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46 INTRODUCCIÓN La idea de éste trabajo pretende desa- rrollar el vinculo del primitivo concepto creativo de un espacio ó local destinado al estudio de las ciencias, letras y artes liberales, que amplió incumbencia en la definición de un lugar para conservar y exhibir objetos artísticos, colecciones científicas ó piezas y restos materiales de estudio sobre los grupos humanos del pasado, enlazándolo evolutivamente con la necesaria conveniencia de que los poderes públicos, asesorados por sus téc- nicos y especialistas permitan y animen a recuperar, catalogar y poner en valor, cuantos elementos arcaicos y vetustos sean motivo de mantener vivos en aras de proseguir, continuar y respetar la conso- lidación definitiva invocada por el interés de aquél resurgimiento, desde el Renaci- miento, relacionado con el antiguo des- pertar de la curiosidad filosófica como medio de recuperar la historia y cultura de los pueblos. Como muestra de ello, para entender la importancia del espíritu que genera la misiva del respecto a los signos, símbolos o elementos que han conformado el patri- monio de nuestra historia, y, que recono- cidas cualidades, calidades y virtudes, son dignos de ser expuestos para orgullo, honra y respeto de la herencia de un pue- blo, en una segunda parte, nos adentra- remos en el proceso de puesta en valor de dos joyas de la rejería del románico que han sido recuperadas y ubicadas en el Museo de Santa Clara de Murcia, que, tras un periplo de situaciones y circuns- tancias de diferente índole, regresan al edificio de donde salieron recién acabada la Guerra Civil Española del pasado siglo XX. I. ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL SENTIMIENTO MUSEISTICO “Museum”, término del griego “mou- seion”, templo dedicado a las nueve musas, culminó en el Renacimiento para referirse a una colección visitable de obje- tos de gran belleza y valor. Pero hay que retroceder a un primer “mouseion”, cuya traducción es “museo”, del que se tiene constancia como primera vez en la historia que aparece dicha denominación escrita, creado alrededor del año 290 a. C., por Ptolomeo I Sóter, en Alejandría (ciudad fundada por Alejandro Magno en el 332 a. C. y cuyo legado nos llega, pese cercena- miento, a través de su extraordinaria biblioteca), donde su encomienda consis- tía en la congregación y reunión de sabios y eruditos, acometiendo y produciendo estudios e ingenios en el ámbito de la botá- nica, zoología, astronomía y autorías bibliográficas de investigación científica. Esta actividad evolucionó hacia la ense- ñanza, y, en su periplo docente, obtuvo enriquecimiento para el conocimiento I. GÉNESIS DEL SENTIMIENTO MUSEÍSTICO. II. LAS DOS REJAS ROMÁNICAS DE MURCIA. (Un ejemplo de recuperación artística por parte del Museo de Santa Clara la Real Ángel Luis Riquelme Manzanera Ilustración del supuesto Museo de Ptolomeo I Soter.

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INTRODUCCIÓNLa idea de éste trabajo pretende desa-

rrollar el vinculo del primitivo conceptocreativo de un espacio ó local destinadoal estudio de las ciencias, letras y artesliberales, que amplió incumbencia en ladefinición de un lugar para conservar yexhibir objetos artísticos, coleccionescientíficas ó piezas y restos materiales deestudio sobre los grupos humanos delpasado, enlazándolo evolutivamente conla necesaria conveniencia de que lospoderes públicos, asesorados por sus téc-nicos y especialistas permitan y animen arecuperar, catalogar y poner en valor,cuantos elementos arcaicos y vetustossean motivo de mantener vivos en aras deproseguir, continuar y respetar la conso-lidación definitiva invocada por el interésde aquél resurgimiento, desde el Renaci-miento, relacionado con el antiguo des-pertar de la curiosidad filosófica comomedio de recuperar la historia y culturade los pueblos.

Como muestra de ello, para entenderla importancia del espíritu que genera lamisiva del respecto a los signos, símboloso elementos que han conformado el patri-monio de nuestra historia, y, que recono-cidas cualidades, calidades y virtudes,son dignos de ser expuestos para orgullo,honra y respeto de la herencia de un pue-blo, en una segunda parte, nos adentra-remos en el proceso de puesta en valor dedos joyas de la rejería del románico quehan sido recuperadas y ubicadas en elMuseo de Santa Clara de Murcia, que,tras un periplo de situaciones y circuns-tancias de diferente índole, regresan aledificio de donde salieron recién acabadala Guerra Civil Española del pasado sigloXX.

I. ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL SENTIMIENTO MUSEISTICO

“Museum”, término del griego “mou-seion”, templo dedicado a las nuevemusas, culminó en el Renacimiento parareferirse a una colección visitable de obje-tos de gran belleza y valor. Pero hay queretroceder a un primer “mouseion”, cuyatraducción es “museo”, del que se tieneconstancia como primera vez en la historiaque aparece dicha denominación escrita,creado alrededor del año 290 a. C., porPtolomeo I Sóter, en Alejandría (ciudadfundada por Alejandro Magno en el 332 a.C. y cuyo legado nos llega, pese cercena-miento, a través de su extraordinariabiblioteca), donde su encomienda consis-tía en la congregación y reunión de sabiosy eruditos, acometiendo y produciendoestudios e ingenios en el ámbito de la botá-nica, zoología, astronomía y autoríasbibliográficas de investigación científica.Esta actividad evolucionó hacia la ense-ñanza, y, en su periplo docente, obtuvoenriquecimiento para el conocimiento

I. GÉNESIS DEL SENTIMIENTO MUSEÍSTICO. II. LAS DOS REJAS ROMÁNICAS DE MURCIA.

(Un ejemplo de recuperación artística por parte del Museo de Santa Clara la Real

Ángel Luis Riquelme Manzanera

Ilustración del supuesto Museo de Ptolomeo I Soter.

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humano mediante el uso y utilización deinstrumental sanitario para determinadasintervenciones quirúrgicas; proceso deaparatos rudimentarios dirigidos a laastronomía, y, aunque su practica y teoríasde Arquímedes, fueron muy anteriores,sería Hiparco, quien determinó el tamañodel Sol y la Luna, mediante la “paralaje”; ola aplicación de la trigonometría esférica;y, un sin fin de invenciones y descubri-mientos que le hacen ser el padre de estaciencia. Igualmente, analizaron el curtidode pieles de animales; sus bustos; colmi-llos de elefantes u otras materias, obte-niendo una aplicación en distintos concep-tos, ya fuere la vestimenta, la artesanía,las armas, o, la búsqueda de la compren-sión y el entendimiento del funcionamien-to cerebral. Ejercicio, experiencia y habili-dad que, promovió las salas de ciencia eindagación con fines benefactores, educa-cionales y formativos. Los documentosescritos en este periodo y hasta su desapa-rición, constituyeron el más grande com-pendio investigador de todos los tiempos.Lamentablemente, los elementos y piezasde este museo, junto a la mayor parte desu biblioteca, fueron destruidos hacia elaño 270 d.C., a consecuencia de un incen-dio debido a los nefastos y siempre incom-prensibles, enfrentamientos civiles.

Se sabe que, en lostemplos de la anti-gua Grecia abunda-ban las estatuas,jarrones, pinturas,adornos de oro,plata y bronce dedi-cados a los dioses,pero a la vez, éstasobras se exhibíanpara el disfrute delos contribuyentes.El mismo ejemplosucedió en Roma,

ahora son, foros, jardines, baños, teatros opalacios, el escenario donde se pudo con-templar la belleza del arte. Pero seríaPublio ELio Adriano, uno de los Empera-

dores más cultos, y, promotor del mece-nazgo de casi todas las artes romanas,quien considerando la ventaja convergen-te en el boato dual de luz y sombra, fundi-ría en uno, el conjunto de los dos espaciosdiferentes. La superficie cerrada y el solarabierto. La inclusión de sendos conceptosse diseñó para el gran recinto de su fincade Villa Adriana; haciendo suya la estéticaserena a través de la incorporación en elcontenido interior del edificio, la bellezade las obras de arte, y, sobre sus jardinesarbóreos, la reproducción de elementos yconstrucciones que había visto en Grecia yEgipto, considerándose, a todos los efec-tos, el precursor de los museos que hoyexisten en el mundo combinando ambasformas de expresión artística, la naturale-za viva y la materia inerte; y, por tanto,conjunción, con respecto a su forma anti-gua creada, identificada analógicamentecomo paradigma de este “Museo Etnológi-co de la Huerta de Murcia”, que tanto cari-ño generalizado ha suscitado y promueveen el entrañable orgullo y satisfacción desus protectores, guardianes y defensoresde la milenaria Huerta de Murcia.

Pero retrocediendo nuevamente a Pto-lomeo I, debemos constatar que su inicia-tiva mandando construir el gran Palaciode las Artes, Ciencias y Letras, serviría dealojamiento a toda la Dinastía Ptolomeica.Siguiendo la estela de su progenitor, suhijo, Ptolomeo II Filadelfos, fue el impulsory creador del edificio levantado al otrolado del jardín, conocido desde el principiocon el nombre de Museo. Le llamaron asípor respeto a la sabiduría, porque lo con-sideraron como un Santuario consagradoa las Musas, que eran las diosas de lasartes y las ciencias. Se considera como elestablecimiento científico más antiguo delmundo, con una Universidad de Enseñan-za Superior, que evidencia el alto gradointelectual y cultural que reinó en el espí-ritu de los alejandrinos de aquélla época.No obstante podremos acordar que de éstaidea nació la más importante Biblioteca detodos los tiempos: La Biblioteca de Alejan-

Busto de Adriano, MuseoCapitolini.

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dría, considerada el templo de conserva-ción y archivo documental escrito quepodría atender al principio activo de unMuseo de magnánimas proporciones dedi-cado exclusivamente a la función exposito-ra y usuaria de bibliografía historiográfica.

El edificio constaba de varios apartadosdedicados al saber, que con el tiempo fue-ron ampliándose y tomando gran impor-tancia. Uno de esos apartados se dedicó abiblioteca y fue quizás el que más creció y elque más fama adquirió en el mundo de laantigüedad. Había también un jardín botá-nico con plantas de todos los países conoci-dos, una colección zoológica, un observato-rio astronómico y una sala de anatomíadonde se hacía la vivisección en cuerpos decriminales y donde, durante algún tiempo,se llegaron a disecar cadáveres.

Contenía habitaciones a modo de resi-dencia para sabios, gramáticos y médicosy todos los gastos corrían por cuenta de losreyes que estaban orgullosos de esta insti-tución donde comían muchas veces allí encompañía de sus egregios usuarios. Lossabios además de investigar y estudiar,daban conferencias y docencia, no sólo a

los hijos de nobles y grandes hacendados,sino también a los jóvenes interesados enla formación y enriquecimiento de lasmaterias impartidas. En Alejandría llegó ahaber hasta 14.000 estudiantes. Allí vivie-ron los famosos gramáticos alejandrinosque determinaron las leyes de la retórica yla gramática, los famosos geógrafos quediseñaron mapas del mundo y los eruditosfilósofos cuyo grupo acabó fundando unaespecie de religión.

Entre los grupos de sabios que acuña-ron saber y conocimiento en materiasantes expresadas, citados algunos nom-bres anteriormente, se encontraban per-sonajes tan famosos en la Historia comoArquímedes (ciudadano de Siracusa);Eúclides que desarrolló allí su Geometría;Hiparco que explicó a todos la Trigonome-tría, y defendió la visión geocéntrica delUniverso, sugiriendo y ejerciendo ense-ñanza de que las estrellas tienen vida,nacen y después se van desplazando a lolargo de los siglos y finalmente, mueren;Aristarco que defendió todo lo contrario,es decir, el sistema heliocéntrico (movi-miento de la Tierra y los planetas alrede-dor del Sol); Eratóstenes que escribió unaGeografía componiendo un mapa bastan-te exacto del mundo conocido, consiguien-do medir la circunferencia terrestre conun error inferior al 1%; Herófilo de Calce-donia, un fisiólogo que llegó a la conclu-sión de que la inteligencia está en el cere-bro y no en el corazón; Apolonio de Pér-gamo gran matemático; Herón de Alejan-dría, un inventor de cajas de engranajes ytambién de unos aparatos de vapor asom-brosos, siendo el autor de la obra Autó-mata, la primera obra que conocemos enel mundo sobre los robots. Y más tarde,

Tablilla romana del 56 a.C., mencionando la Bibliote-ca de Alejandría.

Ilustración antigua de Alejandría.

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ya en el Siglo II, allí mismo trabajó y estu-dió el astrónomo y geógrafo propio Clau-dio Ptolomeo, astrónomo y geógrafo, y,también Galeno que escribió bastantesobras sobre el arte, la curación y anato-mía humana. Todas éstas enseñanzas ysus teorías fueron seguidas hasta muyentrado el Renacimiento.

Como dato anecdótico, es significativocomentar que, en el Siglo III a. C., nació eneste templo museístico del saber, unanueva ciencia: la Alquimia, basada en lasabiduría y conocimientos de los egipciossobre el descubrimiento de sustanciasmateriales para el desarrollo técnico yconsecución de piezas preciadas, lujosas yvaloradas en beneficio faraónico, y, conse-cuentemente surgieron teorías griegasinventando la modificación de los elemen-tos, con la finalidad de obtener elixires y laelucubración de aspirar a dominar los pro-cesos de transformación para conseguirpiedras y metales preciosos. Esta cienciafue el embrión de lo que siglos más tardesería la Química y la Física, cuyas basescomo principio sistematizado del saber,llegan hasta nuestros días, principalmenteimbricadas en la farmacopea y los minera-les de mayor uso en tecnología industrial.

Finalmente, la Biblioteca de Alejan-dría, parte de la Institución llamadaMuseo, volvió a ser incendiada por el Cali-fa Omar en el año 634, basándose en elargumento que defendía la religión delIslam, quien explicó: “Lo libros, o biencontradicen el Corán, y entonces son peli-

grosos, o bien coinciden con el Corán, yentonces son redundantes”. Cuenta la cró-nica que, en realidad, cuando se tomó ladrástica medida, aunque la Biblioteca,debido a sus sucesivos desastres era unamera sombra de lo que había sido, unapequeña sección de su fondo antiguo pudoser puesto a buen recaudo, y, por tanto,cuanto de poco se salvó, ha servido paraconocer mejor al auge y apogeo que tuvoque gozar en su época de esplendor.

No obstante, en este sucinto repaso denuestra procedencia como museos, nopodemos olvidarnos del efecto continuadorde Oriente y su influencia en ésta materia;territorio del sol naciente donde se hadocumentado que, antes del S. X de nues-tra Era, las colecciones de arte de losEmperadores en China y Japón, dentro derecintos cubiertos en templos y palacios,convivieron en comunión constante con elagua como base y los jardines como marco.

La Edad Media, contrajo un compromi-so transmisor de los idearios de cada civi-lización. Catacumbas, Monasterios, Igle-sias y Mezquitas, conservaron manuscri-tos, joyas, estatuas y reliquias, que engro-saba el patrimonio y reserva económico-financiera de cada gobernante, cual enmuchas ocasiones sería empeñado einvertido por motivos bélicos. La anécdotala tenemos en el relato de la trayectoriasobre las salas de oro y joyas preciosas,expuestas al público en la “Catedral deNotre Dame de Reims”, donde su tesoro,obras de arte y bienes, aumentaba o dis-minuía en función y con arreglo a la suer-te militar de Francia. Un tanto por el esti-lo ocurrió a lo largo de todos los tiemposen cualquiera de los Reinos del Mundo.Los fondos de riqueza artística consustan-cial con el pueblo que la sustentó, fuemoneda de cambio y pago de interesespartidistas y oligárquicos.

Arribando el S. XVII, nos encontramoscomo habitual la exhibición de esculturasy pinturas sobre peanas y caballetes en loslargos salones de palacios y residencias,La Biblioteca de Alejandría.

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propiedad de los más poderosos señores.De ahí procede el término de galería dearte, al referirnos al espacio o lugar dondese establecen o disponen las obras enexposición, mostrándose como oferta aldisfrute de los sentidos y la sensibilidad.

Sin objeción intelectual y cultural,debemos recibir y asumir el S. XVIII,indiscutible siglo de las luces e ilustraciónsocial, último de la Edad Moderna y pri-mero de la Contemporánea, como consti-tuyente de la formalidad museística quehoy día conocemos. A los museos delLouvre de París, 1793 (cuyo antecedentees el Palacio de Luxemburgo de 1750);Británico de Londres, 1753; Real Acade-mia de Bellas Artes de Madrid, 1752 (pre-cursor del Museo del Prado en 1869); ódel Ermitage de San Petersburgo, 1764;siguieron infinidad de ellos en los cincoContinentes, especializándose en todotipo de materias, temas y áreas de catalo-gación. Museos de Ciencias; Militares;Artes; Arqueología; Antropología; Etnolo-gía, etc., etc., que han sido la respuesta yresultado de una concepción moderna enla diversidad de manifestaciones implíci-tas a la evolución del hombre y la mujer.Seres de extrema tendencia al sentimien-to, facultados para aflorar -contrapuntode las bajas inquietudes-, estímulos deafecto y formación humanista, inspiradosen la alta capacidad de sensibilidaddemostrada en relación con la compasión,ternura, delicadeza, agrado y estremeci-miento, inherentes al cuidado, defensa yprotección de las artes, ciencias, letras,pensamiento y solidaridad.

MISIÓN Y FUNCIONES DE UN MUSEOEs motivo fundamental, el considerar

dirigir la encomienda de ésta redaccióndocumental, en función concretada haciael protagonismo del caso que nos ocupa,donde desde la perspectiva del significadomuseístico y su oferta de acogimientoexpositor, permita crear la cadena detransmisión que, para éste caso que nos

ocupa, asumiendo la responsabilidad deproteger las admirables rejas románicas,que describiremos más adelante comoobjetivo principal consistente en el res-guardo y custodia necesaria mediante laconducción prevista a su muestra perma-nente en el Centro Museístico de SantaClara la Real, lugar donde, desde la anti-güedad, estuvieron colocadas, cumpliendocon ello, la misión y prestación que lecorresponde, formula en alianza axiomáti-ca representando la trilogía compuestapor el fundido de tres enunciados:

Ser Taller de conservación;Ser Laboratorio de investigación, y,Ser Obrador de sabiduría.Concepto de teoría extensiva de con-

junto, intuitivamente construida por GeorgCantor, aunque susceptible de mejorar,como advierte la paradoja de BertrandRusell, que corregirían definitivamenteErnst Zermelo y Adolf Fraenkel, al enten-der además, al Museo, como un elementoeducativo y enriquecedor del conocimien-to, cuyo cometido de concentración demateria física valorada, en ubicación ade-cuada pueda gozar del privilegio de templosagrado destinado al amplio estudio de lasciencias, letras, y artes liberales que ilus-tren las actividades y desarrollo del pensa-miento evolutivo y la conciencia real de laHistoria de la Humanidad. Corrientemuseística que, en constante proceso dedesarrollo y modernización, instintiva-mente, se acogería a la filosofía aplicadapor la disciplina del estudio que impusieraGottlob Frege, recogido en la aportaciónde sus publicaciones para la aclaración delas ideas expresivas y expositivas repre-sentando a la especie humana, bajo lostítulos: “Lógica del Sentido” y “La Teoríadel Significado”.

Desde el aspecto deontológico contraí-do con la Historia de la Humanidad, pode-mos concluir con la fundación en 1947 delConsejo Internacional de Museos (ICOM),organismo profesional independiente, quetrabaja en defensa y protección del colec-

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tivo museístico existente, mediante comi-tés, publicaciones y actividades; constitu-yendo una tribuna para más de 7.000miembros de 119 naciones, que en estre-cha colaboración con la UNESCO, y, otrasorganizaciones internacionales, mantie-nen la misión de velar por los interesesindividuales, crear vínculos, y, desarro-llar, potenciar y promover comités directi-vos nacionales, que a su vez, forman partedel centro neurálgico organizador consede en París.

Atendiendo al punto de vista de depen-dencia, el Museo Etnológico de la Huertade Murcia, es propiedad patrimonial delIlustre Ayuntamiento de Alcantarilla, y, seencuentra supeditado a lo establecido enla Ley 5/1996 de 30 de Julio, de Museosde la Comunidad Autónoma de la Regiónde Murcia (B.O.R.M., 12 de Agosto de1996), desarrollada parcialmente por elDecreto 137/2005 de 9 de Diciembre,donde se nos incluye por derechos adqui-ridos en el Sistema de Museos de laRegión de Murcia.

Pero deseando retroceder a la génesisy origen que inspira la creación de estoscentros museísticos, hemos realizado laintroducción de un breve y rápido repasoen el tiempo en que se han desarrollado.Conviene comentar que, desde muy remo-to, los hombres desearon respetar, guar-dar y conservar los más íntimos recuerdosmateriales y sentimientos heredados desus anteriores y privativas raíces ances-trales. Esta aspiración de tipo emotivo yproteccionista, fundido al carácter empíri-co y espiritual del nomadismo y trashu-mancia del homo, se traduce por primeravez con el acto ritual que ofició un sepelio,completado mediante la admiración yvaloración del rudimentario utensilio que-rido y amado por su portador, que acom-pañará y extinguirá dentro de la sepultu-ra del difunto.

Más tarde incidiría en la inclinación ydevoción practicada a cada pieza necesa-ria, precisa y representativa para la vida y

subsistencia, motivo de la evolución cultu-ral, centrada en el uso de aquellos elemen-tos físicos que, genéricamente, obtendríacon la propia capacitación y el dominioprogresivo de la talla lítica; el esculpido dela madera y el moldeo del hueso de cérvi-do; permitiéndole fabricar objetos y uten-silios domésticos y artesanales de interéspráctico, ó, convenientes para su conse-guida estabulación de labores recolectorasy ganaderas. Elementos y piezas compues-tas para efectos suntuarios, materialesfunerarios, o de la propia tradición meta-lúrgica y de orfebrería, heredada depadres a hijos. Periodo que comprendióuna larga etapa de la prehistoria, digna deser reconstruida como método didáctico ydocente para las generaciones futuras.

Finalmente, los seres humanos, mássensibles a la memoria constreñida alplano de sus congéneres, optaron por dig-nificar y honrar todo material significativoprocedente del pasado. Sin duda, este estí-mulo, proporcionó unas primitivas vías deaproximación a lo que actualmente cono-cemos como una exposición pública ensala de visita, o, una recreación contem-plativa de hechos, tradiciones ó aconteci-mientos a cielo abierto.

Cualquier detalle representativo, signo,símbolo, emblema..., ha sido suficientepara llevar a cabo la iniciativa solidaria deintelectos sublimes en relación con elapoyo a la fundación o recreación de unasuperficie edificada donde albergar el sig-nificado de unos fondos; cuya misión seconstituye para proteger y exponer objetosde interés, artístico, histórico, antropológi-co o científico, conducente a una vigilanciade conservación con la finalidad de serexhibidos para la enseñanza, la formacióny el esparcimiento ciudadano, y, con sumejor función, la custodia y protecciónindefinida en el tiempo como herencia alas generaciones futuras.

Pero si además, a esta manifestaciónde piezas antiguas y artísticas expuestasen las salas respectivas, le aportas el espa-

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cio ambiental periférico, actuante encomunión simbiótica y en nombre delmedio activo en el que se desenvuelve ydesarrolla, consigue conjuntar armoniosa-mente, de una parte, la bella y sutil expre-sión inerte de la pieza artística o arqueoló-gica presentada bajo logia, y, de otra, lavisión palpable que ofrece la biodiversidadde la naturaleza repleta de seres y orga-nismos vivos del lugar habitado.

Todo ello sometido y regido por las nor-mas y reglamentaciones vigentes que con-fiere un derecho consuetudinario inaliena-ble en relación directa con la garantía,seguridad que debe primar los bienesvalorados, catalogados y de futura apari-ción sin propiedad, que por su expresaimportancia histórica y ancestral, seencuentran fuera del comercio y la tran-sacción, al quedar coartada su enajena-ción por prohibirlo su propia naturaleza,disposición, ó, convención.

En última instancia legislativa actual,debemos remitirnos a la Ley 16/1985, dePatrimonio Histórico Español y al RealDecreto 620/1987, por el que se aprueba elReglamento de Museos de Titularidad Esta-tal y del Sistema Español de Museos, y, paranuestro caso, del territorio de la ComunidadAutónoma de Murcia, la citada Ley 5/1996,de 30 de julio, de Museos de la Región deMurcia. (BORM de 12/8/96), donde se expo-ne la definición, facultades y competenciasque deben aplicarse para defensa y protec-ción de centros e instalaciones museísticas,en paralelismo analógico con las líneas pro-clamadas por el Consejo Internacional deMuseos (ICOM); indicándose para el territo-rio español, mediante la siguiente defini-ción de obligado cumplimiento:

“Son Museos, las Instituciones decarácter permanente que adquieren, con-servan, comunican, exhiben y preservan,para fines de estudio, educación, forma-ción y contemplación, conjuntos y colec-ciones de valor histórico, artístico, científi-co y técnico o de cualquier otra naturalezacultural” (artículo 59.3, Ley 16/1985).

A partir de éste instante quedamossometidos al imperio de la Ley, creándoseun nuevo concepto de Museo volcado ycanalizado hacia el servicio publico gene-ral, aumentando y potenciando sus funcio-nes socioculturales e incorporando nuevosmodelos profesionales que obliga a traba-jar en una cadena de correlación provistade equipos multidisciplinares.

La Historia de los Museos en España,se encuentra íntimamente ligada y unidaal coleccionismo Real, Eclesiástico y Nobi-liario, de donde surgirán las dos grandestipologías en cuanto a su titularidad, la delsistema público y su homónima de régi-men privado. Las competencias del Estadose centran en los Museos Públicos que seatribuye fundamentalmente a las coleccio-nes conservadas y legadas por los Monar-cas españoles de mayor sensibilidad porlas diferentes disciplinas artísticas y delpensamiento, desde la primera recopila-ción de obras de arte y patrimonio culturalque inicia Isabel la Católica, pasando porReyes como Carlos I; Felipe II; Felipe IV;Felipe V; Carlos III, ó, Carlos IV. La Iglesiapor su parte, mantiene la misma tendenciade forma semejante a la Monarquía, y,consigue acumular a lo largo de los siglosel otro gran tesoro artístico de España,parte del cual pasará tras los procesosdesamortizadores del S. XIX a constituir labase de los Museos Provinciales de titula-ridad pública.

OTRA PERSPECTIVA A PROPÓSITO YEJEMPLO DE LOS MUSEOS EN LOS QUESE REFLEJO NUESTRO ETNOLOGICODE LA HUERTA DE MURCIA

En el núm. 28 de ésta misma revista delaño 2006 (páginas 109-125), describía unasinopsis actualizada de nuestro “MuseoEtnológico de la Huerta”, recordando a lavez la Guía de los Museos de España, ejem-plar XXXI, 1967, Madrid, redactada por D.Manuel Jorge Aragoneses, con el patrociniode la Dirección General de Bellas Artes delMinisterio de Educación y Ciencia.

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No obstante, otrosdatos de importan-cia, merece queexpongamos, comodetalle de experien-cia, resultado de losestudios y gestionesque hubo que aco-meter en su procesode creación con lafinalidad de home-najear la consecu-

ción digna y honrosa de una tarea tanarduamente dificultosa y problemáticacomo fue la creación del Museo de la Huer-ta, desde una perspectiva de motivaciónejemplar por quienes defendieron la idea ysu proyección futura.

Sin ánimo de extender el texto, llegado aeste instante, debo adoptar la posición here-dada que corresponde a su derecho, expli-cando en este aspecto, que, este Museo Etno-lógico de la Huerta de Murcia, se encuentrasituado en el plano de aquellos centros decultura dedicados antropológicamente a lospueblos, a las razas, a significar costumbres,tradiciones y artes populares. Aquellos cen-tros que, desde sus inicios, se han preocupa-do de respetar y admirar la representaciónde la historia desde una perspectiva, nacio-nal, regional o local, englobando el conven-cionalismo reservado al periodo más cerca-no de los últimos siglos de existencia étnicaconcerniente al hombre y al solaz esparci-miento de casas, lugares, distritos o parajes,y, así mismo, al propio conjunto de elemen-tos interiores y exteriores que los avalan eintegran, comprimidos en una superficiegeográfica específica, que, para nuestro casoes la Huerta de Murcia, territorio en presu-mible proceso de desaparición y destrucción;ámbito y ambiente iniciador de cuantos com-plejos exponentes de funcionamiento y orga-nización dual, en logias cerradas cubiertascon uso alternativo de espacios al aire libreson inventario motivador de nuestro interésetnográfico, espejo en cual imagen antañonanos vemos reflejados.

De cualquier forma, nobleza obliga a

dejar constancia de la información trans-mitida por sus primeros albaceas, especí-ficamente en la providencial figura de sudirector de instalación, D. Manuel JorgeAragoneses (personaje biografiado porquien suscribe –pendiente de publicar porla Academia Alfonso X El Sabio-, en miconferencia de la 4ª Sesión del Lunes, 9-03-2009, del Curso Museología, organiza-do por el Centro de Estudios de Museolo-gía de la Región de Murcia). Todos losdatos que nos fueron facilitados para lacreación de este Museo Etnológico de laHuerta de Murcia, se basan en el conceptode la justa emulación a un emplazamientocuya infraestructura de ejemplo existente,se encontraba expresada en el Museo-Par-que al aire libre de “Skansen” en Estocol-mo, fundado por Arthur Hazalius en 1891,reconocido internacionalmente como elprimer museo etnológico creado en elmundo y dedicado a las costumbres, edifi-caciones, labores, flora, fauna e hidráuli-ca; conjunto conciso y concreto de las for-mas de vida de Suecia, y, del que, con todorespeto, se extrajo humilde y modesta-mente la metodología más importante,amena, entretenida y pedagógica de recu-peración ancestral, para aplicarla en lasinstalaciones que actualmente gozamos enel Museo de la Huerta.

También aportar, que de las conversa-ciones personales, mantenidas en los últi-mos años de vida, con el eminente histo-riador, arqueólogo y museólogo, D.Manuel Jorge Aragoneses, citado Directorde Instalación del Museo de la Huerta,

apuntamos que,con respecto al sis-tema didácticoempleado en laconfiguración desalas y orientaciónde recreaciones,además de condu-cirse por las direc-trices del diseñodel “Skansen”,absorbió algunasManuel Jorge Aragoneses.

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líneas austeras, prestadas por las instala-ciones de los hoy extintos “Museo Nacio-nal de Etnología”, y “Museo del PuebloEspañol”, refundidos a partir de 1993 enel “Museo Nacional de Antropología deEspaña”, que fueran curiosos centros his-toricistas del S. XIX, albergando coleccio-nes de antropología física y social, y, pie-zas de magnífico interés sobre la raízdiversificada de la raza humana.

Pero donde, Aragoneses, ciñe ideas yelocuencia para trasladar e insertar ennuestras instalaciones, dirigidas a ser ubi-cadas en el propio modelo de paraje natu-ral de la huerta, es en la adquisición delconocimiento que recibió, sobre el refina-miento y exquisitez del “Museo Pitt-Rivers” de Oxford (1884), Centro Británicode Etnología que, atendiendo el espíritudesinteresado de su acaudalado fundadory titular, desestimando amontonar en vitri-nas joyas y tesoros exóticos de los que erapropietario, al contrario de la opulencia yostentación, se decidió por coleccionar losobjetos más cotidianos de la vida; los mássimples, los más arcanos a las formas desupervivencia y subsistencia de los hom-bres. Sistema puramente conservador dela enhiesta pieza obsoleta, inservible ydesfasada, de revolucionario impacto que,supuso un hálito de ilusión e interés por lainvestigación de la formas evolutivas inhe-rentes a su origen y desarrollo manual,práctico o industrial, y, al que se le deno-minó: “Tecnología Antropológica Compa-rada”, como fundamento del cotejo y aná-lisis interdisciplinar para la etimología ysemántica del material físico a catalogar;pero a la vez, invocando a la íntima fun-ción de comprensión patrimonial, enrique-ciendo lo más intuitivo y evocador del año-rante individuo romántico y soñador quellevamos dentro. Recabada información ala fecha de hoy, el Museo Pitt-Rivers, seconfirma como un específico centro deenseñanza e investigación, en donde atraea estudiosos de todo el mundo, proyectan-do ambiciosas conferencias, talleres, expo-siciones y lleva a cabo un activo plan de

actividades para los colegios ceñido a ilus-trar el recuerdo del pasado próximo y leja-no de los ancestros que representan.

Esta finalidad reseñada, fue la propues-ta que nos dejó, Aragoneses, nuestro Direc-tor de Instalación, para continuar su traba-jo técnico y docente, y, por nuestra parte,programa que, modestamente tratamos deimitar. Pese al gran esfuerzo efectuado pordicho Director, insistiendo en su intuiciónde futuro, siguió acogiéndose a recabarmayor información; quedando igualmenteinfluenciada la estructura y aplicación denuestro Museo a través de diversas tenden-cias receptivas de los siguientes centros:“Museo de Industrias y Artes Populares enMonjuich de Barcelona”; “Museo Comarcaly del Vino de Villafranca del Penedés”;“Museo Folklórico de Ripoll”; “Museo deArte Popular de Ávila”; “Museo Etnográficode la Cámara de Comercio de Zaragoza”;“Sección Etnológica de Muro del Museo dePalma de Mallorca”; y otros tantos museosde carácter municipal cercanos a la arque-ología, artes decorativas y marítimos, de losque hace mención el autor y referido res-ponsable técnico, en su libro citado: “Museode la Huerta”.

Dicha publicación del libro, “Museo dela Huerta”, fue el vademécum etnográficomás concienzudo, ambicioso y meticulosode ilustración, sapiencia y bibliografíasobre la Huerta de Murcia de los apareci-dos hasta la fecha; introduciéndonos en

un aura definitoriade entendimiento ycomprensión, alhaberse consegui-do la implantaciónde este centro decultura popular enuna zona que reu-nía todos los requi-sitos esencialespara su lanzamien-to y consolidación,pendiente segúncita el autor, en supárrafo 3, página

Monumento al Huertano.Obra de Nicolás Martínez.Museo de la Huerta.

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13: “Asegurada belleza de emplazamien-to y bondad de accesos, queda por decidirel extenso sentido científico que ha deimprimarse al conjunto”(*). Pero sin cejaren su empeño de mentalizar y sugestionarsobre la importancia de esta iniciativaconseguida con el “Museo de la Huerta”,como ejemplo simbólico que representa lahistoria antropológica de nuestro pueblo,deja constancia en el preámbulo del libro,la inserta de una plausible, antigua y ado-rada ambición, expresada en la reseña deBlanco-Belmonte en la revista Blanco yNegro del año 1925, relacionada con sunostálgica opinión producida al visitar la“Exposición del Traje Regional Español”,noticiando en su argumentación, la inicia-tiva de conservarlo como Museo de laEspaña que se marcha; en virtud de ren-dir homenaje a tanta melancolía y morri-ña que recogen las novelas y relatos dePereda, Fernán Caballero, Trueba, EmiliaPardo Bazán, o, las de Arturo Reyes y deBenito Mas y Prast; y, aquellas otras deTeodoro Llorente, Concha Espina y deGabriel y Galán; todo en la mente y elrecuerdo apetecido en trance de perderseo desaparecer; inspiración literaria conce-bida en el sabor y pureza contenida en lafrescura rural de infinitas ciudades, pue-blos, aldeas y diseminados del suelo ibéri-co, manando intensa inocencia, ternura ygenerosidad implícita en la oriundez desus gentes sacrificadas y sufridoras,auténticas protagonistas de la creacióndel desarrollo y progreso de España.

PRECEDENTES Y ADALIDES DEL MUSEO DE LA HUERTA

Y como agradecido milagro, doquieraque un pedazo de esa España que se disi-

paba, que se iba de las manos, la que en laCapital del Reino, allá a finales del S. XVIII,por activa y pasiva, refiriéndose a Murcia ysu Huerta, se la estaba conociendo con lafrase: “...quien la ha visto y quien la ve;verla es notarla, como espacio y ciudadnueva, como ciudad sin pasado, como ciu-dad donde desaparecen sus murallas, suspalacios, su huerta, su seda...”, vino a ocu-rrir el extraordinario revulsivo murciano.Milagro, gracias a las bondades y generosi-dad de benéficos protectores de la arcadiaquerida, prohombres de nuestra “Huerta”;y, nunca fue mejor momento para que serecogiera el testigo mediático y callar almutis provocador; emprendiéndose deforma lenta pero progresiva, la venturosaempresa de acometer directrices para larecuperación del acervo y cultura, intrínse-camente unida a viviendas típicas, barra-cas, casas torre, hidráulica, regadío, bailes,juegos, tradiciones, costumbres, artespopulares, donde el interés general se lan-zaría en una galopante campaña solidariae interminable, recogiendo vestuario, tra-jes, aperos, mobiliario, manipulados agrí-colas, y, cuanto supuso el marco visual ypanorámico de la vida del huertano. Delcavador de sol a sol, agricultor irrigador ysempiterno cultivador mesopotámico(1*);acomodándose en cuestión escénica al“Estructuralismo” que nos invoca ClaudeLévi Strauss, o, al “Gestaltismo”; fundadopor Wertheimer, aplicado por prestigiososantropólogos de finales del S. XX, que searrogan el derecho de un tratamiento inte-gral del ser humano en su génesis de armo-nía y conciliación sujeto a su forma de vidapredefinida; corrientes de pensamiento,trasladadas, insertadas y acopladas, pocosaños más tarde, al pergeño de este Museo

(*) Catalogación de multitud de fondos museísticos que llegarían por donación en la infinitud del tiempo; unahuerta ajardinada al aire libre en el punto neurálgico de las Acequias de Mediodía con sus restos hidráulicos; é,instinto de premonición para saber de la inminencia de los descubrimientos y hallazgos arqueológicos en susinmediaciones, que, hoy día, son toda una realidad para el estudio de una huerta ibérica, romana y árabe en ésteterritorio de Murcia.

(1*) La Huerta. Subsistencia etimológica y semántica. Ángel Luis Riquelme Manzanera. Revista Murciana deAntropología. Núm. 13, 2006. Págs. 253-276.

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Etnológico de la Huerta de Murcia, lugarconsiderado por muchos de sus visitantescomo uno de los más bellos rincones etno-lógico-costumbrista del Sureste Español.

Otro antecedente para este Museo de laHuerta, hay que recordarlo en aquella:“Exposición del Traje Regional”, celebradaen Murcia, en 1925, y, animada por suhomónima de aquel año en Madrid, la:“Exposición del Traje Regional Español”, enla que intervinieron figuras tan representa-tivas de esta tierra como Isidoro de la Cier-va; Pedro Sánchez Picazo; Andrés Sobeja-no; José Maria Ibáñez; Emilio Chico de Guz-mán y José Alegría,(2*), a los que rendimossincero y respetuoso homenaje póstumocomo insignes organizadores de la consecu-ción de aquellos excelsos logros en la exal-tación de nuestras más prístinas tradicio-nes, costumbres y artes populares.

A modo de glosa, no podemos olvidarque, en 1929, esta misma exposición,repleta de vidrio, cerámica, porcelana ymetalistería, completando un típico rincónhuertano, se plantó a orillas del Guadal-quivir, con motivo y dentro de la “Exposi-ción Iberoamericana de Sevilla”. Pero noha sido la única vez que esta imagen haido a Sevilla. Como anécdota de reinciden-te gusto y satisfacción, decir que, en la“Exposición Universal de Sevilla de 1992”,“El Museo Etnológico de la Huerta de Mur-cia”, con todo honor y dignidad, bajo lapropia dirección de quien escribe, expusoen las salas del “Pabellón de la Región deMurcia”, una recreación escénica y expo-

sitiva de vitrinas con el traje típico (mujery hombre, de labor y lujo), mobiliario,vidrio, metalistería, porcelana, cerámica,cobertores, aperos y gastronomía de laHuerta de Murcia, rememorando y emu-lando la que representó a Murcia en 1929,y, que supuso un verdadero interés gene-ralizado en el visitante.

Y como precedente al que debemosnuestro mayor agradecimiento, las gestio-nes de Augusto Fernández Avilés, en 1934,proponiendo la creación del Museo del Pue-blo Murciano, iniciativa que llenó de entu-siasmo a ingentes patriotas murcianos delas letras, como a Diego Sánchez Jara yManuel Fernández Delgado, que se enca-minaron a salvar la extraordinaria “Colec-ción Alegría”, de arte popular y pictórico,mediante un Museo Etnológico, a ubicar,bien en el famoso “Edificio de la Calle SanFélix”; después, pensando instalarlo enalgún punto pintoresco del “Malecón”, yante lo infructuoso de la gestión, en últimolugar, intentando subirlo hacia las inmedia-ciones del “Santuario de la Fuensanta”.

El espíritu regiona-lista murciano quehabía prendido enla ciudadanía, asu-mido y proclamadoapasionadamenteen el epílogo denuestro egregiopersonaje MarianoRuiz Funes(3*), asin-tiendo al prólogo de

(2*) Según se recoge en el Boletín de la Junta de Patronato del Museo Provincial de Bellas Artes de Murcia,año IV, núm. 4,

(3*) Siendo uno de nuestros más grandes políticos contemporáneos murcianos, y, a quien se le debe gratitudeterna, obliga a dejar constancia de nuestro homenaje póstumo, clamando porque algún día se le reconozca suextraordinaria valía en el ámbito defensivo y proteccionista de nuestras tradiciones, costumbres y artes popula-res, y, por los muchos beneficios, réditos y servicios prestados a Murcia, y, de lo que sólo queda un exiguo recuer-do mediante la Fundación Mariano Ruiz-Funes, organización fundacional sin ánimo de lucro que se constituyócon escritura pública otorgada por la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, la Universidad de Murcia yel Ilte. Colegio de Abogados de Murcia, el día 15 de abril de 1991.

Había nacido, Mariano Ruiz-Funes García, en Murcia el 24 de febrero de 1889 y fue encaminado por susmayores hacia los estudios de Derecho, carrera que finalizó en la Universidad de Madrid en 1909, doctorándoseen la misma Universidad en 1912.

Isabelo Herrero, en su artículo de La Verdad de Murcia (5-12-2003), con motivo del 50 Aniversario de la muer-te de D. Mariano Ruiz Funes, por su magnífica síntesis biográfica, merece ser recogida a continuación:

Mariano Ruiz Funes.

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“En fecha reciente se cumplieron cincuenta años de la muerte, en su exilio de México D. F., del ilustre pena-lista español Mariano Ruiz-Funes, a los 64 años de edad, cuando aún tenía proyectos docentes por realizar en laUNAM, y varios libros en cartera. La causa de la defunción, la fundamental, fue el desgarro de un exilio tras eltraumático final de la II República, el régimen político al que había servido como Diputado y como Ministro. Todosu talento político y su sabiduría como eminente jurista fueron puestos, desde su juventud, al servicio de la trans-formación radical de España, proyecto encarnado por el republicanismo, a cuyas filas se incorporó en los añosdifíciles de la Dictadura de Primo de Rivera.

En su paso a la política activa tuvo mucho que ver un amigo, el también penalista Luis Jiménez de Asúa, expo-nente en las filas del socialismo de una misma cultura racionalista e institucionista, heredera del krausismo. Cuan-do nuestro personaje falleció en el exilio el poeta español Juan Rejano, también exilado, escribió:

«Yo sé que en su Murcia natal, en esta hora aciaga, lo estarán llorando los huertos maduros que a la verdeorilla del Segura exhalan su perfume. Y sé también que en la España liberada de sombras que él ya no podrá ver,habrá un hálito de memoria para su bondad y su fidelidad de origen. Que ningún español de los que en el des-tierro caen, si supo vivirlo con honrado ánimo, dejará de tener un fuego votivo en la patria futura».

Por suerte para ellos, ni el jurista ni el poeta alcanzaron a conocer la desmemoria, el manto de olvido con quese cubrió al exilio republicano español a partir de la transición del olvido y las claudicaciones. En algunos casos,como el de Ruiz-Funes, no han podido borrar su memoria, y su obra compenalista ha permanecido en la mayo-ría de las universidades latinoamericanas. Su obra es ingente y aún hoy son alumnos suyos quienes imparten lasmejores clases de Derecho Penal al otro lado del Atlántico.

PRESTIGIOSO PENALISTA. Como glosario de su vida y obra escribió un murciano, el también jurista Julián Calvo,que «la justicia y la libertad fueron sus dos altas pasiones. Por ellas vivió y sufrió. Por ellas le hemos perdido pre-maturamente». Había nacido Mariano Ruiz-Funes García en Murcia el 24 de febrero de 1889 y fue encaminadopor sus mayores hacia los estudios de Derecho, carrera que finalizó en la Universidad de Madrid en 1909, docto-rándose en la misma Universidad en 1912. Aunque ejerció la abogacía, fue profesor de Derecho Penal de la Uni-versidad de Murcia desde 1919, si bien antes obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado con una tesis titula-da El derecho consuetudinario en la huerta y el campo de Murcia, y que estaba plenamente inmersa en la grancorriente historicista que en España promovió Joaquín Costa. Reelaborada posteriormente, con el título DerechoConsuetudinario y economía popular de la provincia de Murcia, le valió el Premio de la Academia de CienciasMorales y Políticas en 1914. En la Universidad de Murcia, en la que fue catedrático desde 1925, fue decano de suFacultad de Derecho y también vicerrector. En Murcia vio la luz su primer libro, Las ideas penales de AnatoleFrance, editado en 1926 y que nos ilustran acerca de una constante en la vida de nuestro personaje: la pasión porla literatura. De esa pasión también nos da idea el inventario de su biblioteca privada, de su casa en Murcia, incau-tada en 1939 por los vencedores y que aún se encuentra en poder del Estado, sin que haya sido devuelta a susfamiliares. Años más tarde obtuvo uno de los premios mas prestigiosos de la época, el Lombroso (1927), otorga-do por el Archivio di Antropología Criminale de Turín, y que vino a reconocer una aportación científica con reso-nancia en todo el mundo, y que fue su investigación: La criminalidad y sus secreciones internas, que más tarde,en edición definitiva, publicaría con el titulo Endocrinología y criminalidad. La obra de Ruiz-Funes en el DerechoPenal es ingente y sobre la misma se han escrito varios libros en los países en que su influencia fue mayor, comoMéxico, Republica Dominicana, Cuba, Argentina y Brasil, país en el que fue distinguido, en 1947, con el PremioAfranio Peixoto por su obra Criminología de guerra. Pero si es de lamentar el escaso conocimiento que existe enEspaña de la vida y obra de Ruiz-Funes, aún es más lamentable que se desconozca que buena parte de los fun-damentos en que se asientan figuras delictivas como el genocidio o la definición de banda criminal, en el ámbitodel Derecho Internacional, fueron aportaciones y estudios del jurista murciano.

REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA. Cuando se constituyó en Nuremberg el tribunal que juzgó los crímenes delrégimen nazi, Mariano Ruiz-Funes ya había realizado, desde 1941, documentados trabajos acerca de “Las res-ponsabilidades penales de la guerra”, aportando un enfoque jurídico penal basado en sus estudios de psicología ysociología criminal. Se adelantó al intuir que la II Guerra Mundial no iba a concluir con un armisticio o tratado:«Es necesario anular, en relación con ella -la guerra-, los métodos jurídicos tradicionales para la terminación delos conflictos bélicos, el armisticio o el tratado. Entre la paz concertada y la lucha militar agotada, debe haber unperiodo intermedio que prepare la primera. Diríamos, en términos científicos, nada de postliminiun, de subjuga-tion. Ese periodo es el adecuado para la exigencia y liquidación de las responsabilidades penales. Dichas respon-sabilidades tienen varios titulares. En Italia y en Alemania han delinquido los miembros del partido único, conconductas individuales o plurales, que se desenlazaron en la comisión de crímenes comunes».

UN GRAN POLÍTICO. Muchas fueron las aportaciones en el campo de la criminología de Ruiz-Funes en los añosen que desempeñó la enseñanza en España, donde a su obra original hay que añadir traducciones, con docu-mentados prólogos de obras como El Suicidio, de Emile Durkheim, o Italia y el fascismo, de Sturzo. Pero volvemosal político que se incorporó a las filas del azañismo, primero en Acción Republicana, y desde 1934 en IzquierdaRepublicana. Formaba parte de la minoría de hombres y mujeres a los que Manuel Azaña consideraba con capa-cidad para la acción política legislativa y de gobierno. Precisamente en las Cortes de 1931 jugó un destacado papel

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Emilio Díez de Revenga, ambos contenidosen el “Libro Regional” de Juan AntonioSoriano, anunciaba el deseo y multitudina-ria aspiración de la creación de un “CentroMurcianista Huertano”, que recogiera losbrillantes y ejemplares esfuerzos, que, almargen y además de los cuantiosos aman-tes de la huerta, eran alimentados y ani-mados por el pronunciamiento de los per-sonajes que se enuncian en los párrafosanteriores. Sin duda, este empuje de cora-je e impulso social, traería nuevos envitescolectivos, que, en defensa y protección del“huertanismo”, a mediados del S. XX, sesimbolizaría con el slogan: “Amamos a laPatria no por grande, sino por nuestra”(misiva que, lamentablemente, han des-prestigiado los territorios españoles conaspiraciones independentistas), epitafioperteneciente a Séneca, pensador, filósofoy gran intelectual romano cordobés, ade-lantado a su tiempo. Egregio personaje, D.Mariano, que sugirió la firmeza de hacer

nuestro éste concepto, entendiendo que,con ello, nos hacía participes de defenderla capacidad patria que nos exige la heren-cia genealógica de la sangre, convencidode que, nuestro lugar de natalidad, en laraíz y esencia, se convierte en el corazón yel alma dirigido al sentido comportamien-to de encendidos amores por la tierra,pero nunca hasta el extremo de levantarfunestas e incontroladas pasiones, dondela indolencia y el fanatismo provoque rup-turas en el ámbito del desarrollo social,cultural y colectivo en el que se desenvuel-ve, puesto que arrogado del superior sen-tido humanista, el hombre, sobre cual-quier especie, le concede el derecho depertenecer al Universo.

EL ESTÍMULO PROMURCIANOLa figura y aspiraciones de D. Mariano

Ruiz-Funes García, planean sobre lo máspróximo, íntimo y parecido con el espírituy filosofía concurrentes y plasmadas en

como representante en la Comisión Constitucional por Acción Republicana. Por entonces era un perfecto desco-nocido en Madrid y por ello bromeaba con su amigo Jiménez de Asúa, también ponente, acerca de que en los dia-rios de sesiones del Congreso los taquígrafos anotaban sus intervenciones a un tal señor Ruiz, por desconocer nosólo al jurista sino la circunstancia de que su apellido era compuesto. La relevancia de Ruiz-Funes como parla-mentario la podemos constatar, no ya con la lectura de los diarios de sesiones, sino con la lectura de los diariosde Azaña, donde son frecuentes las citas a la capacidad de Ruiz-Funes y donde queda de manifiesto el importan-te papel desempañado en las reformas del primer Bienio Republicano, tales como el establecimiento del Estadolaico, la Ley de Reforma Agraria y el Estatuto de Cataluña; también fue ponente de la Ley de Vagos y Maleantes.La autoridad conseguida en el seno del Grupo Parlamentario de Acción Republicana, integrado en su mayoría pordiputados que eran catedráticos de Universidad o eminentes juristas, le llevó a ser elegido en 1933 vicepresiden-te nacional del Partido Azañista. Durante el llamado Bienio Negro Republicano regresó a la docencia universita-ria, si bien no había dejado de escribir y publicar durante 1931 y 1932. De aquellos años son obras como Psico-logía y crítica del testimonio y Progresión histórica de la pena de muerte en España. En las elecciones de febrerode 1936 resultó electo diputado por Bilbao y, en el Gobierno que formó Manuel Azaña, le fue encomendado elMinisterio de Agricultura, en donde, con una celeridad tremenda, impulsó las reformas estancadas durante elGobierno de las derechas. Era una de las tareas más difíciles, en una España con mayoría de población rural ycon una conflictividad creciente. También fue un papel difícil el siguiente ministerio, una vez comenzada la suble-vación, nada menos que el de Justicia, donde realizó un esfuerzo tremendo para mantener la autoridad del Esta-do y someter al imperio de la Ley a grupos y colectivos que hacían, no sólo la guerra por su cuenta, sino que setomaban la justicia por su mano. De septiembre a noviembre, en que sale del gobierno, fue determinante su actua-ción para acabar con la represión incontrolada. Su prestigio de hombre moderado, de humanista, queda tambiénde manifiesto al figurar en el Ministerio, de hombres de paz, que desde la prisión de Alicante propuso José Anto-nio Primo de Rivera.

EMBAJADOR EN POLONIA Y BÉLGICA. No finalizó ahí su carrera política: también por indicación de ManuelAzaña, sería nombrado embajador de la República primero en Varsovia y después en Bruselas, donde le sor-prendió el final de la guerra. Después, el exilio, desgarrador, pero fecundo para la docencia y para su ingente obrade penalista, con aportaciones al Derecho Penitenciario y también al Derecho Penal y Menores. Las limitacionesde espacio me obligan a concluir estas líneas que quieren rendir un homenaje a tan ilustre hijo de Murcia y queespero que sirvan para excitar el ánimo de sus paisanos y también de las instituciones, Ayuntamiento, Comuni-dad Autónoma y Universidad, para que su memoria sea recuperada en la forma que estimen conveniente.”

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nuestro Museo de la Huerta, al traducirsela representación escénica y popular de laidentidad e idiosincrasia del pueblo agri-cultor y huertano de la Región de Murcia,tras los pasos que siguieron la provisional“Exposición Temporal de Folklore y Tradi-ciones Murcianas”, que se celebró durantelos años 1958-1959 en la Casa de Culturade Murcia, organizada por la SecciónFemenina. También, las jornadas, cuyasponencias de carácter etnográfico y lin-güístico, se leyeron en la “I Semana deEstudios Murcianos” de 1960, patrocinadapor la Academia Alfonso X El Sabio, quepor su valor científico y costumbrista seaireó en la “I Asamblea Provincial deTurismo” de 1963. Así como, la línea queorientó la “Campaña de los Amigos de laBarraca”, y, por extensión, la edición ydifusión de “Bandos Huertanos”, inspira-dos en la rica y querida habla huertana,mediante el ingenio de los mejores hom-bres de letras de nuestra tierra, que trata-ron, y todavía hoy tratan, de proteger unléxico en extinción de extraordinario patri-monio inmaterial, que ha sido herencia delfundido acrisolado de culturas que seasentaron en ésta vieja arcadia. EstosBandos, llegan con mayor abundancia alas calles de la ciudad, durante las “Fiestasde Primavera de Murcia”.

Fiestas de gran contenido y desarrolloen homenaje a la Huerta, vinculantes abarracas y gastronomía, vestimenta típicageneralizada en plazas, jardines, rincones

y paseos al son del folklore musical de latierra, y, animados todos por potenciar ydignificar la proyección de la huerta en elpropio seno urbano de la capital, de cuyoevento cultural extractado se narrará pos-teriormente un párrafo de conexión, puesel Museo Etnológico de la Huerta de Mur-cia, se atribuye el derecho de herencia ylegado estable, de un acontecimiento cuyodesarrollo es la más espectacular y eleva-da concentración de actividad huertana:“El Desfile del Bando de la Huerta”, que seiniciaría en 1849, y que, actualmente, eldía de su celebración, como museo vivo enmovimiento itinerante, ha desbordado lasprevisiones más halagüeñas; recorriendocon todo éxito y merecimiento, las princi-pales arterías y calles de Murcia en unainterminable representación teatral quecircula sobre carrozas, plataformas,carros y todo tipo de vehículos articulados,aludiendo y sugiriendo lo más significati-vo, entrañable y profundo de la antiguaforma de vida de la Huerta Murciana.

Corría el año 1960,cuando reciéntomada la posesiónde Alcalde deAlcantarilla, D.Diego RiquelmeRodríguez, recibi-ría la visita en sudespacho de D.Diego Sánchez Jara(sobrino del Poeta“D. Pedro JaraCarrillo”), quizá

uno de los pocos supervivientes de los ilus-trados murcianos antes mencionados endefensa de la construcción de un centromuseístico dedicado a la Huerta de Murcia,planteándole ésta vieja idea que se desliza-ba hacia un Municipio, donde nació nues-tro ínclito y genial poeta alcantarillero.

Pero con más insistencia y contunden-cia, Sánchez Jara, tomó su oportunidad enla intervención del acto de inauguración deun busto sobre pedestal en honor a dichotío carnal, “Jara Carrillo”, en Alcantarilla.

Acequia Barreras. Al fondo la Rueda. Museo de laHuerta.

Diego Sánchez Jara.

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Le correspondió agradecer a la concurren-cia la deferencia llevada a cabo con su tío,y, ante la presencia del entonces Goberna-dor Civil de la Provincia, D. Antonio LuisSoler Bans, y, multitud de autoridades ypúblico, comprometió a todos, sabiendollegar a la sentimental y sensible fibra deRiquelme Rodríguez, Alcalde que traslada-ría esta presión y empuje a la CorporaciónMunicipal, convirtiéndose en un anhelo yaspiración del común general hasta conse-guir, en un periodo de casi siete años defatigoso y comprometido esfuerzo, el pro-ceso de elaboración, ejecución y puesta enfuncionamiento del Museo de la Huerta.

Superada infinidad de obstáculos,barreras y limitaciones, y, aunque abiertoa priori al público por razones y necesidadde rodamiento y organización, a la vezque, prevista la conveniencia de experi-mentar sobre su preclara actividad paratratar de corregir supuestas anomalías,“El Museo de la Huerta”, auspiciado y bajoel amparo del Ministerio de Información yTurismo, sería inaugurado oficialmente eldía 11 de Marzo de 1968, por el Ministrode Educación y Ciencia, D. Manuel LoraTamayo, acompañado por legaciones dealtos cargos de otros ministerios, ademásde diversas personalidades de la cultura,ciencias y pensamiento de entidades públi-cas y privadas; quedando a depender de laDirección General de Bellas Artes en fun-ción de la Junta de Patronato que se cons-tituyó, cuya composición fue determinadapor la Orden Ministerial del M. E. C., del

27 de Abril de 1967, por la que se autori-zaba la creación del referido Museo, y, decuyos actos se emitió una extraordinariapublicación fotográfica y textual, incluyen-do los artículos en respaldo y solidaridad adicha creación, aportados por los másprestigiosos políticos, intelectuales y hom-bres de letras del momento, en la Revista,cuyo escueto título fue: “Alcantarilla, 68”.

Veinte años después de vencida la ope-ración propuesta, consistente en la creacióne inauguración del “Museo de la Huerta”,como buen hombre de letras, escritor eintelectual, Riquelme Rodríguez, ante loimpensable en aquellas fechas, de laimplantación de tal complejo museístico enla pequeña Villa de Alcantarilla, conseguidopor quien consideraron, modesto y sencilloAlcalde de pueblo, (pero otorgándole lacapacidad de magnífico gestor y defensorde la cultura e historia atávica de nuestrapatria chica, atendiendo la curiosa aventu-ra y vicisitudes en las que se embarcó comorepresentante de la autoridad local deAlcantarilla), decidió escribir, auspiciadopor la Academia Alfonso X El Sabio, conprólogo de D. Juan Torres Fontes, y, elpatrocinio de diversas entidades privadas,el libro: «Así nació “El Museo de la Huer-ta”». Texto, donde recoge una intensa acti-vidad entre lo político y cultural, lo pedi-güeño y mendicante; lo solidario y fraterno.Documento de profundo calado, abriéndo-se, sólo con su lectura, al apreciable gradode objetiva satisfacción impregnado de ungran y sincero aplauso de agradecimiento -con nombre y apellido, referido a la partici-

Jardines del Museo de la Huerta.

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pación expresa de cada colaboración-, acuantos intervinieron haciendo posible laejecución de esta idílica fantasía, convertidaen realidad de visita tangible.

No obstante, los avatares políticos, y ladecadencia del régimen a finales de ladécada de los años 70, y, la influencia ypeso de la transición durante algunos añosde los 80, repercutió negativamente haciaeste centro, motivando una nueva publica-ción de su paladín y fundador, Sr. Riquel-me Rodríguez, con otro libro lanzado a lareflexión, que denominó: “Proceso alMuseo de la Huerta”, donde como su nom-bre indica, es la interpretación simuladade un juicio sumarial a las instalacionesmuseísticas, finalizando con la esperanzainsinuante, de propuesta constituyente deuna Asociación de Amigos del MuseoEtnológico de la Huerta de Murcia, seme-jante a la que en aquellas fechas se habíacreado para el Museo del Prado, comoúnica salida que pudiera salvar y protegereste santuario de tradiciones, costumbresy artes populares propias de esta benditatierra huertana. Centro el nuestro, que,anunciaba presumir asimilar su funciona-miento, a un marginal “gueto”, consecuen-cia del supuesto desinterés general de sumás dignos y directos responsables, loca-les, regionales y nacionales; posiblemente,coincidente devenir histórico de la épocaprimada por la adopción de criteriosrequeridos por las prioridades sociales deaquellos problemáticos momentos, centra-dos en la conflictividad política nacional y

la inversión y financiación económica dejusticia distributiva, cuyos nocivos efectosrepercutieron gravemente en el manteni-miento y conservación de éstas instalacio-nes del Museo de la Huerta, situación quedeseamos, nunca más se vuelvan a repetir.

Pasada la mitad de la octava décadadel S. XX, se consideró oportuno crear laComisión de Estudio, Conservación yAmpliación del Museo Etnológico de laHuerta de Murcia. Constituida dicha Comi-sión por los más importantes intelectuales,especialistas y profesionales de la cultura yla vida social del momento, desde ésta tri-buna, es justo rendir sincero homenaje ala dedicación, vocación y entrega altruistade sus miembros, dejando escrito conletras de oro sus imperecederos nombres,por entender que merecen nuestro máscompleto agradecimiento y reconocimien-to, siendo ellos: D. Felipe González Marín;D. Antonino González Blanco; D. Francis-co Flores Arroyuelo; D. Luis Federico Viu-dez (+); D. Alfonso Pacheco Navarro; D.Daniel Cremades Cerdán; D. Aurelio Ramí-rez Gallardo; D. Joaquín Griñán; D. Ful-gencio Saura Mira; D. Javier MancillaMillón; D. José Montoro Guillén; y, actuan-do como Secretario, quien redacta éstedocumento, Ángel Luis Riquelme Manza-nera, todos ellos acompañados esporádi-camente por otros colaboradores que, porsus excepcionales circunstancias persona-les, asistieron a unas reuniones que,durante más de cuatro años se mantuvie-ron plenas de ánimo, esperanza y profun-

Rampa de la entrada al Museo de la Huerta. Sala de cerámica y vidrio. Museo de la Huerta.

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do espíritu de trabajo y laboriosidad en elcometido encomendado; y, cuyos resulta-dos concluyeron con propuesta técnicaque, supuso acuerdo mutuo entre lasAdministraciones Regional y Local, deci-diendo encargar el anteproyecto de “Res-tauración, Acondicionamiento y Amplia-ción del Museo de la Huerta”.

Siguiendo con la cronología evolucio-nista de éste Museo, decir que, tocaba losprolegómenos de los años 90 del pasadosiglo, cuando tras muchas reuniones, ges-tiones y trámites llevados a cabo duranteaños previos, se producía otra importantenovedad que, propulsaría y generaríamayor potencialidad museística al Centro.Era el instante de la fundación de la Aso-ciación de Amigos del Museo de la Huerta,que en 2010 cumplirá su vigésimo aniver-sario, motor generador de la auténtica yverdadera ayuda para el apoyo y colabora-ción en el reflote enaltecido y ennoblecidode éste lugar, que, apoyado y defendido -enmayor o menor medida-, por todas las Cor-poraciones de la Municipalidad de Alcanta-rilla, ha tenido su principal valedor, en elimpulso ejercido por la trayectoria protec-tora y defensora de su Junta Directiva ymiembros asociados, velando y dandopatente ejemplo al importante colectivoque han representado, hombres y mujeresasociados, pertenecientes curiosamente atodas las latitudes de España. Misión refle-jada y traducida por el esmero y sacrificiode respetuosa y loable conducta hacianuestras instalaciones museísticas, cuyos

propósitos conseguidos han consistido ysiguen consistiendo en generar empatía,apego y propensión dirigida hacia el espíri-tu dormido de los auténticos sectoresencargados de su custodia y vigilancia,referida a quienes ostentan con la legalidadvigente la responsabilidad política, científi-ca e investigadora de la conservación ymantenimiento del Patrimonio HistóricoArtístico Nacional, sobre todo advirtiendo,que, el Museo Etnológico de la Huerta deMurcia, está declarado Patrimonio Históri-co Artístico de carácter Nacional, y, en con-secuencia, tiene su mejor credencial en lagestada experiencia, desarrollo y progresoadquirido, que, con el tiempo lo ha conver-tido en academia ejemplar de informacióny enseñanza en la materia, impartiendo yofreciendo, graciable y generosamente, susaber y conocimiento a petición de cuantosinteresados se personaron para estudiarley analizarle con la finalidad de fundar yconstruir museos análogos.

Hoy día sabemos que, esta informacióny asesoramiento in situ de nuestro Museo,trasladada y admitida por muchos de losmuseos que se fundaron posteriormentepor toda España, sirviendo teórica y prácti-camente en la implantación basada en losfundamentos de la experiencia matriz delnuestro; formato conceptual, que se hamantenido hasta los últimos años por suvital vigencia técnica, incorporándose, toda-vía en la actualidad, en las construccionessemejantes que se realizan por toda la geo-grafía de los distintos territorios autonómi-

Sala de rememoración. Museo de la Huerta. Sala Tejeduría. Museo de la Huerta.

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cos. Estando en este sentido, profundamen-te orgullosos y honrados de que se siganaquellas pautas que impuso su Director deInstalación, D. Manuel Jorge Aragoneses.

Salvado el progresivo deterioro deaquella difícil y convulsiva etapa de latransición española de finales de la décadade los 70, y, comienzo de los 80, caracteri-zada por sus efectos negativos para ésteMuseo, continuó la gestión del procedi-miento de la Comisión expresada ante-riormente en relación con la entrega delInforme Técnico de 1991, que impulsaríaposteriormente el Ayuntamiento deAlcantarilla. La Corporación, se hacíacargo y ponía en valor el Estudio presen-tado por la referida Comisión de Exper-tos, conformada fundamentalmente porHistoriadores, Arqueólogos, Etnólogos;Ingenieros; Arquitectos; Abogados y otrospuntuales colaboradores de prestigio detoda la Región de Murcia, con el apoyo

permanente de funcionarios y políticos.Conjunto de miembros que se reunierondurante más de cuatro años para dictami-nar y observar sobre las pautas de futurodel Museo de la Huerta, donde motivadospor el interés que despertaba cada descu-brimiento, no sólo sobre su continente ycontenido, sino por la enorme y abundan-te aparición de restos hidráulicos y arque-ológico, augurados por Jorge Aragoneses,en los huertos y extensiones de los terre-nos perimétricos protegidos de sus inme-diaciones, decidieron concluir con laambiciosa propuesta vaciada en Antepro-yecto realizado por los arquitectos D.Javier Mancilla y D. José Montoro, que,inspiraría la segregación de una primerafase de adjudicación de trabajo, medianteproyecto confeccionado por el Arquitecto,Javier Mancilla Millón, que se generaría alamparo de la Escuela Taller, auspiciadapor el Instituto Nacional de Empleo delMinisterio de Trabajo y los Fondos Euro-peos, denominada: “Restauración, Acondi-cionamiento y Ampliación del Museo de laHuerta”, que sería aprobada e iniciada suejecución a principio de 1996, y, conclui-das e inauguradas sus obras el día 19 deMayo de 1999.

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Y puesto que un Museo, tiene la capa-cidad, facultad y relevancia de acoger elaura de sus ancestros, que mejor oportu-nidad ésta que se nos presenta, para

Sala Metalisteria y alumbrado. Museo de la Huerta.

Sala de Trajes típicos de Murcia. Museo de la Huerta.

Sala de la Biblioteca. Museo de la Huerta.

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narrar las glorias y vicisitudes de unas pie-zas de forja que deben ser orgullo de todomurciano tenerlas entre nuestro másvalioso patrimonio artístico.

Este trabajo se complementa con el quecontinúa en esta revista, redactado por mibuen amigo y compañero Manuel Villaes-cusa, consecuencia de preparar nuestraconferencia en el Museo de Santa Clara laReal. Ambas partes son un todo. Por tanto,para su entendimiento, exige la lectura deambas partes.

Si al comienzo, referíamos el inicio delespíritu que motivó la creación del senti-miento museístico, así como la misión yfunciones que le competen, viene a cola-ción una de las más interesantes y tras-cendentes decisiones que se vienentomando por la Consejería de Cultura deMurcia, para recuperar y salvar las dosjoyas de la rejería románica que, comple-ja, indescriptible, extraña, feliz y satisfac-toriamente, así de controvertido resulta,han quedado insertas en el devenir patri-monial de una tierra, la nuestra, cuyoinventario adolece de toda muestra, indi-cio o señal con vínculos al extraordinario yexcepcional arte del románico.

En éste aspecto, somos testigos en laactualidad del procedimiento que se realizapara la pronta instalación en el Museo deSanta Clara La Real de Murcia de las dosrejas románicas rescatadas de su peregri-naje itinerante y último almacenamientosufrido. Hoy vemos cumplido un deseo, jus-tamente valorado por cuantos hombres ymujeres, a lo largo de siglos, tuvieron elcompromiso de velar y cuidar la conserva-ción y perpetuación en el tiempo de éstaspiezas de gran y excepcional valor patrimo-nial. Pero en especial, debemos expresar, apartir de que terminase la incívica, trágicay sangrienta contienda española del pasadosiglo, nuestro profundo agradecimiento apersonajes de la talla de D. José AlegríaNicolás; D. Andrés Sobejano Alcayna; D.Augusto Fernández de Avilés y Álvarez deOssorio; D. Manuel Jorge Aragoneses y D.José Crisanto López Jiménez, que, protegie-

ron y defendieron la importancia de éstasjoyas del arte de la rejería de forja existen-te en ésta capital del Río Segura, pues consu demanda de atención e interés nos incul-caron, no sólo el estímulo deferente a ladefensa y protección de la bella ornamenta-ción del objeto producido por la actividadhumana, sino, trasmitirnos la sensibilidadpara que disfrutemos de la contemplaciónvisual del elemento constructivo.

Estamos convencidos que las nobles ygenerosas aspiraciones que han movido lasdecisiones de todos éstos hombres, y, suscongéneres en el tiempo, con la finalidad derescatar, recuperar y rehabilitar el procesoevolutivo de la historia que ha desarrolladolas facultades de la sensibilidad humana,mediante la investigación y la indagacióncientífica, trasladadas a muestras traduci-das en manifestaciones, exhibiciones yexposiciones en Museos, con la finalidad delegarlas y ponerlas a disposición públicageneral, les llevó desde la antigüedad a res-petar la interpretación de una forma depresentar los rasgos y simbolismos de susancestros y darles titulo de denominación.

Es por ello loable,defender que, lascitadas rejas romá-nicas, ubicadasdesde su depósitopor D. José Alegría,en el Museo deBellas Artes yArqueología delsolar de la Trinidad,merecieron una res-petuosa atención alpasar a ser puestas,por decisión del Sr.Jorge Aragoneses

(cuya dirección de instalación tuvo a sucargo, en el que fuera novedoso edificio deAlfonso X El Sabio a principio de los años50 del pasado siglo XX), el Museo Arqueo-lógico de Murcia, dentro de las salas deexposiciones inauguradas, Sección Medie-val. Dichas rejas, posteriormente, durantelos últimos años, fueron retiradas con moti-

José Alegría Nicolás.

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vo de la ejecución de construcciones de res-tauración y acondicionamiento. En honor ala verdad, han estado rigurosa y fielmentecustodiadas en los almacenes de objetos yobras de arte concertados. Sin embargo,una vez terminado el acondicionamientodel Museo Arqueológico, en las salas de suinterior, queda designada la ocupaciónmediante la interpretación expositiva de lasprimeras culturas que se asentaron ennuestra Región y excluida la parte Medie-val, quedando sus contenidos incompati-bles para el regreso de dichas rejas romá-nicas y sugiriendo hacer viable su destinohacia al recinto de donde salieron primiti-vamente, o sea hacia el espacio arquitectó-nico patrimonial que, loablemente, se haconvertido en Museo: El Museo de las Cla-ras de Murcia.

LA FORJA Y EL ROMÁNICOAtendiendo la impronta histórica y cul-

tural que supone reconocer el valor de lasmencionadas rejas románicas, en paralelocon la creación y construcción de aquellasprimeras Catacumbas, Palacios, Mezquitas,Monasterios, Iglesias, Museos, etc., dotadosy ornamentados de hierro forjado, es aquícuando debemos prestar una plausibledeferencia a nuestras piezas, proporcio-nándoles plena vigencia y protagonismo deirreconocible calificación artística duranteaquél periodo, pero entendido, que su oficioartesano constituyó uno de los trabajos pro-

fesionales más respetados por los directo-res de los grandes proyectos arquitectóni-cos que se erigían en época Medieval.

Por el significado vinculante que nostrae la presentación de la reinstalación dela rejería en el Museo de Santa Clara laReal de Murcia, razonando regresa a sulugar de origen, tras un peregrinaje físicoque más tarde explicaremos, deseamoscelebrar éste acontecimiento emotivo yentrañable, donde la Consejería de Culturay sus técnicos de museología, han jugadoun papel preponderantemente sensible aéste proceso que hoy culmina con la pues-ta en valor de éste tesoro artístico, someti-do a un próximo futuro de aceptación entodos los órdenes sociales y culturales,donde el tiempo será juez de la recta, e,imparcial decisión del supuesto éxito quenos ocupa.

El lance y aspiración en la que nosinvolucramos personalmente, D. ManuelVillaescusa Sánchez, y, quien suscribe ésteartículo, concluye con la gustosa compla-cencia de haber colaborado para que seelevara a categoría de privilegio la recupe-ración de las dos rejas románicas, razónde éstas líneas.

Éstas piezas, tan íntimamente relacio-nadas con el Arte Románico, bien mereceofrecer unas pinceladas de un momentoen el tiempo, fundamentalmente de recogi-miento y espiritualidad religiosa, que obli-ga a dar importancia de la incorporacióndel hierro al mundo artístico, aún cons-cientes de detectar que fue considerado unaporte laboral constructivo y arquitectóni-co, como elemento imprescindible para elcierre de huecos en paredes, solados ytechumbres de los grandes edificios crea-dos para perpetuarse en la intemporali-dad. Pero mérito y beneficio, dominandoel fundido del metal férreo, sólo será reco-nocido en siglos posteriores. Evidencia deque la forja consigue ocupar un espacio deindiscutible valor, al conseguir se le reco-nozca mérito artístico, como se aprecia alcoadyuvar en el boato, la suntuosidad y elcomplemento armonioso de toda estructu-Las Claras a la izquierda. 1895.

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ra constructiva de piedra que, para el casoque presentamos entiende por Arte Romá-nico. Estilo que tiene su eclosión en losalbores del primer milenio de nuestra Era.

Género artístico, encuadrado dentro deuna de la mas atractivas e interesantesfacetas creativas de la humanidad; y, comodecimos, sin duda, a consecuencia de unprofundo sentimiento religioso. Muestrade la expansión de su esplendor, Italia,Galia, y, la mitad Norte de nuestra penín-sula, se convirtieron en un hervidero cons-tructivo del Románico.

Y dejamos claro éste detalle, porque aldecir que es la mitad Norte de España,donde se acogió y desarrollo éste arte,queda excluido evidentemente el Reino deMurcia, que, en aquellas fechas, entre losSS. XI, y, hasta la mitad del XIII, manteníasu dominio el musulmán.

Para el cristiano que vive durante éstaépoca en Europa, el templo es la repro-ducción a pequeñísima escala del gransantuario de la creación. Una época de lanormal colocación de su ábside dirigidohacia Oriente, con expresa alineación aTierra Santa; su planta de cruz latina, indi-cando los cuatro puntos cardinales; eljuego ambiental de luces producidas por laluz solar; ó la propia distribución jerárqui-ca, que delata una clara intencionalidad einterpretación simbólica.

No pretende nues-tra aportaciónescrita, realizar unrepaso a las tresetapas admitidasdel Arte RománicoEuropeo. Para ello,disponemos de lassuficientes fuentesbibliográficas e his-toricistas. Ahorabien, el estudio decada etapa nospodría ayudar yasesorar a clarifi-

car el periodo donde atañe catalogar lasrejas románicas que se presentan con

motivo de su reinstalación en el Museo deSanta Clara, queriendo ser nuestra inten-ción colaborar en la hipótesis estimativade su devenir histórico, hasta tanto unmás detenido y profuso estudio de investi-gación, permita precisar su autenticafecha de forjado.

Con éste motivo, reduciendo territoriosgeográficos europeos, nos emplearemosen el Románico Hispánico, concerniente acuatro áreas de los SS. XI-XIII, bien defini-das, concretadas en las zonas que se inser-tan en el Románico Navarro; Castellano-Leonés; Aragonés y Catalán, pues compa-rando la rejería de cada ubicación connuestras rejas Románicas, poseídas deuna extraordinaria belleza y excepcionali-dad, como ha sido advertida y expuestapor entendidos en la materia, conformanun tesoro de indiscutible acogida y curiosi-dad en los foros de estudiosos e interesa-dos, donde sus fotografías han sido exhibi-das. Estamos seguros que, en un cortoespacio de tiempo, su inclusión en publi-caciones y enciclopedias de arte románicodesconocedoras de la existencia de éstasjoyas, que no somos capaces de evaluar,calcular y apreciar en su justa medida,será una realidad de manifiesta congratu-lación por quienes las defendemos.

ANTECEDENTES DE NUESTRAS DOS REJAS ROMÁNICAS

Corría el año 1964,cuando nuestroperínclito escritor,José Ballester, ensu artículo “HierrosArtísticos del pasa-do de Murcia”,publicado en elnúm. 22 de laRevista Murgetanaque edita nuestraAcademia AlfonsoX El Sabio, iniciaba

el texto con las siguientes preguntas: ¿Hemos puesto atención en Murcia a la

vieja artesanía local del hierro?

Fachada actual delMonasterio de Santa Clarala Real.

José Ballester Nicolás.

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Si decidimos contestarla desde unaperspectiva puramente sincera, justa y crí-tica, seguro que acordaremos inclinarnospor la propia negación que nos depara lahistoria conocida.

La otra pregunta que él se hacía, decía:¿Nos ha importado escudriñar la belle-

za de sus ejemplares notables?Obviamente, en aquellas fechas,

excepto algún adelantado a su tiempo delos que después hablaremos, nadie escri-bió o dedicó unas líneas a exaltar o enga-lanar nuestra fundición metálica artesa-nal antigua de Murcia, que a la sazón eraignorada y pasaba desapercibida, pero enla actualidad, no sólo es de gran interés decontemplar y disfrutar con su esplendoro-so ornato y preciosismo concentrado en laCatedral de Murcia, sino distinto y varia-do material de forja de otros muchos edi-ficios eclesiásticos y piezas privadas, todoapetecido de disfrutar y codiciado deposeer por anticuarios y amantes de laforja artística.

Evidentemente, tenemos una totalausencia en los archivos, de documenta-ción y bibliografía investigada sobre éstecampo artesanal y artístico de la forja enMurcia, principalmente en lo referente a larejería murciana anterior al MaestroAntón de Viveros, pues así lo demuestra laexigua reseña, testimonios y divulgacióndisponible. Por tanto, deberemos recono-cer que, ni en el pasado, ni ahora, hemospuesto interés en proteger y defender larecuperación y rehabilitación de cuantaherrería surgida en los talleres, fraguas yfundiciones artesanales de ésta tierra, seacopló e incorporó a la arquitectura einfraestructura de la ciudad.

Sin duda, volviendo al lugar sin paran-gón de reconocimiento artístico, desdesiempre, nos hemos sentido profunda-mente orgullosos de la Verja del Presbite-rio de la Catedral, que con su análoga enparalelo frontal, ubicada para aislar elCoro, y, su otra semejante que cierra laCapilla de Los Vélez, viene a confirmar ladestreza artística e industrial del egregio

Maestro Antón de Viveros, cuyo trabajo seatribuye a las postrimerías del S. XV.

Enrejados todos ellos, y, sus homólo-gos del templo, estudiados, analizados,comparados y examinados con el másabsoluto rigor y precisión, por el eruditocatedrático, ejemplo a seguir en la investi-gación artística sobre Bellas Artes denuestra Región, D. Cristóbal Belda Nava-rro, y, que, para quienes deseen adentrar-se en ésta apasionante materia sobre laexplicación más depurada y exquisita, enrelación con los atributos y procedimien-tos que moldearon el metal en nuestrosobradores artesanales a cargo del ingeniocreativo de artistas dotados de una extra-ordinaria sensibilidad, sólo podemossugerir y proponer la lectura del trabajomás importante, atractivo e impactante,existente hasta la fecha, redactado pordicho Sr. Belda Navarro, publicado en losAnales de la Universidad de Murciadurante el Curso 1970-71, bajo el titulo:“La Obra de Rejería de la Catedral de Mur-cia”, pues con su brillante y aguzadapluma, nos descubre y desvela el verdade-ro tesoro artístico que esconde y encie-rran las paredes de la Iglesia Episcopal deSanta Maria, compendio inductivo alconocimiento del labrado del metal queennoblece, adorna y embellece todo elinterior de sus aposentos.

CITAS SOBRE NUESTRAS REJASROMÁNICAS MURCIANAS

En ambos casos citados, D. José Balles-ter Nicolás y D. Cristóbal Belda, hacenreferencia en sus documentos a nuestrasrejas románicas.

D. José Ballester, escribía lo siguienteen aquél año de 1964:

“En el Museo Arqueológico murciano,procedente del monasterio de las clarisas,se conservan una rejas medievales que, sicomo afirman los entendidos son románi-cas, coincidieron con los restos de la pre-sencia árabe en la ciudad. Son de unasobria belleza y consisten en espiralessujetas a los barrotes cruzados, en sentido

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vertical y horizontal. Se ha supuesto quedebieron venir desde otros reinos, puesson consideradas como del S. XII, en elque aún no se había incorporado Murcia aCastilla”.

En su misma línea, D. Cristóbal Belda,en su magistral trabajo de investigaciónterminado para el curso 1970-71, sobre larejería de la Catedral de Murcia, dice losiguiente:

“La rejería murciana anterior al S. XVes prácticamente desconocida. La activi-dad multiforme de hierros y rejerías, reu-nidas en torno a la naciente fabrica de laCatedral, no ha dejado obra alguna quepermita ser estudiada. Por el contrario, losfondos de nuestro Museo ArqueológicoProvincial han conservado de ésta fase dosejemplares que procedentes del Conventode Santa Clara, fueron fechadas en el S.XII. En efecto, se trata de dos pequeñasrejas, de factura románica, con los típicosroleos ornamentales y pinchos salientesque sirven de elemento de cierre a algúnventanal del convento...”.

Ahora hacemos un receso en la lecturadel texto del Sr. Belda, porque aquí, en éstepunto donde termina la frase, instala unparéntesis encerrando el número cuatro,que nos lleva como asterisco o signo orto-gráfico convencional a la siguiente cita:“M. Jorge Aragoneses. Guía del MuseoArqueológico de Murcia. Madrid. Guías delos Museos de España. Dirección Generalde Bellas Artes. 1956. Pág. 81: Éstas rejasproceden de la cripta del citado convento”.

Bien. Por tanto ya tenemos un punto departida para acercarnos a lo redactado ensu Guía por D. Manuel Jorge Aragoneses.

Y continúo la redacción del Sr. Belda,que reza como sigue:

“La rareza de su estilo en la RegiónMurciana, donde el mundo artísticomedieval cristiano no se plasmó en obras,sino hasta época gótica, por razonesobviamente históricas (Reconquista delReino por Jaime I en 1266), nos hacesuponer sea un producto importado por el

Rey Castellano con motivo de la fundacióndel convento”.

Éste párrafo del eminente Catedrático,Sr. Belda, quien nos merece un excelente,acreditado y reputado prestigio profesio-nal, no puede ser más esclarecedor y elo-cuente, y, pese a que en su artículo sólo semenciona como cita de existencia en Mur-cia, las dichas rejas románicas, reconocesu importancia y excelente factura para suconservación y muestra del rico patrimo-nio histórico artístico de reja forjada. Másaún, al ahora saber, que las rejas fueronfotografiadas por su padre en tiempos deM. Jorge Aragoneses, cuando decidió,como Director, que fueran instaladas en elMuseo Arqueológico de Murcia.

La figura de D. Manuel Jorge Aragone-ses, lamentablemente en el olvido e ingrati-tud de las Autoridades e Intelectuales de lacapital y su Región de Murcia, sería dignade mencionar en breves líneas de homena-je, pero el tiempo y el lugar nos lo impide.

No obstante, todo parte desde elmomento que, en las salas medievales delMuseo Arqueológico de Murcia instaladoen 1955-56, Aragoneses, expresa su ine-quívoca decisión de incluir las dos rejasforjadas de estilo románico, dejando cons-tancia de ello en su Guía que reza textual-mente: “... proceden de la cripta fúnebredel Convento de Santa Clara de Murcia,dependencia sita en un rincón de su claus-tro. Según Fernández Avilés, pudieron sertrasladadas a Murcia, desde otra región”.

Como quiera que, es de justicia seconozca la causa de exportación de lasrejas fuera de éste recinto del Monasteriode Las Claras a donde pertenecían, y, laomisión de su regreso por circunstanciasobvias y ajenas a la voluntad de Aragone-ses, de lo que yo fui informado, tengo eldeber y obligación de ampliar con datosque ayudan a medio aclarar lo sucedido,pero corroborando la acreditación unáni-me de sus albaceas sobre la relevancia delas rejas, y, que debe hacerse constar parauna mejor apreciación y valoración de las

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dos grandes piezasde forja artística,motivo de éstedocumento.La información querecibió Aragoneses,consistió en unrelato verbal queobtuvo de diversospersonajes de laépoca, entre quie-nes estaban D.Andrés Sobejano yD. Augusto Fernán-

dez Avilés, ambos como todos sabemos,antecesores en funciones de Director delMuseo Arqueológico y Bellas Artes del edi-ficio elevado sobre el solar de la Trinidad,así como consejeros personales de casitodas las decisiones que adoptó, en susprimeros años de estancia en Murcia.Parece ser que cuando por los años 40,tras terminada la Guerra Civil, el Conven-to de las Claras, amenazaba un estado depeligrosa ruina inminente, se personarontécnicos en arquitectura para conocer elalcance de los daños, y proceder a la adop-ción de medidas y reparaciones a acome-ter. Una de las zonas más castigadas fue elábside y la cripta fúnebre del Convento.Por tanto la respuesta consistió en tapiarventanales y puertas. Las rejas fueron des-montadas y dejadas a su suerte, hasta que,el amante y prohombre de Murcia, D. JoséAlegría Nicolás, consideró la importanciadel herraje pidiendo fuesen llevadas alMuseo para su almacenamiento y conser-vación, o, sea al edifico levantado sobre elsolar donde estuvo asentado el Conventode la Trinidad. Varias leyendas, que novienen al caso, puesto que podrían inter-pretarse como divagaciones, ayudaron,sin embargo, a crear un expectante interésen la conservación y respeto por las rejas.Lo cierto fue, que cuando en 1955, elMuseo Arqueológico fue trasladado de laTrinidad, e, instalado en las salas de laCasa de Cultura, Aragoneses, como Direc-tor, sensible al valor artístico de las mis-

mas y observando la continuidad del malestado de Las Claras, interesó el asesora-miento de su gran amigo y Académico dela de San Fernando y otras Institucionesen Bellas Artes a nivel Nacional e Interna-cional, D. José Crisanto López Jiménez.Sin duda, el informe favorable del especia-lista, fue determinante. Las rejas pasaron,como obras de arte, a formar parte de lassalas de exposiciones.

Por tanto, el resultado conllevó la insta-lación de dichas rejas románicas en lugarpreferente y con todo tipo de privilegios. Esevidente que la favorable y preeminenteconsideración concedida por cuantos egre-gios personajes de la época, intervinieronen la decisión de incluir las rejas en elMuseo Arqueológico, permitió entender desu importancia, demostrándonos que no esbaladí el esfuerzo reivindicativo que hoyrealizamos para darles la dignidad y presti-gio que se merecen, recuperándolas y rein-corporándolas a la exposición pública, y,rehabilitando su extraordinario valor.

TERRITORIOS ROMÁNICOS CON REJERÍA

Anteriormente en el apartado la Forja yel Románico, dimos unas pinceladas sobreel inicio de éste grandioso estilo artístico yla incorporación del hierro como oficioauxiliar, sin una relevancia notoria recono-cida durante la primera etapa.

Aún así, aproximadamente al inicio delprimer milenio d.C., en los reinos del

Andrés Sobejano Alcayna.Patio de Santa Clara la Real en 1940. Convento con-vertido en Hogar del Soldado de 1936 a 1939.

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Norte, se procedió a crear de cierta seguri-dad defensiva las zonas repobladas concolonos procedentes de Al-Andalus y sobretodo de Francia, correspondiendo el lide-razgo al Reino de Navarra, punto dondecomenzaba el Camino de Santiago, jalona-do de numerosos pueblos y ciudades que,rápidamente, asumió las corrientes cultu-rales y artísticas procedentes de Europa,favoreciendo la erección de multitud deMonasterios, Torres y Murallas, que incor-poraron el hierro como elemento básicopara el cierre de huecos y aberturas pro-yectadas por la arquitectura en función defortalecer y resguardar a sus ocupantes.Era una forja muy básica, basta y vulgar,pero que ya recibía el influjo de las corrien-tes de arte románico francés, y, en menormedida el italiano.

La expansión del románico se siguiópropagando a tierras cristianas, llegandoa la castellano leonesa, que fundido alsustrato propio del arte visigodo, mozára-be y asturiano, se dirigió hacia la castillagalaica, cuya mayor expresión del romá-nico se encuentra coronado en la Catedralde Santiago.

Canteros, Fabriqueros, Carpinteros yForjadores, eran los oficios especializados,por ese orden, necesitados para la acelera-da y dilatada proliferación de edificios prin-cipalmente religiosos. A continuación,escultores y pintores, se convirtieron en lapléyade de personajes ilustres que dieronbelleza a exteriores e interiores de los edifi-cios. Pero pronto se incorporaría a éstos

gremios selectivos el oficio francés de“ferronnier”, que los españoles tradujeronpor rejero. La patente innovadora de ésteartesano, obteniendo robustez y seguridadde la pieza de hierro, unida con la estética yarmonía figurativa, previos patrones yplantillas matemáticamente proyectadaspara la ejecución de un ensamblaje perfec-to de las piezas, permitió crearse una repu-tación y consolidación de su aporte profe-sional, que correría paralelo al movimientodel Segundo Periodo de Arte Románico, quetiene su máximo esplendor en dichos terri-torios castellano-leonés y galaico.

Aunque Aragón, tuvo una prontainfluencia del románico durante el S. XI, sumayor precedente se encuentra partiendode su rica tradición mozárabe receptora dela proximidad francófona de Cataluña, quehizo generar el lombardo italiano.

Finalmente, sin duda, el arte románicotuvo su primera aparición en lo que hoyconocemos por tierras españolas de Bar-celona y Gerona, pero que durante el S. IX,pertenecieron a las conquistas de los fran-cos, ó sea Francia, situación que definió laprincipal vía de penetración del arterománico, que a su vez evolucionó modifi-cando sus postulados hacia elementosartísticos del románico italiano, debido aque en el S. XI, la consolidación de laMonarquía catalano-aragonesa, condujo aun acercamiento por mar, hacia las costasitalianas que permitían mantener unos

Colegiata románica de Santillana del Mar. Cantabria.

Monasterio de Leire, situado entre las comunidadesde Navarra y Aragón.

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lazos de amistad, alianzas, e, intercambioeconómico y social en razón de las inquie-tudes que políticamente estabilizaban asus mutuos gobernantes y la pacificaciónde todo el litoral afecto al Golfo de León yMar de Liguria.

LA REJERIA ARTÍSTICA EN ESPAÑAA comienzo del siglo XX, el estudioso

de la forja, RuizCastillo, en su libri-to el “Arte del Hie-rro en España”, nosnarra, remontán-dose a cinco milaños a. de C., conerudito conoci-miento, el origen dela industria del hie-rro, insertando eltoque legendario dela mitología cuandodice: “Se atribuyeal hierro origendivino”.

Es obvio que el hierro ha sido uno delos elementos más decisivos en la evolu-ción y desarrollo civilizador, pero no es elmotivo de éste trabajo, por lo tanto evita-remos deambular por el pasado de lametalurgia y siderurgia, hasta llegar altiempo que nos interesa.

No podemos olvidar que los primerosbalbuceos del arte del hierro en España seregistran durante el periodo árabe, pese ala existencia de testimonios contrariosbasados en lo expresado por Artiñano ensu obra “Los Hierros”, que dice textual-mente: “... la llegada del Islam a España enel S. VIII, no aportó ningún elemento deco-rativo ni una técnica distinta de las hastaentonces conocidas para el trabajo del hie-rro”. Sin embargo, aunque la arquitecturaárabe usó celosías de mármol y madera, enlas sólidas y majestuosas puertas de entra-da a sus recintos amurallados, empleó elchapeado y clavazón del hierro combinán-dolo con el bronce, labor conjunta deambos metales que enriquecía la construc-

ción con fines de que predominase el afánde la belleza y perfección artística.

Ciertamente los árabes no trajeron téc-nica para la obtención del hierro, ni forja-do del mismo, pues en Europa ya existía unavanzado proceso metalúrgico, pero apor-taron el variado utillaje de la lima conmanejo, pericia y habilidad extraordinaria.De ahí, que podamos considerar realizaronacertadas obras de cerrajería decorandocon cenefas, rosetones, motivos geométri-cos y disposiciones lineales artísticas, mástodo aquello relacionado con el ingenio y lacreatividad como mecanismos de cerradu-ra, llaves especiales, clavos para decorar yreforzar puertas, además de otros muchospequeños elementos metálicos que incor-poraron a la construcción.

Y respetando lo expuesto por PabloLafond en sus “Hierros de Cau Ferrat”, quepodríamos traducir por “casa ambientadaen la rejería artística para refugio de lospoetas”, afirma que, el arte de la forja y elcincelado fue importado a España por losárabes, suponiendo que quiere señalar queel sentido de lo bello, lo estético y decorati-vo en el trabajo del metal comenzó a produ-cirse en éste primer periodo del S. VIII. Encualquier caso, las fluctuaciones e influen-cias entre árabes y cristianos, durante elauge de la dominación musulmana, decidepor entender que el tono de refinamiento ysuntuosidad estimuló a los artistas en lasuperación de la técnica practicada, y, conuno y otro contendiente, adaptaron su tra-bajo a las necesidades y requerimientos delos dominadores. La prueba está que en eseperiodo eclosionó la construcción mozára-be, y, con ella, las rejas como sistema deseguridad y defensa, pero en las que secomienza a apreciar una preocupación de laarmonía artística. Pero del árabe tambiénpodemos hablar de su “damasquinado”, desu “ataujía”, y, el herrero, generalmentecristiano, se especializa con la varilla y laplancha, aspirando que los objetos quesalen de sus manos tengan ritmo y gracia,forjando en sus fraguas armas, utensiliosdomésticos y rejas de sólida factura.

Andrés Ruiz Castillo.

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Pero donde se produce una verdaderarevolución en la técnica del trabajo del hie-rro, abriendo un amplio horizonte de posi-bilidades, es cuando a principio del S. XI,se acierta con el descubrimiento de la sol-dadura a la calda.

Se desconoce el inventor de éste proce-dimiento, barajándose la hipótesis de queel hallazgo fue casual cuando el forjador alcaldear dos piezas juntas se encuentra quehabía realizado una soldadura perfecta. Ypuesto que caldear es templar, calentar,elevar la temperatura hasta fundir unmetal, de ésta toponimia rezó la denomi-nación de “soldar a la calda”.

A partir de éste instante cambia el con-cepto de la forja. El empleo de la calda, sehace imprescindible en cualquier piezaque se construye, principalmente la decarácter artístico, pues del costoso, tosco yvulgar, remache y las presillas ó abrazade-ras, se pasó a la simplificación de procedi-mientos complicadísimos del metal, reali-zándose las primeras ejecuciones con reje-ría mediante éste método de hacer ascuael hierro para labrarlo y soldarlo con des-tino a los presbiterios de las muchas igle-sias que se erigen a lo largo y ancho de loscuatro territorios cristianos del románicoanteriormente expuestos.

Con la soldadura a la calda, a partir delos primeros años del milenio, el hierroque sale forjado de una fragua, adquierela categoría de arte. Y, por ende, los gre-mios de herreros y forjadores simplemen-te considerados artesanos, adquieren unreconocimiento artístico, y, su aplicaciónse extiende y enriquece los edificios ecle-siásticos y palacios monumentales. A lavez, la influencia del arte románico empu-jando desde Europa, origina la apariciónde éste estilo en la rejería española, que seconvierte en elemento imprescindible deuso y decoración. Muchas son la variedadde piezas metálicas que salen de las fra-guas y forjas de la época, pero nuestrointerés sen centra en las rejas románicasque hoy presentamos para orgullo y satis-facción de cuantos asistimos éste acto, y

por ello a continuación nos centraremosen ellas.

CONCRETO SOBRE LAS DOS REJASROMÁNICAS DEL MUSEO DE LAS CLARAS

Si antes dimoscuenta de las vicisi-tudes que sufrierondurante la segundamitad del S. XX,ahora dedicaremosun espacio a descri-birlas, compararlasy darles una proba-ble cronología.La reja románica secaracteriza por unasobria y elegantetraza con el empleode la voluta como

elemento decorativo, y, sin lugar a dudas,la mejor colección de éstas joyas, fueronreunidas por el erudito Santiago Rusiñol iPrats para la famosa casa refugio de poe-tas y artistas de “Cau Ferrat” en Sitges,que hoy día es uno de los mayores y másimportantes museos del mundo en materiade forja artística.

Nuestras dos rejas son de distinta ypura medida rectangular, de un extraño einsólito milimetrado, tuvieron que darservicio a huecos de diferente índole. Hayque recordar que el sistema métrico deci-mal es prácticamente reciente. Pues lasmedidas se regían desde la misma épocafaraónica, en codos, pies, brazos, dedos,etc. Es en 1789, cuando Antoine Lavoisier,padre de la química, creador de la Ley deConservación de la Masa y protagonistaprincipal de la revolución científica del S.XVIII, expresó lo siguiente: "nada másgrande ni más sublime ha salido de lasmanos del hombre que el sistema métricodecimal".

Por tanto las medidas que hemos toma-do de las rejas tienes unas característicasmuy peculiares. Creando hipótesis sobre loocurrido cabe entender, se ceñían a encar-

Santiago Rusiñol.

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gos muy ajustados o aproximados, ó, tam-bién se debieron fabricar en una granmayoría de los casos a criterio del forjador,y, una vez terminadas se enviaban a loslugares de destino donde se interesaba yrealizaba la obra, tal y como se ha obser-vado en los desajustes de instalación, cor-tes, ó, superposiciones sobre la pared, dela rejería románica estudiada por los espe-cialistas y arquitectos de restauración.Siendo a veces casual ser encajadas conprecisión en el hueco previsto.

Aunque lo iremos contemplando conrespecto a otras rejas de su tiempo, obser-varemos, y, no nos cansamos de repetirlo,nuestras rejas, son un caso excepcional demisterio e incógnita. Es muy significativo,que éste proceso de forja de los primerosque se inician en el románico, correspondaa la voluta, cuya plantilla realiza una espiral,de dos vueltas y media de giro concéntrico,y, como particularidad singular, desde suepicentro emerge en ascenso perpendicularsobresaliendo al plano de la reja, con unaimagen agresiva y disuasoria, que, entende-mos, se ajusta a la misión que pretendía.

REJA MAYORComo hemos visto en la presentación

fotográfica, la reja de mayores proporcio-nes, dispone de un contorno muy especial,que pudo tener un carácter de cierre decancela, pues mide 1.481 por 1.262 milí-metros. Esta construida por diez barrotessoldados a la calda (incluidos los exter-nos), de un perímetro cuadrangular de 27por 16 milímetros, todos rectos en líneaequidistante al plano y perpendiculares alos lados más cortos, separados entre si,con una media de 163 milímetros, de loscuales ocho de ellos contienen correlaciónen dos líneas de nueve roleos dobles en“C”, terminados cada uno de ellos, comohemos explicado en punta sobresalientede la espiral hacia el exterior, y, aunquecon evidente desgaste, cada pincho tieneuna media aritmética, con respecto a latotalidad, de 37 milímetros.

Los dobles roleos, se encuentran

enfrentados en su abertura, y, en su roceunidos por presillas, y, el lomo de cadaplantilla del doble roleo, unido a dichosbarrotes por presillas. Entre los otros dosbarrotes restantes en el extremo de uno delos lados, con un hueco de 76 milímetros,se inserta una sola línea de roleos de lasmismas características y medidas que sushomólogas anteriores.

Existe una añadidura unida por pletinasen el lado opuesto a la estructura general,que nos indica uno de los factores que pudocercenar la integridad del conjunto fabrica-do. Sugiere por haber sido cortado en elúltimo hueco del extremo de los barrotesdel cuadro. Quizá lo fue con la intención deque se acoplase a algún hueco concreto.Deducimos que en última instancia se pre-firió romper pared en vez de cortar la reja,y, se instaló con esos dos barrotes cortado.Más tarde, entendiendo de la fragilidad deesa zona, por el desgaste y deterioro sufri-do, se le adosaron pletinas a los barrotesexternos para reforzar el ensamblado.

Cada doble voluta en “C”, tiene unalongitud de 127 milímetros y su anchuraes de 176 milímetros. La línea de nuevedobles roleos están engarzadas por presi-llas entre sí, como igualmente al barrote alque pertenecen. Cada presilla tiene unlargo de 83 mm., por 17 mm. de ancho, y,4 milímetros de espesor.

Reja Mayor.

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Pese a que la óptica nos proporcionauna perfecta y exacta simetría de todos losmateriales que cumplen un mismo cometi-do, no se ajustan en ninguno de los casosa la igualdad, las medidas son de meraaproximación milimétrica.

Por tanto ésta reja contiene un total de153 roleos dobles, que nos proporcionan306 unidades de voluta con su correspon-diente punta de clavo, cuya misma totali-dad de pinchos sobresale, cada uno, casi40 milímetros del plano.

El peso aproximado que tendría en suorigen, hemos considerado pudo alcanzarlos 125 kilos de hierro de forja artística.Tras el desgaste durante éstos, posible-mente, 800 años desde su construcción,alcanza unos 120 kilos de peso.

REJA MENOREsta reja menor, de iguales caracterís-

ticas que la anterior, expedida en lamisma factoría y con una clara identifica-ción para ventana, dispone de apéndicesde fijación prolongando los barrotes máslargos de los vértices que debieron termi-nar en curvatura.

Mide 1.001 milímetros de alto, por unancho de 843 milímetros. Dispone de sietebarrotes (incluidos los externos), perpen-diculares a los lados menores, con un per-fil cuadrangular de 19 por 17 milímetrosde grosor. Excepto las cavidades de los dosextremos, cuyos barrotes están separadospor una distancia de 79 milímetros, los

tres huecos restantes creados en el centrotienen una separación de 143 milímetros.Los extremos, contienen, cada uno, unalíneas de siete roleos dobles en “C”. Lostres huecos centrales disponen de sieteroleos dobles que se encuentran enfrenta-dos en su abertura, y, en su roce unidospor presillas, estando sujeto el lomo decada plantilla del doble roleo, igualmentecon el mismo sistema de presillas a dichosbarrotes. Al igual que su homónima la rejamayor, todos los roleos terminan de formaexcepcional única conocida, en puntasobresaliente de la espiral hacia el exteriordel plano.

Cada doble voluta en “C”, tiene unalongitud de 134 milímetros y su anchuraes de 73 milímetros. Cada línea de sietedobles roleos están engarzados por presi-llas entre sí en la parte contraria de igualsujeción fijada al barrote. Cada presillatiene un largo de 83 mm., por 17 mm. deancho, y, 4 milímetros de espesor.

Por tanto ésta reja contiene un total de56 roleos dobles, que nos proporcionan112 unidades de voluta, con su correspon-diente punta de clavo, con misma totalidadde pinchos. y, aunque con evidente des-gaste, hemos calculado una longitudmedia de 85 milímetros para cada uno.Pinchos el doble de largos que su compa-ñera la reja mayor antes introducida

El peso aproximado que tendría en suorigen, hemos considerado pudo alcanzarlos 75 kilos de hierro de forja artística.Tras el desgaste durante éstos, posible-mente, 800 años de construcción, alcanzaunos 72 kilos de peso.

ANÁLISIS GENERAL DEDUCTIVOa) Consideramos que, las medidas y

proporciones de dichas rejas, vienen a obe-decer los cánones de herrería y forja quehemos comprobado, se fabricaban en simi-litud por todos los territorios del RománicoHispánico. Decimos esto, porque a nosotroslas dimensiones nos parecen colosales. Sólocon verlas, nos hacen contemplar dos gran-des monumentos en hierro forjado a laReja Menor.

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calda, que, como se deduce, de haber sidoimportadas hasta nuestra tierra, desdecientos de kilómetros de distancia, tuvo queser una verdadera aventura épica paraaquella época, digna de haber sido narraday conocida. Una evocación legendariadonde sólo la imaginación y fantasía soncapaces de proporcionar una visión indivi-dual a quienes sus facultades les permitanretroceder en el tiempo.

b) Nos decantamos por unas rejas derareza y privilegio singular, comparándolascon respecto a las que hemos estudiado enlo genérico y habitual de sus volutas. Nues-tras rejas son inexistentes en el horizontede la rejería románica hispánica, puessiendo sus roleos ornamentales, los típicossimples y sencillos de la época del XI-XII,su excepcionalidad reside en sus pinchossalientes, extraordinaria obra de arte delmáximo esplendor y brillantez creativa.Éste factor analizando, por una parte, lasimpleza y sencillez primigenia de los role-os, más de otra, la espiral en pincho sobre-saliente agresivo-disuasorio, estamos con-vencidos son las dos circunstancias que,entendemos, todavía las hacen más valio-sas. Digamos que las convierten en natura-leza primitiva de mayor antigüedad de loque incluso suponemos. Sin duda, diremossin miedo a equivocarnos que, el mejorindicio de su relevancia, lo comprende losorprendente y atractivo de esos pinchossalientes, estimándose por nosotros comoel más importante de los atributos artísti-cos que las conforman. Los pinchos verda-dera obra de ingenio para la época, acredi-tan las rejas como verdaderas joyas de laforja. Como decimos, queremos redundarque, no hemos encontrado a lo largo yancho de Europa nada parecido, sin per-juicio y al margen, de que se fabricaranotras semejantes, y, que con el tiempodesaparecieran fundidas en hierro o des-truidas. En la actualidad la búsqueda deunas rejas parecidas, con volutas termina-das en pincho, ha sido infructuosa, pese alrastreo y peinado realizado a través de

extensa bibliografía, visitas a los territoriosdel Románico, y, uso de Internet.

c) Igualmente podemos colegir que, sila reja de menor medida evidencia la fun-ción protectora de un ventanal de interiordel edificio, debido a que se mantienen enbuen estado los apéndices en sus vérticesque se prolongan sobre los barrotes demayor longitud; la de tamaño grande,induce a inferir que prestaba un serviciode cierre como cancela, y, pese a que no sele observan desgastes por pernios, enten-demos que pudo quedar fijada medianteabrazaderas ó presillas que la sujetaban almarco que pudo también ser de hierro.

d) Dichas espirales de las volutas ter-minando en un saliente por su epicentroen forma de clavo, permite opinar sobre laposibilidad de que fuesen realizadas conalgún significado simbólico incorporadopor el autor. Nosotros buscando respues-tas, además del convencimiento de que lamisión de las rejas con volutas punzantesconsistía, principalmente, en ser defensivay amenazante, nos permite fantasear conconjeturas que entrarían en la anécdota deuna mera y remota coincidencia, pero quenos hace pensar que otras muchaspodrían ser incluidas a modo de leyenda.

e) Hemos querido jugar con la elucu-bración de la fantasía, tratando de darlesentido figurado a la voluta de las rejas, ala vez que, inducir a la polémica y con-traste de opiniones, donde permita creartendencia popular para que cada cualaporte ideas, sugerencias y propuestassobre lo que pudo inspirar a su autor.

Manuel Villaescusa, se decide por otor-gar a la forma de la doble voluta la inten-cionalidad determinante, como en tiemposclásicos, de pretender expresar un aspectoconceptivo asimilado al elemento de pro-tección ó emulación de los órganos glan-dulares mamarios de la mujer. Una alego-ría cuya finalidad convendría recordar alos senos femeninos, encubiertos con disi-mulo tras la figura que representa cadadoble roleo.

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En mi caso, y, consultando bibliografía yespecialistas entendidos en la materia,desde otra perspectiva imaginativa proyec-tada a la interpretación política y construc-tiva, me remito al origen del edificio AlcázarSeguir, mandado erigir por el Rey Taifa IbnHud al Mutawakkil, y, después convertidoen Casa Real de la Monarquía Castellana.Época que nos indica el fundido de las tresculturas como diaria convivencia normal, y,en éste caso me inclino por la quimérica fic-ción de que cada voluta mantiene la altivezde un turbante otomano acogido a la herál-dica con timbre coronado con un punzónutilizado por las dignidades, así comocaracterística común incorporada en lascúpulas de los palacios y mezquitas árabes.

f) Éstas rejas, avalado por el echo deque, son los reyes castellanos, quienesdurante los SS. XI-XII y XIII, mantienen unapresión logístico militar, coincidiendo conetapas de intercambio mercantil y comer-cial con el Reino musulmán de Murcia, lasdesignamos claramente fabricadas en elrománico castellano-leonés. Sin embargo lapregunta que nos hacemos es cuando llega-ron a Murcia. Por lógica, aceptamos loapuntado por todos los autores anteriores,desde Jorge Aragoneses, asesorado por J.Crisanto López Jiménez, hasta nuestro que-rido profesor Belda Navarro, haciendo pen-sar que el amor que sentía por Murcia, ElRey Sabio, sería determinante para decidirque éstas rejas fuesen traídas desde tierrascastellanas a los aposentos de la capilla queconstruiría en este conjunto residencialque, anteriormente, fuera Alcázar árabe,posteriormente Palacio Real, y, finalmenteConvento de Clarisas.

Sin embargo, si deducimos que lasrejas son del típico roleo simple y sencillode dos giros y medio, que se construyó,supuestamente, a finales del S. XI, y, prin-cipio del XII, cuando todavía Murcia noera propiedad de Castilla, caben dos alter-nativas:

La primera, responde a que, cualquie-ra de los Monarcas reinantes durante eseperiodo, pudo concertar un regalo o true-

que con el Rey moro de turno. Desde laReina Urraca I de León y Castilla (1081-1126); Alfonso VII de León y Castilla(1105-1157); Fernando II de León y Casti-lla (1137-1188); Alfonso IX de León y deCastilla (1171-1230); Fernando III de Cas-tilla y León (1199-1252); y, finalmente,hasta introducir la hipótesis de que lohiciera, incluso antes de tomar posesiónde Murcia, Alfonso X de Castilla, que fuenuestro Rey Sabio.

La segunda elección, contesta a la pro-babilidad de que las rejas estuvieran cons-truidas en la cronología estudiada, periodocorrespondiente a unas volutas simples ysencillas de finales del S. XI, hasta media-dos del XII, y, que, o bien, estuvieran toda-vía sin instalar almacenadas durante añosen tierras de Castilla, ó, porque se des-montaron ex profeso de algún otro edificioconventual, con la finalidad de ser trasla-dadas por Orden Real a Murcia.

No obstante, como anécdota, hay quetener en cuenta que, en aquellas fechas, elhierro artístico forjado, tenía un valor eco-nómico incalculable, semejante a los meta-les preciosos, desprendiéndose de talacción que el encargo tuvo que tener unagran repercusión palaciega en la Corte, y,una organización de la comitiva y protec-ción del largo trayecto a recorrer hastaMurcia, considerada de alta y especialprioridad del Reino.

LA DISTINTA REJERÍA HISPÁNICACOMPARABLE

El término “románico” que designaeste estilo de arte desarrollado en la mayor

parte de la Europacristiana entre lossiglos X al XIII, lefue dado por elarqueólogo Charlesde Gerville, en1820.Partiendo que enrealidad es recientela denominaciónimpuesta a ésteCharles Ferville. 1820.

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proceso de arte, y puntualizado todo loanterior, aclarados hipotéticos maticesconfigurados como detalles precisos quetratan de recabar toda la información decalidad, cualidad y misterio, las rejas porsi mismas ya disponen de preciado merito,pues para la mejor fechad de aproxima-ción de la construcción de su forjado, ten-dremos que remitirnos a una serie dedatos comparativos, de los que hemoshecho uso, pero que, pese a la orientacióndeductiva, será necesaria la realización desofisticadas pruebas técnicas de dataciónpor radiocarbono, que puedan confirmar-nos la fiabilidad de nuestras conclusiones.

En primer lugar nos vamos a referir alo que nos expresa, durante el primer ter-cio del S. XX, el erudito en arte y rejeríarománica, D. Andrés Ruiz Castillo, indi-cando que a su parecer y atendiendo loacordado entre entendidos en la materia,el ejemplar románico existente más anti-guo e interesante de España, se encuentraen el Monasterio de Iguacel, en plena mon-taña alto-aragonesa. La rejería está com-puesta por un ensamblaje de volutas sim-ples y sencillas, cuyos roleos en espiral tie-nen tres giros sobre si mismo para termi-nar en el epicentro.

En el libro de investigación de ArthurByne y Mildred Stapley, titulado “SpanichIronwork”, dedicado al arte de la HerreríaEspañola, bajo la protección de la HispanicSociety of America, publicado en 1915,nos presentan como informe compartidocon otros estudiosos españoles, dos rejasde primera magnitud desde una perspecti-va científica. Con presunto desacierto,para nuestro entendimiento actual, quizáporque en aquellas fechas todavía estabaen ciernes el análisis de la rejería románi-ca hispánica, cuando las datan en la cen-turia del S. XIII.

La primera, se encuentran en una ven-tana de la Iglesia Románica de NuestraSeñora del Mercado de León, cuya identi-ficación también la incluye años despuésen su libro “Hierros Artísticos Españoles”,Luis Pérez Bueno; así como la cita en su

trabajo “Rejeros Españoles”, de D. EmilioOrduña y Viguera, premiado en 1910 en elConcurso del Legado del Marqués de Gua-dalerzas; y, la segunda es una puerta dedoble hoja, donde en un lado aparece ellienzo completo de la rejería de volutas, y,el otro paño, queda seccionado a la alturade la aldaba, y la adscriben como rejaárabe, situándola en la Capilla del Sagra-rio de la Catedral de Palencia, como antesvimos en su fotografía expuesta.

No obstante tanto el estudioso LuisPérez Bueno, como el docto e ilustradoAndrés Ruiz Castillo, hacen alusión en surespectivas publicaciones que las rejasrománicas expresadas, corrigiendo a losautores de “Spanich Ironwork”, las cen-tran en el S. XIII, cuando realmente sondel S. XII. Dando mayor credibilidad anuestros paisanos españoles, entre otrascircunstancias, por haberse incorporado alos avances y estudios que posteriormentea 1915, se han realizado sobre el románi-co hispánico.

La obligación al reconocimiento conmotivo del homenaje dedicado a la figurade Santiago Rusiñol, se coteja en el catalo-

go de la exposiciónque el Ayuntamien-to de Sitges, Dipu-tación de Barcelonay Generalitat deCatalunya, bajo laresponsabilidad delComisario IgnasiDoménech i Vives,y, que, podemosadmirar con unaamplia muestra delarte del hierro,reflejando comopieza que nos inte-resa, una rejarománica denomi-nada Santa Cruzdel S. XIII, ubicadaen la Catedral dePamplona.En la edición del

Fachada del Museo CanFerrat. Sitges.

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título “Ferronnerie Espagnole”, traducidocomo “Forja Española”, de Monique deFayet, nos hace participes de una rejarománica del S. XIII, de la Basílica de SanVicente de Ávila, y, de una puerta de rejarománica, con pernios y pestillo, expuestaen el Museo Cau Ferrat de Sitges.

Y aunque podríamos seguir enumeran-do indefinidamente gran cantidad de reje-ría románica, queremos terminar con elrecuerdo de un dibujo de Castellanos, pro-cedente de la Guía Práctica de la ForjaArtística, referente a la Reja de la Basílicade San Isidoro de León, que se inserta enel Tomo I sobre “Las Artes Decorativas deEspaña”, a cargo del coordinador AlbertoBartolomé Arraiza, editado en 1999, quedemuestra la diferencia de una reja romá-nica del S. XIII, con respecto a las nuestrasreferidas y de exposición en el Museo deSanta Clara, que delatan mayor antigüe-dad por su simpleza y sencillez primitiva.

Por tanto, una vez expuesta una mues-tra de las máximas glorias de la cerrajeríarománica hispánica conocida, y, creandoun paralelismo comparativo, debemos serconscientes de que nuestras rejas, por cali-dad, conservación, características y excep-cionalidad, superan en todos los aspectosa cuantas han sido narradas, apuntadas eilustradas en los libros más importantesque sobre rejería románica española sehan publicado a lo largo de la historia.

Es así como con vana modestia y humil-dad, haciendo gala de orgullo y satisfacción,hoy podemos presumir de haber coadyuva-

do a poner en valor nuevamente dos joyasdel románico que se encuentran en nuestraRegión, y, a partir de ahora, quedaránexpuestas en su residencia primitiva y ori-ginal, ubicación a la que se destinó cuandoconsideramos llegaron a Murcia, allá entrelos SS. XI-XII, al Palacio del Alcázar Seguir;que fuera aposento real en época de estan-cia del Rey Sabio en Murcia; posteriormen-te Convento de Santa Clara la Real y, hoy,convertido en uno de los Museos másemblemáticos de nuestra Región.

BIBLIOGRAFÍA PARA UN EXHAUSTIVO TRABAJOCIENTÍFICO Y SOPORTE DE TESIS DOCTORALESSOBRE MUSEOLOGÍA, MUSEOGRAFÍA Y REJERÍAARTÍSTICA, CUYO REFERENTE ES:EL MUSEO CAU FERRATDE SALOMÉ CUESTA. “Sobre las ruinas del museo”

publicado en La posmodernidad / coord. por HalFoster, 2002, ISBN 84-7245-154-2, pags. 75-92.“De vuelta al museo sin paredes”, revista Arena 1,febrero 1989.Artículo de Hal Foster: “Archivos de arte moder-no”, edición online en La conquista de la ubicui-dad http://aleph-arts.org/ubiquid/texto.php?Id=6Texto de Ana Navarrete en el catálogo: “Salvar elpatrimonio”, Fundación Caja del Mediterráneo.Valencia, Abril 1996.El libro de André Malraux, “El museo imaginario(Le musée imaginaire)” (1947)Artistas como Marcel Broodthaers: en la exposi-ción Antagonismos: http://www.macba.es/antago-nismos/castellano/09_18.html y también el artícu-lo: “Los museos ficticios de Marcel Broodthaers”de Benjamin H. D. Buchloh, Revista de Occidente,ISSN 0034-8635, Nº 177, 1996 , pags. 47-65)

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El catálogo de la magna exposición: “Lárt delFerro, Rusiñol i el Col-leccionisme del seu temps”, orga-nizada por el Ayuntamiento de Sitges; la colaboraciónde la Generalitat de Catalunya y la Diputació Barcelona;y, patrocinada por Promsa, nos aporta los más impor-tantes vestigios de la rejería y forja española, que tancuidadosa y mimosamente fueron adquiridos, recupe-rados y restaurados por Santiago Rusiñol i Prats, pintor,escritor y dramaturgo español, que, anticipándose a sutiempo entendió el alto valor y calidad patrimonial querepresentaban todas las piezas realizadas por herrerosy cerrajeros, relacionadas con la industria del metalinspirada como fundamento artístico.

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