Savoca, Gaetano - El Libro de Ezequiel

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  • (iaetano Savoca

    Gua espiritual del Antiguo Testamento

    El libro de Ezequiel

  • G U I A MJ1K"1UAL DEL ANTIGUO TESTAMENTO

    EL LIBRO DE EZEQUIEL Por GAETANO SAVOCA

    BARCELONA MADRID EDITORIAL HERDER CIUDAD NUEVA '

    1992

    < J A 1 A 1 N U S A V U L A

    EL LIBRO DE EZEQUIEL

    BARCELONA MADRID EDITORIAL HERDER CIUDAD NUEVA

    1992

  • Versin castellana de MARCIANO VILLANUEVA SALAS, de la obra de GAETANO SAVOCA, II libro di Ezechiele, dentro de la serie

    Guide spirituali all'Antico Testamento. Citt Nuova Editrice, Roma 1991

    Diseo de la cubierta: RIPOLL ARIAS Ilustracin: Ezequiel. Fragmento del fresco, de Miguel ngel

    Capilla Sixtina, Vaticano

    1991 Citt Nuova Editrice, Roma 1992 Editorial Herder S.A., Barcelona

    Prohibida la reproduccin total o parcial de esta .obra, el almacenamiento en sistema informtico y la transmisin en cualquier forma o medio: electrnico, mecnico, por fotocopia, por registro o por otros mtodos, as como la distri-

    bucin de ejemplares mediante alquiler o prstamo pblicos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright

    ISBN 84-254-1818-6

    ESPROPIEDAD DEPSITO LEGAL: B. 36.061-1992 PRINTEDINSPAIN GRAFOS S.A. - Arte sobre papel - 08040 Barcelona

    NDICE

    Prlogo 9

    Introduccin 13 1. Vida y obras 13

    1.1. Hijo del sacerdote Buz 13 1.2. Vocacin proftica 13 1.3. Primer perodo de actividad: aos 593-587 14 1.4. Perodo intermedio: aos 586-585 16 1.5. Tercer perodo: 585-571 17

    2. Ambiente histrico de su ministerio 18 3. Ambiente religioso 20 4. Formacin del libro 23

    4.1. Opiniones acerca de la autenticidad de Ezequiel 23

    4.2. Cohesin del esquema general 24 4.3. Otros indicios de unidad orgnica 25 4.4. Formacin progresiva 26 4.5. Estructura del libro 26 4.6. Fisonoma proftico-literaria 29

    5. Temtica religiosa 30 5.1. La gloria de YHWH 31 5.2. El concepto de la iniciativa divina 32 5.3. Principio de la responsabilidad colectiva

    e individual 34 5.4. Trascendencia divina y fragilidad humana 36 5.5. Santidad-justicia y misericordia-perdn 37 5.6. Cmo se comporta el verdadero profeta? 37 5.7. La esencia de la era escatolgica 38 5.8. Un breve anlisis estructural 39

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  • Bibliografa 43 a) Comentarios 43 b) Estudios teolgicos y espirituales 43 c) Para el anlisis narrativo estructuralista 44

    Texto y comentario

    Captulo primero (Ez 1,1-28) 47 La gloria de aquel que todo lo mueve (Paraso 1,1) 48

    Captulo segundo (Ez 2,1-3,21) 53 Habales con mis palabras (3,4) 54 Anlisis narrativo estructuralista 57

    Captulo tercero (Ez 3,22-5,16) 60 Palabras dinmicas 61

    a) Cuando la palabra es eficaz (3,22-27) 61 b) Palabras en accin (4,1-5,4) 63 c) Palabra inspirada que clarifica y convalida los

    signos de los tiempos (5,4b-14) 68 Anlisis narrativo estructuralista 71

    Captulo cuarto (Ez [6-7] 8-11) 74 Ejecucin en visin de un juicio divino 75

    a) Acusacin dlos crmenes (8,4-18) 76 b) Ejecucin del veredicto (9,1-11,13) 77 c) Las promesas se transfieren a los desterrados

    (11,1-21) 79 Anlisis narrativo estructuralista 83

    Captulo quinto (Ez 12-13) 85 Lucha contra los falsos profetas 86

    a) Contra los falsos profetas 87 b) Contra las videntes 88

    Anlisis narrativo estructuralista 92

    Captulo sexto (Ez 15-16) 94 A la espera de un amor humilde y agradecido 95

    a1) Versculos 1-34 97

    6

    a2) Versculos 35-43 99

    b) Versculos 44-58: la confrontacin 99 c) Versculos 59-63 100

    Anlisis narrativo estructuralista 101

    Captulo sptimo (Ez 17-19) 104 Valor de una respuesta de amor personal y actual 105

    a) Captulos 17 y 19 105 b) Captulo 18 107

    Anlisis narrativo estructuralista 111

    Captulo octavo (Ez20) 113 Visin proftica de la historia de la salvacin 114 Anlisis narrativo estructuralista 121

    Captulo noveno (Ez 21-23) 122 Exigencia de purificacin radical 123 Anlisis narrativo estructuralista 129

    Captulo dcimo (Ez24) 132 Confirmacin de los hechos por la palabra proftica 133 Anlisis narrativo estructuralista 136

    Captulo undcimo (Ez 25-32) 138 La gloria de YHWH en los acontecimientos de otros pueblos 139 Anlisis narrativo estructuralista 144

    Captulo duodcimo (Ez 33,1-9; 34) 146 Los guas de un pueblo nuevo 147 Anlisis narrativo estructuralista 150

    Captulo decimotercero (Ez 35-36) 152 La gloria del nombre divino en la obra de la restauracin 153 Anlisis narrativo estructuralista 157

    Captulo decimocuarto (Ez 37-38; 40; 43; 47) 158 La accin trascendental de YHWH en la futura restauracin 159 Anlisis narrativo estructuralista 164

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  • PRLOGO

    Presentacin del profeta Ezequiel y de nuestro comentario

    Tras los ltimos valiosos comentarios del libro de Ezequiel, falta an mucho para exponer bajo plena luz toda la riqueza de su figura. Profeta y sacerdote, hom-bre erudito y contemplativo, vigilante centinela de su pueblo y dotado de vena potica, sigue siendo una personalidad compleja y un poco misteriosa: con sus frecuentes visiones, con sus experiencias del Trascen-dente, con sus gestos simblicos, con sus silencios y sus largos discursos, a menudo bajo el influjo del Esp-ritu, le fueron dirigidas palabras sobrehumanas. La crtica histrica de nuestro siglo, y especialmente la de los ltimos decenios, ha intentado bucear a fondo en los estratos de la magnitud que se le atribuye, ha pro-curado distinguir hasta en los menores detalles los trazos autnticos y las aportaciones redaccionales y en-cuadrar mejor sus mensajes en cada una de las concre-tas situaciones histricas y religiosas de su ambiente.

    Pero queda an, a nuestro entender, mucho por descubrir en sus cualidades de pensador, de orador, de siervo fiel de Dios. Aqu nos proponemos senci-llamente adentrarnos en uno de los aspectos de su fisonoma: el de hombre espiritual interior, para son-

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  • dear sus sentimientos, sus reacciones ante lo sobre-natural, sus aspiraciones religiosas.

    Evitando, en la medida de lo posible, las discusio-nes sobre crtica literaria, nos proponemos recorrer las pginas ms genuinas de su libro, para descubrir, ante todo, el sentido inmediato intentado por el autor. Pero procuraremos tambin, al mismo tiempo, llegar hasta los temas teolgico-espirituales que aqu subyacen y captar el mensaje existencial que la palabra proftica dirige a nuestra situacin de hombres y de creyentes.

    Como punto de partida presentamos, en la intro-duccin, los datos ms significativos de la vida del per-sonaje, el ambiente histrico y religioso en el que se sita su actividad, la variada composicin del libro que, junto con sus discpulos, nos ha legado y, en fin, una breve sntesis de las concepciones religiosas que de todo ello se desprenden.

    Recogeremos, pues, en una serie de captulos (14) las grandes unidades de su texto, anteponiendo a cada una de ellas algunos fragmentos seleccionados del mismo. Siguiendo la huella de los comentarios moder-nos, expondremos en sus lneas esenciales las narra-ciones, los discursos, las visiones del vidente de Tel-Abib e intentaremos, caso por caso, puntualizar los sentimientos que se reflejan en l y en sus palabras al contacto con el interlocutor invisible: sentimientos de profunda adoracin y de plena disponibilidad en el encuentro con la majestad divina (cap. 1), de apertura y absoluta docilidad al encargo que se le confa (cap. 2), de ntegro y silencioso testimonio en favor de su Seor (cap. 3), de compasin y de confianza en medio de la catstrofe de su pueblo (cap. 4), de lucha abierta contra los falsificadores de la Palabra (cap. 5), de certidumbre en la infinita misericordia del Dios de los padres (cap. 6), de fe verdadera en el amor misericordioso y salvfi-co de Dios (caps. 7-8), en la exigencia de purificacin por parte de la santidad divina (cap. 9), en el cumpli-

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    miento de sus predicciones (cap. 10), en su dominio sobre todos los pueblos (cap. 11), en la restauracin del pueblo elegido (cap. 12), en el triunfo de la gloria divina por encima de todas las vicisitudes de la historia (cap. 14).

    Junto a estos temas espirituales, encontraremos al-gunos otros, bien en los breves apuntes que aadi-remos, bien en el esbozo de anlisis estructuralista (li-mitado a la narrativa) que sugeriremos, o bien en las ulteriores reflexiones de los lectores sobre el esquema de los discursos de Ezequiel.

    Confiamos en que nos ser concedido vislumbrar el rostro y el corazn de un gran adorador del Dios vivo, de un hombre celoso de su gloria, amigo de su pueblo, promotor del verdadero bien religioso y social, fusti-gador de las costumbres perniciosas y de los podero-sos, dispuesto a sacrificarse por su benfica accin, abierto a las naciones lejanas, incluidas las extranjeras, orientado hacia un futuro de justicia interior y de paz-shalm, todo ello en torno al nico verdadero Salvador del hombre, el Dios de la gloria y de la clemencia.

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  • INTRODUCCIN

    1. Vida y obras

    Del profeta Ezequiel slo conocemos los datos que nos proporciona el libro que se le atribuye.

    1.1. Hijo del sacerdote Buz

    Ezequiel lleg a Babilonia con la primera depor-tacin juda del ao 597 a.C. Tres aos ms tarde, en julio del 593, probablemente cuando frisaba en los treinta aos, se le concedi una experiencia mstica a orillas del ro Kebar: se le mostr la gloria del Dios de Israel, tal como se la poda imaginar presente sobre los querubines del santuario de Jerusaln.

    1.2. Vocacin proftica

    Fue consagrado profeta y enviado a ejercer su mi-nisterio entre los deportados de Tel-Abib. Se le hizo saber con antelacin la aspereza de la misin que se le confiaba, as como la dulzura de la palabra de que sera portador. No tuvo nada que objetar. Fue el dcil servi-dor del Altsimo, de antemano destinado a ministro de

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  • sus altares. Pero aquel encuentro le hiri profun-damente: quedar mudo y abatido durante siete das. Pasado este tiempo, torn a dejarse sentir la voz di-vina, que le sugiri las modalidades de su predicacin: tendr que permanecer como preso en su casa y de-ber contar, vez por vez, a los connacionales que va-yan a visitarle los mensajes que se dictarn a su co-razn. Le criticarn, le insultarn, rechazarn obsti-nadamente las invitaciones a la conversin, mostrn-dose as dignos hijos de sus padres. Pero l deber poner su confianza en las seguridades del mandante divino y no dejarse atemorizar: ellos son su pueblo (Ez 13,10), los hombres del rescate (11,15 TM) de su portavoz.

    Al final, tendrn que creer y reconocer que en medio de ellos, en el desierto de las gentes, hablaba el soberano Seor de Israel.

    1.3. Primer perodo de actividad: aos 593-587

    El hijo de Buz sigui fielmente la consigna. Co-menz a ejecutar algunas impresionantes acciones simblicas: representar en una ancha tableta de arcilla el asedio de una ciudad y acostarse de lado con el brazo extendido apuntado contra ella durante tantos das cuantos seran los del asedio real y cuantos haban sido los aos de la iniquidad. Cortarse despus los cabellos de la cabeza y de la barba y quemar los pelos en torno a la ciudad y, mientras tanto, comer slo alimentos heterogneos y racionados. En este anuncio se cimentaban todas sus predicaciones antes de la cada de Jerusaln. Sus compaeros de exilio deberan haber comprendido el sentido de aquellos gestos: se actualizaba as, en la persona misma del mensajero de YHWH, la destruccin de la ciudad santa y del reino de Jud. Todo anuncio proftico, especialmente el

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    simblico, contena ya, segn la mentalidad hebrea, el germen de su realizacin.

    Concluido el perodo de asedio, el neoprofeta in-terviene con varios orculos, encaminados siempre a desmontar la ilusin de la intangibilidad del reino da-vdico. Apostrofa una vez con mirada airada a los montes de Jud, otra a todas las regiones de Israel, .inundando devastacin y muerte (caps. 6-7); ms tar-de cuenta a los ancianos que han ido a visitarle la vi-sin que ha tenido sobre la profanacin del templo, las violencias perpetradas en Palestina y el incendio que se abatir sobre Jerusaln entera (caps. 8-11). Simula incluso una fuga de su propia casa a travs de un bo-quete abierto en la pared, llevando consigo el equipaje de los desterrados; y a quienes le preguntan la expli-cacin, les declarar la cada de Jerusaln y la nueva deportacin de sus jefes y de sus habitantes (cap. 12). Polemiza con los pseudovidentes y los adivinos por las falsas seguridades que dan sobre la suerte de su pue-blo, apartndole as del arrepentimiento (caps. 13-14), y monta procesos de condena contra toda la nacin (caps. 15, 18, 22s), y ms en particular contra los res-ponsables que vuelven a consultarle con la esperanza de conseguir una sentencia ms benigna (cap. 20).

    Aunque el frgil hijo del sacerdote Buz ama a su gente y comparte sus sufrimientos (4,4-8; 11,15), se muestra inflexible, duro como el diamante (3,9), frente al saludable castigo de los obstinados; llega poco me-nos que a la exaltacin en el salvaje canto de la espada (cap. 21) y en el pasaje de la olla puesta al fuego (24,3-14). Pero lo que le importaba por encima de todas las cosas era la conversin de sus hermanos y el since-ro reconocimiento del Dios santo y misericordioso (14,8.10; 20,25s). Y cuando algunos, como pretexto ex-tremo para negarse a un cambio de conducta, amplan artificiosamente el principio de la responsabilidad co-lectiva para aplicarlo tambin a la ntima comunidad

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  • de vida de todas y cada una de las personas con el hacedor, les rebate prestamente el portavoz de YHWH: en este mbito, cada uno asume la responsa-bilidad personal de sus libres decisiones, aqu no se interfieren ni las culpas de otros (ni siquiera las de los propios padres), ni las acciones, buenas o malas, del propio pasado. Lo que vale ante el Dios justo y cle-mente es la eleccin libre y actual de cada uno: Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Se allana as y queda abierto el camino hacia la nueva era querida por el Dios de la vida (cap. 18).

    Se acercan los primeros das del ao 586. Han pa-sado cerca de seis aos desde la llamada proftica y dos hechos importantes vienen a confirmar toda la predicacin del nuevo elegido. Se le ordena marcar el 5 de enero como da del inicio del asedio de la ciudad santa por los babilonios: esto servir de prueba a favor de la autenticidad de sus mensajes y, a la vez, de signo eficaz del evento anunciado. Se le notifica que su espo-sa acaba de morir, pero conminndole a no hacer duelo por ella y a encerrarse en silencio en su dolor: ser el smbolo de cuanto le acontecer dentro de poco a la ciudad delicia de los judos y de la indecible afliccin que se abatir sobre ella.

    1.4. Perodo intermedio: aos 586-585

    A partir de este momento, el mensajero de YHWH seguir en silencio la tragedia de aquel pueblo suyo al que haba sido enviado. No pronunciar ningn orculo, ni de amonestacin ni de exhortacin, hasta que no se lo sugiera la voz divina (33,22). Dios mismo calla ante las heridas de sus hijos, a la espera de que le abran sus corazones.

    Durante aquel intervalo (aos 586-585), parece ser que el profeta profiri a distancia, por inspiracin, al-

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    gunos orculos contra los pueblos circunvecinos, los .mmonitas, moabitas, edomitas, fenicios y egipcios: oran a modo de invocaciones al Seor para que, en aquella hora de desventura del pueblo elegido, aque-llas naciones paganas no le causaran daos desme-didos, ni materiales ni psicolgicos, y para que tam-bin ellas reconocieran, en los justos castigos que les sobrevendran, la gloria del Dios de Israel. Consigna-dos por escrito, como los orculos de sus predecesores Isaas, Amos, Sofonas..., eran un indicio de favorable acogida por parte del inspirador y una seal de aliento para los seguidores del profeta.

    A juzgar por los datos del texto hebreo, el elocuen-te silencio de Ezequiel se prolong durante cerca de un ao, hasta la llegada de uno de los fugitivos que consi-guieron escapar a los estragos de los babilonios, pro-bablemente el 8 de enero del 585 (33,21). A partir de este momento, el vidente reciba una confirmacin irrefutable del punto central de sus mensajes de la-mentacin: La ciudad ha sido tomada! (33,21).

    1.5. Tercer perodo: 585-571

    Ya la tarde anterior haba tenido un presentimiento de ello: pero en la maana del da en que reson la noticia en todo el poblado, recibi de nuevo una len-gua de discpulo (Is 50,4) y comenz a hablar con toda libertad, ya sin restricciones (3,26). Fue como un segundo encargo de parte del Seor de la gloria. Aqu no se tratar ya tanto de exponer, paso a paso, las secuencias de la gran desventura, cuanto ms bien de sostener al cansado con una palabra (Is 50,4), de exhortar con inspirada elocuencia a la sincera conver-sin (33,30s), de vigilar sobre toda la comunidad y de poner en guardia a cuantos se empecinan por sende-ros de muerte (33,1-9), de anticipar una segura res-

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  • tauracin y una convivencia ms ordenada (cap. 34) bajo la direccin del Dios de la alianza y de sus dignos representantes (37,15ss), mientras permanece en el centro la gloria de YHWH y se transforman los corazo-nes al amparo de las fuerzas del mal (caps. 38s; 47,1-12).

    Durante cuntos aos se prolong esta diligente actividad del sacerdote profeta? Al menos hasta el 573-571 (40,1; 29,17: las fechas ms tardas de sus orculos). Parece indudable que ejerci una gran in-fluencia sobre la formacin de la comunidad juda de Babilonia. Las huellas redaccionales dejadas por sus discpulos sintonizan a menudo tan magnficamente con el resto del libro que se requiere una gran perspi-cacia para poderlas distinguir de las palabras del maes-tro; seal de que aquellos seguidores suyos haban al-canzado una profunda asimilacin de su estilo y de sus concepciones. Puede tambin colegirse esta influencia de nuestro profeta por el rumbo que, a partir de l, tom la profeca -reanimar, anunciar una poca de restauracin nacional religiosa ms que amenazar con ruinas- y en la figura del siervo de Yahveh isaiano, que abre sus odos a la voz de lo alto y conforta a los prisioneros y desalentados, superando con heroica constancia las adversidades y los malos tratos (Is 49,lss; 50,4ss; 53).

    2. Ambiente histrico de su ministerio

    La poca en que vivi y actu Ezequiel es, sin du-da, una de las ms crticas de toda la historia del pue-blo hebreo.

    Durante su adolescencia, debi de asistir con en-tusiasmo, dada su condicin de hijo de un sacerdote sadoquita, a la reforma religiosa y nacional del joven rey Josas, inspirada especialmente por el descubri-

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    miento del libro del Deuteronomio, en el 622 a.C: abolicin de los cultos idlatras en todas las ciudades de Judea y, en la medida de lo posible, en el territorio de Israel, centralizacin del culto yahvista en el templo de Sin, vuelta a los ritos y a las normas de la Torah. Asistiendo a la escuela del templo o en las cercanas de Anatot habra tambin escuchado con admiracin al-gunos de los fervientes discursos de Jeremas.

    Pero el ao 609 se produjo el derrumbamiento de todas las esperanzas de los piadosos yahvistas. En la batalla de Meguidd pereci el rey Josas, que haba acudido para cortar el paso al ejrcito egipcio que suba en socorro de los dominadores asirios. A partir de aquel momento, el reino de Jud perdi totalmente la independencia y cay primero bajo el yugo egipcio y luego bajo el babilonio, mientras que en el interior del pas se enfrentaban entre s las diversas corrientes fi-loegipcias, filobabilonias o irredentistas, volvan a po-nerse de moda las prcticas idoltricas de toda laya, campaban por doquier la corrupcin y la violencia, y la religiosidad yahvista retroceda al puro formalismo.

    Favoreca abiertamente aquella involucin el go-bierno del rey Yoyaquim, primognito de Josas, hom-bre violento y ambicioso, entronizado por el faran Nek, en sustitucin de Yoajaz. Tras la famosa batalla de Karkemish (gravsima derrota infligida al ejrcito del faran por el rey babilonio Nabucodonosor: ao 605), Yoyaquim tuvo que someterse al nuevo domina-dor de Oriente (ao 603). Pero, al negarse a pagar el tributo, el ao 600, provoc la decisiva intervencin del rey de Babilonia: el asedio de Jerusaln, la rendi-cin del nuevo rey Yoyakn, hijo de Yoyakim, la de-portacin de millares de judos a Babilonia (ao 597), entre ellos muchas personas respetables, incluidos el propio Yoyakn y Ezequiel.

    El resto de los acontecimientos ocurridos en Jud los vivi el exiliado hijo de Buz en visiones sobrenatu-

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  • rales y a travs de las noticias que le traan otros de-portados: el rey de Babilonia entroniz en Jud a Se-decas, to de Yoyakn. Pero, hombre de carcter in-deciso, se dej arrastrar por las facciones independen-tistas y, al cabo de algunos aos, decidi adherirse a una liga antibabilnica formada por fenicios, edomi-tas, moabitas y ammonitas. El ao 587, confiando en el dinamismo del nuevo faran Jofra (588-569), apoy la rebelin abierta. Los primeros das de enero del 586, las tropas de Nabucodonosor pusieron cerco, por se-gunda vez, a la ciudad santa y, a pesar de todas los esfuerzos de sus habitantes, y al cabo de algunos me-ses de atroces sufrimientos, cedieron las murallas de Jerusaln. El 15 de agosto del 586 se dio la orden de prender fuego a las casas y al templo, tal como haba ya previsto el profeta (caps. 9-10). Fueron deportados algunos millares de supervivientes, junto con el rey Sedecas, a quien haban sacado los ojos. Qued al frente del pas, como representante de Nabucodono-sor, un noble judo, llamado Godolas. Pero al caer asesinado a manos de un grupo hostil, una nueva con-fusin se abati sobre la reducida comunidad palesti-na, parte de la cual huy a Egipto, mientras que otra parte era deportada a Babilonia (33,23-29).

    Se cierra as, en la dispersin ms completa, la tra-gedia del rebelde pueblo de Israel, mientras que sobre sus supervivientes vela, dondequiera se encuentren, con paternal solicitud, el Dios de la alianza eterna (11,15-21; 37,15-28).

    3. Ambiente religioso

    Se ha debatido durante algunos decenios el proble-ma del lugar exacto en que desarroll Ezequiel su ac-tividad.

    Hubo quienes, siguiendo a V. Hentrich (1932), se 20

    inclinaron por un ministerio fundamentalmente pales-tino (caps. 1-39), aunque ambientado ms tarde por redactores del grupo de los exiliados de Babilonia me-diante la aadidura de los caps. 40-48. Otros sostuvie-ron la teora de un doble campo de actividad (A. Ber-tholet, 1936): antes del 593 en Judea, en los alrede-dores de Jerusaln, y luego, a partir del 585, en Babilo-nia. Habra sido obra de un redactor la reelaboracin de los distintos orculos para situarlos en un nico escenario babilonio. Otro habra separado los dos cam-pos, poniendo uno en el territorio del norte de Palesti-na, y el otro, tras la cada de Samara en manos de los asirios (en el 721), en la dispora de los israelitas (J. Smith, 1931).

    Segn estos ltimos, se entenderan mejor, por ejemplo, las invectivas de Ez 2-24 contra las infidelida-des cultuales y morales de Jerusaln si hubieran sido dirigidas directamente a los habitantes de Palestina, se explicaran fcilmente las diferencias de estilo entre Ez 1,1-27 y caps. 2-3 y el exacto conocimiento que el pro-feta muestra tener de la situacin poltico-religiosa de Jud (caps. 8-11, 17, 23). En esta hiptesis, las varias alusiones a Babilonia podran adscribirse, con razn, a la habilidad de los glosadores redaccionales (1,1b; 3,11a; ll,24s).

    Pero un anlisis crtico ms atento, iniciado por Fohrer (1952), ha confirmado la opinin tradicional -seguida hoy en da por la mayora de los comentado-res- de un nico ministerio de Ezequiel entre los de-portados de Tel-Abib. En ningn pasaje del texto ac-tual aparecen trazas de la presencia del profeta en Pa-lestina. Desde los primeros das de su actividad pro-ftica mora entre los deportados del 597, aquellos millares de connacionales que fueron asentados junto a la colina de Tel-Abib, al sur de Babilonia, cerca de Nippur. Tras las primeras desventuras del traslado, estos exiliados comenzaron a instalarse en los campos

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  • de labor que los babilonios les haban asignado, a construir -como les recomendaba la carta de Jeremas-sus propias casas y a reorganizar tambin, en fin, la convivencia civil y cultual. Su pensamiento perma-neca vinculado a la tierra sagrada que tuvieron que abandonar (Sal 137). Soaban con la venganza del Dios omnipotente de los padres y con la reinstauracin del imperio imperecedero de David: tenan consigo, de todo ello, promesas antiguas y slidas pruebas.

    No faltaron en su seno, para alimentar aquellas fa-tuas prospectivas, algunos videntes de Sin: como ha-ba acontecido en los das de Ezequas, tambin ahora intervendra de improviso, segn ellos, el brazo po-tente de YHWH, se hundiran las potencias paganas y sera restablecido el trono de Jud. La ilusin era gran-de, y les cegaba hasta el punto de no dejarles leer los claros signos de los tiempos y hacerles decir inclu-so que las cosas no podan ir mejor y que no haba nada que cambiar en su conducta moral y religiosa: Dios estaba fielmente al lado del pueblo de la alianza.

    Pero que no era as, lo vena proclamando Jeremas de viva voz en la patria, y por escrito a los desterrados (Jer 29,1-32). A esto se aada ahora el neo-nabi', el hijo de Buz. Haba que cambiar de rumbo, vencer la obsti-nacin atvica, convencerse de que, por el momento, era preciso someterse al dominio del rey de Babilonia y aceptar la criba purificadora que YHWH les haba puesto en las manos contra la profunda corrupcin del pueblo elegido: emprender el camino de la justicia y de la fidelidad a los deseos divinos.

    Para alcanzar este objetivo era ms necesario que nunca, en aquellas trgicas circunstancias, la voz de un mensajero de YHWH, autntico y dotado de im-batible temple. He aqu, pues, aquella luminosa apa-ricin de la gloria divina ante los ojos del neoelecto (cap. 1), al que dota de una gran dosis de fortaleza en el momento de su misin (caps. 2-3); y luego los im-22

    presionantes smbolos del largo estupor, de la semiin-movilidad, del asedio y, uno tras otro, aquellos efica-csimos discursos y visiones sobrenaturales, hasta la cada de Jerusaln, para sacudir en sus mismas races el inveterado prejuicio de la inexpugnabilidad de Sin. Todo ello casa perfectamente con el proyecto de re-cuperacin que YHWH quiere llevar a cabo en el resto de su pueblo.

    Algunos han visto aqu una finalidad poltica pa-recida a la perseguida por el vidente de Anatot en Ju-dea: conseguir, aunque a distancia, que Sedecas y sus consejeros no se rebelen contra el inevitable predomi-nio de Nabucodonosor. Pero esto sera demasiado poco.

    Los procesos profticos y las continuas y nu-merosas amonestaciones de Ezequiel tienen un ho-rizonte ms vasto: el cambio radical de la conducta religiosa, la transformacin del corazn de piedra en corazn de carne, el surgimiento de un espritu y de un pueblo nuevo (cap. 36).

    4. Formacin del libro

    Tambin respecto de la formacin del libro de Eze-quiel existen opiniones divergentes.

    4.1. Opiniones acerca de la autenticidad de Ezequiel

    Hasta comienzos de nuestro siglo se haba pensado en una compilacin orgnica y compacta debida a un solo autor. Ms tarde, por razones de estilo y por las divergentes formas literarias, se atribuyeron a Eze-quiel tan slo algunos centenares de versculos del to-tal de 1270 de que consta el volumen (G. Hlscher, 1924; W.A. Irwin, 1943). Otros se contentan con sus-

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  • traerle un discreto nmero de aadidos y duplicados (en conjunto unos 180 versculos: J. Steinmann, 1953).

    4.2. Cohesin del esquema general

    La forma redaccional con que hoy se presenta nuestro texto da la impresin de una gran cohesin: a) En la primera parte (A) tenemos los grandes orcu-los contra Israel (caps. 1-24). b) en la segunda parte (B): orculos contra los pueblos (caps. 25-32). c) En la terce-ra parte (A'): orculos en favor del pueblo elegido: se sigue el esquema concntrico: A B A. En A todos los pasajes tienden a quebrantar la obstinacin de los ju-dos desterrados, no slo por medio de anuncios de ruina, sino tambin con argumentaciones de per-suasin y aperturas a la esperanza. En los orculos de B se invoca y se perfila una providencial intervencin divina para frenar la hostilidad de las potencias pa-ganas contiguas a su pueblo. En A se integran y se consolidan las prospectivas de la primera parte, confir-mando la posibilidad, para quien acepte la conversin y las promesas, de volver a tener una comunin de vida con YHWH y de ser readmitido en el restaurado reino de David.

    Domina toda la escena la gloria de YHWH. Su aparicin junto al Kebar marca el inicio de toda la ac-tividad de Ezequiel (cap. 1); en el momento culminan-te, cuando est a punto de desplomarse el templo y sale de l la gloria (cap. 10-11); al final, cuando entra de nuevo en el santuario (cap. 43). La gloria divina gua toda la accin de este gran drama sacro; desciende en tierra pagana para hacerse reconocer por su pueblo castigado con el destierro, abandona el centro de su nacin, desacreditado por la infidelidad a la alianza, interviene para vivificar desde dentro al resto de Jud y vuelve a establecerse en medio de ellos. Todo parece

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    querer converger, a travs de los mensajes y de los acontecimientos preanunciados, en la glorificacin de su santo Nombre. As se subraya en cada pgina con la forma demostrativa: y conoceris que yo soy YHWH.

    4.3. Otros indicios de unidad orgnica

    Hay otro indicio de unidad orgnica en el encua-dramiento cronolgico de las grandes percopas. Entre los caps. 1 y 40 se registran 15 fechas, referidas todas ellas al ao de la primera deportacin, la del 597 a.C. (a excepcin, probablemente, de la de 1,1). Se dira que los pasajes comprendidos entre una y otra da-tacin caen dentro de la fase intermedia.

    Tenemos, en fin, las frecuentes frmulas de intro-duccin y conclusin tpicas de Ezequiel, que se en-cuentran difundidas por doquier en todas las sec-ciones del libro. Los pasajes nuevos suelen comenzar con la frmula de la venida de la palabra: Me fue dirigida la palabra del Seor (50 veces en Ezequiel, frente a 113 en todo el Antiguo Testamento. A esto se aade la frmula del mensajero: As dice el Seor (130 veces en los orculos de Ezequiel). Estn tambin las frmulas del fin del mensaje: orculo de YHWH (85 veces), de reconocimiento o de demostracin: se conocer que yo soy YHWH (72 veces), las expresio-nes caractersticas: hijo del hombre (98 veces), casa rebelde (14 veces), el empleo de kt en el sentido de puesto que, en realidad, de hecho (80 veces), la duplicacin del nombre de Dios Seor YHWH (174 veces), numerosos hapax legomena absolutos (vocablos que slo trae Ezequiel), ciertos aramasmos y cerca de 40 trminos acdico-babilonios.

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  • 4.4. Formacin progresiva

    Con todo, analizando ms a fondo el texto de Eze-quiel, los exegetas modernos estn de acuerdo en ad-mitir que su composicin ha debido seguir, en mayor o menor grado, las fases progresivas que pueden detec-tarse en otros libros profticos: a) En un primer estadio se registra la consignacin por escrito, en hojas se-paradas, de las experiencias personales relativas a su misin y a los mensajes que el profeta reciba y trans-mita, a las que, de ordinario, se aada la datacin, con precisin sacerdotal. En el cap. 24,1 es la misma voz la que le sugiere que anote la fecha y momento del asedio, b) En un segundo estadio, se renen las diver-sas hojas, ordenndolas, en la medida de lo posible, segn una secuencia cronolgica y, en parte, tambin temtica. En esta fase puede registrarse alguna am-pliacin o adicin de textos transmitidos por va oral. c) El tercer estadio contempla la reordenacin final postuma, llevada a cabo por algn discpulo, con el aadido de algunas glosas y precisiones.

    4.5. Estructura del libro

    Podemos imaginarnos del siguiente modo el pro-ceso del segundo estadio y de la redaccin definitiva.

    I. En la recopilacin de documentos anterior al 586 (caps. 1-24) se distinguen varios bloques:

    -1-3: Visin de la gloria y modalidades de la misin proftica entre los desterrados.

    -4-7: Smbolos de destruccin contra Jerusaln, amenaza de ruina contra los dolos de los altos de Jud y anuncio del da del fin contra todos los pueblos.

    -8-11: Juicio en visin contra la idolatra en el tem-plo y contra las violencias en el pas.

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    -11,14-21: Insercin posterior contra las pretensio-nes de los judos de Palestina.

    -12,1-20: Smbolo del exilio y su explicacin. -12,21-14,23: Orculos contra las visiones de los in-

    crdulos y de los pseudoprofetas y contra las falsas seguridades.

    -15: Orculo contra la via estril, Jerusaln. -16,1-43: Severo juicio contra la esposa infiel de

    YHWH. -16,44-63: Adicin posterior al 586: restauracin. -17 y 19: Orculos contra los ltimos gobernantes

    de Judea. -18: Enseanza y defensa del modo de actuar de

    YHWH, que llama a la conversin y a la vida. -20: Proceso contra los responsables de los deste-

    rrados, que proyectan planes de salvacin distintos de los indicados por Dios.

    -21; 24,3-14: Cntico del incendio, de la espada y de la olla sobre el fuego contra la ciudad perjura.

    -22; 23,1-22: Otro juicio contra los crmenes de los jefes de Jerusaln (sacerdotes, profetas, rey) y contra las alianzas de las naciones hermanas Israel y Jud con los paganos.

    -23,35-49: Probable ampliacin posterior. -24,1-2, 15-27: Noticia sobre la fecha del asedio,

    que el profeta debe anotar, y silencioso duelo simb-lico por la inesperada muerte de su esposa.

    II. En el perodo que va desde el 586 al 585, el profeta pronuncia y redacta por escrito algunos orculos con-tra los pueblos paganos vecinos, de algn modo re-lacionados con el pueblo elegido:

    -25: Orculos contra 4 pueblos que tienen fronteras terrestres con Israel.

    -26,1-28,26: Contra Tiro y Sidn. -29,1-32,32: Contra Egipto. Se pone en ltimo lugar

    al pueblo ms nefasto para Israel. Algunos orculos de

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  • estos dos bloques son muy bellos desde el punto de vista literario. Escritos en pocas diferentes -29,lss al-gunos meses antes de los referentes a Tiro, y 29,17-21 algunos aos despus-, fueron ms tarde reunidos aqu por girar en torno al mismo tema.

    III. Tras la llegada del fugitivo a Tel-Abib, el profeta recibe una a modo de segunda vocacin (33,21s) y re-emprende con renovado mpetu su misin en favor sobre todo de la restauracin interior de sus compa-eros de destierro:

    -33: Grande es la responsabilidad del portavoz de YHWH respecto de los pertenecientes a su pueblo y su meta es la comunin de vida con YHWH para todos aquellos que se conviertan y obren el bien.

    -34,1-37,28: Orculos de restauracin nacional-reli-giosa de la nueva grey de YHWH, hasta ahora forzada al exilio, en virtud de la alianza eterna con los padres y del celo de YHWH por su gloria.

    -36,37s: Probable ampliacin a cargo de los pri-meros discpulos de Ezequiel.

    -38-39: Orculos de triunfo contra las fuerzas del mal de todos los tiempos: son en gran parte orculos postumos.

    -40-48: Visin simblica del templo de YHWH, re-construido segn precisas normas de santidad. En es-tos captulos resulta muy difcil determinar hasta dn-de se extiende la actividad literaria de nuestro profeta. Es probable que deba atribursele un ncleo funda-mental en los caps. 40-43; 47,1-12 y contentarse, para todo el resto, con ver el celo de la santidad y la gloria de YHWH infundido por el gran maestro en el corazn de sus discpulos y lectores.

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    4.6. Fisonoma proftico-literaria Del conjunto sustancialmente genuino del libro se

    desprende el estilo y la figura inconfundible del sacer-dote-profeta. Es atento conocedor de la Torah, acos-tumbrado a los modos de hablar esquemticos y ca-susticos de la escuela sacerdotal y est perfectamente al corriente de los temas y de los gneros literarios profticos, que sabe usar con propiedad. A todo ello se aaden ideas y formas literarias absolutamente perso-nales (orculos, juicios divinos, credo israelita, mesia-nismo, instrucciones, visiones, parbolas, principio de la responsabilidad individual, gloria de YHWH). De-muestra estar dotado de una viva fantasa y, al mismo tiempo, de un destacado racionalismo, hasta el punto de que llega a convertir en vulgares algunas imgenes e intuiciones poticas.

    Nos ha dejado, no obstante, algunos pasajes de autntica poesa (por ejemplo, las lamentaciones sobre los prncipes de Jud, 19,2-16, o sobre la nave de Tiro en alta mar, 27,2ss). Es tambin genial su interpre-tacin teolgica de la historia de Israel y su clara for-mulacin del principio de la responsabilidad indivi-dual, de la doble cooperacin entre el Espritu divino y la voluntad humana para los fines de la salvacin, de la trascendencia de YHWH y la pequenez del hombre. Es asimismo notable el ritmo que se percibe en su pro-sa y la frecuencia de palabras clave en todas sus com-posiciones.

    Hombre de carcter extremadamente sensible, es indudable que sinti en su propio cuerpo la accin del invisible que le interpelaba, hasta llegar a encontrarse como aturdido y privado del habla, o tan eufrico que daba brincos y bata palmas. Pero, analizando todas sus actitudes y su comportamiento, pensamos, con la crtica ms reciente, que debe excluirse la hiptesis de que se hallaba afectado por alguna enfermedad psico-

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  • somtica. Su inteligencia aparece siempre dispuesta a captar las reacciones de sus oyentes y las infor-maciones del mundo que le rodeaba, mientras que las referencias a afasias o anestesias deben entenderse en un sentido metafrico o relativo.

    5. Temtica religiosa

    En lnea con los dems videntes de Israel, tampoco Ezequiel ha intentado presentar a sus oyentes un tra-tado sistemtico sobre los temas del pensamiento re-ligioso hebreo. Todos ellos anunciaron el mensaje di-vino en relacin con la situacin de su tiempo, para iluminarlos y empujarlos hacia la justicia y la salva-cin. No obstante, cada uno de ellos puso de relieve aspectos particulares de las verdades sobrenaturales que interferan en la vida y los problemas de su am-biente. Intentaremos aqu recoger algunos de estos contenidos en las afirmaciones y el comportamiento de nuestro profeta. Adelantemos una lista:

    1) La gloria de YHWH se manifiesta luminosamen-te y debe ser reconocida por todos.

    2) La iniciativa del Espritu divino para la obra de la salvacin, junto con la aceptacin y la correspondencia del hombre.

    3) El principio del colectivismo en los sufrimientos y la responsabilidad personal en la relacin de vida con Dios.

    4) Trascendencia de YHWH y fragilidad de la criatura humana.

    5) Santidad y justicia en los castigos medicinales; y plan de misericordia y de perdn para Israel y los de-ms pueblos.

    6) Seales y comportamientos del autntico pro-feta.

    7) Esencia de la era escatolgico-mesinica. 30

    Algunas breves aclaraciones sobre cada uno de es-tos temas:

    5.1. La gloria de YHWH

    Parece ser que la gloria divina es la base y el centro de toda la actividad de Ezequiel y de todos los acon-tecimientos humanos a los que el profeta se refiere. La gloria (kbdd) es la grandeza, el fulgor dimanante de la intimidad del ser divino del que es tambin, a la vez, viva manifestacin: es el esplendor de la persona, que se identifica con su nombre santo y poderoso, con su honor supremo.

    Por esta gloria se sentan profundamente afectados el maestro de la Torah, el ministro del altar, el piadoso israelita que recitaba cada da los esplndidos salmos de la alabanza divina (Sal 19, 65, 104...). Pero el hijo de Buz tuvo la dicha de haberla experimentado sensible-mente en una visin sobrenatural que inund su men-te y su corazn y le infundi una fascinacin indeleble. Y volvera a verla varias veces ms en los momentos culminantes de su misin.

    Esta gloria le dar fuerzas para aceptar su ardua tarea entre los recalcitrantes connacionales en el des-tierro (caps. 2-3), le iluminar frente a la terrible escena del incendio de Jerusaln y del templo (caps. 8-10); el profeta la ver salir del santuario profanado (11,23) y retornar ms tarde a su reconstruida morada (43,3s).

    El reconocimiento de esta gloria constituye para l la meta de todos los orculos de desventura y de salva-cin, a los ojos de su pueblo y de los pueblos gentiles: sta es la clebre declaracin con que concluyen casi todas las pginas de su libro y sabris que yo soy YHWH: en las amenazas a los montes y a la tierra de Israel (caps. 6-7), en los castigos ejemplares de los pseudoprofetas y de los incrdulos (caps. 13s), en la

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  • restauracin de Jerusaln y de los deportados (caps. 16,36s), en los intereses divinos de pocas pasadas (cap. 20), en los saludables castigos de los mismos pueblos paganos (caps. 25, 36, 38s).

    Es tambin la meta y el anhelo del portavoz del Dios de los padres; todos deben reconocer la santidad y la omnipotencia -un da profanada- del Dios que se ha empeado en guiar a la estirpe de Jacob, desde el principio, a la verdadera salvacin (20,5-7). Descubri-mos su exaltacin tambin en versculos importantes debidos probablemente a aadidos de sus discpulos, seal de que tambin ellos estaban ntimamente per-suadidos de su importancia (28, 26; 39,13.21-29; 37,28).

    En toda la proclamacin y la evolucin total de las vicisitudes de nuestro texto domina soberanamente esta gloria trascendente, que todo lo sublima y lo transfigura. Se nos presenta como la meta ms alta y el ideal ms precioso, al que deben dirigirse todas las cosas y por el que vale la pena entregarse totalmente, hasta el sacrificio de s mismo y de los afectos ms queridos.

    Padre, santificado (reconocido como santo y gran-de) sea tu nombre, nos ha enseado a orar, como la cosa ms importante de nuestras plegarias, el Hijo de Dios que declaraba, como finalidad ltima de su mi-sin en la tierra: Padre, les he revelado tu nombre (Jn 17,26), Dios ha sido glorificado en m (Jn 13,31), Padre, glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifi-que, porque sta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el nico Dios verdadero, y al que enviaste, Jesucris-to (Jn 17,1-3).

    5.2. El concepto de la iniciativa divina

    Un segundo e importante tema para la salvacin del hombre, junto con el de la libre correspondencia 32

    humana a la obra de Dios: los dos polos del designio de amor del Creador para la elevacin de su criatura racional.

    Es Dios quien sale al encuentro del humilde hijo del hombre y de la comunidad de sus compaeros de destierro. Es Dios quien hace surgir del polvo al nuevo mensajero y lo habilita con su espritu para escuchar; y es l quien le pone en el corazn las palabras adecuadas a las diversas situaciones'(caps. 1-3). Es YHWH quien ha elegido y ha proporcionado normas vitales al clan pagano de Abraham, quien lo ha soste-nido incesantemente durante largas generaciones por los caminos de la vida (caps. 16, 20). El mismo conce-der un corazn y un espritu nuevos a los abatidos hijos de Jacob, reducidos a ridos huesos, y los har revivir (caps. 36, 37). Todo parece obra del Dios altsi-mo, amigo de los antepasados, obligado mediante ju-ramento a reservar al menos un resto de Israel como su nacin ejemplar, en medio de las aberraciones de los dems pueblos.

    Pero tambin hallamos la clara afirmacin de la ne-cesidad de una respuesta humana. A Ezequiel, visita-do por la mano de YHWH, se le exhorta a seguir dcil-mente su vocacin (2,8). Se presiona una y otra vez a sus obstinados compaeros, mediante repetidas ad-moniciones, para que se decidan por fin a escuchar aquella voz (caps. 18, 33); y se invita alprofeta a no desistir, le escuchen o no, ya le ultrajen o se mofen de l (2,8; 21,5). Larga es la paciencia de YHWH: ellos deben decidirse libremente. Y no deja de liberar a sus espritus de perniciosos prejuicios: l no cierra nunca a nadie las puertas de su misericordia y de su acogida, incluso en medio de las tribulaciones provocadas por las culpas humanas. Est siempre presto a perdonar y olvidar; tan slo espera el voluntario arrepentimiento y el reconocimiento de las propias faltas: convertios y vivid (18,32), arrojad de vosotros todas las transgre-

    33

  • 5.4. Trascendencia divina y fragilidad humana Forma un poco parte del primer tema. Donde me-

    jor se ve la sublimidad del Dios creador del universo es en su relacin con los hijos de los hombres.

    El orgulloso prncipe de Tiro tendr que convencer-se un da de que es un simple 'adam, un mortal y no un dios (28,9), al igual que los otros as llamados podero-sos de la tierra (29,3; 31,10): volvern al polvo del que fueron sacados, para que ningn rbol plantado jun-to a las aguas se engra de su altura, ni levante la copa por encima de las nubes, ni las alcance en su altura ningn rbol bien regado (31,14). Nadie ose, ante el supremo Seor, creer que es algo por s mismo, por sus propios mritos. Slo l es la corriente de agua que da vida y permite crecer (31,4); l eleva al rbol humil-de y reverdece al rbol seco (17,24). Es l quien puede reducir a la nada toda la altura y prosperidad terrenas.

    Su criatura, incluso la ms selecta, como el confi-dente de sus designios salvficos, no es ms que uno de tantos mortales, un ben 'adam, un hijo de la 'adaman, la tierra: ste ser el apelativo constante con que el Dios viviente se dirigir a su portavoz de Tel-Abib en todos los encuentros; y el Hijo eterno del Padre, que reconoce haberlo recibido todo de la infinita fuente del ser (todo me lo ha dado mi Padre: Mt 11,27), se com-placer en declarar: Yo te bendigo, Padre, Seor del cielo y de la tierra, porque... has revelado estas cosas a la gente sencilla... Venid a m todos... y aprended de m, porque soy manso y humilde de corazn, y halla-ris descanso para vosotros (Mt ll,25.28s).

    La infinita distancia entre el Dios tres veces santo y su criatura, sacada de la nada, es la primera luminosa verdad que sita a cada ser en su debido lugar y atrae sobre quien la reconoce y acepta con amor todas las iluminaciones y las complacencias de aquel que es la esencia misma de la verdad y de la bondad. Cmo

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    podis aceptar la luz de Dios -intentaba explicar el Maestro divino a sus adversarios- si buscis la gloria que procede de los hombres y no la que viene de Dios? (Jn 5,44). Quien busca la gloria humana tiene por pa-dre no al Espritu de la verdad, sino al de la mentira, y no puede morar en l el Dios de la verdad (Jn 8,34-44).

    5.5. Santidad-justicia y misericordia-perdn

    Los mensajes de nuestro profeta desarrollan con cierta amplitud estas dos realidades divinas. Los li-mitaremos a bosquejarlas.

    Dios no puede permitir que su pueblo siga con-taminado e inmerso en la iniquidad: le repugna (36,16-19). Provocar o permitir el destierro, el fuego, la espada: exige liberacin del mal, purificacin de la escoria, hasta la ltima reliquia (caps. 8-9; 24,1-14).

    Pero no olvida usar su misericordia (16,60-63; 20,32-44; 36,15ss) y preparar el arrepentimiento, tam-bin para los pueblos paganos, incluido Egipto (29,13-16): por el amor de su nombre y por fidelidad al compromiso que ha asumido (36,21 ss; 20,5).

    stos son los dos grandes temas que Jess exaltar en sus discursos y parbolas.

    5.6. Cmo se comporta el verdadero profeta?

    Con sinceridad, humildad y paciencia, imitando la benignidad de su mandante. Sufre con amor y expone con valenta todos cuantos mensajes se le comunican, aceptando incluso ser objeto de burla, considerado co-mo narrador de fbulas o como un cantante que canta bellas canciones con hermosa voz (21,5; 33,32). Habla cuando Dios se le revela, pero sabe tambin perma-necer mudo durante largos perodos, dispuesto a

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  • mantenerse as toda su vida (caps. 3,24). Lo nico que le importa es decir la verdad y obedecer a su Seor: lleva en s el timbre de su autenticidad.

    Por sus frutos -es decir, por sus obras- les conoce-ris, deca Jess, refirindose a los profetas (Mt 7,10). Y de s mismo afirmaba: Yo no puedo hacer nada por mi cuenta. Juzgo conforme a lo que he odo (Jn 5,30).

    5.7. La esencia de la era escatolgica

    La era por venir (el escatologismo relativo) estar constituida por un nuevo reino (cap. 34), con un prn-cipe davdico especial, con el templo reconstruido (40,lss), pero, sobre todo, con corazones renovados, internamente vivificados por el Espritu (ll,19s); 36,26-28). Se sita en el primer plano la transformacin espiritual posibilitada por la accin divina y por la do-cilidad del resto de Israel. De esta renovacin interior dependern los otros bienes temporales y sociales preanunciados, como el agua que brota del santuario y que se derrama por todo el pas: ser beneficiosa para quienes aceptan y aprecian la fuente y producir, de acuerdo con ello, concordia, prosperidad, gozo e in-defectible comunin de vida con Dios y paz profun-da; entonces todos reconocern que all, en medio, es-t el Dios vivo y verdadero y se le tributar todo honor y confianza: Desde aquel da el nombre de la ciudad ser Yahveh est all (48,35). Buscad primero el reino de Dios y su justicia -confirmar el Salvador divino al inaugurar el escatologismo mesinico definitivo- y to-das esas cosas se os darn por aadidura. No os afanis, pues, por el da de maana (Mt 6,33s). Car-gad con mi yugo y aprended de m... y hallaris des-canso para vosotros (Mt ll,28ss).

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    5.8. Un breve anlisis estructural

    Hay en Ezequiel otros varios aspectos teolgicos que merecen ser destacados. Los dejamos a la atenta mediatacin del lector. Desearamos esbozar ahora una visin sincrnica, apoyndola, en cierta medida, en un reciente enfoque exegtico: el del anlisis estruc-turalista narrativo. os servir como modelo para pre-sentar a continuacin los temas de algunos pasajes es-peciales. Procederemos segn tres frases:

    1) Anlisis de las situaciones y de los aptantes

    - En la situacin A de partida, o de potencialidad, de todo el texto de Ezequiel, nuestra primera pregunta es: Qu nos falta? Qu sera lo justo? Respuesta: La con-versin del pueblo judo, el reconocimiento experi-mental de la grandeza y de la bondad del Dios de Israel: lo que el pueblo, tomado en su conjunto, ha rehusado a menudo, ya desde los tiempos de sus an-tepasados. Es el llamado objeto que falta, objeto ausente (el primer aptante: una especie de agente t-pico).

    - En la situacin B de transformacin, de movimiento hacia una actuacin de recuperacin, el mandante so-brehumano (segundo aptante) delega a un portavoz (el aptante sujeto-hroe: el tercero) para que encuentre y con-signe el objeto que falta.

    Este aptante supera la primera prueba (llamada prueba de cualificacin o de competencia): se le propor-cionan los conocimientos, la voluntad y la capacidad requeridas para llevar a buen trmino su misin. Eze-quiel est dotado de las palabras adecuadas para pro-clamar, del discernimiento para los modos y los mo-mentos en que debe proclamarlas, de voluntad decidi-da para hacerlo.

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  • Tendr que enfrentarse al opositor (cuarto optante): la dureza atvica de sus oyentes a la voz divina, su fanatismo, los pseudoprofetas, y luego, el abatimiento tras la destruccin del templo y la desaparicin de su reino.

    Pero contar con ayudas (quinto optante: el aptante no es necesariamente una persona fsica, puede ser una entidad, del tipo que sea), antes y despus del 586: los signos del profeta autntico, como el estupor prolongado, el relato de la primera aparicin, la resis-tencia heroica, el conocimiento anticipado de la fecha del asedio y de la muerte de su esposa, la confirmacin por el fugitivo, los orculos de esperanza, las pro-mesas de misericordia.

    - En la situacin C de actuacin (donde se registra el paso de la potencia al acto por la va de una accin transformadora) se descubre, al menos parcialmente, el objeto que faltaba (segunda prueba llamada prueba principal), en el cumplimiento de las varias prediccio-nes (cuando suceda, reconoceris, 33,33), de modo que la gente comienza a prestar odos a las palabras del profeta (Vamos a escuchar cul es su palabra, 33,30), en la descripcin del nuevo templo y de la restauracin (caps. 37, 40ss), tal vez tambin en la rehabilitacin de Jeconas en la corte babilnica y en el subsiguiente triunfo del profeta (29,31). Consignacin, por tanto, del objeto encontrado a su destinatario (sexto aptante: la comunidad desterrada) y glorificacin del hroe (terce-ra prueba: la glorificacin): en el texto slo est parcial-mente enunciada, pero se proyecta en el futuro de la salvacin definitiva.

    2) El trayecto de los dos programas narrativos

    A partir de estos anlisis se perfila el trayecto del doble programa narrativo: positivo y negativo.

    40

    - Programa narrativo positivo. De la benevolencia del Dios de Israel parte la iniciativa de abrir la mente y el corazn de los israelitas hacia la meta de la glorifi-cacin divina, centro de la verdadera salvacin y de la paz (el shalom), sirvindose para ello de un hombre de su mismo pueblo, preparado y confortado para esta misin, lo que le permite superar las dificultades pro-venientes tanto de los propios interesados como de las lastimosas circunstancias en que se encuentran; se en-trev, al fin, felizmente la meta; ya sustancialmente alcanzada por el hijo de Buz, perfecto adorador de la gloria, permanece tambin abierta para los discpulos y los lectores del profeta-hroe.

    - Programa narrativo negativo. Dificultades para re-cuperar el objeto que faltaba: el pueblo se halla lejos del templo y de la tierra sagrada, se ha endurecido en el formalismo religioso y en las prcticas paganizantes; agravan an ms la situacin los chovinismos, los pseudovidentes, los falsos conceptos de la justicia de Dios, las graves depresiones tras el colapso del 586...

    Todo tiende a alejar el objeto perdido y a entregar-se a la vaciedad de la adoracin del leo y la piedra (20,32).

    3) Confrontacin de los dos programas

    Confrontando ambos programas, se percibe con to-da claridad la solicitud, la potencia, la discrecin em-pleada por el Seor supremo para llevar a trmino su proyecto de amor y de salvacin. Contraponer:

    - Objeto y antiobjeto: reconocimiento, luz, paz / tinieblas, confusin, ruina.

    - Sujeto-hroe y antisujeto: debilidad, humildad, persuasin / orgullo, aspereza, polmica.

    - Ayudantes y opositores: en completa libertad y con total discrecin. -TP?T**S,

    /f _^ -r , 41

  • - Medios de la prueba calificante: simples, racio-nales, convincentes / medios de la oposicin: despre-cio, mofa, violencia.

    - Mandante y destinatarios: Dios trascendente, Todo / criatura libre sacada del polvo.

    En conclusin: a travs de toda la obra del profeta se revela un amor condescendiente inmenso, que echa mano de todos los recursos de su sabidura y de su pedagoga para salvar -dentro siempre del mximo respeto a la libertad humana-, para su amor y para la comunin de vida, a sus criaturas terrenas racionales.

    42

    BIBLIOGRAFA

    a) Comentarios

    F. Spadafora, Ezechiele, en La Sacra Bibbia, Turn 21960 (bastante amplio y pormenorizado).

    E. Crtese, Ezechiele, en Nuovissima versione della Bibbia, Roma 21975 (ms breve y actualizado).

    J.W. Wevers, Ezekiel, Londres 21976 (minucioso en la crtica tex-tual y filolgica).

    W. Zimmerli, Ezechiel, 2 vols., Neukirchen-Vluyn 21979 (el ms completo desde el punto de vista de la crtica textual y de la historia de los conceptos).

    L. Alonso Schkel-J.L. Sicre Daz, Ezequiel, en Los profetas, 2 vols., Madrid 21987 (muy atento a los contenidos temticos y a los aspectos literario-poticos del texto original).

    M. Greenberg, Ezekiel 1-20, Garden City, Nueva York 21986 (moderado en las hiptesis de crtica literaria, cuidadoso en los anlisis estructurales y temticos).

    b) Estudios teolgicos y espirituales

    L. Monloubou, Un sacerdote se vuelve profeta: Ezequiel, Madrid 1973.

    W. Zimmerli, La conoscenza di Dio nel libro de Ezechiele, en Rivelazione di Dio, Miln 1975.

    G. Savoca, Un profeta interroga la storia. Ezechiele e la teologa della storia, Roma 1976.

    A. Cody, Ezekiel, en Od Testament Message 11, M. Glazier, Wil-mington 1984.

    43

  • L. Molinari, Ezechiele, un sacerdote-profeta, en Leggere oggi la Bib-bia, Brescia 1988.

    c) Para el anlisis narrativo estructuralista

    R. Lack, Letture strutturalistiche dell'A.T., Roma 1978. D.A. Patte, Pour une exgse structurale, Pars 1978. A. Fossion, Leggere le Scrture: teora e pratica della lettura struttu-

    rale, Turn 1982. G. Savoca, Iniziazione aU'analisi bblica strutturalista, Messina

    1989.

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    TEXTO Y COMENTARIO

  • U CAPTULO PRIMERO 4 (Ez 1,1-28)

    1El ao treinta, el da cinco del cuarto mes, estando yo entre los deportados, junto al ro Kebar, se abieron los cielos y tuve visiones divinas. 2El da cinco del mes -era el ao quinto de la deportacin del rey Yoyakn- 3la palabra de Yahveh le fue dirigida a Ezequiel, hijo de Buz, sacerdote, en el pas de los caldeos, junto al ro Kebar, y all se dej sentir sobre l la mano de Yahveh. AMir y he aqu un viento huracanado vena del norte, una nube grande con fuego que relampa-gueaba continuamente, y claridad alrededor, y en su centro como el centelleo del bronce en medio del fuego. 5Y en su centro la figura de cuatro seres vivientes. wEn cuanto a la forma de sus caras, una cara de hombre y una cara de len a la derecha de los cuatro; una cara de toro a la izquierda de los cuatro; y los cuatro tenan cara de guila. 15Miryo entonces a los seres vivientes, y he aqu que haba una rueda en el suelo junto a ellos para cada uno de los cuatro. 20Iban hacia donde el viento los empujaba a ir, y las ruedas se alzaban con ellos. 26Por encima de la plataforma que estaba sobre sus cabezas haba como una especie de piedra de zafiro en forma de trono; y sobre esta forma del trono, una figura con apariencia de hombre. 27Una especie de fuego que produca resplandor al-rededor. 28Tal era la apariencia de la figura de la imagen de Yahveh. Al verlo, ca de bruces y o la voz de uno que hablaba (Ez 1,1-5.10.15.20.26-28).

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  • La gloria de aquel que todo lo mueve (Paraso 1,1)

    Los cielos refieren la gloria de Dios y toda la tierra est llena de su gloria, cantan los textos bblicos (Sal 19,1; Is 6,3). Un da, a Ezequiel, hijo del sacerdote Buz, se le concedi la gracia de contemplar esta gloria, con sus propios ojos, en tierra extranjera. Nos ha se-alado, en su biografa, la fecha exacta: ocurri el da 5 del mes 4 del ao treinta de su vida (Ez 1,1: esta inter-pretacin parece la ms probable). De haber perma-necido en su patria, aquel ao habra sido el de su inicio en el ministerio sacerdotal; pero en el destierro, fuera del suelo sacro, aquel da marcaba un giro radical para todo el resto de su vida.

    Los discpulos redactores de su libro no se atrevie-ron a armonizar esta curiosa datacin con las de los otros vaticinios: se contentaron con sintonizarla me-diante un inciso en tercera persona: era el ao quinto de la deportacin del rey Yoyakn (1,2: finales de ju-lio del 593).

    El joven levita se encontraba a orillas del ro Kebar, uno de los canales del Eufrates, junto al que solan reunirse los hebreos para la oracin (Sal 137,1; Act 16,13). De pronto, cay en xtasis y se hall ante un espectculo maravilloso: una fulgurante teofana, pa-recida a la descrita por los cantores de YHWH: T te envuelves en luz como un manto/ y despliegas los cielos como tienda/... el que toma las nubes por su carro/ y camina en las alas de los vientos/, el que hace de los vientos mensajeros,/ del fuego calcinante, servi-dores./ Ante tu voz tonante/ las aguas huyeron alar-madas... (Sal 104,2-7). Un querubn toma por carro y vuela,/ elevado en las alas de los vientos./ Al fulgor de su presencia se transforman las nubes/ en granizo y en brasas encendas (Sal 18,11-13). O como la aparicin del supremo Seor a los grandes representantes de Israel: Vieron al Dios de Israel. Bajo sus pies haba

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    como un pavimento de baldosas de zafiro, parecido al cielo por su pureza (Ex 24,10).

    Desde el norte irrumpe un torbellino tempestuoso: dentro de una nube surcada por relmpagos comienza a distinguirse la figura de 4 seres vivientes: se parecen a los querubines alados del santo de los santos y a los karib babilonios de triple aspecto: a su lado tienen ruedas en forma de globos centelleantes, animados del mismo espritu, que les permiten volverse rpida y sincrnicamente en todas las direcciones. En el centro, en medio de los cuatro, hay como un fuego vivo que relampaguea de continuo. Cuando se mueven, se oye un inmenso fragor, como el de un ejrcito en marcha. Sobre su cabeza se extiende una placa de luz, como un trozo de cielo; sostiene un trono de zafiro, en el que est sentado un ser con figura humana, brillante y en-vuelta en un halo fulgente.

    El vidente no duda un segundo: ha reconocido al instante los signos de la gloria de YHWH. Algunos piensan que muchos de los rasgos de su narracin de-ben atribuirse a la especulacin de los redactores. Pe-ro, con los exegetas recientes, no lo juzgamos necesa-rio, salvo alguna glosa (como en los versculos 2,14, 24c...). El profeta mismo ha podido querer subrayar, en la medida en que le era posible y de acuerdo con su estilo, detalles significativos de su visin, para expre-sar su magnificencia.

    El Seor se le revela como el Dios del Sina, el Dios del santuario de Sin, que habita entre los querubines, que domina sobre todas las fuerzas de la naturaleza animada (vivientes con figura de hombre, de len, to-ro, de guila) e inanimada (relmpagos, nube, tempes-tad, truenos: x 19,16), rey del universo (trono en el firmamento), que toma las semblanzas de la obra maestra de su creacin (hombre fulgurante), que lleva consigo el fuego sacro del templo, y es dueo absoluto del espacio y del tiempo (rapidez de movimientos, sin

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  • limitaciones): el que se apareca a los padres como fuego devorador sobre la cima del monte (Ex 24,17; Sal 50,2s).

    No es tarea fcil redisear todo este cuadro: la plu-ma se mueve, en efecto, trepidante, mediante apro-ximaciones, con retoques. Abundan las expresiones pareca..., era parecido a..., como... Pero del con-junto se desprende una densa concepcin luminosa del Dios de Israel y de su modo de actuar en el mundo. El neosacerdote cae al instante de bruces, como anona-dado. Frente a la suprema majestad, el profeta Isaas exclamar: Ay de m! Estoy perdido... pues mis ojos han visto al rey, Yahveh Sebaot! (Is 16,5). Para Eze-quiel debi de ser una experiencia trastornadora: El encuentro con aquel que constitua el centro de todas sus aspiraciones, el contacto vivo con la fuente de todo el ser, YHWH (El que es), el enfrentamiento, desde las limitaciones de la criatura, con la infinita trascenden-cia! Ser el nacimiento, la creacin de un hombre nuevo.

    Pero haba ms. Postrado en el suelo, en un instan-te de pausa, reson una voz en sus odos: El que se sienta en el trono le dirige la palabra. El narrador no se atreve ni siquiera a indicarlo. Se limita a decir que o la voz de uno que hablaba (versculo 28). Es una experiencia an ms profunda, que le llega hasta lo ms ntimo de su ser: la majestad suprema se inclina hacia la insondable pequenez de un ser humano, el Dios de la gloria interpela a un frgil hijo de Israel en tierra pagana. En este acontecimiento el sacerdote he-breo debi de leer la fidelidad insuperable del Dios de los padres: aquel que haba prometido a Abraham su bendicin universal (Gen 12,1-3), que haba vinculado el honor de su nombre a su estirpe (20,5) y haba sella-do una alianza eterna con David y sus descendientes, se acercaba ahora hasta su pueblo deportado entre las gentes y le haca or su voz. Era un acto de infinita

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    bondad y condescendencia. YHWH no se ha olvidado de los hijos de Jacob. Aunque sean rebeldes y hayan sido expulsados de su tierra sagrada, Dios est siem-pre dispuesto a dialogar con ellos y a repetir sus invita-ciones y sus proyectos de paz... El corazn del hijo de Buz se estremece de conmocin, no se atreve a alzar los ojos, hundido en el polvo de su propia nada.

    Cuando se le ordene ponerse en pie (2,1), su esp-ritu rebosar confianza y reconocimiento. Estar dis-puesto a todo por un Seor tan grande y tan clemente. Pero, sobre todo, se sentir fascinado por su gloria. Celoso, como todos los levitas, del honor de YHWH, ahora se convierte en su defensor acrrimo, querr que todos reconozcan y aclamen su suprema grandeza: justos y pecadores, tanto en las intervenciones salv-ficas como en las punitivas, en los avatares de su gente y en los de las naciones. Percibir ya, en el centro de toda su prospectiva, el esplendor y la exaltacin de aquel nombre: Desde aquel da, el nombre de la ciudad ser "YHWH est all" (48,35). Se dejar guiar en todo por su espritu, como los alados querubines, subyugado por la mirada de aquella inefable majestad que se le apareca en figura humana. Tanto poder tu-vo la sobrenatural experiencia de aquel encuentro jun-to a los hijos de Babilonia!

    Jess declarar un da dichoso a su primer aps-tol, porque no fueron la carne ni la sangre quienes le revelaron al Hijo de Dios, sino el Padre que est en los cielos (Mt 16,17); y se complaca en estar con los pequeos y los pobres porque a ellos ha revelado el Padre el misterio del reino (Mt 11,25). Prometer, adems enviar, de parte del Padre, a quienes lo aman, el Espritu de verdad para que les gue a la verdad plena, que es el mismo Verbo hecho carne (Jn 16,13). Es la autntica experiencia-conocimiento del Amor infinito, que no procede de la simple inteligencia humana, sino que viene por el camino de una luz ul-

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  • traterrena, precedida por los smbolos del Dios vivo (reflejos de la naturaleza creada y de los ritos sacros), tal vez no tan sensible como la del Kebar, pero tambin profunda y luminosa: un sentirse iluminados y confor-tados en lo ntimo del ser, un contacto vivo con una presencia sobrehumana, un sumergirse en el fuego del Dios uno y trino.

    Todo ahora resplandece y s armoniza: hombre y cosmos aparecen inundados por la bondad misma del Creador y todos y cada uno de sus elementos, in-cluidos los terrenos, se convierten en invitacin a la alabanza ms pura. Desde este instante Dios ser, ms all de todo concepto o imagen, una realidad fascinan-te, cercansima, digna de ilimitado amor y confianza. Ya slo se quiere vivir y obrar para la exaltacin del infinitamente santo, en incesante proclamacin de sus maravillas, con absoluta disponibilidad a sus deseos.

    Esta es la experiencia a que nos quiere conducir el testimonio y la actividad del humilde profeta del Ke-bar, iluminado por el resplandor de la gloria del Dios de los padres.

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    CAPTULO SEGUNDO (Ez 2,1-3,21)

    1Me dijo: Hijo de hombre, ponte en pie que voy a hablar-te. 2Cuando me habl, entr en miel espritu y me mantuvo en pie y vi al que me hablaba. 3Me dijo: Hijo de hombre, voy a enviarte a los hijos de Israel, a una nacin de rebeldes que se ha rebelado contra m. Ellos y sus padres se han rebelado contra m hasta este mismo da. 4Los hijos son unos desca-rados y duros de corazn: a ellos, pues, voy a enviarte. T les dirs: As dice el Seor Yahveh. 5Y ellos, te escuchen o no te escuchen -pues son una raza rebelde- sabrn que ha habido un profeta entre ellos. 6En cuanto a ti, hijo de hombre, no los temas, ni tampoco sus palabras, aunque sean para ti cardos y espinas y tengas que vivir entre escorpiones. 9Mir y vi una mano que estaba extendida hacia m: vi que en ella haba un libro enrollado. wLo desenroll delante de m y estaba escrito por dentro y por fuera: haba escritos en l lamentaciones, gemidos y ayes...

    1Luego me dijo: Hijo de hombre, come lo que encuentres; como este rollo y vete a hablar a la casa de Israel. 3hLo com y fue en mi boca dulce como la miel. 4Luego me dijo: 8Mira: yo hago tu cara tan dura como sus caras y tu frente tan dura como sus frentes. uEl espritu me elev y me arrebat. 15Llegu as a los deportados en Tel-Abib, que habitan junto al ro Kebar, y all permanec, abatido entre ellos, siete das. 16Al cabo de siete das, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos trminos: 17Hijo de hombre, te hago centinela en la

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  • casa de Israel, para que, cuando oigas de mi boca una palabra, les avises de mi parte (Ez 2,1-6.9-10; 3,1.3.4.8.14-17).

    Habales con mis palabras (3,4)

    En estrecho contacto con la narracin del encuentro con el Dios vivo, Ezequiel nos describe aqu las mo-dalidades de su llamada y de la misin que se le confa. La seccin se extiende desde 2,1 a 3,21, con la inclu-sin del orculo sobre su cargo de centinela (3,16-21), que no nos parece un simple duplicado de 33,3-9, da-do que presenta variantes muy significativas.

    En Is 6 la disponibilidad del vidente de Sin para su ardua tarea (Is 6,8-10) se fundamenta en la aparicin del trono y de los serafines que entonan el hosanna a la Gloria. En Amos, haber odo el rugido del len (Am 1,2; 3,4) da valor y energa para las amonestacio-nes del pastor de Teqoa. En Ez 2-3, los rasgos de la aparicin del Kebar (1,1-28) irradian sobre las expre-siones del mandante divino y sobre la atenta escucha de su humilde interlocutor.

    En Ez 1 domina la figura del que est sentado en el trono; a sus rdenes se mueven los cuatro vivientes sostenidos por la rah, resuena un fragor parecido a la voz del Omnipotente entre las aguas. El hijo del hombre ve y siente postrado en el suelo. Ahora llega con toda nitidez la voz del soberano que se dirige al hijo de Buz, lo eleva de la tierra por medio de su espritu (rat) y le manifiesta el proyecto de convertirlo en anunciador de desdichas. Aquel mandante, del que an no se ha dicho el nombre pero cuya identidad se comprende fcilmente, acta en su interlocutor con los medios clsicos de la accin sobrehumana de YHWH en la historia: la palabra (dabr, principio notico) con la que le confa una tarea, le informa de la condi-cin de sus destinatarios y le exhorta a obedecer; el

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    espritu (rah, principio dinmico), con el que le le-vanta y le capacita para comprender lo que se le dir y mostrar en xtasis y lo empuja hacia el campo de su ministerio; la mano divina (yad, es decir, una poten-cia sobrenatural) con la que le consigna los mensajes que deber asimilar y lo mantiene durante largo tiem-po en aquella dimensin ultraterrena.

    As acta Dios en sus autnticos portavoces. Se ha-ce experimentar ante todo con gran evidencia y seguri-dad: Me sedujiste, Yahveh,... fuiste ms fuerte que yo, declarar Jeremas (Jer 20,7); me has agarrado, dir Amos (Am 7,15); mis ojos lo han encontrado, exclamar Isaas (Is 6,5). Quien ha sido favorecido por una eleccin particular no podr ya tener dudas sobre ella.

    Teresa de Jess afirmar que el Seor se imprime en el alma con un conocimiento tan claro que, aun sin haberle visto, no es posible ponerlo en duda: Son unas palabras muy formadas, mas con los odos corpo-rales no se oyen, sino enrindense muy ms claro que si se oyesen y dejarlo de entender, aunque mucho se resista, es por dems. Porque cuando ac no queremos or podemos tapar los odos u advertir a otra cosa de manera que, aunque se oya, no se entienda; en esta pltica que hace Dios a el alma no hay remedio nin-guno, sino que, aunque me pese, me hacen escuchar y estar el entendimiento tan entero para entender lo que Dios quiere entendamos que no basta querer ni no querer; porque el que todo lo puede quiere que enten-damos se ha de hacer lo que quiere y se muestra seor verdadero de nosotros (Libro de la vida, XXV, 1, en Obras de santa Teresa I, Madrid 1951, 741). Pero, al mis-mo tiempo, el infinitamente condescendiente se adap-ta a la condicin de sus criaturas; se presenta con dis-crecin, con paternal delicadeza, se muestra a travs de imgenes asequibles a la mentalidad humana, ad-vierte contra la aspereza de la tarea, conforta, propor-

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  • ciona los medios adecuados. Se le dan seguridades al mensajero y se le cualifica para su misin.

    Se le interpela con el ttulo de hijo del hombre (= hombre frgil, dbil; 8 veces en nuestro pasaje), pero recibe en su mente la lista de los anuncios que debe proferir, delicia en su corazn y dureza como la del diamante. Encontrar porfiadas resistencias, pero tiene slidas razones para no dar excesiva importancia a su impetuosidad. Sus oyentes son obstinados casi como por naturaleza y, ms que contra el mensajero, su revuelta se dirige contra el mandante divino. Lo nico que debe hacer es no dejarse impresionar por sus reacciones; l es el centinela puesto por el supremo soberano para el bien de su pueblo; deber proclamar fielmente las palabras que se le sugieran; se le imputa-rn los desastres de los que no haya dado a tiempo la seal de alerta, pues tiene en ello gran empeo el rey divino. Pero, por lo que hace al resultado de su minis-terio, puede abrigar la absoluta seguridad de que ten-dr xito: al final, todos debern confesar que en l estaba presente el Dios de los padres, siempre solcito por su salvacin (nueva confortacin para el mensa-jero).

    Entre los carismas que el Espritu Santo suscita en la Iglesia, se advierte en varias comunidades cris-tianas, especialmente despus del concilio Vaticano II, un nuevo despertar de este gran don de la profeca. San Pablo se lo deseaba a las florecientes asambleas de su tiempo (ICor 14,1). Tambin hoy lo necesitamos, ante el actual decaimiento de la vida religiosa y el os-curecimiento de los valores ms preciosos en el seno de la sociedad moderna.

    La narracin autobiogrfica de Ezequiel nos indica la fuente primera de donde obtenerlo y los caracteres especficos para discernirlo. Slo podr proceder, ante todo, de la iniciativa del Omnipotente: de su benvola eleccin, de la gratuita revelacin de sus mensajes. Se 56

    inicia con una experiencia sobrenatural; proporciona a quien le recibe un profundo reconocimiento de la pro-pia nada y de la absoluta dependencia del Espritu di-vino, da una clara certeza de su origen sobrehumano, respeta las posibilidades de la contingencia humana y la libertad de decisin del elegido, infunde valor y energa para el cumplimiento de la misin.

    El Apstol llega incluso a aconsejar pedirlo humil-demente al dador de todo bien, debido a su gran utili-dad para la comunidad a la que se le concede. Pero una vez que se tiene la certeza de haberlo recibido, ser necesario ponerlo en prctica con sinceridad y va-lenta (Act 4,19s; ISam 3,18), siempre atentos a verifi-car su autenticidad por el criterio de los frutos y el discernimiento de la Iglesia. No apaguis el Espritu -exhorta tambin Pablo-, no despreciis el don de pro-feca, sino examinadlo todo y quedaos con lo bueno (ITes 5,19s). Por sus frutos -nos ha enseado Jess-Ios conoceris (Mt 7,20), y los frutos son amor, ale-gra, paz, comprensin, benignidad, bondad, fideli-dad, mansedumbre, templanza (Gal 5,22). Por lo que respecta al discernimiento, san Pablo concluye: Los espritus de los profetas a los profetas estn someti-dos, pues Dios no es Dios de desorden, sino de paz (ICor 14,32s).

    Anlisis narrativo estructuralista

    Podemos puntualizar con un mayor esquematismo los temas de este captulo siguiendo algo ms de cerca las fases del anlisis estructuralista narrativo (cf. p. 39ss).

    - En la situacin A falta la apertura de mente y la docilidad del corazn respecto a YHWH: los judos de-portados no aceptaron lo que venan predicando Je-remas y otros videntes de Jud acerca de la necesidad

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  • de cambiar de conducta, contaminados como estaban por los cultos idoltricos y la corrupcin: Me aban-donaron a m, fuente de aguas vivas, para excavarse cisternas agrietadas que no retienen agua (Jer 2,13). Se echa en falta un objeto cognitivo-volitivo.

    - En la situacin B, a uno de los deportados, el sa-cerdote Ezequiel, alcanzado por la fascinacin de la gloria divina, se le encomienda la tarea de recuperar aquel objeto. Supera la prueba cualificante, ya que se le proporcionan todos los medios para llevar a buen tr-mino su misin (saber, poder, querer): don y delicia de la palabra trascendente, fuerza del espritu, corrobora-cin especial contra todas las reacciones. Se identifica a los opositores, particularmente aguerridos: en Isaas son ciegos y sordos, en Jeremas atentadores cada vez ms violentos, en Ezequiel hereditariamente rebel-des, a los que se les aplican dos fuertes metforas, cardos y escorpiones, obtusos en su interior. Pero tambin hay ayudadores: la luz de la gloria sobrehuma-na, la voz que anima: no les temas, estoy contigo yo, el primero en ser combatido por estos obstinados, y luego la fuerza que mueve a los seres vivientes, pro-cedente de Dios mismo y que hace al mensajero firme e imbatible.

    - En la situacin C, los destinatarios son los israe-litas ya alejados de la patria y que parecen ir a la de-riva. Estn profundamente en el corazn del supremo protagonista de su historia (el mandante). No les enva a su portavoz para aniquilarlos o angustiarlos, sino para iluminarlos y devolverles al reconocimiento de su nombre, a la dulzura de la verdad y a la vida con l. Lo conseguir? Dios puede asegurar que s a su de-legado: Sabrn que ha habido un profeta entre ellos (Ez 2, 5).

    El trayecto narrativo positivo discurre desde la gloria de YHWH hacia el frgil hijo de Buz, que deber rom-per el muro de bronce de los deportados y abrirles a la

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    alabanza del nombre divino, con una fuerza ultrate-rrena.

    La infinita bondad, por la que hemos sido estructu-rados, recurre a la mediacin de su criatura, del hom-bre ms dbil, para quebrar, en la libertad, los corazo-nes ms endurecidos y reorientarlos al gozo de su amor.

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  • CAPITULO TERCERO (Ez 3,22-5,16)

    24EZ espritu entr en m y me hizo poner en pie, luego me habl y me dijo: Vete, encirrate en tu casa. 25En cuanto a ti, hijo de hombre, mira: pondrn cuerdas sobre ti y con ellas te atarn, de modo que no podrs aparecer entre ellos. 26Y har que tu lengua se pegue al paladar, de modo que quedars mudo. 27Pero cuando te hable, abrir tu boca, y entonces t les dirs: As dice el Seor Yahveh...

    1Y t, hijo de hombre, toma un ladrillo, poni delante

    de ti y graba en una ciudad. 2Ponle sitio, construye un baluarte junto a ella. 3Toma luego una sartn de hierro y pona como muro de hierro entre ti y la ciudad. 4Acustate luego del lado izquierdo. 5bDurante trescientos noventa das cargars con la iniquidad de la casa de Jud. 8Mira que te voy a atar con cuerdas, de modo que no podrs volverte de un lado al otro...

    lY t, hijo de hombre, toma una espada afilada; la

    usars como navaja barbera, psatela por la cabeza y la barba y divide en partes el pelo cortado. 2A una tercera parte la prenders fuego en medio de la ciudad, tomars luego la otra tercera parte y la cortars con la espada alrededor de la ciudad; la otra tercera parte la esparcirs al viento. 5sta es Jerusaln. En medio de las naciones la haba colocado yo. 6Pero se rebel contra mis decretos con ms malicia que las naciones. 13As se desahogar del todo mi ira, saciar mi furor contra ellos y me vengar; y entonces sabrn que yo, 60

    Yahveh, he hablado en mi celo. 1AHar de ti un desierto y un oprobio entre las naciones que te rodean, a los ojos de todo el que pase (Ez 3,24-27; 4,l-5.7s; 5,ls.5s.l3s).

    Palabras dinmicas

    Los textos 3,22-27 y 4,1-5,16 configuran otra gran unidad de la autobiografa de Ezequiel. As lo indica ya la alusin a la presencia de la mano de YHWH: La mano de Yahveh se pos sobre m, en 3,22, y la fr-mula relativa a la palabra, en 6,1. A esto se aade la coherencia entre las acciones simblicas de 3,22-5,4 y su explicacin en 5,5ss.

    Consta de tres partes: a) Nueva visin de la gloria en un lugar solitario (en la llanura del Kebar) e instruc-cin sobre los tiempos y los modos de profetizar (3,22-27). b) Acciones simblicas que el profeta debe cumplir relativas al asedio de Jerusaln (4,1-5,4). c) Ex-plicacin de los smbolos (5,5ss). Algunos autores mo-dernos aislan la primera parte, porque la consideran una compilacin redaccional. Pero a nuestro entender armoniza bien con los rasgos de la seccin precedente (caps. 2-3) y con las acciones simblicas de los caps. 4-5.

    a) Cuando la palabra es eficaz (3,22-27) El neoprofeta recibe una primera orden: trasladarse

    a la vecina llanura del Kebar, en lugar deshabitado. All volvi a contemplar la gloria de YHWH, de nuevo el espritu le puso en pie y se le manda volver a su casa, en soledad, donde se comportar como un re-cluido (las cuerdas, como las cadenas de 4,9, son me-tafricas), no pronunciar ni una sola palabra (como en 1,28-3,21; tambin la adherencia de la lengua al pa-

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  • ladar es un simbolismo); slo despegar los labios cuando se le sugiera proclamar algn mensaje (29,21; 33,22): pero entonces deber hacerlo a toda costa, aun-que no quieran escucharle (2,5; 3,7).

    El portavoz de Yahveh no ser como los profetas que actan por propia iniciativa: vive bajo la influencia de su Espritu, con la mirada fija en el fulgor de su gloria. Permanecer en el silencio y la adoracin mien-tras no se deje sentir la voz divina; intervendr ante el pueblo cuando se le ordene hablar, porque slo en este caso tendr la palabra el calor del fuego de que pro-cede. Teresa de Jess confesaba que poda estar mu-chos das anhelando orlas (las palabras divinas), pero sin conseguir nada, mientras que otras veces se vea obligada a escucharlas, aunque no quisiera (Libro de la vida, XXV; cf. ed. cit.).

    Tras haberse negado los consejeros del rey Acaz a escuchar las palabras de Isaas, el profeta se retir al crculo de sus discpulos, depositando en su corazn los orculos divinos: Enrollo el testimonio, sello la enseanza entre mis discpulos. Aguardar a Yahveh (Is 8,16s) y, visto desde lejos, parece haberse eclipsado de la escena (Is 20, ls). Esto mismo habra deseado Je-remas a causa de las speras reacciones de sus oyen-tes, pero se lo impedan los impulsos sobrehumanos que importunaban su espritu: Pens: no me acordar ms de l, no hablar ms en su nombre... Pero haba en mi corazn como un fuego abrasador... me esfor-zaba por contenerlo, pero no poda (Jer 20,9). Y calla-r, en cambio, cuando habra deseado hablar, si no perciba la inspiracin de lo alto: en el encuentro con el pseudoprofeta Ananas (Jer 28) y con ocasin del con-sejo que le pidieron los responsables de Jud (Jer 42,1-6.7).

    La palabra divina no est a disposicin del profeta. Ningn mortal tiene hilo directo con el Dios invisible y trascendente. Nadie podr intentarlo ni hacerse

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    ilusiones en este punto. El Creador del universo co-munica sus pensamientos y sus proyectos a quien quiere y cuando quiere. Slo el Espritu divino sabe exactamente qu y cundo debe proclamarse algo en cada situacin concreta (Rom 6,26s; Mt 10,19s). Es sta una enseanza que nos invita a ser humildes y al mis-mo tiempo atentos a las genuinas inspiraciones sobre-naturales y a las normas del recto discernimiento. Tal vez el joven Samuel no habra descubierto que era ob-jeto de una llamada de lo alto si, aconsejado por el sacerdote Eli, no hubiera manifestado su plena dispo-nibilidad a aquel que intentaba revelrsele: Habla, Se-or, que tu siervo escucha (ISam 3,9-11).

    b) Palabras en accin (4,1-5,4)

    Con estas premisas, el sacerdote desterrado est ya equipado para su dura misin: se le ha repetido una buena decena de veces que tendr que hacer frente a una raza rebelde, de corazn de piedra. No debe espe-rar fcil audiencia ni pronta respuesta. Comenzar a trabajar en silencio, en su propia casa, con gestos sim-ples, que puedan ir rasguando lentamente aquellos muros de diamante. Podrn entender de inmediato y por s mismos muchas cosas, pero luego, cuando se le ordene, aadir una explicacin (5,5). En 4,1-5,4 de-ber representar el prximo asedio de Jerusaln con tres tipos de acciones simblicas: 4,1-3, el diseo del asedio; 4,4-17, su duracin; 5,1-4, la ruina y devasta-cin de sus habitantes.

    - 4,2-3: La representacin del asedio. La voz divina le sugiere las modalidades: en un gran trozo de arcilla, grabar el plano de la ciudad santa, dibujar a su al-rededor mquinas de asalto y pondr una ancha l-mina de hierro entre l y la ciudad, mientras dirige hacia sta su severa y constante mirada. Los familiares

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  • y visitantes del neoprofeta deberan haber compren-dido al instante el terrible mensaje de afliccin que se les representaba: no haba aqu lugar para divagacio-nes. Oseas, que toma como esposa a la prostituta G-mer y pone tres infaustos nombres a sus tres hijos, simbolizaba claramente para los discpulos del vidente al esposo airado de la corrupta nacin del norte y en-traaba dolorosos auspicios (Os 1-2). Para los orien-tales la palabra (dabar), adems de expresar una idea, tiene en s algo de eficaz, lleva en s la realidad signi-ficada, sobre todo cuando se la traduce en imgenes o se la reprenta con gestos, y con mayor razn cuando todo ello procede del Seor supremo: l lo dijo y fueron creados (Sal 148,5), lo he dicho y lo har (Ez 37,14). Vigila sobre su palabra, para que se realice lo que ha pronunciado: Estoy velando por mi palabra para cumplirla (Jer 1,12). Esto es aplicable tambin a los gestos que manda ejecutar a sus portavoces: Je-remas estaba convencido de que, una vez arrojado al Eufrates, el pequeo rollo en el que por inspiracin divina haba descrito la ruina de Babilonia arrastrara consigo el fin de la tirana babilnica (Jer 51,59-64). Del mismo modo, quedaba inexorablemente decidido el asedio de Jerusaln que, por orden divina, graba Eze-quiel en la arcilla.

    Como la lluvia desciende de los cielos y no vuelve all, sino que fecunda la tierra -dir el Deuteroisaas-as es la palabra que sale de mi boca: no volver a m vaca, sino que hace lo que yo deseo y consigue aque-llo para lo que la envo (Is 55,10s). Por consiguiente, las acciones y las cualidades de los personajes presen-tados por los videntes inspirados de Israel como sm-bolos del reino futuro llevan en s el germen de su realizacin. Este es el principio bsico del mesianismo paleotestamentario y de la interpretacin existencial: Dios no revoca sus promesas, las cumple infaliblemen-te, porque l es la absoluta fidelidad a la palabra dada.

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    Y los cultivadores de la palabra, iluminados por el Es-pritu, vislumbrarn siempre y cada vez ms, a lo largo de los siglos, su fulgor y su sublimidad.

    Cuando Juan se puso a escribir su Evangelio, ya a bastantes aos de distancia de la resurreccin de Cris-to, saba sin duda, a la luz de la experiencia de las primeras comunidades cristianas, mucho ms del Ver-bo de la vida que cuando lo encontr y escuch por vez primera aquella tarde, junto al Jordn (Jn 1,39): ahora podra escribir sobre l un volumen intermina-ble (Jn 21,25).

    La palabra eterna es una energa viviente que, in-mersa en la historia, penetra a los individuos y las colectividades, produciendo en ellos obras siempre re-novadas de liberacin, de salvacin y de gloria divina.

    - 4,4-17: Duracin y sufrimientos del asedio. Se le or-dena acostarse (probablemente en los perodos de des-canso) del lado izquierdo durante 390 das (lectura ms probable que la de 190 das), para enumerar los aos de infidelidad de Israel.

    Cuando se profiri este vaticino (agosto del 593) se estaba an lejos del asedio de Jerusaln, iniciado en enero del 586. Pero Ezequiel, proyectndose en el pa-sado de su pueblo (Israel entero, progenie de rebel-des), podra haber estimado en unos 390 los aos de depravacin de Jerusaln, contando desde el 900 (po-ca de la fama y del orgullo del reino salomnico: cf. Ez 16,14s) hasta el 586 (ao de la cada de la ciudad santa, que l conoca por revelacin: 24,1). En el libro de los Nmeros se hablaba ya de la correspondencia entre los das de iniquidad y los aos de expiacin del pue-blo elegido: Vuestros hijos andarn como pastores por el desierto durante cuarenta aos... Cuantos fueron los das que empleasteis en explorar el pas, cuarenta das, tantos sern los aos que cargaris con el peso de vuestras iniquidades: cuarenta aos, un ao por da (Nm 14,33s).

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  • Algunos comentaristas opinan que casi todo el pa-saje 4,4-9 es redaccional. Para refutar sus argumentos bastar con eliminar del texto el v. 6, en el que se advierten claras incongruencias: se pretende aqu es-pecificar tambin la expiacin de la culpa del reino de Jud acostndose del lado derecho, que en hebreo in-dica el sur, mientras que en el original se hablaba de todo el pueblo elegido (representado en Jerusaln: 5,5; 16,2) y el versculo 9b, donde se habla de permanecer acostado de un lado, el izquierdo, que es el ms in-cmodo, durante cerca de 12 meses.

    El profeta debe cargar {nasa'; 'awon, cf. Is 53,4.6) simblicamente con la pena de la iniquidad de todo su pueblo, al que ha sido enviado: una tarea humana-mente nada grata, agravada por la orden de tener vueltos el brazo (el derecho, naturalmente) y el rostro contra la ciudad y de alimentarse, mientras tanto, de una mezcla de cereales y legumbres, en pequea canti-dad y con agua e