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Tradición Perenne 27 Editorial El Sermón de la Contemplación (II) El Sermón del Monte según la Vedanta (IV) Tratado de las Luces (II) Sophia o la Sabiduría La Tradición hermética Redacción Bodhidharma (Ta-Mo) Swami Prabhavananda Ibn Arabi Abbé Henri Stephane René Guénon Editorial Acabando las vacaciones, algunas acabadas ya, tenemos ocasión de entrar en contacto con personas de toda condición y forma de pensamiento –aspectos que siempre surgen cuando se discute por un trozo de playa- y eso nos da la posibilidad de aprender. Para eso el único requisito es la apertura de pensamiento y, sobre todo, de corazón. Tolerancia. Hace pocas fechas tuvimos ocasión de escuchar en una emisora católica –tranquis, no era la COPE, por si alguien se muestra susceptible- el concepto que de la palabra Tolerancia tiene la Iglesia Católica. Sorprende escuchar palabras como estas cuando estamos acostumbradas a todo lo contrario en los medios de comunicación. Tolerancia es saber aceptar las ideas y argumentos de otra/s persona/s aunque al final no nos sintamos convencidos por ello. Sencillo. Personas a lo largo de la historia, desde nuestra vertiente cristiana, o desde la vertiente de otras tradiciones de Oriente Medio y de Extremo Oriente, se han inmiscuido en otras tradiciones y han aprendido de ellas. Incluso han encontrado otras formas de mirar o de entender la propia. Fantástico. Esperamos que el intercambio de ideas y de argumentos que haya tenido lugar este verano haya sido rico y provechoso. Despertar es saber que yo no soy ellos...˜ Por admirable que transcurra el acontecer de este sueño...˜ yo me pregunto...˜ mi intervención en él desde el despertar...˜ ¿en qué puede ella consistir...?˜ Muchas veces me ha ocurrido despertar de un sueño agradable...˜ en un momento de su acontecer en que yo no hubiera querido despertar tan pronto...˜ La intervención del despertar en mi sueño...˜ ¿en qué ha consistido entonces...?˜ ¿Ha modificado ella para mejor el curso del acontecer del sueño...?˜ ¿Ha podido ella cambiar algún elemento del discurrir del sueño...?˜ No...˜ la intervención del despertar en mi sueño supone la instantánea desaparición del acontecer presenciado y de su presenciador...˜ ellos desaparecen integralmente...˜ Yo me encuentro a mí

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Tradición Perenne27

EditorialEl Sermón de la Contemplación (II)

El Sermón del Monte según la Vedanta (IV)Tratado de las Luces (II)

Sophia o la SabiduríaLa Tradición hermética

RedacciónBodhidharma (Ta-Mo)Swami PrabhavanandaIbn ArabiAbbé Henri StephaneRené Guénon

EditorialAcabando las vacaciones, algunas acabadas ya, tenemos ocasión de entrar en contacto con personas de toda condición y forma de pensamiento –aspectos que siempre surgen cuando se discute por un trozo de playa- y eso nos da la posibilidad de aprender. Para eso el único requisito es la apertura de pensamiento y, sobre todo, de corazón. Tolerancia. Hace pocas fechas tuvimos ocasión de escuchar en una emisora católica –tranquis, no era la COPE, por si alguien se muestra susceptible- el concepto que de la palabra Tolerancia tiene la Iglesia Católica. Sorprende escuchar palabras como estas cuando estamos acostumbradas a todo lo contrario en los

medios de comunicación. Tolerancia es saber aceptar las ideas y argumentos de otra/s persona/s aunque al final no nos sintamos convencidos por ello. Sencillo.

Personas a lo largo de la historia, desde nuestra vertiente cristiana, o desde la vertiente de otras tradiciones de Oriente Medio y de Extremo Oriente, se han inmiscuido en otras tradiciones y han aprendido de ellas. Incluso

han encontrado otras formas de mirar o de entender la propia. Fantástico.Esperamos que el intercambio de ideas y de argumentos que haya tenido lugar este verano haya sido rico y

provechoso.

Despertar es saber que yo no soy ellos...˜ Por admirable que transcurra el acontecer de este sueño...˜ yo me pregunto...˜ mi intervención en él desde el despertar...˜ ¿en qué

puede ella consistir...?˜ Muchas veces me ha ocurrido despertar de un sueño agradable...˜ en un momento de su acontecer en que yo no hubiera querido despertar

tan pronto...˜ La intervención del despertar en mi sueño...˜ ¿en qué ha consistido entonces...?˜ ¿Ha modificado ella para mejor el curso del acontecer del sueño...?˜ ¿Ha

podido ella cambiar algún elemento del discurrir del sueño...?˜ No...˜ la intervención del despertar en mi sueño supone la instantánea desaparición del acontecer presenciado y

de su presenciador...˜ ellos desaparecen integralmente...˜ Yo me encuentro a mí mismo absolutamente diferente del que yo parecía estar siendo mientras soñaba...˜Ativarnashrami, El Libro del Despertar o Si tenéis que llamarme llamadme Nadie, apartado 5.

La esencia de la suprema sabiduría está compuesta de tierra y de cielo, de lo divino y de lo humano, de lo material y de lo inmaterial, lo mismo que el hombre está

compuesto de cuerpo y alma. El hombre es la síntesis de todos los santos nombres. En el hombre están encerrados todos los mundos, así el superior como el inferior. El

hombre incluye todos los misterios, aun aquellos que existieron antes de la creación del mundo

Moisés de León, Zohar o Libro del Esplendor, Cap. Las revelaciones concernientes al Hombre

El Sermón de la Contemplación (II)Bodhidharma (Ta-Mo)

Texto planteado como una enseñanza directa de Bodhidharma a uno de sus discípulos, que le pregunta acerca de cuestiones fundamentales sobre la

iniciación y de la Iluminación. Parte segunda y final.

Aquellos que buscan la iluminación ven su cuerpo como el horno, el Dharma como el fuego, la sabiduría como la artesanía y los tres grupos de preceptos y las seis paramitas como el molde

En los sutras el Buda dice a los mortales que pueden al-canzar la iluminación llevando a cabo actos tan meritorios como construir monasterios. Forjar imágenes, quemar incienso, esparcir flores, encender lámparas eternas, practicar los seis períodos del día y de la noche, caminar alrededor de estupas, observando ayunos y venerando. Pero si contemplar la mente incluye todas las demás prácticas, entonces llevar a cabo obras de este tipo resulta redundante.

Los sutras del Buda contienen numerosas metáforas. Como los mortales poseen mentes superficiales y no comprenden nada profundo, el Buda utilizó lo tangible para representar lo sublime. Quienes buscan bendiciones concentrándose en obras externas en lugar de cultivar lo interno tratan de conseguir lo imposible.

Lo que llamas un monasterio nosotros lo llamamos un sangharama, un lugar de pureza. Pero cualquiera que niegue la entrada a los tres venenos y mantenga puras las puertas de sus sentidos, su cuerpo y mente inmóvil, limpio por fuera y por dentro, construye un monasterio. Forjar imágenes se refiere a todas las prácticas cultivadas por aquellos que buscan la iluminación. La sublime forma del Tathagata no puede ser representada por el metal. Aquellos que buscan la iluminación ven su cuerpo como el horno, el Dharma como el fuego, la sabiduría como la artesanía y los tres grupos de preceptos y las seis paramitas como el molde. Funden y refinan la verdadera naturaleza búdica en su interior y la vierten en el molde formado por las reglas de disciplina. Actuando de conformidad con la enseñanza del Buda, crean una perfecta semejanza de manera natural. El cuerpo eterno y sublime no está sujeto a las condiciones ni al deterioro. Si buscas la Verdad pero no sabes cómo conseguir una verdadera semejanza, ¿qué utilizarás en su lugar?

Y quemar incienso no significa incienso material ordinario sino el incienso del Dharrna intangible, cuyo perfume aparta la inmundicia, la ignorancia y los actos maliciosos. Existen cinco clases de dicho incienso dhármico.” El primero es el incienso de la moralidad, que quiere decir renunciar al mal y cultivar la virtud. El segundo es el incienso de la meditación, que significa

creer profundamente en el Mahayana con resolución fuera de dudas. El tercero es el incienso de la sabiduría, que es contemplar cuerpo y mente, dentro y fuera. El cuarto es el incienso de la liberación, que significa cortar los lazos de unión con la ignorancia. Y el quinto es el incienso del perfecto conocimiento, que es permanecer siempre consciente y sin obstrucciones. Estos cinco inciensos son de la clase más preciosa y muy superiores a cualquier cosa que pueda ofrecer el mundo.

Cuando el Buda estaba en el mundo, dijo a sus discípulos que encendiesen tan preciados inciensos con el fuego del conocimiento como ofrenda a los budas de las diez direcciones. Pero la gente de hoy en día no comprende el verdadero sentido de las palabras del Tathagata. Sólo utilizan una llama ordinaria para encender incienso material de sándalo o de otros tipos y rezar en busca de bendiciones futuras que nunca llegan.

Lo mismo vale en cuanto a lo de esparcir flores. Se refiere a hablar el Dharma, a esparcir flores de virtud, a fin de beneficiar a los demás y glorificar al yo real. Esas son las flores de virtud alabadas por el Buda, que duran para siempre sin marchitarse. Y cualquiera que esparza flores de ese tipo recibirá infinitas bendiciones. Si piensas que el Tathagata se refería a que la gente dañase las plantas cortando sus flores, estás equi-vocado. Aquellos que observan los preceptos no perjudican ninguna de la miríada de formas de cielos y tierra. Si hieres algo por error sufres por ello. Pero aquellos que rompen los preceptos intencionadamente, hiriendo a lo vivo en pos de futuras bendiciones, todavía sufren más. ¿Cómo pueden dejar que esas posibles bendiciones se conviertan en penas?

La lámpara eterna representa el perfecto conocimiento. Comparando la iluminación de la conciencia con la de la lámpara, aquellos que buscan la liberación ven su cuerno como la lámpara, su mente como la mecha, la disciplina como el aceite y el poder de la sabiduría como la llama. Al alumbrar esta lámpara de perfecta conciencia disipan toda oscuridad e ignorancia. Y al traspasar este Dharma otros son capaces de usar una lámpara para encender otras miles. Y como esas lámparas encienden a su vez un número incontable de ellas, su luz permanece para siempre.

Hace mucho tiempo hubo un buda llamado Dipamkara,” o el que enciende la lámpara. Este era el significado de su nombre. Pero los necios no comprenden las metáforas del Tathagata. Persistiendo en su

pensamiento ilusorio y aferrándose a lo tangible, encienden lámparas de aceite vegetal ordinario y piensan que iluminando los interiores de edificios sigue la enseñanza del Buda. ¡Qué tontería! La luz liberada por el bucle entre las cejas de un buda puede iluminar ilimitados mundos. Una lámpara de aceite no sirve de nada. ¿O es que piensas lo contrario?

Practicar los seis períodos del día y de la noche significa cultivar constantemente la iluminación entre los seis sentidos y perseverar en cada forma de conciencia. Nunca relajar el control sobre los seis sentidos, eso es lo que significan los seis períodos.

Y en cuanto a caminar alrededor de estupas, la estupa es tu cuerpo y mente. Cuando tu conciencia da vueltas alrededor de tu cuerpo y de tu mente sin detenerse, eso es lo que se llama caminar alrededor de una estupa. Los sabios de la antigüedad siguieron ese sendero hacia el nirvana, pero la gente de hoy en día no comprende lo que eso significa. En lugar de mirar hacia el interior insisten en mirar hacia fuera. Utilizan sus cuerpos materiales para caminar alrededor de estupas materiales. Y persisten en ello día y noche, cansándose en vano y no por ello acercándose más a su yo real.Lo mismo reza en cuanto a observar ayunos. No es de ninguna utilidad a menos que se comprenda lo que realmente quiere decir. Ayunar significa regular.

Regular el cuerpo y la mente de manera que no se distraigan ni perturben. Y observar significa sostener las reglas de disciplina según el Dharma. Ayunar significa guarecerse de las seis atracciones del exterior y de los tres venenos interiores y esforzarse mediante la contemplación en purificar el cuerno y la mente.

Ayunar también incluye los cinco tipos de alimento. Primero está el deleite en el Dharma. Este es el deleite que proviene de actuar de acuerdo con el Dharma. El segundo es la armonía en meditación. Es la armonía del cuerno y la mente que provienen de ver a través de sujeto y objeto. El tercero es la invocación, la invocación de los budas tanto con la boca como con la mente. El cuarto es la resolución, resolución para mantenerse en la virtud mientras se camina, se está de pie, sentado o echado. Y el quinto es liberación, la liberación de tu mente de la contaminación mundana. Estos son los cinco tipos de alimentos del ayuno. A menos que una persona coma estos cinco puros alimentos, se equivoca si piensa que ayuna.

También, una vez que se deja de comer el alimento de

la ignorancia, se rompe el ayuno si vuelve a tocarse. Y una vez que se rompe no se consigue ninguna bendición por ello. El mundo está lleno de personas ignorantes que no lo ven así. Abandonan su cuerpo y su mente a toda clase de maldades. Dan rienda suelta a sus pasiones sin ninguna vergüenza y cuando dejan de comer alimentos ordinarios a eso lo llaman ayuno. Qué absurdo!

Lo mismo ocurre con la veneración. Tienes que entender el significado de adaptarse a las condiciones. Los medios incluyen la acción y la no acción. Quien así lo entienda sigue el Dharma.

Veneración significa reverencia y humildad. Quiere decir reverenciar tu verdadero yo y humillar la ignorancia. Si puedes barrer los malos deseos y albergar buenos pensamientos, aunque no sea aparente. es veneración. Esta forma es su forma real.

El Señor quiso que la gente pensase en veneración como en expresar humildad y templar la mente. Así que les dijo que postrasen sus cuerpos para mostrar su reverencia, para dejar que lo externo expresase lo interno, para armonizar esencia y forma. Aquellos que fracasan en cultivar el significado interno y en lugar de ello se concentran en la expresión externa nunca dejan de abocarse a la ignorancia, el odio y el mal mientras se cansan sin beneficio alguno. Pueden engañar a otros con posturas, permanecer aparentemente carentes de vergüenza ante los sabios y presumidos, ante los mortales, pero nunca escaparán a la Rueda, y mucho menos conseguirán ningún mérito.

Pero en el Sutra de la Casa de Baños se dice. «Al contri-buir a que los monjes puedan bañarse, la gente recibe ilimitadas bendiciones». Ello puede aparecer como un ejemplo de práctica externa que alcanza mérito. ¿Cómo puede esto relacionarse con contemplar la mente?

Aquí el baño de los monjes no se refiere al lavado de algo tangible. Cuando el Señor predicó el Sutra de la Casa de Baños, quiso que sus discípulos recordasen el Dharma del lavado. Así que utilizó una preocupación cotidiana para ocultar su verdadero significado, que expresó en su explicación del mérito resultante de las siete ofrendas. De estas siete, la primera es agua clara, la segunda fuego, la tercera jabón, la cuarta amento de sauce, la quinta cenizas puras, la sexta ungüento y la séptima la prenda interior. Utilizó estas siete ofrendas para representar las otras siete cosas que limpian y

realzan a una persona al eliminar el pensamiento ilusorio y la inmundicia de una mente envenenada.

La primera de las siete es moralidad, que limpia los excesos como el agua clara limpia la suciedad. La segunda es sabiduría, que penetra sujeto y objeto, al igual que el fuego calienta el agua. La tercera es discriminación, que se deshace de las malas prácticas, igual que el jabón deshace la mugre. La cuarta es honestidad, que purga los pensamientos ilusorios, al igual que masticar amento de sauce purifica la respiración. La quinta es verdadera fe, que disuelve toda duda, como el frotarse el cuerno con cenizas previene la enfermedad. La sexta es paciencia, que vence la resistencia y desgracia, al igual que el un-güento suaviza la piel. Y la séptima es la vergüenza, que repara los malos actos, al igual que la prenda interior cubre un cuerpo feo. Estas cinco ofrendas representan el significado real del sutra. Cuando pronunció este sutra, el Tathagata hablaba a seguidores clarividentes del Mahayana, no a los estrechos de miras. No resulta sorprendente que la gente de hoy en día no lo comprenda.

La casa de baño es el cuerpo. Cuando enciendes el fuego de la sabiduría, calientas el agua pura de los preceptos y bañas la verdadera naturaleza búdica que hay en ti. Manteniendo estas siete prácticas aumentas tu virtud. Los monjes de aquella época eran perceptivos y comprendieron el significado del Buda. Siguieron su enseñanza, perfeccionaron su virtud y probaron el fruto de la budeidad. Pero la gente de hoy en día no puede ni imaginar esas cosas. Utilizan agua ordinaria para limpiar un cuerpo físico y piensan que siguen el sutra, pero están equivocados.

Nuestra verdadera naturaleza búdica carece de forma. Y el polvo de la aflicción no tiene forma. ¿Cómo puede la gente utilizar agua ordinaria para limpiar un cuerno intangible? No es así. ¿Cuándo despertarán? Para limpiar un cuerpo así tienes que contemplarlo. Cuando las impurezas y la inmundicia aparecen como fruto del deseo, se multiplican hasta que te cubren por dentro y por fuera. Pero si tratas de limpiarte ese cuerpo, deberás frotar hasta que casi desaparezca para que esté limpio. Por ello debes comprender que lavar algo externo no es lo que quería decir el Buda.

En los sutras se dice que quien invoque de todo corazón al Buda tiene asegurado renacer en el Paraíso Occidental. Como esa puerta conduce a la budeidad,

La lámpara

eterna represen

ta el perfecto conocimi

ento. Compara

ndo la

¿por qué buscar la liberación en la contemplación de la mente?

Si vas a invocar al Buda deberás hacerlo bien. A menos que comprendas lo que significa invocar te estarás equivocando. Y si te equivocas nunca irás a ninguna parte.

Buda significa conciencia, conciencia de cuerpo y mente que previene que el mal aparezca en ninguno de ellos. E invocar significa recordar, recordar constantemente las reglas de disciplina y seguirlas con todas tus fuerzas. Esto es lo que significa invocar. Invocar tiene que ver con pensar y no con el lenguaje. Si utilizas una trampa para atrapar un pez, una vez que logras el éxito puedes olvidar la trampa. Si utilizas el lenguaje para encontrar el significado, una vez que lo has hallado puedes olvidarte del lenguaje.

Al invocar el nombre del Buda tienes que entender el Dharma de invocar. Si no está presente en tu mente, tu boca cantará un nombre vacío. Mientras estés afligido por los tres venenos o por pensamientos sobre ti mismo, tu mente ignorante te incapacitará para ver al Buda y sólo malgastarás tu esfuerzo. Cantar e invocar son mundos diferentes. El cantar se hace con la boca; el invocar con la mente. Y como invocar proviene de la mente, se llama la puerta de la conciencia. Cantar está centrado en la boca y aparece como sonido. Si te aferras a las apariencias, mientras buscas el significado no encontrarás nada. Así pues, los sabios del pasado cultivaron la instrospección y no la palabra.

Esta mente es fuente de todas las virtudes. Y esta mente domina todos los poderes. La eterna bienaventuranza del nirvana proviene de la mente tranquila. Renacer en uno de los tres reinos también proviene de la mente. La mente es la puerta de todos los mundos y la mente es el vado hacia la otra orilla. Aquellos que saben dónde está la puerta no se preocupan por alcanzarla. Aquellos que saben dónde está el vado no se preocupan por cruzarlo.

La gente que encuentro en la actualidad es superficial. Piensan en el mérito como en algo que tiene forma. Derrochan su riqueza y matan criaturas del mar y de la tierra. Neciamente se preocupan en erigir imágenes y estupas, haciendo que la gente amontone leña y ladrillos, para pintar este azul o aquel verde. Abusan del cuerno y de la mente, se hieren a sí mismos y encañan a otros. Y no saben lo suficiente como para avergonzarse. ¿Cómo podrán nunca iluminarse? Ven algo tangible e in-

iluminación de la conciencia con la

de la lámpara, aquellos

que buscan

la liberación ven su

cuerno como la

lámpara, su

mente como la mecha,

la disciplina como

el aceite y el

poder de la

sabiduría como

la llama

mediatamente se aferran a ello. Si les hablas acerca de la carencia de forma se sientan, aturdidos y confusos. Ávidos de los pequeños placeres de este mundo, permanecen ciegos a los grandes sufrimientos que están al llegar. Tales discípulos se consumen en vano. Desviándose de la verdad y abocándose a lo falso, no hablan sino de futuras bendiciones.

Si puedes simplemente concentrar la luz interior de tu mente y contemplar su iluminación exterior, disiparás los tres venenos y ahuyentarás a los seis ladrones de una vez para siempre. Y sin esfuerzo tomarás posesión de un infinito número de virtudes, perfecciones y puertas hacia la verdad. Ver a través de lo mundano y contemplar lo sublime cuesta menos que un parpadeo. La realización es ahora. ¿Para qué preocuparse del cabello gris? Pero la verdadera puerta está escondida y no puede ser revelada. Sólo la he rozado contemplando la mente.

El Sermón del Monte según la Vedanta (IV)Swami Prabhavananda

Este discípulo de Sri Ramakrishna, siguiendo las enseñanzas de su maestro, explica a Jesucristo tomando como base uno de sus más conocidos sermones. El libro, breve pero intenso, es más que recomendable para el buscador. Esta es la

referencia: El Sermón del Monte según la Vedanta,Swami Prabhavananda, edt. Kier, Buenos Aires, 2003. Este es el cuarto

fragmento.

No podremos traer paz hasta que hayamos realizado nuestra unidad con Dios y con todos los seres. En el estado de consciencia trascendental (esa perfecta unión divina

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios

Sólo cuando hemos sido iluminados por el conocimiento unitivo de Dios nos convertimos realmente en sus hijos y pacificadores. Por supuesto, es cierto que somos siempre sus hijos, aún en la ignorancia. Pero en la ignorancia, nuestro ego está “inmaduro”; es autoafirmativo y se olvida de Dios. No podremos traer paz hasta que hayamos realizado nuestra unidad con Dios y con todos los seres. En el estado de consciencia trascendental

Hay un relato sobre un joven monje que viajaba. Cuando se cansó, se echó bajo un árbol. Como no tenía almohada, tomó unos pocos ladrillos y apoyó en ellos su cabeza. Algunas mujeres iban por el camino para obtener agua del río. Cuando vieron al monje allí echado, se dijeron entre ellas:—Mirad. Ese joven se hizo monje y todavía no puede estar sin la idea de una almohada. En lugar de ésta tiene que tener ladrillos.Siguieron su camino y el monje dijo para sí: —Tienen mucha razón de criticarme-, por lo que tiró los ladrillos y se echó de nuevo, con la cabeza sobre la tierra. Al poco rato,

que los hindúes llaman samadhi) el alma iluminada no tiene ego; su ego está fundido en la Deidad

(esa perfecta unión divina que los hindúes llaman samadhi) el alma iluminada no tiene ego; su ego está fundido en la Deidad. Cuando él retorna a un plano inferior de consciencia, es nuevamente consciente de su individualidad; pero ahora tiene un sentido “maduro” del ego que no crea para él ni para los demás esclavitud alguna. Ilustrado este ego maduro, las escrituras hindúes hablan de una soga quemada; tiene la apariencia de una soga, pero no puede atar nada. Sin tal ego, al hombre-Dios no le sería posible vivir en forma humana y enseñar. Cuando ya era un joven monje, un discípulo de Sri Ramakrishna me dijo una vez:

“Hay veces en que enseñar me resulta imposible. No importa donde mire, sólo veo a Dios, usando tantas máscaras, jugando en tantas formas. ¿Quién es entonces el maestro? ¿A quién hay que enseñar? Pero cuando mi mente desciende de ese plano, entonces veo tus faltas y debilidades y procuro eliminarlas.”

En el Bhagavata, una popular escritura devocional de los hindúes, hay un pasaje que dice: “Aquel en cuyo corazón Dios se ha manifestado, trae paz, alegría y deleite dondequiera va”. Es el pacificador del que Cristo habla en las

volvieron las mujeres y vieron que los ladrillos habían desaparecido; y exclamaron desdeñosamente:—¡Bonita clase de monje! Se siente insultado porque dijimos que tenía una almohada. Mirad, ahora... ¡ha tirado su almohada!Entonces el monje pensó: —Si tengo una almohada, la gente me critica; y si no tengo una almohada, eso tampoco le agrada. No se la puede complacer; permítaseme procurar complacer a Dios sólo.

Ningún hombre realmente espiritual cumplirá acción alguna por el hecho de causar una buena impresión a los demás, o a fin de crear prestigio para si. A veces siente precisamente lo contrario: que si tiene que ir en contra de todo el mundo por causa de Dios, lo hará, y hará eso solo, no le preocupa lo que los demás piensen de el.

Normalmente, cuando alguien habla mal de nosotros o trata de perjudicarnos, queremos instintivamente apaciguar a nuestro ego antes que complacer a Dios; y por ende sentimos el impulso de tomar represalias. Pero si cedemos a este impulso, no sólo herimos a otro sino también a nosotros mismos; pues cuando estamos encolerizados o resentidos nos separamos del pensamiento de Dios. Por ello, todos los grandes maestros espirituales han

Bienaventuranzas. Me acuerdo de una vida que he visto: la vida de mi maestro, el Swami Brahmananda. Quienquiera llegaba a su presencia sentía una alegría espiritual. Y dondequiera fuese, llevaba consigo una atmósfera de fiesta.

En uno de nuestros monasterios había una cantidad de jóvenes postulantes, no instruidos aún, recién salidos de la escuela. Una vez que estaban juntos un corto tiempo, sus viejas tendencias empezaban a afirmarse, y los chicos formaban camarillas y reñían. Un swami mayor de nuestra orden fue a investigar. Los interrogó a todos y pronto descubrió a los cabecillas. Entonces escribió al Swami Brahmananda, que era el jefe de nuestra orden, que estos niños eran inadecuados para la vida monástica y debían ser expulsados. Mi maestro contestó: “No haga nada al respecto. Yo mismo voy para allá”. Al llegar al monasterio no interrogó a nadie. Tan sólo empezó a vivir allí. Sólo insistió en una cosa: que todos los niños debían meditar en su presencia regularmente todos los días. Los niños pronto olvidaron sus pendencias. Toda la atmósfera del lugar se elevó. Para cuando el Swami Brahmananda se marchó, dos o tres meses después, se había establecido una armonía

enseñado, como lo hiciera Cristo, a no tomar represalias, a no resistir al mal, sino a rezar por quienes nos vituperan y persiguen.

Por supuesto, la no-resistencia perfecta no pueden seguirla todos. Para un hombre que no vive en un estado de consciencia de Dios, que ve el mal, es un deber resistir al mal. Para él la no-resistencia no sería una virtud sino una excusa para la hipocresía o la cobardía. Antes que un individuo esté dispuesto a volver la otra mejilla, deberá estar espiritualmente evolucionado; deberá haber alcanzado la pureza del corazón (esto se discute más pormenorizadamente en el capítulo nº 3). Sólo un alma iluminada, quien ve a Dios en todos los seres, puede mantener paciencia, indulgencia y tranquilidad perfectas en medio de los conflictos y contradicciones de la vida.

A lo largo de toda la historia de la religión hallamos tales almas iluminadas: santos y encarnaciones divinas que vivieron el ideal de la no-resistencia y del perdón. Cristo orando en la Cruz, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, es uno de los más grandes y más famosos ejemplos. En nuestra era, Sri Ramakrishna ejemplificó el mismo ideal,

perfecta en el monasterio. No hubo que expulsar a nadie. Fueron transformados las mentes y los corazones de los postulantes.

Cuando llegué por primera vez a nuestro monasterio de Belur, dos jovencitos disputaron y empezaron a golpearse. El Swami Premananda. el abad, vio esto y le pidió a Brahmananda, su hermano discípulo, que expulsase a los niños. Mi maestro le dijo: “Hermano, ellos no han venido aquí como almas perfectas. Han venido a ti para alcanzar la salvación. ¡Haz algo por ellos!” El Swami Premananda le dijo: “¡Tienes razón!” Nos convocó a todos los monásticos y nos llevó ante el Swami Brahmananda. Con las manos juntas pidió a mi maestro que nos bendijera. El Swami Brahmananda alzó su mano sobre nuestras cabezas, y uno por uno nos postramos ante él. Hablando por mi propia experiencia, sólo puedo decir que esa bendición fue como una fuente refrescante para un niño febril. Le daba a uno una exaltación interior que podía sentirse pero no describirse. Se olvidaron todas nuestras agitaciones, y nuestros corazones estuvieron llenos de amor. He aquí cómo nos afecta un pacificador real. Cuando nuestros corazones se elevan por su presencia, no

como lo ilustra el siguiente incidente.

Un sacerdote del jardín del templo de Dakshineswar, donde vivía Sri Ramakrishna, se puso celoso porque Mathur Babu, el administrador de los bienes del templo, era afecto a Sri Ramakrishna y hacía lo indecible para procurarle comodidad. Este sacerdote pensaba que Sri Ramakrishna había echado a Mathur un hechizo mágico para ponerle bajo su control. Una y otra vez suplicó a Sri Ramakrishna que le revelase la fórmula secreta de su éxito. El Maestro le dijo repetidamente que no había usado poderes secretos, pero el sacerdote no le creyó. Un día, cuando Sri Ramakrishna estaba solo en su cuarto, absorto en la consciencia de Dios, el sacerdote entró sin que lo observaran y lo pateó y golpeó hasta hacerlo sangrar. Sri Ramakrishna no mencionó el incidente a nadie hasta mucho después, luego que se le pidiera al sacerdote que abandonase el templo por otra razón. Cuando le contó esto a Mathur, éste exclamó:—¡Padre, por qué no me lo hiciste saber antes! ¡Le hubiera rebanado la cabeza!Sri Ramakrishna replicó: —he ahí por qué no te lo dije... No era culpa suya. Él creía sinceramente que yo te controlaba mediante un hechizo mágico. Yo tengo que culparme, porque no

A lo largo de

toda la historia

de la religión

hallamos tales

almas iluminad

as: santos y encarna

ciones divinas

que vivieron el ideal

de la no-resistencia y del perdón.

Cristo orando

en la Cruz,

“Padre, perdónal

os, porque

no saben lo

que hacen”, es uno

tenemos más deseo alguno de pendencia, porque estamos absorbidos en el amor de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos

Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo

Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros

Las personas mundanas no entienden el valor de la vida espiritual. Se burlan a menudo del aspirante espiritual, y a veces le vituperan y tratan de injuriarle. Pero el hombre religioso no reacciona ante esto. Su mente está fija en Dios; por tanto, siente la unidad, ve la ignorancia, y es misericordioso. Pero si es criticado o perjudicado, no se compromete; no escoge complacer a las personas mundanas.

pude convencerle de que le estaba diciendo la verdad.

Cristo nos dice que la recompensa para quienes son perseguidos por causa de Dios es el cielo. Y así, la recompensa del alma iluminada, que no reacciona ante injuria alguna que le hagan, es inmediata, porque sabe que el cielo está siempre presente dentro de ella igual que fuera, incluso en esta vida. Ve a Dios, como Atman, que mora dentro de su propio corazón. Ve a Dios, como Brahmán, que penetra todo el universo. Adora a Dios en todas las criaturas. La gente puede pensar que el santo perseguido está sufriendo. No comprende que la mente de éste, absorta en Dios, ha trascendido la consciencia física, y que por tanto el santo ha vencido las tribulaciones de este mundo, incluso mientras vive en la tierra. En las palabras del Bhagavad-Gita:

Su mente está muertaPara el contacto de lo externo:Está vivaPara la bienaventuranza del Atman.Porque su corazón conoce a BrahmánSu felicidad es eterna.

de los más

grandes y más

famosos ejemplos

Tratado de las Luces (II)Ibn Arabi

Traducción de Roberto Pla según la edición francesa aparecida en la revista "Être", primer trimestre de 1977, traducida del árabe por Abdul-Hadi. Málaga,

Ed. Sirio, 1987. Los comentarios que aparecen en el libro se han eliminado dejando sólo la obra de Ibn Arabi. Esta es la segunda parte de este fragmento, y

última.

Comprenderás claramente el sentido de la fórmula: "No hay Dios si éste no es el Dios" ("Lâ ilaha ill'Allah"), es decir, no hay un Dios distinto de Él, no hay existencia distinta de Él, no hay un "distinto" distinto de Él y no hay Dios si éste no es Él.

También ha dicho el Profeta: "Allâh dice: mi adorador no cesa de aproximarse a mí por sus obras abundantes hasta que Yo le amo. Y cuando Yo le amo, soy Su oído, Su vista, Su lengua, Su mano, etc...". El Profeta quiere decir: el que aniquila su alma --su "proprium"--, es decir, el que se conoce, ve que toda su existencia es Su existencia. No ve ningún cambio en su "naturaleza íntima" o en sus atributos. No ve ninguna necesidad de que sus atributos se conviertan en los Suyos, porque ha comprendido que su propia "naturaleza íntima" no es él mismo y que hasta entonces había ignorado su "proprium", o sea, lo que Él es verdaderamente, en lo profundo.

Cuando hayas conocido lo que es verdaderamente tu "proprium", te habrás desembarazado de tu dualismo y sabrás que no eres distinto de Allâh. Mientras tengas una existencia independiente, una existencia "distinta de Allâh", no conseguirás apagar, esto es, conocer tu "proprium". Serás un Señor Dios distinto de Él. ¡Que Allâh sea bendito de manera que no haya un Señor Dios distinto de Él!

El interés del conocimiento del "proprium" consiste en que obtienes la certidumbre absoluta de que tu existencia no es ni una realidad ni una

Tu piensas que eres, mas no eres y jamás has existido.Si fueras, serías el Señor,el segundo entre dos.Abandona tal idea, porque en nada diferís vosotros dosen cuanto a la existencia.Él no difiere de ti y tú no difieres de Él;si por ignorancia piensas que eresdistinto de Él,quiere decir que tienes una menteno educada.Cuando tu ignorancia cesa alcanzas la paz,porque tu unión es tu separacióny tu separación es tu unión;tu alejamiento, una aproximación,y tu aproximación una partida.Siendo así que te vuelves mejor,cesa de razonar y comprende por la Luz de la intuición, sin la cual te olvidas de Sus rayos.Guárdate de dar un compañero a Allâh,porque en tal caso te envilecescon el oprobio de los idólatras.

Si alguno dice: "Pretendes que el conocimiento de tu "proprium" es la Gnosis, es decir, el Conocimiento de Allâh -¡que Su Nombre sea exaltado!-, que el hombre es distinto de Allâh puesto que debe conocer su "proprium". Pero lo que es distinto de Allâh ¿cómo

"nadidad", sino que tú no eres, no has sido y no serás jamás. Comprenderás claramente el sentido de la fórmula: "No hay Dios si éste no es el Dios" ("Lâ ilaha ill'Allah"), es decir, no hay un Dios distinto de Él, no hay existencia distinta de Él, no hay un "distinto" distinto de Él y no hay Dios si éste no es Él.

Si alguien objeta: "Tú has abolido su Señorío", yo respondo: No he abolido su Señorío, porque Él no cesa de ser un Señor magnificiente, ni cesa de ser adorador magnificado. Él no cesa de ser Creador, ni cesa de ser creado. Él es ahora tal como era. Sus títulos de Creador, o de Señor magnificante, no están condicionados por la existencia de una cosa creada, o de un adorador magnificado. Antes de la creación de las cosas creadas, Él poseía todos sus atributos. Él es ahora tal como era.

No hay ninguna diferencia, en su Unidad, entre la creación y la preexistencia. Su título del Exterior implica la creación de las cosas y su título de lo Oculto o Interior implica la preexistencia. Su interior y Su exterior (Su expansión, Su evidencia) son como Su exterior y Su interior; Su primero y Su último son como Su último y Su primero. El todo es único y lo único es todo. Él es cualificado: "Todos los días está Él en el estado de

puede conocerle?". La respuesta es: "Quien se conoce a sí mismo, conoce a Su Señor". La existencia de tal hombre no es la suya, ni la de otro, sino la de Allâh, sin la fusión de dos existencias en una, sin que su existencia entre en Allâh, salga de Él, conviva con Él o resida en Él. Pero Él ve su existencia tal como es.

Nada llega a ser que no haya existido antes y nada deja de existir por destrucción o extinción, o extinción de la extinción. La aniquilación de una cosa implica su existencia anterior. Pretender que una cosa existe por sí misma equivale a creer que esta cosa se ha creado a sí misma, que no debe su existencia al poder de Allâh, lo que es absurdo a los ojos y a los oídos de todos.

Debes observar que el conocimiento que posee el que conoce su "proprium", es el conocimiento que Allâh posee de Su "proprium", de sí-mismo, porque Su "proprium" no es distinto de Él. El Profeta -¡que Allâh esté sobre Él y le salve!- ha querido designar por "proprium" la existencia misma. Cualquiera que llegue a ese estado de alma, en su exterior y en su interior, no es distinto de la existencia de Allâh, de la palabra de Allâh; su acción es la de Allâh y su propósito de conocer su "proprium" es el propósito de la Gnosis,

Creador Sublime; nadie distinto de Él está con Él. Él es ahora tal como era".

En realidad, lo distinto de Él no existe. "Tal como era", eternamente, "todos los días en el estado de Creador Sublime". No hay ninguna cosa con Él y ningún día de creación, como no hay en la preexistencia ninguna cosa, ni ningún día, porque la existencia de las cosas, o su nada, es todo uno. Si no fuera así, Él habría necesitado la creación de alguna cosa nueva que no estuviera comprendida en su Unicidad, lo cual sería absurdo. Su título de Único le hace demasiado glorioso para que una suposición semejante fuera verdadera.

Cuando puedes ver tu "proprium", así cualificado, sin combinar la Existencia Suprema con un Adversario, compañero, equivalente o asociado cualquiera, entonces le conoces tal como es, es decir, le conoces realmente. Por eso el Profeta ha dicho: "Quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor". No ha dicho: "Quien extingue su sí-mismo, su "proprium", conoce a su Señor", porque Él "sabe" y "vive" que ninguna cosa es distinta de Él y por eso dice a continuación que el conocimiento de sí-mismo es la Gnosis, o sea, el Conocimiento de Allâh. Has de conocer lo que es tu "proprium", es decir, tu

es decir, el Conocimiento de Allâh.

Tú abrigas ese propósito, ves sus actos y tu mirada busca un hombre distinto de Allâh, puesto que tú te ves a ti mismo distinto de Allâh. Mas eso proviene de que no posees el conocimiento de tu "proprium". Pero si "el creyente es el espejo del creyente", entonces ese hombre es Él mismo por su sustancia, o por su ojo, es decir, por su mirada. Su sustancia, o su ojo, es la sustancia, o el ojo de Allâh; su mirada es la mirada de Allâh sin especificación ninguna. Ese hombre no es Él según tu visión, tu ciencia, tu opinión, tu fantasía o tu sueño, sino según Su visión, Su ciencia y Su sueño. Si dice: "Yo soy Allâh", escúchale con atención porque no es Él, sino Allâh mismo quien por su boca pronuncia esas palabras: "Yo soy Allâh". Es evidente que no has alcanzado el mismo grado de despertar espiritual que Él. De otro modo, comprenderías su palabra, dirías lo que él y verías lo que él ve.

Resumamos: La existencia de las cosas es Su existencia sin que las cosas sean. No te dejes engañar por la sutilidad o la ambigüedad de las palabras, de forma que imagines que Allâh ha sido creado. Cierto iniciado ha dicho: "El sufí es eterno", mas él ha hablado así después de que todos los

existencia; has de conocer que en el fondo tú no eres tú, pero tú no lo sabes.

Has de saber que lo que tú llamas tu existencia, no es en realidad ni tu existencia ni tu no existencia. Has de saber que tú no eres existente, ni eres la nada, que no eres distinto de ser existente, ni distinto de la nada. Tu existencia y tu "nadidad" constituyen Su Existencia absoluta, aquella que no puede ni debe discutirse si Es o no Es.

La sustancia de tu ser o de tu nada es Su Existencia. Cuando veas que las cosas no son distintas de tu existencia y de la Suya y cuando puedas ver que la sustancia de Su Ser es tu ser y tu nada en las cosas, sin ver nada que sea con Él o en Él, entonces significa que conoces tu alma, tu "proprium". Cuando se conoce el sí-mismo de tal manera, allí está la Gnosis, el conocimiento de Allâh, más allá de todo error, duda o combinación de algo temporal con la eternidad, sin ver en la eternidad, por ella o junto a ella, otra cosa que la eternidad.

Si alguno pregunta: "¿Cómo se opera la Unión, puesto que afirmas que sólo Él es? Una cosa que es única no puede unirse más que con ella misma". La respuesta es: En realidad, no hay unión ni separación, como no hay alejamiento ni aproximación. Se puede

Misterios le fueran revelados y todas las dudas o supersticiones dispersadas. Entretanto, este inconmensurable pensamiento sólo puede convenir a aquel cuya alma se ha convertido en más vasta que los dos mundos. En cuanto a aquel cuya alma aún no ha alcanzado tal grandeza, este pensamiento no es adecuado. Porque en verdad, este pensamiento es más grande que el mundo sensible y el suprasensible, tomados los dos conjuntamente.

En fin, sabe que "el que ve" y "el que es visto"; "el que da la existencia" y "el que existe"; "el que conoce" y "el que es conocido"; "el que crea" y "el que es creado"; "el que comprende" y "el que es comprendido", son todos lo mismo. Él ve Su existencia por Su existencia, la conoce por ella misma y la obtiene por ella misma, sin ninguna especificación fuera de las condiciones o normas ordinarias de la comprensión, de la visión o del saber. Como Su existencia está incondicionada, Su visión de Sí-mismo, Su inteligencia de Sí-mismo y su ciencia de Sí-mismo están igualmente no condicionadas.

Si alguno pregunta: "¿Cómo miras lo que es repulsivo o lo que es atrayente? Si ves, por ejemplo, una inmundicia o una carroña, ¿dices que es

hablar de unión entre dos o más y no cuando se trata de una cosa única. La idea de unión o de llegada comporta necesariamente la existencia de dos cosas al menos, análogas o no. Si son análogas, son semejantes. Si no son análogas, forman oposición. Pero Allâh --¡que Él sea exaltado!-- está exento de toda semejanza, así como de todo rival, contraste u oposición. Lo que se llama ordinariamente "unión", proximidad o alejamiento, no son tales cosas en el sentido propio de la palabra. Hay unión sin unificación, aproximación sin proximidad y alejamiento sin idea alguna de distancia.

Si alguno pregunta: "¿Qué es la fusión sin la fusión, la proximidad sin proximidad o el alejamiento sin alejamiento?". La respuesta es: Quiero decir que en el estado que llamas "proximidad" no eres distinto de Él -¡que Él sea exaltado!-. Tú no eres distinto de Él, pero no conoces tu "proprium"; no sabes que eres Él y no tú. Cuando llegues a Allâh, es decir, cuando te conoces a ti mismo, "sin la literatura acerca del conocimiento", conocerás que eres Él y que no sabrás en adelante si eres Él o no. Cuando el conocimiento te haya llegado, sabrás que has conocido a Allâh por Allâh y no por ti mismo.

Tomemos un ejemplo:

Allâh?". La respuesta es: Allâh es sublime y puro y no puede ser esas cosas. Nosotros hablamos con el que no ve una carroña como una carroña o una basura como una basura. Hablamos a los videntes y no a los ciegos. El que no se conoce es un ciego de nacimiento y hasta que no se acabe su ceguera, natural o adquirida, no podrá comprender lo que queremos decir. Nuestra conversación es con Allâh, sólo con Allâh y no con los ciegos de nacimiento. El que ha llegado al grado espiritual que es necesario para comprender, sabe muy bien que nada existe fuera de Allâh. Nuestra conversación es con el que busca con firme intención y perfecta sinceridad obtener el conocimiento de su "proprium", el conocimiento de Allâh -¡que Él sea exaltado!-, y que en su corazón guarda en toda su frescura la "forma" que le mueve a preguntar y desear llegar a Allâh. Nuestro discurso no va dirigido a los que no tienen intención ni finalidad alguna.

Si alguno objeta: "Allâh -¡que Él sea bendito y santo!- ha dicho: las miradas no pueden alcanzarle, pero Él alcanza las miradas. Tú dices lo contrario, ¿dónde está entonces la verdad?". La repuesta es: Todo lo que hemos dicho está conforme con la palabra divina: las palabras no pueden alcanzarle, es decir, nadie,

Cierto iniciado

Supongamos que no sabes que tu nombre es Mahmûd o que debes ser llamado Mahmûd -porque el verdadero nombre y el que lo lleva son, en realidad, idénticos-. Te imaginas que te llamas Muhammad, mas después de algún tiempo de vivir en el error, terminas por saber que eres Mahmûd y que jamás has sido Muhammad. Tu existencia continua igual, sin verse afectada por el hecho de que el nombre Muhammad ha sido sacado de ti. Lo que ocurre es que has sabido que eres Mahmûd y que jamás fuiste Muhammad. Pero tú no has dejado de ser Muhammad por la extinción de ti mismo, ya que dejar de existir (fanâ) supone la afirmación de una existencia anterior. Mas el que afirma una existencia fuera de Él, le otorga un asociado -¡que Él sea bendito y que Su Nombre sea exaltado!-. En este ejemplo, Mahmûd no ha perdido jamás nada. Muhammad jamás ha "respirado" (nafasa) en Mahmûd, jamás ha entrado en él o salido de él. Igual ocurre con Mahmûd, con relación a Muhammad. Tan pronto como Mahmûd ha conocido que él es Mahmûd y no Muhammad, se ha conocido a sí-mismo, es decir, ha conocido su "proprium" y esto por sí mismo y no por Muhammad. Este último no ha existido jamás y ¿cómo podría informar sobre alguna cosa?

ni las palabras de nadie, pueden alcanzarle. Si dices que hay en lo que existe alguien distinto de Él, debes convenir que ese alguien distinto de Él puede alcanzarle. Pero en estas Sus palabras árabes: "las miradas no pueden alcanzarle", advierte Allâh al creyente que no hay nada distinto de Él. Quiero decir que alguien distinto de Él no puede alcanzarle, porque quien le alcanza es Él, Allâh, Él y ningún otro. Sólo Él alcanza y comprende Su verdadera "naturaleza íntima", no otro. Las miradas no le alcanzan porque son estrictamente Su existencia.

A propósito del que dice que las miradas no pueden alcanzarle porque son creadas y lo creado no puede alcanzar lo increado o eterno, nosotros decimos que quien tal dice no conoce aún su "proprium". No hay nada, absolutamente nada; ni miradas ni ninguna otra cosa, que exista fuera de Él, sino que Él comprende Su propia existencia sin que esta comprensión exista en manera alguna.

He conocido a mi Señor por mi Señor, sin confusión, ni duda. Mi "naturaleza íntima" es la Suya,realmente, sin falta ni defecto. Entre nosotros dos no hay tiempoy en mi alma el mundo oculto se manifiesta.

ha dicho:

"El sufí es

eterno", mas él

ha hablado

así después

de que todos

los Misterio

s le fueran

revelados y todas

las dudas o supersti

ciones dispersa

das. Entretanto, este

inconmensurable pensami

ento sólo

puede convenir

a aquel cuya

alma se ha

convertido en

más vasta

que los dos

mundos. En

cuanto a aquel cuya alma

aún no ha

alcanzad

"El que conoce" y "lo que es conocido" son idénticos, e igual ocurre con "el que llega" y "aquel al cual se llega"; "el que ve " y "lo que es visto". Son idénticos, "El que sabe" es Su atributo. "Lo que es sabido" es Su sustancia o "naturaleza íntima". "El que llega" es Su atributo y "aquel que llega" es Su sustancia. Porque la cualidad y el que la posee son idénticos. Tal es la explicación de la fórmula: "Quien se conoce a sí-mismo, conoce a Su Señor". Quien capta los sentidos de esta similitud comprende que no hay unión, fusión o llegada, ni separación; comprende que "el que sabe" es Él y que "el que es sabido" es también Él; que "el que ve" es Él y "lo que es visto" es también Él; que "el que llega" es Él y "aquel al cual se llega" en la unión es también Él. Nadie distinto de Él puede juntarse con Él o llegar a Él. Nadie distinto de Él puede separarse de Él. Aquel que puede comprender esto total y plenamente, está exento de la más grande de las idolatrías.

Muchos de los iniciados que creen conocer su "proprium", así como a Su Señor y que se imaginan escapar así de las ataduras de la existencia, dicen que "la Vía" no es practicable o visible más que por medio de la "extinción de la existencia" y por la "extinción de esta extinción". Dogmatizan así

Después de haber conocido mi almasin mezcla ni desorden, he llegado a la unión con el objeto de mi amor, sin largas ni cortas distancias.He recibido las gracias, sin que nadie a mí descienda, sin reproches ni motivos.No he destruido mi alma por Su causa, ni tengo duración temporal que pueda destruirme.

Si alguno pregunta: "Afirmas la existencia de Allâh y niegas la existencia de cualquier otra cosa además de Él: ¿qué son entonces las cosas que vemos?". La respuesta es: estos discursos se dirigen a los que no ven nada además de Allâh. En cuanto a los que ven cosas fuera de Allâh, no tenemos nada con ellos, ni pregunta, ni respuesta, porque la verdad es que, aunque crean otra cosa, no ven nada más que a Allâh en todo cuanto ven.

El que no conoce a su "proprium" no ve a Allâh, porque no todo recipiente deja filtrar su contenido. Nos hemos extendido ya mucho sobre este tema. Ir más lejos sería inútil, porque el que no ha visto ya no verá, pese a nuestros esfuerzos. No comprenderá y no podrá alcanzar la verdad. El que puede ver, ve, comprende y alcanza la verdad; para el que ha llegado, pero aún no lo sabe, es suficiente une ligera indicación para que a su Luz pueda

o tal grandez

a, este pensamiento no

es adecuad

o. Porque

en verdad,

este pensamiento es

más grande que el

mundo sensible

y el suprase

nsible, tomados

los dos conjunta

mente

porque no han comprendido la palabra del Profeta -¡"Que Allâh esté sobre Él y le salve!-. Como han querido evitar la idolatría que resulta de la contradicción, han hablado de la "extinción" de la existencia y también de la "extinción de esta extinción" y también de la "destrucción" y de la "desaparición". Pero estas explicaciones caen en la idolatría pura y simple, porque cualquiera que piense que existe algo distinto de Él y que aquello puede apagarse a continuación, o cualquiera que hable de la "extinción de la extinción" de aquella cosa, tal hombre, decimos nosotros, es culpable de idolatría por su afirmación de la existencia presente o pasada de algo distinto de Él. Que Allâh -¡que Su Nombre sea enaltecido!-, les conduzca, y también a nosotros, por el verdadero camino.

encontrar el verdadero sendero, caminar por él con toda energía y llegar al fin de su sendero, con la gracia de Allâh.

¡Que Allâh prepare a los que ama y los acoja con palabras, actos, ciencia, inteligencia, luz y verdadera dirección!

¡Él todo lo puede y responde a toda plegaria con la respuesta justa!

¡No hay otro mundo o poder que el de Allâh, el Altísimo, el Inconmensurable!

¡Que Él esté sobre la mejor de sus criaturas, sobre el Profeta y sobre todos los miembros de su familia!

Sophia o la SabiduríaAbbé Henri Stephane

Fragmento de este místico cristiano, bebedor de fuentes de extremo oriente, y con una visión particular sobre diferentes aspectos de la filosofía y de la religión cristianas. Nos hemos apartado un poco aquí de sus escritos más

religiosos para ponderar este que tiene que ver con el título de nuestra revista.

…la Sabiduría está interpretada tradicionalmente como siendo a la vez el prototipo

En la revelación vetero-testamentaria, la Sabiduría está interpretada tradicionalmente como siendo a la vez el prototipo del Logos y el de la Theotokos (Madre de Dios), mostrando de esta manera que los dos son inseparables. Así, cronológicamente, es la Sabiduría indiferenciada la que aparece la primera; a continuación aparecen sucesivamente la Virgen María y el Verbo encarnado por la operación del Espíritu Santo.

Todas estas “epifanías” tienen necesariamente su arquetipo eterno in divinis, pero esta vez el orden de sucesión es puramente “lógico y ontológico”. Si el

del Logos y el de la Theotokos (Madre de Dios), mostrando de esta manera que los dos son inseparables. Así, cronológicamente, es la Sabiduría indiferenciada la que aparece la primera

Padre es el Origen de la generación del Hijo y de la procesión del Espíritu Santo “con el Hijo”, se puede decir igualmente que es el Espíritu Santo -el Amor- el que “revela” al Padre y al Hijo a ellos mismos, es lo que se designa con el nombre de “maternidad hipostática”; es esta perspectiva, la Theotokos aparece, no como una cuarta Hipóstasis, sino como una función del Espíritu Santo. Así, in divinis, lo que es primero en la expansión de la Esencia divina, es la Sabiduría en tanto que Theotokos: es la Receptividad divina que permite al Padre el “concebir y engendrar el Logos”, y esta Concepción es evidentemente inmaculada. Así, la Theotokos es el medium quo por el cual el Padre engendra el Hijo Único; ella es por lo tanto “madre de Dios”.

Pero in divinis no hay distinciones, ya que estas no aparecen más que al nivel de la Creación que preexiste eternamente en el Logos “lugar de los posibles”. La Theotokos es entonces la “Madre Universal”, y el Padre-Origen concibe los posibles en el Logos por el ministerio de la Theotokos, ella misma “función del Espíritu Santo”. En consecuencia las distinciones están ellas mismas en potencia en el Logos, y nosotros estamos destinados a hacerlas (distinciones virtuales).

Todo esto es indiferenciado in divinis; es por eso que la Sabiduría es tanto el prototipo del Logos como de la Theotokos. Los dos son inseparables: la Asunción de la Virgen es una evidencia metafísica.

Se concibe entonces que la “Sabiduría Cristiana” la cual es presidida por la “Trinidad supraesencial y más que divina” para conducirnos “a las más altas cimas de las Escrituras místicas” (San Dionisio), sea una participación ontológica de esta Sabiduría divina de la que hemos hablado. Bajo la moción del Espíritu Santo, ejerciendo su función de “maternidad hipostática”, el alma entra en la Circumincesión (conjunto de las relaciones que unen a las tres personas divinas) de las tres Personas. Identificada a la Theotokos, ella engendra el Logos con el Padre-Origen; ella hace así la “voluntad del Padre” ya que, según Maestro Eckhart, “el Padre no tiene otra voluntad que la de engendrar al hijo único”.

Es en ese contexto “sofiánico” donde se inscribe la Oración. Lejos de ser una simple petición, la Plegaria, “elevación del alma hacia Dios” (según el catecismo más elemental), es participación en la Asunción de la Virgen; la actitud que le conviene es la del Orante, de la Deisis (suplicación). Ella es “oración”, es decir

Os meum aperui

et attraxi

spiritum, ya que

“nosotros no

sabemos lo que

debemos pedir a

Dios en nuestras plegaria

s, pero el

Espíritu mismo

ora por nosotros

con gemidos

“receptividad” del alma-virgen que se abre a la acción del Espíritu: Os meum aperui et attraxi spiritum, ya que “nosotros no sabemos lo que debemos pedir a Dios en nuestras plegarias, pero el Espíritu mismo ora por nosotros con gemidos inefables diciendo: ¡Abba, Padre!”. De esta manera el alma participa en la “maternidad hipostática” del Espíritu Santo y en la Circumincesión de las Tres personas; en fin, la Oración es Invocación, y la boca, después de haber recibido el Logos en la Comunión como la Theotokos en su seno virginal, profiere el Verbo por la Invocación del Nombre divino, a ejemplo de María alumbrando a Jesús, y del Padre engendrando el Hijo único.

inefables

diciendo: ¡Abba, Padre!”.

La Tradición HerméticaRené Guénon

Opúsculo de recopilación titulado Sobre Hermetismo, en su capítulo I. Publicado originalmente en “Le Voile d'lsis”, abril de 1931. Retomado en

Formes Traditionnelles et Cycles Cosmiques.

Con este título: La Tradizione Ermetica nei suoi Simboli nella sua Dottrina e nella sua “Ars Regia”, el Sr. Julius Evola acaba de publicar una obra interesante en muchos aspectos, pero que, una vez más, si hacía falta, muestra lo oportuno de lo que recientemente decíamos sobre las relaciones entre la iniciación sacerdotal y la iniciación regia.

Aquí, en efecto, volvemos a encontrar la afirmación de la independencia de la segunda, a la que precisamente quiere el autor vincular el hermetismo, y esa idea de dos tipos tradicionales distintos, incluso irreductibles, contemplativo el uno y activo el otro, que, de forma general, serían respectivamente característicos de Oriente y de Occidente. Por eso debemos poner ciertos reparos a la interpretación que se da del simbolismo hermético, en la medida que está influida por tal concepción, aunque por otra parte muestra bien que la verdadera alquimia es de orden espiritual y no material, lo que es verdad y verdad demasiado a menudo desconocida o ignorada por los modernos que tienen la pretensión de tratar de estos asuntos.

Aprovecharemos esta ocasión para precisar también algunas nociones importantes y, en primer lugar, el significado que conviene atribuir a la propia palabra “hermetismo”, que algunos de nuestros contemporáneos parecen emplear un poco a tontas y a locas. Esta palabra indica que se trata esencialmente de una tradición de origen egipcio que luego tomó forma helenizada, sin duda en la época alejandrina, y, en la Edad Media, con esa forma fue transmitida al mundo islámico y al cristiano a un tiempo, y añadiremos que, al segundo, en gran parte por intermedio del primero, como lo prueban los numerosos términos árabes o arabizados que los hermetistas europeos adoptaron, comenzando por la propia palabra “alquimia” (el Kimia). Así pues, sería totalmente ilegítimo extender tal designación a otras formas tradicionales, como también lo sería, por ejemplo, el llamar “Kábala” a otra cosa que al esoterismo hebreo; claro está, no es que no haya equivalentes en otras partes, los hay hasta el punto de que esta ciencia tradicional que es la

alquimia tiene su exacta correspondencia en doctrinas como las de la India, el Tíbet y la China, aunque naturalmente con modos de expresión y métodos de realización bastante diferentes; pero desde que se pronuncia el nombre de “hermetismo” se especifica con ello una forma claramente determinada, cuya procedencia no puede ser más que greco-egipcia. En efecto, la doctrina así designada se hace remontar, por eso mismo, a Hermes, en cuanto éste era considerado por los griegos como idéntico al Thoth egipcio; y haremos notar de inmediato que esto va en contra de la tesis de Evola, y presenta tal doctrina como esencialmente derivada de una enseñanza sacerdotal, pues Thoth, en su papel de conservador y transmisor de la tradición, no es otra cosa que la representación misma del antiguo sacerdocio egipcio o, más bien, para hablar más exactamente, del principio inspirador al que debía éste su autoridad y en cuyo nombre formulaba y comunicaba el conocimiento iniciático.

Ahora se plantea una cuestión: ¿lo que se ha mantenido bajo el nombre de “hermetismo” constituye una doctrina tradicional completa? La respuesta sólo puede ser negativa, pues estrictamente sólo se trata de un conocimiento que no es de orden metafísico, sino de orden únicamente cosmológico (entendiéndolo, por lo demás, en su doble aplicación “macrocósmica” y “microcósmica”). Luego no se puede admitir que el hermetismo, en el sentido que esta palabra tomó a partir de la época alejandrina y ha conservado desde entonces, represente la totalidad de la tradición egipcia. Aunque, en ésta, el punto de vista cosmológico parece haber sido desarrollado más particularmente, y es en todo caso lo más aparente en todos los vestigios que de tal tradición subsisten, ya se trate de textos o de monumentos, no hay que olvidar que nunca puede ser más que un punto de vista secundario y contingente, una aplicación de la doctrina al conocimiento de lo que podemos llamar el “mundo intermedio”. Sería interesante, pero bastante difícil sin duda, el investigar cómo esa parte de la tradición egipcia pudo encontrarse en cierto modo aislada y conservarse de forma aparentemente independiente, y luego incorporarse al esoterismo islámico y al esoterismo cristiano de la Edad Media (lo que no hubiera podido hacer una doctrina completa), hasta el punto de hacerse verdaderamente parte integrante de ambos y proporcionarles todo un simbolismo que, con una adecuada transposición, incluso pudo servir de vehículo a verdades de un orden más elevado.

No es éste lugar para entrar en esas consideraciones históricas harto complejas; pero sea lo que fuere, hemos de decir que el carácter propiamente cosmológico del hermetismo, si bien no justifica la concepción de Evola, al menos la explica en cierta medida, pues las ciencias de este orden, efectivamente, son las que en todas las civilizaciones tradicionales han sido patrimonio sobre todo de los kshatriyas o de sus equivalentes, mientras que la metafísica pura lo era de los brahmanes. Por eso, como resultado de la rebelión de los kshatriyas contra la autoridad espiritual de los brahmanes, a veces se pudo ver cómo se constituían corrientes tradicionales incompletas, reducidas a sólo estas ciencias separadas de su principio, y aun desviadas en el sentido “naturalista”, por negación de la metafísica y desconocimiento del carácter subordinado de la ciencia “física”, así como (ambas cosas están íntimamente relacionadas) del origen sacerdotal de toda enseñanza iniciática, incluso particularmente destinada al uso los kshatriyas, como lo hemos explicado en diversas ocasiones. Ciertamente, no es que el hermetismo

constituya en sí una desviación total, o que implique esencialmente algo de ilegítimo (lo cual hubiera hecho imposible su incorporación a formas tradicionales ortodoxas); pero hay que reconocer que puede prestarse a ello bastante fácilmente por su propia naturaleza, y ese es, más generalmente, el peligro de todas las ciencias tradicionales cuando son cultivadas en cierto modo por sí mismas, lo que expone a perder de vista su vinculación con el orden principial. La alquimia, que podría definirse como la “técnica” por decirlo así, del hermetismo, es realmente un “arte regia”, si por ello se entiende un modo de iniciación más especialmente apropiado a la naturaleza de los kshatriyas; pero esto mismo señala su lugar exacto en el conjunto de una tradición constituida regularmente, y, además, no hay confundir los medios de una realización iniciática, cualesquiera que puedan ser, con su fin último, que es siempre de conocimiento puro.

Otro punto que nos parece discutible en la tesis de J. Evola es la asimilación que casi constantemente tiende a establecer entre hermetismo y “magia”; es verdad parece que parece que a ésta la toma en un sentido bastante diferente de aquel en que corrientemente se la entiende, pero mucho nos tememos que eso mismo no pueda sino provocar confusiones más bien enojosas. En efecto, inevitablemente, tan pronto como se habla de “magia”, se piensa en una ciencia destinada a producir fenómenos más o menos extraordinarios, particularmente (pero no exclusivamente) en el orden sensible; cualquiera que haya podido ser el origen de la palabra, este significado se le ha hecho inherente hasta tal punto que es conveniente dejárselo. Por tanto, no es sino la más inferior de todas las aplicaciones del conocimiento tradicional, incluso podríamos decir la más despreciada, cuyo ejercicio se deja para aquellos cuyas limitaciones individuales los hacen incapaces de desarrollar otras posibilidades; no vemos ninguna ventaja en evocar su idea, cuando en realidad se trata de cosas que, aunque contingentes todavía, son, a pesar de todo, notablemente más elevadas; y, si bien no es más que una cuestión de terminología, hay que reconocer que sin embargo tiene su importancia. Por lo demás puede que haya en ella algo más: en nuestra época, la palabra “magia” ejerce una extraña fascinación sobre algunos, y, como señalamos ya en el artículo precedente, al que aludíamos al comienzo, la preponderancia concedida a tal punto de vista, aunque sólo fuese como intención, también está ligada a la alteración de las ciencias tradicionales separadas de su principio metafísico; ése, sin duda, es el escollo con el que topa todo intento de reconstitución de tales ciencias si no se empieza por lo que verdaderamente es el comienzo en todos los aspectos, es decir, el principio mismo, que también es el fin con miras al cual ha de ordenarse normalmente todo lo demás.

En cambio, donde estamos completamente de acuerdo con Evola, e incluso donde vemos el mayor mérito de su libro, es cuando insiste en la naturaleza puramente espiritual e “interior” de la verdadera alquimia, que nada tiene que ver con las operaciones materiales de una “química” cualquiera, en el sentido natural de la palabra; casi todos los modernos se han equivocado en esto, tanto los que han querido erigirse en defensores de la alquimia como los que han sido sus detractores. Sin embargo, es fácil ver en qué términos hablaban los antiguos herrmetistas de los “sopladores” y “quemadores de carbón”, en los cuales hay que reconocer a los verdaderos precursores de los químicos actuales, por poco lisonjero que pueda ser para estos últimos; y,

todavía en el siglo XVIII, un alquimista como Pernety no omite poner de relieve la diferencia entre la “Filosofía hermética” y la “química vulgar”. Así pues, lo que dio origen a la química moderna no fue la alquimia, con la cual, a fin de cuentas, no tiene ninguna relación (como tampoco la tiene la “hiperquímica” imaginada por algunos ocultistas contemporáneos); la química es tan sólo una deformación o una desviación, surgida de la incomprensión de quienes, incapaces de encontrar el verdadero sentido de los símbolos, lo tomaron todo al pie de la letra y, creyendo que en todo esto no se trataba más que de operaciones materiales, se lanzaron a una experimentación más o menos desordenada. También en el mundo árabe, la alquimia material siempre estuvo poco considerada, incluso a veces fue asimilada a una especie de brujería, mientras se honraba la alquimia espiritual, la única verdadera, designada a menudo con el nombre de Kimia es-saâdah o “alquimia de la felicidad”.

No se trata, por lo demás, de que por ello haya que negar la posibilidad de las transmutaciones metálicas, que representan la alquimia para el vulgo; pero no hay que confundir cosas que son de un orden muy diferente, y ni siquiera se ve, a priori, por qué razón tales transmutaciones no podrían realizarse por procedimientos que atañen simplemente a la química profana (y, en el fondo, la “hiperquímica” a la que aludíamos hace un instante no es sino eso. Sin embargo, hay otro aspecto de la cuestión, que Evola señala muy justamente: el ser que ha llegado a la realización de determinados estados interiores puede producir exteriormente, en virtud de la relación analógica del “microcosmos” con el “macrocosmos”, efectos correspondientes; es admisible, pues, que quien ha alcanzado cierto grado en la práctica de la alquimia espiritual sea, por ello mismo, capaz de efectuar transmutaciones metálicas, pero ello a título de consecuencia completamente accidental, y sin recurrir a ninguno de los procedimientos de la pseudo alquimia material, sino únicamente por una especie de proyección al exterior de las energías que lleva en sí mismo. Hay aquí una diferencia comparable a la que separa la “teúrgia”, o acción de las “influencias espirituales”, de la magia y aun de la brujería: si bien, a veces, los efectos aparentes son los mismos por ambas partes, las causas que los provocan son completamente diferentes. Agregaremos además que quienes poseen realmente tales poderes no hacen uso de ellos, por lo general, al menos fuera de determinadas circunstancias muy particulares en las que su ejercicio se encuentra legitimado por otras consideraciones. Sea lo que fuere, lo que nunca se ha de perder de vista, y que está en la base misma de toda enseñanza verdaderamente iniciática, es que toda realización digna de tal nombre es de orden esencialmente interior, aun cuando sea susceptible de tener repercusiones en el exterior; el hombre no puede no puede encontrar sus principios y medios más que en sí mismo, y puede hacerlo porque lleva en si la correspondencia de todo cuanto existe: el-insânu ramzu´l-wojûd, “el hombre es un símbolo de la Existencia universal”; y si consigue penetrar hasta el centro de su propio ser, alcanza por ello el conocimiento total, con todo cuanto implica por añadidura: man yaraf nafsahu yaraf Rabbahu, aquel que conoce su Sí, conoce a su Señor”, y entonces conoce todas las cosas en la suprema unidad del Principio mismo, fuera del cual nada hay que pueda tener el menor grado de realidad.