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 “Así como lo estuvieron los poetas con Juan Pablo II o los músicos con Benedicto XVI, ahora los ojos de los deportistas se han fijado en el Papa, sean creyentes o no”. Y entonces vemos en su mirada una doble ilusión: “Tengo a Cristo y tengo un Papa”. Es que a César Cueto, Dios le dio todo. Tuvo fama, dinero, familia y la ovación de estadios llenos. Visitó tres continentes con su selección de fútbol y alzó varias copas como artífice de cada triunfo. No había portada o álbum de figuritas donde no apareciera (aún no habían “memes” ni Twitter que lo encumbraran más). Pero cómo él mismo nos contó..., faltaba algo en su vida: le faltaba su Iglesia.  Casi todo jugador de fútbol veterano estira su fama lo más posible. Sus opciones son sentarse en un set de televisión o radio como comentarista deportivo, o convertirse en entrenador de algún equipo con cierto protagonismo en la tabla. Pero lo que resulta extraño es verlo caminar por las calles de una provincia con su Biblia en la mano, evangelizando a las familias en sus casas...   Así ZÉNIT encontró días a trás, al ex jugador del fútbol peruano César Cueto en la ciudad de Huancavelica, una provincia capital a ndina del Perú situada a 440 kilómetros de Lima y a 3600 metros de altitud que casi permite tocar las nubes. Los econometristas lo consideran el departamento con mayor pobreza económica del país. Pero no así en fe ni devoción; y César, junto al Camino Neoca tecumenal lo saben bien. ¿Quién es este futbolista que llamó nuestra atención?  No es otro que un ex seleccionado de la “blanquirroja” de la década de los años setenta y ochenta, que se midió en los campos con el “Pibe Valderrama” y con Maradona. Esperanza de la hinchada nacional en dos mundiales, César Cueto fue campeón tres años con el Alianza Lima, y en Colombia una vez con Atlético Nacional y otra con América de Cali. Y no sólo eso, también fue catalogado en su tiempo por entendidos y aficionados como el “Poeta de la Zurda”, por su capacidad casi superdotada de colocar la pelota en los pies de los delanteros, rompiendo incluso algunas leyes de la física... UN PAPA PARA LOS FUTBOLISTAS Como se recordará, en el mes de agosto se jugó un partido de fútbol en honor del papa Francisco en Roma. Lo disputaron las selecciones de  Argentina e Italia, con el triunfo de los gauchos ante l a resignación de los azzurri . Pero el Santo Padre, fiel a su estilo, los llamó a todos y antes de que empiece cualquier rivalidad les dijo unas palabras... Les habló del ejemplo que debe dar el  jugador, del modo en que debe manejar su fama, la importancia de la camaradería y de Dios. Ya a los jugadores del equipo de sus amores, el San Lorenzo de Almagro, les había escrito una carta en marzo pasado donde les pedía que piensen en Jesús, que confíen en Él más allá de los campos deportivos, y que vivan una “sana competitividad y respeto mutuo”. “Todos los futbolistas estamos felices con Francisco”, nos dijo César.

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“Así como lo estuvieron los poetas con Juan Pablo II o los músicos con

Benedicto XVI, ahora los ojos de los deportistas se han fijado en el Papa,

sean creyentes o no”. Y entonces vemos en su mirada una doble ilusión:“Tengo a Cristo y tengo un Papa”. Es que a César Cueto, Dios le diotodo. Tuvo fama, dinero, familia y la ovación de estadios llenos . Visitó tres

continentes con su selección de fútbol y alzó varias copas como artífice decada triunfo. No había portada o álbum de figuritas donde no apareciera(aún no habían “memes” ni Twitter que lo encumbraran más). Pero cómo

él mismo nos contó..., faltaba algo en su vida: le faltaba su Iglesia. 

Casi todo jugador de fútbol veterano estira su fama lo más posible. Susopciones son sentarse en un set de televisión o radio como comentarista

deportivo, o convertirse en entrenador de algún equipo con ciertoprotagonismo en la tabla. Pero lo que resulta extraño es verlo caminarpor las calles de una provincia con su Biblia en la mano,evangelizando a las familias en sus casas...  Así ZÉNIT encontró días atrás, al ex jugador del fútbol peruano CésarCueto en la ciudad de Huancavelica, una provincia capital andina del Perú

situada a 440 kilómetros de Lima y a 3600 metros de altitud que casi

permite tocar las nubes. Los econometristas lo consideran eldepartamento con mayor pobreza económica del país. Pero no así en fe nidevoción; y César, junto al Camino Neocatecumenal lo saben bien. ¿Quién es este futbolista que llamó nuestra atención? No es otro que un ex seleccionado de la “blanquirroja” de la década de los

años setenta y ochenta, que se midió en los campos con el “Pibe

Valderrama” y con Maradona. Esperanza de la hinchada nacional en dosmundiales, César Cueto fue campeón tres años con el Alianza Lima, y enColombia una vez con Atlético Nacional y otra con América de Cali. Y nosólo eso, también fue catalogado en su tiempo por entendidos yaficionados como el “Poeta de la Zurda”, por su capacidad casi

superdotada de colocar la pelota en los pies de los delanteros, rompiendoincluso algunas leyes de la física... UN PAPA PARA LOS FUTBOLISTAS Como se recordará, en el mes de agosto se jugó un partido de fútbol enhonor del papa Francisco en Roma. Lo disputaron las selecciones de Argentina e Italia, con el triunfo de los gauchos ante la resignación de losazzurri. Pero el Santo Padre, fiel a su estilo, los llamó a todos y antes de

que empiece cualquier rivalidad les dijo unas palabras...  

Les habló del ejemplo que debe dar el jugador, del modo en que debemanejar su fama, la importancia de lacamaradería y de Dios. Ya a los jugadores del equipo de susamores, el San Lorenzo de Almagro, leshabía escrito una carta en marzopasado donde les pedía que piensen enJesús, que confíen en Él más allá delos campos deportivos, y que vivan una“sana competitividad y respeto mutuo”.

“Todos los futbolistas estamos

felices con Francisco”, nos dijoCésar.

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 DEJAR TODO POR CRISTO César nos advierte que cuando uno es joven y famoso, piensa que todova bien, que incluso te lo mereces, y que eso debe vivirse al máximo. Sepiensa en el futuro sí, pero para darle cosas materiales a tus hijos ydejarlos bien asegurados: “Vives según tus propias ideas y no segúnlas de Dios“. En medio de tantos aplausos, toques y goles, la familia denuestro jugador se estaba destruyendo sin darse cuenta, y por lo

tanto él mismo. Fue así como a través de un chispazo, semejante a unode los pases magistrales que él mismo daba hasta el pie del goleadorpara que anote, alguien del barrio lo invitó a una catequesis del CaminoNeocatecumenal en su parroquia. Así empezó el alargue... “Allí me anunciaron el amor de Dios, descubrí su misericordia, curéheridas y empecé a caminar por muchos años hasta hoy”, nos relata con

más emoción que cuando recibía los premios como mejor jugador del año.Hoy tiene otra hinchada, la de su comunidad que lo admira, lo sostiene ylo escucha. Su  familia está salvada y estable , lo que le permite ir en

busca de nuevos triunfos, de nuevos creyentes que estén dispuestos a

escuchar la palabra de Dios e integrarse en una comunidad para iniciar elcamino hacia Cristo. Se siente misionero y sale cada vez que lo envían, viaja por semanasy regresa aún con más ilusión.  César no es rico porque renunció a

alargar la fama que le daba el fútbol. “Muchos me preguntan por qué nome hice entrenador”, y se ríe... Sonrisa cómplice por la respuesta que les

da a todos: “Mejor es anunciar a Cristo“. 

EL PITAZO FINAL Esperábamos estar ante un futbolista como él, para preguntarle por quéFrancisco les pidió a los jugadores que recen para que el Papa “juegue

limpio” el partido que le toca...  “Porque en el campo toda competencia

debe ser leal, debe ganar el mejor, con respeto al rival, escuchando al otroy sin pelear”, nos explicó al mejor estilo de un director técnico (o espiritual).

 Además, “sin nada de patadas”, bromeó. Y tú, ¿qué trofeo aún esperas ganar?, le dijimos antes de que retome susvisitas por las casas. “A estas alturas del partido..., le pido a Dios que meconceda hacer su voluntad, confiar cada día más en Él y rezar. Quiero

trabajar y arriesgar por el Señor, dejar todo, y caminar con mi comunidad,que es lo mejor que me ha sucedido en la vida”. Vale la pena un tiempo suplementario para todos, ¿no?