Teología. Tomo L, N° 111, Agosto 2013 - Biblioteca...

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revista Tomo L N° 111 Agosto 2013 TEOLOGÍA nº 111: OSCAR H. BELTRÁN: La integración del saber en la obra de Jacques Maritain • LUIS M. BALIÑA: Los cíclopes no cultivan • LUCIO GERA: Vocación sacerdotal y ministerio teológico • GUSTAVO R. IRRAZÁBAL: Tras del Concilio. Perspectivas de la doctrina conciliar sobre la conciencia • PABLO H. BARRIOS: Los rostros de la comunión. Una propuesta sitemáti- ca a partir de la teología de Yves M. J. Congar • ALEJANDRO E. NICOLA: La exégesis de la realidad social en los Padres de la Iglesia • M. MARCELA MAZZINI: El acompañamiento espiri- tual como práctica eclesial • ANDRÉS F. DI CIÓ: “¿Cómo lees?” (Lc 10,26). Una pregunta a Michael Theobald • Notas Bibliográficas • 5 0 º Aniversario

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  • revista

    Tomo L N 111 Agosto 2013

    TEOLOGA

    n 111: OSCAR H. BELTRN: La integracin del saber en la obra de Jacques Maritain LUIS M. BALIA: Los cclopes no cultivan LUCIO GERA: Vocacin sacerdotal y ministerio

    teolgico GUSTAVO R. IRRAZBAL: Tras del Concilio. Perspectivas de la doctrina conciliar

    sobre la conciencia PABLO H. BARRIOS: Los rostros de la comunin. Una propuesta sitemti-

    ca a partir de la teologa de Yves M. J. Congar ALEJANDRO E. NICOLA: La exgesis de la

    realidad social en los Padres de la Iglesia M. MARCELA MAZZINI: El acompaamiento espiri-

    tual como prctica eclesial ANDRS F. DI CI: Cmo lees? (Lc 10,26). Una pregunta a

    Michael Theobald Notas Bibliogrficas

    50Aniversario

  • Revista de la Facultad de Teologa de la Pontificia Universidad Catlica Argentina

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    revista

    ISSN 0328-1396

    Tomo L N 111 Agosto de 2013

    TEOLOGA

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  • Nota del Director . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

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    Oscar H. Beltrn

    Luis M. Balia

    Lucio Gera ()

    Gustavo R. Irrazbal

    Pablo H. Barrios

    Alejandro E. Nicola

    M. Marcela Mazzini

    La integracin del saberen la obra de Jacques Maritain . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Los cclopes no cultivan . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Vocacin sacerdotal y ministerio teolgico . . . . . . . . . . . . . .

    Tras del Concilio. Perspectivas de la doctrina conciliarsobre la conciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Los rostros de la comunin. Una propuesta sistemticaa partir de la teologa de Yves M.-J. Congar . . . . . . . . . . . . .

    La exgesis de la realidad socialEn los padres de la Iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    El acompaamiento espiritualcomo prctica eclesial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Revista de la Facultad de Teologa de la PontificiaUniversidad Catlica Argentina

    TEOLOGA

    Tomo L N 111 Agosto 2013

    SUMARIO

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    Andrs F. Di Ci

    Notas Bibliogrficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Cmo lees? (Lc 10,26).Una pregunta a Michael Theobald . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

  • En su quincuagsimo aniversario, presentamos el segundo volu-men de Teologa correspondiente al ao 2013. ltima etapa del ao dela Fe, a lo largo del cual hemos procurado reflexionar an ms sobrenuestro quehacer teolgico en relacin con dicha experiencia funda-mental. En efecto, el Papa Francisco nos recuerda que ella nace delencuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, unamor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar segu-ros y construir la vida. Transformados por este amor, recibimos ojosnuevos, experimentamos que en l hay una gran promesa de plenitudy se nos abre la mirada al futuro (Lumen fidei 4). La Teologa, por suparte, a la vez que busca pensar y entender aquello que cree, puedeconfigurar a telogos y telogas como expertos en humanidad,mostrando al ser humano contemporneo que el Evangelio es unacontecimiento antropolgicamente significativo (cf. F. J. ORTEGA,Fe y teologa: elogio de la via eminentiae, Teologa 110, 2013, 39).Propsito muy noble para una Facultad de Teologa.

    Iniciamos este nmero con el aporte de dos docentes pertene-cientes al Departamento de Filosofa de nuestra Facultad. En primerlugar, el Dr. Oscar H. Beltrn publica la segunda parte de su tesis doc-toral, y completa, de esta manera, el estudio iniciado sobre la integra-cin del saber en la obra de Jaques Maritain (cf. Teologa 109, 2012, 19-50). En aquella ocasin, el profesor Beltrn haba trazado el itinerariode dicho pensador a partir de sus principios: la intuicin del ser y suanaloga, el realismo crtico, y la distincin y relacin recproca entre

    NOTA DEL DIRECTOR

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    fe y razn. A partir de estos fundamentos, defini la naturaleza propiadel conocimiento cientfico y sus tres grandes mbitos: la filosofa, laciencia propiamente dicha y la teologa. En este artculo estudia la ins-tancia de unidad del saber, tomada bajo dos enfoques: la unidad deorden, que surge de la jerarqua natural de las ciencias en razn de susdistintos objetos formales, y la unidad de integracin, que plantea lainteraccin entre las disciplinas bajo la referencia a un nico objetomaterial. Concluye con un aporte original de Maritain que l mismodesign como epistemologa existencial.

    El captulo IX de la Odisea de Homero, donde se encuentra lavisita a la isla de los cclopes, es el punto de partida del estudio quepropone el Dr. Luis M. Balia, como mirada a los orgenes de nuestracultura. El texto es el fruto de un seminario de investigacin acerca dedicha obra y pone en relacin los pasos de la hermenutica resumidospor el Dr. Nstor Corona: comprender - explicar - comprender, comoanlogos de la primera, segunda y tercera navegacin de Platn.

    El Concilio Vaticano II y su gran propuesta de renovacin paratoda la Iglesia, sigue siendo fuente inspiradora de artculos en nuestrarevista. En esta ocasin, reclaman la atencin dos investigaciones y untestimonio. ste ltimo corresponde al Pbro. Dr. Lucio Gera (), quiensirvi a la Facultad durante cincuenta y cinco aos. Si bien ejerci eldecanato durante tres perodos, fue en el primero de ellos (1965 a 1969)cuando le correspondi poner en prctica las orientaciones del Concilioy promover una Facultad para todos los miembros del Pueblo de Dios,incluyendo laicos y laicas. Mi estudio y enseanza teolgica -declara-ba- proporcionaban su luz y sentido a la actividad pastoral; a su vez, laactividad pastoral daba a pensar en niveles teolgicos y aportaba su pro-pia vitalidad y dramaticidad al estudio y la enseanza teolgica. () Enrealidad, el Concilio Vaticano II y el consecuente esfuerzo de renova-cin, sali al paso de mis tendencias algo dispares, ayudndome a unifi-carlas de alguna manera en mi vida de sacerdote.

    Si bien no logr elaborar un documento especfico sobre la teo-loga moral, entre los ms importantes aportes del Concilio se cuentala doctrina sobre la conciencia de Gaudium et spes 16. Es el tema estu-diado detalladamente por el Pbro. Dr. Gustavo R. Irrazabal, sealan-do que este texto condujo a la progresiva transformacin del mtodo

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  • [NOTA DEL DIRECTOR]

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    de la Teologa Moral, donde el centro ya no ser la ley, sino el sujetomoral. Y en cuanto al tema de la conciencia, que constituye una ins-tancia de sntesis original entre naturaleza, historia y persona, el autorafirma que le corresponde una funcin que es difcil caracterizar deotra manera que como creadora, en un sentido participado, cognitivo,pero real. Tal sntesis ser siempre un descubrimiento, pero de algoque no viene dado de antemano, y como tal, tampoco se impone pors solo, sino que es tambin fruto de la libertad. Sostiene el profesorIrrazabal que este giro hacia el sujeto ha suscitado un mayor compro-miso en la lucha contra todas aquellas situaciones de sufrimiento einjusticia que amenazan la dignidad del ser humano.

    En el conjunto de los documentos conciliares, la expresincomunin es empleada en setenta y tres ocasiones. Se trata, ciertamen-te, de una categora teolgica apropiada para comprender el misterio dela Iglesia y su misin. El profesor Pablo Barrios nos pone en contactocon el pensamiento del telogo dominico Yves Marie-Joseph Congar -perito conciliar- sobre la comunin eclesial, proponiendo una nueva sis-tematizacin en torno a la idea de rostros. La comunin, consideradaanlogamente, expresa el vnculo con el misterio trinitario (rostro teo-lgico), los vnculos al interno del Pueblo de Dios y con el mundo (ros-tro eclesiolgico y pastoral), as como continuidad y novedad en unaTradicin eclesial (rostro histrico-tradicional) y la bsqueda de uni-dad plena con los dems cristianos (rostro ecumnico).

    Quizs esta etapa de la historia tenga muchos elementos comu-nes y parecidos a los que vivi la Iglesia en los primeros siglos del cris-tianismo, afirma en su artculo el Pbro. Lic. y Mgter. Alejandro E.Nicola, profesor en el Studium Theologicum perteneciente al Semina-rio Mayor de la Arquidicesis de Crdoba. A partir de esta constata-cin, nos ofrece un sugerente estudio sobre el pensamiento y la praxisde los Padres de la Iglesia en relacin con la realidad social. No sebusca -dice- repetir frmulas, sino encontrar principios inspiradores yllaves que abran a una interpretacin actual de la realidad socio-cultu-ral del mundo contemporneo.

    En marzo de 2012 se desarroll en Santiago de Chile un semina-rio internacional de investigadores en Teologa Prctica, convocadopor la Facultad de Teologa de la Universidad Catlica de aquel pas.

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    El encuentro tuvo muy presente el trabajo indito del profesor del Ins-tituto Catlico de Paris, Henri-Jerme Gagey: Notas acerca del esta-tuto de la Teologa Prctica. La Dra. Mara Marcela Mazzini retomaalgunas de las propuestas de H.-J. Gagey, y ponindolas en dilogocon las de D. Tracy y I. Baumgartner, las aplica al acompaamientoespiritual entendido como prctica eclesial. Estudiarlo de esta maneraimplica preguntarse: Por qu los cristianos cada vez ms se acercan alas diversas instancias de acompaamiento formal e informal que laiglesia propone? Evidentemente encuentran all algo valioso, Qu es?Cmo puede potenciarse? A la luz de estas preguntas, conviene inte-rrogarse: Qu habilidades, aptitudes y recursos deben tener los acom-paantes espirituales? Cmo encarar esa formacin?

    El profesor Michael Theobald, docente de Nuevo Testamentoen Tubinga, ha escrito una breve reaccin al libro del entonces PapaBenedicto XVI sobre la infancia de Jess: Jesus von Nazaret. Prolog,publicado el ao 2012. Este nmero se completa con el aporte deAndrs F. Di Ci, quien se propone volver a considerar, a partir dedicha reaccin, el modo en que debe leerse la Escritura en el seno dela Iglesia catlica. Cuestin todava candente -como lo reconoce elmismo autor-, y por lo tanto, objeto permanente de estudio.

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  • RESUMEN

    En la segunda parte de este estudio se desarrolla la instancia de unidad del saber,tomada bajo dos enfoques: la unidad de orden, que surge de la jerarqua natu-ral de las ciencias en razn de sus distintos objetos formales, y la unidad deintegracin, que plantea la interaccin entre las disciplinas bajo la referencia aun nico objeto material. Acerca de la unidad de orden se desarrolla la teoraclsica de la subalternacin, con los matices pertinentes a la diversificacinactual tanto de las ciencias naturales como humanas. Con respecto a la unidadde integracin, se exponen los trminos fundamentales del dilogo entre la filo-sofa, la teologa y la ciencia. Finalmente se introduce un aporte original deMaritain que l design como epistemologa existencial, en el que se intentasuperar la rigidez de los objetos formales hacia una visin que se orienta a loconcreto. Como ejemplos se introducen el tema del conocimiento por conna-turalidad, la ciencia como virtud y la cuestin de la filosofa cristiana.

    Palabras clave: integracin del saber Maritain ciencia filosofa cristiana

    ABSTRACT

    The second part of this study develops the question of the unity of knowledge,under two aspects: the unity of order, which arises from the natural hierarchyof the sciences due to their distinct formal objects, and the unity of integration,which establishes the interaction between the disciplines in reference to the onematerial object. As to the unity of order the classical theory of subalternationis developed, with the distinctions called for by the actual diversification bothin the natural and human sciences. With regard to the unity of integration, the

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    OSCAR H. BELTRN

    LA INTEGRACIN DEL SABEREN LA OBRA DE JACQUES MARITAIN1

    1. Segunda parte del artculo publicado en Teologa 109 (2012) 19-50.

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  • 12 Revista Teologa Tomo L N 111 Agosto 2013: 11-44

    OSCAR H. BELTRN

    fundamental terms of the dialogue between philosophy, theology and scienceare presented. Finally, the original contribution of Maritain, which he calledexistential epistemology, is introduced, in which an attempt is made to over-come the rigidity of the formal objects towards an outlook directed to the con-crete. As examples, the theme of knowledge as connatural, science as a virtueand the question of christian philosophy are introduced.

    Key words: integration of knowledge, Maritain, science, christian philosophy

    En la primera parte de este trabajo se ha propuesto el lema distin-guir para unir como esquema expositivo de la concepcin maritainianaacerca de la integracin del saber. All se present, adems, el momentode anlisis o distincin de los saberes, partiendo de la identificacin degrandes ncleos (filosofa, teologa, ciencia) y derivando hacia una clasi-ficacin que articula diferentes criterios en otros tantos niveles, y prea-nuncia en cierto modo la instancia de vinculacin entre las partes.Corresponde en esta ltima entrega desarrollar el momento de la uni-dad, el cual requiere previamente de una justificacin metafsica.

    En ese contexto la unidad del saber es contemplada como res-puesta madura y vital del conocimiento a la unidad del ser mismo.Aqu es oportuno recordar lo dicho acerca de la analoga como clavede la articulacin entre lo uno y lo mltiple de lo real, y su inmediatarepercusin en el orden de la contemplacin. Esa desbordante riquezade formas que despliega el ser significa al mismo tiempo una comuni-cacin en el obrar, donde las cosas no slo participan de la actualidadmisma del ser sino tambin de aquella virtud que hace participar, y queno es otra que la causalidad: El mundo de Santo Toms es un mundode comunicacin mutua y de interpenetracin, un mundo de naturale-zas abiertas, recorrido de arriba abajo de la existencia por un flujo decausalidad que hace participar las cosas y sus virtudes entre s y laseleva por encima de s mismas.2 Y as como en el plano real todo gra-vita y se refiere al ser como acto y perfeccin primera, hay algo que esprimero en el orden del conocer y a lo que todo lo dems remite, lasabidura del ser o metafsica.3

    2. Ciencia y sabidura, p. 1923. La realidad es una y viviente, y cada parte de la realidad, por muy delimitada que puedan

    hacerla aparecer nuestros mtodos, est en relacin armoniosa con todo el resto. Es por eso que el

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  • La metfora del todo y las partes de un organismo viviente, o deuna sociedad, tan apreciada por la tradicin, es reiteradamente evocadapor Maritain para describir y en cierto sentido justificar la ndole de laarmona entre las ciencias.4 En efecto, el orden que se plantea entre las dis-tintas disciplinas no puede de ningn modo entenderse por mera nivela-cin u homogeneizacin, o segn el modelo en cierto modo desptico delracionalismo cartesiano, sino como una jerarqua que refleja en los gradosdel conocimiento los grados del ser: si no se admite una diferenciacininterna y una jerarqua interna, tomadas a partir de la distincin de losobjetos inteligibles determinantes, en el mundo del saber, se buscar envano recobrar esa unidad que anhela el espritu humano.5 Es una exigen-cia de la vocacin realista de la inteligencia el admitir la jerarqua en la par-ticipacin de las perfecciones del ser, y la consecuente diversidad en la luzque recoge cada una de las ciencias. Negarse a ello sera como negar todaforma de autoridad en la sociedad civil, precipitndose en la anarqua y ladisolucin: Una repblica del conocimiento en la cual cada tipo de saberreclamara para s mismo una funcin arquitectnica, o en la cual seradeclarado que ningn cuerpo de saber tuviese un rango ms elevado queningn otro, o no tuviese un rol regulador de puesta en orden, sera unarepblica de ignorancia.6 Teniendo en mente la experiencia del positivis-

    13Revista Teologa Tomo L N 111 Agosto 2013: 11-44

    [LA INTEGRACIN DEL SABER EN LA OBRA DE JACQUES MARITAIN]

    principio esencial, el fondo propio y fecundo de cada una de las ciencias (como la mayor parte de susgrandes descubrimientos), toman su origen de la metafsica, se deben a un esfuerzo de profundizacinmetafsica que, como tal, tiene un alcance universal, y se aplica a lo que, en esas diferentes ciencias,se halla en relacin con su raz comn. Y es tambin por eso que toda ciencia, si se la separa del cono-cimiento de los primeros principios y de las verdades primeras que no son su objeto propio, perohacia las cuales tiende mediante relaciones orgnicas- se encamina al desperdicio y a la muerte; elobjeto que ella conoce est muerto, como la cabeza o el brazo de un cadver que un anatomista dise-ca con cuidado; ya no es ms una realidad verdadera y actuante como la cabeza o el brazo de un cuer-po viviente, que puede muy bien ser estudiado a parte si se desea, pero a condicin de conocer tam-bin las leyes generales que rigen al cuerpo por entero. Antimoderne en: OC II, 957.

    4. Vase por ejemplo Science et sagesse en: OC VII, 1070, donde aparece el matiz de quelos hombres que conforman una sociedad son iguales en especie, mientras que las ciencias difie-ren esencialmente, de modo que les cabe con ms razn an la organizacin jerrquica. Al respec-to comenta Bars: Es en la diferenciacin de las ciencias correspondientes a la diferencia de nivelde los objetos sobre los cuales se asientan, y en el orden recproco de los tipos as distinguidos queresiden la vida y la unidad de la ciencia: es una como un viviente cuyos rganos ejercen funcionesdistintas y solidarias. H. BARS, Maritain en nuestros das, Navarra, Estela, 1962, 85-86. Sanguineti,por su parte, recomienda enfocar el tema desde la nocin de unidad de orden ms que desde laanaloga de lo orgnico, cf. J. J. SANGUINETI, Science, Metaphysics, Philosophy: In Search of a Dis-tinction, Acta Philosophica 11 (2002) 92.

    5. Science, Philosophy and Faith en: OC VII, 1029.6. Ibid.

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  • mo lgico y su impugnacin de la metafsica como instancia reguladora,Maritain afirma que el nico medio de acabar con esas miserias es reco-nocer el campo propio de competencia y la autonoma de nuestras diver-sas maneras de aproximacin a la realidad, en los diversos grados del uni-verso de lo verdadero, y la unidad de orden del saber humano.7

    En este marco se impone destacar dos salvedades. La primera esque la jerarqua de saberes no afecta a las personas que los cultivan, yaque es posible encontrar personas de menor nivel intelectual en losniveles superiores del saber, y gente ms valiosa en los niveles inferio-res. Abundan los ejemplos que el propio Maritain propone de aquellosque, honrando con su idoneidad y sus virtudes personales la prcticade una ciencia inferior y subordinada, aventajan a presuntos sabios dela filosofa y la teologa.

    La segunda aclaracin es que, si se asume a fondo la imagen deuna sociedad de conocimientos, se impone claramente la afirmacin dela libertad y la autonoma de cada parte. As como en una democraciacivil el poder regula y subsidia la libre iniciativa de los individuos, astambin la tutela sapiencial que el orden jerrquico significa no va enmenoscabo de los fueros legtimos de cada disciplina. Es justamente elsupuesto de esa libertad el que requiere la apelacin a una autoridad, afin de que la actividad de cada ciencia no obstruya ni se superponga ala de otra. Si insistimos en la metfora, el ejercicio adecuado de la auto-ridad garantiza la consecucin del bien comn social, que se resume enla paz. En el mbito del saber la visin jerrquica hace posible que cadaciencia, puesta en el lugar que le corresponde, sea capaz de progresarindefinidamente en su propio campo.8

    OSCAR H. BELTRN

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    7. La philosophie et lunit des sciences en: OC VII, 262. El pensamiento de Maritain fueevolucionando en este sentido hacia un reconocimiento cada vez mayor de la autarqua de las cien-cias particulares, ayudado por el gusto natural que senta hacia ellas y por una visin ms templa-da de la perspectiva tomista. Dice Brazzola: (J.Maritain) para llegar a ser filsofo pas por el estu-dio de la biologa, y su gusto por las ciencias experimentales no ha sido jams desmentido. l lesha dedicado una parte importante de sus trabajos, pero sobre todo a la filosofa de la naturaleza.Si al respecto se dibuja una cierta evolucin en su pensamiento es debida a una progresiva tomade conciencia de la autonoma de las ciencias y se manifiesta en que, con el tiempo, est menosinclinado a combatir los malentendidos histricos, a denunciar los vnculos peligrosos, y por lti-mo a que sea capaz de conceder ms derecho al positivismo metodolgico de las ciencias que sehan desembarazado de su pseudo-metafsica materialista. G. BRAZZOLA, Renouvellement de laphilosophie de la nature, Nova et Vetera 64 (1989) 217.

    8. Science, Philosophy and Faith en: OC VII, 1033-1035. Habida cuenta del inters tan des-

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  • Ahora bien, as como las ciencias se diversifican segn su objetoformal, as tambin confluyen en la contemplacin del mismo objetomaterial. En razn de lo primero, hay entre las ciencias una relacin deorden, de unidad en lo mltiple que implica, adems, la jerarqua degrados. Esa jerarqua, fundada en la dignidad de los objetos, es reque-rida a fin de establecer el principio regulador del orden. Ninguna cien-cia particular puede exceder su propio objeto para entrar en el de lasdems, ni es competente para sealarles su lugar. Es preciso que elconocimiento que se ocupe de esa tarea pertenezca a un plano supe-rior, omnicomprensivo y sapiencial. Es el plano de la filosofa. No porcierto entendida como filosofa de la ciencia, sino como metafsica, osea como teora de la realidad en cuanto tal.9

    En razn de lo segundo, o sea de la concrecin en el objetomaterial, todas las ciencias, adems de las relaciones fundadas en suposicin jerrquica, se vinculan bajo una unidad de integracin. No setrata de aproximar conocimientos o yuxtaponer perspectivas para nolograr otra cosa que confusin. Es preciso que cada ciencia dialoguecon las otras y con las cosas, para que los diferentes discursos repro-duzcan en su interaccin e iluminacin mutua la armona propia delente concreto. Al modo como el sujeto y el predicado de una oracinexpresan por composicin o divisin lo que se da en las cosas, tambinlos distintos saberes han de convivir e integrarse para que resplandez-ca en el espritu la unidad de lo existente.10

    As pues, nuestro autor nos sugiere una ruta para comprender la

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    tacado de Maritain por la filosofa poltica, vale preguntarse por el alcance que l mismo estara dis-puesto a dar a la expresin repblica de conocimientos. Tal vez su defensa del personalismopodra servir de instancia hermenutica para la comprensin del vnculo entre las ciencias particu-lares y la gua sapiencial de la filosofa y la teologa.

    9. La philosophie et lunit des sciences en: OC VII, 252.10. No es suficiente, sin embargo, con insistir acerca de la unidad de orden, por muy fun-

    damental que ella pueda ser. Hay otra especie de unidad, igualmente indispensable, que desearallamar unidad de integracin. Las diversas disciplinas del saber, en efecto, no solamente se orde-nan unas por encima de las otras, en razn de su camino de aproximacin formal, sino que tam-bin se hallan en intercomunicacin necesaria, en la medida en que se ocupan del mismo datomaterial, de la misma realidad como sujeto material percibido desde puntos de vista tpicamen-te distintos. Por otra parte [] en cada caso la unidad de la que hablamos ahora se manifiesta anivel de la disciplina de saber supravalente o sobreordenada con referencia a los otros mediosde saber, unificados, no por mutua interpenetracin (o confusin), sino por integracin por enci-ma de su propio campo especfico- a los fines, a la perspectiva y a la luz propias de esta disciplinasuperior. Ibid., 263.

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    complejidad de aquella unin que acompaa a la distincin: hemos dediferenciar la unidad de orden y la unidad de integracin. En la primeraser fundamental recurrir a la teora lgica de la subalternacin, en laamplitud de sus formas. En la segunda veremos de qu manera puedeuna ciencia abastecer a otra para la ilustracin e inspiracin de su tem-tica, y tambin tendremos en cuenta la relacin de instrumentalidad.

    1. La unidad de orden

    1.1 La atraccin de las ciencias

    Para tratar esta cuestin Maritain asume la analoga entre losgrados del ser y la causalidad y a partir de all plantea la disposicinjerrquica de las ciencias. La supremaca de algunos saberes sobreotros depende, ante todo, de la perfeccin y riqueza de su objeto,como sucede con la teologa que versa sobre Dios, o con la metafsicaque estudia el ser en cuanto ser. Pero tambin puede tomarse en cuen-ta la pureza de los medios argumentativos y el estado de plena certezaal que por ellos se llega, como en el caso de la matemtica. Esta supe-rioridad hace que tales saberes resulten especialmente atractivos parael intelecto, de modo que, al cultivar un dominio particular, brotacomo un reclamo o aspiracin a continuar la bsqueda sin detenerseen causas prximas o principios especiales.

    Un ejemplo caracterstico de esta demanda aparece en el caso de lasllamadas ciencias de la verificacin en cuanto distintas de las ciencias de laexplicacin, segn fue presentado en la entrega anterior. Recordemos quelas ciencias de la verificacin, o saberes quia, slo indican que algo es deun modo u otro, como dato bien consignado. Pero no tienen como tareapropia el dar las razones o la justificacin de lo que las cosas son. Son dis-ciplinas afincadas en el detalle fctico, capaces de integrar escenarios dediversa complejidad o reconocer estructuras ms o menos profundas.Pero su discurso no es en principio argumentativo, sino ms bien hist-rico o descriptivo. En la medida en que estas ciencias estn privadas demovimiento hacia la explicacin, se presenta una tendencia o inclinacina completarlas, a revestirlas de una luz ms potente y de una trama lgi-ca que alcance a perfeccionar la concepcin de su objeto. Se trata de una

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  • verdadera atraccin segn la cual tales saberes tienden a las ciencias de laexplicacin propiamente dicha, de tipo deductivo, y ello por exigencia desu naturaleza misma de ciencias.11 Ahora bien, las ciencias de la explica-cin, capaces de dar el propter quid o causalidad especfica de las cosas,son la filosofa y la matemtica. En ellas se establece una trama de nece-sidades estrictas conforme a la intuicin perfectamente definida de laesencia ut sic. Y a ellas aspiran las dems ciencias como fundamento lti-mo de su propia especulacin.

    1.2 La divisin del saber empiriolgico

    En la primera parte hemos presentado la diferencia entre saberfilosfico y cientfico en trminos de anlisis ontolgico y anlisisempiriolgico respectivamente. Tambin aclaramos en su momentoque la matemtica, debido a la ndole racional de su objeto, no puedeconsiderarse un conocimiento ontolgico. Pero ella es, no obstante, unsaber propter quid, capaz de informar con definiciones y demostracio-nes rigurosas algunos aspectos del conocimiento de la naturaleza. Apartir de estos elementos se plantea una distincin en el campo empi-riolgico entre las disciplinas que experimentan la atraccin del sabermatemtico, o empiriomtricas, y las que son atradas por la inteligibi-lidad filosfica, o ciencias empirioesquemticas.

    El orden empiriomtrico corresponde al de las ciencias donde lamateria sensible es atrada por la explicacin matemtica, y no sloatrada hacia la explicacin matemtica, sino arrastrada a la esfera deinteligibilidad de las matemticas, de modo que las causas y razonesontolgicas ceden su lugar a entes de razn matemticos construidosa este propsito, respetando a la vez los datos experimentales y num-ricos recogidos en el mundo de la naturaleza y las reglas del clculo yde la sistematizacin matemtica.12 En cuanto al tipo presentadocomo empirioesquemtico, hay tambin una resolucin en lo observa-ble, segn corresponde a lo empiriolgico, pero ya sin caer en la tramade conceptualizacin matemtica. Aqu se trata de un conocimientoque construye a modo de esquemas que contienen cierta cantidad de

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    11. Los grados del saber, Buenos Aires, Club de Lectores, 1978, 68.12. Filosofa de la naturaleza, Buenos Aires, Club de Lectores, 1980, 127.128.

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  • determinaciones sensibles y caracteres empricos,13 por lo cual seratrado por la deduccin filosfico natural y, ms all, la de la metaf-sica. En esta clase de temtica la peculiar riqueza ontolgica de losobjetos formales desborda los lmites de la modelizacin matemtica ysupone un mbito de conceptos ms prximos al nivel ontolgico.

    Si se prefiere plantear esto mismo segn la terminologa de lasprimeras obras de nuestro autor, diremos que cabe distinguir tresvariantes en el conocimiento fsico, a saber:

    Fsico-filosfico, o filosofa de la naturaleza, en que se con-templa el ser corpreo segn un anlisis de tipo ontolgico.

    Fsico-matemtico, o empiriomtrico, donde se toma lanorma explicativa o de atraccin de la matemtica, y cuyoejemplo ideal es justamente la fsica matemtica actual.

    Fsico-fsico, o empirioesquemtico, donde la norma explica-tiva es filosfica, y cuyo ejemplo ms acabado lo encontra-mos en la biologa.14

    Tal vez con el nimo de resaltar las distinciones y esclareceralgunos puntos que se prestara a confusin, Maritain introduce estadivisin de un modo que parece algo rgido. Aunque no podemosentrar en detalles, su visin de la fsica matemtica, como ejemplar delenfoque empiriomtrico, se presenta de un modo formalista, privile-giando quiz en demasa el elemento matemtico. En consecuencia, sereduce notablemente el espacio para introducir conceptos de tipo cua-litativo, como por ejemplo los de orden y complejidad, que resultanindispensables en los planteos ms actuales. Al mismo tiempo es dif-cil percibir la relacin de atraccin que estas ciencias tambin experi-mentan hacia la metafsica. En el cuadro que propone Maritain la fsi-ca matemtica quedara en cierto sentido aislada. No obstante nuestroautor intenta equilibrar este enfoque con sus apreciaciones a favor delrealismo de las teoras fsicas, su crtica de la concepcin de Duhem y

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    13. Ibid., 130. Cf. M. A. VITORIA Las relaciones entre filosofa y ciencias en la obra de J. Mari-tain Roma, Edizioni Universit della Santa Croce, 2003, 230-237.

    14. Rflexions sur lintelligence et sa vie propre en: OC III, 176-178; Los grados del saber,73.240-241.

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  • su inters por un estrecho intercambio entre la fsica y la filosofa de lanaturaleza.

    1.3 La subalternacin y sus formas

    A partir de las ltimas consideraciones podremos abordar conms precisin el marco de fundamentacin de la unidad de orden entrelos saberes. Se trata de un elaborado planteo epistemolgico, trabaja-do intensamente por la escolstica, que se conoce como teora de lasubalternacin.

    La subalternacin puede definirse como la relacin por la cualuna ciencia depende de otra para la plena inteleccin de su objeto. Esaplenitud supone, fundamentalmente, la comprensin de ese objeto enla totalidad real de la que es parte, y sobre todo en sus principios. Tam-bin pide que, de algn modo, le sean asignadas las causas propias a lasque remite por estricta necesidad.

    Para una apreciacin ms completa de esta doctrina traeremosaqu la palabra del maestro inspirador de Maritain en este asunto. En suextenso tratamiento sobre la cuestin ensea Juan de Santo Toms que

    Los autores distinguen por lo comn TRES MODOS de subalternacin. En efec-to, algunas se subalternan por razn del fin, otras por razn de los principios yotras por razn del sujeto. En virtud del fin, como cuando una ciencia consi-dera el fin superior y la otra el fin inferior y sujeto a aqul. Como las [ciencias]arquitectnicas que someten a s las [disciplinas] ministeriales, por caso la de lafabricacin de frenos que se somete a la ecuestre, y la ecuestre a la militar, ysta a la poltica. En virtud de los principios, cuando una ciencia toma de otrasus principios, lo cual puede darse o bien porque toma los principios comunesa todas las dems ciencias, como pueden hacerlo todas las ciencias a partir dela Metafsica y de la Lgica, o bien porque toma sus principios propios, dadoque tal ciencia no resuelve de suyo en principios conocidos por s mismos, sinoque son demostrados y enseados por otra ciencia superior, como la Msicatoma de la Aritmtica y la Perspectiva de la Geometra. Finalmente en virtuddel sujeto se dice que las ciencias se subalternan cuando el sujeto de una se con-tiene bajo el sujeto de otra. Y esto acontece de dos modos, o bien porque elsujeto de una se contiene esencialmente como especie bajo el sujeto de otra,como la ciencia del hombre trata de un sujeto contenido bajo lo animal, [y] laciencia del cielo trata de un sujeto contenido bajo el ente mvil, o bien porqueel sujeto est accidentalmente bajo otro, como la msica trata acerca del nme-

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  • ro sonoro y la perspectiva acerca de la lnea visual, donde lo visual y lo sono-ro agregan diferencias accidentales al nmero y la lnea.15

    Conforme a esta doctrina, se hablar de subalternacin propia oimpropia segn que haya una dependencia en razn de los principios oslo en razn del fin. En este ltimo caso se trata tan slo de unadependencia extrnseca, segn el orden de la existencia o del ejerciciodel saber, ms que de su especificacin. Y se lo considera impropio yaque la subalternacin significa orden a la manifestacin de la verdad yno al uso que se haga de ella. En cambio, habr verdadera subalterna-cin cada vez que los principios de una ciencia, de acuerdo a la natu-raleza prctica de su objeto, correspondan a un cierto fin operable.Entonces el primer tipo de subalternacin del que habla Juan de SantoToms quedar reducido al segundo o al tercero.16

    Empero, cuando Maritain habla de subalternacin propia eimpropia, se refiere a otra cosa, que el texto de Juan de Santo Tomsapenas insina. En efecto, si se toma el trmino en forma estricta, sedir que la ciencia subalternada no resuelve por s misma en los pri-meros principios de la razn, en principios evidentes por s mismos; yal contrario, la ciencia subalternante resuelve en s misma sus conclu-siones, en los primeros principios, y tales conclusiones sirven de prin-cipios a la ciencia subalternada.17 Esta subalternacin estricta se cum-ple acabadamente, como pronto veremos, en las ciencias fsico mate-mticas o empiriomtricas. En cambio, las ciencias empirioesquemti-cas estn sometidas a un saber superior, en este caso de tipo filosfico,mas no segn los principios, pues las conclusiones de la subalternanteno pertenecen de suyo al discurso de la subalternada. Adems el lxi-co empiriolgico y el ontolgico difieren esencialmente, y no podranconstituir una unidad epistmica. Aqu parece ms indicado hablar desubordinacin o infra-posicin.18

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    15. JUAN DE SANTO TOMS, Ars Logica II pars, q. 26, art. 2, 795 a-b. 16. De la philosophie chrtienne en: OC, V, 136.17. Filosofa de la Naturaleza, 125-126.18. Las ciencias de orden empirioesquemtico necesitan conclusiones y verdades estable-

    cidas por la filosofa de la naturaleza, no ciertamente como principios constitutivos, sino, paraemplear una distincin kantiana, como principios reguladores, como principios directivos queorientan el pensamiento y la investigacin sin intervenir en la estructura misma del saber. () estanecesidad de las verdades de la filosofa de la naturaleza, como principios directivos, permitehablar aqu de subalternacin impropiamente dicha o de subordinacin orgnica y vital. Ibid., 134.

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  • Todava es posible identificar otro sentido en el que cabe apli-car la idea de subordinacin. Lo que acabamos de exponer se funda,en ltima instancia, en la sujecin del orden empiriolgico al onto-lgico, la cual reposa en la primaca metafsica de ser esencial sobreel accidental. Pero tambin se ha aclarado en su momento que elsaber ontolgico da lugar a dos modos de realizacin: uno pleno(segn la medida de la naturaleza humana), o sabidura simplemen-te dicha, que corresponde a la metafsica, y otro por participacin orelativo, donde lo ontolgico es contemplado no segn el ente encuanto tal, sino bajo una cierta especie, y as se da lugar a la sabidu-ra en sentido restringido o secundum quid, de la cual la filosofa dela naturaleza es un buen ejemplo. De modo que, adems de la sub-ordinacin que podramos caracterizar como meramente atractiva,en la cual lo empiriolgico requiere la plenitud de luz derivada de loontolgico, hay otra subordinacin segn la cual todas las cienciasse someten al influjo de la sabidura sin ms, o sea de la metafsica.Aqu se trata de una ordenacin en trminos mucho ms amplios,no slo por el rango al que se extiende, sino tambin por las funcio-nes que en ella se incluyen, y que se condensan en tres: regulacinnegativa, direccin positiva y defensa.19

    En definitiva, no hay subalternacin en sentido estricto porquelas ciencias en cuestin gozan de autonoma en cuanto a la evidenciade sus principios propios. Pero s hay subordinacin, ya que si bientales principios pueden ser conocidos sin que sean explcitamenteconocidos los principios de la metafsica, no seran verdaderos si a lavez no son verdaderos los de la metafsica. En este sentido les estnindirectamente subordinados.20

    De paso se debe aadir que, si se trata de subalternacin estric-ta, no slo habr de distinguirse, como lo hace Juan de Santo Toms,segn los principios solamente, o segn el sujeto, sino que, si se tratade una dependencia conforme a los principios, ser slo restringida orelativa cuando el recurso a los principios de la subalternante sea oca-sional o espordico. Y as acota Maritain que muchas veces (las demsciencias) emplean principios comunes y universales de la metafsica. Y

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    [LA INTEGRACIN DEL SABER EN LA OBRA DE JACQUES MARITAIN]

    19. JUAN DE SANTO TOMS, Ars Logica II, 798 a.20. Introduccin a la filosofa, Buenos Aires, Club de Lectores, 1985, 91.

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  • en este sentido se dice que estn subalternadas a la metafsica relati-vamente (secundum quid).21

    Finalmente, puede afirmarse que toda ciencia subalternada es, encierto modo, imperfecta.22 Tal imperfeccin cabe entenderla, o bien pordiscontinuidad entre el hbito de la subalternada respecto al de la subal-ternante, o bien porque no se alcanza la evidencia misma acerca de losprincipios, cuando se trata de una materia de orden sobrenatural.

    En sntesis, podemos mostrar todas estas variantes en el siguien-te cuadro sinptico:

    Puede verse que la relacin de subalternacin se realiza segnvariedades analgicas. En este cuadro hemos distribuido las especiesde subalternacin desde el grado ms intenso al ms dbil, ya que en lapresentacin de Maritain lo inferior aparece entendido por participa-cin de lo superior. El modelo de subalternacin es, a su juicio, el queafecta al sujeto, en el sentido de engendrar una nueva ciencia mixta

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    21. Ibid., 92. As, por ejemplo, se pregunta Maritain: Puede la historia tener los ojos sanossi no es alimentada por una metafsica sana? No lo creo. Para ella es imposible no presuponer unaconcepcin del universo. Histoire et mtaphysique en: OC III, 1372.

    22. Cf. Ciencia y sabidura, Buenos Aires, Descle de Brouwer, 1944, 127; JUAN DE SANTOTOMS, Ars Logica II pars, q. 26 a. 3 800 b 8-12.

    Propia

    Impropia{{ {

    {Subalternacin

    segn el sujeto

    segn los principios

    segn el sujeto

    segn los principios

    subordinacin

    segn el fin

    absolutamente

    relativamente

    {regulativaordenadora

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  • (por ejemplo la fsica matemtica), constituida a partir de la conjun-cin de otras dos. En los dems la conexin aparece como atempera-da, y prevalece la identidad y distincin de los extremos.

    1.4. Las ciencias humanas y la subordinacin a la tica23

    Se trata de un captulo no muy trabajado por Maritain, sobre todosi se lo compara con el mbito de las ciencias de la naturaleza. Las refle-xiones que nos ha dejado sobre este tema son ms bien episdicas y nomuy profundas, aunque no descartamos que, en un marco de investiga-cin ms especfico, se pueda dilucidar con mayor precisin el pensa-miento de nuestro autor al respecto. Entre los motivos que puedenexplicar ese aparente desinters por las disciplinas humanas se nos ocu-rre el hecho de que la mayor amenaza para la filosofa, al menos en lapoca en que vivi Maritain, estaba representada en las propuestas dereduccionismo fisicalista del Crculo de Viena. Como ya hemos desta-cado, el discurso de las ciencias fsico-matemticas se propona comosuperacin de la filosofa de la naturaleza, y ello preocupaba en granmedida a Maritain. En el campo de las humanidades, en cambio, la auto-noma conceptual y metodolgica no era tan ntida sino que el peligro,en todo caso, se presentaba en cierta confusin epistemolgica acerca delo que corresponde afirmar en trminos filosficos, por un lado, y de loque resulta de una profundizacin en la lnea empiriolgica sobre lohumano, que compete ms bien a las ciencias humanas.

    Nuestro autor observa que en su tiempo florecan diferentes disci-plinas derivadas de un conocimiento pormenorizado de la experiencia delobrar humano. Algunos las agrupaban como ciencias de la cultura, y sibien tratan acerca de cosas morales, pretenden adoptar un mtodoestrictamente descriptivo y completamente autnomo de la filosofa engeneral y de la tica en particular, como si se tratase de ciencias naturales.Ahora bien, la cultura y la moral se refieren al obrar del hombre y todaslas ciencias que se ocupan de ello pertenecen al mbito del saber prctico.Pero a diferencia de lo que ocurre con el orden especulativo, donde losprincipios propios de cada ciencia la separan netamente del resto, no obs-

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    [LA INTEGRACIN DEL SABER EN LA OBRA DE JACQUES MARITAIN]

    23. A. SCIVOLETTO (dir.), Jacques Maritain e le scienze sociali Milano, F. Angeli Ed., 1984.

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    tante su dependencia de la regulacin metafsica, todo el saber prctico serelaciona con fines y valores, y la causalidad del fin supone a la vez un finltimo que en principio sera nico. Ese fin, en el caso del hombre, regu-la el saber prctico en toda la lnea, desde la teologa moral (para el cristia-nismo), pasando por la tica filosfica, hasta llegar a los ms apartados rin-cones de la investigacin. As, pues, la comprensin plena del obrar huma-no supone, tarde o temprano, la referencia a los fines fundamentales quelo orientan, y as se desemboca, en ltima instancia, en el campo de la filo-sofa prctica: La ciencia de las cosas morales (en el preciso sentido quela tradicin aristotlica y tomista reconoce a la palabra ciencia) no puede,pues, ser constituida y organizada sin el conocimiento de estos fines, ydebe consistir por eso en un saber o en un cuerpo de saberes de orden filo-sfico.24 Para Maritain estas ciencias son radicalmente prcticas, y en talsentido alcanzan su condicin plena de ciencias al continuarse en unaperspectiva filosfica sobre el sentido trascendente de la actividad huma-na. En la dimensin moral est propiamente la razn de ser ltima deaquellos actos particulares que son objeto de la poltica, la economa o lahistoria. Por eso Maritain las clasifica como ciencias morales anexas, cuyatarea es proporcionar la base material y emprica suficiente para juzgarrespecto a la condicin humana y aplicar en ella la valoracin tica.25

    En resumen, las ciencias humanas en realidad son ciencias filos-ficas y requieren (lo cual se les niega hoy en da) ser tratadas como tales,y en ellas juega un papel central el conocimiento por connaturalidaddebido a nuestra experiencia acerca de los hombres.26 De ah que pue-dan entenderse como una suerte de moral en sentido amplio.27

    24. Una suerte de unidad de integracin existe, as, entre la filosofa del arte y las diferen-tes artes como los gneros de crticas correspondientes, -o incluso entre la filosofa moral y las dis-ciplinas inductivas concretas tales como la sociologa y la etnologa. La philosophie et lunit dessciences en: OC VII, 263. Cf. De la philosophie chrtienne en: OC V, 136 n.

    25. Maritain aclara que, en la medida en que persistan en aislar el dato emprico de su sig-nificacin estrictamente humana, y por ende prctica, no pueden siquiera ser llamadas cienciassino en un sentido impropio, y en cuanto que en el lenguaje moderno se llama ciencia a toda dis-ciplina que procede segn rigurosos mtodos de verificacin. A decir verdad son entonces losdatos empricos preparatorios para la ciencia, materiales y expedientes de experiencia para elsaber moral propiamente dicho; y los hechos que clasifican tienen un valor fsico o tcnico, perono todava propiamente cultural o sociolgico. Ciencia y sabidura, 163-164.

    26. Approches sans entraves en: OC XIII, 980. Por este lado puede verse la conexin entre laidea de connaturalidad, que expondremos luego, y el desarrollo del mtodo hermenutico. Cf. L.GARDET, Scienza della storia e filosofia della storia (un apporto di Jacques Maritain), en: V. POS-SENTI (dir.), Epistemologia e scienze umane, Milano, Massimo, 1979, 98s.

    27. De la philosophie chrtienne, Paris, 1933, 70-71. Siguiendo la exposicin de T .de Athay-

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  • Ntese que en este punto Maritain introduce un nuevo concep-to epistemolgico, a saber el de continuidad de las ciencias. Si bien noexplicita esta propuesta, nos parece interpretarla en el sentido de unaunidad ms estrecha entre los distintos niveles del saber prctico, adiferencia del terreno terico, donde las distintas disciplinas operancon un mayor grado de aislamiento y autonoma. Ello se debe a quelas disciplinas referidas a lo humano no obtienen el estatus de cienciasino al dejarse iluminar por los fines y valores, hacia los cuales sonatradas en pos de su plena inteligibilidad. El punto es que la relacinentre los fines intermedios del quehacer humano y el fin ltimo, en lavisin tomista, es mucho ms ntima que la que existe entre los princi-pios propios de cada dominio especulativo y los primeros principiosmetafsicos, y as se evidencia una especie de continuidad en el estudiode la historia y el derecho con respecto a la tica que no se dara pro-piamente entre, digamos, la qumica y la ontologa. Esta condicin decontinuidad, digmoslo una vez ms, aparece como necesaria para quelas ciencias humanas adquieran plenamente ese carcter, y su conexincon la tica filosfica, en cuanto les otorga el genuino valor cultural asus verdades, sera una integracin a la que tenderan de suyo.28

    Pero es preciso aclarar, a continuacin, que el estar conectadascon la tica no implica que las ciencias humanas deban formular jui-cios de valor tico. Por el contrario, su objeto formal no es la ratioboni de carcter moral, en cuanto tal, ni les cabe competencia para juz-gar en trminos de valores morales, sino que se aplican a ciertos aspec-tos puntuales de la actividad humana, cuyo detalle ofrecen en vistas a

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    [LA INTEGRACIN DEL SABER EN LA OBRA DE JACQUES MARITAIN]

    de y de Y. Simon, F. Alves Ribeiro sostiene que el estudio de los hechos sociales es inseparable dela finalidad intrnseca de los actos humanos y por lo tanto de su referencia moral. Como concesina los usos actuales, de Athayde propone dividir el saber social en tres ramas: la filosofa social(sociologa propiamente dicha, o parte social de la moral), el empirismo social o sociografa, deorden puramente descriptivo (y no ciencia estricta como pretende el sociologismo) y la sociopru-dencia, o saber social prcticamente prctico. F. ALVES RIBEIRO, Maritain e os graus do saber, en:A. COUTINHO et al. Jacques Maritain, Sao Paulo, Agir, 1946, 109-110.

    28. A la consideracin del filsofo se impone una cantidad de problemas derivados de laetnologa, de la sociologa, de la filosofa de la cultura y de las Kulturwissenschaften, de la psicolo-ga concreta y de la psicologa trascendente, que interesan a la condicin concreta del ser huma-no. Segn la manera como el filsofo conciba la filosofa moral y la organizacin del saber moral,tratar dichos problemas en forma muy distinta. Para una filosofa de la persona humana, BuenosAires, Cursos de Cultura Catlica, 1937, 53. Los principios ticos son los que proporcionan sucarcter especfico a las soluciones econmicas en: A propos de Letre sur lindepndence en:OC VI, 1093.

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    un juicio de valor que las excede. Puesto que esa es su finalidad, estoes, ilustrar la reflexin sobre el hombre en su dimensin existencial, noson ciencias especulativas. Pero es parte de su mtodo el lograr la msestricta pureza en la descripcin y el anlisis a fin de que la experien-cia que ellas presentan aparezca oportuna para que la filosofa moralvea all la encarnacin de un cierto valor.29

    Un ejemplo interesante que le toc vivir a nuestro autor fue el delclebre Informe Kinsey, una amplia encuesta sobre hbitos sexualespublicada en dos partes en 1948 y 1953. Las conclusiones dieron pie auna reaccin escandalizada de la sociedad norteamericana, no slo por-que se trataba de temas considerados como tabes, sino por haber pues-to en evidencia la insospechada extensin de ciertas prcticas sexualesque hasta entonces se consideraban minoritarias. Apoyado en la supues-ta seriedad tcnica de los procedimientos, ese informe es considerado lapiedra fundacional de lo que hoy, bastante difusamente, se identificacomo sexologa. Pues bien, Maritain afirma que, ms all de la validezinobjetable de las muestras que permiten describir ciertos hechos socia-les, su valor slo puede comprenderse a la luz de una visin integral delhombre, que depende en ltima instancia de la sabidura filosfica.30

    2. La unidad de integracin

    Acerca de la unidad de integracin, Maritain nos pide, ante todo,evitar por igual un separatismo perezoso y un concordismo demasia-do condescendiente.31 Y en este punto veo como un dato significati-vo el ejemplo de vida de nuestro autor. Hay una palabra que hoy se

    29. La objetividad de las ciencias morales de informacin experimental (y con mayor raznla historia) no se debe buscar en una desnaturalizacin y deshumanizacin especulativa de estasdisciplinas, sino muy al contrario en una realizacin ms profunda y ms perfecta de su dependen-cia de un conocimiento de orden prctico y de su referencia a la filosofa del hombre y de los actoshumanos. Ciencia y sabidura, 166. Cf. CH. DE KONINCK Sciences sociales et sciences morales,Laval Thologique et Philosophique I (1945) 194-198.

    30. Solo el conocimiento filosfico del hombre nos permite, por ejemplo, distinguir entrelo que es conforme a la naturaleza y la razn del hombre, y la manera en que se presenta a los hom-bres el actuar de hecho, esto es en la mayora de los casos; en otros trminos, distinguir entre losmodos de comportamiento que son realmente normales y los modos de comportamiento que sonestadsticamente frecuentes. Le philosophe dans la cit en: OC XI, 19-20.

    31. Los grados del saber, 107.

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    invoca con insistencia en diferentes crculos, y que seala un rasgocada vez ms presente en el mundo acadmico: la palabra dilogo. YMaritain ha sido, sin duda, un hombre de dilogo. Pero, como acabode citar, sin separatismos ni concordismos. Un dilogo que suponedistinciones a veces crueles, y en el que el choque de las convicciones,capaz de hacer saltar chispas, es preferible a un pacto donde se poster-gue la verdad. Como filsofo de vocacin, Maritain tematiz y pusoen prctica el dilogo desde la filosofa con la teologa y la ciencia.

    2.1 El dilogo entre la filosofa y la teologa

    Lo esencial acerca de este punto aparece esquematizado en laIntroduccin a la filosofa. Vamos a referirnos al asunto a travs de laformulacin de ciertas tesis fundamentales.

    2.1.1 La teologa supone el conocimiento filosfico de los prembulosde la fe.32

    Hay, efectivamente, ciertos conocimientos de orden natural sinlos cuales no podran comprenderse adecuadamente los trminos bajolos cuales se enuncian los misterios de la fe. Adems, esos conocimien-tos acuden a completar las premisas del razonamiento teolgico y nopueden faltar en la etapa preparatoria de la ciencia de la fe: de estemodo la fe misma exige completarse por una cierta captacin intelec-tual, -inevitablemente imperfecta en lo que concierne al trmino aalcanzar, pero completamente firme en lo que concierne a las estructu-ras del saber humano.33

    2.1.2 La filosofa es instrumento de la teologa.34

    No se trata de instrumentalizar a la filosofa como si no tuviesems razn de ser que estar al servicio de la teologa. Justamente el

    32. Introduccin a la filosofa, 106.33. El Campesino del Garona, Bilbao, Descle de Brouwer, 1967, 129.34. Introduccin a la filosofa, 106-107.

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  • mejor servicio que la filosofa puede aportar depende de que conservesu naturaleza y su mtodo propio.35

    Por otra parte la teologa, considerada en s misma, no tendra nece-sidad de un auxilio natural. Pero en razn del sujeto en el que reside y quela ejerce, con toda su carga de limitaciones, la ayuda instrumental del apa-rato filosfico es indispensable. Y hasta tal punto que el silogismo teolgi-co requiere de una premisa natural, por lo cual no es posible que un sis-tema teolgico sea verdadero si la metafsica en que se basa es falsa.36

    Digamos tambin que este oficio instrumental depara a la filoso-fa la ocasin de recibir a su vez, por parte de la teologa, un influjo for-talecedor y purificador que no sera capaz de conocer en su estado depura separacin. Si bien tendremos ocasin de ampliar este punto a pro-psito del tema de la filosofa cristiana, vale adelantar que la ambienta-cin teolgica a la que ciertas verdades de la filosofa son conducidaspermiten revestirlas de una luz especial, como si la necesidad del telo-go hiciera posible extraer de la mentalidad filosfica lo mejor de ella.

    La importancia que representa la funcin auxiliar de la filosofaexplica el cuidado con el cual debe escogerse aquella fuente doctrinalque se ponga al servicio de la ciencia de la fe. En sus ltimos aosMaritain reflexion sobre la necesidad de escoger para la teologa unametafsica no slo verdadera, sino tambin dcil al encuentro y a lainterpenetracin con las cuestiones sobrenaturales. En tal sentidoinsisti en destacar que el magisterio de la Iglesia debe rechazar todafilosofa o teologa que se oponga al mensaje revelado que l custodia,pero debe preservar la libertad intelectual mientras no exista semejan-te incompatibilidad. En otras palabras, la Iglesia se conduce bajo un

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    35. Cf. De la philosophie chrtienne en: OC VII, 64-65; Antimoderne en : OC II, 948-949 n. 1. 36. Introduccin a la filosofa, 106. En Le philosophe dans la cit seala la tentacin utilita-

    rista de una teologa que adopta el instrumento filosfico no por ser verdadero, sino por ser msfuncional a sus fines. Pero esta actitud slo puede ser contraproducente para la teologa: El ins-trumento de conocimiento puesto al servicio de la verdad teolgica no podra ser otro que la ver-dad filosfica, tal como la alcanzamos en principio en su propio orden, por completo natural yracional: por muy desproporcionada que sea frente al misterio divino, la filosofa se ve sobreeleva-da a su vez por el empleo mismo que la teologa hace de ella, como la causa instrumental es sobre-elevada al ser movida por el agente principal ; pero es la verdad filosfica, no el error filosfico, loque puede ser sobreelevado de este modo. Para ser un instrumento til, se le exige a la filosofaque sea verdadera, no se pide otra cosa que ser verdadera. En: OC XI, 122. Esta incorporacin dela filosofa en la teologa no implica ninguna relacin de subalternacin, ni propia ni impropia. Cf.Ciencia y sabidura, 222.

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  • pluralismo que, por razones de disciplina, no es indiscriminado.37Cabeagregar aqu que, de acuerdo a la enseanza de Juan Pablo II, ha dequedar a salvo, en cuanto sea posible, la autonoma del saber filosfi-co que por naturaleza tiende a la verdad, y slo en ese clima de inde-pendencia podr ser til a la teologa. Pero dada la circunstancia hist-rica de un despliegue de mltiples escuelas filosficas, a menudo afec-tadas de errores o visiones incompletas, la Iglesia debe indicar en cual-quier caso la compatibilidad de los principios y conclusiones de esasdoctrinas con la enseanza de la fe. Tal discernimiento, muy difcil enel panorama actual, no busca por cierto perseguir o desalentar las ini-ciativas del pensamiento filosfico, sino al contrario se ofrece comogesto de estmulo y purificacin, en la lnea de la propia autocrtica quees corriente en esos mbitos del quehacer intelectual.38

    2.1.3 La teologa estimula el desarrollo de la investigacin filosfica.39

    Un aporte de la teologa a favor de la filosofa consiste en ciertoestmulo o inspiracin para orientar sus investigaciones, toda vez quepor medio de ellas puede brindar un mejor servicio como causa instru-mental. Las precisiones dogmticas, las disputas y las herejas han con-

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    37. Approches sans entraves en: OC XIII, 867-869. Maritain rechaza el proyecto de asimilarla filosofa moderna a la teologa actual como lo hizo Santo Toms con Aristteles, porque su valorde verdad es problemtico. R. DI CEGLIE, Essenza della religione e fede della Chiesa nel pensiero diJacques Maritain Una lettura de Le Paysan de la Garonne e De lglise du Christ, Filosofia Oggi29 (2006) 334-335.

    38. El Magisterio eclesistico puede y debe, por tanto, ejercer con autoridad, a la luz de lafe, su propio discernimiento crtico en relacin con las filosofas y las afirmaciones que se contra-ponen a la doctrina cristiana. Corresponde al Magisterio indicar, ante todo, los presupuestos y con-clusiones filosficas que fueran incompatibles con la verdad revelada, formulando as las exigen-cias que desde el punto de vista de la fe se imponen a la filosofa. Adems, en el desarrollo delsaber filosfico han surgido diversas escuelas de pensamiento. Este pluralismo sita tambin alMagisterio ante la responsabilidad de expresar su juicio sobre la compatibilidad o no de las con-cepciones de fondo sobre las que estas escuelas se basan con las exigencias propias de la palabrade Dios y de la reflexin teolgica. JUAN PABLO II, Fides et Ratio 50. Como exigencia primordial deuna filosofa puesta en dilogo con la fe el Papa subraya su dimensin metafsica: No es posibledetenerse en la sola experiencia; incluso cuando sta expresa y pone de manifiesto la interioridaddel hombre y su espiritualidad, es necesario que la reflexin especulativa llegue hasta su naturale-za espiritual y el fundamento en que se apoya. Por lo cual, un pensamiento filosfico que rechaza-se cualquier apertura metafsica sera radicalmente inadecuado para desempear un papel demediacin en la comprensin de la Revelacin. (84).

    39. Introduccin a la filosofa, 107.

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    ducido a los filsofos a profundizar en ciertos conceptos propios,como naturaleza, persona, hbito, etc., que de otra forma podranhaber quedado incompletos en su elaboracin.40

    Tal como lo seala Maritain, la revelacin que entra en contactode modo objetivo con el filsofo no es la que, de suyo, atae a la laborteolgica, sino en los contenidos referidos al orden natural. Por otraparte, incluso en las nociones propias del orden sobrenatural, a veces seha dado, como causa material dispositiva, una intuicin oscura o incons-ciente de aquello que el mensaje divino ofrece a plena luz. De esta mane-ra, ciertos conceptos incoados en la inteligencia comn de los hombresson revestidos de una significacin incomparablemente ms rica. Msan, la revelacin permite confirmar, con renovada fuerza, el valor dealgunas nociones que la inteligencia ha sabido adquirir por s sola, comosera el caso del valor mismo del conocimiento racional que nuestra feavala. Por ltimo, la atmsfera cristiana da al filsofo un sentido msprofundo de la experiencia, no slo porque lo abre a la intuicin de loque trasciende la naturaleza sino porque le inspira cierta cercana afecti-va con las cosas, a sabiendas de que son dones entregados por Dios a sudescubrimiento. Con esa actitud se refuerza el inters por el estudioexperiencial y tambin la bsqueda de los misterios de la vida interior,ambos caminos presentes en la Modernidad pero alimentados en lavivencia unificada de razn y fe tpicas del medioevo.41

    Este influjo, vale aclarar, no podra aceptarse desde posicionesextraas a la fe. No se le puede pedir a un filsofo no-creyente queentienda esta relacin de mutua fecundidad entre teologa y filosofa,porque slo desde la fe es posible comprender que la razn, lejos dequedar constreida por la luz sobrenatural, es liberada, purificada y ele-vada por ella.42 Segn nuestro autor, la crisis de nuestro tiempo ha des-

    40. Hay por lo dems verdades de orden racional de las que se nos dice por la misma reve-lacin que son accesibles a nosotros. Es as que la fe nos pide creer que la existencia de Dios puedeser alcanzada con plena certidumbre mediante los caminos de la razn. Y muchas otras verdadespor el estilo se encuentran tambin en una conexin necesaria con los datos de la fe y estn pre-supuestas por ellos. Por ejemplo el axioma mismo segn el cual el hombre est hecho para la ver-dad; y tambin: la existencia del mundo sensible; la existencia del libre albedro; la espiritualidade inmortalidad del alma humana Una lista as puede ser alargada, hasta el punto que ciertos fil-sofos han podido pensar que toda una metafsica est implicada en el dato revelado. Approchessans entraves en: OC XIII, 519-520.

    41. De la philosophie chrtienne en: OC V, 38-46.42. Ibid., 65-66.

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  • crito una curiosa parbola que empieza en el fidesmo, segn el cualnada puede pedirse a la razn para entender el contenido de fe, y acabaen un filosofismo donde, a falta de verdades absolutas, el dato revela-do se sometera en cada poca a la interpretacin de la filosofa vigente.43

    2.2 El dilogo entre la filosofa y la ciencia

    Respecto a lo segundo, vale subrayar el papel mediador que letoca a la filosofa de la naturaleza en el intercambio que ha de darseentre lo ontolgico y lo empiriolgico. A pesar del descrdito que anpesa sobre ella, Maritain la declara como una pieza insustituible parala integridad del edificio filosfico y para un dilogo cercano y enri-quecedor con la ciencia. Y aunque a veces el tono que emplea nuestroautor para referirse al conocimiento cientfico destila un aire peyorati-vo, prevalece decididamente su creencia en una autntica integracin.

    En realidad, filosofa y ciencia no necesitan ser reconciliadas enla medida en que, ajustndose a sus respectivos objetos y mtodos,concuerdan con la verdad y por ende lo hacen naturalmente entre s.La distincin de la que ya hemos hablado garantiza, pues, que cadauna avance indefinidamente sin temor a conflictos, porque no cazanen el mismo predio.44 Pero una vez establecidas las distinciones yfronteras, ya no hay peligro de acercar mutuamente ambos dominios,para que cada uno complete en el otro el afn del conocimiento queningn enfoque particular puede agotar.

    Una imagen a la que gusta recurrir Maritain es la de la relacinalma-cuerpo. Esta analoga de origen biolgico es valorada, sobretodo, porque incluye al mismo tiempo la organicidad y la vitalidad, elorden estructural y el intercambio fecundo.45 As, pues, debe rechazar-

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    43. El Campesino del Garona, 197-198.44. La philosophie et lunit des sciences en: OC VII 256-257.45. Entre estos dos tipos de saber especficamente distintos, existe sin embargo la misma

    clase de relacin que entre el alma y el cuerpo, una relacin de complementariedad a pesar de ladistincin especfica. La comparacin es deficiente en este sentido: no obstante la diferencia denaturaleza entre el alma y el cuerpo, stos constituyen una sola y misma substancia especficamen-te una. Filosofa de la naturaleza, 149; Los grados del saber, 285-286. Segn nuestro autor estaimagen no es aplicable en otros campos del saber: Una dualidad de esta ndole no se encuentraen los otros universos de inteligibilidad. Las matemticas no tienen alma ontolgica; no tienen sino

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  • se el carcter presuntamente instrumental que la ciencia tendra conrelacin a la filosofa, como si fuese anlogo al de la filosofa con lateologa. En este ltimo caso, y por razn de las carencias de la mentehumana, la ciencia de la fe exige el concurso de una premisa filosficasin la cual no podra alcanzar sus conclusiones. Pero a la filosofa no lees menester utilizar premisas cientficas, porque no se puede filosofarcon instrumentos no-filosficos, del mismo modo que no es posiblepintar con un lad o un piano.46

    Empero, la ciencia ofrece un valioso servicio a la filosofa, antetodo para ilustrar mediante sus conocimientos las verdades que stapropone. Al margen del grado de certidumbre que las afirmacionescientficas puedan ostentar, constituyen un patrimonio apreciable paracada poca y atesoran un ncleo ontolgico del que la filosofa hacebien en apropiarse. Sin llegar, pues, a constituirse como premisas delargumento filosfico, las proposiciones cientficas hacen efectiva laencarnacin de los principios filosficos y refuerzan indirectamente sucertidumbre. Pero adems el dato cientfico permite a la filosofa encierto modo confirmar sus conclusiones, interpretar, aclarar y asimi-lar los resultados adquiridos por las ciencias, en la medida que intere-se a los problemas filosficos y refutar las objeciones y los errores quepretendieran apoyarse en los resultados de la ciencia.47

    Este planteo de la libertad emprica de la filosofa no suena tanconvincente en nuestro tiempo. En el ltimo medio siglo las cienciashan alcanzado un nivel de confiabilidad, tanto en sus mtodos deobservacin como en la consistencia de sus teoras fundamentales, quesignifica un salto cualitativo con respecto al pasado reciente. Hoy nose toman las hiptesis troncales de la ciencia con el mismo grado deprovisionalidad de comienzos del siglo XX. Al mismo tiempo, hancado significativamente las prevenciones y suspicacias entre filsofosy cientficos, abriendo un espacio en el que la interaccin es casi insos-layable. Finalmente, hay que notar hasta qu punto la visin cientficadel mundo ha impregnado la percepcin del hombre comn, convir-tiendo a muchos artefactos o procedimientos tcnicos en una prolon-

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    un cuerpo, abstracto e ideal. La metafsica no tiene cuerpo empiriolgico; no es ms que espritu.Los grados del saber, 293.

    46. Utilidad de la filosofa, Madrid, Morata, 1962, 80. Introduccin a la filosofa, 106. 47. Introduccin a la filosofa, 99. Los grados del saber, 104.

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  • gacin casi natural de los sentidos. Las placas radiogrficas, la visininfrarroja o el tablero de comandos de un automvil o un electrodo-mstico proporcionan lecturas que todo el mundo equipara con elregistro del propio cuerpo. Entonces parece sensato incorporar elbagaje de datos aportado por la ciencia en el terreno de la reflexinfilosfica. No se puede negar que, en el caso de los manuales de filo-sofa de la naturaleza de publicacin ms o menos reciente, se verificauna presencia creciente y hasta preponderante de los planteos emana-dos de la ciencia.48 Sin embargo, no est del todo claro hasta qu puntola imagen cientfica del mundo puede rivalizar con la captacin demodo espontneo, y en consecuencia cul llegar a ser la medida de lainfluencia del pensamiento cientfico en la sntesis futura que aguardaa la filosofa de la naturaleza.

    Lo dicho hasta aqu propone un vnculo de utilidad ms bienunilateral, donde parece que no habra lugar para una reciprocidad debeneficio hacia la ciencia por parte de la filosofa. En otros trminos,cabra preguntarse si la posesin de cierta cultura filosfica podraredundar en una mejor visualizacin empiriolgica de la realidad. Yasabemos que Maritain busca siempre el difcil equilibrio que impidatanto la separacin como la confusin entre filosofa y ciencia. Tal vezpor eso aparezcan ciertas advertencias como esta: en nada sirve lametafsica al rendimiento de la ciencia experimental... su valor heurs-tico, como se dice, es absolutamente nulo.49 Pese a ello creemos que,en cierta forma, ese influjo se verifica, por una parte, segn el esquemade la subordinacin o atraccin regulativa que recin presentamos: laostentacin de los principios filosficos atrae y orienta la indagacincientfica, y permite interpretar sus resultados en un marco ontolgi-co adecuado. Por otra parte, veremos enseguida que, en su sentido mspleno, la comunicacin iluminativa de la filosofa hacia la ciencia tienelugar en el mbito de la subjetividad y de la conexin vital entre loshbitos intelectuales y morales. Es all donde la apropiacin personalde las virtudes constitutivas del saber filosfico eleva y sensibiliza deun modo peculiar la mirada del cientfico. Este ltimo aspecto tiene a

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    48. A modo de ejemplo citamos a M. ARTIGAS, Filosofa de la naturaleza, Pamplona, EUNSA,19984; W. WALLACE, The Modelling of Nature, Washington, The Catholic University Press, 1996; G.BASTI, Filosofia della natura e della scienza, Roma, Lateran University Press, 2003.

    49. Los grados del saber, 23.

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  • mi juicio una destacada presencia en la obra de Maritain y merece unareferencia algo ms pormenorizada.

    2.3 Integracin o interaccin?

    En relacin a todo cuanto estamos diciendo, es pertinente desta-car la vigencia de una discusin en la cual tiene mucho que ver, sinduda, la enseanza de Maritain, pero que est an lejos de resolverseen una tendencia ms o menos reconocible. Se trata de la discusinacerca del modo preciso en que debe establecerse el vnculo entre filo-sofa (y especialmente la metafsica) y la ciencia en sentido actual. Enefecto, algunos autores vecinos a Maritain en su visin de conjuntoconsideran que el aporte que ste ha hecho en el campo de las relacio-nes entre filosofa y ciencia carece de suficiente radicalidad.

    En substancia, la opinin a la que nos referimos seala una depen-dencia mucho ms profunda y decisiva del conocimiento cientfico res-pecto a la metafsica. El rol sapiencial que sta debe cumplir supondra unapresencia metafsica mucho ms ntima en el discurso mismo de las cien-cias, y sin perjuicio de su oportuna distincin habra que acentuar laimpronta crtica de la filosofa. Al parecer el error de Maritain sera el deaceptar, sin ms, el modelo moderno de ciencia como si la ciencia moder-na fuera eso que hacan los hombres de ciencia y que, como tal, hubierade ser tomada o dejada, y asumiendo una informacin fenomnica nosometida a crtica y slo completada con una visin metafsica.50

    Por nuestra parte, y en lnea con lo ya dicho, admitimos en lavisin que Maritain tiene de la ciencia (o, si se prefiere, de sus ejemplosms paradigmticos, como la fsica matemtica, la biologa evolucio-

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    50. Cf. F. MIHURA SEEBER, El problema de la ciencia-tecnologa. Una propuesta doctrinaria,en: Actas de la XXIX Semana Tomista, Buenos Aires, 2004, 132-133, evoca expresamente el estu-dio de J. J. SANGUINETI, La filosofa de la ciencia segn Santo Toms, en el que se afirma que ascomo todos los gneros de las cosas comunican analgicamente en el ser, as todas las ciencias,sin que ninguna lo tenga como privilegio, participan analgicamente de la metafsica y a ella remi-ten directamente, sin la mediacin de alguna otra ciencia. Luego de una minuciosa explicacin dela doctrina de Santo Toms acerca de los grados de abstraccin y el sentido peculiar de la separa-tio (fuertemente asociado al anlisis del actus essendi y la participacin en la obra de Fabro), San-guineti sostiene que la rectitud de las ciencias depende sobre todo de la rectitud de la metafsicade modo que cuando una ciencia ha dejado filtrar un error metafsico, necesita repararse total-mente y a radice (335). Pero en textos ms recientes se nota en l un paso hacia posiciones ms

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  • nista y el psicoanlisis) cierto esquematismo genrico y, por momen-tos, una actitud algo sumisa que no llega a considerar a fondo las ra-ces metafsicas que subyacen en algunas de esas teoras. Tal vez por suexcesivo fervor apologtico o su prodigalidad, nuestro autor no pon-der debidamente la complejidad del conocimiento cientfico con res-pecto a muchos problemas. La pregunta, no obstante, es si bajo el esp-ritu con el cual se encauza la bsqueda de la integracin no es posiblellegar, justamente, a los retoques que la circunstancia histrica no lepermiti hacer en su momento.

    La idea de reformular la ciencia sanendola, por as decir,desde un encuadre metafsico adecuado, traslada el debate hacia lo queese encuadre significara estrictamente. Aunque se pueda consentir enla idea general, no est nada claro cul habra de ser, precisamente, laconcepcin del mundo en que tendra que sostenerse ese nuevo tipo deciencia, ni mucho menos por qu caminos se establecer el nexo desubordinacin entre una perspectiva y la otra. Adems, si se impugnael conocimiento cientfico por el slo hecho de su impureza de linaje,y se aplica generalizadamente ese criterio, quedarn severamente res-tringidas las oportunidades de dilogo cultural. Mal que a muchos lespese, la ciencia actual ha sido capaz de modificar drsticamente la fazde la Tierra, y si bien estamos prontos a admitir que la eficacia tcnicano es prueba suficiente de la verdad terica, el conjunto de los logrosalcanzados en ese campo ofrece indicios muy poderosos que no pue-den dejar de tenerse en cuenta. Y smese a ello los aportes efectivosque han beneficiado a la filosofa en su encuentro con la cultura cien-tfica, y de los cuales sera inadecuado renegar.

    Las crticas mencionadas parecen no tener en cuenta los impor-tantes avances historiogrficos que se han hecho en torno al perodorenacentista, al origen de la ciencia moderna y a la cuestin de la rup-tura y continuidad entre el medioevo y la ciencia moderna. As comoen su momento las investigaciones de Duhem ayudaron a revalorizar laactividad cientfica pre-renacentista, aunque de un modo insuficiente-

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    afines a nuestro autor. Sin dejar de admitir la subordinacin estricta que les corresponde respectoa la sabidura metafsica, cabe reconocer que las ciencias, a su manera (que es la que siguen dehecho casi todos los cientficos) son capaces de llegar a un conocimiento efectivo de la realidad, yhasta son indispensables para llegar al plano ontolgico propio de la filosofa. Cf. J. J. SANGUINETI,Science, Metaphysics, Philosophy, 90-92.

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    mente riguroso, los trabajos aparecidos en las ltimas dcadas tienden aconfirmar las considerables virtualidades que la visin aristotlica de lanaturaleza, asimilada por la cultura cristiana, fue expresando en aquellosaos, como antecedente directo e indispensable de la nueva ciencia.51 Laciencia como producto cultural es en s misma un hecho histrico insos-layable con una raz cristiana hoy ampliamente reconocida. La idea deun presunto regreso a las fuentes para reconstruirla es completamen-te irrealizable. En resumen: acerca de la concepcin maritainiana de laciencia y sus relaciones con la sabidura se pueden escoger con ms cui-dado los trminos que expresen la idea central, pero en todo caso no cre-emos estar planteando sino una controversia a nivel de los acentos.

    Desde otro ngulo, Sanguineti prefiere plantear la relacin entrefilosofa y ciencia en trminos de interaccin, ms que de integracin.A su entender, este ltimo concepto, acoplado al esquema jerrquicode la relacin adoptado por los antiguos y los medievales, debilita laautonoma de los saberes subordinados y puede esterilizar sus posibi-lidades de crecimiento. Ya no se trata de poner a las ciencias en estadode servidumbre de la filosofa, como si sta fuese el nico saberimportante. Ms bien debe asegurarse, en principio, su independenciametodolgica, y desde all promover su intercambio. La filosofa, eneste aspecto, cumplir una funcin fundativa [sic] alcanzando lasnociones y principios esenciales en que se apoyan los conocimientoscientficos, y a la vez una funcin iluminativa, que le otorgue a la cien-cia su comprensin ms plena y su proyeccin en un contexto metaf-sico, preservndola de los reduccionismos. La ciencia, por su parte,contribuir alcanzando a la reflexin filosfica una mirada ms pene-trante y elaborada de la realidad concreta. Como se ve, ms all delmatiz que introduce la distincin entre interaccin e integracin, lapropuesta de Sanguineti es congruente con la de Maritain en la defen-sa de la distincin, la autonoma y el intercambio entre los saberes.52

    Creemos que las consideraciones de Sanguineti ayudan a valorar enuna medida justa la contribucin de Maritain, y aportan una crtica

    51. Seala Maritain que es la devocin de los siglos cristianos hacia la Verdad encarnada queha permitido a la inteligencia elevarse a un nivel superior de pureza del que la ciencia misma debasacar provecho, cuando extrajera sus mtodos propios. Sur lide du philosophe en: OC V, 985.

    52. Cf. La integracin entre ciencia y filosofa, en: Actas de la XXIX Semana Tomista,Buenos Aires, 2004.

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  • valiosa de ciertos resabios de antiguos esquemas que todava pervivanen la obra de nuestro autor.

    Concluyendo, la integracin entre filosofa y ciencia no tiene elsentido de llegar a la unidad de un nico organismo. Ms bien debeplantearse desde una adecuada distincin y definicin de sus respecti-vos objetos y lmites, y as reporta frutos apreciables para ambas ins-tancias. La ciencia, demasiado concentrada en la especializacin y eldetalle, es sostenida as en sus fundamentos y puesta en su justo orden.La filosofa, en su caso, encuentra de este modo la oportunidad de unacceso siempre renovado a la realidad que significa una instancia crti-ca (en el sentido ms denso de la palabra) de sus posiciones tradiciona-les y a la vez la moviliza a una permanente reflexin sobre s misma.Para Maritain, la capacidad de dilogo con la ciencia y, llegado el caso,la aptitud para ajustarse segn las exigencias de ese dilogo es un ndi-ce de la fortaleza y lozana de la filosofa clsica a la que l adhiere.53

    3. La unidad ms all del objeto

    3.1 Una epistemologa existencial

    Llego, finalmente, a lo que estimo como la contribucin msvaliosa de Maritain en el campo de la integracin del saber. Apoyadouna vez ms en los baluartes metafsicos, nuestro autor nos recuerda laprimaca del acto sobre la potencia, que en el caso del ente se traduceen una primaca del existir sobre la esencia. La doctrina realista denuestro autor lo impulsa a afirmar con fuerza un ms all de los obje-tos, un mundo de existentes que no solo hace posible todas las objeti-vaciones acerca de l, sino que constituye en rigor el trmino mismodel acto de conocimiento. Y a travs de ese acto la reflexin conduce

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    [LA INTEGRACIN DEL SABER EN LA OBRA DE JACQUES MARITAIN]

    53. Si el tomismo est llamado a vivir por fuera de las escuelas y a animar ms o menosampliamente las investigaciones contemporneas, es natural que los nuevos datos aportados porlas ciencias por una parte, y las dificultades intrnsecas de la doctrina por la otra, conduzcan anumerosos espritus a interrogarse, correctamente o de manera errnea, acerca de muchos puntosconsiderados como establecidos por los que siguen las tradiciones de los grandes comentadores.Estoy sujeto de todo corazn a esa tradicin, pero soy consciente de que ella no vivir en la actua-lidad a menos que acepte este cuestionamiento de buen grado: sea para explicar mejor los puntosdebatidos, sea para revisar su interpretacin. propos dune recension en: OC VII, 1195.

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    OSCAR H. BELTRN

    al reconocimiento del sujeto como un existente cuyo ser no se reduceal mero conocer.

    En el ocaso de su vida, Maritain dej pendiente un proyecto delo que llam epistemologa existencial, donde se trata de profundizaren la intuicin de las cosas como sede realizadora y unificadora de losobjetos formales. Esa epistemologa inconclusa debera completar laconsideracin del orden objetivo con una perspectiva acerca de la tras-cendencia del conocimiento, de nuestra capacidad de llegar