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ICONOGRAFíA DE LA JUSTICIA EN MéXICO 201 Los zapotecas de los Valles Centrales de Oaxaca son uno de los grupos más lon- gevos en el mundo mesoamericano; se desarrollaron entre los años 1500 a.C. y 900 d.C. Para lograr este prolongado periodo de desarrollo, desde el preclásico hasta el clásico tardío, es natural que se trate de una sociedad estamental perfectamente organizada, en donde el gobernante no sólo ejerce el poder sino también administra justicia. Es posible que el gobernante dirimiera problemas entre habitantes de la misma ciudad, o entre poblaciones que tuvieran rivalidades. La figura que aquí presentamos se trata de un gobernante zapoteca ricamente ataviado, sentado en un trono, lo que acentúa su poder y dignidad, tanto como gobernante como impartidor de justicia. Teotihuacan, la ciudad-Estado más importante del periodo clásico en Mesoamérica y paradigma de la metrópoli indígena americana, tuvo una extensión de más de dieciséis kilómetros cuadrados, cubiertos por pirámides, calzadas, templos y zonas habitacionales. Diversos estudios han comprobado la diversidad étnica y social de la ciudad, así como el poder que ejercían los sacerdotes-guerreros en la administración de Teotihuacan, es decir, de una teocracia que mantuvo el poder desde el 200 a.C. hasta el 650 d.C. También es un hecho que no se han hallado restos de escritura, lo que proporcionaría valiosa información sobre esta cultura y temas tan diversos como la política, la economía, la religión y la sociedad, sin mencionar asuntos específicos como la ley, el derecho y la justicia. Sobre ello, la imagen que presentamos es de un mural hallado en la zona habitacional de Tepantitla, el famoso Tlalocan o "Paraíso de Tláloc", lugar a donde se iban a regocijar los hombres fallecidos por causas asociadas al agua (ahogados, quienes sufrían de hi- dropesía, los alcanzados por un rayo, etcétera). Detalle del mural Tlalocan en Tepantitla Reproducción de Arqueología mexicana, vol. VIII, no. 48 Una de las escenas que hallamos en este mural ha sido interpretada como un juego en donde se patean huesos que re- suenan. Nosotros suponemos que se trata de una escena en donde un hombre es sometido a "un juicio": un hombre emite la sentencia, consistente en aplicar un castigo con un hueso en la pierna del cul- pable. Tres hombres están observando que se ejecute lo sentenciado. Es indudable que en una ciudad-Estado tan compleja como Teotihuacan, debió existir un sistema jurí- dico que respaldara el buen funcionamien- to de la metrópoli más famosa de Meso- américa, aunque se desconoce cómo funcio- naba y cómo se representaba a la justicia.

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iConografía de la JustiCia en MéxiCo

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Los zapotecas de los Valles Centrales de Oaxaca son uno de los grupos más lon­gevos en el mundo mesoamericano; se desarrollaron entre los años 1500 a.C. y 900 d.C. Para lograr este prolongado periodo de desarrollo, desde el preclásico hasta el clásico tardío, es natural que se trate de una sociedad estamental perfectamente organizada, en donde el gobernante no sólo ejerce el poder sino también administra justicia. Es posible que el gobernante dirimiera problemas entre habitantes de la misma ciudad, o entre poblaciones que tuvieran rivalidades. La figura que aquí presentamos se trata de un gobernante zapoteca ricamente ataviado, sentado en un trono, lo que acentúa su poder y dignidad, tanto como gobernante como impartidor de justicia.

Teotihuacan, la ciudad­Estado más importante del periodo clásico en Mesoamérica y paradigma de la metrópoli indígena americana, tuvo una extensión de más de dieciséis kilómetros cuadrados, cubiertos por pirámides, calzadas, templos y zonas habitacionales. Diversos estudios han comprobado la diversidad étnica y social de la ciudad, así como el poder que ejercían los sacerdotes­guerreros en la administración de Teotihuacan, es decir, de una teocracia que mantuvo el poder desde el 200 a.C. hasta el 650 d.C. También es un hecho que no se han hallado restos de escritura, lo que proporcionaría valiosa información sobre esta cultura y temas tan diversos como la política, la economía, la religión y la sociedad, sin mencionar asuntos específicos como la ley, el dere cho y la justicia. Sobre ello, la imagen que presentamos es de un mural hallado en la zona habitacional de Tepantitla, el famoso Tlalocan o "Paraíso de Tláloc", lugar a donde se iban a regocijar los hombres fallecidos por causas asociadas al agua (ahogados, quienes sufrían de hi­dropesía, los alcanzados por un rayo, etcétera).

Detalle del mural Tlalocan en TepantitlaReproducción de Arqueología mexicana, vol. VIII, no. 48

Una de las escenas que hallamos en este mural ha sido interpretada como un juego en donde se patean huesos que re­suenan. Nosotros suponemos que se trata de una escena en donde un hombre es sometido a "un juicio": un hombre emite la sentencia, consistente en aplicar un castigo con un hueso en la pierna del cul­pable. Tres hombres están observando que se ejecute lo sentenciado. Es indudable que en una ciudad­Estado tan compleja como Teotihuacan, debió existir un sistema jurí­dico que respaldara el buen funcionamien­to de la metrópoli más famosa de Meso­américa, aunque se desconoce cómo funcio­naba y cómo se representaba a la justicia.

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Los mayas, localizados en una amplia área que comprende los actuales Estados

de Tabasco, Campeche, Yucatán, Quintana Roo y Chiapas, así como los países de Belice,

Guatemala y Honduras, presentan rasgos muy particulares; las imágenes que aquí pre­

sentamos proceden del periodo clásico (200 a.C. a 800 d.C.). En esta sociedad tanto

hombres como mujeres detentaban el poder, y varias escenas talladas en piedra caliza,

pintadas sobre estuco, vasos cerámicos y esculturas de barro, dan muestra de ello. Como

en otras sociedades mesoamericanas, los Halach Uinic o gobernantes ejercen el poder y

la administración de la justicia. Ejercían el poder desde la ciudad real, y a través de go­

bernantes locales vigilaba a las poblaciones tributarias.

Se conservan esculturas de barro con representaciones de gobernantes sentados

en tronos y altares, lo cual confirma su poder real. Algunas imágenes proceden de vasos

decorados tipo códice, como la que muestra a un Gran Señor sobre su trono­altar, el

cual observa a un hombre que intenta golpear a un tercer hombre que está sentado con

las piernas cruzadas y los brazos atados por la espalda (la imagen típica de un cautivo).

En la concepción occidental de la justicia, bien podría asociarse a la ejecución de una

sentencia dictada por el juez (gobernante), realizada por el verdugo sobre el condenado

a muerte. Otra imagen contenida en un vaso con decoración tipo códice es la escena de

un Gran Señor sobre un trono­altar, y junto a él, sentado en el suelo, está un pintor

de códice. Podemos interpretar que se trata de un escriba que anota en un códice la

sentencia que le dicta el Gran Señor­juez, después de escuchar los alegatos de los

quejosos.

iii. los Mexicas

Los grupos nahuas del posclásico en el Altiplano Central de México absorben las apor­

taciones de las altas culturas de los periodos anteriores. Una de ellas es la que atribuía

a los gobernantes el poder total, incluido el de la aplicación de la justicia. Sin embargo,

los mexicas, uno de los grupos nahuas, difiere de sus antecesores. Esto se sabe por las

fuentes españolas, tanto de conquistadores como de frailes evangelizadores del

siglo XVI.

La primera referencia la proporciona Cortés, quien en su plano de México­

Tenochtitlan plasma los palacios de Moctezuma Xocoyotzin, también conocido como

Moctezuma II en 1519. La Lámina LXX del Códice Mendocino (de mediados del siglo

XVI) dibuja las salas del palacio de Moctezuma Xocoyotzin e incluso tiene anotaciones

en castellano que dice "estos quatro son como los hombres del consejo de moteczuma,

son hombres sabios. Sala del consejo de moteczuma". Fuentes posteriores, como fray

Bernardino de Sahagún, corroboran que en este palacio se hallaban no sólo los aposentos

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de Moctezuma II, sino también las salas de los jueces. Y en efecto, las descripciones que

se hacen de este palacio señalan que era enorme, lleno de salas y habitacio nes, alma cenes

y patios.

Sahagún, en el Códice Florentino, al mencionar la definición de Tecpan calli señala

que eran las casas reales donde habitaban los señores y jueces, además de ser el sitio

donde se realizaban audiencias y se determinaban las causas públicas. Conjugando las

descripciones y la imagen de la Lámina LXX del Códice Mendocino puede considerarse

que las habitaciones y salas del primer patio del palacio estaban dedicadas a la admi­

nistración e impartición de justicia; Sahagún nos dice

El palacio de los señores, o casas reales, tenía muchas salas: la primera era la sala de

la Judicatura, donde residía el rey, los señores cónsules, o oidores, y principales nobles,

oyendo las cosas criminales, como pleitos y peticiones de la gente popular, y allí

juzgaban y sentenciaban a los criminales a pena de muerte, o ahorcar, o apedrear o

achocarlos con palos... y también allí juzgaban a los principales nobles y cónsules,

cuando caían en algún crimen condenándolos a muerte o a destierro, o ser tras­

quilados, o les ha cían macegual o los desterraban perpetuamente del palacio, o

echábanlos presos en unas jaulas recias y grandes...

Otra sala recibía el nombre de Teccalco, que significaba "casa de señorío", en donde

se llevaban a cabo juicios para solucionar pleitos y peticiones de la gente del pueblo, las

cuales eran llevadas a cabo por los ancianos, quienes revisaban los "expedientes" o causas

del conflicto, y solicitaban la presencia de testigos para determinar con suma prudencia

la mejor solución.

Varios autores señalan la existencia de cárceles o "casas de presos" , llamadas

cuauhcalli (jaula o casa de palo) y petlacalli (casa de esteras), las que estaban por varios

puntos de la ciudad.

Era esta cárcel una galera grande, ancha y larga, donde, de una parte y de otra, había

unas jaulas de maderos gruesos, con unas planchas por cobertor, y abrían por

arriba una compuerta y metían por allí al preso y tornaban a tapar, y poníanle encima

una losa grande...

Algunas imágenes que acompañan la obra de Sahagún muestran los castigos que

recibían los trasgresores de la ley, de acuerdo a los que disponían los jueces acorde al

delito cometido. Los castigos para quienes resultaran culpables podían ir desde una ligera

reprimenda verbal hasta la muerte por ahorcamiento o a garrotazos; los hombres y

mujeres que eran sorprendidos cometiendo adulterio eran castigados con la muerte a

pedradas (lapidación).

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Entre los mexicas destaca el uso del icpalli o asiento de estera, como un símbolo

del poder no sólo del Huey Tlatoani o Supremo Gobernante, sino también por los jueces,

como puede observarse en varias pinturas y representaciones de gobernantes. Conside­

ramos que el asiento de petate se asocia a los gobernantes y jueces, por lo que quizá se

trate del símbolo de poder, autoridad y justicia entre los mexicas. Fuera del palacio tam­

bién se hallaban "tribunales de justicia". El más conocido estaba en el Mercado de

Tlatelolco; ahí se encontraba una casa dispuesta como tribunal, en la cual legislaban 12

ancianos –según algunas fuentes­ quienes se encargaban de dirimir los conflictos entre

comerciantes y compradores, además sancionaban delitos y castigaban a los infractores.

Y en vna Casa, que havia cerca del Mercado, estaban doce Hombres ancianos, como

Audiencia, librando pleitos, que havia entre los Contratantes... Castigaban mucho al

que falseaba Medidas, diciendo que era enemigo de todos, i ladrón público. Quebra­

banlas, como hacen nuestros Jueces.

Este tribunal se auxiliaba de varias personas, quienes vigilaban el orden, apresaban

ladrones y recaudaba impuestos. No olvidemos que todas las referencias alaban el con­

cierto y orden de dicho lugar, en donde había más de sesenta mil personas al mismo

tiempo comprando y vendiendo. El historiador norteamericano William H. Prescott,

sobre los vigilantes escribe

El orden más perfecto reinaba en esta inmersa reunión. Patrullaban la plaza, oficiales,

cuya obligación era conservar la paz, colectar los impuestos de las diferentes mer­

cancías, ver que no se usara de falsas medidas o fraudes de cualquier clase, y presentar

también a los culpables ante la justicia.

Mercado de TlatelolcoSala Mexica, Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México

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La maqueta del Mercado de Tlatelolco que se exhibe en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología muestra la vigilancia del lugar y la existencia de los jueces. Podemos advertir que los jueces son ancianos, los hombres más sabios y prudentes según la concepción indígena, y también nos muestra que están sentados sobre un icpalli o silla de esteras.

Un cuadro de Rodrigo Gutiérrez del último tercio del siglo XIX (de 1875) nos muestra una evocación romántica del Senado de Tlaxcala; la escena representa la deli­beración de los tlaxcaltecas si aceptan o no la propuesta de alianza de Hernán Cortés. Es de notar el estilo "occidental" del senado tlaxcalteca, en donde los Señores principales se sientan en sillones altos con respaldo y descansabrazos. Este detalle de nuevo asocia la idea de que el trono­altar­silla está relacionado con la figura del gobernante­juez.

El orden y concierto entre los mexicas procedía desde el hogar, en donde el padre personificaba al gobierno y al juez dentro de la familia, pues también vigilaba que se cumplieran las reglas de vida familiar, y en caso de que los hijos no cumplieran con sus obligaciones, debía aplicar los castigos. Es así como Sahagún nos legó algunas imágenes sobre la manera en que los "padres indígenas administran la justicia familiar entre sus hijos desobedientes". El Códice Mendocino presenta varias maneras en que los padres podían castigar a sus hijos por su mal comportamiento

­los niños necios o desobedientes eran duramente castigados con golpes y azotes­uno de los castigos más dolorosos que los padres aplicaba a sus hijos era punzar

su cuerpo con filosas puntas de maguey­a los niños que reincidían en algún mal comportamiento se les ponía a oler el

humo de chiles quemados­las niñas desobedientes eran obligadas a barrer a la vista del público, en ese

tiempo uno de los castigos más penosos.

Una imagen del Códice Florentino reproduce una de las versiones sobre la muerte de Moctezuma Xocoyotzin, la cual indica que fueron los propios indígenas quienes le dieron muerte, arrojándole piedras. Ello indicaría que se trata de una acción de justicia popular (tanto de pipiltin o nobles como de macehuales o gente común), al sentir que el gobernante traiciona a su propio pueblo. Puede advertirse que el cadáver del gobernante está sobre un icpalli, símbolo del poder del gobernante­juez mexica.

Pero no sólo los mexicas representaban así a su gobernante, pues como ya se ha señalado, diversas culturas mesoamericanas también lo hicieron así: los gobernantes regían desde un altar­trono­icpalli, quizá se trate de una representación –muy esque­matizada– de la justicia.

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iConografía de la JustiCia en MéxiCo

No nos resta mas que reiterar que este anexo es una aproximación a la búsqueda de la "justicia" en Mesoamérica, y aunque se trata de un concepto generado en el mundo mediterráneo antiguo, debemos hacer el esfuerzo de rastrear su iconografía –lo más cercano posible­ en otros ámbitos culturales, tan ricos y complejos como el egipcio, mesopotámico, griego y romano. México no es la excepción.

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ICONOGRAFíA DE LA JUSTICIA EN EL MUNDO

MESOAMERICANO

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Este altar representa la ideología del mundo olmeca: un personaje (gobernante) emerge de una cueva que tiene la representación de un jaguar (animal divino entre este grupo). El personaje está sentado con las piernas cruzadas, y con su mano derecha sujeta una cuerda que rodea todo el altar, con otras figuras humanas y felinas­fantásticas. Se trata de un gobernante, quien en el mundo mesoamericano, ejerce las funciones de gobierno y de aplicación y vigilancia de la justicia. Se considera que el gobernante ocupaba la parte alta de este altar, como si se tratase de un trono.

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Altar 4 de La VentaPeriodo Preclásico, ca. 1200 a 500 a.C.Parque­Museo de La Venta, Villahermosa, Tabasco

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Arqueólogos e historiadores del arte consideran que estas cabezas colosales son retratos de gobernantes olmecas. Son ellos quienes ejercen el poder político, controlaban las actividades económicas y sociales, además de resolver los problemas suscitados entre sus gobernados.

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Cabeza 10 de San LorenzoPeriodo Preclásico, ca. 1200 a 500 a.C.Museo Comunitario de Tenochtitlan, Veracruz

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Esta urna funeraria zapoteca muestra a un gobernante con un gran tocado con la cara de un dios con protuberancia nasal (nariz enroscada) y orejeras. El gobernante zapoteca, como sucede en toda Mesoamérica, también ejerce la administración de la justicia y la vigilancia del buen funcionamiento de su sociedad.

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Urna funeraria con figura humanaPreclásico­Clásico, 1500 a.C. a 900 d.C.Museo Frissell, Oaxaca

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Este mural, famoso por las alegres escenas de los teotihuacanos muertos que disfrutan el Tlalocan o "Paraíso de Tláloc". Una de las escenas que aquí aparece ha sido interpretada como un juego en donde se patean huesos que resuenan. Pero también podemos hacer otra interpretación, quizá demasiado aventurada, pero que se ajusta a nuestro tema, como veremos en la siguiente figura.

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Tlalocan en Tepantitla. Mural de TeotihuacanPeriodo Clásico, 200 a.C a 650 d.C.

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Tan sólo como una nueva interpretación, podemos sugerir que se trata de una escena en donde un hombre es sometido a "un juicio"; un hombre emite la sentencia, consis­tente en aplicar un castigo con un hueso en la pierna del culpable. Tres hombres están observando que se ejecute lo sentenciado (en este detalle del mural se ve a tres personajes observando a otro que parece disponerse a patear al individuo del centro. Se ve una pierna (A) contra un hueso (B) que emite sonidos mediante vírgulas (C); aparentemente el acontecimiento es llamado "Juego de la patada de huesos que resuenan").

Es indudable que en una ciudad­Estado tan compleja como Teotihuacan, debió existir un sistema jurídico que respaldara el buen funcionamiento de la metrópoli más famosa del periodo clásico en Mesoamérica, aunque se desconoce cómo funcionaba y cómo se representaba a la justicia.

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Detalle del mural Tlalocan en TepantitlaReproducción de Arqueología mexicana, vol. VIII, no. 48

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Representa a un gobernante maya con un gran símbolo de poder, mientras que su esposa realiza un ritual: a través de su lengua perforada se pasa una cuerda con espinas, con la finalidad de empaparla de sangre para después quemarla, para que el humo subiera al cielo para alimentar a los dioses. Entre los mayas, tanto hombres como mujeres podían detentar el cargo de gobernante, y así impartir justicia, tanto en la ciudad capital como en las poblaciones sometidas.

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Dintel 24 de Yaxchilán, ChiapasPeriodo Clásico 200 a 800 d.C.Museo Británico, Londres, Reino Unido

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Esta figura representa a un Halach Uinic u "hombre verdadero", Gran Señor o gober­nante, sentado en su trono, ataviado con un rico tocado y elaborado traje. El Halach uinic es el símbolo viviente del poder entre los mayas y, por consiguiente, de la justicia.