Sobre La Democracia Mediatica

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Culocracia Siempre que llego a ver de vez en cuando la televisión, sea pública o privada, termino irremediablemente topándome con un enorme culo. Y así, mientras el tiempo pasa la cosa no mejora, y es culo, tras culo, tras culo. Al final el hartazgo es insoportable, apago el aparato y ya mirando la nada me pregunto: ¿En verdad soportamos ver lo mismo por horas? José Pablo Feinmann, un interesante filósofo latinoamericano en su obra Filosofía Política del Poder Mediático (Argentina: 2013) desarrolla un término ingenioso para introducir al lector en las agresivas mecánicas de dominación ejecutadas bajo la cultura de los mass-media; la culocracia: "«Culo» sabemos de sobra qué significa. «Cracia» significa dominio o poder. El ejemplo clásico es «democracia». Que se construye con las formas griegas: demos —pueblo— y cracia —dominio o poder—. En rigor, la democracia es el dominio o poder del pueblo. La culocracia es el dominio o poder del culo." (462 p.) La culocracia nos ha llevado a pastar desde que yo tengo memoria. Y aunque la objetivazión del cuerpo es un asunto siempre manifiesto. Es sólo en la modernidad informática en la que si bien no es absoluta, sí es hegemónica. Mucho se ha hablado del cuerpo, no obstante casi nada ha sido resuelto. Siendo esto así, no nos vale de mucho abordar un tema tan inconmensurable en un espacio tan reducido como el de este texto. Abstengámonos entonces, al menos por esta ocasión. De igual manera, todas los posibles factores relacionados a la violencia, la explotación y demás conflictos de índole sexual hacia el género más afectado en este instrumento de dominio quedan excluídos. Nuevamente, no se está negando su existencia, de hecho se reconocen como urgentes y determinantes; simplemente es el enfoque de interés lo que los excluye de antemano.

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un artículo libre sobre la teoría mediática de censura.

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Culocracia

Siempre que llego a ver de vez en cuando la televisión, sea pública o privada, termino irremediablemente topándome con un enorme culo. Y así, mientras el tiempo pasa la cosa no mejora, y es culo, tras culo, tras culo. Al final el hartazgo es insoportable, apago el aparato y ya mirando la nada me pregunto: ¿En verdad soportamos ver lo mismo por horas?

José Pablo Feinmann, un interesante filósofo latinoamericano en su obra Filosofía Política del Poder Mediático (Argentina: 2013) desarrolla un término ingenioso para introducir al lector en las agresivas mecánicas de dominación ejecutadas bajo la cultura de los mass-media; la culocracia: "«Culo» sabemos de sobra qué significa. «Cracia» significa dominio o poder. El ejemplo clásico es «democracia». Que se construye con las formas griegas: demos —pueblo— y cracia —dominio o poder—. En rigor, la democracia es el dominio o poder del pueblo. La culocracia es el dominio o poder del culo." (462 p.)

La culocracia nos ha llevado a pastar desde que yo tengo memoria. Y aunque la objetivazión del cuerpo es un asunto siempre manifiesto. Es sólo en la modernidad informática en la que si bien no es absoluta, sí es hegemónica.

Mucho se ha hablado del cuerpo, no obstante casi nada ha sido resuelto. Siendo esto así, no nos vale de mucho abordar un tema tan inconmensurable en un espacio tan reducido como el de este texto. Abstengámonos entonces, al menos por esta ocasión.

De igual manera, todas los posibles factores relacionados a la violencia, la explotación y demás conflictos de índole sexual hacia el género más afectado en este instrumento de dominio quedan excluídos. Nuevamente, no se está negando su existencia, de hecho se reconocen como urgentes y determinantes; simplemente es el enfoque de interés lo que los excluye de antemano.

Aclarado todo, concentrémonos en el culo como elemento fundamental en la paulatina idiotización de las grandes poblaciones. Sería abdurdo negar un hecho tan evidente. Hay que aceptarlo, hoy el culo nos domina: hecho doloroso sin lugar a dudas.

¿En dónde quedaron los rostros? Esa pregunta me asalta cada vez que veo esos enormes depositos de silicón sangolotearse. Esos ojos, esas narices, esas cejas, esos semblantes, esas voces... esas palabras. Todos los hermosos sucesos del género femenino naufragando en la absurda sobrevaloración, ya ni siquiera estética, simple y llanamente sexual.

El sexo es una de las vías más placenteras. Y es claro que su busqueda es importante para nosotros. Schopenhauer ya lo reconocía en su binomio voluntad/representación del mundo3, y Sigmund Freud lo vino a consolidar en sus principios teóricos4. La sexualidad es el motor que

regula la mayor parte de nuestras vidas, el deseo natural de reproducirnos: continuar la especie.

Es lógico concluir con lo dicho anteriormente, que el culo fuese el primer gran recurso mediatico por el que optaran las grandes potencias politicas para promover la enajenación humana. Atendiendo a los principios básicos del instinto, caémos en un hedonismo en el que el placer físico gana un lugar capital en nuestras prioridades, anulando la racionalidad, y por ende, las diferentes posturas criticas a los hechos de nuestra realidad.

Desde la perspectiva evolutiva, tengamos en cuenta, como lo señalan algunos antropólogos que el culo fue la fuente prima de ostentación y apareamiento. Antes de ser bípedos, nuestros antepasados hominidos encontraban siempre disponibles a la vista las nalgas de sus compañeras. De hecho, fue hasta la llegada del hombre erecto que los senos femeninos crecen como sustituyentes visuales5.

Por otra parte. A pesar de todas las propiedades negativas que al culo se le puedan agregar (ya que el culo per se no es ni bueno ni malo), es un suceso estrictamente congruente con su tiempo. Somos una generación egocéntrica por defecto; venimos del las consecuencias internacionales del TLC1, de la sociedad hipocondríaca de sus propios males, de los conflictos en la conceptualización nuclear de la familia, y de la asfixiante dinámica de las intercomunicaciones. Como millennials2 nuestros objetivos en la vida son claros; el dinero, la belleza y la fama. Dicho de otra manera; la autonomía inmediata, la juventud eterna y el reconocimiento efímero.

Pero, si es algo inagotable, eficaz y universal ¿De que nos sirve seguir reflexionando sobre eso? ¿Qué utilidad tiene redactar infinidad de hojas (como las casi 1000 páginas de Feinmann) atendiendo el tema? Imposible averiguarlo, podría ser que de nada en términos generales, no obstante; funcional o producto del ocio humano, el cuestionar el mundo en que vivimos como individuos nos ayuda de alguna manera, no ser mejores personas, no a cambiar las reglas, no ha encontrar la esencia última de las cosas, ni siquiera a ser más feliz, simplemente ayuda de formas demasiado indeterminadas. Atendámos con más frecuencia al culo, intentémos conocer y reconocerlo; mujeres y hombres, dejémos únicamente de verlo y comenzemos a observarlo.

En cuanto a mí, seguiré sorprendiéndome al observar semblantes tan refinados como los de Natalie Portman o voces tan cálidas como la de Zooey Deschannel. E intentaré reír al ver a Nicki Minaj antes de desconcertarme, la próxima vez.

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