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El estudianterusoRazumovseveenvueltoenunat-entado cometido por un compaero revolucionario al queacabadelatandoalapolica.Empleandosimilardurezacontralaperversidaddelas autoridades zaristas ylacrueldaddelosrevolucionarios, Conradreconstruyeeldrama psicolgico deldelator, que se agudiza an mscuando ste es enviado a Ginebra para infiltrarse en laorganizacin a la que perteneca el activista traicionado.Su lucha interior para convivir con el remordimientoacabaconvirtindoseenunapatologaqueafectaasusaludmental yfsica. Peroentrelasmltipleslecturasposibles tambin est la delhombre desamparado, queno puede confiar en los despticos funcionarios rusos quele encargan la misin ni en los opositores en el exilio alos que se ve obligado a traicionar. Narrada desde la per-spectivaoccidental deuninglsafincadoenlacapitalsuiza, Bajo la mirada de Occidente est a la altura de lasgrandesnovelasdeConradcomoLordJim, El agentesecreto o El corazn de las tinieblas.Joseph ConradBajo la mirada de OccidenteePub r1.0Epicureum 02.05.14Ttulo original: Under western eyesJoseph Conrad, 1911Traduccin: Catalina MartnezDiseo de cubierta: La detencin de un propagandista (1889), de Ilia E.RepinePub base r1.0LA MIRADA DE CONRADpor scar EsquiviasBAJO LA MIRADA DE OCCIDENTE se edit en 1911, cuando elautor estaba en plena madurez creativa: Conrad ya haba public-ado varias de sus obras ms clebres, como El corazn de las ti-nieblas (que data de 1899) o Lord Jim (1900). Bajo la mirada deOccidente es la novela inmediatamente posterior a El agentesecreto (1907) y junto a sta y a Nostromo (1904) conforma unasuerte de triloga poltica: si en Nostromo recrea la corrupcin delas dictaduras americanas y en El agente secreto el espionaje y laagitacin anarquista en Gran Bretaa, en Bajo la mirada de Occi-denteretratael ambienterevolucionarioruso, tantoenel SanPetersburgo zarista (ciudad en la que transcurre la primera partede la obra) como en Suiza, donde exiliados y conspiradores rusosalientanlaesperanzadedestruirel ordenestablecidoydeex-pandir por toda Europa la revolucin. Como en las novelas cita-das, la violencia, el terrorismo y la corrupcin estn muypresentes y el ambiente social queda excelentemente retratado atravs de un amplio friso de personajes; pero a la vez y funda-mentalmente son novelas interiores, porque es en la concienciadelosprotagonistasdondesedirimenlosconflictosticos, queson los que ms le interesaban a Conrad. En Bajo la mirada deOccidente esa batalla interna, esa potente colisin de intereses yescrpulos,tienencomoescenarioelalmadelestudianteKiryloSidorovitch Razumov. Este Razumov es uno de los grandes per-sonajes de la literatura del siglo XX, el heredero del Raskolnikovde Crimen y castigo y un verdadero paradigma de los antihroesconradianos, quearrastranunsecretoounaculpaydebenredimirse a travs de un sacrificio excepcional.La primera intencin de Conrad fue redactar un relato o unanovela breve que pens titular sencillamente Razumov. Esta obranopodaser msdostoievskianaenambiente, personajes ydilemasmorales: SanPetersburgo, estudiantespobresdeideasexaltadas, nihilismo, borrachines, comisaras, secretos, pesadillasy visiones, funcionarios suspicaces, remordimientos. Sin em-bargo, Conradseobsesionconlahistoria, continulatramafuera de Rusia, desarroll nuevos personajes (tambindostoievskianos a ms no poder: mujeres compasivas y sacri-ficadas, una madre devota de su hijo, una hermana con voluntadde hierro, fogosos revolucionarios, aristcratas) y cambi el ttulopor el que conocemos hoy. Aunque Razumov sigue siendo el prot-agonista, su historia nos la va a contar un viejo profesor de idio-masinglsqueviveenGinebra. Esteextranjeronosaportasutestimonio sobre los exiliados rusos que trat en Suiza y traduceunos apuntes personales del propio Razumov a los que da formaliteraria, plenamente novelstica. Estamos, pues, ante una curiosavariante del viejo tpico literario del manuscrito encontrado, con-vertido en novela por este profesor que es al tiempo personaje ynarradoryquenodejadeapostillarlosdilogosdelosprotag-onistas. La mirada del ttulo alude, precisamente, a la de este pro-fesor(el nicopersonajeoccidental, noruso, delahistoria) y6/440tambin a la del lector a quien el texto va dirigido. Por extensin,eslamiradadetodaEuropa,queobservabaatnitalasconvul-siones de la vida poltica y social rusas sin comprender sus moti-vacionesprofundasni preversusconsecuencias. Conradestabafirmemente persuadido de que la mentalidad rusa era completa-menteajenaalaoccidentalydequeelentendimientoolaem-pata eran imposibles. Por ello escribe una novela rusa, obsesiva-mente rusa, pero desde la perspectiva de un ingls y no desde lade Razumov.Joseph Conrad trabaj en la novela entre diciembre de 1907 yenero de 1910. Fue un trabajo largo y constante, al que el autorconcedi una gran importancia y que lleg a remover sus sentimi-entosmshondos. SupublicacinenGranBretaatuvopocoxito (lo mismo haba sucedido con la anterior, El agente secreto)y recibi numerosas crticas adversas que cuestionaban especial-mentelaoportunidaddel mencionadopersonajedel profesor.Cuando el texto se reedit en 1920 con el aadido de una nota deConrad (que tambin se incluye en la presente edicin) el mundohaba cambiado radicalmente en menos de un decenio poracontecimientos tan trascendentes como la Primera Guerra Mun-dial, el desmembramiento del Imperio ruso o la Revolucin rusa.En aquellos momentos, el Ejrcito Rojo estaba a punto de vencerdefinitivamente la guerra civil que conducira a la plena implanta-cindeladictaduradelproletariado.Enesascircunstancias,secomprendequeConrad(untantodesalentado) considerarasuobra como una novela histrica, el testimonio de un pasado yamuyremoto,cuandoselarvabaelcataclismoqueenaquelmo-mento convulsionaba Rusia y estremeca al mundo. En realidad,Bajo la mirada de Occidente parece la obra de un autor del XIX,de un contemporneo de Dostoievski ms que de Andrei Biely: suestilo(preciso, certero, conabundantesdilogos), sustemas(la7/440bondad, el remordimiento, el valor expiatorio del amor y el sacri-ficio), su preocupacin por definir el alma rusa (que el novelistajuzgaduramente), el mesianismo, labrutalidaddespiadadadelEstado zarista, la corrupcin intrnseca tanto de los revolucionari-os como de sus represores todo ello nos remite a la gran liter-atura rusa del pasado, no desde luego a la que iba a imponerse enel nuevo Estado sovitico. Por todo ello, resulta curioso que Con-rad desdeara a Dostoievski y le considerara un personaje gestic-ulante y obseso (the grimacing, haunted creature), porque Bajola mirada de Occidente comparte gestos y obsesiones con Crimeny castigo y el lector no puede dejar de relacionarlas y de estable-cer paralelismos. Me resulta curioso pensar cmo, hasta hace muypoco, a estos autores se les descubra y lea en la juventud. Es muyprobablequeestohayacambiadoporcompletoyqueahoralosadolescentes vivan totalmente ajenos a sus historias. Me da ciertaternura recordar a aquellos chavales de barriada que volvamos delabibliotecapblicaconunlibrodeStevenson, Kipling, Verne,Wells,Melville,Dumas,Maughamo Poe sin saberquineseranesos autores (quiero decir: sin ser conscientes de su importancia,sinconocersupesoenlahistoriadelacultura).AsdescubraConrad. La primera obra suya de la que tengo memoria es LordJim. En aquel tiempo no le Bajo la mirada de Occidente, que hasido una novela sin apenas ediciones en Espaa y que no estaba (oyonosupeencontrar)enaquellabibliotecapblica.Hoy,yadeadulto, pienso que este libro habra conmovido profundamente aladolescentequefui:nosemevandelacabezalasescenasquecomparten Victor Haldin y Razumov, en las que arranca todo elconflicto que se desarrolla en la novela. No sera justo desvelar allector mayores detalles, slo dir que el libro me ha proporcion-ado las mismas emociones, la misma desazn y entusiasmo queLord Jim o que la citada Crimen y castigo.8/440Estasson, claroest, sensacionespersonalesquenotienenninguna importancia. Hoy todos los historiadores de la literaturacoinciden en considerar Bajo la mirada de Occidente como unadelasobrasmayoresdeConradyconestoyaestdichotodo.Quien no la conozca no debera demorar ms su lectura.9/440A Agnes Tobin, que trajo a nuestra puerta su talento para laamistad desde la orilla.Tomara la libertad de cualquier mano, igual que un hombrehambriento robara un pedazo de pan.SEORITA HALDINPRIMERA PARTEPrlogoHE DE EMPEZAR POR DECIR que no alardeo de poseer esos al-tos dones de la imaginacin y la expresin que habran permitidoa mi pluma crear para el lector la personalidad del hombre que sehaca llamar, segn la costumbre rusa, Cyril, hijo de IsiodrKirylo Sidorovitch Razumov.Dehaber tenidoyoalgunavez estos talentos encualquiermodalidaddeformaviva, abuenseguroquesehabranextin-guido hace ya mucho tiempo bajo una selva de palabras. Las pa-labras, como es bien sabido, son las grandes enemigas de la real-idad.Soydesdehacemuchosaosprofesordeidiomas.Esstauna ocupacin que a la larga resulta fatal para la cuota de ima-ginacin,observacino perspicaciaque puede heredaruna per-sona corriente. Llega un momento para el profesor de idiomas enel queel mundonoessinounlugarrepletodepalabrasyelhombre un simple animal parlante no mucho ms extraordinarioque un loro.Siendo sta mi condicin, difcilmente hubiera yo podido ob-servar al seor Razumov oadivinar surealidadpor purain-tuicin, ymuchomenosimaginarlotalcomoera. Inclusoelin-ventar los hechos ms elementales de su vida habra excedido porcompleto mis posibilidades. Creo, sin embargo, que aun cuandono hiciera esta aclaracin los lectores de estas pginas detectaranen el relato las seales de la prueba documental. Y su impresinsera correctsima, pues la presente narracin est basada en undocumento; todo cuanto yo he aportado es mi conocimiento de lalengua rusa, suficiente para lo que aqu se persigue. Dicho docu-mento, claro est, es de ndole similar a un diario, si bien su es-tructura no es exactamente la misma. No se atiene en lo esencial auna escritura cotidiana, aunque todas las entradas llevan su fechacorrespondiente. En algunos casos, las anotaciones abarcan variosmeses y ocupan docenas de pginas. La primera parte es un relatoretrospectivo sobre un hecho acaecido aproximadamente un aoantes.Debo mencionar que he vivido mucho tiempo en Ginebra. UnbarrioenterodeestaciudadseconocecomoLaPetiteRusieLa Pequea Rusia, por la cantidad de rusos que all residen.Tena yo por aquel entonces abundantes vnculos con estacomunidad, aunque confieso que en absoluto comprendo el carc-ter ruso. Su actitud ilgica, la arbitrariedad de sus conclusiones yla frecuencia de lo excepcional no debieran revestir dificultad al-gunaparaunestudiosodetantasgramticas; peropor fuerzadebe haber algo ms, cierto rasgo humano peculiar: una de esasdiferencias sutiles que escapan a la capacidad de un modesto pro-fesor. Lo que nunca deja de sorprender a un profesor de idiomaseselextraordinarioamoralaspalabrasqueprofesanlosrusos.Lasatesoran,lasaprecian,peronolasescondenensucorazn,antes bien se muestran dispuestos a derramarlas en cualquier mo-mento, con un entusiasmo, con una abundancia tan arrolladora,contantotinoytantaprecisinenocasionesque,comosucedeconloslorosmslistos, nopuedeunodesprendersedelaso-specha de que en verdad entienden lo que dicen. Hay en su ardorexpresivo una generosidad que se aleja cuanto puede de la14/440locuacidad comn y que tampoco guarda relacin con la elocuen-cia Mas he de disculparme por esta digresin.Sera ocioso inquirir por qu el seor Razumov dej esta crn-ica. No parece concebible el deseo de que alguien la leyese. Entraaqu en juego un misterioso impulso de la naturaleza humana. Siexceptuamos a Samuel Pepys, que ha forzado de este modo la pu-ertadelainmortalidad, soninnumerableslaspersonascrim-inales, santos, filsofos, muchachas, estadistas y simples idiotasque han aireado su intimidad en sus diarios, sin duda por vanid-ad, aunque tambin por otros motivos ms inescrutables. Debe dehaberenlaspalabraspors solasunfabulosopoderdealiviocuando tantos hombres las han empleado para entrar encomuninconsigomismos.Siendocomosoyunindividuotran-quilo, supongo que lo que todos los hombres buscan en realidades unamodalidadoacasotanslounafrmulade paz. Sonmuchosciertamentelosquehoylapidenagritos.QuclasedepazesperabaencontrarKyriloSidorovitchRazumovconlaes-critura de su diario es un asunto que escapa a mi entendimiento.El hecho es que lo escribi.El seorRazumoveraunjovenaltoybienproporcionado,bastante moreno para ser un ruso de las provincias centrales delpas. Su belleza habra sido incuestionable de no ser por una pe-culiar falta de elegancia en sus rasgos. Era como si un rostro enr-gicamente modelado con cera (no sin cierto parecido con una per-feccindetipoclsico) sehubieradejadojuntoal fuegohastaquedar borrada toda la nitidez de sus lneas al reblandecerse susustancia. Contodo y coneso, Razumov era suficientementeapuesto. Tambinsus modales eranagradables. Enlas discu-sionessedejabainfluirfcilmenteporlosargumentosoporlaautoridad. Adoptabaconsusjvenescompatriotaslaactitudde15/440un oyente impenetrable, un oyente que escucha con inteligencia yacto seguido cambia de tema.Esta clase de argucia, que puede tener su origen en una insufi-ciencia intelectual o en una incompleta confianza en las propiasconvicciones, le procuraba a Razumov fama de hombre profundo.Una personalidad relativamente taciturna pasa por poseer elpoderdelareservaentreunmontndeentusiastashabladoresacostumbrados a agotarse a diario en acalorada conversacin. Suscompaeros de la Universidad de San Petersburgo tenan a KiryloSidorovitch Razumov, estudiante de tercer curso de Filosofa, porun hombre de carcter, por un hombre plenamente de fiar. Esto,en un pas donde una opinin puede ser un delito legalmente cas-tigado con la muerte, y a veces con un destino peor que la muerte,significabaqueRazumoveradignodequelefueranconfiadasopiniones prohibidas. Se le apreciaba adems por su amabilidad ypormostrarsesiempredispuestoahacer unfavor asuscom-paeros, aun cuando ello le acarreara molestias personales.Se crea que Razumov era hijo de un arzobispo y protegido deun distinguido aristcrata, probablemente originario de su mismaprovincia remota. Su aspecto fsico no casaba bien con un origentanhumilde. Semejante ascendencia no resultaba creble. Dehecho, se insinuaba que Razumov haba nacido de la hermosa hijade un arzobispo, lo que sin duda daba al asunto un cariz bien dis-tinto.Estaltimateora,depasohacacreblelaproteccindeldistinguidoaristcrata,si biennadade todo esto lleg a invest-igarse nunca, ni por malicia ni por otras razones. Nadie saba ni anadieinteresabaquinerael aristcrataencuestin. Razumovreciba una modesta aunque suficiente asignacin de manos de unoscuro abogado que en cierta medida pareca actuar como su pro-tector y que de cuando en cuando participaba en la recepcin in-formal de algn profesor universitario. Salvo esto, no se le16/440conocan a Razumov otras relaciones sociales en la ciudad. Asistacon regularidad a las clases obligatorias y era considerado por lasautoridadesacadmicasunestudiantemuyprometedor. Traba-jaba en su cuarto a la manera del hombre que se propone tenerxito, pero tampoco se someta a un encierro severo con esta in-tencin. Se mostraba siempre accesible y no haba en su vida nadaque fuera secreto o reservado.17/440IELORIGENDELACRNICADERAZUMOVguardarelacinconunhechorealcaractersticodelaRusiamodernaelases-inato de un prominente estadista y an ms caracterstico de lacorrupcin moral de una sociedad oprimida, donde las msnobles aspiraciones humanas el deseo de libertad, un fervientepatriotismo, el amor a la justicia, el sentido de la piedad y aun lafidelidad de las mentes sencillas se ven prostituidas por las pa-siones del odio y el miedo, compaeros inseparables de un des-potismo precario.El hecho real al que nos referimos es el atentado, culminadocon xito, contra la vida del seor de P, presidente de la famosaComisin Represiva de hace algunos aos, ministro de la Gober-nacininvestido conpoderes extraordinarios. La prensa hizobastante ruido al respecto de este personaje fantico, estrecho detrax, con galones dorados en el uniforme, la piel como un per-gamino arrugado, los ojos anodinos tras unos anteojos, y la cruzde la Orden de san Procopio colgada del cuello flaco. Tal vez se re-cuerde que, durante algn tiempo, no pasaba un mes sin que suretrato apareciera en alguna de las revistas ilustradas de Europa.Serva a la monarqua encarcelando, exiliando o enviando a galer-as a hombres y mujeres, jvenes y viejos, con infatigable eidntica diligencia. En su mstica asimilacin del principio de laautocracia, se empeaba en extirpar del pas cualquier vestigio dealgo que pudiera parecerse a la libertad en las institucionespblicas;yensuimplacablepersecucindelasnuevasgenera-ciones pareca dispuesto a destruir hasta la propia esperanza delibertad.Se dice de este detestado personaje que no tena imaginacinsuficiente para adivinar el odio que inspiraba. Esto es difcilmentecreble, pero lo cierto es que tomaba muy pocas precauciones paragarantizarsupropiaseguridad. Enel prembulodeunfamosodocumentonacional habadeclaradoenciertaoportunidadquela idea de libertad nunca ha existido en la Obra del Creador. Delaopinindelasmasasnocabeesperarsinorevolucinyde-sorden; y la revolucin y el desorden en un mundo creado para laobediencia y la estabilidad son pecado. No es Razn sino Autorid-adloqueexpresalaIntencinDivina. Diosesel AutcratadelUniverso. Pudiera ser que el hombre que formul esta declara-cin creyera que el propio cielo estaba obligado a protegerlo en suimplacable defensa de la Autocracia en la Tierra.La vigilancia policial lo salv sin duda en ms de una ocasin,pero lo cierto es que cuando le lleg la hora, las autoridades com-petentes nada pudieron hacer por advertirle. No tenan noticia deninguna conspiracin en contra de la vida del ministro, no huboindicios de ningn complot a travs de sus canales de informacinhabituales, no se detectaron pistas, no haba constancia de movi-mientos sospechosos o de individuos peligrosos.El seor de P se diriga a la estacin en un trineo descubiertotiradopor dos caballos, conlacayoycocheroenel pescante.Haba nevado sin parar toda la noche, de manera que la calzadaestabayaobstruidaaesahoratantempranadeldayeltrineoavanzabacondificultad.Lanieveseguacayendocopiosamente.Pero alguien deba de estar esperando la llegada del trineo para19/440identificarlo. Al arrimarse a la izquierda antes de tomar unacurva, el lacayo vio a un campesino que caminaba despacio bajo lanieve, muycercadelbordillodelaacera, conlasmanosenlosbolsillosdeunapellizadecorderoyloshombrospegadosalasorejas. Al ser adelantado por el vehculo, el campesino se volvirpidamenteymoviunbrazo. Al instanteseoyunaterriblesacudida, una detonacin amortiguada por la multitud de los co-pos de nieve; los caballos se desplomaron, muertos y reventados,y el cochero lanz un grito penetrante y cay del asiento mortal-mente herido. El lacayo (que sobrevivi) no tuvo tiempo de verlelacaraalhombredelapelliza.stehuytraslanzarlabomba,pero se supone que al ver que un montn de gente empezabaasurgir de todas partes bajo la nieve, y que todo el mundo corrahacialaescenadelaexplosin, debideparecerlemsseguromezclarse entre el gento.Enpoqusimotiempounaexcitadamultitudsehabacon-gregado en torno al trineo. El ministro-presidente, que sali ilesodel vehculo a la densa capa de nieve, se apost junto al quejum-broso cochero y se dirigi insistentemente a la multitud con vozapagada y dbil: Les ruego que se aparten. Por el amor de Dios,les ruego buenas gentes que se aparten.Fue entonces cuando un joven alto que haba permanecido to-do ese tiempo inmvil tras la entrada de carruajes dos casas msabajo, sali a la calle y ech a andar rpidamente para lanzar otrabomba por encima de las cabezas de la multitud. La bomba alcan-z al ministro-presidente en el hombro cuando se inclinaba sobresu agonizante criado, cay entre los pies del mandatario y explotcon terrible violencia concentrada, fulminando en el sitio al seorde P, rematando al criado herido y destruyendo prcticamenteel trineo vaco en un abrir y cerrar de ojos. La multitud lanz ungrito de terror y corri en todas direcciones, salvo los que haban20/440muerto o resultaron heridos por encontrarse ms cerca delministro-presidente, y uno o dos que no cayeron hasta despus dehaber dado unos pasos.Mientras que la primera explosin haba reunido como por en-salmoaunamuchedumbre,lasegundadejlacalledesiertaenmuchoscientosdemetrosenambossentidos. Lagentemirabadesde lejos, entre los copos de nieve, el pequeomontndecadveres junto a los cuerpos de los dos caballos. Nadie se atreviaacercarsehastaqueunapatrulladecosacosllegal galope,descabalgysedispusoadarlavueltaaloscuerpossinvida.Entre las vctimas inocentes de la segunda explosin que yacansobre los adoquines, haba un hombre vestido con una pelliza decampesino; pero su rostro haba quedado irreconocible y no llev-abanadaenlosbolsillosdesupobreindumentaria, deahquefuera el nico cuya identidad nunca pudo establecerse.EsedaRazumovselevantalahoradecostumbre,paslamaana en la Universidad, asisti a sus clases y trabaj un rato enla biblioteca. El primer rumor sobre el lanzamiento de la bombalo oy en la mesa de la cantina de estudiantes, donde sola comera las dos. Era un rumor tejido con simples habladuras, y aquelloeraRusia, dondenosiempreesprudente, sobretodoparaunestudiante, mostrardemasiadointersporciertaclasedemur-muraciones. Viviendo en una poca de inquietud poltica y espir-itual, Razumov se aferraba por instinto a la vida normal, prcticaycotidiana. Eraunhombreconscientedelas tensiones emo-cionales desutiempo, inclusoreaccionabavagamenteaellas;pero su principal preocupacin era su trabajo, sus estudios y supropio futuro.Oficial y realmente sin familia (pues la hija del arzobispo habamuertohacamuchotiempo), ningunainfluenciapudomodelarsusopinionesosussentimientos. Seencontrabatansoloenel21/440mundo como un nufrago en el mar profundo. Su apellido era ens mismoetiquetadeindividualidadsolitaria. Nohabaennin-gunaparteRazumovsalosqueestuvieraligado. Sunicopar-entesco era su condicin de ruso. Cualquier fortuna que pudieseesperar de la vida le sera dada o le sera sustrada nicamente porestevnculo. Estainmensafamiliaseveainmersaenagnicasluchas internas, y Razumov procuraba mantenerse al margen dela crispacin todo cuanto a un hombre de natural bondadoso le esdado apartarse de una violenta disputa familiar sin tomar partidodefinitivamente por nadie.De vuelta a casa, pensaba Razumov que, habiendo preparadoya todas las asignaturas de los prximos exmenes, en lo sucesivopodraconcentrarseenel concursoderedaccin. Codiciabalamedalladeplata.ConcedaestepremioelMinisteriodeEduca-cin, y los nombres de los participantes eransometidos a laaprobacin del propio ministro. El mero hecho de intentarlo seratenido por meritorio en las altas esferas, y el ganador del certa-men podra optar a un buen puesto en la administracin una vezterminados sus estudios. En un rapto de euforia, el estudiante Ra-zumovolvidlospeligrosqueamenazabanlaestabilidaddelasinstituciones que otorgaban premios y puestos en la administra-cin. Masal recordaral ganadordel aoanterior, Razumov, eljovensinorigen, recuperlasobriedad. Sucediqueestabare-unido con el afortunado y otros compaeros cuando ste recibilanoticiaoficial desuxito. Eraunjoventranquiloysencillo:Perdonadme, dijo, con una sonrisa que denotaba una leve dis-culpa, voy por un poco de vino. Aunque primero tendr que en-viar un telegrama a casa. Os aseguro que darn una fiesta paratodos los vecinos a veinte kilmetros a la redonda!.Razumov pensentonces que l nocontaba connada se-mejante en el mundo. Su xito a nadie le importara; no albergaba22/440sin embargo ningn resentimiento hacia su protector, el ar-istcrata, que no era un magnate provinciano como generalmentese supona. Era en verdad ni ms ni menos que el prncipe K,antao un personaje grande y esplndido, y hoy, pasados sus dasde gloria, un Senador aquejado de gota que segua llevando unavida magnfica aunque ms familiar. Tena varios hijos y una es-posa tan aristocrticos y orgullosos como l.Slo una vez en la vida haba tenido Razumov oportunidad derelacionarse personalmente con el Prncipe.La ocasin tuvo el aire de un encuentro fortuito en el pequeodespachodel abogado. CiertodaqueRazumovfuellamadoapresentarseall, seencontrconundesconocido, unpersonajealto, de aspecto aristocrtico, que luca un opulento bigote sedosoy gris. El abogado, un hombre calvo, ladino y de corta estatura, ledijo:Pase pase, seor Razumov con una efusividad no exentadeirona. Acontinuacin, volvindosecondeferenciahaciaeldesconocidodemagnficoaspecto, anunci: Unodemispu-pilos, Excelencia. Uno de los estudiantes ms prometedores de sufacultad en la Universidad de San Petersburgo.Con enorme sorpresa, Razumov vio que una mano blanca y bi-enmodeladasetendahacial. Laestrech, presadeunagranconfusin (era blanda y pasiva), al tiempo que oa un murmullocondescendiente del que slo logr captar las palabras satisfact-orio y perseverar. Lo ms asombroso fue no obstante la incon-fundible presin de la mano blanca y bien modelada justo antesde retirar la suya, una presin muy ligera, como una seal secreta.Contena una emocin terrible. Razumov sinti que el corazn lesuba a la garganta. Cuando levant la vista, el aristocrtico per-sonaje, apartando al abogado de corta estatura, ya haba abierto lapuerta y se dispona a salir.23/440El abogado estuvo un rato rebuscando entre los papeles de suescritorio.Sabes quin era? le pregunt de repente.Razumov, a quien an le lata con fuerza el corazn, neg conla cabeza en silencio.Era el prncipe K. Te preguntars qu poda estar haciendoenel cuchitril deunpobrepicapleitoscomoyo, verdad?Estagente tan importante tiene sus curiosidades sentimentales, comocualquierpecador. Peroyodeti, KiryloSidorovitchcontinu,esbozando una sonrisa lasciva y poniendo un nfasis peculiar enel patronmico, no ira alardeando por ah de esta presentacin.Noseraprudente,KiryloSidorovitch.Nolosera!Lociertoesque sera peligroso para tu futuro.Las orejas de Razumov se encendieron como una llama; se lenubl la vista. se hombre, se dijo para sus adentros. l!.Fue con este monoslabo como en lo sucesivo se acostumbr areferirse mentalmente al desconocido del bigote sedoso y gris. Ytambin a partir de ese da, cuando paseaba por los barrios mselegantes, reparaba con inters en los magnficos caballos y en loscarruajes conducidos por los cocheros de librea del prncipe K.Una vez vio salir a la princesa iba de compras seguida de dosnias, una de las cuales le sacaba una cabeza a la otra. El pelo ru-bio le caa suelto sobre los hombros, segn el estilo ingls; tenanunos ojos muy vivarachos y llevaban abrigos, manguitos y gorritosde piel exactamente iguales; el fro les tea las mejillas y la narizde un rosa muy alegre. Cruzaron la calle por delante de l, y Razu-movsiguisupropiocamino, sonriendotmidamenteparas.Sushijas. Separecanal. Sintiunaclidasimpataporaquellasniasquejamssabrandesuexistencia. Asudebidotiempo se casaran con generales o con kammerherrs y tendransus propios hijos ehijas, quienes tal vezllegaranaconocerlo24/440comounviejoycelebradoprofesor, condecorado, posiblementeconsejero del Zar, una de las glorias de Rusia nada ms!Pero un celebrado profesor era alguien. Esta distincin trans-formara la etiqueta Razumov en un apellido venerado. No habanada de extrao en el deseo de distincin del joven estudiante. Laverdaderavidadeunhombreeslaqueotrosleasignanensuspensamientos, por respeto o por amor. Mientras volva a casa elda del asesinato del seor de P, Razumov tom la decisin deemplearse a fondo para obtener esa medalla de plata.Cuando suba despacio los cuatro tramos de oscuridad por lasucia escalera del edificio donde se alojaba, se sinti confiado ensu xito. El nombre del ganador se publicara en los peridicos elda de Ao Nuevo, y la idea de que l muy probablemente loleera, hizo que Razumov se parase en seco un instante antes decontinuar, sonrindose ante su propia emocin. No es ms queuna sombra, se dijo. Pero la medalla es un slido comienzo.Con estos diligentes propsitos en mente, la habitacin tem-plada le result alentadora y grata. Echar cuatro horas de buentrabajo,pens.Peroapenashabacerradolapuertacuandosellev un susto de muerte. Contra los clsicos azulejos blancos dela estufa, que brillaban en la oscuridad, se perfilaba, muy negra,unasiluetadesconocidaquellevabaunabrigodepaomarrnceido en la cintura, botas altas y un gorro de astracn. Se erguaimponente y marcial. Razumov estaba profundamente desconcer-tado. Slo cuando la figura avanz dos pasos y pregunt con vozserena y grave si la puerta exterior estaba cerrada recobr Razu-mov el habla.Haldin!VictorVictorovitch!Erest?S. Lapuertaexterior est cerrada. Pero esto es completamente inesperado.Victor Haldin, un estudiante de ms edad que la mayora desus compaeros, no figuraba entre los aplicados. Apenas se le vea25/440en clase, y los profesores lo haban tildado de impaciente e in-sensato, calificaciones sindudamuymalas. Gozaba, sinem-bargo, de un gran prestigio entre sus compaeros, a quienes in-flua con sus ideas. Razumov nunca haba tenido una relacin es-trecha con l. Haban coincidido a veces en reuniones en casa deotros estudiantes. Incluso haban tenido unas palabras, una de es-asdiscusiones por principios fundamentales tanpropias delapasin juvenil.Razumov lament que Haldin eligiera precisamente este mo-mento para charlar. Se senta en buena forma para abordar su re-daccin, perocomonopodadespachargroseramenteal com-paero, adoptuntonohospitalarioyloinvitasentarseyafumar.Kirylo Sidorovitch dijo el otro, descubrindose la cabeza,es posible que no estemos exactamente en el mismo bando. Tusideassonmsfilosficas. Ereshombredepocaspalabras, peronunca he conocido a nadie que dude de la generosidad de tus sen-timientos. Hay en tu carcter una integridad que no puede existirsin valenta.Razumovsesintihalagado, yhabaempezadoaformulartmidamentelasatisfaccinqueestabuenaopininlecausaba,cuando Haldin levant una mano.Esto me deca continu mientras estaba escondido en laleera, junto al ro. Este muchacho es ntegro, me dije. No ar-rojasualmaalosvientos. Tudiscrecinsiempremehafas-cinado, Kirylo Sidorovitch. De modo que intent recordar dndevivas. Y mira por dnde, tuve un golpe de suerte. Tu dvornik es-taba a unos metros de la puerta, charlando con el conductor de untrineo al otro lado de la calle. En las escaleras no encontr ni unalma. Mientras suba vi salir del cuarto a tu patrona, pero ella no26/440me vio. Cruz el pasillo, se meti en su casa, y entonces me col.Llevo dos horas esperndote.Razumov lo escuch con asombro pero, antes de que pudieseabrir la boca, Haldin aadi en tono resuelto:Fui yo quien elimin a P esta maana.Razumov contuvo un grito de horror. La sensacin de que suvida se arruinaba por completo al verse relacionado con este cri-men se expres de una manera extraa, acompaada de una ex-clamacin mental casi burlesca: Ah va mi medalla de plata!.Haldin prosigui transcurridos unos instantes:No dices nada, Kirylo Sidorovitch! Comprendo tu silencio.A decir verdad, no espero que me abraces con tus glidos modalesingleses. Pero tus modales no importan. Tienes corazn suficienteparahaber odolos llantos yel rechinar de dientes que estehombre provocaba en el pas. Eso debiera estar por encima de cu-alquier esperanza filosfica. Ese hombre arrancaba los brotes msjvenes. Haba que detenerlo. Era unhombre peligrosounhombre fantico. Tres aos ms y nos habra devuelto a la esclavi-tud de hace medio siglo y recuerda cuntas vidas se destruyer-on, cuntas almas se perdieron entonces.La voz seca y segura de Haldin perdi de pronto fuerza y, entono apagado, aadi:S, hermano. Lo he matado. Una tarea ingrata.Razumov se haba dejado caer en una silla. Esperaba la irrup-cin de la polica en cualquier momento. Deba de haber miles deagentes por ah buscando a aquel hombre que daba vueltas por suhabitacin. Haldincontinuaba hablando, convoz contenida yfirme. De cuando en cuando gesticulaba con un brazo, despacio,sin excitacin.Le cont a Razumov cmo se haba pasado un ao cavilando;llevabasemanassindormircomoesdebido. Lanocheanterior27/440Haldin y Otro recibieron de cierta persona informacinsobre los movimientos del ministro. Prepararon sus artefactosy resolvieron que no dormiran hasta haber realizado la hazaa.Recorrieron las calles bajo la nieve con los artefactos encima,sin cruzar una sola palabra en toda la noche. Cuando se topabancon una patrulla de la polica, se cogan del brazo y se hacan pas-arporunaparejadecampesinosqueandabandeparranda. Setambaleaban y hablaban con voces ebrias y roncas. Salvo por es-tos momentos de extrao alboroto, guardaban silencio y recorransin tregua la ciudad. Lo tenan todo planeado. Al despuntar el daseencaminaronal lugarporel quedebapasarel trineo. Trasverloaparecer, sedespidieronescuetamenteysesepararon. ElOtrosequedenlaesquina, mientrasHaldintomabaposi-ciones un poco ms arribaCuandohubolanzadosuartefactoecha correr, y en-seguida fue alcanzado por la gente que hua aterrada del lugar trasla segunda explosin. El terror los haba vuelto locos. Lo empu-jaron en ms de una ocasin. Aminor el paso para dejar que laturba se alejara y torci a la izquierda en un callejn. All se en-contr solo.Le asombrsurpida fuga. Haba cumplidosucometido.Apenas poda creerlo. Tuvo que combatir una urgencia casi irres-istible de echarse al suelo y dormir. Pero el desfallecimiento elinstantedesomnolenciapasrpidamente. Apretelpasoendireccin a uno de los barrios ms pobres de la ciudad para ver aZiemianitch.El tal Ziemianitch, segncomprendiRazumov, eraunaes-pecie de campesino urbano que haba medrado; posea un puadode trineos y de caballos de tiro. Haldin hizo un alto en su relatopara exclamar:28/440Un alma luminosa! Un alma recia! El mejor conductor deSanPetersburgo. TieneunareatadetrescaballosAh! Qugran hombre!El hombre en cuestin se haba mostrado dispuesto a llevar encualquiermomentoaunaodospersonashastalasegundaolatercera estacin de ferrocarril de alguna de las lneas del sur. Perono haban tenido tiempo de avisarle la noche anterior. Paraba ha-bitualmente, al parecer, enunamodestacasadecomidasdelaperiferia. Cuando Haldin lleg, el cochero no estaba all. No se leesperaba hasta esa noche. Haldin vag por la ciudad sin saber quhacer.Violapuertaabiertadeunaleeraysecobijenellaparaguarecersedel vientoqueazotabalaavenidaampliaydesierta.Los grandes montones de lea rectangulares parecan las chozasdeunaaldea. Elvigilantequelodescubriagazapadoentrelostroncoslehablenunprimermomentocordialmente. Eraunviejo reseco, que llevaba dos abrigos andrajosos, uno encima delotro; el rostro flaco y marchito, cubierto por un sucio pauelo rojopor debajo de la mandbula y por encima de las orejas, resultabacmico. De buenas a primeras se volvi hurao y se puso a gritarviolentamente sin ton ni son.Esquenopiensasmarchartenuncadeaqu, vagabundo?Todoel mundoconocealosobrerosdetucalaa. Unhombrejoven y fuerte! Y ni siquiera ests borracho. Qu haces aqu? Nonos das miedo. Sal de aqu y llvate esos ojos tan feos.HaldinsedetuvofrentealasilladeRazumov. Suesbeltafigura, con la frente blanca y el pelo rubio peinado a cepillo, tenaun aspecto de osada altivez.No le gustaban mis ojos dijo. Por eso estoy aqu.Razumov se esforz por hablar con serenidad.29/440Perdname, VictorVictorovitch, peronosconocemosmuypoco No comprendo por quConfianza dijo Haldin.La palabra sell los labios de Razumov como si una mano leamordazaselaboca.Milesdepensamientosseagolpabanensucerebro.Por eso ests aqu musit entre dientes.El otro no detect el tono de rabia. No lo sospech en ningnmomento.S. Ynadie lo sabe. T eres el ltimo de quiense so-specharaencasodequemedescubrieran. Esosuponeunaventaja. Ademsanteunainteligenciasuperiorcomolatuyapuedo decir toda la verdad. Se me ocurri que t no tienes fa-milia no tienes lazos, nadie a quien hacer sufrir si esto llegara asaberse. Ya se han destrozado demasiados hogares en Rusia. Entodo caso, no creo que mi presencia en tu cuarto pueda detectarsejams. Si llegaran a detenerme, s guardar silencio da igual loque quieran hacerme aadi en tono grave.Volvi a dar vueltas, mientras Razumov segua sentado,consternado.Creste que balbuci, casi asqueado de indignacin.S, Razumov. S, hermano. Algn da t ayudars a constru-ir. Imaginas que soy un terrorista, un destructor de lo que ex-iste. Peropiensaquelos verdaderos destructores sonquienesdestruyen el espritu del progreso y de la verdad, no losvengadores queselimitanadar muertealos cuerpos delosperseguidores de la dignidad humana. Los hombres como yo sonnecesarios para que puedan existir hombres prudentes ypensantes como t. Adems, esto es todava peor para losopresores cuando el perpetrador se esfuma sin dejar rastro. Se si-entan en sus despachos y en sus palacios y tiemblan. Slo te pido30/440que me ayudes a desaparecer. Nada ms. Slo que vayas a ver aZiemianitchenmi nombre al mismolugar dondefui yoestamaana. Slo que le digas: Quin t sabes necesita un trineo bi-en equipado para que lo recoja media hora despus de la medi-anocheenlasptimafaroladelaizquierda, contandodesdelapunta de arriba de Karabelnaya. Si nadie interfiere, el trineo debedar un par de vueltas a la manzana y pasar de nuevo por el mismolugar al cabo de diez minutos.Razumov no entenda por qu no haba cortado ya la conver-sacin y le haba pedido haca un buen rato a aquel hombre que selargara. Era por debilidad?Concluy que lo haca por instinto de seguridad. Alguien tenaquehabervistoaHaldin. Eraimposiblequenadiehubiesere-parado en el rostro y en el aspecto del individuo que lanz la se-gunda bomba. Haldin no era un hombre que pasara inadvertido.Miles de policas habran conseguido su descripcin en menos deuna hora. El peligro creca por momentos. Si lo echaba a la calle,no tardaran en encontrarlo.La polica pronto lo sabra todo sobre Haldin. Se descubrira laconspiracin. Todo aquel que hubiera conocido a Haldin corra ungrave peligro. Comentarios distrados, pequeos detalles com-pletamente inocentes pasaran a convertirse en delitos. Razumovrecord cosas que l mismo haba dicho, discursos que haba es-cuchado, las reuniones inofensivas a las que haba asistido, pueseracasiimposibleparaunestudiantemantenersealmargendeestas cosas sin despertar las sospechas de sus compaeros.Razumovseimaginencerradoenunafortaleza, apesadum-brado, acosado, incluso torturado. Se vio deportado por orden ad-ministrativa, su vida rota, arruinada y privada de toda esperanza.Se vio, en el mejor de los casos, llevando una existencia miserabley sometido a vigilancia policial, enalguna remota ciudadde31/440provincias, sin amigos que lo ayudaran en la necesidad o pudiesensiquiera dar algunos pasos para aliviar su destino, a diferencia deotros. Otrostenanpadres, madres, hermanos, parientes, rela-ciones, amigos que removan cielo y tierra para ayudarlos; l notenaanadie. Hastalosfuncionariosquelosentenciaranunamaana ya habran olvidado su existencia antes de que cayera elsol.Vio cmo su juventud se le escapaba en la miseria y el hambre,mientras su fuerza se consuma y su espritu caa en la abyeccin.Se vio arrastrado, deshecho y harapiento, recorriendo las callesSeviomuriendosolo, enuncuartuchoinfectooenlasrdidacama de un hospital pblico.Se estremeci. Sinti luego la paz de una serenidad fra. Erapreferiblemanteneraaquel hombrealejadodelascalleshastaquesepresentaraunaoportunidaddehuir. Esoseralomejor.Sin embargo, senta que la seguridad de su solitaria existencia es-taba permanentemente amenazada. Lo que deba hacer esa nochepodavolversecontral encualquiermomentomientrasaquelhombre siguiera con vida y mientras perduraran las mismas in-stituciones.Eneseinstantese le antojaronirracionalese indes-tructibles. Parecan investidas de una fuerza armnica, en terribledisonancia con la presencia de aquel individuo. Odiaba a aquel in-dividuo. Tranquilamente, dijo:S, naturalmente. Ir. Debes darme instrucciones precisas; lodems corre de mi cuenta.Ah! Qu gran hombre eres! Sereno inmutable. Un verda-deroingls. Dedndetevieneeseespritu?Nohaymuchoscomo t. Oye esto, hermano! Los hombres como yo no pasan a laposteridad, perosus almas noestnperdidas. El almadeunhombrenuncaestperdida. Actaindependientementedelocontrario seranel sentido del sacrificio, del martirio, de la32/440conviccin, de la fe, tareas del alma? Qu ser de mi almacuandomueracomohedemorirprontoacasomuypronto?Noperecer. Noteequivoques, Razumov. Estonoesunases-inato es la guerra, la guerra. Mi espritu seguir combatiendo enalgn cuerpo ruso hasta que todas las mentiras sean barridas delmundo. Lacivilizacinmodernaesfalsa, perodeRusiasurgiruna nueva revelacin. Ja! No dices nada. Eres un escptico. Res-petotuescepticismofilosfico, Razumov, peroesonollegaalalma. Al alma rusa que vive en todos nosotros. Ella tiene un fu-turo. Tiene una misin, te lo aseguro, por qu si no me habra yodecididoacometer estaimprudente carniceraentre todaesagente inocente, por qu habra propagado la muerte? Yo! Yo! Yo que no matara ni a una mosca!Baja la voz dijo Razumov con aspereza.Haldin se sent bruscamente y, apoyando la cabeza entre losbrazos, estall en llanto. Llor mucho rato. El crepsculo se habaadentradoenel cuarto. Inmvil yconsombraincomprensin,Razumov escuchaba los sollozos.El otro levant la cabeza, se puso en pie e hizo un esfuerzo pordominar su voz.S. Los hombres como yo no pasan a la posteridad repitien tono apagado. Pero tengo una hermana. Est con mi madregracias a Dios las convenc de que se marcharan al extranjero esteao. No es mala chica, mi hermana. Tiene los ojos ms confiadosque se hayan visto jams en esta tierra. Espero que se case bien.Tendr hijos varones, tal vez. Mrame. Mi padre era funcionariodelGobiernoenprovincias. Inclusoposeaalgunas tierras. Unsimple siervo de Dios un ruso autntico, a su manera. Era el es-pritudelaobediencia. Peroyonosoycomol. Dicenquemeparezco al hermano mayor de mi madre, un oficial. Lo mataron en33/4401828. CuandoreinabaNicols. Yatehedichoque estoes laguerra, la guerra Pero, Dios de Justicia! Qu ingrata labor.Razumov, ensusilla, apoylacabezaenunamanoyhablcomo desde el fondo de un abismo.T crees en Dios, Haldin?Ya ests t aferrndote a las palabras que se le arrancan auno. Qu ms da eso? Qu fue lo que dijo aquel ingls?: Hayunalmadivinaentodaslascosas.Aldiabloconlnolore-cuerdoenestemomento. Perodecalaverdad. Cuandolleguevuestroda, el dadelospensadores, noolvidesloquehaydedivino en el alma rusa y es la resignacin. Resptalo entre tusinquietudes intelectuales y no permitas que tu arrogante sa-bidura eche a perder ese mensaje para el mundo. Te hablo comounhombrequetienelasogaalcuello. Quimaginasquesoy?Un ser en rebelin?No. Soisvosotros,los pensadores,quienesvivs en eterna rebelin. Yo pertenezco a los resignados. Cuandose me present la necesidad de esta dura misin y comprend queno poda eludirla qu hice yo? Me alegr? Me enorgullec demispropsitos?Intentsopesarsuvalorysusconsecuencias?No! Me resign. Me dije: Se har la voluntad de Dios.Se tendi cuan largo era en la cama de Razumov y, cubrin-dose los ojos con el dorso de las manos, se qued completamenteinmvil yensilencio. Nisiquieraseoael sonidodesurespir-acin. La calma mortal que reinaba en el cuarto no se vio perturb-ada hasta que Razumov dijo lgubremente en la oscuridad:Haldin.S respondiel otroal punto, completamente invisibleahora que estaba tumbado enla cama y sinmover unslomsculo.No es hora de que me ponga en camino?34/440S, hermano se oy decir al otro, que yaca en la oscuridadcomosi hablaraensueos. Hallegadolahoradesometereldestino a la prueba.Guard silencio y ofreci a continuacin una serie de instruc-ciones lcidas con la voz impersonal de un hombre en trance. Ra-zumov se prepar sin una palabra de respuesta. Cuando sala de lahabitacin, la voz desde la cama dijo:Ve con Dios, alma silenciosa.Una vez en el pasillo, con mucho sigilo, Razumov cerr la pu-erta con llave y se guard sta en el bolsillo.35/440IILO QUE ESA NOCHE OCURRI Y SE DIJO debi de quedar gra-badocomoconuncinceldeaceroenlamemoriadeRazumov,pues fue capaz de escribir su relato con asombrosa plenitud y pre-cisin muchos meses ms tarde.La crnica de los pensamientos que lo asaltaron en la calle estodava ms minuciosa y rica. Debieron de desbordarse stos conmayor libertad al verse liberado de la presencia de Haldin: de lademoledora presencia de un delito grave y de la fuerza sensacion-al de su fanatismo. Hojeando las pginas del diario de Razumovconsidero que un torrente de pensamientos no es una imagenadecuada.Ms exacto sera describirlo como un tumulto de pensamien-tos: un reflejo fiel de su situacin anmica. Los pensamientos noeran muchos eran, como en la mayora de los seres humanos,pocosysimples, si biennopuedenreproducirseaqu ensusmltiples y vehementes repeticiones, en su interminable y agota-dora confusin, pues el paseo fue largo.Si el lector occidental los encontrara chocantes, impro-cedentes, incluso indignos, debe recordarse que esto es ante todoconsecuencia de mi burda exposicin. Por lo dems, me limitar asealar que no es sta una historia propia del Occidente europeo.Puede que las naciones hayan creado a sus gobiernos, pero losgobiernosleshanretribuidoconlamismamoneda.Esimpens-able que un joven ingls pudiera hallarse en la situacin de Razu-mov. Y aun cuando as fuera, sera vano imaginar qu pensara.Slo cabe conjeturar que en ningn caso pensara como lo hizo len esta crisis de su destino. Carecera de un conocimientoheredadoypersonal delosmediosqueempleaunaautocraciahistrica para reprimir las ideas, preservar su poder y defender suexistencia. Acasounactodeextravaganciamental lollevaraaimaginarse arbitrariamente encerrado en prisin, pero jams se leocurrira, a menos que fuera presa de un delirio (y puede que nisiquieraental caso) que pudieraser torturadocomomedidaprctica de investigacin o de castigo.Heaqu unamuestra, crudaperoevidente, delasdistintascondiciones del pensamiento occidental. Desconozco si Razumovlleg a pensar en este peligro. Sin duda exista de manera incon-sciente en el temor general y en el horror general de esta crisis.Razumov, como ya se ha dicho, saba que un gobierno despticodispona de procedimientos ms sutiles para destrozar a un indi-viduo. Una simple expulsin de la Universidad (lo mnimo que al poda sucederle), con la consiguiente imposibilidad de continu-ar sus estudios en ninguna parte, bastaba para aniquilar por com-pletoaunjovenquedependaenteramentedesuscapacidadesnaturales para hacerse un lugar en el mundo. Razumov era ruso, ypara l verse implicado significaba sencillamente hundirse en losabismossociales,entrelosdestituidosylosdesahuciados,entrelos noctmbulos de la ciudad.Las peculiares circunstancias de su origen, o mejor dicho, sufaltadeorigen, handetenerseencuentaparacomprendersuspensamientos. Y l as lo haca. De un modo curiosamente atroz37/440acababaderecordrselasestefunestoHaldin.Porquecarezcode orgenes debo verme privado de todo lo dems?, se pregunt.Se arm de valor para continuar. Los trineos se deslizaban porlas calles como fantasmas, cascabeleando en una blancuratemblorosa sobre el rostro negro de la noche. Es un asesinato,sedeca.Unasesinatoesunasesinato.Aunqueciertasinstitu-ciones liberales.Sinti unas terribles nuseas. Debo tener valor, se exhortmentalmente. Todasufuerzase esfumpronto, comosi unamano se la arrebatara. La recobr poco despus, merced a un po-derosoesfuerzodevoluntad, pues temadesmayarseenplenacalle y ser recogido por la polica con la llave de su cuarto en elbolsillo.Allencontrarana Haldin,y Razumovestaraentoncesdefinitivamente acabado.Fuecuriosamenteestetemorloqueal parecerlomantuvofirmehastael final. Apenashabatransentesenlascalles. Setopaba con ellos de improviso: surgan de pronto muy cerca de l,entre los copos de nieve, y con la misma rapidez desaparecansin dejar huellas sus pisadas.Se encontraba en el barrio de los ms pobres. Le llam la aten-cinunaancianaenvueltaenandrajos. Alaluzdeunfarol, lamujerparecaunamendigaqueterminabasuturnodetrabajo.Caminabasinpremurabajolaventisca, comosi notuvieraunhogaral queregresarcuantoantes; protegaconunbrazounahogaza de pan negro, como si de un botn incalculable se tratara,y, apartandodeellasumirada, Razumovenvidisupazdees-pritu y la serenidad de su destino.Sorprendea quienleaelrelatodeRazumovcmologrcul-minarsuinterminablerecorridoporlascallesprogresivamentebloqueadas por la nieve. Era la imagen de Haldin encerrado en sucuarto y el deseo desesperado por librarse de su presencia lo que38/440lo impulsaba a seguir adelante. Sus movimientos no respondan aninguna decisin racional. As, cuando al llegar a la nfima casa decomidas supo que el cochero, Ziemianitch, no se encontraba all,Razumov no pudo sino poner cara de idiota.El camarero, un joven con el pelo alborotado, botasalquitranadas y una camisa rosa, exclam, revelando unas encasplidasal esbozarunamuecaabsurda, queZiemianitchestabacomounacubadesdeprimerahoradelatardeyquesehabamarchadoconunabotellabajoel brazoparaseguir sujuergaentre los caballos o eso se figuraba.El propietario del tugurio, un hombre bajito y huesudo, con unsucio caftn que le llegaba hasta los pies, estaba apostado junto alcamarero,lasmanosenganchadasenelcinto,yconfirmlain-formacin con un asentimiento.El hedor a alcohol y a guiso grasiento y rancio hizo que a Razu-mov le dieranarcadas.Asestun puetazoen unamesay gritcon violencia:Ments.Varios rostros adormilados y sucios se volvieron hacia l. Unvagabundo harapiento y de ojos afables que beba t en la mesacontigua se alej un poco. Se elev un murmullo de asombro e in-quietud. Seoytambinunarisotada, seguidadeunaexclama-cin, Vaya, vaya!, burlesca y tranquilizadora. El camarero miren torno y anunci a la concurrencia:El caballero no se cree que Ziemianitch est borracho.Desde un rincn lleg la voz ronca de un ser horrible, indes-criptible, greudo, conlacaranegracomoelhocicodeunoso,que gru enfurecidamente:El maldito conductor de ladrones. Qu queremos nosotroscon este caballero? Aqu somos todos gente honrada.39/440Mordindose el labio hasta que la sangre le impidi estallar enimprecaciones, Razumov sigui al propietario del tugurio, quien,susurrndole Venga por aqu, padrecito, lo condujo a unminsculoagujerotras labarrademadera, dedondellegabaruidodesalpicaduras. Unserdesgreadoyempapado, unaes-peciedeespantapjarostemblorosoyasexuado, lavabaall losvasos, doblado sobre un piln de madera a la luz de una vela desebo.S, padrecito deca el hombre del caftn en tono plaidero.Tena la piel morena, el rostro pequeo y astuto, y una barba en-trecana y fina. Intentaba encender un candil de hojalata, que ab-raz contra su pecho mientras parloteaba sin cesar.Le enseara al caballero dnde estaba Ziemianitch, para de-mostrarqueall nosedecanmentiras. Yselomostrarabor-racho. Al parecer, su mujer lo haba abandonado la nocheanterior.Una arpa de cuidado. Flaca! Puaj! espet el propietario.Todas abandonaban a ese cochero del diablo y eso que tena ses-enta aos; pero no se acostumbraba. Claro que cada corazn vivesu pena a su manera, y Ziemianitch era tonto desde el da de sunacimiento. Ademsserefugiabaenlabotella. Quinpuedesoportar la vida en este pas sin la botella? Un ruso autntico, elpobre cochino Tenga la bondad de seguirme.Razumovcruzunrectngulodenieveprofundaencerradoentre altos muros con innumerables ventanas. Aqu y all una pl-ida luz amarilla colgaba de la masa de oscuridad rectangular. Eledificioeraunaenormepocilga, unacolmenadeinsectoshu-manos, unamonumental construccindemiseriaalzadacomouna torre al borde del hambre y la desesperacin.El terreno descenda bruscamente en una esquina, y Razumovsiguilaluzdel candil atravsdeunapuertapequeahasta40/440adentrarse en un espacio cavernoso y largo, como un establo sub-terrneoyabandonado. Al fondo, trescaballoslanudosatadoscon cuerdas apiaban las cabezas, inmviles y sombros, a la pl-idaluzdelcandil. DebadeserlafamosareataparalafugadeHaldin. Razumovojetemerosamenteenlapenumbra. Suguaremovi la paja con un pie.Aqu est! Ay, el pobre pichn! Un ruso autntico. Y diceque a l no le pesa el corazn! Saca la botella y aparta de mi vistaesa taza sucia. Ja, ja, ja!. As es l.Sostuvo el candil sobre un hombre tendido boca abajo y apar-entemente vestido para salir a la calle. La cabeza se perda en unapicuda capucha de pao. Por el otro extremo del montn de pajaasomabanunospiescalzadosconunasbotasmonstruosamentegruesas.Siempre listo para conducir seal el propietario de la casade comidas. Unautnticococheroruso. Santoodiablo, denoche o de da, todo le da lo mismo a Ziemianitch cuando est sucorazn libre de penas. Yo no pregunto quin eres sino a dndequieres ir, dice siempre. Incluso al propio Satans llevara hastasu morada, y volvera luego azuzando a sus caballos. Ha llevado ams de uno que ahora est entrechocando sus cadenas en las mi-nas de Nertchinsk.Razumov se estremeci.Avselo, despirtelo dijo, con voz entrecortada.El otro dej el candil en el suelo, retrocedi un paso y lanz unpuntapi al hombre dormido. ste tembl al recibir el golpe, peronose movi. Al tercer puntapi profiriungruido, aunquesegua tan inerte como antes.El propietariode lacasade comidas desistiyexhalunhondo suspiro.41/440Ya lo ha visto con sus propios ojos. Hemos hecho todo lo quepodamos hacer por usted.Recogi el candil. Los haces de sombra, de un negro intenso,bailaban alrededor del crculo de luz. Una ira feroz la rabia ciegade la supervivencia se apoder de Razumov.Ah! Bestia inmunda! aull con una voz ultraterrena quehizo saltar y temblar el candil. Yo te despertar. Dme DmeMir desesperadamente en torno, ech mano de una horquetarota y la emprendi con el cuerpo postrado, profiriendo gritos in-articulados. Los gritos cesaron al cabo de un rato, mientras unalluvia de golpes caa en la quietud y las sombras de aquel establoque era como un stano. Con una furia insaciable fustig Razu-mov a Ziemianitch, entre enormes descargas de sonoros porrazos.Nada se mova, aparte de las violentas embestidas del estudiante;ni el hombreapaleadoni loshacesdesombrasenlasparedes.Slo se oa el ruido de los golpes. Era una escena extraa.Sondeprontounfuertecrujido. El palodelahorquetasehaba partido, y una mitad sali volando para perderse en la pen-umbra. Ziemianitch se sent al mismo tiempo, y Razumov quedtaninmvil comoel hombredel candil; slosupechobuscabatemblorosamente el aire, como si estuviese a punto de estallar.Una vaga sensacin de dolor debi de penetrar al fin en la re-confortante noche de ebriedad que envolva a la luminosa almarusa alabada por Haldin con tanto entusiasmo. Mas era evidenteque Ziemianitch no vea nada. Sus ojos, puestos en blanco,parpadearon un par de veces a la luz, antes de apagarse su brillo.Se qued un rato sentado entre la paja con los ojos cerrados y unaire de meditacin cansado y extrao; luego, se desliz despaciosobreuncostadosinhacerelmenorruido. Slolapajacrepitlevemente. Razumov lo miraba con los ojos desorbitados,42/440respirando con mucha dificultad. Pasados unos segundos, oy unronquido suave.Solt la mitad del palo que an tena en la mano y se march agrandes zancadas, sin mirar atrs una sola vez.Recorriinconscientemente unos cincuenta metros bajolaventisca, y se detuvo al notar que la nieve le llegaba a las rodillas.Esto le hizo volver en s, y al mirar alrededor comprendi queestaba caminando en direccin contraria. Volvi sobre sus pasos,esta vez a un ritmo ms sosegado. Al pasar por delante de la casaque acababa de abandonar, lanz un puo al lbrego refugio demiseriaycrimen, quealzabasusiniestramasasobreel sueloblanco. Su aspecto era perturbador. Dej caer el brazo,desalentado.La apasionada rendicin de Ziemianitch a la pena y su manerade consolarla le haban dejado atnito. As era la gente. Un rusoautntico! Razumov se alegraba de haber apaleado a esa bestia, alalma luminosa del otro. Ah estaban: el pueblo y el entusiasta.Entrelos dos habanacabadoconRazumov. Entrelaem-briaguezdel campesinoincapazdeactuarylaintoxicacindelidealista incapaz de percibir la razn de las cosas y la verdaderanaturaleza de los hombres. Era una especie de niera atroz. Perolos nios tenan maestros. Ah!, el palo, el palo y la mano dura,se dijo Razumov, anhelando poder para hacer dao y destruir.Se alegraba de haber vapuleado a ese animal. El esfuerzo fsicole haba dejado una sensacin placentera en el cuerpo. Tambinsuagitacinmentalsehabaapaciguado, suexcitacinfebrilsehaba esfumado conaquel arrebato violento. Ala persistentesensacin de terrible peligro se sumaba ahora un odio insaciable ysereno.Andaba cada vez ms despacio, y no era extrao ciertamenteque se demorara en el camino, habida cuenta del invitado que lo43/440esperaba en su cuarto. Senta como si se estuviera gestando en sucuerpo una enfermedad pestilente que tal vez no terminara consuvida, perosindudaleprivaradetodoaquellopor loquemerece la pena vivir; una peste sutil que transformara la tierra enun infierno.Quhacaelotroenesemomento?Seguatumbadoenlacama, como un cadver, cubrindose los ojos con el dorso de lasmanos? Razumov tuvo una ntida y morbosa visin de Haldin ensu cama, la almohada blanca hundida bajo la cabeza, las piernasenfundadasenlasbotasaltas, lospiesvueltoshaciaarriba. Ypresa de repugnancia se dijo: Lo matar cuando vuelva a casa.Pero saba muy bien que esto de nada servira. El cadver colgadodel cuello sera casi tan fatal como el hombre vivo. Slo laaniquilacin total servira. Y eso era imposible. Qu hacerentonces?Acabarconsupropiavidaparalibrarsedeaquellaaparicin?Su desesperacin estaba demasiado teida de odio para acept-ar esta salida.Yerasinembargodesesperacin,nadamenos,loquesentaante la idea de tener que vivir con Haldin un nmero indefinidodedas, presadeunmiedomortal al menorruido. Aunquealsaber que el alma luminosa de Ziemianitch sufra de un eclipseetlico total, el otro tal vez optara por llevarse su resignacin in-fernal a otra parte. No pareca sin embargo probable, a la vista dela situacin.Razumov pens: Me estn aplastando y ni siquiera puedohuir. Otros hombres posean un lugar en algn rincn delmundo, una casita en provincias donde asimilar sus dificultades.Un refugio material. l no tena nada. Ni siquiera un refugio mor-al: el refugio de la confianza. A quin, en aquel gigantesco pas,poda acudir con ese cuento?44/440Diounfuertepisotn, ybajolablandaalfombradenievesinti la dureza del suelo ruso, inanimado, fro, inerte, como unamadre resentida y trgica que ocultara su rostro bajo una mortaja;su propia tierra natal, sin un hogar junto al que calentarse, sin uncorazn!Dirigi la mirada al cielo y se qued pasmado. Haba dejado denevar y, de pronto, como un milagro, vea sobre su cabeza el cielonegro y claro del invierno nrdico, suntuosamente decorado porlas hogueras de las estrellas. Era el dosel perfecto para la purezaresplandeciente de las nieves.Experiment una impresin casi fsica de espacio infinito y demagnitudes incontables.Respondi a ella con la presteza de un ruso nacido en una her-encia de espacio y de nmeros. Bajo la opulenta inmensidad delcielo, la nieve cubra los bosques interminables, los ros helados,lasllanurasdeunpasinmenso, borrandotodaslasmarcasdelpaisaje, los accidentes del terreno, nivelndolo todo en una blan-cura uniforme como una monstruosa pgina en blanco a la esperadelanarracindeunahistoriainconcebible. El mantoblancocubralatierrapasivaconinnumerablesvidassimilaresaladeZiemianitch y aquel puado de agitadores como Haldin, que ases-inaban sin ton ni son.Era una especie de inercia sagrada, y Razumov senta respetopor ella. Una voz pareca gritar en su interior: No la toques. Eraunagarantadeduracin, deseguridadentantoprosiguieselatarea de madurar el destino, una tarea no de las revoluciones, consu apasionada levedad de accin y sus impulsos cambiantes, sinodelapaz. Noeranlasconflictivasaspiracionesdeunpuebloloque esta tarea requera, sino una voluntad firme y nica; no pre-cisaba del balbuceo de muchas voces, sino de un nico hombrefuerte!45/440Razumov se hallaba al borde de la conversin. Se senta fas-cinado por su propia reflexin, por su lgica aplastante, porque elhilo del pensamiento nunca es falso. La falsedad yace en las ne-cesidades profundas de la existencia, en los miedos secretos y enlas ambiciones a medio formar, en la ntima confianza combinadacon una ntima desconfianza en nosotros mismos, en el amor a laesperanza y en el temor de das inciertos.En Rusia, la tierra de las ideas espectrales y de las aspiracionesincorpreas, muchos espritus valientes se han apartado al fin delvano e interminableconflicto para encarar la nica gran verdadhistrica de este pas. Se han entregado a la autocracia a cambiode la paz de su conciencia patritica, tal como un creyentecansado, tocado por la gracia, abraza la fe de sus padres a cambiodelabendicindeldescansoespiritual.Comootrosrusosantesque l, Razumov, en conflicto consigo mismo, sinti en su frenteel roce de la gracia.Haldinrepresentael desorden, reflexion, reanudandosucamino. A qu viene tanta indignacin, tanto hablar de los or-genes, tanto hablar de la justicia de Dios? Todo eso representa eldesorden. Mejor que sufran miles a que un pueblo entero se con-vierta en una masa desintegrada e indefensa como polvo al viento.Mejor el oscurantismo que la luz de las antorchas incendiarias. Enla noche germina la semilla. De la tierra oscura nace la planta per-fecta. Pero una erupcin volcnica es estril, es la ruina del suelofrtil. Y yo, que amo mi pas, que no tengo nada ms que amar nien lo que depositar mi fe, voy a permitir que mi futuro, acaso miutilidad, se vean arruinados por este fantico sanguinario?Entr la gracia en Razumov. Crey entonces en el hombre quellegara a la hora designada.Qu es un trono? Un puado de piezas de madera forradas deterciopelo. Perountronoestambinunasientodepoder. La46/440forma de gobierno es una herramienta, un instrumento, mientrasque veinte mil vejigas infladas por los ms nobles sentimientos,que pelean en el aire las unas con las otras, son un miserable es-torboenelespacioquenoostentaningnpoder, quenoposeeninguna voluntad, que no tiene nada que ofrecer.As continu, ajeno al camino, elaborando un discurso mentalconextraordinaria abundancia y facilidad. Por logeneral, lasfrases acudan a l despacio, tras un cortejo arduo y doloroso. Al-gunafuerzasuperior lohabainspiradoconunflujodeargu-mentos magistrales, tal como ciertos pecadores arrepentidosadquieren una locuacidad abrumadora.Experimentaba una austera exultacin.En qu quedan las morbosas y oscuras lucubraciones de eseindividuo ante la clara comprensin de mi intelecto? No es stemi pas? No tengo cuarenta millones de hermanos?, se interro-g, incontestablemente victorioso en el silencio de su pecho. Y laterrible paliza que le haba propinado al desmayado Ziemianitchse le revel como un signo de ntima unin, como una necesidadpatticamente severa de amor fraterno. No! Si he de sufrir, quealmenossemepermitasufrirpormisconvicciones, noporunasesinato que mi razn mi fra razn superior rechaza.Dej de pensar por un momento. El silencio en su pecho eracompleto. Sin embargo, experimentaba una sospechosa in-quietud, semejantealaquesentimoscuandoentramosenunlugardesconocidoyoscuro:lasensacinirracional dequealgopuede atacarnos en la oscuridad, el absurdo temor de lo invisible.Razumov distaba mucho de ser un reaccionario trasnochado.No todo era para bien. Una burocracia desptica abusos cor-rupcin y tantas otras cosas. Hacan falta hombres capaces. In-teligencias ilustradas. Corazones devotos. Pero el poder absolutodebaserpreservadolaherramientaal serviciodel hombre47/440para el gran autcrata del futuro. Razumov crea en l. La lgicadelahistorialohacainevitable. Lasituacindel pueblolore-clamaba. Quotracosapodamoveratodaaquellamasaenuna misma direccin?, se pregunt con ardor. Nada. Nada sinouna voluntad nica.Se hallaba persuadido de estar sacrificando su personal anhelode liberalismo, rechazando el atractivo error en favor de la severaverdad rusa. Eso es patriotismo, observ mentalmente; yaadi: No hay parada intermedia en ese camino. Yactoseguido se seal: Yo no soy un cobarde.Y una vez ms se hizo un silencio mortal en el pecho de Razu-mov. Caminaba con la cabeza gacha, sin sitio para nadie. Camin-aba despacio, y sus pensamientos regresaron, hablando en su in-terior con solemne lentitud.Ques Haldin?Yqusoyyo?Tanslodos granos dearena. Pero una gran montaa se compone de granos as de insig-nificantes. Y la muerte de muchos hombres es un asunto insigni-ficante.Nosenfrentamos,sinembargo,aunapestilenciaconta-giosa. Deseoyosumuerte?No! Losalvarasi pudiera, peronadiepuedesalvarlo:eselmiembrogangrenadoqueesprecisoamputar. Si he de perecer por su causa, que al menos me sea con-cedido no perecer con l y verme as asociado en contra de mi vol-untad a su siniestra locura, que nada entiende de los hombres ode las cosas. Por qu habra de dejar un falso recuerdo?.Se le pas por la cabeza que a nadie en el mundo le importaraqu recuerdo pudiese dejar. Y al instante exclam mentalmente:Perecer en vano por una falsedad! Qu miserable destino!.Haba llegado a una parte ms animada de la ciudad. No re-par en el choque de dos trineos cerca del bordillo. El conductorde uno de ellos le gritaba entre lgrimas a su compaero:Maldito infeliz!48/440La fuerza del grito, lanzado muy cerca de su odo, despert aRazumov. Sacudilacabezaconimpacienciaycontinuconlavista al frente. De repente vio a Haldin en la nieve, tendido de es-paldas, atravesado en el camino, slido, inconfundible, real, conlas manos invertidas sobre los ojos, enfundado en un ceido ab-rigo marrn y con botas altas. Yaca ligeramente a un lado de lacalle, como si hubiera seleccionado el lugar a propsito. No habapisadas en la nieve alrededor.Tan convincente fue esta alucinacin que el primer impulso deRazumov fue llevarse una mano al bolsillo para comprobar que lallave de su cuarto segua all, pero contuvo este arranque con unmohndedesdn. Comprendi. Suspensamientos, plenamenteconcentrados en la figura que haba dejado yaciendo en la cama,haban culminado en aquella extraordinaria ilusin ptica. Razu-movabordel fenmenoserenamente. Continuandandoconrostro grave, sin detenerse a verificar nada, con la mirada puestams all de la visin, sintiendo tan slo una ligera tensin en elpecho. Unavez hubopasado, volvilacabezaparaechar unvistazo y no vio ms que la huella intacta de sus pisadas sobre ellugar donde yaca el fantasma.Prosigui su camino y al cabo de un rato musit su asombro.Parecacompletamentevivo!Parecarespirar!Yjustoenmi camino! He tenido una experiencia extraordinaria.Avanz unos pasos y murmur entre dientes:Acabar con l.Despus, porespaciodeunosveintemetros, todoquedenblanco. Se arrebuj en su abrigo. Se cal el gorro sobre los ojos.Traicin. Qu gran palabra! Qu es la traicin? Hablan deun hombre que traiciona a su pas, a sus amigos, a su amor. Paraesoprimero debe existir unvnculomoral. Lonicoque unhombre puede traicionar es su conciencia. Y qu clase de vnculo49/440tiene mi conciencia en este caso, qu vnculo de fe o de conviccincomnmeobligaapermitirqueeseidiotafanticomearrastreconsigo? Es todo lo contrario: la obligacin del valor verdadero esal revs.Mir desde debajo de su gorro.Qupuedenreprocharmelosprejuiciosdel mundo?Heprovocado yo su confianza? No! Le ha dado motivo con una solapalabra, mirada o gesto para suponer que aceptaba su confianzaen m? No! Aunque es verdad que consent en ir en busca de eseZiemianitch. Bueno, pues ya lo he hecho. Y le he roto un palo en laespalda a ese animal.Algo pareci girar dentro de su cabeza para situar en primerplano una faceta de su cerebro singularmente dura y clara.Con un acento mental muy distinto reflexion: En todo caso,lo mejor ser que nadie se entere de esta circunstancia.Haba dejado atrs la calle que conduca a su casa, y se encon-traba en una avenida elegante y amplia. Algunas tiendas an es-taban abiertas, y todos los restaurantes. Las luces caan sobre losadoquines, mientras hombres con caros abrigos de piel, y la figuraocasional de alguna mujer elegante, pasaban con aire ocioso. Ra-zumov los miraba con el desprecio que siente por la frvola multi-tud el hombre que cree en la austeridad. Eso era el mundo: esosoficiales, dignatarios, hombreselegantes, funcionariosymiem-bros del Club de Vela. Los sucesos de aquella maana losafectaban a todos. Qu diran si supieran lo que aquel estudianteestaba a punto de hacer?Ni uno solo de ellos es capaz de sentir y de pensar con tantaprofundidad como yo. Cuntos seran capaces de realizar un actode conciencia?.Seentretuvoenlacallebieniluminada. Habatomadounafirme decisin. A decir verdad, difcilmente poda llamarlo50/440decisin. Sencillamente acababa de descubrir lo que se proponahacer desde el primer momento. Pese a todo, senta la necesidadde que otra inteligencia acudiera a respaldarlo.Con algo parecido a la angustia se dijo:Necesito que se me comprenda.Esta aspiracinuniversal,consuprofundacargademelancola,asaltconfuerzaaRazu-mov, quien, entreochentamillonesdesemejantes, nocontabacon un corazn al que abrirle el suyo.En el abogado ms vala ni pensar. Razumov senta demasiadodesprecio por aquel agente de la argucia. Uno no poda confiarlesu conciencia al polica de la esquina, y tampoco tena el estudi-ante ganas de acudir al jefe de polica del distrito, un hombre deaspecto corriente a quien a veces vea por la calle con un uniformeajado y un cigarrillo adherido al labio inferior. Lo ms probablees que empezara por encerrarme. En todo caso, es seguro que sepondr nervioso y crear una terrible conmocin, reflexion entrminos prcticos.Un acto de conciencia deba realizarse con dignidad exterior.Anhelaba desesperadamente una palabra de consejo, un pocodeapoyomoral. Sabealguienloqueeslaverdaderasoledad?Nada tiene que ver con el sentido convencional de la palabra: es elterror desnudo. Inclusoantelossolitariosseaparececonunamscara. Hasta el ms miserable de los proscritos se abraza a al-gn recuerdo o a alguna ilusin. De cuando en cuando una fatalconjuncindeacontecimientos puedelevantar esevelounin-stante. Siquiera un instante. Ni un solo ser humano puede resistirla visin continuada de la soledad moral sin enloquecer.A esta conclusin haba llegado Razumov. Con el fin de liber-arse de ella se entreg por espacio de un minuto al delirante afnde regresar corriendo a su habitacin e hincarse de rodillas juntoa la cama donde yaca aquel cuerpo oscuro; una confesin51/440completa y formulada con palabras apasionadas conmovera a esehombre en lo ms profundo de su ser, y todo se resolvera en ab-razos y en lgrimas, en una extraordinaria camaradera del almacomo el mundo no haba visto jams. Era sublime!Ya lloraba y temblaba interiormente. Saba, sin embargo, quequien posara en l su mirada por azar no vera sino a un tranquiloestudiante que se dispona a dar un paseo envuelto en una capa.Incluso repar en la brillante mirada de soslayo de una mujer her-mosa de cabeza delicada, enfundada hasta los pies en sedosaspieles de animales, como una criatura salvaje, frgil y bella, quese detuvo un momento con una especie de irnica ternura en laprofunda abstraccin del apuesto muchacho.Razumov se par en seco. Un gran bigote gris fugazmente en-trevisto y desaparecido en el mismo instante haba evocado en llaimagencompletadel prncipeK, el hombrequeenciertaocasin le estrechara la mano como nadie lo haba hecho antes,con una presin ligera aunque sostenida, como una seal secreta,como una caricia parcialmente involuntaria.Le asombr no haberlo pensado antes!Unsenador, undignatario, ungranpersonaje, el hombreperfecto: l!.Le invadi una emocin extraa y reconfortante, y las rodillasletemblaronlevemente. Contuvoel temblorconunasobriedadnueva para l. Ese sentimentalismo era pernicioso y ridculo. De-ba apresurarse, y se subi a un trineo, gritndole al conductor:Al palacio K. Vamos. Volando!El sorprendidomuyik, aquienlabarbale cubracasi lascrneas de los ojos, respondi obsequiosamente.Entendido, Alteza.52/440FueunasuerteparaRazumovqueel prncipeKnofuerahombre de carcter pusilnime. El da del asesinato del seor deP la alarma y el abatimiento dominaban en las altas esferas.El prncipeK, queseencontrabasentadoensuestudio,entristecidoysolo, fueavisadoporsusalarmadossirvientesdeque un misterioso joven haba insistido en entrar, se haba negadoadecirsunombreylanaturalezadesudiligencia, yasegurabaque no se movera de all hasta que hubiese visto en privado a SuExcelencia. En lugar de cerrar con llave y telefonear a la polica,comonuevedecadadiezaltosdignatarioshubieranhechoesanoche, el prncipecedialacuriosidadysedirigitranquila-mente a la puerta de su estudio.En el vestbulo, donde la puerta principal segua abierta de paren par, reconoci al instante a Razumov, plido como un cadver,con los ojos encendidos y rodeado de perplejos lacayos.El prncipesesintiprofundamenteconfundido, inclusoin-dignado, pero tanto su instinto humano como una sutil nocin delapropiadignidadleimpedanpermitirquelosmsinsignific-antes de sus sirvientes arrojarana la calle a ese muchacho.Regres a su estudio sin dejarse ver y al cabo de un rato toc lacampanilla. Razumov oy desde el vestbulo una vozamenazadoramente altay severaque decadesde algnlugarlejano:Hagan pasar al caballero.Entr sin temblar. Se senta invulnerable, elevado por encimadel superficial juicio comn. Y aunque vio que el prncipe lo mira-ba con intenso disgusto, su lucidez, de la que era muy consciente,leproporcionunaseguridadextraordinaria. Nofueinvitadoasentarse.Media hora ms tarde los dos hombres aparecan juntos en elvestbulo. Los lacayos se pusieronenpie, y el prncipe, que53/440caminaba con dificultad a causa de la gota, fue ayudado a envol-verse en sus pieles. Poco antes haba indicado que se dispusiera elcoche de caballos. Cuando la gran puerta de doble hoja se abricon un crujido, Razumov, que hasta entonces haba permanecidoen silencio, con la mirada perdida pero con todas sus facultadesintensamente alerta, oy la voz del prncipe:Su brazo, joven.Lamentalidadflexibleysuperficial del antiguooficial delaGuardiaReal, unhombredevistosasmisiones, experimentadotansloenlasartesdelaintrigagalanteydelxitomundano,qued muy impresionada por las dificultades mucho ms obviasdelasituacinyporlaserenadignidadconqueRazumovlasexpona.Y as lo haba entendido el prncipe:No. En conjunto no puedo condenar el paso que se ha atre-vidoadarviniendoacontarmesuhistoria.Noesuncasoparapolicas subalternos. El asunto es de la mayor importancia Tran-quilcese. Cuenta usted con mi apoyo en esta asombrosa y difcilsituacin.El prncipe se levant luego para tocar la campana y Razumov,haciendo una breve reverencia, dijo con mucho respeto:Heconfiadoenmiinstinto.Eldeunjovenquenotieneaquienrecurrirenelmundoy,viendopuestasapruebasusmsprofundas convicciones polticas, acude a un ruso ilustre eso estodo.A lo que el prncipe haba exclamado precipitadamente:Ha hecho usted bien.Una vez en el carruaje una berlina montada sobre patines detrineo, Razumov rompi el silencio con voz ligeramentetrmula:Mi gratitud supera el tamao de mi osada.54/440Contuvoelalientoalnotarinesperadamenteenlaoscuridaduna presin pasajera en el brazo.Ha hecho usted bien repiti el prncipe.Cuando el coche se detuvo, el prncipe inform con un mur-mullo a Razumov, que no se haba aventurado a formular una solapregunta:La casa del general T.En el centro de la avenida cubierta de nieve resplandeca unagran hoguera. Un grupo de cosacos, con las bridas de sus caballoscolgadas del brazo, se calentaba alrededor del fuego. Doscentinelas custodiaban la puerta, varios gendarmes holga-zaneaban bajo la entrada de carruajes, y en el rellano del primerpiso dos ordenanzas se levantaron y se cuadraron. Razumov ibacogido del brazo del prncipe.Una asombrosa cantidad de plantas de invernadero puestas enmacetasocupabael suelodelaantecmara. Loscriadossead-elantaron. Llegprecipitadamente unjovenconindumentariacivil y, al serle susurrado algo, se inclin en reverencia y exclamcon hondo celo: Desde luego ahora mismo, y se march cor-riendo a alguna parte. El prncipe le hizo un gesto a Razumov.Atravesaron varias salas de recepcin, todas ellas tenuementeiluminadas, yunsalnpreparadoparaunbaile. Laesposadelgeneral haba cancelado su fiesta. Un ambiente de consternacinpresida la casa. En la habitacin del general, provista de gruesascortinas opacas, dos escritorios de madera maciza y mullidos sil-lones, todas las luces estaban encendidas. El criado de librea cerrla puerta tras ellos, y all esperaron.Un fuego de carbn arda en una chimenea inglesa. Razumovnunca haba visto uno igual, y el silencio de la estancia era comoel silencio de la tumba: perfecto, inconmensurable, pues incluso elreloj de la chimenea estaba mudo. Ocupando un rincn, sobre un55/440pedestalnegro, seergualaesculturadebroncedeuncorredoradolescente de miembros giles, a un cuarto de su tamao natur-al. El prncipe seal en voz baja:De Spontini. El vuelo de la juventud. Exquisita.Admirable asinti dbilmente Razumov.Despus de esto no dijeron nada ms: el prncipe guard silen-cio con su aire esplndido, mientras Razumov contemplaba la es-cultura. Leacosabaunasensacinparecidaalainsistenciadelhambre.No se volvi al or que una de las puertas interiores se abra yque la alfombra absorba unas pisadas rpidas.La voz del prncipe se elev al punto, cargada de excitacin:Lotenemoscemisrable[1]. Unjovenencomiablevinoaadvertirme. No! Es increbleRazumov contuvo la respiracin ante la estatua como si esper-ase que fuese a romperse. Una voz que no haba odo con anteri-oridad dijo cortsmente a sus espaldas:Asseyez-vous donc.[2]El prncipe casi grit para decir:Mais comprenez-vous, mon cher! Lassasin!.[3]. Al asesinolo tenemosRazumovgirenredondo. Lostersosyabundantescarrillosdel general reposaban sobre el cuello rgido de su uniforme. Debade llevar unos momentos mirando a Razumov, pues ste vio quelos ojos azules y claros se cerraban sobre l con frialdad.Desde un silln, el prncipe hizo un impresionante gesto con lamano.Este honorable muchacho, a quien la mismsima Providen-cia el seor Razumov.56/440El general respondialapresentacinmirandoconel ceofruncido a Razumov, que no hizo el menor movimiento.Sentado ante su escritorio, el general escuchaba con los labiosapretados. Era imposible detectar ningn signo de emocin en susemblante.Razumov observaba la inmovilidad del perfil carnoso. Sin em-bargo slo dur un momento, hasta que el prncipe hubo conclu-ido, ycuandoel general sevolvial jovenprovidencial, supielflorida, los incrdulos ojos azules y el destello blanco de una son-risaautomticamostraronunaexpresindejovialydespreocu-pada crueldad. No manifest asombro alguno ante el fabuloso re-lato ni placer ni agitacin, pero tampoco incredulidad. No de-lataba ningn sentimiento. Con una cortesa casi deferente sealque el pjaro poda haber volado mientras el seor el seor Ra-zumov corra por las calles.Razumov dio un paso al frente de la sala y dijo:La puerta est cerrada y la llave en mi bolsillo.Senta un profundo desprecio por aquel hombre. Tan inesper-adamentesehabaapoderadodel estesentimientoquetemique su voz lo dejara traslucir. El general lo mir con aire pensat-ivo y Razumov se esforz por sonrer.TodoestosucedaporencimadelacabezadelprncipeK,sentado en un hondo silln, muy cansado e impaciente.Unestudiante llamado Haldindijo el general entonoreflexivo.Razumov dej de sonrer.se es su nombre afirm con voz innecesariamente alta.Victor Victorovitch Haldin un estudiante.El general cambi ligeramente de postura.Cmo va vestido? Tendr usted la bondad de decrmelo?57/440De mala gana describi Razumov la indumentaria de Haldin,con escasas y cortantes palabras. El general lo observaba en todomomento; luego, dirigindose al prncipe, dijo:No carecemos de ciertas pistas inform en francs. Unabuenamujerqueseencontrabaenlacallenosdescribiaunhombrevestidodemodosimilarcomoel quelanzlasegundabomba. La tenemos retenida en el Secretariado, y a todos los quehemos visto con un abrigo de cosaco los hemos llevado all paraque ella los identificara. En todos los casos se ha hecho de crucesy ha negado con la cabeza. Ha sido exasperanteSe volvi a Razumov y, en ruso, con cordial reproche, dijo:Tome asiento, seor Razumov por favor. Por qu sigue depie?Razumov se sent con descuido y fij su mirada en el general.Este imbcil de ojos saltones no entiende nada, se dijo.El prncipe comenz a hablar con altivez.El seor Razumov es un joven de conspicuas capacidades. Espara m de suma importancia que su futuro no se veaCiertamenteinterrumpiel general, conunmovimientodelamano. Creeusted, seorRazumov, queesehombrevaarmado?El general emple un tono melodioso. Con contenida ir-ritacin, Razumov respondi:No. Peromisnavajas deafeitar estnpor ahcomoesnatural.El general baj la cabeza con gesto aprobatorio.Ciertamente.Y, acto seguido, se dirigi al prncipe con cortesa:Queremos a ese pjaro con vida. Sera una maldicin que nopudiramos hacerle cantar un poco antes de haber acabado con l.58/440El silenciosepulcral delaestancia, consureloj mudo, caysobre las educadas modulaciones de esta frase atroz. El prncipe,escondido en su silln, no dijo nada.El general desarroll inesperadamente un pensamiento.Lafidelidadalasinstitucionesamenazadasdelasquede-pende la seguridad de un trono y de un pueblo no es un juego denios. Eso lo sabemos bien, mon prince, y tenez...[4]continu, con una suerte de aspereza halagadora: Tambin elseor Razumov comienza a entenderlo.Sus ojos, que volvi sobre Razumov, parecan a punto de sa-lirse de las rbitas. Pero a Razumov ya no le impresionaba aquelaspecto grotesco. Con siniestra conviccin, dijo:Haldin jams hablar.Eso est por ver musit el general.Estoy seguro insisti Razumov. Un hombre como l nohabla Se figura usted que estoy aqu por miedo? aadi, conviolencia. Estabadecididoasostener suopininsobreHaldinhasta el ltimo extremo.Desdeluegoquenoprotestel general entonodegransencillez. Y no tengo ningn inconveniente en decirle, seor Ra-zumov, que si ese hombre no hubiese acudido con el cuento a unrusodevotoyleal comousted, habradesaparecidocomounapiedra en el agua y eso habra tenido consecuencias detestablesaadi, con una sonrisa resplandeciente y cruel bajo la miradaptrea. Como ve, no hay razones para la sospecha o el miedo.Intervinoel prncipe, mirandoaRazumov por encima delrespaldo del silln:Nadie duda de la solidez moral de su accin. Le ruego que setranquilice en ese sentido.Y con un punto de incomodidad se dirigi al general.59/440Por eso estoy aqu. Tal vez le sorprenda que yoEl general se apresur a interrumpirle:En absoluto. Es completamente natural. Vio usted laimportanciaS interrumpi esta vez el prncipe. Y me atrevo a solicit-ar con insistencia que mi intervencin y la del seor Razumov nose haga pblica. Es un joven prometedor de notables aptitudes.No me cabe la menor duda murmur el general. Inspiraconfianza.Hoyendacirculantodaclasedeideasperniciosascon-taminanloslugaresmsinesperadosY, pormonstruosoqueparezca, esto podra afectar A sus estudios A su.Acodado en su escritorio, el general apoy la cabeza entre lasmanos.S, s. Lo tengo en cuenta Cunto hace que lo dej en sucuarto, seor Razumov?Razumovmencionlahoraquecoincidaaproximadamentecon el momentoen que emprendisu distradacarrerahacia elinsalubre edificio de la barriada. Haba tomado la decisin de de-jar a Ziemianitch completamente fuera de aquel asunto. El merohecho de mencionarlo implicara el encarcelamiento del alma lu-minosa, acasounacruel flagelacin, yfinalmenteunviajeaSiberia con los grilletes puestos. Tras haber apaleado a Ziemian-itch, Razumov senta ahora por l una vaga y arrepentida ternura.Cediendo por primera vez a sus ntimos sentimientos, el gen-eral exclam con desdn:Ydiceustedqueacudiahacerleestaconfidenciaas, sinms propos de bottes.[5]Razumov detect el peligro. La despiadada sospecha del des-potismo al fin se haba formulado. Un sbito temor sell los labios60/440del estudiante. El silencio de la sala pareca ahora el silencio deuna mazmorra profunda, donde el tiempo no cuenta y donde seolvidaaunsospechosoavecesparasiempre. Peroel prncipeacudi en su rescate.SindudalaProvidenciaempujal desdichadoaacudiralseor Razumov en un momento de enajenacin mental, im-pulsado por algn viejo intercambio de opiniones profundamentemal interpretado, por algunaconversacinmeramenteespecu-lativa que tuvo lugar hace meses, segn se me ha dicho, y que elseor Razumov hoy ha olvidado por completo.Seor Razumov inquiri meditativamente el general, trasunbrevesilencio:Incurreustedconfrecuenciaenconversa-ciones especulativas?No, Excelencia respondi Razumov framente, con un re-pentinoraptodeconfianza. Soyunhombredehondas con-vicciones. Hay enel ambiente opiniones muy burdas que nosiemprevalelapenacombatir. Peroinclusoel despreciosilen-ciosodeunainteligenciaseriapuedeser malinterpretadoporutopistas irreflexivos.El general lo mir por entre las manos. El prncipe Kmurmur:Un joven sensato. Un esprit suprieur.[6]Yaloveo, moncherprince[7]dijoel general. El seorRazumovestcompletamentea salvoconmigo.Me interesoporl. Tiene, al parecer, la extraordinaria y til cualidad de inspirarconfianza. Lo que me pregunto es por qu razn querra el otrocontarle algo, por qu habra de confesar cuando su objetivo noera sino encontrar un escondite provisional por unas horas.Porque, a decir verdad, nada era ms fcil que guardar silencio, amenos que este hombre, movido por una desatinada61/440interpretacindesusverdaderossentimientos, seorRazumov,buscara conseguir su ayuda no le parece?Le pareciaRazumov que el suelose movaligeramente.Aquel hombregrotesco, ceidoensuuniforme, eraterrible. Ytena razones para serlo.Comprendo lo que piensa Su Excelencia, pero slo puedo de-cirle que no s por qu lo hizo.No pienso nada murmur el general, con leve sorpresa.Soy su presa su presa indefensa, reflexion Razumov. Lasfatigasylossinsaboresdelatarde, lanecesidaddeolvidar, elmiedo que no lograba ahuyentar, reavivaron su odio por Haldin.En ese caso no puedo ayudarle, Excelencia. No s lo que esehombresepropona. Slosquehubounmomentoenel quedese matarlo. Y tambin hubo un momento en el que dese estarmuerto. No dije nada. Me senta abrumado. No provoqu ningunaconfidencia no ped ninguna explicacinRazumov pareca encontrarse fuera de s, aunque conservabasu lucidez. El estallido fue en realidad calculado.Esunalstimaquenolohicierarespondiel general.No sabe entonces qu se propone hacer?Razumov se tranquiliz, viendo una salida en esta pregunta.Me dijo que tena la esperanza de que un trineo lo recogieramedia hora despus de la media noche en la sptima farola cont-andodesdeel extremosuperiordeKarabelnaya. Entodocaso,queraestarall aesahora. Ni siquieramepidicambiarsederopa.Ahvoil![8]dijoelgeneral, volvindosehaciaelprncipeK con aire de satisfaccin. Hay un modo de que su protegido,el seor Razumov, quede completamente libre de cualquier62/440relacin con esta detencin. Esperaremos a ese caballero enKarabelnaya.El prncipe expres su gratitud. Haba en su voz una emocinautntica. Razumov, inmvil, mudo, habafijadolavistaenlaalfombra. El general le dijo:Media hora despus de la medianoche. Hasta entoncestendremosquedependerdeusted,seorRazumov.Creeprob-able un cambio de planes?Cmo voy a saberlo? respondi Razumov. Esoshombres no son de los que cambian de planes fcilmente.A qu hombres se refiere?A los fanticos amantes de la libertad en general. De la liber-tad con maysculas, Excelencia. De la libertad sin un significadoconcreto. De la libertad en cuyo nombre se cometen crmenes.Murmur el general:Detesto a los rebeldes de toda clase. No puedo evitarlo. Esmi naturaleza!Apret un puo y lo blandi, echando el brazo hacia atrs.Sern destruidos.YahansacrificadosusvidasdeantemanoobservRazu-mov con maligno placer y mirando directamente a la cara del gen-eral. Si Haldin cambia de planes esta noche, tenga por seguroque no ser para salvar su vida huyendo por otros medios. Tal vezhaya pensado en alguna alternativa. Pero no me parece probable.El general repiti, como para s:Sern destruidos.Razumov adopt una expresin impenetrable.El prncipe exclam:Qu terrible necesidad!El brazo del general descendi lentamente.63/440Nos queda un consuelo. Los de su calaa no pasan a la pos-teridad. Yo siempre lo he dicho; un esfuerzo, implacable, persist-ente, firme y habremos acabado con ellos para siempre.Razumov se dijo que aquel hombre dotado de un poder tan ar-bitrarioabuensegurocreaenloquedeca, delocontrarionopodra soportar su responsabilidad.El general repiti, con extrema animosidad:Detesto a los rebeldes. A esos espritus subversivos! A esosintelectuales debauchs![9]Mi existencia se sustenta en la fidelid-ad. Es un sentimiento. Para defenderlo estoy dispuesto a entregarmi propia vida, incluso mi honor si fuera necesario. Pero, dgan-me si existe mayor honor que luchar contra los rebeldes, contraesa gente que niega al mismsimo Dios, completos ateos! Bestias.Es horrible pensarlo.Mientras durestainvectiva, Razumov, queseencontrabafrente al general, haba asentido levemente en dos ocasiones. Elprncipe K, que se haba puesto en pie y se encontraba a un ladocon su aire de gran seor, alz los ojos y dijo:Hlas![10]Bajando de nuevo la mirada y con gran decisin, declar:Este joven,general,es perfectamentecapaz de asimilarlasimplicaciones de sus memorables palabras.La expresin del general haba abandonado el tosco resentimi-ento y recobrado una perfecta urbanidad.Voyapedirleahoraal seorRazumovquevuelvaacasadijo. Tngase en cuenta que no le pregunto si ha justificado suausencia ante el hombre que aguarda en su cuarto. Sin duda quelo ha hecho sobradamente. De igual modo, me abstengo de pre-guntarlo. El seorRazumovinspiraconfianza. Esoesungrandon. Slo insino que una ausencia ms prolongada podra64/440despertarlosrecelosdelasesinoyacasoinducirloacambiardeplanes.Se levant y, con escrupulosa cortesa, escolt a sus visitanteshasta la antecmara repleta de plantas.Razumovsesepardel prncipeenunaesquina. Duranteeltrayecto en la berlina escuch discursos en los que los sentimien-tos naturales pugnaban con la cautela. Era evidente que el prn-cipe tema alentar esperanzas de futuros encuentros, pero habaun tinte de ternura en la voz que pronunciaba comedidamente enla oscuridad las consabidas frases de buena voluntad. El prncipedijo adems:Tengo plena confianza en usted, seor Razumov.Al parecer todos confan en m, cavil Razumov con abati-miento. Sintiundesprecioindulgenteporel hombresentadohombro con hombro en un espacio tan reducido. Probablementetema tener una escena con su mujer, de quien se deca que eraorgullosa y violenta.Se le antojaba extrao que el secretismo desempeara un pa-pel tan importante en la seguridad y en la comodidad de las vidashumanas. Deseaba sin embargo tranquilizar al prncipe y, con ladebida cantidad de nfasis, seal que, conscient