SOHRAVARDÎ

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SOHRAVARDÎ Escribió tanto en árabe como en persa, e intentó reivindicar la sabiduría de la antigua Persia, sobretodo con la restauración del zoroastrismo. Su filosofía se considerada filosofía de la luz. La luz llega a ser considerada como sinónimo del ser, pues la luz es aquello por lo que se ve el ser. Defiende que existe un ser de seres o luz de luces, distinto de los entes concretos a los que él alumbrándolos les otorga el ser. Concepto fundamental en su filosofía es el de Ishraq, o esplendor, como la sabiduría surgida de la iluminación. El Ishraq debe iluminar el conocimiento del ser humano, tanto en el ámbito sensible como en el inteligible. A su vez, el Ishraq se manifiesta de tres formas fundamentales: como dominio, como abundancia, y como amor. Teniendo en cuenta, que el segundo de ellos (la abundancia) surge de la síntesis de los otros dos (dominio y amor). Ahora bien, la luz es independiente del acto humano de conocimiento, puesto que procede de una fuente original distinta de la humana. El ser humano sólo persigue su reflejo, pero éste es fundamental para su existencia. Con él domina la naturaleza inspirado por el amor, y esto da origen a la abundancia. Si el Ishraq se debilita, surgen sentimientos como la nostalgia, que ansía recuperar la luz perdida. El Ishraq permite que el ser humano inicie el proceso de búsqueda de los orígenes. Utilizando la analogía geográfica, Sohravardi defiende que esa búsqueda debe iniciarse desde oriente, justo donde la luz nace. De la luz de luces, procede el primer ser de luz, esto es, el primer arcángel (el zoroastriano Bahman). La relación entre la luz de luces y el primer arcángel es una relación de amor que se repetirá en todos los grados del ser. Una triple jerarquía ordena el mundo de las luces puras, que van formando una jerarquía descendente u orden longitudinal de los arcángeles, también llamados “luces soberanas” o “mundo de las madres”. Este orden longitudinal produce otro orden de arcángeles denominado orden latitudinal: son los “arcángeles arquetipos” o “señores de

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Escribió tanto en árabe como en persa, e intentó reivindicar la sabiduría de la antigua Persia, sobretodo con la restauración del zoroastrismo. Su filosofía se considerada filosofía de la luz. La luz llega a ser considerada como sinónimo del ser, pues la luz es aquello por lo que se ve el ser.

Defiende que existe un ser de seres o luz de luces, distinto de los entes concretos a los que él alumbrándolos les otorga el ser.

Concepto fundamental en su filosofía es el de Ishraq, o esplendor, como la sabiduría surgida de la iluminación. El Ishraq debe iluminar el conocimiento del ser humano, tanto en el ámbito sensible como en el inteligible.

A su vez, el Ishraq se manifiesta de tres formas fundamentales: como dominio, como abundancia, y como amor. Teniendo en cuenta, que el segundo de ellos (la abundancia) surge de la síntesis de los otros dos (dominio y amor).

Ahora bien, la luz es independiente del acto humano de conocimiento, puesto que procede de una fuente original distinta de la humana. El ser humano sólo persigue su reflejo, pero éste es fundamental para su existencia. Con él domina la naturaleza inspirado por el amor, y esto da origen a la abundancia. Si el Ishraq se debilita, surgen sentimientos como la nostalgia, que ansía recuperar la luz perdida.

El Ishraq permite que el ser humano inicie el proceso de búsqueda de los orígenes. Utilizando la analogía geográfica, Sohravardi defiende que esa búsqueda debe iniciarse desde oriente, justo donde la luz nace.

De la luz de luces, procede el primer ser de luz, esto es, el primer arcángel (el zoroastriano Bahman). La relación entre la luz de luces y el primer arcángel es una relación de amor que se repetirá en todos los grados del ser.

Una triple jerarquía ordena el mundo de las luces puras, que van formando una jerarquía descendente u orden longitudinal de los arcángeles, también llamados “luces soberanas” o “mundo de las madres”. Este orden longitudinal produce otro orden de arcángeles denominado orden latitudinal: son los “arcángeles arquetipos” o “señores de las especies”, en parte son los arquetipos platónicos pero no como ideas universales sino como manifestaciones de la luz (el ángel de la humanidad, el espíritu santo, el arcángel Gabriel). Del orden longitudinal surgen también el cielo de los astros fijos, y una materia celeste muy sutil que ordena este cielo. Finalmente surge un último orden de arcángeles por cuya mediación los arcángeles arquetipos gobiernan las especies superiores: son los ángeles-alma.

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La materia es identificada como Barzakh, o tiniebla pura. Es en relación a la luz negatividad pura. Por lo tanto, toda existencia en el Barzakh mismo, sino de la iluminación de un ángel. Ahora bien, Sohravardi niega la teoría hilemórfica de Aristóteles, pues en ningún caso la luz se mezcla con el Barzakh (la forma con la materia). Así pues, la concepción del mundo de Sohravardi es esencialista y en parte maniquea, porque la luz como esencia es suficiente, pues el barzakh no le añade nada, y porque la luz es siempre lo positivo y el barzakh lo negativo.

El universo se ordena en cuatro niveles: 1, el mundo de las inteligencias puras, conformado por los dos primeros ordenes de arcángeles (Jabarut).2, el mundo de las luces que rigen cuerpos, formado por las almas celestes y las almas humanas (Malakut)3, el doble Brazakh, formado por las esferas celestes y el mundo sublunar (Molk)4, el mundus imaginaris, mundo intermedio entre el mundo inteligible y el mundo sensible. Es el conjunto total de las formas que se manifiestan en el mundo sensible.

La función de este último mundo es triple: 1, por él se realiza la resurrección, 2 por él son realmente verdaderos los símbolos de los profetas así como las experiencias visionarias, y por último, 3 su desvelamiento permite resolver el conflicto entre filosofía y teología, creando una nueva ciencia: la Teosofía o conocimiento del mundo imaginario.

Difícil es establecer el carácter esencialista o existencialista de la filosofía de Sohravardi. En principio, la preeminenencia de la luz determina una filosofía esencialista, pero en segundo lugar, Sohravardi defiende que lo que existe en realidad es el objeto concreto. Por un lado todos los existentes son tales porque son reflejos del ser, esto es, de la luz (esencialismo), pero desde la perspectiva de los entes, éstos sólo existen no como universales sino como entes concretos. En definitiva, desde la perspectiva de la luz, el mundo es un mundo de esencias, pero desde la perspectiva de los entes, el mundo es un mundo de existentes.

El mismo razonamiento utiliza Sohravardi para el conocimiento: si el ser es luz, el conocimiento es siempre autoconocimiento. Conocer no sería sino hacer presente en uno mismo la presencia de la luz. La jerarquía ontológica se hace también jerarquía cognitiva: a más ser y más luz, más autoconocimiento. De esta forma el ser humano permite a la naturaleza autoconocerse, y esto sólo se consigue si el sujeto refleja la luz suprema cada vez con una mayor intensidad. De esta forma el conocimiento verdadero no es sino conocimiento del ente (existencia) en cuanto que reflejo del ser (esencia). En definitiva la teoría del

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conocimiento surge de la ontología, se desarrolla por ella, y desemboca en ella.