Trabajo Final Postarquitectura. Nydia Prieto
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---------- Mensaje reenviado ----------De: Diana Maldonado <[email protected]>Fecha: 15 de diciembre de 2012 12:05Asunto: Re: Recordatorio sobre observacionesPara: Nydea Prieto <[email protected]>
Hola Nydia
con respecto al ensayo: a partir de cambiar el título del subtema y agregar "microsociologías de la espacialidad", puedes hacer una reflexión (de lo ya escrito) y darle a la arquitectura, a la ciudad, el mismo peso que a la historiografía (tiempo) y sociología, ahorita para ti ese es el ejercicio, equilibrar tu perspectiva de estudio y que lo espacial deje de ser un mero escenario; el ensayo del seminario representa ese avance tuyo, una pequeña aproximación al equilibrio mencionado.
Nos vemos el lunes a las 10:00 am
Saludos, buen finde
Diana Maldonado
2012/12/14 Nydea Prieto <[email protected]>Hola Diana, solo para recordarte que ibas a enviarme observaciones sobre la parte final de mi ensayo.Saludos
Lectura y correcciones finales apuntalando dosificando: ejemplos de
componentes o casos de las microsociología, la cuestión socioespacial de soya
Una estrategia general y transversal de apuntalamiento sería comentar cada
reseña sobre los autores realizada con componentes y ejemplos de las
microsociologías
Iintercalar más síntesis y parafraseo de Soja (por ejemplo, quitar-dosificar
menos a Castells)
Caminar, imaginar, habitar: La microsociología del espacio vivido en la ciudad de
Monterrey, Nuevo León, México.
Hablar de ciudad implica la referencia de su ubicación geográfica, su cartografía, su
administración, sus representantes políticos, sus edificios representativos emblamáticos y
en general, sobre la gente que la habita, trabaja, construye y reconstruye.
Pero es preciso considerar a esas personas generalmente anónimas como actores relevantes
que a diario recorren sus calles, que habitan sus casas, departamentos, puentes peatonales,
aquellos que estudian en ella, que laboran diariamente en sus fabricas, comercios,
instituciones, quienes cotidianamente observan, escuchan, tocan y huelen su ciudad, que la
sueñan y la viven diariamente transitando por diversos ámbitos, territorios, sectores.
¿Y cómo es que en ese constante transitar, habitar, disfrutar, y laborar la ciudad convierte a
las personas en sus gestores?, ¿cómo es que las vivencias y las representaciones que la
gente tiene de sobre sus espacios le permiten construirla a diario?, ¿de qué manera se
apropian de ella y ella de cada uno de sus residentes?
Nuestra propuesta parte de que una herramienta como la descripción microsociologica nos
permite contestar las preguntas anteriores, observando aquello que se dice sobre los
espacios, las practicas cotidianas y aquellos imaginarios que se vinculan con ellos, que dan
forma a esa vida diaria, no como una realidad plana y lineal, sino como una existencia
compleja, diversa, cambiante, dinámica, como un entrecruzamiento de caminos,
expectativas y existencias. Falta aquí una caracterización básica de la microsociología
porque entra muy de sopetón (ver fragmentos anexado al final de este documento).
Después de la caracterización, incluir algunos de los componentes básicos urbanísticos y
espaciales que las microsociología realizadas por los alumnos suelen incluir (ver mapa
mental sobre el punto enviado por e-mail)
Las recomendaciones básicas de registro para una microsociología son:
1. Fechas y horas de las observaciones.
2. Breve historia del sitio descrito.
3. Ubicación y forma de acceder a él.
4. Descripción física del espacio y construcción en los que se ubica la descripción (tipo de construcciones y materiales, diseño arquitectónico, contexto urbano o ecológico en el que se encuentra, etc.).
5. Descripción sistemática de los usos de dicho espacio por individuos, parejas o grupos (actividades variadas, oficiales, no oficiales, flujo de la gente, etc.)
6. Descripción de individuos, parejas y grupos que viven o circulan por él (ademanes, gestos, posturas o poses, costumbres, manías; descripción física, tipo de vestimenta, dijes, etc.)
7. Transcripción de diálogos y giros del lenguaje utilizados en dicho espacio.
8. Recuperación de opiniones, anécdotas e historias variadas, escuchadas en el sitio, o sobre el sitio.
Tomar en cuenta también:
Acústica: sonidos, ruidos, música, ambientes.
Olores, texturas, colores, cambios de luminosidad; toda clase de sensaciones y cruce de las mismas.
No abreviar maldiciones ni dejar nada a la imaginación ni al etcétera; piensen que el reporte de microsociología es para gente de otro planeta que no sabe nada de la tierra, o para gente del futuro que no tiene ninguna idea de la gente del pasado: o sea, de ustedes.
Los rumores son importantísimos, “de ke solo le interesa su dinero”, “que son narcotraficantes”.
Explotar al máximo su estilo personal de escritura, así como las reflexiones e ideas derivadas de sus observaciones específicas.
Desglosar el lenguaje de los nativos descritos, por ejemplo si pone la siguiente frase “siempre están en el tamal”, favor de traducirla porque puede tener variados significados.
Optativo: Pueden complementar con un anexo de fotografía documental.
Partimos para ello del ambiente urbano construido, de su capacidad de generar más que un
contexto, un espacio de vida que nos ofrece cobijo, pero que también nos repele de algunos
de sus recovecos.
En este sentido ¿qué nos ofrece la palabra escrita para vincularnos con los espacios
materiales, vividos e imaginados?, desde este punto de vista se considera a la descripción
microsociológica como una herramienta que nos presta información densa, en varias capas
de complejidad que pueden darnos un acercamiento a este tercer espacio. Apuntalar aquí
una definición en corto de tercer espacio para que embone con tu planteamiento.
Lo histórico, lo social y la espacialidad.
Siguiendo a Soja (2008), aquello que es específicamente urbano incluye tanto el ambiente
construido, como todo lo social que ahí se desarrolla. Pero la propuesta de este autor rebasa
la idea de que son nuestras acciones las que definen a la arquitectura y de que ésta
únicamente contiene la vida cotidiana, dando su justo lugar a la forma en que ese ambiente
construido influye en la dinámica de sus habitantes. Esta doble relación ha sido estudiada
desde dos campos del conocimiento, por un lado la arquitectura se ha concentrado en
construir y comprender el espacio físico, por el otro lado, las ciencias sociales han
estudiado las relaciones sociales; sin embargo, el entrecruzamiento de lo que Soja llama
trialéctica ha surgido de diversos debates y una constante evolución de las ciencias
humanas.
Haciendo un repaso sobre la convergencia de la arquitectura con lo social, se puede
observar la evolución que comienza a manifestarse hasta el siglo XIX en distintos niveles,
por ejemplo Viollet Le Duc ya habla de la necesidad de tomar en cuenta las costumbres y
las necesidades que un edificio ha de cubrir durante el período histórico en el que se
construye. Luego, John Ruskin toma como referentes de su estética a los sentimientos, la
moral, la religión y la socialidad como característicos del arte, además de dedicar parte de
su práctica a la construcción de viviendas para obreros, tomando un posicionamiento como
humanista. Para mediados de este mismo siglo, William Morris continua con las ideas de
Ruskin, pero su principal aportación es la de ampliar la idea de aquello que se considera
arte, al considerar a los objetos caseros, o los campos y las ciudades como parte esa
experiencia artística que antes se limitaba a la observación de la pintura, la escultura y la
arquitectura; en el siglo XX, el vínculo entre la arquitectura y lo social es ya asimilada por
los teóricos, pero cada uno desde enfoques diferentes, pues en el caso de Le Corbusier, por
ejemplo, considera al hombre como eje, tratando de ofrecerle una arquitectura
funcionalista, despojada del hornato y de aquello que fuera innecesario y meramente
simbólico, mientras que para Venturi es necesario y primordial esa simbología que genera
diálogo, que le permite al edificio expresar un mensaje a quien lo observa y lo habita
(Maldonado, 2010).
Estaos diversaos perspectivas puntos de vista han impactado en la forma en que se
hace arquitectura y en que se piensa y se o estudia la espacialidad, pues al tener en cuenta
lo social como parte integral, el espacio construido se piensa más que como un edificio
simplemente y se considera como un hábitat; incluso, , y algunos, como Venturi , le dan el
carácter de emisor de mensajes.
Pero la tarea de reconocer el importante lazo existente entre las ciencias sociales con
la arquitectura y con la espacialidad también ha evolucionado en disciplinas como la
sociología. Los estudios sobre la ciudad se han concentrado a partir de los inicios del siglo
XX, teniendo como precursores a la escuela de Chicago (Judd, 2011); posteriormente la
escuela francesa hace su incursión a los estudios urbanos, pero en su caso lo hace desde una
perspectiva crítica, al resaltar los conflictos sociales, el cambio social y el poder entre los
principales temas de estudio (Castells, 1998). Una década más tarde, la escuela de Los
Ángeles se involucra dentro de esta búsqueda del conocimiento sobre las ciudades, pero
dentro de un contexto más complejo en el que se habla ya de “posmetrópolis” o de
“Ciudades Cuarzo”, con una postura postmoderna que abre el espectro de posibilidades que
se concentran en el marco de las grandes urbes (Judd, 2011). Este entrecruzamiento entre lo
social y humanístico, por un lado, y el estudio de las ciudades, tiene un eje importante en la
consideración de la forma y dimensiones de la ciudad, por lo que la consideración de la
cuestión espacial es básica, lo mismo a nivel de estructuras macro (componentes de
producción, modelos de ciudades, etc,) como en las dimensiones básicas de la vida
cotidiana, migración, modos de vida, trabajos, etc.
Dentro del círculo de investigadores de la escuela francesa, se destaca Lefebvre,
quien propone que el espacio no es neutro ni pasivo, ahí se desarrollan las prácticas
espaciales, las rutinas individuales que se dan en el entorno construido y el paisaje; también
se desarrollan las representaciones del espacio, las formas de conocimiento y las prácticas
que organizan y representan el espacio; en tercer lugar están los espacios de representación,
o las experiencias colectivas de espacio. Estos incluyen diferenciaciones simbólicas y las
fantasías colectivas de todo el espacio, las resistencias a las prácticas dominantes y formas
resultantes de la transgresión individual y colectiva. A ello es a lo que nombrará la
construcción social del espacio. (Urry, 2004)
Inscrito en la escuela de Los Ángeles, Edwar Soja sigue a Lefebvre y propone
trabajar sobre el tercer espacio, lo que él nombra el espacio vivido. El Tercer espacio es una
propuesta para ampliar la visión sobre el espacio y sus posibilidades, situándolo como parte
de las ciencias sociales y humanas, desde un enfoque transdisciplinario y posmoderno, que
pase de la perspectiva binaria a una trinaria en donde se tenga en cuenta una alternativa a
las opciones opuestas clásicas, canónigas. Para el caso de cómo se ha estudiado el espacio,
Soja (1996) habla de un primer espacio, en referencia al “espacio concebido”, aquel que ha
sido estudiado a partir del positivismo que observa y mide; en cuanto al segundo espacio, se
trata de un “espacio percibido”, ya desde una perspectiva cualitativa que se enfoca en la
forma en que el espacio es imaginado y representado simbólica e ideológicamente.
Finalmente, la propuesta del autor es incluir un tercer espacio, “el espacio vivido”, aquel
que es multifacético, contradictorio y que es tomado como un lugar de intercambio y
acción. Soja ofrece este tercer espacio como una oportunidad para la resistencia y la lucha
por la emancipación;.
Al igual que en el caso de la arquitectura, en las ciencias sociales se comienza a
hacer un acercamiento entre el estudio de las relaciones sociales y el espacio construido a
partir de finales del siglo XIX y principios del siglo XX; sin embargo, hay que puntualizar
como pioneros del estudio de la espacialidad a Lefebvre y Soja, cada uno desde de su
postura, desde su experiencia, apuntando a la necesidad de que la espacialidad se sumará en
el análisis de lo social y lo histórico, formando lo que Soja (1996) llama la trialéctica, no
para desvalorar o dejar de lado a la dialéctica, sino mejorando y potenciando sus
posibilidades de entendimiento.
La microsociología como propuesta para estudiar al tercer espacio.
La propuesta de la trialéctica que hace Soja, que además se complementa con su propia
tesis sobre lo que Lefebvre llamo la producción social del espacio (espacio concebido,
espacio percibido y espacio vivido), es una invitación a encontrar nuevas formas de
acercarnos a esta realidad compleja y diversa.
El reto es incluso para las formas en que las distintas disciplinas involucradas en el
análisis de la realidad se releen y se reinventan. Por ejemplo Mathews (2005) reflexiona
acerca de las nuevas posibilidades que la antropología enfrenta en la postmodernidad, sin
dejar de lado los conceptos anteriores de cultura. Considera que es cultura “el modo de vida
de un pueblo”, el cual fue establecido a partir de los trabajos etnográficos de diversos
antropólogos que estudiaron a pueblos “primitivos”; pero además toma en cuenta que
actualmente, incluso esos grupos tribales tienen acceso al mundo global a partir de la
entrada de éstos extranjeros con fines académicos, por lo que este concepto de cultura se
debe complementar con el de considerar que la cultura implica “ la información y las
identidades disponibles en el supermercado de la cultura global”.
A pesar de que esta idea del supermercado global pareciera referirse a la libertad de
elección, lo cierto es que la cultura es moldeada por el estado y el mercado; en el primer
caso se refiere a la idea de que pertenecemos a una cultura nacional, aquella que nos ancla a
un territorio y una idiosincrasia perfilada desde el poder estatal; por el otro lado, el mercado
nos ofrece diversos productos e información, pero esta es mostrada de manera fluctuante y
de acuerdo a los intereses de quienes dominan las estructuras de los mass media.
En este caso se observa como una disciplina como la antropología debe resignificar
su objeto de estudio, lo cual también implica un reajuste en sus herramientas y en sus
análisis de la realidad. Lo anterior debe ser también una constante invitación a la
transdisciplinariedad, pues ante la complejidad en que se torna nuestro contexto, hay que
abrir nuestras posibilidades de comprenderla.
En nuestro tiempo, por ejemplo, no se puede dejar de lado la constante evolución de
la tecnología de la información que ha impulsado un cambio en la economía y la cultura, al
facilitar el cambio a un capitalismo más flexible y dinámico y al permitir la interconexión
de redes de manera remota (Castells, 2001). Tanto Mathews como Castells apuntan a la
relevancia que actualmente tienen estás nuevas tecnologías de la información en cuanto a la
vida cotidiana y a la configuración identitaria, estas condiciones de vida han de tomarse en
cuenta al momento de realizar una investigación social, pues los nuevos principios de
nuestra sociedad son la innovación y la flexibilidad, los cuales se han convertido en los ejes
de la educación y de la generación del conocimiento.
Así pues, la investigación social ha de ajustarse a dichos principios, ser abierta,
creativa, diversa, compleja y sencilla a la vez. En este sentido, hay conceptos básicos que
deben cuestionarse, como lo hace AlSayyad (2004), quien pone a discusión el concepto de
tradición, el cual se considera más que como un modelo estático e inamovible, como un
modelo que nos sirve de punto de partida para conocer e interactuar con nuestro presente.
Se pueden observar al menos dos posturas en este debate, por un lado aquella que considera
necesario que exista una continuidad cultural; mientras que del otro lado se apuntala el
hecho de que el cambio es inevitable, y es necesario asumirlo de tal manera.
La sociedad posmoderna ofrece estos y más retos que se han de desentrañar, deben
formar parte de la brújula que dirige a la nueva forma de generar conocimiento, un
constante cuestionamiento a los principios, a los ejes y a las formas de hacer. Lo anterior no
significa que se desdeñe o se deje de lado las bases de la ciencia moderna, sino más bien
una relaboración y una relectura de su capacidad para retratar y para permitirnos realizar un
análisis adecuado de nuestro entorno. En este sentido, el espacio vivido es un reto a
comprender, para lo cual Soja (2008: 40-41) hace la siguiente propuesta:
Comprender el espacio vivido puede ser comparado a escribir una biografía, una
interpretación del tiempo vivido de un individuo, o en términos más generales a la
historiografía, es decir, al intento de describir y entender el tiempo vivido de las
colectividades o las sociedades humanas. En todas estas «historias de vida» resulta
imposible obtener un conocimiento perfecto o completo. Hay demasiadas cosas,
desconocidas y tal vez incognoscibles, que yacen debajo de la superficie como para
que sea posible contar una historia completa. Lo mejor que podemos hacer es
investigar selectivamente, del modo más sutil posible, la infinita complejidad de la
vida a través de sus dimensiones espaciales, sociales e históricas intrínsecas, y de su
espacialidad, sociabilidad e historicidad interrelacionadas.
Ante el reto ofrecido por la realidad posmoderna en la que nos encontramos, las
herramientas de investigación han de afinarse y reinventarse; sin embargo, habrá que
aprovechar aquellas que nos siguen aportando su riqueza y su simplicidad. Tal es el caso de
la microsociología, una perspectiva que permite recoger esas prácticas, esos gestos y
representaciones que se desarrollan en el espacio físico, que dibuja como ese espacio
construido también impacta en el imaginario, en las formas de desplazarse, de hablar, de
caminar (Zúñiga, 1988).
Esta herramienta resulta interesante ante la compleja realidad posmoderna, pues a
pesar de que es la palabra escrita la que recoge las impresiones que se tienen de aquello que
se observa, se escucha, se huele, se siente, es su capacidad de transmitir y de compactar lo
que la convierte en un arma de doble filo; pues mientras que permite recoger la vida
cotidiana pasando, lo cierto es que también limita a pequeños fragmentos de la situación
que se observa.
Pero ya lo dice el mismo Soja, es imposible abarcar ese espacio vivido en su
totalidad, sin embargo hay que elegir al menos una de sus partes para poder iniciar un
acercamiento y una mejor comprensión de su transcurrir.
Describiendo al espacio vivido microsociológicamente.
La microsociología es una herramienta que busca describir de forma densa una situación
determinada. Para ello se debe comenzar por hacer referencia al espacio físico en el cual se
desarrolla la observación; sin embargo, la descripción no se ha de limitar a redactar aquello
que se ve, sino que ha de ser lo más detallado posible e incluir todos los sentidos, por lo que
quien hace la crónica ha de mencionar los sonidos, las conversaciones, los olores, las
sensaciones, hasta los sabores y los pensamientos que se cruzan en el momento de la
observación.
Es una tarea compleja, pero puede llegar a ser muy enriquecedora tanto para quien
la escribe, pero también como material de análisis. En el caso que se presenta a
continuación, se retoman los ejercicios microsociológicos de algunos estudiantes de la
materia de Cultura Regional, la cual forma parte de la curricula de la carrera de
Arquitectura en la Universidad Autónoma de Nuevo León. La pauta de dicho ejercicio
implica el registro minucioso y denso de las principales características del lugar, así como
de aquellas personas que ahí se encuentran e interactúan, anotando también la forma en que
visten, actúan y hablan, buscando ser lo más fiel y detallado posible (Zúñiga, Reyes, 1988).
Se seleccionaron cuatro trabajos realizados por estudiantes de tercer semestre en el
período enero-julio de 2009, dos fueron realizadas por mujeres, teniendo como lugares de
observación una ruta de transporte urbano y un centro de culto religioso; los otros dos
trabajos los llevaron a cabo dos jóvenes varones, quienes describieron una colonia y unas
tiendas de conveniencia.
A pesar de sus múltiples limitaciones, la microsociología es una herramienta que
permite tener un acercamiento con un espacio y aquello que ahí sucede en una o varias
observaciones, tomando en cuenta las prácticas que ahí se realizan, así como las
representaciones que el observador tiene del espacio y de la gente que lo frecuenta. Es en
este sentido que se pretende retomar la información recogida por estos jóvenes estudiantes
para analizar los procesos de producción social del espacio, teniendo en cuenta las
aportaciones teóricas de Lefebvre y Soja.
Estos fragmentos se limitan a situar los espacios que son observados y descritos en
el ejercicio microsociológico, desde la calle, las avenidas principales que permiten acceder
al lugar, así como el municipio en el que se encuentra.
Sin embargo, ya en este primer momento del registro se comienzan a manifestar
algunas representaciones e imaginarios sobre el lugar, ya sea que se le considere un lugar
“escondido”, dando a entender con ello que no es fácil acceder ahí, mientras que en caso
contrario se habla de espacios “visibles” y por lo tanto de fácil localización.
Estas dos características contienen varias significaciones, pero principalmente si lo
contextualizamos a la era informacional en la cual nos encontramos (Castells, 2001). Este
autor considera que las nuevas tecnologías han impulsado un cambio en la economía y la
cultura, al tener como principio organizador la interconexión de redes de manera remota.
Lo anterior ha sido una necesidad que ayuda a que el flujo del capital financiero se
mantenga en constante movimiento a nivel global determinando el valor de los bonos, las
acciones y las divisas. La comunicación global se ve facilitada por las nuevas tecnologías
(que no sólo incluyen los medios electrónicos, sino que además se refieren a la red de
avenidas y carreteras) que permiten un flujo constante entre espacios lejanos en tiempo real
a partir de la virtualidad que se ha convertido en nuestra realidad. De esta manera se
impone una lógica de lugares fragmentados, poco comunicados entre sí, pero conectados a
distancia.
En esta lógica, aquello que debe ser visible y accesible como lo es una tienda de
conveniencia como OXXO o Seven Eleven, se ubica entre dos importantes avenidas, como
lo menciona Carlos Bautista en el siguiente fragmento:
Estos establecimientos se encuentran situados en dos puntos importantes el primero
de mayor importancia se encuentra en la avenida Eloy Cavazos cruz con la avenida
profesor Israel Cavazos dentro de los límites de la colonia Rancho Viejo, Tierra
Propia y Rincón de Guadalupe (Carlos Bautista).
Él utiliza la palabra “importante”, es decir, se trata de un cruce de avenidas que
resultan estratégicas para el flujo del tráfico vehicular de la ciudad, que moviliza todo tipo
de mercancías, servicios y personas necesarias para el mantenimiento de la actividad
productiva de la región.
En este mismo sentido tenemos la descripción de Keren sobre una ruta del
transporte urbano:
En la parada del camión ruta 215 está ubicada entre las calles Flores Blancas y Av.
México en el municipio de Guadalupe N.L., la colonia llamada Valles de Guadalupe
que esta al norte de la ciudad de Monterrey cuya afluencia de vehículos es muy
transitada ya que la avenida México conecta con la carretera Reynosa una de las más
importantes en el municipio de Guadalupe que a su vez conecta a varios municipios
como el de Villa Juárez (Keren Zamarripa)
Ella menciona el hecho de que la parada del camión se encuentra en una avenida
“transitada”, lo cual como ya se menciona en el párrafo anterior, se trata de una estrategia
más del capital, pues el transporte público permite que aquellos ciudadanos que carecen de
vehículo propio puedan recorrer la ciudad, ya sea para ir a trabajar, a estudiar o a realizar
compras o cualquier tipo de tramite administrativo, hasta visitar algún espacio recreativo o
familiar.
De esta manera, las calles y avenidas también conforman parte de esas redes que
sostienen al capital, le dan vitalidad en el marco de las urbes, movilizan su mano de obra y
sus productos, permiten el consumo y la producción. Sin embargo, como Lefebvre y Soja lo
mencionan, el espacio vivido, el tercer espacio tiene la capacidad de alojar en sí a muchas
manifestaciones de la realidad humana, por lo tanto, no solamente las calles y avenidas
soportan el paso del capital, además permiten el acceso a otros mundos a otras realidades.
En este sentido habría que poner atención a lo que Abigail menciona:
El centro de Fe de observación se encuentra en el municipio de San Nicolás de los
Garza en Montes Urales #105 Col. Francisco G. Sada. Es una colonia muy tranquila y
a donde se puede acceder fácilmente esta en un lugar muy visible ya que esta sobre la
avenida Ruiz Cortines y a unas cuadras esta la avenida Churubusco (Abigail
Rodríguez)
Cuando se refiere a la ubicación de su centro de culto, ella lo describe como un lugar
fácil de acceder, es decir, no está tan a la vista como el oxxo o la parada del transporte
público, pero su localización es accesible para los fieles que asisten a la realización de su
rito religioso.
Lo anterior resulta significativo, pues de principio no se trata de un espacio
importante para el desarrollo del capital, sino de un espacio religioso que busca otro tipo de
intereses, pero que a fin de cuentas requiere ser un espacio accesible, a donde sea fácil
llegar y sentirse tranquilo. Finalmente, tenemos la descripción que un joven realiza sobre la
calle en la que se ubica su casa:
La calle San Valentín está localizada en los límites del municipio de San Nicolás casi,
casi llegando a Apodaca, en una colonia de nivel medio, un tanto escondida, se puede
acceder a ella ya sea desde la carretera a Miguel Alemán o desde Av. Rómulo Garza
(Daniel Coronado)
Daniel considera la calle de su colonia como escondida, es decir, difícil de acceder,
pero aquí nos encontramos con un lugar que no es estratégico para el gran mercado, en todo
caso es significativa para las personas que la habitan y la viven todos los días, en este caso,
contrario a los casos de Keren y de Carlos, que se trata de aquello que Castells (2001)
nombra el espacio de los flujos, tanto el centro de culto de Abigail, como la calle de la
colonia de Daniel, son los espacios de los lugares.
En el caso de los lugares de los flujos, el autor se refiere a aquellos espacios lejanos
pero interconectados entre sí y que cada vez comparten menos códigos culturales, por lo
que podemos mencionar a las grandes avenidas como algunos de esos espacios de los
flujos, que permiten que espacio distantes se unan por medio de la posibilidad de movilidad
que se da por medio de los vehículos automotores, pero este transito es rápido, no se
permite detenerse por mucho tiempo, pues la prioridad es el flujo. En cambio, los espacios
de los lugares tienen esa capacidad de tejer puentes culturales, de sostener encuentros
personales llenos de significado, que le dan vitalidad a los espacios cargados de vivencias
(Castells, 2001).
De esta manera podemos observar que la ubicación de un espacio tiene más
implicaciones que su simple cartografía, nos habla de su lugar dentro de la lógica del poder
y de la vida cotidiana de sus residentes o visitantes. Se pueden ver reflejadas sus
representaciones sobre el espacio en función de su accesibilidad y su visibilidad.
Este enfoque microsociológico nos abre pequeñas ventanas de la cotidianeidad, y su
riqueza reside en el hecho de no intentar abarcar demasiado, pero si hacerlo a profundidad,
a detalle, buscando delinear lo mejor posible el momento y el espacio en el que se
desarrolla el momento. De esta manera podemos apreciar como los protagonistas cotidianos
siente y se acercan al espacio, lo perciben y se lo imaginan, lo viven y lo practican, ahí en
lo más íntimo del asiento que les tocó en el transporte urbano, o desde la ventana de su
cuarto, ya sea en la práctica diaria de entrar a una tienda de conveniencia o en la ritual
asistencia a un centro religioso.
Referencias
AlSayyad, N. (2004). The end of tradition?. London: Routledge.
Castells, M. (1998) La sociología urbana en la sociedad de redes: de regreso al futuro.
Conferencia en la Community and Urban Sociology Section de la American
Sociological Association. [Traducción de Jesús Treviño]
----------------(2001). La era de la informacion. Vol.3: Fin de milenio. Madrid: Alianza.
Judd, D. R., & Simpson, D. W. (2011). The city, revisited: Urban theory from Chicago, Los
Angeles, and New York. Minneapolis: University of Minnesota Press.
Maldonado, D. (2010) Hacia una lectura arquicultural de la vivienda vernácula urbana.
Premisas generales de diseño. Estancia Postdoctoral, Universidad de Buenos Aires,
Argentina.
Mathews, Gordon. Global Culture/individual Identity : Searching for Home in the Cultural
Supermarket. London: Routledge, 2005. Print.
Soja, E. (1996) Thirdspace: Journeys to Los Angeles and other real-and-imagined places.
Cambridge, Mass: Blackwell.
-----------(2008). Postmetropolis: Estudios criticos sobre las ciudades y las regiones.
Madrid: Traficantes de Sueños.
Urry, J. (2004) The Sociology of Space and Place. En Blau, Judith R. The Blackwell
Zuñiga, V.; Reyes, M. (1988) “Éxodo rural, estrategias familiares de subsistencia y formas
culturales en la frontera norte (1) (El caso de Vallecillo, N. L.: el pueblo que se negó
a morir.) primera parte.”, en: Bricolage, San Nicolás, FFyL-UANL, Vol. I Núm. 1,
junio de 1988, pp. 100-101.
En lo que respecta al tercer marco referido, hacemos nuestros algunos planteamientos básicos de C. Wright Mills en lo referente a la imaginación sociológica,1 entendida esta como la posibilidad de asimilar la historia y la biografía, así como la relación de ambas dentro de la sociedad; sobre todo, a la capacidad de asombrarse y poder pasar de una perspectiva a otra, considerando siempre la importancia de los problemas e inquietudes que trascienden el ámbito de la vida interior. La imaginación sociológica plantea la necesidad de cualidades mentales que permitan utilizar bien la información y desarrollar la razón para lograr recapitulaciones lúcidas de lo que sucede en la realidad y dentro de uno mismo: “Capacidad de pasar de las transformaciones más impersonales y remotas a las características más íntimas del yo humano, y de ver las relaciones entre ambas cosas”.2 En nuestra experiencia, un método esencial de practicar la imaginación sociológica y pensar sociológicamente es la práctica de la microsociología, herramienta que, además, nos permite reflexionar y hacer ciudad:
Ahí donde la sociedad se produce y se reproduce, en las nimias y acaso imperceptibles prácticas sociales se presentan al investigador tres valiosas oportunidades para poner a prueba las grandes tesis, las extensas teorías generalizadoras, incursionar una sociedad concreta a través de la subjetividad de los actores sociales y recobrar sus relaciones y sus prácticas objetivas sin despreciar las explicaciones que los mismos actores sociales construyen sobre su propia sociedad inmediata pasada, presente y futura y en tercer lugar, fabricar una sociología reconocible, inmediata, cercana, especie de psicoanálisis de la biografía de una sociedad específica (…) Esta sociología más cercana y vivencial se haría sin agraviar a la teoría sociológica o a los estudios macro sociales relativos a todo el capitalismo, toda Latinoamérica, a todo un país; esas son sin duda tareas de la sociología. Se haría para cubrir un vacío de investigación y para no dejar pasar las oportunidades que ofrece; se haría también para en el caso de México conocernos mejor regional y localmente, para
1 C. Wright Mills, La imaginación sociológica, pp. 23-34, 206-236.
2 Idem. P. 27
orientar mejor, quizás, decisiones regionales y locales. Se podría seguir haciendo para afinar conceptos, perfeccionar y matizar teorías elaboradas en otras latitudes y hasta para desechar teorías sociológicas poco consistentes.3
3 Fuente: Víctor Zuñiga/Miguel Reyes. “Éxodo rural, estrategias familiares de subsistencia y formas culturales en la frontera norte (1) (El caso de Vallecillo, N. L.: el pueblo que se negó a morir.) primera parte.”, en: Bricolage, San Nicolás, FFyL-UANL, Vol. I Núm. 1, junio de 1988, pp. 100-101.