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DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO C Lectura del libro de Isaías 6, 1-2a. 3-8 Aquí estoy, mándame Salmo responsorial Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 4-5. 7c-8 Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor. Lectura de la primera de san Pablo a Corintios 15, 1-11 Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 1-11 En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara, un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Remad mar adentro, y echada las redes para pescar.» Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.» Y es que el asombro- se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.» Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. Palabra del Señor. SíGUEME www.parroquiagenoves.org Publicación semanal de la Parroquia Ntra. Sra. de los Dolores de Genovés Curso 2012-2013 Nº 160 Semana del 4 al 10 de febrero UN DIOS LIBRE, UN HOMBRE LIBRE Un Dios libérrimo en la elección. Sólo un Dios libre puede apelar a la libertad del hombre. Sólo si Dios es libre, se puede hablar de elección, no de coacción. La Biblia entera habla la soberana libertad de Dios en todas las cosas y en toda situación. Los textos litúrgicos atestiguan la libertad divina en la elección de los hombres. Dios es libérrimo para elegir a la persona que quiera: A Isaías, nacido en Jerusalén de familia acomodada, posiblemente de estirpe sacerdotal; a Pedro, proveniente de Betsaida, pescador en el lago de Tiberíades; a Pablo, oriundo de Tarso de Cilicia, con título académico de rabino, por un tiempo perseguidor de la Iglesia de Cristo. Dios es libre para elegir en el modo y en el tiempo que desee: a Isaías durante una liturgia en el templo de Jerusalén; a Pedro, sobre una barca, después de una pesca milagrosa, signo de una presencia divina; a Pablo, en el camino hacia la ciudad de Damasco, con el corazón ardiendo de odio por los cristianos. Isaías, Pedro, Pablo, tres paradigmas de la libertad de Dios en la elección de los hombres para la gran tarea de colaborar con Él en la redención de la humanidad. Elección y experiencia de Dios. Dios ha querido unir la elección a una experiencia fuerte de Dios por parte del elegido. Las formas de llevarse a cabo tal experiencia difiere de unos a otros, pero la experiencia es común. Esto significa que sólo en esa experiencia profunda, según edad, circunstancia, educación y carácter, el hombre puede caer en la cuenta de la elección divina. En esta experiencia se percibe con una lucidez me- ridiana, por un lado, la distancia y trascendencia de Dios, y, por otro, la indignidad del hombre. Isaías, por un lado, entra en el misterio de Dios, Rey todopoderoso, por otro, se siente perdido para ver y hablar de parte de Dios (1 lec.). A Pedro, ante la grandiosidad de la pesca, sólo posible por el poder de Dios, no le cabe otra reacción sino exclamar: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador" (Ev.). La aparición de Jesús resucitado a Pablo le hace caer del caballo a tierra, quedar ciego, humillarse ante el poder de Dios, y finalmente recibir el bautismo de manos de Ananías. El Dios tres veces santo no puede irrumpir en la historia sin que el hombre sea desquiciado de sus seguridades humanas, y sea invitado a poner toda su confianza en el mismo Dios. La única respuesta. El hombre puede dar diversas respuestas, pero posible de Dios y del hombre sólo hay una: La humilde aceptación. Tene- mos también en los textos litúrgicos de hoy tres paradigmas diferentes de una única actitud: Isaías, a la pregunta de Dios: "¿A quién enviaré?", res- ponde: "Aquí estoy yo, envíame". Pedro, al escuchar a Jesús que le llama a ser "pescador de hombres", junto con sus compañeros de faena, reacciona generosamente: "Dejaron todo y lo siguieron". No menos generosa es la actitud de Pablo, después del costalazo en la tierra y de haber oído la voz de Jesús resucitado, él pregunta a su interlocutor: "¿Qué quieres que ha- ga?". Luego, en la primera carta a los corintios (2 lec.), al recordar esa vi- sión de Jesús, por un lado se considera el menor de los apóstoles e indigno de llevar ese nombre, pero, por otro, está convencido de que "he trabajado más que todos los demás; bueno, no yo, sino la gracia de Dios conmigo".

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DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO C Lectura del libro de Isaías 6, 1-2a. 3-8 Aquí estoy, mándame

Salmo responsorial Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 4-5. 7c-8 Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor. Lectura de la primera de san Pablo a Corintios 15, 1-11 Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído

Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 1-11 En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara, un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Remad mar adentro, y echada las redes para pescar.» Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.» Y es que el asombro- se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.» Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. Palabra del Señor.

SíGUEME w w w. p a r r o q u i a g e n o ve s . o r g

Publicación semanal de la Parroquia Ntra. Sra. de los Dolores de Genovés

Curso 2012-2013 Nº 160

Semana del 4 al 10 de febrero

UN DIOS LIBRE, UN HOMBRE LIBRE Un Dios libérrimo en la elección. Sólo un Dios libre puede apelar a la libertad del hombre. Sólo si

Dios es libre, se puede hablar de elección, no de coacción. La Biblia entera habla la soberana libertad de Dios en todas las cosas y en toda situación. Los textos litúrgicos atestiguan la libertad divina en la elección de los hombres. Dios es libérrimo para elegir a la persona que quiera: A Isaías, nacido en Jerusalén de familia acomodada, posiblemente de estirpe sacerdotal; a Pedro, proveniente de Betsaida, pescador en el lago de Tiberíades; a Pablo, oriundo de Tarso de Cilicia, con título académico de rabino, por un tiempo perseguidor de la Iglesia de Cristo. Dios es libre para elegir en el modo y en el tiempo que desee: a Isaías durante una liturgia en el templo de Jerusalén; a Pedro, sobre una barca, después de una pesca milagrosa, signo de una presencia divina; a Pablo, en el camino hacia la ciudad de Damasco, con el corazón ardiendo de odio por los cristianos. Isaías, Pedro, Pablo, tres paradigmas de la libertad de Dios en la elección de los hombres para la gran tarea de colaborar con Él en la redención de la humanidad. Elección y experiencia de Dios. Dios ha querido unir la elección a una experiencia fuerte de Dios por parte del elegido. Las formas de llevarse a cabo tal experiencia difiere de unos a otros, pero la experiencia es común. Esto significa que sólo en esa experiencia profunda, según edad, circunstancia, educación y carácter, el hombre puede caer en la cuenta de la elección divina. En esta experiencia se percibe con una lucidez me-ridiana, por un lado, la distancia y trascendencia de Dios, y, por otro, la indignidad del hombre. Isaías, por un lado, entra en el misterio de Dios, Rey todopoderoso, por otro, se siente perdido para ver y hablar de parte de Dios (1 lec.). A Pedro, ante la grandiosidad de la pesca, sólo posible por el poder de Dios, no le cabe otra reacción sino exclamar: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador" (Ev.). La aparición de Jesús resucitado a Pablo le hace caer del caballo a tierra, quedar ciego, humillarse ante el poder de Dios, y finalmente recibir el bautismo de manos de Ananías. El Dios tres veces santo no puede irrumpir en la historia sin que el hombre sea desquiciado de sus seguridades humanas, y sea invitado a poner toda su confianza en el mismo Dios. La única respuesta. El hombre puede dar diversas respuestas, pero

posible de Dios y del hombre sólo hay una: La humilde aceptación. Tene-mos también en los textos litúrgicos de hoy tres paradigmas diferentes de una única actitud: Isaías, a la pregunta de Dios: "¿A quién enviaré?", res-ponde: "Aquí estoy yo, envíame". Pedro, al escuchar a Jesús que le llama a ser "pescador de hombres", junto con sus compañeros de faena, reacciona generosamente: "Dejaron todo y lo siguieron". No menos generosa es la actitud de Pablo, después del costalazo en la tierra y de haber oído la voz de Jesús resucitado, él pregunta a su interlocutor: "¿Qué quieres que ha-ga?". Luego, en la primera carta a los corintios (2 lec.), al recordar esa vi-sión de Jesús, por un lado se considera el menor de los apóstoles e indigno de llevar ese nombre, pero, por otro, está convencido de que "he trabajado más que todos los demás; bueno, no yo, sino la gracia de Dios conmigo".

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Avisos Martes, 19:30 h. Grupo de Oración Miércoles, 19:30 h. Cat. Confirmación Domingo 18 h.: CONFIRMACIONES

Un Dios necesitado

de los hombres. En la historia de la salvación aparece cla-

ro que Dios ha querido salvar a los hom-

bres por medio de otros hombres. El único

Salvador es Dios, pero los hombres son sus

manos para distribuirla a todos los que la

pidan, son sus labios para predicarla en las

miles de lenguas de nuestro planeta , son

sus pies para llevarla a todos los rincones

de la tierra, sobre todo allí donde todavía

no la conocen, aunque la anhelen viva-

mente. ¡Es un gesto imponente de la con-

descendencia de Dios para con la huma-

nidad, de su infinito amor hasta rebajarse

a ser mendigo del hombre! Dios mendiga

de tí, sacerdote o laico, religioso o volun-

tario, tu ayuda. ¿Se la negarás? Mendiga

de tí, joven, tu juventud para ofrecer su

salvación a los jóvenes del mundo, y qui-

zás no sólo tu juventud, sino toda tu vida

para salvar al hombre, para liberarlo de sí

mismo, para ennoblecer su vida de hijo de

Dios. Mendiga de tí, adulto, tu madurez,

en el estado de vida en que te halles, pa-

ra que colabores con Él en la salvación de

ti mismo, en la salvación de quienes viven

en tu entorno familiar, profesional, social,

cultural. Mendiga de tí, jubilado, anciano,

tu tiempo, tu experiencia humana y espiri-

tual, tu sabiduría de la vida, para que la

transmitas a los demás, para que contribu-

yas a construir un mundo más humano y

más cristiano. ¿Escucharemos los hombres

el grito de Dios que pide nuestra ayuda?

Peregrinación extraordinaria

A LA CATEDRAL DE VALENCIA con ocasión del Año de la Fe

SÁBADO 9 DE FEBRERO Salida en autobús: 9:00 h. Llegada: 14:00 h. Inscripciones antes del miércoles 6. Precio: 3 €. El resto lo asume la Parroquia.

¿Qué es la Confirmación? (Youcat 203)

La Confirmación es el sa-cramento que completa el Bautis-mo y en el que recibimos el don del Espíritu Santo. Quien opta libremente por una vida como hijo de Dios y bajo el signo de la imposición de las manos y la un-ción con el crisma pide el Espíritu

de Dios, recibe la fuerza de ser testigo del amor y del poder de Dios con sus palabras y obras. Es entonces un miembro pleno y responsable de la Iglesia católica. Cuando un entrenador manda salir a la cancha a un jugador, le pone la mano en el hombro y le da sus últimas instrucciones para poder llegar a la canasta. Así se puede entender también la Confirmación. Entramos en el campo de la vida. Se nos imponen las manos. Por el Espíritu Santo sabemos lo que debemos hacer. Nos ha motivado profundamente. Su envío resuena en nuestros oídos. Sentimos su ayuda. No queremos decepcionar la confianza que ha puesto en nosotros y vamos a ganar

para él. Sólo tenemos que querer y escucharle.

“Amar a otra persona es contemplar la faz de Dios"

De la película Los Miserables (2012)

“El que no ama, no ha conocido a Dios”

1 Juan 4, 8