Strosser Edward - Breve Historia de La Incompetencia Militar

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Breve historia de la incompetencia militar

Se dice que la historia la escriben los vencedores y nunca los vencidos. Sin embargo, este libro se propone no dejar que ni unos ni otros olviden los errores que han cometido: Breve historia de la incompetencia militar cubre algunas de las estrategias militares ms catastrficas, estpidas y no siempre conocidas de la historia humana, desde el fnal del Imperio Romano hasta el intento de derrocar a Gorbachov, pasando por la invasin americana de Rusia en 1918, el episodio de Baha de Cochinos, la invasin sovitica de Afganistn o la guerra de las Malvinas.

Ed Strosser & Michael Prince

Breve historia de la incompetencia militar

Ttulo original: Stupid Wars: A Citizens Guide to Botched Putsches

Autor: Strosser, Edward & Prince, Michael

Traductor: Sol Garca, Raquel

2009, Ediciones B, S. A.

Este libro est dedicado a todos los soldados estadounidenses, britnicos, franceses y, en general, de todos los pases que han sufrido las consecuencias absurdas y habitualmente funestas de la guerra.Los autores dan las gracias a todas las personas que les han apoyado y animado durante la redaccin de este libro.

Introduccin

Las guerras ocurren, y adems ocurren con frecuencia. Un rpido estudio de la historia de la humanidad nos revela que las etapas en que nadie ha estado disparando o masacrando a otros seres humanos resultan muy breves. Los perodos de calma son pocos, distanciados en el tiempo, y suelen reservarse para planear el siguiente conflicto. Pero estas planificaciones a menudo son un completo desastre, no tienen en cuenta la realidad y resultan potencialmente irreversibles para quienes las urden. Ha habido casos en los que ha llegado a llevarse a la prctica y sus resultados no han sido precisamente agradables.En una ocasin, una persona inteligente dijo: Si quieres conocer el futuro, estudia el pasado. Rendimos homenaje a este sabio pensamiento con el estudio de las empresas militares ms estpidas de la historia a las que el hombre ha dedicado, sin embargo, inagotables energas fsicas e intelectuales.Esta crnica de los conflictos ms absurdos del hombre nos muestra la historia en su versin ms arrebatadora: enfrentamientos por completo estpidos, sin sentido y morbosamente curiosos en los que, llevados ciegamente por la codicia, la ignorancia, el ego, el aburrimiento o algn credo incomprensible, hemos cometido y seguiremos cometiendo errores colosales. El lector no podr dejar de mover la cabeza en seal de incredulidad mientras va pasando las pginas, asombrado ante las acciones de unos individuos que han jugado tan alegre e imprudentemente con la historia, generando costes astronmicos en vidas y dinero.De todas las guerras que se han producido en la historia la mayora han sido malas; hay algunas, muy pocas, que parecen haber sido realmente buenas; y aun las hay que no deberan haberse iniciado nunca y tendran que haber seguido siendo febriles delirios de hombres trastornados. Como bien saben todos los estudiantes de historia, el estudio de estos conflictos concita mucho inters. En particular el de las buenas guerras, tales como la Segunda Guerra Mundial, en la que se luch por razones justas y se obtuvo una victoria moral plena. Las estanteras de las bibliotecas estn repletas de libros que versan sobre estos pocos, pero claros vencedores: los griegos, los romanos, Napolen, el Imperio britnico, y los aliados en las dos conflagraciones mundiales. Todos ellos son vencedores, desde luego, porque los vencedores escriben la historia y a nadie le gusta escribir de s mismo una mala resea.Por otra parte, tambin es extremadamente duro escribir un libro cuando has pasado hambre, te han disparado o te han llevado a la muerte, que es el destino de muchos de los perdedores en una guerra. Adems, el hecho de perder siempre ha provocado cierta dosis de vergenza, independientemente de cuntos hayan sido los enemigos a los que hayas conseguido disparar, apualar o bombardear. Por tanto, de las situaciones histricas sin salida seguimos aprendiendo las lecciones que nos proporcionan los vencedores, que es lo que tiene de bueno ganar las guerras.Cuando ahondamos en la historia militar de nuestra agresiva raza, nos saltan a la vista algunos ejemplos significativos de guerras soberanamente estpidas. En esta obra nos hemos limitado a Europa y las Amricas, aunque sin duda en Asia, frica, Australia, y tal vez incluso en las regiones polares, tambin han compartido el botn de conflictos estpidos.Cada guerra estpida proporciona lecciones tiles al ciudadano medio. Todo el mundo necesita aprenderlas porque las exigencias para entrar en la poltica o el ejrcito, o para convertirse en dictador, son extremadamente bajas. Tal vez algn da se despierte el lector al frente de un gran pas o un poderoso ejrcito.Por ejemplo, si le entregasen las riendas de un imperio tan poderoso como el romano slo porque su hermano mayor es emperador, como le sucedi al joven granjero Valente, es imprescindible que primero lea el manual del emperador, especialmente el captulo donde se especifica que nunca se debe mostrar clemencia con los brbaros que claman por colarse en el Imperio.O tal vez se encuentre inmerso en una expedicin militar religiosa, como la Cuarta Cruzada en 1198. Le aconsejo que considere seriamente la posibilidad de saltrsela si debe iniciarla bajo la sombra de una deuda aplastante, a pesar de los atractivos obvios de matar musulmanes y saquear Jerusaln en nombre de la cristiandad. La Cuarta Cruzada hizo precisamente esto y result ser un serio fracaso, puesto que los cruzados, cargados de deudas, se vieron obligados a realizar algunas paradas no planeadas y terminaron saqueando, violando y robando Constantinopla, la ciudad ms importante de la cristiandad. Vaya!Del estudio de las guerras estpidas resulta una evidencia clara: los polticos han tenido una comprensible pero peligrosa tendencia a actuar como generales y viceversa, y por ello han acabado escaldados. Incluso el ms creativo y visionario de los polticos puede caer presa de este peligro. En 1794, durante la Rebelin del Whisky que tuvo lugar en los incipientes Estados Unidos, el secretario del Tesoro, Alexander Hamilton (s, el padre fundador cuyo rostro aparece en el billete de diez dlares), encabez su propio y poderoso ejrcito para invadir Pensilvania a fin de bajarles los humos a algunos colonos establecidos en la zona fronteriza que queran eludir el impuesto sobre el whisky. En esta estpida guerra contra su propio pas, Hamilton demostr claramente una mxima: si necesitas un gran ejrcito para obligar a tus democrticos ciudadanos a obedecer una ley tributaria, deberas considerar seriamente cambiar la ley.Los dictadores que disponen de un poder poltico y militar ilimitado, coronado con una egomana sin lmites, suelen ser los ms atroces transgresores. Por ejemplo, durante la guerra de la Triple Alianza (1865-1870), Paraguay se enzarz con sus tres vecinos ms grandes, ms fuertes y ms ricos en gran medida debido al estrambtico empeo de su dictador, Francisco Solano Lpez, en convertir en brillante estratega militar a la ex prostituta parisina con la que comparta el palacio. El resultado fue tan nefasto que Lpez culp a su madre del desastre, algo que ni siquiera Hitler se vio tentado de hacer.Los dictadores tambin pactan nefastas alianzas, tal como descubrieron los peruanos con ocasin de la guerra del Pacfico (1879), cuando Bolivia inici las hostilidades contra Chile a causa de sus excrementos de ave y arrastr a Per como desventurado aliado, todo a raz de un tratado secreto entre ambos pases. Per se vio entonces obligado a aprender una leccin bsica: si tu aliado deja la guerra, tu ejrcito es destruido, tu lder ha huido, tu capital ha sido ocupada, un almirante est al mando del ejrcito de tierra y tu nica fuente de riqueza ha sido capturada, tal vez sea hora de rendirse. Por su parte, los bolivianos tambin extrajeron otra enseanza importante de aquella guerra estpida: si tienes una lnea costera que quieres defender, consigue una flota.Incluso los polticos ms educados pueden perder los papeles cuando la niebla de la guerra les ofusca el entendimiento.En 1918, el presidente norteamericano Woodrow Wilson, que luca anteojos y elegantes pantalones, orden la invasin de Rusia, recin instalada en el comunismo, mientras an se estaba librando la Primera Guerra Mundial; valga en su descargo la orden explcita que le dio al general al mando: no causes problemas. Tal como aquel general pronto descubri, si invades un pas para derrocar a su gobierno, cabe esperar que dichos gobernantes adviertan tu presencia, se enfaden e intenten dispararte.Incluso el dictador ms brutal y taimado puede verse en problemas a la hora de iniciar una revolucin estpida, y no digamos ya si pretende llevar adelante toda una guerra. En 1923, cuando Hitler dio el llamado putsch de la Cervecera, los jefes del ejrcito bvaro, la polica y el gobierno estaban casi suplicando que alguien iniciase una revolucin y les rescatase de la democracia basada en la Constitucin de Weimar. Hitler, junto a un reparto estelar de malvados que ms tarde conseguira un asombroso xito provocando la Segunda Guerra Mundial, inici un golpe de Estado que al parecer discurrira sobre ruedas. Pero su torpe intento de asalto al poder fracas en menos de un da, de donde se extrae una leccin sobre lo difcil que resulta iniciar un golpe desde un lugar tan acogedor como una cervecera, especialmente en un pas donde la mayora del populacho estaba formada por veteranos de guerra fuertemente armados.Por desgracia para algunos pases, hacer la guerra se convierte en un fin en s mismo, una receta segura para llevar a cabo guerras espectacularmente estpidas. En 1932, la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay fue una guerra de esta naturaleza. Cada pas competa para salirse de la categora de perdedores de la historia venciendo al otro perdedor. El resultado fue una de las guerras ms sangrientas que jams se hayan visto. Demostraron una mxima obvia: que incluso el campen de los perdedores sigue siendo un perdedor. Las medallas no se entregan a los que ocupan el lugar decimoctavo.No es sorprendente que, cuando se inicia una guerra estpida, muchos pases sigan cometiendo errores, incluso ms flagrantes que la propia decisin de iniciar el conflicto. La Rusia sovitica, infractor reincidente en este aspecto, invadi Finlandia en pleno invierno de 1939, pero olvid proporcionar ropas apropiadas a sus tropas. Los bien abrigados finlandeses esquiaron en crculos alrededor de las congeladas tropas soviticas y las arrasaron, dando una dura leccin a los soviticos y, de paso, tambin a los nazis que los observaban: no importa cun numricamente inferior sea tu ejrcito, puesto que cuando luchas contra los soviticos, la victoria siempre es una opcin si puedes producir ms balas que hombres los rusos.Algunos pases simplemente no saben cmo escoger un bando y hacen buenas migas con todos. Rumania demostr este tpico con xito total cuando termin luchando contra todos durante la Segunda Guerra Mundial. Primero acept una invitacin de su gran amigo Hitler para invadir Rusia y a continuacin les dio hipcritamente la espalda a sus amigos nazis y se uni al oso sovitico para atacar a los alemanes.Por otra parte, incluso los mejores oficiales del mundo cometen graves errores. En 1944, algunos generales prusianos de las huestes de Hitler, preparados para la guerra como nadie, reunieron por fin las agallas suficientes para librarse del alarmantemente perturbado dictador, el mayor asesino de la historia. Como es sabido, lo organizaron psimamente, y su burdo fallo de estrategia y ejecucin, cometido mientras el mundo arda a su alrededor y miles de personas moran a diario como resultado de sus acciones, constituye prcticamente un manual de lo que no debe hacerse cuando se quiere acabar con un dictador asesino. La primera leccin es: acude a las citas con armas.Algunos dirigentes, usualmente de las autoproclamadas democracias avanzadas, siguen adelante e invaden pases aun cuando saben que es una mala idea. Durante la invasin de la baha de Cochinos en 1961, John F. Kennedy pens que Estados Unidos podra invadir Cuba sin que nadie supiese que esa superpotencia estaba detrs. Por desgracia para Kennedy, la CIA lo organiz todo chapuceramente y aquel perfecto fiasco se convirti en la primera invasin fallida aireada por la prensa.Muchos dictadores e imperios no reconocen una mala idea incluso cuando les da en pleno rostro. Cuando la Rusia sovitica, reincidente recalcitrante, invadi Afganistn en 1979, no se dio cuenta de que invadir Afganistn suele ser la primera parada en la ruta hacia la ruina de un imperio. Estados Unidos se dej llevar y olvid este hecho cuando inici una guerra por poderes para intentar atacar inteligentemente por los flancos a los soviticos. El inevitable resultado fueron las nefastas consecuencias posteriores para ambos imperios a manos de los astutos seores de la guerra de aquellas impenetrables montaas.Otro sorprendente error de clculo sucedi durante la guerra de las Malvinas, en 1982, cuando la Junta Militar argentina en peso, que estaba arruinando a su pas, subestim gravemente la voluntad del sper acorazado Maggie Thatcher para luchar a muerte por las migajas del Imperio britnico. Sin darse cuenta, firmaron la sentencia de muerte de su pequea Junta. Los dictadores veteranos deberan meterse en la cabeza de una vez por todas que matar civiles no les da automticamente experiencia para luchar contra un ejrcito en toda regla. La principal enseanza que pueden extraer los imperios de aquella confusa batallita es que deberan fomentar el uso del radar sofisticado para proteger a su enorme flota de misiles baratos de fabricacin francesa.Pero aunque todas las directrices legalistas para hacer una guerra dieran luz verde, los lderes deberan ser lo suficientemente listos y andarse con pies de plomo. Cuando Estados Unidos invadi Granada en 1983, las dificultades con que se encontr para aplastar al microestado turstico estalinista demostraron los peligros que entraan las guerras de un da.Probablemente hubiera tenido menos problemas si hubiesen clavado esta til lista de control de invasin en la puerta principal del Pentgono:Confirmar si el pas enemigo tiene ejrcito. En caso afirmativo, no dar por supuesto que puede ser derrotado en un da.Buscar mapas exactos del pas propuesto para ser invadido.Llevar radios que funcionen.Asegurarse de que las Fuerzas Especiales sean realmente especiales.Si se pretende rescatar a rehenes, conviene saber dnde se encuentran. Si es posible, llamar a los rehenes y preguntarles por su paradero.Empezar la invasin en fin de semana? Si es as, es conveniente coordinar la invasin con el horario adjunto del partido de golf del presidente.Es el objetivo de invasin propuesto una isla o est en el continente? Si es una isla, notificarlo a la Armada.Hay suficiente provisin de medallas?El fin de un imperio presenta retos no menos duros que los que se plantean al principio o a la mitad de un rgimen.Durante el intento de golpe contra Gorbachov en 1991, los golpistas estaban en general borrachos, sudorosos y poco preparados. Olvidaron que los golpes de Estado triunfantes son obras de arte y tienen que estar muy bien organizados, combinados con un tufillo de amenaza y una pizca de fuerza aplastante. Tampoco es aconsejable celebrar conferencias de prensa cuando se tienen los ojos inyectados en sangre tras haber pasado una noche bebiendo vodka con la esperanza de infundirse confianza.Este libro est dedicado al estudio de la sabidura que se esconde tras estos extraordinarios ejemplos de estupidez militar. Est claro que el estudio de las guerras exitosas no ha evitado que estallasen nuevas guerras y mucho menos las estpidas. La tendencia ms inquietante de las guerras estpidas es que son difciles de terminar. Una vez empezadas, normalmente como consecuencia de las inescrutables acciones de idiotas animados por objetivos irreales y abyectos, los actores de ambos bandos son reacios a finalizar la matanza porque no quieren admitir las estpidas razones que desencadenaron la guerra. De modo que la guerra contina y el objetivo se convierte sencillamente en hacer que la guerra prosiga.Con todo ello en mente, a todos nos corresponde hacer lo posible para evitar que la prxima guerra estpida estalle.

Valente y el fin del imperio romano

Ao 377

Desde los inicios del Imperio romano, que a lo largo de siete siglos evolucion de la repblica a la dictadura para acabar finalmente en la ruina, el nico principio que respetaron todos los gobernantes fue que los lderes de Roma nunca deban mostrar clemencia con sus enemigos.Ya desde el siglo V a. C, cuando la tribu original romana se estableci por primera vez en las siete colinas de Roma, despus de echar a los etruscos y constituirse en Repblica, los romanos empezaron a conquistar lentamente las tribus de los alrededores y fueron desarrollando la pauta bsica que sentara las bases del Imperio y que, ms adelante, servira de modelo para la mayora de sistemas de gobierno occidentales. La Repblica romana acab con la idea de las dinastas hereditarias y la reemplaz por la de dos gobernantes, los cnsules, que compartan el poder y que eran elegidos entre los aristcratas de la clase conquistadora.El modelo de compartir el poder dur hasta aproximadamente el ao 34 a. C. A partir de entonces se impuso el gobierno dictatorial de los emperadores, que se inici con Augusto. Durante siglos, los emperadores expandieron el gobierno fascista de la Pax Romana por una arena de miembros cortados. Hacia el siglo IV, la principal ocupacin del emperador era mantener el Imperio y defenderlo de las hordas brbaras que clamaban ante sus puertas. Sin embargo, en aquel entonces el poder real del emperador resida en la Guardia Imperial, la cohorte de soldados que lo protega.La Guardia Imperial romana la cre el primer emperador Augusto hacia el ao 1 como su propio ejrcito privado. Se la denomin Guardia Pretoriana, y su estructura, funcin y actitud eran muy parecidas a las de las SS. A lo largo de los siglos, los guardias pretorianos se dispersaron, pero fueron reemplazados por una estructura an ms brutal si cabe de guardias imperiales que ejercan su poder para elegir al emperador que queran y asesinaban a los que odiaban. Los guardias imperiales elegan a los emperadores con el objetivo principal de mantener el Imperio en un estado de lucha constante.La preservacin del poder era su objetivo primordial. El hecho de no mostrar clemencia era fundamental para conseguirlo.Las revueltas y rebeliones incitadas por gente peligrosa como Jess eran aplastadas brutalmente, aun a riesgo de acabar con ciudades enteras, por no mencionar la vida de la mayora de sus rebeldes habitantes. Los supervivientes eran vendidos como esclavos o se los arrancaba de su hogar para conducirlos a Roma, donde eran sacrificados ritualmente en el Coliseo, delante del populacho de la ciudad, como prueba de la correccin de la forma de vida romana.La mayor amenaza para el Imperio a lo largo de los siglos, adems de las guerras, las hambrunas y revoluciones, la avaricia, la sed de sangre, la estupidez, la incompetencia y la locura de sus emperadores, era mostrar clemencia hacia los brbaros. La clemencia, por as decirlo, se encarn en el emperador Valente, al que le otorgaron el cargo de emperador oriental nicamente porque su hermano mayor era el emperador occidental. Alguien tena que gobernar la parte oriental, y Valente fue quien abri la brecha en el caparazn que finalmente condujo a la cada del Imperio romano.

Los actores

Emperador Valentiniano I: Fue un firme soldado proveniente de la Guardia Imperial al que eligieron emperador porque no supona ninguna amenaza para las dos dinastas que codiciaban el control de la sucesin.La verdad desnuda: Irascible y clebre por sus amonestaciones a gritos.Mritos: Prefiri a su hijo de ocho aos antes que a su hermano Valente como su sucesor.A favor: Buen soldado, sirvi eficazmente al Imperio.En contra: Arruin al Imperio al nombrar a su hermano coemperador.Emperador Valente: Era el hermano menor de Valentiniano y fue educado en el campo como un sencillo granjero.Su nica calificacin para ser coemperador era que la Guardia Imperial haba obligado a su hermano a compartir el poder.La verdad desnuda: No hablaba griego, la lengua franca del Imperio oriental, por lo que tuvo que fiarse de los intrpretes.Mritos: Construy un acueducto en su capital, Constantinopla, que an sigue en pie.A favor: Confiaba en que la gente era tan simple como un borrego.En contra: Olvid a menudo la regla de no mostrar clemencia hacia los brbaros.

La situacin general

Desde los inicios del Imperio romano en 510 a. C, los aristcratas romanos bien rasurados estaban decididos a superar los logros del Imperio griego de Alejandro Magno recurriendo a una incesante violencia viril con derramamiento de sangre. El poder y las togas eran importantes para los romanos. Despus de que los enemigos fuesen sometidos mediante la espada o un tratado, el poder mantena la paz y llenaba las arcas de oro. A medida que el Imperio se iba expandiendo, los romanos iban apoderndose de los bienes de los vencidos bajo el gran manto de la Pax Romana: obligaban a alistarse a los hombres ms capaces y se apropiaban de sus recursos, ya fuera como botn de guerra o como alimentos.Los generales que acabaron dominando el arte del saqueo y el pillaje de los no romanos forzados a incorporarse al Imperio (es decir, los brbaros) marchaban por Roma triunfantes llevando consigo oro y esclavos, ostentando poder suficiente para reivindicar sus aspiraciones al trono con la ayuda de la Guardia Imperial.Ya no importaba si el general era un aristcrata romano o, los dioses no lo quisieran, un vndalo, un godo o un huno. Si reciba la aprobacin de la Guardia, ya estaba admitido. Esta flexibilidad permiti que la Repblica Romana se convirtiese en el primer superimperio del mundo.Hacia el ao 364 su vastsima dimensin requera que el emperador pasase la mayor parte del tiempo combatiendo contra los brbaros en las remotas fronteras, celosamente protegido por su cohorte de guardias imperiales, que no lo abandonaban ni un instante por si en alguno de aquellos difciles envites acababan encontrndose con un emperador muerto en sus manos.Y eso fue precisamente lo que sucedi ese mismo ao cuando el emperador Juliano muri en combate contra el eterno enemigo de los romanos, los persas. Seguidamente, el sustituto de Juliano muri de camino a Roma. La Guardia se reuni de nuevo y eligi a Valentiniano I como el mejor de la lista de los candidatos al cargo, todos ellos militares de poca enverga dura con las manos manchadas de sangre. Se trataba de una figura de compromiso que sali elegida por no provenir de ninguna de las familias dinsticas de anteriores emperadores, por entonces enfrentadas por reconquistar el poder. Despus de nombrar a Valentiniano, los guardias imperiales, prudentes ante los retos y los riesgos de tomar el timn de aquella gigantesca mquina de guerra, le exigieron al nuevo emperador que nombrase a un coemperador para la mitad oriental del Imperio. Valentiniano se inclin astutamente por la nica persona que saba que no le iba a hacer sombra y a la que le resultara fcil controlar: su hermano menor Valente.Los guardias imperiales aceptaron la eleccin, porque Valente era an ms dbil y desde luego ms inexperto que Valentiniano. Supusieron con arrogancia que ni siquiera un emperador dbil, por no mencionar a su estpido hermano menor, sera una amenaza para la continuidad del superimperio.Valente era siete aos ms joven que Valentiniano y se haba educado en la granja que la familia tena en los Balcanes orientales, mientras su hermano luchaba en las campaas de frica y la Galia con su padre, tambin soldado. Desconocedor de la dura vida del campo de batalla, Valente fue educado en un entorno buclico y agradable. Era conocido por sus piernas arqueadas y su prominente barriga, rasgos bastante corrientes en la poca, pero al parecer poco usuales en un emperador romano susceptible de ser desdeado por sus contemporneos.Al principio, las cosas empezaron bien para Valente y su nuevo Imperio, que comprenda la actual Turqua, los Balcanes, Oriente Prximo y Egipto. Astutamente, se rode de gente que hablaba los idiomas locales y poda explicarle los incomprensibles lamentos de sus nuevos sbditos. Se cas con la hija de un militar y empez tratando a todo el mundo de forma justa. Sin embargo, pronto se le presentaron problemas. Cada vez que intentaba hacer algo ms que las tareas administrativas bsicas, las cosas le salan mal. Ambos hermanos decidieron mejorar la calidad de las monedas hacindolas ms puras. Estas nuevas monedas ayudaran a estabilizar la divisa en la mente del ciudadano romano medio, pero, al acuar nuevas monedas con un oro mejor y ms fino, los hermanos gobernantes se estaban en realidad robando a s mismos. Muchas decisiones de Valente acababan perjudicndole slo a l.No obstante, pronto se le presentaron problemas mayores. Los godos, brbaros provenientes de ms all de la actual baja Ucrania y los Balcanes nororientales, volvan a las andadas. Despus de derrotarlos en 328 mientras unificaba el Imperio, Constantino les haba obligado a contribuir con sus tropas para reforzar las legiones del Imperio oriental, siempre necesitadas de soldados.En 365, intuyendo la debilidad del lerdo y torpe Valente, los godos se decidieron a invadir el Imperio oriental. Siguiendo las instrucciones del manual del emperador, Valente despach diligentemente varias de sus legiones para que les diesen su merecido. Pero entonces se le plante un problema an mayor: estall una revuelta en Constantinopla, su propia capital. Un antiguo secretario imperial llamado Procopio, pariente del emperador Juliano, de la dinasta Constantina, tuvo por alguna razn la feliz idea de que mereca convertirse en emperador. Resuelto a llevar su propsito a buen trmino, convenci a dos legiones de Valente para que le apoyaran, alcanz un acuerdo con los godos invasores y se autoproclam emperador. Acu nuevas monedas y empez a citar a su gente en Constantinopla. Se trataba de otra clsica usurpacin de poder romana.Valente solicit desesperadamente la ayuda de su hermano, el emperador occidental. Valentiniano, sin embargo, se encontraba demasiado ocupado para acudir al rescate. Adujo que estaba comprometido luchando contra los germanos en la Galia. En 366, no obstante, Valente se las arregl para derrotar a Procopio con el apoyo de un respetado general llamado Arbitio, quien desert para irse con el emperador oriental despus de que sus propiedades fueran expropiadas por Procopio.El persuasivo Arbitio convenci a la mitad del ejrcito de Procopio para que desertase y la mitad que qued, superada por la situacin, rpidamente se pas al bando de Valente. Para celebrar su primera victoria militar, Valente ajustici con regocijo a Procopio y, siguiendo un protocolo de larga tradicin imperial, envi la cabeza cortada a su hermano mayor, que se encontraba ya en Roma. Valente, sin embargo, no haba esquivado ms que el primer mandoble; pronto iban a seguirle muchos ms.A continuacin guerre contra los godos, que haban apoyado el golpe de Procopio, pero, a pesar de lograr la derrota de Atanarico, el rey godo, en una batalla campal librada en julio de 369, no consigui acabar con los escurridizos brbaros.Ocurri que Valente no remat la victoria con el golpe de gracia: se retir para dejar descansar a sus tropas en el bajo Danubio durante el invierno y dej pasar la ocasin de rematar a los tambaleantes godos, que no tardaron en enviarle emisarios para solicitar clemencia. Pedir clemencia a un emperador romano? Era un ruego que nunca hasta entonces haba sido escuchado, pero Valente estaba impaciente por poner en prctica esta novedosa idea. l y el rey Atanarico de la tribu goda de los tervingos firmaron un tratado de paz en el Danubio medio, mediante el que el emperador le permita al brbaro volver a poner los pies en territorio romano. Se trataba de una concesin impropia de los romanos, puesto que violaba la ley no escrita de gobernar el Imperio con mano de hierro y sin concesin alguna al vencido. Hasta entonces, todos los tratados romanos se haban firmado en Roma o en el campo de batalla bajo los estandartes romanos.Despus de pasarse tres aos sudando tinta en los Balcanes orientales, Valente era libre de volver a dedicarse a su pretensin ms gloriosa de reconquistar Armenia a los persas, que haban estado saqueando todo el territorio. Maltratar a los godos no se consideraba ms que como un quehacer cotidiano necesario para el mantenimiento del Imperio, pero aplastar a los persas y reconquistar Armenia sin duda impresionara a su hermano. Por lo tanto, en 370 Valente se dispuso a atacar a los persas.Valente an sufra de la escasez crnica de personal por la que se caracterizaba el Imperio oriental. A pesar de que una ley obligaba a servir a los hijos de los veteranos, a menudo se entregaban incentivos para mantener el nmero de reclutas, lo cual costaba muy caro a las arcas del Imperio. Adems, los soldados romanos detestaban servir en el este. Subyugar y obligar a los brbaros era la forma ms barata de dotar a las legiones. Sin embargo, apoyar al rey de Armenia y convencerle para que atacase a los hirsutos persas requerira un gran esfuerzo. Por desgracia, el clemente tratado que haba firmado con los godos les ahorraba el pago de un tributo en oro y les libraba de la obligacin de proporcionar tropas al emperador romano, como estableca el tratado firmado por Constantino. Valente haba exacerbado su escasez crnica de personal justo cuando ms hombres necesitaba. A pesar de ello, Valente, falto de gloria, se otorg a s mismo el ttulo de Gothicus Maximus, Gran godo, y lo estamp en las monedas para pregonar su victoria manchada de clemencia por todo el Imperio. Aun as, Valente no consegua que su hermano mayor le mostrase amor o respeto. Valentiniano haba utilizado astutamente uno de los tpicos ardides de los emperadores romanos para consolidar su posicin como lder de una nueva dinasta imperial. En 367 haba nombrado a su hijo Graciano, de ocho aos, como su sucesor y luego lo cas con la hija de un ex emperador. A ojos del romano medio, el nio tena ahora ms legitimidad como emperador que su to.De nuevo, otro duro golpe sobrevino en 375: Valentiniano cay muerto vctima de una apopleja mientras estaba amonestando a embajadores brbaros que trataban de justificar su invasin del superimperio. Valente haba perdido a la mano que le guiaba y a su antiguo protector, y ahora se encontraba compitiendo con su sobrino, el adolescente Graciano, ya emperador Graciano.Valente se vio convertido en el emperador pelele. Los regentes de Graciano echaron an ms sal a la herida cuando elevaron a otro hijo de Valentiniano I, Valentiniano II, de tres aos de edad, al cargo de coemperador junto con su hermanastro Graciano. Este hecho era una ofensa directa a Valente, cuyo nico hijo, Galates, cnsul a la tierna edad de tres aos, haba muerto poco despus de la rebelin de Procopio, sumiendo a Valente en un profundo dolor.Despus de nombrar emperador a Valentiniano II, los regentes le entregaron parte del territorio de los Balcanes sin molestarse en consultarlo con Valente. Las tropas destacadas en aquellas provincias habran solucionado los problemas de personal con que se encontraba Valente a la hora de hacer frente a los persas y los godos. Pero, en lugar de repasarse el manual del emperador y matar a un montn de brbaros para as consolidar el Imperio bajo su gobierno, sigui trabajando como un buen granjero.Al enfrentarse a numerosos enemigos con pocos amigos, los problemas del Imperio empezaron a superar al emperador-granjero. Preocupado como estaba con los problemas con los persas, Valente, que crea que haba manejado a los godos con su tratado plagado de clemencia, no se dio cuenta de que estaban empezando a ser de nuevo un problema.

Qu sucedi?: Operacin Estupidus Maximus

En 376, los godos, ya debilitados, se encontraron de pronto a merced de los hunos, una terrible horda procedente de las estepas orientales y cuya clarividente habilidad para la lucha mvil oblig a los godos a retroceder hasta el Danubio, la frontera nororiental del Imperio en los Balcanes. Los godos se vieron atrapados entre los hunos, aparentemente ajenos a la existencia de algo siquiera parecido a la clemencia, y los romanos, cuya supervivencia dependa del mantenimiento de una zona libre de clemencia. Los godos, desesperados, se afanaban por encontrar una brecha.La masa de godos, un grupo de hombres, mujeres y nios que tal vez alcanzaba las 200.000 personas, se haba convertido para Valente en una gigantesca crisis de refugiados. Todava falto de tropas, el emperador decidi tener un gesto de magnanimidad y permiti que los brbaros cruzaran el Danubio aunque no todos: nicamente los del clan del jefe Fritigerno, oponente de Atanarico, el rey con el que Valente haba firmado su primer tratado en el ro medio. Fue una mala decisin, que el emperador tom empujado por la necesidad de engrosar sus filas contra los persas. Por desgracia, las otras tribus godas tuvieron que quedarse en la otra orilla y fueron exterminadas por los hunos.Los godos que fueron acogidos en el Imperio no se consideraron inmigrantes temporales o refugiados sin tierra, sino ciudadanos de la misma categora que los romanos, que les haban prometido tierra y comida a cambio del reclutamiento de sus jvenes. Pero los soldados romanos, ajenos a toda clemencia, saban cmo tratar a los refugiados mejor que el propio emperador. Al no haber recibido la habitual orden de sacrificar a los hambrientos brbaros, las tropas de la frontera, encabezadas por el general dux Maximus, aprovecharon la situacin de los empobrecidos refugiados para crear un mercado negro en el que se intercambiaba carne de perro por esclavos. Los godos estaban tan desesperados que incluso entregaban a sus hijos a cambio de un mendrugo de pan mohoso y un poco de vino de pobre cosecha. Pero las legiones romanas asignadas al sector eran tan insuficientes que cuando los refugiados se rebelaron contra aquel maltrato, decidieron empujarlos hacia el interior del imperio para aislarlos. Ocupados felicitndose mutuamente por su inteligente estrategia, los romanos no cayeron en la cuenta de que haban dejado la frontera desprotegida y los godos de la tribu de los grutungos estaban aprovechando el descuido para colarse a hurtadillas en el Imperio.Mientras, los generales romanos, al parecer poco convencidos del acierto de invitar a los brbaros a penetrar en el territorio y ansiosos de asaltar a los godos como a cualquier otro brbaro indefenso que pasase por la va, invitaron a los lderes godos a un festn en la ciudad de Marcianpolis. Su plan era usar un viejo truco romano: invitaran a los lderes godos a un festn que iba a ser la ltima comida de sus vidas. Mientras las agotadas y hambrientas masas godas agolpadas a las puertas de la ciudad empezaban a rebelarse contra los caciques romanos, en el interior de Marcianpolis los astutos romanos se encargaban de eliminar a los guardias godos y arrinconar a Fritigerno, su jefe. El conde Lupicinus, el jefe romano de la provincia, le acerc entonces un cuchillo al cuello de Fritigerno. Ya le tenan. Pero de pronto la clemencia mostr una vez ms su horrible rostro y Lupicinus, tal vez afectado por el ambiente lnguido de alguna reunin reciente con Valente, retir el arma. Fritigerno, un hombre de mente gil, convenci a los romanos para que le dejaran salir a calmar a su pueblo. Fritigerno se apresur a fundirse entre su gente, que se encontraba ante las puertas de Marcianpolis, y no tard en escabullirse de sus descorteses anfitriones. Los romanos formaron filas y salieron a buscarle ajenos al peligro al que iban a enfrentarse: en cuanto cruzaron la puerta de la ciudad se encontraron superados en nmero y las tropas romanas quedaron gravemente diezmadas. Lupicinus se retir al interior de la ciudad con sus tropas supervivientes. En aquellos momentos, los godos se paseaban por el Imperio sin impedimentos, y sus filas se iban engrosando gracias a los brbaros que cruzaban a montones las fronteras desprotegidas del Imperio y a los soldados brbaros desertores de las legiones romanas.En 376, mientras Valente luchaba con los persas atrapado en el borde oriental del Imperio, le llegaron las noticias de los problemas con los godos. Acord una rpida tregua con los persas y envi una peticin de refuerzos a su ingrato sobrino Graciano, entonces emperador occidental. Valente, en Mesopotamia, necesitaba un ao para deshacer lo andado y poder plantarse personalmente en el lugar de la insurreccin; y, adems, las fuerzas prometidas por su sobrino no llegaban.Mientras tanto, el emperador oriental decidi ordenar a los generales que tena en la zona del conflicto que atacasen a los godos con las pocas legiones romanas de que dispusieran. Las menguadas legiones romanas, muchas de ellas formadas por guardias de frontera poco preparados, fueron derrotadas una tras otra por los invencibles godos, que continuaban su avance por el Imperio.Cuando Valente lleg en 377, los veloces godos ya estaban ante las puertas de Constantinopla. Valente, que no estaba dispuesto a entretenerse en la despreciable ciudad que haba apoyado al aspirante a rebelde Procopio a levantarse contra l, reuni improvisadamente a algunas tropas, e incluso reclut a algunos ex monjes pacifistas para que se incorporasen al menguado ejrcito imperial oriental. Valente consigui salir de la ciudad y obtener un poco de espacio para que su ejrcito maniobrase en las llanuras al oeste de la ciudad. Su plan era detener a los godos ocupando la ruta este-oeste, por donde deba llegar la esperada oleada de tropas de Graciano.Pero mientras, en el imperio occidental, Graciano segua al pie de la letra el manual y estaba por tanto resuelto a no tener clemencia con los familiares que se haban convertido en rivales, y menos an con los brbaros que pretendan apoderarse de un lugar clido y seco dentro de las fronteras del Imperio. Graciano se prepar para ayudar a su to, pero demor su marcha al este para pararles los pies a unos invasores germanos que haban cometido el error de cruzar el Rin. Los asesores de Graciano insistieron en la conveniencia de sacrificar hasta el ltimo de los hombres para que su primer triunfo fuera deslumbrante, aun a riesgo de tener que retrasar su avance en el camino para ayudar a Valente. El nico esfuerzo oportuno de Graciano fue despachar Danubio abajo algunos de sus barcos, que, por desgracia, desembarcaron a unos cientos de kilmetros de donde Valente y su tropa de 20.000 hombres acampaban, al oeste de Constantinopla. Las tropas de Graciano slo sirvieron para informar a Valente de que el grueso de los tan esperados refuerzos se retrasara a causa de la victoriosa matanza de hordas germnicas que haba llevado a cabo el emperador occidental. Valente haba sido pues definitivamente eclipsado por su joven sobrino.Mientras, el rey godo Fritigerno haba reunido sus fuerzas al noroeste de Constantinopla, ante la ciudad de Adrianpolis, en el territorio occidental de la actual Turqua. Valente, cansado de esperar los refuerzos de su ingrato sobrino adolescente Graciano, estaba ansioso por concluir su propia campaa triunfante aplastando definitivamente a esos fastidiosos godos.Valente celebr un consejo de guerra y se le notific que se haba visto a un ejrcito de unos 10.000 soldados godos avanzando por un paso de montaa hacia el sur, probablemente con el objetivo de tomar Adrianpolis. Si esta fuerza triunfaba, Valente quedara aislado de su base de aprovisionamiento.Los comandantes de Valente no se ponan de acuerdo: algunos queran luchar inmediatamente, mientras que otros recomendaban esperar los refuerzos para garantizar una victoria abrumadora. Pero Valente finalmente sucumbi a su ira, sus celos y su impaciencia. Decidi dar rienda suelta a sus frustraciones como slo un emperador puede hacerlo. Las fuerzas de Graciano no estaban a la vista, pero no le importaba. Haba llegado la hora de castigar a esos indeseables godos de una vez por todas. Haba llegado el gran momento de Valente. Con su ejrcito de unos 20.000 hombres, se puso en camino para acabar con los godos en el paso.El da antes de la batalla, Fritigerno hizo una oferta de paz a cambio de Tracia, una buena franja de territorio que formaba parte de los Balcanes orientales que bordeaban el mar Negro. Valente, dejndose llevar de pronto por una sensacin de seguridad digna de un emperador, la rechaz. Tal vez interpret la oferta de paz de Fritigerno como una seal de debilidad.Valente decidi atacar al da siguiente, 9 de agosto.En 378, Valente y sus tropas avanzaron diecisiete kilmetros al norte a travs del polvoriento calor de los campos de los alrededores de Adrianpolis. El calor del verano deba de ser atroz. Cuando llegaron ante el enemigo a primera hora de la tarde, encontraron al ejrcito godo protegido dentro de un crculo de carromatos gigante, la costumbre de su tribu mvil. Los godos, frescos y bien descansados, parecan un blanco fcil. Podan ser destruidos cuando Valente dispusiera.Cuando los dos ejrcitos estuvieron frente a frente, Valente rechaz otra oferta de paz. Una de las anteriores ofertas de Fritigerno inclua una carta secreta en la que se ofreca la posibilidad de un acuerdo, siempre y cuando los romanos mostrasen su fuerza a los godos: eso le dara a Fritigerno la excusa necesaria para explicar su rendicin. Valente, que no confiaba en l, la haba rechazado en su momento y, anticipando su victoria, la rechaz entonces.Las legiones, sedientas y azotadas por el calor, sin duda necesitaban ponerse a la sombra, tomarse un descanso y beber agua. Pero entonces se propuso una nueva oferta para negociar. Esta otra inclua un intercambio de prisioneros de alto rango como primer paso para las negociaciones, un acuerdo tpico para mantener a los dos ejrcitos frente a frente a unos cien pies de distancia antes de enredarse en la lucha. Valente lo acept, tal vez considerando por fin la fatiga de sus soldados y, por alguna razn, creyendo que Fritigerno tal vez se rendira ante la exhibicin de poder de las legiones romanas. Cuando sus legiones se colocaron en formacin de batalla para representar la estratagema de la rendicin, un rehn de alto rango del entorno de Valente se prepar para entregarse a los godos e iniciar as las negociaciones.Si era una trampa, estaba perfectamente urdida y sorprendi al lento y pesado Valente. Haba cado en manos de los godos. La caballera goda, que haba estado recorriendo el territorio sin ser advertida por las patrullas de reconocimiento romanas, surgi como de la nada y se abalanz sobre la caballera romana, formada por una unidad de lite de la Guardia Imperial, por el flanco izquierdo de Valente. Probablemente se aproximaron cabalgando por las riberas casi secas de los ros para evitar levantar polvo y pasar as inadvertidos ante los romanos. Cuando arremetieron contra el ala izquierda, la caballera romana se vio obligada a retroceder hacia la infantera que se encontraba en el centro de Valente. Los romanos descubrieron de la peor forma que las fuerzas godas estaban formadas probablemente por 30.000 o ms combatientes. Pero los veteranos jinetes romanos se estabilizaron y volvieron a avanzar. Los romanos empezaron a imponerse: la infantera avanzaba imperturbable colina arriba hacia el crculo de carromatos. Pero la caballera del ala izquierda estaba profundamente enzarzada en una lucha con la caballera goda, ms numerosa, y Valente careca de los refuerzos de la caballera necesarios para volcarse en la batalla y darle la vuelta a la situacin. Claramente superados en nmero por los godos, los romanos fueron perdiendo terreno y el ala izquierda de caballera pronto acab sepultada bajo el otro bando.El flanco izquierdo de las legiones de infantera haba quedado por tanto desprotegido. Tras retroceder sobre sus pasos, se vieron finalmente obligadas a protegerse tras sus escudos de madera y presentar batalla. Sirvindose de sus largas lanzas, trataron de contener a la caballera del enemigo, pero cuando las espadas de la caballera de los godos las rompieron, los romanos ya slo pudieron recorrer a sus espadas para evitar la arrolladora masa de jinetes godos. Ahora eran los romanos los que parecan un blanco fcil. La batalla prosigui hasta que la sangrienta masa de soldados romanos se dispers y ech a correr. Haba empezado la derrota aplastante del ejrcito del emperador oriental.En lugar de entrar en batalla e intentar rescatar al emperador, un regimiento de soldados que haba quedado en la reserva se uni a la desbandada, presa por el pnico. Otros comandantes clave que hasta entonces haban luchado bajo las rdenes de Valente desertaron aprovechando la creciente oscuridad y abandonaron a su emperador en lugar de caer luchando. Dos tercios del ejrcito de Valente murieron junto con la mayora de generales.Tal vez el simple y terco emperador, aun viendo que sus generales lo abandonaban y sus soldados eran masacrados, quiso seguir en el campo de batalla y acab malherido en el suelo rodeado de enemigos. Su Guardia Imperial, que saba acerca del modo romano de dirigir un imperio ms que l, lo dej a merced del enemigo. El cuerpo de Valente nunca se encontr.

Los Godos

Los godos. El nombre es lo nico que se ha mantenido a lo largo de la historia hasta llegar a nuestros das. Por extrao que parezca, este pueblo desapareci poco despus de saquear Roma, en 410, bajo el liderazgo del rey Alarico. Originalmente, los godos se haban forjado su reputacin luchando en una serie interminable de guerras fronterizas contra los romanos y haban ganado la dudosa distincin de servir como esclavos en muchas casas romanas. Ms tarde, los hunos invadieron sus tierras natales del mar Negro y, en 376, los romanos permitieron que una gran masa de refugiados godos cruzara el Danubio y entrara en el Imperio romano. Despus de aplastar las menguadas legiones del emperador oriental Valente en Adrianpolis, los godos trataron de llegar a un acuerdo de paz con los romanos a cambio de una franja del Imperio que pudieran reivindicar como suya. Pero cuando, tras haber firmado varios tratados con los implacables emperadores romanos, siguieron sin patria, decidieron vengarse saqueando la gran capital imperial. Al final, terminaron instalndose en los territorios visigodos de Francia y Espaa, as como en una considerable franja del norte de Italia de los ostrogodos. Los godos que permanecieron en Italia despus de saquear Roma no tardaron en ser dispersados por otros invasores teutones, y su influencia y cultura casi fueron arrasadas por completo. En Espaa y el sureste de Francia, los godos pronto se encontraron con problemas con los papas romanos, y los ltimos reinos godos desaparecieron en el siglo VIII con la invasin musulmana de Espaa.

Qu sucedi despus?

Ningn romano habra imaginado jams que esto podra sucederle a uno de sus emperadores. Los informes sobre lo que fue del cuerpo de Valente fueron contradictorios. Algunos dijeron que lo quemaron vivo. En cualquier caso, el cuerpo nunca se recuper, una forma humillante de morir para cualquier hombre, y ms an para el gobernante de un superimperio. Los romanos constataron que haban sufrido su peor derrota desde la batalla de Cannas a manos de los cartagineses, 700 aos antes. La tradicin de sacrificarlo todo por la victoria, establecida a lo largo de los siglos por los lderes romanos tales como el general que haba muerto espoleando a sus legiones hacia la victoria en la culminante batalla de la tercera Guerra Samnita en 291 a. C, que consolid el control romano sobre Italia central y puso a los romanos firmemente en la senda hacia el Imperio, se haba desvanecido. Y nada menos que frente a los godos.El sucesor de Valente, Teodosio, un general que Graciano nombr nuevo emperador oriental, atac animosamente a los godos, pero no fue capaz de derrotarlos. Se vio obligado a firmar con ellos, y en sus propios trminos, un tratado de paz: los godos haban penetrado en el Imperio y pensaban quedarse. El Imperio Romano ya estaba en las ltimas; con la aplastante derrota de Adrianpolis haba quedado mortalmente herido. En 410 Roma fue saqueada por el rey godo Alarico, que en 376, siendo an un muchacho, haba cruzado el Danubio junto con los dems refugiados.A finales del siglo V el Imperio ya no exista. Valente fue confinado al agujero negro de la historia, en igualdad de condiciones que muchos de los que haban sucumbido al poder romano. Tales son las recompensas de la clemencia cuando se intenta gobernar un superimperio.

La cuarta cruzada

Ao 1198

Una gran deuda, as como una gran fe o el calor que produce reverberaciones sobre la arena ardiente del desierto, puede distorsionar la realidad. Una deuda puede llegar a apoderarse de la mente de una persona, falsear la lgica y convertir el no en un s, y lo equivocado en correcto.En los albores del siglo XIII, el fervor religioso se propag de nuevo por toda la poblacin cristiana de Europa.Congregados por el Papa y los nobles franceses, los cruzados emprendieron por cuarta vez en un siglo una cruzada para arrebatar Jerusaln y Tierra Santa de las manos de los infieles islmicos. Partieron con la ms pura de las intenciones, inspirada por la necesidad de matar musulmanes para alcanzar su objetivo sagrado.Sin embargo, el camino a la salvacin eterna se desvi hacia Venecia. Los cruzados deseaban evitar la polvorienta ruta terrestre que pasaba por Constantinopla y encargaron una flota a los venecianos para navegar hasta Tierra Santa. El emergente poder martimo estaba controlado por el dux, un gobernante artero, amante del dinero y negociante, al que la aristocracia de la ciudad haba elegido de por vida. La nica misin del dux era enriquecer a su querida ciudad-estado. Pero el ejrcito cruzado, falto de reclutas procedentes de las buenas familias de Europa, no tard en acumular una deuda muy considerable que el dux no quiso perdonarle, por muy glorioso que fuera el objetivo de reconquistar Jerusaln. La solucin que propuso para liberar a los cruzados de su infortunada carga financiera fue primero que atacaran una ciudad cristiana y, posteriormente, que saquearan y expoliaran la ms grande, rica y cristiana de las ciudades de Europa: Constantinopla. El dux recibi todo el pago, pero los santos guerreros nunca pusieron un pie en Tierra Santa.

Los actores

Prncipe Alejo: Era un prncipe libre de compromisos y un trotamundos; hijo del depuesto emperador bizantino, daba tumbos por Europa buscando un ejrcito libre que le colocase en el trono de los bizantinos.La verdad desnuda: A pesar de ser joven e ingenuo, se las arregl para estar en el lugar adecuado en el momento correcto y logr convencer a todo un ejrcito de cruzados desesperados para que llevasen a cabo su propuesta.Mritos: Escap de la mazmorra en la que su to le encerr y luego recorri toda Europa suplicando por su causa para regresar a Constantinopla.A favor: Nunca reneg de sus promesas, hasta que lo hizo.En contra: Descrito por un contemporneo como afeminado y tonto.Dux Enrico Dndolo: Fue un lder de Venecia que no dud en saquear y robar para acabar con sus deudas.La verdad desnuda: Para extender su influencia orden que las monedas venecianas portasen su rostro en una cara y, en la otra, una semejanza de la segunda persona ms importante en este mundo: Jess.Mritos: Mantuvo su objetivo centrado en una sola cosa: una cruzada triunfante. Aunque tal vez fueron dos: tambin quera ganar dinero para Venecia.A favor: Tena casi noventa aos, estaba ciego y an cabalg en la batalla para liderar la Cuarta Cruzada.En contra: Llev a los cruzados a todas partes menos a su destino.

La situacin general

Jerusaln. Oh, Jerusaln! Esta pequea ciudad tiene la fortuna, o la desgracia, de estar situada en el corazn de tres religiones importantes. En ella, los judos albergaban el Templo de Salomn y los Diez Mandamientos. Despus, se convirti en el lugar de la Crucifixin de Jess, y, unos pocos siglos ms tarde, fue donde Mahoma ascendi a los cielos.El hecho de ser codiciada por tres grupos religiosos la ha convertido en un campo de batalla durante la mayor parte de su historia. Alentados por el fervor religioso que sigui a la muerte de Mahoma en 432, los ejrcitos rabes irrumpieron desde la pennsula Arbiga y conquistaron grandes franjas del mundo conocido, incluyendo Jerusaln. Durante algunos cientos de aos despus de su conquista, controlaron la Ciudad Santa, aunque permitan que los cristianos europeos peregrinasen a su preciado lugar de la Iglesia del Santo Sepulcro. Los judos haban sido diseminados por los romanos y los pocos que quedaban en la ciudad no parecan representar ninguna amenaza para nadie ni para nada.Esta pacfica coexistencia se hizo aicos en el siglo XI, cuando los turcos provenientes de Asia Central irrumpieron en Oriente Prximo y se apropiaron de grandes franjas de territorio del tambaleante Imperio bizantino (formado por los restos de la parte oriental del Imperio romano). Los bizantinos tenan su base en la gloriosa ciudad de Constantinopla (la actual Estambul), que serva de barrera entre los rabes de Oriente Prximo y los europeos occidentales y, de este modo, permita que los europeos centrasen gran parte de su energa medieval matndose entre s.En 1071, los turcos les arrebataron Jerusaln a los rabes, pero en lugar de continuar la poltica rabe que permita el libre acceso a los cristianos, los turcos se dedicaban a atacar a los viajeros y los convertan en esclavos. Con ello, los cristianos perdieron el acceso a su amada Jerusaln. Los turcos haban topado con el peligroso tercer ral de la naciente avalancha internacional monotesta sobre la ciudad.Furioso, el papa Urbano II dio rienda suelta a su clera y declar que el mundo cristiano deba recuperar Jerusaln. De este modo se cre la Primera Cruzada. El Papa declar que la cruzada no slo era necesaria, sino que en realidad la haba ordenado Dios. Acu un eslogan pegadizo para la aventura: Es la voluntad divina e incluso encontr un logotipo, una cruz que los cruzados llevaban cosida en la ropa. Para motivar a sus soldados, el Papa ofreci a cada cruzado la absolucin de todos sus pecados, lo que significaba un billete de ida directamente al cielo despus de la muerte. En la Edad Media, una poca en que los vastos reinos del conocimiento permanecan an intactos y en que el promedio de vida del ser humano dependa de esquivar constantemente a un Dios vengador, esta recompensa significaba algo muy importante. La felicidad eterna, para siempre, era como dinero en el banco.En 1097 los cruzados iniciaron su andadura con un ejrcito formado por caballeros montados, soldados a pie y una vasta multitud de trabajadores destinados a arrastrar las pesadas cargas durante miles de kilmetros. A pesar del hambre, la sed, las enfermedades y seis semanas de sitio, se logr la empresa. Jerusaln cay el 15 de julio de 1099. Para celebrar la conquista de la tierra del Rey de la Paz, los conquistadores expoliaron y asesinaron a todo el que qued vivo en la ciudad.Misin cumplida.Los cruzados dividieron el territorio conquistado en cuatro regiones, lucharon como animales enjaulados contra todo el que quisiera controlarlos y emprendieron una serie de interminables guerras contra los musulmanes. Los cruzados estaban reforzados por un flujo continuo de cristianos que buscaban nuevas oportunidades, as como por miembros de la realeza europea que buscaban fortuna y aventura lejos de sus patrias ya saturadas de realeza. Una Segunda Cruzada invirti en la misin an ms tropas. A pesar de la persistente falta de efectivos, los cristianos lograron conservar Jerusaln, la joya de Tierra Santa, gobernada por reyes, algunos de los cuales fueron nios e incluso hubo un leproso o dos.Pero la resistencia cristiana no fue suficiente: varios pueblos islmicos se unieron bajo el mando de un temible lder, Saladino, gran asesino de cristianos. Sus victorias culminaron en 1187 con la captura de Jerusaln. Misin cumplida. Una Tercera Cruzada encabezada por el rey de Inglaterra, Ricardo Corazn de Len, lidi con Saladino, pero el lder islmico acab pronto con ellos. Ricardo regres a casa para dar rienda suelta a su frustracin luchando contra los franceses, ms fciles de derrotar.El siguiente Papa al que le pic el gusanillo de las cruzadas fue Inocencio III. Ocup su cargo en 1198 e inmediatamente se le meti entre ceja y ceja rescatar de nuevo la Ciudad Santa de manos musulmanas. Y era consciente de que para ello iba a necesitar toda la ayuda que pudiese conseguir.Pero en el Lejano Oriente las cosas no slo estaban revueltas en la Jerusaln ocupada por los musulmanes. El Imperio bizantino se haba hecho fuerte en Constantinopla, que era conocida por los griegos como la nueva Roma. A pesar de ser cristianos, los griegos mantenan con el Papa importantes diferencias teolgicas, que, en 1054, les valieron su excomunin en masa (conocida como el Gran Cisma). Huelga decir que este hecho empa las relaciones entre los griegos ortodoxos de oriente y los catlicos romanos. Las cruzadas no resolvieron sus diferencias, aunque los griegos proporcionaron alguna ayuda en la primera.Tras la muerte del emperador en 1180, los griegos se dieron por satisfechos con pasarse todo el tiempo luchando entre ellos. Varias familias nobles luchaban por conseguir el control de la prestigiosa y poderosa corona del emperador, considerada como una de las dos ms poderosas del mundo cristiano. De la lucha emergi la familia Angelo. Isaac II gobern como emperador de 1185 a 1195 hasta que su hermano mayor, Alejo, tal vez cansado de las aficiones de Isaac por los jocosos enanos, le sac los ojos y lo encerr en una prisin. Alejo subi al trono y encerr al hijo adolescente de Isaac, el prncipe Alejo, en la prisin.En 1201, el joven prncipe Alejo, con la ayuda de unos mercaderes italianos, escap escondido en un barril. Se dirigi a Alemania con la intencin de conseguir el apoyo de su cuado, el rey de Alemania, para recuperar el polmico trono griego.Mientras creca el impulso para emprender una nueva Cruzada, el prncipe Alejo se paseaba por Europa en busca de alguien que lo ayudase a recuperar su trono en Constantinopla. Entretanto, a las puertas del siglo XIII, el papa Inocencio III se haca en Roma con el cargo, resuelto a darle al nuevo siglo un buen comienzo: una guerra religiosa.Por improbable que pudiera parecer, esas dos empresas se cruzaran con unos resultados devastadores y en absoluto pretendidos.

Qu sucedi?: Operacin Deuda Explosiva

El entusiasmo por la Cruzada del papa Inocencio III no se materializ hasta noviembre de 1199. Durante un torneo de caballeros en la regin francesa de Champaa, dos jvenes nobles, populares y muy ricos, miembros de la lite real francesa juraron la causa de la cruz y se unieron a la Cruzada. Despus de que el conde Teobaldo de Champaa y su primo el conde Luis de Blois declarasen sus intenciones de partir hacia Jerusaln, otros se unieron a ellos rpidamente. A algunos los inspiraba el deseo de servir a Jess, otros seguan los pasos de algn miembro de la familia que haba participado en anteriores Cruzadas, y luego estaban los que saban que no haba nada mejor que ser un caballero de regreso de una Cruzada para conquistar a las chicas guapas. Un tercer conde, el conde Balduino de Flandes, cuado de Teobaldo, se uni a la misin a principios de 1200.La familia de Balduino haba luchado en las tres Cruzadas anteriores, por lo que el conde, que contaba veintiocho aos, consideraba el hecho de partir a las cruzadas como un ritual de madurez familiar. Los tres jvenes nobles se encargaron de reclutar y encabezar la nueva y mejorada Cruzada. Seguro que Dios estaba de su parte, puesto que el plan logr reunir a 35.000 cruzados, un ejrcito del mismo tamao que el que con tanto xito haba conquistado Jerusaln en la Primera Cruzada.El Papa amonest al ejrcito para que la conquista se basase nicamente en su fe en Cristo y exhort a los cruzados a no dejar que sus sentimientos puros se viesen empaados por la vanidad, la codicia o el orgullo. Sin embargo, tal como fueron las cosas, la mayora de decisiones de los cruzados durante los siguientes cinco aos fueron guiadas por la vanidad, la codicia o el orgullo (y algunas veces por los tres a la vez).Durante la primavera de 1200 los tres nobles planearon con sumo cuidado la expedicin. Se reunieron con anteriores cruzados convertidos en asesores de cruzados para enterarse de cules eran las mejores rutas para llegar a Tierra Santa, congregaron a otros nobles franceses para captarlos para la causa y debatieron la cuestin crtica de cmo se iba a afrontar el enorme coste de mantener a miles de soldados durante aos hasta que la cruzada terminase.Decidieron que la mejor opcin era navegar. La primera eleccin para conseguir una flota fue dirigirse al potente centro neurlgico mercante que en aquella poca era Venecia, una de las mayores ciudades de Europa. Gracias a la experiencia que les haba proporcionado a los venecianos el gran volumen de comercio que tenan con los musulmanes y para el que haban requerido un permiso especial del Papa, sus barcos se haban convertido en los mejores del Mediterrneo. Desde 1192, el veneciano Enrico Dndolo ocupaba el cargo supremo de dux; con noventa aos y ciego, su dedicacin a la Iglesia slo se vea superada por su aficin a ganar dinero y hacer acopio de poder para su amada ciudad. Dndolo era el hombre.Despus de varias negociaciones, en abril de 1201 los cruzados y el dux llegaron a un acuerdo: Enrico Dndolo construira una armada, transportara al ejrcito y los alimentara durante nueve meses por el irrisorio precio de 85.000 marcos, unas dos veces la renta anual del rey de Francia. Como trato especial, slo para esa Cruzada, los cruzados podran pagar a plazos.Impacientes por matar musulmanes y reconquistar Jerusaln, los cruzados firmaron el trato y se dirigieron a su casa, en Francia, ajenos a que su incapacidad para redactar contratos acababa de plantar la semilla del fracaso de su aventura. El precio estaba basado en transportar un ejrcito de 35.000 hombres, ms 4.500 caballos, un ejrcito incluso mayor que el de la Primera Cruzada. Y a nadie se le ocurri contemplar la posibilidad de que se contara finalmente con menos hombres en el momento de zarpar. El precio total debera pagarse aunque la flota viajara medio vaca, con lo que el coste por cruzado sera ms elevado.Pero estos detalles sin importancia no estaban en la mente de los cruzados cuando regresaron a casa despus de realizar el pago de su depsito de 5.000 marcos al dux. Los venecianos dejaron a un lado sus negocios y convirtieron la ciudad en un inmenso astillero para fabricar barcos y cumplir con la fecha de partida de junio de 1202.El acuerdo, como sucede con la mayora de acuerdos famosos, contena una clusula secreta. La flota zarpara primero no hacia Tierra Santa, sino hacia Alejandra, en Egipto. Se trataba en efecto de un gran movimiento estratgico puesto que si lograban derrotar a Egipto, la conquista y la toma de Jerusaln seran ms fciles, pero no dejaba de ser algo controvertido. Tan controvertido que el dux les ocult este detalle a los soldados cruzados. Para l, esta pequea clusula secreta era la clave de todo el trato. Le pagaran por navegar a Alejandra, a continuacin usara a los cruzados para hacerse con la ciudad, que le permitira expandir ms, si cabe, el poder comercial veneciano y convertir Venecia en una inmensa y rica metrpolis. El dux conseguira as dos victorias de una sola tajada: Jerusaln para el espritu y Alejandra para sus arcas.Probablemente tard varios das en borrrsele la sonrisa del rostro.En mayo de 1201, el primer desastre azot a los cruzados: Teobaldo muri. De los tres lderes l haba sido el ms dinmico y el ms querido. El reclutamiento cay en picado. Para compensar la prdida, los cruzados incorporaron como nuevo lder a Bonifacio, marqus de Montferrato, una ciudad del norte de Italia. Bonifacio, que contaba cincuenta aos y provena de una larga saga de cruzados, acept la oferta con gran entusiasmo.A principios de 1202 los cruzados pusieron rumbo a Venecia. A su llegada fueron calurosamente recibidos por los venecianos, que les entregaron la factura y les mostraron su nuevo hogar, la playa del Lido, una yerma franja de arena alejada de la ciudad. El dux les quera cerca, pero no tan cerca como para que le causasen problemas. A continuacin, la segunda tanda de malas noticias azot a los cruzados. Miles de cruzados no se presentaron. Los cabecillas esperaron y esperaron, pero cuando la primavera dio paso al verano, la playa del Lido sigui sin llenarse: la multitud de cruzados nunca se materializ.El dux, Bonifacio y los otros cabecillas hicieron un recuento y empezaron a rezar el rosario. Slo se haban presentado 12.000 soldados, aproximadamente un tercio del nmero estimado. Esto significaba que el precio por cruzado iba a ser tres veces superior al que haban planeado originalmente. Todos vaciaron sus bolsillos hasta la ltima moneda, pero no bastaba para cubrir la inmensa cuenta del dux. ste, por su parte, no quiso rebajar su precio. En primer lugar, porque un trato es un trato, pero principalmente porque se haban pasado un ao entero construyendo aquella inmensa flota y necesitaba todo el dinero prometido para pagar sus facturas. Para ayudar a centrar la mente de sus hermanos cruzados dej de proporcionarles comida y agua hasta que le pagasen su factura.Mientras el ejrcito se consuma lentamente y las deserciones empezaban a minar sus ya escasas tropas, Bonifacio y los dems rebuscaron ahora en sus calcetines y le entregaron prcticamente todas sus pertenencias de valor al dux. ste cont su botn y les comunic que an les faltaban 35.000 marcos. El ejrcito se tambale acercndose a la disolucin total. Ni siquiera tenan comida suficiente para emprender el humillante regreso a Francia, donde el resumen de su experiencia sera el equivalente al de una camiseta barata de playa proclamando fui a una Cruzada y slo llegu hasta Venecia.Entonces, el dux propuso una forma de saldar su aplastante deuda. Les encarg una misin: deban zarpar y recapturar la ciudad de Zara (ahora conocida como Zadar, en Croacia), que haba escapado del control de Venecia en 1181. Los cruzados tendran que pasar convenientemente por alto el hecho de que Zara era una ciudad catlica y que adems formaba parte de Hungra, pas que apoyaba firmemente a los Cruzados. El ataque supona posponer la Cruzada a Jerusaln para poder librar antes una guerra contra cristianos a fin de que los venecianos pudiesen expandir su pequeo imperio mercante. Era una jugada al puro estilo del dux.Al principio, los cruzados se resistieron, as que el dux, sabedor de que a veces hay que unirse al enemigo para vencerle, prest el juramento cruzado en la Iglesia de San Marcos y los impresionables cruzados se dejaron influenciar. Ya no era simplemente un contratista vido de dinero, sino una parte del equipo que estaba a bordo para conseguir la gran victoria.Aquel mismo octubre, la inmensa flota zarp de la costa veneciana con el dux negociante al frente. Era el ciego encabezando al desesperado.Pronto lleg a odos del Papa la noticia de que los cruzados iban a apoderarse de Zara y no le hizo precisamente feliz.Los asaltos costeros a ciudades cristianas violaban claramente el espritu de hacer las cruzadas tal como la palabra papal lo haba definido. Pero el emisario del Papa, arraigado en el ejrcito y consciente de que las dos nicas opciones viables eran o bien aplastar Zara o bien regresar a casa con las orejas gachas, les dio a los cruzados el visto bueno. Quien tena la ltima palabra, sin embargo, era el Papa, y decidi jugar la gran baza. Escribi una custica carta declarando que todos los que atacasen Zara seran excomulgados de la Iglesia, lo que significaba la condenacin eterna. Para siempre jams. Llegados a aquel punto, los cruzados estaban predestinados a las hogueras del infierno junto con los cristianos griegos, los musulmanes y todos los infieles que se arrastraban por la tierra en su desdichada existencia.El 11 de noviembre de 1202, la flota cruzada alcanz Zara, justo cuando la carta del Papa llegaba a manos de los cabecillas con la orden de no atacar. Las reacciones ante la misiva fueron diversas. Algunos, encabezados por el dux negociante, estaban a favor de atacar la ciudad; otros se echaron atrs ante la idea de atacar a compaeros cristianos desafiando al Papa y las hogueras del infierno. El dux argumentaba que aunque la orden del Papa era importante, no lo era tanto como el contrato que los cruzados haban contrado con l. Finalmente acabaron convencindose a s mismos de que el camino a Jerusaln pasaba por Zara, especialmente cuando se consideraba la alternativa de volver a casa cubiertos de vergenza. La carta del Papa se guard en un cajn y el ejrcito, que pronto iba a ser excomulgado, nunca supo de su existencia. De modo que los cruzados atacaron. Ya se haban convertido en el ejrcito del dux.Dos semanas despus, Zara cay y el ejrcito irrumpi en la ciudad para recoger su botn. Pero las arcas estaban vacas.Despus de contar todas y cada una de las monedas, los cruzados se encontraron con que no tenan suficiente dinero siquiera para sufragar el resto de su viaje. Lo nico que ganaron con el ataque a Zara fue un billete de ida a las abrasadoras orillas de Hades.Cuando los cruzados se establecieron en Zara, despus de cometer un masivo acto sacrlego que levant la clera del Papa y no les sirvi para reunir el dinero que deba conducirlos a Jerusaln, los embajadores del prncipe Alejo se presentaron en la ciudad. El prncipe errante, que an rondaba por los senderos de Europa en busca de alguien que lo llevase a su patria, demostr de pronto tener una agudeza que hasta entonces no haba manifestado: se present ante los cruzados con una tentadora solucin a su problema de la deuda, as como a su entonces ms problemtica situacin con el Papa, que les reservaba una estancia en el noveno crculo del infierno, apropiado a los traidores de la fe. El prncipe Alejo se ofreci a financiar el resto de la Cruzada y a proporcionar tropas adicionales. Y, por encima de todo, prometi acabar con el cisma entre los romanos y los griegos reconociendo al Papa como la mxima autoridad del mundo cristiano. Lo nico que deban hacer los cruzados era escoltarle hasta Constantinopla y entronarle a l, el prncipe Alejo, como emperador. Entonces les sera mucho ms fcil penetrar en Jerusaln y cumplir su destino de cruzados, y el Papa obtendra adems uno de los mximos objetivos de su carrera. El prncipe Alejo les haba hecho una oferta que no podan rechazar.Aun as, los cabecillas debatieron. El dux, como era de esperar, se entusiasm con toda esta nueva trama griega. Los dubitativos Tomases recordaron a todo el mundo que su labor como cruzados era matar musulmanes en Jerusaln en nombre de Cristo y no a hermanos cristianos en Constantinopla. Para eso podan haberse quedado en casa. Pero el dux, como siempre, gan el debate con un giro de lgica propio de un telogo: convenci a los cruzados de que el hecho de reinstaurar a un emperador cristiano en el trono, mediante lo que seguramente prometa ser una guerra corta y fcil, era de hecho un acto muy cristiano.Sin embargo, algunos de los soldados no estuvieron de acuerdo con el impresionante razonamiento del dux. Matar cristianos no era tan satisfactorio como matar musulmanes y, en consecuencia, muchos soldados abandonaron. Pero no todo eran malas noticias: el papa Inocencio III se retract entonces de su primera postura. Les perdon a los cruzados todos los pecados que haban cometido en el ataque a Zara, pero les hizo jurar que nunca volveran a atacar una ciudad cristiana. Los cabecillas, esforzndose por alcanzar nuevas cotas de doblez, estuvieron de acuerdo, sabiendo, sin embargo, que su plan secreto de reinstaurar al prncipe Alejo, probablemente, requerira atacar Constantinopla.En abril de 1203, la flota zarp dejando atrs las humeantes ruinas de Zara. Las iglesias, dado el espritu de devocin de hombres dedicados a una elevada causa como una Cruzada, fueron perdonadas.El mes siguiente, cuando se encontraban a medio camino de su destino, la flota se detuvo en la isla de Corf. All, parte del ejrcito, tal vez distrado por las maravillosas vistas, cambi de idea y se neg a navegar hasta Constantinopla. Se dirigieron al otro lado de la isla, para disfrutar de una especie de autoimpuesto descanso de las cruzadas. Alejo y los jefes cruzados se enfrentaron a los desertores, sabiendo que su prdida paralizara a su ya renqueante ejrcito. Suplicaron, imploraron, lloraron y babearon. Los desertores acordaron quedarse con ellos, pero, siguiendo el verdadero espritu de la Cuarta Cruzada, quisieron hacer otro trato. Estaban dispuestos a quedarse solamente hasta Navidades; luego seran libres para avanzar hacia Jerusaln. Los jefes cruzados estuvieron de acuerdo. Alejo, complacido, inform al dux de que el plan para saldar la deuda an estaba en pie.Exultante por haber sobrevivido de nuevo a una experiencia cercana a la muerte, el ejrcito zarp y alcanz las afueras de Constantinopla a finales de junio de 1203. Nunca haban visto nada parecido y contemplaron asombrados las monstruosas murallas de la gran ciudad que se elevaban ante ellos. Constantinopla, con una poblacin de 400.000 habitantes, empequeeca a cualquier ciudad de Europa. Las murallas defensivas eran altas y gruesas y parecan interminables. Los cruzados contemplaron a su pequeo ejrcito formado por unos 20.000 hombres y se preguntaron cmo iban a entrar. Adems de su enorme tamao y su evidente riqueza, que haba conseguido por ser el centro comercial del mundo, la ciudad alardeaba de tener una poderosa tradicin militar.Sin embargo, las luchas polticas intestinas que haban asolado el imperio en las dcadas anteriores haban consumido la fuerza militar de la ciudad y el espritu de lucha de sus ciudadanos. A pesar de que haca meses que saban que los cruzados se acercaban, el emperador Alejo III tom pocas precauciones para defender la ciudad. La antao poderosa flota griega se estaba pudriendo y era incapaz de emprender cualquier accin naval seria, las murallas protectoras de la ciudad, en realidad, necesitaban reparaciones, y, lo que tal vez era ms importante, el ejrcito adoleca de espritu de lucha. Su ncleo consista en miles de mercenarios, la mayora varegos startrekoides, duros luchadores escandinavos. La debilidad del ejrcito griego se ocultaba temporalmente tras su tamao.Constantinopla est ubicada en la parte occidental europea del Bsforo, un estrecho canal de agua que separa Europa de Asia. Los cruzados acamparon en la parte oriental, asitica, del Bsforo, donde el emperador haba almacenado ingentes provisiones de comida, aparentemente ajeno a que con ello poda acabar ayudando a su enemigo. El emperador despleg a su ejrcito a lo largo de la orilla europea para repeler una invasin por la costa.Para provocar un golpe de Estado contra el emperador y evitar as la batalla, el doblemente negociante dux tom a su joven prncipe Alejo, le coloc en la proa de un barco y naveg con l ante las murallas de Constantinopla. El dux pens que los habitantes de la ciudad probablemente identificaran a su autntico gobernante, se pondran rpidamente de su parte y depondran a Alejo III, el falso emperador. Estaba equivocado! Nadie en la ciudad siquiera reconoci al prncipe. La pequea expedicin regres al campamento asentado en la otra orilla del Bsforo completamente desanimada. A los cruzados les cost aceptar el fracaso de esta ltima estratagema del dux, conscientes de que la nica opcin que les quedaba era conquistar la imponente ciudad. El ejrcito del emperador ocupaba toda la playa que se extenda bajo las murallas de la ciudad.La maana del 5 de julio de 1203, los cruzados, con el dux ciego al frente, atracaron en la playa a tocar de las espadas del inmenso ejrcito del emperador. Los caballeros cruzados descendieron al galope las rampas de sus novedosos navos y los sorprendidos y asombrados griegos dieron media vuelta y huyeron. El emperador se dio tanta prisa en desaparecer que dej tras de s su tienda repleta de pertenencias personales. Crecidos por el xito, los cruzados pronto superaron el cordn que protega el puerto interior de Constantinopla, atravesaron el Cuerno de Oro y penetraron en el punto dbil de la ciudad.A pesar de que su bsqueda de provisiones no fue infructuosa, a los cruzados se les terminaba la comida. Estaban acampados justo en la parte exterior de la muralla norte de la ciudad y saban que tenan que actuar con rapidez: o se apoderaban de Constantinopla o se retiraban. El 17 de julio los cruzados movieron pieza. Se dividieron en dos grupos; los franceses, ms numerosos, atacaran desde tierra, y los caballeros venecianos asaltaran las murallas de la ciudad desde sus navos. Una y otra vez los griegos hacan retroceder a los atacantes en ambos frentes. Al ver que a su ejrcito se le estaban acabando las oportunidades, el dux orden que su navo cargase hacia la ciudad. Su temeraria decisin cohesion a los cruzados: nadie quera verse superado en valenta por un anciano ciego. Se abalanzaron hacia la costa y los griegos dieron media vuelta y corrieron al interior de la ciudad, mientras los venecianos les pisaban los talones. El emperador Alejo III lanz a su ejrcito contra los venecianos, que ya estaban dentro de Constantinopla. Cuando los cruzados se retiraron hacia la puerta, provocaron un incendio con la intencin de emplearlo como escudo; las llamas crecieron y engulleron una gran rea de la ciudad mientras los venecianos se apresuraban a pegarse a una seccin de la muralla.Finalmente, el temeroso emperador Alejo III consigui reunir un poco de coraje. Volc a su ejrcito fuera de la ciudad para aplastar el campamento cruzado francs. Su superioridad numrica encogi al pequeo grupo de cruzados, conscientes de pronto de las pocas oportunidades que tenan de sobrevivir. No tenan comida, estaban lejos de casa y se enfrentaban a ridculas probabilidades. Los dos ejrcitos se acercaron y esperaron. Un grupo de caballeros cruzados rompi filas y, despus de haber soportado humillaciones, la ira del Papa, la perspectiva de las hogueras del infierno y aquella deuda persistente, se abalanzaron con un desesperado mpetu hacia las lneas enemigas. No eran ms de quinientos y entre ellos estaba Balduino de Flandes, uno de los lderes fundadores. Avanzaron rpidamente con sus brillantes armaduras y, cuando casi haban alcanzado las lneas griegas, se detuvieron ante un pequeo ro. Todos esperaban. Sin duda los griegos iban a avanzar vertiginosamente y, tras aplastar al reducido grupo de caballeros, obligaran a retirarse al resto de cruzados. Pero mientras la tensin aumentaba y los cruzados sopesaban su prximo movimiento, Alejo III recuper de nuevo su cobarda y orden a los griegos que hicieran lo que saban hacer mejor: dar media vuelta y huir. Los cruzados observaron asombrados cmo su numeroso enemigo escapaba a la ciudad, mientras los caballeros les seguan de cerca para rematar la humillacin. El emperador Alejo se haba largado.Aquella misma noche, el emperador cogi algo de oro, abandon a su esposa y, con un crculo de allegados, huy de la ciudad. El emperador bizantino, uno de los dos lderes ms poderosos del mundo occidental, escapaba sumido en la desgracia con su ejrcito an por derrotar y sin siquiera haber entrado en batalla.Cuando amaneci el 18 de julio, Constantinopla descubri que no tena emperador. Los lderes griegos, temiendo la destruccin total de la ciudad abierta, sacaron al antiguo emperador Isaac, ahora ciego, padre del prncipe Alejo (y hermano de Alejo III) de su mazmorra y le instauraron de nuevo emperador, protagonizando tal vez el ascenso ms rpido de la historia: de prisionero a emperador. En el campamento cruzado estaban exultantes ante su gran fortuna. Ahora lo nico que tenan que hacer era simplemente colocar al joven prncipe en el trono junto a su padre, recoger su dinero y canalizar sus mortferas habilidades para alcanzar un objetivo mejor: recuperar Jerusaln y matar musulmanes.Una delegacin de cruzados se apresur a rendirle visita a Isaac en su esplndido palacio y le inform en privado del acuerdo que haba contrado su hijo. Aunque el nuevo emperador se qued asombrado ante la deuda que haba contrado su joven hijo, no tuvo otra eleccin que, como siempre hacen los padres, sacar de apuros a su manirroto hijo. Si lo rechazaba desencadenara otro asalto de los cruzados, y el emperador, con una base poltica tan dbil, no estaba seguro de cmo iba a responder el ejrcito. Los griegos abrieron las puertas de la ciudad de par en par y Alejo entr por fin en Constantinopla. Fue coronado Alejo IV, coemperador con su padre. Los griegos abastecieron generosamente de comida al ejrcito cruzado, que despus se retir gentilmente por el Cuerno de Oro. Misin cumplida!Mientras los nobles cruzados paseaban por la ciudad mirando boquiabiertos el tesoro escondido de los maravillosos objetos religiosos, los venecianos evaluaban su potencial lucrativo. Los gobernantes padre-hijo empezaron a desempear el trabajo habitual de un nuevo rgimen, tal como vaciar las crceles de enemigos de los antiguos gobernantes. Entre esta multitud, por desgracia para ambos, se encontraba Alejo Ducas, apodado Murzuflo.Para cumplir con su trato, el recin coronado Alejo IV pag una gran cantidad de dinero a los cruzados y stos empezaron a planear el ltimo tramo de su tortuoso viaje a Tierra Santa. Alejo, sin embargo, no dispona de suficiente dinero para acabar de saldar su deuda con los cruzados. Desesperado, orden que despojaran las iglesias de sus objetos religiosos, la envidia de todo el mundo cristiano, y los fundiesen. A los ojos de los griegos, el nuevo emperador haba cometido un acto sacrlego.Tambin se encontr con problemas al no conseguir formar el ejrcito que haba prometido a los cruzados. Adems, sabedor de que los griegos le consideraban una simple marioneta de los cruzados, se dio cuenta de que, sin su ejrcito, sus das en el poder estaban contados. Necesitaba tiempo y estaba dispuesto a sumergirse en un agujero de deudas an ms profundo para conseguirlo.Les hizo a los cabecillas cruzados otra oferta que no podan rechazar. Pagara el resto de la deuda que les deba, adems financiara a la flota hasta septiembre de 1204, un ao ms del que los venecianos haban acordado, y aprovisionara al ejrcito cruzado. Lo nico que tenan que hacer era quedarse en la ciudad hasta la siguiente primavera. El coemperador razon que por entonces ya tendra controlado firmemente su Imperio. Pero su mente bizantina fall: no cay en la cuenta de que tal vez fuera poco sensato pedirles a los cruzados que se quedasen por ms tiempo cuando eran ellos la causa del resentimiento que su pueblo senta hacia l.Tal como haba ocurrido con el primer trato, ste caus tambin divisin de opiniones entre los lderes cruzados. Y, sorpresa, sorpresa El dux amante de los tratos les aconsej que aceptasen el trato! Los usuales disidentes apuntaron el nimio detalle de que Alejo an no haba pagado completamente su primera promesa. El dux y su gente pensaban en las provisiones gratis y el dinero extra que el emperador les pagara. Adems, destacaron que si zarpaban enseguida llegaran a Tierra Santa a principios de invierno, una poca sabidamente poco propicia para empezar a matar musulmanes. Entonces el dux cerr el trato y acord mantener a su flota junto con los franceses hasta Navidades de 1204. Los cruzados doblaron la apuesta en su inversin en el joven emperador.Una vez definitivamente investido Alejo como el emperador, los cruzados trabajaron duro para garantizar su xito. Pero la labor estaba resultando realmente ardua. Un incendio de grandes dimensiones arras sectores de la ciudad que no haban quedado afectados por las llamas durante el conflicto. Los devastados griegos culparon a los cruzados del fuego. Para empeorar las cosas, empezaron los enfrentamientos entre ambos emperadores, padre e hijo. El anciano Isaac, que nunca haba destacado por tener una mente despierta, se volvi an ms irracional, y acab provocando la mofa y el odio de su pueblo. Padre e hijo se peleaban tratando de conseguir cada uno el mando poltico. El pueblo, humillado por la derrota, la deuda, la destruccin de muchos de sus iconos religiosos, los incendios y los lderes reprobables, empez a odiar a sus dos emperadores casi tanto como a los cruzados.Y si alguien estaba dispuesto a explotar esta ira ese era Murzuflo, que lideraba el ala griega para expulsar a los cruzados.Obligado por su creciente presin, Alejo dej de pagar a los cruzados. En diciembre, stos se reunieron con Alejo en su palacio. Ante los nobles de la ciudad, le reclamaron speramente que les pagase su deuda; de lo contrario, le atacaran.Insultado, Alejo no tuvo otra eleccin que rechazar el trato. Doblegarse ante los cruzados delante de los nobles de la ciudad habra significado un suicidio poltico y, probablemente, su asesinato. La hostilidad era tan grande que la delegacin cruzada escap temerosa de la ciudad.Con la esperanza de evitar el conflicto y restituir el flujo de fondos hacia su bolsillo, el dux, negociante ya por partida triple, se reuni en secreto con Alejo. Durante un ao, el anciano haba alimentado a Alejo, lo haba llevado al trono en sus propios barcos y haba cumplido todos los compromisos que haba contrado. l simplemente quera que Alejo cumpliera a su vez el trato y pagase sus deudas. Pero Alejo le dijo al dux que no poda. Furioso por la traicin y tal vez avergonzado por haber puesto tanta fe en Alejo, el dux se volvi entonces contra su protegido y jur destruirle.Y para ello contaba con mucha ayuda. Hartos de Alejo y su incapacidad para frenar las cada vez ms frecuentes incursiones de los cruzados por el campo, las masas pidieron a los lderes de la ciudad que eligiesen a un nuevo emperador.Escogieron a un joven noble, Nicols Kannavos, que nunca quiso el nada envidiable trabajo, y le nombraron emperador el 27 de enero de 1204.Desesperado, el joven Alejo, que entonces ya comparta el trono con un tercer emperador, se dirigi a sus antiguos amigos y actuales enemigos, los cruzados, en busca de ayuda. Les propuso an otro trato ms.Si los cruzados derrocaban a Kannavos, les entregara su palacio como garanta de que cumplira su segunda promesa, para poder cumplir as con la primera, es decir, pagarles el dinero que les deba y reunirles un ejrcito. ste movimiento para aliarse con los odiados cruzados inflam a su pueblo an ms. Murzuflo consigui el apoyo de todas las fuerzas anti-cruzados y la nica opcin que le qued a Alejo para permanecer en el poder fue suplicar la ayuda de los cruzados.Aquella noche, todos cayeron sobre Alejo, que tena veintids aos. Murzuflo, con el tesoro y el ejrcito asegurados, se introdujo en los aposentos de Alejo y le hizo prisionero. Al da siguiente, Murzuflo fue coronado quinto emperador vivo del tambaleante imperio, y el cuarto vivo en la ciudad, habiendo permanecido tres de ellos recientemente en prisin. Murzuflo se dispuso entonces a aventar el poblado campo de emperadores. Envi a sus subalternos a la residencia de Isaac; all encontraron al ciego muerto o le ayudaron a emprender su viaje. Uno fuera. Al cabo de pocos das, Murzuflo captur al infortunado Kannavos y le encerr en prisin, donde no tard en morir. Alejo IV era el nico competidor que quedaba.Murzuflo volvi entonces su clera contra los cruzados, detuvo el flujo de provisiones y les encerr fuera de la ciudad.Murzuflo decidi aumentar la presin contra los cruzados un poco ms y les mand varias partidas de asalto. Pero los griegos, en lo que ya se haba convertido en su costumbre, daban media vuelta y huan cuando se vean enfrentados a un grupo de caballeros. Murzuflo, al ser nuevo en el cargo de emperador, no haba aprendido an cmo retirarse correctamente y perdi el estandarte del emperador y uno de los principales iconos religiosos cristianos que llevaba en la batalla. Los cruzados mostraron este preciado objeto ante la ciudad para burlarse del fracaso de Murzuflo. Al ver que sus tropas no eran capaces de enfrentarse a los curtidos cruzados, Murzuflo solicit negociar con el dux para resolver sus diferencias. El dux le pidi que soltase a Alejo y que saldase todos los compromisos que haba contrado el joven.Murzuflo se vio arrinconado. Si se decida a luchar contra los cruzados, era poco probable que lograra vencerles con su huidizo ejrcito. Dentro de la ciudad gobernaba a un pueblo dividido, puesto que Alejo an conservaba algo de apoyo. No obstante, si eliminaba a Alejo lo nico que conseguira sera provocar a los cruzados. Tena todas las de perder. Aun as, deba adoptar alguna postura, as que decidi dar un salto hacia lo desconocido: el 8 de febrero de 1204 visit a su rival en prisin y lo apual. Otro emperador morda el polvo. El hecho de haber asesinado a Alejo no impidi que Murzuflo llorara tristemente en el funeral de Estado que haba organizado para reunir a la ciudad en el dolor bajo su liderazgo. Pero la jugada de Murzuflo para mantenerse en el poder haba acabado con cualquier probabilidad de reconciliacin con los cruzados. Con Alejo vivo, los cruzados an mantenan la esperanza de que acabara saldando sus deudas. Con su muerte, el dinero y cualquier esperanza de terminar la cruzada con un final feliz en Jerusaln se haba esfumado. Murzuflo ahora tendra que pagar de una forma u otra.Los frustrados cruzados se encontraban otra vez ante las murallas de la ciudad, lejos de casa e incapaces de llegar a Jerusaln y se enfrentaban con la tarea de atacar la gran ciudad por segunda vez. No estaban ms cerca de Jerusaln de lo que lo haban estado haca dos aos. Ya preferan la muerte en combate a la humillacin eterna. As que se prepararon para la guerra.Adems de preparar los navos y las mquinas para el sitio, durante los dos meses siguientes los cruzados dieron el importante paso de repartirse por anticipado el botn. Como p