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Tradición Perenne 26 Editorial El Sermón de la Contemplación (I) El Sermón del Monte según la Vedanta (III) Tratado de de las Luces (I) Leer la Biblia como un koan Zen Rosarium abreviatum Redacción Bodhidharma (Ta-Mo) Swami Prabhavananda Ibn Arabi Joseph Chu-Cong Anónimo Editorial Ya tenemos de vuelta el verano. Como dijimos en una editorial del año pasado, es el momento ideal para leer. Como podrán apreciar por el presente número de la revista, existen motivos más que suficientes para ello, desde la lectura de libros relacionados con una tradición determinada, hasta textos que comentan aspectos desde una tradición diferente. Uno de esos cruces intertradicionales, quizás de lo más conocidos en la actualidad, es el que existe entre la Iglesia católica, por medio de sus órdenes jesuitas y cisterciense, con las tradiciones de extremo oriente, especialmente el budismo Ch´an –Zen-, tanto en China como en Japón, y el taoísmo, con exponentes tan prolíficos como Thomas Merton y Teilhard de Cardin. También mostramos un texto de vuelta, es decir, de la tradición católica pero comentada desde allí, en este caso desde el hinduismo, más concretamente, desde la Vedanta. Son especialmente sobrebios, tanto en uno, como en otro caso. Comentamos con un fragmento de un libro de Ibn Arabi –tan interesante y certero como siempre- y un texto alquímico, para redondear la óptica occidental. Por favor, lean, hablen, discutan y reflexionen. Sobre todo, al final, sientan. Y si nos hacen el favor, traigan a este foro todo aquello que les parezca interesante comentar. Felices vacaciones. Lo que existe en verdad, es sólo el Sí mismo. El mundo, el alma individual y Dios, son apariencias en él. Lo mismo que la plata en la madreperla, estos tres aparecen al mismo tiempo, y desaparecen al mismo tiempo. El Sí mismo es eso donde no hay absolutamente ningún pensamiento «yo». Eso es llamado «Silencio». El Sí mismo es el mundo; el Sí mismo mismo es «yo»; el Sí mismo mismo es Dios;

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Tradición Perenne26

EditorialEl Sermón de la Contemplación (I)

El Sermón del Monte según la Vedanta (III)Tratado de de las Luces (I)

Leer la Biblia como un koan ZenRosarium abreviatum

RedacciónBodhidharma (Ta-Mo)Swami PrabhavanandaIbn ArabiJoseph Chu-CongAnónimo

EditorialYa tenemos de vuelta el verano. Como dijimos en una editorial del año pasado, es el momento ideal para leer.

Como podrán apreciar por el presente número de la revista, existen motivos más que suficientes para ello, desde la lectura de libros relacionados con una tradición determinada, hasta textos que comentan aspectos

desde una tradición diferente.Uno de esos cruces intertradicionales, quizás de lo más conocidos en la actualidad, es el que existe entre la

Iglesia católica, por medio de sus órdenes jesuitas y cisterciense, con las tradiciones de extremo oriente, especialmente el budismo Ch´an –Zen-, tanto en China como en Japón, y el taoísmo, con exponentes tan

prolíficos como Thomas Merton y Teilhard de Cardin. También mostramos un texto de vuelta, es decir, de la tradición católica pero comentada desde allí, en este caso desde el hinduismo, más concretamente, desde la

Vedanta. Son especialmente sobrebios, tanto en uno, como en otro caso.Comentamos con un fragmento de un libro de Ibn Arabi –tan interesante y certero como siempre- y un texto

alquímico, para redondear la óptica occidental.Por favor, lean, hablen, discutan y reflexionen. Sobre todo, al final, sientan. Y si nos hacen el favor, traigan a

este foro todo aquello que les parezca interesante comentar.Felices vacaciones.

Lo que existe en verdad, es sólo el Sí mismo. El mundo, el alma individual y Dios, son apariencias en él. Lo mismo que la plata en la madreperla, estos tres aparecen al mismo tiempo, y desaparecen al mismo tiempo. El Sí mismo es eso donde no hay

absolutamente ningún pensamiento «yo». Eso es llamado «Silencio». El Sí mismo es el mundo; el Sí mismo mismo es «yo»; el Sí mismo mismo es Dios; todo es Siva, el Sí

mismo.Ramana Maharshi, “¿Quién Soy Yo?”, apartado 16.

Una transformación –o alquimia– espiritual de este orden supone la acción de ritos (sacramentos) y la actualización de los contenidos de estos ritos por un método contemplativo, una especie de encantamiento destinado a flexibilizar el alma, a

proporcionarle esa plasticidad de las aguas primordiales en las que se movía el Espíritu de Dios

Abbé Henri Stèphane, Tratados y Sermones, Sobre la Virgen María

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El Sermón de la Contemplación (I)Bodhidharma (Ta-Mo)

Texto planteado como una enseñanza directa de Bodhidharma a uno de sus discípulos, que le preguntaacerca de cuestiones fundamentales sobre la

iniciación y de la Iluminación. Parte primera.

Aquellos que no son afectados por la impureza son sa-bios. Trascienden el sufrimiento y experimentan el gozo del nirvana. Todos los demás, atrapados por la mente impura y en-redados en su propio karma, son mortales

Si alguien está determinado a alcanzar la iluminación, ¿cuál es el método más esencial que puede practicar?

El método más esencial, que incluye todos los demás métodos, es la contemplación de la mente.

¿Pero cómo un método puede incluir todos los demás?

La mente es la raíz de la que crecen todas las cosas. Si puedes llegar a comprender la mente, todo lo demás está incluido. Es como la raíz de un árbol. Todos los frutos, flores, ramas y hojas del árbol dependen de su raíz. Si alimentas su raíz, el árbol se multiplica. Si cortas la raíz, muere. Aquellos que comprenden la mente alcanzan la iluminación. Aquellos que no comprenden la mente practican en vano. Todo lo bueno y lo malo proviene de tu propia mente. Encontrar algo más allá de la mente es imposible.

¿Pero cómo contemplar la mente puede llamarse comprensión?

Cuando un gran bodhisattva ahonda profundamente en la perfecta sabiduría, comprueba que los cuatro elementos y las cinco sombras carecen de un yo personal. Y comprende que la actividad de su mente cuenta con dos aspectos: puro e impuro. A causa de su naturaleza, ambos estados mentales están siempre presentes. Se alternan como causa o efecto dependiendo de las condiciones, la mente pura se complace en las buenas acciones, la impura piensa en el mal. Aquellos que no son afectados por la impureza son sabios. Trascienden el sufrimiento y experimentan el gozo del nirvana. Todos los demás, atrapados por la mente impura y enredados en su propio karma, son mortales. Vagan por los tres reinos y sufren incontables aflicciones, y todo porque su mente impura oscurece su ser real.

El Sutra de las Diez Etapas dice: «En el cuerpo de los mortales está la indestructible naturaleza búdica. Como el sol, su luz llena el espacio ilimitado. Pero una vez que es velado por las oscuras nubes de las cinco sombras es

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como una luz en el interior de una tinaja, oculta de la vista».

Y el Sutra del Nirvana dice: «Todos los mortales cuentan con naturaleza búdica. Pero se halla cubierta por la oscuridad de la que no pueden escapar. Nuestra naturaleza búdica es conocimiento: conocer y hacer que otros conozcan a otros. Realizar el conocimiento es la liberación». Todo lo bueno tiene su raíz en este conocimiento. Y de esta raíz nace el árbol de todas las virtudes y el fruto del nirvana. Contemplar la mente así es comprender.

Dices que nuestra naturaleza búdica y todas las virtudes tienen su raíz en este conocimiento. ¿Pero cual es la raíz de la ignorancia?

La mente ignorante, con sus innumerables aflicciones, pasiones y maldades, está enraizada en los tres venenos: codicia, odio y pensamiento ilusorio. Estos tres estados mentales venenosos incluyen ilimitadas maldades, como los árboles que cuentan con un sólo tronco pero con innumerables ramas y hojas. Pero cada veneno produce tantos millares de males que apenas sirve compararlo con un árbol.

Los tres venenos están presentes en nuestros seis órganos de los sentidos como seis clases de conciencia, o ladrones. Son llamados ladrones porque penetran a través de las puertas de los sentidos, codician ilimitadas posesiones, se ocupan en el mal y enmascaran su auténtica identidad. Y como los mortales engañados en cuerpo y mente por esos venenos o ladrones, se pierden en la vida y la muerte, vagando a través de los seis estados de existencia, sufriendo incontables aflicciones. Estas aflicciones son como ríos que recorren miles de kilómetros a causa del flujo constante de pequeños manantiales. Pero si alguien corta su fuente, los ríos se secan. Y si alguien que busca a liberación puede convertir los tres venenos en los tres conjuntos de preceptos y a los seis ladrones en seis paramitas. se liberará de la aflicción de una vez para siempre.

Pero los tres reinos y los seis estados de existencia son infinitamente vastos. ¿Cómo podemos escapar de sus aflicciones ilimitadas si todo lo que hacemos es contemplar la mente?

El karma de los tres reinos proviene sólo de la mente. Si

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tu mente no está en los tres reinos entonces está más allá de ellos. Los tres reinos corresponden a los tres venenos: la codicia corresponde al reino del deseo, el odio al reino de la forma y el pensamiento ilusorio al reino de la no forma. Y como el karma creado por los tres venenos puede ser benévolo o pesado, estos tres reinos se hallan a su vez subdivididos en seis lugares conocidos como los seis estados de existencia.

¿Y en qué se diferencia el karma de estos seis estados?

Los mortales que no comprenden la verdadera práctica y ciegamente llevan a cabo buenos actos nacen en los tres estados de existencia más elevados, en el interior de los tres reinos. ¿Y cuáles son esos tres elevados estados? Aquellos que ciegamente llevan a cabo los diez buenos actos y buscan neciamente la felicidad nacen como dioses en el reino del deseo. Aquellos que ciegamente observan los cinco preceptos y se abandonan tontamente al amor y al odio nacen como hombres en el reino del odio. Y aquellos que ciegamente se aferran al mundo fenoménico, creen en falsas doctrinas y rezan en busca de bendiciones, nacen como demonios en el reino de la ignorancia. Estos son los tres elevados estados de existencia.

¿Y cuáles son los estados inferiores? Son aquellos en los que nacen los que persisten en pensamientos envenenados y actos malignos. Aquellos cuyo karma procedente de la codicia es mayor se convierten en espíritus ávidos. Aquellos cuyo karma procedente del odio es mayor sufren en el infierno. Y aquellos cuyo karma proveniente del odio es mayor se convierten en bestias. Estos tres estados inferiores junto con los anteriores más elevados conforman los seis estados de existencia. Por ello deberás comprender que todo karma, doloroso o de otro tipo, proviene de tu propia mente. Si puedes concentrar tu mente y trascender su falsedad y maldad, el sufrimiento de los tres reinos y de los seis estados de existencia desaparecerá automáticamente. Y una vez liberado del sufrimiento, serás verdaderamente libre.

Pero el Buda dijo.- «Sólo tras experimentar innumerables infortunios durante tres kalpas asankhya alcancé la iluminación». ¿Por qué dices ahora que simplemente contemplar la mente y vencer los tres venenos es la liberación?

Las palabras del Buda son ciertas. Pero las tres kalpas

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asankhya se refieren a los tres estados envenenados de la mente. Lo que en sánscrito denominan asankhya tú lo denominas incontables. En esos tres estados envenenados de la mente hay incontables pensamientos malignos. Y cada pensamiento dura una kalpa. Esa infinidad es a la que el Buda se refiere mediante las tres kalpas asankhya.

Una vez que tu yo real se ve oscurecido por los tres venenos, ¿cómo se te puede llamar liberado si no hasta que venzas sus incontables pensamientos malignos? De aquellos que pueden transformar los tres venenos de codicia, odio e ignorancia en las tres liberaciones se dice que han pasado a través de las tres kalpas asankhya. Pero la gente de esta Era final son los necios más pertinaces. No entienden lo que el Tathagata quería decir con las tres kalpas asankhya. Dicen que la iluminación sólo se alcanza tras innumerables kalpas y por ello hacen que los discípulos se aparten del sendero de la budeidad.

Pero los grandes budas sólo alcanzaron la iluminación mediante la observación de los tres grupos de preceptos y practicando las seis paramitas. Ahora dices a los discípulos que únicamente contemplen la mente. ¿Cómo puede nadie alcanzar, la iluminación sin cultivar las reglas de disciplina?

Los tres grupos de preceptos son para vencer los tres estados venenosos de la mente. Cuando vences esos venenos, creas tres grupos de ilimitada virtud. Un grupo reúne las cosas; en este caso, los incontables buenos pensamientos de tu mente. Y las seis paramitas son para purificar los seis sentidos. Lo que llamamos paramitas tú lo llamas medios hacia la otra orilla. Al purificar tus seis sentidos del polvo de la sensación, las paramitas te transportan a través del Río de la Aflicción hasta la Orilla de la Iluminación.

Según los sutras, los tres grupos de preceptos son.- «Prometo poner fin a todo mal. Prometo cultivar todas las virtudes. Y prometo liberar a todos los seres». Pero ahora dices que sólo son para controlar los tires estados venenosos de la mente. ¿No es eso lo contrario de lo que dicen las escrituras?

Los sutras del Buda son verdad. Pero hace mucho tiempo, cuando ese gran bodhisattva cultivaba la semilla de la iluminación realizó los tres votos para contrarrestar los tres venenos. Al practicar

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prohibiciones morales para contrarrestar el veneno de la codicia, prometió poner fin a todo mal. Al practicar la meditación para contrarrestar el veneno del odio, prometió cultivar todas las virtudes. Y al practicar la sabiduría para contrarrestar el veneno de la ignorancia, prometió liberar a todos los seres. Como perseveró en estas tres prácticas puras de moralidad, meditación y sabiduría, fue capaz de vencer los tres venenos y alcanzar la iluminación. Al vencer los tres venenos barrió todo lo pecaminoso y puso fin a la maldad. Al observar los tres grupos de preceptos no hizo más que el bien y por ello cultivó la virtud. Y al poner fin al mal y cultivar la virtud consumó todas las prácticas, beneficiándose él mismo así como a otros y rescatando a los mortales en todas partes. Así es como liberó a los seres.

Debes comprender que la práctica que cultivas no existe separada de tu mente. Si tu mente es pura, todas las tierras búdicas son puras. Se dice en los sutras: «Si sus mentes son impuras, los seres son impuros. Si sus mentes son puras, los seres son puros». Y: «Para alcanzar una tierra búdica, purifica tu mente. Según se va purificando tu mente, las tierras búdicas se van haciendo puras». Así pues, al vencer los tres estados envenenados de la mente los tres grupos de preceptos se cumplen automáticamente.

Pero en los sutiras se dice que las seis patamitas son caridad, moralidad, paciencia, devoción, meditación y sabiduría. Ahora dices que las paramitas hacen referencia a la purificación de los sentidos. ¿Qué quieres decir con ello? ¿Y por qué se les llama las balsas?

Cultivar las paramitas significa purificar los seis sentidos venciendo a los seis ladrones. Expulsando al ladrón del ojo mediante el abandono del mundo visual, es caridad. Excluyendo al ladrón del oído no escuchando los sonidos, es moralidad. Humillar al ladrón del olfato igualando todos los olores como neutros es paciencia. Controlar al ladrón de la boca conquistando los deseos del gusto, la alabanza y la justificación es devoción. Dominar al ladrón del cuerpo permaneciendo impasible a las sensaciones del tacto es meditación. Y domar al ladrón de la mente no cayendo en el pensamiento ilusorio mediante la práctica de la atención es sabiduría. Estas seis paramitas son transportes. Como barcas o balsas que transportan a los seres a la otra orilla. Por ello se las llama balsas.

…deberás

comprender que

todo karma,

doloroso o de otro tipo,

proviene de tu

propia mente.

Si puedes

concentrar tu

mente y trascend

er su falsedad

y maldad,

el sufrimie

nto de los tres reinos y

de los seis

estados de

existencia

desaparecerá

automáticamente

. Y una vez

liberado del

sufrimiento,

serás verdaderamente

libre

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Pero cuando Shakyamuni era un bodhisattva consumió tres cuencos de leche y seis cazos de gachas antes de alcanzar la iluminación. Si tuvo que beber leche antes de poder degustar el fruto de la bude idad, ¿cómo puede la simple contemplación de la mente tener como resultado la liberación?

Lo que dices es cierto. Así es como él alcanzó la liberación. Tuvo que beber leche antes de convertirse en un buda. Pero hay dos clases de leche. La que bebió Shakyamuni no era la impura leche ordinaria sino la pura leche del Dharma. Los tres cuencos eran los tres grupos de preceptos. Y los seis cucharones eran las seis paramitas. Shakyamuni alcanzó la liberación porque bebió la pura leche del Dharma y probó el fruto de la budeidad. Decir que el Tathagata bebió el mundano y apestoso brebaje de la leche de vaca es la mayor de las calumnias. Lo que es verdadero, el indestructible e imparcial cuerpo del Dharma, permanece siempre libre de las aflicciones mundanas. ¿Cómo iba a necesitar leche impura para satisfacer su hambre o su sed?

Se dice en los sutras: «Este buey vive en las tierras altas o en las llanuras. No come grano ni paja y no pace con vacas. El cuerpo de este buey es de oro bruñido». El buey hace referencia a Vairocana. Debido a su gran compasión por todos los seres, del interior de su cuerpo dhármico produce la sublime leche dhármica de los tres grupos de preceptos y las seis paramitas, a fin de alimentar a aquellos que buscan la liberación. La pura leche de un buey de tal pureza no sólo permitió alcanzar la budeidad al Tathagata sino que también permite que cualquier ser que la beba alcance la insuperable y completa iluminación.

El Sermón del Monte según la Vedanta (III)Swami Prabhavananda

Este discípulo de Sri Ramakrishna, siguiendo las enseñanzas de su maestro, explica a Jesucristo tomando como base uno de sus más conocidos sermones. El libro, breve pero intenso, es más que recomendable para el buscador. Esta es la

referencia: El Sermón del Monte según la Vedanta,Swami Prabhavananda, edt. Kier, Buenos Aires, 2003. Este es el tercer

fragmento.

¿Cuál es la justicia por la que Cristo nos

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados

¿Cuál es la justicia por la

Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios

En toda religión hallamos dos principios básicos: el

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quiere hambrientos y sedientos? Es la justicia que, en una cantidad de pasajes del Antiguo Testamento, es prácticamente sinónimo de salvación: en otras palabras, de liberación del mal y de unión con Dios

que Cristo nos quiere hambrientos y sedientos? Es la justicia que, en una cantidad de pasajes del Antiguo Testamento, es prácticamente sinónimo de salvación: en otras palabras, de liberación del mal y de unión con Dios. Esta justicia no es, por tanto, lo que corrientemente juzgamos como virtudes morales o buenas cualidades, no es el bien relativo como opuesto al mal, o la virtud relativa como opuesta al vicio, sino la justicia absoluta, el bien absoluto. El hambre y la sed de justicia de los que habla Cristo son un hambre y una sed de Dios mismo.

Ya se ha señalado que la mayoría de nosotros no quiere realmente a Dios. Si nos analizamos, hallaremos que nuestro interés en Dios no es casi tan fuerte como nuestro interés en todos los géneros de objetos mundanos. Pero hasta un leve deseo de conocer la realidad divina es un comienzo que podrá llevarnos más alto. Debemos empezar con el auto-esfuerzo. Debemos luchar para desarrollar el amor al Señor mediante la práctica de recogimiento de él, mediante la oración, la adoración y la meditación. Cuando practiquemos estas disciplinas espirituales, nuestro leve deseo de realizarlo se intensificará hasta que sea un hambre rabioso y una sed ardiente.

ideal a realizarse y el método de realización. Todas las escrituras del mundo han proclamado la verdad de que Dios existe y de que la finalidad de la vida del hombre es conocerle. Todos los grandes maestros espirituales han enseñado que el hombre debe realizar a Dios y renacer en el espíritu. En el Sermón del Monte, el logro de este ideal se expresa como la perfección en Dios: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Y el método de realización que Cristo enseña es la purificación del corazón que conduce a esa perfección.

¿Cuál es esta pureza que deberemos tener antes que Dios se revele a nosotros? Todos sabemos de personas a las que describiríamos como puras en un sentido ético, pero que no han visto a Dios. ¿Cuál es la razón? La vida ética, la rígida práctica de las virtudes morales, es necesaria como una preparación para la vida espiritual y, por tanto, es una enseñanza fundamental en toda religión. Pero no nos permite ver a Dios. Es como el cimiento de una casa; no es la superestructura.

¿Cuál es la prueba de la pureza? Procurad pensar en Dios ahora, en este preciso momento. ¿Qué encontráis? El pensamiento

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A quienes le preguntaban cómo realizar a Dios, Sri Ramakrishna les decía:

“Grítale con corazón anheloso, y entonces le verás. Después de la rosada luz del amanecer sale el sol; de modo parecido, el anhelo es seguido por la visión de Dios. Él se revelará a ti con la fuerza combinada de estos tres apegos: el apego de un avaro a su riqueza, el de una madre a su hijo recién nacido, y el de una esposa casta a su marido. El anhelo intenso es el modo más seguro de la visión de Dios.”

Debemos aprender a dirigir todos nuestros pensamientos y toda nuestra energía conscientemente hacia Dios. Deberá elevarse en la mente una gigantesca ola del pensamiento, que sumerja todos los deseos y pasiones que nos distraen de la meta espiritual. Cuando la mente, de esa manera, se unidireccionaliza y concentra en Dios, estaremos llenos de justicia.

Hay un relato de un discípulo que preguntó a su maestro: —Señor, ¿cómo puedo realizar a Dios?—Ven conmigo —le dijo el maestro—. Te lo mostraré.Llevó al discípulo a un lago, y ambos se sumergieron en él. De repente, el maestro emergió y presionó la

de su presencia pasa a través de vuestra mente, quizá como un relámpago. Entonces empiezan muchas distracciones. Estáis pensando en todo lo demás del universo, salvo en Dios. Estas distracciones muestran que la mente es aún impura, y por tanto no está preparada para recibir la visión de Dios. Las impurezas consisten en varias impresiones que la mente ha reunido de un nacimiento al otro.

Las impresiones se han creado y almacenado en la parte subconsciente de la mente como resultado de los pensamientos y acciones de un individuo, y en su totalidad representan el carácter de aquél. Estas impresiones deberán disolverse por completo antes de que la mente pueda considerarse pura. San Pablo refirióse a esta revisión de la mente en su Epístola a los Romanos, cuando dijo: “...transformaos mediante la renovación de vuestra mente”.

Según la Psicología del Yoga, hay cinco causas radicales de la mente. Primera es la ignorancia, en un sentido universal, de nuestra naturaleza divina. Dios mora en y en torno de nosotros, pero no somos conscientes de esta verdad. En vez de ver a Dios, vemos este universo de muchos nombres y formas que creemos que son reales: tal como un hombre que ve una soga

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cabeza del discípulo, debajo del agua. Pocos momentos después le liberó y preguntó: —Bien, ¿cómo te sentiste?—¡Oh, me moría por un soplo de aire! —jadeó el discípulo.Entonces, el maestro le dijo: —Cuando sientas eso intensamente por Dios, no tendrás que esperar largo tiempo su visión.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia

Uno de los aforismos yóguicos de Patanjali, el padre de la psicología hindú, corresponde a esta bienaventuranza:

“La calma imperturbada de la mente se alcanza cultivando la amigabilidad hacia los felices, la misericordia y la compasión hacia los infelices, el deleite en los virtuosos, y la indiferencia hacia los malvados.”

Ser misericordiosos es una de las condiciones necesarias antes de que podamos recibir la verdad de Dios. La envidia, los celos, el odio: estas son algunas de las debilidades universales innatas en el hombre. Están ligadas con nuestro sentido del ego que brota de la ignorancia. ¿Cómo hemos de vencerlas? Elevando una ola contraria de pensamiento. Cuando

tirada en el suelo, en la oscuridad, puede creer, en el crepúsculo de su ignorancia, que es una víbora. En segundo término, está el sentido del ego, proyectado por esta ignorancia, que nos hace pensar en nosotros como separados de Dios y uno del otro. Del sentido del ego desarrollamos el apego y también la aversión; somos atraídos por una cosa, rechazados por otra. El deseo y el odio son obstáculos en el sendero hacia Dios. La quinta causa de las impresiones mentales impuras es la sed de vivir, que Buddha llama tanha, y a la que se refiere Cristo cuando dice: “Pues quien salve su vida la perderá”. Este apego a la vida, o miedo a la muerte, es natural a todos, bueno y malo por igual. Sólo el alma iluminada no tiene ignorancia, no tiene sentido del ego, apego, aversión ni miedo a la muerte; todas las impresiones han desaparecido.

Aunque Dios fuese a ofrecernos la iluminación espiritual en este preciso momento, rehusaríamos aceptarla. Aunque hubiésemos estado buscando a Dios, momentáneamente retrocederíamos presas del pánico cuando estuviéramos a punto de tener su visión. Instintivamente, nos adherimos a la vida y a la consciencia superficiales,

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alguien es feliz, no hemos de sentir celos de él; hemos de tratar de realizar nuestra amistad y unidad y ser felices con él. Cuando alguien es infeliz, no hemos de estar alegres; hemos de sentir compasión y ser misericordiosos. Cuando un hombre es bueno, no seamos envidiosos. Cuando es malo, no le odiemos. Seamos indiferentes con los malvados. Cualquier pensamiento de odio, hasta el denominado “justo odio” hacia el mal, alzará una ola de odio y mal en nuestras mentes, acrecentando nuestra ignorancia y desasosiego. No podremos pensar en el Señor o amarle hasta que se haya calmado esta ola de pensamiento. Si queremos encontrar a Dios, tenemos que volvernos semejantes a Dios en la misericordia.

Mi maestro solía decir: “¿Cuál es la diferencia entre el hombre y Dios? El hombre, si le hieres tan sólo una vez, olvidará todas tus anteriores bondades para con él y recordará la única vez que fallaste. Pero si olvidas a Dios y pecas contra él cientos de veces, él perdonará aún todas tus faltas y recordará las pocas veces que le rezaste sinceramente. El pecado sólo existe en los ojos del hombre; Dios no mira los pecados del hombre.”

temerosos de renunciar a ellas, aunque obrar así signifique introducirse en una consciencia infinita, en comparación de la cual nuestras percepciones normales son, como lo dice el Bhagavad-Gita, “semejantes a una noche cerrada y a un sueño”.

El Swami Vivekananda, el apóstol de Sri Ramakrishna, fue desde su niñez un alma pura, anhelosa de Dios. Empero, él experimentó ese mismo temor. Cuando acudió por primera vez a su futuro maestro, Sri Ramakrishna le tocó y empezó a abrirse su visión espiritual. Entonces Vivekananda gritó: “¿Qué me estás haciendo? ¡Tengo mis padres en casa!” Y Sri Ramakrishna le dijo: “¡Oh, tú también!” Él vio que hasta esta gran alma estaba sujeta al aferrarse universal a la consciencia superficial.

Hay muchos modos de purificar el corazón. Como veremos, Cristo los enseña a lo largo de todo su Sermón. El principio principal en todos los métodos es la devoción a Dios. Cuanto más pensemos en el Señor y nos refugiamos en él, más le amaremos: y más puros se volverán nuestros corazones.

El principio de centrar nuestra vida en Dios lo afirman igualmente los santos de las tradiciones judías, cristianas e

El principio principal en todos

los métodos

es la devoción

a Dios. Cuanto

más pensemos en el Señor y

nos refugiamos en él,

más le amarem

os

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hindúes. “El Señor es mi fortaleza y mi escudo”, dijo el Salmista. En la Imitación de Cristo, leemos: “Tú eres mi esperanza, tú eres mi confianza, tú eres mi consuelo... Cuanto contemplo fuera de ti, lo hallo inseguro e inestable”.

El Swami Brahmananda enseñó a sus discípulos esta misma verdad: “Aferraos al pilar de Dios”. En la India, los niños primero se aferran a un pilar, y luego giran alrededor de él... sin peligro de caerse. Del mismo modo, mientras nos aferramos a Dios, comprendemos que las experiencias del placer y del dolor son impermanentes en su naturaleza misma. Y cuando continuamos aferrándonos al pilar de Dios y nos volvemos devotos a él, pierden su fuerza nuestras pasiones y deseos, que obstruyen la visión de Dios.

Un método para calmar la mente y crecer en pureza es procurar sentir que ya somos puros y divinos. Esto no es un engaño. Dios nos creó a su imagen; por tanto, la pureza y la divinidad son básicamente nuestra naturaleza. Si todas nuestras vidas gritamos que somos pecadores, sólo nos debilitamos. Sri Ramakrishna solía decir que repitiendo constantemente “Soy un pecador”, uno realmente

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se convierte en pecador. Uno ha de tener una fe tal como para poder decir: “He entonado el santo nombre de Dios. ¿Cómo podrá haber pecado alguno en mí?”

“Admite tus pecados al Señor”, enseñó Sri Ramakrishna, “y haz voto de no repetirlos. Purifica el cuerpo, la mente y la lengua entonando su nombre. Cuanto más te muevas hacia la luz, más lejos estarás de la oscuridad.”

Tratado de las Luces (I)Ibn Arabi

Traducción de Roberto Pla según la edición francesa aparecida en la revista "Être", primer trimestre de 1977, traducida del árabe por Abdul-Hadi. Málaga,

Ed. Sirio, 1987. Los comentarios que aparecen en el libro se han eliminado dejando sólo la obra de Ibn Arabi.

Él no está compuesto de nombre, ni de denominado, porque Él es el nombre y el denominado. No hay nombre salvo Él. No hay denominado salvo Él. Por ello se dice que Él es el nombre y el

¡En el nombre de Allâh, el Clemente, el Misericordioso! ¡Nosotros imploramos su ayuda!

¡Gloria a Allâh, ante cuya Unidad no hay nada anterior, si no es Él, que es el Primero! ¡Gloria a Allâh, después de cuya Singularidad no hay un después, si no es Él, que es el Siguiente!

Con relación a Él no hay antes, ni después; ni alto ni bajo; ni cerca, ni lejos, ni cómo, ni qué, ni donde, ni estado, ni sucesión de instantes, ni tiempo, ni espacio, ni ser. Él es tal como es. Él es el Único sin necesidad de la Unidad. Él es lo singular sin necesidad de la Singularidad.

Si se pregunta por qué medio se llega a conocer el sí-mismo, es decir, el proprium, el alma, y a conocer a Allâh, la respuesta es: La vía hacia estos dos conocimientos está indicada con estas palabras: "Allâh es y la nada con Él. Él es ahora tal como era". Si alguno dice: "Yo veo mi alma, -mi "proprium", mi mí-mismo- distinta de Allâh y no veo que Allâh sea mi alma", la respuesta es: El Profeta expresa con el término "alma", el "proprium" o "ti-mismo", y no el elemento psíquico de tu existencia particular, que se llama a veces "alma imperiosa", o "aquella que tiende irresistiblemente al mal", o "el alma que reprocha" o "el alma aquietada", etc. El

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denominado Él no está compuesto de

nombre, ni de denominado, porque Él es el nombre y el denominado. No hay nombre salvo Él. No hay denominado salvo Él. Por ello se dice que Él es el nombre y el denominado. Él es el Primero sin anterioridad. Él es el Último sin posterioridad. Él es Evidente sin exterioridad. Él es Oculto sin interioridad. Porque no hay anterior, ni posterior; no hay exterior, ni interior, sino Él.

Es necesario comprender este Misterio para no caer en el error de los que creen en las encarnaciones de la divinidad. Él no está en ninguna cosa y ninguna cosa está en Él. Es preciso conocerle pero no por la ciencia, la inteligencia, la imaginación, la sagacidad, los sentidos, la visión exterior, la visión interior, la comprensión o el razonamiento.

Nadie, salvo Él mismo, puede verle. Nadie, salvo Él mismo, puede asirle. Nadie, salvo Él mismo, puede conocerle. Nadie distinto de Él puede ocultarle. Él se ve y se conoce a Sí mismo. Su velo impenetrable es su propia Unidad. Él mismo es su propio velo. Su velo es su propia existencia. Su Unicidad le vela de forma inexplicable.

Nadie le ha visto, le ve, o podrá verle jamás. Ningún profeta enviado ni ningún

Profeta ha dicho también: "Hazme ver. ¡Oh Allâh!, las cosas tal como son", designando por "las cosas" todo lo que no es Allâh -¡que Él sea exaltado!-.

Con esto el Profeta ha querido decir: "Hazme conocer lo que no eres Tú, a fin de que sepa yo, a fin de que conozca yo, la verdad sobre las cosas, si ellas son Tú, o distintas de Ti. ¿Carecen ellas de comienzo y de fin, o bien han sido creadas y han de desaparecer?". Entonces Allâh le permitió ver que todo lo que no es Él, incluyendo el "sí-mismo" del hombre, no tiene ninguna existencia. Y vio las cosas tal como son: quiero decir que vio que las cosas son la "quididad" de Allâh fuera del tiempo, del espacio y de todo atributo.

El término "las cosas" puede aplicarse al alma, o no importa a qué otra cosa. La existencia del alma y de las cosas se identifican ambas en la idea general de "cosa", por lo que quien conoce su alma, su sí-mismo, conoce al Señor. Aquello que tú crees ser distinto de Allâh, no es sino Allâh, pero tú no lo sabes. Tú Le ves y no sabes que Le ves. Desde el momento en que este misterio haya sido desvelado a tus ojos -que no eres distinto de Allâh- sabrás cuál es el fin de ti mismo, que no tiene necesidad de anonadarte, que jamás has dejado de

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santo perfecto o ángel se le aproxima. Su Profeta es Él. Su mensajero es Él. Su mensaje es Él. Su Palabra es Él. Él ha mandado su Ipseidad con Él mismo, de Él mismo y hacia Él mismo, sin ningún intermediario o causalidad exterior a Él mismo. Ninguna diferencia de tiempo, espacio o naturaleza hay entre El que envía el mensaje, el mensaje y el destinatario del mensaje.

Su existencia está únicamente en los textos de la profecía. Sin embargo, sólo Él existe y no puede dejar de existir puesto que jamás vino a la existencia. Por eso ha dicho el Profeta: "Quien se conoce a sí mismo conoce a su Señor". También ha dicho: "Yo conozco a mi Señor, por mi Señor". El Profeta de Allâh ha querido hacerte comprender que tú no eres tú, sino Él: Él y no tú; que Él no cabe en ti y tú no cabes en Él; que Él no sale de ti y tú no sales de Él.

Lo que quiero decir es que tú no eres, o posees tal o cual cualidad, que no existes y que no existirás jamás, ni por ti mismo, ni por Él, en Él o con Él. Tu no puedes cesar de ser, porque no eres. Tú eres Él y Él es tú, sin ninguna dependencia o casualidad. Si alcanzas a reconocer en tu existencia esta cualidad de la nada, entonces conoces a Allâh, En otro caso, no.

ser y que no dejarás jamás de existir..., jamás, como ya lo hemos explicado.

Todos los atributos de Allâh son tus atributos. Verás que tu exterior es el Suyo, que tu interior es el Suyo, que tu comienzo es el Suyo y que tu fin es el Suyo. Y eso, incontestablemente, sin duda alguna. Verás que tus cualidades son las Suyas y que tu naturaleza íntima es la suya. Y eso sin que te conviertas en Él, o que Él se convierta en ti, sin transformación, sin disminución o aumento alguno. "Todo muerto salva Su Faz", en el exterior y en el interior. Esto quiere decir que no existe nada distinto de Él, que algo distinto de Él no tiene existencia. Por eso lo que parece distinto de Él será necesariamente perdido, pues lo que queda es Su Faz. Dicho de otra manera: Nada hay permanente salvo Su faz.

Un ejemplo: un hombre ignora alguna cosa y después la aprende. Con esto no es su existencia lo que se acaba, sino su ignorancia. Su existencia continúa porque no ha sido canjeada por la de otro. La existencia del sabio no se ha venido a sumar a la del ignorante, ni se ha producido ninguna mezcla de las dos existencias individuales. Sólo la ignorancia ha sido eliminada. No pienses, por tanto, que es necesario acabar con tu existencia,

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La mayor parte de los iniciados dicen que la Gnosis, o Conocimiento de Allâh, viene a continuación de la extinción (fanâ) de la existencia y de la extinción de esta extinción (fanâ el-fanâ'i). Pero esta opinión es falsa, pues parte de un error manifiesto. La Gnosis no exige la extinción de la existencia y la extinción de esta extinción, sencillamente porque las cosas no tienen ninguna existencia y lo que no existe no puede dejar de existir. Decir que una cosa ha dejado de existir, que no existe ya, equivale a afirmar que ha existido, Pero si conoces el ti-mismo, es decir, si puedes concebir que no existes y que, por tanto, no puedes extinguirte jamás, entonces conoces a Allâh. En otro caso, no.

Atribuir la Gnosis a la extinción (fanâ) y a la extinción de la extinción (fanâ el-fanâ'i) es un credo idólatra. Si atribuyes la Gnosis a fanâ y a fanâ el-fanâ'i, pretendes que algo distinto de Allâh puede gozar de existencia. Esto es negarle y entonces eres formalmente culpable de idolatría. El Profeta ha dicho: "Quien se conoce a sí mismo, conoce a su señor". Si se afirma la existencia de algo distinto no se debe hablar de su extinción, porque no se puede hablar de la extinción de aquello que hay que afirmar.

Tu existencia es nada y

porque entonces te envuelves en tu propia extinción y te conviertes, por así decirlo, en el velo de Allâh. Como este velo es distinto de Allâh, se sigue que algo distinto de Allâh puede vencerle reposando sus miradas en Él, lo que es un error y una grave mentira.

Hemos dicho más arriba que la Unicidad y la Singularidad son los únicos velos de Allâh. Por eso está permitido al "Wâçil", esto es, al que ha alcanzado la Realidad, decir: "Gloria a mi, pues mi excelsitud es grande". Tal "Wâçil" no ha llegado a un grado tan sublime antes de haber visto que sus atributos son los atributos de Allâh, y que su ser íntimo es el ser íntimo de Allâh, sin ninguna transformación de atributos o transustanciación del ser íntimo; sin ninguna entrada en Allâh, o salida de Él. Tal "Wâçil" ve que no se apaga en Allâh, que no persiste con Allâh, que su alma, es decir, su "proprium", no existe del todo, como había existido hasta entonces, pues al apagarse no queda alma, ni existencia salvo la Suya.

El Profeta ha dicho: "No insultéis al Siglo, porque es Allâh". Con estas palabras ha querido decir que la existencia del Siglo es la existencia de Allâh -¡que Él sea glorificado y magnificado!-. Él es demasiado elevado para

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"nada" no es añadido a alguna cosa, temporal o no. El Profeta ha dicho: "Tú no existes ahora y tampoco existías antes de la creación del mundo". La palabra "ahora" significa, como presente absoluto, la eternidad sin comienzo y sin fin, Pero Allâh es la existencia de la eternidad sin comienzo, y de la eternidad sin fin, tanto como de la preexistencia, Estos tres aspectos de la eternidad son Él, Allâh es la existencia de estos tres aspectos de la eternidad sin que Él deje, por eso, de ser absoluto. Si Él no fuera así, su Soledad no existiría. Él no carecería de compañero. Pero es de necesidad racional, dogmática y teológica que Él no tenga pareja posible. Su pareja sería aquel que existiera por sí mismo y no por la existencia de Allâh, y sería, consecuentemente, un segundo Señor Allâh, lo que es imposible. Allâh no tiene pareja, ni en semejanza ni en equivalencia.

Aquel que ve una cosa con Allâh, de Allâh o en Allâh, haciéndola independiente de Allâh, por su propio Señorío, convierte esta cosa en pareja de Allâh, independiente de Él, por el Señorío. Aquel que pretende que una cosa pueda existir con Allâh -poco importa que esta cosa exista por ella misma o por Él- y que ella misma extingue su existencia, o la extinción de su existencia -un hombre tal, digo yo-,

tener un compañero, un semejante o un equivalente cualquiera. El Profeta dijo, según una tradición: "Allâh dice: Servidor mío: He estado enfermo y no me has visitado. He tenido hambre y no me has dado de comer. Te he pedido limosna y me la has negado". Con esto ha querido decir que Él era el enfermo y el mendicante. Y si el enfermo y el mendicante pueden ser Él, también tú y todas las cosas de la creación, accidentales o sustanciales, pueden ser Él. Cuando se descubre el enigma de un sólo átomo, se puede ver el misterio de toda la creación, tanto interior como exterior.

Verás que no es que Allâh haya creado todas las cosas, sino que tanto en el mundo invisible como en el visible no hay más que Él, porque en ninguno de los dos mundos hay un sólo punto de existencia propia. Verás que Él no es solamente Su Nombre, sino que Él es el nombre y lo que se nombra, así como la existencia de ambos. Verás que no es que Él haya creado todas las cosas de una sola vez, sino que "Él es el Creador Sublime y de todos los días", por la expansión y ocultación de Su existencia y de Sus atributos. Más allá de toda condición inteligible.

"Porque Él es el Primero y el Último, lo Exterior y lo Interior.

Entonces Allâh

le permitió ver que todo lo que no

es Él, incluyendo el "sí-

mismo" del

hombre, no tiene ninguna

existencia. Y vio

las cosas tal

como son:

quiero decir

que vio que las

cosas son la

"quididad" de Allâh

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está lejos de tener la menor percepción de conocimiento de sí mismo. Porque aquel que pretende que algo distinto de Él puede existir -poco importa que sea por sí mismo, o por Él o en Él-, que puede desaparecer y extinguirse, que puede extinguirse la extinción también, etc., etc., tal hombre entra en un círculo vicioso. Todo esto es idolatría y nada tiene que ver con la Gnosis. Tal hombre es idólatra y no conoce nada de Allâh, ni de sí mismo.

Él aparece en Su unidad y se esconde en Su singularidad.Él es el Primero por Su "perseidad".Él es el Último por Su eterna permanencia.Él es la existencia de lo Primero y de lo Último,de lo Exterior y lo Interior. Él es Su nombre y lo que es nombrado".

Como su existencia es fatal, lógica y dogmática, igualmente es fatal la no existencia de algo distinto de Él. Lo que imaginamos que es distinto de Él no es en el fondo más que una bi-existencia, pues la existencia de Él significa que no existe una bi-existencia que sería su semejante. No hay nada distinto de Él, porque Él está exento de que lo distinto de Él sea distinto de Él. Aquello que es distinto es también Él, sin ninguna diferencia interior o exterior. Lo que es de este modo posee atributos sin número ni fin.

Lo que es así calificado, posee innumerables atributos. Lo que muere, en el sentido propio de la palabra, se separa de todos los atributos, sean éstos loables o reprensibles. De igual manera, lo que muere, en el sentido figurado, se separa de todos sus atributos, sean éstos loables o reprensibles. Allâh -¡Que Él sea bendito y exaltado!-, está en su lugar en todas las circunstancias. La

fuera del tiempo,

del espacio

y de todo

atributo

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"naturaleza íntima" de Allâh está en la "naturaleza íntima"; los atributos de Allâh están en sus "atributos". Por eso el Profeta -¡Que Allâh le ayude y salve!- ha dicho: "Morid antes de morir", es decir: "Conoceos a vosotros mismos (vuestra alma, vuestro "proprium") antes de morir".

Leer la Biblia como un Koan ZenJoseph Chu-Cong

Es un fragmento presentado por el aadre Rafael de Pascual, de la OCSO, editor de la revista monacal Cistercium. En este caso ofrece una breve semblanza del padre Joseph Chu-Cong, autor del libro, y un comentario del padre Bernardo

Olivera, que hace la introducción. Para abrir boca, en espera de que se traduzca, el padre Rafael trae uno de los capítulos del mismo.

Está muy bien que el autor nos recuerde el desafío hecho por Thomas Merton cuando nos invitaba a articular nuestra propia experiencia contemplativa. Esto es lo que el Pueblo de Dios espera de nosotros. Esto está

Joseph Chu-Cong es un monje cisterciense de la Abadía de Saint Joseph, en Spencer (USA), y en esa misma abadía ha sido muchos años maestro de novicios. Después fue Abad de Nuestra Señora de Filipinas (Filipinas) también durante bastantes años. Nació hace 81 años en Vietnam. Este libro suyo tiene mucho, nos parece, de diario e ideario espiritual propio, pues ofrece breves y deliciosos capítulos que se ve están calcados de sus propias experiencias de lectio divina y oración contemplativa, de sabia e intuitiva enseñanza espiritual y, sobre todo, de sencillez cisterciense.

Dom Bernardo Olivera prologa breve y cariñosamente estas páginas: “El lector podrá encontrar en estas páginas un modo de lectio divina que le llevará al encuentro con Cristo y a la íntima unión con Él”... “Está muy bien que el autor nos recuerde el desafío hecho por Thomas Merton cuando nos invitaba a articular nuestra propia experiencia contemplativa. Esto es lo que el Pueblo de Dios espera de nosotros. Esto está de acuerdo con lo que se lee en las Sagradas Escrituras, cuando dicen: “Si el secreto del rey hay que guardarlo, las obras de Dios hay que publicarlas y proclamarlas como se merecen” (Tob 12, 7).

La Rvda. Cynthia Bourgeault, es una sacerdotisa episcopaliana, que vive como ermitaña en Bristish Columbia. Ella hace la Introducción al libro, puntualizando con fina sensibilidad lo que para algunos pudiera haber de chocante en el título del libro: “Entre

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de acuerdo con lo que se lee en las Sagradas Escrituras, cuando dicen: “Si el secreto del rey hay que guardarlo, las obras de Dios hay que publicarlas y proclamarlas como se merecen”

las más profundas y nobles expresiones de la espiritualidad cristiana está la gran tradición del amor y misticismo monástico... aunque es normal que surjan algunas cuestiones o preguntas: ¿Cómo puede algo tan crudamente sensual como las imágenes del Cantar de los Cantares ha llegado a ser considerado por los místicos medievales como la quintaesencia de la expresión del amor en el celibato monástico? ¿Debe ser sublimada y alegorizada la experiencia de la carne y de la sangre antes de que el “santo deseo” pueda ser un auténtico camino espiritual?”

En este pequeño libro del P. Joseph se encontrarán las soluciones a esas cuestiones y otras concomitantes que pudieran turbarnos... El amor es la piedra de toque en todos los “relatos del autor”, un amor que en los grandes momentos de contemplación, o de experiencia contemplativa, cala hasta los tuétanos... un amor que es capaz de abrir más y más el corazón de quien se entrega a él. Y quien se entrega lo hace y siente desde un corazón humano. Recorriendo las páginas de este libro se observa la sutil sabiduría del P. Joseph, y cuenta las cosas con una sencillez que desarma todas las barreras y mueve a seguir avanzando cada vez más no sólo en la lectura, sino en el camino de contemplación por él trazado.

Las cinco breves partes del libro (I. La experiencia contemplativa. II. El santo deseo. III. Pasos que llevan a la experiencia contemplativa. Experiencia contemplativa y más allá. V. Epílogo: Viviendo en compañía de la Santa Trinidad), están divididas en breves capítulos que apoyan su argumentación en experiencias de cada día, las iluminaciones de buenos maestros y el amor a los momentos contemplativos en los que se goza de la intimidad con Cristo y la cercanía de Dios; pero no se encontrarán en las páginas del libro “descripciones” de cómo se podría llegar a esa experiencia, sino que la misma experiencia se comparte y se comunica con claridad.

Como se ha dicho más arriba, este libro, con su gran sencillez y la enorme profundidad contemplativa que encierra, es fruto de una gran atención a las “lecciones santas” (lectiones sanctas libenter audire = escuchar con agrado las lecciones santas, dice san Benito en el capítulo IV de la Regla), a las experiencias descritas por otros maestros, y de la perseverante búsqueda del camino de la contemplación en el vivir de cada día; pero, ¡atención!, el vivir de cada día en el caso del P. Joseph, como debe ser en el de cualquier monje o monja que se precie, no es la suma de actividades, el

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cumplimiento del “horario” monástico, sin más: es, antes que nada, la consciencia de vivir todo eso en la presencia y en unión con Dios, y de modo especial todo lo que es y proyecta nuestro mundo afectivo en relación con los demás y con las cosas, pues toda actividad y toda relación si no demuestran (o comprometen) el área afectiva de la persona (resolviendo en ese terreno todas las connotaciones positivas y negativas del “hacer”) no pasaría de ser la actividad de un “funcionario” que se dedica exclusivamente a tramitar documentación, sin verse nunca involucrado existencialmente en la problemática que esa documentación porta en su interior.

Se puede hacer cien veces al día la señal de la cruz... u otras obras prescritas por el ritual, la Regla o las observancias monásticas, pero, ¡atención al consejo!: “Any activity can deepen our contemplative experience as long as it is done with a contemplative attitude ( = cualquier actividad puede acrecentar nuestra profundidad contemplativa si la hacemos con actitud contemplativa)... Hace algunos años recibimos a M. Teresa de Calcuta en nuestro monasterio de Spencer... Durante mi entrañable encuentro con ella le pregunté algo muy ingenuo: -‘Madre Teresa, ¿de dónde saca Vd. tiempo para orar y contemplar estando tan ocupada todo el día y viajando sin parar por todo el mundo?’ Con sus encantadores ojos, me miró sonriente y dijo: -‘Padre, mi contemplación es tocar a los enfermos, abrazar a los niños agonizantes, curar las heridas de los leprosos... pues Jesús dijo que cuando se lo hacéis a esos pequeñuelos me lo hacéis a mí’ “ (pág. 103).

Como muestra hemos elegido uno de los capítulos del libro para ofrecerlo a los lectores de Cistercium, pues el libro aún no ha sido publicado en español (aunque esperamos que lo sea brevemente, pues ya contamos con la traducción).

Leer la Escritura como se lee un koan Zen (págs. 46-50):

Una de las influencias que me llevó a mi crisis contemplativa fue un período de reflexión intensa sobre el koan Zen “Manos vacías”:

Mano vacía, blandiendo todavía una azada,

Caminando, y todavía a lomos de un búfalo salvaje.

Podría resultarte de algún interés si te explico por qué un monje cristiano se vio comprometido en la

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meditación Zen.

La palabra koan (en chino “kung-en”) originalmente se refería los documentos de transaciones oficiales. El termino fue adoptado por el Zen para significar algo concreto que requería atención. El koan es una propuesta que se hace a la mente más allá de cualquier significado. Normalmente es propuesto por un maestro Zen y suele ser de tal naturaleza que viola los postulados de la lógica:

Tú sabes cómo es el sonido de dos manos aplaudiendo,

¿pero cómo suena una mano aplaudiendo?

Cuando el discípulo se enfrenta a un koan para reflexionar sobre él, es como si estuviera ante un lienzo manchado completamente de fuertes brochazos, y él o ella se devana los sesos: ¿Cuál es el significado de esto? Al principio está uno un poco perdido porque la respuesta no está ordinariamente dentro del campo de la lógica. La solución de la cuestión debe ganarse por intuición, o por medio de una “facultad mística”. Si uno se enfrenta al koan con verdadera fe, intenta captarlo, y sigue inténtándolo, hasta que de repente ocurre como un chasquido... El discípulo “se hace uno con el koan”, por así decirlo, y “resuelve” el problema.

Esta es mi historia. Durante mis veinte años como maestro de novicios en la Abadía de Saint Joseph, Spencer, en los Estados Unidos, me encontré con cientos de jóvenes americanos que quería entrar en nuestro monasterio y que querían buscar a Dios. Nueve de cada diez jóvenes de estos me preguntaban: -“¿Puede Vd. decirme algo sobre la meditación Zen? Habiendo crecido en Oriente Vd. debe conocer algo sobre el Zen”. El hecho era, sin embargo, que yo provenía de una familia cristiana desde hacía cuatrocientos años, y desde los primeros días de mi infancia yo había recibido sólo formación cristiana, y ni una sola lección de Budismo Zen, y mucho menos de meditación Zen.

Ante su decepción, trataba de decirles sería mejor no involucrarse ellos mismos en una práctica no cristiana, y mejor aún continuar con sus hábitos de oración habituales y con las prácticas que les habían enseñado sus maestros cristianos.

Pero después de un tiempo, me empecé a dar cuenta de que yo había sido muy negativo y, de hecho,

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ignorante, pues la verdad era que yo no conocía nada a propósito de la meditación Zen. Por ese empecé a estudiar y a practicar meditación Zen por mí mismo. Después de uño de intenso estudio y perseverante práctica por mi cuenta, recibí una iluminación sobre el koan de las “manos vacías” que he mencionado más arriba.

Mi percepción interna de la realidad se despejó. Mi consciencia ordinaria se vio alterada. Ví las cosas de diferente modo: fue como un salto a la verdad, al interior d ela verdad. De hecho, estaba contemplando el misterio de la Santísima Trinidad como a través de un espejo; y mediante mi fe y mi amor por Cristo, la presencia de Cristo en la Eucaristía y en lo más íntimo de mi ser se me hizo una realidad.

Después de un suceso tan feliz me uní a un grupo de compañeros monjes que estaban siendo iniciados por el famoso mestro Zen japonés Joshu Sasaki Roshi. Había estado viniendo a la Abadía por invitación del Abad Dom Thomas Keating para enseñar a los monjes una forma cristiana de meditación Zen. Durante un retiro cristiano-Zen de ocho días dirigido por el mismo Roshi Sasaki, éste nos propuso el siguiente koan en la primera sesión de meditación:

¿Cómo percibes a Dioscuando haces el signo de la cruz?

Mientras escuchaba a Roshi proponer el koan, yo pensé: -“¡Es muy fácil! E inmediatamente recordé la fortísima frase de san Pablo: “La cruz es el poder y la sabiduría de Dios para todos aquellos a quienes Dios ha llamado!” (1Cor 1, 24).

Yo esperaba con ilusión mi primer encuentro con Roshi, tratando de explicarle mi comprensión del koan. Comencé a “teologizar” el koan según la enseñanza de san Pablo. Pero tan pronto como abrí mi boca, Roshi hizo sonar su pequeña campana, indicando que yo debía parar –“¡cállese!”- y salir fuera. Puesto que el Zen es vida y no una doctrina, yo debería haber demostrado mi captación del koan mediante el lenguaje corporal-espiritual de mi cuerpo y no con palabras de la teología.

¡Trabajé duramente en ese “koan-cruz” ocho horas al día durante ocho días! Cada vez que me encontraba con Roshi y le contaba mi progreso, tocaba la campanilla y me echaba fuera. Entonces, un día, en vez de hablar, abrí ampliamente mis brazos como Jesús en la cruz y experimenté dentro de mi mismo la dolorosa

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muerte y la resurrección de Jesús. Este fue el mejor modo en que pude demostrarle cómo había captado yo el misterio de la Cruz. Se sintió muy complacido y mostró cierta satisfacción dándome un nuevo koan. Como norma, Roshi no suele darte un nuevo koan hasta que no has “resuelto” el que tienes entre manos.

Durante ese largo retiro semanal Roshi nos repitió una y otra vez: -“Un monje que no experimenta a Dios cuando hace la señal de la cruz no vale un duro; no es un monje, y mucho menos un monje cristiano”. Nos confió su propio percepción de la cruz de Cristo diciendo:

Vds. deben reírse de mi cuando ven como un monje Zen como yo hace la señal de la cruz. Pero cuando yo hago el signo de la cruz, me siento como Jesús extendiendo sus barzos para abrazar al mundo entero, todo el universo, cargando sobre mí mismo todos los sufrimientos y alegrías de todos los seres vivientes.

Esa semana, más tarde, le dimos una Biblia. Al parecer la abrió por el Evangelio de san Juan, al azar, y pasó varias horas leyendo. Cuando se encontró con nosotros al día siguiente, nos dijo que había muchos dichos en el Evangelio que sonaban como koans Zen. Y, como un ejemplo, eligió las palabras de Jesús a Nicodemo:

El viento sopla donde quiere,oyes el ruido,pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.Eso pasa con todo el que ha nacido del Espíritu (Jn 3, 8)

Supe que él había leído ese texto de Juan y que había meditado profundamente su significado, porque cuando me encontré de nuevo con él, me dio un nuevo koan parafraseando precisamente esas palabras de Jesús a Nicodemo. Preguntó:

Jesús dijo, “Oyes el viento,Pero no sabes de dónde viene.Dime, pues, ¿de dónde viene el

Espíritu?”

Yo me sentía terriblemente feliz, porque “resolví” el koan rápidamente. Puesto que mi fe me dice y realmente yo experimento que el Espíritu Santo mora en las profundidades de mi ser, coloqué mism manos sobre mi pecho, demostrando a Roshi que el Espíritu viene de mi interior. ¡Me dedicó una sonrisa feliz!

Vds. deben

reírse de mi

cuando ven

como un monje

Zen como yo hace la

señal de la cruz.

Pero cuando

yo hago el signo

de la cruz, me

siento como Jesús

extendiendo sus barzos

para abrazar

al mundo entero, todo el

universo,

cargando sobre

mí mismo todos

los sufrimie

ntos y alegrías

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Roshi leyó también el relato de la resurrección del Señor en uno de los Evangelios. Nos dijo: -“Me gusta el cristianismo porque es una religión que habla sobre la resurrección”. El término resurrección, para nosotros los cristianos, es equivalente al “despertar religioso” o “iluminación” en las religiones no cristianas. En uno de mis encuentros matutinos, muy de mañana, me probó de la siguiente manera:

Es pronto, por la mañana,¡Jesús ha resucitado de entre los

muestros!Muéstrame tu resurrección.

Resolví este “resurrección koan” sin dificultad, como si tuviera el Espíritu Santo koan”, porque cuando nos damos cuenta de que el cuerpo resucitado de Cristo se ha transformado en “Espíritu que da la vida” (1Cor 15, 45), y de que Jesús está vivo dentro de nosotros, experimentamos la resurrección de Jesús dentro de nosotros. Nosotros resucitamos con Jesús en las profundidades más profundas de nuestro ser, y así toda nuestra vida es en sí misma resurrección.

Hay muchos koans en la Biblia. Por ejemplo, en la última Cena. Cuando Jesús instituyó la Eucaristía, dio el pan a sus discípulos diciendo: -“Este es mi Cuerpo”. Esta frase va mucho más allá ciertamente de toda razón, más allá de toda lógica, y por eso es un koan. En su Christian Zen, William Johnston escribe:

La Biblia es un tremendo koan que anega el cerebro y lo deja aturdido; y la fe es el chispazo producido en la esfera más profunda del espíritu que acepta paradojas y misterios con humildad.1

Si leemos la Sagrada Escritura como la gente acostumbra a leer los koanes Zen, ciertamente descubriremos los misterios –o “el espíritu y vida”- ocultos en las palabras de los textos sagrados.

de todos los seres viviente

s

Rosarium abreviatumAnónimo

Se trata de un manuscrito muy antiguo, de los primeros que se conocen sobre la alquimia, pero del cual, lamentablemente, no se sabe nada sobre su autor o su

fecha de difusión.

…Advierte, estimado Sexto preparado: Se

1

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disolved todo lo que está oculto en el cuerpo de la magnesia a fin de reducirlo a su materia prima, de modo que se convierta en azufre y mercurio

lector, que lo que sigue es algo muy auténtico para toda persona inteligente.

El primer preparado y fundamento del arte consiste en la Disolución, es decir, la reducción del cuerpo a agua, o sea, a mercurio. A esto lo llamaron Disolución diciendo: disolved todo lo que está oculto en el cuerpo de la magnesia a fin de reducirlo a su materia prima, de modo que se convierta en azufre y mercurio, que no sea retornado al agua. Nuestra Disolución no es otra cosa sino que el cuerpo retorne al estado líquido, y que la substancia se disuelva hacia la naturaleza del mercurio, y que la salinidad del azufre sea disminuída por los suyos, a fin de que aparezca el azufre divino, una vez substraído de los dos azufres, cuando el espíritu se antepone al cuerpo.

El segundo preparado tiene lugar cuando el agua se transforma en cuerpo, ya que uno no se disuelve si no se

varía y se cambia de un color a otro hasta que llega al objetivo del blanqueo y del enrojecimiento, sobre lo cual dicen los Filósofos: muchas veces amarillea y muchas veces ennegrace, muchas veces se seca y se licúa. Fijate que la Piedra Filosofal está compuesta de dos naturalezas, una húmeda y la otra seca, y cuando son cocidas se convierten en una sola, ya que ni una ni otra se abandonan mutuamente y se las llama una sola naturaleza; mientras perdure la humedad ennegrece, pues el calor actuando con lo húmedo genera primeramente la negrura, y con lo seco genera la blancura, y en lo blanco genera lo amarillento tal y como aparece en el plomo cuando hacemos minio. Date cuenta de que nuestra piedra es vinagre muy agrio (Acetum Acerrimum) con lo cual debe tomarse la máxima precaución para que no se convierta en humo a causa de un fuego excesivo y destruya la

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coagula el otro, porque el cuerpo, tras absorver el mercurio, lo coagula y es coagulado por éste, convirtiéndose así en tierra. Esta es la máxima del procedimiento, sobre la cual dicen los Filósofos: el agua es engendrada de la tierra, porque el agua se convierte en tierra cuando es vencida por las cualidades de la tierra, y la tierra se convierte en agua cuando es vencida por las cualidades del agua; hágase pues la disolución del cuerpo y la coagulación del espíritu de manera que tengan lugar en una sola operación, y hágase un solo bronce, al que nada más se añada del exterior, excepto lo que en una preparación rebosante se quite con los instrumentos.

Tercer preparado: La tierra se ara y se riega, y la señal de Dios es representada en el fuego y en el agua, y ésta es la tercera máxima de esta obra, tal y como dicen los Filósofos: La tierra se pudre con el agua y es

operación. La negrura se pierde, ya que una vez que la tierra es secada y blanqueada, al sobrevenir la sequedad se lleva consigo su régimen y el humo penetra en su cuerpo y el espíritu es retenido por lo seco; entonces cesará la negrura descubriendo lo deformado, y se hace blanco, brillante, claro; entonces se casa a la mujer blanca con el marido rojo, luego lo recibe a él y lo abraza y entonces el rey coronado con la diadema clama: "Yo soy el hijo blanco, negro y rojo, y soy el hijo de la blancura y el hombre del cambio", y por eso dicen los Filósofos: Cocedlos hasta que se vuelvan negros, luego blancos, después amarillos y luego, tiñéndolos, se vuelvan elixir (Venenum), ya que cuanto más se cuezan más se secarán y más se blanquearán. En tercer lugar, cuanto más sean cocidos más se enrojecerán, hasta que se concluya.

En la Disolución el fuego ha de ser lento, en la Sublimación

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purificada, entonces, con ayuda de Dios y acabado el magisterio, continua limitadamente, ya que la tierra no germina sin riego frecuente ni sin previo desarrollo. Esto lo saben tanto las mujeres como los niños, sus semillas y sus frutos son conducidos hacia la perfección en el huerto. Por eso los Filósofos dijeron: El trabajo de la naturaleza no es sino cosa de mujeres y juego de niños. Por eso el cuerpo es tantas veces embebido como desecado, de forma sucesiva, porque se ha de aplicar un peso a todo peso, una medida a toda medida y una obra a toda obra. Y ahora se sigue la perfecta putrefacción de los Filósofos, y la putrefacción de éstos no es sino la destrucción de lo húmedo con lo seco, dado que la humedad sólo es alejada por la sequedad y aunque el frio húmedo rechace al fuego, sin embargo es retenido por lo seco, pues las cosas pesadas no pueden ascender sin la ayuda de las

medio, en la Coagulación moderado, en el blanqueo contínuo y en el enrojecimiento fuerte. Aquel que se equivoque, a causa de su ignorancia en este tipo de cosas, deplorará este error muy a menudo; por tanto, la substancia cuya cabeza es roja, los pies blancos y los ojos negros es el magisterio. Si el triángulo es completado en el cuadrado, entonces la piedra es dignificada con honor.

Séptimo preparado: La piedra bendita es multiplicada y perfeccionada cuando la totalidad de lo fijo sea fijado con ella hasta que fluya, y por eso los Filósofos dijeron: Después de que, mediante la sublimación, hagas volátil la piedra ya fija, uniendo filosóficamente por las cantidades más pequeñas para que todo lo sutil se eleve en los vasos, luego fíjala, y si esto no sucede añadele cierta cantidad de parte no fija, para que el total

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ligeras, ni las ligeras pueden precipitarse sin la ayuda de las pesadas, de no ser con un escorpión (ariete).

Cuarto preparado: La Naturaleza se complace con la Naturaleza, ya que con ella se regocija; la Naturaleza vence a la Naturaleza porque la persigue y la abarca, y la obra es llevada a cabo por voluntad de Dios. Esta es la cuarta máxima de la obra, de la cual hablan los Filósofos, y que puede ser denominada Sublimación o Adopción. El agua misma se transforma en agua de bronce, tan pronto como es espesada y solidificada con tierra y esto es por la interposición, por supuesto, de su naturaleza cercana; por esta razón, la Naturaleza se complace con la Naturaleza y se regocija, ya que la retención de sí misma es su cercanía. Tan grande es la cercanía entre la Naturaleza y la Naturaleza, como lo es entre el diamante y el hierro, e incluso aún mayor dado que en

de lo volátil revase al total de lo fijo hasta que baste para que ella misma se eleve, puesto que si vence la totalidad de lo fijo, volará y si no lo vence huirá con la substancia. Por consiguiente, que se repita la operación con lo que haya sido elevado una y otra vez en su totalidad, hasta que todo sea fijado a través de esta sublimación y solidificación, pero cuando todo haya sido fijado entonces repite la parte de lo no fijo y embebee antes la máxima cantidad que se pueda, mediante el procedimiento que ya conoces, hasta que sea todo elevado. Por último se vuelve a fijar hasta que la fusión se presente ligera como la cera y sea alterada por el complemento Solífico y Lunífico. Así, de cuanto hayas preparado mediante la repetición de él mismo, resultarán por multiplicación, tantos grados de cambio y cualidad, de modo que cada uno de los cuerpos imperfectos y el propio mercurio, se transforme

La negrura

se pierde, ya que

una vez que la

tierra es secada y blanque

ada, al sobreve

nir la sequeda

d se

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orígen son una sólo y no diversas, así como por sus cualidades, pues el espíritu es la destrucción del cuerpo de la otra, con una muerte imperceptible, y por eso la Naturaleza vence a la Naturaleza destruyendo y vivificando sin duda a los cuerpos, porque de ello mismo fue en orígen y hacia esto es convertido, aumentado y multiplicado, y Dios extrae varios a partir de uno solo; por eso, la Naturaleza contiene a la Naturaleza, y persigue a la Naturaleza y es perfeccionada.

Quinto preparado: Nuestro espíritu es delator de las virtudes del alma porque nuestro bronce, como el hombre, tiene espíritu, cuerpo y alma. Esta es la quinta máxima de nuestra obra, sobre la cual dicen los Filósofos: ciertamente, su espíritu es agua, su alma es tintura, su cuerpo es tierra y el espíritu es espíritu, y así como el cuerpo es la atadura del alma misma, también el cuerpo es algo seco y

eternamente en auténtico Lunífico y Solífico. Y por eso, concluyendo, los Filósofos deben aguardar cerca del vaso y observar las maravillas que tienen lugar cuando se transmuta de un color a otro mejor, hasta que llegue al objetivo del blanqueo y del enrojecimiento. Así pues, toda la dirección en el régimen de esta obra está en la moderación del fuego. A partir de aquí, apaga el fuego y deja que se enfríe, y encontrarás la piedra, un cuerpo semejante a una perla (margalitale) del color de la amapola silvestre, y esta substancia es enceradora, licuante y penetrante, y una libra se corresponde con cada mil millares y doscientos mil, conviertiendo contínuamente todo el cuerpo en óptimo oro o plata, según sea la propiedad del elixir. Este específico se licúa muy rapidamente con el fuego y se solidifica con el aire, ya que el humo, al percibir el aire, penetrará en el cuerpo y el espíritu

lleva consigo

su régimen

y el humo

penetra en su

cuerpo y el

espíritu es

retenido por lo seco;

entonces cesará

la negrura

descubriendo lo

deformado, y se

hace blanco

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fijo, reteniendo al espíritu y al alma. El espíritu, por consiguiente, penetra al cuerpo y el cuerpo fija al espíritu, el alma une, purifica, blanquea y tiñe.

será retenido por lo seco, y se forma un solo cuerpo fijo como si fuera elixir y fermento, incorruptible mientras el mundo se mantenga en pie. En conclusión, date cuenta de que el mercurio, el plomo, el bronce, el minio, el azufre, no son los vulgares, sino que nuestro azufre es azufre divino, extraído de los dos azufres, lo cual se denomina, azufre de azufre y mercurio de mercurio, llamado por los Filósofos vinagre muy agrio, y estos dos, a saber, azufre y mercurio real y esencialmente en dicho vinagre, y esto es, en la anteriormente citada humedad de nuestra piedra hay una única naturaleza de la piedra misma. Conteniendo, de esta forma, al auténtico oro, plata, plomo, minio y bronce, y están en el cuerpo físico vulgar, cuyo nombre propio encontrarás en las siete proposiciones, y que alabe a Dios.

Explicit Rosarium abbreviatum ignoti