SR 14 El caracol (Nashaat Abdel - Hafez Conde)

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NASHAAT ABDEL-HAFEZ CONDE EL CARACOL SERIE ROJA/ 14

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Nashaat Abdel-Hafez Conde es una incorporación joven a este elenco de apasionados por el Teatro, a su juventud y formación en la Escuela Municipal de Teatro de Zaragoza se une su entusiasmo polifacético, prueba de ello es este texto: El Caracol. Autor: NASHAAT ABDEL-HAFEZ CONDE Buena literatura dramática, no solo para ver y oír representadas en el escenario, también para ser disfrutadas en la soledad de la lectura. Editorial: Arbolé ISBN: 978-84-935501-9-0 Ilustrador: NASHAAT ABDEL-HAFEZ CONDE Fecha edición: 2011 Nº Pag: 79 Precio: 12,00 € http://www.teatroarbole.es/index.php?option=com_content&view=article&id=28&Itemid=126

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NASHAAT ABDEL-HAFEZ CONDE

EL CARACOL

S E R I E RO J A / 1 4

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© De la nota biográfica: Susana Martínez© Del prólogo: Alfonso Plou© De los textos: Nashaat Abdel-Hafez Conde© De las ilustraciones: Nashaat Abdel-Hafez Conde

Edita: Teatro ArboléColabora: Centro Dramático de Aragón

dirECtor dE la ColECCiÓn: Esteban Villarrocha

imprimE: Sansueña Industrias Gráficas, S.A. • Río Guatizalema, 6 • 50003 Zaragoza

DepÓsito LegaL: Z-2.001-2011

isbn: 978-84-935501-9-0

EL CARACOLNashaat Abdel-Hafez Conde

Primera edición mayo 2011

TITIRILIBROS – SERIE ROJA

ilustraCionEs dE portada E intEriorEs: Nashaat abdel-hafez CoNde

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Nashaat Abdel-Hafez Conde nace en Irbid (Jordania), en 1980. Los primeros cinco años de su vida los pasa a caballo entre España y Palestina. Quizá sea esta temprana experiencia la que marca un inquieto carácter que le lleva a la búsqueda de la diver-sidad, el conocimiento y la experimentación en casi todas las facetas de su vida.

Autodidacta empedernido, se formará sin embargo en varias escuelas artísticas. Primero estudiará Ilustración, en la Escuela de Arte de Zaragoza, especializándose luego en la Escuela del Libro de Urbino, Italia. Posteriormente teatro, en la Escuela Municipal de Teatro de Zaragoza.

Pintor (suyos son los iconos cinematográficos que nos contemplan desde los depósi-tos de agua de Valdespartera), actor (trabaja, con la asiduidad que estos tiempos nos permiten, en varias compañías de teatro de calle y animación), director (recital de poesía para la UNED), cartomago (no se creerían lo que es capaz de hacer con una baraja) y ahora dramaturgo.

Comenzará a desarrollar esta última faceta gracias al concurso de Fomento de la Literatura Dramática convocado por el Centro Dramático de Aragón. Concurso del que resultará ganador en el año 2009. El resultado de este nuevo experimento es El caracol, una obra que refleja la complejidad de la mente de su creador.

Y, en definitiva, lo complejo y diverso del ser humano.

SuSAnA MARtínEZ

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PINTAR LA ESCENA

El proyecto de Fomento de la Literatura Dramática en Aragón surgió de las conversaciones mantenidas con el entonces director del Centro Dramático de Ara-gón, Javier Brun. El modelo no era otro que el que acababa de dar origen al T6 en el Teatro Nacional de Cataluña, un proyecto formativo y productivo por el que 6 autores anualmente ven la posibilidad, primero, de desarrollar un proyecto de escritura (apoyados por la asesoría de un dramaturgo de trayectoria consolidada y el contacto con sus compañeros de promoción dramatúrgica) y, segundo, ver producidos esos mismos textos en puestas en escena, más o menos modestas, realizadas por el propio Teatro Nacional de Cataluña en uno de sus espacios.

Sería prolijo contar mucho más de los logros y vicisitudes de ese proyecto, pero sí que he de afirmar que ha supuesto una pieza fundamental en la consolidación de segundas y terceras generaciones de la dramaturgia catalana después de la llegada de la democracia.

De una manera más modesta y yendo a los antecedentes que habían acabado configurando el T6, se decidió conformar el proyecto de Fomento de la Literatura Dramática en Aragón con un concurso abierto de proyectos dramatúrgicos del cual se seleccionarían 2 en cada convocatoria por un comité de personas pertenecientes a la profesión del teatro y la literatura (sin mi presencia) y que en el proceso de escritura del texto tendrían la asesoría de asesorados en el proceso de escritura por un dramaturgo, para concluir en la presentación del texto como lectura dramatizada y su posterior publicación.

Ya entonces nos parecía que lo ideal hubiese sido llegar a confirmar una puesta en escena completa, que las circunstancias no lo permitían, pero que estaba bien

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incentivar esa posibilidad introduciendo en las cláusulas del concurso una que aportaba un incentivo económico por parte del CDA en el caso de que la obra fuera a llevarse a la escena por una compañía aragonesa.

Han sido 3 las convocatorias para el Fomento de la Literatura Dramática en Aragón. Personal y profesionalmente me encuentro satisfecho de los resultados, defiendo la calidad de sus textos, que han supuesto un elemento de consolidación importante a sus participantes como dramaturgos. Uno de ellos (Blanca invisible de Susana Martínez) ha sido llevado a escena de manera plausible y, si no hubiera desaparecido la cláusula del apoyo económico por parte del CDA, es muy probable que en estos momentos hubiera algún otro proyecto de puesta en escena en marcha.

Han sido 3 las convocatorias llevadas a cabo y me siento profundamente agradecido, liberado y decepcionado. Agradecido a todos los que han participado, pues me han enriquecido personalmente, y a todos los que desde la institución lo han mantenido, pues no es fácil defender un proyecto más necesario en lo artístico que repercusivo en lo mediático. Liberado y decepcionado. Liberado pues su no continuidad me permite cerrar tranquilo un capítulo, pero dolido porque no continúe sin mi presencia, ya que sigue siendo, tanto o más, necesario para la salud artística del teatro aragonés.

AlfOnSO PlOu

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EL CARACOL

Sirva este preámbulo a un prólogo para aclarar también que los proyectos elegidos o premiados lo han sido por un comité, sin mi participación y distinto cada vez, con el que comparto el criterio de combinar trayectorias más asentadas en lo teatral y dramatúrgico con otras más iniciales en esos mismos aspectos. Este es el caso que nos ocupa.

Nashaat Abdel-Hafez Conde estaba terminando el último curso de la Escuela Mu-nicipal de Teatro de Zaragoza cuando recibió la notificación de que su proyecto había sido seleccionado. No voy a entrar en ninguna nota biográfica sobre Nashaat pero sí destacar que antes del teatro tenía una interesante trayectoria en el mundo de las artes plásticas.

Cuando leí el proyecto presentado entendí que en él había llamado la atención su planteamiento inquietante de thriller psicológico, la estructura alterna de escenas que tenían lugar entre el pasado y el presente, la metáfora temática encerrada con síntesis en el título de El caracol, y un apunte de escritura dialogada que permitía presuponer capacidad para hacer vívidos los personajes a través de sus réplicas.

El resultado del proceso largo de escritura es el que ahora se presenta ante ustedes para que lo juzguen. En él sigue destacando un planteamiento osado y distinto de lo habitual. Si bien el thriller psicológico es un género de éxito y muy practicado en el mundo audiovisual, tanto del cine como de la televisión, si bien dicho género hunde sus raíces en la tragedia helénica (y se puede decir que el “Edipo” de Sófocles es el primer ejemplo de ese género) no es menos cierto que no se dan muchos ejemplos actuales en el teatro, pensando, quizás, que el arte escénico tiene menos armas para hacer progresar la intriga que el lenguaje audiovisual.

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Nashaat acierta al delimitar la escena donde se desarrolla su thriller como un espacio más mental que físico donde la psique de su protagonista se debate con sus recuerdos hasta aclarar unos crímenes de los cuales no podía ser sino su causante (por cierto tal como le sucede a Edipo). De esta forma reelabora las claves del género con recursos específicos del teatro.

Acierta también al plantear una estructura en la que pasado y presente conviven y se alternan en la progresión de la trama, pues de esa forma trasforma en lenguaje netamente teatral dos de los grandes hallazgos asentados en el lenguaje audiovisual: el mientras tanto y el flashback. Recursos que al considerar la escena un espacio mental, como hace Nashaat, se convierten en plenamente teatrales, aunque de difícil manejo. Y éste ha sido uno de los caballos de batalla en la escritura de la obra.

No es mala idea fijar en el caracol (animal pequeño, cotidiano y poco utilizado mitológicamente) todo un mundo de significaciones en torno al protagonista y, por extensión, al ser humano que dan valor metafórico a la trama. Otra cosa es encontrar el fiel adecuado siempre entre lo literario y la convención realista sobre la que se sustenta una trama. Y esa ha sido otra de las batallas de la escritura.

Por último, su capacidad para generar diálogos acierta en la combinación de ele-mentos coloquiales con otros marcados por necesidad de la trama o el juego metafórico. Aunque no siempre se equilibra el diapasón, dejándose a veces llevar o por lo crudamente realista o por lo ingenuamente literario.

Me permito hacer estas valoraciones algo críticas con el texto resultante porque, como asesor en la escritura de ese texto, son también una autocrítica. Siempre desde el respeto a la libertad artística, mi papel es el de señalar en el proceso las diferencias existentes entre las intuiciones y su realización concreta.

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Nashaat ha trabajado duramente en ese proceso que nos permite viajar desde el esbozo a la realización delimitada de una obra plástica y literaria. Sabiendo, como pintor, que las leyes que determinan la conclusión o finitud de la pieza siempre son ambiguas o cuestionables.

En todo caso, el arte se mide por la capacidad de generar reflexión y emoción en sus resultados finales pero, para el artista, tan importante es el aprendizaje de los procesos como el contraste obtenido de su plasmación última. Creo que Nashaat parte de una sensibilidad muy destacable para determinar cuál es el núcleo donde subyace la esencia del objetivo artístico, lo que le lleva a defender, a veces con un exceso de vehemencia, sus criterios; pero también, que debe darse tiempo para definir y delimitar un discurso propio, todavía más apuntado que desarrollado.

El caracol es un buen ejemplo en ese sentido: guarda desde su concepción los mimbres intuitivos que permiten detectar un futuro buen constructor dramatúrgico y la precariedad de su discurso nos atrapa en sus hallazgos aunque frustre nuestras expectativas en algunos momentos.

En todo caso en Nashaat hay autor, director, actor, pintor de la escena con presente pero más con futuro.

AlfOnSO PlOu

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E L C A R A C O L d e

nAShAAt AbdEl-hAfEZ COndE

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D R A M AT I S P E R S O N A E / P E R S O N A J E S

Texto pensado para dos actores y dos actrices, repartidos los persona-jes de la siguiente manera:

Actor 1: JUAN

Actor 2: VOZ Y ENFERMERO

Actriz 1: CONSUELO, VOZ FEMENINA Y PSIQUIATRA

Actriz 2: EMILIA, GLORIA E INSPECTORA

Todas las escenas en cuyo título aparece la palabra “Alfa” representan el presente de Juan, mientras que las demás pertenecen a su pasado.

La función transcurre en tres ubicaciones distintas: la casa de Con-suelo, una sala de interrogatorios y un centro psiquiátrico. La esceno-grafía debe ser versátil para poder representar las tres ubicaciones.

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ESCENA 1 “ALFA”: LA ESPIRAL

(Casi oscuro. Juan, sentado, reflexiona en voz alta.)

Juan La espiral... Es como una espiral, símbolo del pensamiento, del pensamiento cíclico: una línea curva generada por un punto que gira alrededor del centro mientras se aleja de éste... mientras se aleja... Algo falla. Todo es como tiene que ser, tiene que ser así, así tiene que ser… así. Pero algo falla. No logro... ver. No logro ver con claridad... la claridad. ¿Dónde está la luz?

(Silencio.)

Voz ¿Quieres que la encienda?

Juan Por favor.

(Un único haz de luz que proviene de un lateral ilumina a Juan y todo lo demás queda en oscuro. Juan se incorpora y se toca el cuerpo como comprobando su estado.)

Juan (Consigo mismo.) Por fin ha llegado el momento. (A la voz.) Gra-cias.

(Silencio.)

Juan GRACIAS.

Voz No le hables a la luz, es difícil que conteste.

Juan Sí, es verdad, la luz no cumple esa función... ¡Ya estoy preparado!

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(Silencio.)

Voz De acuerdo. Hablemos.

Juan ¿Hablar...? ¿Es un requisito indispensable?

Voz Bueno...

Juan ¿Es necesario?, quiero decir, no me lo esperaba. La verdad... Creía que sería más fácil… Es que no sé lo que tengo que decir. No lo sé. No sé...

Voz Tranquilo, es siempre más fácil de lo que parece al principio. Después de un rato te vas acostumbrando...

Juan ¿Un rato? ¿Cuánto tiempo tenemos que estar aquí?

Voz Todo el que sea necesario.

Juan ¿Pero qué tengo que decir? Ni siquiera recuerdo por qué estoy aquí...

Voz ¿De veras?

Juan Sí. No lo sé, la verdad es que no lo sé. Pero, bueno, estoy aquí, y he hecho todo lo que tenía que hacer, eso es lo importante. ¿No?

Voz ¿No crees que sea importante saber cómo has llegado?

Juan ¿Es necesario para continuar?

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Voz Imprescindible.

Juan Vaya... Pues no sé, ha sido tan de repente... Llegó mi hora, no sé... La cabeza. Tendrá que ver con el dolor de cabeza...

Voz ¿Qué es lo último que recuerdas?

(Silencio.)

Juan Es raro... No consigo recordar... Creo que estaba ayudando a mi abuela... y... tú me pedías algo... El agua se va a enfriar... (Se lleva la mano a la cabeza.) No consigo ver las cosas con nitidez, me va a explotar la cabeza... Me pasa algo... Algo no va bien... Necesito que me ayudes. ¿Podrías hacerlo?

Voz Puedo intentarlo. ¿Qué necesitas?

Juan ¿Puedes ayudarme a recordar?

Voz Pues claro, para eso estoy aquí.

Juan ¿Has venido para verme? ¿A mí? Es decir... Soy normal. No soy alguien especial.

Voz Todo el mundo tiene algo especial.

Juan Bueno, claro, en fin, nosotros somos... una misma cosa que forma un todo infinito... Por supuesto incluyendo a las plantas y a los peces y a los mamíferos y al resto de animales... Pero... aún así, si

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estás aquí será por algo, y aún siendo una parte del total, supongo que soy insignificante, una parte insignificante. Supongo.

Voz No es bueno presuponer las cosas, es un error común, les pasa a todos los que se encuentran en tu situación.

Juan Perdona, claro. Quién soy yo para cuestionar… Los caminos del Señor son inescrutables. Perdona, se piensa en este momento, pero claro, nadie sabe... Tampoco te lo pueden contar. Y al final pasa lo que pasa, tantas enseñanzas, tantas hipótesis, y de boca en boca todo se confunde. Es verdad, quién soy yo para cuestionar. Pero es que no entiendo, no entiendo esta pausa. (Silencio.) Desde el prin-cipio he hecho todo lo que debía hacer, y te he hecho caso. Desde luego no he hecho nada que me impida continuar, y creo que me lo merezco. Quiero continuar. Me lo merezco. (Silencio.) ¡He reza-do mucho! ¿Quieres ver cómo he rezado?

Voz No hace falta...

Juan ¿Quieres verme rezar? (Se pone de rodillas en posición de rezar.)

Voz Escúchame...

Juan Así he rezado.

Voz Juan, tienes que estar tranquilo si quieres que te ayude.

Juan (Levantándose.) Perdón, pido perdón... perdona.

Voz No te preocupes, estoy acostumbrado. He visto de todo...

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(Silencio.)

Juan Ya, claro, es verdad. (Silencio.) ¿Qué hacemos ahora?

Voz Yo no puedo hacer las cosas por ti. Simplemente ayudarte a encon-trar el camino.

(Silencio.)

Juan Este lugar... Lo imaginaba diferente...

Voz ¿Cómo pensabas que era?

Juan Como en los cuadros. Una montaña con diferentes alturas. Y esca-leras, para subir a cada zona. Un lugar donde redimirse para encontrar el perdón. (Mira a su alrededor.) No se parece a esto.

Voz (Ríe.) Pues resulta que todos los que tenemos son más o menos de este estilo...

Juan ¿Todos? ¿Cuántos hay?

Voz Iguales a éste..., siete.

(Silencio.)

Juan (Buscando una lógica.) ¡Claro! Como los pecados capitales... Dante se despidió de Virgilio y se redimió de sus pecados subiendo las siete alturas, le acompañaba un ángel. Tiene sentido. Es lógico. ¿Y cada cual tiene su lugar?

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Voz Cada uno va donde le corresponde.

Juan Como en vida. Al final todos tienen lo que se merecen... Pero... ¿Por qué has venido personalmente?

Voz Juan, concéntrate en recordar.

Juan Sí, recordar, recordar. Todo es confuso, mi vida se ve a lo lejos. Cubierta de una espesa niebla azul, azul como el cielo... ¡Tengo que entrar! Y para eso ¡tengo que recordar! (Intenta recordar pero no lo consigue.) Es este dolor de cabeza... Es como... como una espiral. He de recordar. Si empiezo en el centro de la espiral, tal vez pueda llegar a comprender... el final de todo, la tangente con lo divino. Tengo que empezar, para completar la espiral. Tengo que empezar... por el centro, el nacimiento..., el punto de partida, el principio. Creo que voy a empezar por el principio.

Voz Un buen comienzo.

(Se apaga el haz de luz.)

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ESCENA 2: EL PRINCIPIO

(Casa de Consuelo. Emilia está sentada mientras Consuelo permanece de pie.)

Consuelo Dime la verdad. ¿A qué has venido?

Emilia A verla, madre, y a pedirle ayuda...

Consuelo Poco puedo hacer por ti, hija, ya hice todo lo que tenía que hacer y ya ves... (Se levanta y va a la cocina, mientras tanto Emilia saca una petaca del bolsillo y discretamente bebe un sorbo.)

Emilia La vida no me ha tratado bien últimamente.

Consuelo (Entrando con un único tazón para sí misma.) Dios es el mismo para todos, a cada cual le corresponde hacerse valer. Yo ya te di todo lo que se le debe dar a una hija.

Emilia Sí, madre… y alguna cosa más también.

Consuelo No seas impertinente, sólo faltaría que después de todo me echases a mí la culpa de tu deshonra. Ya lo decía tu padre “cría cuervos y te sacarán los ojos”.

Emilia Le pido perdón, madre, no quería disgustarla.

Consuelo A buenas horas, hija, a buenas horas.

(Pausa.)

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Emilia Escúcheme, madre, si sólo fuera por mí no hubiese venido a molestarla. No, después de cómo acabó todo.

Consuelo Comprenderás que de ninguna manera podíamos hacernos cargo de ti en ese estado. Piensa en lo que se habría dicho de tu padre en el pueblo, estando como estaba, preparándose para ser alcalde. No sabes el disgusto que le dio que no lo eligieran, no volvió a levan-tar cabeza desde entonces. Desde luego tú tuviste mucho que ver en eso, tú y tu falta de moral y de principios...

Emilia Lo siento mucho.

Consuelo ...porque no tienes amor propio, hija, has deshonrado esta casa y eres la vergüenza de la familia. Y Dios no pasa por alto estas cosas. ¿Sabes?

Emilia Últimamente tengo mis dudas...

Consuelo (Le da una bofetada.) Sólo faltaría que una malnacida viniese a mi casa a blasfemar. (Se santigua.) “Perdónales, Señor, porque no saben lo que hacen.” (Sale de escena retocándose el pelo. Mientras, Emilia sigue sentada e inmóvil. Al poco Consuelo vuelve a entrar.) Emilia, dime lo que quieres de una vez y márchate, no quiero que montes más escándalos. De todas formas, ya te digo que dinero no hay en esta casa.

Emilia Madre, no puedo criar a Juan yo sola. Sabe Dios que no dejaría a mi hijo con nadie de poder cuidarlo por mí misma, pero creo que

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a día de hoy no soy capaz. He de arreglarme yo antes de poder ocuparme de él. Sólo serán uno o dos meses.

Consuelo ¡Tendrás valor!

Emilia Lo tengo bien pensado, madre, en el hospicio donde se crió puedo ganar algún dinero cocinando. Y por descontado que parte de esos dineros se los haría llegar a usted de la forma más discreta posible, para la manutención de Juan. (Pausa.) Piense por un momento, madre, recuerde cuando yo era niña, aún inocente de cualquier pecado...

Consuelo Hace demasiado tiempo.

Emilia Yo sé que, a su manera, usted me quería como hija suya que era. Y, mal que le pese, Juan es su nieto, de su misma sangre y, a ojos de Dios, todos los niños son inocentes. Ya le digo que sólo será por un tiempo y que le pagaré lo que pueda.

Consuelo Lo que pides vale mucho más dinero del que puedas pagarme...

Emilia Tengo además un poco ahorrado, se lo traería con él.

Consuelo Quién sabe, quizás aún siendo hijo del pecado todavía pueda sal-varse...

Emilia Piénselo, madre. Volveré a hablar con usted.

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Consuelo No, cuando vuelvas tráelo y trae el dinero que tengas, no quiero que rondes más veces por esta casa.

Emilia Sólo serán dos o tres meses, madre, se lo juro.

(Oscuro.)

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ESCENA 3 “ALFA”: LA INTERPRETACIÓN ERRÓNEA

(Vuelve el haz de luz sobre Juan, que está tranquilo.)

Juan Mi madre no volvió nunca.

Voz ¿Te acuerdas de ella?

Juan Un poco.

Voz ¿Cómo era?

Juan Alta. Morena... Alcohólica...

Voz ¿La echas de menos?

Juan No.

Voz ¿Por qué crees que no volvió?

Juan (Divagando.) No lo sé... No importa. A veces pienso que... Bueno, que en según qué momentos... Uno toma sus decisiones y... No, eso es una tontería... Porque el destino forma parte de lo que cada uno es. Mi madre no se veía capaz de cuidarme, por la sencilla razón de que no lo era… Estaba sucia... Tarde o temprano me habría salpicado a mí. Tuve suerte de que no volviera. Mi destino era alejarme de ella. Así pude estar con mi abuela…

Voz ¿Qué crees que estará haciendo ahora?

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Juan ¿Mi abuela? Supongo que estará deshecha. Dependemos mucho el uno del otro. Espero que no coja frío. A veces se queda en la bañe-ra mucho rato y se le enfría el agua...

Voz Me refería a tu madre.

Juan No quiero saber nada de esa mujer. La gente cómo ella nunca cambia.

Voz No la conociste, no puedes saber como era.

Juan Mi abuela me contó todo.

Voz Me parece que tu abuela no era imparcial con tu madre… Lo que te contara puede no ser del todo cierto.

Juan No, no puede ser, ella nunca miente. Mentir es pecado, octavo mandamiento: “No dirás falsos testimonios ni mentirás”.

Voz Tal vez tu madre no tuvo otra elección que dejarte.

Juan Esa mujer no se merece tu perdón.

Voz “Honrarás a tu padre y a tu madre”, creo que es el cuarto.

Juan Sí, es el cuarto, pero no viene al caso. Un vientre durante nueve meses no es una madre. “De quien paces y no de quien naces”. Mi abuela no miente, ella es mi única madre, ella me enseñó..., me lo enseñó todo.

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(Entra Consuelo.)

Consuelo ¡JUAN! ¡Ven aquí!

(Se apaga el haz de luz.)

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ESCENA 4: EL MODELADO

(Casa de Consuelo. Juan se acerca a Consuelo.)

Juan No estaba leyendo, abuela, se lo prometo.

Consuelo No mientas, sabes que es pecado. He encontrado esto en tu habi-tación. (Le enseña un cómic.) Desde luego, veo que no has estado estudiando como te ordené. Así no vas a ir al cielo, éste no es el camino. Pero para eso estoy yo aquí. Arrodíllate y recita los man-damientos de la ley de Dios.

Juan (Se arrodilla y Consuelo se sienta, muy cerca de él.) Los mandamien-tos de la ley de Dios son diez: “Amarás a Dios sobre todas las cosas.” “No te tomarás el nombre de Dios en mano...”.

Consuelo (Golpeándole en la cabeza con el cómic.) ¡EN VANO!

Juan ¿Qué significa vano, abuela?

Consuelo ¡Cállate! Sigue.

Juan (Con inseguridad.) “Santificarás... las fiestas.”

Consuelo ¡Sigue!

Juan “Honorarás a tu padre y a tu madre...”. ¿Qué significa “honora-rás”?

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Consuelo Significa que no has estudiando lo suficiente... Se dice honrarás.

Juan Pero, abuela, ¿cómo honraré a mi padre y a mi madre si no tengo?

Consuelo Claro que tienes, tu padre es Dios... y tu madre somos yo y la Virgen María.

Juan ¿Y Emilia?

Consuelo ¿Dónde has oído ese nombre? (Le golpea nuevamente.) ¡CON-TESTA!

Juan Lo dice el señor Antonio.

Consuelo ¿Y vas a hacer caso a ese señor, que está todo el santo día borracho y recogiendo bichos muertos para meterlos en botes?

Juan Eso es porque es “entomolólogo.”

Consuelo ¡Calla! No hagas caso de nada de lo que te diga ese viejo. ¿Me oyes? Está endemoniado. ¿No te das cuenta de que se ríen de ti?

Juan No.

Consuelo El mundo es un lugar peligroso, donde la gente mala querrá apro-vecharse de ti porque no eres listo. Tienes suerte de que esté con-tigo... Es verdad que saliste del vientre de mi hija, pero ¿quién te ha dado de comer y se ha ocupado de ti? Yo. “De quien paces y no de quien naces.” Eso es lo único que cuenta. Mientras estés con-migo nadie podrá hacerte daño. ¿Lo entiendes?

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Juan Sí.

Consuelo Tienes que hacerme caso en todo lo que te diga. ¿No querrás que el demonio venga y se te lleve al infierno?

Juan No.

Consuelo Así me gusta. ¿Ves como la abuela te cuida y te protege? (Juan asiente con la cabeza.) Venga, tira esto a la basura. (Dándole el cómic.) Y vete a estudiar, luego dices tus oraciones y a la cama.

Juan Sí, abuela.

(Oscuro.)

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ESCENA 5 “ALFA”: UN MALENTENDIDO

(Se enciende el haz de luz. Juan vuelve a estar sentado en disposición de volver a hablar con la voz.)

Juan “El Capitán Trueno...”. No deberían permitir la existencia de esos cómics.

Voz ¿No te gustaban los cómics?

Juan Claro que me gustan, para eso los hacen... Bueno, no me malin-terpretes, quiero decir que me gustaban cuando era pequeño, menos mal que mi abuela censuraba ese tipo de lecturas que si no... Si no llega a ser por ella hoy no creo que estuviese aquí.

Hay que tener cuidado con lo que leen los niños... Piénsalo; hom-bres que destacan por encima de otros hombres, personajes que gobiernan a otros gracias a cualidades increíbles, mujeres que olvi-dan su condición natural de mujer para convertirse en guerreras y un largo etcétera de sinsentidos que sólo sirven para despistar a los niños acerca de quien es el verdadero dueño y señor de todos nosotros...

(Silencio.)

Voz ¿Por qué se reían de ti cuando eras pequeño?

Juan (Con cierta nostalgia.) El señor Antonio era el dueño de la frutería donde empecé a trabajar. En sus ratos libres me enseñaba su colec-

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ción de insectos, tenía bichos de todas las formas y colores. (Más serio.) Mi abuela tenía razón en que no era una buena compañía para mí, pero como necesitábamos el dinero yo lo veía a diario. Así que se me pegó su afición y como a mí me gustaban los caracoles, empecé a guardarme todas las conchas de caracol vacías que encontraba. Los otros niños se reían de mí cuando me veían bus-car por los ribazos y debajo de las tablas. Conseguí muchas hasta que tuvimos que irnos del pueblo.

Voz Es un pasatiempo curioso.

Juan Todavía lo conservo.

(Silencio.)

Voz Has dicho que tuvisteis que iros del pueblo. ¿Por qué motivo?

Juan (Nervioso.) No, por nada importante, un malentendido...

(Silencio.)

Voz Háblame de ello, te vendrá bien para recordar y así podremos continuar.

(Silencio.)

Juan Fue cuando empecé a ir a la iglesia, conocí a Luca, otro monagui-llo, yo también era monaguillo. Luca era un niño fantasioso... Mintió.

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Voz ¿Qué dijo tu amigo Luca?

Juan (Abstraído.) Confundió un acto de purificación... con... otra cosa...

(Silencio.)

Voz ¿Un acto de purificación?

Juan Cuando el padre Andrés terminaba la misa, algunos de los mona-guillos le ayudábamos a desvestirse... A veces nos daba una propi-na... Nos explicó en qué partes del cuerpo se esconde la tenta-ción... y cómo hacer para expulsar al demonio que llevamos den-tro... Yo ya sabía... Así que lo hacía más con Luca...

(Silencio.)

Es difícil explicar ciertas cosas, por eso aquel hombre era tan meti-culoso... Pero la gente lo malinterpretó... Mi abuela fue la única persona del pueblo que salió en su defensa y nos retiraron el salu-do. Fue en ese momento cuando comprendí que al final sólo te queda la familia... Así que mi abuela me llevó a vivir a la ciudad huyendo de todo aquello...

(Silencio.)

Voz La soledad siempre es difícil de llevar...

Juan No estoy solo. Mi abuela me cuida.

(Entra Consuelo.)

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Consuelo ¿Con quién demonios estás hablando?

Juan Con Dios, abuela.

Consuelo (Aliviada.) Eso está bien... ¡Ay! Si en el fondo eres un cielo. Anda, ven a ayudar a tu abuela...

(Se apaga el haz de luz.)

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ESCENA 6: LO NUESTRO

(Baño de la casa de Consuelo. Consuelo descansa dentro de una bañera. Juan se acerca, recoge agua en una esponja y comienza a frotarle la espalda.)

Juan Tiene el agua muy fría.

Consuelo Así está bien. No me aprietes mucho.

Juan Si le hago daño me lo dice.

(Silencio.)

Consuelo La verdad es que ha sido un alivio salir de ese maldito pueblo... Mi hermana, que en paz descanse, ya sabía vivir bien, ya... Aquí esta-remos los dos bien avenidos. Es una casa bien grande y entra sol, no es como en la otra pero algo es. Tendrás que buscar trabajo a ver si ganas algo, que con la pensión no comen dos. Y límpiate esas narices que no me extraña que te llamen caracol... (Consuelo levan-ta un brazo para que Juan continúe frotando.)

Juan Aquí no tengo amigos.

Consuelo Mejor, hasta ahora no te han traído más que disgustos... Además ya estoy muy mayor y te necesito en casa.

(Silencio.)

Juan Abuela.

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Consuelo ¿Qué quieres ahora?

Juan ¿Por qué la gente del pueblo se enfadó con nosotros?

Consuelo ¿A qué viene eso ahora?

Juan Es que no lo entiendo...

Consuelo No hay nada que entender, ese amigo tuyo es un mentiroso que no sabe distinguir la realidad de las cosas. Anda, vamos a em-pezar...

Juan Ya lo hicimos ayer...

Consuelo ¿Qué quieres decir con eso? ¿Acaso no te lavas todos los días? Pues esto es igual. Más vale que sobre que no que falte...

Juan ¿Y no hay otra manera? (Deja de frotarle el cuerpo y se aleja.)

Consuelo No. (Ofreciéndole la esponja que Juan ha dejado caer en la bañera al retirarse.)

Juan No sé...

Consuelo ¿Se puede saber qué demonios haces?

(Silencio.)

Consuelo Más te vale que sigas si no quieres que te castigue...

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Juan Es que no sé si está del todo bien...

Consuelo ¡Desgraciado! ¿Vas a venir tú a darme lecciones sobre lo que está bien o está mal...? ¿Tú? ¿Acaso te crees que no he visto los libros con animales que tienes escondidos? ¿Te crees que no sé que los lees por la noche en vez de rezar? Y ya me explicarás por qué guar-das todas esas conchas de bichos muertos...

Juan Lo siento, abuela, pero...

Consuelo ¿Pero qué?

Juan Son mis cosas...

Consuelo Mientras vivas en mi casa todo lo que haya dentro es mío... Así que pórtate bien o cojo los libros y la caja esa de las conchas, que da asco verla, y lo tiro todo por la ventana...

Juan ¡No! Por favor.

Consuelo ¡Qué por favor ni qué niño muerto! Si no me obedeces ya puedes ir deshaciéndote de todos esos zarrios... Todo el tiempo que he invertido en ti y mira cómo me lo pagas...

Juan Perdone, abuela, ya le ayudo. Pero no me tire la caja, por favor...

Consuelo Ya hablaremos de eso más tarde, anda, ven... (Le ofrece la esponja.)

(Oscuro.)

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ESCENA 7 “ALFA”: PURIFICACIONES

(Se enciende el haz de luz sobre Juan, que ha vuelto a sentarse.)

Juan ¿Se puede fumar aquí?

Voz Claro. Coge un cigarrillo.

Juan (Mira a su alrededor.) ¿De dónde?

Voz Llevas un paquete en el bolsillo.

Juan (Busca por los bolsillos y se sorprende al encontrarlo, también lleva mechero.) ¿Cómo lo has hecho?

Voz He visto el bulto en el pantalón.

Juan (Sonríe.) Qué más da. (Se enciende uno con mucha tranquilidad.) Es el único vicio que tengo. Sé que no está bien, ya lo sé.

Voz A mí no me molesta.

Juan Nunca pensé que se pudiera fumar en un ámbito extraterrenal.

(Silencio. Juan se enciende el cigarro y se queda pensativo.)

Voz ¿Te encuentras bien?

Juan Claro. (Pausa. Da una profunda calada.) ¿Puedo hacer una pre-gunta?

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Voz Por supuesto.

Juan ¿Cómo es?

Voz ¿El qué?

Juan El cielo.

Voz Por lo general desde la tierra se ve azul pero, dependiendo del tiempo, pueden verse todos los colores del espectro.

Juan No me refiero a eso.

Voz Era una broma... Algunos lo describen como un lugar tranquilo donde encontrarse a sí mismo.

Juan Qué ganas tengo de estar allí...

(Silencio.)

Voz ¿Nunca te has enfrentado a tu abuela?

Juan No, no, para nada, lo juro. ¿Por qué iba a hacerlo? Ella sabe muy bien lo que se hace y yo aprendo de ella, si no fuera así ahora esta-ría en un lugar más cálido... Te aseguro que no tengo nada que recriminarle. No hay nada incorrecto cuando el objetivo es librar-nos de la amenaza de nuestra imperfección. A saber lo que sería hoy de no ser por mi abuela...

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Voz ¿No crees que tal vez era un poco extraño lo que te obligaba a hacer?

Juan Mi abuela se equivoca pocas veces... Soy yo quien no tengo claro los errores que habría cometido de no tener la posibilidad de puri-ficar mi espíritu a diario. La purificación es un factor intrínseco a la creación. El propio mundo se purifica constantemente gracias a ti, guerras, plagas, hambre... Y sólo los hijos que más te quieren, como yo, son capaces de entenderte y de darte las gracias. Porque sabemos que todo es una enseñanza. Y que tu acción es una res-puesta a la maldad del hombre.

Voz Entonces: ¿Esas “purificaciones” son una especie de castigo?

Juan Más aún, es como una limpieza interna. Así, no sólo se castigan las faltas una vez cometidas, sino que también se previenen los posi-bles errores futuros.

(Silencio.)

Voz He visto tu historial médico... Tengo curiosidad en saber qué error se castigaba o se prevenía, por ejemplo, en agosto del 89, cuando te pusieron doce puntos en la cabeza después de una contusión por objeto metálico. O en septiembre del mismo año, cuando presentabas veintitrés quemaduras de cigarrillo en la zona abdo-minal...

Juan Mi abuela me pilló fumando.

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Voz ¿Resultó eficaz el castigo?

Juan Eso es a lo que me refiero, seguramente me quemó menos veces de las que me merecía. Por eso no me he podido corregir...

(Silencio.)

Voz Juan. Escúchame: ¿De verdad nunca te has parado a pensar que quizás fuiste víctima de malos tratos?

Juan Ella fue dura e inflexible, pilares fundamentales para la educación preventiva. Si no, se corre el riesgo de seguir un sendero erróneo... Si no se educa firmemente a los niños el resultado es una sociedad sin principios. La moral está pasada de moda. Ladrones, asesinos, homosexuales, violadores...

Voz ¿Siempre has estado de acuerdo con ella?

Juan Siempre.

Voz ¿Incluso en su opinión respecto a Gloria?

(Se oye como llaman al timbre de una puerta.)

Juan Sí… no. ¡Gloria!

(Se apaga el haz de luz, suena de nuevo el timbre.)

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ESCENA 8: EN LA GLORIA

Juan ¡Voy!

(Casa de Consuelo. Cuando Juan está llegando a la puerta el timbre vuelve a sonar. Entra la hija del portero de la casa con un cubo de fregar...)

Gloria ¿Te has quedado mudo o qué?

Juan No.

Gloria Como no dices nada…

Juan Ha llamado usted. Además no la conozco.

Gloria ¡Mira tú!, un chico educado. No me digas de usted que soy de tu quinta; y no digas que no me conoces que te he visto como me miras el culo cuando estoy con mi padre en la portería.

Juan No te he mirado.

Gloria Lo que tú digas... ¿Puedo llenar el cubo? Algún guarro ha vomita-do en el rellano y se me ha ensuciado mucho el agua.

Juan Es que no está mi abuela ahora...

Gloria (Entrando en la casa.) Chico, mejor, así me miras a gusto. ¿Dónde está el baño?

Juan Allí, pero...

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Gloria Jodo, qué casa. A ver si le pones muebles nuevos a tu abuela que esto parece un sepulcro.

Juan Por favor, no toques nada...

Gloria Tranquilo que tampoco es que haya mucho que tocar.

(Mientras Juan permanece inmóvil, Gloria se dirige al baño. Después de un breve silencio se oye como echa el agua sucia a la taza y tira de la cadena, poco después se escucha el ruido del cubo llenándose...)

Gloria (Desde el baño, levantando la voz.) No dices muchas cosas tú, ¿no?

Juan No. (Preocupado por si vuelve Consuelo.)

Gloria Te llamas Juan. ¿A que sí?

Juan Sí.

Gloria Lo he visto en el buzón. Yo tengo un primo del pueblo que se llama Juan, como tú. Es un nombre bonito, me recuerda lo bien que me lo pasaba con mi primo en fiestas.

Juan ¿Vas a tardar mucho?

Gloria No, ya está... (Vuelve con el cubo lleno.) ¿Sabes qué?

Juan No.

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Gloria Cuando te veo pasar delante de la portería siempre me gusta ima-ginar a dónde vas o de dónde vienes... Con ese aire de tipo raro y eso. ¿Te funciona esa técnica para ligar? Seguro que sí. Tú sabes que eres un encanto. ¿A que sí?

Juan No.

Gloria (Paseando.) A mí me lo parece. ¿Qué opinas?

Juan No sé, nada. No sé.

Gloria ¿Siempre eres tan nervioso?

Juan A veces. Algunas veces.

Gloria ¿Sabes lo que es “de puta madre” para eso de los nervios?

Juan La tila.

Gloria Bueno, mejor la marihuana. Pero yo me refería a los masajes, aun-que se pueden mezclar las dos cosas... ¿Te molan los masajes?

Juan No, no sé.

Gloria Yo soy una masajista cojonuda. Anda siéntate aquí...

(Juan se sienta en un sillón, pero sigue incómodo. Gloria comienza a tocarle la espalda.)

Gloria ¡Huy huy huy! Si estás lleno de nudos... ¡Aquí! Aquí hay una con-tractura de la hostia, ¿lo notas?

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Juan No.

Gloria ¿No lo notas?

Juan No.

Gloria ¿Y esto? (Aprieta más fuerte.)

Juan (Se aparta.) Eso duele, no relaja.

Gloria Primero duele un poco, luego relaja, ya verás...

Juan No me habías dicho que doliese...

Gloria ¡Joder! Eres más rarito aún de lo que pareces...

Juan No me gusta el dolor sin sentido, no es raro, es lógico.

Gloria Pues a mí sí me gusta que me lo pongan difícil.

Juan No te entiendo.

Gloria No te hagas el “longuis” que ya me sé yo de qué vas...

Juan No te entiendo.

Gloria Te gusta la vía rápida...

Juan No sé que es eso.

Gloria Ya... Es un tipo de masaje diferente. En otra zona... Déjate hacer...

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(Empieza a tocarle sus partes por encima del pantalón. Juan, confuso se queda inmóvil.)

Gloria ¿A que esto sí que te relaja?

Juan No.

Gloria Eso es porque la tela absorbe las ondas relajantes... Vamos a ver así. (Le mete la mano por dentro del pantalón.)

Juan ¿Por qué haces esto?

Gloria Porque sé que te gusto y eso me “pone”. Sácate la polla.

Juan No me gustas.

Gloria (Le baja la cremallera.) ¿No te gusto?

Juan Creo que no.

Gloria Si quieres paro. (Silencio.) A ver a qué saben los raros.

(La luz se va atenuando dejando a Juan y Gloria en oscuro. Se enciende el haz de luz.)

Voz femenina Juan, tenemos que continuar...

(Juan se sobresalta y vuelve deprisa a hablar con la voz.)

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ESCENA 9 “ALFA”: ALGO REAL

Juan ¡Un momento...!

Voz femenina ¿Qué sucede?

Juan (Desconcertado.) Tu voz, suena diferente...

Voz femenina ¿Sí?

Juan Sí.

Voz femenina ¿Y a qué te suena?

Juan Tienes su voz, la voz de mi abuela, tienes voz de mujer. De mujer...

Voz femenina (Ríe.) Bueno, menos mal, no quisiera tener voz de hombre.

Juan (Cada vez más desconcertado.) ¿Cuánto rato llevamos hablando?

Voz femenina Desde que estás aquí.

Juan Pero no eras tú...

Voz femenina Claro que soy yo... No he hablado con nadie más desde que has llegado.

Juan (Desconfía.) No, no eres tú.

Voz femenina Estaba intentando ayudarte a recordar por qué estás aquí. Si quie-res nos tomamos un descanso y vuelvo dentro de un rato…

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Juan ¡NO! No te vayas. No me dejes aquí solo. Perdóname... Claro que eres tú. ¿Quién iba a ser? Entiende que aún me tengo que acos-tumbrar a esto. Es más fácil hablar de la ubicuidad que tenerla cara a cara. Manifiéstate como prefieras que yo sabré acatar tu vo-luntad.

Voz femenina Vamos a continuar... Hablábamos de Gloria.

Juan (Excusándose.) Perdóname... Te pido perdón. Yo al principio no quería pero Gloria no paraba de insistir y... He de reconocer que alguna vez sucumbí a la tentación y me dejé llevar, te pido per-dón... Pero siempre que lo hacía pensaba en ti y te juro que me arrepentía después de hacerlo... Y no es por excusarme pero, como tenía la idea de casarme con ella, pensé que tal vez lo entenderías, el trámite ya estaba hecho en mi corazón y...

Voz femenina Juan, enamorarse es maravilloso.

Juan (Con miedo.) Pero es que mi abuela no lo vería...

Voz femenina Pues ya hemos encontrado algo en lo que no estabas de acuerdo con ella.

(Silencio.)

Juan Lo estropeó todo. Todo. Siempre le hago caso. ¡Siempre! Desde bien pequeño le hago caso, y no es que no tenga razón pero esta vez...

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(Silencio. Juan habla consigo mismo.)

¡Gloria...! Había leído sobre ese sentimiento. AMOR... Sólo una palabra, Amor. Pero hay que decirla con cuidado y susurrando para que no se extinga demasiado rápido. Amor... Una sola pala-bra. Y, sin embargo, soportamos nuestra existencia en base a esta palabra, amor por la familia, amor a Dios... (Señalando al haz de luz.) Por primera vez en mi vida, por primera vez... Sentía... Sentía... Físicamente.

(Silencio.)

Mi abuela decía que sólo los que aman incondicionalmente a Dios alcanzan la gloria. Yo era uno de ellos y allí estaba mi amor: mi Gloria.

(Vuelve a hablar hacia la luz.)

Tú me diste esta capacidad para amar, sería un insulto no corres-ponderte utilizándola. Ojalá lo hubiese entendido antes... Ahora es demasiado tarde... Tuve miedo, me pudo el miedo y quise librarme de todo aquello...

Gloria Hola, guapo...

(Se apaga el haz de luz.)

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ESCENA 10: SIN RETORNO

(Casa de Consuelo.)

Juan (Preocupado.) Tenemos que hablar.

Gloria (Con prisa le empieza a besar.) ¿Tiene que ser ahora? Acabo de ver salir a tu abuela...

Juan No tenemos tiempo, sólo ha ido a hacer la compra...

Gloria ¿Y a qué esperamos...? (Comienza a desvestirse.)

Juan No. (La detiene.) No podemos seguir haciendo esto, no está bien...

Gloria (Le empieza a acariciar.) ¿Y quién dice lo que está bien y lo que está mal? ¿Tu abuela o tú?

Juan Dios.

Gloria ¿Acaso está Él aquí para vernos? (Continúa acariciándole.)

Juan Dios está en todas partes, es omnipresente.

Gloria ¡Pues mejor! Que mire si le apetece.

Juan (Apartándose.) No hables así en casa de mi abuela.

Gloria Yo digo lo que me apetece, esté donde esté... Anda, date prisa y cómeme un poquito el coño antes de que vuelva...

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(Se empieza a bajar los pantalones pero Juan se lo impide.)

Juan ¡NO! Mi abuela volverá enseguida.

Gloria Pues te la como yo un poco, que tú vas rápido...

Juan Esto no puede continuar, lo siento, no puede continuar... No quiero que vuelvas más a mi casa. Por favor, no vuelvas... Lo inten-to, intento explicártelo pero tú no entiendes nada. ¿No te das cuenta de que el placer es un arma del demonio? No entiendes nada.

Gloria No hay nada que entender, eres un gallina. (Imita con gestos y caca-reos al animal mientras persigue a Juan...) Clo clo clo... Clo clo clo...

Juan ¡Para!

Gloria Clo clo clo. ¡Cuidado con el dios de las gallinas! Clo clo clo. Está en todas partes porque es “ultra-potente”. Clo clo clo. Nos mira con el ojo de pichón que todo lo ve...

Juan Sssshhhhhhh. (Como si hubiese oído algo fuera.)

(Gloria se calla mientras Juan le tapa la boca, permanecen quietos en esa postura unos segundos.)

Juan Me he dado un susto de muerte... “Si te escondes es que lo que haces no está bien”. Mi abuela tiene razón, esto no está bien.

Gloria Bueno, si no nos ve follando tampoco pasa nada, ¿no?

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Juan Mi abuela no entendería que estuvieses aquí. Será mejor que te vayas ya.

(Pausa.)

Gloria No decías en serio lo de no vernos más...

Juan Sí. Vete.

Gloria Así sin más.

Juan No, no es así sin más, te he intentado dar razones que no quieres entender, tú sólo te burlas de mí y de mi abuela.

Gloria ¿Y cuáles son las razones esas que no entiendo? ¿Que según tú follar es pecado?

Juan En estas condiciones sí... La Biblia es clara al respecto.

Gloria Pues hemos pecado como conejos en todos los rincones de esta espeluznante casa... ¡Hipócrita!

(Juan le da una bofetada... Silencio.)

Gloria ¿Ahora qué? ¿Tengo que poner la otra mejilla?

(Juan la coge del cuello con las dos manos y le aprieta con fuerza, ella le sostiene la mira-da mientras se esfuerza en respirar. Pasados unos instantes Juan deja de hacer fuerza y Gloria le acaricia la entrepierna. Los dos se abrazan y comienzan a desnudarse el uno al otro...)

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(Entra Consuelo. Permanece inmóvil contemplando la situación... Juan tarda unos segundos en darse cuenta de que no están solos. Al ver a su abuela se queda petrificado, reacción que hace que Gloria también se dé cuenta.)

Gloria (Se levanta y se acerca a Consuelo retocándose.) ¡Hola! ¿Qué tal está usted?

(Consuelo, además de no responder, no ha variado la postura desde que entró y mira a los ojos de su nieto que le aguanta la mirada estupefacto.)

Juan Gloria, vete, por favor.

(Gloria sale deprisa. Silencio. Consuelo después de observar unos instantes a Juan, que está de rodillas, sale de escena. Juan la ve marchar extrañado.)

Juan (Después de unos instantes para asimilar la situación.) ¿Abuela...? Lo siento...

(Silencio.)

(Entra Consuelo bruscamente con un objeto que parece haber ido a buscar. Lo utiliza para golpearle...)

Consuelo (Mientras golpea.) Mi Señor y mi Dios, dale hambre de tu pan viviente. Aliméntalo con tu Palabra y con el Sacramento de tu Carne y tu Sangre...

Juan Lo siento...

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Consuelo (No deja de golpear.) Dale la fortaleza para controlar el apetito de sus sentidos...

Juan ¡Abuela!

Consuelo Purifica y nutre su alma con tu alimento, el cual es hacer la volun-tad del Padre Celestial...

(Juan se intenta proteger de los golpes y termina acurrucado en el suelo. Consuelo conti-núa golpeando hasta acabar extenuada, después sale santiguándose. Juan se recompone y queda de rodillas de espaldas al público.)

Juan (Levantando los brazos.) Yo, pecador, me confieso a Dios todopo-deroso, a la Bienaventurada siempre Virgen María, al Bienaven-turado San Miguel Arcángel, al Bienaventurado San Juan Bautista, a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, a todos los Santos y a voso-tros hermanos de que pequé gravemente de pensamiento, palabra y obra; por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa...

(Oscuro.)

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ESCENA 10 “ALFA”: ABSOLUCIÓN

(Se enciende el haz de luz. Juan ya está sentado de nuevo. Saca un cigarrillo y lo enciende.)

Juan (Sonriente.) ¡El origen! (Ríe.) Todo está en el origen de las cosas... ¿Escapar a nuestro destino merece la pena? ¿Merece la pena inten-tar ser como otros esperan que seas? ¿Quién soy? Ya no lo tengo claro... A lo mejor no soy lo que ella espera de mí... Lo he inten-tado todo, hice lo que ella me decía que estaba bien...

Voz femenina ¿Te refieres a tu abuela?

(Juan asiente con la cabeza y comienza a divagar.)

Juan ¿Quiénes somos? ¿Acaso somos libres para decidir quiénes somos? ¿Somos libres para decidir algo...? (Pausa.) Somos... moluscos gas-terópodos... Creyéndonos libres ¡nos arrastramos! Nos hemos arrastrado tanto tiempo que se nos ha olvidado que se puede ir más deprisa, y por eso creemos que somos felices... Porque no sabemos que, tal vez, se pueda correr. (Pausa.) No lo sabemos y eso está bien. Está bien no saberlo, porque el día en que nos damos cuenta de nuestra lentitud y nos embriaga el deseo de correr, mira-mos hacia atrás y vemos... NUESTRA CONCHA, nuestra con-cha que es nuestro origen..., nuestra familia..., nosotros mismos... Y entonces nos deprimimos porque nuestra supervivencia depen-de de soportar el peso de esa concha y de arrastrarla con nosotros... (Pausa.) En raras ocasiones algunos individuos no tienen concha...

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Son un poco más rápidos... pero están solos, y la envidia que gene-ran hace que los marginen... y corren muy poco más... pero están solos. (Pausa.)

Es lo único que se puede decidir... si quieres ser caracol o babosa.

(Silencio.)

Voz femenina ¿Estás bien?

Juan Sí. Estoy preparado para continuar. Gracias.

Voz femenina No hay de qué. ¿Necesitas algo?

Juan Necesito salir de aquí.

Voz femenina Pronto...

(Silencio.)

Voz femenina ¿Aquella vez fue la última que viste a Gloria?

Juan (Después de una pausa.) No. (Sorprendido y alegre.) Al final todo se arregló...

Voz femenina ¿Qué significa eso de que todo se arregló?

Juan Gloria lo entendió todo y empezó a comportarse como debía. Para formar una familia una mujer tiene que ser comedida y respetuosa, con su marido y con Dios. Para sellar para siempre nuestro com-promiso, Gloria abrazó tu palabra y abandonó su anterior vida...

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ESCENA 11: LA VÍA FANTÁSTICA

(Casa de Consuelo. Se ilumina un sillón que está de espaldas al público. Gloria perma-nece sentada e inmóvil durante toda la escena. Juan se dirige hacia el sillón y la besa. Se apaga el haz de luz.)

Juan Ya verás como todo nos irá bien. Esta casa es grande y después de casarnos podremos criar aquí a nuestros hijos... ¡Por cierto! Tenemos que ir pensando nombres para nuestros hijos... A mí me gusta María para chica y si es chico ya lo pensaremos... (Pausa, huele algo desagradable.) ¿Notas ese olor? Está por todas partes...

Voz de Gloria ¿A qué huele?

Juan Huele a mi pueblo... Huele igual que el patio de mi casa del pue-blo cuando mi abuela desangraba a los cerdos para hacer morci-llas... (Mira alrededor.) Ya sé que no te gustan mucho estos mue-bles pero podemos comprar otros nuevos si quieres... De hecho es una cosa que podríamos hacer esta tarde cuando salgas de trabajar. No te hagas la remolona que llevas ya dos días sin ayudar a tu padre. Al final se enterará de que estás aquí y subirá a decirme que te tengo secuestrada... (Ríe.) De todas formas haz lo que quieras, a mí también me cuesta separarme de ti... (Huele de nuevo.) ¿De verdad no lo notas?

Voz de Gloria Juan, es importante que confiemos el uno en el otro...

Juan Quizás tenga algún ambientador...

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Voz de Gloria Necesito que colabores conmigo. ¿Confías en mí?

Juan Luego lo busco.

Voz de Gloria ¿Dónde está tu abuela?

Juan Es mejor que nos casemos cuanto antes... Llamaré a la iglesia para hacer una reserva, si es posible para este mismo fin de semana... ¿Crees que organizarán bodas a domicilio? Así no tendríamos que salir de casa... Lo digo por tu padre..., para que no te vea... Y si no, bajamos de puntillas por las escaleras y pasamos agachados por detrás de la portería... Es curioso, nunca se me hubiese ocurrido antes hacer algo así y todo gracias a ti... Ahora puedo tomar mis propias decisiones y ¡hacer lo que quiera cuando quiera! como tú.

Voz de Gloria Juan, escúchame... No me estás escuchando.

Juan A mí también me da un poco de miedo todo este cambio pero ya verás como nos irá bien, cuando hay amor ¿qué otra cosa se nece-sita?

Voz de Gloria Necesito que veas la realidad de las cosas.

Juan (Se tapa la nariz con la manga.) En este salón pondremos una es-tantería con libros... Podríamos poner la teología en la parte de arriba... Es importante que nuestros hijos nos vean leer, así que será mejor que te vayas acostumbrando a hacerlo... Por el dinero no te preocupes... Lo más importante es que, por fin, me he des-

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prendido de mi concha, ahora podremos ser lo que queramos... voy a intentar ser babosa y no caracol. ¿Qué opinas?

(Se enciende el haz de luz.)

Voz femenina Opino que hay cosas que no encajan...

Juan Ahora no hablo contigo...

Voz de Gloria Tiene razón, Juan.

Juan Pues claro, ¿cómo no va a tenerla?

Voz femenina Juan. ¿Dónde está tu abuela Consuelo?

(Se apaga la iluminación del sillón. Sólo queda el haz de luz.)

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ESCENA 12 “ALFA”: ¿MEA CULPA?

Juan Maldito olor... (Pausa. Intentando recordar) Estaba bañándose... Estábamos los dos... hablando...

Voz femenina ¿Esa es la última vez que recuerdas haberla visto?

Juan ...Ya lleva mucho rato...

Voz femenina ¿De qué habláis?

Juan Le cuento mis planes con Gloria... Al principio le cuesta entender-lo... Luego acaba por comprender...

Voz femenina Es difícil que Consuelo pudiese comprender nada... Juan, estaba enferma.

Juan Se encuentra muy bien. No está enferma.

Voz femenina Es extraño pero a veces sucede... Has vivido toda la vida con ella y te has acostumbrado a su forma de comportarse.

Juan ¿Qué quieres decir?

Voz femenina Tu abuela padecía un trastorno mental que conlleva uno o varios de estos síntomas; delirios, alucinaciones, alteraciones afectivas, del lenguaje y conductuales. ¿Has oído hablar de la esquizofrenia?

(Silencio. Juan intenta encajar la noticia.)

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Juan No, es imposible, vivo con ella desde siempre... La hubiese visto tomar medicinas...

Voz femenina Nunca recibió tratamiento...

Juan ¿Por qué hablas en pasado?

Voz femenina Hace un par de horas le estaban haciendo la autopsia. Lo siento.

(Silencio.)

Juan (Buscando una explicación para encajar la noticia.) ¿Puede matar la esquizofrenia?

Voz femenina Es una pregunta difícil de contestar... La esquizofrenia no provoca la muerte, pero… una persona puede reaccionar de manera impre-visible durante un brote a consecuencia de las alucinaciones.

Juan Mi abuela nunca faltaría a tu palabra quitándose la vida...

Voz femenina No...

Juan (Parece desconectar de la conversación.) La verdad es que ya lleva mucho rato en la bañera... Me estoy preocupando.

Voz femenina La esquizofrenia es una enfermedad hereditaria...

Juan ¿Quieres decir que mi madre pudo estar enferma?

Voz femenina Juan, ¿qué paso la última vez que viste a Consuelo?

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(Silencio.)

Juan (Intentando recordar.) Yo... me curaba unas heridas... Pensaba en que no volvería a ver a Gloria... Mi abuela me llamó...

Consuelo Juan, ven aquí.

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ESCENA 13: LA PURGA

(Baño de Consuelo. Ella está en la bañera sujetando la esponja en alto. Se apaga el haz de luz.)

Consuelo Ayúdame a purificar mi alma... Hoy más que nunca lo necesita-mos...

Juan ¿Por qué hoy más que nunca?

Consuelo Desde que tu madre te dejó a mi cargo todas las noches hablo con los ángeles en mi habitación... Ellos me dicen que no me fíe de ti... “El hijo del pecado es el hijo de Lucifer...”. “No hay salvación posible para él si no se entrega a nuestro señor Jesucristo en cuerpo y alma...”. Eso me dicen, desde el principio... Yo he intentado seguir sus enseñanzas para librarte de la tentación de ser quien eres, pero al verte con esa desgraciada está claro: “la cabra siempre tira al monte...”. Dios me dice que purifiques tu cuerpo junto al mío... Quítate la ropa.

(Silencio. Juan se queda inmóvil, después de un segundo comienza a desnudarse de cin-tura para arriba. Mientras, Consuelo contempla su cuerpo... Ya con el torso desnudo, Juan se queda inmóvil. Tras una breve pausa parece haber olvidado lo que le acaban de decir.)

Juan (Traspuesto.) ¿Me ha dicho algo, abuela?

Consuelo ¡Te he dicho que vengas!

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Juan (Consigo mismo.) La felicidad es en parte la sugestión de creer que puedes tomar decisiones... y todo está circunscrito al origen... La espiral... Esa línea que gira en torno a un centro... mientras se aleja... cada vez más...

Consuelo ¿Qué estás diciendo ahora?

Juan Perdone, abuela... ¿Por dónde íbamos?

Consuelo Toma.

(Le entrega la esponja y se abre de piernas. Juan empieza a frotar entre las piernas de Consuelo.)

Juan (Mientras acaricia, mirando a otro sitio.) Perdóneme, abuela, si tal vez la he desatendido... Ya sabe que yo sólo quiero que esté bien...

(Silencio. Juan coge la esponja y frota el torso de Consuelo, cerca del cuello.)

Consuelo Así... Así te tienes que comportar. Entiende que Dios necesita pruebas para no condenarte... Yo intercedo por ti, hijo, pero eres tú quien debe cumplir la voluntad de Dios, escúchale, habla con Él.

(Silencio.)

Juan No quiero decir con esto que no estuviese mal no atender mis obligaciones con usted y haberle faltado al respeto en su propia casa pero... Creo que tampoco es malo que yo ame a una mujer... ¿Acaso no amaba usted a su marido?

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Consuelo No digas tonterías... Cuando me casé ninguno de los dos teníamos otra obligación más que la de casarnos, porque Dios me lo dijo. Tú tienes un compromiso conmigo. ¡Que estás aquí gracias a mí!

(Silencio.)

Juan Estoy seguro de que puedo cumplir mi compromiso con usted y además unirme a otra mujer en sagrado matrimonio...

Consuelo El que mucho abarca poco aprieta. No me vuelvas a enfadar. Y no vuelvas a enfadar a Dios. Me cuidarás el resto de mi vida. Como yo hice con mi marido hasta que murió. Ya después puedes asumir otros deberes, como yo, que tuve que cuidarte a ti... Ya te lo he dicho, tienes que hacerle caso a Dios.

(Juan asiente con resignación. De pronto levanta la cabeza como intentando oír algo.)

Juan Sí, lo oigo hace ya mucho tiempo.

Consuelo ¡Muy bien! Pues has de hacerle caso en todo lo que te diga.

Juan Tiene razón... (Juan presiona los hombros de Consuelo hacia abajo.)

Consuelo No aprietes tanto que me vas a hacer daño.

Juan Me alegro de haber aclarado las cosas con usted... (Sigue presionan-do hacia abajo.)

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Consuelo ¿QUÉ ESTÁS HACIEN... DO? (Intenta mantener la cabeza fuera del agua.)

Juan (Continúa ahogándola mirando hacia arriba.) Gracias por ayudar-me a encontrar el camino... (Consuelo sigue luchando por respirar.) Sólo tú puedes conducirnos hacia la libertad. (Sólo sobresalen los brazos de Consuelo en los últimos intentos por sobrevivir.) Gracias por tu bendición.

(Consuelo ya no se mueve.)

(Silencio. Se levanta y sale. Oscuro.)

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ESCENA 14 “ALFA”: LA VERDAD

(Se enciende el haz de luz. Juan está sentado en una silla con la mirada perdida. Después de un momento se enciende un cigarro sin prisa alguna.)

Juan Siempre he sido una persona educada... Aprendí de mi abuela la sobriedad y el recato en favor de lo impulsivo… Lleva mucho rato en la bañera… se le va a enfriar el agua. Voy a ver a Gloria.

(Entra la actriz que interpretaba hace un momento a Consuelo, ya transformada en la Psiquiatra. Juan no la ve.)

Psiquiatra (A una grabadora.) Desde el inicio de la sesión, el acusado presen-ta síntomas de confusión mental tales como: dispersión, paranoia, alucinaciones y amnesia. Durante la reconstrucción de los hechos, incluso nos ha hecho partícipes de sus recuerdos, hablándonos como si fuésemos otras personas.

Juan (Hablando solo.) Voy a ver a Gloria.

Psiquiatra Gloria no está aquí, Juan… ¿Cuántos días estuvo tu abuela en la bañera?

Juan (Escucha la voz de la Psiquiatra pero no la ve, sigue hablando al haz de luz.) Se le va a enfriar el agua… ¿Ya puedo continuar?

Psiquiatra Necesito alguna cosa más, luego te llevaremos abajo para que pue-das descansar.

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Juan ¿Abajo? Yo no quiero ir abajo, quiero ir arriba... (Ve a la Psiquiatra por primera vez.) ¡Abuela! Qué bien que esté aquí. Me tenía preo-cupado. ¿Viene usted también con nosotros?

Psiquiatra ¿A dónde quieres ir?

Juan Al cielo, con usted.

Psiquiatra Puedes tratarme de tú…

Juan (Extrañado.) No sé si sabré abuela. Tantos años…

(Silencio.)

Psiquiatra ¿Aún no sabes dónde estás?

Juan Estoy a punto de llegar al final, igual que usted.

Psiquiatra Estamos en la sala de interrogatorios número siete.

Juan Siete... Siete son los pecados capitales... Dante se despidió de Virgilio subiendo las siete alturas...

Psiquiatra Estás acusado de homicidio en primer grado. Depende de mi eva-luación que ingreses en un centro psiquiátrico.

(Silencio.)

Juan Mi lugar está junto a Dios, Nuestro Señor.

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Psiquiatra Tu lugar, ahora mismo, está aquí. Ésta es la realidad. Puedes hacer-me caso, o no, pero, dadas las circunstancias, te recomiendo que intentes asimilar que soy la única persona que puede hacer algo por ti. Y te aseguro que hay una diferencia considerable entre el psiquiátrico y la cárcel.

(Silencio.)

Juan (Extrañado. Piensa en voz alta.) Usted nunca bromea…

Psiquiatra Trátame de tú.

Juan No quiero.

Psiquiatra ¿Eres consciente de que has matado a tu abuela?

(Silencio.)

Psiquiatra Entiendes que Consuelo está muerta.

(Silencio.)

Psiquiatra Juan, respóndeme.

Juan Sólo respondo ante Dios, nuestro Señor.

Psiquiatra ¿Y crees que Él estaba de acuerdo en que la mataras?

(Silencio.)

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Juan Él ama a todos sus hijos, incluso... al caracol... Y no querría que le volviesen a hacer daño...

Psiquiatra (Siguiéndole el juego.) Tal vez Dios estaba intentando proteger al caracol.

Juan El caracol no necesita protección, sabe soportar el peso de su con-cha, lleva haciéndolo desde que nació.

Psiquiatra ¿Qué necesita el caracol?

Juan Él necesita lo mismo que necesitamos todos: Libertad. Libertad para aparearse.

Psiquiatra Consuelo nunca te hubiese permitido estar con Gloria.

Juan A usted no le gusta el caracol.

Psiquiatra Yo no soy Consuelo, Juan.

(Silencio.)

Psiquiatra ¿En qué momento decidiste matarla?

Juan Un caracol no tiene capacidad para tomar decisiones por sí mis-mo, actúa según su instinto, que está gobernado por la ley de Dios...

Psiquiatra (Habla a la grabadora.) El proceso alucinatorio responde a la nece-sidad de crear una alternativa a su anterior vida. La castración de

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su individualismo y los abusos, parecen haber marcado una perso-nalidad sin iniciativa...

Juan (Hablando solo.) El caracol ha perdido un compañero, pero ha ganado en la lucha por la supervivencia.

Psiquiatra (A la grabadora.) Cuando el deseo sexual fue despertado por Gloria, su mente creó una fórmula para escapar de su prisión y así poder dar rienda suelta a su instinto.

Juan (Sigue hablando solo.) El instinto es una cualidad natural impuesta por Dios, es la capacidad para escuchar su mandato y la voluntad para cumplirlo. He acatado el mandato de Dios y ahora puedo ver a Gloria.

Psiquiatra Eso no va a ser posible...

Juan Claro que sí. Si yo quiero verla… no entiendo por qué no voy a poder verla. (Mira al sillón y el sillón se ilumina. Juan se acerca.) ¡GLORIA! Me alegro de que estés aquí, y me alegra ver que estás más tranquila...

Voz de Gloria ¿Por qué la mataste?

Juan (En voz baja.) Sssshhhhhhh... No hables tan alto que te va a oír... (Refiriéndose a la Psiquiatra.) Mi abuela está ahí... (Huele algo de pronto.) ¿A qué huele aquí? (Se pone a olisquear el sillón como si fuese un perro.) He cumplido la voluntad de Dios como ella me

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enseñó... Querrán confundirte haciéndote preguntas... Ten cuida-do y compórtate con recato, así podremos salir de esta trampa.

Psiquiatra Juan, estás teniendo otra alucinación.

Voz de Gloria No vas a ir a ningún sitio...

Psiquiatra Juan, Gloria no está aquí.

Juan ¡Vámonos! (Gira el sillón y se queda estupefacto al ver que está vacío.)

Voz de Gloria (Se oye desde la zona en la que se encuentra la Psiquiatra, pero no se la ve.) Juan, siéntate.

Juan ¿Gloria?

(Juan sigue la voz hasta la zona donde está la Psiquiatra. Entra la actriz que interpreta-ba a Gloria encarnando a la Inspectora.)

Juan ¡Gloria! Que bien que estés aquí.

Inspectora Ya no vamos a seguir jugando a esto.

Juan Podemos estar eternamente juntos. ¿No te das cuenta?

Inspectora Tienes que explicarnos qué pasó con Gloria. Siéntate.

Juan (Confuso, se sienta lentamente.) No lo entiendo… (Se queda miran-do fijamente al haz de luz.)

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Psiquiatra ¿Te molesta la luz? Puedo apagarla si quieres.

Juan ¿Señor, por qué me has abandonado?

(Juan se queda sentado intentando comprender lo que pasa.)

Inspectora ¿Qué pasó con Gloria? (Juan no contesta.)

(Silencio.)

Psiquiatra Está cansado.

Inspectora Yo también estoy cansada de perder el tiempo con un asesino.

Psiquiatra En realidad también es una víctima.

Inspectora Bueno, sea como sea, vamos a ver si conseguimos que confiese lo de la chica.

(Las dos se acercan a Juan.)

Inspectora Juan.

Juan ¿Gloria?

Inspectora No, Juan, yo no soy Gloria. Gloria esta abajo con una etiqueta en el pie y metida en una bolsa azul.

Juan Siempre me ha gustado el azul. Es el color del cielo.

Inspectora Juan, escúchame. ¿Cuándo viste a Gloria por última vez?

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Juan Gloria es mi destino.

Inspectora Pero la has matado…

Juan (Sonriente.) Voy a verla…

Inspectora No puedes salir de aquí.

Juan ¿No puedo continuar?

Inspectora Sólo podemos continuar si me explicas qué pasó cuando viste a Gloria por última vez.

Juan (Con vergüenza.) No puedo.

Inspectora Claro que sí. A mí puedes contarme lo que sea. ¿Qué pasó?

Juan Nos apareamos.

Inspectora ¿Y qué más?

Juan No me acuerdo… Se quedó sentada… y yo… No lo recuerdo. (Mira fijamente a la Inspectora.) Estás tan guapa.

Inspectora Juan… Mírame bien, no soy Gloria.

Juan Tienes que cambiarte esa ropa, está muy sucia. Yo voy a limpiar el suelo.

Inspectora ¿Por qué querías limpiar el suelo?

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Juan Porque está sucio.

Inspectora ¿Y por qué está sucio?

Juan A mi abuela no le gusta la suciedad. Y a mí no me gusta la sucie-dad. “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.”

Inspectora (A la Psiquiatra.) Esto me supera.

Psiquiatra Vete a por café, así te aireas un poco.

Inspectora ¿No te importa quedarte sola con él?

Psiquiatra Nos llevamos bien.

Inspectora Vuelvo enseguida.

Psiquiatra Despéjate un poco. Juan y yo seguimos hablando. ¿Verdad Juan? (Juan le sonríe amistosamente.)

Inspectora Ahora vengo.

Psiquiatra Hasta ahora.

(Sale la Inspectora. La Psiquiatra coge la carpeta del informe y se sienta al lado de Juan.)

Psiquiatra Gloria te gusta mucho, ¿verdad?

Juan Es mi destino.

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Psiquiatra Juan, quiero que mires unas fotos. No te van a gustar. (Le enseña las fotos del cadáver.) ¿Reconoces a esta persona?

Juan (Sonriente acaricia las fotografías.) Es Gloria.

Psiquiatra No, es el cadáver de Gloria. Juan, necesito que me ayudes. La han encontrado... Está muerta… ¿Dios te ordenó que la mataras?

(Silencio.)

Juan No pareces darte cuenta de lo difícil que es para los seres humanos encontrar una pareja con la que el acto reproductivo se lleve a cabo de mutuo acuerdo... Los caracoles lo tienen más fácil. Cada indi-viduo tiene los dos sexos. Así que solo hace falta que se encuentren dos cualesquiera... Al iniciar la cópula, uno de ellos clava una pro-tuberancia con forma de flecha en el cuerpo del otro. Poco des-pués, este último responde de la misma manera y más tarde termi-na el apareamiento... La protuberancia la fabrican con residuos calcáreos y está disponible siempre que se aparean.

(Se abalanza sobre la Psiquiatra sujetándole el cuello con un antebrazo y tapándole la boca con el otro. Ella se queda paralizada por el miedo.)

Pero ahora imagina por un momento que exista un solo caracol, uno solo, que habiendo recibido muchos flechazos en diferentes apareamientos, nunca haya sido capaz de devolver el flechazo... Su protuberancia ha seguido creciendo dentro de su cuerpo hasta alcanzar un tamaño excesivamente grande... Esa enorme protube-

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rancia que lleva cultivándose tanto tiempo dentro de su cuerpo necesita ser expulsada de una vez...

(Aprieta el cuello de la Psiquiatra con más fuerza. Ella intenta escapar pero poco a poco se queda inconsciente. Juan la coloca en el suelo y recoge el bolígrafo con el que ella apun-taba.)

Su cuerpo necesita vaciarse y, por encima de su voluntad, aparece el instinto, lo natural.

(Se agacha frente a ella y le separa las piernas. Levanta el bolígrafo con una mano a la altura del abdomen.)

“El Señor es mi pastor, nada me falta...”. “En lugares de delicados pastos me hará descansar...”.

(Entra la Inspectora y apunta a Juan con un arma.)

Inspectora Apártate o te pego un tiro.

Juan ¡Voy a ir al cielo!

(Se dispone a clavar el bolígrafo en el cuerpo de la Psiquiatra y la Inspectora dispara.)

(Oscuro.)

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ESCENA FINAL “BETA”: PERCEPCIONES

Juan La espiral. Una línea curva que gira alrededor de un punto mien-tras se aleja de éste. El camino más largo entre dos puntos. Por fin estoy aquí. Todo es perfecto.

(Se enciende el haz de luz. Todo lo demás permanece en oscuro. Juan está sentado como al principio.)

Voz ¿Qué tal te encuentras?

Juan Nunca he estado mejor. Me siento libre, ligero... como en una nube. Me siento libre, por fin... y huele a limpio. Merece la pena estar aquí.

Voz Es parte de mi trabajo que os encontréis bien.

(Silencio.)

Juan Tengo algo que decirte…

Voz Dime.

Juan Quisieron convencerme de que no hablase contigo.

Voz ¿Ah, sí?

Juan Sí, decían que sólo eras una… “percepción irreal de los sentidos”. Pobres, se han construido una realidad que favorezca su individua-

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lismo y, como somos pocos los que podemos ver más allá, nos quieren convencer de que tenemos la “percepción alterada”. Sólo por aventajarnos en número se creen que su realidad es la única. Es por eso que te hacen de menos y que no te valoran como autén-tico promotor de la vida.

Voz Hablar contigo me sube la moral.

Juan Para mí es un privilegio. Tú haces que nuestra existencia tenga sentido. Tu condición de guía evita que caminemos perdidos…

Voz Sólo cumplo con mi deber.

(Silencio.)

Juan La culpa es de los techos bajos.

Voz ¿Los techos?

Juan Hablo del miedo. La gente camina como si llevase algo a cuestas. Se les cae el cuello hacia delante y se les encorva la espalda… Es una forma de andar con precaución, con un cuidado extremo que les incita a agachar la cabeza. Y la culpa de todo la tienen los techos. Fíjate en los niños. Andan sin preocupación, con el cuello erguido. Por eso se dan tantos golpes con las cosas, porque no ven los límites. Luego se crece en estatura y se mengua en curiosidad, porque descubres que sí hay límites. Y si no eres capaz de seguir adelante, pronto todo te pesa más y además, los techos están más

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cerca, y entonces aumenta la inseguridad, y tu cuerpo reacciona anticipándose al dolor. Por eso a medida que nos aproximamos al techo agachamos más la cabeza. Es por eso que el mundo te nece-sita, porque necesitamos saber que nuestra existencia tiene un sentido, un final eterno.

Voz Unos días hablas de caracoles y otros de techos…

Juan Sí, al final la educación define el carácter de las personas...

Voz ¿Qué tal ese brazo?

Juan Estoy tan bien aquí que no me duele nada.

(Silencio. Sube un poco la luz y se ve al actor que interpreta a la Voz vestido de enferme-ro. Lleva un vaso de agua y otro de plástico con pastillas. Se apaga el haz de luz.)

Juan (Mira al enfermero a la cara.) Es extraño. Cuando te veo, me cues-ta asimilar tu imagen.

Enfermero Me dices lo mismo todos los días. Al final voy a pensar que soy muy feo.

(Silencio.)

Enfermero Toma. (Le da el vaso de agua y las pastillas.)

Juan ¿Qué he de hacer con esto?

Enfermero Yo creo que lo mejor para ti es ver las cosas tal y como son.

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Juan Siempre tienes razón.

Enfermero Me alegro de verte tan positivo. Hasta mañana.

Juan Hasta mañana.

(Sale el enfermero.)

Juan (Sosteniendo el vaso de agua y las pastillas.) No quiero ver las cosas diferentes a como son. Y así son maravillosas.

(Oscuro Final.)

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Se terminó de imprimir en lasprensas de Sansueña Industrias

Gráficas el día 31 de mayo, finalizando la Pascua

de 2011