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n n Paris. — Sociedad tipográfica PABLO DUPONT, 41, calle J.-J.-Rousseau mm

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  • n n

    P a r i s . S o c i e d a d t ipogr f i ca PABLO DUPONT, 41, cal le J . - J . - R o u s s e a u

    mm

  • 24 f i s i o H g a

    DE

    LA MUJER \

    E N T O D O S

    SUS ESTADOS Y CONDICIONES SOCIALES

    E D A D , T E M P E R A T U R A , C A R A C T E R , E D U C A C I O N , ;

    S U I N F L U E N C I A E N L A F A M I L I A Y L A S O C I E D A D ;

    S U P A S A D O , S U P R E S E N T E Y S U P O R V E N I R ;

    C O N L A S O P I N I O N E S D E S U S C O N T R A R I O S Y A P O L O G I S T A S

    P O R

    D O M I N G O S E R R A N O

    Con muchas lminas

    A J O, ' S/

    PARIS

    LIBRERA. DE GARNIER HERMANOS

    6 , RUE DES SAINTSPERESj 6

    1882

  • FISIOLOGIA

    D K

    L A M U J E R

    P R I M E R A P A R T E

    'LA M U J E R

    B E L L O I D E A L D E L A M U J E R . S I D I F I E R E F I S I C A M E N T E E N

    A L G O D E L H O M B R E , T I E N E L A S M I S M A S F A C U L T A D E S I N T E -

    L E C T U A L E S .

    La mujer, fuente fecunda y sagrada de la vida, es la criatura ms respetable de la naturaleza, pues de ella dimanan las generaciones sobre la tierra; es la Eva el sr vivificador que nos abriga en su seno, nos ali-menta con sus pechos, nos acoge en sus brazos y pro-tege nuestra infancia en el regazo de su inagotable ternura. La mujer est fsica y moralmente organizada

    i

  • para el importante y sublime cargo de criar al gnero humano, del cual es el adorno, el consuelo y el encanto.

    Balzac ha dicho que la mujer se asemeja los nge-les, en su inagotable bondad, porque los seres desgra-ciados la pertenecen.

    Y cul es este sr privilegiado, cuya misin sobre

    5 FISIOLOGA. DE LA MUJER.

    la tierra es la de hermosear nuestra existencia, como dicen los poetas, dar al hombre una sombra bienhechora en el desierto abrasador de la vida?

  • L A M U J E K . . 3

    Quin es esa mujer que alivia nuestras penas siendo nia con sus caricias inocentes, nos embelesa cuando os adulta, nos ayuda y consuela cuando esposa, excusa nuestras faltas cuando madre, participa de nuestras penas y alegras toda su vida, ruega Dios por nos-otros y muere bendicindonos?

    Pues bien, esta mujer, que algunos filsofos han que-rido rebajar moralmente, posee las mismas facultades intelectuales que el hombre. En lo fsico los miembros de este, ms vigorosos, le transportan ms ljos y con ms presteza; sus nervudos brazos levantan y soportan

    pesos ms enormes; su pecho despide sonidos ms poderosos y su estmago, consumidor ms enrgico, renueva mejor sus fuerzas.

    Pero si consideramos el cuerpo como adorno y como expresin, las ms aventajadas son las mujeres, pues

  • 4 FISIOLOGA. DE LA MUJER.

    un hermoso rostro de mujer es la obra mas perfecta de la creacin. La persona de la mujer es, por decirlo as, mil veces ms elocuente, pero la fisionoma y el gesto masculinos tienen una singular expresin de energa y de acento. El hombre tiene diez miradas, y la mujer ciento; el hombre tiene una sonrisa, y la mujer mil. La voz sonora pero tosca del hombre, abunda en la mujer en medios tonos, en cuartos de tonos que repro-ducen, como otros tantos ecos, todas las vibraciones del corazon y del pensamiento.

  • LA MUJER. 5

    libio, hallan tiempo para sentir mil veces masque el hombre; todo el manejo dla coquetera, la ciencia de las miradas, las inflexiones de voz, los gestos, nos re-

    velan en la mujer un ser que asiste su vida hasta en sus ms mnimos detalles.

    La mujer puede, en las ideas completamente abs-

  • 6 FISIOLOGA DE LA MUJER.

    tractas, elevarse por el estudio hasta la razan que com-prende, rara vez hasta la razn que crea. No se debe las mujeres ningn descubrimiento matemtico, nin-guna teora metafsica. En Grecia, donde se agolpaban las discpulas con tanto ardor, al rededor de las grandes escuelas de filosofa, donde Pitgoras contaba todo un pueblo de mujeres entre sus adeptos, no sali nunca un sistema filosfico de la cabeza de una mujer. Inteli-gentes como intrpretes, apasionadas comQ sectarias, su poder se estrellaba y se ha estrellado siempre all donde empieza la creacin. Las mujeres no son filso-fas sino por el corazon.

    CAUSAS DE LA INFERIORIDAD DE LAS MUJERES EN LAS OBRAS

    . MAESTRAS.

    En qu consiste, pues, que desde la ms remota antigedad hasta nuestros dias, no se cita una sola obra maestra firmada por una mujer, ni en la msica, ni en la poesa dramtica, ni en la epopeya, etc., pesar de tener las mismas facultades que el hombre?

    Consiste en la insuficiencia de la educacin? No cabe duda que eso es una de las causas, pero no la nica. La inteligencia pertenece las mujeres como los hombres, en proporciones iguales, pero con diferentes cualidades. Constituyen estas cualidades la igualdad entre ambos? M. Legouv dice que no, porque las mujeres no sobre-salen ms que en las cualidades secundarias y los hom-bres dominan en las superiores; pero al mismo tiempo aade que estas cualidades superiores no son patrimo-nio ms que de unos cuantos hombres privilegiados y, no aplicndose, por consiguiente, ms que en circuns-

  • * LA MUJER. 7

    trinlas excepcionales, no pueden considerarse como lina regla. El genio no es necesario para constituir una nriatura inteligente, y la inteligencia por otra parte, no compone la entidad del hombre.

    E N QU ES SUPERIOR LA M U J E R ?

    El vigor moral, lo que puede llamarse el poder ejecu-tivo, naturalmente ms dbil en la mujer, lo es an ms por su educacin, pues no sabe ni obrar, ni que-rer, porque no ha ejercitado su carcter, ni parala voluntad ni para la accin. pesar de esto, no hay que negar el valor en las mujeres, pues tienen el suyo como nosotros el nuestro, y no es por cierto de menor importancia, ni de una aplicacin mnos til y mnos eoinun. Cuando so tratado arrostrar un peligro de der-ramar su sangre, el hombre se arroja y la mujer tiem-bla ; es el valor activo y exterior. Pero el hombre no sabe ni sufrir ni resignarse; las prdidas de bienes le agobian, y aqu es donde triunfan las mujeres. Llenas de dulzura en la adversidad, no slo soportan sus pro-pos males, sino que sufren por los ajenos. La mayor parte de los hombres no se sostienen ms que ampara-dos por la mano de una mujer. Las mujeres son las que reaniman al comerciante arruinado y abatido y al artista desalentado; con la muerte en el corazon son-ren para hacernos sonrer; representan la vez la re-signacin y la esperanza ; representan sobre todo esa cualidad fundamental que se llama tener corazon, y el corazon no tiene necesidad que se le defina, pues el que lo siente lo comprende, y todo el mundo lo siente porque abraza todas las afecciones que hacen del hom-

  • 8 F I S I O L O G A D E L A M U J E R .

    bre un hijo, un padre, un hermano, un amante, un es-poso, un hombre.

    Por lo que toca al amor filial en la mujer, baste

    decir que el tipo de Antgona no tiene su semejante en-tre los hijos ( i) .

    (i) Antgona, hija de Kdipo y de Jocastra, sirvi de gua su padre ciego hasta Colona, en tica; y en Tbas, pesar de la pro-hibicin de su tio Cleon, di sepultura su hermano Polinice. Con-denada ser enterrada viva, evit este suplicio suicidndose.

  • LA MUJEH. . 9

    En cuanto la caridad, nadie disptala superioridad i las mujeres. Un hombre que da, no da ms que su di-nero, pero la mujer agrega su corazon. Un doblon de ro, en manos de una mujer, alivia ms pobres que

    femc-

    nina renueva cada dia el milagro dla multiplicacin de los panes.

    En suma, la mujer es igual al hombre, pero sus fun-ciones, como su naturaleza, son diferentes. Ciertos ofi-cios domsticos y la mayor parte de los oficios sociales, exigen cualidades masculinas que, confiados las mu-jeres, fuera rebajarlas y condenarlas forzosamente la inferioridad. Pero las cualidades femeninas reclaman a su

  • 1 0 FISIOLOGA. DE LA MUJER.

    vez ciertos empleos que se les deben conceder por su nteres y el nuestro. El elemento que representa la mujer deja un vaco en la sociedad, por no estar an suficientemente definido; y su aplicacin deber bus-carse en los diferentes modos de existencia, tales como la vida de familia, la vida profesional y la vida poltica.

    Y como estas diferentes faces de la vida social se ligan ntimamente con la vida fsica, bueno ser echar una ojeada sobre esta ltima y sus divisiones.

    Ya se sabe que la vida, propiamente dicha de una persona, se divide fisiolgicamente en perodos que se llaman primera infancia, segunda infancia, adoles-cencia, edad madura, y vejez. Aunque esta divisin nos parezca defectuosa bajo varios aspectos, y aunque nuestro modo de ver no represente con exactitud las mudanzas que hace en el organismo la sucesin de los aos, y por consiguiente no puede suministrar una base slida los preceptos de la higiene, se adopta no obstante, por haberla consagrado en cierto modo el uso hasta nuestros dias (1).

    (1) H aqu una de las vras divisiones cientficas de la edad, adoptada comunmente por los fisilogos higinicos :

    Ia Infancia [infantia) De 1 7 aos. 2a Infancia [pueritia) De 7 13 15 aos. Pubertad adolescencia (apti- En los hombres de 13 25 anos.

    LA VIDA FISICA Y SUS DIVISIONES.

    tud para la reproduccin).

    Virilidad

    En las mujeres de 13 21 aos. En los hombres do 23 60 aos. En las mujeres de 21 50 aos.

    Vejez

  • LA MUJER. U

    PRIMERA Y SEGUNDA INFANCIA,

    Puede decirse que hasta los 5 6 aos no hay mucha diferencia entre los nios de ambos sexos. El perodo de la vida, que se llama primera infancia, empieza al nacer y acaba los siete aos.

    La educacin intelectual de la nia, como la del nio, empieza en cierto modo con la vida, porque desde el

    momento en que experimenta sensacianes, debe crear ideas. Mucho se ha debatido la cuestin de saber qu poca se debe principiar instruir los nios; lo ms lgico es cuidar de darles ideas justas y conocimientos positivos en cuanto sea posible ponerse en relacin con ellos; pero se debe evitar ensearles unas cosas que para comprenderlas exijan de su parte una atencin de que no son capaces. El estudio no se les ha de im-poner como una obligacin sino cuando su inteligencia haya adquirido cierta fuerza.

    Estas divisiones no se lian hecho ms que para facililar el estudio y no se las debe dar ms importancia de lo que merecen.

  • m 1 2 FISIOLOGIA DE L"A MUJEB.

    El perodo de la segunda infancia comienza la edad de siete aos y acaba cuando se manifiestan los signos de la pubertad. La gordura disminuye, los miembros se ponen mas delgados, los msculos estn mejor dibu-

    f l i l jados debajo d la piel, la inteligencia se desarrolla y el aparato digestivo adquiere ms fuerza.

    Los caractres que distinguen los sexos se pronun-cian ms y ms durante la segunda infancia; nios y nias se entregan abiertamente los instintos natu-

  • * LA MUJER. 13

    rales de su edad y temperamento y como dice Moratin :

    Los chicos gustan de juegos, De ccrrer y alborotar Y poner mazas perros. Las muchachas, transformando En mantellina el moquero, Van misa y visita, Se dicen mil cumplimientos Y en cachivaches de plomo Hacen comida v refresco.

    La primera y segunda infancia forman la edad ms hermosa de la vida, Gracia, belleza, candor, todo se encuentra en ellos. Los nios, ya se sabe, son las flores del jarclin del matrimonio.

    Qu hermoso es el nio con su dulce sonrisa, su can-didez, su vocecita armoniosa, su lloro prontamente enjugado y sus caricias inocentes!

    Los nios tienen alegras inmoderadas y amargos pesares por causas muy tenues.

    Los nios no tienen ni pasado, ni porvenir, y cosa que no sucede los hombres, gozan del tiempo presente.

    No hay ningn vicio exterior ni defecto corporal que se oculte la vista de los nios; todo lo notan la primera ojeada. Por eso dice el refrn : Los locos y los muchachos dicen siempre la verdad.

    Hay nios altaneros, desdeosos, colricos, envi-diosos, curiosos, interesados, perezosos, ligeros, t mi-dos, mentirosos, pero es raro ver en ellos hipocresa ni disimulacin.

  • 17 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    PUBERTAD ADOLESCENCIA.

    Cuando llega la edad de la adolescencia se hace una gran revolucin en todos los individuos; el aparato genital que hasta entonces no se habia desarrollado, experimenta nuevas sensaciones; la voz se vuelve ms

    fuerte y acentuada. Los pechos de la muchacha se desarrollan, nace en ella un flujo que le era descono-cido, y experimenta nuevas sensaciones, de que habla-remos al tratar de la doncella. Esta edad, que suele ser crtica para las jvenes, exige precauciones higi-nicas indispensables. Se procurar apartar de las mu-

  • * LA MUJER. 1 5

    chachas todas las causas de pltora y flegmasas agudas, cuando el sistema sanguneo tiene en ellas una actividad exagerada. En otras, y desgraciadamente no pocas, suele declararse, en la pubertad, esa enfermedad conocida (;on el nombre de clorosis, caracterizada por la excesiva palidez del rostro, la flojedad de las carnes, un estado de debilidad y de languidez general, el desarreglo de las funciones digestivas, las palpitaciones del corazon, la dificultad de la respiracin, los cansancios espont-neos, la tristeza, etc. Las causas que predisponen esta enfermedad son : el temperamento linftico, una cons-titucin dbil, un gnero de vida sedentario, la habita-cin en las grandes ciudades, el exceso en el dormir veladas .continuas y prolongadas, alimentos poco nutri-tivos indigestos, el abuso de las bebidas acuosas, los baos calientes, la influencia del fri hmedo, las penas, sobre todo las de amor, la nostalgia, el abuso de ciertos placeres, y, en una palabra, todas las causas debilitantes. Para combatir esta afeccin, la higiene, ademas de los medicamentos empleados en tales casos, aconseja habitaciones sanas, bien ventiladas y con mucha luz, vestidos de abrigo y ligeros, alimentos tnicos, ejercicios gimnsticos moderados, paseos, baos de mar, etc. En esta edad es cuando la edu-cacin que se ha recibido en la infancia empieza dar sus resultados.

    EDAD ADULTA.

    La edad adulta que tambin se llama edad provecta, y virilidad hablando del hombre, empieza por lo comn en este los veinte y cinco aos y en la mujer los

  • 1 6 FISIOLOGA. DE LA MUJER.

    ventiuno; en esta se extiende hasta cerca de los cin-cuenta y en aquel hasta los sesenta. Divdese ordina-riamente en tres perodos : el primero es el de la madu-rez virilidad creciente, que en los hombres se ter-mina hacia los treinta y cinco aos y en las mujeres

    los treinta : cuando se habla de la edad adulta se consi-dera siempre este perodo. El segundo es el de la ma-durez confirmada, edad provecta, que nunca pasa en los hombres de los cincuenta aos ni en la mujer de los cuarenta. Finalmente, el tercer periodo de la edad adulta, es el que se ha designado con los nombres de

  • LA. M U J E R . 1 7

    madurez virilidad decreciente; cuando se sale de este periodo se entra en la vejez, que comienza en el hom-b r o los sesenta aos y en la mujer los cincuenta.

    En este tercer perodo, el cuerpo no se agranda ms, psf engorda y se llena; la fisionoma toma un carcter m s pronunciado, y se manifiesta el temperamento de cada individuo, lo que constituye el rasgo ms impor-

    tante de la edad viril. La sensibilidad es mnos viva, pero sus efectos son ms durables. la impetuosidad y atolondramiento de la juventud, se sigue la sangre fria, la prudencia y la reflexin; finalmente el gusto de las ocupaciones srias, y los clculos de la ambicin se subsi-guen la generosidad, la franqueza y la ligereza que caracterizaban los primeros tiempos de la edad adulta.

  • 18 FISIOLOGA. DE LA MUJER.

    El tercer perodo de la madurez, que se llama viri-lidad decreciente, se manifiesta por la debilidad de las facultades generatrices en el hombre, y por la cesacin de los menstruos en las mujeres. La piel pierde su fres-cura y su delicadeza y empieza llenarse de arrugas; los cabellos encanecen y caen, las fuerzas musculares se debilitan, la sensibilidad general disminuye y final-mente se manifiestan ms y ms las predisposiciones de que hemos hablado ya.

    LA VEJEZ.

    Esta ltima parte de la vida que se llama vejez, se divide ordinariamente en tres perodos designados con

    ,0S nombres de veje, verde, que se extiende en el hom-

  • LA MUJER. 1 9

    \w\ do los sesenta los setenta aos; caducidad vejez ani/nnada} que se prolonga hasta los ochenta aos y Ilingo despus viene la decrepitud.

    La observacin de las reglas de la higiene, una vida tranquila y arreglada, son medios eficaces para prolon-fiiir la vida an en la edad ms avanzada. Nuestros pa-dres tenan un precepto que decia :

    El viejo que se cuida Tiene cien aos de vida.

    0 INERVACIONES SOBRE LAS EDADES.

    Va liemos dicho que estas divisiones de la vida hu-mana, so han hecho slo para facilitar el estudio y no HO Jas debo dar ms importancia de la que merecen, pues hay personas (pie los sesenta ms aos conser-van an la^ actividad y robustez de los primeros pero-dos de la edad madura, con todas las ventajas de la sa-lud, mientras que otras los cuarenta aos, y un ntes, presentan todos los signos exterrores de la vejez.

    Las edades de la vida podran considerarse bajo el punto de vista de las relaciones que tienen con el tiem-po que se pasa, de los perodos sucesivos y principales que presentan, de las diferencias insensibles que unen estos perodos entre s y forman de ellos como la tran-sicin de las edades. Tambin se han de considerar las relaciones conocidas de las edades con el tempera-mento, los climas, el estado de salud y de enfermedad y, finalmente, su influencia en el uso de los principales medios que se emplean en la prctica de la medicina.

    Ni el tiempo que corre ni los aos que pasan son

  • 1 M F I S I O L O G A D E L A M U J E R .

    bastantes para fijar los lmites de las edades. El or-ganismo, por mejor decir, los fenmenos orgnicos

    y su diferencia efectiva, pueden motivar realmente la distincin de las edades.

    Estas no tienen ningn lmite fijo y varan en cada ser como la duracin misma de su existencia.

    ' 4 t

  • LA MUJER. 2 1

    I ti la juventud es donde se ven unas mudanzas ms WMwInlo

  • 2 2 FISIOLOGA DE LA MUJER.

    todo anuncia en l que tiene una doble vida, que res-pira vigor y robustez por todas partes.

    La edad de la pubertad se puede, considerar como un medio curativo de muchas enfermedades. En efecto, cuntas personas hay que deben el establecimiento de una buena constitucin los sacudimientos que una pubertad borrascosa ha hecho sufrir, al organismo ! Y cuando estas mudanzas se operan en lo fsico, el moral no deja tambin de resentir la benfica influencia de la pubertad. En el estudio del estado moral de adoles-cencia encontramos tambin algunos rasgos propios y capaces ele confirmar la diferencia que hay en los dos sexos. En la mujer es ms fcil mover la sensibilidad que en el hombre; las sensaciones son ms vivas y mnos durables, y las funcionesin telectuales son suscep-tibles de perfeccionarse, como en el hombre, cuando reciben la misma educacin que este. Gabanis, sabio mdico y filsofo francs de los ltimos aos del siglo pasado y principio del actual, autor de la clebre obra Relaciones entre lo fsico y lo moral del hombre (1), dice, sin embargo, que se engaan los filsofos que atri-buyen el poco xito de las mujeres en el estudio de las ciencias abstractas al gnero de vida que la sociedad las impone, pues no han considerado la organizacin fsica de la mujer, y se han apoyado en algunos hechos raros que prueban solamente que la naturaleza ha podido en estos'casos, como en otros muchos, tras-pasar sus propios lmites. todo esto decimos nosotros, que los progresos de la educacin moderna que se da hoy la mujer, y los resultados tan brillantes como po-

    li) Rappors da physique el du moral de l'homme.

  • L A M U J E R . 2 3

    ultivos, demuestran la capacidad de la mujer un para las ciencias abstractas, cuyo estudio, sin embargo, no roemos necesario para las funciones que aquella ha de desempear en la familia y en la sociedad.

    Las mujeres, dice el mismo autor, sienten su debi-lidad, y de ah la necesidad de agradar y de unirse un protector, su disimulacin, sus modales y sus gra-cias; pero lo que hace las pasiones, puede decirse que la compasion, la benevolencia y el amor particular-mente, son las que con ms frecuencia experimenta el nimo de la mujer.

    Ilecha esta rpida ojeada fisiolgica sobre los perodos de la vida en general, vamos ahora tratar de la mujer via, doncella, soltera, esposa, madre, viuda, y an-ciana, en su vida fsica y social.

  • LA N I N A .

    Los nios, ya se sabe, son las flores ciel jardin del matrimonio, y de estas flores, la rosa y la violeta son

    las ms hermosas y sencillas ; mbas son el emblema de la nia.

  • LA NI. \A. 2 5

    Una nia es para suS padres y sobre todo para su madre, el ngel mas candoroso, mas elocuente, mas ac-tivo y mas consolador; es una adorable criatura que en cambio de los cuidados maternales, protege su madre con su inocencia y sus gracias.

    Quin no se extasa con las caricias de una nia ?

    Unin deja de sonrerse y recrearse con sus caprichos inofensivos, sus lloros pasajeros, sus francas ale-gras?

    Y esta nia tan pura, tan graciosa, tan llena de atrae-

  • 2 6 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    tivos, est destinada ser mujer, ejercer un imperio fascinador sobre el gnero humano, ser su consuelo, su encanto su desgracia y desesperacin,

    Qu bien sientan los mimos maternales en esa edad tan bella, llamada por los poetas la primavera de la vida! Qu blsamo tan suave vierte en el corazon de una nia el amor de una madre! Qu padre, por se-vero que sea, no acaba por ceder ante las caricias de una hija querida? Y de qu sirve el rigor pudindose obtener el mismo resultado con la dulzura, como se ob-tiene casi siempre? La civilizacin condena altamente hoy dia esos brbaros castigos manuales .con que se corregan los defectos de los nios, por ser tan humi-llantes para quien los recibe, como degradantes para quien los aplica. La dignidad humana debe respetarse desde la ms tierna infancia por ser esta la edad en que los ejemplos hieren con ms viveza la imaginacin.

    Una nia ha sido siempre para los poetas objeto de inspiracin. H aqu una que hallamos mano :

    UNA NIA.

    En su capullo encerradas Duermen las modestas flores, Sin sufrir , por recatadas, De las abejas jaspeadas Los aguijones roedores.

    En el ver je l de la vida T tambin, nia querida, Sin riesgo puedes dormir, Que nadie te puede herir En tu candor guarecida.

  • LA NINA. 2 7

    Y en tanto que la maldad, Que la doblez y el orgullo infestan la sociedad, T te abrigas con tu edad Cual la flor con su capullo.

    Dichosa t, nia hermosa, Que entre las farsas y engaos De esta sociedad mohosa, Tienes, para ser dichosa, Un corazon de cinco aos .

    Sin desengao severo Que rasgue el disfraz del mundo, Hasta juzgas verdadero El llanto del heredero los pis del mor ibundo.

    Esperanzs mil y mil To S ' O r i m sin cesar ; Son las flores de tu Abril Que juntas van formar De tu inocencia un pensil .

    Oh! Quin esa fe tuviera, Esa ilusin, esa nube, Que te remonta otra esfera Do slo engaado sube El inocente que espe ra !

    RIBOT FONTSER.

    Las nias desde que tienen uso de razn, dice Juan Jacobo Rousseau, gustan de atavos, y no contentas con ner lindas, quieren que se les diga que lo son. En sij ai recito se ve ya que tienen este cuidadillo y en cuanto pueden comprender lo que se les dice, es fcil gober-narlas lisonjeando su amor propio.

    Esto puede ser cierto en las ciudades donde las nias,

  • 2 8 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    al abrir los ojos, tienen ante s el espectculo del lujo y no ven en torno suyo ms' que modales finos y elegan-tes ; pero en las aldeas, y en los campos sobre todo, donde la ficcin viene slo con la edad v lo ms tarde

    V

    posible, la nia es la verdadera imgen del candor y del amor filial. Mal vestida veces, y mal alimentada, sin ms distracciones que sus juegos inocentes con otras amiguitas, por nada en el mundo abandona volun-tariamente su madre ni deja su trabajo para poder mantenerla.

    Los crticos, que en todo lian de emplear la stira, dicen por boca de uno de ellos, que : Los hombres y las mujeres quieren ms las nias que los nios, porque el hombre ve ya en la nia su futura querida, y la mujer, en el nio, no ve ms que el amante de otra mujer.

    Eso significara, en tal caso, que la nia, desde su infancia, est ya rodeada de escollos. Zorilla, pues, tiene razn cuando la dice :

    ngel mi, vuelve al cielo, Antes que el mundo te vea, Que los placeres del suelo, Placeres malditos son. Oh! Por el gozo de un dia, No compres, no, tu tormento, El cielo es, alma mia, De los ngeles mansin.

    li aqu, por fin, dos bellos y sentidos epitafios, hechos con igual motivo, para las tumbas de dos nias : Uno se halla en el antiguo cementerio de Barcelona, y es obra del malogrado poeta catalan Jaime Ti; dice a s i :

  • 3 0 FISIOLOGIA DE L MUJER

    MI HERMANITA.

    Mueres hoy , naciste a y e r ; Preparas te tu partida Al acabar de n a c e r ; Tuviste miedo la vida Por temor de ser mu je r ?

    El otro lo compuso el insigne D. Francisco Martnez de la Rosa y se halla en el cementerio de Montmartre de Pars, en la tumba de una hija de su aiftigo D. Euge-nio de Ochoa, muerta la edad de nueve meses :

    Abr los ojos, remont mi vuelo, Vi tal el mundo, que volvme al cielo.

  • LA DONCELLA.

    Aqu deberamos repetir lo que hemos dicho al hablar de Ja mujer en el prrafo de la pubertad adolescencia, por ser el lugar ms propsito para esa definicin, pero nos contentaremos con recomendar al lector dicho prrafo y recordarle que en esta edad es cuando la edu-cacin que se ha recibido en la infancia, empieza dar sus resultados.

    La doncella se vuelve un mismo tiempo atenta, curiosa y reflexiva ; cuida de su compostura y se ve que adivina unas cosas que en vano se intenta ocul-tarlas su vista y su penetracin, y acaban por re-velarla el secreto de las funciones que la ha destinado la naturaleza ; pero un natural recato la hace tmida, reservada y vergonzosa. Por el contrario, el mozo ad-quiere en la pubertad una energa moral cada vez mayor; es ms decidido, atrevido, y ljos de disimular sus instintos, busca todo cuanto puede satisfacerlos con una avidez, que le es algunas veces funesta.

    Esta es la edad que requiere ms tino en los padres , y ms vigilancia indulgencia la vez. En los hijos de familias acomodadas y en lo que se llama la bella sociedad, una prudente libertad, el trato con personas

  • 3 2 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    de buena educacin, ciertos placeres honestos instruc-tivos la vez, como el teatro bien escogido, tertulias de buen tono y la lectura de libros morales, pero no fastidiosos, facilitan el conocimiento del mundo y evitan

    los escollos que trae consigo la ignorancia y la poque-dad de nimo que engendra la falta de trato social.

    El estudio de las materias que forman la base de la instruccin primaria, tales como el conocimiento de la lengua y dla literatura patria, la geografa, la historia, las artes liberales como la msica, el dibujo, y los elementos de las ciencias que nos dan conocer todos los objetos que nos rodean como las plantas, las flores etc.; todo esto eleva el alma hacia el Creador y dan la sociedad una garanta en la futura esposa que har la felicidad de su marido y en la madre ilustrada que

  • LA. DONCELLA. 8 6

    guiar con acierto las primeros pasos de la infancia de sus hijos, formar su corazony les inspirar desde tem-prano las reglas del buen gusto.

    La instruccin, en ambos sexos, desarrolla la inteli-*gencia, ensancha el crculo de las ideas, disipa el tedio,

    regocija el nimo, ameniza la conversacin, hace agra-dable la vida casera y evita esos cuentos, rencillas y desazones que suelen suscitar en la familia y en la so-ciedad los que no tienen nada til en que pasar el tiempo.

    Los Estados Unidos de Amrica y la Alemania hace mucho tiempo que han comprendido la importancia transcendental de la instruccin de la mujer, pues con ella se disipa la ignorancia desde la cuna y se inspira el amor toda clase de trabajo. En Francia esta cues-

    t i n h hecho enormes progresos; el nmero de jvenes instruidas en todas las clases de la sociedad, es ya

    ' V

    considerable. Evtese, sobre todo, dar las doncellas esa educacin

    apocada y monjil que las vuelve hipcritas fuerza de disimular sus sentimientos para no chocar con la sobe-rana voluntad de padres guiados por el orgullo, la es-peculacin sus intereses particulares. Cuanto ms opri-mida se tiene una jven, cuanto ms se la deja ignorar lo que es el mundo, ms peligrosa es. Beaumar-chais ha dicho : Si queris volver astuta la ms in-genua, no tenis ms que encerrarla. Molire lo ha demostrado tambin en su clebre comedia, La Esr cuela de los maridos, poniendo en boca de Juliana lo siguiente :

    Todos esos cuidados son cosa insufrible. Encer-rar de esa manera las mujeres !

  • 3 4 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    Pues qu estamos entre turcos que dicen que las tienen all como esclavas y que por eso son malditos de Dios? Vaya, que nuestro honor debe ser cosa bien quebradiza si tanto afan se necesita para conservarle ! Yqu! piensa usted que todas esas precauciones pueden estorbarnos el hacer nuestra santsima volun-tad? Pues no lo crea usted ; y al hombre mas ladino le volvemos tarumba cuando se nos pone en la cabeza bur-larle y confundirle. Ese encerramiento y esas cen-tinelas son ilusiones de locos y lo ms seguro es liarse de nosotras. El que nos oprime granelsimo peligro se expone; nuestro honor se guarda s mismo y el que tanto se afana en cuidar de l, no hace otra cosa que despertarnos el apetito.

    Y falta de esta franqueza, que algunos llamarn desfachatez, el que quiera saber lo que es una nia oprimida y obligada disimular lo que siente, oiga lo que dice Moratin en su inmortal comedia, El si de lai niaSy hablando de la tirana paterna :

    H aqu los frutos de la educacin. Esto es lo que se llama criar bien una nia : ensearla que des-mienta y oculte las pasiones ms inocentes con una prfida disimulacin. Las juzgan honstas lugo que las ven instruidas en el arte de callar y mentir. Se obstinan en que el temperamento, la edad ni el genio no han de tener influencia alguna en sus inclinaciones en que su voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se las permite mnos la sinceridad. Con tal que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que ms desean, con tal que se presten pronunciar, cuando se lo manden, un s perjuro, sacri-lego, origen de tantos escndalos, ya estn bien criadas ;

  • 3 6 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    y se llama excelente educacin l que inspira en ellas^ el temor, la astucia y el silencio de un esclavo.

    Este mismo autor, que era un gran filsofo, res-ponde de este modo doa Francisca, cuando estable dice que se casar con quien su madre mande:

    Mandar, hija mia !... En estas materias tan deli-cadas los padres que tienen juicio no mandan. Insi-nan, proponen, aconsejan; eso s ; todo eso-'s;.. pero mandar!.. . Y quin ha de evitar despues las!. resultas funestas de lo que mandaron ? Pues, cuntas veces vemos matrimonios infelices, uniones monstruosas, verificadas solamente porque un padre tonto se meti mandar lo que no debiera?... Cun- -tas veces una desdichada mujer halla anticipada^ la muerte en el encierro de un claustro, porque su-madre su tio se empearon en regalar Dios lo-que Dios no quera? . . . . . . . ' c . . . . >

    Y luego aade, para concluir : Su madre de usted no es capaz d quefer una in-

    justicia, y sabe muy bien que nadie se le hace di-choso por fuerza.

    El sentimento del amor es innato y nos aprisiona en sus lazos. La mujer, sobre todo, es la vctima ms in-teresante de esta pasin, porque la naturaleza la impone la maternidad. La edad del amor es la edad del vigor f-sico y ele la energa moral. En esta poca de la vida en* que la naturaleza llama la mujer perpetuar su raza,-* es cuando una ligera robustez viene dar una forma re- , dnela y graciosa todas las partes del cuerpo el ctis sin perder su frescura primitiva adquiere ms color, sus ojos lanzan miradas ms ardientes, su sonrisa es ms elocuente, los movimientos de su, cuerpo ms resueltos;

  • LA DONCELLA. T 3 7

    11 iiini palabra, entonces es cuando la mujer est en todo IM lio

  • 41 ' F ISIOLOGA DE LA. M U J E R .

    Madama de Stael ha dicho que 'el amor no es ms que un episodio de la vida del hombre, y la historia entera de La vida de la mujer En efecto, una boca hecha para la sonrisa, unos ojos tiernos animados por la alegra, unos brazos ms hermosos que temi-bles y un sonido de voz que lleva solo al alma unas

    impresiones afectuosas y agradables, no se han hecho para consumirse de tedio en un rincn para sepul-tarse en un claustro, menos que una verdadera y espontnea vocacion o llame una joven la aus-teridad de la vida religiosa.

    No torzamos la corriente de los rios, que el agua,

  • LA DONCELLA 39

    I .ni iinii lo y do la naturaleza, va siempre buscar su nlvnl, \ m nias tienen sus inclinaciones y al clejar los |ilgilotQ8 y juoffOB (lela niez, esto e s :

    Lugo que son grandccil las, Olvidan tales e n r e d o s ; Ni piensan en otra cosa Que en uno otro mozuelo Quo, al salir de casa un dia, LUH hizo al descuido un gesto. Soflora madre las guarda , I JIIK rol ioro mil e jemplos Y IIIH lince por la noche, llnpitMiir un libro viejo, l'.n 1111 o (liflo no H

  • LA E S P O S A .

    EL CASAMIENTO, SU TEORA Y SU MORAL. EL CELIBATO

    Y SUS FUNESTAS CONSECUENCIAS. F I S I O L O G A DE LAS CASA-

    DAS RICAS Y POBRES. INFLUJO DE LA INSTRUCCION Y LA

    BUENA EDUCACION EN LA FELICIDAD DOMSTICA. M A T R I M O -

    NIOS DE AMOR, DE RAZON, DE INTERES, DE INTIMIDACION, E T C .

    CONSEJOS LAS MUJERES CASADAS PARA EVITAR DESAZO-

    NES Y DESGRACIAS. LOS CELOS. CONDUCTA QUE DEBE

    OBSERVAR LA MUJER CASADA CON SU MARIDO.

    Antes de tratar de la mujer casada de la esposa, sanos lcito decir algo sobre el importante estado del matrimonio.

    El casamiento es la sociedad del hombre y de la mujer que se unen para perpetuar su especie, para ayudarse y socorrerse mutuamente, para soportar el peso de la vida y confundirse en un destino comn participando ambos de los mismos placeres, dolores y adversidades.

    En el estado de nuestra civilizacin actual, puede considerarse esta grande institucin bajo diferentes as-pectos. As, la continuacin de la especie humana, la satisfaccin de sus ms dulces y enrgicas inclinaciones,

  • L A ESPOSA. 4 1

    h filliililtul moral de los sres, la unin de los intereses tini1! liMllures son Otros tantos elementos que encierra esta iiMitudon y se desarrollan en ella en diversos_grados, m^Min Ion tiempos y circunstancias. Los filsofos consi-ilrnm principlmente en el matrimonio el ayuntamiento L O I O N H O X O S ; los jurisconsultos ven en l un contrato 01 vil9 y los acordles un sacramento.

    MI casamiento es tan anticuo como el mundo. Des-

    pues de Adnn y Eva, los patriarcas y sus hijos contra-jeron matrimonio sometindose las leyes de la natu-

  • 4 2 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    raleza; y cuando Moiss fund la legislacin hebrea, la celebracin del matrimonio continu siendo una cere-monia muy sencilla en la cual el padre servia de pntfc fice y representaba al Creador. Este mismo legislador y. los que le siguieron, conservando al matrimonio su fisio-

    noma natural, juzgaron que le deban prohibir entre ciertas personas, es decir, entre parientes de primer y segundo grado.

    Este ltimo punto ha sido, es y ser siempre el prin-cipio fundamental de la vida y salud de la raza humana,

  • LA ESPOSA. ' " . 4 8 ;

    l ii poca on que se puede contraer matrimonio, sin quo la Malud padezca, no puede fijarse de un modo ab-M I I I I I I O , porque hay mujeres, por ejemplo, que podran ii r madres los diez y seis diez y siete aos, min-li.in que otras no podran concebir, sin perjuicio suyo m do hii hijo, hasta una edad mayor. Mas no pudiendo la ley acomodarse unas diferencias individuales cul NITI ' I el trmino medio que deber adoptar? Hasta qu tullid no debe ser permitido el matrimonio ? Esta edad, (|iio no puede ser la misma en todos los climas, es Nlnmpro algo mayor para los hombres que para las Mujeres. Licurgo, que probibia aquellos casarse ntes 111 * ION treinta y siete anos, lo permita estas los 1111 V. y Mloto. A P H U H O I O H q,ueria que el hombre tuviese \ululo I I I IOM M I ' I N (|I IO LN mujer, con fin, deca, deque lii l'eeiilidldud NO perdiese al mismo tiempo; en fin, en Krmteiit 'I rdi/'o civil prohibo al hombre casarse i'ni i i'm do luii 11 i i /. y ocho aos y la mujer ntes de quilico; en Kspaa el hombre puede casarse los quince i ni OH y la mujer los doce (i).

    KM probable que sea interesante para la moral, sino niempre, al mnos las ms veces, que los maridos ten-gan ms edad que las mujeres; pero siendo evidente qiic los matrimonios precoces tienen resultados ms des-agradables y peligrosos para las mujeres que para los hombres, pienso que la edad del matrimonio debe ser la misma para ambos sexos.

    Las eonseouencias de los matrimonios precoces no son menos deplorables para los hijos que para los

    (I) listo OH fulal, como so ver ms adelante. Afortunadamente que ii Eftpami, como cu todas partes, las costumbres se oponen estos matrimonios prematuros.

  • 4 4 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    padres. En aquellas partes en que se admiten tales matrimonios, los hombres son en general pequeos y mal formados. Los principales mdicos de Polonia atri-buyen las uniones prematuras de los judos polacos la gran debilidad fsica que se nota en ellos y en su progenitura; y en general se ha observado que muchos hijos nacidos de padres muy jvenes, suelen ser d-biles y se desarrollan con mucha languidez.

    Se ha dicho que los matrimonios precoces tienen resultados ms desagradables para las mujeres que para los hombres, causa de las funciones que la natu-raleza ha impuesto aquellas. El temperamento de su sexo exige en ellas muchas ms precauciones que en los mozos, pues la tisis pulmonar y otras enfermedades; suelen ser las consecuencias de los goces del amor; su frescura se disipa, su Salud se deteriora, las fuerzas se agotan, y tanto peor si conciben, pues de continuo se ven mujeres haber tenido cuatro cinco malos partos en la poca en que otras son madres por la primera vez, y rara vez pueden cumplir con el deber de dar el pecho sus hijos. Avejadas, secas y sin atractivos, en una edad que debera ser la de su esplendor, se reprenden s mismas de haber prestado odos un primer amor, mal-dicen los padres que las sacrificaron los viles inte-reses. Es pues una obligacin moral, indispensable, no desatender en lo ms mnimo ninguna de las reglas higinicas que deben concurrir en las jvenes casade-ras cuando toman estado,

    Pero si los casamientos prematuros tienen sus esco-llos, el celibato tiene tambin sus inconvenientes. En ciertos casos, que una prudente reserva nos impide tratar aqu, es casi indispensable el matrimonio, sobre

  • LA ESPOSA. 4 5

    todo on las jvenes. Otras, dejando un lado las reli-ffloNQB, resisten impunemente sus pasiones, pero el (^ilibato, en general, es contrario las leyes de la na-turaleza. En el mismo estado religioso, si se quieren

    conocer los resultados de los votos de castidad, en ciertas personas, obsrvense los viejos clibes, respecto d la salud y cuntense sus dias. El doctor Haigarth ha probado, por tablas mortuorias, que en igualdad de circunstancias, la vida de los clibes es ms corta, y

    3 .

  • 4 6 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    Buffon y otros sabios naturalistas han hecho observa-ciones semejantes y demostrado con datos estadsticos, que los religiosos pesar de la uniformidad y regulari-dad de su vida, no viven ms tiempo que los dems, y

    veces mnos; que las personas de ambos sexos que habitan los conventos no viven ms tiempo que los ecle-sisticos seculares que gozan de libertad; en una palabra, que los casados son entre todos, los que llegan ms viejos. Estos hechos han sido confirmados por las ob-servaciones de Hfelancly de J. Sainclair (1).

    Guando la mujer est en estado de casarse y desea

    (i) Es tan funesto el celibato para las facultades intelectuales de las mujeres, que segn la ltima estadstica de los hospicios do Pars, resulta que sobre 1726 locas que entraron en un ao en' el hospicio de la Salptrire, 1272 eran solteras.

  • LA -ESPOSA.. -47 . bontraer estos lazos sagrados, la primera condicion que ION j)adres deben tomar en consideracin, es si la doncella ama su novio, es decir, si le ha elegido libre-mente y si ambos se corresponden, pues todo matri-monio que no es libre, esto es, que se contrae bajo el influjo de circunstancias ajenas de la voluntad, por le-gtimo 'que sea ante la ley, es un contrato lleno de es-eolios para el porvenir. Y repitiendo aqu las mximas do Moratin , que hemos citado al hablar de la doncella, diremos los padres: Mandar, hijamiaJ En estas, ma -I,Orias tan delicadas los padres que tienen juicio no mandan. Insinan, proponen, aconsejan, eso s. Pero mandar! Y quin ha de evitar despues las resultas lune i i l an do lo q u e mandaron?

    Dejando a h o r a un l a d o t o d a s estas consideraciones IU I ' IN N IU I 'W ION poNlmlNtaN, d e m o s y a por casada su gusto \\ la d o n c e l l a y e n p o d e r d e marido, como dice la ley. Va en una m u j e r , ama de casa identificada con los InleroNON di) BU marido. Ya tiene amigas y nuevos ttu-lon la consideracin y aprecio de la sociedad y nuevos deberes que desempear, porque el matrimonio trae consigo la familia y la familia requiere las virtudes necesarias para criar, y educar los hijos. Estas vir-tudes no pueden practicarse en el celibato, el cual vegeta solo. La familia da ciudadanos al Estado, brazos la industria, produce y renace siempre. El celibato, al contrrio, aislado en el crculo estrecho de su egosmo, no produce nada.

    La primera consideracin que se presenta l nimo al tratar de las mujeres casadas, es la diferente situacin que existe entre las pobres y las ricas.

    La mujer pobre, es decir la que vive de su trabajo

  • 4 8 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    diario, vuelve sus tareas desde el siguiente dia de su boda. Ella y su marido, se dan un apretn de mano, van sus talleres respectivos y se despiden hasta la hora de comer de recogerse. Estos dos seres que primera vista se les creer bien desgraciados y mal avenidos con su suerte, son relativamente ms felices

    y i s l t e f

    f

    L'A ISA'S

    que los ricos desocupados los que se han casado slo por nteres. Sin ms necesidades qtie las materiales, sin otros quebraderos de cabeza que" el de cobrar su modesto salario, comen en paz y con un apetito envi-diable el pedazo de pan que han ganado con el sudoc de su frente, duermen sin cuidados ni cavilaciones, se

  • LA ESPOSA 4 9

    ausentan de su casa sin temores de ladrones y vuelven hallarla tal como la han dejado. Qu feliz eres en niodio de tu estrechez! decia un filsofo del siglo pasado i'i un amigo suyo, que no tena para vivir ms que un miserable empleillo de poca monta:

    Ta pobreza te libra de ladrones , Ta pequeo destino, de invidiosos Y tu fea muje r , de licenciosos.

    Esta pobre gente come el modesto plato que ellos mismos han puesto la lumbre ntes de ir su labor, por la maana, y que hallan cocido al volver al medio din n la noche. Se levantan al amanecer alegres y r e s i g n a d o s , a r r e g l a n s u casa y se acuestan un par de l lo ran m s larde p a r a c o s e r y remendarse la ropa. I h n ' i I I I O I I i n n o N U i i o l o s r i c o s , p e r o qu tranquilo y pro-f u n d o c; hii MICHO ! V con que deleite disfrutan de los iiiMiclllori placeres q u e s u s escasos posibles pueden pro-

    Ksl.e estado d privaciones y resignacin, sera rela-livaincnl.e feliz, como hemos dicho ya, si pudiese durar asi hasta el fin de la vida. Desgraciadamente, los hijos vienen, la familia aumenta y con ella nuevas cargas

  • 5 0 . . FISIOLOGA. DE LA MUER.

    La mujer casera, la que no tiene ms instruccin que la vulgar, ni ms miras que los quehaceres doms-ticos, est perfectamente descrita por Moratin, en La Comedia Nueva cuando pone en boca de doa Mari-

    quita : Yo s escribir y ajustar una cuenta, s guisar, s aplanchar , s coser, s zurcir, s bordar, s cuidar de una casa; yo cuidar de la mia y de mi marido y de mis hijos, y me los criar. Pues, seor, no s bas-tante? Que por fuerza he de ser doctora y marisabi-

  • LA. ESPOSA. 5 1

    (Hila, y q u e h e (le a p r e n d e r la g r a m t i c a , y q u e h e de liaeer cop la s ! P a r a q u ?

    Lejos d e n o s o t r o s la idea d e d e s a p r o b a r n i u n d e c r i t i c a r e n lo m s m n i m o e s t a s v i r t u d e s d o m s t i c a s , o l t a h o n r a d e z q u e es la b a s e de la fe l ic idad de la f a m i -lia y por c o n s i g u i e n t e de la soc i edad . Mas d i r e m o s : Si una e x t e n s a i n s t r u c c i n e n las m u j e r e s d e b i e r a r e -b a j a r e sos d o t e s y d a r la e d u c a c i n d e la j u v e n t u d un r u m b o d i f e r e n t e de l fin q u e n o s p r o p o n e m o s , a d o p -I a r l amos e x c l u s i v a m e n t e lo q u e d i ce el m i s m o M o r a t i n on su c o m e d i a El Barn a u n q u e d i r i g i n d o s e al o t r o NCXO ;

    I), PUDRO Ka oftlo lugar* flo casan Muy bien IIIH NIIIIH. Es cierto Qiin un liuy iiipil (y

  • 5 2 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    Para ser hombres de bien, Para gobernar su casa, Dar buen ejemplo sus lijos Y hacer les amable y g ra ta La virtud que ellos pract ican. Isabel no est enseada otra cosa, ni la inquietan Ambiciosas esperanzas .

    Pero, respetando, como respetamos estas virtudes, invocndolas como bases de la moral, preguntaremos esos puritanos rigoristas, qu sera de las artes, de las l e ja L jy_^ si estos precio-

  • LA E S P O S A .

    HOH ramos de los conocimientos humanos no tuviesen Un estmulo lisonjero en la bella sociedad, hallando-mi eco en los salones y en el seno de la familia? La msica, la p in tu ra , la poesa , serian entonces una mera especialidad, si la educacin de ambos sexos no acogiese con favor las obras de ingenio; y para a p r e -c iar las se necesita comprenderlas, y para comprenderlas oNlucliarlas. No frecuentar el teatro, no oir una pera una comedia, no vis i tar los museos, no recitar una poe-ala, equivale decir : No haya ar tes . Y los hombres y las mujeres, entonces, despues de haber desempe-ado M U S penas, no tendran ms distraccin, m s

    recreo, que un trato social montono, desprovisto de atractivos, con conversaciones banales cuando no estn apasionadas por la poltica (en la cual todo el mundo es un sabio), salpimentadas con esas interminables cr-

  • 5 4 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    ticas que cogen bajo su frula al mdico, al boticario, al abogado, al escribano, al vecino de enfrente, al de ms all y todos las ausentes con tal que tengan algn viso.

    No hay que llevar las cosas al extremo. Una seora casada, despues que ha cosido, bordado, arreglado su casa, puede, sin descuidar sus deberes, ponerse al piano, tocar las mejores piezas del repertorio moderno y antiguo, cantarlas si tiene buena voz, dibujar, leer buenas obras de literatura, que forman el gusto y ele-van el alma> y ensear sus hijos lo que es una planta, una flor, un marisco, un animal, los fenmenos de la naturaleza (que ven sin comprenderlos todos los dias), en una palabra, despertar su imaginacin y ponerlos en la via de las cosas tiles que han de profundizar lugo ms tarde.

    Si se considera el matrimonio bajo el punto de vista de las circunstancias que le han motivado, se distin-guir entonces el casamiento por amor inclinacin, del casamiento por conveniencia, clculo nteres; en estos ltimos preside siempre el contrato matrimonial, que es por lo general una venta legal que hacen los ricos de sus hijos otros ricos, que los compran para enlazarlos- La ley natural rechaza este ltimo con-

    V

    sorcio, pero el egosmo, la vanidad la especulacin le han consagrado. Y sin embargo, todo matrimonio que no es libre, es decir, que se contrae bajo el in-flujo de circunstancias extraas al amor, es contrrio las leyes naturales, pues la naturaleza preside las leyes del amor con la mayor solicitud; su voz se llama simpata antipata y el que rehusa obedecerla se des-honra sus ojos. Para ella no hay en el universo Ye y

  • LA: ESPOSA. 5 5

    niAl sagrada, y su poder para hacerla ejecutar es irre-NlHtible. Las almas que ceden la atraccin de la sm-ica lia, hallan la felicidad que promete el amor en el ma-irimonio, y las que obedecen otros alicientes, slo h a l l a n penas y engaos. Dos almas antipticas conde-n a d a s por la ley civil religiosa una eterna unin, Mon como dos enemigos atados la misma cadena.

    Pasan una vida de tormentos por no haber tenido valor para buscar esa dicha para la cual han sido creados todos los sres : el amor.

    Dice un poeta suizo, Petit-Senn, que para conju-

  • 5 6 ' FISIOLOGA DE LA. M U J E R .

    rar la borrasca de las pasiones, el casarse con una buena mujer, es un puerto de salvacin; pero un ma-trimonio desacertado es una tempestad en el puerto.

    Severo Catalina, en su libro La mujer, dice lo siguiente : El matrimonio es un magnfico alczar, que no tiene ms que una puerta : el amor. Algunos aseguran que t iene tambin puerta falsa : el nteres. Los que aspiris entrar por la pr imera , purificad vuestro corazon ; ni de pensamiento profanis el san-tuario. Los que aspiris entrar por la segunda, no os gocis porque el cdigo penal no establece para vos-otros cadenas ni presidios como para el restode los mal-hechores ; la justicia del cielo alcanza adonde no puede llegar la justicia de la tierra. Qu mas cadena ni cul otro presidio que el que vosotros mismos aceptis ? Y sin embargo, la mujer no se la educa; se la deja toda* va expuesta al riesgo constante de su perdicin. Se la ensea adornarse, ser lo mnos parecer bella, tener amor ; y no se la ensea distinguir de amores, y no se la ensea conocer los hombres sino por las galanteras que le dirigen, tal vez por las asechanzas que ponen su inocencia, Pobre condicion de la m u j e r ! ' r ' . .' . > . V " . . . . . . . . . . . . . La primera tarea del marido, por regla general, debe ser educar cariosamente su compaera. La mujer no ser , pues, sino el reflejo de las virtudes de los vicios del marido ! . . . . . . . . Los vicios del marido no se refle-jan siempre en vicios anlogos de la mujer (Qu fuera entonces de la sociedad ?). Se reflejan en los su -frimientos, en las lgrimas, en la inmensa amargura de la infeliz que engarz su alma daada y corroda.

  • LA E S P O S A . 57

    I I temperamento, el genio, los gustos tienen un po-loroo influjo en la armona conyugal, razn por la

  • 5 8 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    ele impedirlo. Dos celosos, acaban por aborrcese, por mucho que se amen; hay un refrn que dice : Dios nos libre de hombre mujer que nos quiera mucho. Los celos en el amor son el temor que se concibe de que la persona amada experimente un sentimiento de preferencia por otra. Los celos son un padecimiento para el que los concibe y el que los provoca; son un infierno, una hil que corrompe la miel de la vida.

    Sera necesario escribir un tomo entero para citar todo cuanto se ha dicho en pro y en contra de los celos amorosos, que no hay que confundir con la envidia. Madama de Sartory dice que los celos no son, propia-mente hablando, ms que un violento deseo de conservar lo que se. ama de impedir que otro disfrute de lo que

  • LA. KSPOBA. 5 9

    mili n r NOIO ; concluyo de aqu que se puede Itil iln

  • 6 0 ' FISIOLOGA DE LA. MUJER.

    celos : Los celos nacen siempre con el amor, pero nd .siempre mueren con l. Los celos son el mayor del todos los males y el que causa mnos lstimas las per-/ sonas que los inspiran. Hay en los celos ms amor propio que verdadero amor. x> En fin, citaremos, para con-cluir, las siguientes sentencias sobre esta desagradable

    pasin : Un celoso halla siempre ms de loquebusca. No hay nada tan incmodo como un marido celoso, dice] madama de Rieux, pero aade al mismo tiempo que no] iiay nada tan humillante como un marido que no lo es.

  • LA E S P O S A . 6 1

    | I MOIIIHO, Ileso otro autor, pasa su vida buscando un WMI i MIO royo despubriiniento destruye su felicidad. |lll# |oo, hlNtorlndor y moralista del siglo pasdo, se ex-|ii i M 11 HM| .1 SP p.roe (j ue los celos indican mucho amor, I M I O Id nxpoi'loncin demuestra que el amor ms vio-( M I I I O MN oriilniirlumente ol mnos suspicaz. Los celos no I H I I P I M I I I I I I I I N

  • 6 2 FISIOLOGA. DE LA. MUJER.

    bar por fundar una paz inalterable, mnos de haberlas con un marido intratable, de genio indmito, suspicaz y absoluto, defectos difciles de ocultar ntes del matri-monio, por ms que diga Bretn de los Ilerrros :

    Despucs de la bendicin, El que era manso cordero

    Suele volverse len.

    Qu conducta debe observar una mujer casada con su marido? Madama de Genlis aconseja lo siguiente:

    Que vuestro marido se convenza de que su pre-sencia os es siempre agradable ; y el medio ms seguro de conservarle vuestro lado, es de demostrar siempre un igual placer en ve r l e . . . Es imposible calumniar una mujer que ljos de huir y evitar la compaa de su marido, le desea y solicita para testigo de sus acciones... Aprovechad del imperio pasajero, pero sin lmites, que os da el amor sobre vuestro marido, en los primeros dias del matrimonio, para hablarle con franqueza de vuestros defectos, pero siempre con el tono del ms tierno nteres. Si queris que vuestro marido siga los consejos que le dais, dadle entender que deseis los suyos. Para ob-tener su confianza, es necesario que le deis la vues t ra . . . Si sobrevienen entre vosotros algunos disgustos, lo cual es inevitable, no pongis acritud en vuestras palabras; dad pruebas de deferencia y ntes que resistir, ceded. . . Cuantos mas miramientos tengis con vuestros maridos, tantos ms tendr l por vosotras.

    Fenelon, hablando de Antope,hace de la hija de Ido-meneo la descripcin siguiente que es el mejor consejo que pueda darse una mujer casada : Antope es dcil, sencilla y juiciosa; sus manos no desdean el trabajo;

  • LA E S P O S A . 6 3

    ill'ovtMi las cosas de ljos, lo previene todo, sabe callar y ni H iir non oportunidad sin precipitarse; siempre ocupada, | l n Indecisin, hace las cosas tiempo y su mayor glo-ti.i i*m ol buen orden de la casa de su padre, que tiene i h mita aprecio que su belleza. Aunque cuida de todo y cMii\ (encargada de corregir, rehusar, ahorrar (cosas que hurn a b o r r e H e s & casi todas las mujeres) se ha hecho titmir por todos los de la casa, por no haber en ella ni tMniuotlnilf lili l igereza, ni capricho, como en otras mu-jiM'HNi (luando manda , da rdenes precisas y slo para lo f| rn d/ibln o jocutar ; reprende con bondad y alienta al ImImimm llrmpo o , -'i .

    i .ii MHpirilu, romo su cuerpo, no se embellece FFII \UNIM iidnrnow; NII imaginacin, aunque viva, se MMM|I-| 'I I Mil Ifi (ilhrVlM lull , . , , . , . , . . .

    / 0 -m i I . iv|rmuro, do aquel dia que la II o.. o |i mIi I multan l con los ojos bajos y no I M I I H MM I | IM para aplacar la ('.(Viera de Idomeneo que quera I I / I M I cantiga r rigorosamente uno de sus es-i lavuN. Mti|HV/(IV participando de su enojo, lugo le apa-i ijuni y ncrib por hacerle comprender lo que podia dis-culpar A aquel desgraciado; y sin hacer sentir al rey que r habla (hsjfldo arrebatar por la clera, le inspir senti-

    I I I I C I I I O N de justicia y compasion. As Antope, sin tomar ninguna autoridad y sin prevalecerse de sus atractivos, manejar algn da el corazon de su esposo, como toca ahora IM lira, cuando quiere sacar de ella los sonidos man armonioHOH. x>

  • LA MADRE DE FAMILIA.

    UNA MADRE ES MS QUE UNA M U J E R . EL AMOR DE LOS H I J O S .

    LA MUJER E S SUPERIOR AL HOMBRE EN EL SENTIMIENTO

    QUE ABRIGA SOBRE LA PROGENITURA.

    una buena madre se le perdonan los deslices del amor. Una madre virtuosa, instruida y bien educada es la mejor garanta para el porvenir de sus hijos y para l a SOCIEDAD.

    En todas las familias, en las ms humildes como en las ms encumbradas, el momento en que una mujer va dar luz el fruto que lleva en su seno, es para el ma-rido, los padres y dems parientes, un acto de solemne y religiosa emocion. Hay una cosa qiie, como un signo del cielo, baja y se para sobre la j ven madre y la hace ms sagrada. Todos sienten que con la dbil criatura que ve por primera vez la luz del dia, va renovar Dios el acto ms grande de sus misterios, cual es el de la crea-cin del hombre. En este instante supremo las funciones de la maternidad se revelan con toda su sublimidad. Dios se manifiesta, en cierto modo cara cara y los corazones ms indiferentes vuelven los ojos hcia la divinidad; la

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    oi'iuilon est en todos los labios y el incienso del sacri-lloli) Hube hcia el cielo como un perfume agradable.

    M I.I IH'I.i hc^iiiiv, cu su obra maestra sobre la miilnr, (11(50 hablando de la madre: Cuando se evoca (mu el pensamiento al personaje maternal cuando se pronuncia solamente el nombre de madre, al momento un agolpan la imaginacin los recuerdos de bondades, cario y sacrificios que sobrecogen el nimo de tal respeto, que no se concibe que pueda quedar derecho alguno legtimo para reclamarlo en favor suyo. Hablar de su emancipacin, parece que es calumniar la con-cienda pblica. Miremos, en efecto, nuestro rededor, bajemos hasta los corazones ms incrdulos y halla-remos una especie de culto por este ttulo de madre. Si oso mancebo escptico, que gasta su nmen en stiras contra la virtud de las mujeres y hasta se rie de la misma virtud como de una mera preocupacin, le decs

    4.

  • 6 6 FISIOLOGA. DE LA. MUJER.

    que su madre tuvo un dia alguna debilidad, verisle estallar de indignacin y os provocar por tal atrevi-miento; todos los sentimientos ms puros se despiertan en l cuando se trata de defender su madre. Qu hombre, por grosero que sea, no se aparta para ceder el paso una mujer en cinta ? Hay pueblos que absuel-

    ven una pobre madre que roba para alimentar su hijo. La vista de una madre jven queda de mamar al sr que llev en su seno, no inspirar jamas al hombre honrado otros sentimientos que los de una casta ve-

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    neracion. En fin, la misma naturaleza parece que, como los hombres, deja caer una corona sobre las sienes de la mujer que llega ser madre: la corona de la belleza y de la santidad.

    Una madre es ms que una mujer; es el ngel tutelar de nuestra infancia, el consuelo de nuestras penas y cuando no puede aliviarlas, participa de ellas. Con la vida de un hijo, empieza una nueva vida para la madre. Slo una madre ampara la flaqueza del nio en la cuna,

    le mece en su regazo, le guarda el sueo y le embelesa con un beso al despertar. Slo una madre pide fervorosa-mente al cielo la salud de su hijo enfermo, le asiste noche y dia y llora su muerte con un dolor tan acerbo como si la arrancasen pedazos del corazon. Para una madre no hay hijo, por criminal que sea, que no merezca perdn,

  • 6 8 FISIOLOGA. DE LA. MUJER.

    y cuyas culpas 110 tengan una atenuacin. Ella-va echarse los pies del tirano ms feroz para pedirle la vida de aquel que llev en su seno. La madre sonre las caricias infantiles, y si el nio pudiese acordarse de esa edad, la dijera :

    mis gracias sonreas ; Y era tanto tu cario,

    Que cual yo te volvas nio, Con mis . juegos, madre mia.

    flL

    El amor maternal ha -inspirado siempre los poetas tiernas y sublimes concepciones. Zorrilla entre .otros, se dirige su madre en estos trminos :

    Qu os hicisteis, dulcsimos instantes De mi infancia gent i l? D estn ahora Los labios de coral que me colmaron De blandos besos que mis o jos lloran ?

    D est la mano amiga que trenzaba Las hebras mil de mi melena b londa; Tejindome coronas en la f ren te De azucenas silvestres y amapolas?

    E r a jay de m! mi madre : alegre entnces, Tranquila, amante , como el alba h e r m o s a ; J amas me lia parecido otra hermosura Tan digna de vivir en mi memoria.

    Apartaos, impdicas quimeras, ' Ms os detesto cuanto ms vosotras Tenaces me segus; ya no sois nada, Ces el festin, rompironse las copas.

    Ella es mi madre , sus ardientes besos Con vuestra vil presencia se inficionan. Idos en paz, que el llanto de sus ojos Del alma impura vuestra imgen bor ra .

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    Madre, te encuentro l lorando! [ Ah no atiendes mis voces ! Mrame, no me conoces? T a n mudado, madre , es toy? T a n pronto bor ra r pudieron -Mi rostro las desventuras? Beb tantas amarguras! Pero al fin. madre , vo sov.

    1 ' . V

    Cuan trmula est tu mano ! I Tu corazon cuan opreso! Madre, no tienes un beso, Ni una queja para mi? Lloras! beber tu l l a n t o . . , . Mas, abrasan tus mejillas, Heme, madre de rodillas, Avergonzado ante ti.

    El episodio ms interesante del clebre drama caba-lleresco El Trovador de Garca Gutirrez, queVerdi, con su msica, ha propagado por el mundo entero, es el amor filial y maternal de la gitana Azucena. Esta des-dichada vio quemar viva su pobre madre, acusada de haber hecho mal de ojos al hijo de un magnate. Para vepgarla, rob Azucena al primognito de este pode-roso, con intencin de quemarle su vez, pero al ir arrojarlo la hoguera, turbada con este acto cruel, dic-tado slo por la venganza, ech al fuego su propio hijo, que tena la misma edad que el otro, y cuando not su error, pesar de su desesperacin, no tuvo valor para sacrificar al que estaba destinado ser su vctima. Como mujer, se compadeci y concentr todo su cario en el que adopt por su nuevo hijo, el trova-

  • 70 FISIOLOGA. DE LA. MUJER.

    dor, quien la correspondi con igual ternura. H aqu esta pattica escena:

    AZUCENA. . . . . aqu mismo, aqu fu en donde la vi espirar .

    MANRIQUE. Quin, madre mia?

    Azuc. S ! es c i e r to l T no sabes este amargo suceso, no! y sin embargo, era mi m a d r e ! aqu ha muerto!

    MANR. | Vuestra madre !

    Azuc. Era inocente mas se dijo entnces que era encantadora, hechicera. . .

    MANR. I n f a m e s !

    Azuc. Y una demen te ! S, hijo, estaba loca; pero el vulgo desatentado la acus de haber aojado al hijo de un caballero.

    MANR. Y q u ?

    Azuc. No hubo compasion para ella, y fu condenada mor i r . . . ser quemada sin mas causa ni razn.

    MANR. Y se a t r e v i e r o n tal vez . . .

    Azuc. A q u donde est esa hoguera, sin que ninguno tuviera lstima de su vejez. Yo, Manrique, la segua llorando como,quien llora

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    una madre quien adora, porque adoraba en la m i a ! Unido contra mi seno llevaba yo mi h i jo . . , , ti. Volvi mi madre hacia m el rostro grave y sereno, y me mir. . . y me bendijo : y ya del suplicio al lado, con acento desgar rado: IVngame 1 vngame! dijo. . . a . . . .

    MANR. Y la vengasteis? Hablad ! Para una accin tan malvada mil crmenes eran nada! La vengasteis, es verdad?

    AZC. Bien pronto tuve ocnsion df lograrlo, Yo no hncia HIIIO nofohnr lOSHfl y dia do aqul noble la mansin. Descuidronse : entr en ella; al nio en brazos cog y aunque salieron tras mi les hice perder mi -huella*

    Aqu vine, por mi ardor y mi venganza impulsada. La hoguera ya preparada . . . .

    MANR. Cmo! tuvisteis valor?

    Azuc. El inocente lloraba, tal vez implorar quera mi "compasion, y gemia y mi rostro acariciaba. Quin no se doliera, quin, de aquel acerbo dolor? Tembl, me falt el valor! . . . N o ERA YO MADRE TAMBIEN?

  • 7 2 FISIOLOGA DE LA MUJER.

    Omitimos citar lo restante, que hemos indicado ya, por no afligir nuestras amables lectoras, pero diremos en conclusin, que cuando la pobre gitana, presa por los soldados de la familia cuyo hijo rob, estaba su vez prxima ser quemada viva corri Manrique un peli-gro cierto para salvarla, y pesar del llanto de su que-rida Leonor, la dijo:

    MANRIQUE. . . . . llanto cobarde I Por una madre morir, Leonor, es muerte envidiable. Quisieras t, que temblando, viera derramar su sangre, si salvarla pudiera por salvarla no lidiase?

    LEONOR. Por piedad no me abandones, escucha, espera . . .

    MANR. Es tarde.

    LEN. L a voz del amor te llama.

    MANR. L a de mi deber es ntes.

    Si hay en la humanidad un sentimiento natural, es el V i ! * < ' V T ' J k '

    amor de los hijos; y si exceptuamos algunos mons-truos, de ndole tan perversa como excepcional, no hay ni animal ni mujer que abandone voluntariamente sus hijos. No hay madre fea para un buen hijo; por repugnante que sea su fsico, es siempre grato y res-petable para l. El que no ha visto la gallina, la pava, la perdiz la codorniz defender sus hijuelos, no tiene una idea de lo que es herosmo. Cualquier hombre que desplegase una sola vez, en el curso de su carrera de ciudadano, la dcima parte de la abnegacin

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    do

  • 7 4 FISIOLOGA. DE LA. MUJER.

    madres cuya existencia no es ms que una larga serie de actos heroicos y sacrificios sublimes, no podran comprender nuestra admiracin por el ateneo Codro el romano Curcio. Una madre es capaz de precipitarse un abismo para salvar su hijo.

    Como el ave, la mujer es muy superior al hombre en el sentimiento que abriga por la progenitura; basta ver sus afanes y desvelos por el nio que cria ; ese valor, esa fuerza de carcter que "la hace arrostrar las mayores fatigas, rara vez se encuentran en el sexo masculino.

  • LA MADRE DE FAMILIA. 75K '

    Est demostrado que de diez doncellas seducidas, que ho han tenido bastante entereza para resistir la seduc-cin, ocho arrostran el despego y amargas reconven-ciones de la sociedad, ntes que abandonar al fruto de su desgraciado amor, mientras los hombres, autores de su-desgracia, ahogan cobardemente la voz de la naturaleza. Este amor maternal, tan vivaz en el corazon de la mujer, no conoce obstculos, ni sacrificios, ni miseria, ni peligros. Afortunadamente, que en esa misma sociedad, tan severa con la victima de la seduc-w cion, hay gente de buen corazon y despreocupada, que perdona en la buena madre los deslices del amor.:

    Por ltimo, lo que hemos dicho ya al tratar de la edu-cacin de la doncella, lo repetimos ahora al hablar de la madre de familia; es decir, que la instruccin, el conocimiento de la lengua, do los elementos de las letras, artes y ciencias, que nos dan conocer todos los objetos que nos rodean, todo esto eleva el alma hcia el Creador y son para la familia, y por consiguiente para la sociedad, una garanta de que la esposa har la felicidad de su marido y la madre ilustrada guiar con acierto los primeros pasos de la infancia de sus hijos,- formar su corazon, desarrollar su inteligencia y los guiara en la senda del deber, del honor y del buen gusto.

  • LA V I U D A

    LA VIUDA JOVEN Y HIGA Y LA VIUDA POBRE Y CON HIJOS .

    LA VIUDA POBRE QUE NO ABANDONA SUS IIIJOS Y

    TRABAJA PARA MANTENERLOS Y EDUCARLOS, E S UNA H E -

    RONA QUE MERECE LA BENDICION DE DIOS Y LA PROTECCION

    DE LOS HOMBRES. BUFONADAS DE LOS BURLONES SOBRE

    LAS VIUDAS.

    Si una buena madre de familia es un bien inapre-ciable para sus hijos; si la educacin que les da hace de ellos otros tantos sres tiles la sociedad; si sus desvelos por la familia son ttulos incontestables la bendicin ele Dios y la proteccin de los hombres, qu diremos de la viuda, privada del amparo de su marido y del padre de sus hijos, que halla en su amor materno las fuerzas necesarias para desempear sus deberes de madre?

    No hablamos aqu de la viuda joven, rica, protegida por su familia, rodeada de amigos y en posesion de todos los goces de la vida social. Si ha enviudado sin hijos, un nuevo casamiento reemplaza tarde temprano al esposo que ha perdido; y si los tiene, los recursos de que disponen y las relaciones de familia, protegen su menor edad y aseguran su porvenir.

    Hablamos, s, de la infeliz mujer que pierde su

  • LA VIUDA . 7 7

    marido, su nico sosten, que, como ella, no tena ms bienes que su trabajo. Illa ah, pobre, con uno, dos, tres ms hijos, abandonada hasta de su familia, por-que esta es tan pobre como ella no quiere tener la carga de los nios. Qu har? Antes que abandonar sus hijos, saca fuerzas de flaqueza, va de puerta en puerta pidiendo, no una limosna humillante, sino tra-bajo para ganar un pedazo de pan para sus hijos. Al-mas caritativas, que por fortuna nunca faltan aunque sean las mnos, suelen darla alguna ocupacion, Y la in-feliz, se levanta al rayar el dia para hacer una pobre sopa las criaturas que duermen an, las lava y viste despues, las enva la escuela, y se pone a trabajar al lado del fogon donde guisa el modesto puchero junto la ven tana para aprovechar de la luz dol sol; p o r la noche, despus de acostar sus hijos y cubrir como puede su lecho, vuelve tomar la aguja para remendarles los vestidos y procurar que vayan limpios. Feliz an si en medio de su estrechez,- traba-jos y sacrificios, puede conservar con salud tan caros objetos! Y si caen enfermos?... El hospital. Y si mueren?... Las lgrimas de una madre por todo acom-paamiento y la huesa comn por sepultura. Y quin la consolar?... Nadie, como no sea alguna alma carita-tiva tan desgraciada como ella.

    li aqu una viuda. Oigamos ahora, en contraste, lo que los bufones dicen sobre la viudez :

    La castidad en las viudas es una castidad labo-riosa, porque han de combatir sin cesar el recuerdo de los placeres que han disfrutado.

    El primer pensamiento de una mujer casada, es el de enviudar.

  • 7 8 FISIOLOGA. DE LA. MUJER.

    La viuda ms juiciosa es siempre bastante loca para volverse cas.ai\

    Las lgrimas de una joven viuda pierden su amar-gura cuando la mano del amor las enjuga.

    Las viudas mas afligidas no pretenden derramar lgrimas intiles; y cuando hacen estallar su desespe-

    racin, ,es para demostrar que son dignas de ser con-soladas y hallar lguien que reemplaze.

    Madama de Girardin asegura haber oido decir una mujer: No es cosa cmoda el ser viuda, pues hay que volver revestirse de toda la modestia de la don-cella, sin ni siquiera poder fmgir su ignorancia.

    \

  • LA R E L I G I O S A

    La mujer que llevada de una sincera piedad, de un verdadero amor de Dios, renuncia al mundo y los

    deberes que le ha impuesto la naturaleza para encer-rarse en un claustro y consagrarse exclusivamente la

  • 8 0 FISIOLOGA. DE LA. MUJER.

    devocion, merece nuestra compasion, nuestros mira-mientos y si se quiere nuestro respeto por su vocacion. No entraremos, pues, aqu discutir la utilidad del estado monstico, ni sus consecuencias. Dejemos en paz la que se entierra en vida voluntariamente y desemosla toda la felicidad que ha ido buscar al con-vento.

    Pero todas las monjas enclaustradas, han do all por su voluntad? Esta es la cuestin. Ay de aquellas que por su inexperiencia en las cosas del mundo, en-gaadas por una falsa idea de la vida monstica, sacrificadas por la voluntad de padres avaros fanti-cos, han pronunciado unos votos indiscretos que ljos de complacer Dios, le ofenden! Sucede en el estado religioso, lo mismo que con los casamientos. Cuntas veces, dice Moratin, vemos matrimonios infelices, unio-nes monstruosas, verificadas solamente porque un padre tonto se meti mandar lo que no debiera ?

    Y cuntas veces una desdichada mujer halla anticipada la muerte en el encierro de un claustro, porque su padre su tio se empearon en regalar Dios, lo que Dios no quera? Quin ha de evitar des-pus las resultas funestas de lo que mandaron ?

    Es cosa de chirinola Vivir siempre emparedada? La castidad, la obediencia, La pobreza voluntaria Y estar maullando el latin De la noche la maana! j Ah es una bagatela! Y aadid la sobrecarga, Do los ayunos, los rezos, Cilicios y zurribondas.

  • LA RELIGIOSA. o

    Cuntas desgraciadas se consumen en lgrimas tan amargas como intiles, ahogan su dolor en su pecho y piden en vano la religin la paz del corazon que fueron buscar en el claustro! Y si amaron ntes de pronunciar sus votos? Y si el encierro ha despertado en ellas el recuerdo de carios y amistades infantiles que la soledad no ha podido extinguir?

    Maldita, maldita suerte!.. . . La memoria descarnada De alguna vida enlazada A nuestra vida de amor! Pues sin duda habrn tenido, Aunque del mundo olvidados Sdres tiernos adorados Con afilen sus almas mezclar

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  • 8 4 FISIOLOGA DE LA MUJER.

    sin violencia. La que se casa con un hombre quien ama sinceramente y cumple con sus deberes de es-posa y madre, es cuando mnos tan virtuosa como la que se consagra la vida contemplativa.

    Hablemos ahora de la heroica hermana de la caridad y paguemos un justo tributo de respeto y admiracin su santa misin. Estas virtuosas mujeres, muchas de las cuales son jvenes, bellas y ricas, renuncian espon-tneamente los placeres y comodidades de la vida social y de familia para dedicarse exclusivamente al alivio de los males de sus semejantes. El hurfano abandonado halla en ellas la madre que ha perdido; el enfermo una mano cuidadosa que cura sus llagas, le asiste y le consuela; el anciano desvalido, una hija una hermana que le ampara en su debilidad y aban-dono. No hay para ellas peligro ni trabajo, por repug-nante que sea, que las arredre en su santa misin. El hospital, la crcel, el campo de batalla, la peste, las epi-demias, son los teatros de sus hazaas. Van la muerte con la serenidad y la conciencia del justo; sufren las injurias sin quejarse, perdonan sus enemigos, rue-gan Dios por ellos y su mejor recompensa es que sus servicios sean tiles la humanidad. En estas be-nemritas mujeres, los tres votos que pronuncian, PO-BREZA, OBEDIENCIA y CASTIDAD, son una verdad.

  • SEGUNDA PARTE

    UTILIDAD DE LA IGUALDAD DE DERECHOS

    EN AMBOS SEXOS.

    El nico medio de realizar prcticamente las ideas de justicia y de progreso social, es el de educar la mujer para que contribuya ese gran principio que es la base de la humanidad. Tener mujeres ilustradas es tener al mundo entero, pues es ser la vez dueo de la educacin y de las costumbres que forman al nio y hacen al hombre.

    Empecemos, pues, dndoles el lugar que legtima-mente se las debe.

    Qu auxilio podremos exigir de ellas si las oprimi-mos en la familia, si las anulamos en el Estado y si ahogamos en ellas hasta el sentimiento de su propia in-dependencia?

    Un sr que se cria para la sumisin, no conoce ms que la sumisin.

    Si nuestros hijos aceptan con tanta indiferencia la

  • 8 4 FISIOLOGA DE LA MUJER.

    sin violencia. La que se casa con un hombre quien ama sinceramente y cumple con sus deberes de es-posa y madre, es cuando mnos tan virtuosa como la que se consagra la vida contemplativa.

    Hablemos ahora de la heroica hermana de la caridad y paguemos un justo tributo de respeto y admiracin a su santa misin. Estas virtuosas mujeres, muchas de las cuales son jvenes, bellas y ricas, renuncian espon-tneamente los placeres y comodidades de la vida social y de familia para dedicarse exclusivamente al alivio de los males de sus semejantes. El hurfano abandonado halla en ellas la madre que ha perdido; el enfermo una mano cuidadosa que cura sus llagas, le asiste y le consuela; el anciano desvalido, una hija una hermana- que le ampara en su debilidad y aban-dono. No hay para ellas peligro ni trabajo, por repug-nante que sea, que las arredre en su santa misin. El hospital, la crcel, el campo de batalla, la peste, las epi-demias, son los teatros de sus hazaas. Van la muerte con la serenidad y la conciencia del justo; sufren las injurias sin quejarse, perdonan sus enemigos, rue-gan Dios por ellos y su mejor recompensa es que sus servicios sean tiles la humanidad. En estas be-nemritas mujeres, los tres votos que pronuncian, PO-BREZA, OBEDIENCIA y CASTIDAD, son una verdad.

  • SEGUNDA PARTE

    UTILIDAD DE LA IGUALDAD DE DERECHOS

    EN AMBOS SEXOS.

    El nico medio de realizar prcticamente las ideas de justicia y de progreso social, es el de educar la mujer para que contribuya ese gran principio que es la base de la humanidad. Tener mujeres ilustradas es tener al mundo entero, pues es ser la vez dueo de la educacin y de las costumbres que forman al nio y hacen al hombre.

    Empecemos, pues, dndoles el lugar que legtima-mente se las debe.

    Qu auxilio podremos exigir de ellas si las oprimi-mos en la familia, si las anulamos en el Estado y si ahogamos en ellas hasta el sentimiento de su propia in-dependencia?

    Un sr que se cria para la sumisin, no conoce ms que la sumisin.

    Si nuestros hijos aceptan con tanta indiferencia la

  • 86 FISIOLOGA DE LA MUJER.

    tirana que viene de alto puesto, si sus almas se quedan cerradas toda aspiracin generosa, si desprecian la libertad, debemos acusar las madres que les han modelado su imgen?

    Seamos justos y convengamos que la culpa la tene-mos nosotros.

    Cmo podr tener el sentimiento de la dignidad humana una madre acostumbrada la obediencia?

    Cmo respetar esa cosa tan respetable, que no co-noce, de la que no tiene conciencia, y que se llama la libertad ?

    Es menester desengaarse. Manteniendo la mujer

  • DERECHOS EN AMBOS SXOS. 8 7

    en una sujecin que se opone al vuelo de sus facultades naturales como si fuera una odalisca, arredramos al mismo tiempo el desarrollo intelectual y moral de nues-tros hijos y levantamos con nuestras propias manos las barreras que detienen bruscamente la marcha de nuestras aspiraciones cada vez que se despierta en nosotros el sentimiento nacional. Y no es slo en la familia donde se resiente, de rechazo, nuestro ciego egosmo, pues en muchsimas circunstancias (y sera cosa fcil citar hechos y personas), la influencia feme-nina ha ejercido sobre la marcha general de los nego-cios una presin oculta y por desgracia casi siempre daosa.

    Estamos muy distantes de oponernos la interven-cin de las mujeres en las cuestiones de rden admi-nistrativo y gubernamental. La paz la guerra, el au-mento disminucin de las contribuciones, las intere-san tanto como nosotros; esto es una verdad sobre la cual no se insistir lo bastante y que nunca se repe-tir suficientemente para que el espritu pblico se penetre de su importancia.

    Pero si queremos que la intervencin de las mujeres en las cuestiones polticas, no constituya un peligro para nosotros, hagamos de modo que sean capaces de pensar, deliberar, juzgar y aconsejar.

    Nuestro nteres, falta de otro sentimiento mas noble, es el de inspirar las mujeres el amor de la justicia y de las libertades civiles ; y el mejor medio de lograrlo, es el de concederles las. ventajas de tan pre-ciosos derechos.

    No se aprecia bien sino lo que se conoce. Admitamos, pues, nuestras madres, hermanas, es-

  • 8 8 FISIOLOGA DE LA MUJER.

    posase hijas nuestra vida comn ; que tengan su parte en las conquistas del progreso de la poca, que com-prendan la grandiosidad de nuestras nuevas miras, que

    se penetren del fin que nos proponemos, y sus esfuer-zos secundarn los nuestros.

    Pero si dominados por la preocupacin, persistimos en privar la mujer del beneficio de las lentas victorias de la civilizacin moderna sobre el viejo mundo, per-manecern nuestros adversarios v desharn l dia si-guente lo que hayamos hecho la vspera.

  • DERECHOS EN AMBOS SXOS. 8 9

    No temis el abuso. Ya sabemos que hay mujeres que dueas de su voluntad, slo piensan en satisfacer sus caprichos; pero.la libertad de que gozan, es una

    libertad precaria, libertad de lance que no tiene ms origen ni garanta que la benevolencia del hombre.

    Esto no es digno, porque lo que proviene y depende de un capricho, otro capricho puede destruirlo. Y para decirlo todo, esta especie de independencia, no es an la libertad.

    Un pas libre rechaza toda clase de despotismo, y si comprendemos bien el principio de libertad, debemos hacer desaparecer el despotismo del hombre sobre la mujer, lo mismo.que la autoridad tirnica del gobierno sobre el pueblo.

    Si somos sinceramente liberales, empecemos por in-troducir la libertad en nuestros hogares.

    El Estado ser lo que sea la familia. El hogar doms-

  • 9 0 FISIOLOGA. DE LA. MUJER.

    tico es ei tipo del grande hogar nacional; all es donde se forman las costumbres y las constituciones se amol-dan sobre los principios que es sirven de base.

    Nuestras costumbres, nuestros gobiernos, por una consecuencia inevitable, sern autoritarios, es decir, absolutos, mintras que la jerarqua autoritaria se mantenga como base de la familia.

    Pero el dia en que los principios de libertad, igual-dad, solidaridad y justicia constituyan la ley de las rela-ciones entre el hombre y la mujer, entre el padre y la madre, la libertad civil tendr unos cimientos indes-tructibles.

    Quin se atrever ahora negar que la cuestin de la emancipacin de las mujeres no es una cuestin pol-tica? p '

    Es ms que una cuestin poltica, esto es, una cues-tin social.

    CONSECUENCIAS DE LAS DESIGUALDADES SOCIALES E N LAS

    DONCELLAS.

    Comparemos ahora dos doncellas casaderas, una de las cuales es lo que se llama en el mundo una seorita, y la otra una muchacha del pueblo. En esta compara-cin oigamos Alfonso Karr :

    La seorita pertenece una familia acomodada, no-ble, con grandes relaciones y va contraer matrimonio con un caballerito de su clase. Se casan y la novia recibe suntuosos regalos; es ya seora y manda en su casa. No tarda en decirse que el cielo ha bendecido el hime-neo de la afortunada pareja, y esta feliz noticia circula

  • DERECHOS EN AMBOS SXOS. 9 1

    con rapidez entre los amigos de ambas familias; el amor del esposo se aumenta, todos andan solcitos al rededor de la jven esposa en estado interesante, im-portunndola con cuidados y atenciones empalagosas?'

    sus menores caprichos son leyes y sus exigencias r-denes imperiosas. Se elige el padrino y la madrina, se prepara la canastilla para el fruto del amor con un es-mero verdaderamente maternal. Llega el momento, su madre y su esposo la asisten, el mdico redobla sus cuidados, todos la animan, la acarician y, por fin, es madre. La colocan en un aposento en que nada lia esca-seado el lujo, pues debe permanecer en l hasta que haya desaparecido todo asomo de peligro. No la dejan

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    sola ni un instante, y la abuela, las tias, las doncellas rodean la criatura que va creciendo la sombra de los cuidados maternos y de un aya solcita consagrada su vigilancia y placeres.

    La otra es una pobre que apnas puede sostenerse con el trabajo de sus manos. Est ocupada noche y dia

    en ganar su sustento, en una modesta habitacin, sen-tada en una pobre silla sin ms luz que la de una ven-tana enrejada, sin ms instruccin que saber leer y es-cribir algunos renglones. Su modestia, su resignacin, su amor al trabajo, su limpieza, su gracia natural, la granjean las simpatas del vecindario y de cuantos la conocen.

    Se presenta un hombre y la pide para esposa, pero es preciso pedir su fe de bautismo al pueblo en que na-

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    ci y esto ocasiona una demora indispensable. La joven no siempre est vigilada por su madre, y como no tiene criados, necesita salir sola sus quehaceres y tambin volver sola 'al anochecer. Su novio la espera y la acompaa; est muy enamorado de ella; la prodiga palabras y juramentos, la hostiga, la fascina y la infeliz cede su pasin, Un hombre la ha seducido, ha triunfado de su virtud. Y luego no llegan los papeles esperados y el seductor la abandona cobardemente des-pues de haber turbado para siempre la .tranquilidad de su vida. La desgraciada conoce, que su debilidad no tar-dar en tener consecuencias evidentes. Si cuenta con su familia, slo puede aguardar malos,tratos cuando mnos amargas reconvenciones; su fa.zon se turba: qu ha.de hacer? Disimula lo mejor qu puede los pri-meras apariencias de su situacin, s impone tormentos inauditos y aumenta asi las incomodidades propias del estado en que se halla. Y tiene que ocultar con empeo esas mismas incomodidades, porque se agotara su leche j su leche es necesaria para la vida del ltimo sr.

    Qu sentimientos deben excitar estas dos situacio-nes apnas bosquejadas? La piedad, la compasion, la admiracin?

    La primera es feliz; lo que puede hacerse en su obsequio es desear que siempre lo sea. Nada le falta, la vida es para ella un paraso terrenal, su corazon no tiene motivo para odiar nadie, ni para cerrar la puer-ta la compasion.

    Pues bien, que se presente la segunda pedir tra-bajo la primera; que la refiera sus desgracias y la pre-sente su hijo; hay diez probabilidades contra nueve,

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    do que ser desechada con altanera -y despedida sin piedad. Porqu ha sucumbido? dirn. Por qu no ha Habido ser honrada? Y en cuanto al seductor, ni una palabra de vituperio.

    a La primera es respetada y querida porque es di-ohosa; la segunda despreciada y escarnecida, porque OH desgraciada.

    Y nos admiramos dla frecuencia de los infantici-dios y extraamos la desesperacin criminal que se apodera de tantas infelices criaturas sobre las cuales se

    acumulan todas las desgracias de la vida! Qu son su situacin presente y su porvenir? Hambre, enferme-dades, dolores. Y el hombre aade esas plagas el in-

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    sulto, el abandono, el sarcasmo, la risa !... Y luego nos hacemos los sorprendidos si se nos dice que en tan cruel alternativa, entre un crimen que se espera ocultar y un valor heroico, cuyo nico premio ha de ser el hor-ror y el desprecio de la sociedad, el crimen ha triunfado de una criatura sin amparo, sin fuerzas, sin consuelo y sin esperanzas. Y qu es lo que resta la infeliz en este caso ? La crcel el suicidio. . . . !

    Me ocurre otra observacin, dice un Alfonso Karr, propsito de las mujeres de la clase jornalera y de la insuficiencia de los medios con que cuentan para vivir. Los hombres han ido apropindose gradual y