Tema 3. Apego OPOS JUNTA ANDALUCIA

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Tema 3. La teoría del apego y del vínculo afectivo. Tipos de apego. La pérdida afectiva: repercusiones psicológicas en los niños. 1) La teoría del apego y del vínculo afectivo. a) Introducción Para entender el apego es necesario tener en cuenta que no se trata de un vínculo aislado, sino que forma parte de un sistema intrafamiliar. La familia es un sistema de relaciones de parentesco. El elemento nuclear común son las relaciones de parentesco biológico o político entre los miembros. El núcleo que sustenta la familia es la alianza entre los cónyuges, el vínculo de apego paterno-materno filiales y el vínculo fraternal. Puede decirse que las relaciones de parentesco y el apego a los padres son los elementos esenciales a la familia. En occidente, el tipo de familia predominante ha evolucionado hacia el sistema formado por la unión simple y directa de ambos elementos (esposo- esposa y padres-hijos). Aunque cada sociedad organiza las familias de manera diferente, en todas ellas se establecen vínculos afectivos muy fuertes. Vínculos asimétricos entre los adultos (padres) y los menores (hijos) y vínculos más simétricos entre los adultos (esposos) y entre los menores (hermanos). El apego suele establecerse no solo con la madre, sino también con el padre y otros familiares. El vínculo del apego responde a una de las necesidades humanas más fundamentales: la necesidad de sentirse seguro. Cuando hablamos de “necesidades” queremos decir que las personas están preprogramadas para desarrollarse de una determinada manera, que son un proyecto que, para realizarse de forma adecuada, en condiciones de bienestar, necesitan determinadas condiciones. López distingue la siguiente taxonomía de necesidades: 1. Necesidad de establecer vínculos afectivos incondicionales: apego. 2. Necesidad de disponer de una red de relaciones sociales: amigos. Página | 1

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TEMA OPOSICIONES CUERPO FACULTATIVO PSICOLOGIA

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Tema 3. La teoría del apego y del vínculo afectivo. Tipos de apego. La pérdida afectiva: repercusiones psicológicas en los niños.

1) La teoría del apego y del vínculo afectivo.

a) IntroducciónPara entender el apego es necesario tener en cuenta que no se trata de un vínculo aislado, sino que forma parte de un sistema intrafamiliar.

La familia es un sistema de relaciones de parentesco. El elemento nuclear común son las relaciones de parentesco biológico o político entre los miembros. El núcleo que sustenta la familia es la alianza entre los cónyuges, el vínculo de apego paterno-materno filiales y el vínculo fraternal. Puede decirse que las relaciones de parentesco y el apego a los padres son los elementos esenciales a la familia.

En occidente, el tipo de familia predominante ha evolucionado hacia el sistema formado por la unión simple y directa de ambos elementos (esposo-esposa y padres-hijos).

Aunque cada sociedad organiza las familias de manera diferente, en todas ellas se establecen vínculos afectivos muy fuertes. Vínculos asimétricos entre los adultos (padres) y los menores (hijos) y vínculos más simétricos entre los adultos (esposos) y entre los menores (hermanos).

El apego suele establecerse no solo con la madre, sino también con el padre y otros familiares.

El vínculo del apego responde a una de las necesidades humanas más fundamentales: la necesidad de sentirse seguro. Cuando hablamos de “necesidades” queremos decir que las personas están preprogramadas para desarrollarse de una determinada manera, que son un proyecto que, para realizarse de forma adecuada, en condiciones de bienestar, necesitan determinadas condiciones.

López distingue la siguiente taxonomía de necesidades:

1. Necesidad de establecer vínculos afectivos incondicionales: apego.

2. Necesidad de disponer de una red de relaciones sociales: amigos.

3. Necesidad de contacto físico placentero: actividad física sexual y/o enamoramiento.

Es decir, la naturaleza tiene previsto sentimientos de bienestar y gozo, si tales necesidades se satisfacen, y sufrimientos de uno u otro tipo en caso inverso. El apego responde a la necesidad afectiva más fuerte y estable a lo largo del ciclo vital.

Tanto para la teoría psicoanalítica como para la perspectiva del aprendizaje el lazo afectivo es secundario a la alimentación. Para Freud, la madre, al alimentar reduce la tensión y le proporciona placer y el vínculo se establece cuando el niño descubre que la figura materna es necesaria para reducir la tensión. Para los teóricos del aprendizaje, el niño asocia a la madre con sensaciones agradables que derivan de la alimentación y diversos comportamientos maternos que motivan la vinculación. Desde un punto de vista más funcional, la teoría cognitivo-evolutiva plantea que la capacidad para formar un vínculo afectivo

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depende de las capacidades cognitivas del niño. El niño debe ser capaz de discriminar a la figura materna de los desconocidos.

Veamos algunas razones que justifican la afirmación de que las personas están preprogramadas para establecer el vínculo del apego.

En primer lugar, tanto los datos de la experimentación en animales, como en seres humanos, demuestran que la alimentación no es el factor determinante para establecer el vínculo. Harlow separó de sus madres a varias crías de monos desde el primer día de vida, y fueron criadas por dos madres, una de felpa y otra de alambre. Los monos independientemente de que la sustituta les alimentara, se vincularon a la que ofrecía un contacto suave.

La investigación con bebes humanos, vio que la capacidad de respuesta del adulto a las señales del niño y la atención que se le dedica, es un predictor del apego mucho más determinante que la alimentación.

En cuanto a la perspectiva cognitiva-evolutiva, el establecimiento del apego requiere desarrollar las competencias intelectuales. Los niños están preprogramados para interesarse por los humanos, reconocen las personas y son capaces de saber que permanecen más allá de sus percepciones. Que el vínculo del apego depende de estos logros es obvio, pero que la formación de este vínculo requiera unos meses no quiere decir que no estemos programados para esto.

La teoría etológica ha ofrecido explicaciones más acertadas. Desde esta perspectiva, el apego es una tendencia conductual innata, que se ha instaurado en el bagaje hereditario de nuestra especie por su valor supervivencial a lo largo de la evolución.

Los etólogos describieron el fenómeno de la impronta a la madre o a los progenitores. Lorenz, describió con mayor precisión esta conducta en diferentes especies. En ella, nos dice Lorenz, es necesario distinguir dos mecanismos, la persecución de la madre para mantener proximidad física y la identificación de la madre. Las madres, reconocen de forma innata las necesidades de las crías, con un verdadero conocimiento preformado de las respuestas necesarias para el cuidado de éstas.

Estos descubrimientos generaron una serie de ideas que revolucionaron la investigación sobre el vínculo entre los humanos:

a) La tendencia a improntarse y a establecer un contacto corporal con la madre s primaria, preprogramada y no aprendida.

b) Las crías tienen mecanismos innatos que les llevan a seguir e identificar a sus madres.c) Las madres están también preprogramadas para reconocer las necesidades de las crías.d) La función objetiva de la impronta es favorecer la supervivencia de la especie.e) Este proceso tiene un período crítico, pero normalmente asociado al momento del nacimiento.f) La improntación permanece fundamentalmente inalterable y condiciona las demás preferencias y

vínculos.

A partir de 1969, Bowlby comienza una serie de publicaciones en las que formula la teoría del apego. Propone que existe una necesidad hacia la interacción los seres humanos, que finalmente se orienta hacia una figura específica. La proximidad con la figura es esencial para la supervivencia y esto hace que la selección nos haya predispuesto para mantener este comportamiento.

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b) Teoría del apegoApego: lazo afectivo que una persona o animal forma entre él mismo y otro de su especie, un lazo que les impulsa a estar juntos en el espacio y a permanecer juntos en el tiempo. La característica más sobresaliente es la tendencia a lograr y mantener un cierto grado de proximidad al objeto de apego que permita tener un contacto físico en algunas circunstancias o comunicarse a cierta distancia, en otras.

La Teoría del apego la constituye el trabajo conjunto de Bowlby y Ainsworth y, como señalaron los propios autores, es un enfoque etológico del desarrollo de la personalidad. Bowlby formuló los supuestos fundamentales de su teoría a partir de conceptos etológicos del procesamiento de la información, de la psicología evolutiva y del psicoanálisis. Por su parte, la metodología innovadora de Ainsworth no solo hizo posible comprobar empíricamente algunas de las ideas de Bowlby y ayudó a ampliar la teoría. Ainsworth contribuyó de manera decisiva al concepto de la figura de apego como base segura a partir de la cual el niño puede explorar su mundo, así como a la formulación del concepto de sensibilidad materna a las señales del hijo y su papel en el desarrollo de los tipos de apego.

En el primer volumen, Attachment, formuló los supuestos básicos de su teoría sobre la motivación y regulación de la conducta. Los sistemas conductuales están diseñados para alcanzar una meta específica, de manera que se activan en determinadas situaciones y se dan por finalizados en otras.

En la mayoría de los organismos más complejos las conductas instintivas se pueden corregir hacia la meta, con continuas adaptaciones sobre la marcha. Las conductas reguladas por estos sistemas se pueden adaptar en mayor o menor medida a los cambios en las circunstancias ambientales, siempre que no se desvíen demasiado del ambiente adaptativo evolucionista del organismo. La función última del sistema conductual del apego es la supervivencia del individuo y de la especie. Los sistemas conductuales complejos con capacidad para construir modelos internos de trabajo del ambiente y de sí mismos pueden funcionar de forma previsora, es decir prevén como va actuar la figura de apego. Sin embargo, si los modelos de trabajo del ambiente y del yo quedan anticuados o sólo se revisan parcialmente después de producirse cambios ambientales drásticos, el funcionamiento del individuo puede llegar a ser patológico. La organización de los sistemas se suele completar durante determinados periodos sensibles.

En la segunda parte del volumen, extrapola estos conceptos al campo específico del apego madre-hijo. Enfatiza la necesidad innata de interacción social que todos los seres humanos tenemos y que como mejor se satisface al principio es mediante el contacto físico con el cuidador. La idea básica es que la evolución soluciona el problema de las necesidades de protección y apoyo equipando al individuo con un sistema conductual de apego.

Se trata de un sistema organizado de emociones y conductas que aumenta la probabilidad de que el niño establezca unas relaciones de apego con su cuidador principal. El apego es el resultado de respuestas instintivas para la protección del individuo y la supervivencia de la especie. El vínculo actuaría como un sistema de control de la conducta encargado de regular la búsqueda de proximidad y la conducta exploratoria.

La madre también está dotada biológicamente para responder al hijo. Aunque al principio el niño dirige sus señales a todo el mundo, se irá centrando en las figuras primarias que respondan a su llanto e interactúen con él.

Las relaciones de apego van cambiando siguiendo una secuencia de cuatro fases.

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En un primer estadio de orientación y señalización social indiscriminadas (de la octava a la duodécima semana).

En una segunda fase (hasta los 6-8 meses) manifiesta preferencia por las personas familiares y comienza a orientar su repertorio conductual hacia la figura principal de apego.

En la tercera fase hasta los 3 años, surge el apego: búsqueda activa de la proximidad, utilizar la figura de apego como base segura, se aflige cuando se va.

Finalmente sobre los 3 o 4 años, entiende mejor los sentimientos y motivos del adulto, estable una relación corregida hacia la meta, caracterizada por la mutua regulación.

Según Bowlby, la conducta del hijo se adapta para complementarse con la del cuidador (sincronía). Sin embargo, cuando la conducta del adulto se aparta de manera notable y consistente de la norma evolutiva, el repertorio del niño para consecución y mantenimiento de la proximidad puede resultar ineficaz.

En el segundo volumen, Separation: Anxiety and Anger , presentan una perspectiva alternativa a la teoría motivacional freudiana. El niño está predispuesto genéticamente para responder con miedo a cierto estímulos como, por ejemplo a los movimientos bruscos. Estas señales de peligro activan la conducta de escape y/o de apego, promoviendo así la supervivencia del individuo. Existen dos tipos distintos de estímulos que producen miedo: la presencia de señales de peligro no aprendidas y/o la ausencia de una figura de apego.

Los modelos de trabajo se definen como concepciones que el sujeto construye sobre la naturaleza, características y comportamiento esperado del mundo y lo que contiene. Los niños construyen modelos internos de trabajo de sus figuras de apego, especialmente de su sensibilidad y receptividad. Si la figura principal de apego reconoce las necesidades de confort y de protección, al tiempo que respeta su necesidad de exploración independiente del mundo, entonces es probable que este desarrolle un modelo interno de trabajo del yo muy positivo. Además los modelos de trabajo le sirven para predecir el probable comportamiento del a figura de apego, pudiendo planificar sus propias respuestas.

Son tres los supuestos que justifican la importancia concedida a la calidad de las relaciones tempranas de apego. En primer lugar, si un individuo confía en tener disponible la figura principal de apego, siempre que la necesite tenderá a experimentar mucho menos temor. La autoconfianza y la ausencia de ansiedad se basarán, en la calidad de las relaciones de apegos actuales y anteriores. La segunda propuesta considera que la confianza en la disponibilidad de las figuras de apego se va construyendo lentamente durante los años de inmadurez. Finalmente, las expectativas sobre la disponibilidad y respuesta de las figuras de apego que desarrolla el niño durante los años de inmadurez son un reflejo bastante exacto de sus experiencias reales con sus cuidadores.

En el último volumen Loss , explica la estabilidad de los modelos internos mediante la perspectiva del procesamiento de la información. Los modelos internos se van volviendo menos accesibles a la conciencia al hacerse habituales y puesto que los patrones de pensamiento guían la atención y procesan la información de forma selectiva, es normal un cierto grado de distorsión informativa. En ciertas condiciones en las que el acceso a la experiencia almacenada provocaría un grado significativo de ansiedad se puede producir una exclusión defensiva antes de su procesamiento. La conducta de apego y los sentimientos asociados a ella son especialmente vulnerables a esta exclusión.

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Excluir información de la conciencia con un objetivo defensivo puede perjudicar la adecuación de los modelos internos de trabajo a los cambios evolutivos y ambientales que se hayan producido. Aunque la exclusión defensiva protege al individuo de un dolor mental insoportables, interfiere en la acomodación de sus modelos internos de trabajo a la realidad externa. La utilización psicoterapéutica de la teoría del apego, preocupa a Bowlby durante los últimos años de su vida. Desde su perspectiva, un objetivo básico de la terapia debe ser la revaluación de los modelos de trabajo inadecuados.

Una vez que se estable el vínculo afectivo, las conductas, las representaciones mentales y los sentimientos se organizan en lo que se ha venido a denominar “el sistema de conducta de apego”.

El modelo de Bowlby postula la existencia de cuatro sistemas de conductas relacionados entre sí:

El sistema de conductas de apego, el sistema de exploración, el sistema de miedo a los extraños y el sistema afiliativo.

El sistema de conductas de apego se refiere a todas aquellas conductas que están al servicio del mantenimiento de la proximidad (sonrisas, lloros, contacto táctil…)

El sistema de exploración está en estrecha relación con el anterior, ya que muestra una cierta incompatibilidad con él: cuando se activan las conductas de apego disminuye la exploración del entorno.

El sistema de miedo a los extraños muestra también su relación con los anteriores, ya que su aparición supone la disminución de las conductas exploratorias y el aumento de las conductas de apego.

Por último, y en cierta contradicción con el miedo a los extraños, el sistema afiliativo se refiere al interés que muestran los individuos, no sólo de la especie humana, por mantener proximidad e interactuar con otros sujetos.

c) Formación del apego

Los niños participan activamente en la formación del vínculo afectivo. No sólo están preprogramados para orientarse hacia la interacción sino que disponen de características especiales para activar los cuidados y la protección.

Los etólogos consideran que la cara del bebé constituye un medio poderoso para activar la protección y el cuidado que el bebé necesita. El estado de indefensión del bebe y su incapacidad para hacer cualquier cosa que resulte amenazante a los demás favorece también conductas de cuidado y protección.

El bebé es un activo buscador de estímulos, manifestando una clara preferencia por aquellos que provienen de seres humanos.

Los niños disponen de un sistema de señales que promueve la proximidad: llanto, sonrisa y expresiones emocionales.

Los cuidadores manifiestan también, una serie de comportamientos adaptados a las necesidades y capacidades infantiles que sugieren la existencia de disposiciones de la especie, como el contacto físico frecuente, el tipo de lenguaje, la capacidad de establecer una sincronía interactiva: acción-pausa, como si se

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tratara de un verdadero diálogo, y sobre todo la capacidad de sentir con el niño, de interpretar y de responder a las comunicaciones emitidas por éste.

La formación del sistema de apego es el resultado de la interacción entre la actividad del niño en cuanto a buscador de contacto y vinculación, y la actividad de los padres.

Esta interacción se caracteriza por ser rítmica, recurrir a códigos desformalizados de comunicación, estar cargada a interés y afecto mutuo, orientada a producir bienestar y a satisfacer las necesidades básicas.

Sincronía interactiva: Aunque durante los primeros meses es el adulto quien controla la interacción, los niños muestran una gran capacidad para sincronizar su conducta con los cuidadores. Los niños tienen ritmos de atención y actividad, biológicamente determinados. Ello hace que su conducta pueda ser anticipada por quienes los cuidan y los adultos se adaptan a esta periodicidad.

Desformalización: el código de comunicación es poco convencional. Se miran fijamente durante largos periodos de tiempo, rompen el espacio interpersonal, emplean fonemas y palabras que no existen.

Multifuncionalidad de la interacción: la finalidad de la interacción no es solo prestar cuidados físicos y cognitivos, sino cuidados afectivos, placer y juego.

Etapas.

Fase 1. Orientación hacia las personas sin reconocimiento de las figuras que le cuidan (0-3 meses).

Tiene preferencia hacia las características perceptivas humanas. Sus habilidades de interacción se desarrollan lentamente. Se van estableciendo las primeras adaptaciones y sincronías interactivas entre la madre y el niño. No reconocen a las figuras familiares aunque pueden identificar la voz y el olor de la madre.

Fase 2. Interacción privilegiada con las figuras familiares sin rechazar a los extraños (3-7 meses).

El desarrollo de la percepción visual e intermodal permite al bebe integrar las percepciones de la cara, el olor, la voz y otras características, lo cual trae consigo el reconocimiento de la figura de apego. Entre las conductas infantiles que nos permiten afirmar el reconocimiento de la figura materna se encuentran:

- Sonrisa diferencial, sonríe con más frecuencia y amplitud a la madre.- Vocalización diferencial.- Llanto diferencial: llora cuando es la madre quien sale de su campo perceptivo.- Interrupción diferencial del llanto.

Estos comportamientos aumentan los cuidados de los padres y los padres van aprendiendo a interpretar las señales del niño.

Fase 3. Vinculación y miedo a los extraños (8-12 meses).

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La conjunción del desarrollo emocional y cognitivo con la extensa experiencia de interacción cristaliza en la formación del lazo afectivo. Un criterio aceptado para afirmar que existe el vínculo es la ansiedad por separación. Establecido el lazo el comportamiento de apego se organiza y se hace más flexible. Las conductas de apego se integran en un plan de conducta, un sistema organizo y corregido según su objetivo: la proximidad y la sensación de seguridad.

Adquisición de independencia y conflictos en el vínculo afectivo.

Conforme el niño va creciendo van a darse cambios en la relación niño-figura de apego. Estos cambios dependen de dos factores principalmente:

a) Paso de la tríada a la tétrada familiar:

La consecuencia más evidente de esta nueva situación es que las figuras de apego deben ser compartidas.

b) Evolución del niño y de las exigencias de las figuras de apego para con él.

Esto conlleva,

- Cambios continuos en los sistemas de comunicación.- Paso de la permisividad a una mayor presión normativa.

En realidad es todo el sistema familiar el que está en continuo cambio, exigiéndole mayor control de la conducta y obligándole a cambiar las manifestaciones conductuales de apego. Estos cambios suelen ser bruscos en el período inmediatamente posterior al nacimiento del hermano. Las figuras de apego necesitan dedicarse más al recién nacido, y el hasta entonces considerado pequeño, pasa a ser considerado mayor.

Si a esta situación, unimos el hecho de que el niño todavía está en un período moral heterónomo e intelectualmente sujeto al funcionamiento de estructuras egocéntricas, acabamos comprendiendo que los conflictos y celos son inevitables.

En una primera fase, se produce una nueva distribución de la atención y una economía de las interacciones dentro del sistema familiar. De forma resumida:

La madre (hacia el mayor),

- Disminuye las interacciones positivas.- Aumenta las prohibiciones y fricciones.

El niño,

- Aumenta sus conductas de apego hacia la madre.- Aumenta sus reacciones negativas.- Aumenta las conductas regresivas.- Recurre con más frecuencia a la manifestación de síntomas sustitutivos: problemas del sueño,

rechazo de comida…- Suele manifestar conductas ambivalentes con el nuevo hermano.

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En una segunda fase, cuando el niño pequeño pasa del primer al segundo año de vida, aumentando sus capacidades e interviniendo cada vez más en las actividades del mayor, el conflicto vuelve a reactivarse.

La tercera fase es de individuación e integración jerárquica. En ella, a partir de finales del segundo año del pequeño, se estabiliza la posición entre los hermanos, formándose dos subsistemas dentro de la familia: el de los padres y el de los hijos. Los conflictos se plantean con una intermitencia más prolongada y, sobre todo, el mayor parece haber aceptado al pequeño.

Los conflictos celotípicos seguirán manifestándose o no, dependiendo de la elaboración que el niño haga. Esto depende también de factores como la distribución de atenciones que los padres hacen, el sexo de los niños, número de figuras de apego de que disponga.

En el curso de estas readaptaciones continuas el niño adquiere un mayor grado de independencia de las figuras de apego.

d) Funciones del apego

- Favorecer la supervivencia manteniendo próximos y en contacto a las crías y a los progenitores. - Buscar seguridad en la presencia y contacto con las figuras de apego. - Ofrecer y regular la cantidad y calidad de estimulación que necesita un niño para su desarrollo. - Las adecuadas relaciones de apego fomentan la salud física y psíquica. Cuando pierden figuras de

apego, los niños se sienten inseguros y amenazados. Las carencias afectivas de este tipo se asocian a vómitos, rechazo de la comida, y en general mayor vulnerabilidad.

- Las figuras de apego tienen una influencia decisiva en el desarrollo social. Es en las relaciones con estas donde el niño aprende a comunicarse con los demás.

- Tienen también un fin en sí mismas porque pueden convertirse en un juego placentero. Estos juegos son valiosos para que se produzca el aprendizaje de estas conductas y del desarrollo en general.

e) Concepto de apegoEl apego es un lazo afectivo entre él niño y la figura de apego, un lazo que le impulsa a buscar proximidad y contacto. Características funcionales esenciales son:

a) Esfuerzos por mantener la proximidad.

b) Mantenimiento de contacto sensorial privilegiado.

c) Relaciones con el entorno, más eficaces: explora desde la figura de apego como base segura.

d) Puerto de refugio en los momentos de tristeza, temor o malestar.

e) Ansiedad ante la separación y sentimientos de desolación y abandono ante la pérdida.

En el vínculo pueden distinguirse tres componentes básicos:

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1. Conductas de apego. Son todas aquellas conductas que están al servicio del logro de la proximidad y contacto con las figuras de apego. El repertorio de conductas que puede poner en juego el niño es muy grande y flexible.

2. Modelo mental de relación. Los niños construyen modelos representacionales de la realidad. El concepto de un modelo interno activo hace referencia a una de las representaciones más importantes, la representación de la figura de apego y de uno mismo. Según Bowlby a partir de las experiencias reales construye un modelo interno de la relación. En una relación adecuada el elemento más sobresaliente de este modelo mental es la disponibilidad incondicional y de la eficacia de la figura de apego cuando se la necesita.

Main, Kaplan y Casidy, proponen que el modelo interno es una representación, que se construye a lo largo del desarrollo a partir de una generalización de acontecimientos relevantes para el sistema de apego. Un importante aspecto a destacar es la interdependencia entre el modelo de la figura de apego y el modelo de sí mismo. Los que crean un modelo de los demás como accesibles y de confianza crean también un modelo de sí mismos como aceptados, valorados y competentes a la hora de promover el afecto de los demás.

3. Sentimientos. El apego es un vínculo afecto que implica sentimientos que se refieren a la figura de apego y a sí mismo. Una adecuada relación conlleva sentimientos de seguridad asociados a su proximidad y contacto, y que su pérdida real o fantaseada genera angustia.

2. Tipos de Apego

Durante los años 60, Schaffer y Emerson realizaron en Escocia una serie de observaciones sobre sesenta bebés y sus familias durante los dos primeros años de vida. Este estudio puso de manifiesto que el tipo de vínculo que los niños establecían con sus padres dependía fundamentalmente de la sensibilidad y capacidad de respuesta del adulto con respecto a las necesidades del bebé. Mary Ainsworth, en el análisis de los datos encontró una información muy rica para el estudio de las diferencias en la calidad de la interacción madre-hijo y su influencia sobre la formación del apego. Estos datos también revelaron la importancia de la sensibilidad de la madre a las peticiones del niño Ainsworth encontró tres patrones principales de apego:

Apego seguro, lloraban poco y se muestran contentos cuando exploran en presencia de la madre.

Apego inseguro, lloran frecuentemente.

No apego ni conductas diferenciales hacia sus madres.

Ainsworth diseño una situación experimental, la Situación del Extraño, para examinar el equilibrio entre las conductas de apego y exploración, bajo condiciones de alto estrés. La situación del extraño es una situación de laboratorio de unos veinte minutos de duración con siete episodios. El objetivo es evaluar el funcionamiento flexible de la conducta de apego durante los diversos episodios. Se supone que sus reacciones reflejan el grado en que su modelo interno de trabajo del cuidador le proporciona unos sentimientos de seguridad o confianza.

1º, el progenitor y el hijo son llevados a una habitación donde se les deja solos, el adulto sentado responde con naturalidad al niño.

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2º paso, entra una mujer en la habitación que no conocen y que durante el primer minuto permanece sentada en silencio, durante la siguiente charla con la figura de apego e intenta jugar con el niño.

3º paso, el progenitor se marcha, la extraña continúa interesándose por el niño.

4º paso, transcurridos tres minutos la figura de apego vuelve y la extraña se marcha sin llamar la atención.

5º paso, la figura de apego se marcha otra vez, y se queda solo el hijo.

6º, entra la extraña.

7º y último, la extraña se marcha y vuelve el cuidador.

Ainsworth encontró claras diferencias individuales en el comportamiento de los niños en esta situación. Estas diferencias le permitieron describir tres patrones conductuales:

1. Apego seguro (B). Tras entrar en la sala usan a su madre como una base a partir de la que exploran. Cuando la madre sale, su conducta exploratoria disminuye y se muestran afectados. Su regreso les alegraba y se acercaban a ella buscan contacto físico. Las madres eran sensibles y responsivas a las llamadas del bebé, mostrándose disponibles cuando sus hijos las necesitaban.

2. Apego inseguro-evitativo (A). Niños que se mostraban bastante independientes en la Situación del Extraño. Desde el principio comienzan a explorar sin utilizar a su madre como base segura, no miran para comprobar su presencia sino que la ignoran. Cuando la madre abandonaba la habitación no parecían verse afectados y tampoco buscaban acercarse y contactar físicamente con ella a su regreso. Incluso si su mare buscaba el contacto, ellos rechazaban el acercamiento.Ainsworth intuyo que se trataba de niños con dificultades emocionales; su desapego era semejante al mostrado por los niños que habían sufrido separaciones dolorosas. Las observaciones en el hogar apoyaban esta interpretación, ya que las madres de estos niños e habían mostrado relativamente insensibles a las peticiones del niño y rechazantes. Los niños se mostraban inseguros y preocupados por la proximidad de la madre, llorando intensamente cuando abandonaba la habitación.

3. Apego inseguro-ambivalente (C). Estos niños se mostraban tan preocupados por el paradero de sus madres que apenas exploraban en la Situación del extraño. Pasaban un mal rato cuando ésta salía de la habitación, y ante su regreso se mostraban ambivalentes. Estos niños vacilaban entre la irritación, la resistencia al contacto, el acercamiento y las conductas de mantenimiento de contacto.En el hogar, las madres habían procedido de forma inconsistente, se habían mostrado sensibles y cálidas y otras veces frías e insensibles. Estas pautas de comportamiento habían llevado al niño a la inseguridad sobre la disponibilidad de la madre. Diversos estudios realizados en distintas culturas han encontrado relación entre el apego ambivalente y la escasa disponibilidad de la madre. El rasgo que mejor define a estas madres es el no estar siempre disponibles para atender las llamadas del niño Son poco sensibles y atienden menos al niño iniciando menos interacciones. Son capaces de interactuar positivamente con el niño cuando se encuentran de buen humor y poco estresadas.Un aspecto muy destacado del comportamiento de estas madres tiene que ver con su actitud ante la conducta exploratoria del niño, ya que los estudios que han considerado este aspecto han hallado que tienden a intervenir cuando el niño explora, interfiriendo con esta conducta. Este aspecto, unido

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al anterior, aumenta la dependencia y falta de autonomía del niño. Algunos autores (Cassidy y Berlin) consideran el comportamiento de estas madres como fruto de una estrategia, dirigida a aumentar la dependencia del niño, asegurando su cercanía y utilizándole como figura de apego. Así, la no responsividad materna puede verse como una estrategia para aumentar la petición de atención del niño. Al igual que la inmadurez del niño aumenta la conducta de cuidados de la madre, la incompetencia de la madre aumenta la atención del niño a la madre, en una reversibilidad de roles.En cuanto al comportamiento del niño, puede explicarse como una respuesta a un padre o una madre mínima o inestablemente disponible. El niño puede desarrollar una estrategia para conseguir su atención: exhibir mucha dependencia. Esta estrategia consistente en acentuar la inmadurez y la dependencia puede resultar adaptativa a nivel biológico, ya que sirve para mantener la proximidad de la figura de apego.

Los tres tipos de apego descrito han sido los considerados en la mayoría de las investigaciones. Sin embargo, más recientemente se ha propuesto la existencia de un cuarto tipo denominado inseguro desorganizado/desorientado (D) que recoge muchas de las características de los dos grupos de apego inseguro ya descritos. Se trata de los niños que muestran la mayor inseguridad. Cuando se reúnen con su madre tras la separación, estos niños muestran una variedad de conductas confusas y contradictorias. Por ejemplo, pueden mirar hacia otro lado mientras son sostenidos por la madre, o se aproximan a ella con una expresión monótona y triste. La mayoría de ellos comunican su desorientación con una expresión de ofuscación.

George, Kaplan y Main diseñaron un cuestionario, el Adult Attachment Inventory (AAI) que sirve para evaluar el modelo interno activo de las personas adultas. No se trata de evaluar las experiencias objetivas del sujeto sino la interpretación y elaboración que hace de las mismas. A través de este procedimiento se obtienen tres tipos distintos de modelos internos activos:

1. Padres seguros o autónomos que muestran coherencia y equilibrio en su valoración de las experiencias infantiles. Ni idealizan a sus padres ni recuerdan el pasado con ira. Sus explicaciones son coherentes y creíbles. Estos modelos se corresponden con el apego seguro encontrado en niños. Estos padres suelen mostrarse afectuosos en sus relaciones con sus hijos.

2. Padres preocupados. Muestran mucha emoción al recordar sus experiencias infantiles, expresando frecuentemente ira hacia sus padres. Pareen agobiados y confundidos acerca de la relación con sus padres, mostrando muchas incoherencias y siendo incapaces de ofrecer una imagen consistente y sin contradicciones. Estos padres se muestran preocupados por su competencia social. En su relación con sus hijos muestran unas interacciones confusas y caóticas, son poco responsivos e interfieren frecuentemente con la conducta exploratoria del niño.

3. Padres rechazados. Estos padres quitan importancia a sus relaciones infantiles de apego y tienden a idealizar a sus padres, sin ser capaces de recordar experiencias concretas. Lo poco que

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recuerdan lo hacen de una forma muy fría e intelectual, con poca emoción. El comportamiento de estos padres con sus hijos, que son generalmente considerados como inseguros-evitativos, suele ser frio y, a veces, rechazante.

Algunos estudios encuentran una cuarta categoría: padres no resueltos, que serían el equivalente del apego inseguro desorganizado/desorientado. Se trata de sujetos que presentan características de los tres grupos anteriores y que muestran lapsus significativos y desorientación y confusión en sus procesos de razonamiento a la hora de interpretar distintas experiencias de pérdida y trauma.

Transmisión intergeneracional del apego

Durante la última década el interés de los investigadores se ha ido desplazando el estudio de las conductas de apego al de las representaciones mentales. Fue Bowlby quien sentó las bases de este cambio al afirmar que los modelos internos de trabajo son los que controlan los sistemas conductuales. Las conductas de apego son activadas instintivamente desde el principio pero luego son guiadas a nivel cognitivos por representaciones internas o modelos internos. Estos padres después proyectarán representaciones sobre el niño y su crianza. Las representaciones mentales que tienen sobre sus experiencias de apego durante la infancia influyen en gran medida en la calidad del apego del hijo.

Según Bowlby lo que se puede transmitir de generación en generación es un modelo interno de trabajo de las relacione de apego. Se basa en el supuesto de que la valoración por el adulto de sus experiencias infantiles y de la influencia que han ejercido y tienen en el funcionamiento actual llega a organizarse en un estado mental relativamente estable sobre el apego.

Lo importante no es el tipo de relación que el adulto sostuvo durante su infancia sino la posterior elaboración e interpretación de estas experiencias.

El hecho de la transmisión generacional sea bastante frecuente no debe llevarnos a pensar que se trata de un hecho inevitable. Ciertos acontecimientos pueden provocar un cambio en los modelos de trabajo como por ejemplo, una relación de pareja satisfactoria, o la experiencia de la maternidad.

Apego múltiple.

Aunque Bowlby admitió que el niño puede llegar a establecer vínculos afectivos con distintas personas, pensaba que los niños estaban predispuestos a vincularse especialmente con una figura principal, y que el apego con esta figura sería especial y distinto cualitativamente del establecido con otras figuras secundarias.

A esto lo llamó monotropía o monotropismo y planteaba que era lo más conveniente para el niño/a. Consecuentemente, una situación donde los niños fueran criados por varias personas no sería adecuada. Más tarde Bowlby afirmó haber sido malinterpretado sobre este particular

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Es común que cuando un niño/a está triste o enfermo busque la compañía de su madre preferentemente, pero también es posible que prefiera al padre. Investigaciones realizadas en este sentido prueban que en el momento del nacimiento los padres pueden comportarse tan sensibles y dispuestos a responder a los bebés como las madres.

El apego no sólo se produce con relación a las figuras parentales. Aunque se admite que hay poca investigación al respecto, se sabe que con los hermanos se logran verdaderas relaciones de apego. Los niños se ofrecen unos a otros ayuda y consuelo en situaciones desconocidas o amenazantes.

En conclusión, los niños son capaces de establecer vínculos de apego con distintas figuras, siempre que éstas se muestren sensibles y cariñosas. No es de antemano negativa la existencia de varias figuras de apego. Por el contrario puede ser muy conveniente, pues facilita elaboración de los celos, el aprendizaje por imitación y la estimulación variada. Incluso es una garantía para una mejor adaptación en caso de una inevitable separación de los padres en caso de accidente, enfermedad o muerte.

Temperamento y Apego.

Se ha pensado que existe una relación entre el temperamento del niño y el tipo de apego que pueda llegar a establecerse. Este tema ha creado un fuerte debate en los últimos años, sin que se haya llegado a un acuerdo absoluto.

Hay varias hipótesis entre las cuales la que parece recibir mayor apoyo es la que se conoce como: el modelo de bondad de ajuste (Thomas y Chess, en Oliva, s/a). Esta postula que el factor clave es la interacción entre las características temperamentales del niño y las características de los padres. Es decir, ciertos rasgos del niño pueden influir en el tipo de interacción adulto-niño y, por tanto, en la seguridad del apego, pero en función de la personalidad y circunstancias del adulto. Por ejemplo, la irritabilidad en el niño puede suscitar respuestas completamente diferentes en dos personas de distintas características de personalidad. 

Apego madre-apego padre

Bretherton, plantea que hay una concordancia entre el tipo de apego que el niño establece con ambos progenitores. Cuando el niño muestra un tipo de apego seguro en la Situación del Extraño con la madre, es muy probable que también sea clasificado como de apego seguro cuando es el padre quien acompaña al niño en esta situación. También hay una clara similitud en cuanto al tipo concreto de apego inseguro mostrado hacia ambos padres. Sin embargo, los resultados reseñados parecen contradecir la hipótesis de “bondad de ajuste”. Habría que investigar la influencia del paradigma experimental de la situación del extraño en el tipo de apego encontrado, según la clasificación tradicional.

Apego y “Day Care”

Hay muchas investigaciones con datos algo contradictorios en torno al asunto de los cuidados alternativos a los bebés en su primera infancia y la relación de apego.

Al parecer, los datos hacen difícil la generalización acerca de las influencias de los cuidados alternativos sobre el vínculo que el niño establece con sus padres. No puede decirse con certeza que estos cuidados necesariamente implican mayor probabilidad de inseguridad en este vínculo. El elemento esencial parece ser la calidad de los cuidados que se ofrecen al niño como alternativa a los cuidados de los padres. Esto será lo

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que determinará la seguridad del apego. Si los cuidados son adecuados y promueven que el niño pueda interactuar con los padres sin ansiedad, no se espera que aparezcan problemas emocionales.

Por otra parte, la experiencia clínica ha aportado sobre ciertos elementos a tener en cuenta en estos casos. Brazelton (1992) indica la importancia de que los padres reconozcan los sentimientos dolorosos asociados a dejar al bebé en un cuido; el tenerlos claros puede ser muy útil para manejar la situación emocional que se genera en el ambiente familiar. Este autor recomienda para facilitar la transición del hogar al cuido, que los padres deben prepararse para ese proceso, deben comentar al niño/a, sobre lo atractivo de jugar con otros niños, presentarlo a su cuidador/ra, permitirle que lleven consigo un objeto de casa y recordarle cuándo regresarán a buscarlo.

3. La pérdida afectiva y sus repercusiones psicológicas en los niños.

Según Bowlby en las separaciones prolongadas ocurren tres fases:

1. Protesta y trata de recuperar a la madre por todos los medios posibles. Rechaza la ayuda ofrecida y realiza una lucha activa por recuperar la figura de apego.

2. Desesperación o ambivalencia: desespera la posibilidad de recuperarla pero, sigue preocupado y vigila su entorno. Signos de ansiedad y ambivalencia ante la ayuda.

3. Desapego emocional o aceptación.

Siempre que la separación se realiza contra su voluntad manifiesta señales de temor. Así durante la infancia ocurren las separaciones forzadas:

Escolarización.

Los niños deben percibir su ambiente como seguro para tener éxito y cubrir las demandas académicas de la escuela.

La escuela se presenta, como el más importante contexto social y de aprendizaje. Los factores interpersonales desempeñan un papel fundamental para promover el aprendizaje en la escuela y que éste puede optimizarse en contestos interpersonales caracterizados por el apoyo, autonomía y el sentido de relación con los demás. Un apego seguro es la base para que los niños muestren competencia en las relaciones con los iguales. El rechazo de sus compañeros puede desarrollar actitudes negativas e inhibirlos en la exploración.

Las amistades dentro del aula que se caracterizan por altos niveles de conflicto se asocian con múltiples normas de mala adaptación a la escuela. Los niños que cuentan con un amigo pueden estar dispuestos a utilizarlo como fuente de apoyo emocional. La mera participación en la amistad con un compañero de clase puede actuar como un factor de protección para los niños.

En cuanto a la relación con los profesores, es función de éstos proveer cuidado y ser responsables por el bienestar físico y emocional del chico. Al proporcionar una base segura a partir de la cual el niño puede explorar sus alrededores, los maestros facilitarán la adaptación. Los niños que son excesivamente

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dependientes podrían sentirse indecisos para explorar su ambiente escolar. Los sentimientos negativos acerca de las actitudes hacia la escuela, también son más comunes en niños que muestren niveles más elevados de dependencia hacia el maestro. Se ha comprobado que los niños con poco conflicto, poca dependencia o mayor cercanía con sus maestros eran mejor aceptados por sus compañeros de clase.

Hospitalización.

Según Priego y Valencia, la hospitalización puede causar reacciones inmediatas en el mismo momento de la separación o bien después de la experiencia. Tales comportamientos dependen de una serie de factores como el conocimiento previo de lo que es un hospital, la personalidad del niño.

Investigadores dieron nombre a un síndrome que se conoce como Hospitalismo, consiste en deterioro físico y mental progresivo que aparece en niños internos en hospitales y que no podían atribuirse a deficiencias higiénicas en el manejo de los niños o a otras enfermedades, sino al trato impersonal. Lowrey reportó a través de una larga estancia de 28 niños en una institución 2 o 3 años, muchos de estos niños presentaron un cuadro clínico similar al de los niños rechazados por sus familiares.

Spitz define el hospitalismo como el efecto nocivo, sobre todo desde el punto de vista psiquiátrico, de la atención que se dan en los hospitales a infantes puestos a su cuidado a temprana edad. También lo define como “el comportamiento peculiar de los niños que se manifiesta por una primera fase de llanto y protestas, pasando a un estado de apatía, silencio, inercia, etc. Su estado físico se deteriora perdiendo peso y aumentando su sensibilidad en forma exagerada a las infecciones, su desarrollo psicomotor presenta también retrasos importantes.”

Consecuencias de la separación

Hay razones para creer que después de una separación muy prolongada o que se repite durante los 3 primeros años de vida el desapego puede prolongarse de manera indefinida. Tras las separaciones más breves desaparece esa conducta de desapego, por lo común tras un periodo de horas o días. Por lo general sucede una fase durante la cual el niño muestra una notoria ambivalencia hacia sus padres.

Cuando el hijo regresa al hogar tras un periodo de separación, su conducta plantea grandes problemas a sus padres. En la madre los sentimientos tienden a enfriarse y la vida en familia se organiza de acuerdo con esquemas tales que no dan lugar a que el niño pueda adaptarse a ella a su retorno.

Cuando el hijo ha permanecido lejos de su hogar en un lugar extraño y al cuidado de personas desconocidas, siempre sigue albergando temor de que lo alejen nuevamente del ambiente familiar. Los pequeños que habían estado internados en un hospital tendían a experimentar pánico ante la visión de cualquier persona con chaqueta blanca o apariencia de enfermera.

El desapego es característico del modo en que el pequeño separado de sus progenitores se comporta al reunirse nuevamente con la madre, aunque mucho menos evidente en circunstancias de reencontrarse con el padre. La duración de esa conducta para con la madre se da en correlación elevada con la duración de la separación entre ambos.

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Apego y maltrato

Los padres de un niño maltratado son menos afectuosos, interfieren en las actividades y conductas de su hijo, existe poca interacción con él y su contacto ocular es pobre.

Se ha encontrado que en niños maltratados hay una mayor incidencia de apego ansioso; puesto que ellos muestran un mayor índice de frustración. Al haber menor respuesta de la madre, acompañado de una falta de seguridad, teme acercarse a los adultos. Tienen mayores problemas para expresar y reconocer afectos y muestran más emociones negativas.

Los infantes maltratados desarrollan con mayor probabilidad relaciones de apego inseguras como respuestas a experiencias repetidas de maltrato y(o desconcertantes. Además estas experiencias y expectativas conducen al desarrollo de una estrategia defensiva a través de la cual estos infantes dirigen su atención lejos de sus madres con el propósito de mantener su organización frente al conflicto surgido por la incompatibilidad de sus deseos.

Los niños privados de figuras de apego sufren un retraso general, más profundo en el lenguaje y tienen problemas en sus relaciones sociales. También se han descrito profundos efectos fisiológicos.

Se han estudiado la relación entre las deficiencias en las relaciones con las figuras de apego y la depresión, suicidios, mortalidad, retraso intelectual y desórdenes conductuales. Pero el concepto de privación de figuras de apego es tan heterogéneo y amplio que no es fácil establecer los efectos a largo plazo. A pesar de todo, es necesario señalar que en la primera infancia las figuras de apego son las que ofrecen la estimulación adecuada, la cantidad, calidad y contingencia y tan especiales que dudamos que puedan ser prestadas en ausencia de la figura de apego.

Anexo. Pérdida afectiva

Toda separación del niño de su familia trae consigo sentimientos de pérdida por la separación de las personas a las que está vinculado, aunque esa vinculación pueda ser patológica o no recíproca. Por otro lado, los niños habitualmente presentan síntomas de estrés y ansiedad tanto por el temor a lo desconocido como son el lugar a donde van a ir y las personas con las que van a tener que relacionarse. Otros temores están vinculados al futuro, a la posibilidad de retorno.

Otra necesidad guarda relación con la explicación de porque se tiene que marchar, cuales son las causas. Si el acogimiento se realiza en otra familia puede sufrir un conflicto de lealtades cuando percibe rivalidad entre las dos familias y él se siente responsable del conflicto.

Para un niño adoptado la seguridad sobre el futuro está garantizada, aunque puede sufrir miedo a ser retirado de su nueva familia. Además esta seguridad, supone la confirmación de una pérdida permanente, la de su familia biológica.

Es frecuente que la autoestima se vea afectada por el hecho de haber sido abandonado o rechazado.

Algo que siempre llama la atención es que un niño que ha sufrido atenciones inadecuadas por parte de los padres, y hasta agresiones, puede reaccionar de una manera intensa y buscar compulsivamente el contacto con sus padres. Existen diversas explicaciones: al niño le produce más seguridad lo conocido, el maltrato puede ser la única forma a través de la que recibe atención y el patrón habitual de relación; los episodios de

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maltrato pueden alternarse con otros de afecto, etc. Además, si el apego del niño es de tipo inseguro o desorganizado, su reacción puede ser más llamativa, intensa y prolongada, que en niños con apego seguro.

Separación, pérdida y duelo.

Aunque las reacciones de duelo son diferenciales evolutiva e individualmente, diversos autores, han pretendido desarrollar un patrón del que se puedan dar en cada caso todas las fases secuencialmente o solo algunas de ellas, y no siempre en el mismo orden.

FASE DE SHOCK/NEGACION

Se trata de una reacción defensiva ante la intensidad del dolor que produce la pérdida. Es muy habitual que s produzca. Es una fase preparatoria para aceptación de la pérdida que se ha producido.

Descripción general Expresión Conductual Implicaciones Diagnóstico

Actitud sumisa y desconectada de la situación.

Indiferente emocional y conductualmente.

No se debe usar la ausencia de reacción como señal de adaptación.

Se niega el evento a sí como los sentimientos que le acompañan.

Puede parecer que una buena adaptación.

Cuando no presenta reacción inicial, el comportamiento posterior no suele interpretarse como dentro del proceso de duelo.

Sensaciones de actuar como un robot, de flotar, de estar en una niebla.

No hay verdadera implicación ni convicción para realizar actividades diarias.

La ausencia de reacción emocional puede indicar que no ha creado fuertes vínculos con otras personas.

Puede aparecer insensible, desapegado, aunque obediente y tranquilo.

Debe considerarse preocupante que no existan reacciones más allá de esta fase.

Puede negar explícitamente la pérdida.

Se niega a hablar del pasado, presente o futuro.

Necesidades del niño en esta fase:- Ayudarle mediante preguntas que le indiquen que es normal tener sentimientos negativos pero

que no debe tener temores.- Dar explicaciones reales sobre las causas por las que ha tenido que salir de casa, que ha pasado

con su familia y cuando podrá estar en contacto con ellos. No forzar a hablar sobre pérdida si no lo desea.

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- Dar tiempo y seguridad, y tener paciencia a la hora de la comida y de dormir para que se sienta seguro.

- Contestar consistentemente a las preguntas que realice, aunque estas sean repetitivas y hacerle ver que está muy bien que pregunte.

- Dejarle coger objetos queridos por él.- Darle seguridad y tranquilizarle ante los trastornos psicosomáticos y prestarle ayuda médica.- Darle toda la información posible.

FASE DE ENFADODetrás de la negación la evidencia se va abriendo paso y se comienza a tomar conciencia de que la pérdida es un hecho y, viviéndolo como injusto, se procede a hacer culpable a alguien de lo sucedido. La expresión de este sentimiento puede hacer difícil la convivencia. Cuando él niño se atribuye la culpa de la pérdida, la fase se convierte en culpa y pueden darse autoagresiones.

Descripción general Expresión Conductual Implicaciones Diagnóstico

La reacción más habitual es la de enfado, que puede ser dirigido a la persona que le ha abandonado, hacia uno mismo, a las personas que le acogen y atienden, hacia Dios, hacia el trabajador social, o hacia cualquiera a quien se responsabilice de la pérdida. El enfado también puede ser difuso.

Oposicionista e hipersensible Si se interpretan estos comportamientos como normales y propios de la fase más que como indicadores de trastornos graves, pueden ser más tolerables para el cuidador sin implicarse en conflictos y confrontaciones graves para la estabilidad del acogimiento.

Rabietas, llanto y enfados explosivos injustificables.

Aislado y enfurruñado, rechazando interacción social.

Conducta agresiva y violenta con otros niños. Provocaciones de tipo sexual.

Malhumor y es difícil complacerle Es conveniente dar al niño vías de expresar su enfado estableciendo de forma simultánea límites firmes al comportamiento.

Puede romper objetos, miente, roba, consume drogas …

Compara el lugar nuevo con el de donde proviene, siendo el nuevo siempre peor. Trastornos del sueño y alimentación. Pérdida de control de esfínteres y otras conductas regresivas.

Es importante conocer como en el grupo cultural del que procede el niño se expresan habitualmente estos sentimientos.

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Necesidades:- Darle permiso para enfado y validar el sentimiento como algo lógico.- Ayudar a que exprese sentimientos de manera más adecuada.- Apoyar de manera consistente.- Establecer límites claros.

FASE DE REGATEOEs la última esperanza que tiene el niño de cambiar la situación y recuperar el objeto de su vinculación. Puede preceder a la ira. Pues ésta es una manifestación de su impotencia para hacer que las cosas retornen a su punto anterior.

Descripción general Expresión Conductual Implicaciones Diagnóstico

Final del intento de recobrar el control e impedir la pérdida. Trata de pactar con la persona que es responsable de la separación y puede cambiar la situación.

Se porta bien y promete ser mejor.

Fase difícil de reconocer, especialmente cuando la mayor parte de los comportamientos se dan en la esfera íntima.Puede sentirse culpable por la

separación, pensando que su comportamiento lo provocó. Se trata de un intento

desesperado de defenderse del torbellino de sentimientos, pues el cambio de comportamientos no conllevará el retorno necesariamente.

A veces tiene un contenido mágico. Puede pensar que comportándose o pensando de determinada forma ocurrirá lo que desea.

Presencia de conductas ritualizadas.

Habla consigo mismo, o imaginativamente con sus padres.

Trata de negociar prometiendo comportarse bien para poder volver a su casa.

Dejarse impresionar por la calidad de la conducta de esta fase no es la mejor manera de ayudarle en el momento que empiece a sentir todo el impacto emocional de la pérdida cuando vea que esta estrategia no ha sido eficaz.

Necesidades:- Darle oportunidades para que hable de su familia.- Recordarle que no debe estar preocupado, que está en su casa y que no va a ser echado.- Ser consistentes en la información que se le de sobre situación familia y condiciones que hicieron

que el tuviera que salir de su casa, indicándole que no fue su comportamiento.- Darle permiso para expresar sus sentimientos.- Reafirmarle que debe sentirse seguro en el lugar donde se encuentra y que no sufrirá ningún

daño.

FASE DE DEPRESIÓN O TRISTEZA.

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En ocasiones esta fase sustituye la ira y se produce cuando el contenido fundamental de tipo emocional es la culpa. Algunos autores creen que forma parte de la fase de enfado. El niño recuerda todos sus fallos y promesas incumplidas que hizo a sus padres, y en ocasiones le es menos doloroso pensar que es él el responsable, que el que sus padres no le quieren y que es en ellos en los que recae la causa fundamental de la pérdida.

Descripción general Expresión Conductual Implicaciones Diagnóstico

Se caracteriza por expresiones de desesperación, decaimiento, con o sin episodios de miedo y pánico. Aislamiento, falta de interés por las actividades y por la relación.

Aislamiento emocional y social. Dado que esta fase puede producirse bastante tiempo después de que la separación haya sucedido existe el peligro de atribuir estos comportamientos a circunstancias más próximas y no asociarlo con la separación.

Puede pegarse de una manera física pero no afectiva.

Es difícil consolarle. Es vulnerable a la más mínima provocación.

Ansiedad ante pequeños eventos.

Aparece como distraído o perdido.

Conductas regresivas.

Necesidades:- Darle tiempo para la adaptación y que se sienta seguro.- Permitirle estar solo y proponerle pequeñas tareas. Reforzar cualquier avance en implicación en

las tareas.- Alabar cualquier logro personal.- Asegurarle que es una persona valiosa, competente, importante y querida.

FASE DE RESOLUCIÓN/ACEPTACIÓN.A este momento se llega por una comprensión y aceptación de la realidad. No hay una resolución total si la pérdida es definitiva, pero sí existe un momento en que la vida se normaliza, las emociones se equilibran y la motivación se centra en cosas semejantes a las de antes o al menos en otras diferentes a la pérdida.Es difícil para muchos niños que hayan pasado por situaciones de maltrato físico o emocional, abuso sexual y de repetidas pérdidas, llegar a un verdadero estado de aceptación de estos hechos, y con frecuencia el proceso de duelo se prolonga durante muchos años.

Proceso adecuado:- Emocional y cognitivamente maduro para recordar a los padres perdidos y reconocer qué es lo

que siente hacia ellos.- Debe ser capaz de comprender el significado y permanencia de la pérdida.- Tiene que ser capaz de tolerar la experiencia continua de la tristeza. Esto es posible bajo tres

condiciones: necesidad de seguridad está cubierta, adultos importantes en su vida confrontan al

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niño con la realidad, y tolerar las expresiones de sentimientos que conlleva la pérdida.

Algunos aspectos particulares de la separación.Las reacciones ante la pérdida suelen ser diferentes dependiendo de la tipología de apego. Podemos distinguir:

a) Situación de desapego:No ha tenido cuidadores con los que vincularse de manera significativa. Si es pequeño y la deprivación afectiva no ha sido muy severa puede que su capacidad para vincularse a otras personas todavía exista. En este caso necesitará atención positiva de manera consistente.

b) Situación de apego inadecuado:Se presenta en diversas modalidades como es en los apegos clasificados como inseguro/ambivalente y como desorganizado/desorientado, típico de las madres maltratadoras.Los niños con estas modalidades pueden responder bien a figuras sustitutivas, necesitando de más o menos tiempo, dependiendo de los años que han pasado con figuras de apego inadecuado. Ofrecerles una relación de apoyo incondicional y coherencia es lo más adecuado.

c) Historia de sucesivos procesos de apego/desapego:Situaciones en las que un niño se ve sometido en diversas ocasiones a situaciones de separación con los consiguientes procesos de duelo. Es posible que las dificultades para vincularse sean mayores, ya que han desarrollado una desconfianza básica. Se han descrito diversas reacciones ante nuevos acogimientos:

1. Comprueba límites y pone a prueba el interés de las personas en él. 2. Recurre a estrategias de simulación y manipulación. Pretenden ganarse el

aprecio de los demás. Pero no son comportamientos sustentados en sentimientos genuinos.

d) El desorden del apego por trauma:Se da en niños que han tenido una vinculación adecuada, que se ha visto interferida por un hecho traumático: muerte de algunos de sus padres, abuso sexual o la separación. En algunos de estos casos los efectos pueden verse mitigados por una preparación previa e información adecuada. En otros, cuando sucede de una manera inesperada, debe abordarse terapéuticamente desde el modelo de intervención basado en el síndrome post-traumático. La separación por si misma no produce efectos traumáticos. Sin embargo, hay algunas condiciones que añaden problemas a los que ya trae el niño consigo, cuando se produce la separación: en los casos en los que el objetivo es que el niño regrese con su familia, si no se mantiene situación de vinculación con los padres biológicos y cuando el niño se ve enfrentado a diversas figuras sustitutas inconsistentes, como el caso de niños que cambian frecuentemente de lugar o que son internados de forma prolongada en centros, donde no existen figuras selectivas de apego.En los niños separados temporalmente uno de los objetivos debe ser mantener el vinculo afectivo con la familia de origen.En niños sometidos a separaciones prolongadas, los efectos más difíciles de evitar son:

- incapacidad para establecer relaciones afectivas. - Sentimientos permanentes y difusos de rabia.- Depresión crónica.- Conducta asocial y antisocial por defectos en el control de impulsos y en la capacidad de

empatía.- Bajo autoconcepto.

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- Dependencia crónica, pues no llegan a ser totalmente autónomos emocionalmente por su inseguridad, necesidad de aprobación y baja autoestima.

De las siguientes afirmaciones, marque cual pudo deducirse de las investigaciones de Harry Harlow con primates:a) La indefensión aprendida es un trastorno experimental animar que puede explicar la depresión humana.b) El sometimiento constante a situaciones de estrés disminuye la movilidad y el comportamiento

exploratorio.c) La situación de alimentación no es el principal fundamento del apego.d) La importancia del concepto de impronta para establecer la relación entre las experiencias de la edad

temprana y los comportamientos posteriores.

Según la teoría del vínculo afectivo de John Bowlby, señale cual de las siguientes opciones es la correcta:

a) El vínculo es transitorio y se debilita a partir de los 18 meses de edad.b) El vínculo normal produce un sentimiento de seguridad en los bebés.c) La ruptura temprana del vínculo no tiene repercusiones emocionales posteriores.d) La vinculación se inicia a partir del décimo día del nacimiento.

Según Ainsworth y Bell, el apego:

a) Es un lazo afectivo que una persona o animal forma entre él mismo y otro de su especie.b) Impulsa a estar juntos en el espacio y a permanecer juntos en el tiempo.c) Tiene como característica más sobresaliente la tendencia a lograr y mantener un cierto grado de

proximidad al objeto de apego que permita tener un contacto físico en algunas circunstancias o comunicarse a cierta distancia, en otras.

d) Todas las anteriores son correctas.

Según Bowlby las etapas que aparecen en los niños cuando tienen que hacer frente a separaciones afectivas.

a) Shock y negación, protesta, desesperación y desapegob) Desesperación, agresión, rechazo y aceptación.c) Búsqueda, desesperación, rechazo y desapego.d) Shock, desesperación, negación y adaptación.

La teoría del vínculo comienza a formarse en 1948 y el primero en formularla fue:a) John Bowlby.b) G. Allport.c) D. Goleman.d) Vygotski.

2008. 55. En relación con las conductas de apego, según Ainsworth et al. De las cuatro dimensiones de la conducta materna estudiadas (sensibilidad-insensibilidad; aceptación-rechazo; cooperación-interferencia; y accesibilidad-inaccesibilidad), la variable calve que explica todas las demás es:

a) la sensiblidad.

b) aceptación.

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c) cooperación

d) accesibilidad.

2008. 56. El modelo de apego propuesto por Bolwby se basaba en la existencia de los siguientes sistemas de conductas relacionados entre sí:

A= el sistema de conductas de apeog, el sistema de exploración, el sistema de miedo a los extraños y el sistema afiliativo.

b) el sistema de conductas de apego y el sistema exploratorio.

c) el sistema de conductas de apego, el sistema exploratorio y el sistema comunicativo.

d) el sistema de conductas de apego y el sistema afiliativo.

57. A partir de la situación del extraño, Ainsworth describió los siguientes tipos de apego:

a) apego seguro, inseguro-evitativo, e inseguro ambivalente.

b) seguro e inseguro.

c) seguro, inseguro-evitativo, inseguro-ambivalente e inseguro desorganizado.

d) seguro, inseguro y ambivalente.

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