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TEOLOGIA DE LA CRUZ. MYSTERIUM SALUTIS. Antonio Boggiano.Coleccion Virgo Fidelis

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Mara, Madre de Misericordia, cuida de todos para que no se haga intil la Cruz de Cristo, para que el hombre no pierda el camino del bien, no pierda la conciencia del pecado y crezca en la esperanza en Dios, rico en Misericordia , para que haga libremente las buenas obras que l le asign (cf. Ef 2, 10) y, de esta manera, toda su vida sea un himno a su gloria (Ef 1, 12). BEATO JUAN PABLO II .CONCLUSIN DE LA CARTA ENCCLICA "VERITATIS SPLENDOR".

TEOLOGA DE LA CRUZMYSTERIUM SALUTIS Sobre el amor que todo lo quita y todo lo daSanta Mara, Madre del Seor, has permanecido fiel cuando los discpulos huyeron. Al

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igual que creste cuando el ngel te anunci lo que pareca increble que seras la Madre del Altsimo tambin has credo en el momento de su mayor humillacin. Por eso, en la hora de la Cruz, en la hora de la noche ms oscura del mundo, te has convertido en la Madre de los creyentes, Madre de la Iglesia. Te rogamos que nos ensees a creer y nos ayudes para que la fe nos impulse a servir y dar muestras de un amor que socorre y sabe compartir el sufrimiento. CARDENAL JOSEPH RATZINGER. IV ESTACIN VIA CRUCIS. VIERNES SANTO 2005.

SUMARIO Precisin preliminar. Teologa de la Cruz. I.La Cruz de Cristo como realidad radical, ltima. II."Tocar el mal en sus mismas races". III.La materia misteriosa de nuestra propia vida. IV.El dolor salvfico. V.La Cruz de Cristo y la nuestra. VI.El samaritano y la teologa moral. VII.La inteligibilidad de la palabra de Dios. VIII.Ser para Dios y "ser de Dios". IX."Dios se hizo pecado por nosotros". X.El dolor como privacin. XI.Creer es tomar la Cruz. La opcin final de la vida entera. XII.La "opcin final" del buen ladrn. XIII.La salvacin de las almas y la curacin de los cuerpos. XIV.Spes gloriae. XV.La voluntad de Satans y el poder de Dios. XVI."Hago nuevas todas las cosas". XVII.El dolor de Jesucristo en la Cruz. XVIII.La distincin de los cristianos. XIX.La indulgencia plenaria del Papa Juan XXIII. XX."Lo que vimos y omos" XXI. Culpa y responsabilidad XXII. Status viatoris et mirabilis via. XXIII.La cruz de la Iglesia. XXIV.La Cruz en los Sacramentos. XXV.La Muerte de Cristo y la nuestra con l. XXVI.Una oracin de Rahner. XXVII.El olvido de la Cruz. XXVIII."Estar con el Seor". XXIX.La Resurreccin: hecho histrico y meta-histrico. XXX.Stabat Mater. Apndice. Benedicto XVI. Audiencia general . Mircoles 29 de octubre de 2008.

Precisin preliminarAnte todo cabe un precisin preliminar necesaria. La teologa de la Cruz se refiere a la Cruz de Cristo y, consiguientemente, a la teologa de la muerte de Cristo en la Cruz. Solo analgicamente, se trata de nuestra Cruz de Cristo, aquella que hemos de tomar para seguirle. La nuestra solo puede ser considerada Cruz si es la Cruz de Cristo.

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No es posible una meditacin sobre la Cruz de Cristo sin contemplar su Resurreccin. Hay una unin esencial y existencial, ontolgica entre la Cruz y la Resurreccin. Tanto que podemos contemplar la Cruz con Resurreccin y sta en unidad con aquella. No es posible disociarlas. La Resurreccin de Jess trasciende la historia, pero tambin es historia (Benedicto XVI, Jess de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusaln hasta la Resurreccin, trad. de V. Fernando del Rio, OSA, Planeta, Encuentro, 2011, op. cit. p. 319). Estamos ante el Misterio de la Salvacin, que, discreto y casi oculto es manifestado slo a un pequeo grupo de discpulos... (op.cit. p. 320). Y que gravedad tendrn para el cristiano, y para el que no lo es an ms, las ptreas palabras de Cristo: El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mi? Comprendemos que estas palabras van dirigidas a quienes quieran seguirlo. Pero me temo que estn dirigidas a todo hombre con una pregunta sobrecogedora: Me seguirs? Cristo llama a todos. Todos estamos invitados a seguirlo. La Iglesia es apostlica porque tiene la misin de transmitir a todo el mundo esta invitacin. No es una bagatela organizar esta invitacin universal. Cristo mismo la encomend a sus apstoles. Sobre Pedro y sus sucesores contina edificando su Iglesia. As es que todos estamos invitados a tomar nuestra cruz. Nuestro trabajo ms excelente es convertir nuestra cruz en la Cruz de Cristo. En rigor, no es sta la invitacin que l nos hace?

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I La Cruz de Cristo como realidad radical, ltima 1.Vivir es estar preocupados. Nos ocupamos porque nos preocupamos. Nos preocupa y ocupa ser esto o aquello. Vivir es vivir de cierto modo y no de otro. En ocasiones, el hombre prefiere morir antes que vivir de determinada manera. Pienso en el desesperado y en el mrtir. Et propter vitae vivendi perdere causas Vivir no es apacible, es angustioso. La vida tiene afn de ser. Y miedo de no ser, de dejar de ser. Teme a la nada. La angustia est en este luchar por ser. Quitndose del cuello las garras que la oprimen para no ser. La angustia es nuestra constante y urgente defensa ante la nada. La vida quiere ser y no quiere la nada. Por qu existe el ente y no ms bien la nada? se pregunta Heidegger. Empero, a la vida le acontece la muerte. El que vive muere. Y muere en la vida. La muerte pasa en la vida. Morimos cuando estamos vivos. Si la muerte nos pasa, qu nos pasa con la muerte? Pareciera que estamos precisados a vivir, aunque podemos negarnos a vivir. La vida es angustiosa porque puede ir hacia el ser o la nada. Hacia dnde la llevamos? Pero: es que podemos conducirla? Podemos llevar la vida a la inexistencia, a la nada? Dice Ditima a Scrates en el Banquete de Platn: "los hombres aman sobre todo la inmortalidad" La apetencia metafsica del hombre se manifiesta en su vivencia de la fugacidad, y especialmente de la muerte. "Es la conciencia de la muerte, y junto a ella la observacin del sufrimiento y de las miserias de la vida, lo que proporciona el ms fuerte impulso a la

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meditacin filosfica y a la interpretacin del mundo". Este texto metafsico es de Schopenhauer quien llama a la muerte la diosa tutelar de la Filosofa. San Agustn en sus Confesiones dice "El amor conoce la luz eternamente inmutable de Dios". "Oh, eterna verdad, verdadero amor, amada eternidad!". Parafraseando a San Agustn podramos decir: "Nos has creado para esa luz y nuestro corazn est inquieto hasta que no descanse en tu amor eterno". Nuestra razn no puede saber que hay despus de la muerte. Hay otra fuente de conocimiento de la que podemos sacar un saber acerca de lo que hay despus de la muerte. El que querramos beber o no de esa fuente es otra cuestin. La Cruz, para el hombre de fe y para el que no lo es tambin, es la luz misteriosa que ms ilumina la existencia. Para todo hombre es as. Lo real es Jesucristo crucificado. El es la realidad radical, con la que hay que contar. Para los hombres que no creen en esa realidad, cabe lanzar una interpelacin tan respetuosa como apremiante. Los hechos de Jesucristo crucificado pueden reconocerse o no. Pero esos hechos no pueden ser y no ser a la vez. Son o no son. Si son y no los reconocemos o no hacemos fe en ellos, no por ello dejan de ser ni en un pice. Su ser es independiente de nuestra fe. Su realidad y verdad no dependen de nosotros, sino precisamente, todo lo contrario. Ahora bien, ello deja intacto el respeto que debemos al misterio de creer o no creer. El sufrimiento, el dolor, la muerte, son realidades universales. Heidegger deca que el hombre es un ser para la muerte. Vivir es morir. Esta es una realidad existencial universalmente aceptable. Vivir no solo es ir perdiendo la vida o vitalidad; es ir murindose. Y este ir murindose como un ir acercndose a la muerte cierta e incierta est en la existencia humana y tambin en su esencia. El hombre es un ser para la

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cruz. Dios no le ahorra la cruz a nadie. Y esto vale tambin para los que no creen en Dios. 2.Tambin la muerte del otro nos arranca la vida, la vida con l; y nos deja solos, sin respuesta, sin dilogo. La muerte propia es la soledad absoluta. Morir es irse solo. Ya no podemos estar con el que muere. Me parece que hay solo una tenue analoga con esta soledad radical. Y es el estar con un loco. Pero esto nos llevara ahora por otra rama. La muerte se nos presenta como una desesperante privacin del otro o como una privacin de mi vida y un enigmtico, si lo hay, futuro de mi vida, otra vida, que no es esta y que no sabemos cmo ser, si es. Hay algo ms? o todo termina? Tienen sentido estas preguntas? A su vez nos preguntamos con gran dolor intelectual. 3.La muerte de alguien puede sumirnos en una soledad parecida a la muerte. Tanto esta soledad cuanto la incerteza sobre lo que habr despus, son sentimientos parecidos a la muerte. Si cuando muero no pasa nada, es una cosa. Si me pasa algo y sigo es otra. 4.A la muerte de mi padre, cuando yo tena dieciocho aos, me pareci que su muerte no poda significar slo que dejaba de vivir. Su muerte tena que tener un sentido, tena que dar razn de s Su muerte se lo haba llevado por alguna razn o lo haba aniquilado sin ninguna razn? Solo encontraba consuelo en la primera alternativa. La segunda me atormentaba. Pero obviamente, no quiero hacer de esos hechos psicolgicos, nada ms que eso. Aunque parece verdad que una concepcin materialista del hombre es incompatible con la cruz, como se ver. La concepcin fundamental de la vida humana tiene influencia en este punto crucial. 5.La cruz es un mal. La Cruz es un bien. Buscamos la salvacin del mal. La liberacin del mal. Y nos sale al

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encuentro el amor. El amor del que da su vida en sufrimiento para salvarnos. II Tocar el mal en sus mismas races 6.El amor se somete al mal para librarnos del mal. Se somete voluntariamente al mal. Se somete y se libra a si mismo del mal. Se someti al poder del mal . Pero el poder del mal nunca pudo afectar su poder, el poder de Dios. Y el poder divino se ha hecho un poder dolido, un poder sufriente. Si es posible pase de mi este cliz Era posible. Quiso el cliz porque era querido por el Padre. NO SE HAGA MI VOLUNTAD SINO LA TUYA He aqu un texto aparentemente misterioso; pues parecera que chocan la voluntad del Hijo con la del Padre. Pero en realidad jams fue as. El Hijo ve el conflicto eventual. Lo ve y lo rechaza. Hay una sola voluntad de las dos personas de Dios. Y el Espritu Santo consuela al Hijo y tambin al Padre doloroso. Dios salva al hombre por su sufrimiento. Podra haberlo hecho de otro modo: mediante un banquete, o de cualquier otro modo. Empero, Dios lo hizo en la Cruz Para nosotros es misterioso. Y precisamente, estamos llamados a participar en el misterio de la Cruz. Esta participacin en el sacrificio de la Cruz es salvfica. Cmo ser esa participacin es asunto de la existencia de cada hombre. La pena, el dolor estn siempre presentes en la vida y el hombre puede hacer partcipe su dolor del sufrimiento salvfico divino. El mal es la privacin de Dios. Esta privacin o negacin de Dios se personaliza en la existencia del Demonio y sus sbditos. Dios permite cierto ejercicio del poder del Maligno v. gr. al daar a Job. 7.Dios da. Dios se da. El sufrimiento de Dios por la salvacin del hombre manifiesta el Amor de Dios. Dios nos ama padeciendo por nosotros. Nosotros lo

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amamos sufriendo por El y con E. Participando en su sufrimiento. Cmo se opera esta participacin? Participamos en la Misa, en la que se renueva el sacrificio de la Cruz incruentamente. Siempre es posible un esfuerzo mayor en captar lo que all ocurre, i. e., que se renueva el sacrificio de la Cruz, misteriosa, pero realmente. Nuestra voluntad, inteligencia, sentimientos, y toda nuestra persona debe entrar en esa participacin fruto de nuestra voluntad de unirnos al misterio divino sin saber ms de ella que es Dios mismo quien nos asegura que nos hace un lugar para entrar; como si metiramos nuestra cabeza en las llagas. El puede agarrar nuestra pobre cabeza y llevarla a su pecho herido. Podemos pensar que estamos con El en el Getsemani y que, al sudar sangre, lo lavamos con nuestra cabeza, como si lo pudisemos aliviar. Pensemos que entonces se manifiesta su amor infinito, pues ya empezamos a acompaarlo en el camino de la Cruz. Para eso nos da a su Hijo. Para que podamos unirnos a El, y salvarnos al ser redimidos. Pero nosotros tenemos que unirnos. Si vamos a El, nos acoge. Si viene a nosotros, tenemos que recibirlo. Algo tenemos que hacer. Si el sufrimiento nos une a El es harto feliz, porque nos salva y, porque no es definitivo. Es un sufrimiento provisional necesario para liberarnos del definitivo. A veces omos: termin de sufrir. 8.Dios nos da a su Hijo para que el hombre no muera, sino que tenga la vida eterna (Salvifici Doloris, 14). El hombre muere cuando pierde la vida eterna y esta prdida es el sufrimiento definitivo, la prdida de Dios. Bendigamos poder participar en el dolor salvfico de Dios y ponernos junto al pecho de Jesucristo, quien podr borrar las miserias de nuestra cabeza. El, que sufri lo terrible del dolor que significa la mera posibilidad de la separacin del Padre, nos proteger contra ese sufrimiento definitivo y final. Le suplicamos que no lo permita. Tenemos la esperanza de que una y mil veces nos

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haga aferrarnos a El y de que, en alguna de esas veces, lo hagamos. 9. Para protegernos del mal, Jesucristo debe tocar el mal en sus mismas races trascendentales, en las que este se desarrolla en la historia del hombre (Salvifici Doloris, 14). Estas races estn en el pecado y en la muerte. Jesucristo vino a vencerlos. Dios ha debido librar un combate terrible contra el pecado y la muerte. Slo El puede librarnos en la batalla. El poder del Maligno parece confrontable al de Dios. Ello es lo terrible. El Mal es confrontable con Dios. Nosotros no podemos confrontar con el mal, si no contamos con la ayuda de Dios. Slo Dios puede librarnos del Mal. Nosotros somos inconfrontables contra el mal del Demonio. 10.El sufrimiento humano no puede desvincularse del pecado de origen, del pecado del mundodel trasfondo pecaminoso de las acciones personales y de los procesos sociales de la historia del hombre.(Ibid.). 11.La muerte, aunque no sea un sufrimiento temporalmente, y, en cierto modo, se encuentra ms all de todos los sufrimientos, es un mal que el hombre experimenta contemporneamente con ella y es definitivo y totalizante (Ibid, l5). 12.El sufrimiento es un arma esencial y necesaria para la vida eterna, pero innecesaria en ella. 13.Sufrimos lo malo, i.e., las privaciones. Sufrimos el mal, i.e., la privacin de Dios. La muerte, vista como disociacin (Salvifici Doloris, 15) es tambin ruptura, desorden, destruccin de toda armona, corrupcin, arbitrariedad, polvo. Dios libra de la muerte y del pecado. Slo Dios puede borrar el pecado y la muerte. Borrar es anular, dejar sin efecto alguno, hacer inexistente. Tan misterioso es crear como este modo de anular la apariencia de ser del pecado y de

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la muerte. Es una recreacin. Es hacernos de nuevo como si lo malo no hubiera existido y en verdad, sea as: nunca existi el mal. 14.Dios est continuamente anulando el mal de nuestros pecados. Necesitamos abundantemente de esta lluvia de cancelaciones. Sin esta lluvia el campo de la humanidad se hara infrtil. III La materia misteriosa de nuestra propia vida 15.Dios da al hombre la vida nueva y capaz de vivir sin pecado, sin mal, esa vida nueva es la gracia santificante que nos permite convertir lo malo en bueno. Esta recreacin es una conversin. El corazn huye de todo hacia Dios y quiere aferrarse a El. Esta huda de todo y vuelta hacia Dios es tambin un camino de sacrificio que debemos conocer. Hemos de aprender a usar nuestro dolor y sacrificios para andar ese camino de retorno. Es largo; llega hasta la muerte. 16.Es que llegamos a una confusin: el mal es el bien? No es as. No hay mal que por bien no venga. Esto es lo que tenemos que aprender. A veces creemos saberlo. Pero tengamos cuidado: es una leccin difcil. 17.El mal es una privacin de algn bien. Ahora, si Dios quiere privarnos de un bien, es sin duda para ponernos en el estado de privacin de ese bien que hemos perdido. En ocasiones, nos parece que Dios no lo sustituye por nada. Parecera que no hay bien que venga. Pero esto no es as. Siempre estamos en un nuevo estado posterior a la prdida y al sufrimiento. Este nuevo estado es querido por Dios como lo que viene. Debe ser bueno. A veces podemos ver con claridad cul es el nuevo bien producto de la sustitucin. Pero otras, no vemos

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nada bueno en cambio. Sin embargo, debemos estudiar con atencin nuestra vida para ver si viene o ha venido el nuevo bien. La materia ms difcil de estudiar es nuestra propia vida. Ello hace que nosotros no podamos ver bien. Necesitamos ayuda. No autoayuda. 18.Nosotros somos esencialmente menesterosos, privados de bienes, necesitados de ayuda. De otros y sobre todos de Dios. Pero no debemos olvidar jams que la omisin de la ayuda que podemos prestar es tambin un mal. Basta con recordar al samaritano. Si no aprendemos en esta escuela corremos peligro. El peligro es de un mal terrible: no os conozco. Debemos esforzarnos enormemente, sobre todo en algunos pases del mundo, por ayudar mucho ms en nuestra vida privada y social; y nuestra vida privada es social. 19.Dnde est lo que hacemos por cada nio de la calle privado de casi todo? Esos nios an homicidas son otros Cristos, con quienes estamos obligados a sufrir, ayudndoles. 20.Si es necesario, prescindamos de los que accidentalmente gobiernan. Cuando no hay quien sepa y quiera ayudar habr que buscar a otro. Es lo que pasa tambin con nosotros cuando no ayudamos de corazn a nuestros hermanos y los abandonamos a la persecucin, al dao y buscamos todava excusas que nos justifiquen por trabajar en obras apostlicas. Ojal no seamos juzgados de fariseos hipcritas. Hemos de comprender que esos menesterosos de la calle son El. Tenemos que ir a El, en ellos. El es quien dijo: Sin M nada podis hacer. 21.Mientras no vayamos a nuestros pobres Cristos nada podemos hacer. 22.Recuerdo a mi padre cuando pasbamos al lado de un mendigo y l deca: Pobre Cristo. Me qued esa idea en la cabeza y me preguntaba por qu

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pobre Cristo. 23.A cuntas personas deberamos salvar del dominio de la muerte? 24.Las obras de apostolado deben abrirse a estos pobres Cristos, con cierta predileccin incluso, porque sern responsables por ello. Han de ir de verdad a todos. Y llenar sus casas confortables con esos pobres. Si no qu mrito tendrn? La Iglesia debe ir con urgencia a socorrer a esos nuevos devorados por los leones, por todos los que estn sujetos al dominio de la muerte. 25.Cristo mismo se diriga preferentemente a los enfermos y a quienes esperaban ayuda. Si ni siquiera lo seguimos, ayudando a nuestros hermanos ms ntimamente prximos qu mrito tenemos? qu cruz llevamos? Si en una familia un hijo sufre un grave mal, van todos, el padre, la madre y todos los hermanos a socorrerlo. Y si no decimos: No tiene una familia. Yo conoc personalmente a un santo sacerdote que una vez fue a un poderoso de la tierra a decirle: Este hijo mo tiene familia; es mi familia. 26.Curaba a los enfermos. Consolaba a los afligidos. Alimentaba a los hambrientos, liberaba de la sordera, de la ceguera, de la lepra, del demonio y de diversas disminuciones fsicas. Tres veces devolvi la vida a los muertos (Salvifici Doloris, 16). 27.No podemos omitir que tambin llam bienaventurados a los que ahora padecen hambre. Pero cuidado! No slo los mendigos padecen hambre Hay seoras distinguidsimas que tambin padecen hambre qu hacen sus amigos? No se quieren? 28.Ahora veo que, an cuando se produzca un escenario estticamente deplorable la tarea de dar de comer a los mendigos es una obra de puro Amor de Dios. Y sin embargo, es dolorosa.

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29.No podemos sustraernos a la rotunda verdad que significa el llamado de Cristo a participar de los sufrimientos en los que l mismo particip. IV El dolor salvfico 30.Cristo va hacia su Pasin. No es este el lugar para hacerlo, pero hay tantas meditaciones excelentes sobre la Pasin que bastar aqu una remisin a ellas. Destaquemos tan slo que Isaas lo llama Varn de dolores (Is. 53, 2-6). 31.Cristo sufre como hombre y como Dios. Dios sufre para salvarnos. Slo Dios puede cancelar el pecado total de la historia humana. Todo pecado est cancelado. Pero falta an que hagamos aplicacin de esa cancelacin a nuestros pecados personales. Tal aplicacin puede tener la cara del dolor y el sufrimiento. 32.Empero, tambin puede manifestarse en las buenas obras si estn unidas a Cristo. Podemos aplicar el padecimiento de los males para la remisin de nuestros pecados. Los males pueden servirnos para obtener bienes. Es esto lo que nos asegura el sacramento de la penitencia. Los males padecidos pueden servirnos si los unimos a aquella Sentencia del juez divino. De nosotros depende la intensidad de la aplicacin de los mritos de Cristo. Para esto tambin necesitamos ayuda. Esperemos que siempre nos llegue esa ayuda. Si tenemos una familia cristiana esperemos que todos ellos, todos, vengan a ayudarnos en la hora del dolor y en especial, en la hora de nuestra muerte. En las familias parece haberse debilitado la gran capacidad que por naturaleza tiene para ayudar en la hora de nuestra muerte. A nadie deberamos dejar sin esa ayuda. Sera muy malo ver que en una familia cristiana esa ayuda

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se da slo a los miembros de la familia. Pero si ni siquiera a sus miembros? 33.Fue arrebatado por un juicio inicuo, sin que nadie defendiera su causa 34.Cristo, en quien no haba maldad, fue as maltratado, qu menos podemos esperar nosotros, en quienes hay mucha? 35.Llammonos bienaventurados si furamos as arrebatados y nadie defendiera nuestra causa. Nosotros podemos unirnos a Cristo sufriendo voluntariamente, pero no inocentemente. 36.Ahora bien, debemos asentar un aserto impresionante, sorprendente muchas veces, ignorado muchas otras, un aserto de fuego. De fuego y de gloria. 37.El sufrimiento de Cristo est indisolublemente unido al Evangelio. No hay Evangelio sin Pasin de Cristo. He aqu la ltima palabra evanglica: la doctrina de la Cruz (Salvifici Doloris, 18 citando a San Pablo). 38.El sufrimiento es padecer el mal. Ojal el nuestro pueda unirse indisolublemente al de Aquel que nos salvo vencindolo. No podemos lograrlo. Slo podemos pedirlo. 39.El mal ininteligible del abandono de Dios por Dios, se concentr en quien carg con nuestros pecados y tom sobre El todo el mal de dar las espaldas a Dios, el sufrimiento de la separacin del Padre, el rechazo del Padre, la ruptura con Dios. 40.Este mal del abandono de Cristo es tan aterrorizante que no podemos siquiera verlo propuesto. El Padre abandona a Jesucristo al poder del sufrimiento y del Mal. Para salvar al hombre Dios tuvo que romperse, que separarse, que dividirse y al romperse El recompuso al hombre. No estoy seguro

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de que estas palabras sean doctrina segura. Dios lo quebrant (Is. 53.10). Lo rompi con dolores, lo moli por nuestros pecados (Is. 53.2-6). El dolor de Cristo se transforma en amor, en el amor que crea el bien, en el amor que recrea al quebrantado por el pecado. Podemos participar en el abandono de Cristo? Nosotros no podemos. Si furamos abandonados nosotros caeramos en la inexistencia. Ser por eso que slo Dios poda habernos redimido. An en nuestros padecimientos ms dolorosos, estamos siempre en las manos de Dios. 41.Pese a que nos rodea el misterio ante la angustias y tristezas de muerte de Cristo en el Huerto y ante sus palabras de abandono en la Cruz, jams debemos ignorar la sentencia cierta que establece no haber ignorado nada el alma de Cristo, sino que desde el principio lo conoci todo en el Verbo, lo pasado, lo presente y lo futuro, es decir, todo lo que Dios sabe por ciencia de visin (Acerca de Algunas Proposiciones sobre la ciencia del alma de Cristo [Decreto del Santo Oficio del 5 de Junio de 1918], Acta Apostolica Sedes 10 (1918), 282, Denzinger, 2184). 42.Debemos concluir que Cristo siempre vea todo el curso de su crucifixin y resurreccin. 43.Dios s pudo sufrir ese abandono y subsistir en su propio ser divino. Slo Dios poda habernos redimido. 44.Heidegger, como recordramos, consideraba al hombre como un ser para la muerte. A su doctrina podemos contraponer la de San Pablo: Mientras vivimos estamos siempre entregados a la muerte por amor de Jess(2 Cor. 4, 8-11-14). En San Pablo se enciende la luz que hace de la muerte, la resurreccin. Si la muerte est intensamente unida a la Cruz de Cristo en un acto de puro amor, morir es vivir.

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45.Lo crucial es que Cristo ha abierto su sufrimiento al hombre (Salvifici Doloris, 20) y su muerte. 46.Nosotros descubrimos en nuestros sufrimientos los de Cristo y los revivimos mediante la fe (ibidem). 47.Todo hombre sufriente puede decir con Pablo: Estoy crucificado con Cristo, ya no vivo yo, es Cristo quien vive en m (Gal. 2, 19-20). 48.Cristo se une al hombre, a Pablo, mediante la Cruz. 49.Y el hombre, nosotros, podemos decir con Pablo: Jams me gloriar a no ser en la cruz de Nuestro Seor Jesucristo por quien el mundo est crucificado para m y yo para el mundo (ibidem). 50.Pablo nos insta a participar en los padecimientos y en la muerte de Cristo por si logramos alcanzar la resurreccin de los muertos. 51.En la teologa paulina encontramos los fundamentos para apoyar la relacin entre la Pasin y Muerte de Cristo y nuestros padecimientos y muerte. Esta relacin consiste en una apertura por la que podemos entrar uniendo nuestros padecimientos y muerte a los de Cristo. Con todo respeto podramos decir que Cristo hace una oferta al pblico: una policitatio. El que la acepta se salvar. Y pondr un pie en la gloria. La esperanza de la gloria: Spes Salvi. El pargrafo 21 de la Salvifici Doloris requiere como todos, una lectura personal porque ese texto parece envuelto en un misterio que a cada uno nos toca y nos envuelve. 52.La participacin en la Pasin de Cristo es tambin la participacin en su Gloria. Y otra vez Pablo alza un grito de esperanza: Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparacin con la gloria que ha de manifestarse en nosotros.

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53.La Resurreccin revela la gloria de la Cruz de Cristo. En ocasiones, el hombre, an sin fe en Cristo, se somete al sufrimiento por la verdad o la justicia. Esto lo hemos visto. Jueces que sacrifican su carrera por la justicia. Puedo indicar los nombre de algunos jueces as, que hacen resplandecer la gran dignidad del hombre. El contraste de sus conductas con las de otros, no hace ms que sobresaltar el brillo de aquellas. Esos jueces, aunque no crean en Cristo, participan de un modo misterioso en el honor de la Cruz. En todo caso, son hombres y mujeres con honor. Son dignos. 54.El sufrimiento se impone entonces como en la enfermedad o en otros dolores, desde afuera, inexorablemente, con independencia de la voluntad de quien la padece. En situaciones, el hombre se ve en la necesidad moral absoluta de sufrir por salvar un valor. Desde la patria a la vida de una persona. 55.El sufrimiento es una prueba. Pablo dice Por esta causa sufro. No se somete al sufrimiento sin una causa. A veces parece que es sin causa, pero sta est escondida. Cuntos son los Cirineos que ayudaron a llevar la Cruz de Cristo? Ellos no la han buscado. Pero la han encontrado. Estos mrtires de hoy son semen christianorum. Vase el libro del Cardenal Franois Xavier Nguyen van Thuan, Testigos de esperanza. Ejercicios espirituales dados en el Vaticano en presencia de S.S. Juan Pablo II, captulo 12. 56.Pablo mismo, magna semilla de cristianos, no se complace en padecer porque s. Por esta causa sufro, pero no me avergenzo, porque s en Quien me he confiado (II Tim. 1, 12). Es un sufrimiento lleno de razn. Una sabidura de la esperanza. El sabe. Tiene un conocimiento. Una certeza. Sabe en Quien se ha confiado. Se ha confiado a la LA NICA RAZN DE TODO LO CREADO. 57.Ahora bien, an para el creyente surgira la

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pregunta por qu nuestros sufrimientos pueden ser unidos a la Cruz de Cristo? De dnde nos viene este saber? Es verdad que los sufrimientos de Cristo lo elevaron a la resurreccin. Pero los nuestros? Y bien, para esta pregunta encontramos una respuesta portentosa: el que no toma su cruz, y me sigue, no es digno de Mi (Mt. 10, 38). Es el mismo Jesucristo quien nos une a su dignidad en virtud de la cruz, de la aceptacin de la cruz, del abrazarnos a ella como el Cirineo. V La Cruz de Cristo y la nuestra 58.Es Jesucristo quien asocia nuestra aceptacin de la cruz a la suya. Su Cruz es nuestra cruz. La que l nos enva es la suya y la nuestra. Ahora bien, el proceso de aceptacin de tomar la cruz y seguirle no es una bagatela. Hay muchas cosas que se deben tratar en este punto. 59.Una primera es la de saber identificar la Cruz de Cristo y separarla de los sufrimientos que nos sobrevienen por nuestra propia culpa. A veces la distincin es clara. Pero en otras parece haber ciertas causas externas que se mezclan con nuestra culpa. Un paso ms y entraramos en la casustica en dnde precisamente se nos aconseja no entrar. En una poca los manuales de Teologa moral entraban en este anlisis de casos. Hoy no se considera mtodo adecuado. Esto es una prdida, porque con ocasin de los casos se hacen ms transparentes los principios o normas generales. Por ejemplo, si hemos contrado una enfermedad por nuestra culpa, parecera que en esos sufrimientos no est la Cruz de Cristo sino la nuestra. Pero an as, contraer una enfermedad no slo es asunto de nuestra conducta. Por qu tantas conductas culposas no traen consecuencias y por qu justamente en una maniobra culposa chocamos con un volquete que estaba

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improbablemente en el camino? 60.Pedro tambin dice: Si por cristiano padece, no se avergence Hay situaciones en las que una persona padece claramente por cristiano pero en otras? Sin embargo, de las circunstancias que rodean los casos generalmente recibimos suficiente certeza moral. Nada ms que esta certeza es asequible. Porque en estos terrenos no existe la certeza pura sino slo la prctica. Este proceso de aceptacin de nuestra cruz requiere, luego de discernir su identidad, soportarla con perseverancia, es decir, aguantarla sin aflojar. Este es un captulo importantsimo de la vida humana. De l brota la paciencia y la esperanza de que el mal que la atenaza no prevalecer al final. Un gran experto en sufrimientos, el Papa Juan Pablo II, nos dice que esta perseverancia viene acompaada por la accin del Amor de Dios, que es el don supremo del Espritu Santo (Salvifici Doloris, 23 in fine). 61.Aqu recibimos la promesa ms grande. Dios obra su amor. Y el Papa Magno nos conduce hasta el fondo del misterio: el hombre se encuentra hasta el fondo en el sufrimiento: reencuentra el alma que le pareca haber perdido a causa del sufrimiento. Sinceramente, me resultan misteriosas estas palabras y prefiero no comentarlas. 62.Sin embargo hay una cosa que me atrevo a decir. Hay momentos en la vida de un hombre en la de algunos no llega ese extremo- en los que les parece estar en el fondo de su dolor, despojado de todo, de todo valor, de toda dignidad, despreciado por todos, puesto aparte, excluido, expulsado, echado, sin mrito reconocido alguno. Sin ninguna apariencia de dignidad humana. Yo conoc a un santo sacerdote que clamaba No soy nada, no valgo nada, no tengo nada. Sufra agona. El experiment en carne propia lo que escribi sobre la Santa Cruz (Jos Mara Escriv de Balaguer, Amigos de Dios). Quisiera sugerir al lector la meditacin de este prrafo. La aceptacin

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de la cruz tiene tambin una relacin salvfica. El sufrimiento humano redime pues Cristo mismo abri su Pasin a la participacin del sufrimiento de los hombres en ella, que a su manera, completa el sufrimiento de Cristo. Esta complementacin tambin es misteriosa. As es que Cristo nos asocia a su misterio Pascual, corredimiendo el mundo, parecera posible decir que Cristo est padeciendo constantemente con los sufrimientos humanos. Quizs podamos intuir algo de esta participacin y continuacin al contemplar el misterio del sacrificio incruento de la Santa Misa. Podramos imaginar, con respeto, que nuestros sufrimientos sirven para realizar el sacrificio incruento de la Santa Misa, en la cual, es nuestro dolor el que toma el lugar de la crucifixin de Cristo. Incruenta en el altar. Cruenta para nosotros. Pero tenemos que poner nuestros sufrimientos en la patena. 63.Las persecuciones y tribulaciones por su nombre son signos especiales de semejanza a Cristo y de unin. As, veamos el encarcelamiento de F. X. N.van Thuan. Luego de ser nombrado obispo de Saign en 1975 fue arrestado. Pas trece aos preso, nueve de los cuales en aislamiento, por causa de Cristo y de esta causa podemos estar ciertos. 64.Quin lo sacara de la prisin? Las divisiones del Papa? De cuntas divisiones dispone el Papa?" preguntaba Stalin. Podemos imaginarnos con cunto poder temporal los cristianos fueron salvados del martirio? 65.Pero entendemos que en la prisin y en el martirio los cristianos fueron fuertes en su debilidad. No los socorrieron las divisiones del Papa sino la fuerza de Dios. 66. Por qu? Juan Pablo II nos hace entrever veladamente acerca de la respuesta de Dios al sufrimiento. Cristo no responde directamente ni en

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abstracto a esta pregunta humana sobre el sentido del sufrimiento. El hombre percibe su respuesta salvfica a medida que l mismo se convierte en partcipe de los sufrimientos de Cristo (Salvifici Doloris, 26). 67.La respuesta de Cristo no es abstracta, es ante todo una llamada. Es una vocacin. Cristo no explica abstractamente las razones del sufrimiento sino que ante todo dice: Sgueme. Ven, toma parte con tu sufrimiento en esta obra de salvacin del mundo que se realiza a travs de mi sufrimiento. Por medio de mi Cruz. A medida que el hombre toma su cruz, unindose a la Cruz de Cristo, se revela ante l el sentido salvfico del sufrimiento. El hombre no descubre este sentido a nivel humano, sino a nivel del sufrimiento de Cristo. Pero al mismo tiempo, de este nivel de Cristo aquel sentido salvfico del sufrimiento desciende al nivel humano y se hace, en cierto modo, su respuesta personal. Entonces el hombre encuentra en el sufrimiento la paz interior. Incluso la alegra espiritual (Salvifici Doloris, 26). 68.Volviendo a nuestra pregunta inicial Por qu la muerte? Cul es su sentido? No parece posible segn Juan Pablo II ir de lo humano a lo divino, sino del padecimiento de Cristo al nuestro. 69.Desde esta perspectiva se vislumbra que el sufrimiento humano sirve, coopera con Cristo. Lo ayuda. Nada menos que en la obra del misterio de la salvacin: misterium salutis. Tampoco necesita el hombre saber cmo se opera esa ayuda. Entiende que no puede conocer todo acabadamente, sino en parte; como veladamente. Pero este saber incierto le basta para dar fuerza a su esperanza. Imaginemos por un instante que se nos asegurara que despus de nuestros padecimientos ofrecidos en cooperacin con la Redencin, gozaramos de esta salvacin. Cualquier sacrificio quedara iluminado. Ilustrado por esa luz que es la palabra de Quien no puede fallar. Dios mismo. Deberamos creer. Podramos creer?

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Querramos creer? Creeramos? 70.Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros (Col. 1, 24). Porque estos sufrimientos tienen sentido, son eficaces, producen consecuencias benficas, dan frutos, como la muerte de la espiga. 71. La psiquiatra ensea que el sinsentido del dolor causa una progresiva destruccin de la personalidad. Es ms causa de dao a s mismo y a los dems. Cuando el hombre cree en que su dolor puede asociarse a los padecimientos de Cristo, su dolor queda transformado. Recordemos que el padecimiento fsico y el moral se relacionan. Pensemos en la oracin del que sufre. Ha habido largos perodos de mi vida en los que he sufrido por no poder rezar. He experimentado el abismo de mi debilidad fsica y mental. Ruego al lector que lea el libro de Van Thuan antes citado, especialmente el captulo sobre la oracin; aunque en verdad todo el libro. Es recomendable a creyentes y no creyentes. Este libro puede llenar de ciencia an a los ms iletrados, de una ciencia de Dios. 72.Es la ciencia de la alegra por el gran premio de la gloria. El sufrimiento cristiano es el mediador insustituible y autor de los bienes indispensables para la salvacin del mundo (Salvifici Doloris, 27). 73.El evangelio del sufrimiento se escribe continuamente, y continuamente habla con las palabras de esta extraa paradoja (ibidem) 74.Leo la encclica Salvifici Doloris y me parece que no puedo comentar nada y debera limitarme a copiarla: Los que participan en los sufrimientos de Cristo conservan en sus sufrimientos una especialsima partcula del tesoro infinito de la redencin del mundo, y pueden compartir este tesoro con los dems (ibidem). 75.Y vuelvo a citar:

El

hombre, cuanto ms se

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siente amenazado por el pecado, cuanto ms pesadas son las estructuras del pecado que lleva en su mundo de hoy, tanto ms grande es la elocuencia que posee en s el sufrimiento humano. Y tanto ms la Iglesia siente la necesidad de recurrir al valor de los sufrimientos humanos para la salvacin del mundo (Ibid, 27 in fine). 76.Cul no ser entonces nuestra obligacin de unirnos al prjimo que sufre! A veces, slo podemos compadecernos con el que sufre. Pero se ha de manifestar este amor y solidaridad. No basta con la mera pasividad. Algo siempre podemos hacer. Aunque ms no sea mandarle unas lneas al sufridor. El mero silencio no es elocuente de nada bueno. Hay muchos hermanos prjimos nuestros que han sufrido, adems del dolor de su propio mal, el accesorio de la ausencia de la ms mnima manifestacin de amor o de solidaridad. Estos hermanos nuestros sufren doblemente. Por su propio mal y por el nuestro. No llamemos a estas manifestaciones obras de misericordia. Da risa esta mezquindad! Son obras de justicia insuficiente ante el que sufre por nosotros! Por qu mi prjimo ha sufrido un accidente y no nosotros? 77.Adems de aquellas manifestaciones, en muchas ocasiones podemos hacer algo. Ayudar. Poniendo medios eficaces. Aunque no resulten eficaces. El samaritano ayuda de corazn y con dinero. Con el que sea necesario. Esto le confiere al samaritano su valor y dignidad. Al punto que Dios lo juzga prjimo. No nosotros. Dios. 78.Parecera que Dios cre un mundo en el que debe haber un cierto equilibrio entre sufrimiento y amor. Y el amor en el corazn y en las obras viene del sufrimiento. 79.Frente al sufridor el otro hombre ha de pararse, conmoverse y actuar.

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80.Hoy se habla de actividad samaritana para nombrar a toda accin de ayuda al que sufre. Se trata de una actividad. 81.Cuntos samaritanos hay en el mundo? y cuntos ms debera haber? 82.La ayuda al prjimo en las familias y entre las familias. Y en la sociedad desde la local a la internacional. Estas ayudas, frutos del amor, han de ahogar el odio y todas las consecuencias que este mal trae. Necesitamos una copiosa lluvia de bienes que nos haga mejores personas y sociedades. La Iglesia ha de ser heraldo en esta lucha por ahogar el mal en abundancia de bien. Todos sus miembros hemos de ser cooperadores de Cristo, embajadores de Cristo. Los nicos que pueden llevar el corazn de Cristo a las llagas del dolor. Y sobre todo del dolor del alma. Dnde estn los soldados de Cristo si ni siquiera se presentan a la batalla? Qu dirn de nosotros cuando en el juicio final se diga, Venid benditos de mi Padre? 83.Trabajemos dando de comer, de beber, visitando al presoLuego de la oracin y la mortificacin, el cristiano debe actuar, pues por sus obras ser juzgado. Ha de pasar haciendo el bien. El sufrimiento nos mueve al amor. VI El samaritano y la teologa moral 84.Tengo que agregar la meditacin del samaritano. El ejemplo del samaritano como prjimo va dirigido a nosotros. Tenemos que amar como am el samaritano. Vase que no se trata de un amor dulzn, sino de un amor recio, que cuesta y cuesta precisamente el dinero que da el samaritano al mesonero. Pero no es esto lo que agrego, sino lo siguiente. Nosotros no siempre somos o debemos

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ser el samaritano. Tambin somos aquel tendido en tierra, medio muerto, robado y herido por los ladrones. Aquel a quien el samaritano vend las heridas. Lo condujo al mesn y cuid de l T lo haras conmigo? T y yo debemos preguntarnos y contestarnos sinceramente. Y si no qu mrito tenis?. Cristo propone una meritocracia inspirada en el Evangelio. 85.Parecera que mi comentario se funda en una egosta justicia retributiva. Do ut des. Pero no digo esto. Quiero decir que muchas veces somos nosotros quienes estamos medio muertos y necesitamos un samaritano. Si nosotros no lo somos, habr otros? Puede ocurrir que nos quedemos medio muertos y an muertos. 86.No podemos olvidar, y los cristianos menos que nadie, que el dolor y el amor integran una ecuacin inherente a la naturaleza humana. Y si esa ecuacin se quiebra caemos en bancarrota. No slo econmica, sino antes que aquella, humana. La econmica vendr tambin despus. 87.Esta ecuacin slo puede salvarse en el corazn del hombre y, con mayor razn an, en el de la mujer. 88.Cuntos medio muertos tenemos? Sugerira que esta pregunta fuera materia de examen. 89.Empecemos al menos por acercarnos a sus heridas, que nos conmuevan. 90.Alguien nos dijo alguna vez: sos el nico samaritano que me queda? Y nos movemos? 91.Si empezamos a andar por este camino de amor, tomaremos la Cruz de Cristo y lo seguiremos El amor en la Cruz. Y tendremos una dignidad de l que el mundo desconoce. 92.Si tuvisemos la capacidad y el talento del filsofo

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Husserl, intentaramos un anlisis fenomenolgico de los hechos del buen samaritano. 93.Nosotros tambin preguntamos al Seor quien es mi prjimo, como buenos doctores de la ley. El Seor nos cuenta una historia de la que quiere por comparacin o semejanza darnos una enseanza moral decisiva para nuestra vida. Porque tenemos que saber a quien debemos amar como a nosotros mismos. Esto es crucial: como a ti mismo. No menos. Es una medida muy grande porque se supone que nos queremos mucho y bien. El Seor nos dice que bajaba un hombre de Jeric a Jerusaln pero no nos dice ms nada de l. Era un hombre. Slo un hombre, un hombre cualquiera, un hombre que cay en manos de ladrones, quienes lo despojaron de todo, lo cubrieron de heridas, dejndole medio muerto. Ahora pongamos nuestra cabeza en la escena. Caer en manos de ladrones Nos relata el Seor unos ladrones de bienes materiales aparentemente. Pero el despojo, podemos entender nosotros, puede ser tambin de bienes inmateriales. Despojo de toda la honra, la fama, el buen nombre. Despojo de la gracia. Las heridas pueden ser fsicas pero tambin morales de toda ndole. De ellas el hombre fue cubierto, es decir que recibi muchas. Fue abandonado medio muerto. Podemos pensar no slo en lo fsico, sino tambin medio muerto moralmente o sobrenaturalmente. 94.Los sufrimientos del prjimo han sido graves. Un sacerdote lo vio y pas de largo. Al hablarnos de sacerdote nos hace pensar que los daos pudieron haber sido morales tambin. Un levita lo mir y sigui adelante. 95.Podramos decir muchas cosas de estos personajes pasajeros. Pero ahora tenemos prisa en ir al grano. 96.El samaritano se compadeci. Esto es, se puso a

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padecer junto a aquel hombre, como si fuera l mismo. Hizo varias cosas de primeros auxilios y cuid de l. Lo cuid como l se hubiera cuidado. 97.Hoy las personas nos saludan y nos dicen: Cudese. Cuando me lo decan me quedaba perplejo. Pensaba: en qu peligro estoy? Por qu tendr que cuidarme yo? 98.Parece que cuidarse tiene un sentido amplio. Viene al caso, porque el samaritano seguramente consol, reanim y confort al hombre. No slo cuid de su cuerpo seguramente. 99.Lo llev al mesn y all se qued un da con el hombre. Advirtamos bien lo que significa esto: se fue al da siguiente y se qued a cuidarlo todo ese tiempo. Puso auxilios y puso tiempo. En ese tiempo es seguro que se entablara un dilogo interesante entre el samaritano y el hombre. Se contaran cosas. Se entablara una relacin. Es muy probable que se hicieran amigos para toda la vida. 100.Antes de irse sac dos denarios para que el mesonero cuidara al hombre. Cudame este hombre. No dice qu hombre. Y todo lo que gastares de ms te lo pagar a mi vuelta. O sea que el samaritano volvera a ver como segua el hombre o si ya se hubiese ido, a pagar la cuenta. El samaritano cuid con todo esmero al hombre. 101.Advirtamos que el hombre cado que tenemos al lado necesita de nuestros cuidados. 102.Ahora bien, sabemos por experiencia que cuando estamos muy bien somos muy queridos y as progresivamente en sentido descendente. Del cado, nos alejamos. Si est mal visto por el poderoso, lo evitamos. Tenemos una mezcla de egosmo, miedo a perder algo, al dao, a un sentimiento de menosprecio. Y es verdad que nuestro hombre est despreciado, desgraciado, herido en sus bienes,

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en su honra o en su fama. Est, de algn modo en la cruz. Y nosotros qu hacemos? Lo echamos? Lo evitamos? Quin es ese hombre que est en la cruz? Huimos de la cruz y del hombre. 103.Esta parece ser nuestra baja estofa, que abunda. 104.El hombre cado, herido, despojado, medio muerto es el que sufre. El sufridor. Todos nosotros lo somos en algn momento. Tengamos cuidado nosotros. Todos. No algunos. Todos. Todos hemos de estar alguna vez en la cruz. 105.Ese hombre es otro Cristo. Pasaremos de largo? 106.Nos preguntamos esto y por la calle vemos a cada rato hombres as y pasamos de largo. 107. No creamos que pasar de largo es algo de monstruos. Nosotros lo hacemos. Es preciso comprender bien hasta qu punto no amamos al prjimo como a nosotros mismos. 108.Sin embargo, nos queda poco tiempo. Muy poco. Tenemos que empezar a cuidar al prjimo, en serio, como el buen samaritano. Una familia, una sociedad que no aprende esto va a la ruina. Esto debe ensearse en la escuela desde el primer grado hasta el ltimo curso universitario. Si no aprendemos esto y lo hacemos, qu hacemos? Ahora tengamos cuidado de nosotros mismos si no amamos al prjimo como a nosotros mismos. El amor al prjimo est unido indisolublemente al amor a nosotros mismos. 109. No es el gobernante el primero que debe cuidar al prjimo? Es necesario que aquel comprenda que debe amar al prjimo. El gobernante bien puede instruirse con el samaritano acerca de la metodologa ms refinada. El gobernante debe, como todos, como un padre de familia, aprender a amar. Si nuestros gobernantes imitaran al samaritano

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110.El samaritano es Jesucristo. Y el hombre medio muerto tambin es Jesucristo. Porque Jesucristo es todo hombre. Jesucristo es todo hombre y tambin el ms pecador. No porque hubiese cometido pecado alguno. Sino porque lo asumi y asumi tambin el pecado ms terrible. Es la asuncin de esa deuda lo que le produjo el sudor de sangre y el martirio de la Cruz. 111.Podemos decir que Jesucristo no incurri en deuda alguna por nuestros pecados. Pero asumi la deuda de todos nuestros pecados. El pag. El sald la deuda en la Cruz. Una cosa es la deuda (Shuld) del pecado. Jesucristo no contrajo ninguna deuda de pecado. Otra cosa es la responsabilidad. Jesucristo asumi toda la responsabilidad (Haftung) por todos nuestros pecados. Hacerlo le llev a entregarse a la muerte y muerte de Cruz. 112.Vase lo que hizo el samaritano. El no da al hombre. No contrajo la deuda. Pero asumi la responsabilidad. El hombre fue medio muerto por los ladrones. El no poda salvarse. El samaritano lo salv. 113.Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, salv al hombre y el hombre verdadero Dios que asumi la responsabilidad por nuestros pecados fue salvado por Jesucristo. 114.Dios, que es amor, se hace al sufrimiento y a la muerte como el ms reo de muerte. As pag por nosotros, por el hombre, por todo hombre, que fue liberado. Por qu hizo eso Dios? Hay una sola respuesta posible y ninguna otra. Por amor. As como El nos am, debemos amarnos nosotros. Este es el plan de la salvacin. Porque solo podemos amarnos como El nos am, si lo amamos a El. Si lo amamos a El, podremos amar a los hombres. Pero el amor a los hombres es el nico medio de prueba del amor a Dios que puede ofrecer el hombre. As

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comprendemos a todos los santos. 115.Amaron a Dios con todo su ser y al prjimo como a ellos mismos. Para los santos darse a Dios y darse al prjimo es entregarse a un amor semejante. El segundo es semejante al primero. Segundo, el amor produce esta unidad. Es claro que el samaritano qued unido al hombre. Podemos imaginar ese vnculo de unin. En ocasiones omos decir: le salv la vida. Eso quiere decir que le debe la vida. As con el samaritano y el hombre. El hombre que est en el fondo del abismo (recordemos a Van Thuan) no est muerto. Est medio muerto. Por eso los que pasaron primero lo dejaron morir. Por eso el samaritano lo salv. 116.Hay un aspecto que debemos destacar en la parbola. El samaritano, al da siguiente, pues como hemos dicho pas el da anterior con el hombre, sac dos denarios y se los dio al mesonero dicindole: cudame este hombre. 117.El samaritano era hombre prudente. Sac dos denarios. Saba que deba poner dinero para hacer cuidar al hombre. Nosotros tambin debemos sacar denarios para cuidar al hombre polticamente. Para que no quede a merced de los denarios del mal. Los hombres se darn cuenta de los gobiernos que los abandonan en el mal. Hemos de poner los denarios ahora, antes de la hora de nuestra muerte, en la que habremos de dejarlos. No de invertirlos. 118.El Evangelio no dice nada acerca del mesonero. Lo deja mudo. Sabemos que el samaritano ofreci pagar al mesonero. Pero nada nos autoriza a pensar que el mesonero haya aceptado el pago. Nosotros podramos ponernos en su lugar. Cobraramos al samaritano o cooperaramos con l mitigando su desembolso en beneficio del hombre? 119.Veamos que el amor llama. El amor apremia. En ocasiones omos claramente la voz de la conciencia y

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la seguimos, aunque sea a duras penas. En otras no hacemos caso. No prestamos atencinEmpero, no olvidemos que an para los buenos comerciantes, Dios paga ms. Esta escrito: el ciento por unoy la vida eterna Si hiciramos fe en esta palabra, sera el mejor negocio VII La inteligibilidad de la palabra de Dios 120.Mientras escribo, me llega el texto de la alocucin del Papa Benedicto XVI del mircoles 29 de octubre de 2008, en la cual, roza la Teologa de la Cruz (*). Sobre el punto volver en otro lugar. Pero ahora se asocia en mi memoria un trabajo que le envi al entonces Cardenal Ratzinger con el ttulo: Hablar de Dios a todos los hombres que trataba de la razonabilidad comn entre las consideraciones de Jesucristo y las respuestas de sus interlocutores. El entonces Prefecto de la Doctrina de la Fe me recibi un medioda trayendo en sus manos, para mi gran sorpresa, el papel que yo le haba enviado, con algunas anotaciones suyas. Mi slo texto, sin las anotaciones del actual Pontfice, que por otra parte nunca han estado en mi poder, es el siguiente. Pero antes dir: un Cardenal que comentaba los papeles de sus corresponsales! Que maravilla! 121. HABLAR DE DIOS A TODOS LOS HOMBRES

En algunos pasajes de los Evangelios se advierten criterios directamente usados por Jesucristo que pueden dar respaldo a una filosofa del sentido de la razonabilidad o sentido comn al alcance de todos. Todos podemos comprender con facilidad que con el juicio con que juzguis se os juzgar y con la medida con que midis se os medir (Mt. 7, 7-13; Mc. 4, 24; Lc. 6, 37-42). Todos pueden entender que esto es razonable. Nadie puede ponerlo en duda. De modo que existe en esta aplicacin

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proporcional de la justicia distributiva algo humanamente razonable que Dios tambin toma como regla justa. Pues si vosotros, siendo malos, sabis dar a vuestros hijos cosas buenas, (cuanto ms vuestro Padre que est en los cielos dar cosas buenas a quienes se las pidan! (Mt. 7, 11; Lc. 11, 413; Mc. 11, 24). 122.Cunto mas significa con mayor razn y esto pertenece al comn entendimiento divino y humano. Si Dios propone este modo de entender las cosas que para nosotros es inteligible, existe una comunin en la razonabilidad. Algo as tambin ocurre con la regla de oro de la caridad. Todo lo que queris que hagan los hombres con vosotros, hacedlo tambin vosotros con ellos: Esta es la ley y los Profetas (Mt. 7, 12; Lc. 6,31). 123.Si perdonis a los hombres sus faltas, tambin os perdonar vuestro Padre celestial; pero si no perdonis a los hombres tampoco vuestro Padre os perdonar vuestros pecados (Mt. 6, 20; Lc. 11, 2-4). Parece haber aqu una razonable conexidad entre justicia y caridad, que resulta sencillo entender Que es mas fcil, decir: Tus pecados te son perdonados? o decir: levntate y anda? (Mt. 9, 5; Mc. 2, 112; Lc. 5, 17-26). Es ms fcil decir lo primero. Lo extraordinario de la curacin del paraltico es considerado ms difcil para todos y este razonamiento recibe la confirmacin divina. Por ello, para Dios ese modo de entender con la razn natural o sentido comn es asumido como razonable y confirma que ese juicio nuestro es vlido. Lo razonable divino y humano se revelan unidos a la luz de los evangelios. 124.Quin de nosotros si tiene una sola oveja y se le cae en un hoyo un da sbado, no la agarra y la saca? Pues, cuanto ms vale un hombre que una oveja! Por lo tanto esta permitido hacer el bien en sbado (Mc. 12, 11-12). Todos podemos admitir que un hombre vale ms que una oveja. He aqu un juicio de valoracin razonable que el buen sentido alcanza con facilidad y trasluce una objetividad confirmada por el modo de entender divino enseado en el Evangelio. 125.Las parbolas del tesoro escondido, de la perla y de la red tambin estn ilustradas por esa razonabilidad; pues es

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razonable que un hombre venda todo para adquirir un campo donde el adquirente descubri un tesoro escondido porque este tendr ms valor que todo lo que posea (Mt. 13, 44). La perla fina tambin vale ms que todo lo que vende un hombre por eso es razonable que venda todo y compre a buen precio la perla (Mt. 13, 45). De este modo es razonable que Jesucristo pregunte: Habis entendido todo esto? Le respondieron: si (Mt. 13, 51). Lo podan entender razonablemente sus interlocutores ms sencillos. 126.Tambin se entiende la parbola del siervo despiadado (Mt. 18, 23-35). Siervo malvado, yo te perdon toda la deuda porque me suplicaste: No debas tu tambin haberte compadecido de tu compaero como yo me compadec de ti? Y su seor irritado, lo entreg a los verdugos, hasta que pagase toda la deuda. As har tambin con vosotros mi Padre celestial, sino perdona cada uno de corazn a su hermano (Mt. 18, 35). Otra vez se presenta esta proporcin razonable en el modo de trato. Por qu nos parece una grave injusticia lo que hizo el siervo? Porque l haba sido tratado con gran misericordia y sin embargo l trat a su deudor exigindole la deuda despiadadamente. La falta de misericordia ti de injusticia su justicia. Esto se entiende sin hesitaciones. Es algo objetivo que podemos comprender incontrovertidamente. Lo objetivo razonable participa de lo divino y lo humano. 127.En otro pasaje Jesucristo interroga: Que os parece? (Mt. 21, 28) y la respuesta fue correcta Y en otro lugar: Cuando venga el dueo de la via que har con aquellos labradores? Le respondieron... (Mt. 21, 40-41) correctamente. Pudieron juzgar bien con facilidad. Un prestamista tena dos deudores, uno le deban quinientos denarios y el otro cincuenta. No teniendo ellos con que pagar los perdon a los dos. Cual de los dos le querr ms? Simn respondi: Pienso que aquel a quien perdon ms. El le dijo: Has juzgado bien (Lc. 7, 41-43). Dios confirma que ese hombre haba juzgado bien. 128.En otro lugar Dios manda amar al prjimo como a ti mismo. Interrogado por un fariseo acerca de quien es mi prjimo, Dios responde con una pregunta. Compara la conducta del buen samaritano con la de un sacerdote y la de un

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levita. Y formula la pregunta: Quien de los tres te parece que fue prjimo? El interlocutor le contesta: El que tuvo misericordia de l. Y Jess le dijo: Anda y haz t lo mismo (Lc. 10, 30-37). 129.No tuvo ninguna duda el fariseo. Entendi de inmediato quien fue prjimo en aquellas circunstancias. Entendi muy bien para Jess. Pues le manda hacer lo mismo. Puede ahora considerarse que tal modo de juzgar la situacin fue vlido para el fariseo y para Dios. Lo razonable objetivo fue descubierto por el fariseo y confirmado por Dios. 130.Dios compara a los pjaros y los lirios con los hombres. Cuanto ms valis vosotros que los pjaros! (Lc. 12, 24). Si Dios viste a los lirios mejor que a Salomn, ...cuanto ms a vosotros, hombres de poca fe! (Lc. 12, 28). 131.Cuanto ms significa, como ya en otros pasajes, con mayor razn. Todo el mundo puede entender inmediatamente que los hombres valen ms que los pjaros y los lirios. Nadie, en su sano juicio, se opondra a esta valoracin. De modo que hay una comn inteligencia de razonabilidad entre el juicio de los hombres y el juicio de Dios. 132.Con todo ello se afirma la capacidad natural del conocimiento, incluso de Dios. La capacidad de la razn humana de conocer a Dios constituye el fundamento de la confianza en la posibilidad de hablar de Dios a todos los hombres y con todos los hombres. Esta posibilidad abre el dilogo entre las religiones, con la filosofa y las ciencias y tambin con los no creyentes y los ateos. 133.Despus de narrar la historia del buen samaritano, Jess interroga al doctor de la ley: Quin de estos tres te parece haber sido prjimo del que cay en manos de los ladrones? 134.Aquel que us con l de misericordia respondi el doctor. Pues anda y haz t otro tanto. 135.El doctor entendi bien la parbola. Su inteligencia del asunto coincidi plenamente con la

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de Jesucristo. Destacamos esta coincidencia intelectual. El Seor jams impone una solucin violenta, jams impone su propia conviccin acerca de la verdad. La propone a la libre aceptacin de sus interlocutores en la materia del dilogo, quienes concordaban con toda libertad. Ninguno pretenda imponer la verdad por la fuerza. Su verdad. La verdad es un bien comn. En estos dilogos evanglicos no hay rastro de nihilismo, de relativismo o fundamentalismo. Curiosamente, todos estos "ismos" conducen a imponer al ms dbil la conviccin del ms fuerte, con prescindencia de la verdad y, en la prctica, tambin de la paz. Podra ocurrir que la conviccin del ms fuerte coincida con la verdad y la del ms dbil, con el error. Pero no se puede imponer por la fuerza la verdad a quien sostiene o cree algo errneo. He aqu el respeto por la conciencia errnea. No del error. Naturalmente, es distinta la situacin del que sabe que est en el error y sin embargo lo defiende como si fuera la verdad por cualquier inters. 136.Dios quiere ensear al doctor, a quien le debemos gratitud, con toda su suficiencia, porque l hace una pregunta que todos podemos hacernos. El doctor se coloca en la posicin de discpulo y la respuesta de Jesucristo le resulta difana. El caso puso luz en el asunto. Una luz que permiti al doctor coincidir inmediatamente con Dios. No tuvo que pensar. Vi enseguida la respuesta correcta. La parbola presenta una objetividad tan transparente que origin el conocimiento y la respuesta inmediata del doctor. 137.Dios nos conduce a la luz de lo razonable tanto para Dios como para el doctor. Una ratio communis. La razn se universaliza. La puede entender cualquiera de buena fe. Hace falta querer conocer para reconocer. De lo contrario la voluntad que puede producir el veneno de la mala fe, encuentra

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vueltas y laberintos para no reconocer lo evidente a los ojos. 138.Lo cierto es que la parbola produjo una evidencia que tumb al doctor. 139.Ahora quisiera advertir algo sobre la respuesta final de Jesucristo. Haz t lo mismo, haz t otro tanto, sigue su ejemplo. Esta respuesta debe unirse al precepto general. La norma general es amars al prjimo como a ti mismo. El doctor de la ley, al preguntar quien es mi prjimo, pidi una concrecin y vino la parbola. Podemos considerarla como un caso ejemplar. Lo que los juristas llamaran un precedente. 140.Tambin aqu podemos aprovechar mucho de lo que se ha escrito sobre precedentes en el derecho anglosajn y en el derecho continental. 141.Un precedente es importante. Por lo que debemos estar agradecidos al doctor de la ley que lo provoc. 142.Se trata de un caso ejemplar propuesto por el mismo Jesucristo. De modo que todos sus elementos y detalles son importantes. 143.Jesucristo dice: comprtate como se comport el samaritano, pues este trat al hombre como prjimo. Ama al hombre como lo am el samaritano. Este es el ejemplo. Es una norma divina. Un precedente divino. 144.La cuestin est ahora en aplicar el precedente, seguirlo. Aplicarlo a las tantas situaciones que se nos presentan. Tenemos una brjula: el buen samaritano. Debemos obrar en esa direccin. No tendremos una norma individual para cada caso que se nos presente. Dios podra habernos dado tantas normas individuales como situaciones. Porque su poder alcanzara para ello. Pero no lo ha hecho as. Probablemente para no vincularnos con

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disposiciones que pudieran restringir nuestra libertad. Adems de que no sera razonable que Dios nos estableciera normas para actuar en todas las situaciones. En cambio Dios nos dice: ve y haz tu otro tanto. Otro tanto, lo mismo, igual. Obviamente no quiere decir idntico. Es una cuestin de amor. Y sabemos que la nica medida del amor es amar sin medida. El amor puede llegar a dar la vida. Repasemos las historias de los santos. 145.En el amor hay responsabilidad, no arbitrariedad. No podramos confundir la conducta del samaritano con la de un rico que paga el hospedaje del hombre por meses y meses arruinando sus hbitos de trabajo y servicio. A ese tal rico tambin se le pide el estandard del buen samaritano; no extravagancias ni locuras. No se trata de vestir al hombre con finsimos vestidos, ni de ofrecerle exquisitos manjares. 146.El amor es prudente. Amar sin medida no significa hacer lo absurdo. Sera absurdo el amor por la ruleta rusa. Es decir, no sera amor. 147.Aqu rozamos la delicada cuestin de la relacin entre la norma o la ley y la aplicacin de la norma a las situaciones particulares. Es un asunto clsico de la teologa moral, que damos por supuesto. La cuestin se plantea en la filosofa y la filosofa del derecho con rasgos anlogos. 148.La parbola del buen samaritano est llena de enseanzas, pero particularmente hay en ella una teologa de la cruz. Un hombre va por el camino, por la vida, y resulta medio muerto por unos ladrones. Dios lo pone a su vez en el camino de otros tres personajes. Slo uno toma la cruz que Dios les ha puesto. Dios le ha enviado la cruz al herido, pero quiere hacerles participar a los otros tres de esa cruz. Uno solo la toma. He aqu una gran leccin para el anlisis de la vida cristiana.

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149.El sufrimiento, el dolor, arraiga en el misterio de la salvacin del mundo y de ste toma todo su sentido. El sufrimiento humano slo puede iluminarse a la luz de ese misterio que manifiesta al hombre quien es verdaderamente el hombre. VIII Ser para Dios y ser de Dios 150.El hombre no es un ser para la muerte como deca Heidegger. El hombre es un ser para la Cruz. Para participar en la cruz. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte (Conc. Ecum Vat II, Constitucin pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et Spes, 22). 151.Los no creyentes pueden tambin ir a la cruz. Porque la realidad fortsima de la Cruz, no depende de la creencia del hombre en ella. An quien no tiene fe puede considerar como si fuera verdad la resurreccin. Y descubrir luego que hay en ello algo de sentido y quiz pueda llegar a recibir la fe. La fe es connatural al sufrimiento. Quizs pueda querer conocer la vida de los santos. La santidad enciende la fe. Los santos nos sostienen. La poderosa fuerza de su debilidad nos produce una cierta evidencia emprica de la fe de ellos. Y la fe de ellos nos interpela. Qu decimos ante esa fe?Cmo la tomamos? 152.El problema del mal, el problema del dolor es probablemente la objecin ms fuerte que pueda levantarse contra Dios. Hay males morales como v. gr. la tortura de un inocente que hacen preguntar cmo Dios puede permitirlo? Tambin se presentan males externos al actuar humano. Terremotos, epidemias, catstrofes. 153.La teologa nos ensea que Dios permite el mal

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como algo necesario para producir un bien mayor o para evitar un mal mayor. Pero sabemos de las dificultades que la filosofa enfrenta para responder a estas objeciones. 154.Se suscita esta tesis: la omnipotencia divina est limitada por el libre albedro del hombre. Dios no podra impedir el libre obrar del mal por el hombre. 155.Dios no puede querer positivamente el mal moral. Puede permitirlo, esto es, no impedirlo, pero lo prev y puede evitarlo. 156.Si Dios debiera impedir todo mal, debera estar pendiente para impedir cada mal fsico y moral. Si lo hiciera, la libertad del hombre sera mera apariencia, pues l no podra hacer ningn mal porque Dios estara siempre vigilante para impedrselo. Si fuera as qu mrito podra haber? No podra haber nada realmente valioso y digno. Porque esta misma dignidad supone haberla obtenido, ganado, por mrito. Lo contrario conducira a un indiferentismo total. A un quietismo o nihilismo tales que ya nada valdra la pena. Qu sacrificio tendra sentido si bastara con esperar la inexorable voluntad de Dios. 157.Dios no impide todos los males que pueden ocurrir, pero los ordena de tal modo que de ellos pueda llegar a ser un orden de bien en el cual los males sirven para que resplandezca el valor de la verdad y del bien. Dios est recreando continuamente la creacin y depurndola, haciendo de los males que la afectan y tienden a destruirla, mayores bienes. Dios trabaja continuamente. Mi Padre trabaja siempre y Yo tambin trabajo. Trabaja convirtiendo el mal y las privaciones en bienes de Dios. Los bienes de Dios son a veces ocultos al sentido del mundo. Una cosa que la gente llamara prdida: de patrimonio, de otros bienes; puede estar preordenadada a un bien. Dios preordena el mundo

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para la salvacin del hombre de un modo misterioso que pasa por la Cruz, y que hacen de aquel modo misterioso el MISTERIUM SALUTIS. La salvacin del hombre no es un clculo matemtico que hay que hacer correctamente. Se parece ms a echarse en los brazos de la providencia divina, pero remando con todas las fuerzas de nuestro amor para vencer la corriente del mal. Nuestras fuerzas intelectuales no son tan capaces sino para atisbar, tan slo, el misterio divino de la salvacin del hombre. Dios cuenta con la lucha del hombre contra el mal y por cierto que esa lucha le causa sufrimiento, pero el sufrimiento de la lucha es un bien querido por Dios en su providencial gobierno del universo. El hombre est llamado tambin a sufrir heridas absurdas sin aparente sentido alguno, en la paciencia, en el dolor; pero tambin en la esperanza de la felicidad ltima de vivir mirando a Dios cara a cara. 158.Si pensamos en la felicidad humana que produce la contemplacin del rostro sublime de la persona amada, podramos barruntar, quizs, en aquella contemplacin, un reflejo anlogo a la visin beatfica (J. Ratzinger, El Dios de la fe y el Dios de los filsofos, Madrid, 1963, Ch. Journet, El Mal, Madrid, 1965). 159.Sufrir la privacin de esta felicidad irremediablemente es el dao o mal irreparables. Es como estar vagando por el mundo desesperadamente sabiendo que no se alcanzar la felicidad que existe y que es inasequible para nosotros. IX Dios lo hizo pecado por nosotros 160. DIOS LO HIZO NOSOTROS (2 Cor. 5, 21). PECADOPOR

161.Jesucristo no fue pecador, pero el Padre lo hizo

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responsable de todos los pecados cometidos en toda la historia. Por eso dice Pablo: lo hizo pecado. 162.Podemos entrever lo terrible de estas palabras, lo hizo pecado, si contemplamos lo que podra significar cargar con la responsabilidad de todos los pecados del mundo. Nosotros, y me parece asentar una afirmacin segura, no podemos ni imaginarnos lo que eso significa. Ah est el misterio: Dios abandonado por Dios? El Padre carg sobre l (Is. 53,6). No eran suyos. Eran nuestros. Carg la responsabilidad de pagar por todos los pecados. Pagar significa cancelar, disolver el vnculo de la obligacin, es extinguir la obligacin. Esto es Cristo en la Cruz. Cargar todo el mal de volver la espalda a Dios contenido en el pecado (Salvifici Doloris, 18). 163.Sufrimiento humanamente inexplicable, la ruptura de Dios con Dios (Ibid). Jams podremos experimentar ni comprender este misterio de la Cruz. 164.Pero es imposible dejar de pensar que el Padre y el Espritu Santo sufrieron la misma Pasin del Hijo. Misteriosamente tambin, la Trinidad beatsima asumi la terrible carga del pecado del mundo. 165.Pero este parto no se realiza sin nosotros Y podemos hacerlo. Podemos s, reconociendo en cada dolor personal y ajeno una sombra de su infinito dolor, un aspecto, un rostro de l, cada vez que se presenta no lo alejamos de nosotros, sino que lo acogemos en nuestro corazn, como si lo acogisemos a l. Y si luego, olvidndonos de nosotros mismos, nos lanzamos a hacer lo que Dios nos pide en ese momento presente, en el prjimo que l nos pone delante, dispuestos slo a amar. Veremos entonces muy a menudo que el dolor se desvanece como por encanto y que en el alma permanece slo el amor (van Thuan, op. cit, 108).

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166.Al leer este prrafo podemos sentir el temblor ante nosotros del hombre medio muerto que el samaritano salv. Es claro que tenemos que padecer con nuestros sufrimientos por la salvacin del prjimo: un rostro de l. 167.Acudamos a los brazos amorosos del Padre, a las espinas de Jess, al fuego del Espritu y a la ternura de nuestra Madre, para que nos ayuden a poder hacerlo. Ahora vemos claro tambin que solos no podemos siquiera compadecernos como lo hizo el samaritano. 168.Dios quiera hacernos como a van Thuan: nunca dej de amar a todos, a nadie exclu de mi corazn (Ibid). 169.Yo conoc a un santo sacerdote que era particularmente experimentado y versado en la cruz. El no slo exhortaba sino que compela al sacramento de la penitencia. 170.quienes haban de amarle, se comportan con l de una manera que va de la desconfianza a la hostilidad, de la sospecha al odio. Le miran con recelo, como a mentiroso; en cambio, con el ateo y el indiferentese llenan de amabilidad y de comprensin. 171.En el dolor hay el conocimiento de un desorden biolgico, en el dolor fsico. 172.En el sufrimiento hay una conciencia de separacin, de ausencia, de una prdida. i.e. de una privacin fsica o moral. X El dolor como privacin 173.El dolor y el sufrimiento son formas del mal, por

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un desorden o una privacin. 174.El dolor de la privacin o el despojo socava el ser interior. La conciencia de ese despojo, al despojarle de lo que tiene, lo repliega sobre lo que l es, y al descubrirle el sentido de lo que ha perdido, le da mucho ms. El dolor permite medir el grado de seriedad que somos capaces de dar a la vida (L. Lavelle, Le mal et la souffrance, Paris, 1940, 114). 175.Ahora, en realidad no podemos siquiera acercarnos a la inteligencia del dolor y de la muerte si no volvemos los ojos al hombre Cmo fue creado el hombre? Dios lo ha creado en estado de gracia. Dios lo cre ordenado a la gracia y un solo bien de la gracia es superior al bien total de la naturaleza, dice el Doctor Anglico. 176.El sufrimiento, que es un mal fsico, puede remediar un mal moral an ms grave que el fsico. De ah que el dolor y el sufrimiento siendo males, producen o al menos, son susceptibles de reducir bienes. 177.El sufrimiento solo parece inteligible al claroscuro de la luz de la razn sobrenatural: Pero el hombre ha de luchar contra el sufrimiento que es un mal. En principio, es bueno el uso de analgsicos. Como el mal del sufrimiento se hace un bien. Hay que preguntarle a quien lo hace: Dios. 178.Dios sustituye el mal por el bien. He aqu el fundamento de todo sufrimiento de lo absurdo y lo cruel del mundo. El sufrimiento produce la paciencia y la esperanza en la salvacin. 179.Aquella obra de sustitucin es una especie de nueva creacin, de rectificacin, de limpieza y purificacin del ser, de perfeccionamiento. Y este perfeccionar es una recreacin divina en la que podemos cooperar. La verdad de que Dios hace de

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un mal un bien es la piedra de toque de toda la filosofa y la teologa. 180.Advertimos de este modo que es insostenible la tesis de Leibnitz, segn la cual este es el mejor de los mundos. No lo es. Dios no est vinculado a crear el mejor de los mundos. No puede haber el mejor de los mundos : Porque Dios siempre podra crear uno mejor. 181.El mundo es bueno. No el mejor. Y el mal que hay en el mundo tiene una justificacin, un sentido, en un bien superior al cual el mismo mal est ordenado por Dios. Dios ordena el mal hacia ese bien. Esta es nuestra esperanza. Necesitamos mucha paciencia y mucha fe en Dios para creer que El hace del mal un bien superior, que no hay mal que por bien no venga. Y que Dios hace nuevas todas las cosas. 182.Sobre todo esto hay libros magnficos. He ledo algunos. A los que tengan la posibilidad de leer en otras lenguas me permito hacer algunas sugerencias, con fines muy distintos. 183.Para algunos habr un inters filosfico, para otros teolgico, para otros asctico dirigido a la oracin. Para m hay cierta unidad en ellos. Si creemos en Dios, es propio que queramos hablar con l y preguntarle cosas. As podremos hablar de l y de nosotros y de lo creado. Si no creemos, el problema del mal nos enfrenta a las dificultades filosficas ms complejas, y an desde el punto de vista filosfico, conoceremos el punto de vista de Dios. Y seremos interpelados por el. El llama a todos. A los filsofos tambin. Y oiremos aquellas terribles palabras del Evangelio: .. el que crea se salvar, el que no crea se condenar. Debemos entender con cuidado estas palabras. Pero tenemos que entenderlas. Hay all un requerimiento absoluto.

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Hoy, algunos diran, fundamentalista. 184.En qu habr de creer aquel a quien se pone ante la disyuntiva tan inexorable? Dios ha amado tanto al mundo que ha entregado a su nico Hijo para que quien crea en El no perezca y posea la vida eterna (Ioh. 3, 6). XI Creer es tomar la Cruz. La opcin final de la vida entera 185.En que Dios ha llevado a su propio Hijo hasta la Cruz para que quien crea en l no muera. Creer en l es tomar parte en su Cruz. Y tomar parte en su Cruz, es aceptar que l ilumine y transfigure nuestros sufrimientos ponindolos en su Cruz que hace de nuestros sufrimientos un atisbo de su Cruz. Es al pie de la Cruz donde debemos responder si creemos o no. Es una opcin final. Y son muchas las opciones que se presentan por el camino. 186.En un artculo de J. Valety, Le dernier pech du croyant. Essai theologique sur limpenitence final, Revue de ciences religieuses 1928, p. 50-68, se plantea la cuestin del creyente que, a la hora de la muerte, est en pecado grave, pero conserva la fe. Al final de la vida del pecador creyente Dios le dara una opcin final, un ltimo ofrecimiento de gracia. Si la aceptara se salvara, sino perdera su fe. El ltimo pecado del pecador creyente sera un pecado contra la fe. En la muerte la coexistencia entre fe y pecado debe desaparecer. Las representaciones fragmentarias y los deseos parciales cesan automticamente y en el acto ltimo que el alma pondr entonces, estn presentes a la vez toda su clarividencia de la mente y todo el impulso de la voluntad (Ibid, 55). 187.Tambin P. Glorieux, siguiendo a Santo Toms, escribi sobre esta opcin, del modo ms valioso

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Endurcissement final et grces dernires, NRT 59 (1932) 865-891. 188.Cul es el instante del paso, del trnsito? En toda mutacin instantnea no se puede determinar un ltimo instante en que el estado precedente existira y un primero en que comenzara el nuevo estado; simplemente, el primer instante del estado nuevo termina por si mismo el estado precedente que ahora cesa. Para Santo Tomas, la muerte ser tan exactamente el primer movimiento en que el alma se encuentra separada como el ltimo en que est unida (Ibid, 881s.). 189.El hombre sera iluminado en ese instante a la manera anglica. 190.Glorieux considera que la muerte forma parte todava del estado de prueba. 191.Emil Mersch, contempla la muerte como acto, un acto del alma, un acto consciente y libre (La Theologie du Corps Mystique I, Bruges, 4 edi. 315). 192.Rahner tambin ha estudiado la cuestin. Conviene partir del modo en que Rahner ve la realidad del tiempo. Es slo el instante actual? Es pasado no es, ni el futuro es. Pero no se puede concebir el tiempo humano como el tiempo fsico. 193.El hombre es un sujeto que se posee a s mismo en la fugacidad de los instantes que posee su tiempo como totalidad. Lo pasado se hace actual en el presente y lo futuro tambin se actualiza en su anticipacin. El tiempo as es historia. El futuro es importante para el presente. El hombre necesita saber sobre el futuro porque es un devenir hacia l y ese saber anticipado es un saber sobre el presente. En este contexto Rahner sostiene que la muerte en cuanto accin espiritual personal del hombre concluye el status viae. Ello no slo es un accidente

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pasivamente soportado, sino tambin como accin del hombre desde dentro (Zur Theologie des Todes, Freiburg, 1958, p. 29). La muerte es en cuanto fin de la persona espiritual, accin, y es como naturaleza el fin de la vida biolgica, pasin, demolicin y ruptura. El hombre es sujeto agente y paciente de su propia muerte. Rahner defiende la reviviscencia de los mritos ganados en la vida. El fin (Ende) tiene que ser consumacin (Vollendung) (Ibid, 186). 194.El futuro forma parte del presente. La muerte goza de una presencia axiolgica de la vida, que da al hombre la medida de la autenticidad de su ser como un ser para la muerte. 195.En la afirmacin de la muerte, consiste la accin de morir, accin inseparable de la pasin de morir. Lo que solemos llamar muerte es el fin de ese morir continuo que sucede en la vida y morimos a lo largo de la vida hasta el fin del morir la accin de la muerte no tiene lugar en aquel instante del tiempo fsico mentado por la medicina y por el lenguaje vulgar cuando hablan de deceso y de muerte sino en toda accin libre en que el hombre dispone de la totalidad de su persona. La muerte como accin es siempre accin de salvacin o de perdicin (Ibid, 6365). 196.En Rahner no hay lugar para la doctrina de la opcin final. En Rahner el devenir del hombre no es incompatible con su ser. El hombre es un devenir. La peculiaridad consiste en ser ya, mientras trata todava de llegar a ser plenamente. 197.Toda decisin terrena es provisoria y rectificable, respecto de cada decisin, pero no de todas tomadas en su conjunto. Si la vida en el tiempo tiene sentido y no es el juego absurdo que pensaba Sastre, la muerte, fin de la temporalidad, confiere al hombre su definitividad. No por una opcin final, que vaciara la

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vida misma, sino en cuanto una totalizacin de actitudes vividas y acumulacin del pasado, convertido en presente eterno. 198.La muerte como accin, no es la opcin final, sino la vida misma como ser para la muerte. 199.Un opcionalismo en el instante final de la muerte se puede parecer a la doctrina de la opcin fundamental. La accin de morir es la accin de todos los actos, de todos los das del ser que es para la muerte. Morir todo el tiempo y todo el tiempo decidir por la salvacin o la perdicin. La suma de esas decisiones ser la accin vital de ir muriendo al vivir. 200.Es claro que esto no debe entenderse en sentido cuantitativo como una contabilidad exterior de los actos buenos y males. Pero cierta contabilidad es llevada prolijamente. Habr actos cuyo peso tenga mayor significacin como acto salvfico o condenatorio Pero todo tienen su propio peso. En esta materia como en la de la opcin fundamental, lo que interesa es el si de cada acto. O el no al Salvador. Ahora s. Luego s y despus s. No alcanza con un solo s fundamental dado en una opcin final. Decirle s a la Cruz de Cristo todos los das, nos hace morir con Dios, nos hace un ser para la Cruz. 201.El hombre que ha mirado a la Cruz y a su muerte a lo largo de su vida, al final encontrar los efectos salvficos de la Cruz. 202.A pesar de todas las consideraciones y estudios nadie puede negar que una decisin final carezca de la profundidad y autenticidad suficientes para revocar una mala vida. Si la gracia de Dios toca una vida de pecado, quien podr negar el poder de Dios que es reconocido por el hombre. Pero, como sabemos, no hay una vida de pecado ni una vida toda de virtud. La vida humana es un claroscuro. Cada una con sus

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matices. La persona humana es y tambin se hace. La persona tiene naturaleza y tambin historia. Una naturaleza histrica y una historia natural. Inescindibles. Las vidas de los santos bien podran estudiarse a la luz de la antropologa filosfica o mejor an, sta a la luz de aquellas. Si pudiramos conocer las vidas de los santos! Cuntas enseanzas podramos sacar! Sera una gran cosa que se publicaran los procesos de canonizacin completos. Cuantas enseanzas podramos sacar de los casos! La vida humana es anloga. Y en cierto modo participa de la vida divina. Esta participacin es la gracia. XII La opcin final del buen ladrn 203.Observemos con cuidado la opcin final del buen ladrn. Y la respuesta infalible de Jesucristo en la Cruz. No le record su vida de ladrn. El ms mnimo acto de amor a Dios del ladrn da lugar a esa inundacin total de la gracia divina que le obtiene la salvacin. Quin podra decir que el buen ladrn no fue un santo? Por qu el Crucificado, precisamente por unas palabras finales, lo asumi al