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Introduccin

Por qu este libro?

Hace unos meses, durante mi fiesta de cincuenta aos, una colega periodista extranjera me pregunt sobre el libro que estaba escri-biendo. Es acerca de andropausia y menopausia, dije con una son-risa. Su gesto, que era de fascinacin y curiosidad como esperando una revelacin sobre mafias de algn tipo, se frunci a la vez que su cabeza se mova dando un no sorprendido. La decepcin pare-ca mayscula y no era la nica pasmada por el tema que haba elegido para mi libro de este ao. Pero una vez que comenc a soltar pequeos adelantos del contenido, sus ojos se abrieron con azoro. Cmo? Eso sucede? A nosotras, a mi pareja? S, dije tran-quilamente, hablar acerca de todo lo que la cultura y la industria mdica han deformado u ocultado sobre los cambios que pasamos las personas en la edad madura; bueno, desde los cuarenta aos en adelante, aclar. Digamos que es un libro sobre aquello que no se dice de nuestra salud sexual y reproductiva, sobre la medicina y la salud emocional. Y como lo mo es preguntar, continu dicindole, siempre preguntarme por qu no tenemos informacin para reve-lar y desmitificar lo que sucede a nuestro alrededor, comenc una investigacin a fondo.

En este caso, el tema de mi investigacin es la llegada de las cri-sis de la edad madura, sus implicaciones emocionales en el amor y la pasin, las fisiolgicas, sociales, sexuales, y cmo esta transicin

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se puede convertir en puerta abierta a enfermedades prevenibles. Tambin son parte del tema los mitos, las mentiras y las tonteras que repetimos sistemticamente respecto a lo que nos sucede y le sucede a la gente de nuestro entorno cuando llegan los cambios fisiolgicos, esos que la industria mdica y farmacutica aprovecha para exprimirnos como naranjas dulces. Esos cambios que suben la curva de divorcios, la venta de antidepresivos, de Viagra, de ansio-lticos; que aumentan los despidos y hasta los suicidios.

Pero no nos adelantemos.Todo comenz una tarde durante una comida con mi banda de

amigos varones: seis hombres de entre cincuenta y sesenta aos. All los tena frente a m, hablando de sus dolencias, uno con la presin alta que lo llev sorpresivamente a la sala de urgencias, otro haciendo las paces con una libido ms muerta que el fiambre que comamos. Yo preguntaba. Ellos, necesitados de hablar, res-pondan al detalle. Estaban aprendiendo a burlarse de su repentina calvicie, de sus nuevas inseguridades. Luego comenzaron a rece-tarse los medicamentos para el insomnio y para la disfuncin erc-til, haciendo un estudio emprico comparativo entre unos y otros, mientras ya en voz baja el mayor me confesaba sus problemas de prostatitis y otro se paraba al bao anunciando, cada vez, que era un asunto de la edad para el cual no hay remedio. Todos daban buena cara al mal tiempo que llevan por dentro; cada uno a su manera enfrentando la crisis de la edad y resistindose a golpede tequilas y gisquis a admitir siquiera la existencia de esa crisis de salud emocional y sexual. La culpable, decan, es la edad; yo disent, pero ellos ya haban sido convencidos por sus mdicos.

Cuando regres a casa ese da escrib un par de cuartillas sobre lo que mis amigos haban revelado. Debe de existir un libro para regalarles, pens. Y comenc a buscarlo, sin xito.

Tiempo despus, en Cartagena, Colombia, departa con un gru-po de amigas escritoras de cuarenta y cinco a cincuenta y cinco

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aos. Entre mojitos y rondas de baile tropical nos comunicbamos recetas naturistas para los bochornos y para el insomnio, y una veintena de recin descubiertos sntomas de la menopausia. Mar-garita, una colombiana, nos propuso que escribiramos un libro colectivo con nuestras variopintas experiencias menopusicas para mostrar la complejidad de estas vivencias. El proyecto nunca se lle-v a cabo, pero me segu preguntando por qu, si a todo el mundo le afecta, sabemos tan poco o entendemos tan mal todo eso que sucede alrededor de la menopausia y la andropausia.

No me era un tema ajeno. A los cuarenta y siete aos mi gi-necloga decidi que deba operarme el tero, ya que habamos buscado infructuosamente tratamientos para unas tumoraciones. Entr al quirfano con tero y ovarios, y sal sin ellos. Los ovarios tuvieron que ser extirpados, dijo la mdica, porque estaban daa-dos. Mi preocupacin no radicaba solamente en haber despertado sin tres valiosos rganos, sino en la subrepticia menopausia que lleg con la ciruga. Ya mi madre, psicloga experta en sexualidad, me haba explicado varios aspectos de la menopausia, pero en ese entonces yo era adolescente y no le di mucha importancia. Aos despus fui editora de una revista feminista y escrib varios textos sobre la menopausia y los prejuicios que la acompaan, pero lo mo era pura teora, nada de experiencia.

Recib un tratamiento, del cual hablo en este libro, pero tam-bin un alud de comentarios de otras mujeres que haban pasado por la misma ciruga. Qued horrorizada, las historias eran de mie-do, as que me puse a estudiar hasta que logr encontrar una estra-tegia adecuada para pasarla estupendamente sin arriesgar mi salud.

Una tarde, mientras esperaba para cortarme el cabello, le en una de esas revistas de moda para hombres un artculo lleno de datos cientficamente comprobados sobre la andropausia. Llegu a casa y comenc a plantearme las primeras preguntas: de dnde salen estas tonteras repetidas hasta el hartazgo por los medios de comu-

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nicacin? Qu hace el mundo de la medicina para mejorar la vida de las personas que estn viviendo estas transformaciones? Y las farmacuticas, y la psicologa? Hice las preguntas que una buena reportera debe hacer, y esa misma noche haba desarrollado un cuestionario para hombres y otro para mujeres. Debo entrevistar al menos a dos centenares de mujeres y hombres, pens. Resolv aplicar las entrevistas a personas de los pases que ms frecuento por mi trabajo: Mxico, Espaa, Estados Unidos e Inglaterra. De esa forma, tambin podra indagar si hay sesgos culturales que nos diferencien. Deba entrevistar a mdicos convencionales y buscar a quienes estn criticando la medicina convencional que se practica mayoritariamente hoy en da. Tambin, buscar a gente experta en herbolaria que est en contra del uso irrestricto de la medicina convencional y de los seudomedicamentos milagrosos. Tena la se-milla de un libro entre mis manos.

Me pareca un poco extrao que despus de diez aos de pu-blicar investigaciones sobre mafias de pederastas, tratantes de per-sonas y polticos corruptos escribiera un libro como ste. Sera un descanso de mis antiguos temas?, me pregunt. Record que inici mi carrera como periodista hace ms de veinte aos abordando todos los asuntos que me pareca que tenan poca cobertura. En los aos noventa escrib sobre la violencia contra las mujeres y el vih/sida; en el 2000, sobre la ciberpornografa y la trata de mujeres. Tena muy presente que todas las personas sostenemos relaciones afectivas con nios y nias, con mujeres, y que a la mayora nos preocupa su bienestar. Ahora, pens, me toca investigar y escribir sobre el bienestar de hombres y mujeres de edad madura. Tene-mos que entender cmo la voracidad mercantilista de la industria farmacutica y mdica, en complicidad con cientficos poco ticos, se ha impuesto a las necesidades de salud de la sociedad entera, y nos ha fallado a las ciudadanas y los ciudadanos de a pie. Tam-bin debemos replantearnos la forma en que los gobiernos valoran

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nuestra salud y los mdicos se aprovechan de nuestra ignorancia. Decid retomar la dinmica de mi libro Con mi hij@ no. Manual para prevenir, atender y sanar el abuso sexual infantil. S, imagin una especie de manual para entender por qu hombres y mujeres de ms de cuarenta aos pasan por crisis que pueden evitarse. Acto seguido, escrib una sinopsis y un ndice, y me puse a trabajar.

Las primeras entrevistas fueron geniales. Conforme avanzaba, tanto hombres como mujeres se hacan partcipes entusiastas de este libro. Cmo no se me ocurri a m?, pregunt un colega pe-riodista que se dedica a la divulgacin cientfica. El cuestionario le pareci muy bueno, y eso me dio mayor impulso. El libro cobr vida propia incluso antes de salir a imprenta. La gente inicialmente entrevistada comenz a enviarme correos, donde me decan que luego de nuestro encuentro haban hablado con amigas o amigos que tenan tal o cual problema y que queran comentarlo conmigo. Las y los mdicos entrevistados admitieron que era un gran reto responder a todas mis preguntas; sin embargo, lo hicieron con gus-to, paciencia y profesionalismo.

Mi editor del Reino Unido, otro sorprendido por el tema que haba elegido, quiso responder el cuestionario despus de que en una charla en un pub de Londres le hice algunas preguntas provo-cadoras sobre la andropausia. Entonces me recomend a Ben Gol-dacre, el gran mdico y periodista britnico al que las farmacu-ticas odian por sus magnficas investigaciones-libros Bad Science y Bad Pharma (Mala ciencia y Mala farmacutica), donde desen-traa con gran rigor cmo las lites de la medicina y sus empresas nos utilizan como conejillos de Indias y violan nuestros derechos como usuarias/os de los servicios de salud. Esto era lo que me fal-taba pens, un verdadero experto crtico que nos explique a las y los comunes mortales por qu hemos aprendido a mirarnos como autos que se descomponen, se enferman y deben ir a que se les revisen piezas diversas, como si furamos mquinas y no

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organismos vivos, seres nicos, diferentes y capaces de sanar desde una perspectiva integral. Necesitaba entender la corrupcin de las farmacuticas y su colusin en la publicacin de estudios manipu-lados sobre disfuncin erctil y menopausia, para explicar por qu tanta gente que busca ayuda mdica empeora en lugar de mejorar.

Me pregunt por qu, a pesar de que vivimos ms y mejor que hace cien aos, tantos mdicos siguen reproduciendo el discurso que niega la andropausia, dejando sufrir a millones de hombres, y experimentando con las mujeres menopusicas como si estuvieran enfermas y mal de la cabeza.

Entonces busqu a quienes estn practicando la medicina que s me interesa, la que no ve la menopausia y la andropausia como enfermedades ni como sndromes, sino como parte integral de una transformacin marcada por el paso de los aos; personas expertas en terapias de remplazo hormonal, nutricin, psicoterapia huma-nista, sexologa, androloga. Y las encontr. Aqu estn todas esas his-torias, las explicaciones cientficas, las revelaciones de los engaos pero, sobre todo, aqu estn las opciones que pueden funcionar.

Espero que este libro sea para usted lo que ha sido para m: una especie de tertulia entre profesionales progresistas y hombres y mujeres muy diversos, cuyas ancdotas, experiencias y conoci-miento se entretejen para esclarecer el panorama, para darnos ms y mejores opciones de vida y salud. Tambin, para recordarnos que hay una mejor manera de llegar a la edad madura, que podemos y debemos trabajar a favor de mejores polticas de salud pblica para toda la gente.

Casi todo lo que les interesa a hombres y mujeres est en este li-bro: los cambios hormonales, la transformacin emocional y la del cuerpo, la diversidad de visiones y reacciones, los tabes sobre la edad madura, los miedos ocultos que no se hablan, las mentiras de los mdicos, las trampas de la industria mdica y cosmtica, y los casos reales que demuestran cmo podemos vivir mejor mientras

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ms tiempo vivimos. Tambin documento las nuevas perspectivas cientficas y las buenas prcticas mdicas que nos ayudan a enten-der lo que necesitamos.

El amor es un eje en la vida humana; desde que nacemos has-ta que morimos, nuestras vidas son significativas en la medida en que damos y recibimos afecto. Justo en la edad madura la mayora de las personas nos replanteamos las formas de amar, de convivir y de compartir el deseo; de ah que en este libro exploremos la historia del amor romntico y los nuevos planteamientos sobre las relaciones amorosas y erticas, desde las parejas que viven en casas separadas hasta las amistades con beneficios sexuales. Nada qued fuera; viajamos por la construccin cultural del concepto de la salud y sus consecuencias dependiendo del sexo; pasamos por la salud psicosexual y el erotismo, las hormonas y sus efectos, la corrupcin en la industria farmacutica, hasta las locuras de la depilacin total, las cirugas plsticas ms increbles y los nuevos tratamientos para mantener la juventud. En este siglo, en que el promedio de vida ser de cien aos, tener cincuenta es, segn las y los expertos, como haber llegado a treinta en el siglo pasado. Ser cierto que nuestros organismos son distintos a los de nuestros an-tepasados? Veremos.

Espero que este libro le haga pensar, sorprenderse, rer, com-prender. Sobre todo, que le ayude a entender que lo que haba sentido y pensado en la soledad de su andropausia o menopausia no solamente tiene razn de ser, sino que adems le puede ensear a convivir y a escuchar a su cuerpo para llevar una vida ms ple-na, sana y feliz. Todas las personas que entrevist me aseguraron queaguardaran la publicacin del libro con entusiasmo, y espe-roque usted que lo tiene en sus manos lo encuentre til tambin.

Nota: he de advertir que ni ahora ni nunca he recibido recursos de ningn tipo de farmacuticas, universidades, centros de inves-

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tigacin o mdicos particulares. Que en este libro no se promueve absolutamente ningn medicamento ni producto o procedimien-to. En los casos en que he tenido que mencionar los nombres y marcas de ciertos medicamentos o productos, ha sido de forma transparente, para advertir a mis lectores de los posibles riesgos o de los probados fraudes cometidos contra quienes los consu-men. Adems, los nombres de las personas entrevistadas han sido cambiados a peticin suya, salvo los de aquellas que solicitaron de manera explcita que se mantuvieran.

Lydia CaCho

Cancn, Mxico, 2014

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La medicina, esa extraa brujera masculina

Cada generacin humana lleva en s todas las anteriores y es como un escorzo de la historia universal []. Esto nos lleva a percatarnos de que el pasado no se ha ido sin ms ni ms, de que no estamos en el aire sino sobre sus hombros, de que estamos en el pasado, es un pasado determinadsimo que ha sido la trayectoria humana hasta hoy.

Jos Ortega y Gasset, En torno a Galileo, iv

Cada vez que vamos a una visita mdica nos enfrentamos a una persona especializada en medicina que lleva sobre sus hombros y en su memoria el conocimiento acumulado de la ciencia, que, como bien dice Ortega y Gasset, trae consigo cargas culturales y prcticas aejas que no necesariamente se reconocen como obso-letas, pero que sin embargo lo son.

Si tenemos suerte dejaremos nuestro bienestar en manos de al-guien que dedica su vida a la salud, a nuestra salud. Pero si no so-mos tan afortunados, como millones de personas, terminaremos en manos de alguien que estudi medicina hace tiempo y que difcil-mente se pone al da, alguien que se dedica a buscar la enfermedad, y no a conocer a su paciente para descubrir lo que su organismo est diciendo a partir de cmo la persona entiende y vive sus pade-cimientos. Alguien que vive de la enfermedad y no de la bsqueda

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sexo y Amor en tiempos de crisis

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de la salud; alguien que cree ponerse al da a travs de lo que las farmacuticas le venden como los ms recientes descubrimientos cientficos. Alguien que sigue creyendo en los reduccionistas mo-delos dicotmicos de lo masculino y lo femenino, en lugar de en la salud integral humana con sus diferencias y similitudes.

No importa si estamos en Mxico, Estados Unidos, Canad, Europa o Sudamrica, somos o podemos ser clientes ideales para experimentos cientficos sin saberlo, particularmente despus de los cuarenta y cinco aos, cuando entramos en la etapa de la edad madura, ese periodo en que se determina cmo pasaremos los si-guientes treinta o cuarenta aos de nuestras vidas. S, la etapa que comienza con la andropausia y la menopausia. La pregunta que de-bemos hacernos es si dejaremos nuestra salud en manos de quien no comprende la diversidad, de quien no sabe mirar la diferencia entre las personas, entre los hombres y las mujeres e incluso entre las culturas, de quien no sabe trabajar con personas, sino con en-fermedades. Puede ser de otra manera?, se preguntar usted. S, nuestra relacin con las transformaciones fisiolgicas puede, defi-nitivamente, ser distinta.

Usted, yo y todas las personas merecemos llegar a la vida adulta, y muchos aos despus a la tercera edad en un estado saludable. Envejeciendo, s, pero no sometidas a una decrepitud anticipada por los malos manejos mdicos, los engaos de los productos mila-gro o la intoxicacin de los malos medicamentos. Lo que es cierto es que dependiendo de cmo hombres y mujeres pasemos la tran-sicin de la andropausia y la menopausia, sabremos cmo llegare-mos al final de nuestros das.

La medicina tiene una deuda monumental con la sociedad, pues est preparada para prevenir y sanar y, sin embargo, se dedica la mayor parte del tiempo a curar o experimentar. Cmo entender la diferencia? Primero, tenemos que conocer la historia de la medi-cina. Y como ni usted ni yo tenemos tiempo que perder, hagamos

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La medIcIna, esa extraa brujera mascuLIna

un rpido pasello para ver cmo llegamos hasta aqu, para com-prender cmo est cambiando el camino hacia una vida saludable.

Si el secreto de nuestra salud est en la ciencia ms concre-tamente, en la biomedicina, tenemos que preguntarnos, entre otras cosas, por qu demonios la ciencia decidi llevar la gineco-loga slo hacia el control de la reproduccin, y cmo ha discrimi-nado a los hombres durante siglos ya que la androloga, el equi-valente de la ginecologa, es una especialidad apenas desde finales del siglo xx.

Desde los neandertales hasta su mdico de cabecera

En la Edad de Piedra, la medicina primitiva de los Homo neander-talensis se basaba en interpretar adecuadamente la enfermedad, comprendindola siempre como un fenmeno sobrenatural vincu-lado, de vez en cuando, a una mordida de rata gigante, una lanza desviada por la dura piel del mamut o la pedrada de un malhu-morado vecino de cueva. Sin embargo, ya se utilizaban la herbola-ria y los productos animales para suturar heridas, e incluso ciertas hierbas descubiertas siempre por las mujeres para desinfectar. En los inicios del arte de la sanacin, las curas siempre iban acom-paadas de rezos, cnticos y uno que otro hueso lanzado al aire para conocer la suerte de la persona enferma. Pero la actividad de curar no es una especialidad solamente humana. Varios primates utilizan plantas para quitarse los clicos y cubren las heridas de sus cras con ciertas arcillas de propiedades cicatrizantes.

En la historia de la humanidad hay una bsqueda constante de mtodos de sanacin; los vestigios seos de quienes vivieron 59 000 aos antes que Platn y Scrates demuestran la prctica de mto-dos curativos en huesos y dentaduras de mujeres y hombres de las cavernas.

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