Stephen King - Danza Macabra Parte 1

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STEPHEN KING —— Danza Macabra

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Danza Macabra. Parte 1

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STEPHENKING

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DanzaMacabra

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Es lo suficientemente fácil —quizás demasiado— hacer homenajes a los muertos. Este libro es para seis grandes escritores de lo macabro que aún están vivos.

ROBERT BLOCHJORGE LUIS BORGESRAY BRADBURYFRANK BELKNAP LONGDONALD WANDREIMANLY WADE WELLMAN———

Entra, Extraño, a tu propio riesgo: Aquí hay Tigres

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CONTENIDOS——PRÓLOGO.......................................................................................................... 4IOctubre 4, 1957, y una invitación a Bailar...........................................................9IIHistorias del Gancho..........................................................................................20IIIHistorias del Tarot.............................................................................................. 36IVUna Pausa Autobiográfica..................................................................................54VLa Radio y el Sentido de la Realidad................................................................. 68VILa Película Americana Moderna de Horror - Texto y Subtexto........................80VIILa Película de Horror como Comida Basura....................................................122VIIILa Teta de Vidrio, o Este Monstruo fue traído a ti gracias a Gainesburgers....132IXFicción de Horror............................................................................................. 151XEl Último vals —Horror y Moralidad, Horror y Magia........................................227

EPÍLOGO........................................................................................................ 240

APÉNDICE 1. LAS PELÍCULAS...................................................................... 242

APÉNDICE 2. LOS LIBROS............................................................................ 245

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Prólogo

ESTE LIBRO está en tus manos como resultado de una llamada telefónica que me hicieron en Noviembre de 1978. Por esa época estaba enseñando Escritura creativa y un par de cursos de literatura en la Universidad de Maine en Orono y trabajando, en el tiempo suelto que podía hacerme, en la versión final de una novela, Firestarter, que a esta altura debería haberse publicado ya. La llamada fue de Bill Thompson, quien ha editado mis primeros cinco libros (Carrie, Salem's Lot, The Shining, Night Shift, y The Stand) entre los años 1974-1978. Más importante que eso... Bill Thompson, que entonces era un editor de Doubleday, fue la primera persona que logró conectar con el establishment del mercado editorial en New York para que leyeran mis tempranos e inéditos trabajos con cierto simpático interés. Él tenía aquellos importantes contactos que todos los nuevos escritores esperan y desean . . . y tan pocos consiguen.Doubleday y yo llegamos a un acuerdo de separación luego de The Stand, y Bill también se mudó —se convirtió en editor senior en Everest House, editorial que imprimió el volumen que ustedes tienen en manos.Por eso fue que nos convertimos en amigos, además de en colegas. A través de los años de nuestra asociación, continuamos en contacto, almorzábamos juntos ocasionalmente . . . y ocasionalmente nos emborrachábamos juntos también. El mejor de todos fue tal vez durante el partido de las estrellas de béisbol, en Julio de 1978, el cual vimos en una televisión de pantalla gigante con innumerables cervezas en un pub irlandés en algún lugar de New York. Había un cartel al fondo del bar que decía: HAPPY HOUR para pájaros tempraneros, de 8 a 10 A.M.”, con todos los tragos a sólo cincuenta centavos. Cuando le preguntamos al barman que clase de clientela podía estar allí a las 8:15 A.M. por un ron Collins o un gin Rickey, él me puso en mi lugar con una sonrisa boba, restregó sus manos sobre su delantal, y dijo: "universitarios, como ustedes."Pero en esa noche de Noviembre no demasiado después de Halloween, Bill me llamó y me dijo, "¿Por qué no escribes un libro acerca de todos los fenómenos de horror tal como lo viste? Libros, películas, radio, TV, todo. Lo haremos juntos, si quieres."El concepto me intrigó y me asustó al mismo tiempo. Me intrigué porque me preguntaba una y otra vez, por qué yo escribía acerca de ese tipo de cosas, por qué la gente quería leerlo o ir a los cines para verlo —la paradoja parecía ser: ¿por qué la gente iba a pagar su buen dinero para estar extremadamente incómoda? He hablado con suficiente gente del asunto, y escrito las suficientes palabras del mismo (incluyendo un prólogo lo suficientemente largo para mi colección de historias cortas, “Night Shift”) para hacerme una idea de que un Testimonio Final acerca del asunto, sería algo atractivo. Para el resto de los tiempos, podría creer.Sería la solución para contestar: si querés saber qué pienso acerca del horror, está este libro que escribí con respecto al tema. Léelo. Es mi Declaración Final y eterna acerca de las historias de terror.

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Me asustó porque podía prever que el trabajo podría abarcarme años, décadas, siglos... Si uno va a empezar con Grendel y la mamá de Grendel y trabajar desde ahí, incluso la versión condensada del Reader's Digest abarca cuatro volúmenes.Los límites según Bill eran: que yo debería restringirme a los últimos treinta años, más o menos, con algunos viajecitos para explorar las raíces del género. Le dije lo que pensaba acerca de eso, y puse manos a la obra. Pensaba que sería largo y difícil. Nunca antes había intentado un proyecto de no-ficción del tamaño de un libro, y la idea me intimidaba. El simple pensamiento de tener que decir la verdad era intimidante. La ficción, después de todo, es mentiras y más mentiras... lo cual es el porqué de que los puritanos nunca podrían ir detrás de eso, y van con la corriente. En un trabajo de ficción, si te quedás estancado, siempre podés arreglar algo o retroceder unas páginas y cambiar algo. Con la no-ficción, hay un asunto complicado: el tener que asegurarte de que los hechos sean correctos, directos, que las fechas coincidan, que los nombres estén bien escritos... y lo peor de todo, significa “pasar al frente”. Un novelista, después de todo, es una criatura escondida; a diferencia del músico o del actor, él puede pasar desapercibido en cualquier calle. Sus creaciones atraviesan la escena mientras él continúa sin ser visto.The escritor de no-ficción está demasiado visible.Aún, la idea tenía su atractivo. Comencé a comprenderlo, tal vez como los personajes que predican en Hyde Park ("los nutters," como los llaman nuestros primos británicos) se deben sentir mientras van arrastrando y poniendo en posición sus cajas de jabón y se preparan para montarse en ellas. Pensaba en tener páginas y páginas en las cuales jugar y jugar a todos mis jueguecitos—"¡Y que encima te paguen por eso!' gritó Bill, restregándose las manos y riendo a carcajadas como loco. Pensaba en dar una clase de literatura el semestre siguiente, una clase llamada Temas de Literatura Sobrenatural. Pero principalmente pensé que aquí estaba mi oportunidad de hablar acerca de un genero que amo, una oportunidad, que se les ha ofrecido muy pocos escritores comunes de ficción.Como para mi curso de Literatura Sobrenatural: en aquella noche de Noviembre en que llamó Bill, estaba sentado en la mesa de la cocina con una cerveza, tratando de salir del atontamiento y decir, aunque sea una sílaba... y meditando en voz alta junto a mi esposa: “estoy a punto de pasar un montón de tiempo frente a una multitud, hablando acerca de un asunto del que antes sólo había recorrido instintivamente, como un ciego. A pesar de que algunos de los libros y películas discutidos en las páginas siguientes son ahora enseñados rutinariamente en las universidades, me leí los libros, vi los filmes y formé mis conclusiones personales, sin textos escolares de ningún tipo para guiar mis pensamientos. Parecía que estaba muy cerca, parecía que debería poder ver, por primera vez, el verdadero color de mis pensamientos.Esto puede parecer una frase extraña. Más adelante en este libro, he escrito mi creencia de que nadie está exactamente seguro de qué es exactamente lo que quieren decir acerca de un asunto; hasta que haya escrito sus pensamientos. De similar modo, creo que tenemos muy poca comprensión de aquello que pensamos hasta que hemos transmitido esos pensamientos a otros que sean al menos tan inteligentes como nosotros mismos. Por eso, si, estaba nervioso por la perspectiva

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de ingresar al salón de clases de Barrows Hall y pasar buena parte de lo que de otra manera serían unas adorables vacaciones en St. Thomas, en la agonía de aquel año, hablando sobre el uso del humor en el “Drácula” de Stoker, y el coeficiente paranoico de “Body Snatchers”, de Jack Finney. En los días siguientes a la llamada de Bill, comencé a pensar más y más que mi serie de charlas (no tuve las bolas suficientes como para llamarlas “conferencias”) en el campo del horror gótico sobrenatural, parecían ser bien recibidas —tanto por mí como por mis estudiantes— entonces quizás escribir un libro del asunto podría completar el círculo. Finalmente llamé a Bill y le dije que podía intentar escribir el libro. Y, como podrán ver, lo hice.Todo esto es para reconocerle a Bill Thompson, como el que creó el concepto de este libro. Fue su idea, y fue una buena idea. Si te gusta el libro que sigue, agradéceselo a Bill, a él se le ocurrió. Si no les gusta, culpen al autor, que arruinó todo.Esto también es en reconocimiento a aquellos cien estudiantes que escucharon pacientemente (y a veces soportándolo) cómo trabajaba en mis ideas. Como resultado de esa clase, muchas de esas ideas no pueden decirse que son mías, porque ellas fueron modificadas durante las discusiones, debatidas; y, en muchos casos, cambiadas.Durante esa clase, un profesor de inglés de la Universidad de Maine, Burton Hatlen, vino a dar una conferencia un día sobre el “Drácula” de Stoker y ustedes descubrirán que sus ideas del honor, como una potente pileta de mitos en donde todos nos pegamos un chapuzón, también forma parte de la columna vertebral de este libro. Por eso, gracias, Burt.Mi agente, Kirby McCauley, un fan de la fantasía y del horror y un Minnesotano irredento, también merece mi agradecimientio por leer este manuscrito, apuntando errores de hecho, discutiendo conclusions... y más que nada por sentarse conmigo una perfecta noche de borrachera en el hotel U.N. Plaza, en New York y ayudarme a confeccionar la lista de los filmes de terror recomendados durante los años 1950-1980, que forman el Apéndice 1 de este libro. Le debo a Kirby más que eso, mucho más, pero por ahora, esto es todo lo que tengo que hacer.He abrevado de unas cuantas fuentes externas durante el curso de mi trabajo en Danse Macabre, y he tratado tan concienzudamente como pude de reconocerlas en orden de aparición, pero debo mencionar algunas que fueron fundamentales: el trabajo seminal de Carlos Clarens acerca de las películas de horror: An Illustrated History of the Horror Film; el cuidadoso resumen capítulo por capítulo de The Twilight Zone en Starlog; The Ciencia ficción Encyclopedia, editada por Peter Nichols, quien fue particularmente útil en darle sentido (o en intentarlo de todos modos) a los trabajos de Harlan Ellison y del programa de televisión The Outer Limits; e incontables atajos a las viscicitudes que me tocó recorrer.Finalmente, gracias a los escritores —Ray Bradbury, Harlan Ellison, Richard Matheson, Jack Finney, Peter Straub, y Anne Rivers Siddons entre otros— que fueron lo suficientemente amables como para responder mis cartas de consulta y proveer información acerca de la génesis de los trabajos discutidos aquí. Sus voces proveen una dimensión a este trabajo, que, de otra manera, podría haber quedado tristemente vacío.

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Imagino que eso es todo, excepto que no querría en absoluto dejarlos con la idea de que lo que sigue se acerca a la perfección. Yo lo imagino lleno de errores, a pesar del cuidadoso rastreo. Sólo puedo esperar que los errores no sean demasiado graves, o demasiados. Si encuentran esos errores, espero que me escriban y me los indiquen, así puedo hacer correcciones en algunas ediciones futuras.Y, ustedes saben, espero que se diviertan un poco con el libro. Cómanlo: mordisqueen las puntas o tráguenselo de un bocado, pero diviértanse. Para eso fue escrito, tanto como algunas de mis novelas. Tal vez haya aquí algo para hacerlos pensar o hacerlos reir; o sólo para volverlos locos. Cualquiera de esas reaccionesme complacerá. Aburrirlos, de algún modo, podría ser un fracaso. Escribir este libro, para mí, ha sido al mismo tiempo una exasperación y un profundo placer, una carga algunos días, y una tarea de amor en otros. Como resultado, supongo que descubrirán en el camino cuáles sonlos baches y accidentes. Puedo sólo esperar que alguna vez descubran, como me ha pasado, que el viaje no ha sido en vano.

STEPHEN KINGCenter Lovell, Maine

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"¿Qué es lo peor que has hecho?""No podría contarte eso, pero diré la peor cosa

que me pasó a mí... lo más espantoso”PETER STRAUB, Ghost Story

"Bueno, tendremos realmente una fiesta, pero vamos a poner un guardia afuera

EDDIE COCHRAN, "Come On Everybody"

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CAPÍTULO IOctubre 4, 1957, y una

Invitación a Bailar

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Para mí, el terror, -el verdadero terror, por oposición a cualquier demonio o fantasma que pudiera vivir en mi propia mente- comenzó una tarde de Octubre de 1957. Recién había cumplido 10 años. Y como correspondía, estaba en un cine: el Stratford Theater, en el centro de Stratford, Connecticut.La película que daban aquel día era una de mis favoritas de todos los tiempos, y el hecho de que fuera ésa la película que daban –en vez de un western de Randolph Scott western o una película de guerra de John Wayne— era también porque correspondía. La matineé del sábado de aquel día en que comenzó el verdadero terror fue Tierra vs. The Flying Saucers (La Tierra Contra Los Platos Voladores), protagonizada por Hugh Marlowe, quien por aquel tiempo era quizás más conocido por su rol como el novio abandonado y xenófobo fanático de Patricia Neal en The Day the Tierra Stood Still, una película de ciencia ficción un tanto más vieja y mucho más racional.En The Day the Tierra Stood Still, un alien llamado Klaatu (Michael Rennie un trajeintergaláctico blanco brillante) aterriza sobre el Mall, en Washington, D.C., en un plato volador (el que, cuando tenía baja potencia, resplandecía como aquellos Jesucristos de plástico que solían darnos en la escuela bíblica de vacaciones por memorizar versículos de la Biblia). Klaatu desciende por la pasarela, y se detiene al primer paso, convirtiéndose en el foco de todos los ojos horrorizados y de las bocas de varios centenares de armas del ejército. Es un momento de tensión memorable, un momento dulce en retrospectiva —la clase de momento que hace que la gente como yo se convierta en fanática del cine de por vida-. Klaatu comienza a tontear con cierta clase de arma –parecía una especie de cortadora de cesped, tal como puedo recordar- y un joven soldado “gatillo fácil” rápidamente le dispara en un brazo. Termina siendo, por supuesto, que el aparato era un regalo para el presidente. Aquí no había rayos mortales, sólo un simple comunicado de estrella a estrella. Eso fue en 1951. En aquella atarde de sábado en Connecticut cosa de seis años más tarde, los amigos de los platillos voladores parecían, y actuaban un poco menos amistosos. Lejos de aquel noble e igualmente triste estilo de Michael Rennie como Klaatu, los tipos del espacio de La Tierra vs. los Platillos voladores parec+ían viejos árboles vivos y extremadamente malignos, con sus cuerpos nudosos y marchitos, y sus caras de viejos gruñones. En vez de llevar un recuerdo al Presidente como cualquier nuevo embajador llevando una prueba de la estirpe de su país, la gente del platillo en Tierra vs. the Flying Saucers llevaban rayosmortales, destrucción y, finalmente, una guerra con todo. Todo esto —y en particular la destrucción de Washington, D.C.— fue construido con maravilloso realismo , por el trabajo en efectos especiales de Ray Harryhausen, un tipo que solía ir al cine con un compinche llamado Ray Bradbury cuando era niño.

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Klaatu viene a extender una mano de amistad y hermandad. Le ofrece al pueblo de la Tierra formar parte de una especie de ONU interestelar —siempre y cuando dejemos de lado nuestro desafortunado hábito de matarnos los unos a los otros, como vinimos haciéndolo por millones. Los platilleros de La Tierra vs. los Platillos voladores, llegaron sólo a conquistar, la última armada de un planeta moribundo, viejo y codicioso, sin buscar la paz, sino el pillaje.The Day the Earth Stood Still es una en un selecto puñado —las verdaderas películas de ciencia ficción-. Los antiguos platilleros de La Tierra vs. los Platillos voladores son emisarios de una raza de película mucho más común: las de horror. No hay un sinsentido con eso de "Iba a ser un regalo para su Presidente"; esta gente desciende de una nave del tipo Project Skyhook de Hugh Marlowe, en Cabo Cañaveral y empiezan a patear culos.Pienso que en el espacio entermedio entre estas dos filosofías fue sembrado el terror. Si hay una línea de fuerza entre estas ideas aparentemente opuestas, entonces el terror casi con seguridad creció ahí.Porque, justo cuando los platillos estaban montando su ataque en la Capital de Nuestra Nación, en el rollo final de la película, todo simplemente se detuvo. La pantalla se puso negra. El cine estaba lleno de chicos, pero había sorprendentemente muy poco barullo. Si uno recuerda las matineés de sábado en aquella disipada juventud, uno podrá acordarse que un montón de chicos en el cine, tiene numerosas maneras de expresar su resentimiento por la interrupción de la proyección o por su comienzo retrasado —rítmicos aplausos; ese grandioso canto tribal de la infancia de “¡Queremos-el-show! ¡Queremos-el-show! ¡Queremos-el-show!"; cajas de caramelos que volaban contra la pantalla, cónos de pochoclo que se convertían en cornetas... Si algún chico tenía un petardo Black Cat en su bolsillo desde el último Cuatro de Julio, tendría su oportunidad de sacarlo de ahí, ostentar frente a sus amigos para obtener aprobación y admiración, y luego encenderlo y arrojarlo desde el “gallinero”.Ninguna de esas cosas ocurrieron en aquel día de Octubre. El filme no se había cortado; simplemente había sido apagado el proyector. Entonces se encendieron las luces, algo totalmente inaudito. Nos sentamos, parpadeando en la luz como topos.El gerente caminó hasta el medio del escenario y levantó sus manos pidiendo silencio –algo innecesario-. Seis años más tarde, en 1963, tuve un flash de ese momento cuando una tarde de viernes de noviembre, el muchacho que nos llevaba a casa desde el colegio, nos contó que el Presidente había sido baleado en Dallas.

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Si la danza macabra tiene alguna verdad, o algún valor, este es simplemente que las novelas, películas y programas de radio y televisión —incluso los comics— que tratan con el horror siempre hacen su trabajo en dos niveles. Al tope está el nivel “asqueroso”— por ejemplo, cuando Regan vomita en la cara del sacerdote o se masturba con un crucifijo en The Exorcist, o cuando el crudo monstruo interior de La Profecía de John Frankenheimer le arranca la cabeza al piloto como si fuera un

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muñeco. El asco puede ser obtenido con una variedad de grados de fineza artística, pero siempre está allíPero en otro nivel, más potente, el trabajo del horror realmente es una danza, una búsqueda rítmica, movediza.Y lo que está buscando es el lugar donde tú, el lector o espectador, vives en tu nivel más primitivo. El trabajo del horror no está interesado en el amoblamiento civilizado de nuestras vidas. Como un número de baile, atraviesa nuestros espacios, aquellos que hemos ordenado poco a poco,con cada pieza expresando (¡eso espero!) nuestro carácter socialmente aceptable, amable y culto. Está en la búsqueda de otro lugar, una habitación que puede parecerse al refugio secreto de un caballero victoriano, o a veces la cámara de tortura de la Inquisición Española... pero quizás más frecuentemente y con más éxito a la simple, corriente y brutal cueva del cavernícola de la Edad de Piedra.¿Es arte el horror? En este segundo nivel, el trabajo del horror, no puede ser otra cosa, alcanza el nivel de arte, porque simplemente está buscando algo más allá del arte, algo que depreda al arte: está buscando lo que puedo llamar puntos de presión fóbica. Una buena historia de horror hará su danza hasta el centro de tu vida, y hallará la puerta secreta del cuarto que tú creías que nadie conocía —como alguna vez dijeron Albert Camus y Billy Joel, “El Extraño nos pone nerviosos, pero nos encanta intentar enfrentarlo en secreto” —.¿Las arañas te aterran? Excelente. Tenemos arañas, como en Tarántula, El Increíble Hombre Reducible, y Reino de las Arañas. ¿Qué hay acerca de las ratas? En la novela de James Herbert del mismo nombre, uno puede sentirlas arrastrarse por encima de ti... y comerte vivo. ¿Y las serpientes? ¿Una sensación de encierro? ¿Alturas? ¿O...? Hay de lo que quieras.Porque los libros y las películas son medios masivos, el campo del horror ha estado a veces en la posibilidad de mejorar cualquier miedo personal en los últimos treinta años. Durante aquel período (y en un menor grado en los años anteriores a los setenta), el género del horror ha sido capaz a veces de encontrar los puntos fóbicos nacionales de presión, y aquellos libros y films que han sido los más exitosos, casi siempre parecen ocuparse de expresar los miedos que existen para un amplio espectro de personas. Esa clase de miedos que son a veces políticos, económicos, y psicológicos más que sobrenaturales, nos dan finalmente un alegórico y grato sentimiento, y es una suerte de alegoría que la mayoría de los cineastas se sienta cómodo con eso. Tal vez porque ellos saben que si la mierda comienza a ponerse demasiado espesa, ellos pueden guardar al monstruo en la oscuridad de nuevo.Estamos regresando a Stratford en 1957, hace mucho tiempo, pero antes de eso, déjenme sugerirles que uno de los filmes de los últimos treinta años en encontrar un punto de presión con gran exactitud fue Invasion of the Body Snatchers (La invasión de los ladrones de cadáveres), de Don Siegel. Más aún, discutiremos acerca de la novela —y Jack Finney, el autor, tendrá también algunas cosas para decir.— pero por ahora, echemos un breve vistazo al filme.En realidad no hay nada físicamente horrible la versión de Siegel de Invasion of the Body Snatchers1; no hay nudosos y malignos viajeros estelares aquí, no hay 1 De todos modos, sí lo hay en la remake de Philip Kaufman. Hay un momento en ese filme que es repulsivamente horrible. Llega cuando Donald Sutherland usa un rastrillo para golpear en la cara a un capullo casi totalmente formado. La cara de

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retorcidas sombras mutantes bajo una fachada de normalidad. La “gente capullo” es sólo un poquito diferente, eso es todo. Un poco vagos, un poco desordenados. A pesar de eso, Finney nunca pone esto en letras de molde en su libro, pero ciertamente sugiere que la cosa más horrible acerca de "ellos" es que carecen del más común y asible sentido de la estética. No importa, Finney sugiere que estos aliens usurpadores del espacio exterior no pueden apreciar La Traviata o Moby Dick o ni siquiera una buena tapa de Norman Rockwell en el Saturday Evening Post. Esto es suficientemente malo, pero—¡Dios mío!— ellos no cortan su césped, ni reemplazan el vidrio del garage que se rompió cuando el chico de la esquina bateó una pelota a través de él. Ellos no vuelven a pintar sus casas cuando se descascaran. Este camino lleva a Santa Mira, nos dicen, y están tan llenos de baches e irregularidades que uno empieza a pensar que quien se encarga del mantenimiento de la ciudad –la misma que airea sus pulmones municipales con atmósfera vital del capitalismo, uno puede decir— los problemas están por venir.El nivel del asco es una cosa, pero es en ese segundo nivel de horror en que a veces experimentamos ese sutil sensación de ansiedad que llamamos "la piel de gallina." A través de los años, Invasion of the Body Snatchers nos ha dado piel de gallina a muchos, y se le han imputado a la versión fílmica de Siegel toda clase de ideas subliminales. Fue visto como un filme anti-McCarthy hasta que alguien indicó el hecho de que las visiones políticas de Don Siegel dificilmente podrían ser consideradas izquierdistas. Entonces la gente comenzó a a verlo como un filme del tipo "Mejor muerto que Rojo". De las dos ideas, pienso que la segunda, encaja mejor con el film que hizo Siegel, la escena que termina con Kevin McCarthy en en el medio de una autopista, gritando "¡Están viniendo! ¡Están viniendo!" a los autos que pasan velozmente y sin control a su lado. Pero en mi corazón, no creo realmente que Siegel se haya puesto del todo un sombrero político cuando hizo la película (y ustedes verán más tarde que Jack Finney nunca lo ha creído); yo creo que él sólo se estaba divirtiendo, y que los matices... simplemente ocurrieron.Esto no invalida la idea de que hay un elemento alegórico en Invasion of the BodySnatchers; simplemente sugiere que a veces esos puntos de presión, esas terminales de miedo, están tan profundamente enterradas y siguen siendo tan vitales que podemos cerrarlas como pozos artesianos, diciendo una cosa, a la vez que expresamos algo más en un susurro.La versión de Philip Kaufman de la novela de Finney es divertida (a pesar de que, para ser francos, no lo es tanto como la de Siegel), pero ese susurro ha cambiado a otro enteramente diferente: el subtexto de la película de Kaufman parece satirizar a todo el movimiento de los egocéntricos setentas: Estoy-bien-tú-estás-bien-por-eso-metámonos-en-la-bañera-caliente-y-masajeemos-nuestras-preciosas conciencias” lo cual es sugerir que, a pesar de los sueños intranquilos de las masas, que subonscientemente pueden cambiar de una década a otra, la tubería interna de aquel pozo de sueños permanece constante y vital.Esta es, sospecho, la verdadera danse macabre: esos inolvidables momentos en los que el creador de una historia de horror está capacitado para unir las mentes consciente y subconsciente con una sola potente idea. Creo que ocurrió en un

esta "persona" se rompe con una facilidad nauseabunda, como un pedazo de fruta podrida, y libera una explosión de la sangre de utilería más realista que ha visto en unapelícula color. Cuando llegó ese momento, hice una mueca, me tapé la boca con la mano, ...y me pregunté por qué demonios la película no fue calificada como “con reservas”.

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mayor grado en la versión Siegel de Invasion of the Body Snatchers, pero por supuesto, ambos, Siegel y Kaufman, pudieron hacer lo suyo por cortesía de Jack Finney, quien excavó bien en el original.Todo eso, nos lleva de regreso, creo, al Stratford Theater en una cálida tarde de otroño de 1957.

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Nos sentamos ahí en nuestros asientos, como muñecos, contemplando al gerente. El se veía nervioso y cetrino —o tal vez eran sólo los reflectores—. Nos sentamos preguntándonos que clase de catástrofe podría haberlo motivado a detener la película justo cuando restaba alcanzando la apoteosis de cada matineé de sábado, "la parte buena", y el modo en que tembló su voz cuando habló no agregó para nadie una sensación de estar todo bien."Quiero decirles," dijo con esa voz temblorosa, "que los Rusos han puesto en órbita un satélite espacial alrededor de la tierra. Ellos lo llamaron...Spootnik."Esa muestra de información fue recibida por un silencio sepulcral, absoluto. Simplemente nos quedamos ahí, una audiencia de chicos de los 50s, chicos con cortes al rape, cortes de blancos, colas de caballo, colas de pato, miriñaques, chinos, jeans con dobladillos, anillos del Capitán Medianoche, chicos que recién habíamos descubierto a Chuck Berry y Little Richard en una radio de rhythm & blues negro de New York, que a veces se sintonizaba de noche, oscilando una y otra vez, en un plano distante, una radio en donde hablaban con una poderosa jerga. Éramos ellos, chicos que crecieron con el Capitán Video y Terry y los Piratas. Éramos los chicos heabíamos visto innumerables veces a Combat Casey sacarle los dientes a North Korean en los comics. Eramos los chicos que vimos a Richard Carlson atrapar miles de sucios comunistas espías En I Led Three Lives. Éramos los chicos que juntábamos de a cuartos de dólar para ver a Hugh Marlowe in Earth vs. the Flying Saucers y nos daban esa clase de noticias sorprendentes como una especie de desagradable bonus.Recuerdo esto muy claramente: cortando aquel espantoso silencio de muerte, llegó una voz aguda, no sé si era de un chico o una chica, una voz que estaba cerca de las lágrimas, pero que también estaba llena de una furia espantosa: "¡Oh, vamos, pon la película, mentiroso!"El gerente no miró en ningún momento en dirección al lugar de donde venía esa voz, y eso fue de algún modo, lo peor de todo. De alguna menera eso lo probaba. Los Rusos nos habían vencido en el espacio. En algún lugar, por encima de nuestras cabezas, pitando triunfalmente, había una bola electrónica que había sido construida detrás de la Cortina de Hierro. Ningún Capitán Medianoche ni Richard Carlson (quien también protagonizaba Riders to the Stars -Jinetes a las estrellas- ; y oh muchacho, la amarga ironía que hay en eso) había conseguido detenerlo. Estaba allí arriba, y ellos lo llamaron Spootnik. El gerente permaneció allí por un largo rato, mirándonos como si esperara tener algo más que decir, pero no se le ocurría. Entonces se fue y muy pronto, la película empezó de nuevo.

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Entonces, aquí está la cuestión. Ustedes recuerdan dónde estaban cuando el Presidente Kennedy fue asesinado. Recuerdan dónde estaban cuando escucharon que RFK2 cayó en una cocina de cierto hotel como resultado de los actos de otro loco. Tal vez recuerden incluso donde estaban durante la crisis de misiles cubana.¿Recuerdan dónde estaban cuando los Rusos lanzaron el Sputnik I?Terror —lo que Hunter Thompson llama "miedo y odio"— a veces surge de una penetrante sensación de inastabilidad... de que esas cosas están fuera de su sitio. Si ese sentido de desubicación es repentino, y parece personal, si te golpea cerca del corazón, entonces queda en tu memoria como un todo. Sólo el hecho de que casi todos recuerdan dónde estaban cuando escucharon las noticias del asesinato de Kennedy, es algo que encuentro casi tan interesante como el hecho de que un nerd con un revólver comprado por correo pueda cambiar el curso de la historia mundial en el curso de catorce segundos o algo así. Ese momento de certeza y el espasmo de tres días de dolor atontado que le siguieron, fue, quizás, el más cercano a la conciencia y empatía masivas a las que cualquier pueblo de toda la historia ha llegado a vivir en un período. Y, en retrospectiva, recuerdos masivos: doscientos millones de personas como si fueran un friso viviente. El amor no podrá lograr esa suerte de golpe emocional que hizo que pareciéramos arrojados por la borda. Peor es la compasión. No estoy sugiriendo que la noticia del lanzamiento del Sputnik tuviera en cualquier parte, el mismo golpe de efecto sobre la psique americana (a pesar de todo, tuvo lo suyo, vean por ejemplo, la entretenida narrativa de eventos posteriores el éxito del lanzamiento ruso que hizo Tom Wolfe en su superlativo libro acerca de nuestro programa espacial, The Right Stuff –El Material adecuado-), Pero también me pregunto si un montón de chicos —los bebés de la guerra, como fuimos llamados— recuerdan el evento tan bien como yo.Somos fértiles campos para las semillas del terror, nosotros, los bebés de la guerra; hemos sido criados en una extraña y circense atmósfera de paranoia, patriotismo, y hubris nacional. Nos han dicho que éramos la nación más grande de la Tierra y que cualquier forajido que recurra a su cortina de hierro en ese gran saloon que es la política internacional descubriría quien es el revólver más rápido del Oeste (como ocurre en la iluminada novela acerca de aquel período que escribió Pat Frank, Alas, Babylon), pero también nos dijeron con exactitud que debíamos quedarnos en nuestros refugios atómicos y cuanto tiempo debíamos permanecer allí una vez que hayamos ganado la guerra. Teníamos más alimentos que cualquier nación en la historia del mundo, pero habría vestigios de Estroncio-90 en nuestra leche después de las pruebas nucleares. Fuimos los hijos de los hombres y las mujeres que ganaron lo que Duke Wayne solía llamar "la grande,"3 y cuando el polvo se dispersó, Estados Unidos estaba en la cima. Habíamos reemplazado a Inglaterra en el puesto del coloso que se paraba a horcajadas sobre el mundo.Cuando la gente se preguntó una vez más para hacerme, a mí y a otros millones de chicos como yo, Londres había sido bombardeada hasta dejarla casi arrasada, el sol se ponía cada doce horas, o algo así en el Imperio Británico, y Rusia había sido desangrada hasta la anemia en su 2 Robert F. Kennedy, senador de los Estados Unidos, hermano del presidente asesinado, y muerto a su vez en 1965. 3 Se refiere a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)

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guerra contra los Nazis; durante el sitio de Stalingrado, los soldados rusos habían sido obligados a comerse a sus camaradas muertos. Pero ni una sola bomba había caído sobre New York, y los Estados Unidos tenían la menor tasa de bajas de cualquiera de las grandes potencias involucradas en la guerra. Más aún, teníamos una gran historia para redactar (todas las historias cortas son grandes historias), particularmente en asuntos de invención e innovación. Cada maestro de grado dijo las mismas dos palabras para deleite de sus estudiantes; dos mágicas palabras encendiéndose y apagándose como un bello cartel de neón;dos palabras de poder y gracia casi increíble; y esas dos palabras eran: ESPÍRITU PIONERO. Mis compañeros y yo crecimos seguros con la conciencia del ESPÍRITU PIONERO de los Estados Unidos, un conocimiento que puede ser sintetizado en una letanía de nombres aprendidos de memoria en el aula. Eli Whitney. Samuel Morse. Alexander Graham Bell. Henry Ford. Robert Goddard. Wilbur y Orville Wright. Robert Oppenheimer. Esos hombres, damas y caballeros tenían todos una gran cosa en común. Todos ellos eran americanos simplemente repletos de ESPÍRITU PIONERO. Ellos eran, y siempre han sido como esa mordaz frase americana: “más rápidos y mejores que la mayoría”.¡Y qué mundo se extendía adelante! ¡Estaba todo esbozado en las historias de Robert A. Heinlein, Lester del Rey, Alfred Bester, Stanley Weinbaum, y docenas de otros! Esos sueños vinieron en las últimas revistas de ciencia ficción baratas, que por octubre de 1957 estaban contrayéndose y muriendo...pero la ciencia ficción en si misma nunca estuvo en mejor forma. El espacio podrá ser algo más que conquistado, nos dijeron esos autores... ¡podría ser habitado! Alfileres de plata atravesando el vacío, seguido por cohetes flamígeros empujando a enormes naves dentro de los mundos extraterrestres, seguidos por robustas colonias llenas de hombres y mujeres (hombres y mujeres americanas, no hace falta aclarar) con ESPÍRITU PIONERO rezumando por todos los poros. Marte podría convertirse en nuestro patio trasero, se instalará en el cinturón de asteroides la nueva fiebre del oro (o posiblemente la nueva fiebre del rodio)... finalmente, por supuesto, las mismísimas estrellas serán nuestras. Un futuro glorioso aguardaba, con los turistas haciendo chasquear sus Kodaks y obteniendo impresiones de las seis lunas de Procyon IV, y una línea de ensamble del Chevrolet JetCar en Sirio III. La Tierra misma se transformaría en una utopía que uno podía ver en la tapa de cualquier número de los '50s de Fantasy & Science Fiction, Amazing Stories, Galaxy, o Astounding Stories.Un futuro lleno de ESPÍRITU PIONERO; aún mejor, un futuro lleno de ESPÍRITU PIONERO AMERICANO. Vean, por ejemplo, la tapa de la edición original en rústica de Bantam de “Crónicas Marcianas”, de Ray Bradbury. No hay nada esta visión artística —un producto de la imaginación del artista y no de Bradbury; no hay nada tan etnocéntrico o descaradamente tonto como esa tapa del clásico máximo de la ciencia ficción y la fantasía— Los viajeros del espacio que aterrizaban parecían una unidad militar entrando de improviso en una playa de Saipan o Tarawa. Es un cohete en lugar de un LST4 lo que hay en el fondo, es verdad, pero su comandante de mandíbula saliente, blandiendo su automática,

4 Módulo de aterrizaje (N del T.)

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bien podría haberse escapado de una película de John Wayne: "Vamos, tontos, ¿quieren vivir para siempre? ¿Dónde está su ESPÍRITU PIONERO?"Esta fue la cuna de una una elemental teoría política y el sueño tecnólogico en el cual yo, y un montón de otros bebés de la guerra fuimos mecidos hasta aquel día de Octubre, cuando la cuna fue rudamente vapuleada, y todos nosotros nos caímos de ella. Para mí, fue el final del dulce sueño... y el comienzo de la pesadilla.Los chicos comprendieron las implicancia de lo que los rusos habían hecho tan bien y tan rápidamente como ningún otro. Ciertamente tan rápido como los políticos que fueron cayendo unos sobre otros para hacer leña de esta situación. Los grandes bombarderos que han alcanzado a Berlín y Hamburgo en la Segunda Guerra Mundial, incluso entonces, en 1957, se han vuelto obsoletos. Una nueva y ominosa abreviatura llegaba al vocabulario del temor: IBCM. Los ICBMs, tal como entendimos, eran simplemente los cohetes V alemanes que habían crecido. Ellos podían transportar enormes cantidades de muerte y destrucción nuclear y si los rusos, intentaban algo ocurrente, nosotros simplemente podríamos borrarlos de la faz de la tierra. ¡Cuidado Moscú! ¡Aquí llega una enorme dosis caliente de ESPÍRITU PIONERO para ustedes, pavos!Excepto aquello... de algun modo, increíblemente los Rusos estaban prestándoles mucha atención a sus propios departamentos de desarrollo de ICBM. Después de todo, los ICBMs eran sólo grandes cohetes, y los Commies5 ciertamente no habián puesto al Sputnik I en órbita con un pisapapas.Y en ese contexto, la película volvió a empezar en Stratford, con las ominosas, gorgeantes voces de los platilleros haciendo eco por todas partes: "Miren al firmamento... el aviso llegará desde el cielo... miren al cielo..."

5

Este libro intenta ser un pantallazo informal acerca de dónde viene el género del horror en los últimos treinta años, y no una autobiografía de un servidor.La autobiografía de un padre, escritor, y ex profesor de secundaria podría ser, en efecto, monótono. Soy un escritor de oficio, lo que significa que las cosas más interesantes que me pasaron, me pasaron en mis sueños. Pero porque soy un novelista de horror, y también un chico de mi época, y porque creo que el horror no horroriza hasta que el lector o espectador no se sienta tocado personalmente, ustedes encontrarán el elemento autobiográfico constantemente deslizándose. El horror en la vida real es una emoción con la que uno lucha —cómo yo mismo he luchado con la idea de que los rusos nos habían vencido en el espacio— totalmente solo. Es un combate librado en los huecos secretos del corazón.Creo que en el fondo estamos todos solos y que cualquier contacto humano profundo y perdurable no es más que una ilusión necesaria pero al menos los sentimientos que creemos “positivos" y "constructivos" están fuera de alcance, y es necesario un esfuerzo para hacer contacto y establecer una suerte de comunicación. Los sentimientos de amor y bondad, la aptitud para querer y empatizar, es todo lo que sabemos de la luz. Son esfuerzos para conectar e

5 Comunistas (N. del T.)

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integrarnos; son emociones que nos mantienen juntos, almenos son una confortable ilusión, que convierte la carga de ser mortales en algo más fácil de acarrear. Horror, terror, miedo, pánico: ésas son las emociones que nos llevan a separarnos, a salirnos de la multitud, y nos hace sentir solos. Es paradójico que esos sentimientos y emociones que asociamos con el “instinto de masas" puedan hacer esto, pero nos han dicho que las multitudes son lugares solitarios para estar, una camaradería sin amor. Las melodías de las historias de horror son simples y repetitivas, y son melodías de inestabilidad y desintegración... pero otra paradoja es que el ritual que surge de esas emociones parecen retornar las cosas una vez más a una situación más estable y constructiva. Pregúntenle a cualquier psiquiatra qué está haciendo su paciente mientras se recuesta en el diván y habla acerca de qué es lo que le mantiene despierto, y qué ve en sus sueños. ¿Qué ven ustedes cuando apagan la luz? preguntaron los Beatles; su respuesta: “No puedo decírtelo, pero sé que es mío”.El género del que estamos hablando, sea en términos de libros, filmes, o TV, es realmente todo en uno: hacer creíbles los horrores. Y una de las preguntas que se hacen más frecuentemente por la gente que ha comprendido la paradoja (pero quizás no ha logrado articularla del todo en sus propias mentes) es: ¿Por qué quieres hacer cosas horribles cuando hay tanto horror real en el mundo?La respuesta parece ser que hacemos horrores para ayudarnos a manejar los verdaderos horrores. Con la infinita inventiva de la humanidad aferramos todos los elementos que provocan división y destrucción y tratamos de convertirlos en herramientas para desmantelarlos. El término catarsis es tan viejo como el drama griego, y ha sido usado un poco demasiado por algunos colegas algo charlatanes para justificar lo que hacen, pero aún eso limita su uso. El sueño del horror es en sí mismo una vía de escape, una lanza... y puede ocurrir tranquilamente que el sueño de los medios masivos del horror puede a veces convertirse en el diván de analista de todo un país.Por eso aquel tiempo al cual nos habíamos transportado, Octubre of 1957, parece absurdo si los vemos con los ojos de hoy, pero La Tierra vs. los Platillos voladores se había convertido en una simbólica declaración política. Por encima de la historia barata de invasores-del-espacio, eso se convierte en un adelanto de la guerra definitiva. Esos codiciosos y retorcidos monstruos viejos piloteando los platillos son en realidad, los rusos; y la destrucción del monumento a Washington, la cúpula del Capitolio, y la Suprema Corte —todo mostrado con siniestro realismo por los efectos especiales de Harry Hausen— se convierten en nada menos que en la destrucción que uno logicamente debe esperar cuando las bombas-A finalmente vuelen.Y entonces llega el final de la película. El último plato volador ha sido derribado por el arma secreta de Hugh Marlowe, un revólver ultrasónico que interrumpe la energía electromagnética de los platillos voladores, u otra especie de pavada agradable. Los parlantes, que parecen estar en todas las esquinas de Washington voceaban: “El peligro inminente... ha terminado. El peligro inminente... ha terminado. El peligro inminente... ha terminado." La cámara nos muestra el cielo límpido. Esos viejos monstruos malvados con sus helados gruñidos y sus caras de raíces retorcidas han sido vencidos. Cortamos a una playa de California,

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mágicamente desierta, excepto por Hugh Marlowe y su nueva mujer (que es, por supuesto, la hija del Viejo Miltar Malhumorado Que Murió Por Su País); Ellos están en su luna de miel."Russ," ella le pregunta, "¿volverán?"Marlowe mira sabiamente al cielo, luego vuelve a mirar a su esposa. "No en este hermoso día," dice plácidamente. "Y no en este mundo perfecto."Ellos corren tomados de la mano hasta las olas, y los créditos del final empiezan a rodar.Por un momento —sólo por un momento— el paradójico truco ha funcionado. Hemos tomado el horror en una mano, y lo hemos usado para destruirse, un truco parecido a pisarse los cordones de tus propios zapatos. Por un rato, el miedo más profundo —la realidad del Sputnik ruso y lo que eso significa— ha sido extirpado.Crecerá una vez más, pero eso será más tarde. Por ahora, lo peor ha sido enfrentado y no ha salido tan mal después de todo. Hubo aquel mágico momento de reintegración y seguridad al final, es el mismo sentimiento que llega cuando se detiene la montaña rusa al final de la vuelta y sales con tu chica, ambos enteros e ilesos.Creo que ese sentimiento de reintegración, que surge de un campo que se especializa en la muerte, el miedo y la monstruosidad, es el que hace a la danse macabre tan gratificante y mágica... eso y la habilidad ilimitada de la imaginación humana para crear mundos interminables y hacerlos realidad. Es un mundo en el cual una excelente poetisa como Anne Sexton puede "escribir para estar sana." De sus poemas que expresan y delinean su descenso a las profundidades de la insania, su propia habilidad para tratar con el mundo, eventualmente regreso, al menos por un rato... y quizás otros han sido capaces de utilizar sus poemas en su oportunidad. Esto no sugiere que escribir puede justificarse por su utilidad; pero escribir simplemente para deleitar al lector es suficiente, ¿no?Este es un mundo en el que he vivido por mi cuenta eligiendo desde que era un niño, desde mucho antes de lo del Stratford Theater y el Sputnik I. No estoy ciertamente tratando de decirles que los rusos me han traumatizado afectando mi interés en la ficción de horror, pero estoy simplemente indicando que fue en aquel instante cuando comencé a tener una sensación de conexión útil entre el mundo de la fantasía y aquello que My Weekly Reader acostumbraba llamar Eventos Actuales. Este libro es sólo mi excursión a través de ese mundo a través de todos los mundos de fantasía y horror que me han deleitado y aterrado. Llega con un muy pequeño plan de ordenamiento, y si a veces te sientes como un perro de caza con una nariz de baja calidad lanzado hacia delante buscando un rastro de esencia interesante, y aunque tropiece, para mí es genial.Pero esto no es una cacería. Es una danza. Y a veces ellos apagan las luces en el salón de baile. Pero bailemos de todos modos, tú y yo. Incluso en la oscuridad. Especialmente en la oscuridad.¿Me harían el honor?

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