviembre de 2004; la explosin de bombas en Londres, el 7 de julio de 2005, as como los motines que consumieron los barrios franceses en noviembre de 2005.1 Los musulmanes constituyen de 7 a 8 por ciento de la pobla-

cin en Francia, y ms de 6 % en Holanda, y en algunas ciudades como Rotterdam, casi llegan a ser una mayora (vase cuadro). Incluso, si no se admiten nuevos inmigrantes -que la mayor parte de los pases europeos ha detenido- el mayor ndice de natalidad entre las comunidades minoritarias aumentar su proporcin total en la poblacin en la siguiente generacin. La mayora de los pases europeos cuenta con partidos populistas de derecha que se oponen a la inmigracin, y que se movilizan cada vez ms alrededor del tema de las minoras musulmanas. Estos partidos incluyen al Frente Nacional en Francia, el Vlaams Belag (anteriormente el Vlaams Blok) en Blgica, los partidos populares en Dinamarca y Suiza, as como el Partido de la Libertad en Austria. A pesar de ello, los acadmicos, periodistas y polticos europeos de la corriente ms convencional han sido muy renuentes a tratar abiertamente el problema de la integracin musulmana hasta hace muy poco, si bien cada vez ms es posible encontrar literatura, en ocasiones muy alarmista, sobre la emergencia de la eurabia.2identidad y el agujero en la teora liberal

La poltica moderna sobre la identidad surge de un agujero en la teora poltica que subyace a la democracia liberal moderna. Este hoyo tiene que ver con el grado de deferencia poltica que las sociedades liberales le deben a los grupos, ms que a los individuos. La lnea de teora poltica moderna que comienza en cierto sentido con Maquiavelo y prosigue con Thomas Hobbes, John Locke, Jean-Jacques Rousseau y los padres fundadores de Estados Unidos, comprende el tema de la libertad poltica como uno que enfrenta al Estado contra los individuos, ms que los grupos. Hobbes y Locke, por ejemplo, argumentan que los seres humanos poseen derechos naturales como individuos en el estado de la naturaleza, derechos que slo pueden garantizarse mediante un contrato social que evita que la bsqueda del propio inters de un individuo lesione los derechos de otros.confluencia

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El liberalismo moderno surgi, en buena medida, como una reaccin en contra de las guerras religiosas que asolaron Europa tras la reforma protestante. El liberalismo estableci el principio de la tolerancia religiosa, es decir, la idea de que los objetivos religiosos no podan buscarse dentro de la esfera pblica de manera tal que restringieran la libertad religiosa de otras sectas o iglesias. Sin embargo, como veremos ms adelante, la separacin real entre la Iglesia y el Estado nunca se logr del todo en muchas democracias liberales modernas. Por otra parte, si bien el liberalismo moderno claramente estableci el principio de que el poder del Estado no debera emplearse para imponer una creencia religiosa sobre los individuos, dej sin contestar la pregunta del grado exacto al que se permitira que el libre ejercicio de la religin por parte de los individuos en lo privado afectara los derechos del pueblo dentro de una comunidad o tradicin religiosa. La libertad, entendida no como la libertad de las personas, sino de los grupos culturales de proteger su propia identidad de grupo, no fue algo que los fundadores de la Unin Americana consideraran un tema central, quiz debido a que los nuevos colonizadores de Norteamrica eran relativamente homogneos culturalmente. En palabras de John Jay, quien escribi en el No. 2 del Federalista: La Providencia se ha complacido en dar este pas conectado a un pueblo unido, un pueblo que desciende de los mismos ancestros, que habla el mismo idioma, profesa la misma religin y se adhiere a los mismos principios.

La cuestin de las identidades de grupo quiz no habra sido un problema, excepto por el desarrollo paralelo de la poltica de identidad en las sociedades modernas.En el occidente, la poltica de identidad comenz de manera importante con la reforma protestante. Martn Lutero declar que

la salvacin slo poda lograrse mediante un estado interno de fe, atacando el nfasis catlico en las obras; es decir, la conformidad exterior a una serie de reglas sociales establecidas por la Iglesia. La reforma identific por ello una verdadera religiosidad como el estado subjetivo de un individuo, disociando as la identidad interna de la prctica social existente. El filsofo canadiense Charles Taylor ha escrito en forma muy til acerca del subsecuente desarrollo histrico de la poltica de identidad.3 Jean-Jacques Rousseau, tanto en el Segundo discurso, como en las Promenades, argumentaba que haba un enorme divorcio entre nuestra identidad externa, la suma de las costumbres y hbitos sociales adquiridos a travs del tiempo histrico, y nuestra verdadera naturaleza interna. La felicidad radicaba en recuperar la autenticidad interna, le sentiment de lexistence, que haba sido cubierta por las pasiones generadas por la dependencia social. Esta idea fue desarrollada an ms por Johann Gottfried von Herder, quien arga que la autenticidad interna no slo yaca en los individuos, sino en los pueblos, en la recuperacin de lo que actualmente llamamos cultura folclrica. En palabras de Taylor, ese es el poderoso ideal moral que ha llegado hasta nosotros. Atribuye importancia moral a una especie de contacto con uno mismo, con nuestra propia naturaleza interna, que ve en peligro de perder. . . por las presiones hacia la conformidad social externa.4 El divorcio entre nuestra identidad interna y externa no proviene nicamente del reino de las ideas, sino que es producido por la realidad social de las sociedades democrticas modernas con economas de libre mercado. Tras las revoluciones norteamericana y francesa, el ideal de la carrire ouverte aux talents fue ponindose cada vez ms en prctica, conforme fueron cayendo las barreras tradicionales a la movilidad social. El estatus social se lograba, ms que se otorgaba; era el producto del talento, trabajo y esfuerzo de cada uno, ms que un accidente por haber nacido en determinada clase. La historia personal era la bsqueda de cumplir con un

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plan interno, ms que la conformidad a las expectativas de nuestros padres, semejantes, aldea o sacerdote. Taylor seala que la identidad moderna es inherentemente poltica, ya que depende en ltima instancia del reconocimiento. Nuestra identidad interna no es slo una cuestin de contemplacin hacia adentro; debe reconocerse intersubjetivamente si se desea que tenga un valor. La idea de que la poltica moderna se basa en el principio del reconocimiento universal proviene de Hegel. Sin embargo, parece ser cada vez ms evidente que el reconocimiento universal que se basa en una humanidad compartida no resulta suficiente, especialmente por parte de los grupos que han sufrido de discriminacin en el pasado. Por ello, la poltica de identidad moderna se centra en exigencias de reconocimiento de las identidades de grupo; es decir, de afirmaciones pblicas de la dignidad igualitaria de los grupos anteriormente marginalizados, desde los quebequenses y los afroamericanos, hasta las mujeres, los pueblos indgenas y los homosexuales. No es accidental que Charles Taylor sea canadiense, ya que el multiculturalismo y la poltica de identidad contemporneos nacieron en muchos respectos en Canad, con las exigencias de la comunidad francfona al reconocimiento de sus derechos como una

sociedad distinta. La codificacin de estos derechos en la enmienda del lago Meech a la Carta de Derechos y Libertades de Canad viola el principio liberal de los derechos individuales igualitarios: los hablantes de francs gozan de derechos lingsticos que no comparten los angloparlantes. Por ejemplo, resulta ilegal que los francfonos o los inmigrantes enven a sus hijos a una escuela angloparlante en Quebec, mientras que una ley similar que excluyera a los hablantes de ingls no se permitira en las provincias de Alberta o Columbia Britnica.5 El multiculturalismo, entendido no slo como la tolerancia a la diversidad cultural en sociedades que de hecho son multiculturales, sino la exigencia del reconocimiento legal de los derechos de los grupos tnicos, raciales, religiosos o culturales, es algo ya establecido en casi todas las democracias liberales modernas. La poltica en Estados Unidos en la ltima generacin se ha visto consumida por controversias en cuanto a la accin afirmativa, el bilingismo y los matrimonios entre homosexuales, conducidos por grupos que estaban marginalizados anteriormente y que exigen el reconocimiento no slo de sus derechos como individuos, sino de sus derechos como miembros de ciertos grupos. La tradicin de los derechos individuales en Estados Unidos derivadaconfluencia

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de Locke ha significado que dichos esfuerzos para afirmar los derechos de los grupos han sido extremadamente controvertibles. Como veremos ms adelante, hay una gran divergencia entre Estados Unidos y otras democracias avanzadas en cuanto a la forma en que se tratan los derechos de los grupos.islam radical y poltica de identidad

La ideologa islmica radical que ha motivado a muchos de los ataques terroristas en la ltima dcada debe considerarse, en buena medida, como una manifestacin de la poltica de identidad moderna, ms que como una afirmacin de la cultura musulmana tradicional. Como tal, es algo esencialmente moderno y, por lo tanto, algo que nos resulta familiar como resultado de movimientos polticos extremistas anteriores. El hecho de que sea moderno no lo hace menos peligroso, pero ciertamente ayuda a aclarar el problema y encontrar posibles soluciones. El argumento de que el Islam radical contemporneo es una forma de poltica de identidad ha sido presentado de manera ms contundente por el acadmico francs Olivier Roy en su libro Globalized Islam. 6 De acuerdo con Roy, la raz del Islam radical no es cultural; es decir, no es un subproducto de algo inherente o profundamente esencial en el Islam o en el sistema cultural que ha producido esta religin. Ms bien, se trata, afirma, de que el Islam radical ha surgido porque se ha desterritorializado a tal grado que se ha abierto por completo la cuestin misma de la identidad musulmana. El tema de la identidad no es algo que surja en absoluto en las sociedades musulmanes tradicionales, como tampoco fue el caso en las sociedades cristianas tradicionales. En una sociedad musulmana tradicional, la identidad de una persona proviene de sus padres y el entorno social; todo desde la tribu y la familia al imam local y la estructura poltica del Estado, ancla la identidad en una rama especfica de la fe islmica. No se trata de una eleccin personal. Al igual que el judasmo, el Islam es una religin sumamente legalista, lo cual significa que la creencia religiosa consiste en la conformidad de una serie de reglas so-

ciales determinadas en forma externa. Dichas reglas estn sumamente localizadas de acuerdo con las tradiciones, costumbres, santos y prcticas de lugares especficos. La religiosidad tradicional no es universalista, a pesar del universalismo doctrinal islmico. De acuerdo con Roy, la identidad se convierte en algo problemtico precisamente cuando los musulmanes salen de sus sociedades tradicionales, por ejemplo, al emigrar a Europa Occidental. La identidad como musulmn ya no se ve apoyada por la sociedad externa; ciertamente, hay una gran presin para conformarse a las normas culturales que prevalecen en la sociedad occidental. La cuestin de la autenticidad surge de una manera que nunca lo hizo en la sociedad tradicional, ya que actualmente existe una brecha entre la propia identidad interna como miembro de una comunidad cultural musulmana y la conducta frente a la sociedad circundante. Esto explica el constante cuestionamiento por parte de los imanes en los sitios de Internet islmicos acerca de lo que es haram (prohibido) o hallal (permitido): la cuestin, por ejemplo, de si es haram saludar con la mano a una profesora, nunca surge en Arabia Saudita, porque no existe ese tipo de categora social. El Islam radical y el movimiento de la jihad surgen precisamente como una respuesta a la bsqueda de la identidad. Osama bin Laden puede responder a la pregunta Quin soy? hecha por un joven musulmn en Holanda o Francia: Eres un miembro de una umma global que se define por la adherencia a una doctrina islmica universal que ha sido despojada de todas sus costumbres , santos, tradiciones locales y dems. La identidad musulmana se vuelve entonces un asunto de creencia interna, ms que la conformidad externa a la prctica social. Roy seala que esto constituye la protestantizacin de las creencias musulmanas, en la que la salvacin radica en un estado subjetivo que no siempre va de acuerdo con la conducta externa. Es por eso que Mohamed Atta y varios de los otros conspiradores del 11 de septiembre bebieron alcohol y fueron a un club de desnudos antes de llevar a cabo sus ataques.

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Comprender el islamismo radical como una forma de poltica de identidad, sirve para explicar tambin la razn por la que los musulmanes europeos de segunda y tercera generacin han vuelto sus ojos a ste. Los inmigrantes de la primer generacin por lo regular no han hecho una fractura psicolgica con la cultura de su tierra natal, y llevan consigo las prcticas tradicionales a su nuevo hogar. Por el contrario, sus hijos a menudo desdean la religiosidad de sus padres, pero tampoco se han integrado a la cultura de la sociedad occidental que los rodea. En medio de dos culturas con las que no pueden identificarse, se ven muy atrados por la ideologa universalista que ofrece la jihad contempornea.

Olivier Roy enfatiza el hecho de que se vea al Islam radical como un fenmeno predominantemente europeo; hay muchas otras fuentes de ideologas radicales que provienen del Medio Oriente. Arabia Saudita, Paquistn, Irn y Afganistn han exportado ideologa islmica radical, y quiz Irak lo haga en el futuro. Pero incluso en los pases musulmanes, el anlisis de Roy sigue siendo vlido hasta un grado importante, ya que es la confrontacin de dichas sociedades con la modernidad lo que produce la crisis de identidad y radicalizacin. La globalizacin, impulsada por el Internet y una increble movilidad, ha borrado las fronteras entre el mundo desarrollado y las sociedades musulmanas tradicionales. No es un accidente que tantos de los perpetradores de los recientes complots e incidentes terroristas hayan sido o bien musulmanes europeos radicalizados en Europa o que provinieran de sectores privilegiados de las sociedades musulmanas con la oportunidad de tener un contacto con el Occidente. Mohamed Atta y el resto de los que organizaron los ataques del 11 de septiembre corresponden a esta categora, al igual que Mohammed Bouyeri (el asesino del cineasta holands Theo van Gogh), los perpetradores que colocaron bombas en Madrid, el 11 de marzo, y en Londres, el 7 de julio. Asimismo, haba una extensa red de terroristas mayoritariamente marroques que operaban a las afueras de la poblacin belga de Maaseik, que dio apoyo a los atentados de bomba en Casablanca y Madrid antes de que fuera desmantelada por la polica.7 Debe notarse que los lderes de al-Qaeda, Osama bin Laden y Ayman al-Zawahiri son personas sumamente educadas, con un gran conocimiento y acceso al mundo moderno. Si se puede comprender adecuadamente al Islam radical contemporneo como un producto de la poltica de identidad y, por ello, como un fenmeno moderno, entonces esto tiene dos implicaciones. En primer trmino hemos visto este problema antes en la poltica extremista del siglo XX, entre los jvenes que se convirtieron en anarquistas, bolcheviques, fascistas o miembros de la pandilla de Bader-Meinhof.confluencia

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Como lo han sealado Fritz Stern, Ernest Gellner y muchos otros, la modernizacin y la transicin de la Gemeinschaft (comunidad) a la Gesellschaft (sociedad) constituyen un proceso sumamente alienante que ha experimentado negativamente un gran nmero de personas en diferentes sociedades.8 Es ahora el turno de que los jvenes musulmanes lo experimenten. Si hay algo especfico en la religin musulmana que aliente esta radicalizacin es una pregunta abierta. Desde el 11 de septiembre se ha despertado una pequea industria que intenta mostrar la forma en que la jihad, la violencia e incluso los ataques suicidas con bombas tienen profundas races cornicas o histricas. Sin embargo, resulta importante recordar que en muchos periodos de la historia, las sociedades musulmanas fueron ms tolerantes que su contraparte cristiana. Maimnides naci en la Crdoba musulmana, un centro de aprendizaje y cultura increblemente diverso; Bagdad acogi durante muchas generaciones a una de las comunidades judas ms grandes. No tendra ms sentido ver en el islamismo radical contemporneo un producto inevitable del Islam que ver en el fascismo una especie de culminacin de una tradicin cultural europea cristiana. En segundo lugar, el problema del terrorismo de la jihad no se resolver llevando la modernizacin y la democracia al Medio Oriente. La opinin del gobierno de Bush de que el terrorismo es impulsado por una falta de democracia, no considera el hecho de que tantos terroristas se radicalizaran en pases europeos democrticos. Resulta muy ingenuo pensar que los musulmanes radicales odian al Occidente porque ignoran lo que es el Occidente. La modernizacin y la democracia son cosas positivas por su propio derecho, pero en el mundo musulmn probablemente aumentarn ms que aliviarn el problema terrorista en el corto plazo.identidad en europa y en eua

Si los musulmanes en el Occidente se sienten atrapados entre la identidad de sus padres y la del pas en el que viven, de dnde pro-

viene la segunda? Se sabe que las sociedades liberales tienen identidades dbiles; muchas de ellas celebran su propio pluralismo y multiculturalismo, argumentando de hecho que su identidad es no tener una identidad. As mismo, el hecho es que la identidad nacional sigue existiendo en casi todas las democracias liberales contemporneas. Sin embargo, la naturaleza de la identidad nacional es diferente en Norteamrica que en Europa, lo que explica en buena medida por qu la integracin de los musulmanes es tan difcil en pases como Holanda, Francia y Alemania. La identidad estadounidense fue una de las principales preocupaciones de Seymour Martin Lipset durante su carrera, como puede verse en obras como The First New Nation o American Exceptionalism. De acuerdo con Lipset, la identidad estadounidense fue siempre de naturaleza poltica y se vio sumamen-te influida por el hecho de que Estados Unidos naci de una revolucin en contra de una autoridad de Estado.9 El credo norteamericano se bas en cinco valores bsicos: igualdad (entendida como la igualdad de oportunidades, ms que su resultado), libertad (o reaccin contra el Estado), individualismo (en el sentido de que las personas podan determinar su propia situacin social), populismo y laissez-faire. En virtud de que estas cualidades eran tanto polticas como cvicas, en teora eran accesibles a todos los estadounidenses y han sido notablemente duraderas a lo largo de la historia de la repblica. Robert Bellah describi una vez a Estados Unidos como un pas que cuenta con una religin cvica, pero es una iglesia abierta a los recin llegados.10 Adems de estos aspectos de la cultura poltica, la identidad norteamericana tiene tambin sus races en tradiciones ms estrechamente tnicas, lo que Samuel Huntington denomin la cultura angloprotestante.11 Lipset coincida en que las tradiciones religiosas de los colonizadores britnicos -lo que describi como la naturaleza sectaria del protestantismo estadounidense- fueron muy importantes en moldear la cultura de Estados Unidos. La famosa

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tica protestante del trabajo, la inclinacin norteamericana a la asociacin voluntaria (que sigue estando enraizada en el aspecto de congregacin de la religin en Estados Unidos), as como el moralismo de la poltica estadounidense son todos subproductos de esta herencia anglo-protestante. Pero si bien los aspectos clave de la cultura norteamericana tienen sus races en tradiciones culturales europeas especficas, para principios del siglo XXI se haban desenraizado de sus orgenes tnicos y eran vividos por un gran nmero de nuevos estadounidense. Los norteamericanos trabajan mucho ms duro que los europeos, y tienden a creer -al igual que los primeros protestantes de Weberque la dignidad yace en el trabajo que redime moralmente, ms que en la solidaridad social de un estado de bienestar.12 Pero, quin trabaja duro en Estados Unidos actualmente? Lo ms probable es que sea un taxista ruso, un tendero coreano o un jornalero mexicano que un protestante anglosajn. Por supuesto, hay muchos aspectos de la cultura contempornea estadounidense que no son tan agradables. La cultura de la autorizacin, el consumismo, el nfasis de Hollywood en el sexo y la violencia, as como la cultura pandillera que Estados Unidos ha vuelto a exportar a Centroamrica, son todas caractersticas netamente estadounidenses que algunas inmigrantes han llegado a compartir. Lipset argumentaba que el excepcio-

nalismo norteamericano era una espada de doble filo: la misma inclinacin contra el Estado que ha hecho a los estadounidenses emprendedores, los ha llevado a desobedecer las leyes a un mayor grado que los europeos. En contraste, la identidad europea es mucho ms confusa. En el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial se ha registrado un fuerte compromiso en casi toda Europa para crear el mismo tipo de identidad poltica tolerante y plural que caracteriza a Estados Unidos, el ideal posnacional que han promovido intelectuales como Jrgen Habermas, y que es encarnado en el proyecto europeo. Pero a pesar de los avances para forjar una Unin Europea slida, la identidad europea sigue siendo algo que viene ms de la cabeza que del corazn. Si bien hay una delgada capa de europeos mviles y cosmopolitas, pocos de ellos se consideran a s mismos como europeos genricos o se llenan de orgullo cuando se toca el himno europeo.

Con la derrota de la constitucin europea en los referendos realizados en Francia y Holanda en 2005, la poblacin europea pareci decir a las lites que no estaban listas para renunciar al Estado-nacin ni a la soberana.confluencia

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Desde el inicio del proyecto europeo, no se ha visto con buenos ojos a la identidad nacional; es decir, la identidad a nivel de Estado miembro. La experiencia ms formativa para la conciencia europea contempornea fue la Primera Guerra Mundial; los europeos tienden a pensar que la culpa de dicha conflagracin fue el nacionalismo y la soberana fuera de control. El pasado fascista de muchos pases europeos y su relacin con el nacionalismo hacen que resulte inconcebible que un alemn o un espaol saluden a su bandera nacional de la misma forma que los estadounidenses lo hacen a partir del 11 de septiembre. Sin embargo, las viejas identidades nacionales europeas siguen acechando, como fantasmas indeseables. En cada Estado miembro la gente contina teniendo un fuerte sentido de lo que significa ser francs, holands o italiano, incluso si no resulta polticamente correcto afirmar demasiado estas identidades ni entablar discusiones pblicas de lo que significan. Por otra parte, las identidades nacionales en Europa, comparadas con Amrica, siguen basndose en gran medida en la sangre y el suelo, accesibles slo a los grupos tnicos que poblaron inicialmente el pas. Por ejemplo, Alemania tena una ley de cuidadana que, hasta su modificacin en el

2000, se basaba en el jus sanguinis ms que en el jus solis, lo cual significaba que uno deba ser hijo de una madre alemana para poder obtener la ciudadana.13 Para un turco de segunda o tercera generacin que hablara slo alemn le era ms difcil obtener la naturalizacin que para un refugiado alemn tnico que proviniera de Rusia, pero que no hablaba ni una palabra de alemn. Los alemanes a menudo afirmaban que su pas no era una tierra de inmigracin, como Estados Unidos, a pesar del hecho de que sus ciudades estaban llenas de trabajadores invitados y refugiados no europeos.14 Los holandeses, en contraste, son famosos por su pluralismo y tolerancia, y no comparten el legado nacionalista alemn. Sin embargo, en la intimidad de sus hogares, los holandeses siguen siendo muy conservados socialmente: les resulta mucho ms sencillo tolerar las diferencias culturales cuando se practica en otras comunidades paralelas que en la propia. La sociedad holandesa ha sido multicultural sin asimilar, algo que corresponde muy bien a la sociedad consociacional que estaba organizada tradicionalmente en verzuilungen o pilares protestantes, catlicos y socialistas.15 Si bien otros pases europeos no formalizan la organizacin corporativista de la sociedad en pilares, la mayora tiende a concebir el multiculturalismo de manera similar,

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como un marco para la coexistencia de culturas separadas, ms que como un mecanismo de transicin para integrar a los recin llegados a la cultura dominante. Muchos europeos expresan su escepticismo de si los inmigrantes musulmanes desean integrarse, pero incluso aquellos que lo hacen no siempre son tan bienvenidos, aunque hablen el idioma y tengan un conocimiento cultural bsico de la sociedad dominante. Por el contrario, en Estados Unidos los inmigrantes de primera generacin, guatemaltecos o vietnamitas, pueden afirmar con orgullo despus de prestar su juramente de ciudadana, que son estadounidenses, y nadie se reir de ellos por eso.16 Es importante no enfatizar demasiado las diferencias entre Estados Unidos y Europa en este sentido. Los europeos argumentan con cierta justicia que se enfrentan a un problema ms difcil en tratar de integrar a sus inmigrantes, la mayora de los cuales son musulmanes, que Estados Unidos, en donde la mayor parte de los recin llegados son latinoamericanos que comparten la herencia cristiana del grupo cultural nativo dominante. Los nmeros tambin cuentan: en Estados Unidos hay entre dos y tres millones de musulmanes en un pas de casi 300 millones; si esta poblacin musulmana fuera proporcionalmente igual que en Francia, habra ms de 20 millones.cul es la solucin?

El fracaso de Europa en integrar mejor a sus musulmanes es una bomba de tiempo que ya ha dado como resultado terrorismo y violencia. Puede provocar una reaccin an ms fuerte de los grupos nativistas o populistas, y con el tiempo, incluso amenazar a la democracia europea misma. La solucin a este problema requerir de un doble enfoque e implicar cambios tanto en la conducta de las minoras inmigrantes y sus descendientes, como en los miembros de las comunidades nacionales dominantes. La primera parte de la solucin es reconocer que el antiguo modelo multicultural ha sido un fracaso en pases como Holanda o Gran Bretaa, y que es necesario reemplazarlo con esfuerzos ms determinados para

integrar a las poblaciones no occidentales a una cultura liberal comn. El viejo moldeo multicultural se basaba en el reconocimiento y derechos de los grupos. Como resultado de un sentido mal enfocado de respeto a las diferencias culturales, cedi demasiada autoridad a las comunidades culturales para que definieran las reglas de conducta de sus propios miembros. El liberalismo no puede en ltima instancia basarse en los derechos de los grupos, ya que no todos ellos sostienen valores liberales. La civilizacin de la ilustracin europea, cuya heredera es la democracia liberal contempornea, no puede ser culturalmente neutra, porque las sociedades liberales cuentan con sus propios valores acerca del valor y dignidad iguales de las personas. Las culturas que no aceptan estas premisas bsicas no merecen una proteccin igual en una democracia liberal moderna. Los miembros de las comunidades inmigrantes y sus descendientes merecen ser tratados en forma igualitaria como individuos, no como miembros de comunidades culturales. Por ello, no hay razn para que se trate de manera distinta bajo la ley a una chica musulmana que a una cristiana o juda, independientemente de los sentimientos que tengan sus parientes. El multiculturalismo, como se le concibi originalmente en Canad, Estados Unidos y Europa, era en cierto sentido un juego al final de la historia. Es decir, la diversidad cultural se vea como una especie de ornamento del pluralismo liberal que resultara en restaurantes tnicos, vestidos pintorescos y los restos de tradiciones histricas en sociedades que a menudo se consideran como conformistas y homogneas. La diversidad cultural era algo que deba practicarse en gran medida dentro de una esfera privada, en donde no llevara a ninguna violacin grave de los derechos individuales ni representara un desafo para el orden social esencialmente liberal. En los casos en los que irrumpi en la esfera pblica, como fue la poltica del idioma en Quebec, la desviacin del principio liberal fue vista por la comunidad dominante ms como algo irritante, que como una amenaza seria a la democracia liberal misma.17confluencia

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Por el contrario, algunas comunidades musulmanas contemporneas estn exigiendo derechos de grupo que simplemente no pueden hacerse coincidir con los principios liberales de la igualdad individual. Estas demandas incluyen exenciones especiales del derecho familiar que se aplica a todos los dems en la sociedad, el derecho a crear escuelas religiosas especiales con el apoyo del Estado, as como el derecho de excluir a los non musulmanes de ciertos tipos de eventos pblicos. En algunos casos ms extremos, las comunidades musulmanas han expresado sus ambiciones de desafiar el carcter secular del orden poltico en su conjunto. Estos tipos de derechos de grupo claramente irrumpen en los derechos de otras personas de la sociedad y empujan la autonoma cultural mucho ms all de la esfera privada.18 Sin embargo, pedir a los musulmanes que renuncien a sus derechos como grupo es mucho ms difcil en Europa que en Estados Unidos, ya que muchos pases europeos cuentan con tradiciones corporatistas que siguen respetando los derechos comunales y no logran separar a la Iglesia del Estado.19 Ya hemos mencionado la pilarizacin que existe en Holanda y Blgica. Las escuelas protestantes y catlicas con fondos del Estado en dichos pases, en gran medida carecen actualmente de contenido religioso, pero no es as en las escuelas musulmanas, y la existencia de las primeras dificulta el argumento en contra de la educacin religiosa apoyada por el Estado para los musulmanes. En Alemania, el Estado recauda impuestos en nombre de las iglesias protestante y catlica, y distribuye los ingresos entre las escuelas relacionadas con dichas instituciones. Este es un legado de la Kulturkampf de Bismarck de fines del siglo XIX, cuando el recin unificado Estado alemn intentaba reducir la fuerza poltica independiente de la Iglesia catlica, pero slo logr hacerlo parcialmente. Incluso, Francia, con su fuerte tradicin republicana, no ha sido congruente en este tema. Tras la campaa anticlerical de la Revolucin Francesa, el Concordato napolenico de 1805 restaur el papel de la religin en la educacin y em-

ple un enfoque corporatista para manejar las relaciones entre la Iglesia y el Estado. La relacin del Estado con la comunidad juda francesa, por ejemplo, era administrada por el ministro de cultos a travs del tribunal religioso israelita, que en muchas formas sirvi como el modelo de los recientes esfuerzos por parte de Nicols Sarkozy de crear un interlocutor musulmn con autoridad para hablar por (y controlar a) la comunidad musulmana francesa. Incluso, la ley de 1905 que encarnaba el principio de la cit tena excepciones, como Alsacia, en donde el Estado francs sigue apoyando a las escuelas vinculadas con la Iglesia. Estas islas de corporalismo, en donde los estados europeos siguen reconociendo oficialmente los derechos comunales, no implicaban una controversia antes de la llegada de las comunidades musulmanas. La mayora de las sociedades europeas se ha

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vuelto eminentemente secular, as que estos bastiones religiosos parecan ser bastante inocuos. Pero sentaron precedentes importantes para las comunidades musulmanas y sern obstculos para mantener un muro de separacin entre la Iglesia y el Estado. Si Europa desea establecer el principio liberal de un pluralismo basado en las personas, ms que en las comunidades, entonces deber tratar el caso de estas instituciones heredadas del pasado. La otra parte de la solucin al problema de la integracin musulmana tiene que ver con las expectativas y conducta de las comunidades mayoritarias en cada pas europeo. La identidad nacional no ha desaparecido y a menudo sigue entendindose de manera que les resulta inaccesible a los recin llegados, quienes no comparten los antecedentes tnicos y religiosos de los nativos. Como un primer paso, es necesario que las reglas para la naturalizacin y ciudadana legal se asienten sobre bases no tnicas, y que las condiciones sean menos onerosas. Sin embargo, ms all de esto, cada Estado-nacin europeo debe crear un sentido ms inclusivo de identidad nacional que promueva de mejor manera un sentido de ciudadana. La identidad nacional ha sido siempre algo que se construye socialmente; gira en torno a la historia, los smbolos, los hroes y las narraciones que la comunidad se cuenta a s misma. La historia del nacionalismo del siglo XX ha llevado la discusin de la identidad nacional fuera de sus lmites para muchos europeos, pero se trata de un dilogo que es necesario reabrir a la luz de la diversidad de facto de las sociedades europeas contemporneas. Los demcrata-cristianos de Alemania abordaron con energa este tema despus de la revisin de la ley de ciudadana en el ao 2000, lanzando la idea de la Leitkultur, la nocin de que la ciudadana alemana implica ciertas obligaciones de observar estndares de tolerancia y respeto igualitario. El trmino Leitkultur (una palabra que podra traducirse como cultura de gua o referencia) fue acuado por Bassam Tibi, un acadmico sirio que viva en Alemania, precisamente como un concepto no tnico y universalista

de ciudadana que abrira la identidad nacional a los alemanes no tnicos.20 A pesar de dichos orgenes, la idea fue denunciada de inmediato por la izquierda como racista y un regreso al pasado infeliz de Alemania, mientras que los demcrata-cristianos se distanciaron rpidamente de ella.21 Sin embargo, la nocin original de Tibi pona el acento donde corresponda y su corta vida slo sirve para ver el gran obstculo que representa la correccin poltica para abrir el tema de la identidad nacional.

Muchos europeos insisten en que el enfoque del crisol norteamericano a la identidad nacional es nico y no puede replicarse en Europa. Quiz este sea el caso, pero si es as, Europa se dirige a una explosin social.Sin embargo, existen algunos precedentes europeos para crear identidades nacionales que son ms abiertos y que se basan menos en la etnia o la religin. El ejemplo ms obvio es el republicanismo francs, que en su forma clsica se rehus a reconocer las identidades comunales separadas y de hecho recurri al poder del Estado para homogeneizar la sociedad francesa.22 Con el crecimiento del terrorismo y la violencia interna, ha surgido un intenso debate en Francia sobre las razones del fracaso de esta forma de integracin. Esto puede deberse en parte a que los franceses mismos han renunciado a su viejo concepto de cuidadana, a favor del enfoque ms moderno del multiculturalismo. La prohibicin de las mascadas en 2004 fue una sbita reafirmacin de una vieja tradicin republicana que se haba permitido caducar. Es cierto que los estadounidenses tienen algo que ensear a los europeos respecto a la creacin de una identidad nacional abierta. Observadores como Robert Bellah han sealado desde hace mucho que la identidad nacional se ha vuelto una especie de religin cvica para los norteamericanos.23confluencia

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La vida en Estados Unidos est llena de ceremonias y rituales casi religiosos que tienen como objetivo celebrar las instituciones polticas democrticas del pas: el saludo a la Bandera, el juramento de naturalizacin, el Da de Accin de Gracias y el 4 de julio. Por el contrario, los europeos en gran medida le han quitado la parte de ritual a su vida poltica. Ningn pas europeo tiene una ceremonia de naturalizacin comparable a Estados Unidos, y los europeos tienden a ser cnicos o desdeosos de las muestras norteamericanas de patriotismo. Sin embargo, estas ceremonias juegan un papel crtico en la asimilacin de los nuevos inmigrantes a la vida poltica y social estadounidense. An ms importante es la funcin del estado de bienestar y la poltica econmica. Los europeos siguen aferrndose tenazmente al estado de bienestar de la posguerra y critican a Estados Unidos por su supuestamente fro modelo social. Sin embargo, el estado de bienestar europeo est daando activamente la capacidad de las sociedades europeas de integrar culturalmente a los inmigrantes distintos. La flexibilidad de los mercados laborales estadounidenses significa que hay una abun-

dancia de empleos para los que se necesita poca capacitacin y que los inmigrantes pueden tomar, y la mayor parte de los extranjeros que arriban a Estados Unidos llegan en busca de trabajo. En Europa, una combinacin de reglas laborales inflexibles y generosas prestaciones implica que los inmigrantes lleguen no en busca de trabajo, sino de una ayuda por parte del estado de bienestar. Los europeos afirman que el estado de bienestar menos generoso en Estados Unidos le roba a los pobres su dignidad. Pero de hecho, es cierto lo contrario: la dignidad viene a travs del trabajo y la aportacin que uno haga mediante su trabajo a la sociedad en su conjunto. En muchas comunidades musulmanas de Europa, casi la mitad de la poblacin subsiste por el seguro de desempleo, contribuyendo directamente a un sentido de alienacin y desesperanza. Los europeos no han logrado tratar en forma honesta y abierta el problema de la integracin musulmana, ni lo que los inmigrantes deben a su sociedad adoptiva ni lo que la sociedad le debe a sus inmigrantes, debido a la correccin poltica ubicua que subyace a estos temas. La rpida negacin a

Notas1. Para tener un panorama general, vase Ian Johnson y John Carreyrou, As Muslims Call Europe Home, Dangerous Isolation Takes Root, Wall Street Journal, 11 de julio de 2005. 2. Vase, por ejemplo, Bassam Tibi, Les Conditions dun Euro-Islam, en Robert Bistolfi y Francois Zabbal, ed., Islams dEurope: Intgration ou Insertion Communitaire (Paris: Editions de lAube, 1995); Olivier Roy, EuroIslam: The Jihad Within? The National Interest (primavera de 2003): 63-74; Unni Wikan, Generous Betrayal: Politics of Culture in the New Europe (Chicago: University of Chicago Press, 2002); Patrick Buchanan, The Death of the West: How Dying Populations and Immigrant Invasion Imperil Our Country and Civilization (Nueva York: Thomas Dunne, 2002); Bruce Bawer, While Europe Slept: How Radical Islam Is Destroying the West from Within (Nueva York: Doubleday, 2006); y Tony Blankley, The Wests Last Chance: Will We Win the Clash of Civilizations? (Nueva York: Regnery, 2005). 3. Vase Charles Taylor, Multiculturalism: Examining the Politics of Recognition (Princeton: Princeton University Press, 1994); y Sources of the Self: The Making of the Modern Identity (Cambridge: Harvard University Press, 1989). 4. Charles Taylor, Multiculturalism, 30. 5. Vase este anlisis en Charles Taylor, Multiculturalism, 53. 6. Olivier Roy, Globalized Islam: The Search for a New Ummah (Nueva York: Columbia University Press, 2004). 7. Vase Craig Whitlock, How a Town Became a Terror Hub, Washington Post, 24 de noviembre de 2005, A1. 8. Fritz Stern, The Politics of Cultural Despair: A Study in the Rise of German Ideology (Berkeley, Calif.: University of California Press, 1974); y Ernest Gellner, Nations and Nationalism (Ithaca, N.Y.: Cornell University Press, 1983). 9. Seymour Martin Lipset, The First New Nation (Nueva York: Basic Books, 1963); American Exceptionalism: A Double-Edged Sword (Nueva York: W.W. Norton, 1995). 20 Journal of Democracy 10. Robert N. Bellah y Phillip Hammond, Varieties of Civil Religion (San Francisco: Harper and Row, 1980). 11. Samuel P. Huntington, Who Are We? The Challenges to Americas National Identity (Nueva York: Simon and Schuster, 2004). 12. El estadounidense promedio trabaja 25.9 horas a la semana, en comparacin con 19.3 para el caso de un alemn y 17.5 horas para un francs. Vase Edward C. Prescott, Why do Americans Work so Much More Than Europeans? Federal Reserve Bank of Minneapolis Research Department Staff Report 321 (noviembre de 2003). La diferencia en la actitud hacia el trabajo es ms evidente que en el caso de la semana laboral de 35 horas establecida por

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un debate sobre la Leitkultur en Alemania es slo un ejemplo de ello. Los partidos polticos de centro-derecha que deberan encabezar la discusin han sido intimidados por la izquierda mediante acusaciones de racismo y nacionalismo de la vieja guardia; temen ante todo ser manchados por la extrema derecha. Este es un gran error. La extrema derecha estar de regreso con ms fuerza si los partidos principales no logran manejar este asunto de manera seria. Infortunadamente se han necesitado actos de violencia para que se abra en forma ms honesta el debate de estos temas en los Pases Bajos, Gran Bretaa y Francia. Los Pases Bajos han recorrido un mayor camino en este sentido desde el asesinato de Van Gogh, en 2004. Si bien la retrica ha adoptado tonos populistas y racistas, al menos hay una discusin del tema.24 El dilema de la inmigracin y la identidad converge en ltima instancia en el problema, de mayor magnitud, de la falta de valores en la posmodernidad. Es decir, un mayor relativismo ha hecho imposible que las personas de la era posmoderna afirmen los valores positivos en los que creen y por lo tanto, el tipo de creencias

compartidas que piden sean una condicin para la ciudadana. Las sociedades posmodernas, particularmente en Europa, sienten que han evolucionado y dejado atrs las identidades definidas por la religin y la nacin, y que han llegado a un mejor lugar. Pero aparte de la celebracin de la inacabable diversidad y tolerancia, para las personas posmodernas no es fcil acordar en la sustancia de la buena vida a la que aspiran. La inmigracin nos obliga de manera particularmente aguda a debatir sobre la pregunta: Quines somos? que hiciera Samuel Huntington. Resulta sencillo estar de acuerdo en temas como el futbol y la cerveza como elementos de la cultura comn, pero es mucho ms difcil decir qu aspectos de la historia na-cional son importantes. Si las sociedades posmodernas desean avanzar hacia una discusin ms seria sobre la identidad, necesitarn desenterrar las virtudes positivas que definen lo que significa ser un miembro de una comunidad ms grande. Si no lo logran, ciertamente se vern abrumadas por las personas que estn ms seguras de quines son. c 2006 National Endowment for Democracy and The Johns Hopkins University Press

el gobierno socialista de Lionel Jospin, y que ahora se considera generalmente como una conquista social en Francia. Una restriccin similar en la duracin de la semana laboral se considerara algo absurdo en Estados Unidos. 13. Vase William R. Brubaker, Immigration, Citizenship, and the Nation-State in France and Germany: A Comparative Historical Analysis, International Sociology 5 (diciembre de 1990): 379-407. 14. Nergis Canefe, Citizens versus Permanent Guests: Cultural Memory and Citizenship Laws in a Reunified Germany, Citizenship Studies 2 (noviembre de 1998): 519-44. 15. Para un examen general de la pilarizacin en Holanda, vase Arend Lijphart, The Evolution of Consociational Theory and Consociational Practices, 19652000, Acta Poltica 37 (primavera-verano de 2002): 11-22. 16. Esta no es simplemente una caracterstica estadounidense. La naturalizacin y la asimilacin cultural son ms sencillas en los pases con asentamientos recientes, no slo en las antiguas colonias de habla inglesa, como Canad y Australia, sino tambin en Amrica Latina, en donde los lderes polticos tienen apellidos como Menem, Bucaram y Fujimori. 17. Para una evaluacin menos positiva de la adherencia de Quebec a la democracia, vase Pierre Elliott Trudeau, Some Obstacles to Democracy in Quebec, Canadian

Journal of Economics and Political Science 24 (agosto de 1958): 297-311. 18. Katherine P. Ewing, Legislating Religious Freedom: Muslim Challenges to the Relationship between Church and State in Germany and France, Daedalus 129 (otoo de 2000): 31-54. 19. John T.S. Madeley, European Liberal Democracy and the Principle of State Religious Neutrality, West European Politics 26 (enero de 2003): 1-22. 20. Vase Bassam Tibi, Europa ohne Identitt? Die Krise der multikulturellen Gesellschaft (Munich: Bertelsmann, 1998). 21. Para una interpretacin poco amable de la Leitkultur que ilustra las dificultades a las que se enfrenta el debate de este tema en forma honesta, vase Hartwig Pautz, The Politics of Identity in Germany: The Leitkultur Debate, Race and Class 46 (abril de 2005): 39-52. 22. Jane Freedman, Secularism as a Barrier to Integration? The French Dilemma, International Migration 42 (agosto de 2004): 5-27; y Michel Troper, Religion and Constitutional Rights: French Secularism, or Lacit, Cardozo Law Review 21 (febrero de 2000): 1267-84. 23. Vase Robert N. Bellah y Phillip Hammond, Varieties of Civil Religion. 24. Ian Buruma, Letter from Amsterdam: Final Cut, New Yorker, 3 de enero de 2005.confluencia

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Desafos polticosJuan carlos Velascofenmeno ocupa un lugar destacado en la agenda poltica. La gestin, el control y la integracin de los movimientos internacionales de personas se presentan como un policy field de creciente y prioritaria relevancia. No se trata, sin embargo, de una cuestin de mera moda: el nmero de pases implicados de manera significativa en las migraciones internacionales ha aumentado considerablemente, hasta el punto de que resulta realmente difcil encontrar algn Estado que no sea bien un pas de inmigracin, bien un pas de emigracin o bien ambas cosas a la vez, cuando no al menos un pas de trnsito. No ha de extraar entonces que la mayora de los gobiernos haya toma-

de los pases de inmigracindo conciencia de la necesidad de ofrecer una respuesta en trminos legales e institucionales a un fenmeno de carcter permanente que puede llegar a alterar la estructura demogrfica, social, cultural, econmica y laboral de un pas. Dada la complejidad de la cuestin, y por cuestiones de economa argumentativa, aqu se abordar de manera fundamental desde la perspectiva de los pases receptores, que, por lo dems, es tambin la adoptada en forma habitual por los pases europeos que registran mayor inmigracin. Sin embargo, el fenmeno migratorio es fundamentalmente transnacional y tiene fehacientes repercusiones en los pases de emigracin.1confluencia

as migraciones, una prctica tan antigua como la propia condicin humana, se han convertido en un factor estructural de primer orden, en uno de los macrofenmenos ms definitorios de nuestra poca y en un complejo reto para las sociedades contemporneas. En prcticamente todos los pases del mundo, todo lo que concierne a este complejo

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significacin poltica De las migraciones internacionales

En las ltimas dos dcadas ha aumentado espectacularmente no slo el volumen, sino tambin el grado de mundializacin del sistema migratorio, al menos en un doble sentido: aumento de la diversidad de las regiones receptoras e incremento de las reas de origen. Como consecuencia, los inmigrantes presentan una variedad demogrfica, social, cultural y econmica cada vez mayor y prcticamente indita en el pasado. En consonancia con la dimensin planetaria alcanzada por los flujos migratorios, resulta bastante plausible concebirlos bien como parte integrante del recurrente y contradictorio fenmeno de la globalizacin, entendida sta como un complejo proceso de cambio sociolgico y de mentalidades por el que los lmites del espacio de intercambio humano se hacen coincidentes con los lmites del globo terrqueo. La actual intensificacin de las migraciones internacionales sera un efecto de la globalizacin, a pesar de que sta, en su ms reciente fase histrica, se caracterice por la fluidez de las corrientes financieras y comerciales, y de manera simultnea -y de una forma enormemente paradjica- por las restricciones a la movilidad internacional de la mano de obra. La supresin de barreras y la liberalizacin de flujos, que

son consustanciales a las dinmicas de globalizacin, no se han extendido a las migraciones internacionales. Esta flagrante contradiccin de una globalizacin asimtrica y mutilada sirve de trasfondo a una serie de interrogantes y desafos que afectan a los actuales flujos migratorios y que tienen su reflejo en las condiciones de irregularidad, discriminacin y vulnerabilidad que en nuestros das padecen con harta frecuencia las personas migrantes. Los efectos de la extensin del fenmeno migratorio se dejan notar en los ms variados aspectos de la vida social tanto de los pases receptores como de los emisores, provocando, entre otros, cambios sustanciales en la demografa y considerables alteraciones en la estructura del mercado de trabajo. Resultado de los flujos migratorios globales sera, asimismo, por poner otro ejemplo en un terreno nada anecdtico, el aumento del pluralismo religioso de las sociedades de acogida, pues los inmigrantes, al tener amparadas en muchos casos sus opciones religiosas por las leyes de los pases en donde instalan su nueva residencia, propagan libremente sus propias formas de entender la religin. La enumeracin de dimensiones de la vida social que se ven conmocionadas de una u otra manera por los masivos movimientos de personas, ciertamente podra alargarse, pero, en cualquier caso, quedara mutilada si en ella se omiten las repercusiones en la esfera poltica.

Aunque se acepte que la opcin de emigrar sea fruto de una decisin racional tomada en ltimo trmino por individuos que tratan de maximizar sus propias oportunidades vitales, existen otros factores no nimios como, por ejemplo, las polticas de admisin desarrolladas por un importante nmero de pases ya desde el siglo XIX, cuya importancia en el encauzamiento o desvo de las corrientes migratorias no cabe en ningn caso desdear.

Los estados son actores sumamente influyentes en los procesos migratorios y las actuaciones estatales configuran un corpus normativo y poltico que afecta al transcurrir de los desplazamientos interfronterizos de personas.

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Desafos polticos De los pases De inmigracin

En un mundo como el contemporneo, organizado polticamente en estados legalmente soberanos y mutuamente excluyentes, el alcance poltico de los flujos de poblacin es manifiesto porque implican, por definicin, el cruce de fronteras estatales; es decir, la transferencia de una persona de la jurisdiccin de un Estado a la de otro,2 y ello conlleva tambin un cambio transitorio o, en muchos casos, definitivo en la pertenencia formal a una comunidad poltica. De hecho, la intensa impronta dejada por las migraciones es perceptible en el ncleo sensible del poder poltico y de la convivencia social, incluso en los elementos articuladores del Estado moderno: la nocin tradicional de la soberana nacional, el sentido de la ciudadana o las formas culturales de la identidad colectiva y de la lealtad poltica. Si la soberana nacional ya ha sido profundamente erosionada por los procesos de globalizacin (como se muestra en la creciente incapacidad de la mayora de los estados nacionales -por no decir de todos- para gobernar los flujos exgenos que trastocan su propio ciclo econmico), la imposibilidad de mantener la integridad de las fronteras ante la presin migratoria no ha hecho sino magnificar este proceso. La ciudadana, por su parte, ha sido cuestionada como mecanismo de inclusin social y marcador de la pertenencia poltica. Como

consecuencia de las migraciones, la identidad colectiva se ha tornado mucho ms compleja y plural, incidiendo con ello en las fuentes de la lealtad de los ciudadanos hacia el poder constituido. Con todo, no se agota ah el alcance poltico y normativo de las migraciones: con la puesta en marcha de determinadas polticas migratorias pueden verse afectadas tambin las bases normativas de las sociedades y, por ende, la propia concepcin de la justicia sustentada por las mismas.inmigracin y ciuDaDana

Difcilmente pueden pensarse los procesos migratorios en trminos polticos sin analizar las mutaciones y tensiones que marcan hoy el concepto y la prctica institucional de la ciudadana.3 Lo contrario tampoco sera muy factible. Por una parte, el replanteamiento general de la ciudadana en las sociedades occidentales constituye el contexto en el que se ha de leer el significado poltico de las migraciones contemporneas; por otra, las demandas de ciudadana formuladas por los inmigrantes, en tanto que individuos, as como por las organizaciones que los representan, inciden directamente en la comprensin actual de la ciudadana. Entre el conjunto de medidas que han de incluirse en cualquier poltica migratoria coherente nunca ha de faltar un instrumento crucial, a saber: la regulacin de la

adquisicin de la ciudadana. Las leyes de ciudadana y las polticas de naturalizacin (el proceso a travs del cual una persona de otro pas se convierte en miembro legal de un determinado Estado) son las principales herramientas normativas con las que los estados determinan quin permanece dentro o fuera del crculo de pertenencia formal. La atribucin de la ciudadana se concibe como potestad privativa de los estados soberanos y los procedimientos varan de pas a pas.4 Visto desde la perspectiva del pas de acogida, la normativa sobre esta materia representa un dispositivo fundamental en manos de la comunidad poltica para definir sus propios lmites internos; desde la perspectiva del inmigrante que arriba, resulta crucial porque marca el horizonte de expectativas que el pas receptor le ofrece en cuanto individuo que como tal tiene la necesidad de planificar su propia vida. La articulacin de un procedimiento transparente para la adquisicin de la ciudadana -y con ella la condicin de miembro con plenos derechos de la sociedad de acogida- ayuda en buena manera a reducir los mrgenes de incertidumbre existencial. En este sentido, tales normas reguladoras constituyen un poderoso instrumento de integracin puesto a disposicin de las autoridades del pas de acogida. No debe olvidarse, sin embargo, que de esas mismas normas tambinconfluencia

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puede hacerse un uso en sentido contrario. La condicin de ciudadano optimo iure, como diran los romanos, esto es, el ser miembro de la comunidad con plenos derechos, juega con demasiada facilidad el ambiguo papel de mecanismo de inclusin/ exclusin social: un principio de inclusin que genera exclusiones colaterales. De hecho, la condicin discriminatoria del status de ciudadana se revela en toda su plenitud cuando se esgrime frente a inmigrantes, asilados y extranjeros en general. La utilizacin de la ciudadana como mecanismo de cohesin social constituye, sin embargo, una cuestin abierta a debate. La tesis de que conceder la ciudadana equivale a integrar, no siempre est convalidada por la prctica social, por ms que sea recomendable normativamente. Es cierto que la implantacin de polticas de inclusin cvica dirigidas a extender el status de ciudadana a los inmigrantes ya establecidos tiene una indudable ventaja en aras de su integracin social y poltica: impide la consolidacin de una categora, perpetuada de padres a hijos, de residentes no ciudadanos, de metecos. No es, con todo, un instrumento milagroso, pues el mero hecho de conceder el status de ciudadana a los inmigrantes tras un periodo razonable de asentamiento no equivale automticamente a integrarlos, pero, por el contrario, tambin es cierto que mantenerlos apartados

de la participacin poltica y excluidos de la funcin pblica, por mencionar tan slo dos aspectos onerosos que habitualmente la privacin de la ciudadana comporta, no ayuda nada en este sentido. No puede negarse, en todo caso, que atribuir un estatuto definido de derechos y obligaciones evita formas flagrantes de marginacin (laboral, civil y tributaria). El acceso a la ciudadana por parte de los inmigrantes es, ms bien, una condicin necesaria para la constitucin de una sociedad integrada, pero no es una condicin suficiente. En un sentido contrario, la frmula ms comn para impedir o al menos dificultar la integracin de los inmigrantes, y as proteger la integridad cultural en los pases de acogida, ha sido la de limitar la accin de los inmigrantes estrictamente a su papel econmico, haciendo ms difcil el acceso a la ciudadana, un mecanismo legal que puede ser considerado desde una perspectiva sociolgica, como la construccin de una barrera interna que compense los efectos de entrada.5 En cualquier caso, no puede negarse la relevancia de la ciudadana como instrumento de exclusin social aplicado al mundo de las migraciones. De alguna manera, el status de la ciudadana en las democracias liberales occidentales representa el equivalente moderno del antiguo privilegio feudal: un status heredado que ampla nuestras oportunidades en la vida. La ciudadana que

adquirimos con nuestro nacimiento, ya sea de acuerdo a la de nuestros padres o a la otorgada por el lugar de nacimiento, es un elemento contingente: ella no depende en modo alguno de nosotros y tiene consecuencias mayores en nuestras oportunidades en la vida. En realidad, el acceso a la ciudadana representara la tercera y ltima barrera que los inmigrantes han de superar, como en una carrera de obstculos, hasta lograr incorporarse plenamente en trminos legales a la nueva sociedad: previamente han de tener acceso al territorio y luego adquirir el permiso de residencia permanente (no sometido a revisin por decisin arbitraria de las autoridades administrativas). Veamos a continuacin este proceso con algo ms de detalle. La posicin de los inmigrantes debidamente regularizados en la estructura normativa de los derechos de ciudadana es un tanto peculiar, pues pese a ser miembros de hecho de las sociedades de acogida, no son en sentido estricto sujetos de pleno derecho de las mismas. Aun as, el reconocimiento fctico de sus derechos civiles y sociales en la mayora de los pases democrticos los aproxima enormemente, sobre todo a efectos prcticos, a la condicin de ciudadanos. Esta circunstancia marca una autntica sima entre estos inmigrantes y aquellos que tienen una situacin irregular (los denominados sans papiers). Esta peculiar situacin jurdica de muchos

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residentes forneos e inmigrantes de larga duracin ha sido descrita con la ayuda del neologismo denizens,6 trmino que ha obtenido una amplia recepcin en la literatura especializada. Este status, sin embargo, no concuerda del todo con la versin cannica de la ciudadana acuada en su da por Marshall.7 Con los llamados denizens, el esquema clsico queda invertido: la ciudadana social de los inmigrantes antecede y se detiene en el umbral de la ciudadana poltica. Esta circunstancia cada vez ms frecuente vendra a revelar no slo que la ciudadana ha perdido gran parte de su antigua densidad como principio regulador de derechos, sino tambin que ha sido sustituida en dicha misin por la residencia legal. Por ello, ms que como un concepto cerrado, algunos autores han propuesto redefinir la pertenencia social (o membresa) como un continuum de derechos que discurre entre aquellos individuos privados casi por completo de ellos y los miembros de pleno derecho en una comunidad dada. La residencia legal sera el nuevo soporte legal que facilita la adquisicin de derechos en un mundo crecientemente transnacional. Segn la optimista tesis formulada por Soysal,8 que

en realidad ms parece una hiptesis de trabajo que una tendencia real, un estatuto posnacional de la personalidad, basado en el carcter universal de los derechos humanos, vendra a reemplazar a la ciudadana como origen de los derechos. Las declaraciones de derechos humanos constituiran as una anticipacin de la ciudadana universal. Lo cierto, en cualquier caso, es que la progresiva configuracin de formas postradicionales de ciudadana no es una mera elucubracin de mentes utpicas, sino una realidad observada con indisimulado espanto por acadmicos conservadores. As, Huntington constata cmo se ha ido abriendo paso una nueva concepcin de la ciudadana, segn la cual sta no es un status de carcter nacional conferido por el Estado a los individuos, sino un derecho transnacional de los individuos frente a los estados que aqullos llevan consigo all donde decidan residir.9 Sntoma tambin de esta progresiva metamorfosis sera la proliferacin del fenmeno de la doble ciudadana y, en ocasiones, de la ciudadana mltiple. Su aceptacin por parte de un creciente nmero de pases, que han cambiado las correspondientes leyes, es clave para muchos

inmigrantes, que entienden que esta frmula es el mejor modo de reconocer sus mltiples afiliaciones e identidades. En cualquier caso, el anlisis de los diversos modelos de adquisicin de la ciudadana constituye un paso previo para cualquier debate sobre los criterios de integracin social y poltica de los inmigrantes. Sin aferrarse necesariamente a las categoras de Marshall, la naturaleza jurdica de los derechos civiles, sociales y polticos, y su contrapartida en deberes, as como su vinculacin con las polticas de ciudadana, son cuestiones que afectan directamente a la posicin de los inmigrantes, pero no slo a ellos. De la respuesta que se den a estas cuestiones y, en definitiva, de las polticas migratorias que se adopten, dependen tambin los contornos y la composicin de la comunidad poltica. En suma, y tal como se ha sealado, el fenmeno de la inmigracin ha de ser entendido como el detonante social de la profunda transformacin experimentada por la nocin de ciudadana.10el papel De las fronteras estatales

Las migraciones internacionales se definen como el desplazamiento de personas con un carcter relativamenteconfluencia

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permanente a travs de lneas fronterizas reconocidas. En la historia de las migraciones, este cruce de fronteras est asociado a imgenes ambivalentes: al alumbramiento de una tierra de promisin y al escenario de no pocas trgicas historias personales. Frontera y nueva vida, frontera y experiencia de exclusin. Pese a lo decisivo que puede resultar en la trayectoria vital de tantas personas, la ciencia y la filosofa poltica, por no hablar ya de la poltica real, han aceptado el trazado de las fronteras como un factor dado, como si fuera prcticamente un hecho inalterable de la naturaleza, del que en ningn caso cabe cuestionar su legitimidad. Ante la existencia de fronteras en general, no ante un determinado trazado de fronteras entre dos estados soberanos, incluso las teoras de la justicia ms elaboradas han guardado un significativo y alarmante silencio. Aunque los criterios de justicia se postulan en principio para todas las personas, los tericos de la misma -y esto vale, en particular, para John Rawls no reparaban en el hecho de que los estados limitan los efectos de la justicia de manera casi exclusiva a aquellas personas a las que reconocen como ciudadanos propios. En la doctrina liberal, incluso en la de corte igualitarista, suele procederse a una profunda inversin de los sujetos destinatarios de las mismas, un cambio de lenguaje que habitualmente pasa inadvertido, pues lo que comienza siendo una teora sobre la igualdad

de las personas, termina siendo una teora sobre la igualdad de los ciudadanos.11 El hecho completamente contingente de haber nacido a un lado o al otro de una lnea fronteriza determina en muchas ocasiones la posibilidad o no de disfrutar de ciertos derechos. Que una determinada sociedad asuma esta circunstancia azarosa para justificar un trato discriminatorio o desigual con respecto a los inmigrantes pone en cuestin la nocin de justicia adoptada por esa sociedad, en la medida en que implica una expresa renuncia a aplicar criterios homogneos de justicia. Para salvar las incongruencias ms manifiestas se suele jugar con sobreentendidos que a la larga slo perjudican a los no nacionales. Las restricciones que impiden a amplios sectores de la poblacin de origen inmigrante el disfrute real de los derechos -as como de los correlativos deberestradicionalmente asociados a la condicin de ciudadano suponen una violacin grave del principio de igualdad de todos los seres humanos. Las fronteras territoriales estn dotadas en la prctica de una enorme relevancia jurdico-poltica, pues con ellas se designa a qu derecho est sometida una poblacin, indican qu personas e instituciones ejercen autoridad sobre un determinado territorio y, en definitiva, definen el cuerpo de ciudadanos que integran la comunidad poltica.12 Si las fronteras delimitan el territorio sobre el que

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un Estado puede ejercer legtimamente su jurisdiccin, su soberana o suprema potestad, la ciudadana constituye el mecanismo legal del que se vale el Estado para distinguir entre los miembros de su asociacin poltica y los que no pertenecen a ella. Los estados modernos se abrogan adems el derecho de monopolizar la regulacin de la movilidad de las poblaciones, determinando quin y con qu documentacin puede entrar y salir de su territorio. Fronteras y ciudadana desempean as de consuno un cometido fundamental en relacin con el Estado y la comunidad poltica. No se acaban ah sus funciones: juegan tambin una funcin policial, que se pone de manifiesto en el control de los flujos migratorios, pues las fronteras se erigen como muros reales para intentar contener a quienes desean inmigrar y no poseen la documentacin que les autorizara a hacerlo. Fronteras y ciudadana se dan de la mano tambin para poner trabas a la libertad de trnsito y residencia (reconocida, por ejemplo, por el art. 12 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos adoptado en 1966). Reforzadas las fronteras con la justificacin de controlar nuevas formas de delincuencia, apenas pueden ocultar su funcin de barreras frente a quienes huyen de la miseria y de la guerra. Su mantenimiento implica apostar por la persistencia de modelos de exclusin y contencin que se han demos-

trado tan injustos13 como ineficaces. En realidad, los muros y dems intentos de militarizar las fronteras son ejercicios de demagogia: se erigen como la solucin al problema, cuando slo pueden contener alguno de los sntomas de la desigualdad, y eso por poco tiempo. Se construyen para ofrecer un smbolo de firmeza al pblico interno.14 Tales muros son, en definitiva, expresin paradigmtica de una concepcin miope de la nacional poltica puesta en marcha paradjicamente en un mundo que pretende ser cada vez ms abierto y ms global. Pese a la sealada precariedad y contingencia histrica de las fronteras nacionales, sigue disfrutando de amplia aceptacin la idea de que las polticas migratorias se han de perfilar ajustadas a sus lmites geogrficos. El estricto marco estatal constituira supuestamente su escenario natural. Los motivos que se aducen en favor del cierre y control de las fronteras nacionales suelen ser de tres tipos: argumentos econmicos (v.gr. evitar riesgos que pongan en peligro el bienestar econmico de la sociedad de acogida), culturales (v.gr. asegurar la identidad e integridad de la cultura de la sociedad en cuestin) y polticos (v.gr. salvaguardar los procesos polticos internos de intromisiones que pudieran afectar a su desarrollo). Pese a su diversidad, son los de naturaleza cultural los motivos que en la praxis poltica resultan ms populares

y su profuso empleo permite ocultar otros intereses no siempre confesables. Entre los defensores contemporneos ms conocidos de un cierre de las fronteras (aunque sea de manera parcial y condicionado) y, sobre todo, de impedir o dificultar enormemente el acceso a la ciudadana a los extranjeros, se encuentra Michael Walter,15 autor que tiene el mrito de ser uno de los pocos tericos de la justicia que ha pensado con cierta profundidad la cuestin de las migraciones. Argumenta que para mantener su cultura poltica, algo a lo que tendra derecho todo pueblo constituido en Estado, las sociedades deben tener la potestad de limitar la inmigracin. La poltica de recepcin de inmigrantes debe responder, segn este autor, a los intereses de la sociedad en cuestin, o expresar preceptos caritativos ampliamente aceptados en sta, pero en ningn caso constituye una obligacin articulada en trminos de justicia. En el caso concreto de las migraciones, las exigencias universales de la justicia se contextualizan por tanto de tal modo que cabe hablar de un desacoplamiento normativo: las directrices que ofrecen las teoras de la justicia para esta cuestin no parecen estar orientadas de acuerdo a principios de justicia. En una posicin contraria a la manifestada por Walzer, encontramos a autores como Joseph H. Carens, Rainer Baubck o Seyla Benconfluencia

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habib. En particular, Carens denuncia que ninguna de las fundamentaciones contemporneas del liberalismo aporta razones morales para restringir los derechos de los extranjeros a entrar en un pas o a tomar residencia en l y, sin embargo, proceden como si las hubiera.16 l pretende mantenerse coherente con los planteamientos filosficos del liberalismo y por ello aboga por el establecimiento de fronteras abiertas (open borders) como la forma de garantizar el derecho fundamental a salir del propio pas (reconocido por el art. 13.2 de la Declaracin Universal de los Derechos Humanos). Arguye que si la libertad de salida es consustancial con los regmenes liberal-democrticos, resulta bastante obvio que esta libertad carecera de contenido real en ausencia

del recproco derecho o libertad de entrada (que, sin embargo, no es reconocido por la legislacin internacional). Detrs de la defensa de fronteras cerradas se escudan con harta frecuencia concepciones colectivistas de la poltica, alejadas de la primaca del individuo y ataques frontales a la vigencia de los derechos humanos. En general, quienes como estos tres mencionados autores se manifiestan a favor de ampliar el derecho de inmigracin, se muestran tambin inclinados en favor de una concepcin ms amplia de ciudadana transnacional, mientras que quienes defienden el mantenimiento de limitaciones a la inmigracin, gobiernos se basan, sobre todo, en una contraccin comunitarista (o incluso abiertamente nacionalista) de la idea de ciudadana.

la gestin poltica Del pluralismo cultural emergente

En los pases de inmigracin se asiste a un acelerado proceso de constitucin de sociedades de corte multicultural impulsado precisamente por la llegada de personas de las ms variadas procedencias. En este contexto, el pluralismo cultural generado especficamente por los flujos migratorios, ms que un ideal postulado, es ms bien ya una realidad y un proceso que hay que gestionar por parte de las sociedades receptoras y sus instituciones. Asumir este palpable efecto de la inmigracin y las transformaciones sociales y culturales que conlleva, implica tener que afrontar polticamente la articulacin de la convivencia entre grupos y comunidades con formas mltiples de identidad colec-

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tiva. La relevancia alcanzada por este aspecto del proceso migratorio entronca con una de las derivas ms caractersticas de los debates polticos contemporneos: una vez finalizado el enfrentamiento bipolar tan fuertemente ideologizado que caracteriz a la Guerra Fra, una gran parte de los conflictos polticos giran en la actualidad en torno a la organizacin y gestin poltica de la diversidad de sentimientos de pertenencia y a la convivencia entre diferentes formas de vida y de concebir el mundo. Incluso, el indeclinable debate social -en torno a la persistencia de injustificadas desigualdades econmicas entre los individuos- se ha visto absorbido y desplazado injustificadamente por las tensiones de ndole identitaria y cultural. La multiculturalidad y la multietnicidad surgidas a

raz de las migraciones han provocado respuestas polticas que repercuten en las estructuras institucionales de los sistemas democrticos, no slo debido a la creacin de nuevas agencias administrativas encargadas especficamente de la gestin de las mismas, sino tambin a los cambios inducidos en las formas de entender la identidad colectiva e incluso la propia nocin de ciudadana. Estas alteraciones simblicas, culturales y polticas en las sociedades de acogida han sido analizadas no sin alarma por diversos autores, entre los que cabra mencionar a Giovanni Sartori y, desde una perspectiva claramente conservadora, a Samuel Huntington.17 Ambos ponen el grito en el cielo ante los problemas de integracin generados por las recientes olas de inmigrantes, debido,

sobre todo, a la facilidad con que estos vecinos pueden mantener vnculos afectivos con su cultura de origen (mediante la proliferacin de canales de televisin en su propio idioma, llamadas telefnicas y correos electrnicos, adems de los billetes de avin a muy bajo costo) y al distanciamiento que ello implica respecto a los valores propios del pas que los ha adoptado. En algunos casos, y estos autores ponen como ejemplos concretos a los hispanos en Estados Unidos y a los musulmanes en Europa, constituiran un riesgo para la identidad nacional y la estabilidad poltica de las sociedades de acogida. Si este diagnstico puede que sea acertado, no lo es tanto la terapia propuesta. As, Samuel P. Huntington reduce las posibles estrategias polticasconfluencia

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ante la inmigracin a estas tres: una inmigracin escasa o nula, una inmigracin sin asimilacin o una inmigracin con asimilacin.18 Teniendo en cuenta que la primera opcin no es tal, sino que tan slo es un po deseo o una misin imposible (pues tan imposible resulta blindar hermticamente las fronteras como proceder a una deportacin masiva de los inmigrantes irregulares), la alternativa sera asimilacin o no asimilacin. Lo nico que sucede es que esta es una falsa disyuntiva. En la mentalidad de Samuel P. Huntington, y si tuviera mayor honestidad intelectual, la alternativa sera simplemente: o los inmigrantes son asimilados o se produce el caos social. El debate sobre la inmigracin, tan lleno de matices, se presta al simplismo y a la demagogia. En ambos errores se incurre no slo en el mbito acadmico, tal como se acaba de ver en Samuel P. Huntington, sino tambin -y acaso con mayor asiduidad- en el mundo de la poltica. Adems de percibida como posible peligro para el mantenimiento de las seas de identidad de la sociedad receptora, la cuestin migratoria irrumpe con frecuencia en los debates pblicos estigmatizada como un factor conflictivo en un doble sentido: como riesgo para el bienestar econmico del pas anfitrin y como amenaza para la seguridad ciudadana. La inmigracin es presentada con demasiada ligereza

como sinnimo de ilegalidad, miseria, conflictividad y delincuencia. Sin duda, los medios de comunicacin han contribuido a forjar y difundir esta negativa imagen en el subconsciente colectivo. No obstante, los problemas derivados de la inmigracin no se resuelven yndose al polo opuesto, esto es, angelizando a los extranjeros por ser diferentes o edulcorando los actos criminales eventualmente perpetrados por ellos. La poltica migratoria es un campo de intervencin pblica sometido a mltiples tensiones, en cuyo origen casi siempre se encuentra un fuerte desajuste entre el nmero de candidatos a la emigracin y las expectativas de las sociedades receptoras. Articular una poltica en este terreno presupone intentar conciliar valores e intereses a veces contrapuestos, representados por una pluralidad de actores individuales y colectivos, as como de instituciones pblicas y privadas. En todo caso, una poltica migratoria coherente y digna de ese nombre debera apoyarse al menos sobre tres pivotes: un modelo de gestin de