Revista Historia Segundo Numero - Octubre

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REVISTA DE HISTORIA y C.S. SOCIALES Viña del Mar, octubre 2007, año I, nº 2 1

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REVISTA DE HISTORIA

y C.S. SOCIALES

Viña del Mar, octubre 2007, año I, nº 2

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INDICE

Editorial………………………………………………...……………………...………………… 3 La apertura institucional como arma de las clases dominantes: Arturo Alessandri y el movimiento obrero……………………………………... 4 José Francisco González La noche roja……………………………………………………………………..…………....... 9 Documento histórico El poder en el presente histórico: Hegemonía y Consenso………………………………..… 13 Juan Carlos Bravo Lepe “El deber de todo revolucionario, es hacer la revolución”: la dualidad proyectual de la izquierda en Chile. 1960-1970…………………………………………………..………. 17 Jorge Valderas Villarroel Panfleto del plebiscito de 1988………………………………………………………….……. 22

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EDITORIAL

La presente edición de nuestra revista perteneciente al Centro de Estudiantes de la carrera de Pedagogía en Historia y Cs. Sociales, corresponde a su segundo número; ella, desde un principio se ha presentado a la comunidad universitaria como una tribuna de discusión y reflexión académica, en donde nuestros compañeros tienen y tendrán la posibilidad de publicar en sus páginas inquietudes y proposiciones con respecto a nuestra disciplina; las que esperamos –siempre- se encuentren revestidas con la rigurosidad y argumentación característica de nuestra escuela. Estos requerimientos formales, no se presentan en absoluto de manera antojadiza, arbitraria, o por mera belleza académica, sino, más bien, como un serio ejercicio de construcción crítica del pasado, que bajo nuestro parecer, está siempre invocado por el presente. Así es pues, como la presente edición cuenta con la participación de los alumnos José González Brito, quien nos contribuye con: La apertura institucional como arma de las clases dominantes: Arturo Alesandri y el movimiento obrero; Juan Carlos Bravo Lepe con El poder en el presente histórico: Hegemonía y Consenso; y, Jorge Valderas Villarroel, con su trabajo “El deber de todo revolucionario es hacer la revolución”: la dualidad proyectual de la izquierda en Chile. 1960- 1970.

También, -y como hemos establecido a partir del primer número- en esta ocasión reeditaremos documentos alusivos al plebiscito de octubre de 1988, lo cual nos parece importante rememorar ya que es el hecho simbólico por el que se pone fin a la dictadura, además de tener la característica de haber sido en forma pactada; en primer lugar, publicamos un archivo desclasificado de la CIA (el cual salió a la luz pública hace un par de meses), dado a conocer en Chile por primera vez en la revista electrónica El Periodista, el que lleva por título La noche roja; y, en segundo lugar, uno de los tantos panfletos diseminados profusamente en nuestras ciudades, perteneciente al Comité por el SI. Para finalizar, reiteramos la abierta y extendida invitación a todos los compañeros que quieran participar de la revista, y con ello, incentivar la utilización de las sólidas herramientas que nos proporciona la Historia, para la reconstrucción de un discurso coherente y crítico que nos permita hacer visible las contradicciones naturalizadas en nuestra sociedad, y restablecer la certidumbre en un futuro mejor.

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La apertura institucional como arma de las clases dominantes:

Arturo Alessandri y el movimiento obrero

José Francisco González∗ “Y el monarca, atendiendo siempre a las aspiraciones lícitas del gran pueblo que regía, ejercitando sus facultades constitucionales, aumentó la Cámara de los Lores con nuevos nombramientos, se abrió paso la reforma reclamada, la evolución se hizo, se evitó la revolución…Así crece Inglaterra, marchando siempre sin vacilaciones por las vías de la evolución para evitar la revolución y el trastorno” (Alessandri Arturo, en Correa Sofía, 2001: 131) A fines de la segunda década del siglo XX chileno, la crisis económica, producto de la debacle del salitre (consecuencia de la primera guerra mundial), y la revolución rusa de 1917, calan hondo en el fuerte y orgánico movimiento obrero nacional1. Así pues, por un lado, sufren en carne propia las penurias económicas por la crisis del mineral, y por otro, ven que es posible construir una nueva sociedad, más justa y humana. Este movimiento, ya de clara tendencia socialista –destaca la figura de Luís Emilio Recabarren, representado políticamente por el POS (Partido Obrero Socialista), y sindicalmente por el FOCH (Federación obrera de Chile)– retoma nuevamente la manifestación social, principalmente a través de huelgas y mítines, como medios de presión válidos para reclamar por la situación socio-económica en la que estaban inmersos; y también como forma para manifestar sus ideas en torno a cuestiones políticas. En concordancia con lo anteriormente expuesto, Virginia Krzeminski afirma: “Ya no era sólo un movimiento social sino también político; contaban con una organización vinculada a ciertos sectores políticos que los encabezaba en su lucha, con un programa determinado de acción”. (Krzeminski Virginia, 1979: 197) A tal punto llegan estas manifestaciones que la oligarquía2, conformada por las clases dominantes de la época (por la aristocracia tradicional, cuyo origen está en la colonia; y la pequeña burguesía, que gira en torno a las actividades comerciales, financieras y mineras), ve en

∗ Estudiante de quinto año de la carrera de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales, de la Universidad de Valparaíso. 1 Se calcula que entre 1918 y 1920, ocurren alrededor de 160 huelgas. Véase Sofía Correa, Cristián Gazmuri, y otros; Chile en el siglo XX, Ed Planeta, Santiago, 1994. 2 Entendemos el término oligarquía tal como lo conceptualiza Waldo Ansaldi, es decir, como una categoría política que se caracteriza por la dominación excluyente en relación al resto de la sociedad, lo que significa que se priva al resto de los mecanismos de decisión política. Además, es una forma de dominación marcademante coercitiva cuando siente que el resto de la población “atenta” contra la dominación que ejerce. Así pues, siguiendo la lógica de su tipo de dominación política, la oligarquía implanta un régimen notablemente antidemocrático. En relación a lo anteriormente dicho, según el mismo autor: “Siendo la oligarquía una forma de organización y ejercicio de la dominación y no una clase, oligarquía define un tipo de régimen o Estado, el régimen o Estado oligárquico, al cual no se opone el régimen o Estado burgués o capitalista, sino el democrático”

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serios aprietos la estabilidad de su institucionalidad, pues la violencia antes empleada3 con resultados favorables para ésta, se muestra ahora inútil ante la fuerza de las protestas. Incluso, Leopoldo Benavides afirma que este movimiento provoca una crisis de hegemonía en las clases dominantes4. Pues bien, el hecho es que no se produjo la tan temida revolución, tampoco sucedió un clima de desgobierno y caos; todo lo contrario, las clases dominantes continuaron en el aparato estatal, y no estuvieron ni cerca de perder su poder económico, que no lo era tanto en el sentido industrial, sino más bien comercial y financiero. Entonces, válido es preguntarse, ¿qué aconteció que éstas pudieron contener al movimiento obrero, qué método se utilizó para evitar la revolución proletaria en una época donde el “monstruo” del bolchevique se extendía por el mundo? Como respuesta a estas interrogantes, sostenemos que la solución provino desde una parte de las clases dominantes, la que a través de la Alianza Liberal, y representada por Arturo Alessandri en las elecciones presidenciales de 1920, abre la política hacia el resto de la población, con lo cual pone fin a lo que Enrique Fernández ha llamado Estado excluyente5, el cual era sostenido a regañadientes por la oligarquía chilena. Mediante esta estrategia se pretendía cooptar al movimiento obrero y a las clases medias, que también se manifiestan contra el orden establecido. Reconociéndole, legalmente al primero de estos sectores, sus organizaciones sindicales; y ofreciéndoles la solución inmediata a sus demandas socio-económicas con una fuerte acción del Estado, el cual pasaría de guardián, a uno de carácter intervencionista, con especial énfasis en el ámbito socio-económico6. 3 Represión que la oligarquía ejerce a través del ejército, y que tiene su hecho más brutal en la matanza de la escuela Santa María de Iquique, hecho ocurrido en 1907. Con respecto al ejército chileno de la época en estudio, perentorio es mencionar que éste se profesionalizó, a partir de fines la década de 1880 a manos de agentes prusianos. Sobre este proceso de prusianización del ejército chileno, el profesor Patricio Quiroga, señala que la oligarquía, en función de su proyecto consistente en adueñarse del Estado, y mediante la monoexportación de materias primas ingresar a la división internacional del trabajo –acciones que van de la mano con la creación de una lógica cultural excluyente dentro de la nación–, moderniza y profesionaliza las Fuerzas Armadas, con dos funciones centrales: la primera, es la represión interna; y la segunda, es aplicar la soberanía externa, ya que luego de la Guerra del Pacífico es necesario afianzar la posesión de los territorios anexados al país. La fascinación de los oligarcas por los prusianos radica en que esta sociedad practicaba la estadolatria, y el militarismo, por lo cual el desarrollo de Prusia hacia el capitalismo fue llevado a cabo desde arriba, sin la injerencia de los sectores medios ni proletarios. De esta manera, siguiendo la característica de la institucionalidad de la oligarquía, se comprende el papel que ejerce el ejército prusiano a su favor. “En suma; la presencia prusiana fue importante en términos del remozamiento del Ejército como por la contribución prestada a la construcción del Estado oligárquico” (Quiroga, 2002:138) 4 Sobre esta crisis y su posterior desarrollo, véase; Leopoldo Benavides, Democracia y movimiento popular chileno, en revista Araucaria, 1984, número 28, Pp. 73-74. 5 Fernández sostiene que la oligarquía (que se considera a ella misma como la sociedad chilena), excluye al resto de la población, tanto en el plano social como en el político. Este último aspecto se caracteriza por la constitución de un Estado excluyente, el cual se administra en base a la lógica estatal oligárquica. Interesante es señalar, que el autor afirma que la oligarquía fundamenta estas exclusiones en base a una falsa superioridad cultural y moral, vale decir, en base a un cierto modo de ser de la oligarquía, detrás de la cual se esconde la superioridad económica que ésta posee, en base a la posesión de los medios de producción y a la asociación que tiene con los extranjeros que explotan los minerales nacionales. En consecuencia, afirma que el objeto de la monopolización del Estado es justamente mantener este privilegio económico 6 Respecto de la obra de Alessandri, interesante es señalar que Claudio Orrego Vicuña, desde un punto de vista marcadamente liberal, sostiene que Alessandri, liderando a la clase media y en menor grado al sector obrero en las elecciones de 1920, lleva a cabo la modernización de la República, la cual tendrá remate en la Constitución de 1925. Esta modernización, tan anhelada en aquel momento marcado por la cuestión social, consiste no sólo en medidas económicas y sociales, también pasa por cambios político-institucionales, como por ejemplo, el papel del Estado en Chile. En el aspecto que nos interesa tratar, el socio-político, la modernización se manifiesta en la creación de un

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Ya indicada la idea central, nos detendremos a analizar la lógica del discurso político de Arturo Alessandri en la campaña presidencial de 1920. El discurso de Arturo Alessandri Para el análisis del pensamiento político del presidenciable por la Alianza Liberal en 1920, tomaremos sólo el discurso donde agradece su elección como candidato al ejecutivo ante la Convención Presidencial de su alianza.

El primer elemento que se puede distinguir de su ponencia, es el pensamiento liberal que profesa, el cual atraviesa de principio a fin su discurso; esta característica queda manifiesta en la visión que tiene sobre la Historia: “La Historia de los pueblos, en su marcha siempre ascendente hacia el progreso, está marcada por etapas y ciclos que representan inmensas y superpuestas graderías, que marcan períodos bien diversos y definidos…” (Correa Sofía, 2001:126) En base a esta visión de la historia, Sol Serrano, manifiesta que el presente lo ve como una más de estas etapas, la cual, conmovida por la cuestión social y el movimiento obrero, debe saber encauzarse dentro de la legalidad; por ende, deberá democratizar la institucionalidad chilena, integrando a los actores excluidos de ésta7. El segundo aspecto que destacaremos, concordante con el liberalismo que profesa Arturo Alessandri, es el uso reiterado del término progreso, como el fin que persigue su candidatura, la meta hacia la cual debe dirigirse el país todo. Ahora bien, como elemento fundamental del progreso económico se sitúa al proletariado, el que sin tener un buen pasar, un vivir digno, provocará el estancamiento del mismo. De allí su preocupación porque el Estado, representado por el gobierno, defienda al proletario contra los abusos del capital: “…necesario, conveniente, indispensable es entonces que entre el débil y el fuerte aparezca la justicia soberana e imparcial, fría como la ley, majestuosa como la fuerza moral que ella representa, fuerza moral que dirima la contienda, que restablezca la paz y el orden, produciendo la armonía entre el capital y el trabajo, los dos rodajes de la máquina del progreso” (Correa Sofía, 2001:127), podrá observarse también, y de manera bastante clara, cual era el objetivo de esta justicia que reclama el candidato aliancista para el proletario, el afianzamiento del capitalismo, mediante una pretendida “humanización” del mismo, surgida por las relaciones armónicas entre el capital y el explotado obrero Un tercer elemento, que es el fundamental para nuestro trabajo, es el trasfondo que creemos ver en la actitud de Alessandri, o sea, la conservación del sistema que impera en el país, fundamentalmente el económico, y en parte el político. Esto podemos inferirlo del llamado, sin mucha sutileza, que hace a su enemigo presidencial Barros Borgoño (el cual pertenece al igual que el candidato aliancista, a la clase dominante chilena, aunque este último tenga una visión distinta sobre el presente, y por ende de las medidas a tomar para saber llevar esta amenaza que le significa el movimiento obrero) : “Quienes no quieren prestar atención a estos problemas de la vida moderna, movidos por nobles y generosos impulsos del corazón, deben afrontarlos siquiera por las razones, algo más egoístas, pero igualmente evidentes, de conveniencia económica y conservación social” (Correa Sofía, 2001:128) He aquí entonces, la finalidad primordial que subyace en su discurso liberal ilustrado, donde el progreso aparece como el elemento ideológico aglutinante; se debe reformar el sistema

nuevo tipo de institucionalidad, la cual asume y hace suyas las nuevas realidades que se manifiestan en Chile. Este punto particular, es el principal mérito que Orrego reconoce a Alessandri. 7 Sobre la idea de esta autora véase, Sol Serrano, Arturo Alessandri y la campaña electoral de 1920; en 7 ensayos sobre Arturo Alessandri Palma, 1979, Pp. 51-119.

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tanto en su aspecto socio-económico, pero sobre todo político, antes de que la situación se vaya de las manos, y la revolución, con todos sus “fantasmas”, les arrebate de sus privilegios. Alessandri finalmente se impone en las elecciones de aquel año, contando con algún grado de apoyo electoral del proletariado que no estaba organizado en un partido político ni en alguna organización sindical, e incluso contando con la simpatía del grueso del movimiento obrero; pues confían en que el presidente hará respetar la libertad para poder expresarse y defender sus tan menoscabados derechos8. En cuanto a la solución de los problemas socio-económicos del movimiento obrero, las leyes sociales que finalmente se aprueban mediante la intervención de los militares en el año 1924, se consideran la respuesta de Alessandri a los problemas de este sector social9. Excede a los objetivos de este trabajo, aunque trataremos de desarrollarlo en otra instancia, analizar las causas que permiten que el movimiento obrero, con un contenido político ya arraigado en él, acceda a encuadrarse en un nuevo orden institucional, el cual fue precisamente creado por las presiones que ejerce su organización.

8 Sobre éste apoyo léase, Sol Serrano, Ob. cit. 9 Los puntos aprobados son: Los contratos de trabajo, la creación de sindicatos profesionales, la creación de tribunales de conciliación y arbitraje, indemnización por accidentes de trabajo, la caja de Seguro obrero, Caja de empleados particulares, el derecho a huelga, y el establecimiento de cooperativas.

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Bibliografía: - Correa, Sofía; Figueroa, Consuelo, y otros. Historia del siglo XX chileno. Santiago, Sudamericana, 2001. - Fernández, Enrique. Estado y sociedad en Chile, 1891-1931. Chile, LOM, 2003. Ensayos y artículos: - Ansaldi, Waldo."Frívola y casquivana, mano de hierro en guante de seda. Una propuesta para conceptualizar el término oligarquía en América Latina", 1991. - Benavides, Leopoldo. Democracia y movimiento popular chileno. Araucaria, número 28, 1984. - Krzeminski, Virginia. Arturo Alessandri y la “cuestión social”, 7 ensayos sobre Arturo Alessandri Palma. Santiago, ICHEC, 1979. - Quiroga, Patricio. El predominio de la oligarquía y la prusianización de los ejércitos de Chile y Bolivia (1880-1930). Estudios historiográficos, año 1, N° 1. Valparaíso, Facultad de Humanidades Instituto de Historia y Ciencias Sociales, Edeval, 2002. - Serrano, Sol. Arturo Alessandri y la campaña electoral de 1920, 7 ensayos sobre Arturo Alessandri Palma. Santiago, ICHEC, 1979. - Vicuña Orrego, Claudio. Don Arturo Alessandri Palma: El personaje en la Historia de su tiempo, 7 ensayos sobre Arturo Alessandri Palma. Santiago, ICHEC, 1979. Documentos: Alessandri, Arturo, “Discurso de Arturo Alessandri, agradeciendo su designación como candidato a la Presidencia de la República, pronunciado en la Convención Presidencial el 25 de abril de 1920 y que constituye su programa de gobierno”, en Correa, Sofía y varios autores, en Documentos históricos del siglo XX chileno. Santiago, ED. Sudamericana, 2001.

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DOCUMENTO Nº 1: LA NOCHE ROJA

Prólogo

El 5 de octubre de 1988 se realizó en Chile el Plebiscito Nacional, el cual tuvo como objetivo someter a votación popular la permanencia de Augusto Pinochet en el poder. Tras quince años de dictadura se decidía, a través, de un proceso electoral, la continuidad de dicho gobierno o el regreso a la democracia por medio de elecciones libres presidenciales y parlamentarias.

En la última década de la dictadura militar la situación en Chile era incontrolable, el descontento hacia el gobierno era altísimo y la oposición hacia él crecía cada vez más. La crisis de 1982 permaneció latente a lo largo de toda la década, plasmándose en una serie de protestas y manifestaciones en todo el país. Unido todo esto a la represión indiscriminada que se ejercía desde el mismo Estado, lo que hizo que los sectores opositores se fueran reagrupando. En 1986 parte de estos sectores radicalizaron su actuar, a través de distintas medidas (como el atentado contra Pinochet e internación de armas al país, siendo ambas infructuosas). El año siguiente, el gobierno, apoyándose en la Constitución que había promulgado, y con el fin de completar el establecimiento de la nueva institucionalidad, decidió poner en marcha la organización de un plebiscito, como una instancia legitimadora al hecho de la permanencia de Pinochet por más años en el poder. El plebiscito se convirtió en una disposición constitucional en la que estaban comprometidas todas las Fuerzas Armadas para legitimar el gobierno.

El 2 de febrero de 1988 se realizó el llamado oficial para participar en el Plebiscito de octubre. Por un lado, bajo la opción del No se encontraba la oposición que conformó la alianza denominada Concertación de Partidos por el No, que agrupaba una decena de colectividades: (Democracia Cristiana, PS-Almeyda, PS-Núñez, Partido Radical, Partido Radical-Luengo, Izquierda Cristiana, MAPU, Socialdemocracia, USOPO, Unión Liberal Republicana, PADENA, Partido Humanista y MAPU OC); uniéndose con posterioridad el Partido Comunista y el MIR. Y por otro lado, la opción Sí, compuesta por las distintas fuerzas del gobierno.

A medida que se iba acercando el día de la votación, este plebiscito dejaba de ser una mera consulta que ratificara el régimen de Pinochet, convirtiéndose en una oportunidad tangible de la oposición para quebrantar el autoritarismo.

Bajo este contexto el día en que se realizó el plebiscito, la Central Nacional de Informaciones (CNI) -organismo de inteligencia militar creado el año 1977, comandado por el general Hugo Salas Wenzel- dio a conocer informes sobre un supuesto atentado contra el general Pinochet, llamándolo con el apelativo de “noche roja”. Dichos documentos sostienen que individuos pertenecientes al Partido Comunista y al MIR planeaban un atentado contra Pinochet el mismo día del plebiscito.

El 17 de agosto del presente año (2007) la revista online “El periodista”, desclasificó estos Memorandums de Información catalogado con el número C-3 2432/12, con una serie de otros documentos que obedecen el mismo objetivo: la justificación por parte del general Pinochet de incurrir en las armas, por un supuesto peligro armado representado por sectores de la oposición, hacia su persona y el gobierno, y así invalidar todo el proceso plebiscitario que se estaba llevando a cabo.

De esta forma, nos parece de vital importancia la republicación, y por consecuencia, difusión del presente documento, el que nos proporcionara nuevos elementos de juicio; y, nos

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hace entender, que la Historia se encuentra repleta de elementos, muchos más, de los que nos consagra la oficialidad.

Verena Ahumada Sánchez∗

∗ Realizado por Verena Ahumada, alumna de quinto año de Pedagogía en historia y Cs. Sociales.

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El poder en el presente histórico: Hegemonía y Consenso

Juan Carlos Bravo Lepe∗

“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante”. (Marx-Engel, 1847:50)

Toda la historia del hombre ha sido una lucha continua por el poder entre aquellos que tienen el poder y lo quieren seguir manteniendo, contra los que no lo tienen y han luchado por obtenerlo; por lo tanto, la historia siempre ha sido, en palabras del propio Karl Marx, una disputa entre propietarios y esclavos, entre señores y siervos, entre reyes y súbditos, entre burgueses y proletarios, entre dominantes y dominados. Pero, los “instrumentos” con los cuales se han podido llevar a cabo estas relaciones de poder y lucha, han cambiado a través de la historia, volviéndose cada vez mas difusa esta relación, transformándose en un consenso, es decir en una legitimación y naturalización del poder hegemónico por parte de las clases subalternas. El poder organiza de muchas maneras las relaciones dentro de la sociedad, relaciones políticas, económicas, culturales y sociales. El poder social-cultural, es una relación específica entre los distintos grupos sociales o instituciones, “un grupo tiene poder sobre otro si tiene alguna forma de control sobre ese otro grupo” (Van Dijk, 2000: 40). Tenemos el poder, cuando podemos hacer que otros actúen de la manera que nosotros queremos que actúen, un grupo puede controlar a otros de distintas formas, una opción simple es la fuerza bruta, la coerción; pero gran parte del poder en la sociedad actual es mas bien mental, un tipo de poder simbólico, en palabras de Pierre Bourdieu, “Todo poder de violencia simbólica, o sea, todo poder que logra imponer significados e imponerlas como legitimas disimulando las relaciones de fuerza en que se funda su fuerza propia, es decir, propiamente simbólica, a esas relaciones de fuerza” (Bourdieu, 1977: 44). Controlamos la base mental de las acciones, esto es, las intenciones o propósitos de las personas, se controla la cultura para poder lograr el sometimiento de otros grupos. El devenir histórico nos demuestra que la fuerza y la coerción, han sido y son formas antiguas, y utilizadas durante siglos por el sector dominante para lograr el sometimiento de los sectores dominados, era usual en la España del Siglo XV recurrir a la Inquisición para que los desertores de la Iglesia católica y por tanto del Estado español lograran volver al camino trazado por ésta. El mundo occidental utilizó de forma recurrente la violencia para lograr imponer sus ideas, pero al comenzar las tolerancias, primero religiosas y luego civiles, esta forma de proceder comenzaría a volverse retrógrada y cuestionada. Los derechos humanos propagados por la revolución francesa darían cuenta que la civilidad no era un grupo pasivo sino que comenzaba a poner en tela de juicio la forma de actuar de los dominantes, con las revoluciones políticas y sociales del siglo XIX, las clases dominantes comenzarían a percatarse que su actuar comenzaba a ser cuestionado, la violencia, la represión serían las tónicas de aquel siglo. Con la revolución industrial comenzaría a aparecer una nueva forma de comunicación, que sería más rápida y factible, comenzaría la globalización, la cual hizo a todos los seres humanos más interdependientes, y con ella un nuevo tipo de tecnología de masas difundidas a todos los sectores

∗ Estudiante de cuarto año de la carrera de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales, de la Universidad de Valparaíso.

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sociales. Así, la forma de lograr el sometimiento fue cambiando de a poco, la utilización de las fuerzas armadas no se obvió, pero se comenzó a ocupar un recurso que hasta entonces parecía sin importancia, la tecnología de la cultura de masas. Ésta comenzó a ser el campo donde se librarían “feroces batallas”, y muy entre comillas, ya que en la Guerra Fría este campo sería normalmente utilizado por las potencias en lucha. Cada vez más la cultura sería manipulada para lograr el consentimiento de los subordinados, ya no se usaría el fusil sino la prensa escrita, la televisión reemplazaría al cañón dando paso al “imperio de la fragilidad”, un “control sutil”, delicado, elegante y fino, que no se lograría por las armas sino por la persuasión de las palabras y de los signos. Los medios de comunicación serían los que ostentarían la hegemonía que se arrastraría hasta el día de hoy, a través de una validación y legitimación por parte de los diferentes campos sociales. La hegemonía sería el ejercicio de las funciones de dirección intelectual y moral unida a aquella del dominio del poder político, “en el sentido de hegemonía política y cultural de un grupo social sobre la entera sociedad, como contenido ético del Estado” (Sacristán, 2005:290). Por hegemonía también se entiende, la forma en que "un grupo se vuelve realmente consciente de si mismo y compacto cuando entiende que debe superar el plano de sus intereses corporativos para extenderse sobre los intereses de otros grupos sociales" (Campione, 2007: 3), o "es entendida a diferencia de la dominación, que se ejerce sobre adversarios y mediante la violencia, como un proceso de dirección política e ideológica en el que una clase o sector logra una apropiación preferencial de las instancias de poder en alianza con otras clases, admitiendo espacios donde los grupos subalternos desarrollan practicas independientes y no siempre funcionales para la reproducción del sistema" (Canclini,1984:73). Sin embargo, el uso que se haría de ellos sería recurrente en los regímenes dictatoriales, tan normales en Latinoamérica durante la segunda mitad del siglo XX y que no se exceptuaron en Chile. Éstos, utilizarían a los medios de comunicación como instrumentos para validar su accionar o los harían callar para que no representaran por ningún motivo una fuerza contrahegemónica que pudiera contrarrestar su poder. Luego, en las transiciones “democráticas” de la década de los ‘80, “la política del sistema, el pensamiento hegemónico era: “Señores, propongan todos los cambios que quieran, menos dos. 1) reemplazar la economía de mercado por un sistema de economía planificada no capitalista. Y 2) reemplazar la democracia parlamentaria” (Campione, 2007:3). En Chile, durante la transición en el año 1989, "desaparecieron varios medios de comunicación, especialmente aquellos más identificados con la resistencia u oposición al régimen militar y que no supieron luego adaptarse a la nueva realidad" (Varios autores, 2001: 471), los que sobrevivieron fueron aquellos que poseían además del poder económico, la capacidad de consensuar con la nueva forma de gobierno, pudiendo lograr además ser salvados por él mismo en 1989. Los principales medios de comunicación permanecerían bajo el control de un pequeño grupo de familias conservadoras, esto seguiría durante toda la década de 1990. El discurso hegemónico de los campos dominantes entregado a través de los medios de comunicación tradicionales ha sido validado y legitimado en el campo social en su conjunto (de ahí su condición de hegemónico). A través, de los medios de comunicación las clases con poder educan a los dominados, para que estos vivan su sometimiento y la supremacía de las primeras como algo natural y conveniente, inhibiendo así su potencialidad revolucionaria. Los medios de comunicación actúan como legitimantes del poder hegemónico. Así, “el poder se oculta detrás o, mejor dicho, por todos lados mediante la creación de autoridad. Autoridad que sólo existe como tal cuando es otorgada por los dominados, es decir, cuando éstos la constituyen, la aceptan, cuando éstos se atan a ella” (Moreno, 2006: 3).

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Dueños de un gran capital simbólico, estas organizaciones han logrado consolidar, durante los años y mediante diversas estrategias tendientes a la ortodoxia del sistema, un consenso societal, un bloque histórico en palabras de Antonio Gramsci. Han adquirido un enorme poder, haciendo su tipo de discurso, el hegemónico, situación que han sabido mantener y acumular en el tiempo. Se entiende a los medios de comunicación como herramientas de aquellos que tienen la dominación de los medios de producción, en tal sentido, son los que tienen el poder material los que se consagran en el poder espiritual, produciéndose "relaciones recíprocas entre la estructura y la superestructura de la sociedad" (Gramsci,1955:10). Así, a través del uso de este instrumento, los agentes del campo dominante (dueños de los medios de comunicación tradicionales) realizan diversas estrategias para lograr el consenso social, logrando poder establecer su concepción del mundo como la única posible y la que posee el verdadero significado de vida. La concepción del mundo mencionada, no es más que el discurso hegemónico, que se posiciona como el legítimo para la sociedad. Los medios de comunicación participan de la construcción del consenso social. No se trata simplemente de manipular. Tampoco se trata de empeños ideológicos, sino que hay un liderazgo cultural, que logra el consenso de los grupos y de las clases subordinadas. “Los grupos poderosos mandan no por poder coercitivo económico o político, sino a través de un “discurso de significados”, que logre consenso libre y cómplice”. (Martínez, 2006: 44) Sin embargo este cuerpo de conocimiento, controlado a veces, es cuestionado por un grupo, el cual representa en el campo social el valor de contrahegemónico en palabras de Gramsci y de una heterodoxia en palabras de Bourdieu, pero aquellos que aceptan ese conocimiento como una verdad a veces absoluta, son quienes ven aquel conocimiento como el fundamento común de la cultura de la cual son parte. Son las clases subalternas las que le dan el valor de hegemónico al discurso, son aquellos hombre masa (hombres colectivos), que poseen un sentido común que no deja criticar la propia concepción del mundo; "un grupo social tiene su propia concepción del mundo, aunque embrionaria, que se manifiesta en la acción, y que cuando irregular y ocasionalmente - es decir, cuando se mueve como un todo orgánico -, por razones de sumisión y subordinación intelectual, toma en préstamo una concepción que no es la suya, una concepción de otro grupo social, la afirma de palabra y cree seguirla, es porque la sigue en "tiempos normales", es decir, cuando la conducta no es independiente y autónoma, sino precisamente sometida y subordinada" (Gramsci,1955:15), esta concepción la han logrado instalar a través de los medios de comunicación quienes la muestran como hegemónica, no explícitamente claro está, sino que esta concepción es “la de los dueños de estas organizaciones y, por ello, la de otros campos societales. Es decir, lo relevante no son los contenidos y las formas que presentan estas organizaciones, sino que el uso que hacen los campos y agentes de éstas” (Di Capua, 2007:3).

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Bibliografía: - Bourdieu, Pierre. La Reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza. Barcelona, Laia, 1977. - Campione, D. (2007). Gramsci y América Latina: Guerra de movimientos-guerra de posiciones. Seminario “El pensamiento Vivo de Antonio Gramsci”. - Canclini, Nestor (1984). Gramsci con Bourdieu. Hegemonía, consumo y nuevas formas de organización popular. - Gramsci, Antonio. El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Argentina, Editorial Lautaro, 1955. - Martinez, J. Teorías de comunicación, Ciudad Guayana, Venezuela, 2006 - Marx, Carlos, Federico Engels. La ideología Alemana, Buenos Aires, Pueblos Unidos, Cártago. 1985. - Moreno, C. (2006). Bourdieu, Foucault y el poder. Voces y contextos, México. - Sacristán, Manuel, Antología de Antonio Gramsci. Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán, México, Siglo XXI editores, 2005. - Van Dijk, Teun (Comp.), El discurso como interacción social. Estudios del discurso: introducción multidisciplinaria, Volumen 2, Gedisa Editorial, Barcelona, 2001. - Varios Autores (2001), Camino a la moneda Las elecciones presidenciales en Chile desde 1900 al 2000. Tesis - Dicapua, S. (2007). Tesis de Magíster: Medios de comunicación tradicionales y blogs, en busca de la construcción de Contrahegemonía.

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“El deber de todo revolucionario, es hacer la revolución”: la dualidad proyectual de la izquierda en Chile. 1960-1970

Jorge Valderas Villarroel∗

En el marco del agotamiento del Modelo de Desarrollo Sustitutivo de Importaciones a mediados del siglo XX, surgirán en Chile diversas propuestas de reemplazo de éste, las cuales tendrán la característica de ser soluciones de tipo global, excluyentes unas de otras y que vendrán desde los distintos sectores políticos10.

La tesis que más se maneja a nivel general, es que surgirá un proyecto de desarrollo por cada sector político, concordante con lo que se conoce como los tres tercios de la política chilena (derecha, centro e izquierda). A grandes rasgos, la derecha propondrá un proyecto de desarrollo basado en la liberalización de la economía y el fortalecimiento del poder ejecutivo11. El centro propondrá hacer reformas de tipo estructural, deshacerse de las “viejas estructuras” oligárquicas, y empujar a Chile hacia un proceso modernizador12. Por su parte la izquierda planteaba de plano, realizar la revolución socialista.

El problema que plantea este artículo, versa sobre si el proyecto de desarrollo levantado por la izquierda durante la segunda mitad del siglo XX, y que se trató de implementar bajo el gobierno de Salvador Allende, sería en realidad un proyecto de toda la izquierda o sólo de un sector de ella.

La hipótesis que quisiéramos plantear –complementando la tesis de Luis Corvalán Márquez– es que la izquierda no poseería un sólo proyecto de desarrollo, sino dos (aunque su fin fuese el mismo, el socialismo); y que el proyecto que se trató de llevar adelante bajo el gobierno de Allende (la “vía chilena al socialismo”), fue el de un sector específico, denominado –según la nomenclatura utilizada por el profesor antes señalado–, como el eje gradualista, encabezado por el Partido Comunista (PC) y el propio Allende, postergando el proyecto del denominado eje rupturista, encabezado a su vez por el Partido Socialista (PS) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

Revisando los documentos resolutorios de una serie de congresos, tanto del Partido Comunista como del Partido Socialista podemos encontrar un conjunto de tópicos en los cuales se producen fuertes divergencias entre ambos ejes, gradualista y rupturista, los cuales podemos clasificar de la siguiente manera13: a) carácter de la revolución; b) fuerzas motrices de la revolución (es decir, política de alianzas); c) enemigo principal a enfrentar; d) vías para llevar a cabo la revolución; e) marco geográfico en el cual debía desenvolverse la revolución; y, f) “eje conductor de los cambios revolucionarios”, es decir desde dónde se debían producir los cambios.

∗ Estudiante de cuarto año de la carrera de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales, de la Universidad de Valparaíso. 10 Planteamiento de Luis Corvalán Márquez. Del anticapitalismo al neoliberalismo en Chile, Santiago: Editorial Sudamericana, 2001. 11 Sobre el proyecto de desarrollo de la derecha, véase, Jorge Alessandri Rodríguez, “La verdadera situación económica y social de Chile en la actualidad”, en Sofía Correa Sutil y otros, Documentos del Siglo XX Chileno, Santiago, ed. Sudamericana; y Partido Nacional, “La Nueva Republica”, 1969. 12 Sobre el proyecto de desarrollo levantado por el centro, véase, Radomiro Tomic, “Nada ni nadie podrá detener el desplome de las viejas estructuras” discurso de 1964, sin referencia. 13 La siguiente clasificación es un complemento de los tópicos planteados por Luis Corvalán Márquez junto con los de Julio Pinto.

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Lo que se pretende realizar en este artículo es una descripción de las posiciones adoptadas por los partidos ejes de cada polo (por el lado del polo gradualista, el Partido Comunista; y por el lado del polo rupturista, el Partido Socialista), en relación a los tópicos enunciados en el párrafo anterior, para así, dejar explícito que la unidad de ambos partidos en torno a las elecciones (primero como FRAP y luego como Unidad Popular) era netamente pragmática, no existiendo una concordancia en el discurso planteado por ambos polos y su puesta en práctica (esto especialmente en el caso del polo rupturista).

Pues bien, a continuación pasaré a describir cada temática de desencuentro entre los polos gradualista y rupturista, para luego finalizar con un par de apreciaciones sobre lo descrito.

En relación al primer tema, que es el carácter de la revolución, el polo gradualista plantea que ésta se da por etapas, y que en un primer momento la revolución tiene el carácter de antiimperialista, antioligárquica, agraria y con vistas al socialismo, al cual se ve como algo lejano, y no como un objetivo por realizar a corto plazo. Por ello, el PC identificaría ciertas etapas que se deberían cumplir, antes de “lanzarse” a la construcción del socialismo14. Por su parte, el polo rupturista, plantea que la revolución debe tener un carácter socialista de inmediato, sin pasar por etapas. En su XXI Congreso celebrado en Linares en 1965, el PS declara que “No hay ni puede haber sino una revolución: la que lleve al poder a la clase obrera y al pueblo para realizar a través de un sólo proceso las tareas incumplidas de la revolución democrático-burguesa y la revolución socialista” (Jobet, 1971: 109). Con esto dejan en claro su rechazo a lo que será conocido como el “etapismo”.

Del carácter de la revolución recién descrito, se desprenden las fuerzas motrices que cada polo va a reconocer como propias. Por un lado, el polo gradualista, se basará en los obreros, los campesinos, y pequeños y medianos empresarios (entendida ésta como la burguesía no monopólica), esto debido a que en una primera etapa la revolución solo sería antiimperialista, antioligárquica y agraria, por lo que los sectores pequeño burgueses sí podrían participar de ella. Por otro lado, el polo rupturista descansará en los obreros, campesinos y clases medias empobrecidas, poseyendo una base social más estrecha que la del polo gradualista, lo que se condice con el carácter socialista de la revolución que ellos plantean.

En cuanto al tercer tema, el de los enemigos principales, para el polo gradualista, estos serán el imperialismo y la oligarquía (excluyendo a los sectores burgueses no-monopólicos) lo cual dejan explícito al plantear que “se debe ir abriendo paso a la unidad de acción de todas las fuerzas populares y progresistas que están con la oposición o con el gobierno en contra de las fuerzas reaccionarias que hay en el gobierno y en la oposición (…) -por lo cual- es factible avanzar sobre el terreno de la unidad de acción del FRAP (Frente de Acción Popular), del Partido Democrático Nacional y de los democratacristianos y radicales anti-derechistas, en contra del imperialismo y la oligarquía…”15 (Corvalán, 1982: 15). Para el polo rupturista, en tanto, será la burguesía en su conjunto. Este punto, junto con el anterior (el de las fuerzas motrices) será de suma importancia, ya que de estas dos definiciones que hacen los distintos sectores, se desprenden las alianzas políticas que ellos pueden realizar. Es así, como el Partido Comunista no cesará en buscar la alianza con el Partido Demócrata Cristiano (ya que considera

14 Para un mayor detalle de las etapas que, según el PC, habría que realizar antes de mirar al socialismo véase: “‘Nuestra táctica en las condiciones de un gobierno reformista burgués’. Informe al XIII Congreso del Partido Comunista, 10 de Octubre de 1965”, en Luis Corvalán Lepe, Tres períodos en nuestra línea revolucionaria, Dresden, Verlagzeit im Bild, 1982, p. 12. 15 El destacado es mío, para poner en relevancia que la unidad con los otros sectores es sólo en la acción anti-oligarquía y anti-imperialista.

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que existen dentro de ese partido sectores proclives a los cambios que el PC desea llevar a cabo), mientras que el Partido Socialista y el MIR descartarán esta alianza desde un comienzo.

Quizás, el punto más notorio en cuanto a la división de la izquierda, tiene relación con la cuarta temática, que trata acerca de la vía de la revolución. El sector denominado gradualista planteaba, como táctica central, la vía no armada (no confundir con vía no violenta, ya que sí se llevaban a cabo actos que podrían ser considerados violentos, como por ejemplo la toma de terrenos); mientras que los rupturistas, a través del MIR planteaban abiertamente la insurrección armada, y el PS lo reafirmaba, expresando que “la violencia revolucionaria es inevitable y legitima. Resulta necesariamente del carácter represivo y armado del estado de clase -siendo esta- la única vía que conduce a la toma del poder político y económico y su ulterior defensa y fortalecimiento” (Jobet, 1971: 130). Como se puede apreciar, se descarta de plano la llamada vía político-institucional, esto en concordancia con la matriz teórica marxista de tipo ortodoxa que poseían el Partido Socialista y el MIR, desde la cual argumentaban que es imposible realizar los cambios necesarios para llegar al socialismo desde el Estado e institucionalidad burguesa.

Sobre el quinto tema, acerca del marco geográfico, el polo gradualista ponía el acento en la realidad y especificidad nacional, que es desde donde se debía sacar los lineamientos generales a seguir para llevar adelante el proceso revolucionario16. El polo rupturista por su parte era más proclive al internacionalismo, de donde planteaban que la revolución, para que tuviera éxito y pudiera defenderse, debía darse en toda Latinoamérica y no en un sólo país, por lo cual apoyaban los procesos revolucionarios que se estaban llevando a cabo y alentaban a los otros países a levantarse en sus propios procesos revolucionarios.

Por último, tenemos el tema del eje conductor de los cambios revolucionarios. Para el polo gradualista, el Estado era el principal agente de la revolución, y es desde dentro de él, donde se realizarán los cambios estructurales necesarios que abrirán el paso para la construcción del Socialismo. El polo rupturista por otro lado, rechazaba la postura gradualista, al plantear que era imposible realizar los cambios que se necesitaban para llevar adelante la revolución socialista desde dentro del Estado burgués, debido a la naturaleza misma de éste, que es la de mantener y perpetuar el dominio de clase17. De acuerdo a esta lógica es que el MIR planteará la necesidad de la creación de un Poder Popular al margen del Estado, el cual en parte se pudo ver materializado en los llamados “cordones industriales” y los comando comunales18.

Pues bien, hecha la descripción de los principales puntos de discrepancia dentro de la izquierda chilena pasaremos a emitir una opinión acerca de lo anteriormente planteado.

16 En este sentido, algunos autores plantean que el PC actuaría bajo lo que se conoce como “pragmatismo iluminado”, provocando una división en cuanto a la teoría que profesan (ortodoxa) y a la práctica que llevan a cabo (heterodoxa). Para una profundización sobre este tema, véase, LuisCorvalán Márquez, “Las tensiones entre la teoría y la práctica en el Partido Comunista en los años 60 y 70”, en Manuel Loyola y Jorge Rojas (compiladores), Por un rojo amanecer: Hacia una historia de los comunistas chilenos, Impresora Valus, 2000. 17 Para analizar de mejor forma las discrepancias entre gradualistas y rupturistas, para los puntos a,) b), c) y d) sobre los gradualistas véase: “‘Nuestra táctica en las condiciones de un gobierno reformista burgués”. Informe al XIII Congreso del Partido Comunista, 10 de Octubre de 1965”; y “‘Unidad Popular para conquistar un gobierno popular’. Informe al XIV Congreso del Partido Comunista, 23 de noviembre de 1969” en Luis Corvalán Lepe, op. cit.; sobre los rupturistas véase: “XXI Congreso General Ordinario del Partido Socialista” y “XXII Congreso General Ordinario del Partido Socialista”, en Julio César Jobet, op. cit., además de: “Declaración de Principios del Movimiento de Izquierda Revolucionaria” y “Programa del Movimiento de Izquierda Revolucionaria” en Pedro Naranjo, y otros (editores), Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile. Discursos y documentos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, Santiago, LOM, 2004. Acerca de los puntos e) y f), véase: Julio Pinto Vallejos, “Hacer la Revolución…”, op. cit. 18 Para mayor información sobre este tema véase: Franck Gaudichaud, Poder Popular y Cordones Industriales, Santiago, LOM, 2004

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En primer lugar, podemos señalar, que examinando los diversos puntos de discrepancia, se pueden encontrar dos perfiles totalmente distintos sobre una misma problemática, a saber, ¿cómo construir el socialismo? De esto, y analizando los documentos elaborados en conjunto por ambos polos (entiéndase por ello, los programas de gobierno del FRAP y la Unidad Popular), podemos decir que en definitiva el polo gradualista es el que impone su “proyecto de revolución”. Esto se puede apreciar en lo expresado por Luis Corvalán Marquéz, en relación a las medidas que son aceptadas por la coalición del FRAP entre las cuales se encuentran “la nacionalización de las riquezas básicas que estaban en manos del capital extranjero, la estatización de la banca, de los monopolios y del comercio exterior. A lo que se agregaba una reforma agraria destinada a abolir el latifundio. Todo -esto- debía ir unido a ciertas transformaciones en el Estado que permitieran que el poder político fuera pasando a los trabajadores y al pueblo en general” (Corvalán, 2001: 18). Como se puede apreciar, los puntos centrales de confluencia del FRAP son los que están incluidos de modo general en las resoluciones de los partidos Comunista y Socialista, obviando los puntos de conflicto (mencionados anteriormente) entre ambos partidos. De esto, se desprende que hay una aceptación tácita del Partido Socialista a la vía propuesta por el PC, lo cual sólo se dará en el discurso, ya que el PS en el plano de la acción, constantemente incitará a tomar decisiones más radicales en torno a la dirección y carácter del proceso revolucionario19.

En segundo lugar, quisiéramos mencionar, que la omisión de la discusión de los temas de conflicto entre ambos partidos (Comunista y Socialista), será lo que a nuestro juicio, profundizará más la crisis que vivirá el gobierno de Allende, siendo la derecha un elemento importantísimo a la hora de atacar sobre los puntos que generaban mayor división dentro de los partidos de la Unidad Popular, desatando el inmovilismo y estancamiento del proceso revolucionario.

En conclusión podemos decir, que la omisión o postergación de la discusión en forma explícita de los temas que en un comienzo fueron enunciados, producirá que un sector (el rupturista) acepte sólo discursivamente el proyecto que se suponía era de la coalición en su conjunto (sea esta FRAP o Unidad Popular), y que en la acción abogue por su propio proyecto, dejando de manifiesto la existencia de dos proyectos, que si bien compartían el mismo fin -el socialismo-, no coincidían en cuanto a las formas. 19 Esto se verificará con mayor fuerza entre 1970 y 1973.

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Bibliografía: - Alessandri Rodríguez, Jorge, “La verdadera situación económica y social de Chile en la actualidad”, en Sofía Correa Sutil y otros, Documentos del Siglo XX Chileno. Santiago: Editorial Sudamericana. - Corvalán Lepe, Luis. Tres períodos en nuestra línea revolucionaria. Dresden: Verlagzeit im Bild, 1982. - Corvalán Márquez, Luis. Del anticapitalismo al neoliberalismo en Chile, Santiago: Editorial Sudamericana, 2001. - Corvalán Márquez, Luis. “Las tensiones entre la teoría y la práctica en el Partido Comunista en los años 60 y 70”, en Loyola, Manuel y Rojas, Jorge (compiladores), Por un rojo amanecer: Hacia una historia de los comunistas chilenos. Impresora Valus, 2000. - Crespo, Horacio, “La ‘vía chilena al socialismo’ en el contexto de la izquierda Latinoamericana”, en Zapata, Francisco (compilador), Frágiles Suturas. Chile a 30 años del gobierno de Allende. México D.F.: El Colegio de México (1º ed.), 2006. - Gaudichaud, Franck. Poder Popular y Cordones Industriales. Santiago: LOM, 2004. - Jobet, Julio César. El Partido Socialista de Chile. Santiago: Prensa Latina, 1971. Naranjo, Pedro y otros (editores). Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile. Discursos y documentos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Santiago: LOM, 2004. - Pinto Vallejos, Julio, “Hacer la Revolución en Chile”, en Pinto Vallejos, Julio (coordinador-editor), Cuando Hicimos Historia. La experiencia de la Unidad Popular. Santiago: LOM, 2005. - Tomic, Radomiro, “Líneas Generales de campaña presidencial de Radomiro Tomic en 1970”, sin referencia. Partido Nacional, “La Nueva Republica”, 1969.

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Panfleto del plebiscito de 1988, editado por el comando por el SI.∗

∗ Se encuentra en la recopilación de documentos publicados en la página electrónica, www.memoriachilena.cl. Al respecto, cabe señalar, que el panfleto hace alusión a la supuesta restitución de la “violencia” y caos social que habría predominado durante el gobierno de la UP.

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