Seguridad, Convivencia, Cultura Ciudadana

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Aportes para la reflexión sobre seguridad, convivencia y cultura ciudadana. Plan maestro Bogotá TIC. Dr. Juan Pablo Garavito Zuluaga Facultad de Filosofía, Pontificia Universidad Javeriana [email protected] Ciudad, espacio, seguridad La ciudad como circulación, limpieza y seguridad son los imaginarios que nos acompañan en el presente cuando tratamos de representarnos la ciudad ideal: el fluir incesante e ininterrumpido de automóviles, medios masivos de transporte, bienes, consumidores, trabajadores, en el marco de un ambiente limpio e inodoro, no expuesto a la otredad de la mugre, del olor, del asco, de aquellos que no se identifican con lo que consideramos cercano a lo que somos, a nuestra normalidad, y finalmente en un recorrido sin imprevistos, sin accidentes, donde se ha excluido la posibilidad del daño, de la herida, de la pérdida, del dolor. Hay que recordar que esos tres aspectos nacieron juntos, en la medida en el que la revolución industrial de fines del siglo XVIII necesitó de espacios nuevos, las fábricas que reemplazan a los talleres manuales, los trabajadores agrupados en un solo lugar que reemplazan al artesanado individual o familiar en su hogar, la mezcla de habitantes que circulan hasta entonces mantenidos en una contigüidad espacial diferenciada, 1 el 1 Cf. SENNET, Richard, Carne y Piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental , Alianza Editorial, Madrid, 1997. 1

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Reflexiones en torno al concepto de seguridad y su relación con la ciudadanía

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Aportes para la reflexin sobre seguridad, convivencia y cultura ciudadana. Plan maestro Bogot TIC.Dr. Juan Pablo Garavito ZuluagaFacultad de Filosofa, Pontificia Universidad [email protected]

Ciudad, espacio, seguridadLa ciudad como circulacin, limpieza y seguridad son los imaginarios que nos acompaan en el presente cuando tratamos de representarnos la ciudad ideal: el fluir incesante e ininterrumpido de automviles, medios masivos de transporte, bienes, consumidores, trabajadores, en el marco de un ambiente limpio e inodoro, no expuesto a la otredad de la mugre, del olor, del asco, de aquellos que no se identifican con lo que consideramos cercano a lo que somos, a nuestra normalidad, y finalmente en un recorrido sin imprevistos, sin accidentes, donde se ha excluido la posibilidad del dao, de la herida, de la prdida, del dolor. Hay que recordar que esos tres aspectos nacieron juntos, en la medida en el que la revolucin industrial de fines del siglo XVIII necesit de espacios nuevos, las fbricas que reemplazan a los talleres manuales, los trabajadores agrupados en un solo lugar que reemplazan al artesanado individual o familiar en su hogar, la mezcla de habitantes que circulan hasta entonces mantenidos en una contigidad espacial diferenciada,[footnoteRef:1] el nacimiento de la higiene y la ciudad subterrnea,[footnoteRef:2] el control disciplinario de los ciudadanos,[footnoteRef:3] la especializacin de las profesiones: el obrero, el comerciante, el transportador, etc.[footnoteRef:4] As el ideal que nos cobija actualmente con respecto a la ciudad viene de la mano con el nacimiento del capitalismo. Si bien Harvey descubri la circulacin de la sangre a comienzos del siglo XVII, un concepto revolucionario e inaceptable para la poca, solo a mediados del siglo siguiente comenzaron a utilizarse los sustantivos liquidez y circulacin para el dinero.[footnoteRef:5] As la ciudad adquiri su forma metafrica actual que dara como resultado los grandes proyectos de transformacin urbana del siglo XIX desde Christiania en Noruega hasta Madrid en Espaa y que estuvieron encaminados a asegurar el espacio urbano como una gran mquina de circulacin. [1: Cf. SENNET, Richard, Carne y Piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilizacin occidental, Alianza Editorial, Madrid, 1997.] [2: ILLICH, Ivan, H2O and the waters of forgetfulness, Marion Boyars, Londres, Nueva York, 1986; CORBIN, Alain, El perfume o el miasma: el olfato y lo imaginario social, siglos XVIII y XIX, Critica Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1982.] [3: FOUCAULT, Michel, Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisin, Siglo Veintiuno, Madrid, 2009.] [4: SIMMEL, Georg, Las grandes urbes y la vida del espritu en El individuo y la libertad: ensayos de crtica de la cultura, ed. Pennsula, Madrid, 1986. Pp. 249-261.] [5: Sobre ello ver: ILLICH, Ivan, H2O and the waters of forgetfulness, op. cit.]

Es un ideal que impulsa las propuestas de reformas actuales, que buscan acabar con aquellos resquicios del pasado que se dejan ver todava y que impiden la consecucin de nuestra ciudad imaginada: racional, planeada, convertida en un algoritmo donde prima la eficiencia como valor de respeto y conducta, como medida de la ciudadana y de su significado. En l, el espacio fluido y complejo en el que nos movemos cotidianamente, en el que habitamos mental y corporalmente, es transformado en rejilla, en cuadrante, en zonas definidas por dicotomas peligro/seguridad, conocido/desconocido, extrao/propio, etc., desprovistas de complejidades y sutilezas. El espacio se homogeniza, se geometriza en medidas definida numricamente. Seguridad: inclusin versus exclusinLas fuerzas econmicas y tecnolgicas han impulsado a la ciudad como lugar de la diversidad y de la inclusin. La ciudad moderna (desde mediados del siglo XIX) acta como un imn que atrae a las poblaciones cercanas y lejanas bajo la promesa de la integracin a una modernidad que ella misma ayuda a crear. Las necesidades de un proceso de fabricacin que requiere de escala para justificar las inversiones, as como una economa basada cada vez ms en servicios, requiere mano de obra disponible e intercambiable. Pero es claro que esa atraccin no ha sido uniforme y que entre los aos 60s y 80s en Estados Unidos por ejemplo, hubo un gran movimiento de las clases pudientes, i.e. blancas, para huir de la ciudad hacia los suburbios, gracias a las inversiones en infraestructura que beneficiaron justamente a aquellos sectores ms pudientes, dejando a los dems grupos, afroamericanos, hispanos, recin llegados, en la ciudad, con pocas inversiones de los gobiernos locales o regionales y en decadencia. No se necesita decir que un proceso similar se vive hoy en Bogot, con el crecimiento de los municipios vecinos por causa de las urbanizaciones de estrato 6, refugiadas de una ciudad percibida como violenta y poco amable. Ese proceso se revirti en los Estados Unidos por una suma de factores tales como disminucin de la violencia, de cuya causalidad hay muchas hiptesis (eliminacin del plomo y el asbesto, leyes que favorecieron el aborto, nuevas estrategias policiales, i.e. broken windows[footnoteRef:6], fin de la epidemia del crack, etc.), o la nueva economa digital que, contrario a lo que se pens en un comienzo, lejos de favorecer la dispersin espacial entre los conectados, busca reunirlos en lugares cercanos, lo que hizo que la ciudad (pero otra ciudad muy distinta a la de los aos 60, gentrified, una ciudad del esparcimiento y el adorno cultural, una ciudad homogeneizada y excluyente) renaciera. As, si la ciudad es ese caleidoscopio del que hablaba Baudelaire ya en el siglo XIX[footnoteRef:7], con su espectculo siempre cambiante, no es menos cierto que en esa ciudad moderna, la diversidad y la uniformizacin han convivido en una tensin plena, incmoda y sin horizonte de resolucin. As, se plantea la pregunta: Es la seguridad citadina incompatible con la inclusin, como parece ser hasta ahora el caso, o puede haber un modelo de seguridad incluyente, que no conduzca a un modelo exclusionista y mondico? Es necesario que la seguridad tenga un quin ya determinado de antemano, en detrimento de los dems? [6: Cf. KELLING, George L., WILSON, James Q., Broken Windows. The police and neighborhood safety, en, The Atlantic, marzo de 1982. ] [7: Cf. BAUDELAIRE, Charles, El pintor de la vida moderna, Cajamurcia, Murcia, 1995.]

Seguridad: estadsticas e indicadoresEs claro que las tecnologas de la informacin no solo son herramientas para ayudar a resolver problemas citadinos, sino que ellas, como todas las tecnologas actuales o anteriores, son conformadoras de espacios y relaciones sociales de la ciudad y en general, de todos los mbitos humanos. Las tecnologas no son simples aadidos a unas relaciones econmicas, sociales o polticas preexistentes, dicho de otro modo, no son simples herramientas o medios para algo, sino que ellas mismas son moldeadoras de esas relaciones, a menudo (por decir lo menos) sin que nadie pueda prever hacia donde se dirigen. Muchos autores, comenzando con Heidegger[footnoteRef:8] o con la teora crtica de Frankfurt[footnoteRef:9] han resaltado ese carcter impredecible de la tecnologa, o, dicho filosficamente, de la esencia de la tecnologa en cuanto nos acostumbra a ver con los ojos reductores de sus principios y de lo que ella puede digerir[footnoteRef:10]. As, por ejemplo, en la era del intercambio incesante de datos nos acostumbramos a la desaparicin de la lnea entre intimidad y publicidad, entre lo que queremos que otros sepan de nosotros y lo que efectivamente saben, de tal modo que nos acostumbramos a igualar vigilancia con seguridad, a reducir la resistencia a la recoleccin de datos e imgenes, a adoptar el principio de que el que nada tiene que esconder nada debe temer, como si nuestra nica finalidad fuera convertirnos en el producto de nuestra propia informacin.[footnoteRef:11] [8: HEIDEGGER, Martin, La pregunta por la tcnica. en Conferencias y artculos, tr. de Eustaquio Barjau, Del serbal, Barcelona 1994.] [9: HORKHEIMER, Max; ADORNO, Theodor W., Dialctica de la Ilustracin. Fragmentos filosficos, Trotta, Madrid, 19983.] [10: Ver a este respecto tambin: JONAS, Hans, El Principio de Responsabilidad: ensayo de una tica para la civilizacin tecnolgica, Herder, Barcelona, 1995.] [11: HAN, Byung-Chul, En el enjambre. Herder, Barcelona, 2014.]

Otro ejemplo, es el de que en una era digital la estadstica es el nombre del juego, ya que tiene la plasticidad adecuada y la simplicidad requerida para ser integrada a algoritmos perfeccionados a voluntad y trabajados en tiempo real. Con el Big data no hay que pensar en causalidades y mucho menos en relaciones ms complejas de sentido sino confiar tan solo en la capacidad predictora del algoritmo basado en datos. La estadstica tiene una ventaja adicional y es que produce sus propios indicadores (i.e., asesinatos por 100.000 habitantes) de tal modo que las tareas vienen ya incluidas en el paquete de datos que se decide adoptar. Las estadsticas y su recoleccin tienen la limpieza, la circulacin, la asepsia, duplican el ambiente mismo de la ciudad ideal, con el fin de no tener que entrar en dilogos entre mundos diversos, para no tener que establecer diferencias y distancias que nos involucran y nos cuestionan a nosotros mismos, liberndonos de la necesidad de responder preguntas que nos incomodan o nos avergenzan. El indicador focaliza la accin precisamente en aquello que es medible, numrico y uniforme, dejando de lado todo aquello que, o bien no se puede medir, o requiere de una profundizacin mayor: incentivos, significados, proyecciones individuales o colectivas, rituales, hbitos, subculturas, etc. El indicador es reductor en un segundo sentido: al enfocar la mira de la accin genera su propia distorsin. Perseguir un indicador es abstraerse del contexto y de otros parmetros que rodean al indicador, desde los incentivos macabros, ya lo hemos visto con los falsos positivos y su origen en el body count de la guerra de Vietnam, hasta la falta de atencin a otros problemas preexistentes o que surgen por el enfoque exclusivo en solo un grupo de indicadores. Al ser abstracto, el indicador y su avance ocultan problemas de discriminacin, exclusin, injusticia. El uso de indicadores tiende a producir resultados enfocndose en aquellas personas con menor influencia en la sociedad, (en el caso de la violencia y el crimen)[footnoteRef:12], mientras que otros pasan desapercibidos. [12: Ver el caso de la poltica de la polica de Nueva York y otras ciudades estadounidenses del stop and frisk que se dirige de un modo desproporcionado hacia las poblaciones afroamericanas e hispanas. ]

Es claro que el indicador es una herramienta til (pero por lo visto arriba, mucho ms que una herramienta) siempre y cuando se haga un esfuerzo por pensar en las consecuencias de cada accin que se desprenda de su uso: qu incentivos peligrosos o benficos se crean, cules sern las acciones reales que emprendern los encargados (profesores, mdicos, policas, funcionarios, etc.) de llevar a la prctica el cumplimiento de objetivos. De todos modos, las prioridades que se le dan a un indicador sobre otro, - es decir, si se privilegia el asesinato sobre el robo, o la mortalidad materna sobre la infantil, etc. - debe ser objeto de debate pblico, no elimina la necesidad de la poltica sino que simplemente transfiere el debate a otros escenarios.La disponibilidad amplia de las TIC es en s misma fuente de ambigedad y crea los problemas de priorizacin que acabamos de mencionar. Cmo y cundo responder a denuncias? Cules deben ser prioritarias? Quin tiene la voz suficiente para dejarse or? Eso en cuanto a la pretensin de usos supuestamente correctos, pero la misma tecnologa est al alcance de los criminales que pueden usar herramientas parecidas para predecir por ejemplo, el comportamiento de la polica, los lugares de disturbios y/o manifestaciones que pueden aprovechar, etc. La presencia de crmenes y criminales es adaptativa y no garantiza que las estrategias policivas sean adecuadas para prevenir estos crmenes ms all de un corto plazo.[footnoteRef:13] Por otro lado, adems de las preocupaciones por la privacidad est tambin el riesgo de intromisin tcnico en las libertades individuales (algo examinado al modo de Hollywood en la pelcula Minority Repport). [13: THE ECONOMIST, Dont even think about it. It is getting easier to foresee wrongdoing and spot likely wrongdoers, Jul 20th 2013.]

Seguridad: gnero, discapacidadLa seguridad no es un concepto unvoco y uniforme. Existen diferentes necesidades para diferentes grupos. En este contexto es quizs hora de decir que seguridad no tiene por qu ser un concepto meramente restrictivo, emparentado con proteccin, sino tambin de liberacin. No es solo proteccin de, sino liberacin para. As, la seguridad no puede medirse con indicadores de aumento o disminucin de ataques, robos, asesinatos, etc., sino que tambin debe involucrar posibilidad de movilidad y de actividad. No es lo mismo la seguridad de un hombre caminando por las calles en la noche, que el de una mujer. En este ejemplo, intervienen no solo nociones de seguridad o vigilancia sino tambin de hbitos (machistas, de dominacin de los ms dbiles fsicamente), actitudes culturales (i.e. una mujer sola en la noche es una invitacin al sexo), frustraciones individuales, y por lo tanto la disminucin de indicadores de violencia contra la mujer puede ser pasajera si no se convierte en una intervencin a largo plazo, difcil y lenta de cambio de actitudes fundamentales. Lo mismo puede decirse para otros grupos: nios, ancianos, discapacitados. Cada uno tiene diferentes mapas de la ciudad, cada uno enfatiza diversos aspectos de ella que lo afectan de un modo ms inmediato y constante. Lo importante no es solo prevenir ataques, porque de ello resulta que el remedio para toda inseguridad es la paranoia, es decir la desconfianza frente al otro, y el refugio en el crculo de lo mismo, sino poder habitar la ciudad de acuerdo a mis posibilidades. Si no dejo a los nios nunca solos, si no salgo de noche, si no me aventuro por zonas no familiares, si no dejo mi carro afuera, si no camino o me movilizo en bicicleta, entonces no me expongo a ataques imprevistos, a accidentes. S, pero con ello pierdo libertad, capacidad para hacer cosas, con ello fomento la exclusin y la desigualdad, con ello me convierto en un habitante zombie de la ciudad: estoy pero no estoy, planeo sobre ella, pero no la habito. Por otro lado dejo el control de la ciudad a los ms fuertes o a los que en su exclusin se han convertido en indiferentes, aquellos que se abrogan el derecho a poseer la ciudad en una microfsica del poder: el bus que atropella a la camioneta, la camioneta al carro familiar, el carro familiar a la motocicleta, la motocicleta a la bicicleta, la bicicleta al peatn. La solucin simplista y desafortunadamente la ms comn es hacer recaer la responsabilidad en el (la) ms dbil: si tiene miedo de que la ataquen en la calle de noche, no salga sola, no se vista de una forma o de otra, no se exponga. Lo mismo para el caso del peatn, o el ciclista: la prudencia corre por cuenta de ellos, no debe hacerse valer sus derechos pues en caso de accidente puede pagar con su vida mientras que un automvil o una camioneta, bus o camin solo sufrirn daos menores. Otro tanto con las vctimas de los atropellos del poder de la polica o de otros funcionarios: si lo golpean es por algo, si lo arrestan es porque algo habr hecho, etc. La seguridad debe comenzar por ser la seguridad del dbil, porque la seguridad es un concepto que va ms all del crimen, de la posibilidad de cometerlo o sufrirlo, la seguridad va emparentada (aunque no es lo mismo) con la confianza del espacio citadino, del otro ciudadano: una ciudad segura es aquella donde el dbil no tiene miedo, donde la debilidad misma desaparece y se hace indistinguible de la fortaleza. Seguridad, control, demonizacin: lmitesLa bsqueda de la utpica tripleta circulacin, limpieza y seguridad no debe hacernos olvidar que al concepto de orden le hace falta una finalidad. El orden administrado[footnoteRef:14], es el orden tecnificado del ideal moderno, la isla de Robinson Crusoe perfectamente dividida y segmentada para servir a su soberano absoluto, en este caso annimo: ya nos hemos curado de conspiraciones como para creer en un Gran Hermano. El reto de la ciudad es ser segura sin perder su vitalidad, sin dejar de ser el lugar de aspiraciones de libertad individual y colectiva. Para ello nos sirve el concepto ampliado de seguridad no como limitacin sino como expansin de posibilidades, pues la seguridad no es nunca un fin sino un medio. Solo as evitamos el encasillamiento de los espacios y las personas (inseguras, peligrosas, zonas a las que no se debe/no se puede ir, personas a las que hay que evitar/excluir, etc.), evitamos normalizar y homogeneizar los comportamientos y codificar los lugares pblicos. La vigilancia, la denuncia y el control no pueden convertirse en un fin en s mismos o como justificacin de una tranquilidad y un no ocurrir nada que maten de raz las posibilidades nicas que ofrece la ciudad como un espacio diferente a todos los que han existido en culturas y pocas anteriores. [14: GADAMER, Hans-Georg, Sobre la planeacin del futuro en Verdad y Mtodo II, Sgueme, Salamanca, 1998, pp. 153-171.]

En la poca del capital en el siglo XXI, todo lo que no concuerda con el esquema rgido de un orden y una previsin termina siendo demonizado por una razn econmica que absorbe todas las dems. Por lo mismo, todo aquello que se sale del orden es percibido como indeseable y algo que debe ser erradicado. La misma inseguridad crea la desconfianza que permite demonizar zonas de la ciudad o comportamientos no adscritos a una determinada lgica. En estos das est en las noticias el caso de un incidente policial en un suburbio de Detroit, donde una llamada de una vecina que denuncia la presencia indeseable de un grupo de jvenes negros en una piscina pblica motiva la intervencin salvaje de un polica que lanza al piso y luego pone su rodilla en la espalda de una nia de no ms de quince aos en vestido de bao mientras amenaza con una pistola a otros adolescentes. En un clima de desconfianza estos episodios estarn prontos a repetirse y el resultado de las polticas de seguridad no puede ser una simple uniformizacin y demonizacin de lo diferente o lo que no gusta. El ejercicio poltico es uno de equilibrio y no de control[footnoteRef:15], pues el control, que en primera instancia se plantea como universal termina siempre siendo un vehculo de relaciones de dominacin que buscan mantener un status quo que sirve a grupos interesados (sean criminales o no). [15: Cf. GADAMER, Hans-Georg: Sobre la planeacin del futuro en Verdad y Mtodo II, op. cit.]

Cultura ciudadana: mundos intersectadosEn primer lugar, no existe una cultura ciudadana; habra que decir: culturas ciudadanas en plural. Las culturas ciudadanas son mundos que se intersectan y que comparten un espacio comn. All donde la mirada teorizada de la ciencia y la tecnologa ve un solo espacio traducible a googlemaps o a lo que sea, en realidad se vive una multiplicidad de sentidos de proyeccin intersectndose y retornndose sobre s mismos. Las culturas no estn simplemente en el espacio, sino que lo conforman y esa conformacin es mltiple y compleja. Los mundos se superponen entre s y all donde para unos hay una frontera, para otros hay una simple calle, all donde vemos con nuestros ojos espaciales un parque otros vern mltiples posibilidades de accin, desde las actividades ilegales, hasta las deportivas, sexuales, recreativas, desde la niez hasta la vejes, cada uno con sus propias razones y sentidos para estar all. La multiplicidad de significados de los espacios, hace que en la ciudad se hablen numerosas lenguas, con sus sintaxis propias, con sus modos de armar proposiciones con sentido; que cada mapa sea una construccin colectiva que se despliega en infinidad de formas, de lneas de oscuridad, sombras y claridad, que la ciudad no sea sino la conjuncin de las infinitas perspectivas de sus ciudadanos. Esos mapas atravesados por los mltiples espacios y por la memoria en el tiempo son los tesoros que conforman el alma de las ciudades, son pequeas colecciones de puntos que van rescatando para el significado vital cada uno de los rincones del entorno urbano. La ciudad no es, sin embargo, una coleccin dispar de puntos de vista aislados, sino dialogante, entremezclada y plural. Cuando las narrativas empiezan a ser impuestas desde un solo lugar de poder, cuando se busca un proceso simple de homogeneizacin, caemos en la banalizacin del mensaje nico, en el ridculo de la cultura ciudadana en singular, de los eslganes que pretenden captar en cinco palabras la esencia (inexistente, pero no por nebulosa sino por ser inmensamente concreta) de la ciudad.

BibliografaBAUDELAIRE, Charles, El pintor de la vida moderna, Cajamurcia, Murcia, 1995.CORBIN, Alain, El perfume o el miasma: el olfato y lo imaginario social, siglos XVIII y XIX, Critica Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1982.FOUCAULT, Michel, Vigilar y castigar nacimiento de la prisin, Siglo Veintiuno, Madrid, 2009.GADAMER, Hans-Georg, Sobre la planeacin del futuro en Verdad y Mtodo II, Sgueme, Salamanca, 1998, pp. 153-171.HAN, Byung-Chul, En el enjambre. Herder, Barcelona, 2014.HEIDEGGER, Martin, La pregunta por la tcnica. en Conferencias y artculos, tr. de Eustaquio Barjau, Del serbal, Barcelona 1994.HORKHEIMER, Max; ADORNO, Theodor W., Dialctica de la Ilustracin. Fragmentos filosficos, Trotta, Madrid, 19983.ILLICH, Ivan, H2O and the waters of forgetfulness, Marion Boyars, Londres, Nueva York, 1986.JONAS, Hans, El Principio de Responsabilidad: ensayo de una tica para la civilizacin tecnolgica, Herder, Barcelona, 1995.KELLING, George L., WILSON, James Q., Broken Windows. The police and neighborhood safety, en The Atlantic, marzo de 1982. SENNET, Richard, Carne y Piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilizacin occidental, Alianza Editorial, Madrid, 1997.SIMMEL, Georg, Las grandes urbes y la vida del espritu en El individuo y la libertad: ensayos de crtica de la cultura, ed. Pennsula, Madrid, 1986. Pp. 249-261.THE ECONOMIST, Dont even think about it. It is getting easier to foresee wrongdoing and spot likely wrongdoers, Jul 20th 2013.

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